La casa y su relación con la ciudad en Aristóteles

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Descripción

Universidad Nacional Andrés Bello. Ignacio Scheid. Julio, 2014. Santiago, Chile.

LA CASA Y SU RELACIÓN CON LA CIUDAD En este artículo procederé a exponer el pensamiento de ARISTÓTELES con respecto a la formación de la casa y su relación con la ciudad, en los sentidos ontológico, temporal y ético-político.

INTRODUCCIÓN Antes de la formación y del establecimiento de una ciudad (pólis) A. establece dos etapas correspondientes a dos comunidades políticas diferentes, cada una nace de sus propias circunstancias y es formada para sus propios fines, así como también la ciudad tiene sus propios factores de existencia y sus propios fines. Estas dos comunidades, anteriores en sentido temporal, son la aldea y la casa (oikía). En efecto, la casa precede a la aldea y ésta, a su vez, a la ciudad, sin embargo, la ciudad es anterior a ambas al hablar en sentido ontológico, puesto que el todo es anterior a la parte y tanto la casa como la aldea son partes de la ciudad; como nos dice A.: por naturaleza, pues, la ciudad es anterior a la casa y a cada uno de nosotros, porque el todo es necesariamente anterior a la parte. En efecto, destruido el todo, ya no habrá ni pie ni mano, a no ser con un nombre equívoco, como se puede decir en una mano de piedra. (…) Es evidente que la ciudad es por naturaleza y es anterior al individuo; porque si cada uno por separado no se basta así mismo, se encontrará en manera semejante a las demás partes en relación con el todo1.

Ahora bien, de las tres comunidades políticas, la casa, la aldea y la ciudad, A. nos habla extensamente de dos de ellas: la casa y la ciudad, dejando sólo unas líneas para la formación y las cualidades de la aldea, lo cual nos hace pensar que ésta no es más que un mero paso sin mayores particularidades entre la casa y la ciudad; de la aldea, en efecto, A. nos dice que es “la primera comunidad formada de varias casas a causa de las necesidades no cotidianas” y que “parece ser una colonia (apoikía) de la casa (oikía)”2. Dejando de lado el pronunciamiento de A. con respecto a la aldea, demos lugar a los tratamientos más extensos: comenzaremos con la casa, pero ¿por qué hablar sobre la casa si el tema en política es la ciudad, la pólis? Nos dice A. al respecto de tal proceder: porque como en los demás objetos es necesario dividir lo compuesto hasta sus elementos simples, pues éstos son las partes mínimas del todo, así también considerando de qué

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Pol. I, 2, 1253a 13 – 14. Ambas citas corresponden a Pol. I, 2 1252b.

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Universidad Nacional Andrés Bello. Ignacio Scheid. Julio, 2014. Santiago, Chile. elementos está formada la ciudad, veremos mejor en qué difieren entre sí las cosas dichas, y si cabe obtener algún resultado científico3. (…) Si uno observa desde su origen la evolución de las cosas, también en esta cuestión como en las demás, podrá obtener la visión más perfecta4.

Comienza así A. su trabajo genealógico sobre la ciudad. Lo primero que hace es presentar los integrantes de la casa, quiénes son los que la componen; luego la relación de la casa con las restantes comunidades políticas; más tarde, las relaciones entre los integrantes de la casa y las propias condiciones y cualidades de cada uno para que se den esas relaciones de la manera correcta (entra aquí su teoría de la esclavitud); también, para finalizar, expone su teoría de la economía doméstica, la propiedad y el arte de la adquisición (la crematística), el monopolio y la usura. En la presente exposición hablaremos de la formación de la casa, las relaciones al interior de ella y las relaciones de la casa con la ciudad en diferentes sentidos.

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Pol. I, 1, 1252a. Pol. I, 2.

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I INTEGRANTES DE LA CASA La casa, como ya se indicó, es la primera comunidad política 5 – temporalmente hablando– y ella, al ser una cierta comunidad, “está constituida con miras a algún bien”6, el cual es subsistir día-a-día.7 La formación de la casa está dirigida por los instintos que sus habitantes, no es formada por una decisión racional, sino que es emplazada por un empuje inherente a los humanos en tanto que animales, y particularmente animales sociales; así “en primer lugar, es necesario que se emparejen los que no pueden existir uno sin el otro”: dos son las parejas que se necesitan mutuamente para estar viviendo: el macho y la hembra de la misma especie; y el amo por naturaleza con el súbdito por naturaleza. La primera de estas parejas se une con vistas a la generación, ya que por naturaleza los opuestos genéricos de cada especie se atraen a fin de cumplir con la natural “tendencia a dejar tras de sí otro ser semejante a uno mismo”; la segunda pareja se une con vistas a la seguridad, en efecto, el que es capaz de prever con la mente es un jefe por naturaleza y un señor natural, y el que puede con su cuerpo realizar estas cosas es súbdito y esclavo por naturaleza; por eso al señor y al esclavo interesan lo mismo8. (…) [En efecto], todos cuantos su trabajo es el uso del cuerpo, y esto es lo mejor de ellos, son esclavos por naturaleza, para los cuales es mejor estar sometidos; [de tal suerte el esclavo por naturaleza y de tal suerte también los animales domésticos] porque así consiguen su seguridad9.

