La concepción kantiana de la amistad: la autonomía de la voluntad como fundamento del vínculo recíproco entre los hombres

August 10, 2017 | Autor: Romina Andrea | Categoría: Immanuel Kant, Amistad
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Descripción

La concepción kantiana de la amistad: la autonomía de la voluntad como fundamento del vínculo recíproco entre los hombres Romina V. Andrea

Resumen: En este trabajo nos disponemos examinar uno de los temas que posiblemente sea el menos estudiado de la obra kantiana: la amistad. Esta falta de interés de los investigadores es probable que sea consecuencia del breve desarrollo que brinda el propio Kant al tema (unas pocas páginas en la Lecciones de ética). Nosotros proponemos leer la concepción kantiana de la amistad vinculada con los principios morales que se enuncian en la filosofía crítica: frente a tres definiciones de amistad que expone Kant, sólo admite una como aquella a la que todos deberíamos aspirar; con lo cual, intentaremos mostrar que si Kant defiende un solo tipo de amistad se debe a que es el único que se establece a través de la autonomía de la voluntad, mientras que los otros dos tipos de amistad están condicionados sensiblemente.

Palabras claves: amistad; autonomía; Kant; principios morales.

Abstract: In this work we are examining one of the topics that may be the least studied Kant's work: friendship. This lack of interest of researchers is likely to be a consequence of the development brief provides the Kant of the topic (a few pages in the Lectures on Ethics). We propose to read Kant's conception of friendship associated with the moral principles set forth in the critical philosophy: In the face of three definitions of friendship that exposes Kant, only supports one as the one to which all should aspire, thus, attempt to show Kant argues that if one kind of friendship is that it is the only one that is established through the autonomous will, while the other two types of friendship are influenced for sensible impulses.

Key words: autonomy; friendship; Kant; moral principles.

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I. Introducción

Comenzaremos presentando la concepción kantiana de la amistad del modo en que aparece en las Lecciones de ética, luego pasaremos a la problematización del tema analizando aquellos puntos que consideramos importantes debido a que los podríamos vincular con la teoría crítica kantiana. A partir de esto, tendremos la necesidad de analizar algunos ejes centrales de la filosofía práctica de Kant: presentados en la Fundamentación para una metafísica de las costumbres y en la Crítica de la razón práctica. A través de los conceptos principales de la filosofía práctica kantiana iremos vinculando la problemática con la concepción de la amistad. Sobre el final de este trabajo nos detendremos en un último punto sobre la amistad: la idea de filantropía, ligada también con lo que sería necesidad kantiana de pensar en clave cosmopolita. Con la intención de explicar esta vinculación nos remitiremos a los textos Sobre la paz perpetua e Ideas de una historia universal desde el punto de vista cosmopolita. La cuestión de la amistad no recibe por parte de Kant un desarrollo demasiado exhaustivo, tan sólo le dedica unas cuantas páginas en toda su obra. Teniendo en cuenta esto, podríamos afirmar que estamos ante un problema lateral y completamente menor, con lo cual se nos podría preguntar: ¿por qué ocuparse de aquello que, al parecer, el mismo Kant no consideró importante? Sin embargo, no responderemos a esta pregunta y dejaremos a criterio del lector evaluar la pertinencia del tema. Veremos que Kant diferencia tres tipos de amistad, de ellos establece uno como el predilecto o aquel al cual deberíamos aspirar establecer; en contraposición a los otros dos tipos de amistad los cuales, por algún defecto, los termina rechazando. Nuestro problema consiste en intentar dilucidar por qué se elige un solo tipo de amistad. Por este camino sostendremos que si Kant elige un solo tipo de amistad, se debe a que es el único que se funda en los principios prácticos de la razón; mientras que los restantes conllevan a relaciones determinadas por inclinaciones sensibles. Kant también analiza la idea de la filantropía como último punto su lección sobre la amistad. Desde nuestro análisis, la filantropía no representaría un tipo más de amistad, sino que sería la formulación hiperbólica de aquella amistad que, anteriormente, se había establecido como predilecta. En el caso en el que pudiéramos sostener nuestro punto de vista, entonces podríamos concluir que su idea de amistad está intrínsecamente relacionada con su filosofía práctica, ya que se encuentra determinada por la ley moral.

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II. Sobre la amistad1 Existen dos principios que motivan a los hombres para el accionar diario: mientras que uno proviene del egoísmo y se lo conoce como amor de sí o a uno mismo, el otro es consecuencia de la moralidad y se basa en el amor a los demás o a la humanidad2. Podríamos pensar que en el segundo caso existe una pérdida de beneficio propio a favor del beneficio ajeno. Pero esto no sería así, pues, si todos nos moviéramos de acuerdo con el principio de dar a los demás, entonces deberíamos esperar que aquello que otorgamos en beneficio ajeno nos retorne por una cuestión de reciprocidad que el prójimo tendría con nosotros. Esto es posible leerlo cuando Kant concluye con estas palabras: “Parece como si el hombre perdiera algo cuando vela por la felicidad ajena; sin embargo, si los demás se preocupan recíprocamente por él, entonces no pierde nada.”3 Como decíamos, a primera vista estaríamos inclinados a pensar que el principio del amor de sí, debería proveernos mayor beneficio y placer, pero esto no es así. Según lo dicho en las Lecciones por el propio Kant, elegir la felicidad propia en vez de la ajena no tiene mérito en sí mismo, pues naturalmente estamos inclinados a perseguirla. Aun así, el hecho de que se elija la felicidad propia no conlleva a una infracción en el ámbito de la moral, pero ante la disyuntiva de elegir entre la amistad y el egoísmo ¿qué elegiríamos? Si nos rigiésemos por los principios morales –sostiene Kant –, entonces elegiríamos la amistad4; en cambio si siguiéramos principios prácticos materiales, buscaríamos ser felices y, por tanto, perseguiríamos el egoísmo. Cualquiera de las dos opciones nos lleva a una insatisfacción de algún tipo: porque si eligiéramos la amistad nos estaríamos alejando de nuestra propia felicidad procurando la ajena; mientras que si eligiéramos el egoísmo nuestra elección no contendría mérito alguno, pues, el egoísmo aspira a la felicidad propia, y a la felicidad la perseguimos naturalmente. “El máximo valor de reciprocidad amorosa es la amistad, la cual constituye una idea en cuanto sirve de medida para determinar la reciprocidad amorosa.”5 Según el pensamiento kantiano, la amistad es una idea que se manifiesta únicamente en el entendimiento y no es posible deducirla de la experiencia. Sin embargo, aunque Kant comience la lección hablando de “la amistad”, continuará el desarrollo estableciendo tres tipos de amistades. En primer lugar, la amistad menesterosa o de las necesidades es aquella que responde a la satisfacción de las carencias vitales. Este tipo de amistad de estableció originariamente entre los hombres, en un estadio inicial en las sociedades primitivas. 1

