La constitución del demos o la igualdad en la diferencia

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Descripción

« La constitución del demos o la igualdad en la diferencia »

El siguiente escrito tiene como objetivo analizar el modo en que se
constituye la identidad « pueblo » en la obra « La razón populista » de
Ernesto Laclau (2005), así como la del « demos » en « El Desacuerdo » de
Jacques Ranciere (1996)[1], indagando la/s lógica/s que determinan el
proceso de constitución de dichas identidades, así como dichas identidades
conforman el llamado espacio social (en Laclau) y político (en Ranciere)
mediante el conflicto como elemento constitutivo de dicho espacio. Se
tratará de encontrar puntos de contacto entre las miradas de ambos autores
a fin de poder ubicar una línea de continuidad entre ambos en lo que
respecta a la lógica principal que media todo el proceso, lógica que, a
modo de anticipación, reconocemos como aquella en la que 2 elementos
opuestos entran en juego describiendo una relación contradictoria pero a la
vez necesaria.[2]

Descifrando al pueblo.

Lo primero que trae a colación Laclau, es el hecho de que es la demanda la
unidad que constituye al grupo (en este caso, nuestro interés radica en
analizar aquel que se constituye como pueblo), y, siendo una demanda un
reclamo determinado a un orden establecido, la misma existencia de dicha
demanda se ubica en una relación especial con dicho orden, encontrándose
tanto fuera como dentro de él. La demanda plantea una exterioridad al orden
pero, a su vez, va dirigida hacia el mismo, de ahí su doble carácter en
relación a él. Es cuando el orden no logra absorber las demandas que no
puede constituirse como una totalidad coherente, pero, asimismo, la demanda
también requiere algún tipo de totalización para cristalizar en algo que
pueda inscribirse dentro del sistema. La demanda tiene que conformar una
totalidad para poder actuar dentro de dicho sistema al cual está dirigido y
contra el cual plantea una relación de exterioridad; dicha totalidad será
lo que reconocemos como « pueblo ».

A los fines de dicha cristalización debemos referirnos al concepto de
nominación : siendo que las demandas son elementos heterogéneos, resulta
imperativo encontrar un fundamento que las articule, fundamento que se
encuentra en el nombre que adquiere el grupo conformado por la
multiplicidad de demandas heterogéneas : aquí nos estamos refiriendo
claramente al nombre pueblo. Proceso atravesado por una doble lógica:
lógica de la diferencia; al interior del grupo encontramos múltiples
elementos de carácter heterogéneo (las distintas demandas que no tienen
ninguna cualidad inherente que las iguale), pero, asimismo, lógica de la
equivalencia (dicha multiplicidad exige ser unificada bajo un nombre que
aglutine al grupo y le de identidad como tal).

De esta manera, para poder comprender la objetividad que se corresponde con
la identidad pueblo, tenemos que referirnos necesariamente al concepto de
discurso: el mismo constituye el terreno donde se inscribe la objetividad
como tal; discurso entendido como un complejo de elementos en el cual las
relaciones juegan un rol constitutivo, lo cual, no es más que decir, que la
objetividad encuentra su fundamento en el elemento relacional. Las
identidades son de carácter diferencial entre ellas y este mismo carácter
es el que posibilita la existencia de las mismas, así como la constitución
del espacio donde entraran en juego dichas identidades.

Es así como, en el juego relacional entre identidades (identidades que,
como habíamos señalado, son de carácter diferencial, es decir, se
constituyen en oposición a otra/s), el exterior a una identidad (siendo el
resultado de un intento de totalización) sólo puede ser constituido como
producto de una exclusión, en nuestro caso, la identidad pueblo sólo puede
existir y reconocerse en oposición a otra identidad la cual es excluida
como no perteneciente al pueblo, ignorando las diferencias al interior de
la identidad pueblo, valiéndose de la lógica de la equivalencia para
cementar la identidad propia en oposición a otra identidad y reconociendo a
la misma como fundamentalmente diferente : lógica de la diferencia una vez
más.

