La ciudadanía y su marco de posibilidad

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LA CIUDADANÍA Y SU MARCO DE POSIBILIDAD1 Prof. Wilson Marcos Ortiz Treviños Universidad Nacional Mayor de San Marcos Universidad Privada del Norte Universidad Ricardo Palma [email protected]

Resumen El presente artículo analiza el ejercicio ciudadano desde su marco de posibilidad, prestando atención a la naturaleza del concepto, su aplicación y condicionamiento. Lo anterior implica una revisión de la relación establecida entre ciudadanía y pobreza, democracia, medios de comunicación así como sociedad segmentada. El propósito de examinar estas cuestiones radica en la necesidad de ensayar algunas respuestas para esta problemática. Palabras clave: ciudadanía, pobreza, democracia, medios de comunicación, economía, valores, segmento, desigualdad, Perú. Abstract This article analyzes the citizenship from its possible frame, taking in consideration the nature of the concept, its implementation and its conditioning. This implies a review of the relationship among citizenship and poverty, democracy, media as well as segmented society. In order to examine these issues there is the need to rehearse some answers. Keywords: citizenship, poverty, democracy, media, economy, values, segment, inequality, Peru

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n el no vano ejercicio de la imaginación, cuando de manera provocadora se le planteó a Pablo Macera que definiera lo que entendía por “Perú”, seguramente no pudo evadir la tentación de pensar en una cuestión más vasta, contestar algo así no podía hacerse sin considerar; la identidad, la nación, la ciudadanía, la discriminación, las utopías y distopías, conceptos harto complejos cuando de aplicarlos al Perú se trata, frente a la insistencia por la respuesta y con un breve silencio de por medio, el connotado historiador respondió lacónico: el Perú es apenas “un exceso semántico”. Cuentan las leyendas urbanas que Martín Adán al enterarse que un golpe de Estado había quebrantado nuevamente el orden constitucional de la República exclamo: “El Perú ha vuelto a normalidad”. Es casi de conocimiento común que el héroe de “la Pedrera” hecho ya dos veces presidente solía susurrar con cierta firmeza, entre los suyos: “para mis amigos todo, para mis enemigos la ley”, Oscar R. Benavides sabía expresar en ello lo que en esencia resume la visión del poder frente a la norma: manipulación. Víctor Andrés Belaunde cierra su discurso en San Marcos con un reclamo severo al entonces Presidente: “Queremos patria”.

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Todas las circunstancias particulares mencionadas en el párrafo anterior tienen como telón de fondo una misma idea tácita: la ciudadanía. Sobre tal posibilidad reposa el concepto de nación, ya sea como proyecto trunco o ejercicio imposible, ya sea que se le asuma como una necesidad intermedia, urgente o utópica, o que la veamos como piedra angular de un modo de entender la política en democracia o dictadura, resistencia o colaboracionismo, ya sea como actitud frente al poder y sus ambages o como requerimiento frente a nuestros dirigentes. El ejercicio ciudadano y la ciudadanía en sí misma representan la cuestión de fondo; hablar de ello en nuestro país abre un amplio abanico de posibilidades en la medida que enfoca la acción del agente frente a sí mismo y frente a los otros, acción que está regulada por un conjunto de exigencias legales (deberes y derechos) y por un conjunto de exigencias morales (marco axiológico). En términos generales, hablar de ciudadanía implica asumir una condición de vida en la que un sujeto está condicionado, positiva o negativamente, por un conjunto de derechos y deberes vinculados a la convivencia y al ejercicio político del poder. La ciudadanía está pensada en relación a un orden social establecido en el que imperan la

Artículo presentado a consideración del Comité Editor de la Revista de Investigaciones Educativas de la Facultad de Educación de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.

ley y ciertos valores, socialmente deseables, como los marcos comunes que hacen soportable la vida en comunidad, precisamente por esto último es que la ciudadanía solo es posible en función del otro, fuera de esto no hay ciudadanía posible, hay sedición, anomia o individualismo. 1.

La pobreza como el primer condicionante: n ciudadano libre y en ejercicio no impone su voluntad a capricho ni puede eximirse de asumir las responsabilidades inherentes a su condición de ciudadano, contrariamente a lo que podría asociarse con libertad, el ciudadano se somete a la voluntad de la ley y a quienes la custodian, observa el contrato social para reafirmar en sus actos el acuerdo, hace todo ello premunido de un marco axiológico en el que sobresalen aquellos valores que su sociedad prefiere. En ese sentido, el ciudadano goza, como contraprestación, de la certeza de un ordenamiento jurídico y político justos, a los que accede en igualdad de condiciones para desarrollar o garantizar su proyecto de vida.

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El problema radica precisamente en la referida “igualdad de condiciones” que en el fondo establece una relación entre ciudadanía y pobreza, porque es una relación que implica acceso – consumo. El modo como se ha configurado la sociedad actual ha colocado a los objetos en el centro de la dinámica económica, política y hasta cultural; la posibilidad de poseerlos ha pasado a ser el condicionante por excelencia para medir cualidades y calidades humanas. Wittgenstein afirmaba “el límite de mi mundo es mi lenguaje” para dar a entender que no hay posibilidad de ir más allá de lo que somos capaces de expresar o entender a través de la palabra, la misma que encierra tras de sí todo un universo de connotaciones y denotaciones. Hoy, la misma expresión de Wittgenstein puede ser expresada de este modo “el límite de mi mundo es el dinero”. Al haber colocado a los bienes u objetos en el centro de la dinámica social, el dinero ha pasado a representar el marco de referencia para el consumo, y el estatus de consumidor se ha convertido en un sinónimo de ciudadano. Presentado así, hemos incorporado niveles de ciudadanía, porque existen niveles de consumo, marcados por la posesión o no de dinero. Esto ha marcado la dinámica de vínculo y establecido nuevas reglas de interacción, este nuevo modo de asumir el contrato social va de la mano con problemas

Recuperado el 5 de dic. de 2013, puede accederse a una versión completa en: https://loiolaxxi.wordpress.com/tag/cepal o www.un.org/spanish/News/story.asp?NewsID=28192 2

comunes, como la corrupción, la delincuencia y la cosificación de personas. La cifra de personas pobres en América Latina y el Caribe en 2013 ascendió a 164 millones, lo que equivale a uno de cada cuatro habitantes de la región, […] el aumento de la indigencia ha sido causado por el incremento del costo de los alimentos por encima de la inflación general. […] Seis de los 11 países con información disponible en 2012 registraron disminuciones en sus niveles de pobreza respecto a 2011. En Venezuela la tasa cayó 5,6 puntos porcentuales, de 29,5% a 23,9%, mientras en Ecuador pasó de 35,3% a 32,2%, en Brasil de 20,9% a 18,6%, en Perú de 27,8% a 25,8%, en Argentina de 5,7% a 4,3% y en Colombia de 34,2% a 32,9% de los habitantes. […] En lo que respecta a la distribución del ingreso, si bien en 2012 se incrementó levemente el grado de concentración en algunos países, se confirma la tendencia a la baja que se registra hace un decenio. Pese a esto, la elevada desigualdad sigue caracterizando a la región en el contexto internacional. En promedio, el quintil más pobre (20% de los hogares con menores ingresos) capta en promedio 5% de los ingresos totales del país, con extremos que van desde menos 4% en Honduras, Paraguay y República Dominicana a 10% en Uruguay. La participación del quintil más rico, en tanto, promedia 47%, con un rango que va desde 35% en Uruguay a 55% en Brasil. (Organización de las Naciones Unidas, 2013) 2 [El resaltado es nuestro]

