La construcción y reconstrucción de un vínculo con la tierra. Viejas y nuevas regiones resineras en España a principios del siglo XX

Share Embed


Descripción

La construcción y reconstrucción de un vínculo con la tierra. Viejas y nuevas regiones resineras en España a principios del siglo XX Juan Luis Delgado M. Universidad Autónoma de Madrid En todos los sitios donde el ser humano cae bajo la jurisdicción de la técnica se ve confrontado a una alternativa ineludible. O bien acepta los medios peculiares de la técnica y habla su lenguaje, o bien perece. Pero cuando alguien acepta esos medios, entonces se convierte, y esto es muy importante, no sólo en el sujeto de los procesos técnicos, sino al mismo tiempo en su objeto. Ernst Jünger

1.- INTRODUCCIÓN Esta comunicación tiene por objetivo reflexionar acerca de la relación establecida entre los seres humanos y su entorno natural a través de la mediación ejercida por un trabajo específico. Se parte de la premisa de que el trabajo es la experiencia históricamente más significativa del entendimiento humano acerca de la naturaleza, pero también de que la misma naturaleza ha jugado y sigue jugando, como un agente histórico activo, un rol importantísimo en la conformación de la historia (BARCA, 2014). Lo ocurrido en pinares de Guadalajara y Soria con respecto a la práctica resinera de la que fueron objeto nos servirá para realizar esta reflexión. El arraigo resinero en ambas provincias es difícilmente discutible en estos momentos, sin embargo, no siempre fue así. En Guadalajara no tenemos una fecha precisa del momento en que se empezaron a resinar sus pinares, pues en algunos pueblos del Alto Tajo esta práctica era una actividad más o menos arraigada a mitad del siglo XIX, dedicada a producir, en calderas básicamente, trementina, aguarrás y diferentes tipos de pez y breas, sin que hasta el momento sepamos cuál era el alcance de su industria. Por referencias posteriores suponemos que era pequeña, pues en ellas se nos informa que la primera industria resinera merecedora de tal nombre, ya que utilizaba un alambique para producir principalmente aguarrás y colofonia, se instaló en 1882 en la población de Mazarete, al noreste de la provincia. Otra diferencia importante para considerar en esta última una actividad «industrializada» era el método de recolección empleado. Mientras en el Alto Tajo se abría en la base misma del árbol un recipiente para recoger la resina, en los montes de los alrededores de Mazarete se empleó un recipiente de barro colocado justo debajo de la incisión donde secretaba la 1

resina. Este recipiente, de origen francés, representó una diferencia muy notable en la materia recolectada, más fluida y con menos virutas, insectos, etc., y más acorde con el posterior proceso al que se le destinaría; la otra en cambio, más espesa, era adecuada para su transformación en calderas. El paso de uno a otro sistema se ha considerado como la transición hacia la industrialización de la actividad resinera. El fomento del Estado para esta transición, a través de la Administración forestal desde mitad del siglo XIX, fue fundamental. El vínculo con la tierra sobre el cual queremos reflexionar en este trabajo parte del momento en que se entiende la resina como una materia prima industrial. El lugar de España donde esto sucedió con mayor ímpetu fue en la Tierra de Pinares segoviana, al noroeste de la provincia, a partir de la década de 1860, expandiéndose posteriormente a otras provincias, y llegando a Guadalajara, como se ha dicho, en 1882, y a Soria hasta el cambio del siglo, cuando comenzaba la edad de oro resinera en España (en el primer tercio del XX llegó a ser la tercera productora a nivel mundial). Esta comunicación está dividida en tres partes. En la primera se empieza por hacer una caracterización socio-natural en ambas provincias, con especial atención a las especies de pino resinadas y a las ocupaciones de sus habitantes. Luego continuamos con la comparación de lo sucedido en las dos zonas teniendo como faro la influencia segoviana. Para esta comparación echaremos mano de algunos datos de precios sobre el arrendamiento de pinos para resinar que nos ayudarán a entender mejor las circunstancias provinciales, así como de algunos otros datos cuantitativos sobre cuatro resineros sorianos que trabajaron para una empresa de medianas proporciones instalada en 1901 en la localidad de Matamala de Almazán, terminando esta parte con algunas referencias a los conflictos sociales ocurridos en los nuevos y viejos círculos resineros. Finalmente, se concluye con unas reflexiones acerca de la impronta de la resinación en estos espacios socio-naturales.

2.- CARACTERIZACIÓN SOCIO-NATURAL EN GUADALAJARA Y SORIA Desde mitad del siglo XIX la especie resinera por antonomasia en España ha sido el Pinus pinaster, aunque también se han resinado importantes masas de Pinus halapensis y Pinus laricio. Sin embargo, nos vamos a concentrar casi exclusivamente en

2

el pinaster, con unas ligeras anotaciones sobre el laricio, pues su aprovechamiento fue también realizado en Guadalajara (justamente en el Alto Tajo). Los nombres vulgares de ambos pinos varían de una región a otra. El nombre de «pino negral» su usa para el P. pinaster en Segovia y Soria, mientras que en la de Guadalajara se usa para designar al P. laricio, pues al P. pinaster de esta provincia se le llama «pino rodeno». Normalmente los nombres vulgares tienen su origen en las características de la corteza del tronco, aunque lo negral del laricio sólo hace alusión al color oscuro de la madera, mientras que lo negral del pinaster segoviano se refiere tanto a la corteza como a la madera. Lo de rodeno podría derivar de una palabra del latín vulgar que significaría «corteza gruesa que rodea», pues no parece que haga alusión al tipo de suelo rojizo, ya que hay zonas con suelo distinto donde se le llama al pinaster rodeno (GIL, 2008, 127-128). Una diferencia fundamental entre los montes de P. pinaster y los de P. laricio es que cada uno exigía una técnica de resinación particular. Las cuestiones de productividad por hectárea y rendimiento por árbol respondían a características locales, fundamentalmente, suelo, clima y altitud, y también al tratamiento forestal del monte y a la forma de ejecutar la resinación. Es decir, se dependía por igual de factores naturales, fuera del control humano, y factores sociales, derivados del tipo de relaciones establecidas entre los agentes humanos y no-humanos. El entendimiento y la capacidad de lectura del territorio por parte de los resineros e ingenieros de montes eran fundamentales para que pudieran lograr sus fines en el corto y largo plazo, respectivamente. El P. laricio es un pino de gran talla, pudiendo alcanzar hasta los 50 metros. En Guadalajara crece normalmente sobre suelos de roca caliza en altitudes entre 900 y 1200 metros. El P. pinaster es de un porte menos recto e imponente que el laricio, es más pequeño, alcanzando alturas de hasta 30 metros; es menos exigente en cuanto a suelos, pudiendo encontrar masas de esta especie en suelos calizos, silicios (arenosos), graníticos, etc., por lo mismo pueden encontrarse ejemplares de esta especie en altitudes muy variadas. Durante el siglo XIX era más común encontrar masas de pinos torcidos de esta especie. En Guadalajara este pino habita suelos arenosos y secos, más o menos profundos, en zonas de llano sobre una altitud entre 1100 y 1250 metros, aunque también se podía encontrar en suelos calizos donde la especie dominante era el P. laricio. Mientras que en la zona de Soria donde se resinó el pinaster, en el centro provincial, está situado en una altitud de entre 1000 y 1200 metros, con algunas 3

