La crisis y el crecimiento: claves para comprender el mundo de hoy

July 6, 2017 | Autor: Alberto Vargas | Categoría: Game Theory, Anthropology, Social Dimensions of Crisis
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Descripción

La Crisis y el Crecimiento: Claves para comprender el mundo de hoy
Entrevista al Dr. Alberto I. Vargas
Es bastante obvio que el país está creciendo y, por ello, los cambios generan cierto malestar en una sociedad que no está organizada. Chiclayo es un claro ejemplo de ello y, mucho se ha dicho sobre el caos que reina en sus calles y el desánimo de sus ciudadanos. Las diversas opiniones nacen desde una misma perspectiva y, es necesario observar la situación desde otro punto de vista, salir del problema y míralo desde afuera. Sin embargo, para cualquier chiclayano que ama su tierra, es bastante difícil ser objetivo y "diagnosticar" esta crisis que aparentemente nos consume. Entonces, ¿cómo ver a la Ciudad de la Amistad con otros ojos?
En esta oportunidad, conversamos con el Dr. Alberto I. Vargas –Vice-President del Leonardo Polo Institute of Philosophy (Chicago, IL, USA.) e investigador del Instituto Empresa y Humanismo de la Universidad de Navarra (Pamplona, España)– sobre la crisis y su sentido antropológico, acercándola a la realidad latinoamericana. Este profesor de nacionalidad mexicana radicado en España visitó la ciudad como catedrático invitado de la Universidad Católica Santo Toribio de Mogrovejo. Durante la semana de su estadía, el especialista en Gobierno y Cultura de las Organizaciones por la Universidad de Navarra, no solo dictó conferencias y clases magistrales sino que tuvo la oportunidad de conocer la cultura chiclayana y compartir su experiencia.
Hoy en día se habla mucho de la crisis. Los expertos la describen e intentan estudiarla y, los ciudadanos, por su parte, se dedican a buscar culpables de la situación. Sin embargo, pocos se detienen a pensar de dónde nacen las raíces de este caos generalizado. ¿Hacia dónde mirar para encontrar ese punto de partida? ¿La antropología nos dará alguna respuesta?
Los problemas se resuelven pensando. Cuando uno se encuentra ante un problema lo que conviene es precisamente eso, detenerse a pensar. Esta es la aportación fundamental que hace la filosofía a la sociedad, es el valor añadido que la teoría ofrece al mundo práctico. Cuando se trata de problemas humanos lo más conveniente es acudir específicamente a la antropología filosófica, pues lo que está en juego es precisamente el propio hombre, el que se detiene a pensar.
Vivimos inmersos en una sociedad paradójica, de contrastes. Por un lado, nuestra sociedad es altamente pasiva –pasota como dicen los españoles–, aburrida, adormecida y perpleja. Son pocos los que están dispuestos a afrontar de frente los problemas y asumir la responsabilidad de sus acciones. Todo mundo buscamos escabuirnos y al estilo de la avestruz ante el león escondemos la cabeza en un hoyo como como una falsa alternativa de solución. Los hombres contemporáneos tenemos una gran tendencia a evadir los problemas, a sacarles la vuelta. Por otro lado, al parecer contradictorio, nuestra sociedad es altamente activista –workaholic como dicen los yankees–, productiva y afanosa. Nuestro ser se vuelca en el hacer y en el tener. Siempre tenemos prisa y disfrutamos del nuevo placer posmoderno de la velocidad. Nadie se detiene a pensar. Ante un problema la reacción es actuar impulsivamente. Se trata de la típica excusa del padre o madre de familia que al llegar tarde a casa se excusa en el exeso de trabajo cuando lo que muchas veces se esconde es su incapacidad o cobardía para enfrentar los problemas familiares. El activista también evade los problemas, pero no lo hace al estilo del avestruz sino al estilo del fugitivo para el cual es imposible detenerse a pensar.
Esta es una de las aportaciones de la antropología, descubrirle al hombre que los problemas se resuelven atacándolos, pensando. ¿Por qué no conseguimos hacernos cargo de esta crisis generalizada? Porque tenemos miedo a pensar. ¿Por qué? Porque sospechamos que el problema no está afuera sino adentro, que el problema somos nosotros mismos. La crisis en la que estamos es una de alta complejidad donde el propio solucionador y problema se identifican. Lo que está en juego es la propia persona.