La posibilidad de ejercer una ciudadanía plena, en sociedades como la ya descrita, se ve condicionada al poder adquisitivo de las personas. En ese sentido, el anhelo de satisfacción compite con dos variables que el individuo no siempre puede controlar: el tiempo y los recursos. La variable “tiempo” es central para entender el que las personas desistan de mantenerse dentro de los márgenes del contrato social materializado en la ley y migren hacia actividades ilícitas, pero exponencialmente más rentables. Lo anterior presupone una severa permutación de valores en cuyo proceso ha jugado un rol central la propaganda sobre el consumo y sus infinitas posibilidades. El eje transversal que apura la crisis es la frustración frente a lo que está negado. Una ciudadanía equivalente al consumo es débil y peligrosa, porque termina viendo en el componente legal, no su sustento, sino más bien su limitación. Esto explicaría, en parte, las altas tasas de delitos en nuestra América y el boato innecesario con que viven mucho de esos delincuentes. Algo que debe quedar muy marcado es que la desigualdad económica erosiona y debilita la conciencia ciudadana; la

propaganda exacerbada por empresas y negocios que se asumen a sí mismos como la esencia de la vida en sociedad3, contribuyen a marcar o delinear con mayor notoriedad los bordes de la diferencia, es decir, de la desigualdad. Por ende, podemos afirmar que la exacerbación propagandística, aquella que estimula el consumismo, está directamente relacionada a la desigualdad. 2.

La democracia y su discurso condicionado tro de los mayores retos ciudadanos consiste en vincularse con un modo de intervención política: la democracia. Esto último reviste de entendibles resistencias, toda vez que dicho sistema se ha vinculado, por la fuerza de los hechos, a un determinado modelo económico: el capitalismo. No hemos de negar que el vínculo es arbitrario, pero existe como percepción en muchas partes del mundo. Los retos de una ciudadanía en democracia se ven opacados por las promesas incumplidas del sistema político y del modelo económico.

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La revolución de expectativas producida por la cultura de consumo de masas genera valores igualitarios pero también anomia social, en la medida en que buena parte de las aspiraciones de consumo no se realizan y difícilmente se realizarán. Puede ser argumentado también que la valorización extrema del acceso a bienes de consumo genera aspiraciones individuales que valorizan o hacen más aceptable la desigualdad, ya que todos consideran legítimo aspirar a consumir más, legitimando las formas de consumo de lujo, que pasan a ser el horizonte de aspiraciones comunes. (Sorj, 2008, pág. 23)

Esos valores igualitarios son la democracia en sí, lo contradictorio o paradójico radica en la igualdad que promueve y, con ello, el desmedido consumo que ampara, lo que redunda en un aumento considerable de los márgenes de desigualdad. El sistema funcionaría sin estas anomalías si se partiera de sujetos que son, económicamente iguales, y si producto de esa igualdad “La idea de una ciudadanía totalmente privatizada y sometida a una marca no resulta hoy tan absurda como hace pocos años, como pueden testimoniar los habitantes del pueblo Disney llamado Celebration y como no tardaron en aprender los de Cashmere, Washington. Cashmere es un tranquilo pueblo de 2500 habitantes; su principal industria es una fábrica de caramelos llamada Liberty Orchard que viene confeccionando marcas como Aplets y Cotlets […] todo marchaba muy bien hasta septiembre de 1977, cuando Liberty Ochard anunció que se marcharía a menos que el pueblo consintiera que […] en todas las señales de las calles y la correspondencia oficial de la ciudad se lea “Cashmere, Cuna de Aplets y Cotlets”. Exigen que las dos calles principales del pueblo pasen a llamarse Avenida Cotlets y Avenida Aplets. El fabricante de caramelos también desea que el alcalde y las demás autoridades le vendan el edificio del Ayuntamiento, que construyan nuevos aparcamientos y que eventualmente coticen en Bolsa para lanzar una campaña turística para proclamar la sede central de una empresa que dice que su historia ´corre paralela con la de los EE.UU´.” (Klein, 2002, pág. 66) 3

económica hubieran desarrollado posibilidades biológicas y cognoscitivas también iguales. Al no ser así, la igualdad promovida por el sistema democrático afianza y remarca las diferencias, por ejemplo, indirectamente valida el lucro desmedido como una expresión de la “libertad”4. Bajo tales condiciones hay que reconocer que el estado de plenitud ofrecido por las sociedades capitalistas, de la mano con la democracia, sigue siendo lejano, por ende las demandas y reclamos están vigentes y van en aumento. La democracia, y el modelo económico con el que se le asocia, han pasado a ser evaluados con su propio arquetipo ideal, se les evalúa por las promesas que son o no capaces de satisfacer y no en comparación con otros modos de intervención político-económica. Si la diferencia, realidad – idealidad, es muy notoria, entonces la frustración y el desencanto tienden a repercutir con mayor fuerza en los niveles de credibilidad de los voceros de ambos sistemas. En la medida que los actores políticos dependen de la validación electoral, su situación es más crítica, en comparación con los empresarios y tecnócratas, percibidos como lejanos en la dinámica social. Esto explica en parte la crisis de los partidos y la necesidad casi compulsiva de buscar outsiders5 en cada elección. Nivel de satisfacción/confianza en la democracia6: PERÚ Democracia

Nivel de satisfacción/confianza 1993 2013 36% 25%

Otra de las circunstancias surgidas y respaldadas por el modelo ya descrito, tiene que ver con la representación indirecta. En más de una ocasión esta forma de representación se ha disociado de los representados soslayándolos y evitando rendir cuentas sobre sus actos, por ejemplo, si se revisan los discursos políticos en materia laboral se constatará una sostenida amenaza contra los 4

Nos parece importante aclarar que con esto no estamos reivindicando ideas comunistas, mucho menos consideramos que exista un sesgo ideológico en lo que afirmamos, pues no compartimos las tesis del marxismo, más allá de valorar su análisis sociológico como pertinente, en muchos aspectos, pero errado en esencia, el género humano no está diseñado para llevar a cabo ningún proyecto que implique la renuncia a la diferencia, termina siendo muy ingenuo creer que los hombres pueden vivir en comunidades sin propiedad, sin egoísmos, sin diferenciaciones, afirmar los contario es darle la razón a J. C. Mariátegui cuando proponía hacer del marxismo una religión. 5 El outsider pasa a representar lo novedoso frente a lo trillado, la posibilidad de acceder al poder dependerá en gran medida de la radicalidad de su discurso. 6 Para los datos presentados se ha recurrido a dos fuentes: la del año 1993 corresponde al Tercer Barómetro Iberoamericano, cuadro analizado por Julio Cotler (1995); el del año 2013 corresponde al informe presentado por la Corporación Latinobarómetro (2013, págs. 34-35)

