La cerámica ática como indicador de estatus en necrópolis ibéricas contestanas

May 24, 2017 | Autor: Raquel Garcia | Categoría: Attic red-figure vases, Attic pottery, Necropolis
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Descripción

La cerámica ática como indicador de estatus en necrópolis ibéricas contestanas Trabajo Fin de Máster

Máster Universitario en Arqueología Curso 2015-2016

Tutor: José Pérez Ballester Presentado por: Raquel García Gómez

La cerámica ática como indicador de estatus en necrópolis ibéricas contestanas Raquel García Gómez

En las necrópolis es donde se conjuga la exaltación del prestigio, la ostentación y exhibición del poder de las élites aristocráticas. I. Izquierdo (1998: 187)

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Índice

1. Introducción …………………………………….…… 5 1.1. Preámbulo..............................................................……………......……. 6 1.2. Metodología de trabajo.........................................…………….......…….. 8 1.3. Breve apunte historiográfico.................................……………..……..… 10

2. Necrópolis…………………………………………… 13 2.1. Cabezo Lucero (Guardamar del Segura, Alicante)…………….....…… 16 2.2. El Puntal (Salinas, Alicante)....……………………… ……….....…….. 18 2.3. La Albuferta (Alicante) ……………………………………...…….….. 21 2.4. El Cigarralejo (Mula, Murcia) ................................................................ 24

3. Inventario de las sepulturas…………………… Anexo 1 4. La cerámica ática en las necrópolis contestanas....... 28 4.1. Contexto................................................................................................... 29 4.2. La cerámica ática en el área contestana en el siglo IV a.C. ................... 31 4.3. Aspectos formales.................................................................................... 34 4.4. Las formas de cerámica ática comparadas en poblado y necrópolis....... 38 4.5. La amortización de la cerámica ática....................................................... 41 4.6. Funcionalidad en la necrópolis ibérica..................................................... 43 4.7. Centros redistribuidores de cerámica ática a través de las formas........... 45

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5. Análisis de los ajuares................................................ 48 5.1. Sepulturas con cerámica ática y sin ella.................................................. 50 5.2. Distribución de la cantidad de piezas de cerámica ática por sepulturas................................................................................... 52 5.3. Indicadores de riqueza combinados.......................................................... 54 5.3.1. El armamento................................................................................... 54 5.3.2. Fíbulas............................................................................................. 57 5.3.3. Fusayolas......................................................................................... 60 5.4. Arqueología social................................................................................... 62

6. Conclusión.................................................................. 72

7. Bibliografía................................................................. 77 7.1.

Bibliografía citada en el texto........................................................ 78

7.2.

Bibliografía consultada (no citada en el texto).............................. 84

7.3.

Bibliografía de las imágenes.......................................................... 85

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Capítulo 1 Introducción

Figura 1: Lágynos de barniz negro procedente de la necrópolis de La Albufereta (Verdú 2015: 109)

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1. Introducción 1.1. Preámbulo. El trabajo que se presenta a continuación es un proyecto de estudio acerca de las jerarquías sociales de la sociedad peninsular a lo largo del Ibérico Pleno, concretamente, durante el siglo IV a.C. La iniciativa de este trabajo surgió tras la lectura de la obra publicada por A. Oliver (2014) La imagen personal de los iberos: De la necesidad al mensaje social del atavío y del cuerpo en la que el autor manifestaba la creencia de que entre los siglos V y IV a.C. existió una modificación de las jerarquías sociales en el este peninsular. A partir de este momento, mi interés por el tema fue en aumento al mismo tiempo que se acrecentaban mis dudas. Fruto de ellas surge este trabajo en el que se pretende conocer a la sociedad ibérica desde un punto de vista más amplio, teniendo en cuenta a todos los sectores de la población que hayan podido ser documentados. Vamos a centrar nuestro estudio en las necrópolis ya que es el único lugar en el que puede estudiar a las personas allí sepultadas de forma individual y al mismo tiempo como miembros de un conjunto. Todo ello se enfocará esencialmente partiendo del estudio de los ajuares depositados en las sepulturas poniendo especial atención a las piezas de cerámica ática documentadas en este contexto dado que, al ser productos de importación, pudieran ser en indicadores de riqueza. A su vez, se intentará determinar si existe una relación entre la aparición de estas piezas y otros elementos, considerados también como indicadores de riqueza, en las distintas sepulturas. Geográficamente delimitaremos nuestro estudio a la región de la Contestania que, en palabras de Llobregat (1972: 22), estaría limitada geográficamente por el curso fluvial

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del río Xúquer en el norte, por el corredor de Villena al oeste y por el llano aluvial del Bajo Segura en el sur (Figura 2) que coincide con la actual provincia de Alicante.

Figura 2: Mapa de la Contestania Ibérica donde se encuentra delimitada la actual provincia de Alicante (Elaboración propia).

En un primer momento se había decidido realizar un estudio de distintas necrópolis que estuviesen distribuidas geográficamente por todo el País Valenciano para poder establecer, de este modo, una visión comparativa entre las diversas culturas que se ubicaban en este territorio pero debido a la falta de trabajos publicados y a que muchos otros todavía se encontraban en proceso de estudio, se decidió acotar el espacio geográfico a esta región y, más concretamente, a la provincia de Alicante (línea granate de la figura 2) donde se encuentran las necrópolis de Cabezo Lucero (Guardamar del Segura), El Puntal (Salinas) y La Albufereta (Alicante).

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1.2. Metodología de trabajo. El proyecto se dividirá en cinco apartados. En el primero de ellos se presentarán los datos geográficos y cronológicos así como los datos más relevantes de cada uno de los yacimientos seleccionados. Para ello se utilizarán como guías básicas las monografías publicadas de cada una de las necrópolis.

Figura 3: Ejemplo de las fichas técnicas del capítulo 3 (Elaboración propia)

El segundo apartado, correspondiente con el capítulo 3, contiene las fichas técnicas (figura 3) de cada una de las sepulturas analizadas para la elaboración de este trabajo. Constan los siguientes apartados: cerámica ibérica, orfebrería, armas, otros materiales, cerámica ática, observaciones y bibliografía. En el apartado observaciones se indica el sexo y la edad del individuo (en caso de conocerse) y en algunos casos, el ritual de enterramiento o si se trata de un enterramiento múltiple. Debido a que el tamaño de este 8

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apartado excede los límites de presentación de este estudio se incluirá en el Anexo 1. Es el grueso de este proyecto y la base para el análisis que se realizará en los siguientes capítulos. Es importante remarcar que cuando aparezca en el texto las siglas SP seguidas de un número están haciendo referencia a una ficha técnica de las sepulturas. Dependiendo de las letras que contenga al final del código, se está refiriendo a una necrópolis en concreto: Cabezo Lucero (.CL), La Albufereta (.LA), El Puntal (.EP) y El Cigarralejo (.EC). El tercer apartado está íntegramente dedicado a la cerámica ática, hilo conductor de este trabajo. Se presentará un escueto resumen de su aparición en la península Ibérica, se analizarán las formas y estilos encontrados en las necrópolis contestanas así como su funcionalidad en los contextos funerarios. De igual modo se analizará si existen diferencias entre las formas halladas en necrópolis y en poblados y si existió una amortización duradera antes de que fueran depositadas como parte del ajuar de los difuntos. Para la realización de este capítulo tomaremos como referencia los estudios de cerámica ática realizados por Olmos (1999) y sobre todo los trabajos de García Martín (2003) y la colaboración que realiza este autor con Grau (1998). A la hora de hacer referencia a las distintas formas de cerámica ática se ha creído que la terminología más conveniente es la transliteración realizada por Olmos y Bádenas (1998: 14-15) mientras que, para su identificación y clasificación se han utilizado los trabajos de Morel (1981) y Sparkes y Talcott (1970).

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En el cuarto apartado se analizarán los ajuares depositados en las sepulturas. Para ello se utilizará como referencia el capítulo El mundo funerario: las necrópolis de Santos (1994: 51-76). En un primer momento se establecerán distinciones entre aquellas sepulturas que poseen cerámica ática y las que no y después, se observará la distribución de estas piezas entre los distintos individuos. A continuación se observará la relación que existe entre la presencia de cerámicas áticas en los ajuares comparada con otros elementos considerados de prestigio como son las fíbulas, las fusayolas y las armas. Para este último apartado se han utilizado preferentemente los trabajos de Quesada (2002; 2010; 2011), profesor de la Universidad Autónoma de Madrid, al que le agradezco sinceramente que haya resuelto personalmente todas mis dudas con respecto al armamento ibérico así como sus recomendaciones para la elaboración de este capítulo. Y, para concluir, se pondrá de manifiesto una pequeña aproximación a los estudios de género de los yacimientos estudiados: primero desde el punto de vista del sexo de los individuos y, segundo, de la edad utilizándose para ello las publicaciones mencionadas anteriormente referentes a arqueología social. Por último, en el capítulo siete, se expondrán las conclusiones extraídas a lo largo de todo el proceso de confección de este trabajo.

1.3. Breve apunte historiográfico. Como afirma Izquierdo (2005: 1051-1052), la muerte, como fenómeno antropológico con huella en el registro material es uno de los grandes temas que afronta la arqueología desde sus orígenes. Hasta la década de los setenta, en la arqueología española, imperará el positivismo histórico que se interesaba más por el estudio del objeto que de entender la relación de éste con el contexto en el que había sido hallado. 10

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Como consecuencia de esta corriente de actuación se produjo una mala praxis en muchas de las excavaciones antiguas donde la ausencia de documentación exhaustiva o la recopilación incompleta de los materiales, como en el caso de La Albufereta, complican las investigaciones actuales. En los años setenta se producirá un cambio en la línea metodológica de actuación siguiendo los presupuestos marcados por la arqueología de la muerte anglosajona. Entre los primeros en desarrollar trabajos de esta índole destacan A. Ruíz que en 1978 publicaría un estudio de territorio a partir de datos extraídos de los asentamientos y las necrópolis en el Alto Guadalquivir y Almagro-Gorbea que, en el mismo año, realizaría uno de los primeros estudios de jerarquía dentro de la sociedad ibérica a partir de la tipología de las tumbas (Izquierdo 2005: 1052) En los años noventa, al mismo tiempo que evolucionaban las técnicas en la arqueología de campo, también comenzarían a producirse los primeros trabajos interdisciplinares, entre ellos, los antropológicos, como el realizado por Santonja (1993) para la necrópolis de El Cigarralejo, que han aportado muchas respuestas que no habían podido ser resultas hasta el momento y que han acabado con la asignación del género según el ajuar que poseyera el difunto partiendo de un pensamiento anacrónico de los arqueólogos contemporáneos. Estos enriquecedores estudios han sentado, sin duda, las bases para que pudieran realizarse análisis sociales y estudios de género aplicados a las necrópolis como los realizados por Chapa (2001-2002; 2008), Izquierdo (1998; 2005; 2011), Masvidal, Picazo y Curià (2000), Rísquez y García Luque (2007; 2012) que han sido fundamentales para la realización de este trabajo. La arqueología funeraria pretende utilizar toda la información procedente de las necrópolis con el fin de analizar el ritual y la estructura social de las sociedades antiguas 11

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(Mata 1996: 168). Por consiguiente, se realizará a continuación una aproximación al estudio de la jerarquía y el rol social que poseían los individuos depositados en las necrópolis de Cabezo Lucero, El Puntal de Salinas y La Albufereta en función del estatus, el género o la edad reflejado a través de la desigualdad que muestran los ajuares, objetos ligados a la persona sepultada y que podrían estar vinculados con la construcción social de su identidad (Rísquez y García Luque 2012: 261) todo ello sin perder siempre el auténtico hilo conductor de este trabajo: la cerámica ática. En última instancia, no debemos olvidar que todos estos elementos de ajuar encontrados en contextos funerarios son una deposición voluntaria e intencionada por parte de los familiares o de la comunidad que contribuiría a la cohesión del grupo y al refuerzo y mantenimiento del mismo.

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Capítulo 2 Las necrópolis estudiadas

Figura 4: Askos de figuras negras procedente de la necrópolis de Cabezo Lucero (Fotografía extraída de la página web del MARQ)

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2. Las necrópolis estudiadas Las necrópolis que han sido seleccionadas (figura 5) para la realización de este trabajo son: Cabezo Lucero (Guardamar del Segura), La Albufereta (Alicante) y El Puntal de Salinas (Salinas). Los motivos de su selección se deben a que todas ellas poseen cerámica ática en los ajuares de sus sepulturas. Además, las necrópolis de La Albufereta y Cabezo Lucero tienen un valor añadido: su elevado número de tumbas con una cronología casi coetánea factor, que nos facilita la comparación entre ambos yacimientos.

Figura 5: Mapa de localización de las necrópolis estudiadas (elaboración propia).

