\"La ciudad entre otras políticas\"

July 28, 2017 | Autor: Ibon Salaberria | Categoría: Participación ciudadana, Arquitetura e Urbanismo, Ciudad, Relaciones de poder y ciudadanía
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Descripción

Desde hace tres años se está llevando a cabo un proceso de transformación de la antigua fábrica de tabacos de Donostia / San Sebastián, tanto a nivel de reforma arquitectónica como de reformulación de sus usos. Está previsto que en verano de 2015 abra sus puertas como centro internacional de cultura contemporánea. No son pocas las cuestiones a las que nos enfrentamos durante estos años previos a la apertura. La propia transformación física de un edificio de características industriales, de principios del siglo XX, supone, entre otras cosas, plantearse cuestiones patrimoniales, simbólicas y de representación. Otro de los retos de estos años de obra ha sido la paradoja de arrancar las actividades de un proyecto cultural sin una sede, forzados a la deslocalización. Esta situación nos llevó a pensar en términos de espacio público y de uso transitorio de los espacios. Para reflexionar sobre estas cuestiones de modo abierto, Tabakalera invitó a Ibon Salaberria y Manu Fernández a hacer un planteamiento para la semana de arquitectura de 2013. Tomando las políticas de ciudad como punto de partida, se presentaron experiencias prácticas y posicionamientos teóricos que ayudan a generar nuevos espacios de producción crítica en la ciudad despolitizada. Como resultado de aquellas jornadas, planteamos esta publicación, que, a su vez, nos sirve como puente conector con las jornadas de 2014, donde trataremos la gestión de la ciudad desde la lógica comunitaria.   Ane Rodriguez Armendariz Directora cultural de Tabakalera

LA CIUDAD ENTRE OTRAS POLÍTICAS 7 11 15 16 17 19 21 24 25 28

ARQUITECTURA ES POLÍTICA ARQUITECTURA EN IMAGEN: LA CIUDAD REPRESENTADA HACIA UNA MONUMENTALI-ZACIÓN TOTAL CONTROLAR LA CIUDAD MUROS Y FRONTERAS LA DESTRUCCIÓN DE LA EXPERIENCIA LA RE-APROPIACIÓN DEL ESPACIO PÚBLICO REPOLITIZAR LA ARQUITECTURA CONTRA LA REPRESENTACIÓN, PERFORMANCE FUGAZ LA NOSTALGIA POR DEBAJO DE TODO

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Con motivo de la Semana de la Arquitectura, y bajo el título “Ciudad y otras políticas”1, Tabacalera presentó entre el 4 y el 11 de octubre de 2013 un amplio programa de charlas, debates y talleres, cuyo planteamiento inicial era evidenciar la deriva mercantilista que ha sufrido la “producción de ciudad”, supeditada a una despolitización paulatina que utiliza argumentos tecnocráticos y desarrolla procesos basados en nuevas “socio-ciencias”, que dan como resultado un territorio productivo para vidas estandarizadas. La desposesión de la experiencia cotidiana y la inexistencia política hacen que la ciudad ya no sea el mejor soporte para el desarrollo de vidas reales. Los territorios, hoy, se reducen a simples espacios de consumo, conformes todos ellos a las estrategias de marketing y parafernalia desplegadas por políticas estetizadas. Con nuestra participación en el programa “Ciudad y otras políticas” tratamos de recuperar maneras de hacer que anteponen lo pequeño frente a la planificación ejercida desde convenios y miradas “competentes”. Pretendemos debatir sobre otros modos de hacer y pensar la ciudad, donde estén presentes la política y la experiencia urbana, sin antifaces o coartadas productivistas. A través de pequeñas acciones urbanas, la disciplina arquitectónica es atravesada por lo cotidiano, por las políticas reales y por las personas. Parece claro que el ejercicio de nuestra profesión tiene una deuda para con la ciudad real, tal y como lo expone la profesora Jill Stoner en su Toward a minor architecture2: “La disciplina aun perpetúa la dialéctica entre el espacio interior y el exterior, la producción de edificios, las aspiraciones heroicas del arquitecto sirviendo a las influencias y deseos del poder corporativo, el lenguaje mayor de la arquitectura es otro producto más de una cultura dominada por el capital simbólico. Sus convenciones se tambalean en el precipicio de la saturación, llevándonos a una proposición aparentemente extraña: la arquitectura no puede limitarse a la búsqueda estética de hacer edificios; debe ahora comprometerse en una política para selectivamente deshacerlos.”

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ARQUITECTURA ES POLÍTICA

La arquitectura delimita, separa, genera fronteras, construye muros y murallas. Eliminada la posibilidad crítica, es capaz, tal y como ha venido haciendo en los últimos años, de someterse al dictado de los poderes económicos, de los lobbies o de los estados en desarrollo hipercapitalista.

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El sociólogo y urbanista francés Jean Pierre Garnier3 no tiene ninguna duda de que la arquitectura es un símbolo de autoridad. En su libro Contra los territorios del poder 4 analiza las relaciones del urbanismo y la arquitectura con los estados y poderes. Uno de los párrafos rescata la siguiente cita del filósofo francés Benoit Goetz: “Más que una representación ostentosa del poder, la arquitectura se halla en el origen del arte de mandar. Todo poder se ejerce arquitectónicamente.”

El Lissitzky. Entrance of the USSR pavilion. Feria Pressa, Colonia. 1928.

La preparación de estas jornadas se activa a partir de una nueva lectura de la ciudad contemporánea según su evidente deriva mercantilista. Para ello, se estudiaron diferentes autores y momentos históricos. Pero lo más evidente era, si cabe, que las recientes protestas y manifestaciones públicas verificadas en muchas ciudades del mundo, obligaban, necesariamente, a reexaminar el transcurrir de los acontecimientos allá por las décadas de los 60-70 del siglo XX. No obstante, surgían voces cuestionando el valor re-politizador de aquellas protestas masivas tal como habían ocurrido.

