La concepción geopolítica de Perón: ¿mesianismo, integración regional, imperialismo o demagogia?

Share Embed


Descripción

Nueva Geopolítica, 1, Noviembre - Diciembre de 2015

La concepción geopolítica de Perón: ¿mesianismo, integración regional, imperialismo o demagogia? Gerardo Tripolone

I. Introducción Como todo lo relacionado con el peronismo y la figura de su líder, el pensamiento internacional y geopolítico de Juan D. Perón es aún hoy objeto de controversias. Uno de los puntos críticos es su propuesta de constitución de un gran espacio sudamericano (luego será latinoamericano) con suficiente fuerza para resistir a los imperialismos en pugna durante la Guerra Fría. Sudamérica debía erigirse como tercera fuerza autónoma e independiente. Los pueblos de la región debían unirse en un gran espacio porque separados no poseían ni unidad económica ni capacidad de defensa para afrontar los desafíos del siglo XX. La época del Estado-nación había dado paso a la del continentalismo y la región debía adaptarse. La literatura sobre esta propuesta es amplísima, pudiéndose notar un rebrote en el interés de sus tesis en consonancia con los proyectos de integración regional de los últimos años. Muchos autores ven en la obra de Perón herramientas de análisis y proyecciones prácticas aplicables en nuestro siglo. Perón sería un autor de vanguardia para la construcción de los Estados Unidos de Sudamérica. En la vereda opuesta, otros consideran sus tesis como imperiales, propias de una adscripción ideológica al nazismo o al fascismo. El fundador del Justicialismo habría tenido ideas expansionistas y pretensiones hegemónicas para la Argentina. En el medio se encuentran quienes afirman que las posiciones de Perón constituían mera retórica o demagogia carente de virtualidad práctica. La intención de estas páginas es recorrer algunas de estas interpretaciones sobre el pensamiento geopolítico del ex presidente argentino. Una revisión es justificada ya que estos encasillamientos difícilmente logran comprender las ideas de Perón, las cuales están basadas en un conocimiento profundo de la realidad de la política que

excede cualquier dogmatismo. Como afirma Raanan Rein, el péndulo en el que se movió Perón, entre un nacionalismo anti-imperialista y “anti-yanqui”, por un lado, y la proclamación desde 1946 de que en caso de guerra Argentina estaría del bando de los Estados Unidos “desde el primer momento”, por el otro, responde a las necesidades impostergables de la Realpolitik en la arena internacional (Rein, 2008, p. 107). Analizadas bajo esta óptica, las ideas geopolíticas del fundador del justicialismo se tornan mucho más interesantes e importantes que la exégesis apologética o la impugnación a priori. II. Complexio oppositorum Un entusiasta del pensamiento internacional de Perón durante sus primeros gobiernos fue Carlos Berraz Montyn. El autor de Principios de derecho internacional justicialista vincula las ideas peronistas con el cristianismo para resaltar que la doctrina internacional de Perón constituye una “invitación al sosiego de la paz y elogio a la vida honrada y caballeresca entre los Estados, sin brutales predominios ni exclusiones odiosas” (Berraz Montyn, 1952, p. 29). La Tercera Posición peronista sería no sólo una doctrina para Argentina, sino que está “destinada a rescatar al hombre y a afirmar la paz en la comunidad jurídica internacional”. Por lo que “nuestro punto de partida y nuestra meta son, nada más, pero nada menos, que la felicidad del hombre y la humanidad” (Berraz Montyn, 1952, p. 111). En Berraz Montyn, el peronismo se muestra como una doctrina universalista, capaz de dar una respuesta global al problema político mundial y al problema antropológico y ético de la felicidad humana. En la actualidad, la recepción de Perón tiene un carácter más modesto y una finalidad más acotada. Miguel Á. Barrios reconoce en Perón “al primer teórico y político de la autonomía periférica en el campo de las relaciones internacionales” y, aunque no sea estudiado en ámbitos académicos, cualquier “pensamiento estratégico” latinoamericano “nos conduce necesariamente a Perón” (Barrios, 2008, p. 18-19). Para Barrios, las tesis peronistas son herramientas útiles para pensar la posición y las posibilidades geopolíticas de la región, algo que también comparte Malvina Rodríguez. La autora argumenta que la Tercera Posición puede ser una estrategia de política internacional y una herramienta de utilidad “para el análisis científico” y