En este momento tenemos que dirigir nuestra atención dos conceptos de la
retórica clásica que Laclau trae a colación : la catacresis (figura
retórica que consiste en utilizar metafóricamente una palabra para designar
una realidad que carece de un término específico) y la sinécdoque
(referente a la parte que representa al todo) ; no es casual que el grupo
que analizamos encuentre en la palabra pueblo su nominación, utilizando un
término que representa al todo de la comunidad para referirse a una parte
de la misma. La construcción de la identidad pueblo, exige el juego de
estas dos figuras retóricas. Pueblo como identidad carente de una cualidad
específica (la cadena de demandas que equivalencia la unidad que
constituye, carece de una cualidad común que atraviese a las mismas) pero
que levanta su pretensión de ser representativa del todo de la comunidad.

Nos encontramos con que la identidad pueblo es algo menos que la
totalidad de los miembros de la comunidad, pero que, sin embargo, es un
componente que aspira a ser concebido como la única totalidad legítima,
componente que asume el nombre de la totalidad: parcialidad que exige
funcionar como la totalidad de la comunidad, parte que se identifica con el
todo.

Pero, para concebir dicho antagonismo como constitutivo de lo social (como
habíamos referido anteriormente) se requiere de un espacio fracturado, la
experiencia de una falta, una brecha en la continuidad armónica de lo
social: ausencia de plenitud, constitución del pueblo como pretensión de
rescate de dicha plenitud. Es dicha ruptura la que posibilita el
antagonismo, o, en otras palabras, la existencia del pueblo, así como del
espacio en el cual entran en relación las identidades; nos encontramos con
que la existencia de las mencionadas identidades diferenciales es el
fundamento del espacio social y, a su vez, es en este espacio donde las
mismas actúan, objetividad de carácter relacional: es la misma relación la
que le da realidad a las partes y al todo donde actúan.

La conclusión que extrae Laclau de los anteriores desarrollos, es que,
tanto la equivalencia como la diferencia se necesitan la una a la otra como
condiciones necesarias para la construcción del espacio social, siendo lo
social el locus de dicha tensión insoluble, así como el de sus elementos
componentes.

Acto seguido, veremos como Ranciere pondrá en juego la lógica relacional
para explicar cómo se constituye el demos, cual es el « escándalo » que
plantea la existencia del mismo y como la pretensión del mismo de ser la
parte que representa al todo pondrá en evidencia una verdad que hará
tambalear el ordenamiento armónico de la sociedad, abriendo la posibilidad
de la constitución del espacio político y de lo político como tal.

La cuenta imposible.

La primera afirmación de Ranciere en la que nos detenemos es aquella donde
asevera que la política es la actividad que tiene por principio a la
igualdad, siendo el principio de igualdad transformado en la distribución
de partes de la comunidad de manera problemática. ¿Qué partes? ¿Quiénes son
los « cuales » que toman parte en estos qué? Y principalmente « ¿Cómo es
que la igualdad consiste en igualdad y desigualdad? » (Ranciere, 1996: 8)

Ahora bien, el verdadero problema será determinar la respuesta a estas
preguntas, y es eso mismo lo que llevará al desacuerdo: desacuerdo incluso
sobre los mismos términos en los que debe ser planteada la cuestión,
desacuerdo entendido como la situación en la que aquello que está en juego
es la racionalidad misma de la situación de habla. No hablamos de un
desacuerdo de palabras, sino de un desacuerdo con respecto a la misma
situación de aquellos que hablan, de lo que son; el desacuerdo gira en
torno al objeto de la discusión y la calidad de los que toman parte en
dicho desacuerdo, de los que hacen de él un objeto precisamente.

Lo que está afirmando Ranciere aquí es la propia racionalidad del
desacuerdo, su propia estructura, este es el escándalo que la filosofía
política trata de sepultar, de « resolver », expulsando precisamente dicho
desacuerdo, dividiendo a la comunidad en « partes », partes que poseen cada
cual una cualidad determinada, y que se interrelacionan en un juego donde
las diversas cualidades de las partes formarían una determinada armonía,
siempre y cuando se encuentren en su justa proporción. En otras palabras,
la filosofía política intenta construir aquello que Ranciere llama « una
ciudad sin distorsión »[3], una ciudad donde el reinado del orden natural
permite el funcionamiento del todo de la comunidad, en el cual a cada
parte le corresponde su lugar específico, la adecuada distribución de las
« cualidades » de las partes supone eliminar la distorsión.

