\"La concepción martiana de la revolución: idealidad y realidad en el Socialismo del siglo XXI\"

June 30, 2017 | Autor: Mario Valdés Navia | Categoría: History, Cultural History, Education, Teacher Education, Higher Education, Culture
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Descripción



Dieterich Steffan, Heinz: "El Socialismo del Siglo XXI". Ciudad México. 2002.
Ver, entre otras: Polémica Heinz Dieterich-Celia Hart en "Rebelión", noviembre 2007, sobre la cuestión de las reformas y el poder revolucionario en Venezuela y el interesante artículo "Socialismo del Siglo XXI, ¿Reforma o Revolución?", de Pedro Campos Santos, 2007, donde se exhorta al debate libre de ideas entre los propios revolucionarios, en torno a este constructo.
Las definiciones de los intelectuales consagrados al tema, tanto europeos como americanos, ofrecen una idea clara del carácter dinámico y aún impreciso de este concepto. Así, el ya citado Dieterich, uno de sus supuestos creadores, plantea: ¿Socialismo del Siglo XXI?: Es una civilización cualitativamente distinta a la civilización burguesa. ¿Distinta en qué? En su institucionalidad. De ahí, que ser revolucionario significa hoy día luchar por sustituir la institucionalidad del status quo, es decir: 1. la economía de mercado por la economía de valor democráticamente planeada; 2. el Estado clasista por una administración de asuntos públicos al servicio de las mayorías y, 3. la democracia plutocrática por la democracia directa. Mientras que el intelectual revolucionario venezolano, Haiman El Trudi, en su libro "El salto adelante, la nueva etapa de la revolución", nos ofrece sus doce claves para aproximarnos al socialismo que se está construyendo en la Venezuela bolivariana, como expresión más acabada del nuevo modelo: 1) Se trata de un socialismo de nuevo tipo, que en nada se parece al capitalismo de Estado ni menos a las lógicas totalitarias que en otras latitudes se reprodujeron en otros tiempos; 2) es un socialismo originario que se está inventando a partir de la interpretación de la realidad venezolana y sus lazos históricos y socioculturales con los demás pueblos latinoamericanos caribeños; 3) es un socialismo que reivindica los aciertos de otras experiencias del mundo y que contextualiza sus contenidos; 4) es un socialismo que centra su fuerza y empuje en nuestras propias raíces libertarias, 5) es un socialismo humanista, ambientalista, pleno de energía espiritual, que reivindica el amor, la paz, la solidaridad, la justicia y la libertad; 6) es un socialismo desmitificado, que no trasgrede las libertades y derechos humanos y que enfoca en el bien común toda su atención; 7) es un socialismo consustanciado con los tiempos de la historia que se va escribiendo a ritmos acelerados; 8) es un socialismo que se parece poco a los socialismos del siglo XX; 9) es un socialismo construido en colectivo y alimentado por diversas vertientes del pensamiento; 10) es un socialismo que no aplica recetas ni fórmulas doctrinarias elaboradas por preclaros intelectuales; 11) es filosofía de la praxis animada por el bloque histórico Estado-Sociedad, y; 12) es la quietud en el ojo del huracán revolucionario.
Presidente Chávez define Socialismo del siglo XXI. Conversación con Manuel Cabieses, Director de Punto Final, Caracas, 2002, en www.aporrea.org. En esta entrevista, Chávez explica el origen latinoamericano del proyecto y su fundamento en el pensamiento universal, desde Cristo.
Discurso de Rafael Correa en la conmemoración de los 50 años de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO). Quito, 29 de octubre de 2007. Tomado de Cubadebate.
Armas, Ramón de: "La revolución pospuesta". Edit. de Ciencias Sociales. La Habana. 1975.
Carlos Rafael Rodríguez: "José Martí, guía de su tiempo y anticipador del nuestro", en "José Martí, guía y compañero", Centro de Estudios Martianos y Editora Política, La Habana, 1979, p. 11.
J.M.: "Noticias de Francia", La Opinión Nacional, Caracas, 17 de septiembre de 1881, OC, t. 14, p. 59.

