La crisis del 2008 en Europa: ¿la solución populista contra la solución tecncrática?

July 22, 2017 | Autor: J. Calvo Rodríguez | Categoría: Technocracy, Populismo, Tecnocracia
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Descripción



Escolar, Ignacio: "La tecnocracia es también ideología" en UNO: ¿TECNOCRACIA O DEMOCRACIA?: Gestión y Representatividad, nº 7, d+i Llorente y Cuenca (2012)
Zarzalejos, José Antonio: "La eficacia tecnocrática como ideología en tiempos de crisis" en UNO: ¿TECNOCRACIA O DEMOCRACIA?: Gestión y Representatividad, nº 7, d+i Llorente y Cuenca (2012)
Markoff, John y Verónica Montecinos: "El irresistible ascenso de los economistas" en Desarrollo Económico, Vol. 34, No. 133 (Apr. - Jun., 1994), pp. 3-29.
Velasco, Demetrio: "La fascistización de la política institucional y el control oligárquico y represivo de la cultura política y social" en Iglesia Viva, nº 249, Universidad de Deusto (2012). Pp. 7-30.
Escolar, Ignacio: op. Cit.
Velasco: op.cit.
Ibíd. p. 18.
Mayol, Alberto: "La Tecnocracia: el falso profeta de la Modernidad", en Revista de sociología, Nº 17 (2003) Facultad de Ciencias Sociales – Universidad de Chile P. 95- 123.
MIRTA GIACAGLIA: "Hegemonía. concepto clave para pensar la política", Tópicos N° 10, Santa Fe (2002).
Adames, Enoch: "Hegemonía y cultura científica. Base para un debate entre ciencias" en Tareas, nº 125 Panamá (2007) p.14
Habermas, Jürgen: Ciencia y técnica como "ideología", Tecnos, S.A. Madrid (1984). Cit. en Adames, Enoch: op. Cit. p. 14.

Mora Plaza, Antonio: "La reforma de los estudios de Economía", en NuevaTribuna.es el 1.11.2010.
Podemos maquilla su utópico programa electoral, ABC, 4-11-2014.
C.E. Bayo y A.L. De Miguel: Entrevista a Pablo Iglesias, Público, 15-11-2014
https://www.youtube.com/watch?v=i_z3z6vWe3s
San Miguel, Jorge: "Podemos, o el triunfo de una cierta tecnocracia" en Politikon 18-12-2014. En línea: http://politikon.es/2014/12/18/podemos-o-el-triunfo-de-una-cierta-tecnocracia/
La crisis de 2008 en Europa:
¿La solución tecnocrática contra la solución 'populista'?
Jacobo Calvo Rodríguez
Introducción
El subtítulo hace referencia a la inmediata actualidad de lo que está ocurriendo en Europa electoralmente. En España, Podemos asciende vertiginosamente en las encuestas desde las elecciones europeas de 2014 postulándose como primera fuerza política con porcentajes cercanos al 30%. En Grecia, tras el anuncio de elecciones generales para este mismo mes de Enero, Syriza probablemente termine ganando las elecciones. Y finalmente en Francia, la opinión pública está abandonando al gobierno socialista; optando por el derechista y conservador Frente Nacional (FN), el cual ya se hizo con la victoria en las últimas elecciones europeas de 2014.
Sean las opciones ideológicas del carácter que sean –derecha el FN e izquierda Podemos y Syriza- las tres se han presentado a sí mismas como aquellas opciones hartas de la élite autoritaria encarnada en la Comisión Europea, el FMI y el Banco Central Europeo (BCE). Instituciones a las que, según estas formaciones, no elige nadie. Que no los elige nadie no es del todo cierto, pero es una herramienta discursiva para plantear la separación que termina por existir entre ese tipo de instituciones supranacionales y la comunidad política.
Por otro lado, con la llegada al poder de los famosos "tecnócratas" a los gobiernos de Grecia y Italia –Lukas Papadimos y Mario Monti, gracias a las maniobras legales que permite el sistema parlamentarista-, se dividió el campo de la discusión política entre aquéllos que defendían dicha solución tecnocrática; y los actores políticos arriba mencionados, que venían a representar la solución populista.