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En un contexto teórico comparable, las protestas y derivas formales de los año 60-70 del pasado siglo quedaron archivados o museizados como experiencias utópicas llevadas a cabo por élites intelectuales. Como recuerda Pier Vittorio Aureli en su análisis de la arquitectura radical italiana titulado “More money/Less work: Archizoom”5, cuanto más alto es el listón de las propuestas radicales de la cultura arquitectónica, mejor se prevé el siguiente ciclo del desarrollo capitalista.

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Por otro lado, Jean Pierre Garnier critica la posición academicista de muchos teóricos radicales surgidos de aquellas protestas que, más allá de la práctica de políticas reales, retoman el lema de “derecho a la ciudad” como objeto para el “teoricismo”. De hecho, Garnier duda que la arquitectura pueda aflojar los lazos con el poder: “¿Podrían mantener la arquitectura y la anarquía algún tipo de relación que no fuera a priori antinómica? Decir que la arquitectura está, desde sus orígenes, al servicio del orden, no es gran cosa; prueba de ello es la edificación de templos para honrar a los dioses, los palacios para proteger a los poderosos o los monumentos para la gloria de los tiranos. No cabe duda que la arquitectura es un símbolo de autoridad.” Los textos de Garnier advierten –como primer toque de atención– sobre lo que ocurre cíclicamente en la historia de la arquitectura y su manera de “ejercer” de “regulador” de espacios y vida. Así lo evidencia otro de los invitados a las jornadas. El arquitecto Alvaro Sevilla6 también se refiere en sus artículos a la pérdida paulatina de experiencia urbana que ha sufrido la ciudad. Expone cómo lo cotidiano y, en definitiva, la experiencia individual y colectiva, han sido desplazadas de la ciudad: “En poco más de medio siglo el estrato de la población cuantitativamente predominante vio transformados radicalmente sus patrones de trabajo, alojamiento y consumo –es decir, de producción y reproducción social–. Como consecuencia de ello “el hombre de la multitud” que, como en el relato homónimo de Poe, era para la burguesía un extraño potencialmente conflictivo que “no se deja leer” –el “otro”–, se convierte en un individuo anodino, inerte y conformista, incapaz de formular protesta alguna.” Por eso queríamos reivindicar experiencias pasadas para volver a escarbar en ellas, y poder comprobar así, si las comparaciones que hoy mismo se apuntan pueden arrojar nuevas políticas o simplemente vuelven a representar nuevas estéticas urbanas.

En las últimas décadas, así lo parece, al arquitecto se le describe, en gran medida, como pieza del engranaje productivista y, en ocasiones, como aliado de las nefastas políticas de destrucción de los tejidos urbanos y deformación del territorio. Es necesaria una profunda revisión de la posición del arquitecto respecto a las políticas de construcción de nuestro entorno. Es por ello que, dentro mismo de las jornadas, se pudieron escuchar alegatos como los propuestos por el equipo n´Undo7, que subrayan lo que, en su opinión, resulta ser una actitud construir desde la renuncia, una actitud y una reacción cultural. Para el equipo n´Undo la no construcción, la minimización, reutilización o el desmantelamiento suponen estrategias para una arquitectura sostenible. En la actualidad, distintos foros (desde los más académicos a otros más informales) critican la neutralidad del arquitecto. Si aceptamos que el origen del urbanismo o de hacer ciudad es político, también debemos aceptar que la posición del arquitecto ha de ser revisada en profundidad y poder así rescatarla de ámbitos exclusivamente estéticos. El libro Arquitectura y política8, recientemente publicado por los autores Zaida Muxí y Josep Maria Montaner, expone de manera sencilla el origen de la producción de ciudad desde posiciones aliadas entre poderes y estado. “Es lícito que los arquitectos acepten cualquier condición con tal de poder proyectar y construir? ¿Es aceptable que solo para poder realizar el parque y el estadio de Pekin para los Juegos Olímpicos del 2008, incluido el denominado “nido”, de Herzog & de Meuron y del artista Ai Weiewei, se desplazaran 350.000 habitantes que vivían en la zona y se trasladaran a las afueras de la metrópolis? Todo ello pudo llevarse a cabo sin excesivas resistencias, pues en China no solo existen los instrumentos políticos tiránicos para ejecutar tales enormes operaciones urbanas e inmobiliarias, sino que se ha impuesto una ideología higienista según la cual deben sacrificarse los barrios tradicionales de baja altura (los hutons) para eliminarlos como una necesaria operación patriótica de renovación y modernización.” El ensayo de Muxí y Montaner supone un nuevo catálogo de posicionamientos frente a la relación histórica de la arquitectura con los poderes. En la actualidad se producen movimientos de resistencia que atraviesan la construcción de la ciudad desde procesos y miradas mucho más amplias que una simple imagen.

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ARQUITECTURA EN IMAGEN: LA CIUDAD REPRESENTADA Road to Victory, comisariado por el diseñador de Bauhaus Herbert Bayer en el instituto de arte de Chicaco. 1943.

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Tanto la sociedad occidental como la construcción de su territorio han estado presionados por las leyes del mercado de producción de inservibles. Lo siguen estando. Y en un intento desesperado por perpetuar ese voraz modelo productivista, y en la manera de quien huye hacia adelante, surgen ininterrumpidamente sujetos creativos, publicistas y expertos en marketing que se encargan de “empaquetar” los inservibles en astutas campañas de consumo de lo inservible. En su libro titulado After architecture9, el profesor Martí Peran describe perfectamente la deriva registrada en los últimos tiempos: “...Estamos ya a las puertas del triunfo de la lógica de la imagen, algo que se produce de lleno a partir de los años ochenta, cuando las ciudades mismas se convierten en objetos de consumo que exigen un skyline competitivo en el gran mercado de los tour operadores.” El profesor Peran nos acompañó en la tercera jornada de “Ciudad y otras políticas”. Sus palabras insisten en la claudicación de la arquitectura dominante respecto a las estructuras de poder, y cómo aquella se ha convertido en imagen impostada para la publicidad de los valores derivados de la ideología dominante.