Dicha proporción adecuada no es más que lo que la filosofía política
clásica entiende por justicia: situación en la cual lo que está en juego es
lo que los ciudadanos poseen en común y como se reparten las formas de
ejercicio y control del ejercicio del poder común, es la elección de la
medida misma según la cual cada parte sólo toma « lo que le corresponde »,
la justicia no es otra cosa que el orden que determina la distribución de
lo común.

Ahora bien, la condición de posibilidad de la filosofía política radica en
la existencia de un arreglo determinado de las «partes de la ciudad, en un
cómputo que oculta una cuenta errónea que no es otra cosa que la distorsión
constitutiva de la política misma. Pasemos a analizar las diversas partes:
a cada una de las partes de la comunidad les corresponde un título o axiai
y los mismos se cuentan por 3; la riqueza (correspondiente a los ricos u
oligoi), la virtud (cualidad propia de los mejores o aristoi) y la libertad
(axiai propia del pueblo o demos). Es la exacta combinación de los
distintos títulos lo que procura el llamado « bien común », sin embargo,
existe un desequilibrio que perturba dicha construcción filosófica que
pretende delinear la armonía de la comunidad.

El único título que se percibe con facilidad, de hecho, es la riqueza de
los oligoi, única cualidad que posee una existencia material claramente
perceptible, pero, cuando analizamos el título del demos (la libertad), nos
encontramos con que la misma no es ninguna cualidad determinable , puro
hecho bruto, la libertad en realidad es propia de todos aquellos que son
ciudadanos, cualidad adquirida por el mero hecho de haber nacido en
determinada ciudad que no acarrea ninguna clase de mérito ; no sólo esto,
sino que dado que la libertad tiene como fundamento el mero hecho bruto del
ser ciudadano, sale a la luz que dicha libertad, en realidad no le es
propia al demos, sino que en realidad es una cualidad que tienen en común
todos los miembros de la comunidad : el pueblo (demos), no es otra cosa que
la masa indiferenciada de quienes no tienen ningún título positivo pero a
los que se les reconoce la misma libertad que a quienes si poseen dichos
títulos, sin embargo, el pueblo hace de esta cualidad común un título
específico que se arroga como propia, identificándose con el principio
común de la comunidad, dándose asimismo el nombre mismo de dicha comunidad
(pueblo). El pueblo se identifica por homonimia con el todo de la
comunidad, siendo que la cualidad común a todos los ciudadanos,
independientemente de a que parte de dicha comunidad pertenezcan, es
aquella que es « propia » del demos: la libertad.

Aquí radica la distorsión : el pueblo se apropia de la cualidad común como
propia, estableciendo el litigio en la comunidad, debido a que el título
que supuestamente aporta no le pertenece realmente, dicha propiedad no es
más que la institución de un común litigio ; la masa de hombres sin
propiedad se identifica con el todo de la comunidad debido al daño que no
dejan de hacerle aquellos cuya cualidad tiene por efecto natural empujarla
a la inexistencia, convertirla en un « parte que no es parte », dicho daño
empuja al pueblo a identificarse con el todo de la comunidad. Siguiente
conclusión: los que « no tienen parte » sólo pueden tener la parte que se
corresponde con el todo o no tener parte en absoluto, asimismo, es sólo por
medio de la existencia de estos « sin parte » que la comunidad política
existe como tal, o sea, dividida por un litigio fundamental que se refiere
a la « cuenta » de sus partes como fundamento de sus derechos.

Lo múltiple como idéntico al todo, múltiple como uno, parte como el todo:
el pueblo siempre es más (todo) o menos (nada) que si mismo, que los
miembros que lo componen. Y vemos que, en realidad, es la imposible
igualdad de lo múltiple, de lo distinto, lo que produce la apropiación de
la libertad como propia del pueblo : es la política la que hace existir al
pueblo como tal, la que lo opone contra el « otro », contra los ricos, los
oligoi (habida cuenta de que, en realidad, tal como dijera Aristóteles y
nos recuerda Ranciere, son los ricos los que hacen las veces de los
aristoi, categoría que no tiene otra realidad más que la de servir de
ilusión filosófica que armonice la comunidad), y no el mero hecho bruto de
la existencia de los pobres y de los ricos, de los que no tienen nada y de
los que sí tienen. Cuando el « orden natural » de la dominación de los
ricos se ve interrumpido por la institución de la parte de los que no
tienen parte, del pueblo, existe la política.