Esta situación no debe llevar a nadie a la desesperación. Todo problema tiene solución, si no la tiene no es un problema. Cuando se miran de frente se descubre que las crisis son una oportunidad de crecimiento.
Si la crisis es un llamado a crecer y los problemas son oportunidades, ¿por qué el miedo a los cambios? ¿Es natural sufrir la incertidumbre de una transición?
En el actuar lo que está en juego es el propio agente. Tenemos miedo a pensar principalmente por dos motivos: porque no deseamos mejorar o porque tememos perder la batalla. El miedo en este sentido es equiparable a la situación de crisis. Tanto el miedo como la crisis son realidades propias del ser hombre porque lo propio del hombre es precisamente eso, crecer. A diferencia de los animales el hombre no está obligado a crecer, su crecimiento es libre. El hombre se involucra en su crecimiento, es agente de su propia mejora. Como dice el filósofo español Leonardo Polo, el hombre es un solucionador de problemas, es un perfeccionador perfectible. Tenemos miedo a perdernos en el intento de crecer. Las experiencias que nos preceden son muy poco alentadoras. Muchos de los que nos preceden han fracasado y por eso nosotros nos planteamos ¿por qué yo he de tener éxito?
Hemos dicho que el miedo es natural, es lo propio de cualquier riesgo, de cualquier empresa donde el éxito no está garantizado. El riesgo es el problema, si no hubiera riesgo no habría problema. Vivimos en una sociedad de la seguridad. Hoy hay seguro para todo: de vida, de universidad, para el carro, para el viaje, seguro de salud, seguro de vida, incluso para el divorcio hay seguro. Le tenemos mucho miedo al riesgo, a los problemas, a pensar. De modo que una sociedad que repetidamente a evadido el riesgo se encuentra atrofiada y la seguridad se vuelve un vicio, una detención del crecimiento.
La situación en la que estamos es una serpiente que se come la cola. Hoy parece ser que el remedio es peor que la enfermedad. Nos encontramos ante un problema de problemas y por eso los filósofos caracterizan esta crisis como una de complejidad inabarcable: un problema que no parece tener solución y por eso desespera. En este caso el miedo que tenemos es fundado, lo que no es adecuado es detenernos en el miedo. El miedo es natural en el hombre, pero más aún lo es el superarlo, el atacar los problemas.

Ud. ha tenido la oportunidad de conocer muchas culturas, ¿qué tan distinta es la realidad latinoamericana a la europea? ¿Enfrentamos del mismo modo la crisis? ¿Estamos igual de preparados?
Desde hace más de dos mil años el liderazgo cultural del mundo ha descansado en los hombros de Occidente. Esta cultura es posiblemente el proyecto humano más ambicioso que se emprendido en la historia. Latinoamérica no es ajena a este proyecto, somos parte de la misma empresa. Hemos nacido en y desde Occidente. Tanto los primeros conquistadores como especialmente los primeros frailes evangelizadores fueron grandes empresarios, acometieron grandes retos. En latinoamérica confluyen dos grandes culturas caracterizadas por la apertura de corazón, el saber europeo y el cristianismo.
Efectivamente, latinoamérica es Occidente pero no es sólo eso: conviene distinguir. Latinoamérica participa del dinamismo e influjo tanto de Europa como de Estados Unidos y, en términos amplios, pertenece a su misma tradición cultural fruto de la sinergía del cristianismo con el mundo griego y romano. Sin embargo, al mismo tiempo, desde su nacimiento en el siglo XVI, Latinoamérica representa una nueva y original empresa social y cultural con características propias, donde el meztizaje, la apertura interior y el cristianismo juegan un rol estratégico.