A pesar de que las discusiones teóricas sobre qué es el populismo y que no lo es nos parecen apasionantes, no es el objeto de este artículo. Así que utilizamos el término 'populista' por ser la palabra con que ese "stablishment tecnocrático" pone nombre a las opciones políticas ya mencionadas. Del mismo modo, estos "populistas" plantean que hay que recuperar la democracia en manos de una oligarquía corrupta que ejerce el "mal gobierno". En España fue denominada como la "casta"; en Francia es "Europa"; y en Grecia la "Troika" (FMI, BCE, y Comisión Europea).
De este modo, el tablero político quedaría dividido entre los "populistas" que quieren recuperar la soberanía popular; y los tecnócratas defensores de las soluciones políticas adoptadas hasta el momento para terminar con la crisis de 2008. En otras palabras, surge el enfrentamiento entre los demócratas y los técnicos; los populistas demagogos y los que saben gobernar como estadistas; los ideológicos y los independientes. En definitiva, se plantea la disyuntiva entre "la tecnocracia" contra "la democracia".
Y la visión de estas dos líneas no es una cuestión patrimonial de la izquierda o la derecha. Si nos asomamos a la publicación de la revista "UNO" en España al respecto de la tecnocracia triunfante en Europa vemos como esos dos polos enfrentan ideológicamente a detractores y halagadores, pero ambos están de acuerdo en que dicho enfrentamiento existe:
"La mejor jugada del diablo fue convencer al mundo de que no existía" (Keyser Söze, el protagonista de la película 'Sospechosos habituales'). Parafraseando la cita: la mejor jugada del neoliberalismo económico y de los partidarios de la absoluta desregulación financiera fue convencer al mundo de que su ideología no existía, que estábamos ante una ciencia rigurosa y exacta con leyes fundamentales tan sólidas como la física newtoniana."
La tecnocracia no sólo es la consecuencia de la ineficiencia de la política y de los políticos tradicionales, sino también el corolario lógico del arrasamiento ideológico que ha provocado la Gran Recesión del siglo XXI. Pareciera que no hay recetas o soluciones alternativas para el tratamiento de la crisis y su eventual superación. La socialdemocracia ha quedado desarbolada en la UE porque no ha cristalizado una salida "de izquierdas" a la crisis, porque no hay constancia de que el keynesianismo de los partidos progresistas forme parte de la solución sino del problema, de tal manera, que, aunque sea paradójico, las recetas resolutorias mixtas y a veces contradictorias, que sólo Gobiernos tecnocráticos y sin discurso político son capaces de aplicar, parecen funcionar.
El primer extracto fue escrito por el director de un famoso medio de comunicación por internet –eldiario.es-, de marcada línea editorial izquierdista. El segundo es de un ex-director del ABC, de tendencia católica y monárquica. Democristiano en su momento y hoy en día medio partidario del oficialista gobierno de Mariano Rajoy.
En esta publicación lo que podemos observar si acaso es que unos justifican la tecnocracia como "democrática" y otros como "antidemocrática".
Ahora bien, ¿es real este enfrentamiento entre el concepto de tecnocracia y el de democracia? ¿Cómo si uno y otro fuesen incompatibles tal y como unos dicen? Esa es la pregunta que dirigirá nuestro pequeño trabajo para el que tiraremos de bibliografía dedicada al tema aunque cobrará especial relevancia en la interpretación de los hechos los artículos de Markoff y Montecinos sobre "El irresistible ascenso de los economistas". Pasemos entonces a explicar dicha teoría.

El irresistible ascenso de los economistas
Hagamos un pequeño resumen para entender las ideas clave del texto:
Durante la presidencia de Alessandri se integró a un economista dentro de la estructura fuerte del estado. A partir de ese momento la presencia de dichos profesionales fue cada vez mayor (también durante la presidencia de Allende) para culminar en la dictadura de Pinochet y los conocidos Chicago Boys. En este sentido, todos los países, cada cual a su modo, caminará la misma senda:
"El alcance geográfico de esta tendencia se delinea claramente cuando incluso observamos en los '80 y '90 jefes de gobierno con títulos en economía en Europa, Asia y América Latina; por ejemplo, Grecia, Turquía Irlanda, Holanda, Taiwán, India, México y Colombia. Los economistas han sido también actores políticos centrales en Rusia, Rumania, Polonia, Bulgaria y Checoslovaquia, donde han ocupado cargos tales como viceprimer ministro e incluso primer ministro. El nuevo papel político de los economistas trasciende la división entre Norte y Sur así como las fronteras entre regímenes autoritarios y democráticos."
