La comunicación en el cuidado del medio ambiente. Una lectura desde la mitología de Roland Barthes

September 18, 2017 | Autor: Daniel Lanson | Categoría: Ambiente, Comunicación, Mitologías
Share Embed


Descripción

La comunicación en el cuidado del medio ambiente. Una lectura desde la mitología de Roland Barthes Ing. Daniel E. Lanson Universidad Nacional de Luján [email protected]

Resumen El semiólogo francés Roland Barthes ha dedicado especial atención a los sistemas semiológicos. Entre sus trabajos, se destaca Mitologies, publicado en 1957, donde despliega una serie de análisis de “mitos” de la época para alcanzar una teorización semiológica sobre la mitología. Tomando como referencia el mencionado texto, nos proponemos realizar un aporte a la interpretación de ciertos sistemas semiológicos vinculados al ambiente. Para ello, el trabajo que presentamos realiza inicialmente una revisión teórica de los postulados de Barthes para luego introducirnos en el análisis de tres sistemas semiológicos que pueden considerarse ejemplos relevantes de lo que entendemos como mitos ambientales: 1) el individuo ambientalmente responsable, 2) el gobierno que se ocupa de la defensa por el medio ambiente y 3) la empresa ambientalmente sustentable.

Palabras claves: mitos, sistemas semiológicos, ambiente

Introducción En su extenso trabajo, Roland Barthes ha dedicado especial atención a los sistemas semiológicos, vinculándose con los principales lingüistas de Paris de mediados del siglo XX, comenzando por la escritura y ampliando luego su análisis a otras manifestaciones semiológicas como la fotografía, el afiche, el cine, entre otros. Entre esos trabajos, en 1957 publicó Mitologies, donde despliega una serie de análisis de “mitos” de la época para alcanzar una teorización semiológica sobre la mitología, considerando al mitólogo como un analista de mitos que, finalizada su tarea, podría brindar herramientas para “desmitificarlos”. Si bien en el prefacio a la edición de 1970 Barthes dice no poder escribir nuevas mitologías (en la forma en que se presentaban en dicha publicación) debido a que el análisis semiológico se ha desarrollado, complicado y dividido, transformándose en un lugar teórico donde puede desarrollarse una cierta liberación del significante; este libro fue reeditado en 2010 y consideramos que sus postulados teóricos resultan aún útiles para analizar y comprender los mitos ambientales actuales. Por su parte, por definición, tanto el actuar de individuos, como del Estado o de empresas tienen efectos sobre el ambiente donde actúan. En algunos casos, tales acciones pueden conformarse en parte de un sistema semiológico y, en su relación y difusión en la sociedad, pueden devenir en mitos según el mecanismo descrito por Barthes. El análisis de esos mitos en busca de lo que el mencionado autor llama

deformación permitiría comenzar a desmontar el mito, generando un conocimiento más acertado sobre la cuestión que estos abordan. A partir del marco teórico postulado por Roland Barthes respecto a la mitología, en el presente trabajo nos proponemos realizar un aporte a la interpretación de ciertos sistemas semiológicos vinculados al ambiente. Para ello, primeramente haremos una revisión teórica de los postulados de Barthes para luego introducirnos en el análisis de tres sistemas semiológicos que consideramos ejemplos relevantes de lo que entendemos como mitos ambientales: 1) el individuo ambientalmente responsable, 2) el gobierno que se ocupa de la defensa por el medio ambiente y 3) la empresa ambientalmente sustentable.