Simultaneamente al nacimiento de Latinoamérica, buena parte de Europa y Estados Unidos han redireccionado su proyecto vital y también cultural: me refiero al proyecto de la modernidad. Una de las claves fundamentales de ese proyecto es la libertad exterior (fundamentalmente política, económica y también científica) como manifestación de un miedo a la libertad interior, a la trascendencia. Si el hombre se piensa incapaz de Dios, entonces sólo quedan dos alternativas: volcarse sobre sí mismo o sobre el cosmos. Este es el parteaguas fundamental entre Europa-Estados Unidos y Latinoamérica: una desvinculación íntima generalizada del hombre con Dios. ¿Cuáles son las consecuencias de esta decisión moderna de dimensiones colectivas? La crisis. Primero la del corazón y, luego, la de toda la realidad. Por una parte, en lo que concierne a Europa y Estados Unidos la renuncia a la trascendencia se manifiesta en la perplejidad y el activismo respectivamente, y, en ambos, a largo plazo –en nuestra actual situación– en desesperación existencial evidenciada por el consumismo, el suicidio y el aburrimiento juvenil como principales síntomas. Por otra parte, en lo que concierne a Latinoamérica, nos encontramos en una crisis de otra dimensión. El proyecto latinoamericano es un proyecto de gran envergadura que sólo puede madurar después de una continua ayuda por parte de Europa a través de muchos siglos. ¿En qué consiste la crisis de latinoamérica? Consiste en el abandono, Europa ha entrado en crisis y se encuentra ahora –desde hace ya un par de siglos– incapaz de mantener su ayuda a latinoamérica, sino por el contrario, su crisis provoca desorientación y desajustes a nuestro crecimiento. Latinoamérica, como proyecto de civilización, se ha puesto en riesgo al retirarle la ayuda antes de alcanzar su madurez, se trata de una civilización adolescente llena de vida y de desorientación. El caso de Africa es aún más grave, porque ni el cristianismo, ni la familia, ni la universidad, ni la empresa han podido institucionalizarse establemente. Como suelen decir los africanos: "los europeos se han ido y nos han dejado en la total independencia". Africa se encuentra en la completa escacez de recursos culturales para hacer frente a su situación historica, si no recibe ayuda pronto puede colapsar o ser absorvida por un occidente que está colapsando.
El problema latinoamericano no es propiamente íntimo ni existencial; se trata de un problema fundamentalmente de organización social, de desarrollo de la inteligencia y la voluntad. Aunque la familia es una institución estable, la universidad y la empresa aún son muy frágiles y, la colaboración entre ellas es aún muy deficiente. Más aún, latinoamérica recibe una acción fuertemente negativa de Europa y Estados Unidos de modo que su reto no es sólo su propio despliegue y crecimiento cultural sino, también y simultáneamente, hacerse cargo de la crisis de Occidente porque parece muy difícil que pueda crecer si no ayuda –a pesar de su indigencia– a Europa y Estados Unidos. La vitalidad del cristianismo y de la familia son claves para enfrentar este gran reto histórico. Latinoamérica debe descubrir su vocación de liderazgo en medio de esta compleja crisis, su crecimiento está vinculado sine qua non al del resto de Occidente. Innovar alternativas y franquear el futuro es el gran desafío de los latinoamericanos.
En sus conferencias, usted describe la vida en sociedad asemejándola a un juego en equipo. ¿Sabemos jugar los latinoamericanos? ¿Hay realmente un sentido de sociedad en el mundo actual?
Ese es precisamente nuestro problema, no sabemos jugar. Se trata de un problema triple: no sabemos cual es nuestro rol en el juego, las reglas del juego no están claras y tampoco sabemos cómo se gana el juego. Estos son los tres principales axiomas del juego social: virtudes, normas y bienes. En esto se materializa nuestro desafío. Necesitamos organizar la colaboración para el crecimiento de virtudes, necesitamos ponernos de acuerdo en una normativa que oriente la acción y necesitamos priorizar cuales son los bienes más convenientes por alcanzar en nuestra situación.
Concretamente estamos hablando, en primer lugar, de la organización del trabajo desarrollando primeramente las habilidades espirituales como fundamento de las técnicas; en segundo lugar, nos referimos no sólo a un estado de derecho, sino a un sistema social de auxilios que potencie las relaciones humanas y oriente el despliegue de nuestra libertad; en tercer lugar, se trata de extender la producciones de los bienes superiores que permitan un mayor crecimiento de la inteligencia y de la voluntad y, materialicen la capacidad donal del hombre que se perfecciona perfeccionando el mundo.