El segundo punto, nos habla del porqué comenzaron a existir economistas en los órganos de gobierno y cómo se contagió esto a Latinoamérica.
"(…) fue la sensación de crisis nacional la que acicateó el drástico incremento de los economistas cuando, primero la depresión de los '30 y después la Segunda Guerra Mundial, demandaron nuevos instrumentos para organizar la vida económica. (…) Para América Latina un punto de viraje en este proceso de contagio fue el establecimiento de la Alianza para el Progreso en 1961, por la cual los países latinoamericanos firmantes se comprometieron a realizar tareas de planificación de vasto alcance en sus respectivas economías."
"Así se podría explicar la afluencia de economistas en los gobiernos en los países industriales como respuestas a las presiones de la depresión y la guerra en los '30 y los '40. (…) Primero, en la medida en que los recursos de una organizaci6n dependen de otra, ella habrá de imitar sus estructuras y encarnar sus ideas; y, segundo, en la medida en que los objetivos son ambiguos y los medios inciertos, las organizaciones habrían de mirarse entre sí como modelos.
La primera de esas condiciones, dependencia en materia de recursos, probablemente es más evidente en el trato de los endeudados países del Tercer Mundo con el Fondo Monetario Internacional o el Banco Mundial." De hecho, en otra parte del texto se cuenta cómo Yeltsin coloca a un economista en su gobierno con la intención de calmar los mercados y le funciona la maniobra.
El punto 3 es desde nuestro punto de vista el más importante y vamos a ir subdividiendo las ideas que lanzan los autores.
Primero expone lo que Weber creía de los especialistas. Según el autor alemán, la burocracia puede ser un modo de operativizar racionalmente y con precisión los proyectos del político. Por tanto, los burócratas, si son buenos, serán a-ideológicos.
Esto es justamente cómo se presentan a los economistas hoy en día: "En rigor, los economistas tienden a verse a sí mismos más al servicio de "la racionalidad" o "la eficiencia" que al servicio de los fines definidos por sus superiores; al mismo tiempo, pueden Ilegar incluso a proclamar con orgullo que no sirven a intereses de grupo." Esto es precisamente la "tecnificación" de la política, algo que está muy ligado a la confianza absoluta en la ciencia.
Así, los autores plantean que esto obviamente, no es cierto. Ya el mismo Weber en su época se quejaba de lo "ornamental" que son ciertos cargos técnicos dentro del estado, pero no se dio cuenta que estos técnico son en sí algo simbólico, no es que sean mal "utilizados" y se conviertan en propaganda pudiendo formar una sociedad racionalista. Sin embargo, para los autores, Weber se equivocaba en tanto en cuanto confiaba en la posibilidad de que esos técnicos funcionasen como deberían y no como meros símbolos de sabiduría.
De esta manera, se concluye que los economistas, como todo conocimiento, procuran gestionar la incertidumbre con la característica fundamental de que el conocimiento general del político, ha sido sustituido por la economía. La cual a su vez se ha convertido en el mismo "conocimiento general": "Antes de 1930 la administración pública de Australia, permeada por una tradición igualitarista, contó en sus filas con muy pocos titulados con grados universitarios; pero después de la Segunda Guerra Mundial el título en economía se ha convertido en el emblema del tipo de generalista que se busca. Ver el estudio de la economía como formación general apropiada para la vida pública está facilitando la transformación del economista desde la condición de asesor técnico a la de administrador de la incertidumbre; a quien ocupa esta última posición se le atribuye tener no sólo conocimientos sino también sabiduría."
Finalmente, se pone la guinda al artículo alegando lo más obvio y la conclusión a la que nos dirige el artículo: que la economía es también ideológica. No puede haber economistas que defiendan "técnicamente" posturas completamente opuestas y ambos se acusen de manera catastrofista: "Bledstein señala que los distintos grupos políticos, cada uno con sus propios economistas detrás, pueden acusar a los economistas de sus rivales de estar incitando al caos social. Por ejemplo, en Chile, los economistas críticos de las políticas de la Democracia Cristiana en los '70 aguardaron en las universidades y en las agencias internacionales, especialmente las Naciones Unidas, hasta que Salvador Allende los convocara al poder después de su victoria. A su vez, los economistas de derecha esperaron su hora hasta el golpe de Pinochet, y entonces se ofrecieron a militares carentes de pensamiento económico propio. A su turno, los militares en el poder, ilustrando quizás la tendencia, aludida antes, a crear por razones de autoprotección los equipos económicos propios, estimularon a grupos escogidos de oficiales a obtener títulos en economía; cuando el régimen concluyó un general-economista presidia el Banco Central."