OC. TXXI. Pág. 167.
Hart Dávalos, Armando: "Palabras de clausura Conferencia José Martí, hombre universal". 1992 e "Historia y futuro de las ideas socialistas". 2006; Hart Dávalos, A. y Raúl Valdés Vivo: "Martí y Marx en el Socialismo de Cuba". OPM. 2002; Mario Valdés Navia: "Corrientes paralelas: Martí y Marx, coincidencias y divergencias" (inédito)
"La Excomunión del Padre McGlynn", en Obras Escogidas, T2, pp. 209-210.
Citado por Julio Antonio Mella en "Glosas al pensamiento de José Martí", en "Siete enfoques marxistas sobre José Martí". ICL, 1978.
Recuérdense los descalabros ingleses en Argentina, españoles en Santo Domingo o, el más sonado de todos, el efímero Imperio de Maximiliano en México
Sarracino, Rodolfo: "José Martí: el concepto del equilibrio internacional, sus fuentes y la independencia de Cuba", en "Por el equilibrio del mundo". La Habana, 2003, tomo V, p. 155-163 y "América Latina y Europa en el equilibrio martiano", Honda, no. 7, La Habana, 2003.
El análisis más enriquecedor que he encontrado sobre el poderío intervencionista de los EEUU en los años 90 se encuentra en el libro de Ramiro Guerra: La expansión territorial de los EEUU. Cap. XIV al XVI.
Con gran realismo y conocimiento del escenario histórico-político en que se encontraba, apuntaba Martí: "Por acá, yo hago mi deber. La guerra de Cuba, realidad superior a los vagos y dispersos deseos de los cubanos y españoles anexionistas a los que solo daría relativo poder su alianza con el gobierno de España, ha venido a su hora en América, para evitar, aún contra el empleo franco de todas esas fuerzas, la anexión de Cuba a los EEUU, que jamás la aceptarán de un país en guerra, ni pueden contraer, puesto que la guerra no aceptará la anexión, el compromiso odioso y absurdo de abatir por su cuenta y con sus armas una guerra de independencia americana.Carta a Manuel Mercado, 18 de mayo de 1895. OC, T5, p.251.
Idem.
José Martí: Carta a Fausto T. de Aldrey (27-7-81). O. E, 3 t, t. I, p. 204.
Según Alberdi: todo lo que no es europeo es bárbaro.
OC, t19, p.364-365.
Respectivamente en "Bases del PRC". OC. T1, p.279 y Discurso "Con todos y para el bien de todos". OC. T4, p.270.
OC, T1, p. 200.
José Martí, Nuestra América, en Ob. Cit., T2, p.521.
José Martí, Escenas Mexicanas, en Obras Completas, T6, p.336
José Martí, Nuestra América, Ed. Cit., T2, p. 522..
"N.A. pp.28-29.
¿Qué va hacer América: Roma o América, César o Espartaco. // ¡Abajo el cesarismo americano! Las tierras de habla española son las que han de salvar en América la libertad! Las que han de abrir el continente nuevo a su servicio de albergue honrado. La mesa del mundo está en los Andes. (9.- J.M: OC., Apuntes de Viaje. T. 19, p.21-22)

Carta a Manuel Mercado (18-5-95), en: José Martí, "Nuestra América". Ed. Cit., pp. 474-475
"M. de Montecristi". O. E. t.3 p. 478
OC, T4, pp. 93-94.
OC, T22, p.16.
"El P.R.C." (abril 1892). O. E. t.3, p. 93. En este trabajo abordó otro aspecto esencial de la dialéctica de la revolución: la determinación de las contradicciones fundamentales del momento, al precisar quienes eran los enemigos del movimiento revolucionario en la Isla: el gobierno ajeno y la constitución colonial, elementos reaccionarios que habría que suprimir totalmente.
OC. T3, p.140.
Respectivamente, en "C. a G. Castellanos", del 4-8-92. O.E. t. 3, p. 161 y "Lectura de Steck Hall" (N.Y., 1880).
"Con todos... O.E. t. 3, p. 2.

OC. T19, p.365.
De 1889 datan los textos donde estos temores martianos comienzan a manifestarse con fuerza creciente: Vindicación de Cuba; Madre América y las crónicas sobre la Conferencia Panamericana.
"Congreso Internacional de Washington. Su historia, sus elementos y sus tendencias", en La Nación. 19 y 20 de diciembre de 1889. OC, T6, pp.46.



TÍTULO: LA CONCEPCIÓN MARTIANA DE LA REVOLUCIÓN: IDEALIDAD Y REALIDAD EN EL SOCIALISMO DEL SIGLO XXI

AUTOR: DrC. Mario Valdés Navia
Biblioteca Provincial "Gener y del Monte". Matanzas

"Los hombres luchan y pierden la batalla, y aquello por lo que peleaban llega, pese a su derrota, y luego ya no parece ser lo que creían, y otros hombres deben luchar por lo que creen, bajo otro nombre."
William Morris