Hoy no sólo conviene evitar un juego social de suma cero como el que juega hoy Occidente de los que el estatalismo, el liberalismo y la útopía marxista son claros ejemplos; ni si quiera basta con conseguir un juego de suma positiva que hoy se está promoviendo, por ejemplo, a través de la cooperación planteada en el famoso equilibrio de Nash; sino que conviene innovar un juego donal que franque el futuro y que aspire sacar del hombre su mejores posibilidades para dar paso a una nueva cultura más humana y más libre. Es decir, no basta con ganar el juego a toda costa, ni basta con reducir el conflicto a lo menor posible sino que, efectivamente, el juego social es un juego en equipo que puede ir más allá de la colaboración organizada para ser creativa en libertad donal.
Conviene hacer del juego social no sólo un gran sistema de auxilios sino, aún más, una gran fiesta. Lo más propio del hombre en sociedad es la fiesta por ser el espacio social donde el hombre puede desplegar con mayor libertad su capacidad donal y creativa. En una buena fiesta los invitados son convocados, precisamente, a hacer una fiesta: el liderazgo es del equipo. No se trata de una fiesta predeterminada sino de una invitación abierta, donde el proyecto común llegará tan lejos como la creatividad personal de cada uno lo permita. En un juego así cada uno tiene algo único y especial que aportar, ningún jugador es despreciable. En un juego así, la principal norma es la apertura a la aportación del otro, el mutuo reconocimiento como jugadores irremplazables. En un juego así, la posibilidad de bienes es irrestricta porque se descubre que el principal bien de la fiesta son los propios jugadores en cuanto que juegan. De este modo se hace del juego una fiesta de alta complejidad creativa abierta a que el juego nunca termine por lo que no hay espacio ni al aburrimiento ni a la desesperación. Se trata de un juego netamente esperanzado. Lo propio de una fiesta es el riesgo de éxito, la libertad de los invitados, la esperanza.
Entendida la sociedad en términos de juego podemos descubrir un principio previo a los tres axiomas mencionados. Se trata de una primera realidad: se juega. Que se juega significa que somos libres, que se puede jugar en positivo o en negativo, pero nadie es indiferente, la indiferencia es también un modo de jugar, aunque bastante deficiente. Aquí es donde yace a mi modo de ver la situación de Occidente. El hombre Occidental en términos generales ha renunciado al juego positivo y, por eso, su condición de jugador ha menguado. Este no es el caso de Latinoamérica, al menos en términos generales, de modo que, nos encontramos ante una gran oportunidad de crecimiento. Para decirlo mal y pronto, mientras que en Europa no se quiere hacer nada, en Latinoamérica está todo por hacer, hay mucha apertura íntima al crecimiento y eso es una gran oportunidad.
En el corto tiempo que ha pasado en Perú, especialmente en Chiclayo, ¿qué características saltan a la vista en nuestra sociedad? ¿Qué dicen los chiclayanos de sí mismos?
Mi conocimiento del Perú es muy escaso, sin embargo, puedo atreverme a decir que hay dos cosas especialemente llamativas: hay un gran crecimiento pero ese crecimiento es muy desordenado. Chiclayo y, en general, Perú me parece como un volcán, lleno de energía. El gran reto es dar el mejor cauce posible a esa energía humana, a esas personas. Esto es muy manifiesto y para comprobarlo basta con salir a pasear por las calles del centro de la ciudad. A primera vista un extrajero se desconcierta por el caos vial de la ciudad: no hay transporte público, hay una saturación de taxis y mototaxis, no se respetan las señales de tránsito, el claxón es el sistema de comunicación, no se respeta al peatón y el peatón no respeta al conductor. Sin embargo, si uno afina la mirada puede descubrir una intensa vida social: mucha gente interactuando, mucho encuentro de personas, comercio diverso y abundante, hospitalidad, alegría, hombres, mujeres y niños por las calles, apertura y amistad. En Europa sucede justamente lo contrario: hay una vida muy débil y fragmentada pero una gran organización social.