Revisión teórica de la mitología según Roland Barthes Roland Barthes fue un filósofo, semiólogo y ensayista francés nacido en 1915 (Cherburgo-Francia) y fallecido en 1980 (París-Francia). Influenciado por Saussure, Levi-Strauss y Jakobson, formó parte de la escuela estructuralista que se desarrolló en Paris a mediados del siglo XX, orientándose hacia la lingüística y, especialmente, hacia la semiología. Como parte del Centro de Estudios de las Comunicaciones de Masas (Escuela Práctica de Altos Estudio - Paris) promovió investigaciones sobre el estatus simbólico de los fenómenos culturales (Mattelart, 1995) y publicó una serie de análisis semiológicos aplicados a la moda, a la comida y la vestimenta entre otros. Entre 1954 y 1956, “impaciente”1 ante la forma en que la prensa, el arte y el sentido común presentaban la realidad confundiendo naturaleza e historia, Barthes ensaya una serie de análisis de mitos contemporáneos a su tiempo, resaltando sus connotaciones y sus implicancias ideológicas. Tales ensayos fueron elaborados independientemente antes de ser compilados en el libro Mitologías (editado en 1957, reeditado por Seuil en 2010 incorporando imágenes correspondientes a cada ensayo), el cual agrega en su capítulo final una teorización semiológica de los mitos, concebida por el autor como una sistematización de aquellos materiales. Con el fin presentar las bases teóricas utilizadas para analizar ciertos mitos contemporáneos (de la segunda década del siglo XXI) vinculados al “medio ambiente” a continuación se ofrece un resumen de dichos postulados teóricos.

El mito como mensaje Para alcanzar una definición del mito, Barthes realiza una teorización desde una perspectiva comunicacional, considerándolo como un mensaje, lo que implica que dependerá específicamente de las particularidades de cada caso. “Esto indica que el mito no podría ser un objeto, un concepto o una idea; se trata de un modo de significación, de una forma. (…) Se pueden concebir mitos muy antiguos, pero no hay mitos eternos. Puesto que la historia humana es la qua hace pasar lo real al estado de habla, solo ella regula la vida y la muerte del lenguaje mítico. (…) ya no se trata de una forma 1

Según consta en el prefacio de la primera edición.

teórica de representación: se trata de esta imagen, ofrecida para esta significación. Vale recordar que Barthes, recurriendo nuevamente a Saussure y Levi-Strauss, hará referencia al habla como el acto individual de selección y articulación que hace el hablante, constituida por las combinaciones del código de la lengua (institución social y sistema de valores que juntamente con el habla hacen al lenguaje) que este puede utilizar (1965). Pero en el caso del mito, al plantearlo como mensaje, Barthes da un paso adelante al platear que este habla no necesariamente debe ser oral, pudiendo estar formada por escrituras y representaciones así como por discursos, fotografías, el cine, el deporte y los espectáculos entre otros. A pesar de ello, el autor destaca que la imagen y la escritura no requieren el mismo tipo de conciencia. Mencionado su carácter comunicacional, el autor profundiza sobre la cuestión del habla mítica, postulando al mito como un sistema semiológico (considerando a la semiología como una ciencia de las formas que estudia la significación independientemente de su contenido, una ciencia necesaria pero no suficiente) y basándose en el significante (o imagen-acústica) y el significado como conformantes del singo; siguiendo los postulados de Ferdinand de Saussure en su Curso de Lingüística General. Sobre esta base teórica el autor describe al mito como un doble sistema semiológico en el cual uno está vinculado al otro, pero desencajado. “En el mito reencontramos el esquema tridimensional al que acabo de referirme: el significante, el significado y el signo. Pero el mito es un sistema particular por cuanto se edifica a partir de un cadena que existe previamente: es un sistema semiológico segundo. Lo que constituye el signo (es decir el total asociativo de un concepto y de una imagen) en el primer sistema, se vuelve simple significante en el segundo.” (205) En la figura 1 se presenta un esquema realizado por Barthes.

Figura 1: Esquema del doble sistema semiológico. Fuente: Barthes (op.cita; p.206) Al primer sistema, Barthes lo llama lenguaje objeto (o “Lengua”, con los modos de representación que le sean asignados) ya que es el lenguaje del cual el mito se prende para construir su propio sistema. “El mito”, segundo sistema semiológico, al que