pendientes, aunque la mayoría sobre llanos. El suelo es igualmente arenoso y seco cuyo espesor podía llegar a ser muy considerable. En ambas provincias el clima se ha caracterizado por ser frío en invierno, caluroso en verano y seco todo el año. Así como en altitud o tipo de suelo, la diferencia climática tampoco era muy relevante entre los montes de P. pinaster de Guadalajara y Soria. En los ámbitos científicos de la época el P. laricio era considerado como un pino principalmente maderero, mientras que la reputación del P. pinaster como resinero empezó a formase durante la segunda mitad del siglo XIX. La diferencia es relevante, pues eran los forestales, con su educación científica, quienes debían organizar el aprovechamiento del pino, decidiendo a qué esquilmo se le debería dar mayor atención; cuestión que en los montes de laricio del Alto Tajo, en Guadalajara, declinó hacia el lado resinero, por el peso de la costumbre en su explotación. Para un ingeniero de montes de la época había dos causas que arruinaban el estado forestal en los montes del Alto Tajo: una eran las herrerías que consumían enormes cantidades de carbón y otra era la resinación. A ésta la calificada como una actividad aplicada sin criterio, que robaba fuerza vegetativa a los árboles impidiendo su desarrollo: «mal guiada y tosca en su ejecución; sin recipientes para contener la resina, como no consideremos tales las hendiduras labradas al pie del tronco, a las cuales se hace llegar la materia destilada, mediante unas ranuras o canales, hechas en la madera de las caras descortezadas» (CASTEL, 1881, 256-257). A pesar de ello, la resinación tal como se hacía en estos montes se mantuvo hasta aproximadamente la década de 1920. A finales de los años setenta del siglo XIX el ingeniero jefe del Distrito forestal de Guadalajara Miguel Balmaceda, describía el método seguido en Armallones y en Villanueva de Alcorón, ambos en el Alto Tajo: consistía en descortezar casi toda la circunferencia del tronco –por eso a este método se le llamó al iniciar el XX resinar en redondo, y por lo mismo, décadas después se decía de estos pinares que parecían más corcheros que resineros–, luego se abría con el hacha plana hasta dos grandes caras de 25 a 30 cm de ancho por varias decenas de centímetros de altura. Al diferenciar la práctica seguida en uno y otro pueblo mencionaba el cuidado y precaución que ponían los vecinos de Armallones frente al descuido y brusquedad con que obraban los de Villanueva de Alcorón1. Al margen de ello, en esta zona de la provincia no existía ninguna fábrica destiladora de envergadura; las destiladoras de la zona eran las que 1 Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente [MAGRAMA en adelante], Fondo Aprovechamientos [FA en adelante], Guadalajara 23/3. 4

siempre habían sido, pequeñas y artesanales; de hecho, en ninguno de estos pueblos se estableció nunca alguna destilería que pudiera trascender de los mercados regionales que normalmente ocupaba2. Mientras tanto, antes de empezar a resinar los pinares de P. pinaster del noreste de Guadalajara la gente de la zona se dedicaba fundamentalmente al pastoreo, y en menor medida a las labores agrícolas. De tales montes se aprovechaban principalmente sus pastos. Esta actividad era la de mayor importancia forestal en la provincia, seguida, a partir de las primeras décadas del siglo XX, de la explotación resinera 3. La tradición maderera en Guadalajara no estaba tan extendida; no había tejido industrial importante y además, las vías de comunicación eran ineficientes. En Soria tampoco había un tejido industrial, sin embargo, desde mitad del siglo XIX el aprovechamiento maderero de los montes de la zona central se empezó a intensificar (las serrerías funcionaban con la fuerza de agua proporcionada por el río Izana), aprovechándose también la leña, las piñas, la pizorra (cortezas gruesas) y las hojarascas. Importantes eran para la madera los mercados de Almazán y Berlanga de Duero (DE LA FUENTE, 2003, 42). No obstante, la mayoría de la población se dedicaba a las labores agrícolas (propietarios y jornaleros o gañanes), aunque también había algunos pequeños comerciantes, artesanos y pastores (HERNÁNDEZ, 2011, 333). Según un informe del Gobierno civil de la provincia, sus habitantes se dividían en aquellos que vivían fuera de los pinares y que hacían lo posible por conservar y fomentar esa riqueza, y aquellos que habitaban dentro de los pinares cuya trabajo principal era dedicarse a la devastación de los mismos «que resulta de la obra lenta del robo parcial, continuo, persistente de árboles

maderables», sostenidos

por

«encubridores» que habían montado aserraderos y compraban esa madera producto de un aprovechamiento fraudulento (Cit. en DE LA FUENTE, 2003, 55). Por otro lado, la inauguración de dos líneas férreas en la provincia, una que iba de Soria a Torralba, como parte de la vía Zaragoza-Madrid, en 1892, y la otra que iba de Ariza hasta Valladolid en 1895, contribuyeron notablemente a levantar el mercado forestal de la región, entre ellos, el de la resina, que por los mismos años comenzaba a exudar de los pinares sorianos. 2 A finales de la década de 1890 tenemos noticia de que la familia Herraiz, oriundos de la zona, y una de las familias de reconocida tradición resinera en el siglo XX, llevaban sus productos hasta la provincia de Huesca. Boletín Oficial de la provincia de Guadalajara, nº 12, 27 de enero de 1899. 3 MAGRAMA, FA, Guadalajara 202/1. 5