derechos de participación y trabajo, amenaza propiciada por el quintil con mayor acceso a recursos económicos; como estrategia política de estos sectores se ha buscado, por un lado, ejercer presión sobre los gobiernos de turno para forzar la flexibilización laboral7 y, por otro, la desvinculación de la economía con la moral8, punto básicos para justificar el lucro desmedido y la legalización de la ganancia ilegítima9, bajo las normas de un capitalismo salvaje. Hay un grave error en presuponer que legalidad y legitimidad son lo mismo. Existen y han existido actos de gobierno, en su momento legales, pero declarados ilegítimos a la luz del juicio histórico. Por ejemplo: los distintos golpes de Estado en su momento buscaron legalizarse a través de elecciones, y aunque lo hicieran, su origen seguía siendo ilegítimo. Un error frecuente consiste en afirmar que tales actos se legitimaron a través del ritual democrático, asumiendo un reduccionismo inadecuado, que equipara democracia – sufragio – legitimidad; cuando en realidad lo que ha operado es fuerza – sufragio legalidad. Del mismo modo, hay actos legítimos que en su momento pudieron ser declarados como ilegales, recordemos que “dos estudiantes portugueses fueron condenados a siete años de prisión por el delito de hacer un brindis por la libertad y la democracia. Desde el punto de vista del gobierno, los estudiantes eran una amenaza para la seguridad nacional y era necesario ponerlos presos”. (Campolo & Aeschliman, 2008). La acción de dichos estudiantes fue legítima, pero su condena también fue legal, pues se hizo cumpliendo lo establecido por la ley que regía dicha dictadura, que dicha ley fuera oprobiosa no la convierte en ilegal, pero sí en ilegítima, al igual que fueron ilegítimos los actos del sistema judicial que los condenó. En el Perú en diciembre de 2014, por iniciativa del Poder Ejecutivo, el Congreso de la República aprobó la Ley de promoción del empleo juvenil que consistía en eximir a los empresarios (sin importar el rubro ni el tamaño) de los mal llamados “costos laborales”; vale decir, un joven de 24 años contratado no tendría derecho a CTS, vacaciones truncas, gratificación, asignación familiar, seguro de vida, seguro de riesgo, etcétera. Gozarían al año tan solo de 15 días de vacaciones, pudiendo ser intempestivamente despidos. Pero, además esta norma presupone que quienes hacen negocios en el Perú tienen un alto sentido social y su compromiso con el desarrollo de los que menos tienen es genuino. Por desgracia, las evidencias solo señalan que el empresario quiere: aumentar sus márgenes de ganancia. Para ello, buscará reducir sus costos de producción y qué mejor que reduciendo los costos laborales. 8 La formación de la clase obrera en Inglaterra (Thompson, 1989) expone el vínculo entre moral y economía, su trabajo nos puede servir para repensar la necesaria relación entre una y otra. “La gente tiene un rol económico preponderante dentro del consumo de bienes y servicios y en tal condición debieran tener presente, permanentemente, la necesidad de establecer una relación moral con aquel que produce y comercia” (Ortiz Treviños, 2014, pág. 29) 9 Economistas formados bajo esta línea no tienen ningún empacho en tratar de descalificar, con el san Benito de “marxista”, “rojo” “comunista” y ahora más 7

2.1. Ciudadanía y participación Quienes defiendan el modelo actual pueden hallar cierto consuelo en afirmar que a lo largo de las últimas décadas se han hecho esfuerzos concretos por democratizar la formación ciudadana, vinculando tales términos (democracia – ciudadanía)10 aun cuando tal vínculo no les sea consustancial, pues ciudadanos ha habido en todos los regímenes, en tanto complejos; los ciudadanos romanos estaban muy lejos de reconocer su sociedad como democrática y ello no afectó jamás su estatus de civis. Sin embargo, aun cuando para muchos este vínculo propicie el mejor de los escenarios posibles, otros no vemos el asunto con tanto optimismo. La famosa democratización de la vida civil es más una aspiración que una realidad concreta, pues en los hechos las prácticas individuales en el espacio público y las mismas instituciones estatales, así como las empresas privadas, siguen evidenciando verticalidad y una estructura jerarquizada, supeditada a un orden preestablecido en el que las relaciones entre ciudadanos siguen siendo relaciones de poder y, por ende, de dominio y dominación. Además, en gran medida, las prácticas democráticas no están exentas de cierto autoritarismo, aquel que emana de una mayoría ya determinada. El imperio de uno es reemplazado por el imperio de dicha mayoría, controlada, paradójicamente, por una minoría (élite o petit comité) que, cuando puede, direcciona los votos para aplastar las oposiciones; y cuando no, tiende a delegar su poder y representación, nuevamente, en uno; las viejas críticas que esbozara Platón a la democracia ateniense siguen vigentes (Platón, 2002)11, y las prácticas ciudadanas solo reproducen, como contenido axiológico, los defectos de un sistema instrumentalizado y colocado al servicio de determinado cuerpo de dominadores12. de moda, “chavista” a todo aquel que critique sus “brillantes e innovadoras ideas” sobre la flexibilización laboral. Les es difícil entender que puede uno criticar su falta de creatividad para reactivar la economía sin necesidad de ser estatista. Peor aun cuando esos mismos gurús promueven “leyes de reactivación económica” contrarias a una economía liberal de verdad. 10 Esto parece estar respaldado, por una aparente contradicción, si bien solo el 25% se siente satisfecho o confía en la democracia un 56% la prefiere a cualquier otra forma de gobierno (Corporación Latinobarómetro, 2013, pág. 24). Ese crecimiento exponencial obedece al telos educacional que en materia ciudadana se ha centrado en reforzar el modelo democrático, sin ser capaz de explicar las limitaciones derivadas de asociarla a los modelos de intervención económica. 11 La relectura de la República puede, por momentos, colocarnos fuera del tiempo, pareciese que estuviéramos leyendo una descripción de muchos gobiernos latinoamericanos actuales, no somos del todo conscientes sobre si es válido o no achacarle tamaña responsabilidad al sistema democrático, en todo caso, apuntamos que ello merece reflexiones más profundas sobre dicho sistema. 12 No pueden resultar equivalentes dos paradigmas de vida cuando en uno se considera el consenso como un conjunto de acciones axiológicamente superiores, mientras en el otro se asume como deseable un sistema de

La delegación de poderes calza muy bien con el concepto sufragante de “ciudadanía”. El ciudadano cobra importancia en tiempos electorales, su voto y elección es la renuncia tácita a un poder continuo, renuncia a él confiando en su representante. Lo llamativo es que dicho representante puede ejercer el poder al margen del representado y muchas veces, contra el representado; y, aun cuando se diga que el régimen es el gobierno de todos, no deja de ser evidente que ese “todos” tiende a convertirse en “algunos” en la medida que un Estado organizado asume jerarquías en la representación (Presidente, Ministros, congresistas, etc.). Pero, aun cuando en las relaciones democráticas, a nivel de gobierno, se reemplazara la pretensión de jerarquía, nos quedaría un modelo democrático tan o más desnaturalizado que el actual, pues la delegación y el gobierno indirecto se asumen como connaturales a dicho sistema de gobierno. 2.2. Polis y commune En relación con lo anterior, hay que considerar que los Estados democráticos, como los conocemos, son una invención moderna, por ende, el tipo de ciudadanía que postulan, también lo es. Como alternativa, y siempre dentro de la reflexión teórica, recordemos las ideas de polis y commune. El rastrear su origen puede abrir todo un abanico de organizaciones similares que escaparían a la pretensión central de este texto. Siendo así, solo mencionaremos brevemente dos de estos referentes, sin pretender alcanzar demasiada hondura en su análisis: el modelo griego y el italiano.