En Perú la gente dice que en Europa no hay crisis, que los europeos no saben lo que es estar en crisis. Cuando un peruano va a Europa se asombra de la abundancia de recursos materiales y se indigna de que los europeos se quejen de la crisis. A mi me parece que los que no saben lo que es estar en crisis son los peruanos. ¿Qué significa crisis? Detención del crecimiento, y si el crecimiento se detiene se anuncia la muerte. Cuando los peruanos entran en crisis económica no hay detención del crecimiento personal, el espíritu sigue creciendo, incluso aún más. Cuando los europeos van a Perú se asombran de los recursos espirituales y muchas veces se desesperan por su situación y, tal vez alguno, se afecta de envidia. En el fondo el europeo sabe que es más difícil resolver su problema que del peruano, aunque a simple vista no lo parezca. ¿Por qué? Porque el peruano no ha detenido su crecimiento, sino que a pesar de crisis sigue creciendo. Ante la escasez de recursos materiales al peruano le sobran los espirituales y, por eso, no desespera. Paradójico, el peruano no sabe lo que es la crisis, mientras que el europeo es cada vez más consciente de ella. ¿Qué es entonces la riqueza en el hombre? El crecimiento. De qué sirve ganar hoy, si se perderá mañana. En ese caso, sería mejor ser un pobre que se enriquece que un rico que se empobrece. El primero tiene esperanza, el segundo desespera. Como se suele decir, "el pez no sabe que está mojado".
De todos los aspectos que se mencionan al describir la situación problemática de una ciudad como la nuestra y la de todo el Perú, la Educación y la Cultura son siempre los ejes transversales. Nuestros niños no aprenden, a nuestros adolescentes les aburre todo y nuestros jóvenes no encuentran trabajo. ¿Por qué sucede esto? ¿Quién hizo mal su trabajo? ¿Acaso debemos reinventar el modo en que educamos?
El problema educativo hay que abordarlo del mismo modo: conviene detenerse a pensar. En este sentido la antropología también puede aportar luz. Los principales empresarios en la educación son los profesores. Si la educación se encuentra en problemas se debe fundamentalmente a los profesores. De nuevo, conviene pensar los problemas en primera persona, lo más fácil es echarle la culpa al de enfrente. Hoy los profesores hemos renunciado a ser alumnos y un profesor que no es alumno está acabado. El primero en el crecimiento de sabiduría tiene que ser el profesor, de otro modo no es empresario. Parte del problema es que somos muy comodones, que nos conformamos con poco y ese conformismo se transmite a los alumnos. La educación debe buscar, fundamentalmente, hacer de los alumnos unos inconformes vitalmente y, muy especialmente, en orden a la verdad. Antes de pensar en reinventar el modelo educativo conviene reinventarnos a nosotros mismos, no cansarnos de crecer. Conviene que el profesor, y especialmente el universitario, redescubra su propia vocación: descubrir más verdad. De ahí depende la magnanimidad en los proyectos educativos, porque no es en vano el título del que dirige una universidad: "rector magnífico".
Respecto al nivel educativo superior, ¿qué tan importante es el papel de las universidades en una sociedad en crisis? ¿Son realmente conscientes los docentes universitarios de su rol social?
La universidad es la cumbre del proceso educativo. En este proceso, lo propio de la familia –además de la formación integral, de la intimidad– es la educación de la afectividad. Lo propio de los colegios es la formación de la voluntad, los hábitos y virtudes. Y, lo propio de la Universidad, es la formación de la inteligencia. Sin embargo, hay que decir con claridad que la principal responsabilidad de la Universidad no es la docencia, antes que ésta, está la investigación del saber superior novedoso y, el estudio de todo el conocimiento precedente junto con la extensión a través de la aplicación del saber en el mundo práctico. En nuestras sociedades latinoaméricanas no hemos conseguido entender esto ni hacerlo realidad, nos hemos concentrado en la docencia. Es por eso que no conviene que la Universidad pierda de vista su triple responsabilidad: investigación, transmisión (estudio y docencia) y extensión.
Chiclayo se caracteriza también por el comercio. Al chiclayano le gusta ser reconocido por su espíritu emprendedor y creativo, pero ¿cómo llevar correctamente el rumbo de un negocio? ¿Cuál es el verdadero objetivo de una empresa? ¿Qué es el éxito y qué no lo es?