Trabajadores de la construcción de la Unión Soviética desfilando con modelos de casas modernistas montadas en pértigas. 1931.

La arquitectura se ha sometido al lenguaje de la imagen. En 2008, el museo Macba analizó “la condición de documento y la utopía fotográfica moderna”10. En el marco del repaso histórico que allí se hizo, destacan las relaciones que se establecen entre arte, imagen y arquitectura y los poderes políticos y los estados que se tercian en cada momento.

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Las exposiciones fotográficas diseñadas por El Lissitzky entre 1928 y 1930 establecen un paradigma anclado en las rupturas epistemológicas, las nociones de una «nueva visión», de la era de la revolución soviética. Este paradigma irradiará en Europa occidental a través de la Bauhaus y será un instrumento para los nuevos regímenes fascistas de Italia y Alemania en los años treinta; después, será reelaborado a su vez en Estados Unidos en el contexto propagandístico de la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Fría.

Consumimos imágenes de arquitectura. La abundancia y la progresiva “espectacularización” de la fotografía arquitectónica nos dejan desprovistos de una pausa crítica. Es como si la arquitectura y su propia imagen hubieran tomado y adoptado el mismo camino y las mismas fórmulas de “estetización” radical para convertirse en producto “imaginario”.  Una sobredosis de imágenes que se “vende” como el nuevo paradigma actual; máscara, piel o cuerpo sin órganos como contemporaneidad absoluta.

Existen diferentes momentos históricos en los que el artista deja de ser autor para convertirse en productor “aliado”. Lissitzky dio el paso de la fotografía al montaje expositivo como otra manera de comunicarse con el público. Conocedor del trabajo de Lissitzky, Herbert Bayer entendió que la exposición se convertía en medio de comunicación. Con la llegada de Hitler al poder, puso la práctica de esos métodos en manos de la maquinaria publicitaria nacionalsocialista. El propio Goebbels aprobaba dichas exposiciones en estos términos: “la experiencia individual se ha convertido en una experiencia del pueblo gracias a la cámara.”

Y como sostiene el pensador y escritor alemán Boris Groys, bajo las condiciones de la modernidad hay dos formas de producir y hacer llegar al público una obra de arte: como mercancía o como instrumento de propaganda política.

Implicaba la generación de afecto por lo propio, la representación de una forma de relacionar a las masas con las políticas y las construcciones del estado. El patrimonio y el estado eran indisociables, se construye así un nuevo imaginario dirigido. Imaginario y patrimonio definidos bajo la exigencia de monumentalización. La revista The Funambulist11 publicó en febrero de 2014 un artículo titulado Nazi Architecture as Affective Weapon firmado por Gastón Gordillo12, en el que se retrata el modo en que la Unión Soviética y Hitler competían por construir monumentos instantáneos, en una especie de carrera por demostrar, a través de la arquitectura, quién ostentaba el mayor poder. Cuando Hitler ordenó la invasión de la Unión Sovietica en 1941, Speer advirtió la gran influencia que el Palacio de los Soviets ejerció sobre Hitler. Precisamente, según las tropas alemanas avanzaban hacia Moscú, Hitler afirmó: “Por fin y para siempre, éste será el final de su edificio.” En la evolución de la arquitectura de las últimas décadas, es la imagen lo que ha prevalecido por encima otro tipo de miradas. Se trata, sin duda, de un requisito que lleva intrínsecos convenios de mercantilización llevados a cabo por los estados e instituciones aliadas.

Entre 1890 y 1920, la fotografía de la arquitectura salta del ámbito académico a las publicaciones generalistas en un intento de transformación del individuo a través de la nueva arquitectura. La historiadora Beatriz Colomina13 habla de la arquitectura moderna como medio de comunicación de masas: “Me interesaba la reacción tan fuerte de Loos de denuncia de los arquitectos que según él se venden a las revistas de arquitectura y transforman su arquitectura de manera que aparezca bonita en las revistas. Loos criticaba la arquitectura de Hoffmann, diciendo que sus proyectos eran bidimensionales. En cambio su propia arquitectura, postulaba Loos, no se podía apreciar más que viéndola en persona.” El trabajo fotográfico de la arquitectura se distancia en ese momento de la experiencia documental, de la práctica de la experiencia, para centrarse únicamente en imagen de consumo o propaganda. Podríamos considerar, por tanto, que la alianza entre la arquitectura y la fotografía o la imagen como producto de marca, inicia su andadura a principios del siglo XX, y concluye en la actualidad con las ciudades representadas a sí mismas como productos de marca en folletos de turismo o en eventos de políticas “bienpensantes”. Se promueve una sociedad basada exclusivamente en la representación. La representación de todas las “cosas” anula la posibilidad de experienciar los espacios que habitamos, oculta lo real para simular realidades dirigidas. El escritor John Berger lo sintetiza de forma magistral: “Imaginémonos que de pronto el mundo material, sustancial (los tomates, la lluvia, los pájaros, las piedras, los melones, los peces, las anguilas, las termitas, las madres, los perros, el moho, el agua salina) se revolviera contra

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la inagotable corriente de imágenes que mienten sobre él. Imaginémonos que reaccionara y reivindicara que dejasen de manipularlo gramatical, digital y pictóricamente; imaginémonos una rebelión de lo representado”. 14

HACIA UNA MONUMENTALIZACIÓN TOTAL Galaxy Soho. Beijin. Fotografia: Hufton + Crow, Zaha Hadid Architecs.