de gobierno funcionó para el tipo de estructura de la Grecia de aquel entonces, porque estaba pensada y sostenida desde la exclusión (mujeres, extranjeros, hombres no libres). En tal sentido, el asambleísmo griego era funcional en la medida que las posibilidades reales de reunión, debate y decisión estaban en pocas manos ciudadanas. No hay que dejar de notar que la realización del ser en la polis estaba directamente relacionada con su calidad de ciudadano, que como tal se sometía a las leyes que regulaban la convivencia y asumía para sí un Estado predecible, con el que debía concebirse y armonizarse la vida cotidiana, no había sociedad en términos modernos y la delegación de poderes, aparentemente13, no tenía lugar, pues cada ciudadano era una voz y un voto directo, sin que ello anulara tomar medidas excepcionales frente a situaciones críticas. La polis y sus ventajas organizacionales no pueden permutarse para ser aplicadas en el moderno Estadonación, por lo que ya hemos referido. Adicionalmente a ello, no hay que asumir que esta explicación abarca la totalidad del mundo griego mucho menos el continuo de tiempo que implicó su desarrollo, pero se dio y como tal nos parece importante mencionarlo. Este modelo extrapolado a nuestra realidad actual deviene en inconveniente, en principio porque la enorme cantidad de decisiones que se toman día a día ralentizaría su funcionamiento, tornándolo en inviable: La idea clásica de la polís es insostenible en la sociedad moderna; la noción de autogobierno o gobierno por medio de una asamblea abierta es una simple locura para cualquier comunidad que exceda los umbrales de una ciudad pequeña […] Los problemas de coordinación y regulación de un país densamente poblado son insuperablemente complejos para cualquier sistema de democracia clásica o directa. Es más, cuando un gobierno es el gobierno de todos los ciudadanos acecha el constante peligro de que la minoría ilustrada sea eclipsada por la ignorancia, torpeza e inexperiencia de la mayoría14 (Held, 1997).

En efecto, las antiguas polis griegas concebían el espacio público como el espacio de la koinonía, (comunidad participación), el hombre alcanzaba su plena realización como ciudadano en tanto participaba de ella, fuera no había posibilidad de ser alguien. Las relaciones que se establecían entre los hombres, era de correponsabilidad en el manejo de los asuntos de la polis. Ahora bien, este tipo

gobierno en el que una mayoría se impone por fuerza del voto en desmedro de las minorías, y ello sin que muchas veces medie reflexión crítica. 13 No olvidemos las críticas de Platón al modelo que se pueden resumir en: “¿el gobierno de todos? Yo solo veo el gobierno de uno, el de Pericles”. “Lo más sorprendente del debate político y económico sostenido en Occidente en la antigüedad y la vigencia de los planteamientos básicos. El reñidero, en realidad, ha cambiado muy poco. Cuatro siglos antes del nacimiento de Jesús, Platón delineó en La República los rasgos de las sociedades totalitarias, controladas por oligarquías, en las que la economía era dirigida por un cúpula, cuya autoridad descendía sobre unas masas a las que no se les pedía su consentimiento para ser gobernadas y el objetivo de los esfuerzos colectivos era el fortalecimiento del Estado, entonces conocido como polis”. (Montaner, 2000) Conferencia pronunciada en Miami, en un seminario del Instituto Jacques Maritain.

Pensemos en un caso extremo: el de la Siria actual. El estatus de ciudadano en Siria está vinculado a la posibilidad de delegar el poder a través de procesos electorales que permiten sostener la formalidad de una “democracia aparente”. Al Assad lleva cumpliendo dicho ritual al igual que su padre ¿Qué hay detrás de la resistencia del régimen a ceder el control del país, amenazado por el ISIS, los rebeldes pro occidentales y las deserciones dentro de su propio bando? Es en el fondo, la lucha desesperada de una minoría chiita que controla un país de mayoría sunita, bajo el entendido de una “minoría ilustrada”, el vínculo de cohesión radica en la procedencia geográfica, el credo religioso (alauitas, para ser más específicos) y los lazos familiares con el presidente sirio. Esta restricción de la ciudadanía como ejercicio compartido del poder, ha generado resentimientos embalsados; de caer el régimen de Al Assad, la minoría que él representa y con la que gobierna muy probablemente sería perseguida y sometida a vejaciones y exterminio. La defensa de su sistema de “democracia aparente” es la resistencia por la supervivencia. Algo parecido, 14

Hay de por sí un sesgo en David Held, cuando asume de por sí la incapacidad mayoritaria de los pueblos, indirectamente se asume como un imposible el que todos sean “iguales” en términos gnoseológicos, pero ese tipo de sesgos no son propios de la democracia, son más bien, la consecuencia de su asociación con el capitalismo. Además, las palabras de Held están inspiradas en el alegato de John Stuart Mill sobre el “Gobierno Representativo” (Mill, 1878) y pueden asumirse como una serie de advertencias que se ciernen sobre el poder delegado, no puede dejarse de lado que, para Mill, la única forma de frenar la tiranía de una mayoría en el poder, dentro de una democracia, es apelando a la JUSTICIA como marco de referencia legal y axiológico. Pero, así como se afirma ello, es perfectamente válido el razonamiento inverso, la única forma de frenar la tiranía de una minoría en el poder, es apelando a la justicia. Hay que admitir que todo ciudadano debiera vivir tranquilo siempre que la mayoría o minoría que gobiernen lo hagan condicionados por el principio de justicia que se levanta incluso por encima del derecho o del ordenamiento legal. He ahí otra de nuestras crisis ciudadanas: el decantamiento por la JUSTICIA, la percepción generalizada de su perversión, manipulación, corrupción, etc., ¿cómo ser ciudadanos en un Estado que frente a la controversia entre el derecho y la justicia opta por el derecho? Y peor aún, ¿cómo ser ciudadanos en un Estado que crea circunstancias de excepción para promover privilegios, enrareciendo el cuerpo normativo que dice defender?15 Finalmente, habría que tener, también en cuenta ¿Qué concepto de justicia se asume y desde qué vertiente? Para muchos, el concepto de lo justo se ha relativizado y es difícil encontrar un rasgo común, sobre todo porque las normas se interpretan antes de aplicarse. Bajo tales circunstancias, la ciudadanía incorpora dentro de su conceptualización estatus, privilegios, limitaciones y ventajas comparativas que son inadmisibles en términos axiológicos.

perniciosa entre democracia – sufragio. Ambos reduccionismos han terminado por desnaturalizar los conceptos dando pie al surgimiento de interpretaciones relativizadas, que bien pudieran ser el origen de cierto tipo de anomia. De otro lado, se mencionaba a la commune, las ciudades –estado– italianas del siglo XIV, la commune entiende en la política su única posibilidad de subsistencia y realización. La política es el gobierno; participar del gobierno no es entendido aquí como un derecho sino más bien como una obligación; todas las responsabilidades o posibilidades que se derivan del ejercicio del gobierno de la ciudad son obligaciones, no derechos. Fuera del ámbito de la comunidad no es concebible la vida, por ello todos son la ciudad, todos la gobiernan, todos se comprometen y se responsabilizan de su marcha. Puede analizarse lo mencionado en el párrafo anterior de la mano de Quentin Skinner (2009), quien planteara una relectura política del fresco pintado por Lorenzetti. Obviamente, el espacio político que describe Skinner está en tensión constante dado que los grupos que la componen son heterogéneos, en ello radica precisamente el arte de hacer política: lograr establecer, entre los diversos, acuerdos que permitan el gobierno, construir gobierno es construir consenso, en lugar de recurrir al facilismo del voto y su dictadura aplastante. En aquellas comunidades se manejaba un concepto de participación muy distinto del que ahora podría tenerse de manera intuitiva y vulgar. En la commune el poder no está sustantivado, no es un algo al que se accede o se usurpe. El poder es uno con la política y uno con la comunidad.

