La ciudad mauritana y castellum militar romano de Tamuda (Tetuán, Marruecos). Investigaciones recientes

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LA CIUDAD MAURITANA Y CASTELLUM MILITAR ROMANO DE TAMUDA (TETUÁN, MARRUECOS). INVESTIGACIONES RECIENTES Enrique Gozalbes Cravioto El territorio de la península Noroeste de Marruecos, la antigua provincia romana de la Mauretania Tingitana, ha merecido en múltiples ocasiones la atención de los arqueólogos e historiadores de la antigüedad españoles. Su cercanía geográfica, puesto que está separada de la Península Ibérica por la franja más angosta del Estrecho, así como su evolución histórica, han motivado no sólo relaciones muy intensas entre las comunidades humanas de un lado y del otro, sino el que la clave de muchos fenómenos históricos mutuos se encuentren justo en la orilla frontera. Esa imbricación entre unos habitantes y culturas es lo que motivó en su día la formulación de la pregunta a partir del símil del “puente” o de la “frontera”, o el concepto de “Círculo del Estrecho”, aplicado por M. Tarradell a la época púnica, y en la actualidad se encuentra en plena revisión respecto a la época romana1. 1.

M. Tarradell, Marruecos púnico, Tetuán, 1960, lo aplicó exclusivamente al periodo de los siglos VII-VI al IV a. C. a partir de los materiales objeto de su estudio. Más adelante M. Ponsich, “Perennité des relations dans le circuit du détroit de Gibraltar, «ANRW» II-3,1975, pp. 655-684, consideró para la época romana lo que denominó “consorcio comercial hispano-mauritano”, así como empleó la palabra “Circuito” (término a nuestro juicio más acertado para la época romana, al tener un valor más geográfico); E. Gozalbes Cravioto, “Observaciones acerca del comercio de época romana entre Hispania y el Norte de África”, Antiquités

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En el ámbito oriental de la península Noroeste de Marruecos el territorio presenta unas características diferentes a la que representa la fachada atlántica. La costa del Rif es un ámbito particularmente recortado, con las montañas de la cordillera del Rif conexas con ensenadas con muy dificultosas conexiones al interior. Por otra parte, la zona más septentrional contiene un territorio de carácter pantanoso, que históricamente ha dado modestas ocupaciones, hasta llegar al enclave portuario de Ceuta. Entre estas dos zonas se encuentra el único territorio que ha permitido una presencia humana relativamente abundante, el valle del río Martil, con la continuidad histórica de un núcleo urbano representado por Tetuán. Y en la antigüedad por parte del núcleo urbano y militar de Tamuda, la urbe precedente de Tetuán2. La ciudad antigua de Tamuda fue construida en el curso interior del río Martil, el Tamuda flumen que le dio nombre, justo en el lugar donde se formaba un amplio meandro. Los datos señalan la existencia previa de un poblado autóctono y hacia el siglo VI a. C., si no antes, el impacto cultural del mundo fenicio; no obstante, sería a finales del siglo III a. C. cuando logró una expansión y una creación auténticamente urbana a partir de un plan urbanístico helenístico. Su nombre aparece también en las monedas, que son exclusivamente pequeños divisores, acuñados por la ciudad mauritana en el siglo I a. C., con la fórmula T(a)M(u)T(a), y con la imagen de un rostro barbado en el anverso, así como dos espigas de trigo, un meandro de río y una representación astral en el reverso, en una de las emiAfricaines, 29», 1993, pp.163-176. Una parte de la historiografía española más reciente ha extendido el concepto “Círculo” a toda la antigüedad; D. Bernal, B. Raissouni, J. Ramos, M. Zouak y M. J. Parodi (Eds.), En la orilla africana del Círculo del Estrecho: historiografía y proyectos actuales, Tetuán-Cádiz, 2008, cuestión que se encuentra en plena discusión en este momento. 2. M. Tarradell, “El poblamiento antiguo del valle del río Martín”, Tamuda, 5, 1957, pp. 247-274; D. Bernal, B. Raissouni, A. El Khayari y otros, “El valle del río Martil en época preislámica e islámica. Primeros resultados de la carta arqueológica (campaña 2008)”, en D. Bernal, B. Raissouni, J. Ramos, M. Zouak, M. J. Parodi (Eds.), pp. 313-349.