Sobre la amistad es el título que lleva una de las lecciones de ética de Kant. Cf. KANT, Immanuel (1988), Lecciones de ética, “Sobre la amistad”, trad. Roberto Aramayo, Barcelona, Crítica, pp. 244 - 253. 2 Kant utiliza las expresiones “amor a uno mismo” y “amor universal a la humanidad”. Cf. KANT, Immanuel, Lecciones ..., ob. cit., p. 244. 3 Cf. KANT, Immanuel, Lecciones ..., ob. cit., p. 245. 4 Ídem. 5 Ibíd., p. 246.

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Kant sostiene que: “Cuando los salvajes van de caza en son de amistad, cada uno se declara solidario de la necesidades de los demás e intenta ayudar a satisfacerlas.”6 De este modo, cada uno procura ayudar al otro a saciar las necesidades. El problema comienza a aparecer en la medida que se acrecientan las necesidades propias de cada individuo: cuando alguien está ocupado en satisfacer las propias necesidades va distanciando su vínculo con el otro. Cuando esto sucede, cada uno deja de ocuparse de la de los demás y este tipo de amistad se vuelve cada vez más extraña. Paralelamente, ningún hombre quiere ser una carga para el amigo e importunarlo con sus problemas: quien vea que su amigo está lo suficientemente ocupado con las necesidades propias simplemente toma distancia, favoreciendo la ruptura de este de la amistad menesterosa; pues, si esta amistad no está basada en la confianza del otro y en la ayuda mutua, pierde el sentido. Como nos indica Kant: “La amistad que llega tan lejos como para ayudar al otro sin reparar en sacrificios se da muy raramente, y por ello es extraordinariamente selecta y exquisita. La causa de esto estriba precisamente en no poder mostrarme exigente con el amigo.”7 Podemos observar que este tipo de amistad se basa en una idea de igualdad entre partes: sin igualdad y sin reciprocidad, la amistad menesterosa no puede existir. Sin embargo, el verdadero quid de la relación menesterosa es la inclinación sensible por conseguir algo que se necesita y que no se podrá conseguir a menos que se cuente con la ayuda de alguien más. Un segundo tipo de amistad es la estética o del gusto la cual es –para Kant – una pseudoamistad, fundada en la “complacencia del trato y la mutua compañía, mas no en la felicidad de ambas partes”8. Este tipo de amistad se fundamenta en la diferencia de las partes y no en la igualdad (como sucedía en la amistad menesterosa), porque lo que se busca es el complemento del yo; en otras palabras, cada individuo busca aquello que no tiene, no por necesidad, sino por gusto. Algo que nos resulta extraño de la reflexión kantiana sobre este tipo de amistad es que no puede darse entre dos personas que compartan una profesión. Con respecto a esta imposibilidad Kant pone como ejemplo el caso de un hombre de letras9, el cual no podría mantener una amistad estética con un colega, por aquel antiguo argumento de que cada uno busca aquello que no tiene. Desde Platón éste parece un argumento válido. Sin embargo, lo extraño es que Kant piense que dos hombres de letras pueden poseer exactamente los mismos conocimientos, y en consecuencia no poder generar una amistad estética. Nos resulta difícil creer que dos personas puedan desarrollar el mismo pensamiento sobre algo, aún más difícil nos resulta creer que dos éstas personas puedan llegar a tener el mismo conocimiento. Nosotros estaríamos dispuestos a sostener que: o bien esto que afirma Kant se trata 6