En el caso de la elección de El Cigarralejo, creemos que esta necrópolis es un buen referente a la hora de establecer comparaciones con respecto a los datos obtenidos de las necrópolis valencianas debido al elevado número de sepulturas del siglo IV a.C. que 14

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posee, la extensa documentación fácilmente accesible y los múltiples estudios que existen al respecto tanto antropológicos como económico-sociales. Otro elemento de importancia es la localización espacial de estas necrópolis. Las élites indígenas controlarían los territorios de la costa al igual que las vías de penetración hacía el interior de la península, como ocurre en Cabezo Lucero que según C. Aranegui (1991) podría ser un enclave estratégico encargado de controlar la vía fluvial del Segura. En el caso de El Puntal de Salinas, como apunta E. Verdú (2015: 483) cabría la posibilidad de que controlará el corredor del Vinalopó y de este modo, la vía natural de penetración desde la costa hasta la Meseta. Al situarse estos yacimientos a una distancia distinta de la línea de costa, podemos observar la dispersión e importancia que daban las diferentes élites locales a los materiales áticos en entornos naturales heterogéneos. Durante el periodo comprendido entre finales del s. V y siglo IV a.C., el sureste peninsular experimentará un aumento de la actividad comercial. Los grandes oppida se constituirán como centros del poder político desempeñado por una élite aristocrática de carácter guerrero (Grau 2004:50) que se servirán de su privilegiada situación para afianzar su poder más allá de la vida enterrándose en sepulturas con superestructuras e imponentes ajuares. Esta nueva situación política se manifestará a principios del siglo IV a.C. en una modificación de la composición de las necrópolis ibéricas. A partir de este momento, aumentarán notoriamente en tamaño al mismo tiempo que se generalizan los depósitos de armas en los ajuares, fenómeno que coincide con su amplia dispersión en los departamentos de los poblados (Quesada 2010: 37). Es también en este mismo periodo cronológico en el que comienzan a incorporarse las imágenes femeninas en la plástica

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ibérica como son la Dama de Cabezo Lucero, encontrada fuera de contexto, o la Dama del Cigarralejo (Rísquez y García Luque 2012: 260). Las necrópolis reflejan, a grandes rasgos, los valores y características de la sociedad de los vivos (Quesada 2010: 21) constituyendo un componente más del paisaje. Como se indicará a continuación en la descripción realizada para cada uno de los yacimientos estudiados, el área sacra se situaba normalmente fuera de las áreas domésticas, en llanuras o montículos con escasa elevación, a poca distancia del espacio urbano (inferior a un kilómetro), cercanas a las vías de acceso y afloramientos hídricos (Verdú 2015: 54).

2.1. Necrópolis de Cabezo Lucero (Guardamar del Segura, Alicante) El yacimiento de Cabezo Lucero, compuesto por el poblado y su necrópolis, se encuentra situado en una de las laderas de los montes de El

Moncayo,

municipal

Figura 6: Vista aérea del poblado y la necrópolis de Cabezo Lucero (Uroz 2006: 22)

en

de

término

Guardamar

Segura, Alicante. centraremos

el

del

En este caso,

nuestro

estudio

únicamente en la necrópolis ya que actualmente carecemos de estudios referentes al poblado. El poblado se localiza al sur del río, sobre un promontorio de tierra. En el extremo sur del mismo se construyó un fortín a ambos lados de la puerta de entrada.

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Unos 180 metros al sur del poblado aparece la necrópolis, cuya altura es más elevada que la del poblado. La ocupación de la necrópolis se presenta en dos fases. La primera de ellas arrancaría a finales del s. V a.C. hasta principios del s. IV, momento en el que se produciría la primera destrucción de las esculturas de la necrópolis (Uroz 1997:102), lo que para Almagro (1993-4: 112) refleja una crisis ideológica en el seno de la sociedad indígena. Consecutivamente, comenzaría una segunda fase que se prolongaría hasta el tercer cuarto del s. IV a.C. y que culminaría con el abandono final de la necrópolis entorno al 300 a.C. (Aranegui 1991: 179). Las campañas de excavación de la necrópolis, cuya extensión abarcaría entre los 3.750 y los 4.200 m2, comenzaron en 1980 de la mano de un proyecto hispano-francés que contaba con la colaboración de P. Rouillard y A. Jodin (procedentes del Centre Pierre Paris de la Universidad de Burdeos), E.A. Llobregat (Director del Museo Arqueológico Provincial de Alicante), J. Uroz (Profesor de Historia Antigua de la Universidad de Alicante) y C. Aranegui (Profesora de la Universidad de Valencia). El objetivo era realizar el estudio de la necrópolis en un plazo de excavación de cinco campañas que concluirían en 1985. Fruto de este trabajo, se publicaría en 1993, la obra monográfica La nécropole ibérique de Cabezo Lucero (Guardamar del Segura, Alicante) en la que se documentan las primeras 95 sepulturas. Las siguientes campañas, realizadas entre 1986 y 1989, fueron dirigidas por E. Llobregat y J. Uroz, continuando este último los trabajos finales en el yacimiento. Los materiales extraídos, a partir de la campaña de 1986, continúan en proceso de estudio a excepción de los hallados en la sepultura 100 (Uroz 2006), comúnmente conocida como “tumba del orfebre” y la sepultura 137 (Uroz y Llobregat 1998).

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Los primeros elementos ordenadores del espacio lo conforman las plataformas (AMPLIAR), orientadas en el eje Norte-Sur y Este-Oeste. Las sepulturas más antiguas se localizan al sur de la necrópolis extendiéndose, posteriormente, de forma progresiva hacía el norte. Conforme las sepulturas avanzan hacía el poblado, las esculturas y plataformas serán menos frecuentes. De igual modo, las esculturas zoomorfas serán sustituidas por las antropomorfas como “La Dama de Cabezo Lucero”. En la necrópolis de Cabezo Lucero existía una diversidad de prácticas funerarias: incineración in situ, deposición en el suelo o deposición en urna. Una vez realizado el estudio antropológico, se ha comprobado que la deposición era el rito utilizado en los infantes y mujeres, mientras que los hombres podrían haber sido sepultados mediante cualquiera de las tres prácticas rituales mencionadas.

2.2. Necrópolis de El Puntal (Salinas, Alicante) El yacimiento de El Puntal de Salinas, compuesto por el poblado y su necrópolis, se encuentra en el término municipal de Salinas, Alicante, a 3’5 km del núcleo urbano. Ambos yacimientos se ubican en la sierra del Rincón de don Pedro, en un área que recibe el nombre de “El Puntal”. El poblado se sitúa en una posición elevada frente a la laguna de Salinas, mientras que la necrópolis la encontramos en un llano de la ladera. La localización no deja de ser un enclave privilegiado cercano a las tierras fértiles del valle de la laguna que se prolongan hasta los pies del yacimiento, bien comunicada con los pasos naturales que facilitan el acceso tanto a los valles Alto y Medio del río Vinalopó, a las comarcas del sureste de Albacete y la vía natural de salida al mar.

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El poblado fue descubierto en el año 1952 por J. M. Soler pero no fue hasta 1955, con la ayuda financiera del Ayuntamiento de Villena, cuando comenzaron las campañas de excavación. La primera de ellas y única hasta el momento, se llevo a cabo en el verano de 1955 bajo la dirección de J.M. Soler y de un equipo conformado por P. Sánchez Sansano, F. Sánchez Sansano y R. Ferriz. Durante los trabajos se descubrió la necrópolis del poblado y, además de la excavación de 17 departamentos del mismo, se exhumaron 37 sepulturas de la necrópolis.

Figura 7: Localización geográfica del poblado y la necrópolis de El Puntal de Salinas (Elaboración propia).

Pese a que no se realizó una monografía de la excavación de 1955, J.M. Soler publicará diversos artículos en los que hará mención a los yacimientos. El primero de ellos en 1969, haciendo referencia a tres piezas de oro encontradas en la necrópolis. Más tarde, en el año 1981, publicará una descripción de las excavaciones y de los objetos encontrados más significativos en la revista Villena, en Guía de los yacimientos y del

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Museo de Villena, en 1989, y en el artículo “El poblado ibérico del Puntal de Salinas (Alicante)” dentro del libro, homenaje a Enrique Pla Ballester, Estudios de Arqueología Ibérica y Romana, en el año 1992. Otros autores como G. Trías (1967), E.A. Llobregat (1972) o P. Rouillard (1991) han publicado algunos de los objetos más característicos del yacimiento. No sería hasta principios de la década de 1990 cuando, tras una oleada de saqueos, volvió a estudiarse el yacimiento. Bajo la dirección de L. Hernández y F. Sala, se elaboró la planimetría del yacimiento como una primera actuación, con la intención de realizar una nueva excavación en un futuro. Durante los trabajos salieron a la luz nuevas estructuras del poblado que no se encontraban en los croquis de J.M. Soler de la excavación de 1955, entre ellas la planta del torreón, un foso y parte de la línea de la muralla del oeste (Hernández y Sala 1996: 29). En el año 1996 se publicaría una monografía de los trabajos realizados por F. Sala y L. Hernández Alcaraz, “El Puntal de Salinas: Un hábitat ibérico del siglo IV en el Alto Vinalopó”. Posteriormente, en 1998, las mismas autoras darían a conocer por primera vez el estudio de los diarios de campo y de los materiales conservados, procedentes de la necrópolis ibérica de El Puntal en el artículo “La necrópolis ibérica de El Puntal (Salinas, Alicante): aspectos funerarios ibéricos del siglo IV a.C. en el corredor del Vinalopó” en la revista Quaderns de Prehistòria i Arqueologia Castelló. La información de las sepulturas de la necrópolis de El Puntal se basa, en gran medida, en dicha publicación dado que es la única referencia que tenemos al respecto. Como citan F. Sala y L. Hernández (1998: 222), pese a que el ritual de cremación es homogéneo, existía una diversidad en la práctica funeraria de El Puntal. Encontramos tres tipos de enterramiento: hoyos entre piedras, el más frecuente, fosas rectangulares 20

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excavadas en la roca (80 x 60 x 30 cm) que serían coronadas por muretes de piedra alrededor de la boca y túmulos de construcción en seco, conformados por piedras de gran tamaño sin labrar cuyas dimensiones serían de 1 x 0’5 x 0’5 cm. El enterramiento en túmulo es excepcional y corresponde a las sepulturas 21, 24, 29 y 30 que podrían conformar un panteón familiar.

2.3. Necrópolis de La Albufereta (Alicante, Alicante) La necrópolis de La Albufereta, que se encuentra dentro del núcleo urbano de Alicante, se localiza en una de las laderas del Tossal de Manises, hasta lindar al este con el golfo marino reconvertido posteriormente en zona pantanosa y desecado en 1928. Como apunta E. Verdú (2015) la zona es muy propicia para el cultivo. Contaría con espacios para la caza y la pesca además de poseer fuentes de agua dulce y terrenos elevados que facilitarían la defensa. Posiblemente, esta sea la causa por la que se ha documentado una elevada concentración de yacimientos en la zona que abarcan desde periodo Neolítico hasta el siglo XIII d. C. Concretamente al periodo protohistórico, pertenecen tres yacimientos ibéricos: el poblado del Cerro de las Balsas, la necrópolis de La Albufereta y el poblado del Tossal de Manises que, en época romana, pasaría a ser la civitas de Lucentum. Algunos autores, como E. A. Llobregat (1972), afirman que la necrópolis pertenecería al poblado del Tossal de Manises mientras, que otros como E. Verdú (2015) plantean la posibilidad de una ocupación compartida y continuada durante un periodo consecutivo, por parte de los dos poblados adyacentes a la necrópolis con una cronología entre los siglos IV y

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finales del siglo III a.C., independientemente de que se efectuaran otros enterramientos de manera puntual con posterioridad (Verdú 2015: 478).

Figura 8: Distribución de los yacimientos ibéricos en Alicante (Elaboración propia)

La extensión del yacimiento es incierta, dado el notable proceso de degradación y la destrucción de parte de la necrópolis durante las obras de la construcción de la carretera que unía Alicante con San Juan, motivo del descubrimiento de la misma. Aún así, E. Verdú (2015) afirma que debió ocupar entorno a unos 1000 m2. Pese al vacío que encontramos en las memorias de excavación, sabemos que las primeras campañas que comenzarían el año 1931 y continuarían hasta 1933, estaban dirigidas por J. Lafuente que excavó, con ayuda de J. Belda, el Tossal de Manises y la necrópolis de La Albufereta de forma simultánea. En el año 1934, la Comisión Provincial de Monumentos cedió la excavación a F. Figueras que se encargaría de dirigir las campañas desde 1934 hasta 1936 cuando culminarían a consecuencia del inicio de la

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Guerra Civil Española. J. Lafuente excavaría entorno a 146 sepulturas mientras que, F. Figueras documentaría un total de 170. Una de las dificultades más grandes con las que nos encontramos hoy en día a la hora de estudiar este yacimiento es la falta de metodología empleada durante la excavación, sobre todo durante las primeras campañas, por lo que contamos con una gran cantidad de material fuera de contexto que resulta imposible clasificar ni asociar a una sepultura determinada (Llobregat 1972: 73-74). Las publicaciones en torno a la necrópolis de La Albufereta son muy numerosas empezando por las del propio J. Lafuente en el año 1934, “Excavaciones en la Albufereta de Alicante (antigua Lucentum)”, para continuar con las distintas publicaciones de F. Figueras con títulos como: “La necrópolis ibero-púnica de Alicante” (1933), “Los problemas geográfico-históricos de la Albufereta de Alicante” (1933), “Las excavaciones de Alicante” (1936), “Las piras funerales de la Albufereta de Alicante” (1943), “Las excavaciones de Alicante y su transcendencia regional” (1946), “Esquema de la necrópolis cartaginesa de Alicante” (1952) y “La necrópolis iberopúnica de la Albufereta de Alicante” (1956). Otros autores también editaron trabajos sobre el yacimiento como E.A. Llobregat, que realizó una pequeña ficha técnica del yacimiento en su libro Contestania Ibérica (1972: 73-74), o F. Rubio (1986) realizó la primera revisión de las memorias de excavación y por último, E. Verdú 1 en cuya tesis doctoral, presentada en el año 2015, confeccionaría una nueva revisión desde un punto de vista más complejo y actual. A la hora de realizar las fichas correspondientes a las sepulturas del siglo IV a.C. de La Albufereta nos hemos basado tanto en la monografía

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E. VERDÚ (2015): La necrópolis ibérica de l’Albufereta (Alacant). Ritos y usos funerarios en un contexto de interacción cultural, Publicaciones del MARQ, Alicante.

