LA CONQUISTA DE MÁLAGA (1487) REPERCUSIONES FESTIVAS Y LITERARIAS EN ROMA

En el emirato granadino Málaga sobresalía por su privilegiada situación estratégica, su valioso puerto, su abundante población y su relevancia comercial. En consecuencia, su conquista, culminada el 18 de agosto de 1487 tras un prolongado asedio, revistió una transcendencia excepcional, según recalcan los cronistas regios (Palencia, Pulgar, Valera, Bernáldez), la crónica particular del marqués de Cádiz, la crónica rimada de Juan de Barba y otros autores, como Diego de Muros II, secretario del cardenal Mendoza, el síndico mallorquín Pere Llitrà y las fuentes árabes algo tardías. En este libro, se estudia minuciosamente el cerco y la toma de Vélez-Málaga (27 de abril de 1487), así como la caída de otras localidades cercanas, para examinar a continuación el asedio  de la misma Málaga, con especial atención a las fuerzas castrenses, la resistencia de la ciudad, la llegada de la reina Isabel al campamento, el frustrado magnicidio del rey don Fernando, la atención sanitaria a la hueste, la embajada de Tremecén, el ardor religioso de los combatientes y los tratos para la rendición que desembocaron en la toma del 18 de agosto. De inmediato, se investiga la propagación de la noticia en el interior y el exterior, y de modo muy especial en Roma, donde, aparte de los festejos en que participaron el papa, el colegio cardenalicio y la Urbe, originó anotaciones de los diaristas romanos (Burckard, Pontani, De Vascho), una Oratio de Pere Boscà en la iglesia de Santiago de los Españoles (22 de octubre de 1487) y varios sermones del humanista Pietro Marso. Todavía al año siguiente, la conquista dejó ecos con la llegada a Roma de cien esclavos malagueños enviados a Inocencio VIII por el monarca hispano, la impresión por Eucharius Silber del Breue epithoma que sobre los hechos había enviado Diego de Muros II al cardenal francés Jean Balue y una carta de Pietro Martire D’Anghiera al cardenal Arcimboldi; y, años más tarde, Paolo Pompilio, Sigismondo Dei Conti y Diego Guillén de Ávila, asentado en la ciudad, rememoraban aún el acontecimiento. El libro se cierra con una completísima bibliografía.