La carne como pertenencia entre tehuelches y onas.doc

May 20, 2017 | Autor: David Williams | Categoría: Etnologia, Mitologia, Antropología, LINGUISICA
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Descripción

La carne como "pertenencia" entre los tehuelches y los onas

Por David Williams

Publicado por primera vez en Tela de Rayón, diario Jornada, Trelew,
Chubut, 25 de noviembre de 2011.


En un artículo anterior (Tela de Rayón, 21 de noviembre de 2008) hemos
demostrado que el nombre del héroe tehuelche Elal corresponde a una antigua
palabra protoken –nuestra hipotética lengua precursora de las lenguas
tehuelches y onas- palabra conservada en shelknam como yilal = mi hijo
(Lothrop, 1910: 368), que, decíamos en el artículo, idealmente sería lal=
hijo. Es decir, creemos haber demostrado que Elal significa "hijo", en su
origen "(mi) hijo", y ello se debe a que, como adelantábamos en el
artículo, Elal era "el hijo de Dios", como lo eran su alter egos Gualicho,
Youlel, Yaulal, ikalum, iéklon… etc., todos nombres alternativos del propio
Gualicho, que en su origen no era el Maligno, como sí lo fue en los últimos
cientos de años, sino un único Alto Dios responsable de todo lo bueno y de
todo lo malo que sucedía en el mundo. Sobran las pruebas mitológico-
lingüísticas que lo demuestran, como podrá leerse en nuestro libro en
preparación.
En el mismo trabajo señalábamos la semejanza fonética entre una de las
formas del gualicho entre los mapuches argentinos, chel, y la palabra yal=
hijo en la misma lengua (De Augusta, 1916: 185; 1991: 282)(De Moesbach,
1984: 265). Además, la palabra yallel significa "la generación, la
descendencia" en dicha lengua, y, agregamos hoy, elel significa "criatura"
en mapudzungun (De Augusta, 1916: 91). Señalamos la semejanza tanto de
significantes como de significado, y aunque no creemos que se trate de
casualidades, seguimos sin considerarnos en condiciones aún de darle el
adecuado valor a la similitud entre estos términos y la palabra ylal= hijo
del shelknam, y al nombre del héroe-dios tehuelche, Elal.
Volviendo al nombre de dicho héroe-dios, agreguemos que con la palabra
"idealmente" nos referíamos a que, en numerosas lenguas de las llamadas
primitivas, muchos conceptos no pueden ser expresados sin el pronombre
posesivo, es decir, sin asociarse a una palabra que indique a quién
pertenece lo nombrado. Citábamos a Lothrop "Como en el idioma ona no pueden
usarse las voces que al representar un ser no tengan con él relación
íntima, es imposible poder decir abstractamente: padre, madre, hijos y
hermanos. En consecuencia, el ona dirá: mi padre, su esposa, etc., etc.".
Confirmando lo dicho, Beauvoir (2005: 78) nos deja Lal/Yklal= hijo –en
realidad, "hijo/ mi hijo"- para su vocabulario ona. Extendíamos esta
observación a los idiomas tehuelches: en aóniken áish "padre" es yanko,
"madre" es yanna/yama, "hijo" es yikalum, "hija" es ykalomon; literalmente,
significando "mi padre", "mi madre", "mi hijo", "mi hija".
Citábamos también a Casamiquela (1987: 20), que apuntaba que en varias
lenguas aborígenes de América del Norte las palabras relacionadas con
partes del cuerpo no existen sin el pronombre posesivo, y agregaba:
"Casualmente, éste es el caso entre los tehuelches". Extendíamos lo dicho a
los sustantivos que indican algún parentesco, y agregábamos que lo mismo se
observa en gününa a iájich, en que la única diferencia es que el pronombre
posesivo -indivisible de las palabras significando relación de parentesco-
va como sufijo, en lugar de como prefijo, como es en cambio el caso en el
aóniken áish y el shelknam chan u ona. Centrooriental.
Explicábamos que este uso obligado de la preposición que indique a quién
pertenece la parte del cuerpo que se nombra es característica no sólo de
las lenguas tehuelches y onas, sino según el etnólogo Lévy-Bruhl (1986: 57-