3.- ADAPTACIÓN A UNA PRÁCTICA DESCONOCIDA Una de las características más principales de la actividad resinera española es que la gran mayoría de los pinares donde se ejercía esta práctica estaban en manos de ayuntamientos o establecimientos públicos, por lo tanto, la gestión y el peso de la Administración forestal era determinante. Desde finales del siglo XIX la resinación en España había entrado en una etapa totalmente distinta con respecto al periodo anterior. Una etapa de bonanza económica que, como se ha dicho, podría calificarse como la edad de oro de la resina española. La razón principal fue el incremento a nivel mundial en la demanda de productos resinosos, ya en crecimiento sostenido desde mitad del siglo XIX. Esta circunstancia pudo ser aprovechada por la creciente industria del país gracias a la política forestal del Estado que puso en bandeja el aprovechamiento de los montes públicos a empresarios del sector a través de la puesta en marcha de las Ordenaciones. Dentro de una política proteccionista se promovió el fomento de la producción nacional consistente en la concesión de exenciones y privilegios fiscales, subsidios, prima y contratos por parte del sector público para sostener y estimular el crecimiento de determinados sectores industriales (CARRERAS y TAFUNELL, 2010, 183). La Ordenación tiene objeto optimizar y mantener la capacidad productiva del monte a lo largo del tiempo, modificando los derechos de propiedad y uso de los recursos, para conectar al monte con los mercados (IRIARTE, 2005, 302). Para su ejecución se requiere realizar un estudio y una planificación minuciosa, que el Estado español a finales del siglo XIX no tenía las condiciones materiales para emprender (acusando además la falta de personal facultativo y de una buena guardería forestal). En 1894 decidió proponer a la iniciativa privada que fuera ella quien realizara tal empresa con la asesoría técnica de la Sección de ordenaciones de la Junta Facultativa de Montes, creada en 1890. En ese mismo año se decretaron las primeras Instrucciones facultativas para la elaboración de Ordenaciones. El Real Decreto de 1894, siguiendo a la Ley General de Obras Públicas de 1877, otorgaba a los concesionarios de la Ordenación el derecho de tanteo en las subastas de aprovechamientos ordenados; aplicadas al caso resinero, se determinó que el periodo de arrendamiento fuera de veinte años. La renta pagada por el arrendamiento iba a parar principalmente al propietario del monte, es decir, al ayuntamiento, el resto era absorbido por el Estado, que además de 6

supervisar todo el proceso, debía reinvertir el dinero recibido en infraestructuras y repoblaciones que garantizaran el éxito de la Ordenación (IRIARTE, 2005, 305). Una de las condiciones para atraer a los empresarios fue que el precio de la renta sería mantenido durante los veinte años que duraría el contrato. Esto, desde luego, era un enorme incentivo para el industrial pero al mismo tiempo era un enorme perjuicio para el propietario (y en última instancia también para el Estado), a quien de golpe y plumazo se le sustrajo toda oportunidad de beneficiarse del dividendo del boom resinero. En gran parte gracias a la congelación del precio de renta, y al hecho de que las obligaciones del empresario ordenador se limitaban a extraer anualmente la cantidad de productos estipulados, enormes extensiones de montes resineros en todo el país fueron puestos en Ordenación, fundamentalmente por el trust resinero creado en 1898 «La Unión Resinera Española» (LURE en adelante)4. El hecho de que cada región y/o localidad impusiera un sabor propio al desarrollo de la actividad resinera en función de sus elementos políticos, ambientales, económicos y sociales no es ninguna novedad. Lo nuevo es que ahora se podrá ver esa disparidad con números comparando tres provincias resineras, una vieja, otra joven y la tercera virgen: Segovia, Guadalajara y Soria, respectivamente5. En el cuadro 1 se observan las diferencias provinciales que debían pagar los arrendadores en el primer periodo de entrada en vigor de las Ordenaciones. Es necesario aclarar que los datos contenidos en el cuadro deben tomarse nada más en un sentido orientativo. Su confección estuvo condicionada por la disponibilidad de información en las fuentes forestales: planes anuales de aprovechamiento forestal por provincia y los proyectos y revisiones periódicas de las Ordenaciones; fuentes en las que rara vez se encontraba una continuidad temporal o espacial. Se trata de cifras que promedian datos de montes cuyo precio podía variar bastante entre sí por diferentes motivos, uno de los más determinantes era el haberse dado una concurrencia mayor o menor en la subasta de arrendamiento. También es menester aclarar que la Ordenación no era per se condición para que el precio por pino resinado fuera más bajo o más alto que en los montes no ordenados. 4 Rafael Uriarte ha estudiado con detenimiento la historia industrial de esta empresa: 1998 y 2000. 5 He catalogado a Guadalajara como una joven provincia resinera porque la resinación tal como se había impuesto por la Administración forestal se empezó a efectuar apenas en la década de 1880 en montes de P. pinaster. En los del P. laricio, como ya se ha dicho, había una longeva tradición resinera que se mantuvo paralela al «modo oficial» hasta entrado el siglo XX. 7

Cuadro 1. Precio de arrendamiento por pino resinado a vida en montes públicos (Promedio quinquenal en ptas. corrientes) 1895-99 1900-04 1905-09 1910-14

Segovia

Guadalajara

Soria

0,17 0,26 0,57 0,79

0,05 0,08 0,08 0,09

0,1 0,1 0,18 0,26

Fuente:

elaboración propia.

