La compañía de los \"torcidos\", XIV brigada internacional

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Descripción

LA COMPAÑIA DE LOS “TORCIDOS", XIV BRIGADA INTERNACIONAL.

Capitán Pedro (Pierre) D'Haemers de la XIV brigada internacional con su novia española (foto: CegeSoma, Bruselas)

Publicación para Brunete en la Memoria, 6-10-2014

Este verano hemos caminado durante horas siguiendo las líneas defensivas republicanas que todavía son visibles entre Valdemorillo y Zarzalejo y que tienen enfrente los restos de las que fueron posiciones franquistas situadas entre Navalagamella y Fresnedillas de la Oliva. Aparte de un par de vacas curiosas y el vuelo de algún ultraligero, no parece que hayamos sido observados por nadie más. En esta zona de Madrid, fuera de la temporada de caza, el campo suele estar muy tranquilo y despoblado. Sin embargo, esto no fue siempre así. Hasta hace pocas décadas, el medio rural bullía de actividad económica, y particularmente, hace casi 80 años, en estos mismos prados y crestas de piedra, cientos de combatientes pasaban el día entero fortificándose y observando las posiciones enemigas del

lado opuesto del río Perales o de los arroyos que le permiten existir. El frente republicano cercano a El Escorial se consolidó desde las operaciones del invierno de 1936 y siempre estuvo todo lo mejor guarnecido que se pudo, primero empleando columnas milicianas y desde enero de 1937 con unidades militarizadas: batallones, brigadas y divisiones que luchaban tanto para sostener su sector de frente como para completar y mejorar su plantilla, formación y armamento. Al iniciarse la batalla de Brunete, en julio de 1937, el Mando republicano empezó a temer casi desde el primer día de lucha que las fuerzas franquistas que acudían al combate desde el frente Norte intentaran forzar un avance en este sector cercano a Zarzalejo y Valdemorillo que les permitiera aislar al grueso del Ejército de Maniobra de su retaguardia. En consecuencia, se decidió situar a miles de hombres en línea o en reserva para poder defender lo que se denominó en ese momento como subsector Zarzalejo – Valquemado, perteneciente al frente de la 3 división del Ejército del Centro. Aún siendo imprescindibles en la zona de combates reales y no solo posibles, varias brigadas pasaron la batalla de Brunete guarneciendo las fuentes del río Perales y la parte más alta de su curso.

Valdemorillo, latas

combatiendo en el frente andaluz, concretamente en Andujar y Lopera. El día 7 de enero de 1937, es traída urgentemente a Galapagar, desde donde toma parte en la batalla de la carretera de La Coruña. Le sucede su participación en la batalla del Jarama (febrero) y ofensiva de La Granja (junio). Quedándose sin tomar parte en la batalla de Brunete, ya que el 1º de julio la XIV brigada internacional se incorpora a la 3 división y releva a la 32 brigada mixta de sus posiciones del entorno de Peguerinos, en las que va a permanecer hasta el mes de octubre, momento en que vuelve a entrar en fuego durante pocos días en la Cuesta de la Reina, cerca de Aranjuez.

Fresnedillas de la Oliva, fortín (foto: Sven Tuytens)

Que nosotros sepamos, desde la consolidación de esta parte del frente a finales de 1936 hasta que llegara marzo de 1938, las brigadas republicanas que guarnecieron en primera línea el intervalo existente entre el cerro San Benito (junto al puerto de la Cruz Verde, en la carretera de El Escorial a Ávila) y el arroyo Tamarizo (en la cola del pantano de Cerro Alarcón, del río Perales) fueron la 33, 32 y XIV internacional. A modo de breve resumen, y para situarnos mejor sobre el terreno, conviene saber que la XIV brigada internacional fue creada al inicio de diciembre de 1936 y puesta primero al mando del general Walter y al poco bajo el de Dumont. Recién formada, entre finales de diciembre y primeros días de enero de 1937, la brigada estuvo

Su siguiente destino será guardar un subsector próximo y algo más al Sur que el anterior: el intervalo que durante la batalla de Brunete fue nombrado como subsector Zarzalejo – Valquemado, en el que permanecerá hasta mediados de marzo de 1938, fecha en que es enviada al frente de Aragón.