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de F. Rubio como en la de E. Verdú ya que creemos que ambas son complementarias y necesarias para esta labor. Un elemento característico de esta necrópolis es la carencia de elementos de señalización de las sepulturas al contrario de lo que ocurre en Cabezo Lucero y en el El Puntal de Salinas. En cuanto a las practicas funerarias existe una homogeneidad dado que únicamente se han encontrado cremaciones. Al igual que en las necrópolis anteriormente mencionadas, encontramos una diversidad de plantas en las sepulturas que van desde la rectangular con ángulos rectos de escasa profundidad, a la planta cuadrada, circular u oval. La orientación de las fosas es de Este a Oeste, al igual que ocurría en Cabezo Lucero, al mismo tiempo que encontramos algunas de ellas alineadas y, otras, dispersas sin motivo aparente. Al mismo tiempo, la potencia del yacimiento es bastante grande dado que se han encontrado hasta cuatro superposiciones de sepulturas en una misma vertical (Llobregat 1972: 73-74).

2.4. La necrópolis de El Cigarralejo (Mula, Murcia) La necrópolis de El Cigarralejo la podemos encontrar en el municipio murciano de Mula, a 3 kilómetros del núcleo urbano, localizada en una pendiente bordeada por uno de los meandros del río Mula. Al parecer la zona fue ocupada por distintas culturas ya que, en el margen izquierdo del río, se ha documentado un tramo conservado de una calzada romana y restos de antiguas conducciones de agua de cronología incierta (Cuadrado 1987: 25).

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El yacimiento consta de un oppida y un área sacra con dos espacios: el santuario y la necrópolis. Ésta se divide en dos bancales de cultivo cuya extensión es de 1.400 y 1.600 m2 . La cronología la necrópolis abarca desde el 465 a.C. al 50 a.C. Este periodo se puede dividir a su vez en tres fases. La primera de ellas tendría lugar desde finales del siglo V a.C. y el primer cuarto del s. IV a.C. Durante este periodo se construirán dos monumentos turriformes y otros esculpidos (Lucas 2001-2002: 148) que serán destruidos en la siguiente fase y reutilizados. La segunda fase o fase de plenitud se dará entre el segundo cuarto del siglo IV a.C. y comienzos del siglo III a.C. Será la etapa de mayor esplendor de la necrópolis. A lo largo de esta etapa serán depositados la mayoría de los individuos, en torno al 84% de los publicados (Lucas 2001-2002: 148), cuyos lujosos ajuares contaran con una cantidad elevada de piezas de cerámica ática de barniz negro. Entre las sepulturas de esta fase debemos remarcar la presencia de las denominadas “Tumbas principescas”, como se les denominan a las sepulturas 200 y 277 (Lucas 2001-2002: 148). La fase final de la necrópolis se da entre los siglos III y I a.C. La disminución de la riqueza de los ajuares es más que evidente comparada con la etapa anterior al mismo tiempo que desciende del número de individuos sepultados (Lucas 2001-2002: 148). Las campañas de excavación comenzaron en el año 1947, dirigidas por el ingeniero E. Cuadrado, cuando fue descubierta la necrópolis de forma casual mientras se realizaban las labores arqueológicas en el santuario. A partir de ese momento se sucedieron las campañas prolongándose durante 35 años. A lo largo de este tiempo, se excavaron 547 tumbas de las cuales únicamente se han publicado 350 hasta la fecha. Las sepulturas se

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llegan a superponer, en ocasiones, hasta en ocho niveles de tumbas, aunque la media se encuentra entre cuatro y cinco tumbas (Cuadrado 1987: 25), creando una potencia de unos dos metros de profundidad.

Figura 9: Plano general de la necrópolis de El Cigarralejo donde únicamente se enumeran las sepulturas más importantes (Lucas 2001-2002: 149).

El ritual consta de cremación en la mayoría de los casos. En ocasiones, los restos del difunto se depositaban en el interior de una urna cineraria. Posteriormente, los restos se introducían en el interior de un empedrado que podía ser tumular, cuadrangular o rectangular. La orientación de los empedrados era en diagonal, en sentido Este-Oeste, pese a que existen algunas excepciones, al mismo tiempo que las urnas cinerarias se colocaban en vertical en el interior del empedrado. Numerosos autores han publicado monografías y artículos acerca de esta necrópolis produciendo una extensa y diversa bibliografía al respecto. El primero de ellos, E. Cuadrado (1987), publicó una monografía, “La necrópolis ibérica de El Cigarralejo (Mula, Murcia)”, en la que daba a conocer su extensa labor arqueológica en el yacimiento. En ella se publicaban fichas de 350 de las 547 sepulturas, conjuntamente con un estudio de los materiales y de los ritos funerarios, un extenso análisis al que 26

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dedicó gran parte de su vida (Lucas 2001-2002: 148). Esta monografía será la base de nuestro trabajo a la hora de realizar las fichas correspondientes a las sepulturas del s. IV a.C. Asimismo, también publicaría “Excavaciones en El Cigarralejo, Mula (Murcia)” (1953), “Tumbas principescas de El Cigarralejo” (1968) y “La dama sedente de El Cigarralejo (Mula, Murcia)” (1995). El estudio antropológico de los restos de parte de las sepulturas fue publicado por M. Santonja (1993) en el artículo “Necrópolis Ibérica de El Cigarralejo. Estudio osteológico (comparado con los ajuares). A su vez, otros autores se centraron es aspectos más concretos referentes a la necrópolis. F. Quesada publicó varios trabajos acerca del armamento y del grado de riqueza de las sepulturas de El Cigarralejo que se plasman en “El guerrero y sus armas” (1998) y “Aristócratas a caballo y la existencia de una verdadera caballería en la cultura ibérica: dos ámbitos conceptuales diferentes” (1998), mientras que E. Ruano e I. Montero publicaron “Placas de hueso perforadas procedentes de la necrópolis de El Cigarralejo (Mula, Murcia)” (1989). Por el contrario, otros autores plantearon sus estudios sobre El Cigarralejo desde una perspectiva de género como es el caso de C. Rísquez y M. A. García Luque en “Identidades de género y prácticas sociales en el registro funerario ibérico. La necrópolis de El Cigarralejo” (2012) y T. Chapa “La infancia en el mundo ibérico a través de la necrópolis de El Cigarralejo (Mula, Murcia)” (2001-2002).

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Capítulo 4 La cerámica ática en las necrópolis contestanas

Figura 10: Cuenco de barniz negro con decoración de ocho palmetas entrelazadas y dos círculos de ruedecilla exteriores procedente de la necrópolis de Cabezo Lucero (Uroz y Uroz 2010:101)

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4. La cerámica ática en las necrópolis contestanas2 4.1. Contexto El comercio de las cerámicas griegas en la Península Ibérica abarca un periodo comprendido entre el siglo VIII y IV a.C. Como es obvio pensar, la trayectoria comercial de las piezas griegas no es homogénea. Por esta razón, dividiremos el periodo en distintas fases siguiendo las pautas marcadas por J.M. García-Martín (2003). Como precedentes, las primeras cerámicas de origen heleno que encontramos en el ámbito peninsular son dos fragmentos, datados en el siglo XIII a.C., de procedencia micénica encontradas en el Llanete de los Moros (Montoro, Córdoba). Su aparición de manera esporádica es una prueba de la Península Ibérica participaba en las redes de intercambios comerciales mediterráneos únicamente de manera marginal durante esta época. Si no tenemos en cuenta estas piezas, los primeros hallazgos de cerámicas griegas se localizan en la costa andaluza y alicantina introducidos, a partir del siglo VIII a.C., por los fenicios. Estos materiales están considerados presentes entregados a las aristocracias locales por parte de los fenicios con el fin de establecer vínculos comerciales que les facilitaran la obtención de metales, sobre todo plata. Las cerámicas griegas eran adquiridas, a través de intercambios, en las áreas de Pitecusa y Sicilia (García Martín 2003: 94) donde estaban situadas las primeras colonias griegas. Conjuntamente con las piezas cerámicas se intercambiaban otros objetos de lujo procedentes de Oriente como perfumes, orfebrería, marfiles, vasos de alabastro y aceite y vino procedente de distintos lugares del Mediterráneo.

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Para la realización de este capítulo he utilizado como referencia a: GARCÍA MARTÍN, J.M. (2003): La Illeta dels Banyets y el comercio de cerámicas griegas en la Contestania, La distribución de cerámica griega en la Contestania ibérica: El puerto comercial de la Illeta dels Banyets, Instituto Alicantino de Cultura Juan Gil-Albert, Alicante, 89-107.

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Las primeras importaciones de cerámica griega que encontramos en la región de la Contestania proceden del yacimiento fenicio de La Fonteta (Guardamar del Segura, Alicante) y están datadas entre finales del siglo VIII y primera mitad del s. VII a.C. (García Martín 2003: 94). Entre finales del siglo VII y en especial, la primera mitad del VI a.C., se producirá un aumento en la llegada de productos procedentes del área helena relacionada con la aparición de navegantes foceos en las costas del sur y este peninsulares. Dichos comerciantes se introducirán en el sistema comercial establecido previamente por los fenicios con su beneplácito. Utilizando una navegación de cabotaje, distribuían los productos de forma exclusiva por los enclaves costeros desde donde, en ocasiones, se redistribuían hacía el interior peninsular de la mano de comerciantes autóctonos (García Martín 2003: 95). Los intercambios con las élites indígenas seguirán el mismo modus operandi que en ocasiones anteriores: intercambio de objetos de lujo por plata, cobre y estaño. De igual modo, los foceos también comerciaran con los asentamientos fenicios, como La Fonteta. Para Aranegui (1998: 9) será este tráfico comercial marítimo producido en el Mediterráneo por los navegantes fenicios y griegos la causa de las transformaciones de carácter social que se producirán en el sustrato indígena ibérico. Será a partir del siglo VI a.C. cuando aumentará la presencia de piezas griegas en los yacimientos del área contestana. Primero en El Molar (San Fulgencio, Alicante) y en las últimas fases de La Fonteta y, entre finales del s. VI a.C. y principios del siglo V a.C. en El Oral (San Fulgencio, Alicante), Cabezo Lucero (Guardamar del Segura, Alicante), Los Saladares (Oriola, Alicante) y en La Albufereta (Alicante), donde se localizó una cratera de columnas de figuras negras y una copa jonia B2 provenientes de dicho 30

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periodo cronológico. Estas piezas proceden de la polis griega de Emporion que actuará, conjuntamente con los navegantes fenicios, como redistribuidora de las mismas con el objetivo de intercambiarlas con las élites locales contestanas, a cambio de metales y cereal. El patrón de distribución de la cerámica griega centrado en la desembocadura del Segura y en enclaves costeros continuará durante todo el siglo V a.C. hallándose en los yacimientos de: L’Alcudia (Elx, Alicante), El Oral, El Molar, Cabezo Lucero y La Picola (Santa Pola, Alicante). A partir de la segunda mitad de este siglo, fruto de la estable relación existente entre Emporion y Atenas (García Martín 2003: 99), comenzará la llegada a gran escala de productos, casi en exclusividad, áticos a la Península Ibérica que aumentará progresivamente hasta alcanzar su cenit a mediados del s. IV a.C.

4.2. La cerámica ática en el área Contestana en el siglo IV a.C. Concluida la guerra del Peloponeso, a lo largo del siglo IV a.C., tendrá lugar el momento de mayor esplendor de las importaciones de cerámica ática en la península Ibérica dado que podremos encontrarlas en la mayoría de yacimientos de este periodo cronológico. Como afirma García Martín (2003: 101), casi todos los vasos griegos peninsulares se datan dentro de esta fase, dato que se confirma en las necrópolis del área contestana. Como se observa en la gráfica (figura 11), en los dos primeros cuartos del s. IV a.C. podemos ver un aumento en las gráficas que nos indica que un porcentaje elevado de las piezas encontradas en los yacimientos estudiados se fabricaron entre el 400 y el 350 a.C. y que, será a partir de este momento, cuando comience el declive en la fabricación e

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importación de estos productos. Como acabamos de ver, a excepción de Cabezo Lucero, la cronología de las piezas del resto de yacimientos se datan entre el 375 y el 350 a.C. que coincide con el momento álgido de las importaciones en el yacimiento de La Illeta dels Bayets (El Campello, Alicante) donde predominan las piezas del segundo cuarto del siglo por encima de las del primero (García Martín 2003: 101).

Cronología de la fabricación de las piezas de cerámica ática halladas en las necrópolis estudiadas 20 18 16 14 12 10 8 6 4 2 0

Cabezo Lucero El Puntal La Albufereta El Cigarralejo

475-450 450-425 425-400 400-375 375-350 350-325 325-300 a.C. a.C. a.C. a.C. a.C. a.C. a.C.

Figura 11: Cronología de origen de las piezas de cerámica ática halladas en las necrópolis estudiadas (Elaboración propia a partir de Sparkles and Talcott (1970) y Morel (1983)).