"El hombre no encuentra en su pasado sino lo que busca y no busca sino lo que necesita y no necesita sino aquello con lo que hará su futuro"
Max Scheler
¿SOCIALISMO DEL SIGLO XXI, O SOCIALISMO EN EL SIGLO XXI?
El impetuoso renacer de la izquierda latinoamericana a fines del siglo XX e inicios del XXI, con su carga de esperanzadoras utopías para las grandes masas y el establecimiento de gobiernos revolucionarios, de vocación socialista, en varios países de la región, ha traído consigo la difusión mundial de un constructo, aún impreciso: el Socialismo del Siglo XXI. Así, mientras los teóricos de diferentes tendencias continúan debatiendo sus propiedades en interesantes polémicas, los líderes revolucionarios y las masas populares, principales fuerzas motrices de las transformaciones en curso, hacen de él una consigna de los nuevos tiempos. Por su parte, los enemigos de clase de la Revolución y sus "tanques pensantes" se afanan en destruirlo y/o tergiversarlo, despojándolo de su esencia subversiva (el socialismo) y exaltando su aspecto circunstancial, al presentarlo como otro fenómeno postmoderno, propio del nuevo siglo y ajeno a la ya secular tradición del pensamiento socialista.
Hasta el día de hoy es más fácil conocer qué no queremos que sea el Socialismo en el Siglo XXI, pues, como bien afirmara James Petras: "Los socialistas del siglo XXI pueden aprender de los éxitos y fracasos del socialismo del siglo XX". Es decir, las nuevas alternativas socialistas al asfixiante predominio de la globo-colonización neoliberal, deben levantar nuevamente las banderas del proyecto socialista y, al mismo tiempo, ser capaces de superar los rasgos negativos del llamado Socialismo Real, aquel modelo prevaleciente en el siglo XX, basado en las regularidades dictadas por la experiencia soviética, excesivamente estatizado, rígido y poco participativo, abandonado por los pueblos y sus propios dirigentes en su lecho de muerte.
Por ello, desde sus orígenes, el Socialismo del Siglo XXI ha estado marcado por un espíritu de creación que anima e impregna a sus ejecutores, tanto a los líderes, como a los hombres y mujeres de filas. Así, el propio Presidente Chávez lo definió como: "el socialismo que logremos inventar, desde el aquí y ahora. Un socialismo nacional, popular y democrático: el Socialismo Latinoamericano Caribeño, ¡nuestro socialismo!".
En este proceso de construcción, epistemológica y práctica, los estudios académicos de los intelectuales comprometidos intentan volver a ocupar su lugar de honor al lado de los pueblos y sus vanguardias políticas y se produce un beneficioso intercambio donde ambos se enriquecen en un diálogo crítico, no siempre coincidente. El presidente ecuatoriano Rafael Correa, ejemplo vivo de esta nueva élite de intelectuales orgánicos que emerge en Latinoamérica, nos convoca a este cambio de actitud:
Los invito entonces a construir una academia comprometida con las necesidades de América Latina y atenta a los procesos de cambio que hoy por hoy estamos experimentando (…) Ya hay señales de que estamos viviendo no sólo una época de cambios sino un cambio de época. Ayudémosla a nacer desde el lugar que nos toca ocupar en este tiempo histórico.
En esencia, el Socialismo del Siglo XXI es un nuevo proyecto histórico de socialismo, nacido en las entrañas de las sociedades latinoamericanas a partir de las posibilidades reales de ejecutar cambios revolucionarios, alternativos al desprestigiado modelo capitalista neoliberal de las últimas décadas, que tengan en cuenta los intereses insatisfechos de las grandes mayorías históricamente olvidadas y, al mismo tiempo, superen las insuficiencias más notorias del llamado Socialismo Real. Por tanto, constituye un nuevo modo de transición hacia una sociedad socialista, donde se reivindican y realizan los ideales de tantos combatientes, antiguos y modernos que ofrendaron sus vidas por la utopía de una sociedad sin explotadores ni explotados. Quizás por ello prefiero denominarlo, más rotundamente: Socialismo en el Siglo XXI.
En este nuevo escenario de creación revolucionaria, la búsqueda de las fuentes ideológicas del nuevo modelo se extiende a los orígenes del pensamiento latinoamericano. Desde el Tahuantinsuyu, hasta la Revolución Cubana; desde Túpac Amaru, hasta el Che Guevara y Fidel Castro, sus principales portavoces y proyectos son repensados, revalorados e integrados, a partir de los nuevos intereses y motivaciones de la ideología revolucionaria, en su "guerra de pensamiento" con las doctrinas del capitalismo globalizado y neoliberal. Entre estos hombres de ideas y acción, indispensables para conformar este nuevo paradigma revolucionario, ocupa un lugar de privilegio el Apóstol de la independencia de Cuba, José Martí Pérez.
JOSÉ MARTÍ, LA REVOLUCIÓN Y EL SOCIALISMO
No caben dudas acerca de que el Socialismo del Siglo XXI lleva, en la vanguardia de sus huestes intelectuales a José Martí y su "revolución pospuesta". Nuevamente es válido recordar al escritor Alejo Carpentier quien afirmaba que "Martí continúa respondiendo a todas las preguntas que sobre nuestra América nos hacemos cada día", mas, en este caso también es preciso tener en cuenta la alerta de Carlos Rafael Rodríguez a los que se empeñan en extremar este tipo de análisis, pues: "Hurgar en el gran hombre para extraerle una supuesta veta socialista, imaginar cuál sería su postura si tuviera que abordar los problemas que hoy nos cercan, es plausible, pero artificial".
Lo cierto es que Martí fue un hombre de su época, la segunda mitad del siglo XIX latinoamericano, solo que la suya era, como la nuestra, una época de transición, de cuyas características era consciente, como pocos de sus contemporáneos. Al respecto afirmaba: "en los tiempos que corremos, de nada menos se trata que de abrir una nueva época en la historia".
Por ello, ante la costumbre dogmática y mecanicista de los pensadores latinoamericanos de su época de afiliarse a corrientes filosóficas y políticas provenientes de las civilizadas Europa o Norteamérica, el Maestro enunciaba: "Ahora, cuando los hombres nacen, están en pie junto a su cuna, con grandes y fuertes vendas preparadas en las manos, todas las filosofías, las religiones, los sistemas políticos. Y lo atan, y lo enfajan – y el hombre es ya, por toda su vida en la tierra, un caballo embridado. Yo soy caballo sin silla".
Y entre estas teorías ajenas, y por tanto, "exóticas", no "naturales" de América, Martí incluía también a las ideas socialistas, nacidas en las sociedades europeas industrializadas y trasplantadas a EEUU por las incesantes oleadas de la superpoblación relativa, que el Viejo Continente descargaba sobre la república del Norte, ávida de mano de obra para sus insaciables factorías.
Las especiales circunstancias que lo rodeaban y ocupaban hicieron que su ideario incluyera un conjunto de divergencias y coincidencias con el pensamiento socialista y anarquista del siglo XIX. Mas, los elementos coincidentes entre Martí y el pensamiento socialista revolucionario eran muchos y esenciales. Entre ellos se destaca el lugar de la revolución, como solución científica, radical y violenta, para las contradicciones acumuladas en el devenir de la sociedad.
En su estilo metafórico, Martí proclamó la necesidad de las revoluciones para el progreso histórico y la superación de lo viejo al advertir que: "de vez en cuando es necesario sacudir el mundo para que lo podrido caiga a tierra". Para él, la revolución "no debía ir a las formas sino al espíritu", sentencia programática que confirmó íntimamente a su compañero de luchas, el socialista Carlos Baliño, al confesarle: "la revolución no es la que tenemos que iniciar en la manigua sino la que vamos a desarrollar en la república".
En su estrategia de liberación, la revolución habría de revelar, sacudir y fundar al pueblo latinoamericano y abrirle cauces a sus potencialidades históricas. El proyecto martiano para hacer la Revolución Cubana y Latinoamericana, maduro ya a inicios de los años 90, se afincaba en la crítica a lo acontecido en la historia americana, desde las luchas por la independencia hasta su contemporaneidad y en su conocimiento profundo de las dos secciones contrapuestas de las Américas, la Mestiza y la Europea y la relación entre ellas; así como en la comprensión cabal de los nuevos y grandes desafíos que se planteaban al movimiento revolucionario de la región, en el último cuarto del siglo XIX.
En su concepción, la Revolución Cubana portaría, en lo fundamental, tres elementos novedosos: su carácter democrático-popular, al servicio de toda la nación cubana; su lugar, como paso inicial en el proceso de refundación definitiva de Nuestra América; y su carácter antiimperialista, como primera victoria latinoamericana ante el expansionismo yanqui.
Armado de la visión de conjunto que le otorgaba su vasta cultura, Martí logró descubrir, en la complicada madeja de fuerzas sociales y objetivos de clases de su época, cuales eran las más necesarias e impostergables tareas a cumplir por la inminente revolución cubano-antillana: el logro de la independencia de las Antillas Españolas y el enfrentamiento al expansionismo norteamericano sobre nuestras tierras de América. Para ello concibió una manera de hacer realidad la Revolución que superara los viejos esquemas frustrados y el nuevo peligro imperialista e hiciera viables las posibilidades reales de desvirtuarlo.
Así, ya a inicios de la década del 90, el proyecto martiano para la independencia definitiva de Cuba y Nuestra América estaba maduro y puede resumirse - con los riesgos que todo esquema encierra - en los siguientes pasos:
Independencia de Las Antillas Españolas, por un esfuerzo endógeno; con la solidaridad de los pueblos y gobiernos de América Latina. Consumar esta tarea crearía una nueva correlación de fuerzas en el área, favorable a los intereses latinoamericanos.
Creación de una entidad unitaria antillana, con la participación inicial de Cuba, Santo Domingo y Puerto Rico.
Transformación de las sociedades latinoamericanas con una mayor participación popular en la vida económica, social y política de los países y una democratización que condujera a desbancar a la oligarquía de sus posiciones de privilegio y abrir posibilidades a la iniciativa de sus pobladores con el apoyo del estado.
Logro de la unidad regional, que daría lugar a la aparición de una nueva potencia en la política mundial, al servicio de las causas justas de los pueblos no europeos: Nuestra América.
Las fuerzas sociales que llevarían adelante este proyecto serían:
"El pueblo, la masa dolorida": campesinos, obreros, capas medias, indígenas y jóvenes rebeldes.
Los sectores capitalistas patrióticos, interesados en un desarrollo propio, soberano, de América Latina.
La coyuntura internacional de mediados de los años 90 del siglo XIX amenazaba la consumación de estos proyectos, pero no era un obstáculo insuperable. En primer lugar, se evidenciaba la incapacidad de España, agotada por dos siglos de decadencia, para mantener sujetas a sus últimas posiciones coloniales. Tampoco las potencias del Viejo Mundo, inmersas en graves conflictos en otras regiones, podrían agotarse en cruentas guerras de reconquista y, por el contrario, quedaban como factores políticos a los que, en última instancia, no molestaría la aparición de nuevos actores políticos que frenaran el avance de los Estados Unidos en el hemisferio.
Por estas razones, tanto Martí como Máximo Gómez, postulaban que la guerra en Cuba tenía que ser corta. Esta urgencia era condición indispensable para el triunfo final pues de ello dependía la probabilidad de conjurar la intervención yanqui. La Marina norteamericana de 1894, año en que debió iniciarse la Guerra Necesaria, no tenía aún el poder de 1898. Los acorazados y destructores que demandaba el Capitán Mahan, teórico del militarismo yanqui de la época, estaban aún en los planos o en los astilleros. El ejército norteamericano de tierra era inferior al español -aún lo era cuando se inició la Guerra Hispano – Cubano - Americana - y difícilmente podría vencer a un Ejército Libertador victorioso y ocupar un país, de millón y medio de habitantes, en pie de guerra; acontecimiento que sería rechazado de plano por las potencias europeas y los países latinoamericanos.
No escapaba al raciocinio político del Maestro el elevado nivel de incertidumbre de su estrategia y los inmensos peligros que tendría que vencer para alcanzar el triunfo definitivo. Sus conocidas cartas al dominicano Federico Enríquez y Carvajal (Montecristi, 25-3-95) y al mejicano Manuel Mercado (Campamento de Dos Ríos, 18-5-95) muestran la extrema tensión que lo embargaba. En esta última parece prever lo sucedido después: su muerte prematura; la desvirtuación del proyecto original por mano de incapaces y traidores y la postergación de su revolución hasta que generaciones futuras volvieran a creer en la posibilidad de hacer realidad la utopía antillana y latinoamericana. Señaló por entonces:
en cuanto a formas, caben muchas ideas; y las cosas de hombres, hombres son quienes las hacen. Me conoce. En mí, sólo defenderé lo que tenga yo por garantía o servicio de la Revolución. Se desaparecer. Pero no desaparecería mi pensamiento, ni me agriaría mi oscuridad. Y en cuanto tengamos forma, obraremos, cúmplame esto a mí, o a otros.
Todo aquel proyecto martiano de revolución, pendiente durante medio siglo y retomado audazmente por la Revolución Cubana, triunfante en enero de 1959, pero confinado a las fronteras del archipiélago caribeño durante cuatro décadas, parece extenderse hoy por las selvas, llanuras, montañas, pueblos y ciudades de los países del ALBA, hecho realidad en el Socialismo del Siglo XXI.
LA REVOLUCIÓN MARTIANA Y EL SOCIALISMO EN EL SIGLO XXI
Las huellas del proyecto martiano de revolución martiano están presentes en el por qué, para qué, qué hacer, cómo, con quién y contra quién, del Socialismo del siglo XXI. Analicémoslo por separado:
El por qué de la revolución anti-liberal latinoamericana
Como el Socialismo del Siglo XXI, Martí partió de la comprensión de las insuficiencias del camino recorrido por los revolucionarios anteriores. Fue la constatación de la ineficacia de los proyectos independentistas latinoamericanos, lograda mediante el estudio profundo de la historia patria, lo que condujo a Martí a replantearse toda la concepción de la revolución latinoamericana en su época, agitada y difícil, del último cuarto del siglo XIX.
Muchos son los rasgos de las revoluciones iberoamericanas que el Apóstol censuró por extemporáneos y ajenos a sus principios, destacándose: su carácter oligárquico; limitación como simples movimientos políticos; olvido de los intereses populares y falta de dinamismo económico-social, que conducía a un estancamiento, a una pérdida de tiempo histórico para el logro del progreso merecido por estos países. Por ello, proclama como fines de su acción: "el sacudimiento, revelación y fundación urgente" de Nuestra América, tres términos que sintetizan su misión como revolucionario latinoamericanista.
Con sus puntos de vista subversivos, Martí se oponía abiertamente al pensamiento liberal - positivista, racista y oligárquico, ampliamente extendido en Latinoamérica y representado por importantes pensadores del área, tales como: Juan Bautista Alberdi (1810-1884), Justo Sierra (1848-1912), Francisco Bilbao (1823-1865) y Domingo Sarmiento, que subestimaba la capacidad creadora, la cultura y la fuerza de las poblaciones mestizas americanas y defendía la imitación, la mezcla y el blanqueamiento de las razas como única salida para que la civilización pudiera vencer los peligros acumulados e impulsar el avance económico, social, educacional y cultural de Latinoamérica. Eran los padres espirituales de los neoliberales y postmodernos criollos del siglo XXI.
En la esquina opuesta, Martí demostraba que las grandes diferencias sociales, económicas y culturales que separaban a la joven sociedad latinoamericana de la europeo-norteamericana no era consecuencia del tipo de raza que en ellas habitaban, sino de la "peculiar agrupación histórica" que les había dado lugar y, ante el rejuego con la información tergiversada, ya tan de moda en aquellos días, postulaba: "conviene, y aun urge, poner delante de nuestra América la verdad toda Americana, de la sajón como de la latina, a fin de que la fe excesiva en la virtud ajena no nos debilite, en nuestra época de fundación, con la desconfianza inmotivada y funesta de lo propio".