también para “la toma de decisiones políticas” en la actualidad (Rodríguez, 2006, p. 12). Barrios y Rodríguez consideran al pensamiento de Perón como eje para la integración de la región, mientras que Berraz Montyn lo postula como solución universal. Esto no sería fácilmente sostenible si detrás de estas propuestas se escondiesen pretensiones expansionistas o hegemónicas, tal como argumenta Loris Zanatta. Para el autor italiano, la política exterior de Perón en el periodo 1946-1955 estaba sustentada en pretensiones imperiales y hegemónicas. Según el autor, “el peronismo fue un régimen y un fenómeno expansionista” (Zanatta, 2013[a], p. 6). Esto no es sólo una visión actual propia del análisis histórico. Ya durante el “peronismo clásico” muchos vivieron temerosos de que la “punta de lanza del nazi-fascismo” en la región intentara expandirse a costa de sus vecinos. Este era el imaginario común en los Estados Unidos y en buena parte de la prensa continental, tal cual señala Giuseppe Benedini (2007), otro estudioso italiano del peronismo (p. 276). En esta línea, un autor contemporáneo oriundo de Chile, Alejandro Magnet, escribió un célebre libro sobre el imperialismo y las ansias hegemónicas de la Argentina peronista. Magnet publicó su texto en 1953 y, en dos años y un mes, se realizaron diez ediciones. En el capítulo dedicado a la política internacional no ahorra adjetivos peyorativos al expansionismo y búsqueda de dominio continental de la doctrina y la praxis justicialista. Para Magnet, la Tercer Posición constituyó una idea que logró “el apoyo activo de los que simpatizaban con el Eje o que ahora comulgan con el hispanismo franquista, y con la colaboración más o menos directa del comunismo cominformista [sic], interesado en debilitar la posición internacional de los Estados Unidos por todos los medios” (Magnet, 1955, p. 150-151). En definitiva, a la Tercera Posición adhieren quienes son nazis, fascistas, franquistas o comunistas oportunistas. Lo interesante de Zanatta y Magnet es que ambos consideran las pretensiones de Perón como algo serio aunque temible y repudiable. No es mero discurso, sino una búsqueda real de hegemonía de la Argentina en la región. Zanatta afirma que la Tercera Posición estuvo “lejos de ser una manifestación fugaz de oportunismo” y, en verdad, Perón buscaba “erigirse como sólido bastión de la civilización latina, hispánica y católica”

(Zanatta, 2009, p. 121). Por su parte, Magnet buscó advertir en Chile de los embates expansionistas de Perón. Esto último contrasta con quienes analizan lo dicho por Perón como mera demagogia o discurso altisonante sin relevancia práctica. Esa es la idea de Rudolf Knoblauch y en parte de Félix Luna. El primero de ellos considera que el concepto de Tercera Posición es una idea “vaga” con la que Perón buscaba generar y aumentar el prestigio con el que siempre “había soñado” (Knoblauch, 1980, p. 32). De todas formas reconoce que la propuesta es en alguna medida nueva, ya que el país buscaba deliberadamente su propio camino de forma individual (ibid., p. 191). Esto no obsta su valoración negativa de la política internacional de Perón: para el autor alemán, la posición internacional argentina empeoró luego de sus dos gobiernos (ibid., p. 220) El caso de Félix Luna es particular. En Perón y su tiempo, libro de 1984, afirma que, en política internacional, la acción de Perón fue meramente retórica. Las tesis geopolíticas de Perón no se habrían concretado, y no fueron más que el condimento discursivo a una política que, aunque ayudó a fortalecer “la conciencia nacional”, no tuvo mayores éxitos (Luna, 1984, p. 213 y ss.). Diez años antes, Luna había afirmado, al tratar el mismo tema, que “también con retórica se va formando los países”, y aunque señalaba las ambivalencias de la política internacional peronista, afirmaba que “se movió en el plano internacional con toda la relativa independencia que le permitían las condiciones coyunturales del mundo, en el contexto del pico más álgido de la ‘guerra fría’” (Luna, 1972, p. 62-63). En este libro el autor hace hincapié en la presión internacional que los Estados Unidos ejercían sobre la región y que fue la marca político-internacional incluso desde antes de la asunción a la presidencia en 1946. En este contexto, el autor considera que “los países latinoamericanos encontraron en la Argentina […] un líder que dinamizaba sus esfuerzos por plantear un orden más justo en el concierto internacional” (Luna, 1972, p. 61), a la par que remarca un punto en el que Perón no sucumbió en ambigüedades de ningún tipo: la “efectiva […] ayuda que prestó […] a España en 1947, cuando se la intentó aislar del resto del mundo” (ibid., p. 62). III. Un realista de la política internacional