llama también metalenguaje por su carácter de segunda lengua en la cual se habla la primera, solo reconoce del primer sistema su término final, es decir el signo (o suma signos), reduciéndolos a una mera función significante para construir su sistema amplificado. Al abordarlo como un metalenguaje, Barthes dice no ser necesario reparar en la composición del lenguaje objeto, solo se tendrá que considerar el signo global en la medida que este se preste al mito. Encadenado al primero, este segundo sistema semiológico tiene a su vez su significante, su significado y su signo a los que, con el fin de evitar confusiones terminológicas con los del primer sistema, el autor propone: En el plano de la lengua, es decir como término final del primer sistema, al significante lo designaré sentido; en el plano del mito, lo designare forma. Respecto al significado, no hay ambigüedad posible: le dejaremos el nombre de concepto. El tercer término es la correlación de los dos primeros: en el sistema de la lengua es el signo. Pero no podemos retomar esta palabra sin que se produzca ambigüedad, ya que, en el mito (y esta es su principal particularidad), el significante se encuentra formado por los signos de la lengua. Al tercer término del mito lo llamaré significación: la palabra se justifica tanto más por cuanto el mito tiene efectivamente una doble función: designa y notifica, hace comprender e impone.” (208)

Sentido, forma y concepto A partir de estas definiciones, Barthes profundiza en una definición teórica del mito y su dinámica comunicacional analizando la articulación entre el sentido, la forma y el concepto; significante y significado del segundo sistema semiológico. A la forma la plantea como vacía frente a un sentido lleno, el cual, al tratarse de una suma de signos lingüísticos, tiene un valor propio y tiene una realidad sensorial, en él ya está construida una significación que podría bastarse a si misma si el mito no la capturara y la constituyera en forma vacía. Esta articulación entre forma y sentido es planteada por Barthes como una de las cuestiones esenciales que definen al mito. “Al devenir forma, el sentido aleja su contingencia, se vacía, se empobrece, la historia se evapora, no queda más que la letra. (…) Pero el punto capital de todo esto es que la forma no suprime el sentido sino que lo empobrece, lo aleja, lo mantiene a su disposición. (…) es necesario que la forma pueda volver permanentemente a echar raíces en el sentido y alimentarse naturalmente de él; sobre todo es necesario que en él pueda ocultarse.”(210) En relación al concepto, el autor plantea lo como “el móvil que hace proferir el mito”, la pulsión misma del mito. A la vez histórico e intencional, determinado, lleno de situación y nunca abstracto, el concepto restablece una cadena de causas y efectos, de móviles e intenciones; implantando en el mito una nueva historia, rellenando esa forma vacía y empujando al sentido, deformándolo. Pero a su vez, el concepto contiene un saber confuso, formado de asociaciones débiles, es una condensación inestable cuya unidad y coherencia depende de la función que cumple en el mito. Es por ello que Barthes dice que el carácter fundamental del concepto mítico es el de ser apropiado.

“De la forma al concepto, pobreza y riqueza están en proporción inversa: a la pobreza cualitativa de la forma, depositaria de un sentido disminuido, corresponde la riqueza de un concepto abierto a toda la historia; a la abundancia cuantitativa de las formas corresponde un número pequeño de conceptos. (…) en el mito el concepto puede extenderse a través de una extensión muy grande de significante. (…) Los elementos de la forma tienen entre sí relaciones de lugar, de proximidad: el modo de presencia de la forma es espacial. El concepto, por el contrario, se ofrece de manera global, es una suerte de nebulosa, la condensación más o menos imprecisa de un saber. Sus elementos están ligados por relaciones asociativas (…) su modo presencial es memorial.” (212-214) Haciendo analogías con los postulados de Freud respecto a sistemas semiológicos complejos, como el de los psicoanálisis, el autor describe el vínculo que une al concepto del mito con su sentido como una relación de deformación: el concepto deforma el sentido, el signo del primer sistema es deformado y convertido en una forma, vacía, despojándolo de su historia y su esencia, convirtiéndolo en meros gestos. Para describirlo, Barthes toma como ejemplo la portada de una revista en la cual se ve un joven negro, vistiendo uniforme del ejército francés y haciendo la venia con los ojos levantados (Barthes sobreentiende que es a la bandera francesa). Este hombre negro, con su historia y sus particularidades, como sentido del mito, es despojado de su subjetividad y convertido en mera forma negro-soldado-francéssaludando-la-bandera-tricolor. Este sentido, convertido en un mero gesto, deviene en una forma vacía que, según el autor, se rellena de la imperialidad francesa (concepto) para hacerlo presente y componer el mito de que todos los franceses, sin distinción de color, se sienten orgullosos de pertenecer al “imperio” y defenderlo hasta con su vida. Así, se hace presente la imperialidad francesa y se elimina la contingencia histórica misma del colonialismo. Pero, como bien se resalta en el texto, esta deformación no es una abolición, el mito no oculta nada, su función no es hacer desaparecer, ya que el negro sigue allí. El mito necesita del negro para poder sentar base y recurrir a él en busca del sentido que le de sustento. Se los ha amputado a medias, se les ha quitado su historia, su memoria, sus subjetividades pero no su existencia. Entonces, Barthes dice: “El concepto, estrictamente, deforma pero no llega a abolir el sentido; en una palabra da cuenta de esta contradicción: el concepto aliena al sentido.” (215)