El para qué de la revolución: la república con todos y para el bien de todos
Si Martí era opuesto a una dictadura de la oligarquía, como en Latinoamérica, o una de los monopolios, al estilo norteamericano; ¿qué sería entonces la Cuba revolucionaria?: "una república justa y abierta, una en el territorio, en el derecho, en el trabajo y en la cordialidad, levantada con todos y para el bien de todos (…) una nación capaz (...) de cumplir, en la vida histórica del continente, los deberes difíciles que su situación geográfica le señala (…) que tendría por base el carácter entero de cada uno de sus hijos, el hábito de trabajar con sus manos y pensar por sí propio (...) la pasión, en fin, por el decoro del hombre."
En un artículo publicado en el primer número de Patria y cuyo título ya anuncia su contenido, "Nuestras Ideas", el Maestro es más explícito acerca de cómo aspiraba que fuera la república cubana, fruto de una verdadera revolución, según él:
El cambio de mera forma no merecería el sacrificio a que nos aprestamos, ni bastaría una sola guerra para completar una revolución cuyo primer triunfo solo diese por resultado la mudanza de sitio de una autoridad injusta. Se habrá de defender en la patria redimida la política popular (...) y ha de levantarse (...) un pueblo real y de métodos nuevos, donde la vida emancipada, sin amenazar derecho alguno, goce en paz de todos.
Para llegar a proyectar esta república, inexistente en su época, Martí analizó a las dos Américas en su dinámica histórica, desde su formación hasta su época, de manera tal que en la Cuba republicana no se repitieran los males sociales del desarrollo capitalista norteamericano, ni los vestigios de aldea de las atrasadas y oligárquicas repúblicas latinas. Por tanto, el carácter utópico de la visión martiana de república hay que contextualizarlo como una respuesta legítima a la frustración histórica de los dos ensayos republicanos concretados en el Nuevo Mundo: las "republiquetas" semifeudales y neocoloniales de América Latina y la "república mostruosa" norteamericana.
Que esta pretensión justiciera daría lugar a futuras luchas entre explotadores y explotados era reconocido por Martí, quien sostenía que, tras implantarse las repúblicas en América: "con los oprimidos había que establecer causa común, para establecer el sistema opuesto a los intereses y hábitos de mando de los opresores". Frente a ello, Martí propugnaba la política popular (justicia social, incorporación de los sectores marginados, instrucción de las mayorías, desarrollo de la ciencia y la cultura) en una república de nuevo tipo, la República Moral.
En países donde el capitalismo no había cuajado aún en una polarización de la sociedad en capitalistas y obreros y, en cambio, mayoreaban las capas medias, urbanas y rurales y los sectores marginados, era imprescindible la organización de una forma de estado republicana, con caracteres propios, derivados de los elementos nacionales que componen el carácter de su pueblo; que comprendiera una forma de gobierno original y auténtica. Ardua y hermosa tarea esperaría entonces a los conductores de las revoluciones latinoamericanas pues si:
El gobierno ha de nacer del país. El espíritu del gobierno ha de ser del país. La forma del gobierno ha de avenirse a la constitución propia del país. El gobierno no es más que el equilibrio de los elementos naturales del país, entonces: Gobernante en un pueblo nuevo, quiere decir creador.
Esta república debía buscar el sistema económico que permitiera equilibrar el modo de vida de los ciudadanos y, para ello: "No es buen sistema económico el inexorable e inflexible; el que, porque atiende al bien de muchos, se cree dispensado de atender al mal de pocos. Es verdad que aquel es preferible a este, en último e irremediable extremo; pero es verdad también que debe procurarse, en tanto que se pueda, la situación igualmente benéfica, igualmente previsora para todos".
Los gobiernos populares debían maniobrar para escapar a las nuevas formas de dominación económica que los acechaban. Como remedio Martí aconsejaba utilizar en su beneficio las contradicciones inter - imperialistas y afirmaba: "El pueblo que quiera ser libre, sea libre en negocios. Distribuya sus negocios entre países igualmente fuertes. Si ha de preferir a alguno, prefiera al que lo necesite menos, al que lo desdeñe menos. Ni uniones de América contra Europa, ni con Europa contra un pueblo de América (...). La unión, con el mundo, y no con una parte de él; no con una parte de él, contra otra".
Pero, más que a ello, el Apóstol exhortaba a la unidad de Nuestra América y a su desarrollo urgente como valladar contra el avance imperial. En su artículo programático "Nuestra América" declaró: "el deber urgente de Nuestra América es enseñarse como es, una en alma e intento frente al desdén del vecino formidable, que no la conoce".
No obstante, también nos enseñó que esta rivalidad no es de corte nacional, sino entre un representante de la reacción internacional, que él consideraba La Roma Americana y, por otra parte, un pueblo joven, del hoy denominado Tercer Mundo, que estaba llamado a ser el Espartaco de la época por venir.