Ibíd., p. 247. Ibíd., p. 249. 8 Ídem. 9 Ídem. 7

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de una creencia propia de la época, es decir, es probable que entre los contemporáneos de Kant se pensara que las personas que ejercen una misma disciplina deben poseer el mismo contenido de conocimiento; o bien existe una necesidad teórica kantiana que requiere sostener que –siguiendo el ejemplo de Kant– dos hombres de letras tienen el mismo conocimiento y, por tanto, no pueden establecer la amistad estética. Sin embargo, probar cualquiera de estas dos posibilidades requeriría más esfuerzo y tiempo, que el que Kant le dedicó a este segundo tipo de amistad. Existe un último tipo de amistad: la amistad afectiva, basada en la intención o en los sentimientos. Ésta, a diferencia de las dos amistades anteriores, “no estriba en exigir algo del otro para que me preste servicio, sino que se agota en los puros y sinceros sentimientos”10. En lo concerniente a este tipo de amistad, lo importante son las intenciones y los sentimientos, dejando a un lado los resultados que se pudieran adquirir de ella11. El argumento kantiano establece que todos sentimos cierto reparo al momento de emitir un juicio frente a otras personas, porque en cierta medida se ejerce una coacción de los otros hacia nosotros, empero hay personas con las cuales podemos compartir nuestros juicios sin sentir esa coacción. Según expresa Kant “para que uno pueda desembarazarse de esa coacción, requiere un amigo al que poder abrir el corazón, manifestándole sin reparos sus sentimientos y placeres, un amigo a quien no pueda ni deba ocultar nada y con el cual pueda comunicarse plenamente.”12 Éstos son, justamente, los verdaderos amigos, con los cuales se establecen una relación auténtica13. Se instaura así una “amistad de los sentimientos y la sociabilidad”14. Esta vinculación de los sentimientos y la sociabilidad la entendemos mejor si pensamos que la amistad afectiva es la amistad per excellence para nuestro autor y, por tanto, es el modo per excellence que los hombres tienen de relacionarse, es decir, de sociabilizarse. Hemos comenzado el desarrollo de este trabajo con la distinción entre el amor de sí y el amor a los demás, señalando que el amor propio persigue la felicidad de uno mismo, pero esto es algo que naturalmente hacen los hombres, por tanto no posee valor moral. A diferencia del amor propio, el amor a los demás busca la felicidad ajena. Según decíamos anteriormente, Kant ubica el amor hacia los demás, como perteneciente a la relación que se forma en una amistad. Ahora bien, si la amistad afectiva es la amistad per excellence para Kant, entonces podríamos decir que es la auténtica amistad. Y si podemos referirnos a ella como amistad sin más (porque es la única amistad legítima), entonces es probable que esta amistad sea aquella que permite el grado máximo de sociabilidad,

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KANT, Immanuel, Lecciones ..., ob. cit., p. 249. Ibíd., p. 250. 12 Ídem. 13 Ídem. 14 Ídem. 11

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porque es el tipo de amistad que surge como consecuencia del amor a los otros y, como veremos, es la única que se deduce del entendimiento y no de la sensibilidad. La amistad afectiva surge como resultado de un vínculo recíproco, en el que ambas partes se relacionan sobre una base de confianza. Es por esto que la amistad es un tipo de relación privilegiado, que se eleva sobre todos los otros modos de relacionarse posibles, pues, en un mundo donde la desconfianza hacia el otro es permanente, encontrar alguien en quien confiar es por demás de valioso15. Sobre todo si el confiar en el otro, o el compartir problemas o asuntos personales, posee un valor constitutivo de la concepción de amistad. Es decir, toda la cuestión de la confianza para poder compartir asuntos sumamente privados con otro sería una nimiedad para un antiguo griego16, o alguna otra cultura donde la concepción de la amistad sea diferente. Es preciso señalar esto para no caer en el error de creer que existe algo de la concepción de amistad por fuera del pensamiento de quien la concibe. Kant define la amistad, la examina, la diferencia. Él dice no todo es amistad, y junto con esto precisa tres tipos, de las cuales una es históricamente primitiva, la otra es una pseudoamistad, y la última es aquella a la cual todos deberíamos aspirar. Esta amistad a la cual deberíamos aspirar sería, en última instancia, la única amistad legítima: porque suponer que la amistad menesterosa es posible resulta anacrónico, debido a que únicamente se establece en las sociedades primitivas; y, por otra parte, la amistad estética es una pseudoamistad, es decir, parece ser una amistad pero en realidad no lo es. La primer pregunta que nos surge es ¿por qué Kant legitima la amistad afectiva y no las otras dos? Con esto además de preguntarnos por qué Kant le otorga cierta preferencia a dicha amistad, nos preguntamos también por qué es la única que considera verdadera. Es decir, es mucho más justificable o entendible para el sentido común una amistad que esté basada en las necesidades, y en la satisfacción de esas necesidades, que una amistad afectiva. O inclusive es más comprensible el segundo tipo de amistad que viene rellenar el espacio vacío que se genera por un gusto y una carencia. Como decíamos, la pregunta viene casi del sentido común, pero su respuesta es de orden teórico. Y, en segundo lugar, nos surge otra inquietud relacionada con la pregunta de ¿por qué los hombres deben aspirar a la amistad afectiva? En otras palabras, ¿qué es lo que hace necesaria la búsqueda de esta amistad? Esta pregunta es de un orden práctico. Con respecto al primer interrogante podríamos decir que los dos primeros tipos de amistad se rechazan por ser patológicos en sentido kantiano. En el caso de la amistad menesterosa los hombres están condicionados en tanto requieren ayuda del otro para cubrir sus necesidades, por tanto el 15

Cf. KANT, Immanuel, Lecciones ..., ob. cit., p. 251. Cf. PLATÓN, Lisis. Si se observa los diferentes tipos de amistad que se mencionan en ésta obra, se verá que en ningún caso la amistad es concebida como una relación en la cual se comparten sentimientos o pensamientos que estén en el orden de lo estrictamente privado. 16

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establecimiento de la amistad no se produce por una elección libre del sujeto, sino que se persigue satisfacer inclinaciones sensibles. En el caso de la amistad estética el condicionamiento viene por el gusto y por la complacencia que conlleva, es decir, por el placer que genera. Pero debemos notar que no persigue la felicidad de ambas partes17. Como vemos, la amistad estética también se basa en una inclinación sensible. En relación con el segundo de los interrogantes deberíamos detenernos en algunos aspectos teóricos, con el propósito de intentar dilucidar si es posible que la aspiración a la amistad afectiva sea una ley que la razón deba determinarse a sí misma. Además, debemos detenernos en estos aspectos teóricos para explicar por qué la amistad menesterosa y la estética deben ser rechazadas por estar condicionadas sensiblemente.