Coartada y significación A partir de esta definición, Barthes entiende al significante del mito como una coartada, en la que se muestra una forma (espacio vacío) como si fuese un sentido (espacio lleno). Pero diferenciará al mito de la coartada en tanto esta última tiene un momento en que lo real la devela, mientras que el mito, por tratarse de un valor, no tiene que ser verdadero, pudiendo ser una coartada eterna; solo le bastará que su significado (concepto) disponga de dos caras significantes sobre las cuales vascular: forma y sentido.

“…la significación del mito está constituida por una especie de torniquete incesante que alterna el sentido del significante y su forma, un lenguajeobjeto y un meta-lenguaje, una conciencia puramente significante y una conciencia puramente imaginante; esta alternancia en cierta manera es recogida por el concepto que se vale de ella como de un significante ambiguo, a la vez intelectivo e imaginario, arbitrario y natural. (…) el sentido siempre se encuentra en su lugar de presentar la forma; la forma está siempre allí para distanciar el sentido. Y jamás existe contradicción, conflicto, estallido entre el sentido y la forma: jamás se encuentran en el mismo punto.” (216) Retomando su concepción del mito como un habla, definida por su intención, Roland Barthes dirá que el mito es “lenguaje robado”. Un robo por colonización dirá, ya que el sentido puede ser interpretado, permitiendo al mito insinuarse fácilmente en él. Entonces, postula que la ambigüedad entre concepto y sentido, como intención y letra del mito respectivamente, tiene dos consecuencias sobre la significación: se presenta como una notificación y, al mismo tiempo, como una comprobación del mito; brindando las condiciones necesarias para el establecimiento y funcionamiento de la coartada, desplegando el marco a través del cual poder establecer la historia parecida, nueva, pero no siempre verdadera. Es por ello que el autor plantea a la significación como nunca completamente arbitraria, siempre parcialmente motivada y con una dosis fatal de analogías. Reparando en la motivación como elemento central de la significación mítica, Barthes dirá: “La motivación es la duplicidad misma del mito, el mito juega con la analogía del sentido y de la forma: no hay mito sin forma motivada. (…) La motivación es fatal y no por eso menos fragmentaria. En primer lugar, no es “natural”: la historia es la que provee sus analogías a la forma. Por otra parte, la analogía entre el sentido y el concepto siempre es parcial: la forma deja de lado muchos análogos y solo retiene unos pocos.” (220) Vale rescatar en esta instancia un apartado del texto en el que plantea a la forma motivada como “lo molesto del mito” desde una perspectiva ética, el recurso a una naturaleza falsa y el lujo de las formas significativas. Más adelante, destacará que la motivación puede elegir entre un gran abanico de formas significantes, pero que el mito prefiere las imágenes pobres, incompletas, donde el sentido ya está desbastado, listo para una significación. Al respecto dirá que la prensa muestra a diario esa reserva inagotable de formas significantes. Esta motivación, intencional, encuentra un gran potencial en el hecho de que el mito no oculta ni pregona nada, no es una mentira ni una confesión, es una inflexión, una injerencia, que naturaliza al concepto. Y es esta naturalización del concepto lo que Barthes considera como la función esencial del mito. En ella, todo sucede como si la forma condujera naturalmente al concepto, como si fuese el significante quien funda y verifica al significado, entonces el consumidor del mito termina por racionalizar (y por creer) el significado por medio del significante. Al respecto, Barthes dice: “En realidad, lo que permite al lector consumir inocentemente el mito es que no ve en él un sistema semiológico, sino un sistema inductivo. Allí donde sólo existe una equivalencia, el lector ve una especie de proceso