Siguiente revelación : resulta que el pueblo, es en realidad, la ausencia
de cualidad, la efectiva disyunción primordial que lleva el nombre vacío de
libertad, la propiedad que no le es propia, la propiedad impropia, lo común
que no es verdaderamente común.

Pero vemos que en realidad, la supuesta « dominación natural » de los ricos
a título de su superioridad, no es factible de ser sostenida. En primer
lugar, para poder obedecer se requiere la capacidad de comprender a aquel
que manda y asimismo, comprender el hecho de la necesidad de obedecer, sin
embargo, inmediatamente vemos que la condición sine qua non para que se den
estas dos condiciones es la de la igualdad, quienes obedecen deben ser
iguales a quienes mandan para poder comprenderlos, la desigualdad sólo es
posible debido a la igualdad, es más, la desigualdad y la igualdad sólo
tienen realidad efectiva en su objetividad relacional, no existen la una
sin la otra. La dominación es interrumpida mediante la fuerza de la
« libertad » del pueblo que exige el reconocimiento de su igualdad mediante
la puesta en litigio de su cualidad que, como ya se vio anteriormente, no
le es propia en absoluto.

En otras palabras, la política es, tal como afirma Ranciere, asunto de
sujetos o, mejor dicho, de modos de subjetivación : es decir, el sujeto,
que la política hace existir no tiene ni más ni menos consistencia que el
mismo conjunto de operaciones y dicho campo de experiencia, del campo de la
experiencia producto de la representación, del proceso de subjetivación
donde las identidades políticas se constituyen como tales, constituyendo a
su vez su campo de acción, nuevamente, naturaleza relacional de la
objetividad que denominamos política, así como de sus partícipes y del
terreno donde se inscribe su accionar. Dicha subjetivación produce una
multiplicidad, siendo el pueblo, la multiplicidad que toma la forma de una
unidad que desune a la comunidad con respecto a sí misma.
Desidentificación, arrancamiento de la naturalidad de un lugar, donde se
ponen en relación las partes constituidas mediante dicho proceso de
subjetivación.

Una subjetivación política, es aquella capacidad de producir escenarios
litigiosos, donde se ponen de manifiesto la contradicción de dos lógicas,
postulándose inexistencias que son a la vez existencias.

Equivalencia y diferencia: las dos caras del pueblo.

Una vez que hemos recorrido los desarrollos teóricos de ambos autores con
respecto a su entendimiento de la identidad pueblo o demos, es hora de
analizar cómo actúa esta lógica contradictoria pero necesaria que habíamos
anticipado al comienzo del trabajo : la lógica de la equivalencia y la
lógica de la diferencia, tanto al exterior como al interior del pueblo, así
como la igualdad y desigualdad en su existencia igualmente relacional, nos
brindarán las claves para poder comprender el funcionamiento de la
identidad « pueblo » .

En primer lugar, encontramos la cuestión de la nominación : como vemos en
Laclau, el pueblo se erige como articulación de una serie de demandas que
carecen de una cualidad específica que las agrupe o iguale, siendo de
carácter heterogéneo pero, sin embargo, componiendo una cadena
equivalencial de demandas, cadena que aglutina la identidad pueblo donde el
elemento equivalencial radica precisamente en la cualidad común de ausencia
de contenido específico de las demandas, elemento negativo de las demandas
que posibilita su constitución en una cadena equivalencial que de identidad
al pueblo.

Asimismo, en Ranciere, lo que define al demos, una vez tomamos en
consideración que el título o axiai que el mismo se arroga (la libertad)
resulta no serle propio en absoluto, y, de hecho, no consiste en ninguna
cualidad de tipo positivo, sino simplemente en el hecho bruto y común de
ser ciudadanos a título de haber nacido en determinada ciudad, vemos que el
demos se caracteriza por una ausencia de cualidad específica, masa
indiferenciada nos dice Ranciere, pero precisamente, su indiferenciación
consiste en una equivalencia de tipo negativo : ausencia de cualidad. Es a
título de que el demos se arroga la cualidad (o no cualidad) común a todos
los miembros de la comunidad que el mismo se reconoce con el nombre de la
misma.