El hecho de que el pinar segoviano fuera el más caro no debe sorprender en absoluto, pues era donde se situaba la mayor competencia industrial (en ambos sentidos, como capacidad y como rivalidad). Al iniciar el siglo XX no había ninguna duda de que el núcleo resinero español giraba en torno a la Tierra de Pinares segoviana, en la que también se podrían incluir pinares de Ávila o Valladolid por constituir un complejo ecológico continuado y más o menos uniforme, basado en el carácter de su suelo silíceo. La comparación del resto de regiones españolas resineras con este centro era obligada, también porque podía compartir rasgos climáticos y edafológicos con otras zonas en vías de resinación. Las experiencias de los ingenieros de montes que dirigieron el Distrito forestal de Segovia entre las décadas de 1860 y 1870 –ingenieros que tuvieron aprender sobre resinación en el terreno pues su formación académica se concentraba en el aprovechamiento maderero– fueron retomadas por el resto de Distritos donde luego se comenzó a resinar. Así por ejemplo, cuando en la década de 1890 se empezaron a llevar a cabo los primeros intentos por resinar en la provincia de Soria, el ingeniero jefe del Distrito forestal tomó la referencia de Segovia y Guadalajara para determinar el precio que creía más ajustado a las posibilidades de producción de los pinares sorianos de P. pinaster. El hecho de que la cifra convenida en el quinquenio 1895-99 para iniciar la resinación fuera mayor que la establecida en Guadalajara (0,10 ptas. por pino resinado de la primera frente a las 0,5 ptas. de la segunda) obedecería a varios factores, como la puesta en marcha de la Ordenación en varios de sus montes o al hecho de la apertura en 1892-93 del ferrocarril Soria-Torralba, que atravesaba toda la zona pinariega que luego sería puesta en resinación, pero también debido a que en Guadalajara se vivía en una situación completamente anómala6. 6 En Soria la primera Ordenación comenzó en 1898, reunió en el llamado 1º Grupo de Soria seis montes en la zona central de la provincia, propiedad de los siguientes municipios: Matute, Matamala de Almazán, Tardelcuende, Cascajosa, Quintana8

El bajo precio de los pinos en esta última provincia en comparación con el de Soria era una circunstancia que se había mantenido intacta prácticamente desde que se comenzaron a resinar los montes de P. pinaster en la década de 1880, sin que hubiera habido ninguna revisión o estudio que justificara la cifra. Ello implicaba al mismo tiempo un beneficio para los arrendadores y un perjuicio para los arrendatarios, que ni en uno ni otro caso hicieron nada por modificar. Tal circunstancia comenzó a cambiar hasta el periodo 1905-09, cuando se estaba realizando una inspección por un ingeniero ajeno al Distrito forestal, e iniciaba la primera Ordenación en la provincia (de su monte más productivo, la «Dehesa Común de Solanillos», de donde en buena medida se venía extrayendo la resina para ser transformada en la fábrica de Mazarete). El aumento registrado en el quinquenio 1900-04 de 0,5 ptas. a 0,8 (Cuadro 1), le parecía tan pequeño al ingeniero inspector que proponía una revisión profunda, pues las cifras eran excesivamente bajas en comparación con las demás provincias. El precio deducido por este ingeniero para los mejores montes fue de 0,18 ptas., pero tuvo que redondearse a la baja pues de otra manera las subastas hubieran quedado desiertas, como de hecho sucedió con algunas de ellas. Esta tasa también estaba justificaba por la facilidad del acceso a esos pinares, pues como decían desde LURE: «el transporte constituye la base esencial de nuestra industria»7. Una regla no escrita en los inicios de la resinación, pero que se seguía con celo por parte de los ingenieros de montes, era que los primeros pinos en resinar deberían ser los torcidos o los más castigados por el aprovechamiento fraudulento, en definitiva, los inservibles para el usufructo de madera. Así había sucedido en la Dehesa Común de Solanillos cuando se comenzó a resinar, y así sucedió también en Soria. La Ordenación, mejor o peor, vino a contrarrestar esta situación, por un lado, al controlar el cultivo y cuidado de los pinos enderezando su porte, y por el otro, al aumentar la vigilancia en el monte evitando aprovechamientos clandestinos. Como no podía ser de otra manera, la reacción de los vecinos ante la puesta en marcha de las Ordenaciones fue de rechazo porque trastocaba sus derechos de propiedad, privilegiando la producción de un solo esquilmo, la resina –usufructo desconocido para los vecinos de la zona– beneficiando a la empresa concesionaria de la Ordenación, LURE. El senador por el Distrito del Burgo de Osma, Julián Muñoz, Redonda y Soria y su Tierra. El estudio fue realizado por Calixto Rodríguez un año antes y posteriormente adjudicado a La Unión Resinera Española. Fondo Documental del Monte [FDM en adelante], Ordenaciones, Caja 4060. 7 MAGRAMA, FA, Guadalajara, 179/6; 184/7; 196/2; LURE, Memoria, 1924, p. 7. 9

rechazó esta forma de gestión forestal en 1904, pues en su opinión beneficiaba al trust y perjudicaba al monte. Este Senador fue apoyado en la prensa. En el Noticiero de Soria del 11 de junio de 1904 se decía: «Vamos pues a ver los sorianos…, si ya ha llegado la ocasión de saber todo eso de las resinaciones y los fines que se persiguen al ser concedidas como aprovechamiento forestal (…) porque la cosa parece bastante rara». Por otra parte, vecinos de Berlanga de Duero, hartos de reclamar leñas del monte para su consumo, a principios de 1911 salieron a la calle provistos de hachas para cortar los pinos destinados a resinación, gritando « ¡Abajo la Resina! ». Según dijeron los periódicos El Avisador Numantino, Tierra Soriana e incluso La Vanguardia de Barcelona, la razón era por estar arrendado el monte a LURE por veinte años (HERNÁNDEZ, 2011, 336-341). En Segovia, por su lado, el conflicto no fue presidido por los vecinos, quienes acostumbrados a vivir de la resina el cambio no les afectó, sino por los ayuntamientos, que se vieron muy afectados por la concesión de arrendamiento durante 20 años con el mismo precio. Finalmente, en Guadalajara, la Ordenación de la Dehesa Común de Solanillos no generó conflicto (conocido), posiblemente porque era propiedad de la Diputación Provincial. Sin embargo, los conflictos generados eran una nimiedad comparado con el alcance que estaba experimentando el aprovechamiento resinero en esas provincias, en el país y en el mundo. Era el tiempo de la química, y la resina de pino ofrecía una enorme versatilidad por sus componentes ácidos y terpénicos. Luego vino la Gran Guerra (1914-1918) acelerando el aumento en la demanda, y el aumento en el precio de los productos a nivel internacional (URIARTE, 1998, 98). Este suceso elevó considerablemente el valor del pino arrendado beneficiando gratamente a los ayuntamientos (en esta coyuntura eran los mismos consistorios quienes entraban en competencia por adjudicar la explotación de sus montes8), cambiando entonces el escenario donde se desarrollaban las capacidades de negociación. Se podría decir incluso que la guerra contribuyó a que los ayuntamientos adquirieran la noción del valor que representaba tener un pinar resinero (RICO, 1929, 24), cambiando desde entonces «el ambiente de hostilidad a la causa forestal» (CID, 1941, 15). Tal como se muestra en el Gráfico 1 (elaborado en las mismas condiciones que el Cuadro 1), la oscilación en el precio del pino resinado era una respuesta de las circunstancias regionales o locales a la situación nacional e internacional, especialmente durante y después de la guerra y sobre todo con referencia al caso de Guadalajara. Allí 8 LURE, Memoria, 1926, p. 10. 10