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siones con un racimo de uvas; se trata de unas piezas que por su escaso valor fueron de circulación meramente local, de tal forma que las más aparecieron en la ciudad y en la región más cercana, con escasa presencia en el resto de la Mauretania y en Hispania3. Aparte de en el geógrafo Pomponio Mela, en quien probablemente el nombre aparece recogido en la última parte del texto mal copiado de galdavobritania (III, 10), el nombre de Tamuda está documentado por Plinio (NH. V, 18) quien señalaba en época de los Flavios que el río era navegable y que en el pasado había existido allí una ciudad, aludiendo con ello a su destrucción en la guerra de conquista romana (años 39 al 42). En época imperial el lugar estuvo ocupado por un importante campamento militar, sede de un ala de caballería (quizás en algún momento de una cohorte de infantería). El nombre de Tamuda se mantuvo a lo largo del tiempo, el geógrafo Ptolomeo (IV, 3) lo recoge en relación con el río Martil, y aparece como castellum Tamudense en un epígrafe de su ala de caballería de recluta de los astures a comienzos del siglo III4, así como Tamuda en otra inscripción algo posterior que documenta la liberación del campamento del asedio por parte de unos bárbaros que habían atacado esta región5. Todavía en el Bajo Imperio, hasta las primeras décadas del siglo V, fue el asentamiento de un ala de caballería, el Ala Herculae, que tenía a su frente a un prefecto militar, tal y como aparece documentado en la Notitia Dignitatum Occ. XXVI6. 3.

E. Gozalbes, “La ceca mauritana de Tamuda y su identificación por Manuel Gómez Moreno”, XIII Congreso Nacional de Numismática, Cádiz-Madrid, 2008, pp. 265-278.

4.

A. Mastino, “Il castellum Tamudense in età severiana”, Antiquités Africaines, 27, 1991, pp. 119-121; “Un deurione dell´ala III Asturum praepositus castelli Tamudensis in una nuova dedica a Giove nel dies Natalis di Settimio Severo”, Mélanges de l´Ecole Françaose de Rome, 102, 1990, pp. 247-270.

5.

E. Gozalbes, “La frontera militar de Tamuda (Mauretania Tingitana)”, Limes XX. Roman Frontier Studies, vol. 3, Madrid, 2009, pp. 1573-1583.

6.

J. Carcopino, Le Maroc Antique, Paris, 1943, pp. 250-1.

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Es muy probable que el lugar corresponda a la mención de AlBakri, en el siglo XI, quien señalaba que Tetuán tenía un “castillo de construcción antigua” 7, no vuelve a aparecer mencionado en documentos posteriores, si bien allí existió en el siglo XIX una posición militar. El campo de ruinas de Tamuda era atribuido por los lugareños a un fortín portugués, y nombrado con el significativo apelativo de “Souiar” (=las ruinas) en la toponimia local. En realidad fue el geólogo francés Gaston Buchet el primero que a comienzos del siglo XX realizó una visita y descripción del lugar, señalando la enorme cantidad de fragmentos de cerámicas y escorias de metal que se conservaban entre los restos de construcciones, percatándose de que se trataba indudablemente de una ciudad de la antigüedad: “les fouilles très sommaires que j’ai pratiquées le long d’une très grande pierre qui paraît avoir été un seuil de porte, encore en place, m’ont simplement donné deux urnes cinéraires, très brisées, contenant encore des cendres mélangées d’ossements calcinés, et tout près de ces vases, des os et des dents d’animaux domestiques ainsi que des coquilles marines. La muraille extérieure et toutes les constructions en grand appareil paraissent être puniques; tandis que la forteresse carrée est sans doute d’origine romaine”8. Muchísimo menos correcto al respecto fue el informe que por la misma época realizó el geógrafo Alexandre Joly, quien aceptó la tradición local y atribuyó los restos a una fortificación portuguesa muy extensa, que se caracterizaría por un amplísimo campo de ruinas, con la parte más elevada de la ciudadela (en realidad el campamento militar romano) a la que da unas dimensiones muy inferiores a las reales9. Después de este momento, a partir de 1912, con el Protectorado, los militares españoles establecieron en el lugar una posición militar, continuación de la existente ya en el siglo XIX, y con restos antiguos completaron una torre que dio nombre al lugar: “el Mogote”. Como 7.