III. Sobre la moral kantiana En la Fundamentación18, Kant comienza el primer capítulo designando la buena voluntad como lo bueno sin restricciones. La buena voluntad es lo único que puede ser pensado como lo bueno dentro de este mundo. Mas las capacidades del espíritu, tales como la inteligencia o el discernimiento, también son deseables y buenas, pero potencialmente pueden convertirse en cosas malas, por ejemplo: éstas capacidades del espíritu pueden ser utilizadas para causar daños19. Por otra parte, aquello que proporciona la fortuna (poder, riquezas, salud) también son cosas buenas, que implican consigo un bienestar que podríamos rotularlo bajo el título de felicidad. A pesar de esto, a cualquiera de nosotros nos resulta bastante sencillo imaginar alguna situación donde, a causa de aquello proporcionado por la fortuna, se han causado grandes males20. La buena voluntad es ese acto volitivo por el cual se desea alcanzar lo bueno; y que pese a las contrariedades del destino que impidiese alcanzarlo, se sigue deseándolo. La buena voluntad es buena en sí misma porque no persigue un fin exterior a ella, no es un medio por el cual se intenta conseguir algo21. Ahora bien, cabe preguntarnos cómo hemos de alcanzar la buena voluntad, pues ésta no viene otorgada naturalmente: es posible alcanzarla únicamente en el marco del uso práctico de la razón. Kant introduce la noción de deber para fundamentar que la buena voluntad es posible alcanzarla por medio de la razón práctica. Y, a la noción de deber, contrapone la noción de inclinación. El concepto de deber lo examina señalando que la buena voluntad está implicada en él.

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Cf. KANT, Immanuel, Lecciones ..., ob. cit., p. 249. Cf. KANT, Immanuel (2005), Fundamentación para una metafísica de las costumbres, trad. Roberto Aramayo, Madrid, Alianza. Haremos referencia de esta obra, con la numeración de la Edición Académinca. 19 Ak. IV, 393. 20 Ídem. 21 Ak. IV, 395. 18

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Las acciones pueden ser contrarias o conformes al deber. Kant no se ocupa de las acciones contrarias al deber, ya que son evidentes por sí misma. Si las acciones son conformes al deber, entonces pueden ser por deber o por algún propósito egoísta22. La cuestión se hace difícil de diferenciar en los casos en que la acción de un sujeto es conforme al deber y, además, éste posee alguna inclinación que lo motiva a actuar. Por esta vía, Kant llega al primer esbozo del imperativo categórico, enunciando:

Como he despojado a la voluntad de todos los acicates que pudieran surgirle a partir del cumplimiento de cualquier ley, no queda nada salvo la legitimidad universal de las acciones en general, que debe servir como único principio para la voluntad, es decir, yo nunca debo proceder de otro modo salvo que pueda querer también ver convertida en ley universal a mi máxima.23

Hemos de notar la distinción entre máxima –principio subjetivo – y ley, la cual es objetiva y es llamada ley moral. Esta distinción es posible observarla también en la segunda crítica, cuando Kant establece la demostración de los principios de la razón pura práctica, e indica que estos principios: o son subjetivos, es decir, máximas; o son objetivos para cualquier ser racional y se los denomina leyes prácticas24. Según el pasaje citado, la voluntad queda despojada de todas las opresiones de las inclinaciones, con lo cual sólo se debe hacer algo si la máxima de tal acción puede ser elevada a ley universal. Todas las cosas de la naturaleza obran de acuerdo a leyes, pero únicamente los seres racionales son los capaces de obrar según la representación que se hace de las leyes o según principios que posee para obrar de acuerdo con su voluntad. En términos kantianos, la voluntad no es más que razón práctica, dado que para derivar acciones a partir de leyes se requiere una razón. La voluntad sería la capacidad para elegir aquello que la razón dicta, pero es posible que se encuentre sometida a condiciones subjetivas25. El argumento que da en la segunda crítica dice que si se acepta que la razón pura pueda ser suficiente como para determinar la voluntad, entonces es posible que haya leyes prácticas; de no ser así, los principios prácticos serán meras máximas26. “La representación de un principio objetivo, en tanto resulta apremiante para una voluntad, se llama mandato (de la razón) y la fórmula del mismo se denomina imperativo.”27 Kant diferencia dos tipos de imperativos: en primer lugar, los imperativos hipotéticos; en segundo lugar, los categóricos. Mientras que los primeros “representan la necesidad práctica de una acción posible como medio para conseguir alguna otra cosa que se quiere (o es posible que se quiera)”28, los imperativos 22

Cf. Ak. IV, 397. Ak. IV, 402. 24 Cf. KANT, Immanuel (2005), Crítica a la razón práctica, trad. Roberto Aramayo, Madrid, Alianza, Ak. V, 19. 25 Cf. Ak. IV, 412. 26 Cf. Ak. V, 19. 27 Ak. IV, 412. 28 Ak. IV, 414. 23