Inmediatamente nos remitimos a los conceptos de catacresis y sinécdoque :
tanto el pueblo de Laclau, como el demos de Ranciere, se corresponden con
« inexistencias que son existencias »[4], carentes de término específico
precisamente por su ausencia de cualidad común que exceda de la
equivalencia que implica su no-cualidad, tomando asimismo, el nombre del
todo de la comunidad como resultado del juego entre las lógicas
diferenciales y equivalencia les : el pueblo y el demos son fácticamente
menos que el todo de la comunidad, pero se identifican con el todo. ¿Dónde
rastreamos las causas de dicha identificación?

En Laclau, tenemos que dirigir nuestra atención al fenómeno de la falta :
las múltiples y heterogéneas demandas insatisfechas unificadas en la
identidad pueblo, señalan una ausencia de plenitud de lo social, plenitud
de la que el pueblo se haría portadora mediante sus demandas, en oposición
a otra identidad en la cual radica la causa de dicha falta, de ahí que el
pueblo se atribuya el nombre del todo de la comunidad ; es él quien viene a
reparar la falta, quien representa a la verdadera comunidad, su totalidad.
En Ranciere, nos encontramos con que el demos, siendo una masa
indiferenciada de hombres cuya única cualidad común es la ausencia de
cualidad, se identifica con el todo de la comunidad en nombre del daño que
le provocan aquellos que lo empujan a la inexistencia (la pretensión de
dominación no-política de los oligoi, su mera dominación « natural » a
título de su propiedad), dicho daño, empuja al demos a identificarse con el
todo de la comunidad, siendo « su » título aquel que se corresponde con el
común de la comunidad, el mismo toma el nombre de dicha comunidad.

Diferencia que es asimismo, fundamento de su equivalencia; lo único que
iguala a los componentes del demos es la pura negatividad de su situación,
su ausencia de propiedad, de cualidad; ausencia de elemento positivo en
común. Al igual que las demandas insatisfechas a las que hace referencia
Laclau, el fundamento de la identidad equivalencial (pueblo y demos) radica
precisamente en la igualdad que representa su ausencia de contenido
positivo, y, precisamente, dicha ausencia posibilita la operación de
sinécdoque que le permite al pueblo, al demos, ser la parte que se
corresponde con el todo de la comunidad : lo múltiple como parte y como
idéntico al todo, lo diferente como equivalente, diferente al interior de
sí mismo (sin contenido positivo común), diferencia en la cual radica su
equivalencia (ausencia de dicho contenido lo iguala), asimismo, relación de
exterioridad con las otra parte de la comunidad, pero identificación con el
todo de la misma. El juego de las diferencias y las equivalencias se
despliega en toda su extensión.

No podemos ignorar, asimismo, la noción de espacio fracturado en Laclau :
la misma como habíamos indicado, hace referencia a una brecha de la
continuidad armónica de lo social (hipotética situación armónica que
reconocemos, siguiendo a Ranciere, como ausencia del elemento político),
brecha que lleva a la constitución de la parte que es nada y todo, del
pueblo, y, como resultado, de su opuesto, el cual se presenta como una
exterioridad, al cual, sin embargo van dirigidas las demandas del pueblo :
elemento diferencial ; asimismo, el pueblo debe inscribirse al interior del
sistema para poder actuar, debe constituirse en una totalidad que agrupe
las demandas insatisfechas, debe situarse en una relación equivalencial
con dicho sistema al cual se dirigen sus reclamos : relación de
equivalencia.

En Ranciere, es de destacar, por su parte, el elemento del común-litigioso:
la conversión de la masa de hombres que constituye el demos en una « no-
parte », su exclusión de la comunidad, su diferencia con respecto a la
misma, lo lleva a levantarse a reclamar por el reconocimiento de su parte,
parte que se corresponde con el todo de la comunidad, su igualdad con la
misma, es el resultado de su exclusión de ella.

