La crisis económica de Irlanda: El caso del Tigre Celta convertido en PIGGS

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La crisis económica de Irlanda El caso del Tigre Celta convertido en PIGGS Fernando Alcalá-Zamora Ruiz

RESUMEN Con el estallido de la crisis mundial de 2008 la República de Irlanda sufrió un golpe inesperado. El pequeño país, hasta entonces alabado por su modelo económico, inició una caída sin frenos que le llevó a ser rescatado por la Troika. Antes de volver a ser un alumno modélico, el otrora Tigre Celta tuvo que aceptar ser incluido en el grupo de los PIGGS.





Índice de contenidos

1. 2. 3. 4. 5. 6.

Introducción … pág. 3 La construcción del Tigre Celta … pág. 4 El Tigre comienza a rugir … pág. 5 Viaje al centro de la crisis … pág. 6 El alumno aplicado … pág. 8 Bibliografía … pág. 11



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Introducción El 15 de diciembre de 2013 Enda Kenny, Taoiseach –Primer Ministro- de la República de Irlanda, se dirigió a sus conciudadanos a través de un discurso televisado para anunciar que a la mañana siguiente el país despertaría de nuevo como un miembro de pleno derecho de la zona euro tras dejar atrás la situación de rescate en la que llevaba sumido tres años. Con semblante serio y en una escenografía austera, Kenny afirmó que el sacrificio de los irlandeses estaba marcando la diferencia, Irlanda comenzaba a avanzar en la dirección correcta y la era de la “especulación y la codicia” no se volvería a repetir (The Journal, 2013). Se trató de un discurso político muy calculado pues su razón de ser era la de felicitar a los espectadores en medio de un funeral. Los irlandeses habían agachado la cabeza, aceptado sucesivos recortes en el estado del bienestar y visto cómo su sociedad se empobrecía con rapidez. El punto y final al programa de rescate del Banco Central Europeo (BCE) y del Fondo Monetario Internacional (FMI), en realidad, no significaba una mejora palpable de las condiciones sociales ni tenía un reflejo directo en la llamada economía real. Pero desde ese momento, sin embargo, tanto las autoridades locales como la esfera política de la Unión Europea recordarían el buen hacer de Irlanda durante los años críticos de la crisis económica mundial. La pequeña república, casi siempre bajo la sombra de su vecino británico, había pasado de quedar encuadrada en el acrónimo de los PIIGS a ser considerada el “alumno modélico” de la Unión Europea. En contraposición a los problemáticos e iracundos griegos, defendía el argumentario oficial europeo, los irlandeses habían aceptado su culpa, su gobierno había implementado con rectitud todas las reformas solicitadas y, como recompensa, la recuperación volvería sin demora a los hogares de Irlanda. La historia así presentada, una fábula propia de película animada, era redonda. Pero los ciudadanos irlandeses, no obstante, seguirán discutiendo durante muchos años la narración de ‘caída y redención’ que las autoridades se apresuraron a presentar.



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El descenso a los infiernos de la economía mundial del otrora fascinante Tigre Celta había sido demasiado duro como para olvidarlo.

La construcción del Tigre Celta La historia de Irlanda hasta el estallido de la crisis en 2008 era la de una economía abierta al mundo y adaptada con decisión a los requerimientos del mercado. La república irlandesa era un ejemplo de éxito, la demostración palpable de que un país con ciertas características internas, en un contexto favorable y presto a congeniar con los actores económicos tendría en su haber todos los ingredientes para crecer y prosperar (Dorgan, 2006). Desde la década de 1960 el país no dejó de avanzar en su abertura mundial por la vía de las relaciones económicas y lo hizo apoyada siempre sobre el contexto favorable de la globalización, la escalada de las telecomunicaciones y el auge del consumo y del comercio internacional. Irlanda, que desde siglos atrás había experimentado en primera persona las consecuencias de su situación de aislamiento –potenciado por sus características geográficas- y las penurias del sometimiento a un vecino con categoría de imperio, sabía qué sendero no debía recorrer. Catástrofes como la Gran Hambruna de mediados del siglo XIX, además, habían evidenciado las contrapartidas de una economía basada en amplísima medida en la agricultura de escasos productos. La diáspora de irlandeses repartidos por todo el mundo seguía siendo, todavía un siglo después, recuerdo vivo de un acontecimiento que también lastraría a la población local durante décadas. Desde que en 1922 el país recuperase su soberanía y se desgajase del Reino Unido bajo el nombre de Estado Libre Irlandés, los irlandeses intentaron recobrar la compostura en un contexto de turbulencia mundial (Bew, 2007). Al crack bursátil de 1929 le seguiría una década de repliegues nacionales que culminarían con el estallido de la Segunda Guerra Mundial, contienda en la que Irlanda no participó. En clave interna y en adelante, los retos para la ya oficialmente República de Irlanda continuarían a consecuencia del mantenimiento de Irlanda del Norte como territorio británico. Y es que el IRA (Irish Republican Army) libraría a partir de 1960 una guerra de facto contra el Reino Unido en la que el territorio de la isla de Irlanda sería el tablero de operaciones en el que el conflicto armado se desarrolló (Moloney, 2007).