El papel de los intermediarios que harían llegar estos productos a las costas ibéricas se modifica en el siglo IV a.C. Al parecer podría existir una coexistencia entre los navegantes ampuritanos y púnicos para hacer llegar las piezas áticas a los indígenas como lo demuestra el pecio de El Sec, navío hundido en la bahía de Palma. Autores como García Martín (2003: 102), proponen que podrían existir dos áreas diferenciadas de influencia: una que ocupara la actual Cataluña y País Valenciano bajo la influencia de Emporion y la segunda, que ocuparía el sur peninsular y las contemporáneas Islas

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Baleares bajo dominio púnico. Aún así, se han documentado numerosas ánforas de origen púnico en yacimientos catalanes y del área valenciana. Los productos intercambiados durante este periodo cronológico por parte de los griegos eran las cerámicas, bronces, vino y aceite y productos perecederos de los que no tenemos constancia como perfumes, tejidos y objetos de madera. A cambio los iberos entregaban minerales (plata, estaño y cobre), salazones y productos agrícolas como el cereal y, posiblemente, el aceite que se producía en las actuales tierras andaluzas. Normalmente, los cargamentos de los navíos eran mixtos y estaban compuestos por una cantidad grande de ánforas y, en los espacios libres, se colocaban las piezas de cerámica fina (García Martín 2003: 105). Este aspecto práctico beneficiaría a unas tipologías determinadas, como los distintos cuencos, skýphos o kýlikes que son piezas fácilmente apilables y, con lo cual, más aptas para el transporte (Hernández y Sala 1996: 53). Es posible que existieran dos rutas de navegación que distribuirían estos productos. La primera de ellas se iniciaría en el Ática, haría un alto para el avituallamiento y las transacciones en el estrecho de Mesina y la Magna Grecia, para acabar en las colonias foceas, seguramente Ampurias. A partir de allí, siguiendo la línea de costa mediante la navegación de cabotaje, descenderían la costa este de la Península Ibérica. La ruta alternativa se desviaría hacía las islas Baleares y, de allí, al sureste peninsular (García y Gil 2009: 140). A nuestro parecer, sería viable que ambas rutas fueran complementarias. A partir del tercer cuarto del s. IV a.C., como hemos mencionado anteriormente, se produce una disminución progresiva de las importaciones que descenderá desde 32’90% en el segundo cuarto hasta un 21’93% en el tercer cuarto y, finalmente, entre el 325 y el 300 a.C. con un porcentaje de 13’54%. Este cambio en el patrón de las importaciones coincide con la firma del Segundo Tratado Romano-Cartaginés, en el año 348 a.C.). 33

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Será a partir de este momento cuando se produce una drástica reducción del número de piezas áticas que llegan a la península al mismo tiempo que comienza la penetración en el Mediterráneo Occidental de producciones helenísticas de barniz negro, como el taller de las pequeñas estampillas, realizadas en la Península Itálica, el sur de la Galia o bien las ciudades griegas de Emporion y Rode (taller de Rosas) (Domínguez 1996: 87). De esta forma, Roma entrará progresivamente en el mercado mediterráneo al mismo tiempo que dificulta el comercio púnico y griego (García Martín 2003: 104; Verdú 2015: 485486) centrando este último su atención hacía el Mar Negro (García Martín y Grau 1998: 111).

4.3. Aspectos formales. Como afirma García Martín

(2003: 99) en la mayoría de los yacimientos de la

península Ibérica, que cuentan con cerámica ática, la más representada es la cerámica fina decorada. Esta se puede presentar de dos formas: con barniz negro y decoración impresa o con figuras rojas en reserva. Si analizamos la distribución por estilos del conjunto de piezas áticas obtenidas del interior de las sepulturas de las necrópolis de Cabezo Lucero, La Albufereta y El Puntal podemos ver como el 76’69% de las cerámicas son del estilo de barniz negro, seguidas de un 18’05% de figuras rojas mientras que, del estilo de figuras negras, solo se han encontrado un 2’76% que procede, de forma exclusiva, de la necrópolis de Cabezo Lucero. Posiblemente este dato esté relacionado con la cronología de los yacimientos. Las cerámicas áticas de figuras negras llegaron a la península Ibérica desde la mitad del siglo VI a.C. y durante la primera mitad del s. V a.C. momento en el que comienza a

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formarse la necrópolis de Cabezo Lucero (lo que nos indica que ya existiría un núcleo de población receptora de estos productos) mientras que La Albufereta y El Puntal, no se constituyen hasta el siglo IV a.C. cuando estos productos ya han desaparecido del intercambio de bienes de prestigio entre navegantes y las élites indígenas.

Distribución de las clases de la cerámica ática de los yacimientos estudiados (expresada en porcentajes)

Figuras Negras Figuras Rojas Barniz Negro Indeterminada

Figura 12: Distribución de las clases de la cerámica ática los yacimientos estudiados (expresada en porcentajes) (Elaboración propia a partir de las fichas realizadas en el capítulo 3)

Por el contrario, en Andalucía, la cerámica ática más abundante es las de figuras rojas. Esta distinción podría deberse a los diferentes gustos o necesidades que manifiesta cada una de las poblaciones a partir de sus creencias ideológicas y socio-culturales (Santos 1994: 82-83). Otro posible indicio de esa predilección ibérica por determinados productos puede manifestarse en las piezas procedentes de talleres y pintores concretos que han aparecido en la península Ibérica en cantidades mayores que en otros puntos del Mediterráneo lo que, según Domínguez (1996: 85-86) podría sugerir una preferencia local o que algunos de los talleres del Ática tuvieran una producción específica dedicada 35

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al mercado de exportación. Por su parte, Santos (1994: 82) propone que estas desigualdades podrían explicarse por el poder adquisitivo que ostentarían las gentes del sur peninsular, gracias al comercio de metales, y a una notable influencia helena relacionada con el vino y el banquete. Al igual que ocurre en la necrópolis de El Cigarralejo, el pintor más representado en las necrópolis sujeto de este estudio es el Pintor de Viena 116 del que hemos encontrado 3 kylikes de pie bajo, todas ellas en la necrópolis de Cabezo Lucero 3. De forma esporádica también podemos encontrar un skyphos de figuras rojas del grupo de Fad Boy (SP 07.EP) en El Puntal de Salinas, una copa-skyphos de figuras rojas del Pintor de Q (SP 77b. CL) y una kratera de campana de figuras rojas atribuida al Pintor del Thyrso Negro o al Pintor de Telos (Uroz y Llobregat 1998: 305) con una escena de simposio en el anverso y una de palestra en el reverso (SP 137.CL) que se utilizó como urna cineraria. Estas dos últimas piezas han sido excavadas en la necrópolis de Cabezo Lucero. El tema más repetido en las piezas mencionadas es la escena de palestra. En cuanto a las formas predominantes encontradas en las necrópolis estudiadas estas coinciden con las tipologías propias del estilo de barniz negro, sobre todo, formas abiertas. Contrariamente de lo que afirma Olmos (1999; 425-438), el kratér y las kýlikes no son las vasos griegos más difundidos en las necrópolis del sureste peninsular. Los cuencos de barniz negro, en sus distintas variantes, son las formas más comunes en el área de la Contestania. Como se muestra en la figura 13, las formas más comunes son aquellas que conforman el grupo de “vasos polifuncionales” (L. 21, L.22, L.21/25 y los cuencos que al estar 3

Las kylikes se encuentran en: SP 51.CL, SP 80.CL y SP 12.CL del capítulo 4.

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incompletos ha sido imposible determinar su tipología) que constituyen un 55% de las importaciones de cerámica ática de las necrópolis. De entre todas ellas la más común es el cuenco de borde exvasado (L. 22) del que se han documentado 66 piezas.

Representación de las clases de cerámica ática en necrópolis contestanas estudiadas 1. Copas para beber 2. Platos 3. Vasos polifuncionales (Cuencos) 4. Grandes recipientes 5. Jarras 6. Ungüentarios 7. Varios 8. Tipología Indeterminada

Figura 13: Representación de las clases de cerámica ática en necrópolis contestanas estudiadas (Elaboración propia a partir de las fichas del capítulo 3).

El siguiente grupo que cuenta con una mayor presencia, un 28%, es el de “Copas para beber”. Dentro de este conjunto se encuentran la copa-skyphos, el skyphos, la copa jonia, los diferentes tipos de kylikes, la Castulo cup, el bolsal y el kantharos siendo la más frecuente la kylix de pie bajo con 31 piezas. Ambos grupos abarcan el 83% de los restos de cerámica ática que podemos encontrar dentro de las sepulturas mientras que el resto de conjuntos no superarían el 17%.

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Algunas formas concretas son más difíciles de hallar en la península Ibérica en especial aquellos vasos considerados “funerarios” en el mundo griego como es el caso de los lekythos, lekythos aribalístikos y las lucernas (García Martín 2003: 105). Aún así, podemos encontrar dos lekithos aribalístikos, uno en La Albufereta y otro en Cabezo Lucero, un lekythos en Cabezo Lucero y una lucerna en El Puntal de Salinas.

4.4. Las formas de cerámica ática comparadas en poblado y necrópolis. Autores como Santos (1994: 85) plantean la hipótesis de que se puede conocer el nivel de helenización de una sociedad ibérica al comparar las formas de los vasos de cerámica ática hallados en la necrópolis y en el poblado de una misma comunidad. En caso de existir unas formas propias de los poblados y unas distintas de las necrópolis significaría que estamos ante una sociedad que, a priori, presenta nivel elevado de aculturación. De igual modo, Mata (1996: 168) plantea la necesidad de confrontar los datos que se extraen de los asentamientos con los obtenidos en las necrópolis con el objetivo de adquirir distintos puntos de vista contrastados y tener una idea fiable de la estructura de la sociedad. En el caso que nos ocupa, solo podemos realizar esta comparación con los restos de la necrópolis de El Puntal debido a que el poblado de Cabezo Lucero todavía no ha sido excavado y el Cerro de las Balsas, al que se le han atribuido los enterramientos del s. IV a.C. de la necrópolis de La Albufereta, ha sido objeto de una expoliación continuada. Aún así, se han localizado kýlikes y Castulo Cup en dicho poblado (Rosser, Elayi y Pérez 2003: 128-133). Estás tipologías no se encuentran en La Albufereta al contrario

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Figura 14: Inventario de las formas en el poblado y la necrópolis de El Puntal (Elaboración propia a partir de Hernández y Sala (1996: 49-53)).

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que los cuencos- salero y las formas Lamboglia 21 y Lamboglia 22 que se encuentran en ambos yacimientos. Como refleja la figura 14, en la necrópolis de El Puntal las formas de cerámica ática son similares. La copa-skýphos, el skýphos, la kýlix de pie bajo (Delicate Class), la CastuloCup, el bolsal, el kántharos, los cuencos de bore entrante, los cuencos de borde exvasado, el cuenco-salero y la kratér de campana son las formas que encontramos, en cantidades similares tanto en la necrópolis como en el poblado. La forma más común es el cuenco-salero que conforma el 21’11% de las piezas halladas en conjunto arqueológico de El Puntal de Salinas. Junto a estos ejemplares, se ha documentado una pelíke, un lekáne y una lucerna en la necrópolis. A diferencia de las piezas que aparecían en ambos yacimientos que podrían haber servido para el servicio de mesa, estas cerámicas, a excepción de la lucerna, podrían haberse utilizado como contenedores de algún tipo de líquido, como aceite o perfume, en el contexto funerario en el que aparecieron. Hernández y Sala (1996: 53) creen que la presencia de este tipo de pequeños recipientes, en necrópolis mientras que en el poblado no se encuentran, podría deberse a que para los iberos estos vasos cumplirían una función específica en el ritual funerario. Si siguiéramos la línea planteada por Santos (1994: 85), las gentes que habitaron El Puntal a lo largo del s. IV a.C. no estuvieron expuestos o no recibieron un elevado influjo de influencia helena que pudiera plasmarse en sus costumbres domésticas y/o rituales.

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4.5. La amortización de la cerámica ática.

Figura 15: Distribución de la cronología de la cerámica ática en las sepulturas, expresada en porcentajes,(arriba) y cronología de la fabricación de las piezas de cerámica ática en las necrópolis estudiadas (abajo) (Elaboración propia a partir de los datos extraídos de las fichas del capítulo 3).