Estamos de acuerdo al respecto con la posibilidad apuntada por A. Siraj, L´Image de la Tingitane, Roma, 1995.

8.

G. Buchet, Mission Buchet. Rapport sommaire d´ensemble, Paris, 1906, pp. 10-12.

9.

A. Joly, “Tétouan. II. Historique”, Archives Marocaines, 6, 1906, pp. 180-182.

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ciudad fue localizada hacia 1921 por parte del explorador español César L. Montalbán, a quien la Junta Superior de Monumentos Históricos de Marruecos, organismo encargado de la gestión y protección del patrimonio, encomendó una exploración arqueológica del valle del Martil. Durante la época del Protectorado español las investigaciones en Tamuda vivieron su edad de oro, facilitada por hallarse junto a Tetuán que era la capital Fig. 1. Restos de Tamuda recuperados hacia 1925. del Protectorado, y precisamente el nombre de la ciudad sirvió en los años cincuenta para denominar la revista de investigación en temas marroquíes creada en el Protectorado10. Pero después de la recuperación de la independencia por parte de Marruecos, a partir de las últimas campañas arqueológicas de M. Tarradell en 1957 y 1958, el sitio arqueológico vivió un abandono de varias décadas, pues la última y aislada intervención se produjo en una limpieza en 1963. En este sentido, la ciudad careció de una síntesis, cuestión que influyó decisivamente en que el conocimiento de la Historia de la ciudad mauritana y campamento militar romano fuera relativamente escaso11. 10. Sobre las investigaciones arqueológicas en Tamuda y en el Norte de Marruecos en la época vid. E. Gozalbes y M. J. Parodi, “Miguel Tarradell y la arqueología del Norte de Marruecos”, en D. Bernal, B. Raissouni, M. Arcila y otros (Eds.), Arqueología y turismo en el Círculo del Estrecho, Tetuán-Cádiz, 2011, pp. 199-221. 11. M. Tarradell, “Las excavaciones de Tamuda de 1949 a 1955”, Tamuda, 4, 1956, pp. 71-85; Idem, Marruecos púnico, Tetuán, 1960, pp. 97-117; A. Mekinassi, Carte archéologique du Maroc (en lengua árabe), Tetuán, 1961.

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En 1991 el investigador marroquí Mustapha Gottes la sacó del olvido con una monografía en árabe de puesta a punto y recuerdo de las investigaciones realizadas por los españoles durante muchos años12, y a mediados de esa década fue objeto de algunas intervenciones puntuales, con nuevos datos, realizadas por A. El-Khayari con vistas a la realización de su tesis doctoral13. Desde los años noventa se realizan algunos estudios, centrados preferentemente en aspectos como el análisis del campamento romano14 o en la aportación numismática15. Finalmente, ya en el siglo XXI se establece el Plan Estratégico de Tamuda con la participación principal de la Junta de Andalucía16, y se desarrollan las intervenciones arqueológicas de los equipos de investigación de las Universidades de Cádiz y de Huelva, que se han plasmado recientemente en dos monografías que comentaremos más adelante. En los últimos años se han realizado algunas publicaciones que afectan al conjunto arqueológico de Tetuán. En primer lugar se ha elaborado en español y en árabe la Guía oficial de la que carecía el