La representación también atraviesa la memoria de nuestras ciudades y comunidades. “Lo anterior” queda archivado en imágenes, en recurrentes y torpes “centros de interpretación” o, en el mejor de los casos, en edificiospiel momificados. Queda claro que la noción de patrimonio viene asociada a una determinada mirada estética del objeto construido. Del mismo modo que las ciudades y los territorios compiten por convertirse en marcas de consumo turístico, el soporte heredado deviene objeto de consumo “fotografiable”. El objeto patrimonializado queda así muerto, embalsamado para producir añoranza y degenerar la memoria del pasado.

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No es sino otra manera de insistir en la hegemonía de la imagen. En la importancia que la estetización y la espectacularización “óptica” han tenido en las últimas décadas como mediadoras y “vaciadoras” de los aspectos reales de la ciudad y su herencia. Las políticas de patrimonio monumentalizan formas y memoria, todo aquello que pueda ser capaz de ser “turistizado”.

Igmann François Bonhommé, Prise de la barricade du Petit Pont (1848). Museo de arte e historia de Saint Denis. Negativo: I; Andréanj.

Los procesos de patrimonialización convierten la arquitectura en producto de consumo para la industria del turismo. El muro de Berlín sería un claro ejemplo: escenario de violencia y muerte en una época no tan lejana, se muestra hoy como elemento simbólico vaciado de realidad. Elisabeth Roig lo describe así en The Walls of empire15: “Hoy, en el mercado de pulgas de Berlín, junto al río Spree, lucen a precio de bagatela las insignias militares de Europa del Este. Las estrellas rojas con la hoz y el martillo se exhiben como trofeo de un capitalismo triunfante.

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También se vende a los turistas pequeños trozos de falso muro en tarjetas postales, y se recuerda con adornos florales a las 80 personas que murieron desde 1961 a 1989 en su intento de atravesar el muro. Una de las partes conservadas del Berliner Mauer convive con lo que quedara de los cimientos del edificio central de la Gestapo, asimilando, “todo en uno”, por contigüidad arquitectónica, nazismo y comunismo. Y una enorme foto de un soldado norteamericano cuelga sobre la calle, e “ilumina” con su abierta sonrisa el emblemático Checkpoint Charlie, por supuesto, dando la bienvenida al turista hacia el sector occidental de Berlín…” Un monumento tiene la capacidad de generar nostalgia colectiva y construir artificios históricos que irreparablemente reconducen o disfrazan las condiciones reales. El concepto de patrimonio da cobijo a estos ejercicios de “artealización” de la herencia construida. Su lectura viene asociada a una determinada mirada estética del objeto para coger la forma de marca turística. El objeto patrimonializado queda así muerto, embalsamado, produce añoranza y degenera la memoria de la experiencia pasada.

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Así, en el contexto del desarrollo turístico y la necesidad de monumentos, la ciudad toma forma de escenario de guerra. Los turistas atraviesan las ciudades como soldados por las áreas “seguras”, captando imágenes fugaces para la memoria de sus cámaras fotográficas. Tanto el turismo como la monumentalización se convierten en herramientas efectivas de control de la ciudad.

CONTROLAR LA CIUDAD

Existen claros síntomas que anuncian una eliminación total de la libertad de uso de los espacios compartidos. Los espacios comunes devienen en espacios controlados que no hacen otra cosa que frustrar nuestro “derecho a la ciudad”. La propaganda del miedo triunfa mientras la experiencia urbana agoniza. Entre tanto, las escuelas universitarias han venido enseñando la historia de la arquitectura como narración lineal de estilos, formas y capacidades técnicas de cada época.

En las escuelas de arquitectura absorbemos libros que enseñan y cuentan la grandeza de poderes triunfantes que marcaron cada momento. Y el mundo académico asume esa herencia como modo de ilustrar y formar la experiencia en la arquitectura. La historia reciente nos enseña que distintos tipos de regímenes políticos, de situaciones de guerra o estados bienintencionados han usado y usan la arquitectura como herramienta de propaganda y dispositivo de control, dispositivo de estandarización de la vida urbana. La política se estetiza, y la arquitectura se convierte en propaganda. La cosificación (también fetichización) de la arquitectura ha dejado de lado otros aspectos intangibles que son los que producen realmente espacios capaces de ser compartidos, territorios politizados de manera no unilateral. Dentro del programa “Ciudad y otras políticas”, Esteban Zamora16 fue el primero en hablar sobre el control y los dispositivos relacionados con el espacio urbano y la ciudad. Zamora propuso un recorrido sobre el espacio urbano y la territorialización, unido indiscutiblemente a las formas de violencia y a la guerra. Comenzó su exposición asumiendo que todos los dispositivos “espacializadores” tienen que ver con la captura de nuestro modo de vida. Utilizó dos paradigmas principales para hacer un repaso de fronteras y territorios desde la escala global a la escala urbana: el panóptico y la cárcel. En opinión de Esteban Zamora, el panóptico no es sólo un dispositivo arquitectónico, sino una maquina relacional que, al margen de la existencia o no de un vigilante, la persona presa interioriza como un mecanismo de control de su propio comportamiento. Según Esteban Zamora, es la persona misma la que, a través de estos mecanismos, se convierte en portadora de su propia opresión.