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categóricos: “representaría[n] una acción como objetivamente necesaria por sí misma, sin referencia a ningún otro fin.”29 Es decir, los imperativos hipotéticos son aquellos que se persiguen para algo; por el contrario, los categóricos se obedecen por sí mismos: ellos representan un deber, y por esto es que hay que obedecerlos. Kant indica que los imperativos hipotéticos pueden ser posibles o reales, en el primer caso son un principio problemático-práctico, mientras que el segundo son asertórico-práctico. El imperativo categórico, al ser objetivo y no dirigirse a ningún fin, es un principio apodíctico-práctico.30 Los imperativos hipotéticos posibles, que según hemos dicho son problemático-prácticos, también son denominados imperativos de la habilidad, “aquí la cuestión no es si el fin es razonable y bueno, sino solamente lo que uno ha de hacer para conseguirlo”31. Este tipo de imperativo persigue un fin deseable por la voluntad de un ser racional, sin importar cuál sea este fin, sino lo que importa son los medios que se utilizan para alcanzarlo. Por otra parte, los imperativos hipotéticos reales son aquellos por los cuales los hombres (en tanto seres racionales) persiguen un fin32. Este imperativo da cuenta de la elección de los medios que se utilizan para alcanzar la felicidad, por tanto, también puede ser llamado imperativo de la prudencia. Kant advierte que ésta última noción debe ser tomada en su doble acepción: como prudencia mundana o prudencia privada.33 Por último, el imperativo categórico no tiene en cuenta ni el fin, ni los medios, sino la forma de la prescripción de la acción. La ley moral, es decir, el imperativo categórico, no contiene en sí más que la forma otorgada por la necesidad de la máxima; y, si recordamos lo dicho anteriormente, la máxima es un principio subjetivo, en contraposición a la ley moral en tanto es un principio objetivo. Esta posibilidad de universalizar el principio subjetivo de la máxima, queda evidenciada con la primera de las formulaciones del imperativo categórico que encontramos en la Fundamentación: “obra sólo según aquella máxima por la cual puedas querer que al mismo tiempo se convierta en ley universal”34 Según observa Kant, a partir de este primer imperativo pueden ser deducidos todas las diversas formas del mismo35. Así vemos la segunda formulación alude a la misma pretensión de universalidad: “obra como si la máxima de tu acción pudiera convertirse por tu voluntad en una ley 29

Ídem. Cf. Ak. IV, 415. Y Cf. también Ak. V, 20. 31 Ak. IV, 415. 32 Cf. Ak. IV, 415. 33 Cf. Ak. IV, 416. Téngase en cuenta que el término prudencia, puede encontrarse (en otras traducciones) como sagacidad. Los tres tipos de imperativos también aparece en la Lecciones de ética, donde Kant sigue la misma distinción que hace en la Fundamentación. La traducción de las Lecciones habla de sagacidad en vez de prudencia. Cf. KANT, Immanuel, Lecciones ..., ob. cit., pp. 40 y ss. 34 Ak. IV, 421. 35 Cf. Ak. IV, 421. 30

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universal de la naturaleza”36. El objetivo kantiano es encontrar una necesidad práctica –desligada de toda inclinación – que sea condición necesaria y suficiente para la acción de todo ser racional; y, por esto, debe constituir una ley universal para toda voluntad humana, en tanto que la voluntad es entendida como la capacidad para autodeterminarse a obrar de tal o cual manera conforme a la representación de ciertas leyes37. Por el contrario, si se intentara deducir una generalización a partir de intereses, sentimientos o propensiones, lo que se obtendría no sería una ley, sino meramente una máxima. El rasgo más importante de una ley es el de ser objetiva, y formular una ley moral significa formular un principio rector que establece un deber universalmente válido para toda voluntad humana, y no sólo para alguna inclinación particular como podría ser el caso de una máxima. En la estructura lógica de las primeras dos formulaciones del imperativo, observamos de qué modo se utiliza como fundamento el lugar vacío de una máxima, que podría ser el resultado de la voluntad de cualquier ser racional, siempre que este ser racional desee elevar su máxima a ley universal. Establecimos anteriormente que el imperativo representa la forma de la prescripción de la acción, mas no dictamina ningún contenido empírico. El argumento de Kant será el siguiente: “si la razón por sí sola determina la conducta […], ha de hacerlo necesariamente a priori”38, por tanto la ley moral ha de ser formulada con independencia de la experiencia, es decir, ha de ser formulada como condición de posibilidad para la acción. La tercera formulación del imperativo introduce algunos elementos nuevos, a saber, la humanidad y el carácter de persona de los seres racionales: “obra de tal modo que uses a la humanidad, tanto en tu persona como en la persona de cualquier otro, siempre al mismo tiempo como fin y nunca simplemente como medio”39. Este imperativo designa como principio objetivo de la voluntad a la humanidad, sosteniendo que “la naturaleza racional constituye un fin en sí mismo”40, por tanto, representa el amparo de la dignidad del hombre, quien como “ser racional existe como un fin en sí mismo”41. El principio objetivo es la dignidad propia de todo ser racional como un fin en sí mismo. Kant debe introducir axiomáticamente un principio moral que asegure la independencia de la voluntad con respecto a cualquier inclinación. A este axioma práctico lo llama principio de autonomía de la voluntad, en contraposición a la heteronomía de la voluntad42. En ésta última la voluntad está condicionada por inclinaciones sensibles. Pensar que cada hombre tiene un principio 36

Ídem. Cf. Ak. IV, 427. 38 Ak. IV, 427. 39 Ak. IV, 429. 40 Ídem. 41 Ídem. 42 Cf. Ak. IV, 433. 37

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de autonomía de su voluntad (la cual se tiene como fin a sí misma) deriva en el planteamiento kantiano un reino de los fines: éste es la conjunción de los seres racionales a partir de leyes que le son comunes43, y dentro de él la dignidad del hombre está por encima de cualquier precio44. En la idea de que la voluntad constituye para sí una forma de autogobierno queda fundada la filosofía moral kantiana. “El principio de la autonomía es por lo tanto éste: no elegir sino de tal modo que las máximas de su elección estén simultáneamente comprendidas en el mismo querer como ley universal.”45 Contrariamente, la heteronomía de la voluntad es la responsable de todos los falsos principios de la moralidad. Cuando la voluntad es heterónoma está ligada y condicionada a las inclinaciones sensibles, pudiendo surgir de ella únicamente imperativos hipotéticos46. En el tercer capítulo de la Fundamentación, que lleva por subtítulo “El concepto de la libertad es la clave para explicar la autonomía de la voluntad”47, contribuye a elucidar en parte nuestro problema. Allí Kant afirma que:

La voluntad es un tipo de causalidad de los seres vivos en tanto son racionales, y libertad sería la propiedad de esta causalidad para poder ser eficiente independientemente de causas ajenas que la determinen; tal como la necesidad natural es la propiedad de la causalidad de todo ser irracional para ver determinada su actividad por influjo de causas ajenas.48

Kant define la voluntad como un tipo de causalidad. Aquí la libertad es la condición que subyace en la voluntad, es decir, sin libertad no sería posible pensar una voluntad autónoma. En otras palabras, la noción de libertad está intrínsecamente ligada con la de autonomía; no sería posible disociar la voluntad de las inclinaciones surgidas del mundo sensible sin la idea de libertad. Ésta última hace posible suponer que la voluntad sea autónoma. Kant enuncia que: “Todos los principios prácticos que presuponen un objeto (materia) de la capacidad desiderativa como fundamento para determinar la voluntad son en suma empíricos e incapaces de proporcionar ley práctica alguna.”49 Se entiende por materia de la capacidad desiderativa a un objeto deseable. Si el deseo antecede a la regla práctica y se lo supone como principio, entonces este principio será empírico. En este caso es la materia la que determina el albedrío o, mejor dicho, lo representa. Aquello que yace por detrás del objeto es el placer que éste genera. Con lo cual, de todo principio que tenga como fundamento el placer sólo podrá surgir una máxima, pero nunca una ley.50 Por otra parte, todo principio material, que como tal persiga el 43

Cf. Ak. IV, 433. Cf. Ak. IV, 434. 45 Ak. IV, 440. 46 Cf. Ak. IV, 441. 47 Cf. Ak. IV, 446. 48 Ídem. 49 Ak. V, 21. 50 Cf. Ak. V, 21. 44

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placer, tendrá como fin la felicidad propia o el amor hacia uno mismo.51 El amor de sí lo enunciábamos con respecto a la concepción de la amistad kantiana, y afirmábamos que es uno de los dos los principios que motivan a los hombres a actuar; el otro es el amor hacia los demás. Si recordamos los dos primeros tipos de amistad: la menesterosa y la estética, observaremos que la primera tiene un fundamento material basado en las necesidades sensibles, mientras que la segunda tiene también un principio material como fundamento desiderativo que está relacionado estrechamente con el placer que produce la compañía del otro. Contrariamente a estos dos tipos de amistad, la amistad afectiva no se fundamenta por un objeto de la capacidad desiderativa, sino por puros y sinceros sentimientos52. ¿Podemos decir, entonces, que la amistad afectiva tiene como fundamento el amor hacia el otro? Al no poder contestar esta pregunta de forma directa, intentemos hacerla de forma indirecta: ¿es la amistad afectiva algo provechoso o agradable? Pues, según lo indica Kant:

El provecho o el prejuicio siempre significan tan sólo una relación con nuestro estado de agrado o desagrado, de deleite y dolor, y cuando deseamos o aborrecemos por ello un objeto, tal cosa tiene lugar únicamente por cuanto dicho objeto queda relacionado con nuestra sensibilidad, así como con el sentimiento de placer y displacer.53 Podríamos afirmar que la amistad menesterosa es provechosa; y que la amistad estética es agradable.

Sin embargo, la amistad afectiva no parece recaer bajo ninguno de estos resultados o beneficios de las relaciones. Además, deberíamos tener en cuenta que aquello que resulta agradable o provechoso, está intrínsecamente relacionado con la sensibilidad, como describíamos en el pasaje citado. Por el contrario, la amistad afectiva no está vinculada con la sensibilidad, sino con los principios del entendimiento y de la moralidad54, mas si tenemos en cuenta que Kant es quien contrapone los principios de la felicidad a los principios de la moralidad, y si recordamos que los principios de la moralidad sólo pueden derivar en el amor a los demás (como ya lo hemos establecido), entonces debemos aceptar que la amistad afectiva es producto de los principios prácticos de la razón.

IV. La idea de una amistad universal en sentido cosmopolita

Quisiéramos considerar ahora la posibilidad de concebir la amistad como filantropía: no como un cuarto tipo de amistad, sino como la exaltación de la amistad afectiva. Según entiende Kant, “La amistad universal consiste en ser un filántropo y profesar una benevolencia universal hacia todo el 51

Cf. Ak. V, 22. Cf. KANT, Immanuel, Lecciones ..., ob. cit., p. 249. 53 Ak. V, 60. 54 Cf. KANT, Immanuel, Lecciones ..., ob. cit., p. 252. 52