Lo peor de todo es que lo anterior luce, aparentemente, respaldado por el sistema democrático, o al menos por un modo de entender y llevar adelante la democracia, una democracia instrumentalizada, ¿cómo puede ser posible esto? Sencillo, así como se ha construido una equivalencia entre ciudadano – consumidor, hay también una asociación

Esto quiere decir, que la ciudadanía debe alejarse del reduccionismo sufragante para anclarse en la política, entendida en su más genuino sentido y no en los términos vulgares que tienden a confundirla con politiquería. La política es el espacio para formar ciudadanos, eso era más que evidente en la polís griega y en el commune italiano porque comunidad y ciudadano eran lo mismo, comunidad y política eran lo mismo, en tal circunstancia la corresponsabilidad es un compromiso que absorbe y determina el ser social del hombre, su impronta como ciudadano reposa en su posibilidad de participar, no como votante, sino más bien como el todo y la parte, afecto a cuanto ocurre, dispuesto a enterarse, discutir y gobernar a

aunque con los oportunos matices del caso, se encontraría si se analiza el régimen de Saddam Hussein, solo que él era sunita y no chiita y que los sunníes eran, y son mayoría en Irak. 15 Solo un ejemplo, la ley SERVIR N° 30057, en teoría es un conjunto de normas pensadas para asegurar la carrera pública e involucra a todo servidor del Estado. Sin embargo, los alcances de esta ley exceptúan a altos

funcionarios de la SUNAT, del Banco Central de Reserva, etcétera. Como es natural frente a tales circunstancias, el Poder Judicial también ha pedido estar dentro de tales excepciones, con tantos forados ¿Acaso no se ha desnaturalizado la norma? ¿Y dónde está el principio de que todos somos iguales ante la ley? Es decir, acaso que, ¿“todos somos iguales, pero algunos son más iguales que otros”?

través de la palabra, el discurso y la acción. Desafortunadamente, nuestra sociedad ha deslegitimado en el discurso, el quehacer de la política, y ha creado hondas fisuras en torno a términos consustanciales. Es en el sentido de lo ya explicado que la democracia instrumental se convierte también en un condicionante para el ejercicio ciudadano, los marcos que impone terminan por simplificar al sujeto hasta reducirlo a un “voto” anónimo, del que solo importa la dirección en que se emite. Además de ello, este tipo de democracia, como ya se dijo, refuerza la desigualdad, aunque, hay que reconocer que ello no es de su plena responsabilidad, pues frente a la desigualdad material debieran ser los Estados los grandes igualadores, de forma tal que todo actor político asuma la convivencia en igualdad de condiciones. En tanto los Estados no resuelvan las problemáticas sociales subyacentes a la desigualdad, la democracia seguirá condicionando negativamente el modo en que se ejerce la ciudadanía. 3.

La participación de los medios de comunicación ería ingenuo asumir que la estructura de un Estado obedece, necesariamente, a la idealidad razonada de sus normas, aquello que suele denominarse institucionalidad, es decir los valores y las leyes. Las organizaciones vinculadas al poder, responden también a un conjunto de intereses individuales y compartidos, tanto como a presiones que convergen o divergen desde distintos puntos del escenario político. Esto que puede aplicarse a los Estados también es factible aplicárselo a los medios de comunicación.

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¿No es pretensioso que los comunicadores sociales se irroguen como particularidad profesional: la búsqueda de la verdad y su posesión? Sobre todo porque al hacerlo se colocan por encima de la problemática y sus veleidades, como árbitros o censores, dirimiendo, censurando, valuando y devaluando cuanto ocurre y es o no de su interés. Si la pregunta inicial se convirtiera en afirmación y como tal fuera cierta, estaríamos frente a hombres y mujeres de excelencia, virtuosos formados para ser la conciencia crítica de las sociedades que los albergan. Sin embargo, una cuestión enrarece su tan noble ocupación ¿Un medio de comunicación, llámese radio o televisión, es o no un negocio? De ser así, está razonado desde la lógica Es más, los propios medios se han encargado de convertir el término “regulación” en una herejía, porque han establecido un vínculo falso entre libertad de expresión = no regulación. Cuando no existen las libertades absolutas, cuando toda libertad se ejerce en los parámetros que la sociedad o las costumbres imponen. Además, la libertad como tal no se ejerce en los medios, esta ópera del mismo modo como opera fuera de ellos, solo que quien la regula es el propio dueño y sus particulares intereses. 16

del mercado, lo central no es lo realmente importante, lo central es aquello que más vende y muchos de sus operadores tienen precio, tanto como sus espacios. El ejercicio ciudadano tiende a reducirse en democracias deficitarias hasta convertirse en un punto porcentual de encuesta o un punto en el rating, porque la participación de los medios es protagónica y carece de marcos regulatorios claros16 Por lo general, estas encuestas están diseñadas para establecer un determinado escenario y en base a ello gestar toda una operación de propaganda que encuentra sonoro eco en los medios de comunicación interesados o inducidos a mostrar interés. De una u otra manera, los medios se autoproclaman abierta o subrepticiamente: portadores de la “voz ciudadana”, los preclaros intérpretes de la voluntad popular, los defensores del pueblo y sus prioridades, etc. La ciudadanía expresada por estos medios se usa para ejercer presión sobre gobernantes e instituciones gubernamentales, personajes políticos, empresas y demás. Si tuviéramos que juzgar nuestra sociedad como cívica o no, solo por el ejercicio de la libertad de expresión o por la garantía de tal derecho a los medios masivos de comunicación, seguiríamos frente a una versión simplificada y muy poco seria de ciudadanía. Del mismo modo, si tuviéramos que juzgar nuestro estatus de ciudadanos porque accedemos información proporcionada por canales o emisoras y estos medios reivindicaran el estar libres de influencia gubernamental para el tratamiento de las noticias e investigaciones periodísticas, seguiríamos frente a una versión muy poco seria de ciudadanía. No es la libertad de prensa el símbolo del quehacer cívico, ni mucho menos la impronta de la democracia, pues existe autoritarismo privado al interior de los medios, y también clientelismo, prebendas e intereses creados, la voz editorial de un medio es la voz editorial de sus dueños. Lo anterior pone en evidencia la imposibilidad de regular la “información periodística” por parte del Estado, sin que esto sea percibido como intromisión o coacción de la libertad de prensa. Por otro lado, los medios se muestran cínicos a la hora de autorregularse por lo que pierden credibilidad frente al espectador crítico, en ello reside, tal vez, la necesidad de idiotizar17 al televidente o radioescucha.