¿Qué hacer?: una revolución americana, pero de alma y proyección universales
Para Martí, la revolución latinoamericana estaba en el centro de la marcha progresiva de la Humanidad. Desde su atalaya norteamericana, llegó a percibir con mayor claridad la interrelación entre la lucha independentista en Cuba, los intereses comunes de Nuestra América y los asuntos mundiales, bien inestables en aquella época de reacomodo de las potencias mundiales y de sus esferas de influencia.
La concepción nuestroamericanista y antiimperialista de Martí halló su expresión práctica en la organización de la Guerra Necesaria, cuyo objetivo era independizar a Las Antillas Españolas, para con ello: "impedir a tiempo con la independencia de Cuba que se extiendan por las Antillas los EEUU y caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América". Además esta contienda poseía intereses universales, se realizaba "para bien de América y del mundo" pues sus causas eran "locales y de idea e interés universal"; ¿cuál era esta misión universal de la revolución antillana?, así lo explica Martí al mundo en el "Manifiesto de Montecristi":
La guerra de independencia de Cuba, nudo del haz de islas donde se ha de cruzar, en plazo de pocos años el comercio de los continentes, es suceso de gran alcance humano, y servicio oportuno que el heroísmo juicioso de las Antillas presta a la firmeza y trato justo de las naciones americanas y al equilibrio aún vacilante del mundo.
Este interés universal no podía ser otro que eliminar la posibilidad de un fortalecimiento del imperialismo yanqui a expensas de nuestros pueblos y desvirtuar así el estallido, en este crucero del mundo, de una conflagración inter - imperialista que ya en aquellos momentos no podía ocultarse a la visión sagaz de un observador político como Martí.
Es por ello que los cubanos, "no por supremo mandato de su naturaleza, sino por lo presente de su lucha histórica, tienen hoy vivo el espíritu hispanoamericano, el espíritu de Buenos Aires, el espíritu del Perú, el espíritu de Bolívar, el espíritu de que muchos hispanoamericanos, parricidas por la fuerza o por interés, comienzan a avergonzarse".