MUROS Y FRONTERAS

El muro que separa al mundo subsahariano, el muro que se levanta en Israel, el muro que separa a EEUU de Méjico, el muro imaginario construido

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Frontera de Tijuana

en Europa denominado Frontera Sur, todos ellos son frontera para el flujo de personas, pero no para las mercancías. Esteban Zamora señala que “la frontera se ha interiorizado en la metrópolis a escala urbana”. Ponía como ejemplo el caso de Barcelona, y más concretamente las zonas periféricas habitadas por inmigrantes y plagadas de CheckPoints en hora punta. La existencia del CheckPoint en una ciudad, significa que la frontera se ha interiorizado, aspecto que permite a Zygmunt Bauman afirmar, como recordó Zamora, que el territorio actual es una sola zona fronteriza global. Definía la cárcel como un lugar, históricamente, de interrupción entre el adentro y el afuera de lo social, y recordaba que en el siglo XVIII la cárcel se ubicaba al lado del ayuntamiento para que todas las persona fueran testigos de las consecuencias que implicaba cometer un delito, pero posteriormente se han ido apartando a la periferia de las ciudades con la idea de marcar el afuera de la sociedad. Esteban Zamora concluía que, en los último años, la cárcel ha ido expandiendo sus tentáculos hacia el exterior, y a su vez, la calle, el espacio público, se ha convertido en un espacio institucional. Y recordaba que toda la red de ONGs que funciona de manera parasitaria y paralela al espacio carcelario, hace que la situación de la persona presa se vaya prolongando hasta lo que los reclusos llaman vivir una segunda condena, una condena que nunca acaba.

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Tanto la frontera como la prisión o la calle y el psiquiátrico, afectan a la ciudad. Exactamente en la dirección en que la ciudad se trasforma en un lugar sin límites. Un espacio sin limites que deriva en la metropolización de las ciudades: “La pérdida del espacio público tiene que ver primero con su privatización y en segundo lugar con la institucionalización del espacio. Como decía un compañero, la calle es una institución sin techo.” Exodus, or the Voluntary Prisoners of Architecture: The Reception Area. 1972. Rem Koolhaas y Elia Zenghelis con Madelon Vriesendorp y Zoe Zenghelis

LA DESTRUCCIÓN DE LA EXPERIENCIA

Esta mirada sobre la ciudad y el territorio como espacio controlado y gestionado desde la institución, se complementa con el punto de vista que sostiene Álvaro

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Sevilla. El profesor Sevilla participó en la segunda jornada de “Ciudad y otras políticas”. Hacía cinco años que publicó el artículo “La producción de ciudad y el eclipse de la experiencia”, artículo que nos acercó a la mirada de su autor, el cual comenzó su parlamento rescatando lo que allí manifestaba. Tomando como base el argumento de Giorgio Agamben sobre la destrucción de la experiencia en la gran ciudad, que dice que si “al hombre contemporáneo se le ha expropiado su experiencia”, hoy, “sabemos que la destrucción de la experiencia no precisa de una catástrofe: La jornada del hombre contemporáneo carece virtualmente de nada que pueda ser traducido en experiencia”, Álvaro Sevilla rescata la idea de que esa incapacidad no sea tan casual.

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Así, en el marco de “Ciudad y otras políticas”, profundizó y actualizó los argumentos que en su artículo de 2008 delineaba, en su opinión, de forma un tanto cruda. No todo el mundo, según la opinión de Álvaro Sevilla, se lamenta por la pobreza de la experiencia en la ciudad contemporánea, y repasó ejemplos como los de Rem Koolhaas o Jean Nouvel, que en más de una ocasión han “ironizado” sobre esta condición contemporánea para, probablemente, justificar proyectos encargados por estados o poderes que se dedican a desdibujar la ciudad social.

administración un proyecto de marketing político, pero sobre todo una estrategia de control de las personas. Álvaro Sevilla concluyó su razonamiento recuperando algunos fragmentos de Lefevbre, que le permitieron hablar sobre esas dimensiones de la ciudad que el urbanismo histórico ha separado: Autogestión era, en fin, el término clave para Henri Lefebvre. A través de esa autogestión los habitantes de las ciudades podrían rescatar su ‘derecho a la ciudad’, que entendido en el sentido que este autor utilizaba era el derecho a la diferencia –a esa complejidad y multiplicidad que sólo la ciudad puede proporcionar– y a la centralidad, la autonomía en la toma de decisiones que afecten a las propias formas de vida. La autogestión debía revolucionar lo cotidiano para reestablecerlo en una forma nueva en la que sus momentos no estuvieran separados, en la que lo extraordinario volviera a tener cabida en el día a día. Una vida cotidiana en la que la experiencia volvería a ser una obra común, sedimentada poco a poco y siempre abierta al cambio, y no un producto cerrado y efímero, distribuido por las élites económicas y políticas.

Sevilla realizó una breve incursión por la historia para determinar el por qué de la “erosión paulatina de las formas autónomas de experiencia” en la ciudad. Utilizó la imagen de un barrio del Nueva York de 1900. Para Álvaro Sevilla, la calle todavía aparece en ese periodo como un “concentrador” social. Sin pretender idealizar este escenario como modelo de las exigencias de la ciudad contemporánea, se manifiesta como una complejidad de actividades, vivencias e intercambios que hacen de la calle un espacio de conocimiento compartido. El barrio se componía de viviendas, tabernas, comercios y pequeños talleres mezclados entre sí; las tareas domésticas son visibles en la vida diaria del barrio, siendo la calle una extensión de la casa. En definitiva, el evento era algo cotidiano en el escenario urbano.

LA RE-APROPIACIÓN DEL ESPACIO PÚBLICO

Este escenario aparentemente desordenado causaba cierta ansiedad entre las élites económicas y politicas, por ser, según la tesis de Álvaro Sevilla, contextos propicios para reconocer intereses comunes y organizarse políticamente. Los proyectos de la vanguardia arquitectónica aparecen en el momento preciso para “limpiar” este escenario con argumentos basados en la higiene y la modernidad. Los nuevos barrios para las masas supondrán para la

Los posteriores intentos de humanización de los proyectos urbanos han quedado más próximos a los museos que a prácticas reales. En respuesta

La modernidad quiso crear y dar forma al “hombre moderno” a través de nuevos postulados arquitectónicos. Pero como bien apunta Álvaro Sevilla, estas estrategias de modernidad y progreso emergieron en el momento político oportuno.