se dio la situación más inestable y diferente en comparación con Segovia y Soria que más o menos siguieron una trayectoria similar. Principalmente entre los años veinte y cuarenta la inestabilidad en Guadalajara fue muy manifiesta, y aunque no tenemos una respuesta clara para ello empezamos por apuntar que quizá fue motivada por el vaivén político de la provincia y por la diversa característica de sus montes. Por otra parte, la gráfica manifiesta la elevación sostenida del precio desde 1870 hasta 1915, momento en que se disparó, para luego caer bruscamente a partir del quinquenio 1925-29, debido a la caída de los precios del aguarrás y la colofonia en el mercado norteamericano (como preámbulo del crack bursátil del 29), y volver a retomar una ligera recuperación en los años treinta, muy seguramente motivada por los intentos de los participantes en la actividad resinera por reordenar el sector, y por la lenta recuperación de los precios internacionales de los productos resinosos. Gráfico 1. Precio de arrendamiento por pino resinado a vida en Segovia, Guadalajara y Soria, periodos quinquenales entre 1870 y 1965 (Pesetas constantes, 1910-14=100). 700.00 600.00 500.00 400.00 300.00

Segovia

Guadalajara

Soria

Promedio

200.00 100.00 -

Fuente: elaboración propia.

La discusión entre el reparto del beneficio entre el industrial y el propietario del monte ante la situación de bonanza resinera no repercutió, o lo hizo de manera muy discreta en la retribución que recibían los resineros por su trabajo. 11

Al iniciar el siglo XX la forma de retribución económica a los labradores de pinos era a destajo: seis pesetas por cada 100 kilogramos de resina entregada en fábrica9. En algunas factorías de LURE desde su misma creación se pagaba jornal a los resineros, pero esta forma de pago fue modificada pues no parecía ser la manera más apropiada. Lo importante para el empresario era la cantidad de resina recibida en fábrica y no el tiempo de trabajo empleado en su obtención. Para 1909 en todas las fábricas de la empresa se había instaurado el destajo, manera con la cual, decían, el trabajador ponía más interés en provocar mayor exudación de resina del pino 10. Por su parte, desde su fundación en 1901, la fábrica La Concepción, instalada en Matamala de Almazán, Soria, había procedido a retribuir a sus resineros mediante el destajo, aunque hubo algunos años que mantuvieron en nómina a un reducido número de personas asalariadas sin que quedaran muy claras las razones de ello, pues no se trataba de los mismos resineros que fueron llevados desde la Tierra de Pinares segoviana para enseñar el arte de resinar a la gente de la zona que ignoraba todo del oficio. Aún en la década de 1920 había consignados en los libros de contabilidad de la empresa gastos por los «resineros de fuera» que eran llevados en días puntuales a los pinares sorianos. Lamentablemente sobre el tema de la transferencia de conocimiento técnico en el ámbito resinero apenas disponemos de algunos retazos como este último, circunstancia, por otro lado, que debió ser común sobre todo con resineros segovianos: los expertos de España. A este respecto, es de reseñar un suceso ocurrido en la población de Tardelcuende, próxima a Matamala de Almazán, donde en septiembre de 1902 varios resineros, jóvenes y forasteros, provocaron a la gente del pueblo, según versión de esa misma gente, resultando en una pelea campal de la que fueron detenidos y conducidos a la capital provincial 26 personas (El Avisador Numantino, 11 de septiembre de 1902). Aunque no se aclara el origen de estos jóvenes resineros, lo más seguro es que fueran segovianos. Sin duda, los de esa provincia imprimieron su huella técnica en el resto de provincias sin experiencia resinera, como Soria 11. En Guadalajara, en cambio, donde había una cierta trayectoria en el oficio se trabajaba de forma distinta

9 Memoria sobre la Estadística de la producción de los montes de utilidad pública correspondiente al año forestal de 1900-1901, Madrid, Imprenta de Ricardo Rojas, 1906, p. X.

10 LURE Memoria, 1909: 6. 11 «Esta deficiencia en la producción es debida a las dificultades que se presentan al montar la industria en las zonas vírgenes, por la necesidad de crear antes las vías de transporte y la mano de obra necesarias; gastos que se recargan el costo de producción en proporción tal, que la hacen onerosa en sus comienzos», LURE, Memoria 1910, p. 7. 12

a como se hacía en Segovia. En esta última, los resineros utilizaban una escoda (hacha resinera) de curvatura mucho más pronunciada que la empleada en Guadalajara: con dicho instrumento, esos resineros recrecen las entalladuras, cortando virutas desplazadas como varillas de abanico, que terminan todas reunidas en uno de los bordes de la cara; después, para concluir la pica, giran la escoda, y merced a su curvatura pronunciada, mediante un movimiento ascendente, recortan todas las virutas, dejando la cara muy somera por un borde y muy profunda por el opuesto; esto les obliga a utilizar escodas con mango muy corto, y a necesitar escaleras (…) casi desde el tercer año. (…) En cambio, los resineros de Guadalajara arrancan las virutas siempre hacia abajo, bordeando la ojiva y conduciendo las virutas a lo largo de la cara. Este procedimiento creemos que permite, desde luego, aprovechar mejor la altura que el otro método (cursivas en original. LLEÓ, 1920, 12)12.