causal: el significante y el significado tienen, a sus ojos, relaciones de naturaleza. Se puede expresar esta confusión de otro modo: todo sistema semiológico es un sistema de valores; ahora bien, el consumidor del mito toma la significación por un sistema de hechos; el mito es leído como un sistema factual cuando sólo es un sistema semiológico.” (224) A partir de ello, el autor plantea la necesidad de evidenciar la coartada como mecanismo para desmontar el mito, mostrar el procedimiento de vaciado y deformación que realiza el concepto sobre el sentido, diferenciarlos, a fin de desmitificar. Para ello, Barthes plantea tres posibles lecturas diferentes del mito: la del productor del mito (que pone atención en el significante vacío, es cínica, parte de un concepto y le busca una forma), la del mitólogo (que pone atención en el significante lleno, descifra el mito comprendiendo la alienación del sentido) y la del consumidor del mito (que pone ve al significante del mito como un todo, no distingue entre forma y sentido, no reconoce la deformación). Haciendo una lectura como mitólogo, utilizando sus postulados teóricos en ejemplos vinculados al contexto en que fue escrito el texto, relativos a la burguesía francesa de la década de los 1950, Barthes plantea al mito como un instrumento apropiado para la inversión ideológica, llegando a una definición semiológica del mito en la sociedad burguesa que consideramos pertinente citar: “El mito es un habla despolitizada. (…) El mito no niega las cosas, su función, por el contrario, es hablar de ellas; simplemente las purifica, las vuelve inocentes, las funda como naturaleza y eternidad, les confiere una claridad que no es la de la explicación, sino la de la comprobación: si compruebo la imperialidad francesa sin explicarla, estoy a un paso de encontrarla natural, que cae por su peso; me quedo tranquilo. Al pasar de la historia a la naturaleza, el mito efectúa una economía: consigue abolir la complejidad de los actos humanos, les otorga la simplicidad de las esencias, suprime la dialéctica, cualquier superación que vaya más allá de lo visible inmediato, organiza un mundo sin contradicciones puesto que no tiene profundidad, un mundo desplegado en la evidencia, funda una claridad feliz: las cosas parecen significar por si mismas.” (239) Des-mitificación como acción política Finalmente, vale recordar que comprendemos la re-mitificación puede producirse en el intento de des-mistificación, generada por el carácter semiológico propio de estos sistemas, dado que en última instancia el mito puede significar la fuerza que se le opone, situándose como primer elemento de un tercer sistema semiológico. Al respecto, vale recordar también la propuesta de Barthes, claramente política, de oponer al mito un nuevo mito artificial que lo supere como arma contra el primero. En todo caso, coincidimos con Barthes en la necesidad de diferenciar claramente entre ideología y semiología. Pero también coincidimos con él en considerar al develamiento que produce la lectura desde la mitología como un acto político que postula la libertad misma; aceptando también imposibilidad de abarcar el todo, pero

buscando si una reconciliación de “lo real”2 y los hombres, de la descripción y la explicación, del objeto y el saber.

Los mitos del ambientalismo En la sociedad occidental, consumista, mediatizada de nuestros días podemos encontrar muchos mitos ambientalistas, basados en múltiples formas significantes. A fin de avanzar en un intento por des-mistificarlos, a continuación se presenta un esquema descriptivo elaborado en base a los postulados de Barthes, el que pretendemos acompañe al lector durante el análisis de los tres mitos genéricos, en tanto ejemplos, que se presentaran luego3..