Fresnedillas de la Oliva, hoz y martillo

detalles de la vida diaria de estos soldados, que en ocasiones difieren mucho de los relatos heroicos más conocidos. Para los voluntarios veteranos que habían participado en la defensa de Madrid y que habían sido ya testigos de duras luchas, el ser destinados a las trincheras de El Escorial les hacía tener la sensación de haber sido relegados a un segundo plano. Para otros, los que llegaban de su formación en Albacete y estaban en España desde hacía poco tiempo, la idea que tenían de lo que iba a ser participar en la contienda española distaba mucho del aburrimiento de una guerra de posiciones. Durante meses, bajo temperaturas extremas, con el estómago vacío y lejos de casa, los hombres que ocuparon este frente, en su mayoría franceses y belgas, además de españoles, tenían la impresión que la guerra nunca llegaría a su fin.

(foto: Sven Tuytens)

El relato que viene a continuación está basado en relatos personales de brigadistas belgas de la XIV brigada internacional, y puede corresponder tanto al periodo de guarnición en la zona de Peguerinos (julio a octubre de 1937) como a la etapa de guarnición del frente Valdemorillo – Zarzalejo (octubre de 1937 a marzo de 1938). En los años 70, el historiador belga Ward Adriaens, en el marco de su tesis “Voluntarios para la Libertad, antifascistas belgas en la Guerra Civil Española”*, entrevistó a docenas de brigadistas belgas que formaron parte de la XIV brigada internacional estacionada durante algún tiempo cerca de El Escorial. Gracias a las transcripciones de las grabaciones que muy amablemente Adriaens ha compartido con nosotros, descubrimos

Uno de los problemas más comunes entre los soldados era la adicción a la bebida. El frente tranquilo que le fue asignado a la XIV brigada internacional entre octubre del 37 y marzo del 38 forzaba una inactividad bélica permanente, y en esta situación, el consumo de bebidas alcohólicas aumentaba en la misma proporción que lo hacía el aburrimiento. En España, los brigadistas descubrieron vinos con alta graduación alcohólica, que podían alcanzar hasta los 14 grados, lo que resultaba asombroso, y peligroso, incluso para bebedores habituales de vino como eran los voluntarios franceses. Existían razones suficientes para buscar consuelo en el vino: la soledad, la rutina y el aburrimiento de la vida en el frente, por no mencionar la ocasional falta de agua durante los veranos. Entonces los combatientes podían llegar a permanecer durante días sin suministro de agua potable, llegando

incluso a tener que afeitarse con ... coñac. Durante el verano de 1937, la XIV brigada internacional decidió mandar a todos sus alcohólicos reincidentes a la compañía de los "zapadores" consideraba como una unidad de castigo o disciplinaria. Los franceses la llamaban "la compagnie des tordus", lo que textualmente significa la compañía de los torcidos. A estos soldados no se les permitía llevar armas, y se les obligaba a cavar trincheras y a tender alambradas. Especialmente para los voluntarios, el hecho de tener que entregar sus armas era considerado como una humillación. Muchos de estos hombres tenían un carácter beligerante y su falta de sumisión a la autoridad militar era la razón que les había conducido hasta la compañía de los torcidos. Entre los belgas, varios testimonios recogidos entre los “zapadores” demuestran que ya antes de llegar a España, varios de ellos habían sido previamente miembros de milicias de izquierda (USAF) y participado en duras peleas callejeras con las bandas fascistas que proliferan entonces en Bélgica. Como es de esperar, entre los "torcidos” existía un fuerte espíritu de grupo, de hecho, en varias ocasiones, cuando fueron desplegados en el frente, sus compañeros de otras unidades quedaron sorprendidos por su bravura y espíritu de lucha. Un ejemplo de esto ocurrió en la Cuesta de la Reina, donde el batallón belga Pierre Brachet recibió su bautismo de fuego y donde “los torcidos”, luchando sin otras armas que sus palas y picos, fueron capaces de detener un contraataque enemigo (esto hace pensar en un sangriento combate cuerpo a cuerpo en el interior de una trinchera). No todos terminaban en la compañía de los torcidos solo por motivos ligados al alcohol:

Testimonio de León Bauwens: El centro de formación de Albacete fue para muchos voluntarios no sólo una forma de familiarizarse con las armas, sino también una oportunidad para cruzar por primera vez su mirada con la una mujer española. Así lo cuenta el bruselense León Bauwens, que quedó prendado de una joven albaceteña y tras superar su corto periodo de instrucción fue destinado como mecánico a una compañía de transportes al servicio de la XIV brigada internacional, que entonces estaba en El Escorial.

Arriba: El brigadista teniente Armand Frères haciendo una foto de los hombres del batallón belga "Pierre Brachet" en 1937, en el Monasterio del Escorial. Abajo: el mismo lugar, 77 años después, (foto: CegeSoma, Bruselas/Sven Tuytens)

Batalla de Brunete, julio 1937, primeros auxilios

Desde su destino nunca dejó de cartearse con su novia española, que impaciente, insistía en querer volver a verlo pronto. Un día, sin esperar más por un permiso que nunca llegaba, León dejó una nota encima de su catre indicando a sus compañeros que se iba ausentar durante tres días para visitar a su novia. Su oficial dudaba de la veracidad de este compromiso de volver a la unidad, pero cuando el evadido por amor se presentó de vuelta en el plazo comprometido, le hizo entender que era inaceptable el abandono su puesto enviándolo a los zapadores durante tres meses. Fue indulgente con él. En su entrevista, León, describe que en la compañía de los torcidos, había tres categorías de soldados: los “cabezas duras”, y los que estaban “entre los dos” y los “blandos”. Él se consideraba así mismo como formando parte del grupo “entre los dos” y comenta: “los cabezas duras a menudo eran borrachos y camorristas. A éstos no les daban su ración diaria de vino. En general, la mayoría de los soldados que formaban parte de los torcidos había llegado allí por exceso de consumo de alcohol y por sus peleas correspondientes. De hecho, el alcohol y las peleas eran algo recurrente cuando una brigada se encontraba inactiva durante mucho tiempo. En nuestra unidad, había varios alcohólicos de verdad, hombres enfermos. En una ocasión, incluso vi a

un francés, antiguo soldado de la Legión Extranjera, beberse un frasco de colonia entero. Sin embargo, en la compañía de los zapadores no hubo ninguna deserción. Cuando nos dábamos cuenta que un compañero perdía el ánimo y las fuerzas de seguir luchando, entre todos buscábamos la forma de que pudiese regresar a casa. Por lo general, manteníamos al soldado desmoralizado junto a nosotros, como en cuarentena, para evitar que pasase información militar a los civiles o a los supuestos camaradas que trabajaban emboscados para el enemigo. Así, en nuestra unidad, en la compañía de “los torcidos” nunca se fusiló a nadie que ya no quisiese seguir luchando. Nuestro comisario político hablaba con aquellos que estaban desanimados para comprender el porqué de su situación y explicarles las consecuencias de sus decisiones. En la mayoría de los casos, tras pasar un tiempo en los zapadores, los soldados allí destinados volvían a su unidad original. En mi caso, fue después de tres meses cuando el comisario me llamó para que me preparase para regresar a mi unidad, pero para su sorpresa, yo ya no quería volver, porque en realidad estaba a gusto entre los zapadores. Me gustaba mi trabajo, me entendía bien con los demás y la vida en general en este destino era mucho más amena que la que se hacía en la trinchera, a pesar de que de vez en cuando nos peleábamos entre nosotros, lo que era inevitable teniendo en cuenta el carácter fuerte de algunos de mis compañeros. A pesar de la vigilancia, algunos conseguían encontrar algo de alcohol. Nos reíamos mucho y después de las peleas volvíamos a ser de nuevo amigos. Yo me divertía allí. Pasados tres meses, después de haberme sentido en cierta medida "libre", me había vuelto menos dócil que antes. Un día me llamaron los oficiales

diciéndome: - "León, a partir de ahora eres cabo”, a lo que contesté: "¡no, eso no es para mi!". –“No empieces de nuevo, son tus compañeros los que te han propuesto como cabo, no quieras siempre saber más que nadie”. Un camarada español me tiró del brazo, me sacó de allí y mis compañeros me cosieron la insignia en mi gorra porque yo no quería hacerlo.”