69, 95 y 126-129), de "centenares, e incluso quizá también millares" de
lenguas de las llamadas primitivas en diversas partes del mundo. Este autor
sostiene que lo más usual es que la regla se aplique a partes del cuerpo o
a términos de parentesco, pero también puede extenderse a efectos
personales, secreciones y excreciones, funciones espirituales, partes de
una cosa, relaciones de situación en tiempo y espacio, nombres, la propia
sombra o reflejo, el eco, etc. Decíamos: "Se desprende de la observación
que los objetos o personas nombrados con estas palabras son pertenencias
del individuo, no en el sentido nuestro, sino verdaderas partes del ser,
indivisibles de él. Son él mismo".
Ello permite explicar algo que varios observadores notaron, y es que los
tehuelches quemaban todos sus recortes de uñas o mechones de cabellos, para
evitar que alguien los embrujara. El mismo Lévy-Bruhl (op. cit.: 95- 132 y
217-221) dedica un par de capítulos al tema, diciendo en resumen que los
pelos, uñas, orina, excrementos, esperma, sudor, restos de alimentos,
vestidos, armas y otros elementos personales, rastros del cuerpo, etc. son
partes de la persona, y que si un enemigo obtiene alguno de estos objetos,
puede embrujar a sus dueños, hacerles vudú, etc.
Hallamos así una explicación adicional a la costumbre de quemar o enterrar
con el cuerpo del muerto todos sus instrumentos personales, sacrificar su
caballo, su perro, etc., comportamiento común no sólo a los tehuelches sino
a muchos pueblos primitivos, explicables así no sólo por el deseo de que el
fallecido pueda usarlos durante su viaje al Más Allá, sino también porque
todos ellos forman parte de su ser, y deben desaparecer con él, hecho
también explicado por Lévy- Bruhl. Además se comprende mejor el horror de
los tehuelches al ver a los exploradores y científicos retirar elementos y
huesos de las tumbas, pues, como dice Lévy –Bruhl (p. 214), "...la posesión
de huesos y, en particular, de cráneos, puede reportar grandes beneficios,
porque permite disponer de la fuerza mítica del muerto". Aún nosotros nos
horrorizamos cuando se profana una tumba.
Esto nos permite también comprender el horror de los nativos cuando el
conde Henry de la Vaulx llegaba a su campamento, precedido por su fama de
desenterrar a los muertos, urgido por su sed de huesos de aborígenes, que
lo llevó a efectuar actos realmente macabros (Viaje a la Patagonia-1896, en
traducción de Coronato, 2008: 26); y entender por qué Moreno debió exhumar
a escondidas varios cuerpos de aborígenes del cementerio de Rawson. Entre
ellos estaban los restos de Sam Slick, el famoso hijo de Casimiro,
asesinado hacia 1876, y los del cacique Sapo y de su señora, en donde en
1868 habían sido inhumados con los ritos tehuelches (ver Moreno, s.f.: 28 y
29 y 1997: 105-107, López de Monedero- Mejido-Western-Fernández Piccolo,
s.f.: 22, y nuestro libro Entretelones y Tolderías, 2007: 97-98 y 2010: 103-
105). Una vez más, la confianza de los tehuelches para con los galeses
queda manifiesta en el entierro de uno de los suyos –una persona
importante, además- a la vista de los colonos, pues hay testimonios de que
en otras ocasiones se escondían para enterrar a sus muertos, para guardar
la intimidad y evitar los saqueos por parte de los blancos. Los nativos no
contaban con la voracidad de Moreno por los cráneos de indios, y es de
imaginar el horror que habrán sentido más tarde, al ver las tumbas
saqueadas. Sería interesante identificar y rescatar los restos de estas
tres personas, como se hizo con los del cacique Inacayal, trasladado a
Tecka desde el Museo de Ciencias Naturales de la Plata, en donde murió, y
cuyo esqueleto estaba exhibido en la vidriera Nº 72 y clasificado bajo el
Nº 1834, mientras que el de su mujer Genneken[1] llevaba el Nº 1835 (Guía
para visitar el Museo de la Plata, de Luis M. Torres, 1927: 256). En Tecka