En definitiva, lo que Markoff y Montecinos nos quieren transmitir es que el poder de los economistas a día de hoy, es el mismo poder ideológico del que en otras épocas gozaron los ingenieros por ejemplo. Es un poder simbólico que la comunidad científica, los regímenes de conocimiento y las estructuras de poder otorgan a ciertos intelectuales como "gurús" de un determinado sistema.

La ilusión de "tenerlo controlado": ¿el discurso tecnocrático tiene ideología?
III.I. ¿Qué es un tecnócrata en Europa en la actualidad?
Como decíamos en la introducción, en Europa se ha dividido el terreno político entre los demócratas y los tecnócratas, entendiendo a estos últimos como la "antipolítica" e incluso como una forma de "fascismo financiero". Pasemos a ver por qué.
El nombramiento como presidentes de Lukas Papademos en Grecia, y de Mario Monti en Italia, venía precedido de una situación económica convulsa, y por la percepción de que los gobiernos de Italia y Grecia eran corruptos –recordemos que cuando se nombra a Monti, el presidente era Silvio Berlusconi.
Como bien dicen Velasco y Escolar en su artículo, se trata de un nuevo tipo de gobernante desvestido completamente de sus ropajes de político ideológico, presentándose como un mero y gris técnico que hará lo posible para rescatar lo que los irresponsables han hecho sin estar afiliado a ningún partido. Un aire independiente que juzgará con sensatez y equidistancia los problemas sin dejarse llevar por lo humanamente visceral que tiene la ideología de "izquierdas" o de "derechas".
Sin embargo, esta mitología formada alrededor de estos personajes se cae en cuanto revisamos el pasado de estos presidentes outsiders.
Mario Monti es un economista que lleva entre lo público y lo privado desde 1994, año en el que fue nombrado miembro de la Comisión Europea para la cartera de Mercado Interno. De ahí saltó a Competencia y tras diez años dedicándose a la política en las más altas esferas de la Unión Europea, decide marcharse como asesor a Goldman Sachs.
Fue durante ese período de tiempo cuando el gobierno griego pidió ayuda a dicho banco de inversión para maquillar (mentir) sus cifras de déficit público. Algo ilegal a todas luces pero necesario si se quería que Grecia fuese un país sólido dentro de la Zona Euro y cumpliese los fuertes requisitos para la utilización de la moneda europea.
Finalmente, Monti pasó a ocupar la silla de presidente de la República de Italia tras la marcha de Berlusconi (hasta 2013) sin haberse presentado a una elecciones, al ser nombrado directamente por el Parlamento.
El perfil biográfico de Papadimos no se diferencia en exceso de este. Pasó por el Banco de Grecia y otras instituciones europeas hasta que un gobierno de coalición entre socialistas y populares lo nombran presidente hasta la convocatoria de nuevas elecciones.
Como era de esperar, ninguno de los dos tecnócratas solucionó ninguno de los problemas estructurales del país. El rumbo de las decisiones políticas y la deriva económica del estado fue la misma, salvo por la sensación de sentirse seguro con un tecnócrata en el gobierno, lo que permitía mandar el mensaje a los mercados de deuda pública de "somos solventes, tenemos un economista gobernando".
Por otro lado, se entiende que el tecnócrata es el representante ejecutivo de unos determinados intereses de clase. Es decir, actores políticos que son nombrados para ejercer su cargo en favor de las oligarquías financieras de ideología y corte neoliberal. Demetrio Velasco lo plantea así: "La construcción de un gobierno económico mundial controlado por las oligarquías y plutocracias exige fieles guardianes de la ortodoxia y disciplina neoliberales y nadie mejor para aplicarlas que quienes se han ganado la confianza con un currículum indiscutible".
En otras palabras, cuando se define a un tecnócrata se hace desde dos prismas, para criticarlo o para halagarlo: el prisma del técnico que –simbólicamente o por su experiencia y sabiduría- es capaz de manejar "los mercados" y acabar con la inestabilidad política (o no); y por otro lado encontramos el prisma de la admisión de que el tecnócrata es alguien con ideología defensor realmente de unos intereses determinados y de un orden que favorece a la oligarquías.
Esta última vinculación entre oligarquía y tecnócrata suele ser más propia de quien critica la tecnocracia. El objetivo sería desenmascarar ese halo "independiente" y juicioso que envuelve al tecnócrata.