Los resineros de La Concepción, y en general los de Soria, aprendieron la forma segoviana de resinar. Al seguir la trayectoria de cuatro resineros de La Concepción podremos observar la cantidad de dinero apercibida por el número de barricas entregadas, aspecto éste que dependía tanto de su capacidad y habilidad de trabajo como de la naturaleza y el número asignado de pinos. En los primeros años del siglo XX hay testimonio de que a los resineros se les clasificaba según su habilidad. En el Cuadro 2 se recoge la información de los cuatro resineros. Cuadro 2. Clasificación de cuatro resineros de La Concepción según su aptitud, 19061909, 1914 1906

1907

1908

1909

1914

Justo Marina

Superior

Bueno / superior

Superior

Superior

Superior

Claudio Morales

-

Bueno

Bueno

Bueno

Bueno

Baltasar Corredor

Bueno

Bueno

Regular

Regular

Regular

Juan Lafuente

Bueno / regular

Bueno

Bueno

Bueno

Bueno

Fuente: elaboración propia a partir de Archivo Histórico Provincial de Soria [AHPS en adelante], Sección Condes de la Puebla de Valverde, Sig. 23858

12 Las virutas con forma de abanico se llaman serojas. Según cuentan viejos resineros de Navas de Oro y Coca (Segovia), la competencia entre ellos no era solamente por lograr extraer mayor cantidad de resina al árbol sino también por hacer los cortes de forma estética y sacar las serojas más grandes, las cuales, ni duda cabe, demostraban la habilidad del resinero segoviano para utilizar la herramienta en el pino. Sin embargo, sacar una bonita seroja no significaba mayor rendimiento del pino en resina, pero contribuía a mantener el interés por perfeccionar la destreza en el uso de la escoda, y por el trabajo mismo. 13

Cuadro 3. Producción en barricas y ganancia anual cuatro resineros de La Concepción, decenio 1908-1917 (barrica: 190 kg aprox. / Ptas. constantes, 1913=100)

1908 1909 1910 1911 1912 1913 1914 1915 1916 1917

Justo Marina Barricas Ptas. 113 137,88 108 131,17 139,5 133,07 164,5 89,28 90 101,74 79 100,00 72 97,35 58 77,20 72 67,77 73 61,28

Claudio Morales Barricas Ptas. 86 104,80 82 99,38 75 91,33 81 98,32 94 110,87 90 100,00 88 99,54 76 79,77 81,5 76,75 80 67,49

Baltasar Corredor Barricas Ptas. 136,5 95,59 141 96,89 124 83,73 133 90,95 165,5 110,29 152 100,00 76 48,53 64 38,00 75 39,88 75 35,74

Juan Lafuente Barricas Ptas. 206 252,57 197 239,57 93 116,20 173 203,81 209,5 238,48 90 100,00 88 95,15 77 76,62 86 77,38 95,5 76,51

Fuente: elaboración propia a partir de AHPS, Sección Condes de la Puebla de Valverde, Sig. 23864.

Si comparamos los Cuadros 2 y 3, salta a la vista que había cierta conexión entre la aptitud del resinero y la cantidad de barricas recolectadas al año. Esta correlación parece confirmarse con Baltasar Corredor, al menos en el periodo posterior a 1914, pues previamente, a pesar de ser calificado como «regular», recogió más barricas que en el mismo periodo Justo Marina, un resinero considerado «superior» 13. Sin embargo, para poder calibrar en toda su magnitud esta vinculación habría que saber no sólo la cantidad de pinos resinados, sino la propia naturaleza de éstos y la del pinar donde se asentaban, información de la que no disponemos. En una situación hipotética en que las diferencias entre dos lotes fueran inexistentes «corresponderá la mayor producción, a aquel cuyos operarios sean más hábiles y activos en sus funciones» (CID, 1941, 41). El número de barricas recolectada iba sobre todo en función de la cantidad de pinos resinados. Quizá la forma de distribución de éstos, que no la sabemos con exactitud, era la disponibilidad de resineros en función de la cantidad de pinos a resinar. De esta forma, bien se podría dar el caso que fuera el mismo resinero quien hiciera la petición para trabajar más de un lote, que como término medio estaba compuesto por 5 mil pinos en llano y por 4500 en cuesta (lote que podía resinar acompañado de un aprendiz, normalmente miembro de su familia). Esto entonces podría explicar por qué Baltasar Corredor, con su aptitud limitada, recolectó entre 1908 y 1914 más barricas que 13 Por otra parte, no deja de ser intrigante cuáles serían los criterios para medir la aptitud. 14

Justo Marina en el mismo periodo, o por qué Juan Lafuente podía superar la barrera de las 200. Recoger más de 200 barricas significaba casi 40 toneladas de resina, lo cual para una sola persona parece una tarea casi imposible si no se realizaba acompañado. Lo normal era que una persona trabajando un lote pudiera recoger alrededor de 80 barricas al año, es decir, unas 15 toneladas, como era el caso de Claudio Morales. Entre los círculos resineros se ha sostenido que el proceso de aprendizaje de la técnica implicaba un tiempo considerable y que solamente se podía llegar a ser buen resinero si aprendía el oficio desde joven. Aunque no sabemos la edad que tenían nuestros cuatros resineros, si bien los suponemos jóvenes, el proceso de aprendizaje para alcanzar su destreza en el trabajo tampoco parece haber sido muy extendido. Lo más complicado era aprender a manejar, y mantener afiladas, las herramientas (un buen resinero era un buen afilador), para hacer los cortes precisos extrayendo sólo la madera necesaria para provocar la exudación de la resina. La experiencia como leñadores o como carpinteros desde luego podía ayudar. El oficio de resinero era, y es, se podría decir, un sitio intermedio entre ambas actividades. Pero una cosa era resinar el pino y otra recoger la resina. A esta última se le conoce por el nombre de remasa: una de las tareas más ingratas y pesadas de las labores de monte. Su ejecución no requería ninguna habilidad especial, solamente aguantar la carga de un cubo que se iba llenando conforme se vaciaban los potes de los pinos para luego llenar la barrica ubicada en un punto central de un conjunto de pinos, y después ser transportada hacia la fábrica por el arriero. La división del trabajo estaba bien marcada, pudiendo suceder que remasadores se convirtieran en resineros e incluso resineros en remasadores14. En las Landas de Gascuña, Francia, remasar era una labor femenina, normalmente realizada por la mujer del resinero, o en su caso por los hijos e hijas del mismo. Allí la familia entera se volcaba en las labores de resinación. Aunque en España pudo suceder algo similar –al menos para la segunda mitad del siglo XX sabemos que la mujer del resinero realizaba en ocasiones la remasa–, en los registros únicamente figuraban nombres masculinos, muchos de ellos familiares. Justo Marina, Claudio Morales o Baltasar Corredor, por ejemplo, eran parte de familias resineras, de las que ellos mismos formaban la primera generación. 14 En Teruel, por ejemplo, una provincia virgen en resinación al igual que lo era Soria, parece que no hubo un arraigo resinero tal como aconteció en ésta, dando por resultado que estas labores fueran realizadas por resineros foráneos ocupándose la gente local únicamente del remasado. FDM, Ordenaciones, 1ª Revisión Grupo Gea / Albarracín, Teruel (1924), caja 4138; 3ª Revisión Grupo Gea / Albarracín, Teruel (1956), caja 4139. 15