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al modelo de alianza entre arquitectos y poderes, surgen ahora grupos formados en diferentes disciplinas que reciben, ordenan y procesan los requerimientos sociales (no tanto formales) que los ciudadanos desean para los espacios que habitan. La re-apropiación de lo común, del espacio público, se trabaja al margen de los procesos burocráticos. Ethel Baraona17, en “Ciudad y otras políticas”, contrapuso la Adhocracia a la Burocracia. En opinión de Ethel, las instituciones no son capaces de prevenir lo que no pueden imaginar, llevan una velocidad inferior, la burocracia estanca la capacidad institucional. Estos nuevos posicionamientos no resultan novedosos, pero el contexto sí. Jean Pierre Garnier fue muy crítico con los nuevos movimientos surgidos en las plazas públicas. Según Garnier, hay mucha gente que comparte la ilusión de hacer posible una apropiación colectiva del espacio urbano sin provocar un enfrentamiento entre poseedores y desposeídos del derecho a la ciudad. Garnier duda que realmente se ponga en tela de juicio y, de manera seria, el modo de producción capitalista, lo que nos lleva inexorablemente a dos callejones sin salida: el activismo y el teoricismo.

22 Yeouido at Dusk, Seúl, Corea del Sur, 2011. Martin Stavars.

Calle Mulberry, Nueva York, 1900.

Critica que los movimientos sociales urbanos actuales carezcan de perspectiva política. Garnier recuerda que la ofensiva general de las luchas urbanas de los 70 era contra el sistema capitalista. Pero según Jean Pierre, el actor principal y casi exclusivo de estas luchas fue la “pequeña burguesía intelectual” (tomando prestada “la nueva pequeña burguesía” bautizada por Pierre Bordieu), y hoy más que nunca, la urbanización del capital sigue su curso. Las clases dirigentes continúan controlando y empujando la urbanización capitalista con resistencias defensivas, locales, sectorizadas y, muchas veces, con perspectiva a corto plazo. A pesar de todo, la autocelebración del activismo por los activistas ciudadanistas prosigue. Otra ciudad es posible, repiten, celebrando sus intervenciones puntuales como manifestaciones de una ciudadanía urbana en plena reconfiguración, sin ver o fingiendo no ver que lo que vale para la sociedad vale también para la ciudad: es sólo otra ciudad capitalista o una ciudad capitalista de otra forma lo que «se reconfigura», no una ciudad que no sea capitalista, con todos los defectos y taras que la caracterizan a expensas de las clases populares. La crítica de Garnier al teoricismo está fundamentada en lo que él llama “radicalismo de campus”. Cuestiona que autores como Mike Davis, Manuel

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Castells o David Harvey teoricen desde foros universitarios sobre los movimientos de ocupación de plazas públicas ocurridas en diferentes países.

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Garnier es menos entusiasta que otros autores en cuanto a la posible “reapropiación” de los espacios de la ciudad. Pasando del plano simbólico y teórico a un plano más concreto, Jean-Pierre citó a Miquel Amorós, recordando que el “ciudadanismo de clase media” no ha conseguido replegar ni un ápice la dominación capitalista. Garnier reclama la recuperación de prácticas concretas, ponerse del lado del excluido, traicionar a la propia clase pequeño burguesa en la que muchos estamos instalados, y mirar la construcción de la ciudad desde miradas reales. En caso contrario, la teoría no hará otra cosa que generar campos de discusión que se retro-alimenten a sí mismos: En este siglo que empieza, mientras que la crisis del capitalismo no deja de agravarse y las condiciones de existencia de las clases populares no paran de deteriorarse, ha llegado quizás el tiempo de vincular de nuevo la teoría con la práctica, en lugar de complacerse en el teoricismo y hablar (o escribir) para no hacer nada. Pero, ¿cómo? Comprometiéndose en el terreno de las luchas concretas, nutriendo la reflexión por la acción al lado de aquellos que están ya decididos a luchar. Ello, claro está, si no queremos que la reflexión sea reducida a los discursos interminables de la jet set de los coloquios y congresos universitarios internacionales sin impacto significativo en el curso de la historia urbana.

REPOLITIZAR LA ARQUITECTURA

Si como critica Garnier, la conciencia política de la arquitectura emerge ahora desde discursos de investigación académica, y los movimientos ciudadanos que han demostrado la capacidad de alterar y re-territorializar el espacio público son analizados desde la óptica del “laboratorio” académico, nos encontramos en un momento donde urge la discusión sobre lo que supone la Re-politización de la arquitectura. La petición de Garnier podría hallar respuesta en prácticas como las mostradas por Eva Morales18, partiendo del proceso colectivo experimentado en “las corralas”, en el que familias desahuciadas llegaron

a ocupar 15 edificios vacíos con el apoyo del movimiento por la vivienda de la ciudad de Sevilla. La arquitecta Eva Morales recordó que el negocio de la vivienda en España ha supuesto la bandera política del progreso y la prosperidad, y señaló que ese propio crecimiento desmesurado ha provocado que la ciudad se haya “desprogramado”. Para volver ha reprogramar la ciudad es necesario conectar necesidades con recursos infrautilizados y, por tanto, las viviendas vacías son una oportunidad para la auto-organización. En “Ciudad y otras políticas”, Eva Morales relató la primera constitución de la Corrala Utopía en Sevilla. Se trataba de 36 familias con dificultades de acceso a una vivienda, familias que se organizaron para hacer suyo su derecho. En este sentido, Morales reclamaba la cultura de la vivienda y su apropiación como proceso de aprendizaje colectivo y desarrollo en el tiempo. Construir/Pensar el habitar como proceso inacabado y perfectible en el tiempo. En el otro extremo, y más concretamente desde la cátedra “Design as politics” de la universidad de Delft, se presenta como experiencia y espacio de investigación promovido desde el gobierno para que el aprendizaje de la arquitectura tenga una posición desde la política. Marta Relats19 intervino en “Ciudad y otras políticas” exponiendo las premisas y trabajos realizados por los estudiantes de la cátedra. Relats defendía el aprendizaje de la economía en el estudiante de arquitectura. Qué definición de economía es hoy la que debemos aplicar en la enseñanza de la arquitectura o la construcción común sería la pregunta.