12. M. Ghottes, Tamuda (en árabe), Tánger, 1991. 13. M. El-Khayari, Tamuda. Recherches archéologiques et historiques, Tesis Doctoral inédita, Université de Paris, I. 14. M. Lenoir, “Le camp de Tamuda et la chronologie de quelques camps du Maroc”, Histoire er Archéologie de l´Afrique du Nord. 113 Congrès National des Sociétés Savantes, Paris, 1990, pp. 355-365; N. Villaverde, “La hierarchie militaire et l´organisation architecturale interne du castellum de Tamuda (Tétouan, Maroc)”, en Y. Le Bohec (Ed.), La hiérarchie de l´Armée romaine sous le Haut-Empire, Paris, 1995, pp. 329-341.. 15. E. Gozalbes, “La colección numismática de Tamuda (Tetuán) de época mauritana”, Cuadernos del Archivo Central de Ceuta, 11, 1997, pp. 7-22; E. Gozalbes y H. Gozalbes, “Un catálogo numismático del Museo Arqueológico de Tetuán (Marruecos) de 1956”, Gaceta Numismática, 186, 2013, pp. 159-167. 16. J. Verdugo, “Plan Estratégico de Tamuda: una experiencia de cooperación al desarrollo en el ámbito de la economía de la cultura”, Cuadernos de Economía de la Cultura, 4-5, 2005-2006, pp. 179-186; J. Cantero y J. Verdugo (Coords.), Proyecto Tamuda. Parque cultural y ambiental, Sevilla, 2010.

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yacimiento arqueológico17, con una participación colectiva por parte de distintos investigadores que, de una forma muy resumida, han presentado el estado actual de los datos sobre el asentamiento antiguo. En segundo lugar, nuestra monografía dedicada al patrimonio monumental de Tetuán, y a su reflejo literario, concierne a Tamuda en dos puntos principalmente. En primer lugar en la evolución de los estudios sobre arqueología y patrimonio en Tetuán, con la puesta en marcha en la época del Protectorado español de un Servicio de Arqueología. Y en segundo lugar, con los propios estudios realizados en la ciudad en la que destacaron las excavaciones realizadas por C. L. Montalbán, P. Quintero y M. Tarradell. El análisis de sus publicaciones permite establecer una evolución de la vida en la ciudad en época mauritana, así como del desarrollo del campamento militar romano. Junto a ello nos encontramos también recientemente con otras dos publicaciones efectuadas por los equipos de investigación con participación española. La primera de las publicaciones, coordinada por el equipo del profesor Darío Bernal, constituye a nuestro juicio una obra particularmente importante, en la medida en la que marca ya una etapa de madurez en las investigaciones realizadas a lo largo de seis años en el campo arqueológico marroquí18. La aportación sobre la ciudad mauritana, desde finales del siglo III a. C. hasta el año 39, y acerca de la ocupación militar romana, desde la época de Claudio a las primeras décadas del siglo V, arranca con un análisis historiográfico que, en este caso, se centra en las aportaciones del ya mencionado C. L. Montalbán, a quien se trata de rendir un homenaje a partir del hecho que se le atribuye del descubrimiento de Tamuda, en realidad no la descubrió pero sí fue quien la identificó. Así pues, la aportación de C. L. Montalbán ha sido rememorada, sacada del olvido y analizada por nosotros en múltiples trabajos 17. M. Zouak y D. Bernal (Coords.), Tamuda. Guía oficial del yacimiento arqueológico, Tetuán-Cádiz, 2010. 18. D. Bernal, B, Raissouni, J. Verdugo y M. Zouak (Eds.): Tamuda. Cronosecuencia de la ciudad mauritana y del castellum romano. Tetuán-Cádiz, 2013.