El sujeto de la Revolución: un partido revolucionario, con todos, para hacer la revolución, para el bien de todos
Para preparar la Guerra Necesaria Martí propugnaba la unión entre todos los patriotas anticolonialistas, provenientes de todas las fuerzas sociales listas para la lucha, en un partido político que constituía, de hecho, una organización de carácter político-militar de nuevo tipo a nivel mundial: el Partido Revolucionario Cubano (1892-1898).
Ante las tergiversaciones incesantes a su naturaleza, Martí negó que el partido "significase mero bando o secta, o reducto donde unos criollos se defendiesen de otros"; por el contrario, reitera que "lo único que necesitan es unirse. Más adelante declara: Lo que un grupo ambiciona, cae. Perdura, lo que un pueblo quiere. El PRC. es el pueblo cubano".
En uno de sus más brillantes escritos, el artículo "El Tercer año del Partido Revolucionario Cubano" (abril de 1894), el Maestro reitera que los revolucionarios cubanos: "no ven la dicha del país en el predominio de una clase sobre otra y puntualiza: Si desde la sombra entrase en ligas, con los humildes o con los soberbios, sería criminal la revolución e indigna de que muriésemos por ella. Franca y posible la revolución tiene hoy la fuerza de todos los hombres previsores, del señorío útil y de la masa cultivada, de generales y abogados, de tabaqueros y guajiros, de médicos y comerciantes, de amos y de libertos. Triunfará con esa alma o perecerá sin ella".