Sin embargo, esta oposición y a la vez construcción del tablero político entre los demócratas y los tecnócratas (que realmente son neoliberales) no deja de ser una explicación que a nosotros nos parece poco convincente. Por un lado, porque implicaría reconocer que hay una suerte de verdad oculta tras el tecnócrata que, lejos de ser un "político" siendo presidente, es un infiltrado del capital vinculado a visiones antidemocráticas y de fascismo como dice Velasco. Por otro lado hay que reconocer que ambos personajes que tratamos aquí por ser emblemáticos de la tecnocracia, son personas elegidas democráticamente conforme a las leyes de su país y que son políticos desde hace mucho tiempo aunque hayan tenido cargos siempre a la sombra de la luz pública.
Es decir, debemos separar nuestros juicios éticos y políticos de lo que es la rigurosidad científica. A mí como participante de la comunidad política puedo percibir a Monti y Papadimos como una forma de "fascismo financiero" que no me agrada; sin embargo, a la hora de explicarme la realidad con más rigurosidad no puedo decir eso ni establecer nítidamente de entre el elenco de estos personajes una frontera entre técnicos y políticos; entre demócratas y tecnócratas. Por eso se hace necesario que pasemos al siguiente punto.
III.II. ¿La tecnocracia como arma política o como sistema político?
Si atendemos a las cualidades que se le otorgan a la tecnocracia desde los sectores críticos y no críticos que hemos explicitado justo al final del subpunto anterior, realmente nos estamos enfrentando a un campo ideológico mucho más vasto que es aquel que se plantea en el conjunto de Europa hoy en día: achicamiento de la presencia del estado en la economía o el mantenimiento de lo público. Así se le otorgan a cada una de las fuerzas defensoras de un campo u otro, una serie de subcualidades. Entre dichas subcualidades está la tecnocracia, en manos de los defensores de la llamada por ellos mismos "austeridad de presupuesto público".
De esta manera, si aplicamos el artículo de Markoff y Montecinos a la concepción del tecnócrata en el caso europeo, obtenemos que algo no encaja. Si planteamos que la tecnocracia está enfrentada a la democracia, estamos dándole a tecnocracia la calidad de sistema político, aunque solo sea por omisión en la contraposición de ambos términos. O por lo menos estaremos suponiendo que la tecnocracia es una democracia falsa o pervertida. Es bien representativo en este sentido, el título del libro de Omar Guerrero: Tecnocracia o el fin de la política.
Pero Markoff y Montecinos no plantean esto, sino por el contrario, que la tecnocracia (en este caso de los economistas) es un elemento simbólico más para defender determinado proyecto político, por tanto, la tecnocracia no deja de ser política. Para bien o para mal es un elemento más de la política. Parte de la simbología legitimadora que rodea a toda decisión política y que la justifica, y no solo de manera perversa o cínica (que puede ser), sino también desde la propia credulidad de que, en este caso, los economistas como Monti o Papadimos son quienes realmente pueden hacer virar el rumbo económico del país y colocarlo en una mejor posición. Precisamente por lo que dicen los mismos autores cuando critican la manera que tiene Weber de entender la burocracia. No hay una burocracia plenamente racional pervertida por la simbología y el misticismo "irracional", sino que la burocracia, para ser tal, necesita de ese elemento mistificador de sus actividades. De presentarse a sí mismo como sabia y ecuánime. Independiente de las bajas pasiones.
De este modo, lo que tendríamos que preguntarnos es ¿cómo es que es considerado como bueno o malo el gobierno de los "sabios"? En otras palabras, la pregunta radical está en plantearse por qué los sabios son estos y no otros. Lo que no niega la existencia de "sabios", es decir, de tecnócratas ni hace una enmienda a la totalidad que diga que un tecnócrata son Monti y Papadimos sí o sí.
Así, el artículo de Markoff y Montecinos nos abre un campo más amplio de análisis que trataremos de analizar en lo que sigue.
III.III. La tecnocracia: un instrumento político simbólico
Ya hemos visto cómo la tecnocracia no es en sí un sistema político ni una derivación pervertida de la democracia –¿en qué punto se pervierte una democracia?-. La tecnocracia es un elemento más dentro del campo de la disputa política que está en disputa pero que unos actores logran agenciársela y rellenarla con su ideología creando una hegemonía.