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de historiografía. La obra no sólo retoma la cuestión en una nueva superación de la desmemoria, a través de nuestros trabajos que se utilizan ampliamente, sino que ocupa un papel protagonista, con algunas aportaciones referidas a la documentación, sobre todo aportando datos del Archivo General de la Administración del Estado19. Pero también la extensísima sección de Anexos en la obra (pp. 509-655) recoge una información que es particularmente curiosa, de la época del propio Montalbán, como es su propia memoria mecanografiada (inédita pero que hemos manejado con muchísima frecuencia y detalle algunos de los que hemos trabajado sobre arqueología marroquí) “La situación de Tamuda y las exploraciones realizadas”, así como otras dos como son los “Gráficos de la situación de Tamuda”, y “Gráficos de la memoria de Tamuda”. Si la primera corresponde a una versión de 1929 de un escrito del que ya hay constancia en 1924, en el ejemplar conservado en la Biblioteca Nacional de Madrid, las dos últimas corresponden a toda una serie de fotografías de la época, algunas de ellas particularmente valiosas (por ejemplo las fotografías aéreas), otras por el contrario de mucho menos valor en relación con que la que presentan otras ilustraciones de aquella época, publicadas en algunas revistas españolas y que, desde el punto de vista arqueológico a nuestro juicio son de mayor valor que las aquí recogidas. El poner a disposición de los estudiosos esta documentación, no obstante, constituye un mérito añadido especial de la obra que aquí presentamos, ya que permite obtener conclusiones propias al lector. A lo largo de la obra, inexorablemente, aparecen además referencias a resultados de las otras y múltiples campañas arqueológicas efectuadas en Tamuda por parte de investigadores españoles. Porque 19. M. J., Parodi, J. J. Díaz y M. Ghottes, “Cartografiando las antiguas excavaciones de Tamuda”, en D. Bernal, B, Raissouni, J. Verdugo y M. Zouak (Eds.), pp. 65-88; D. Bernal, M. J. Parodi y F. Sánchez Salas, “La Tamuda de Montalbán en el AGA de Madrid. El dossier de las excavaciones de 1921-1922”, Ibidem, pp. 89-135.

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Fig. 2. Excavaciones en Tamuda en 1921-1922. Ánforas y molinos de la gran ciudad agrícola.

C. L. Montalbán aportó con su entusiasmo, con su gran remoción de tierras con mano de obra barata, constituida sobre todo por soldados y unos pocos trabajadores marroquíes, un material importante y sobre todo unas construcciones que, a nuestro juicio, hubiera sido deseable analizar en un contexto de sistema de trabajo: el de seguimiento de los muros para dejarlos al descubierto sin mayores problemas, con la derivada de la recogida de los materiales más notables visualizados en esa limpieza del contorno de los muros. Era al máximo al que podía llegar un aficionado que destrozó relativamente poco lo construido pero sí perdió a raudales el material necesario para el estudio. Por esta razón, cuando Montalbán dejó el estudio de Tamuda, una parte relevante del castellum militar estaba a la vista, con las murallas, con sus torres, con sus construcciones interiores20. Por el contrario, con las excavaciones de Pelayo Quintero Atauri (1940-1945), con el complemento de la de César Morán 20. La Historia de la Arqueología española en el Norte de Marruecos ha sido analizada en detalle en E. Gozalbes, Marruecos y el África occidental en la historiografía y arqueología españolas, Ceuta, 2012.

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Bardón (1946) ya sí había estratigrafía, aunque fuera en esbozo. Por eso los autores cuando tratan en una parte importante de lo que denominan “La cronosecuencia de Tamuda”, los datos precedentes de Quintero o de Morán, y sobre todo naturalmente de Miguel Tarradell (excavaciones entre 1948 y 1958), ya aparecen con cierto detalle. Así A. M. Sáez, D. Bernal, B. Raissouni y M. Lara estudian una estratigrafía de una casa en el antiguamente excavado (por Montalbán) “barrio septentrional”, A. M. Sáez, D. Bernal, J. J. Díaz, B. Raissouni y M. Ghotes se plantean la transición de la ciudad mauritana al campamento romano en un sondeo realizado, estos autores junto con J. Lagóstena estudian las reformas e incendios documentados, mientras M. Bustamante, B. Raissouni, D. Bernal, J. M. Vargas y E. Morena estudian, a partir de los estudios precedentes, un sondeo realizado en la que denominan Porta Pretoria. Otra sección de la obra que comentamos está dedicada a una serie de estudios monográficos sobre algunos de los materiales arqueológicos procedentes de Tamuda. Especial atención se presta, en cuatro aportaciones a un olpe hallado por el equipo de investigación, que es un singular vaso cerámico grafitado de época imperial. Pero junto a los apartados del análisis de huesos y polínico, destacamos el capítulo dedicado al “aprovisionamiento monetal romano en Tamuda: antiguas y nuevas excavaciones arqueológicas”, de A. Arévalo y E, Moreno. Aquí las autoras dedican una mínima atención a un catálogo de los escasos hallazgos arqueológicos recientes, piezas de Antonino Pío, Crispo, Constantino (2 piezas), Constante y Constancio Galo, que representan en realidad la época cronológica principal estudiada en las últimas intervenciones. Es cierto que las piezas contribuyen, al menos en parte, a ofrecer datos en relación a la cronología de la amortización de los cubos de las torres altoimperiales. Por lo demás, resulta interesante la “reconstrucción” que las autoras realizan de los hallazgos de monedas romanas, no tratan de las mauritanas, a partir de la historiografía, si bien la presencia de (escasas) monedas romano-republicanas no es un descubrimiento de esta investigación, como parecen querer reflejar voluntaristamente las autoras, sino que las conocemos y encajamos en 86