Para las autoridades forestales la habilidad de los resineros tenía como baremo principal su capacidad para realizar los cortes en el pino, es decir, no extralimitarse en la ejecución de la entalladura según las medidas estipuladas en la normativa oficial (Pliegos de condiciones técnico-facultativas de 1865 y 1883). Cuando por alguna razón infringían la medida se les multaba, y si persistía la falta el valor de la multa iba en aumento (en 1914 Justo Marina y Claudio Morales tuvieron que pagar una peseta por realizar la entalladura más ancha de lo permitido15). Desde LURE esta situación se tomaba con especial atención porque les suponía tener que desembolsar importantes sumas de dinero, que luego cobraban a los infractores, pero que en definitiva les significaba un problema técnico-social que intentaban atajar. Desde la empresa se decía que este era uno de los problemas que causaba la variación en la producción anual de resina, el cual fue tipificado por LURE en 1918 como un problema «voluntario» (el otro problema era el «natural»: clima, pino, pinar, etc.), al que se añadían las huelgas o las faltas de personal obrero por enfermedad, expatriación, por dedicarse a otras faenas, o por desplegar mayor o menor celo en el cumplimiento de su trabajo. Diez años después se reconocía que por fin las labores se empezaban a realizar con esmero16. De aquí pasamos a un tema relevante para la época: la conflictividad social. Por las fuentes disponibles únicamente podemos saber lo ocurrido en LURE. Nada más iniciar su andadura en 1898, los conflictos laborales no dejaron de sucederse durante todo el primer tercio del siglo XX. La primera etapa de esta empresa (1898-1907), según la dividió Uriarte (1998), estuvo dominada casi por completo por su director y presidente, Calixto Rodríguez. Este personaje se ganó el respeto de todos sus trabajadores y de los habitantes del partido de Molina de Aragón (Guadalajara) a quienes representó como diputado republicano a Cortes entre 1891 y 1910 y quienes le llamaban el «cacique bueno», pues además de dar trabajo en la resinera, también realizó acuerdos con los pueblos del partido cediéndoles de los montes propiedad de la empresa en la región, pastos, leñas y la mitad de las maderas. Sin embargo, el «cacique bueno» fue intransigente cuando se trataba de cualquier forma de asociación obrera. En agosto de 1906 el semanario El Socialista publicó una noticia sobre la persecución que Rodríguez estaba realizando contra el sindicato local de Navas de Oro (Segovia), lo que resultó en una disminución del número de adherentes a la sociedad obrera. A pesar de ello, cuando al año siguiente 15 AHPS, Sección Condes de la Puebla de Valverde, Sig. 23858. 16 LURE, Memorias, 1908, p. 6; 1918, p. 5; 1919, p. 6; 1928, p. 6. 16

anunció su salida de LURE, los obreros de la empresa repartidos por todo el país presionaron al Consejo de Administración para evitar que fuera removido de su cargo, iniciándose en septiembre de 1907 una huelga en apoyo de su continuidad (CALERO, 2000, 161, 165). En la Memoria de LURE de 1908 se decía que las protestas y reclamaciones tumultuarias del año anterior no se habían vuelto a repetir « sin duda por haber adquirido el personal el convencimiento de lo injusto e infundado de aquéllas y por el cuidado puesto en prevenirlas ». Unos cuantos años después, en 1931, se formó en

Mazarete un Sindicato Resinero bajo la influencia de la Federación de Trabajadores de la Tierra perteneciente a la UGT, con el objetivo de defender los derechos laborales de todos los trabajadores del sector, tanto de monte como de fábrica, e intentar recuperar unos montes de LURE que habían pertenecido al Ducado de Medinaceli y que varios pueblos del partido judicial de Molina de Aragón reclamaban como suyos (BERLANGA, 1999, 351-352)17. «El problema obrero», como lo denominaron desde LURE en 1913, tuvo diferentes episodios en esta empresa, los cuales terminaron por provocar que en los años veinte se incluyeran en el presupuesto «obras de carácter social», tales como construcción de escuelas, un fondo para seguros del personal, cooperativas regidas y administradas por los mismos empleados en las que se podían surtir todo tipo de géneros, etc.18.