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El Tigre comienza a rugir Mientras tanto, en el marco de la política internacional los dos estados vecinos solicitaron por primera vez su ingreso en la Comunidad Económica Europea (CEE) en 1961. El repliegue proteccionista hasta entonces mostrado por Irlanda, unido al ‘veto a los británicos’ que el general Charles de Gaulle mantuvo firme, impidieron sin embargo que el país accediese al club continental hasta más de una década después. Hasta en dos ocasiones más sería rechazada la solicitud, en 1963 y 1967, antes de que el cambio de actores políticos en Francia pusiera fin al veto. 1972 fue el año en el que el Tratado de Acceso se firmó y en el que el 83% de los votantes irlandeses lo ratificaron mediante referéndum (Comisión Europea, 2015b). Desde ese momento, Irlanda comenzó a disfrutar de los beneficios de convertirse en un socio de pleno derecho de la CEE al tener acceso al Mercado Común sin depender por completo de la economía del Reino Unido. La estrategia política irlandesa, en adelante, consistiría en posicionarse como una base de operaciones atractiva para empresas con intereses en el mercado europeo. Y es que, entre otros factores, Irlanda contaba con una población de habla inglesa que con facilidad podría convertirse en mano de obra cualificada de las nuevas firmas que se instalasen en el país. Si la tendencia europea consistía en eliminar las trabas al libre comercio mediante la reducción de aranceles e impuestos, el gobierno irlandés interpretó que el país debía situarse como abanderado de esta tendencia a fin de absorber para sí al nuevo tejido empresarial (Comisión Europea, 2015a). La competitividad y los incentivos a la inversión extranjera se convirtieron en una prioridad estatal, hecho que quedó simbolizado en la tasa del 12,5% en el Impuesto de Sociedades aplicado a las empresas. Los Estados Unidos de América, que ya de por sí mantenían estrechos lazos con Irlanda, pronto posaron su mirada en la isla esmeralda y grandes firmas tecnológicas empezaron a desembarcar en un país en el que ni el idioma era una barrera y en el que muchos norteamericanos podrían incluso redescubrir la historia de sus apellidos comenzados por “Mc…” u “O’…”. Apple se estableció en Irlanda en 1980, Dell en 1984, Microsoft lo hizo en 1986 e Intel llegó en 1989. Todas ellas, multinacionales que operan en el campo de la tecnología, eligieron Irlanda en un periodo corto de tiempo. Y junto a ellas, otras empresas líderes del mundo farmacéutico (Pfizer Global Supply, Boston Scientific) o de la energía (Ingersoll-Rand, ESB) tomaron la misma decisión en un proceso que cambió radicalmente el signo del sector pujante de la economía irlandesa (The Irish Times, 2016).