Figura 2: esquema de la dinámica del mito. Fuente: elaboración propia. En la figura 2 se presenta la dinámica del mito según los postulados de Barthes, bajo una lectura del productor del mito o del mitólogo. Allí puede verse el primer sistema semiológico con su signo, que resulta significante del segundo sistema (significante del mito), cuyo sentido es deformado por el concepto, pero sigue presente. Es vaciado para devenir en forma a ser rellenada por el concepto. La suma de ambos (significante y significado del segundo sistema semiológico) se constituye en singo del segundo sistema semiológico: la significación del mito. Como puede verse en el esquema, la notificación y la comprobación que realiza la significación posibilita la naturalización del concepto, función esencial del mito. Destacamos entre comillas “lo real” para destacar que, si bien aquí hace referencia a un supuesto conocimiento objetivo de los hechos y las cosas, se considera interesante dejar abierto un debate que incluya aquí los postulados de Jaques Lacan (lingüista y psicoanalista que paso del estructuralismo al posestructuralismo) relativos al nudo borromeo conformado por “lo real”, “lo simbólico” y “lo imaginario” (R.S.I) utilizado en psicoanálisis, donde “lo real” es inmanejable e inabarcable. 3 Ejemplos que se presentan genéricamente ya que se consideran representativos de múltiples casos, y siguiendo los postulados de Barthes, no resulta necesaria la descripción de aquellas especificidades del primer sistema semiológico que exceden a los aspecto deformados por el concepto, quedando estas por fuera de los alcances del presente trabajo. 2

A partir de este esquema podríamos hablar del mitos ambientales como aquellos sistemas semiológicos que, en tanto mitos, toman conceptos vinculados a la sustentabilidad del ambiente, principalmente provenientes del sentido común, para llenar formas vaciadas y naturalizar conceptos. En tanto mensaje, los mitos ambientales hablan de los problemas ambientales en lugar de callarlos, pero son casos puntuales (sistema semiológico primero) las formas vaciadas y rellenadas de concepto que le confieren una claridad que resultará comprobación de tal "sustentabilidad".

El mito del individuo ambientalmente responsable La generación de residuos sólidos urbanos (RSU) es una de las principales problemáticas ambientales en las áreas urbanas, ya que se generan grandes volúmenes que requieren tratamientos diversificados para su reducción, reutilización o reciclado destinada a evitar una disposición final que resulte fuente de contaminación del agua, aire y suelo donde se depositen. La responsabilidad de su tratamiento y disposición final reside hoy principalmente en los organismos del estado en una determinada urbe (por si o por terceros)4, pero comprende también una responsabilidad por parte de los consumidores como decisores en la compra del producto del cual deriva el residuo y en las acciones personales que posteriores vinculadas a la separación en origen. A partir de aquí se genera un primer sistema semiológico cuyo signo reside en la compra de un objeto de consumo reciclable. En tanto signo, la compra de una botella de plástico con un logotipo que hace referencia al material con el cual fue construida, significa que el comprador de la botella, una vez consumido su contenido, podría ingresarla en un sistema de reciclado, para lo cual deberá garantizar que así suceda (resguardar sus propiedades, depositarla en los contenedores destinados a ello, y que el sistema funcione apropiadamente). Tal como plantea Barthes, vemos aquí que dicho signo tiene por si mismo una significación, pero a partir de este primer sistema, la compra de la botella con su logo resultan el sentido en un segundo sistema semiológico en el cual la botella reciclable pierde su especificidad (que comprende desde como fue producida y comprada hasta los residuos generados en el transcurso de todo su ciclo de vida), y deviene una mera forma para el mito del individuo ambientalmente responsable. Este mito parte de un concepto, promovido primordialmente a través de la publicidad, de que la adquisición de determinados productos hace a sus consumidores personas ambientalmente responsables. Deformando el sentido, la botella con su logotipo de material reciclable en manos de un individuo deviene en forma vacía y resulta ejemplo de su accionar. Así, el concepto es apropiado y la acción deviene notificación y comprobación de la responsabilidad del individuo para con el ambiente. Con su botella en la mano, el individuo ha naturalizando el concepto, “es una persona ambientalmente responsable”, aunque no haya considerado cuestiones de escala en la posibilidad de adquirir un envase de mayor volumen (o retornables) en lugar de reiterar la compra de pequeños, aunque luego envíe dicho envase al mismos sistema de tratamiento que el resto de sus residuos (hogareños o en la vía pública), y a pesar de que en su ciudad no haya tratamiento de residuos (cuestión que posiblemente 4

Excede a los alcances de este trabajo la responsabilidad los productores de los consumibles que resultan en residuo después de su uso, aspecto que consideramos pendiente de una revisión normativa.