CONTRA LA REPRESENTACIÓN, PERFORMANCE FUGAZ La rebelión de lo representado de la que habla Berger, la re-apropiación del espacio público y el propio “derecho a la ciudad” corren el peligro de

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caricaturizarse en forma de “artivismos” y otros procesos disfrazados de política participativa. En opinión de Esteban Zamora, es a partir de la desfragmentación del estado cuando se empiezan a utilizar dispositivos como el de la participación: Lo que Foucault denominó gubernamentalidad en la década de los 80, hoy día se llama gobernanza. Pero no hay que olvidar que cuando no hay un acuerdo en el que la hegemonía del estado se imponga, la verdadera cara de la gobernanza es entonces la ordenanza municipal. Me pregunto si realmente la participación es efectiva o no es más que un dispositivo de disuasión de las verdaderas posibilidades de construir democráticamente el espacio de la ciudad. Claude Dityvon, “478-37-MAI 68-Verité révolutionnaire,”

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Campo de Cebada, Madrid.

Muchos encuentros, infinidad de acciones fugaces y foros o ferias de arquitecturas colectivas corren el peligro de institucionalizarse para demostrar, una vez más, la complacencia y la estetización de lo “alternativo”. El sistema arrolla toda acción que no pretenda cambiar las estructuras políticas. Toda iniciativa se empaqueta como performance urbano, y se publica para deleite de las editoriales de la élite arquitectónica o recibe premios en bienales dirigidas por urbanistas bienpensantes. En este sentido, Manuel Delgado se refería a la falta de ambición política de los cambios ocurridos en las plazas públicas en un artículo publicado en 2013 bajo el título “El artivismo y la mística ciudadanista del espacio público”20. Delgado critica la “festivalización de la protesta” en la ocupación de las plazas: “...han funcionado como auténticas superproducciones artivistas que han hecho suyo el proyecto pospolítico de superación de la lucha de clases en función de lo que aparentan nuevos paradigmas, pero que nos son sino variaciones del viejo republicanismo burgués, para el que el espacio público no sería otra cosa que la espacialización física de uno de sus derivados conceptuales: la llamada sociedad civil.” Lo que Delgado critica es la despolitización inconsciente de los movimientos de protesta. En su texto recuerda el paralelismo con lo que ya ocurrió en los años 60 del siglo pasado, y cómo Wolfgang Harich21 responsabilizaba, “en buena medida”, a los teóricos de la escuela de Fankfurt de haber conseguido “generar un precipitado doctrinal en el que el trasfondo ideológico liberal se disfrazaba con todo tipo de estridencias de apariencia radical”.

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LA NOSTALGIA POR DEBAJO DE TODO

Los últimos “actos” en las plazas públicas nos invitan a viajar comparativamente hasta los años 60 y 70 del siglo XX. Así lo hace Manuel Delgado en el artículo citado anteriormente, para rescatar la crítica construida en aquel momento. En otros casos, las comparaciones quedan en meros ejercicios estilísticos. Cabe destacar, como recordaba Garnier, que muchos de los “activistas” que lo fueron en el París de los 60 son ahora “diseñadores” de procesos y estructuras capitalistas del estado.

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Podríamos aceptar que, tanto en los 60 como hoy en la actualidad, existe una intención de construir procesos comunitarios. Proyectos comunes que integren los espacios habitados como lugares para la vida. Pero por entonces también existieron advertencias sobre cuáles eran los objetivos reales de las acciones que se emprendían. La Internacional Situacionista, en el año 1958, y en una nota editorial publicada bajo el título que da nombre a este capítulo “La nostalgia por debajo de todo”22, anticipaba las razones que los llevaban a promover otra manera de mirar la ciudad: ¿Cuál es nuestro objetivo? Crear situaciones. No cabe duda de que en todas las épocas las personas han intentado intervenir directamente sobre el entorno en algún momento de su vida. Pensamos únicamente que no se reunían los medios para una extensión cuantitativa y cualitativa de tales construcciones, que seguían dándose de modo aislado y parcial. La religión, y después el espectáculo artístico, fueron los derivados que paliaron la incapacidad para cumplir este deseo. El movimiento de desaparición de estos derivados, fácilmente constatable, marcha parejo con el desarrollo material del mundo, que hay que comprender en su más amplio sentido. La construcción de situaciones no depende directamente de la energía atómica; y tampoco de la automatización o la revolución social, puesto que

las experiencias pueden ser emprendidas a falta de algunas condiciones que el futuro debe realizar sin duda. Es decir, las propias construcciones situacionistas se desmarcan de la revolución social. ¿Querían generar simples acciones temporales sin dejar un efecto mayor que el de una performance fugaz? Una nueva lectura sobre las décadas posteriores a la segunda guerra mundial puede generar una nueva postura crítica que nos haga entender las propuestas radicales que entre los años 60 y 70 del pasado siglo derivaron en construcción de situaciones, luchas a pie de calle, mucha teoría y algunos ejemplos de desarrollos comunitarios. ¿Existe alguna posibilidad de rescatar experiencias de desarrollos comunitarios que se dieron en aquellos años y que hoy sirvan de instrumento de evaluación o elemento comparable con la actualidad? La relación campo/ciudad vuelve al escenario del debate. En experiencias pasadas el campo fue el refugio o válvula de escape de las propuestas más radicales. Sin embargo, esa huida de la ciudad no le proporcionó ningún beneficio, ni siquiera a los lugares en los que se asentaron. Las experiencias de las Drop City quedaron relacionadas con experimentaciones comunales ligadas a la idealización de libertad al margen de las ciudades. Y puede que aquellas décadas hayan quedado como simple imagen de consumo de una rebeldía que ya mira al pasado desde la comodidad. Podemos concluir, por tanto, que la ciudad, espacio de convivencia por antonomasia, es hoy un lugar de acción estratégico. Las experiencias de desarrollo de comunes urbanos y construcción comunitaria ocurre en los barrios de las ciudades. No hay huidas, al menos por ahora.