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su apartado correspondiente (anteriores a la conquista romana) los que hemos trabajado antes sobre esta misma cuestión21. La obra se inicia con unas presentaciones, de A. Alaoui sobre el plan estratégico de Tamuda y la estrategia de desarrollo, y de D. Bernal, B. Raissouni, J. Verdugo y M. Zouak acerca de Tamuda como ejemplo reciente de cooperación entre España y Marruecos en materia arqueológica. Y también contiene un espléndido análisis de D. Bernal y B. Raissouni dedicado a la “Tamuda mauritana y romana, nuevas perspectivas de análisis” (pp. 479-505) que, en buena parte, constituye una suerte de conclusiones de las investigaciones realizadas sobre el terreno desde el año 2008. En lo que respecta a la Historia, en la p. 483 se presenta un cuadro particularmente relevante, acerca del que los autores por vez primera hablan de la época contemporánea y de la posición militar, en realidad la más antigua fue de los marroquíes en la Guerra de África de 18591860. En todo caso, llamamos la atención del hecho que aparentemente se desconoce de que al comienzo de la guerra civil española, en el pavoroso verano del 36, el lugar funcionó como campo de concentración de republicanos españoles de Tetuán y Ceuta, y donde fueron ejecutados algunos, cuya fosa se encuentra en el lugar y alrededores (el que esto escribe pudo observar alguna de estas tumbas en el terreno hacia 1978). En este cuadro y conclusiones se menciona la primera destrucción producida con dudas entre el 100 y el 50 a. C., una segunda en torno al año 40, así como una tercera, ya en el campamento romano, que aquí (al contrario que en otras publicaciones anteriores) se fija a mediados del siglo II. Si la destrucción intermedia no tiene problemas, claramente en relación con la guerra de conquista romana, sin embargo las otras dos nos presentan serias dudas. Porque los dos acontecimientos en relación con la primera son las revueltas socia21. Vid. también E. Gozalbes y H. Gozalbes García, “Un catálogo numismático del Museo Arqueológico de Tetuán (Marruecos) de 1956”, Gaceta Numismática, 186, 2013, pp. 159-168.