De este par de parejas se extrae una conclusión de capital importancia para la organización doméstica: la mujer libre, esposa del hombre libre, no tiene la misma categoría que el esclavo, de hecho “el esclavo es una posesión animada” y la esposa es libre, aunque sin la capacidad de mando que el hombre. Además, esta división es establecida por la naturaleza, en tanto que la mujer tiene como fin la subsistencia de la especie, y el esclavo el de obedecer. Es de gran importancia esta distinción puesto que en ella radica una de las grandes diferencias entre bárbaros y helenos:

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“La comunidad, según Aristóteles, es una asociación de dos o más individuos que tienen intereses comunes y que participan de una acción común”. Véase nota 186 a EN ed. Gredos, 2007. 6 Pol. I, 1, 1252a. 7 Pol. I, 2, 1252b. 8 Pol. I, 1, 1252a 9 Pol. I, 5, 1254b.

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Universidad Nacional Andrés Bello. Ignacio Scheid. Julio, 2014. Santiago, Chile. entre los bárbaros, la hembra y el esclavo tienen la misma posición y la causa de ello es que no tienen el elemento gobernante por naturaleza, sino que su comunidad resulta de esclavo y esclava. (…) Bárbaro y esclavo son lo mismo por naturaleza10.

Al ser esto así, y al no tener los bárbaros capacidad para un dominio político (pues este se ejerce sólo sobre humanos libres), los helenos están llamados a gobernar despóticamente sobre los bárbaros in-civil-izados por naturaleza. Cita aquí A. el verso 1400 de Ifigenia en Áulide de Eurípides: Es natural que los griegos dominen a los bárbaros, y no que los bárbaros manden a los griegos, madre. Pues ésa gente es esclava, y los otros son libres11.

Así, entonces, A. reconoce cuatro tipos distintos de habitantes en una casa: el hombre, que ejerce como esposo, padre y amo; la mujer, que ejerce como esposa y madre; los hijos; los esclavos (o, en su defecto, los animales de carga, como el buey12). De estos cuatro tipos se realizan “las partes primeras y mínimas de la casa” que son: el amo y el esclavo, que forman la relación heril; el marido y la esposa, que forman la relación conyugal; los padres y los hijos, que forman la relación procreadora. Las cuales dan lugar a la existencia de la “casa perfecta”, que es aquella que integra esclavos y libres13.

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Pol. I, 2, 1252b La cita de A. corresponde a la primera línea de esta estrofa (traduc. de J. L. Calvo, C. G. Gual, L. A. de Cuenca; Gredos). Se relaciona esta cita, espejo del pensamiento general griego, con el verso 276 de Helena, también de Eurípides: “Fui expulsada de mi patria por los dioses y enviada a estas gentes bárbaras. Donde, privada de los seres queridos, soy esclava yo, que procedo de hombres libres: pues todos los bárbaros son esclavos, a excepción de uno”. 11

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“Pues el buey hace las veces de criado para los pobres”, dice A. luego de citar el verso 405 de Los trabajos y los días de Hesíodo: “En primer lugar procúrate casa, mujer y buey de labor” (Traduc. de A. Pérez Jiménez, ed. Gredos, 2006). 13 Pol. I, 3, 1253b.

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II RELACIONES DE PODER En estas tres relaciones constituyentes de la casa existe, en cada una, la relación dominante-dominado, en efecto, en todo lo que consta de varios elementos y llega a ser una unidad común, ya de elementos continuos o separados, aparecen siempre el dominante y el dominado, y eso ocurre en los seres animados en cuanto pertenecen al conjunto de la naturaleza14. Procedamos a ver ahora, los modos de gobierno dentro de la casa, los cuales se verán reflejados en los modos de gobernar la ciudad. Lo principal a saber al momento de estudiar la gobernación es que “los modos de gobernar seres distintos deben ser distintos”15 y, como

vimos arriba, la casa se compone de libres (por naturaleza) y esclavos (por naturaleza). Libres son el padre, la madre y los hijos. Correspondiente a esto habrán, para comenzar, dos formas distintas de aplicar el poder: una es políticamente; y la otra es despóticamente. Sobre el esclavo el padre ejerce un dominio despótico, ya que es amo de alguien no libre. Con respecto a los miembros de la familia16, el padre ejerce diferentes formas de gobierno: para con su mujer, que es considerada otro ciudadano, ejerce un gobierno aristocrático, “pues el marido manda de acuerdo con su dignidad, en lo que debe mandar, y asigna a su mujer lo que se ajusta a ella”17, y ambos, a su vez, ejercen un gobierno del mismo tipo para con los hijos. El padre ejerce un gobierno monárquico sobre sus hijos, “puesto que el padre cuida de sus hijos”18 y el rey ejerce el poder con vistas al bienestar de sus súbditos ––a diferencia del tirano, que lo hace con vistas a su propio bien––; del mismo tipo es el gobierno doméstico del padre: “el gobierno doméstico es una monarquía, ya que toda la casa es gobernada por uno solo”19 y “cuando un hombre ejerce solo el poder es rey”20.