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Las dos principales ciudades de la isla, Dublín y Cork, no dejarían desde entonces de crecer como bases estratégicas del sector tecnológico gracias al efecto atracción que los gigantes norteamericanos ejercieron. Ese desarrollo progresivo que experimentó el país fue acompañado de un incremento de la población, hecho que rompió la tendencia histórica a la baja que desde la Gran Hambruna venía dándose. Fue a partir de la década de los ’60 cuando los irlandeses volvieron a pasar de la barrera de los tres millones de habitantes y desde entonces la tendencia creciente no frenaría. Para 2013 el dato superaba Fuente: Banco Mundial, ONU. Elaboración: Google ya los 4,5 millones, siendo la proporción de población joven la más alta de toda la Unión Europea según el estudio anual de 2015 “Estado de la Población Mundial” de la Organización de las Naciones Unidas (O’Doherty, 2015). Esa ha sido uno de las características distintivas y uno de los pilares fuertes de la Irlanda del siglo XXI. Una población en alza, joven y de alta cualificación lista para acceder a puestos de trabajo en empresas tecnológicas con grandes exigencias. Durante la primera mitad de los ’00, pues, la economía irlandesa no mereció la sospecha de los actores internacionales aunque algunos signos comenzaron a dar señas de disfuncionalidad. Un ejemplo de ello fue el crecimiento del stock de vivienda que con el estallido de la crisis se confirmaría como imposible de vender. El desequilibrio provocado por Grecia en 2009, unido al descrédito generalizado que se le asignó a las economías ‘mediterráneas’ y a los problemas internos de los bancos irlandeses, sería el golpe a la línea de flotación que hizo tambalear al Tigre Celta cuando menos lo esperaba.

Viaje al centro de la crisis Hasta el anuncio del gobierno griego en 2009 en relación a la falsedad de sus cuentas públicas nada hacía presagiar en Dublín que su economía sería rescatada por la troika europea. El sistema bancario irlandés había empezado a sufrir turbulencias durante el último trimestre de 2008 pero el ejecutivo de Merrion Street, en un gesto de



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autoconfianza, había anunciado un programa de garantía de 400.000 millones de euros que sería suficiente para cubrir a los seis principales bancos del país. Cuando, con el cambio de año a 2009, la presión aumentó tras conocerse un agujero de al menos 87 millones de euros en el Anglo Irish Bank a cuenta de créditos no recogidos en la contabilidad oficial, el gobierno decidió nacionalizar el banco sin demora (Labanyi, 2009). El incendio podría haber quedado ahí, con un golpe controlado a la economía nacional a fin de absorber los problemas del Anglo Irish, de no ser por los acontecimientos que a orillas del mediterráneo comenzaban a sucederse. El primer rescate a la economía de Grecia daría al traste con las previsiones optimistas de Irlanda a causa del efecto contagio. Las dudas que las diferentes agencias de calificación motivaron al modificar progresivamente a la baja la nota de diferentes países, entre los que se encontraba Irlanda, obligaron al gobierno irlandés a ir corrigiendo en paralelo sus proyecciones mientras la confianza general de la economía de la isla esmeralda caía en picado. Un ejemplo palpable del torbellino en el que Irlanda se vio envuelta es el del acrónimo PIIGS (Portugal, Italia, Irlanda, Grecia, España) y las consecuencias indisimuladas que ello implicó. Su uso comenzó a multiplicarse a finales de 2009 y para 2010 las referencias al término –marcadamente despectivo- se contabilizaron por cientos cada mes en diferentes publicaciones. Como recogen en “From ‘Tiger’ to ‘PIGGS’: Ireland and the use of heuristics in comparative political economy” (2015) Samuel Brazys y Niamh Hardiman, la generalización en la que los cinco países quedaron englobados permitió trasponer al resto de economías ‘mediterráneas’ las dudas proyectadas por Grecia. El riesgo y la incertidumbre, pues, pasaron a sobrevolar también la economía irlandesa en el preciso momento en el que sus actores se afanaban en disipar las dudas a fin de controlar los problemas internos de su sistema bancario. Dos y tres meses después del rescate griego, Moody’s y Standard & Poor respectivamente rebajaron la calificación irlandesa y le asignaron una perspectiva negativa. Para entonces, el aumento del déficit y de la deuda pública previsto por el gobierno irlandés un año antes a consecuencia del sostenimiento del entramado financiero del país era ya un signo de alarma evidente. También se convirtió en un agujero al que irían a parar millones de euros públicos. El 30 de septiembre de 2010, cuando el Allied Irish Bank fue igualmente nacionalizado y en total la previsión gubernamental anunció que el estado debería comprometer en torno a 45.000 millones de euros públicos el camino era ya irreversible. La salvación de los bancos supondría un aumento del déficit público que lo haría situarse en el 32% y un crecimiento de la deuda que rebasaría el 100% del PIB irlandés (Inman, 2010). El rescate a la economía irlandesa comenzó a posicionarse como la única salida del atolladero.