Alberto Mayol en su artículo tiene una interpretación sobre la tecnocracia que se acerca a nuestro punto de aunque nos parece que es contradictorio en algunos aspectos ya que por una lado admite que "el contenido teórico de un pensamiento tecnocrático es contingente." Pero por el otro expone que:
"Al caracterizar un fenómeno como la tecnocracia se ha de comenzar por una inútil distinción que sólo llegará a ser importante si el mundo se vuelve algo más complejo. La tecnocracia tiene características que le son contingentes y otras que le resultan necesarias. La tecnocracia, para ser tal, es siempre un grupo que participa en la distribución del poder, pero cuyas formas de acceso a la concentración de éste se fundamentan desde perspectivas 'técnicas' y no políticas."
Desde nuestro punto de vista, Mayol se equivoca al diferenciar aquí político y 'técnico'. A lo que él se refiere es precisamente a eso que comentábamos sobre el artículo de Markoff y Montecinos, esto es: que esos técnicos son también políticos, aunque legitimados en un discurso simbólico sobre la aptitud de su sabiduría para desenredar un nudo. Puede ser la parte del discurso legitimador más fuerte de un actor político (a lo que Mayol llama técnicos y en Europa se llaman tecnócratas), pero ningún actor político que se quiera legitimar puede plantarse de cara a la opinión pública sin una dosis de tecnicismo y prudencia.
Siguiendo esta línea que va un paso más allá que la de Mayol necesitamos por tanto defender un término que ya hemos empleado pero no definido: hegemonía. Vamos a entenderla en un sentido gramsciano interpretado y resumido en unas líneas por Mirta Giacaglia:
"Gramsci define la hegemonía como "dirección política, intelectual y moral". Cabe distinguir en esta definición dos aspectos: 1) el más propiamente político, que consiste en la capacidad que tiene una clase dominante de articular con sus intereses los de otros grupos, convirtiéndose así en el elemento rector de una voluntad colectiva, y 2) el aspecto de dirección intelectual y moral, que indica las condiciones ideológicas que deben ser cumplidas para que sea posible la constitución de dicha voluntad colectiva".
Si contemplamos la tecnocracia desde esta perspectiva entenderemos por qué los tecnócratas actuales europeos son "neoliberales". No es que haya una confrontación entre democracia (política y popular) y tecnocracia (fin de la política y neoliberal), sino que la tecnocracia está en manos de la hegemonía cultural imperante en Europa que es la propia del neoliberalismo.
¿Qué significa esto? Pues que el hecho de que el tecnócrata sea la figura de Mario Monti o Papadimos no es porque los tecnócratas sean así y estén enfrentados a la ideología. Precisamente, la hegemonía neoliberal lo que nos quiere hacer creer es que hay ese enfrentamiento entre tecnocracia e ideología/democracia. Lo que interesa es que la lucha ideológica y cultural se desarrolle no en los términos ideológicos suyos, sino en el tablero que ellos delimitan que es donde se debe desarrollar la dicha lucha . De ese modo, el papel de los actores es "el que debe de ser". A esa hegemonía liberal le interesa dicha confrontación entre tecnócratas y demócratas, ya que serán ellos quien podrán justificar como democráticos a sus líderes (sin excesivo esfuerzo porque no atentan contra las leyes constitucionales) y a la vez serán quienes se apropien de ese misticismo que rodea al "sabio", tan bien planteado por Markoff y Montecinos.
En este sentido, el problema entonces no es el tecnócrata en sí, sino de quién es el tecnócrata. El hecho de que los tecnócratas europeos de nuestro tiempo sean estas dos figuras emblemáticas –y de que todos los aceptemos como "gente capaz"-, no tiene que ver con qué es el tecnócrata en sí, sino con que este tipo de tecnócrata es un síntoma de cómo es la hegemonía de nuestro tiempo. Aparece perfectamente expresado por Adames en un artículo sobre ciencia:
"Esta ilusión objetivista inscribe en la estructura de la ciencia la idea de que existe en la realidad "un en-si de hechos estructurados conforme a leyes", escamoteándole al conocimiento la posibilidad de descifrar procesos sociales en la constitución de estos hechos, al no permitirle tomar conciencia de la profunda interrelación que tiene el conocimiento con los intereses prácticos de la sociedad.