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mundo.”55 La filantropía no denota ser amigo de todos los hombres del mundo (ni aspira a ello), sino que el filántropo es un amigo en sentido cosmopolita, es decir, tiene la predisposición de ser amigo de cualquier persona. En otras palabras, un amigo cosmopolita es aquel quien potencialmente es amigo de cualquier persona, pero no lo es efectivamente pues sería humanamente imposible. Según Kant “Esa bondad de corazón coaligada con el entendimiento y el gusto configuran los rasgos de un amigo universal.”56 Del mismo modo en que sucedía con los otros tipos de amistad, encontramos a la idea de filantropía reflejada en otras concepciones kantianas, especialmente en la formulación del derecho cosmopolita expresado en el tratado Sobre la paz perpetua57. Aunque debemos señalar que el derecho cosmopolita y la filantropía son –a nuestro entender– diferentes: mientras que el primero se ocupa de las condiciones de hospitalidad de un extranjero en territorios de otros58; la filantropía remite, como hemos señalado, a aquella persona que es potencialmente amigo de todo el mundo. Lo que permanece de esta diferencia es la necesidad de extender universalmente los conceptos para llevarlos hasta el límite de lo pensable. Un estado de derecho mundial cosmopolita no se basa en el amor, sino en la hospitalidad que genera una tolerancia para la insociable sociabilidad que es natural a los hombres. Kant introduce esta concepción de la insociable sociabilidad en el texto de Ideas de una historia universal59, ahí establece que el término insociable sociabilidad denota una dualidad que sería inherente al hombre: por un lado, refiere a la necesidad de socializarse para acentuar su condición de hombre; y, por otro lado, refiere a la necesidad de alejarse (insociabilizarse) para remarcar su cualidad de individuo. Porque el hombre tendría esa doble propiedad de necesitar vivir en sociedad por un lado, y la de tener que alejarse de esa sociedad por el otro60. Pero este alejamiento, sería sólo en relación con la sociedad misma. El hombre se establece a sí mismo en la resultante de la diferencial entre su ser insociable y, su contrario, su ser sociable. La diferencia entre la filantropía y el derecho cosmopolita radica en que mientras que el primero está basado en el amor hacia los demás, el segundo se basa en la hospitalidad. Dado que el hombre es insociable por un lado, pero por el otro necesita vivir en sociedad, toma la hospitalidad como principio para evitar la posible hostilidad hacia el otro. La hospitalidad es un deber para el hombre, así como también lo es el amor hacia los otros. Si recordamos lo dicho al principio de este trabajo, 55

KANT, Immanuel, Lecciones ..., ob. cit., p. 253. KANT, Immanuel, Lecciones ..., ob. cit., p. 253. 57 KANT, Immanuel (1999), Sobre la paz perpetua, trad. Joaquín Abellán, Madrid, Tecnos. 58 Cf. KANT, Immanuel, Sobre la paz perpetua, ob. cit., p. 27. 59 KANT, Immanuel (2004), Filosofía de la historia, “Idea de una historia universal desde el punto de vista cosmopolita”, trad. Carlos Torres, La Plata, Caronte. 60 KANT, Immanuel, “Idea…”, ob. cit., p. 21. 56

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el hombre siente mayor predisposición por el amor propio que por el amor hacia los demás. Naturalmente cada hombre busca su felicidad, y al ser una inclinación natural, no merece atribuírsele ningún premio a quien la persiga. En cambio, aquel que procurar la felicidad de los otros está realizando algo que no le venga otorgado por una inclinación, sino por un deber. Por esto Kant sostendría que la amistad de los sentimientos es una amistad de la moralidad, como también lo es la filantropía al ser la formulación hiperbólica de la amistad de los sentimientos. Kant destaca el hecho de que no abundan los amigos cosmopolitas61: si el mundo estuviese lleno de filántropos posiblemente no haría falta pensar en un derecho cosmopolita, porque la paz perpetua vendría simplemente derivada del accionar diario de aquellos que procuran la felicidad del otro. Pero esto no es así y se hace necesario pensar en un derecho cosmopolita.

V. Consideraciones finales

Aramayo afirma: “En nuestra opinión, las Lecciones de ética de Kant han de ser visitadas como el laboratorio donde se fraguó el formalismo ético. […] esa es la táctica que nos proponemos nosotros: detectar los elementos que acabarán por integrar la Crítica a la razón práctica.”

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Pues,

aunque ésta no es nuestra empresa, hemos detectado la correspondencia a la que se refiere Aramayo. Diferimos, sin embargo, en el modo que entendemos dicha correspondencia, dado que no estamos dispuestos (al menos por ahora) a aceptar que las Lecciones sean el laboratorio de, sino que nos parece mucho más factible que a partir de un mismo pensamiento hayan surgido tanto las Lecciones, como también el resultado de su filosofía crítica práctica. La observación que hacemos es meramente formal: al postular las Lecciones como laboratorio de, parecería que se las establece como condición necesaria y suficiente para que después pueda haber surgido la filosofía práctica posterior. Para nosotros, en cambio, podría ser puramente contingente que Kant estuviera dictando las Lecciones mientras elaboraba su filosofía práctica. No desconocemos, ni negamos, que fue un lapso de una década el que pasó entre las primeras lecciones del curso de ética y la Fundamentación, aún así pensamos que no podríamos establecer a las lecciones como la base de la filosofía posterior, sino que sería más prudente sostener que a las ideas se les va dando forma a medida que transcurre el tiempo. Pese a cualquier crítica que podamos hacer, la correspondencia sin dudas existe. Ahora bien, podemos preguntarnos si Kant ya tenía determinadas las nociones de su filosofía práctica al momento de elaborar las Lecciones, pero esto es algo que nos podemos responder. Estamos 61 62

Cf. KANT, Immanuel, Lecciones ..., ob. cit., p. 253. KANT, Immanuel, Lecciones ..., ob. cit., p. 18.