Se trata de un problema de amistad o como decimos en términos más empresariales: sinérgia. Conviene promover la amistad entre la empresa y la universidad. Ambas, junto con la familia, tienen una gran aportación al desarrollo social: la primera desde el mundo práctico permite materializar el proyecto a corto plazo, mientras que la segunda, desde el mundo teórico, plantea el proyecto de largo plazo. Por su parte, la familia, más importante aún que la universidad y la empresa, aporta el corazón de la sociedad: la persona y su educación en el amor.
Una sociedad donde no existe una sólida alianza y cooperación entre la empresa y la universidad no puede distinguirse por su espíritu emprendedor y creativo; si lo hace es un mero espejismo que se difuminará con el paso de unos pocos años. El desarrollo a largo plazo es insostenible sin esta alianza. Los países desarrollados lo tienen clarísimo, es lo que ellos llaman las "ciudades del conocimiento". Hoy en día, más de dos terceras partes del conocimiento que se produce en el mundo está concentrado alrededor de Boston y San Francisco (el llamado Sillicon Valley) y, no es extraño que sea justamente ahí, donde también se creen las empresas más innovadoras del mundo.
¿Cómo lograr esta alianza? Promoviendo la amistad entre los agentes de ambas instituciones: profesores y empresarios. Si no hay un reconocimiento mutuo y un respeto de los roles propios, entonces la amistad se vuelve muy difícil. Hoy son pocos los profesores que investigan y también son pocos los empresarios que arriesgan. En este sentido la generosidad juega un papel clave: el profesor (que verdaderamente investiga) conviene que no tenga miedo a regalar su conocimiento, del mismo modo conviene que el empresario (que verdaderamente emprende) no tenga miedo a pensar a largo plazo, invirtiendo sus ganancias en la educación. Hace falta que ambos actores sean muy concientes de su responsabilidad. La amistad es siempre entre personas, por eso hoy es muy conveniente que la persona sea el centro de toda organización.
Finalmente, ¿y las familias? ¿Le damos el lugar que se merece en nuestra sociedad? ¿Emprendemos un proyecto familiar con la misma voluntad que al crear un negocio o empezar un trabajo?
Las familias son muy frágiles y requieren de mucha protección, su trabajo es el más delicado y el que requiere de mayor generosidad. Si en la familia se pierde la esperanza, se oscurece muchísimo y, la empresa y la universidad entran en crisis desde la médula. La persona es el verdadero capital, la energía propiamente dicha y, más aún, es la libertad y, por lo tanto, la esperanza. El nacimiento y educación de la persona descansa en la familia.
No hay que perder de vista que la familia también es una empresa y que los empresarios en la familia son los padres. Los padres tienen por eso la responsabilidad más grande en el plano social. De modo similar a los profesores y a los empresarios, los padres también tienen miedo a asumir su responsabilidad. Hoy los padres no quieren tener hijos, no quieren arriesgarse; y cuando los tienen no los educan, sino que los abandonan en los colegios o en la calle. Por su parte, en muchas ocasiones ni la universidad ni la empresa están ayudando a los padres a que sean generosos, a que sean emprendedores en términos de familia. La universidad, y con ella todo el sector educativo, no está orientando a los padres en su labor educativa, no está siendo subsidiaria, sino que utiliza a las familias como mercancia mientras que ella se convierte en una empresa mercantil. Hoy los padres no encuentran ayuda en los profesores, los profesores no exigen ni orientan a los padres. Por su parte la empresa tampoco colabora lo suficiente. Hoy hay muchos problemas de conciliación familia y trabajo, no se ha resuelto la insersión de la mujer en el mundo laboral, la maternidad no se protege ni promueve desde la empresa, la fidelidad entre la empresa y el empleado es deficiente y, los sueldos son en muchos casos muy desiguales. Sin embargo, a pesar de esto, hay, por supuesto, algunas empresas y universidades con una alta conciencia del valor de la persona humana y de la conveniencia de la colaboración entre estas tres importantes instituciones sociales. Ojalá seamos capaces de hacer de estos problemas una oportunidad, ojala esas instituciones sean capaces de ayudar a otras a concietizarse de su responsabilidad, porque todo éxito es prematuro: ¡la siguiente jugada es la mejor!

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