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Las continuas negaciones que el entonces Taoiseach, Brian Cowen, y el ministro de Finanzas, Brian Leniham, realizaron al respecto no surtieron efecto. Día tras día, en los medios de comunicación la palabra ‘bailout’ copaba los principales titulares y la población acabó por interiorizar que el paquete de ayuda acabaría llegando. Y en la madrugada del lunes 22 de noviembre de 2010 se produjo el cambio en el discurso de los dirigentes irlandeses. Cowen y Leniham anunciaron la solicitud de rescate para su economía y explicaron que el mismo tendría una duración de tres años en los que se recibiría una ayuda de 90.000 millones de euros. Como cláusula inexcusable para recibir el apoyo financiero, el gobierno anunció el primer programa de austeridad que los 4,5 millones de habitantes de la República deberían afrontar. El objetivo fijado fue el de conseguir un ahorro de 15.000 millones de euros en el presupuesto público a costa de una reducción de las prestaciones sociales, un aumento de impuestos y un recorte de más de 24.000 empleos (McDonald, 2010). Con elecciones generales convocadas para tres meses después, el gobierno de Cowen estaba sentenciado.

El alumno aplicado El 25 de febrero de 2011, una coalición de dos partidos formada por el Fine Gael – centro derecha- y Labour Party –centro izquierda- desbancó del poder al hasta entonces gobernante Fianna Fáil de Brian Cowen, que sufrió un descalabro mayúsculo a consecuencia del devenir económico del país. El castigo al ejecutivo que firmó el rescate, sin embargo, no supuso un volantazo en la política del gobierno irlandés. Tanto el partido del nuevo Taoiseach –Enda Kenny- como el del nuevo vicepresidente o Tánaiste –Eamon Gilmore- mantuvieron desde el primer momento una línea continuista que aceptó los requerimientos de la Unión Europea. Esa estabilidad política en materia económica y en las relaciones con las instituciones europeas comenzó a cimentar el arquetipo de alumno modélico personificado en Irlanda. El plan irlandés, sustentado en una inequívoca devaluación interna, un recorte del presupuesto público contundente y un apoyo a las exportaciones de su sector tecnológico pujante, fue pronto visto con buenos ojos por líderes de opinión en materia económica, hecho que desde entonces y de forma progresiva haría ir recuperando el buen nombre del país en el plano internacional. En mayo de 2012, aún en el segundo año marcado por la austeridad, el gobierno de Enda Kenny celebró un referéndum –obligado por la constitución irlandesa- para dirimir el apoyo o rechazo al Pacto de Estabilidad fiscal europeo. El apoyo del 60%

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de la población significó un espaldarazo al ejecutivo de coalición, que desde entonces mantendría un discurso muy marcado con respecto a la Unión: sí a Europa y sí a la política económica de Bruselas a cambio de incentivos para relanzar la economía local. En palabras del viceprimer ministro, Eamon Gilmore, “el resultado del referéndum fue una clara señal de confianza en la economía irlandesa, y un recordatorio de que Irlanda está solventando de forma efectiva sus problemas. Lo que ahora necesitamos es lo que el resto de Europa necesita: un estímulo para fomentar el crecimiento y para crear trabajos. Con esta mezcla de políticas nuestro potencial es ilimitado” (Gilmore, 2012). Sin embargo, hasta el fin del programa de rescate todavía restaría un año y medio marcado por la palabra austeridad. 2013 arrancaría con un aumento de 250€ en las matrículas universitarias o con un incremento de diez céntimos en el precio de cada pinta de cerveza, uno de los símbolos nacionales. Y es que para ganarse el título de alumno aplicado Irlanda cumplió a rajatabla las exigencias de la Unión Europea, Banco Central Europeo y Fondo Monetario Internacional. Para cuando el Primer Ministro Enda Kenny pronunció su discurso en el que anunciaba el fin del rescate, la población había visto recortado el gasto público en casi 10.000 millones de euros mientras la tasa de desempleo se disparaba desde el 4,7% pre-crisis hasta picos del 15%.