Con quiénes y contra quiénes hacer la revolución: la pelea eterna del vientre contra el ala
Acertadamente comprendió el Maestro el papel de las masas populares en la revolución y declaró, no solo que sin los elementos populares "es imposible, ni en Cuba ni en parte alguna, la revolución, sino que el pueblo, la masa adolorida, es el verdadero jefe de las revoluciones", mientras que los líderes solo son tales por representar los intereses de las grandes masas. Para él el grupo de vanguardia:
(...) dirige, en verdad, con dirección necesaria y útil en tanto que obedece, en tanto que se inspira en los deseos enérgicos de los que con fe ciega y confianza generosa pusieron en sus manos su destino. Pero en cuanto, por propia debilidad, desoyen la encomienda de su pueblo, y asustados de su obra la detienen; cuando aquellos a quienes tuvo y eligió por buenos, con su pequeñez le empequeñecen y con su vacilación lo arrastran, sacúdese el país altivo el peso de los hombros y continúa impaciente su camino, dejando atrás a los que no tuvieron bastante valor para seguir con él.
Especial fue su relación con la clase obrera. A Tampa y Key West, sede de las agrupaciones principales de obreros cubanos, los tabaqueros, acudió a crear su obra mayor: el PRC, reconociendo que los obreros son: "el arca de nuestra alianza, el tahalí, bordado por mano de mujer, donde se ha guardado la espada de Cuba". En toda la actitud del Héroe hacia el proletariado se aprecia una identificación con esta clase, manifestada en reiteradas frases de admiración hacia los obreros, en los compromisos hechos ante ellos de que sus intereses serían tenidos en cuenta y que no trabajaban para traidores, así como en su afinidad con dirigentes del naciente proletariado cubano, como eran el socialista utópico Diego Vicente Tejera y el marxista Carlos Baliño.
También coincide Martí con el Socialismo del Siglo XXI en el origen socio-clasista de sus enemigos, pues su militancia revolucionaria lo enfrentó a las poderosas fuerzas internas, retardadoras de la historia hispanoamericana: el caudillismo militarista, los intereses oligárquicos y el poder del clero.
Al mismo tiempo, denunciaba y combatía los obsoletos elementos estructurales que entorpecían el desarrollo de Nuestra América: el aislamiento de los indígenas, el menosprecio a los negros, el escaso desenvolvimiento de la industria, la agricultura, la educación y la ciencia. En el plano teórico, sus principales rivales fueron los integristas, anexionistas y reformistas cubanos; los liberales latinoamericanos y los políticos expansionistas norteamericanos, expresión de los más reaccionarios intereses imperiales sobre Nuestra América.
Por todo ello, Martí otorgaba un lugar privilegiado en la historia moderna a los revolucionarios de Nuestra América, exponentes de las contradicciones universales entre lo nuevo y lo viejo, lo cual expresa en esta bella metáfora, de amplia resonancia actual:
Es América la taza enorme, hervidero nuevo de las fuerzas del mundo, que llevan a las espaldas unos cuantos héroes y unos cuantos apóstoles, comidos, como de jauría, de todos los egoístas, cuyo reposo turba la marcha de la santa legión: la pelea eterna del vientre contra el ala.