Dice Habermas: "El error está al alcance de la mano: si la teoría, en el sentido de la gran tradición, incidió en la vida, es porque fingió haber descubierto en el orden cósmico una conexión ideal del mundo". (...) "La teoría no quedaba instalada en la cultura por haber emancipado al conocimiento respecto del interés, sino, inversamente, por tener que agradecer el encubrimiento de su propio interés a una fuerza pseudo normativa".
Esa "ilusión objetivista" sería el significante y la ideología el significado. Es precisamente esto a lo que nos referimos con hegemonía. Es la "ilusión" de todos los regímenes hegemónicos: que durante el tiempo que duran, los problemas se gestionan dentro de determinados parámetros y no sin ellos, ya que los comúnmente aceptados son los acertados por mero sentido común. Por tanto, los problemas y conflictos, siempre tienen una solución técnica por parte de "los que saben" dentro de una determinada hegemonía, lo único que hace falta es gestionar. Esto también es "política", y de hecho, así es la política la mayor parte del tiempo.
Afinando más todavía en este sentido y ya poniendo nítidamente nuestro ojo en los economistas mismos, el catedrático español de economía Antonio Mora Plaza es meridianamente claro en un artículo en el periódico online Nueva Tribuna:
"Si hoy aterrizaran el Sr. Marshall (1842-1924) o incluso el Sr. Walras (1834-1910) en este planeta, podrían dar clases en cualquier universidad del mundo con lo que ellos sabían a finales del siglo XIX y principios del XX. Me refiero a la micro y a la teoría del equilibrio parcial o general. La macro actual es obra de Keynes y Kalecki, aunque sea deformada, cambiadas las relaciones de causa y efecto y buscando obsesivamente equilibrios no se sabe por qué (…) Marx no se daba ni se da; Schumpeter se le mencionaba y se recomendaba su libro de Historia del Análisis Económico como libro de consulta, pero nada sobre su teoría de los ciclos basado en los inventos e innovaciones…
(…) Así piensan, en el fondo, los burócratas de Bruselas, del Banco Mundial del FMI, incluso aunque esté el Sr. Blanchard de jefe. ¿Y el papel de los mercados financieros en la crisis y de la banca? Esas cosas se explican a posteriori, porque no están insertas en la teoría económica convencional. Se estudian, es verdad: se estudia el papel del dinero, de la oferta monetaria, del efecto multiplicador del crédito, pero aparte, como si fueran meros intermediarios entre el ahorro y la inversión, como inocentes criaturas hagan lo que hagan y cómo lo hagan. Del papel que han jugado los fondos especulativos, las agencias de calificación en la crisis, sólo se aprende leyendo las páginas económicas de los periódicos."
En otras palabras, si el tecnócrata es tecnócrata es debido a que lo educan desde un determinado punto de vista y él mismo se convierte en un intelectual orgánico del sistema. La diferencia radica fundamentalmente –para los casos de los tecnócratas-presidentes- en que puede llegar un momento que ni siquiera los cuadros técnicos de los partidos políticos sean quienes de frenar la desconfianza de "los mercados" y haga falta una de esas figuras revestidas de conocimiento independiente y eficiente.
En definitiva y en consecuencia, no podemos hablar estrictamente de "el tecnócrata" como figura, sino más bien de "lo tecnocrático" como ese halo de sabiduría muy bien definido por Markoff y Montecinos en el cual no hace falta seguir ahondando. Sencillamente queremos poner de relieve que es "lo tecnocrático" uno de esos elementos fundamentales en la disputa política y que cualquier ideología política que pretenda ser hegemónica necesita para imponer simbólicamente su proyecto al tener el conocimiento "objetivo" de su parte.
Pongamos un ejemplo de esto mismo con respecto a las maniobras discursivas que los partidos políticos que pretenden ser hegemónicos en Europa tras crisis de 2008 y a los que hacíamos referencia en nuestra introducción.
III.IV. El ejemplo de Podemos
A partir de las elecciones europeas de mayo de 2014, Podemos tendría cinco diputados en el Parlamento Europeo, protagonizando a partir de ese momento un ascenso meteórico en todas las encuestas. Ninguna le da una un porcentaje menor al 24% de los votos y últimamente andan cercanos al 30%, aupándose como primera fuerza política española.