Idiota, es decir, apartado, separado de los asuntos públicos vinculados al poder, al gobierno al Estado, etc. “Vivir en un mundo real y hablar sobre él con otros son en el fondo lo mismo, y a los griegos la vida privada les parecía «idiota»17 porque le faltaba esta diversidad del hablar sobre algo y, consiguientemente, la experiencia de cómo van verdaderamente las cosas en el mundo”. (Arendt, 1997, pág. 79). “Por el contrario, el hombre ´no político´ era un ser defectuoso, un idion, un ser carente (el significado originario de 17

Frente a esta problemática, urge repensar la totalidad del esquema, el Estado debe empoderarse, lo que no significa ser arbitrario, debiera buscar legitimar la regulación como resultado de un intento serio de consenso. Quizás estas actividades no debieran tener fines de lucro, ello en parte preservaría dicha actividad para quienes ven en su desarrollo otro tipo de propósitos, tal vez sea oportuno comprender que este tipo de problemas son de índole moral y ética, y la ausencia de ambas en la gestión de un medio de comunicación debiera ser razón suficiente para perder la licencia de uso y transmisión18. El sujeto crítico analiza los modos cómo se le intenta inducir a hacer algo y puede terminar descartando dicho inducir si descubre razonamientos inválidos como soporte de tales propósitos comerciales, pues es capaz de detectar la intencionalidad manipuladora en los discursos o premisas de auxilio. Siendo así, es obvio: un consumidor crítico es lo menos conveniente para el negocio comunicacional, y es también evidente que estimular el pensamiento crítico puede ser contraproducente con el propósito ulterior: aumentar los márgenes de ganancia. (Ortiz Treviños, 2014)

Es también usual que los medios de comunicación, específicamente la prensa recurra a falacias19 para consolidar la opinión que buscan forjar en los individuos, filtrar su propio estatus de ciudadano pasa, necesariamente, por decirle qué es lo bueno y qué es lo malo, por extensión quién es bueno y quién es malo. Esto lo logran recurriendo intencionalmente a razonamientos errados, como es lógico el nivel formativo de los ciudadanos será determinante para medir la calidad de los instrumentos a utilizar. 4.

La segmentarización de la realidad social al vez como consecuencia de la tecnocratización del discurso, es que se nos pretende convencer de que la realidad social puede ser entendida por segmentos y que la tendencia es a especializar tanto los segmentos

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nuestro término idiota), cuya insuficiencia estaba, precisamente en haber perdido, o en no haber adquirido la dimensión y la plenitud de la simbiosis con la propia polis”. (Sartori, 2010) 18 La labor que reviste la prensa es de suma importancia porque en sus manos está depositada la enorme tarea de informar. Por ende, en teoría, la prensa no debería tener una opinión sesgada, la transmisión de la información tendría que ajustarse a los hechos y a las consecuencias lógicas de tales hechos. Sin embargo, el periodismo y los programas noticiosos, como cualquier otro programa de televisión, dependen del dinero que se invierte en ellos, ya sea en forma de anuncios o como presupuesto destinado por el canal que los alberga. Siendo así, la prensa termina siendo parte de una industria económica que se dedica a la comercialización de información. Lo que sostenemos es que mucha de la información que es transmitida por los medios de comunicación está parcializada o, tendenciosamente alterada, de tal manera que se deforma el mensaje que se transmite. Es común que al enunciar una serie de comentarios ampliatorios la prensa política busque, en apariencia, desentrañar la estructura oculta de los hechos políticos, ahondar en la noticia, procesarla y

que la comunicación entre ellos sea, primero innecesaria y luego imposible ¿Qué significa esto? Que lo que ocurre en uno de los segmentos obedece a sus propias leyes y mecanismos de funcionamiento, los que afectan el segmento hasta las fronteras del mismo. Siendo así, por ejemplo, una crisis económica es económica y punto, el vínculo con lo moral, lo afectivo o lo cívico, es indirecto, circunstancial, no determinante. Bajo esta lógica podría afirmarse que la crisis económica tiene que ver con el mercado y su interacción de desarrollo, mas no con la moral de las personas, de eso se nos trata de convencer. Claro, al afirmar lo anterior liberamos al economista de reflexionar sobre su rol moral en la sociedad y con ello liberamos de lo mismo al productor, al consumidor y al producto. Ciudadanía y moral son conceptos consustanciales entre sí, y sirven para juzgar la realidad más allá de la pretensión segmentarista. A fin de explicar lo anterior seguiremos tomando como referencia a la economía y la moral. Para el economista puede resultar más cómodo hablar de crecimiento, déficit presupuestal, balanza comercial negativa, inflación, hiperinflación, desregulación de precios, tipo cambiario, etcétera, algo parecido podría decirse si se asume la visión del contador o administrador. Pero, confrontados con la necesidad de plantear la repercusión de sus teorías en la vida de las personas, en sus emociones, angustias y anhelos, tienden a encogerse de hombros como si ello no tuviese nada que ver con lo que postulan. Si se insistiese en asumir los segmentos como independientes dejaríamos de considerar el vínculo transversal y es que en todos y cada uno de los conceptos del párrafo anterior están involucradas historias humanas, particulares e intensas, auténticas protagonistas de la dinámica socioeconómica.

reestructurarla para presentarla en términos más sencillos de comprender por la mayoría de televidentes; en este proceso, las opiniones que se viertan consistirán en guiar al público para que se convenza de que el punto de vista del periodista o del noticiero, es también el suyo. Por ejemplo, en el año 2009 los medios comunicaron sobre la pandemia de gripe H1N1, generando un pánico generalizado; la denominada “pandemia” cobró la vida de 19 mil personas en el mundo. Sin embargo, se ha calculado que al año 1.7 millones de personas mueren producto de la tuberculosis. Una enorme diferencia en el volumen de las víctimas que nos llevan a pensar sobre el por qué una sí fue declarada pandemia y la otra no. 19 Es importante tener presente que una falacia no es una mentira, es un error de razonamiento, y como tal mucho más difícil de percibir, error voluntario o involuntario, dependiendo de los propósitos. Se recomienda revisar el texto de Irving Copi, aun cuando la exposición que hace de las falacias no es completa, si sirve de gran ayuda para ilustrar el cómo operan las más importantes o comunes (Copi, 1969)

Pretender tomar decisiones en campos como el económico o laboral sin considerar el vínculo transversal, provoca dificultades que van más allá del campo específico en que nacen tales decisiones. Al ser la economía una actividad humana, no está exenta de otras manifestaciones también humanas como la reflexión ética y el condicionamiento cultural. La separación de ambas o la intención de su desvinculación, lo que podríamos llamar objetivación, no es connatural a su relación; por el contrario, es el resultado de un nuevo modo de entender el mundo20 que como proyecto fracasó. Edward Thompson21 (1979) analizó el vínculo entre moral y economía en la Inglaterra del siglo XVIII, en dicho análisis puede evidenciarse el control difuso que ejercía la muchedumbre sobre la calidad y el precio del producto, cabe resaltar que la acción de tal muchedumbre no buscaba destruir el sistema ni imponer el costo cero, buscaba sostener una ganancia que no expresara lucro, así el productor - comercializador era percibido como un servidor social antes que como un agente económico que busca la ganancia por la ganancia misma. En cuanto a la calidad, es detallado el análisis de Thompson sobre la regulación de la misma, la protesta marcaba el rechazo a productos de mala calidad, aun cuando fuesen más baratos y aun cuando su producción fuese respaldada y promovida por el Estado. El tipo de ciudadanía que puede percibirse en la realidad descrita por Thompson es una ciudadanía compleja22 y crítica23, criticidad erigida al margen de los sistemas educativos formales.