El espacio fracturado, posibilita precisamente, la existencia del pueblo en
relación a su elemento antagónico : dicha relación entre dos « partes »,
dos campos opuestos, es el fundamento y es aquello que constituye el
espacio social (Laclau) donde se desarrolla la relación entre dichas
identidades (pueblo – no pueblo), la misma relación da realidad a las
partes y al espacio donde actúan, su objetividad es de carácter relacional,
y su relación esta mediada por las lógicas de la diferencia y de la
equivalencia.

De similar forma, en Ranciere, el sujeto es producto de la política, del
modo de subjetivación que es propio de esta, el mismo no existe al margen
del conjunto de operaciones y del campo de experiencia producto de la
representación que acarrea dicho proceso de subjetivación: proceso donde
las identidades se constituyen como tales, multiplicidad produce el modo de
subjetivación demos, el cual viene a desunir o fracturar la unidad de la
comunidad con respecto a sí misma. Curiosa inversión con respecto a Laclau,
sin embargo, el resultado es el mismo: identificación con el todo de la
comunidad, toma del nombre de la misma por el pueblo, el demos. Institución
de un campo político donde entran en juego las relaciones entre el demos y
los oligoi, nuevamente, objetividad de carácter relacional; el mero hecho
bruto de la existencia de los pobres y los ricos no constituye el espacio
político, y, por ende, el litigio, sino que es su constitución como
identidades políticas lo que instaura el espacio de lo político.

Conclusión:

Como vemos, los anteriores desarrollos ponen en evidencia que el pueblo, el
demos, es el resultado de una contradicción que atraviesa el campo social
(Laclau) o político (Ranciere); el juego entre las lógicas de la diferencia
y la equivalencia no hace otra cosa que poner en evidencia la relación
contradictoria del mismo con respecto a la comunidad en la que se inscribe,
pero a la cual se presenta como una exterioridad (Laclau), una comunidad de
la cual se ve « expulsado » (Ranciere).

Ya vemos que, sea que el pueblo venga a restaurar la armonía social
fracturada por el accionar del otro (no-pueblo), sea que venga a instaurar
el litigio fundamental llamado política, la consecuencia termina
presentándose de la misma forma: el pueblo, el demos, se iguala con el todo
de la comunidad, se erige como una totalidad que forma parte de una
comunidad fracturada, como una parte que no es parte, pero que es al mismo
tiempo el todo de la comunidad.

Curiosa e... ¿inesperada? Consecuencia: precisamente por ser « nada » el
pueblo es todo, precisamente por estar excluido de la comunidad, por no ser
parte, el demos es el todo de esta comunidad que lo excluye. La realidad
pueblo, demos, es el resultado de un proceso de diferenciación que deviene
en uno de igualación: de equivalencia tanto al interior como al exterior
del mismo. Equivalencia al interior de sí mismo, equivalencia con el todo
de la comunidad como resultado de su diferencia al interior de sí mismo
(ausencia de cualidad positiva) y de su diferencia con la comunidad con
respecto a la cual establece una relación de exterioridad demandante o en
la cual no tiene parte, comunidad para la cual es una exterioridad, un
« otro ».

Lo uno y lo múltiple, lo múltiple de lo uno, lo uno de lo múltiple, la
igualdad y la diferencia, encarnados en la figura del pueblo, en la figura
del demos.

Bibliografía:

Laclau, Ernesto (2005), La Razón Populista, Fondo de Cultura Económica,
Buenos Aires.

Ranciere, Jacques (1996), El Desacuerdo Política y Filosofía, Nueva Visión,
Buenos Aires.
-----------------------
[1] Los desarrollos teóricos que se llevarán a cabo en el siguiente
trabajo estarán basados exclusivamente en las obras aquí mencionadas de los
autores cuando se haga referencia a los mismos.
[2] Se hará referencia al concepto de pueblo cuando extraigamos
conclusiones basadas en la obra de Laclau y de demos cuando lo hagamos con
respecto a Ranciere, lo cual no implica, por supuesto que estemos tratando
conceptos mutuamente excluyentes o realidades distintas, tanto el pueblo
como el demos hacen referencia a una realidad determinada (cuyo carácter
examinaremos a continuación) la distinción conceptual tiene fines puramente
analítico-comparativos.
[3] Ranciere, 1996 :17
[4] Ibid : 59.
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