4.- LAS HUELLAS DE LA RESINACIÓN

La mayor impronta de la resinación en los lugares donde no se conocía esta práctica fue sin lugar a dudas la transformación del paisaje por la orientación forestal de estos montes. Pero además esa impronta se tradujo en un conocimiento más profundo del pino en su carácter individual como parte de una masa. La actividad resinera implicó la construcción de una mirada distinta del medio natural donde se habían desenvuelto los habitantes de estas comunidades. Si bien el bosque mantuvo su carácter como espacio de aprovisionamiento, los términos en que la resinación modificó las reglas del juego fueron sustanciales, pues de la costumbre de aprovechar recursos de uso inmediato, tales

17 Aunque no se disponen de datos concretos parece que la vida de este Sindicato no fue muy longeva. 18 LURE, Memorias, 1898: 20; 1924; 18. 17

como pastos, leñas, maderas, teas (madera resinosa), frutos, etc., se pasó al usufructo de una materia con valor de cambio únicamente. La transición no fue sencilla. La modificación de los derechos de acceso al monte fue la razón. La conflictividad social, según parece hasta el momento, tuvo diferente cariz dependiendo de si se trataba de una zona virgen o de una zona explotada. En la primera, motivada por la reacción contra el usufructo tradicional del monte, y en la segunda, por la lucha para conseguir mejores condiciones de trabajo en las grandes empresas resineras. Así, la resistencia a la resinación no era a la actividad en sí misma sino a los términos en que ésta se desarrollaba, primero por coartar el aprovechamiento de otros recursos y, segundo, por limitar el beneficio a las entidades propietarias. No obstante, la fuerza con la que penetró el interés de algunos agentes por explotar la resina (empresarios, Administración forestal y ayuntamientos, en ese orden cronológico), derivada del aumento en su demanda a nivel nacional e internacional, era tan intensa que a los habitantes no les quedó más remedio que aprender a labrar el pino, a conocerlo desde sus mismas entrañas, convirtiéndose al mismo tiempo en sujeto y objeto de la técnica, en un eslabón más dentro del proceso productivo, tal como también lo eran los empresarios, la Administración forestal, los ayuntamientos, el pino y al pinar. La forma de retribución económica al resinero fue fundamental en este proceso, pues debía poner mayor esmero en su labor, estrechándose aún más la relación que esta gente tenía establecida con su bosque. Penetrar en el árbol para extraerle su jugo de manera sostenida en el tiempo, significaba crear un conocimiento específico del que dependía la supervivencia de ambos: el hombre y el pino. Y mientras aumentaba la experiencia, aumentaba asimismo la noción de que cada pino es distinto, por lo tanto, la respuesta al estrés provocado por la incisión era individual, de esta forma, el resinero debía desarrollar una comprensión particular para todo el número de árboles que formaban el conjunto que resinaba. Con la construcción de un saber-hacer estaba reconstruyendo su vínculo con la naturaleza, o dicho de otra manera, especializándose en una parte de ella: el pino y el pinar. Como dice Hernández (2011, 381) para el caso soriano: «la resinación contribuyó al nacimiento de una forma de vida propia», en la que el paisaje se vio profundamente modificado. De un bosque con pinos de diferente edad y condición, ocupado sólo de paso para extraer leñas, frutos, etc., se fue transitando a un bosque ordenado, cuadriculado y ocupado casi permanentemente. Esto, pues, contribuyó a formar verdaderas comunidades forestales que desde entonces ocupaban el bosque de 18

otra manera. Desde Guadalajara el ingeniero jefe del Distrito forestal en 1890 nos envía esta bucólica postal del monte resinero, que se puede trasladar a las primeras décadas del siglo XX en Soria, donde aseguraba que en ellos se encontraba la vida por todas partes: por doquier se encuentra al resinero que anda picando sus pinos, se ve cruzar en todas direcciones al robusto mozo que con su carro y su par de mulas anda recogiendo la [resina] en el recodo de algún Vallejo, se encuentra al alfarero que fabrica las vasijas que han de colocarse en las entalladuras y no lejos se ve al que las conduce para distribuirlas en los diferentes puntos de depósito, en una palabra estos montes se parecen a una gran población en que a todas horas y en todas direcciones circula la gente, impidiendo las fechorías de los malvados 19.

5.- BIBLIOGRAFÍA CITADA Stefania BARCA, “Laboring the Earth: transnational Reflections on the Environmental History of Work”, Environmental History 19 (January 2014), pp. 3-27. Antonio BERLANGA. La industria resinera en Guadalajara. Un siglo de historia (1889 1989), Guadalajara, Excelentísima Diputación Provincial de Guadalajara, 1999 Juan Pablo CALERO, “El ocaso de la burguesía republicana. Guadalajara (1891 1910)”, Wad-Al-Hayara, 27, (2000), pp. 143-180. Albert CARRERAS y Xavier TAFUNELL, Historia económica de la España contemporánea (1789-2009), Barcelona, Ed. Crítica, 2010. Carlos CASTEL, Descripción geognóstica, agrícola y forestal de la provincia de Guadalajara, Madrid, Imprenta y Fundición de Manuel Tello, 1881. Alfonso CID, La resinación en los Montes del Pinus Pinaster (Pino Negral) de las llanuras de Castilla, Madrid, Francisco G. Vicente, 1941. Javier DE LA FUENTE, Historia forestal de Almazán y su partido judicial en el siglo XIX, Tesis Doctoral, Universidad de Valladolid, 2003. Luis GIL, Pinares y rodenales. La diversidad que no se ve, Madrid, Real Academia de Ingeniería, 2008 Lázaro HERNÁNDEZ, Por lo pinares sorianos: Resina, Madera y Tradiciones, Soria, Excma. Diputación Provincial de Soria, 2011.

19 MAGRAMA, FA, Guadalajara 79/5. 19

Iñaki IRIARTE, “Las ordenaciones forestales en las primeras décadas del siglo XX: cambio institucional y resultados productivos”, Revista de Historia Económica Journal of Iberian and Latin American Economic History, Año nº 23, Nº 2, (2005), pp. 299-334. Antonio LLEÓ, Notas sobre el turno y sobre las dimensiones de las caras de resinación en los Pinares Españoles, Madrid, Imprenta y Encuadernación de Julio Cosano, 1920. Valeriano RICO, El derecho de propiedad sobre los frutos de la tierra y el Consorcio resinero, Madrid, Abogados en ejercicio de los Ilustres Colegios de Madrid y Alcalá de Henares, 1929. Rafael URIARTE, “Coyuntura económica y estrategia empresarial: La Unión Resinera Española, 1898-1936”, Revista de Historia Industrial, 14 (1998), pp. 83-123. -------, La Unión Resinera Española (1936-1986), Madrid, Fundación Empresa Pública, 2000.

20

Lihat lebih banyak...

Comentarios

Copyright © 2017 DATOSPDF Inc.