desconozca). La coartada reside en la adquisición de un producto por un logotipo impreso en su envase en lugar de la adquisición de un producto por características específicas que le permitan reciclar el residuo que genera. La naturalización del la responsabilidad ambiental del individuo que genera este mito, como resultado de su actitud de compra, denota la necesidad de generar un conocimiento en los actores sociales que les permita diferenciar entre el sentido y el concepto. En este caso, diferenciar entre comprar una botella que podría reciclarse y el conjuntos de acciones necesarias para que un individuo pueda considerarse “ambientalmente responsable”5. A su vez, y como trasfondo de la cuestión, podemos destacar la utilidad del análisis de los sistemas semiológico como instrumento intelectual para la toma de conciencia respecto a los mitos ambientales.

El mito del gobierno que se ocupa por el cuidado del medio ambiente. En un contexto social donde el reclamo relativo a la implementación de políticas concretas que reduzcan los efectos ambientales negativos y garantices el acceso a un ambiente sano, equilibrado y apto para el desarrollo humano (según lo establece la Constitución Nacional en su artículo 41), algunos gobiernos, como agentes responsables de diferentes instancias del estado, diseñan y ejecutan políticas ambientales de diversa índole. Pero tales políticas no siempre son acordes a las reales necesidades ambientales de la población, pudiendo devenir en paliativos y simples elementos publicitarios. A los fines del presente trabajo, consideramos relevante analizar el mito del gobierno ocupado en acciones relativas al cuidado del medio ambiente. En particular, abordaremos como ejemplo el caso de agentes de organismos gubernamentales realizando análisis de efluentes industriales. Como término final del primer sistema semiológico tenemos, por ejemplo, la imagen de unos agentes de un organismo gubernamental realizando mediciones de algunas variables ambientales, un día dado a una determinada hora. El concepto, en nuestro caso, sería la comunicación de las acciones de gobierno para el cuidado del medio ambiente. Esa imagen en la portada de un medio, los agentes haciendo las mediciones, como sentido del significante, se vacían de las particularidades del día, de las variables que se midieron, del instrumental y protocolos metodológicos utilizados; y devienen forma vacía a ser rellenada por el concepto: el gobierno en acción. En manos del agente de prensa, como productor del mito, esa imagen tiene la fuerza de un sentido lleno -los agentes allí estuvieron ejecutando acciones, hay una historia-, y a la vez resulta la forma vacía necesaria para ser rellenada del concepto, notificando la ejecución de las acciones y comprobando que el gobierno lleva a cabo acciones para el cuidado del medio ambiente. A partir de esa forma vacía rellena del concepto se constituye el mito, el cual naturaliza al concepto, es decir naturaliza el hecho de que el gobierno lleva a cabo acciones para el cuidado del medio ambiente. El ejemplo está ahí, la imagen lo demuestra, los agentes estuvieron midiendo el efluente; no se oculta nada, todo está a la vista, los agentes, el lugar, el instrumental. La coartada reside justamente en que se 5

Tal como se planteó inicialmente, en este trabajo abordamos simplemente los sistemas semiológicos en tanto ejemplos, excediendo el plano ideológico los alcances del mismo.

muestra una acciones puntual como representativa de una política de cuidado del medio ambiente, la cual no plantea revisiones protocolares ni de normativa y no incluye la participación ciudadana; reside simplemente en el control de los hecho consumados. La lectura de este mito desde la mitología, si bien podría resultar en primer elemento de un nuevo mito (el gobierno que siempre hace para decir que hace, pero en realidad nunca hace nada), resulta de especial relevancia en la generación de capacidades humanas que permitan discernir entre acciones puntuales y políticas públicas de estado, cuestión que excede los alcances de este trabajo. Por ello, y en consonancia con en el ejemplo anterior, consideramos oportuno destacar la relevancia del análisis de los sistemas semiológicos como instrumento intelectual para la empoderamiento de la población.