Otra de las ideas que podemos extraer del análisis de los datos es que, en el caso de la necrópolis de Cabezo Lucero, se puede demostrar de manara gráfica es que cabría la posibilidad de que la cerámica ática tuviera un periodo de amortización en el poblado antes de ser depositada como ajuar. A esta conjetura se ha llegado tras analizar detenidamente la figura 15. Si nos fijamos en la tabla inferior (“Cronología de la

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fabricación de las piezas de cerámica ática en las necrópolis estudiadas”) vemos como el máximo en la gráfica correspondiente a las piezas de Cabezo Lucero se encuentra en el primer cuarto del siglo IV a.C. Lo que nos está indicando que las piezas de la necrópolis de Cabezo Lucero se fabricaron durante este periodo. Si al mismo tiempo observamos la tabla superior (“Distribución de la cronología de la cerámica ática en las SP”), vemos como el máximo en la gráfica, el segundo cuarto del siglo IV a.C., hace referencia al periodo en que encontramos más cerámica ática en las sepulturas. Lo que nos vienen a decir estas gráficas es que una gran cantidad de piezas llegarían al asentamiento a lo largo del primer cuarto del siglo IV a.C. pero no sería hasta el periodo entre el 375 y el 350 a.C. cuando se depositarían en las tumbas. Estamos hablando de una posible vida útil de unos 25 años, aproximadamente, lo que ocuparía más de la mitad de la esperanza de vida de un individuo en la época protohistórica. Otro dato a tener en cuenta son las piezas datadas en el siglo V a.C. que se han encontrado en sepulturas del siglo IV a.C. El 10’29% de las sepulturas de Cabezo Lucero contienen al menos una pieza del siglo V a.C. que, a su vez coinciden casi en su totalidad con las sepulturas con un ajuar más suntuoso. Para Domínguez (1996: 197198) estas cerámicas áticas podrían corresponderse con una herencia y afirma que, algunas de ellas, contarían con señales antiguas de reparación. Sin duda es se trataría de una prueba más de la importancia que le otorgarían los habitantes de Cabezo Lucero a este tipo de productos. Sin embargo, es posible que en La Albufereta el tiempo de “vida útil” de una pieza fuera un espacio de tiempo inferior al de Cabezo Lucero. Como se plasma en la figura 15, tanto el punto máximo de la fabricación de las piezas como el de la colocación en la sepultura de las mismas tiene lugar en el segundo cuarto del siglo IV a.C. 42

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Las diferencias entre ambos yacimientos podrían darse debido a las condiciones geográficas que condicionan el comercio con el Mediterráneo. La Albufereta, al situarse en la línea de costa accedería de una forma más simple a estos productos de importación, incluso es posible que fueran adquiridos ex profeso para ser depositados como ajuar, y por el contrario, Cabezo Lucero, al estar un poco más alejado del mar, accedería a ellos de una forma más irregular otorgándole de esta manera un valor añadido a este tipo de piezas.

4.6. Centros redistribuidores de cerámica ática a través de las formas Para finalizar este capítulo se ha creído útil presentar la figura 16. Gracias a ella podemos observar como las formas de cerámica ática se repiten en los yacimientos de Cabezo Lucero y La Picola. El kráter de columnas, el amphoreús y la pyxís únicamente aparecen en estos dos yacimientos lo que nos podría indicar que el asentamientos de La Picola, por cercanía, sería el encargado de redistribuir las cerámicas de importación en el área de cabezo Lucero. Al mismo tiempo vemos como el plato de pescado solo se encuentra en los asentamientos redistribuidores de La Picola y La Illeta dels Banyets y en las necrópolis de Cabezo Lucero y El Cigarralejo. Cabría la posibilidad de que los asentamientos a los que pertenecen dichas necrópolis formaran parte de una ruta comercial que comunicaría el área este de la península con el interior. Esto no significa que no pudiera existir, al mismo tiempo, una ruta alternativa que hiciera llegar las cerámicas áticas a El Cigarralejo a través desde las costas andaluzas lo que explicaría por qué no encontramos kotýlai en ninguno de los yacimientos del área alicantina que han sido estudiados.

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Figura 16: Inventario de formas cerámicas en los yacimientos de El Puntal, Cabezo Lucero, La Albufereta, La Illeta dels Banyets, La Picola y el Pecio del Sec (Elaboración propia a partir de las fichas del capítulo 3, García Martín (2003) y Badie et al. (2000)).

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4.7. Funcionalidad en la necrópolis ibérica La constatación de piezas de cerámica ática en las necrópolis un hecho pero, a día de hoy, se desconoce la función que desempeñarían en el área sacra. Existen diversas teorías al respecto que se expondrán a continuación. Es más que probable que un porcentaje elevado de las piezas que aparecen en contextos funerarios formen parte de las posesiones personales del difunto dada la carga simbólica como objeto de estatus social que se le otorga a la cerámica ática. Cabría también la posibilidad de que estas piezas tuvieran dos vidas útiles. La primera de ellas desempeñando funciones cotidianas en el oppidum y, la segunda, en contextos funerarios en los que adquirirían un doble simbolismo. En este segundo caso, pueden interpretarse como ajuar, indicando la posición social del individuo sepultado al mismo tiempo que actuaba como elemento discriminatorio del resto de la comunidad (Domínguez 1996: 197-198; Rísquez y García Luque 2012: 269270). Así, podría acompañar a los restos del difunto o contenerlos como ocurre en el caso de las krateras que, como afirma Olmos (1999: 429), la importancia de estos vasos podría haber recaído en la iconografía que portaban como los grifos o los sympósia. De igual modo, diversos autores (Abad y Sala 1991: 160 ; Izquierdo 2005: 1067) especulan con la posibilidad de que los recipientes de cerámica ática formaran parte de un ritual funerario en honor del difunto en los que se llevarían a cabo libaciones y banquetes funerarios, siguiendo la estela de los ritos y costumbres helenas, o incluso ofrendas arrojadas a hogueras rituales (Verdú 2015: 97) diferenciando éstas de los silicernia en los que se quemaban los alimentos en honor de los difuntos (García Huerta 1995: 74) como ocurría en el ritual en honor a los dioses del inframundo en la Hélade.

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Rísquez y García Luque (2012: 266-267) basan su hipótesis en que la mayor parte de las formas de las piezas están relacionadas con la bebida la mayoría de las cuales suelen aparecer fragmentadas. En este caso, cabría la posibilidad de que los elementos áticos se hubieran expuesto al fuego no durante un ritual sino en el proceso de cremación del individuo dentro del propio bustum. Verdú (2015: 100) propone, en siguiente tabla (figura 17), la clasificación que podríamos hacer de la cerámica ática según su uso en la necrópolis.

Figura 17: Clasificación de la cerámica ática según su uso en la necrópolis (Elaboración propia a partir de los datos extraídos de Verdú 2015:100)

No cabe duda de que es una propuesta interesante aunque la clasificación se haya basado en el uso que le daban a estas piezas en su lugar de origen y que las formas que han sido clasificadas como “cerámicas de ajuar personal” cuentan con una distribución muy escasa, al mismo tiempo que deja de lado aquellas formas que no aparecen en la lista, como el plato de pescado, y que a la kratér que le otorga como única función la de contener las cenizas del difunto pese a que en diversas tumbas, como la sepultura 29 de Cabezo Lucero (SP 29.CL) aparecen cuatro kratéres de figuras rojas, tres de campana y 46

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una de columnas con lo que deja a tres de las cuatro piezas sin ninguna función atribuida.

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Capítulo 5 Análisis de los ajuares

Figura 18: Kráter de campana de figuras rojas procedente de la necrópolis de La Albufereta (Verdú 2015: 104)

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5. Análisis de los ajuares4. En este capítulo se presentarán los datos extraídos a partir de cada una de las fichas realizadas de todas las sepulturas de las necrópolis de Cabezo Lucero, La Albufereta, El Puntal de Salinas y El Cigarralejo que conforman el capítulo 4 de este trabajo: Inventario de las sepulturas. Antes de comenzar con este apartado he de remarcar que para la comparación de la riqueza entre los ajuares que presentan las distintas sepulturas, al contrario del método utilizado por autores como E. Verdú (2015), no se han empleado “unidades de riqueza” numérica que otorguen una puntuación distinta a cada elemento, dado que considero que dicho mecanismo no concede una equivalencia real acorde al valor intrínseco y extrínseco que podrían haber tenido estos materiales para las poblaciones del Ibérico Pleno. Así mismo, siguiendo la propuesta de Izquierdo (2005: 1054), se rechazaran todas las asociaciones de ajuares-tipo que adjudican el género de los individuos sepultados en función de la aparición o no de determinados objetos conformando el ajuar. A la hora de confeccionar este estudio, en un primer momento se descartaron todas aquellas sepulturas que se encontraran fuera de los límites cronológicos establecidos, el siglo IV a.C. y aquellas que no hayan podido ser datadas debido a la falta de ajuar o de elementos característicos de un periodo cronológico determinado. Una vez realizado este descarte, las tumbas susceptibles a estudio son las siguientes: 68 de Cabezo Lucero (el 70’10%), 30 de El Puntal (el 80’08%) y 49 de La Albufereta (un 15’5%).

4

Para la realización de este capítulo he utilizado como referencia: SANTOS, J.A. (1994): El mundo funerario: las necrópolis, Cambios sociales y culturales en época ibérica: el caso del Sureste, CRAN, Madrid, 51-76.

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En este capítulo fijaremos nuestra atención a la desigualdad social desde el punto de vista económico observado a través de elementos indicadores de estatus como son las cerámicas de importación, concretamente en el caso que nos ocupa la cerámica ática ya que las élites se beneficiarían a lo largo de su vida del intercambio de objetos suntuarios adquiridos mediante el comercio con otros puntos del Mediterráneo (Almagro 1993-4: 196) comparados con otros elementos que integran el ajuar del difunto. Todos ellos conforman los marcadores de identidad del individuo sepultado que, además de poder reflejar el género o el estatus, también podrían ser indicativos de las funciones que sustentaron su posición social o como pueden estar en relación con las funciones productivas (Rísquez y García Luque 2012: 271). Un buen ejemplo de ello son las sepulturas distribuidas en torno a la estructura K, en la necrópolis de Cabezo Lucero, que contiene en su interior la sepultura 47 (SP 47.CL). Este enterramiento consta de un conjunto, supuestamente familiar, de adulto indeterminado posiblemente varón, con un infante y un perinatal. Mientras que ésta sepultura goza de un rico ajuar compuesto por 19 piezas de cerámica ibérica, 10 piezas de cerámica ática de barniz negro, dos fusayolas, una falcata, un soliferreum y una lanza, las tumbas que se distribuyen a su alrededor (las sepulturas 52, 55, 56 y 60) carecen de cerámica ática y presentan ajuares más pobres. Éste podría ser un claro ejemplo de distribución del espacio funerario en función del estatus y las relaciones clientelares que se manifiestan en la sociedad ibérica en la Contestania.

5.1. Sepulturas con cerámica ática y sin ella.

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La cerámica ática como indicador de estatus en necrópolis ibéricas contestanas Raquel García Gómez

En un primer momento, se separaron todas las sepulturas aptas para el análisis de sus ajuares en dos grupos, aquellas que contenían cerámica ática y las que no. El fruto de este primer contacto con las sepulturas se muestra en la figura 19. En ella podemos ver una disparidad de resultados entre las distintas necrópolis. Mientras que en Cabezo Lucero y en El Puntal es mayor el número de tumbas que cuenta con cerámica ática, un 75% y un 63’33% respectivamente, en La Albufereta la presencia de estas piezas se restringe a un 25’64% de los enterramientos del s. IV a.C.

Representación de las sepulturas con cerámica ática y sin ella Con cerámica ática

Sin cerámica ática

Cabezo Lucero 51 17

El Puntal 19 11

60 50 40 30 20 10 0 Con cerámica ática Sin cerámica ática

La Albufereta 10 39

Figura 19: Representación de las sepulturas con cerámica ática y sin ella (Elaboración propia a partir de los datos extraídos del capítulo 3 de este trabajo)

Esta diferencia se puede deber a la influencia orientalizante, más que una helenización, que se plasma en los ajuares de la necrópolis de La Albufereta, entre ellos, los thymateria, consideradas protectoras del difunto y que están vinculadas a la renovación de la vida y los ciclos agrarios (Verdú 2015: 494). Estas piezas de influencia púnica aparecen en el 18’36% de las sepulturas del s. IV a.C. de dicha necrópolis, tanto en mujeres como en hombres. Así mismo, aparecen otros objetos característicos del área

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La cerámica ática como indicador de estatus en necrópolis ibéricas contestanas Raquel García Gómez

púnica (Santos 1994: 61) como son: el escarabeo de piedra semipreciosa de la sepultura 168 (SP 168F.LA) y el plato de paredes finas de pasta gris de la sepultura 81 (SP 81F.LA). Ambas tumbas fueron excavadas por Figueras (Rubio 1986: 102-107 y 163165). Por otro lado, si observamos la figura 20 donde se muestra la riqueza media de cerámica ática por necrópolis, podemos ver como en Cabezo Lucero la media de piezas por sepultura, 5’75, es mucho más elevada que en el resto de yacimientos incluido El Cigarralejo, donde se documentaron 225 piezas que al dividirlas por el número de sepulturas, también elevado, otorga solo 2’23 por sepultura, con lo cual, el nivel de riqueza sería de este oppida sería más bajo.

Figura 20: Media de la riqueza de cerámica ática por necrópolis (Elaboración propia a partir de las fichas del capítulo 3)

5.2. Distribución de la cantidad de piezas de cerámica ática por sepultura. Si fijamos nuestra atención en la disposición de piezas de cerámica ática por sepulturas (figura 21) observaremos a grandes rasgos, una distribución desigual en los ajuares. En la necrópolis de Cabezo Lucero un grupo reducido de individuos, adultos varones, cuentan con más de 13 piezas en su ajuar (un 5’88%), de entre los que destacamos la

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sepultura 21-22 (SP 21-22.CL) en la que se encontraron tres monedas de la ceca de Ebussus (330-300 a.C.) y la sepultura 16 (SP 16.CL) en la que se halló una bola de ocre apelmazado (utilizada para colorear) (Aranegui et al., 1993: 170-172). Por otro lado, en la necrópolis de La Albufereta las que más piezas tienen depositadas (un 4’08% de las tumbas) tienen 11 piezas, todas ellas de barniz negro y ambos individuos son mujeres adultas (SP 25F.LA y SP 143F.LA), mientras que en El Puntal, las sepulturas que más cerámica ática acumulan tienen 8 y 9 piezas. Ambas contienen cerámicas provenientes del Ática de figuras rojas y barniz negro a partes iguales e incluso, la sepultura 10 (SP 10.EP) posee un lekythos de figuras rojas del último cuarto del siglo V a.C.