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inclinamos a suponer que en verdad Kant tenía alguna idea de lo que iba a ser su filosofía posterior, porque en caso contrario no podríamos explicar la correspondencia existente. Sostenemos que de no haberlo pensado, Kant podría haber formulado una definición de amistad que concuerde más con el sentido común, porque –como lo hemos establecido anteriormente– el hecho de afirmar que la amistad estética es una pseudo-amistad va contra el sentido común. Y sólo podemos explicar el por qué de esta definición kantiana recurriendo a la filosofía crítica. Al comienzo este trabajo nos referíamos a la concepción del amor de sí que deriva siempre en un egoísmo, y que –al igual que la felicidad – se persigue naturalmente. Por tanto, aquel quien profese el amor de sí no recibe honores por esto, ya que su acción no posee ningún valor moral. Contrariamente, aludíamos también el amor a los demás, el cual tiene la posibilidad de derivar en la máxima reciprocidad amorosa, es decir, en la amistad. Ésta última no se deduce de la experiencia, sino del entendimiento. Podríamos preguntarnos ¿por qué se deduce del entendimiento? Pues bien, la amistad posee como fundamento el amor a los demás, y para ejercer este tipo de amor es necesario que el individuo se lo imponga a sí mismo como obligación, como una formulación de la ley moral. Siguiendo el desarrollo de las Lecciones hemos analizado los tres tipos de amistad que enuncia Kant, y hemos asumido la posibilidad de que la amistad afectiva sea la única amistad legítima, debido a que la amistad estética era definida como una pseudoamistad, y la amistad menesterosa era ubicada en un plano temporal pasado (con lo cual sería anacrónico pensarla como posible). Sin embargo, nos parecía que la verdadera razón por la que se rechazan la amistad menesterosa y la estética era el hecho de que la motivación de establecer estos tipos de relaciones se basaba en inclinaciones sensibles. Específicamente, establecíamos que la amistad menesterosa era el resultado de intentar satisfacer alguna necesidad sensible que no se podía satisfacer sin la ayuda de un amigo, en tanto que la amistad estética se basaba en el gusto que se genera por el vínculo. Entonces, ahora podríamos afirmar que de estos dos tipos de amistades pueden surgir únicamente meras máximas, pues se basan en principios subjetivos. Por tanto, la voluntad que genera estos tipos de amistad queda heterónomamente determinada. Posteriormente analizábamos la amistad afectiva, a la que Kant llama amistad de los sentimientos, estableciendo que este tipo de amistad se genera a partir del amor a los demás. Y, después de habernos referido a algunos principios fundamentales de la filosofía práctica kantiana, podríamos agregar que el amor a los demás es un principio objetivo que el sujeto se impone a sí mismo. Esto permite concluir que la amistad afectiva es una relación libre que se establece por la autonomía de la voluntad. Afirmábamos también que si la amistad afectiva es la auténtica amistad, entonces nos podríamos referir a ella como amistad sin más. De este modo entenderíamos por qué 15

Kant afirma: “La amistad es una idea, dado que no se deduce de la experiencia –ámbito en el que se muestra muy deficitaria–, sino que tiene su sede en el entendimiento, siendo como es tan necesaria para la moral.”63 Por último, nos deteníamos en la idea de filantropía la cual –desde nuestro punto de vista– representa la formulación hiperbólica de la amistad. Sosteníamos que pensar en la idea de filantropía era concebir la amistad en sentido universal, es decir, como una amistad cosmopolita. El filántropo es potencialmente amigo de cualquier persona, pero este tipo de amigos no abundan en el mundo, y por este motivo se hace necesario pensar en un derecho universal que asegure la paz perpetua. En la filantropía, al igual que en la simple amistad, el sujeto se impone a sí mismo principios objetivos a partir de los cuales va a establecer relación con los hombres. La diferencia entre un simple amigo y un filántropo estribaría en que la ley moral del primero establecería principios objetivos para con el amigo; en cambio, la ley moral del filántropo establecería principios morales para con cualquier posible amigo. En conclusión, si el amor a los demás es el principio moral objetivo de la ley moral de la amistad, entonces en el caso del simple amigo ese amor a los demás tiene como objeto únicamente a su amigo; a diferencia del caso del filántropo en el que el objeto del amor a los demás sería cualquier persona, ya que es amigo potencial de cualquier hombre. En este sentido ha ser interpretada, pues, la observación kantiana: “La amistad universal consiste en ser un filántropo y profesar una benevolencia universal hacia todo el mundo.”64

63 64

KANT, Immanuel, Lecciones ..., ob. cit., p. 246. KANT, Immanuel, Lecciones ..., ob. cit., p. 253.

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VI. Bibliografía Citada

KANT, I., Lecciones de ética, “Sobre la amistad”, trad. Roberto Aramayo, Barcelona, Crítica, 1988. KANT, I., Grundlegung zur Metaphysik der Sitten (1785), Fundamentación para una metafísica de las costumbres, trad. Roberto Aramayo, Madrid, Alianza, 2005. KANT, I., Kritik der praktischen Vernunft (1788), Crítica a la razón práctica, trad. Roberto Aramayo, Madrid, Alianza, 2005. KANT, I., Zum ewigen Frieden, ein philosophischer Entwurf (1795), Sobre la paz perpetua, trad. Joaquín Abellán, Madrid, Tecnos, 1998. KANT, I., Filosofía de la historia, “Idea de una historia universal desde el punto de vista cosmopolita”, trad. Carlos Torres, La Plata, Caronte, 2004. ARAMAYO, R., La cara oculta del formalismo ético, Estudio Preliminar a KANT, I., Lecciones de ética, Barcelona, Crítica, 1988.

Consultada

ARAMAYO, R., El empeño kantiano por explorar los últimos confines de la razón, Estudio Preliminar a KANT, I., Fundamentación para una metafísica de las costumbres, Madrid, Alianza, 2005. PEREZ, D. O., Os significados dos conceitos de hospitalidade em Kant: e a problemática do estrangeiro, Konvergencias Filosofía y Cultura en Diálogo, ISSN 1669-9092, Año IV Nº 15, segundo cuatrimestre 2007. ALLISON, H. E., Morality and Freedom: Kant's Reciprocity Thesis, The Philosophical Review, Vol. 95, No. 3 (Jul., 1986), pp. 393-425

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