Pero hubo un momento en el que, en las encuestas, como ahora de nuevo, el crecimiento comenzó a frenarse debido a los ataques que recibía su programa por ser utópico. Cierto es que era un programa elaborado a vuelapluma sin ninguna consistencia para elaborar una serie de políticas públicas. Sin embargo era fácil defenderse de partidos como el PSOE o el PP que constantemente han incumplido sus doradas promesas electorales. Sin embargo Podemos corría el riesgo por un lado de pasar a ser visto precisamente como alguien que venía a cambiarlo todo sin saber cómo; y por otro lado, eran precisamente estos partidos hegemónicos los que tenían el sambenito de "saber gobernar" por sus cualidades técnicas para ello aunque incumpliesen sus promesas.
A pesar de que la cúpula del partido son profesores universitarios, todos ellos los son en Ciencias Políticas o Sociología, no hay ningún economista "brillante" entre ellos. Por lo que no contaban con la bendición de lo tecnocrático.
Así, se ponen manos a la obra para lanzar el discurso de que, literalmente, "formarán un gobierno con los mejores", y a la vez insisten en que han pedido a dos economistas de renombre en España –Vicenç Navarro y Juan Torres- que preparen un documento económico base del que partir para debatir con el resto de actores sociales que permitan al partido crear un programa económico solvente.
Una vez que estos dos académicos tuvieron listo su documento, se convocó una multitudinaria rueda de prensa que consiguió que un seudoprograma electoral fuese el centro de las miradas de la opinión pública española. En la sala aparecieron el líder de la formación, Pablo Iglesias, acompañado de Carolina Bescansa (única mujer de la cúpula) sin corbata, ni traja como viene siendo habitual.
La puesta en escena es para analizar. Mencionado ya el hecho de que los líderes del partido iban con "ropa normal"; los dos economistas llevaban un traje y hablaron una vez que "el político" los presenta como dos personas capaces tras leer el currículum de ambos. Acto seguido comienzan las preguntas de los periodistas a las que responden ambos intelectuales. Todo esto se puede ver en el vídeo que la propia organización política grabó para el evento. Cabe señalar que ninguno de estos dos economistas es militante de Podemos y se ha explotado precisamente su perfil "independiente".
Hace poco salió en la revista de divulgación politológica y de actualidad Politikon un artículo que hacía precisamente referencia esto, cuyo título era Podemos, o el triunfo de una cierta tecnocracia. Este artículo se dedica a mentar una serie de razones por las cuales Podemos comienza a ser un "partido tecnocrático". Sin embargo, volvemos al debate del punto anterior: no es que sean tecnócratas, sino que intentan agenciarse lo tecnocrático dentro de la lucha ideológica, cosa que de momento conservan sólo PP y PSOE.

Conclusiones
Concluimos por tanto diciendo que no a la pregunta que nos planteábamos al principio. No hay un enfrentamiento entre tecnócratas y demócratas, sino que lo tecnocrático es un elemento más del discurso político y de la lucha ideológica.
Como bien dicen Markoff y Montecinos, en un momento determinado fueron los ingenieros esos poderosos sabios; hoy son los economistas; pero imaginemos que Podemos ganase en España las elecciones y los españoles celebramos su buen gobierno. A lo mejor serán los politólogos los nuevos gerentes de lo tecnocrático.
Y es "lo tecnocrático" porque nada tiene que ver Vicenç Navarro con Lukas Papadimos ni con Mario Monti, a pesar de tener los tres un currículum intachable. Sin embargo, el que hoy en día es visto como técnico es precisamente Papadimos o Monti, no porque sean los tecnócratas ellos y Navarro no lo sea –tiene una distinguida carrera como asesor de políticas públicas para gobiernos del más alto nivel-, sino porque no reúne en torno a sí la mística que sí reúnen los otros dos al haber sido bendecidos y azuzados desde las más altas esferas del poder a salir a los medios públicos como sabios que son. Exactamente lo mismo que ha pretendido hacer –a menor escala por limitaciones obvias- Podemos al presentar de aquella manera a Juan Torres y Navarro en una rueda de prensa como la descrita.
El tecnócrata en Europa hoy es un intelectual orgánico del neoliberalismo (u ordoliberalismo). Tanto es así que hegemónicamente entendemos que tecnócrata y neoliberal son sinónimos enfrentados a las soluciones ideológicas de "izquierda" y democráticas.
Así, finalizamos diciendo que, para entender el texto de Markoff y Montecinos aplicado al caso europeo, tenemos que dejar a un lado la tentación de plantear la diatriba tecnocracia versus democracia. Habría que analizar cómo los actores políticos son capaces de llevarse a su bando ambos significantes vacíos pero entendidos como éticamente buenos en forma de consenso.

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