Cantidad de piezas de cerámica ática distribuídas en SP en las distintas necrópolis Más de 13 piezas De 11 a 13 piezas De 8 a 10 piezas De 5 a 7 piezas De 2 a 4 piezas 1 pieza Sin piezas 0

5

10

La Albufereta

15 El Puntal

20

25

30

35

40

Cabezo Lucero

Figura 21: Cantidad de piezas de cerámica ática distribuidas por SP en los distintos yacimientos (Elaboración propia a partir de las fichas del capítulo 3)

Al mismo tiempo, aparece un grupo mayoritario de individuos que fueron enterrados con una representación mucho más reducida que varía en función de la necrópolis. Por 53

La cerámica ática como indicador de estatus en necrópolis ibéricas contestanas Raquel García Gómez

un lado, en Cabezo Lucero el 30’88% de las sepulturas atesoran entre 2 y 4 piezas y, por otro lado, en El Puntal (con un 30%), La Albufereta (con un 8’16%) y El Cigarralejo (con un 22’6%) vemos como el grupo mayoritario cuenta con una única pieza. Dentro de este rango encontramos la sepultura 100 (SP 100.CL), correspondiente, a partir de los materiales depositados en su ajuar, a un orfebre (Uroz, 2006). Este fenómeno se repite en la sepultura 20 (SP 20.EC) de la necrópolis de El Cigarralejo (Mula, Murcia), perteneciente a un curtidor de pieles (Cuadrado 1987: 121). Al mismo tiempo, la sepultura 209 de El Cigarralejo (SP 209.EC) que posee un ostentoso ajuar en el que se incluyen instrumentos agrícolas, también contiene dos kotyles de barniz negro ático. La existencia de estas tumbas nos podría llevar a pensar que los artesanos y algunos agricultores (o dueños de los medios de producción agrícolas) pudieran tener algún tipo de distinción del resto de la sociedad que les permitiese acceder a bienes de importación o que incluso, pudieran ocupar uno de los escalones inferiores dentro de la élite social indígena.

5.3. Indicadores de riqueza combinados. Acto seguido se mostrarán algunos elementos considerados como marcadores de estatus y su relación con la cerámica ática en contextos funerarios. 5.3.1. El armamento. El primero de ellos que podría indicarnos estatus o un rol social son las armas pese a que algunos autores opinan que en este periodo el armamento ofensivo ya no significaría un símbolo de prestigio de una forma tan señalada como ocurre en la etapa anterior (Quesada 2002: 47). 54

La cerámica ática como indicador de estatus en necrópolis ibéricas contestanas Raquel García Gómez

La “panoplia tipo” o panoplia estándar, utilizada por los iberos en el s. IV a.C., estaba compuesta por una falcata, un escudo y dos lanzas que, en ocasiones una de ellas podía haber sido sustituida por un soliferreum (Quesada 2002: 47; Abad y Sala 1991: 159). De las 147 sepulturas estudiadas, 77 de ellas tienen al menos una pieza de armamento; lo más común es la combinación falcata y lanza/soliferreum, pero solo el 18’18% cuentan con una panoplia completa, la mayoría de las cuales son tumbas de la necrópolis de Cabezo Lucero. En El Puntal encontramos una única sepultura (SP 29-30.EP) que cuenta con todos los elementos mientras que en La Albufereta no hay ninguna que tenga escudo.

Combinación de cerámica ática y armas en necrópolis (expresado en porcentajes) 100 90 80 70 60 50 40 30 20 10 0 Cabezo Lucero

El Puntal

Con cerámica ática y armas

La Albufereta

Sin cerámica ática y con armas

Figura 22: Combinación de cerámica ática y armas en necrópolis (Elaboración propia a partir de las fichas del capítulo 3)

Si observamos la combinación entre armas y cerámica ática (figura 22), podemos ver como el 36’80% de las sepulturas que tienen armas llevan también cerámica ática. Si centramos nuestra atención en Cabezo Lucero vemos un elevado porcentaje de tumbas que contienen armas, un 72’05%, de las cuales un 57’35 poseen a su vez piezas áticas,

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La cerámica ática como indicador de estatus en necrópolis ibéricas contestanas Raquel García Gómez

la mayor parte de ellas con un conjunto amplio de piezas. La necrópolis de El Puntal seguiría el mismo patrón que Cabezo Lucero. Un 56’67% de los individuos sepultados contiene armas de los cuales un 47’33% tiene también cerámica ática. Por el contrario, en la La Albuferta, la presencia de armas es testimonial. Únicamente 11 de sus 46 sepulturas de este momento cuenta con armas y de entre ellas, solo una cuenta con piezas procedentes del Ática, la sepultura 106 excavada por Figueras (SP 106F.LA). El hecho de que en las necrópolis de Cabezo Lucero y El Puntal más de la mitad de las tumbas del siglo IV a.C. tengan armas y que, en cambio, en La Albufereta este esquema no se repita, podría indicarnos que estos oppida podrían haber ostentado un estatus distinto si partimos de la importancia que le otorgan a la presencia de estos elementos defensivos en sus respectivas necrópolis, sobre todo en El Puntal donde se han hallado armas incluso en sepulturas infantiles como veremos a continuación. La distribución uniforme de lotes completos de panoplia tipo, tanto en sepulturas de la élite aristocrática como en las pertenecientes a personajes de menor escala o clientes del grupo gentilicio, nos podría indicar que la deposición de armas formaría parte de un ritual generalizado y uniforme (Almagro 1993: 119). Esta afirmación se podría aplicar al caso de la necrópolis de El Puntal donde se ha documentado una sepultura perteneciente a un individuo adulto-mujer (SP 01.EP) con dos falcatas y un cuchillo afalcatado. Al mismo tiempo, aparecieron otras dos sepulturas, en este caso de dos individuos entre 8 y 12 años que presentaban armas. El primero de ellos (SP 28.EP) llevaba consigo un puñal de antenas atrofiadas, un soliferreum de hierro y una falcata, y el segundo (SP 12.EP) llevaba dos cuchillos afalcatados de hierro. Tanto la sepultura 1 como la sepultura 28 eran portadoras de cerámica ática: cuatro y una pieza respectivamente.

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La cerámica ática como indicador de estatus en necrópolis ibéricas contestanas Raquel García Gómez

Quesada (2011: 351) afirmó que la presencia de armas en tumbas de mujeres e infantes no era un acontecimiento excepcional; de hecho, existen paralelos de un infante de unos 5 o 7 años, que presenta un soliferreum en la sepultura 18 de la necrópolis de El Poblado (Coimbra del Barranco Ancho, Murcia). Este mismo autor propone que las armas en contextos funerarios en tumbas de niños, que no podrían manejarlas dado su tamaño, podrían tener un carácter simbólico más que ritual (Quesada 2011: 341) mientras que, en el caso de los adultos, relaciona la aparición de lotes de armas en las sepulturas ibéricas con el concepto de libertad personal y la pertenencia a los linajes tradicionales equiparándolo con la mentalidad arcaica griega (Quesada 2010: 20). Por su parte, Aranegui (1991: 179) manifiesta que el carácter militar de los individuos enterrados, en este caso en concreto en la necrópolis de Cabezo Lucero, se debe a la funcionalidad del poblado como salvaguarda del control del comercio en el cauce del río Segura. Esta afirmación se podría aplicar de igual modo a la situación estratégica de El Puntal. Aún así, cabría la posibilidad de que la realidad se aproximara a una confluencia entre ambas hipótesis. Los datos extraídos de la necrópolis de El Puntal contrariarían la hipótesis de Chapa (2001-2002: 168) de que la presencia de armas en ajuares se colocarían una vez estos individuos hayan alcanzado la calificación antropológica de iuvenes (mayores de 15 años). 5.3.2. Fíbulas. El segundo elemento que vamos a tratar son las fíbulas consideradas como elemento de estatus debido a que, además de conformar parte de la vestimenta con la que se incineró al difunto, podrían dependiendo de su tamaño haber sostenido alguna especie de manto, propio de las clases pudientes ibéricas. 57

La cerámica ática como indicador de estatus en necrópolis ibéricas contestanas Raquel García Gómez

El 33’33% de las sepulturas consideradas en este estudio poseen este elemento de cultura material calificado por Santos (1994: 63) como una pieza que enriquecía el ajuar del difunto tanto por su valor intrínseco como por su valor extrínseco ya que evidencia la riqueza del individuo sepultado a través de su atuendo. De igual modo, cuantas más fíbulas llevarse consigo el difunto, más riqueza ostentaría. Este accesorio, ornamental a la par que funcional, ha sido fabricado en bronce en la mayoría de ocasiones. La tipología más frecuente en las necrópolis alicantinas es la Fíbula Anular Hispánica que representa un 90’48% de las piezas encontradas mientras que las de La Tène, la más común en la necrópolis de El Cigarralejo, se ha documentado solo un ejemplar aislado en El Puntal en el interior de la sepultura 25 (SP 25.EP) que corresponde a un infante.

Combinación de cerámica ática y fíbulas en necrópolis (expresado en porcentajes) 100 90 80 70 60 50 40 30 20 10 0 Cabezo Lucero Con cerámica ática y fíbulas

El Puntal

La Albufereta

Sin cerámica ática y con fíbulas

Figura 23: Combinación de cerámica ática y fíbulas en necrópolis (Elaboración propia a partir de las fichas del capítulo 3)

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La cerámica ática como indicador de estatus en necrópolis ibéricas contestanas Raquel García Gómez

Como se presenta en la figura 23, el 60’42% de las sepulturas que contienen fíbulas aparecen conjuntamente con cerámicas áticas. En el caso de la necrópolis de Cabezo Lucero, el 74’07 de las tumbas que tienen fíbulas también contienen cerámica ática frente a un 25’93% que no manifiesta cerámicas de importación. Un porcentaje similar aparece en El Puntal donde un 72% de los individuos que aparecen con fíbulas tienen cerámica ática mientras un 28% que no cuentan con estas piezas. Al mismo tiempo estos porcentajes se invierten en La Albufereta. En primer lugar, la presencia de fíbulas en sepulturas en esta necrópolis desciende, un 21’74%, en comparación con El Puntal y Cabezo Lucero que manifiestan un 36’67% y un 39% respectivamente y en segundo lugar, la presencia de fíbulas en sepulturas con cerámica ática es testimonial, solo en la SP 106F.LA. Por lo tanto, podríamos llegar a la conclusión de que existen dos modelos de deposición de fíbulas. Por una lado el que encontramos en El Puntal y en Cabezo Lucero donde la mayoría de los individuos que se entierran, con al menos una fíbula, podía a su vez poseer el privilegio de enterrarse con cerámica ática y por otro lado, el de La Albufereta donde el 60% de individuos con fíbulas carece de ajuar (a excepción de las armas). Es importante destacar que el único individuo con fíbula y cerámica ática (SP 106F.LA) poseía en su ajuar todos aquellos elementos que son considerados por los arqueólogos (Santos 1994: 62-67; Masvidal, Picazo y Curià 2000; Quesada 2002: 48; Rísquez y García Luque 2012: 269-270; Verdú 2015) como indicadores de prestigio: fíbula anular hispánica, cinturón, armas (cuenta con dos falcatas), braserillo, fusayola y cerámica de importación, en este caso, un cuenco de borde entrante (Lamboglia 21) del segundo cuarto del siglo IV a.C.

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La cerámica ática como indicador de estatus en necrópolis ibéricas contestanas Raquel García Gómez

5.3.3. Fusayolas. Otro elemento que muy interesante y digno de mención en este apartado son las fusayolas. Desconocemos el papel que jugaron estas piezas en las necrópolis ibéricas y la posible simbología que esconden como parte del ajuar del difunto pero, aún así, es curioso analizar su disposición que, en ocasiones, es contraria a la hipótesis establecida sobre ellas, como por ejemplo su asociación tradicional con el género femenino. Tradicionalmente las fusayolas han sido asociadas al proceso de fabricación de los tejidos que según Masvidal, Picazo y Curià (2000: 116) eran considerados elementos denotadores de prestigio que las élites dirigentes se encargaban de controlar, atesorar y redistribuir. Acto seguido, en la figura 24, se presentarán gráficamente los datos obtenidos al combinar las sepulturas con cerámica ática y fusayolas en las necrópolis estudiadas.