Entre esta maraña de interpretaciones contradictorias sobre Perón, quizás la llave para comprender verdaderamente su pensamiento sea considerarlo como lo que fue: un político práctico y, por tanto, un realista de la política internacional. Esto no niega ni descalifica las bases filosóficas, teológicas e ideológicas de Perón. Sin embargo, el ex presidente sabía muy bien que la política internacional y la geopolítica tienen que ver con el poder. No son disciplinas utópicas que plantean escenarios idílicos construidos racionalmente. Sobre todo la geopolítica, que parte del análisis de lo dado en las condiciones geográficas y no de una abstracción ideal. En este sentido, lo que primero es necesario desechar son las posturas como las de Knoblauch y, al menos en parte, la de Félix Luna. La Tercera Posición no fue meramente retórica sino una posición con consecuencias prácticas muy profundas. Para comprender esto baste observar la enorme animadversión de, y la fuerte presión ejercida por, los Estados Unidos durante los gobiernos de Perón, de lo que dan pruebas cientos de documentos del Departamento de Estado (Rein, 2008, p. 116). Tal como pone de resalto Raanan Rein, la Tercera posición fue una “plataforma ideológica de la política internacional que sirvió a los ‘interese nacionales’ de Argentina”. Esta política, explica Rein, enfatizó en “el principio de no intervención en otros Estados, integración con países vecinos y cooperación estrecha con países de América Latina” (Rein, 2008, p. 106-107). Esta idea desacredita tanto la postura de Berraz Montyn como la de Magnet y Zanatta. La primera, porque por más que Perón haya dicho en algunos pasajes que la doctrina peronista podía ser una solución universal, era muy consciente –como repitió hasta la saciedad– que primero está el país, luego la región y por último el mundo. Perón afirmaba que cada país adopta su propia vía en la lucha contra los imperios (Perón, 1953, p. 260), siendo el peronismo la vía argentina para ello (Perón, 1947, p. 25). Su pensamiento estratégico durante las primeras presidencias, pero también en los ’60 y hasta su muerte, estaba focalizado en la construcción de una unión fuerte para defenderse de las, según Perón, inevitables guerras por los recursos naturales y asegurarse de la falta de ellos que la superpoblación e hiperindustrialización generarían.

Contra Berraz Montyn, tal idea no plantea un escenario idílico en el que llegaremos por fin a ser felices, sino un intento defensivo frente a posibles intervenciones extranjeras. Ahora bien, para lograr esa unión Perón debía pensar políticamente y no de forma romántica. Y es aquí el punto neurálgico para derrotar posturas como las de Magnet o Zanatta. No es cierto que Perón tuviese ansias “imperiales”, cuestión que es negada incluso por la poco peronista enciclopedia del fascismo mundial editada por ABC-Clio, en la cual se afirma que “Argentina no era un país con ambiciones territoriales”. La búsqueda de desarrollar la industria militar y la idea de “la nación en armas” que Perón extrajo de von der Goltz, sólo buscaba “el desarrollo de una nación fuerte y autárquica” (Spektorowski, 2006, t. II, p. 513). Lo que sí es cierto es que Perón consideraba que Argentina, junto con Chile y Brasil, debía ser un “país monitor” en la integración regional. En una conferencia secreta dictada en la Escuela Superior de Guerra en 1953 lo afirmó de manera contundente. Esta conferencia es importante porque, luego de darse a conocer clandestinamente, fue y es el argumento principal para sostener las supuestas ansias de expansionismo que anidaban en la mente de Perón. Lo cierto es que él nunca se desdijo sino más bien lo contrario. La incorporó a La hora de los pueblos y en otras compilaciones centrales de su pensamiento internacional. Allí se lee que Argentina, junto con Brasil y Chile, debía ponerse a la cabeza de la integración regional. Si estos tres países se unían el resto los seguiría de forma inevitable. Pero es vital, piensa Perón, “ponerse adelante para que los demás lo sigan”, agregando que “el problema es llegar cuanto antes a ganar la posición o la colocación y los demás van a seguir aunque no lo quieran” (cursivas agregadas). Perón afirma que “nuestra lucha no es […] por la hegemonía de nadie”. Lo que se busca es “la obtención de lo que conviene al país en primer término; en segundo término, lo que conviene a la gran región que encuadra el país y, en tercer término, al resto del mundo” (Perón, 1968, p. 98). En este párrafo Perón renuncia a la búsqueda de hegemonía, a la par que afirma la pretensión de ser un país monitor que guíe al resto del continente, lo cual no es contradictorio. Los procesos de integración regional siempre cuentan con liderazgos evidentes que guían al resto de los países, aun cuando éstos “no lo quieran”. Por caso,