La unidad latinoamericana y el enfrentamiento al imperialismo norteamericano, el enemigo número uno de nuestros pueblos
De sus indagaciones sobre el pasado y el presente de los EEUU extrajo Martí el sustento para las conclusiones científicas, de carácter antiimperialista, que matizaron su independentismo cubano y latinoamericano. Rango de "ley sociológica general" otorgó a esta generalización suya: "Los pueblos de América son más libres y prósperos a medida que más se apartan de los Estados Unidos".
Para Martí el hemisferio occidental estaba formado por la unidad de dos secciones opuestas: la "América inglesa" y la "América española" y la lucha entre ellos, motivada por las ambiciones de la primera sobre la segunda, era para él inminente; de ahí la agonía constante por el fortalecimiento de Nuestra América ante el peligro imperialista que confesara en su testamento político.
Comprendió que los Estados Unidos se preparaban para poner en práctica en el sur, junto con la militar, un nuevo tipo de intervención: la económica y previno que dicho riesgo sólo podría ser evitado si se andaba a prisa con la independencia de Cuba y Puerto Rico y se colocaba a ambas naciones sobre bases firmes y seguras. Rápidamente comprendió que el proyecto panamericanista de James Blaine ponía en riesgo el futuro de Nuestra América como entidad soberana, pues se intentaba someterlos a un nuevo sistema de colonización. Por ello apuntó sin ambages: "De la tiranía de España supo salvarse la América española: y ahora, después de ver con criteriosa mirada, las causas y factores de la invitación, urge decir, porque es verdad, que llegó para América española la hora de declarar su segunda independencia".

José Martí en el Socialismo del Siglo XXI
La concepción martiana de la revolución nuestroamericana se presenta hoy ante esta nueva generación de rebeldes latinoamericanos, empeñados en construir el Socialismo en el siglo XXI, como una agenda inconclusa que la Historia coloca ante ellos y que deben agotar, si pretenden transitar hacia un verdadero Socialismo Latinoamericano. Las ideas martianas sobre las repúblicas morales, con todos y para el bien de todos, al servicio de las causas justas de nuestros pueblos y de la Humanidad toda, en lucha permanente y agónica contra el Imperio y sus aliados nativos, reencarnan hoy en los países del ALBA y alumbran, desde el pasado, el camino hacia un futuro mejor, ayudando a superar los obstáculos, desviaciones y peligros que acechan a los nuevos proyectos socialistas, aún en ciernes, destinados a realizar, en las nuevas condiciones históricas, los sueños de las grandes mayorías explotadas y las utopías de los pensadores revolucionarios que nos antecedieron.


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