20 Con el surgimiento del positivismo lógico, la objetivación de las ciencias pasó

a ser una de las pretensiones máximas de su programa. La ética parecía no tener cabida en una estructura general para la ciencia unificada; librada al fin de la ética y de las inconveniencias morales. Pese a los debates y enorme cantidad de críticas que tales pretensiones merecieron; no faltaron quienes impulsaron su expansión y consolidación. 21 Thompson tiene formación marxista. Sin embargo, ello no impide que abandone o cuestione conceptos claves del marxismo, como el de “clase”. Desde su visión neomarxista, para ser más preciso, no es posible constreñir los procesos flexibles y además cambiantes a un concepto estático: “Todavía más, la noción de clase entraña la noción de relación histórica. Como cualquier otra relación, es un proceso fluido que elude el análisis si intentamos detenerlo en seco en un determinado momento y analizar su estructura. Ni el entramado sociológico mejor engarzado puede darnos una muestra pura de la clase, del mismo modo que no puede dárnosla de la deferencia o del amor. La relación debe estar siempre encarnada en gente real y en un contexto real. Además no podemos tener dos clases distintas, cada una con una existencia independiente, y luego ponerlas en relación la una con la otra” (Thompson, 1989, pág. prefacio). La posibilidad de que Thompson en su formación y producción académica sea capaz de superar el dogmatismo ideológico, hace de sus análisis elementos de mayor valía para entender los cambios y las continuidades. 22 Complejidad entendida en términos de Morín: “[Complejidad] su definición primera no puede aportar ninguna claridad: es complejo aquello que no puede resumirse en una palabra maestra, aquello que no puede retrotraerse a una ley, aquello que no puede reducirse a una idea simple. Dicho de otro modo, lo

Ahora bien, se hacen pertinentes algunas reflexiones a las que indirectamente nos invita Thompson. Muchas de las sociedades actuales se debaten entre los rezagos del intervencionismo económico, presentado como “paternalismo gubernamental”, y la desregulación total; es decir, “entre la mano invisible del mercado” de Smith y la, precisamente, “invisible mano del mercado”, porque no existe o no está ahí24. En este punto empiezan a notarse radicalidades en los discursos que defienden ambas posturas, pero también rarezas ideológicas25. De tal o cual perspectiva ha dependido la marcha de economías emergentes así como las crisis cíclicas de las economías del primer mundo. Recordar la descripción de Thompson rehabilita la variable sujeto - agente, bajo un contexto cívico, nos recuerda su actuación como regulador, no solo del consumo, también de la calidad de dicho consumo, sus protestas organizadas no buscaban destruir al productor, tampoco arruinarlo, buscaban que “no los envenenaran” con sus productos; es decir, exigían que el vendedor comprendiera que la naturaleza de su acción involucraba algo más que su ganancia, involucraba la tranquilidad general de la gente; por ende, segmentarizar la realidad asumiendo que la autonomía plena de los segmentos es posible, asumiendo que se puede ganar dinero a costa del bienestar de las personas, y que eso no tiene implicancias morales, es una quimera, en el mejor de los términos y una traición al contrato de convivencia, en la más cruda de las descripciones. Esto último es algo que sociedades como la nuestra recién han empezado a tomar en serio en los últimos años26, y sobre lo que aún hay mucho por hacer. complejo no puede resumirse en el término complejidad, retrotraerse a una ley de complejidad. La complejidad no sería algo definible de manera simple para tomar el lugar de la simplicidad. La complejidad es una palabra problema y no una palabra solución (Morin, 2015, págs. 21-22). Complejidad como interrelación. 23 En cuya configuración, muy probablemente, tuvo un papel preponderante la familia y la tradición, de la que se declaraba defensora. 24 “Los galardonados [con el Nobel de Economía] del año pasado implicaron que los mercados no eran, en general, eficientes; […] Mano invisible de Adam Smith - la idea de que los mercados libres llevan a la eficiencia como guiado por fuerzas invisibles - es invisible, al menos en parte, porque no está allí” (Stiglitz, 2002). 25 No olvidemos cómo terminó Estados Unidos al no tener regulación apropiada en el sector hipotecario allá por el año 2007 (Nadal, 2008). Esas crisis fueron inmorales, los mecanismos para revertirlas, antiliberales y también inmorales. Si eso pasa en EE.UU., qué se puede esperar de un país como el Perú, cuya circunstancia, como amenaza real, no es distante, basta recordar el gobierno de Fujimori, en uno de los aspectos que los fujimoristas no dudan en calificar como su fortaleza: lo económico. Fue precisamente en dicho campo donde se suscitaron una serie de escándalos que solo salieron a la luz luego de la caída del régimen. (Durand, 2004, pág. 128) 26 El 02 de setiembre de 2010 se aprobó, en el Perú, el Código de Protección y Defensa del Consumidor, luego de ser postergado por el segundo gobierno aprista. http://portal.andina.com.pe/EDPEspeciales/especiales/2010/setiembre/codigo _consumidor.pdf.

La gente tiene un rol ciudadano y económico preponderante dentro del consumo de bienes y servicios y en tal condición debieran tener presente permanentemente la necesidad de establecer una relación moral con aquel que produce y comercia; en tanto el que produce y comercia debe también llegar al convencimiento de que, el margen de la ganancia no puede establecerse sobre la base de vender “gato por libre” o asumir que la “ignorancia” y la compulsión del consumidor son las cualidades distintivas del producto que ofrece, su ventaja comparativa y el soporte de su plan empresarial. Economía y moral guardan ligazón estrecho, en la medida que los individuos se empoderan de la potencialidad reguladora del mercado. Por desgracia, el asumir la realidad como fragmentada se ha impuesto en muchas sociedades y por extensión en el seno de muchos hogares. Hay padres que asumen pueden ejercer el rol de padres en un clima de violencia familiar, creyendo que los hijos son capaces de diferenciar lo uno de lo otro e incluso los asumen capaces de “entender” que mientras la violencia se ejerza contra la madre y no contra ellos, entonces no hay problema para ellos; o en una variante del mismo asunto, creer que los padres son proveedores y que mientras no falten los bienes materiales no hay reclamo que formular. La sociedad que emerge de la “crisis segmentaria” tiene como rasgo distintivo el ser esquizoide, en tales circunstancias el ejercicio ciudadano quedaría atrapado en alguno de los segmentos, indirectamente se han creado barreras para la participación: opinen sobre economía solo los economistas, sobre derechos los abogados, sobre educación los docentes, y aquellos que no dominen ni lo uno ni lo otro, nada tienen que decir, mucho menos que decidir ¿Y quién asume todo ello dentro de una totalidad integrada? Es por todo ello que la sociedad segmentada es otro condicionante para el ejercicio ciudadano. La ciudadanía crítica omo final a este artículo hemos de abogar por una ciudadanía crítica, que no acepte la sentencia lacónica de una democracia como el mejor de los sistemas posibles, sino que sea capaz de escrutarla como el más vicioso de los regímenes, solo así podrá ser consciente de sus fortalezas y de sus limitaciones. Como es evidente, tal ejercicio exige que el ciudadano haya desarrollado un conjunto de competencias amparadas en un conjunto de capacidades y habilidades operacionales que hagan posible un ejercicio crítico de su condición cívica. Fuera de tal posibilidad, solo estaremos forjando sujetos, en el más exacto y denotativo de los sentidos.