no podría pensarse la integración europea sin el liderazgo de Francia y Alemania. Esto, aunque olvidado en lecturas demasiado condescendientes, debe tenerse muy en cuenta a la hora de pensar la posibilidad de aplicación actual de las tesis peronistas, tal cual es la idea de Barrios y Rodríguez. De hecho, Perón agrega que una vez que Argentina, Brasil y Chile constituyan el ABC, “es indudable que […] caerán a su órbita los demás países sudamericanos, que no serán favorecidos ni por la formación de un nuevo agrupamiento y probablemente no lo podrán realizar en manera alguna separados o juntos, sino en pequeñas unidades” (Perón 1968: 99, cursivas agregadas). Perón demuestra de forma algo más descarnada el impostergable realismo internacional. Él entiende que si Argentina, Chile y Brasil se unen el resto de los países sudamericanos no tendrán opción. Está admitiendo la limitación en capacidad decisoria de los países más pequeños, a contrapelo de la amplitud en posibilidades de la política internacional de los grandes de la región. Y aunque piense que son los pueblos los que realizarán la integración verdadera (Perón, 1968 [2012], p. 96), esos pueblos tendrán que admitir la guía de los países monitores. Un político experimentado como Perón no podía entender las relaciones internacionales ni la integración regional como procesos utópicos carentes de asperezas, problemas y, sobre todo, luchas por el poder. Sabía muy bien que la política mundial está plagada de recelos de todas las partes, temerosas de perder sus capacidades o influencias en favor de otras potencias. Él creía saber qué era lo bueno para el pueblo argentino y sudamericano, pero también entendía que se producirían oposiciones justificadas o no. Entonces debía llevar adelante su proyecto aunque surjan esas oposiciones. Para lograrlo tenían que reunirse los tres países con más poder e influencia de la región, ya que juntos harían inevitable la integración del resto. En definitiva, el complejo pensamiento internacional de Perón puede ser comprendido si no se lo encasilla en moldes preconcebidos, sean estos apologéticos o impugnadores. La mejor forma de entender por qué varió en sus ideas y por qué tuvo que cambiar durante sus gobiernos algunas de sus posturas es comprendiendo la realidad de lo político, la cual se revela ante el estancamiento dogmático. Nada más contrario a las ideas de Perón que el dogmatismo que impide modificar posiciones en

la praxis política. Esta perspectiva de análisis permite extraer toda la potencialidad de comprensión de lo político y plantear alternativas viables para la región, no basadas en ensoñaciones carentes de basamento histórico, pero que no reniegan de una idea o finalidad política que busca concretarse y que, en Perón, es la unidad de los países sudamericanos. Bibliografía Barrios, Miguel A. (2008). Perón y el peronismo en el sistema-mundo del siglo XXI. Buenos Aires: Biblos Benedini, Giuseppe F. (2007). Il peronismo. Roma: Riuniti. Berraz Montyn, Carlos (1952). Principios de derecho internacional justicialista. Proyecciones internacionales de la Tercera Posición argentina. Santa Fe: Universidad Nacional del Litoral. Knoblauch, Rudolf (1980). Der Peronismus. Ein gescheitertes lateinamerikanisches Modell. Diessenhofen: Verlag Rüegger Luna Félix (1984). Perón y su tiempo. La Argentina era una fiesta, 1946-1949. Buenos Aires: Sudamericana Luna, Félix (1972). Argentina de Perón a Lanusse, 1943-1973. Barcelona: Planeta. Perón, Juan D. (1947). Doctrina Peronista. Filosofía, política, social. Buenos Aires: Ed. Fidelius. Perón, Juan D. (1973). Política y estrategia (No ataco, critico). Buenos Aires: Pleamar. Perón, Juan D. (2012). La hora de los pueblos. Buenos Aires: Ediciones Fabro (la primera edición es de 1968). Rein, Raanan (2008). In the shadow of Perón. Juan Atilio Bramuglia and the Second Line of Argentina’s Populist Movement. Stanford: Stanford University Press. Rodríguez, Malvina E. (2006). La recuperación de la Tercera Posición como alternativa política Argentina y Latinoamericana. Córdoba: Del Copista. Spektorowski, Alberto (2006). "Peronism". En Blamires, Cyprian P., World Fascism. A historical encyclopedia. California: ABC-Clio. Descargar en PDF

Volver a Nueva Geopolítica # 1, Noviembre - Diciembre de 2015

Lihat lebih banyak...

Comentarios

Copyright © 2017 DATOSPDF Inc.