Combinación de cerámica ática y fusayolas en necrópolis (expresado en porcentajes) 120 100 80 60 40 20 0 Cabezo Lucero

El Puntal

Con cerámica ática y fusayolas

La Albufereta

Sin cerámica ática y con fusayolas

Figura 24: Combinación de cerámica ática y fusayolas en necrópolis (Elaboración propia a partir de las fichas de sepulturas del capítulo 3)

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La cerámica ática como indicador de estatus en necrópolis ibéricas contestanas Raquel García Gómez

En 23’53% de las tumbas de Cabezo Lucero poseen fusayolas en su ajuar que, a su vez, coinciden con tumbas que portan cerámica ática. Este patrón no se cumple en el resto de necrópolis. En El Puntal solo dos de las 30 sepulturas tienen fusayolas: una de ellas con cerámica ática y la otra, atribuida a un individuo de entre 5 y 6 años de edad (SP 25.EP), sin cerámicas de importación y, en La Albufereta, el 8’7% de las sepulturas con fusayolas tienen cerámicas frente al 6’52% que no la tienen. Por consiguiente, si hiciéramos un cálculo global del conjunto de las necrópolis obtendríamos que un 84% de tumbas en las que aparecen fusayolas contienen cerámica ática al mismo tiempo que podemos afirmar que no existe un modelo fijo en la disposición de estas piezas en los ajuares funerarios ibéricos. Por su parte, Santos (1994: 67) proponía la teoría de que las fusayolas se hallaban con mayor frecuencia en tumbas que no contenían armas como sucedía en el caso de El Cigarralejo y también en la necrópolis de La Albufereta donde el 71’83% aparecen en tumbas de mujeres sin armas. Esta afirmación no puede extenderse al resto de necrópolis. En Cabezo Lucero ocurre todo lo contario. Un 82’35% de las sepulturas que cuentan con fusayolas, cuya cantidad puede variar de una a seis piezas, contiene armas frente a un 17’65% de sepulturas que no las tienen. Para aumentar las dudas que nos generan estos utensilios cerámicos, todos los individuos que las poseían son hombres a excepción de una mujer adulta-madura (SP 78.CL). En definitiva, cabría la posibilidad de que la disposición de este tipo de elementos en sepulturas estuviera en relación con el control directo de los medios de producción por parte de las élites ya que los tejidos se consideran una expresión simbólica de estatus, jerarquía, clase social, poder económico o filiación (Masvidal, Picazo y Curià 2000) o,

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La cerámica ática como indicador de estatus en necrópolis ibéricas contestanas Raquel García Gómez

como apunta T. Chapa (2001-2002: 168) podrían corresponder con una divinidad femenina protectora similar a Demeter-Perséfone-Tanit.

5.4. Arqueología social. El siguiente apartado que vamos a tratar es la arqueología social o arqueología de género entendida como un campo de investigación que se centra en realizar una aproximación a la identidad, funciones, papel en la familia, en la sociedad, en la economía y en los rituales o la muerte de aquellos colectivos, a simple vista menos visibles como son las mujeres y los infantes (Izquierdo y Prados 2004: 156). En las siguientes gráficas se mostrarán, partiendo del registro arqueológico y osteológico en relación con la disposición de cerámica ática en sepulturas la diferente distribución de los individuos sepultados atendiendo en primer lugar a su género y en segundo lugar, a su edad5. Comenzamos por la necrópolis de Cabezo Lucero. Como se observa en la figura 25, a lo largo de todo el siglo IV a.C. el número de individuos sepultados es 70 debido a que en dos sepulturas (SP 47.CL y 26.CL) encontramos enterramientos múltiples, posiblemente conjuntos familiares. En el caso de la sepultura 26 aparece un hombre adulto conjuntamente con una mujer joven adulta y dos infantes. Autores como Chapa (2008: 637) opinan que cuando aparecen varones acompañados por un individuo de sexo femenino podría considerarse como la tumba de una pareja estable, incluso hace

5

Cuando hacemos referencia a individuos Infans o infantes serán aquellos con edades comprendidas entre los 0 y 14 años, los Iuvenis entre 15 y 22, los jóvenes adultos entre 23 y 39, los adultos maduros entre 40 y 59 y, por último, los adultos seniles más de 60, tanto en el texto como en las figuras, siguiendo las referencias de: ARANEGUI, C. (et al.) (1993): La nécropole ibérique de Cabezo Lucero (Guardamar del Segura. Alicante), Casa Velázquez, Madrid, 146. En cambio, si se menciona solo “adultos” en general, nos referiremos a todos aquellos individuos que son mayores de 23 y menores de 59 años.

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La cerámica ática como indicador de estatus en necrópolis ibéricas contestanas Raquel García Gómez

referencia a que la distinción de edad en ambos sexos podría deberse a que sea la edad considerada conveniente para el matrimonio en esa época. Algo similar ocurre en las sepulturas 200 y 277.

Distribución de individuos sepultados en Cabezo Lucero por género

50 40 30 20 10 0 Hombres

Mujeres Con cerámica ática

Ind. Indeterminados Sin cerámica ática

Figura 25: Distribución de individuos sepultados en Cabezo Lucero por género (Elaboración propia a partir de las fichas del capítulo 3).

De estos 70 individuos el 60’86% son hombres de los cuales, un 48’57% contienen cerámica ática. Todo lo contrario ocurre en el caso de las mujeres que solo han sido documentadas tres, que conforman un 4’26% del total de individuos. Todas ellas portaban cerámica ática. De estos datos podemos extraer que la representación femenina a lo largo de este siglo en la necrópolis en ínfima, si tenemos en cuenta el número posible de mujeres que habitarían el poblado. En el caso de este yacimiento contamos con datos del periodo anterior de la necrópolis (el siglo V a.C.) 6 y en ellos se puede ver como el número de mujeres sigue siendo inferior al de los hombres, cinco mujeres

6

Esta comparación no se podrá realizar en El Puntal ni en La Albufereta ya que carecemos de información con respecto a al siglo V a.C.

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La cerámica ática como indicador de estatus en necrópolis ibéricas contestanas Raquel García Gómez

frente a ocho hombres. Es este último caso, debemos tener en cuenta que la muestra analizada es muy pequeña en comparación con la del siglo IV a.C., dado que únicamente contamos con 22 individuos. La edad de las mujeres sepultadas a lo largo del siglo IV a.C. también es un dato remarcable. De las tres mujeres, una de ellas pertenece al rango de edad adulto-maduro, entre 40 y 59 años (SP 78.CL) mientras que las dos restantes (sepulturas 14.CL y 26.CL), pertenecen al rango de edad joven-adulto, entre 23 y 39 años, pudiendo estar la causa de la defunción en relación con el parto como ocurre en la sepultura 70 de la necrópolis de Coimbra del Barrancho Ancho (Jumilla, Murcia) (Chapa 2008; Izquierdo 2011: 256). En la necrópolis de El Puntal aparecen sepultados 31 individuos ya que en una de sus sepulturas (SP 33.EP) aparece un posible conjunto familiar compuesto por adulto varón y un infante mayor de 10 años.

Distribución de individuos sepultados en El Puntal por género

30 25 20 15 10 5 0 Hombres

Mujeres

Con cerámica ática

Ind. Indeterminados Sin cerámica ática

Figura 26: Distribución de individuos sepultados en El Puntal de Salinas distribuidos según su género (Elaboración propia a partir de las fichas del capítulo 3).

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En el caso de este yacimiento, los restos osteológicos sensibles de ser analizados a causa de la cremación, solo han podido identificar a dos hombres y a dos mujeres mientras que el resto, unos 27 individuos han sido incluidos en un grupo de alofixos o indeterminados (figura 26). Cabe la posibilidad de que si se hubiera permitido determinar el sexo de todos los restos óseos encontrados no existiría esta pariedad de género. Por los tanto, los datos extraíbles con respecto al género no nos aportan mayor luz en el caso de esta necrópolis. El caso de La Albufereta es muy singular en cuanto a la pariedad hombre-mujer. De los 49 individuos susceptibles a estudio, se ha podido comprobar el género de más de la mitad, un 53’06%.

Distribución de individuos sepultados en La Albufereta por género

25 20 15 10 5 0 Hombres

Mujeres

Con cerámica ática

Ind. Indeterminados Sin cerámica ática

Figura 27: Distribución de individuos sepultados en La Albufereta según su género (Elaboración propia a partir de las fichas del capítulo 3).

Partiendo de los restos estudiados (figura 27) se percibe una pariedad muy clara entre individuos del sexo masculino y femenino, un 28’57% y un 24’49% respectivamente.

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Este patrón se manifiesta de forma similar tanto si comprobamos aquellas sepulturas que poseen cerámica ática como las que no. Si partimos de la creencia de que la inclusión de elementos importados concede prestigio a las personas que se enterraban con ellos (Rísquez y García Luque 2012: 269-270), podría llegar a pensarse que estas mujeres poseen un estatus elevado al igual que los hombres y no de forma excepcional como ocurre en Cabezo Lucero. Es muy curioso como la “igualdad” de género representada en las necrópolis ofrece panoramas tan divergentes. Por un lado tenemos aquellos yacimientos en los que el papel de la mujer en el área sacra ha sido relegado a un puesto secundario o, mejor dicho, como un hecho excepcional como ocurre en Cabezo Lucero y en Corral de Saus (Moixent, Valencia) donde los individuos de sexo masculino se encuentran en torno al 58% mientras que el sexo femenino, no sobrepasa el 9%. Este patrón encaja con la teoría de Izquierdo (2004: 173; 2011: 256) que expone que el género femenino formaría parte de los segmentos sociales invisibles. Por otro lado, encontramos el segundo modelo que podemos ver en La Albufereta y en El Cigarralejo donde el 30’10% de los sepultados a lo largo del siglo IV a.C. son hombres y un 26’42% son mujeres. Lo mismo ocurre si nos fijamos en aquellos personajes que poseen alguna pieza de cerámica ática en sus ajuares: un 33’33 de los individuos de género masculino contienen cerámica ática frente a un 49’37% de los individuos de género femenino. Con lo cual, podemos decir que en estas dos últimas necrópolis, partiendo de los datos estadísticos, podría existir una pariedad de sexos en un contexto funerario. El segundo punto a tratar es la distribución de cerámica ática en sepulturas atendiendo a la edad de las personas sepultadas en las distintas necrópolis.

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Distribución de los individuos de Cabezo Lucero por edad 50 40 30 20 10 0 Adultos

Infans Con cerámica ática

Ind. Indeterminado Sin cerámica ática

Figura 28: Distribución de los individuos de Cabezo Lucero por edad (Elaboración propia a partir de las fichas del capítulo 3).

Podemos ver a través de la figura 28 como el número de adultos depositados en Cabezo Lucero representan el 84’29% de los individuos. Dentro de este amplio grupo, podemos discernir que un 12’86% son adultos maduros, de entre 40 y 59 años, de los cuales 6 cuentan con cerámica ática mientras que, los otros 3 no poseen ninguna pieza. Es el rango de edad más elevado que encontramos en esta necrópolis lo que podría deberse a que la esperanza de vida de la población del oppida de este yacimiento fuera inferior a los 59 años. El caso contrario al de los adultos lo representan los infantes. Únicamente aparecen seis individuos infantiles: dos de ellos en sepulturas individuales (SP 55.CL y 90.CL) mientras que el resto aparece en conjuntos familiares ligados a individuos de edad adulta. Aquellos infantes que aparecen de manera individual cuentan con un ajuar muy escaso: la urna cineraria y alguna que otra cuenta de pasta vítrea.

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El hecho de que los individuos jóvenes adultos sepultados en esta necrópolis contengan un ajuar muy similar al de los infantes podría indicarnos que la disposición de ajuares podría haber sido, en la mayoría de los casos, acumulativa con la edad. Podría tratarse de un rasgo distintivo de este grupo social.

Distribución de los individuos de La Albufereta distribuidos por edad 25 20 15 10 5 0 Adultos

Infans Con cerámica ática

Ind. Indeterminado Sin cerámica ática

Figura 29: Distribución de los individuos de La Albufereta distribuidos por edad (Elaboración propia a partir de las fichas del capítulo 3).

En la necrópolis de La Albufereta ocurre algo similar que en el caso de Cabezo Lucero. El número de individuos calificados de adultos supera el 36% del total de los sepultados a lo largo del siglo IV a.C. (figura 29) sin que se observen evidencias de edad avanzada en ninguno de ellos. Dentro de este grupo se muestra una clara distinción entre aquellos personajes que atesorarían piezas de cerámica ática un 22’22% frente a un colectivo mayoritario, un 88’88%, que no cuentan con este tipo de elementos. En cuanto a los infantes solo se documenta un caso excepcional en la sepultura 28, excavada por Figueras (SP 28F.LA), que aparece con un kalathos y una pátera de cerámica ibérica y dos cuentas de hueso, es decir, un ajuar bastante pobre.

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No obstante, en El Puntal ocurre el fenómeno opuesto al resto de necrópolis, incluida El Cigarralejo donde el porcentaje de infantes es del 10’36%. El número de adultos es inferior al de infantes (figura 30). Mientras que los adultos conforman el 12’9% del conjunto, los infantes suponen un 22’58%, más de el doble que en el resto de yacimientos.

Distribución de los individuos de El Puntal distribuidos por edad 12 10 8 6 4 2 0 Adultos

Infans Con cerámica ática

Ind. Indeterminado Sin cerámica ática

Figura 30: Distribución de los individuos de El Puntal distribuidos por edad (Elaboración propia a partir de las fichas del capítulo 3).