Tasa de desempleo en % en Irlanda, España y media de la Unión Europea hasta diciembre de 2015./ Fuente: Eurostat

Dos años después de la cariacontecida intervención de Kenny desde Merrion Street, el Taoiseach volvió a sonreír al afirmar que los presupuestos públicos



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nacionales para el año 2016 serían los primeros desde 2008 no marcados por la austeridad y los recortes (McDonald, 2015). Los datos macroeconómicos fueron cambiando su signo negativo progresivamente, desde Bruselas no se dejó de felicitar a Irlanda por su estoicismo y el mantenimiento del impuesto de sociedades en el 12,5% a pesar de la tormenta no disuadió a las empresas extranjeras radicadas en la isla. La tasa de desempleo, ahora situada en el 8,8%, encadena datos positivos desde abril de 2013 (gráfico superior). A pesar de significar que 191.000 irlandeses aún no tienen trabajo, el dato consiguió mejorar incluso a la media de desempleo de la Unión Europea en junio de 2015. Por su parte, elementos como la deuda pública nacional, las vulnerabilidades del sector financiero o el porcentaje de jóvenes desempleados siguen preocupando a las autoridades europeas.

Porcentaje de deuda pública con respecto al PIB en Irlanda, España y media de la Unión Europea. 2013 marcó el pico de la irlandesa al situarse en el 123,7%; en 2014 se redujo hasta el 107,5% con tendencia a la baja./ Fuente: Eurostat

Las esperanzas de la Unión Europea, en la actualidad, pasan por que el alumno aventajado mantenga durante al menos un nuevo lustro la estabilidad política que le ha caracterizado. Y es que, con elecciones previstas para el 26 de febrero de este año, un nuevo gobierno de coalición como el actual permitiría a Europa asegurarse la rectitud irlandesa. De confirmarse la línea continuista en el gobierno de Merrion Street y en caso de mantenerse una tendencia positiva en las variables macroeconómicas, la República

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de Irlanda completaría una historia redonda para los intereses comunitarios (The Economist, 2015). Una narración que comenzaría con la caída de 2008, continuaría con el arrepentimiento del hijo pródigo que acepta ser tutelado por Bruselas y, en el último acto, sería redimido tras su excepcional comportamiento. La última crisis de Irlanda, un acontecimiento enclavado ya en el siglo XXI, habría de esta forma encajado a la perfección con una de las canciones más populares de la isla. La República irlandesa en su conjunto convertida en el álter ego del protagonista de The Wild Rover, la archiconocida historia del vagabundo errante que es cantada en los miles de pubs repartidos a lo largo y ancho de la isla esmeralda.

Bibliografía Bew, P. (2007). Ireland: The politics of Enmity. Oxford: Oxford University Press. Brazys, S., & Hardiman, N. (2015). From «Tiger» to «PIGGS»: Ireland and the use of heuristics in comparative political economy. European Journal of Political Research, (54). http://doi.org/10.1111/1475-6765.12068 Comisión Europea. (2015a). Ireland and the Single Market. Recuperado a partir de http://ec.europa.eu/ireland/ireland_in_the_eu/ireland_and_the_single_mark et/index_en.htm Comisión Europea. (2015b). Joining the European Community. Recuperado a partir de http://ec.europa.eu/ireland/ireland_in_the_eu/index1_en.htm Dorgan, S. (2006). How Ireland became the Celtic Tiger. The Heritage Foundation. Recuperado a partir de http://www.heritage.org/research/reports/2006/06/how-ireland-became-theceltic-tiger Gilmore, E. (2012). Ireland’s fiscal stability referendum: a yes for recovery. Recuperado a partir de http://www.theguardian.com/commentisfree/2012/jun/01/irelandreferendum-yes-recovery Inman, P. (2010). Ireland nationalises second-biggest bank Allied Irish. Recuperado a partir de http://www.theguardian.com/business/2010/sep/30/ireland-banks-bailoutallied-irish Labanyi, D. (2009). Lenihan says no option other than to nationalise Anglo Irish. Recuperado a partir de http://www.irishtimes.com/news/lenihan-says-nooption-other-than-to-nationalise-anglo-irish-1.834438



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