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les contra Ascalis, en las que intervino el general romano Sertorio en el 81 a. C., y sobre todo, la rebelión de los tingitanos contra el rey Bogud, y su deposición, en el 38 a. C. Este es un ejemplo de la dificultad de relacionar textos literarios y “suceso” arqueológico. En cuanto al de época romana, en otras publicaciones anteriores de D. Bernal y colaboradores hemos creído reconocer una cronología más alta para esa destrucción, que al menos habrá que precisar en futuras investigaciones, cuestión muy importante porque afecta a lo que hemos denominado la frontera militar de Tamuda (respecto al Rif). La segunda obra que comentamos se integra en la Serie Arqueológica de la colección dedicada a la Hispania Antigua por parte de la Editorial italiana L´Erma. Se trata de la publicación de los datos obtenidos por el equipo de investigación de la Universidad de Huelva, dirigido por el profesor Juan Manuel Campos, en el complejo militar romano imperial de Tamuda22. Siempre se ha planteado como realidad objetiva que, al menos en época bajo-imperial romana, el Norte de Marruecos constituyó la defensa avanzada de Hispania. En este sentido, el centro militar de Tamuda constituye, sin duda, una de las claves del dispositivo defensivo, en la medida en la que cerraba el paso a posibles incursiones desde el Rif, una zona de débil o nula ocupación por parte de los romanos. El limes de Tamuda, preparado para evitar el paso desde África, fue sin embargo incapaz de frenar el paso de los vándalos desde las costas andaluzas. Después de una breve introducción a los estudios e investigaciones realizadas, con los correspondientes agradecimientos, y de un brevísimo excurso geográfico sin mayor trascendencia, los dos editores firman un capítulo sin duda importante, el de la relación de Tamuda con el reino de Mauretania primero, y con la provincia romana después. A partir de una ajustada bibliografía, los autores tratan acerca de la ciudad previa a la conquista romana, y sobre todo de la instalación militar posterior a la conquista. Compartimos 22. J. M. Campos y J. Bermejo (Eds.), La arquitectura militar del castellum de Tamuda: los sistemas defensivos, Roma, L´Erma, 2013.

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la interpretación que hacen los autores acerca de la posición de la población en relación a la conquista romana, una insumisión ante la agresión desde el exterior que supondrá la destrucción a sangre y fuego del núcleo urbano. Los autores se decantan, a partir de los datos disponibles, por concluir la existencia de muy corta duración entre la destrucción de la ciudad y el establecimiento militar. En cualquier caso, en los capítulos siguientes los dos editores, con la importante participación de otros colaboradores como L. Fernández, S. Delgado, C. Toscano, A. Gómez, N. Vidal, J. Verdugo, M. Ghottes y S. Robles, desarrollan de forma extensa los datos recuperados en los últimos estudios acerca del castellum militar de Tamuda. Para ello parten de un análisis de la arqueoarquitectura como eficaz método de análisis, para una aplicación bastante precisa y preciosa a diversos lugares de la construcción militar, muy en especial la que ahora se denomina Porta Praetoria (en la bibliografía más clásica sobre Tamuda es la puerta Sur). Se trata de una puerta que experimentó notables transformaciones a lo largo del tiempo, y muy en especial a última hora (fines del siglo IV y comienzos del V) cuando fue cerrada al máximo, hasta convertirse en una especie de portillo que daba a un acceso en recodo. El magnífico estudio realizado de cada una de las unidades estratigráficas constructivas, permite observar la evolución en las distintas fases, con una puerta cada vez más cerrada, cada vez más fortificada, hasta llegar a la situación conocida a última hora de la ocupación romana. Como en otras partes de la obra, los autores acuden a una reproducción infográfica precisa y muy bien documentada, que sirve no sólo para el especialista sino para que cualquier lector, mejor que con ningún otro método, pueda conocer la situación y la imagen. Los autores asumen la tesis de que este mayor cierre de la puerta pudo deberse a la existencia de menores contingentes de tropas, cuestión que más allá de lo opinable no se encuentra en realidad con indicios, por el contrario el fundamento puede encontrarse en la inseguridad creciente. C. A. G. 20 (2015) 77 - 92