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Ejercer la ciudadanía crítica también debe implicar pensar el tipo de sociedad en que nos desenvolvemos, repensar los aspectos educacionales que dinamizan los vínculos familiares, comunales, políticos y comunicacionales. Solo si asumimos una definición amplia de lo que es “educar” estaremos en condiciones de exigir a los distintos actores sociales seriedad al momento de asumir su rol. La prensa educa, la televisión educa, los diarios educan, la familia educa, la gente en la calle educa, etc. Hay que rechazar el simplismo obtuso y torpe de creer que solo la escuela lo hace, y lo que es peor, que solo la escuela puede hacerse responsable de tal proceso. El rechazo a la sociedad fragmentaria es un una opción razonada del ser ciudadano, no es el rechazo a la tecnocracia, ni a la tecnificación es una reivindicación social a lo holístico, asumiendo que hay cohesionadores sociales que trascienden la especialización y que dotan de sentido pleno lo que hacemos, en tanto lo hacemos. Participar es también hacerse responsable; sin compromiso no hay ciudadanía posible. En cada acto se debe comprender la interacción moral y legal, como la base de un proceso que legitima los actos individuales y colectivos. Sin ello, estaríamos construyendo sociedades de gananciales, castas o colectivos cerrados sin proyectos comunes, circunstancia perfecta para la exacerbación de la desconfianza, el autoritarismo y el consumismo compulsivo. A MANERA DE CONCLUSIÓN Hemos identificado por lo menos cuatro condicionantes para el ejercicio ciudadano: la pobreza, la democracia instrumental, los medios de comunicación y la segmentarización de la sociedad. El marco de posibilidad para dicho ejercicio se ve condicionado por una serie de problemáticas subyacentes a cada una de las variables identificadas.

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Ahora bien, no hay ciudadanía posible donde la desigualdad ahonda los discursos discriminatorios, ya sea que surgen en la formalidad o en la informalidad. La pobreza distorsiona el modo en que se asume lo central en la convivencia, nos convierte en consumidores compulsivos expuestos a la exacerbación constante y, en consecuencia a la frustración también constante. El modelo propugnado por la democracia puede trastocarse en autoritarismo, en la medida que el voto se instrumentaliza y se manipulan las decisiones cuando se tiene una mayoría cautiva. Asimismo, no es del todo cierto que el modelo griego o el italiano sean imposibles de

replicar, o al menos no en términos absolutos; hay espacios concretos como la familia y la escuela donde existen las condiciones de número para llevar a cabo una reforma de la gobernanza: la construcción del consenso. Si nuestros alumnos, hijos o padres asumieran la ciudadanía como un ejercicio de convivencia, basado en un compromiso sincero con el otro, se verían obligados a escucharse mutuamente27, a atender sus necesidades en la medida que la justicia lo legitime y a renunciar a sus ventajas cuando ello sea necesario para construir el consenso; hay muchos aspectos de la ciudadanía sobre los que vale la pena meditar, en todo caso el mecanismo del voto (máximo símbolo del régimen democrático) pudiera ser asumido como un último recurso, cuando el consenso surja como un imposible. Resulta tan complicado hablar de los medios de comunicación, pues a través de ellos el ciudadano se informa. Quiérase o no, es una variable que incide en la calidad ciudadana. Lo anterior abre toda una serie de cuestiones éticas y deontológicas sobre en qué manos deberían estar los medios de información política, sobre si la información de este tipo puede estar bajo el dominio de grupos que, evidentemente, tienen una serie de “compromisos” ¿Es solo una cuestión de licencias y autorizaciones legales? O ¿en verdad están en crisis las estructuras que orientan nuestra vida en sociedad a tal punto que cuestiones como estás las dejamos de lado porque no sentimos que su reflexión aporte en algo a la satisfacción de nuestras necesidades más primarias? Es la participación de los medios una piedra angular en la formación ciudadana y en la conciencia crítica, si quienes controlan su difusión y contenido no están a la altura moral de la misión, los resultados son desastrosos para el perfil cívico de cualquier país, algo sobre lo que no se ha tomado aún conveniente conciencia. La mayor de las tareas pendientes reside en asumir nuestra relación interna, como pueblo, como un compromiso real, vivencial, que exige un marco común para ser efectivo en la solución de nuestros problemas, para el establecimiento del dialogo horizontal entre nuestras culturas y naciones. Ese marco común es la ciudadanía, por ello la trascendencia y la transversalidad

“Algo bien distinto ocurre con la libertad de hablar los unos con los otros, que en definitiva sólo es posible en el trato con los demás. Su significado ha sido siempre múltiple y equívoco y ya en la Edad Antigua encerraba aquella dudosa ambigüedad que tiene todavía para nosotros. Sin embargo, lo decisivo entonces como hoy no es de ninguna manera que cada cual pudiera decir lo que quiera, o que cada hombre tenga el derecho inherente a expresarse tal como sea. Aquí de lo que se trata más bien es de darse cuenta de que nadie comprende adecuadamente por sí mismo y sin sus iguales lo que es objetivo 27

de sus postulados. La demanda constante al sistema político será la defensa de los ciudadanos y la promoción de los medios que los hagan capaces de construir instituciones y no caudillos. La demanda a la educación será formar esa conciencia cívica como si de un compromiso con la vida misma se tratase, eso asegurará las reformas que sean necesarias en la sociedad para hacerla más humana y más comprometida con la igualdad, la justicia y la legitimidad. Tal vez la peor consecuencia de prácticas como las descritas en relación a la segmentarización sea la dualidad discursiva o, peor aún, la relativización de lo ético. Si el ejercicio de una ciudadanía moralmente comprometida con un marco axiológico, no es un criterio a considerar en cualquiera de los ámbitos de desarrollo humano y si quien puede imponer su voluntad lo hace al margen de las leyes o contraviniéndolas abiertamente, entonces empiezan a generarse sensaciones de anomía. Es decir, las personas dejan de lado el compromiso por una sociedad integrada y habitada por ciudadanos para interpretar que: no hay norma que valga, salvo aquella que se expande por acción de la fuerza o la doblez. Así, todo es válido en tanto pueda imponerse. Las leyes y las instituciones no funcionan, no sirven. Bajo el esquema anterior ¿Qué es más importante que el bienestar individual? Nada. La anomia es la renuncia a la ciudadanía y se llega a ella por la fragilidad de nuestras instituciones, la debilidad de nuestra conciencia cívica y la exacerbación de nuestro individualismo; es decir, por la segmentarización de la vida y la cotidianidad. Por la trascendencia que tiene la ciudadanía, la democracia y la interculturalidad han estado presentes como una preocupación constante en quienes mejor voluntad expresan por solucionar las asimetrías sociales, por atender las necesidades presentes y futuras y por comprometerse con la defensa del marco axiológico que propicia solidaridades comunes. Los derechos y obligaciones que asumamos como inherentes a nuestra condición de ciudadanos no deben ser vistos como una imposición que, de poder, eludiríamos, sino más bien, como una forma de vida, la mejor posible.

en su plena realidad porque se le muestra y manifiesta siempre en una perspectiva que se ajusta a su posición en el mundo y le es inherente. Sólo puede ver y experimentar el mundo tal como éste es «realmente» al entenderlo como algo que es común a muchos, que yace entre ellos, que los separa y los une, que se muestra distinto a cada uno de ellos y que, por este motivo, únicamente es comprensible en la medida en que muchos, hablando entre sí sobre él, intercambian sus perspectivas”. (Arendt, 1997, pág. 79)

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