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Pol. I, 5 1254a. EN VIII, 10 1160b 31.

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“Pues también hay que gobernar a la mujer y a los hijos”. EN. VIII, 10 1160b 32 y ss. 18 EN. VIII, 10 1160b 24. 19 Pol. I, 7 1255b. 20 Pol. I, 1 1252a. 17

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III REGÍMES POLÍTICOS EN LA PARTE Y EN EL TODO Como acabamos de ver, las relaciones de poder entre los integrantes de la casa perfecta y las formas de gobernar la ciudad resultan ser análogas, o, incluso, las mismas; de tal manera que tanto en la ciudad como en la casa se dan los gobiernos aristocráticos y monárquicos; incluso es posible que se den los gobiernos corruptos. Los regímenes buenos que se dan en el hogar son la monarquía, que en cuanto a las relaciones domésticas corresponde a la relación del padre con los hijos; y la aristocracia, que corresponde a la relación del esposo y con esposa y de los padres con los hijos. Estas relaciones de poder entre los miembros de la casa pueden degenerar, así, la monarquía degenera en tiranía si el padre trata a sus hijos como esclavos, como ocurre en Persia (según A.)21; y la aristocracia degenerar en oligarquía “si el marido es señor de todas las cosas (…), porque actúa contra el mérito y no en tanto en cuanto es superior”22; de igual modo el gobierno de un afortunado heredero es un oligarquía, pues la “autoridad no está fundada en la excelencia, [como ocurre en la aristocracia], sino en la riqueza y en el poder”. Con respecto a los regímenes menos buenos: la timocracia y la democracia, el primero corresponde al gobierno de los hermanos, “ya que los hermanos son iguales, excepto en cuanto a que se diferencian por la edad”, y, al ser esta diferencia muy grande, “su amistad ya no es fraternal”; y el segundo, el menos malo de los regímenes malos, que vendría siendo la degradación de la timocracia, “se encuentra, principalmente, en las casas donde no hay amo, pues en ellas todos son iguales, y en aquellas en que el que manda es débil y cada uno tiene la posibilidad de hacer lo que le place”23.

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EN VIII, 10 1160b 26 y ss. EN VIII, 10 1161a 1 y ss. 23 Cf. Platón, Rep. VIII 557b y ss.; VIII 562b y ss.; IX 572b y ss. 22

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IV EL MANDO DEL PADRE Y LAS LEYES DE LA CIUDAD “Así como en las ciudades tienen fuerza las leyes y las costumbres, así también en la casa prevalecen las palabras y las costumbres del padre”24; esta es una de las cosas que nos dice A. respecto de la educación y formación de los ciudadanos en la casa. No obstante, “las órdenes del padre no tienen fuerza ni obligatoriedad”, ni siquiera las órdenes de un padre u hombre en general con gran autoridad, “a menos que sea un rey o alguien semejante”. Por tanto, las palabras del padre y las costumbres de los antepasados no bastan para formar humanos nobles, ni siquiera buenos ciudadanos. Para esto son necesarias las leyes, pues “la ley tiene fuerza obligatoria”. Entonces, según lo dicho, y considerando que los ciudadanos han de ser educados según lo requiera el régimen, tanto para la prevalencia del régimen como para la buena vida de los ciudadanos mismos (ambos, objetivos de la política), el legislador ha de aplicarse a la producción de buenas leyes que obliguen a los hombres a ser buenos ciudadanos, al no bastar para ello las órdenes y costumbres de los padres. En efecto, en vista de la disposición común de las gentes, A. propone como tarea de la política la producción de buenas leyes a fin de organizar la ciudad hacia la vida buena: la mayor parte de los hombres obedecen más a la necesidad que a la razón, y a los castigos más que a la bondad. En vista de esto, (…) los legisladores deben fomentar y exhortar a la práctica de la virtud por causa del bien, esperando que los que están bien dispuestos en sus buenos hábitos seguirán sus consejos, [e] (…) imponer castigos y correcciones a los desobedientes y de inferior naturaleza25.

BIBLOGRAFÍA ARISTÓTELES, Ética a Nicómaco. Ed. Gredos, 2007. ––, Política. Ed. Gredos, 2008. Godoy, Ó (2012), La Democracia en Aristóteles. Los Orígenes del Régimen Republicano. Ed. Universidad Católica de Chile: Chile.

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EN X, 9 1180b 4 y ss. EN X, 9 1180a 8 y ss.

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