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Similar metodología aplican los autores a la denominada Porta principales Sinistra, es decir, la puerta Este. El estudio tiene además el valor añadido de que se trata de la puerta, de las cuatro del castellum, menos estudiada y conocida hasta la fecha. Los autores detectan en las unidades de arqueoarquitectura nada menos que seis fases de construcción-remodelación. La puerta pasó de ser una especie de arco triunfal, tres arcos de entrada con el central de mayor altura y anchura, ya en la fase IV (finales del siglo II) al mantenimiento del arco central, a partir de entonces flanqueado por sendas torres. Y algo que es particularmente importante en esta investigación: los autores documentan la existencia de un incendio en torno a los primeros años del siglo III23. Este episodio traumático, un posible asalto al campamento militar, o bien un importante accidente, es la primera vez que se documenta. Otro de los capítulos se dedica a la que se denomina Porta principales dextra, es decir la puerta Oeste, probablemente una de las dos principales del campamento. El análisis de la puerta conduce a los autores a plantear una primera estructura con un sencillo arco de medio punto, que se completaría en una fase III, después de un incendio que se constata en la primera mitad del siglo II, a un alzamiento de dos torres cuadradas a cada lado, convertidas más adelante en torres semicirculares en una fase IV. A este capítulo le sigue otro dedicado a la Porta Decumana, es decir la Norte, considerada la gran olvidada, a la que se aplica el mismo método de análisis. Se trata del lugar en el que se documenta de forma más expresa la utilización de las estructuras mauritanas previas como apoyo de lienzos murados. La puerta se construyó en época de Claudio, los autores toman decidido partido por la cronología, con un arco de medio punto, al que en una fase III, por el exterior se añaden dos torres semicirculares, junto a dos torres huecas por el interior. 23. En relación con el castellum y su medio indígena cercano hemos tratado recientemente en E. Gozalbes y H. Gozalbes García, “Ocupación romana y mundo indígena en el Norte de Maurruecos (Mauretania Tingitana)”, Centro y Periferia en el Mundo Clásico. XVIII Congreso Internacional de Arqueología Clásica, Mérida, 2014, pp. 101-104.

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LA CIUDAD MAURITANA Y CASTELLUM MILITAR ROMANO DE TAMUDA

Los capítulos siguientes están dedicados al análisis de algunas torres y también de tramos de la muralla. Destaca la torre del Sudeste que es un verdadero bastión, que los autores rechazan interpretar como de planta en abanico, pese a otras opiniones en este sentido. Los autores afirman, a modo de conclusión, que “a medida que avanzan las investigaciones en el área del castellum queda de manifiesto, cada vez con mayor Fig. 3. Cráneo de soldado romano muerto certeza, que la fundación por tiro de flecha, descubierto en 1945 según del mismo se debe a mo- la documentación que hemos aportado en mentos de Claudio, siendo otro trabajo. Museo Arqueológico de Tetuán. más que probable que dicha construcción se haya realizado directamente en piedra, dado que se dispone de este material reaprovechado de la ciudad púnicomauritana. En esta línea se desecharía la tradicional hipótesis de un primer establecimiento campamental en madera posteriormente petrificado”. Finalmente la obra recoge un capítulo, elaborado por J. Bermejo, J. M. Campos y otros colaboradores, que a partir de los datos disponibles establece la evolución del castellum militar tamudense en función de los datos disponibles. Los autores parten de que con la destrucción de la ciudad mauritana se planteaba la necesidad de la construcción del complejo militar para proteger de los posibles ataques desde las montañas cercanas. Pero además los autores destacan, a nuestro juicio con razón, como las investigaciones arqueológicas más recientes incorporan datos necesarios para la comprensión de la dinámica de establecimiento del limes septentrional de la

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Enrique Gozalbes Cravioto

Tingitana que se habría efectuado en época misma de Claudio como habíamos señalado nosotros mismos y también Villaverde Vega. Los autores plantean la hipótesis de la participación de tropas hispanas en la construcción. En cualquier caso, sería en el siglo II cuando se producirían los cambios más importantes en los edificios, en especial en relación con las puertas, reformas que los autores relacionan directamente con diversos episodios de incendio y destrucción. Los siglos III y IV marcarían momentos de considerables reactivaciones en el acantonamiento de nuevas tropas24. En suma, en los últimos años se produce la feliz convergencia de la aparición de una nueva y recrecida bibliografía española sobre la ciudad, por un lado, y sobre todo acerca del castellum militar romano de Tamuda. Estos trabajos realizados por investigadores españoles, siguiendo la ya extensa tradición de investigaciones sobre la ciudad tetuaní, convierten al campo arqueológico en un lugar privilegiado en los estudios sobre la antigua Mauretania Tingitana.

24. E. Gozalbes, R. B. en Florentia Iliberritana, 25, 2014, pp. 210-213.

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