El mito de la empresa ambientalmente sustentable No es sorprendente escuchar que las empresas tiene por finalidad la generación de beneficios. Tampoco incomprensible que en ciertas circunstancias, tal finalidad genera situaciones de tensión con el cumplimento de la normativa y, más aún, con el uso sustentable de los recursos. A fin de presentar un tercer ejemplo de los mitos vinculados al ambiente, consideramos pertinente analizar la cuestión del uso del agua en las empresas. En particular, consideramos representativo el caso de la reutilización de aguas para el lavado de maquinarias. Entonces, tenemos un primer sistema semiológico en la reutilización de aguas para el lavado de maquinarias, y como sentido, nuestro lenguaje objeto nos muestra un camión siendo lavado por los operarios de la fábrica, en un contexto histórico concreto, derivado de un uso específico de ese camión. Pero este hecho puntual, en tanto sentido del mito, es deformado y convertido en una forma vacía -el camión lavado con agua recuperada- a través un concepto intencionalmente elaborado, motivado para construir el mito de una empresa ambientalmente sustentable, la empresa responsable en el cuidando los recursos naturales. Lejos de evaluar la utilización primaria que originó la extracción del agua, su reutilización en tanto forma rellena viene a notificar y comprobar el mito de la “sustentabilidad ambiental” de la empresa, naturalizando el hecho de que la empresa cuida los recursos naturales. Pero el camión está ahí, nada lo oculta, el agua está siendo reutilizada, no es mentira. La coartada aquí reside en mostrar la reutilización de unos litros de agua como demostración de cierta responsabilidad en las decisiones relativas a la utilización del recurso agua, planteándolo como un ejemplo concreto del accionar de la empresa. Si bien, tal como se reiteró en cada ejemplo, excede a los alcances de este trabajo plantear cuestiones externas a los sistemas semiológicos, una vez más queda en evidencia la relevancia de considerar el análisis de los mismos como instrumento intelectual.

Conclusiones Los postulados de Bathes respecto a los mitos nos han brindado una interesante herramienta para comprender diferentes ejemplos de mitos vinculados al ambiente. Tal como se planteó, si bien sabemos que su des-mistificación no resulta de una simple lectura desde la mitología, consideramos relevante destacar el potencial que como método presenta su utilización en planes, programas o proyectos de educación ambiental. La posibilidad de ofrecerlo como instrumento intelectual que permita salir de una lectura del consumidor y acercarse a una lectura del mitólogo posibilitaría una toma de conciencia respecto a la importancia de conocer el primer sistema semiológico completo, con su historia y especificidad, para evitar la naturalización de conceptos elaborados ad-hoc, utilizados como relleno de formas pre-diseñadas para su uso en la comprobación del significante. En el mismo sentido, consideramos necesario ampliar el análisis de estos sistemas semiológicos a los contenidos presentes en los medios de comunicación masivos, entendiéndolos especialmente como actores de una sociedad mediatizada tal como la plantea Dênis de Moraes (2007). En ellas, estos sistemas semiológicos están constantemente presentes en la vida cotidiana de las personas a través de medios de comunicación que no presentan obligaciones morales ni responsabilidades sociales. También cobra relevancia su uso como instrumento intelectual en contextos cuyas problemáticas requieren de una importante participación ciudadana por las fuertes pujas de intereses coexistentes. Ejemplo de ello son las problemáticas ambientales, sistémicas y complejas, que suelen requerir de la participación de todos los actores involucrados según propone la ciencia posnormal (Funtowicz, Ravez, 1993). Bibliografía Barthes, Roland (2010). Mitologías. 2da edición. Buenos Aires: Siglo XXI, 1957. Barthes, Roland (1964). Elementos de semiología. Paris: Edition du Seul De Moraes, Dênis (2007). La tiranía de lo fugaz: mercantilización cultural y saturación mediática. En autor (coord.) Sociedad Mediatizada. Barcelona: Gedisa Funtowicz, Silvio; Ravetz, (1993). Epistemología Política. Ciencia con la gente. Buenos Aires: Centro Editor de América Latina. Matterlart, Armand; Matterlart Michèle (1995). Historia de las teorías de la comunicación. Barcelona: Paidos Comunicación. Saussure, Ferdinand (1927) Curso de Lingüística General. En Sazbón, José (1976). Saussure y los fundamentos de la ligüistica. Buenos Aires: Centro Editor de América Latina.

Lihat lebih banyak...

Comentarios

Copyright © 2017 DATOSPDF Inc.