Otro dato remarcable es la disposición de la cerámica ática por edades. Todos los adultos tienen al menos una pieza de cerámica ática en sus ajuares personales mientras que, en el caso de los infantes, más de la mitad también la acaparan. Lo mismo ocurre con los individuos indeterminados: el 40% también la reúnen. Lo que indican estos datos es que más de la mitad de las personas enterradas en esta área sacra cuentan con cerámica ática en sus ajuares lo que nos sugiere dos interpretaciones: la primera de ellas, que fueran elementos accesibles a la gran mayoría de la población, reduciendo de esta manera su valor como elemento de prestigio y, la segunda de ellas, que las personas

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aquí sepultadas, realmente un grupo reducido, fueran parte, casi exclusiva, de la aristocracia local. Llegados a este punto, debemos hacer una mención especial al estatus social correspondiente a los individuos infantiles que también debe tenerse en cuenta a la hora de analizar la jerarquización en la necrópolis. Al igual que lo comentado anteriormente en el caso de las mujeres, los infantes cuyo índice de mortalidad sería elevado, se encuentran representados de forma excepcional en el recinto sacro. Como proponen autores como Chapa (2001-2002: 165; 2008: 636) muchos de los infantes eran sepultados en contextos habitacionales, debajo del suelo de las casas. La incursión de infantes en el área sacra comienza a darse con mayor frecuencia a comienzos del siglo IV a.C. Podríamos entender este cambio como un intento de reconocimiento, incluso de los miembros más pequeños de la familia, por parte del colectivo social en un contexto en el que la estructura familiar y los linajes van adquiriendo fuera en el seno de la sociedad indígena ibérica (Chapa 2001-2002: 166). Estos individuos tendrían derecho a ser sepultados en la necrópolis como miembros del linaje aristocrático pero ello no significaría que pudieran tener derecho a un ritual funerario o acceso a un ajuar. A los recién nacidos o de edad muy corta a los que, normalmente, se les aplicaba el ritual de inhumación. En la necrópolis de Cabezo Lucero se aplican las primeras cremaciones una vez superados los dos años de vida (Chapa 2001-2002: 166). Así mismo, las tumbas de infantes no suelen contar con ajuar a excepción, normalmente, de la urna en la que se depositaban sus restos y las cuentas de collar de pasta vítrea que portarían en su indumentaria. De igual modo podemos encontrar casos aislados, en este caso, en la sepultura 5 de la necrópolis de El Puntal donde encontramos un infante cuyo ajuar está

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compuesto por una fíbula anular, varias armas, varias cuentas y un recipiente de pasta vítrea, un plato y un vasito de ofrendas de cerámica ibérica y una kylix, una Castulo Cup y un bolsal de barniz negro. En el mismo yacimiento se ha documentado otro infans (SP 14-15.EP) con varias piezas de cerámica ibérica, dos fíbulas, un anillo, armas, diez cuentas de pasta vítrea y una cup-skyphos de barniz negro. Ambos ajuares son muy suntuosos para un infante si los comparamos con los encontrados en Cabezo Lucero y en La Albufereta aunque sí que se ha hallado una disposición similar en el 12’9% de las tumbas de El Cigarralejo (SP 43.EC y 284.EC). Dado que no es un patrón que se repite de forma sistemática en todos los yacimientos, debemos tratarlo como “localismos” o manifestaciones propias de la ideología imperante en un oppida determinado en los que existiera una diferenciación de estatus entre adultos e infantes.

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Capítulo 6 Conclusión

Figura 31: Kýlix de barniz negro de la “Delicate class” procedente de la necrópolis de La Albufereta (Verdú 2015: 115)

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6. Conclusiones Al empezar este trabajo el objetivo era conocer más a fondo las jerarquías ibéricas, los individuos que las componían y qué papel podrían haber jugado las piezas de cerámica ática dentro de las necrópolis durante el siglo IV a.C., un periodo cronológico precedido por una etapa convulsa en la que se producen modificaciones estructurales en las necrópolis y la destrucción de las esculturas que en ella había (Abad y Sala 1991: ). La primera de las conclusiones a las que se ha llegado realizando este trabajo es que no se puede comprender el mundo ibérico, ni siquiera el de una región como es la Contestania, como un todo. Existen diferencias internas palpables entre los distintos asentamientos que podrían llegar incluso a materializarse en el ritual funerario y en la deposición de ajuares. Como por ejemplo la importancia que le otorgan a determinados elementos como son el armamento y las cerámicas áticas en el contexto funerario de Cabezo Lucero y El Puntal, mientras que esto no ocurre en La Albufereta. Estas desigualdades pueden ser fruto de la cultura propia del sustrato indígena de cada uno de los asentamientos combinado con las interacciones de estos grupos sociales tanto con el medio geográfico como con los influjos culturales mediterráneos que les rodean. En lo referente a las cerámicas áticas se han obtenido dos conclusiones. En primer lugar, y siguiendo la opinión de Hernández y Sala (1996: 53), creemos que con la información de la que disponemos en la actualidad nos es imposible confirmamos que las piezas de cerámica ática que encontramos en contextos funerarios en el área alicantina hayan sido utilizadas para la realización de symposia o libaciones. Bien es cierto que la mayoría de los piezas son vasos polifuncionales y copas para beber (el 83% del total) pero eso no tiene porqué indicarnos que su función en la necrópolis sea similar a la que cumplen en la Hélade. 73

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En segundo lugar, Domínguez (2001-2002: 201) propone que, a lo largo del siglo IV a.C., la fácil adquisición de la cerámica ática por un grupo más amplio de la población “vulgarizó” este producto impidiendo que pudiera ser utilizado como marcador social, vinculado a las élites gobernantes y que representaba el poder, la riqueza e, incluso, la sacralidad. Una vez realizado este estudio hemos de concluir que cabría la posibilidad que las importaciones áticas no se “vulgarizaran”. Para exponer esta hipótesis se partirá de la base de que es muy poco probable que, en época ibérica, no toda la población pudiera gozar del privilegio de ser enterrado en el área de la necrópolis (Almagro 1993-4: 119; Santonja 1993: 298; Mata 1996: 171-172). Existiría un sesgo social que determinaría qué personas tendrían ese derecho y las que no, aunque esto no significa todas las personas allí depositadas formaran parte de un mismo estatus social (Quesada 2010: 20). Un estatus que desconocemos y que muy probablemente tendría en su interior diversos grados. Algunos autores como Izquierdo (2007: 257) han denominado a este fenómeno antropológico la “muerte oculta”, que comprendería la deposición de infantes y neonatos en espacios domésticos, los posibles infanticidios o sacrificios rituales y la ausencia de reconocimiento a un determinado grupo social en la muerte. Bien es cierto que durante este periodo hay un aumento en el número de sepulturas de las necrópolis (Quesada 2010: 37) que viene acompañado de una generalización en algunas de las necrópolis de armamento en los ajuares y sobre todo, cerámicas áticas. Aun así, a nuestro parecer, siguen siendo elementos distintivos. Es posible que a lo largo del siglo IV a.C. se produjera un cambio en la jerarquización de la sociedad que podría haber estado relacionada con el mundo de los guerreros,

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aunque posiblemente no se dedicarían en exclusividad a la guerra como nos hace pensar la sepultura 100 de Cabezo Lucero (SP 100.CL). Estos personajes pertenecerían a la élite social, aunque, no ocuparían los puestos más elevados de la pirámide social que serían ocupadas por personajes con un poder adquisitivo mayor. La llegada de una cantidad mayor de piezas áticas y la capacidad de adquisición de éstas por parte de las “nuevas élites” provocará el acaparamiento de estos productos por aquellos personajes que ocupan los puestos más altos de la escala social con la intención de distinguirse del resto de la élite a través del volumen de piezas que poseían. A lo largo de todo el siglo podemos ver como hay tumbas que sobresalen por encima de las otras notoriamente y no únicamente por la cantidad de cerámica de importación que acumulan, hasta 19 piezas en el caso de El Cigarralejo (SP 277.EC) sino porque, además, van acompañados de cantidades elevadas de productos que hemos considerado “elementos de prestigio” (armamento, fíbulas y fusayolas). Este fenómeno apoyaría la hipótesis de que los grandes señores se distinguían del resto por la cantidad de productos que podían acumular. Esta afirmación podría aplicarse sin duda a las necrópolis de Cabezo Lucero y El Puntal. En esta última cabría incluso la posibilidad de que los depositados en el área sacra formaran parte de un mismo linaje o de los linajes más acaudalados del asentamiento ya que, como afirma Izquierdo (1998: 191) la integración de personas de distinto género, e incluso clase de edad, parece indicar la participación compleja del grupo familiar y de la comunidad. Por el contrario, no se puede aplicar esta conclusión para La Albufereta debido a la escasa cantidad de cerámica ática que se ha documentado en este asentamiento al igual que el armamento. Las características propias de esta

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necrópolis nos hacen plantearnos si en ella existiría realmente una élite gobernante al estilo arcaico o más bien sería hogar de comerciantes. De igual modo, debemos remarcar que este trabajo se trata de un planteamiento inicial o una primera reflexión acerca de la jerarquización en la sociedad ibérica y el papel que jugaron las cerámica áticas como indicadores de prestigio dado que, en un futuro, se pretende ampliar este estudio tanto en el número de yacimientos, para aumentar el tamaño de la muestra, como en la revisión de las necrópolis ya estudiadas con ayuda de futuras publicaciones que nos puedan aportar nueva información o una interpretación distinta a la ya existente. Para finalizar, es necesario poner de manifiesto las dificultades que nos han surgido a la hora de encontrar bibliografía en la que los autores no realizaran un símil directo o no buscaran paralelos con el mundo griego arcaico como Abad y Sala (1991), GarcíaGelabert (1990), Rísquez y García Luque (2012). Esta visión “grecocéntrica” es muy enriquecedora. Debido a que carecemos de fuentes primarias que nos puedan aproximar de primera mano a lo ocurrido realmente en el área alicantina en el periodo protohistórico, no debemos descartarlas pero hubiera sido mucho más interesante contar con puntos de vista más amplios contemplando también la presencia de estas cerámicas griegas en áreas próximas, como por ejemplo desde la perspectiva del sustrato indígena.

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Bibliografía

Figura 32: Kráter de columnas de figuras rojas, de la segunda mitad del siglo V a.C., procedente de la necrópolis de Cabezo Lucero (Guardamar del Segura, Alicante) (Fotografía extraída de la página web del MARQ).

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7.2. Bibliografía consultada (no introducida en el texto). BOARDMAN, J. (2001): The history of greek vases: potters, painters and pictures, Thames and Hudson, London. GRANELLS, R. (2007): La tumba del orfebre de Cabezo Lucero a debate, Saguntum, 39, 147-156. GARCÍA, J. M.; GRAU, I. (1997): Les ceràmiques gregues als jaciments ibèrics de l’Alcoià i el Comtat, Recerques del Museu d’Alcoi, 6, 119-130. GARCÍA, J.M.; GIL, F. (2009): La cerámica ática de figuras rojas: talleres y comercio (siglo IV a.C.). El caso de Coimbra del Barranco Ancho (Jumilla, Murcia), Universidad de Murcia, Murcia. IZQUIERDO, P. (2009): Pozo Moro y los cambios socio-económicos de la protohistoria ibérica durante los siglos V y IV antes de nuestra era, Arqueología Iberoamericana, 2, 5-23. RÍSQUEZ, C; GARCÍA LUQUE, M.A.; RUEDA, C. (2008): Los estudios de arqueología del género desde el centro andaluz de arqueología ibérica, Arqueología del género: 1er. Encuentro internacional en la UAM (L. Prados; C. López coord.), Universidad Autónoma de Madrid, Madrid, 191-204. RUIZ, A., MOLINOS, M. (1993): Los iberos. Análisis arqueológico de un proceso histórico, Crítica, Barcelona. SANTOS, J.A. (1998): Análisis sobre la transición a una sociedad estatal en la cuenca media del Segura en época ibérica (s. VI-III a.C.), Trabajos de Prehistoria, 46, 129147.

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TRÍAS, G. (1967): Cerámicas Griegas de la Península Ibérica, The William L. Bryant Fundation, Monografías sobre Cerámicas Hispánicas, 2, Valencia. UROZ RODRÍGUEZ, H.; UROZ SÁNCHEZ, J. (2010): Rito, religión y sociedad de la Guardamar Ibérica. La necrópolis de Cabezo Lucero, Guardamar del Segura. Arqueología y museo, Fundación MARQ, Diputación de Alicante, Alicante, 90-113.

7.3. Bibliografía de las figuras. Figura 1: VERDÚ, E. (2015): La necrópolis ibérica de l’Albufereta (Alacant). Ritos y usos funerarios en un contexto de interacción cultural, Museo Arqueológico de Alicante, Alicante, 109. Figura

4:

Askos

de

figuras

negras

(página

web

del

MARQ):

http://www.marqalicante.com/Paginas/es/catalogo-P434-M1.html (04/07/20:41). Figura 6: UROZ, H. (2006): El programa iconográfico religioso de la “tumba del orfebre” de Cabezo Lucero (Guardamar del Segura, Alicante), Monografías del Museo de Arte Ibérico de El Cigarralejo, 3, 22. Figura 7: LUCAS, M. R. (2001-2002): Entre dioses y hombres: el paradigma de “El Cigarralejo” (Mula, Murcia), Anales de prehistoria y arqueología, 17-18, 149. Figura 8: UROZ RODRÍGUEZ, H.; UROZ SÁNCHEZ, J. (2010): Rito, religión y sociedad de la Guardamar Ibérica. La necrópolis de Cabezo Lucero, Guardamar del Segura. Arqueología y museo, Fundación MARQ, Diputación de Alicante, Alicante, 101.

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Figura 18: VERDÚ, E. (2015): La necrópolis ibérica de l’Albufereta (Alacant). Ritos y usos funerarios en un contexto de interacción cultural, Museo Arqueológico de Alicante, Alicante, 104 Figura 10: UROZ RODRÍGUEZ, H.; UROZ SÁNCHEZ, J. (2010): Rito, religión y sociedad de la Guardamar Ibérica. La necrópolis de Cabezo Lucero, Guardamar del Segura. Arqueología y museo, Fundación MARQ, Diputación de Alicante, Alicante, 110. Figura 31: VERDÚ, E. (2015): La necrópolis ibérica de l’Albufereta (Alacant). Ritos y usos funerarios en un contexto de interacción cultural, Museo Arqueológico de Alicante, Alicante, 115. Figura

32:

Cratera

de

columnas

(página

web

http://www.marqalicante.com/Paginas/es/CATALOGO-P145-M7.html 13:47)

86

del

MARQ): (12/07/2016;

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