Testimonio de Gust Desmedt: Este era otro voluntario bruselense que fue destinado a la XIV brigada internacional, y cuenta lo siguiente acerca de las tensiones entre los hombres: "Los soldados actuaban a menudo como niños y en numerosas ocasiones se peleaban incluso por una ración de vino. Pequeñas discusiones podían degenerar en peleas gordas, sobre todo en el frente, junto a El Escorial, donde los hombres no tenían nada que hacer y se aburrían. El Escorial era un lugar perdido donde no había nada que ver. En los bares, el alcohol estaba prohibido y esa era la única cosa en la que podíamos gastar nuestra paga. Había que vernos, sentados en la terraza con nuestro vaso de agua… Algunos encontraron una solución, se iban a beber a las casas de las familias españolas. Yo siempre tuve muy buenas relaciones con los españoles. Recuerdo que cuando entrábamos en un bar y queríamos encender nuestro cigarrillo, nos lo arrebataban de la boca e inmediatamente lo remplazaban por un puro. Nada les parecía lo suficientemente bueno para nosotros. Recuerdo también que cuando viajábamos en tren hacia el frente, en todas las estaciones, hasta en la más pequeña y aislada, siempre había una orquesta tocando La Internacional”.

Pero frente a estos testimonios simpáticos, hay otros, provenientes de la misma compañía de zapadores que no lo son en absoluto y que nos recuerdan que lo que estaba en marcha era una guerra sin cuartel contra fascistas con mando en plazas coloniales, de las que habían hecho venir a la península a tropas mercenarias: Testimonio de Jules Bekaert: Este brigadista belga, originario de Malinas, al finalizar su instrucción en Albacete, base de las BBII, se incorporó al batallón Henri Barbusse, de la XIV brigada internacional, entonces destinada a guardar el sector de El Escorial. Relata que: “El frente formaba un arco de unos 30 kilómetros de recorrido alrededor de El Escorial. Tal era su escasez, que nuestras armas las recibimos recién cuando ya estábamos en las trincheras. Yo tenía un compañero español, Manuel Torres, que servía conmigo la ametralladora. Debo decir que nuestro frente era entonces bastante tranquilo, y nuestra posición estaba en la cumbre de un cerro que daba cara a los fascistas. Lo más peligroso era la noche, cuando había que hacer guardia unos 50 a 100 metros por delante de nuestra primera trinchera y había que estar totalmente alerta. A veces se producían falsas alarmas que nos hacían disparar en medio de la oscuridad sin saber a qué. He visto muchos muertos, y muchos de ellos eran moros. Estos por lo general nos atacaban en grupos grandes, pero si no era el caso, se acercaban a nuestras posiciones más adelantadas durante la noche, desnudos y armados solo con un cuchillo. Si alguno de nuestros compañeros que estaban de guardia tenia la desgracia de quedarse dormido, al día siguiente lo encontrábamos muerto y con su sexo cortado y metido en la boca. En varias ocasiones tuve la

desgracia de encontrarme esta escena al hacer cambios de guardia. Nosotros, cuando cogíamos prisioneros, los enviábamos directamente a nuestra retaguardia, y si estaban heridos, incluso los curábamos. Cuando llegaba el relevo nos mandaban al monasterio de El Escorial, que era nuestro cuartel. Allí nos podíamos dar un baño y recibíamos ropa limpia, lo que era absolutamente necesario después de pasar tantos días en las trincheras”.

Sven Tuytens y Ernesto Viñas.

*Ward Adriaens, “Voluntarios para la Libertad, anti-fascistas belgas en la Guerra Civil española” (Vrijwilligers voor de vrijheid, Belgische anti-fascisten in de Spaanse Burgeroorlog) Leuven, 1978.  

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