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NOTAS

1

“Ciudad y otras políticas” estuvo coordinado por Ibon Salaberria y Manu Fernández, dando continuidad a la línea de reflexión que Tabakalera inició con Trans¨itoak, cuya primera actividad fue el mapeo colectivo de espacios en desuso de Egia, realizado en junio de 2013. http://www.tabakalera.eu/es/programa/semana-dela-arquitectura-ciudad-y-otras-politicas-herenciasterritorios-y-construcciones-comunes/

2

Jill Stoner, “Toward a minor architecture”, The MIT Press (2012)

3

Jean Pierre Garnier es titulado por el instituto de Estudios Políticos de París, doctor en sociología urbana y doctor en urbanismo.

4

Jean Pierre Garnier, “Contra los territorios del poder”, Virus editorial (2006) http://www.viruseditorial.net/pdf/Contra%20los%20 territorios%20del%20poder.pdf

5

Pier Vittorio Aureli, “More money/Less work: Archizoom. The Italian Avant-garde 1968-1976”, Stenberg Press (2013)

6

30

Álvaro Sevilla Buitrago es arquitecto-urbanista y profesor de la Universidad Politécnica de Madrid. Es también co-editor de Urban, revista de investigación y teoría urbana. http://multipliciudades.org/

7 n´UNDO se fundamenta en la crítica, el debate y la reflexión, desde donde desarrolla su base teórica, la cual tiene como consecución diversas prácticas y actuaciones urbanas y territoriales, basadas en la participación y la multidisciplinariedad. http://www.nundo.org/ 8

Zaida Muxí y Josep María Montaner, “Arquitectura y Política”, Editorial Gustavo Gili, (2013)

9 10

Martí Peran, “After architecture”, ACTAR (2009)

Macba, seminario “La condición del documento y la utopía fotográfica moderna”, (2008). http://www.macba.cat/es/la-condicion-del-documento-yla-utopia-fotografica-moderna

11

The Funambulist es un espacio de investigación editado por Léopold Lambert. http://thefunambulist.net/

12

Gastón Gordillo es antropólogo y profesor en la Universidad de la British Columbia. http://spaceandpolitics.blogspot.com

13 Beatriz Colomina, “Privacidad y publicidad. La arquitectura moderna como medio de comunicación de masas”, Cendeac (2004) 14

John Berger, “El tamaño de una bolsa”, Taurus (2004)

15 Elisabeth Roig, “The walls of empire”, Estudios de filosofía práctica (online), (2006). http://www.scielo.org.ar/scielo.php?script=sci_ abstract&pid=S1851-94902006000100012&lng=en&nrm =iso&tlng=en 16 Esteban Zamora ha sido profesor de Filosofía en la Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación (Chile). Licenciado en Filosofía por la Universidad ARCIS de Chile y estudiante del doctorado “Historia de la Subjetividad” de la facultad de filosofía de la Universidad de Barcelona (UB) 17

Ethel Baraona es Arquitecta, editora y comisaria. Co-fundadora de la editorial independiente dprbarcelona y editora de Quaderns, desarrolla su trabajo profesional en Barcelona, vinculada a varias publicaciones técnicas de arquitectura desde el año 2002.

18 Eva Morales es arquitecta. Profesora Asociada del Departamento de Proyectos de la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Málaga. Máster en Investigación Social aplicada al Medio Ambiente, UPO. Especialización en Cooperación para el Desarrollo de Asentamientos Humanos en el Tercer Mundo, UPM. 19 Marta Relats es arquitecta (MSc, TU Delft) y licenciada en filosofía (MPhil, UB Barcelona). Desde 2010 trabaja en la posición de directora de investigación y profesora en la cátedra Design as Politics, TU Delft, dirigida por el Prof.Dr. Wouter Vanstiphout. 20

Manuel Delgado, “El artivismo y la mística ciudadanista del espacio público”. http://manueldelgadoruiz.blogspot.com.es/2013/07/elartivismo-y-la-mistica-ciudadanista.html

21 Wolfgang Harich fue un filósofo, periodista y crítico literario alemán. Por su obra ¿Comunismo sin crecimiento?, en la que propuso un “comunismo homeostático”, Harich es considerado hoy un precursor del ecosocialismo y de las teorías de decrecimiento. 22 Nota editorial del # 2 de Internacionale Situationniste (2-XII-58). Traducción extraída de Internacional situacionista, vol. I: La realización del arte, Madrid, Literatura Gris, 1999.

EDITA Tabakalera (Centro Internacional de Cultura Contemporánea) TEXTO Ibon Salaberria TRADUCCIONES Maramara* taldea - servicios linguisticos REVISIÓN DE TEXTOS Ibon Salaberria, Jose Luis Padrón COORDINACIÓN DE LA PUBLICACIÓN Nere Lujanbio, Naiara Uranga DISEÑO Gorka Eizagirre IMPRESIÓN Artes Graficas Lorea S. L. D. L. SS-1223-2014 ISBN 978-84-617-2058-3

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