se le construyó un mausoleo. Y aunque concordamos con Ernesto Maggiori (en
Tecka, una aproximación histórica, 2010: 246) en que lo importante es el
logro del traslado de los restos y la actitud reparatoria, coincidimos con
él tambièn cuando dice: "Desconozco hasta ahora los antecedentes en que
pudieron basarse para decidir que 'su' lugar de origen era Tecka"…
agregamos nosotros, como no sea la anécdota de Moreno que lo halló allí a
fines de 1879, aunque él mismo aclara "… Inacayal y Foyel, que vivían
generalmente más al norte, habían acampado temporariamente en Tecka para
mayor facilidad en sus cacerías de guanacos, avestruces en las mesetas y
ganado vacuno salvaje en los bosques del Oeste" (Moreno, Eduardo, en
Reminiscencias de Francisco P. Moreno, 1979: 136), o como no sea una
eventual confusión de Tecka con Tequel Malal, cerca del origen del río
Limay en el lago Nahuel Huapi, este sitio sí más afín a los lares de ambos
caciques mencionados por Moreno.
Creemos también que sería justicia que los cuerpos de Sam Slick (Nº 1837 en
la Guía mencionada), y los del cacique Sapo y su esposa (no hemos hallado
datos sobre su destino, aunque el senador Gerardo Morales en el Expediente
Nº 3299-S-05 solicitaba datos sobre el paradero de sus restos y los de sus
esposa) fueran reintegrados al cementerio de Rawson, si no al original, que
ya no existe, cuando menos al actual. Constituiría un homenaje a la memoria
de los fallecidos y a la confianza depositada en los colonos de Trerawson,
pero violada por Moreno; y una satisfacción para las castigadas etnias
tehuelches.
Volvamos al uso obligado de los pronombres personales al utilizar ciertas
palabras. A ello se refiere también D'Orbigny (1944: 275) cuando anota con
respecto al idioma de los puelches –nuestros günühna a kënë: "Se nota una
anomalía en el nombre de las partes del cuerpo, que comienzan todas por una
"y", como Yacaleré, mejillas; Yatitco, ojos; Yaxyexké, oreja; pero creemos
que se debe atribuir esa particularidad a la contracción del pronombre
posesivo, que interviene en la composición de esos nombres". Una
observación interesante para la época, pero con una salvedad: ya es "mi,
mío, yo" en aóniken áish, en téushen, en shelknam y en mánekekn, pero no en
gününa a iájich, lengua en la que "mi, mío, yo" se dice kua, kōa, kia. Sin
embargo, es cierto que muchas de las palabras gününa que nominan partes del
cuerpo comienzan con el prefijo ia o ya, pero lo mismo se observa en muchos
términos que no son "posesiones" del individuo. Sin embargo, aunque nos
explayaremos sobre el tema en nuestro libro en preparación, digamos que es
probable que cuando menos algunas de las ubicuas "y" o "ya" con que
comienzan muchos vocablos del gënëna a iájich se explican como resabios
arcaicos de este pronombre posesivo. La adquisición de pronombres posesivos
sufijados pudo deberse a la influencia del mapudzungun, idioma que ya por
la época de D'Orbigny adquiría prestigio entre los günühna a këne. En fin,
lo que importa es que el científico francés conocía el fenómeno que estamos
describiendo, aunque se tal vez se haya equivocado en los ejemplos.
Un caso especial lo constituye la carne, palabra que en günühna a iájich es
p'echwa –que por extensión designa al guanaco- en aóniken áish yeperr, y en
shelknam y mánekenk yperr/yeper. En téushen el sinónimo más conocido es chu
(D'Orbigny, 1928) o cho (Ameghino), pero existe otro que sería seypra o
zeypra según Fitz Roy –probablemente, yepra o yeperr, pues la "z" suena
sibilante –se africa- en inglés (todos los ejemplos se toman de Lehmann-
Nitsche, 1914: 249). Es decir, sería la misma palabra que en aóniken áish:
yeperr.
Creemos ser los primeros en señalar que la primera parte de la palabra
günühna, p'ech, es cognada con la segunda parte en los otros dos idiomas:
perr. Como hemos dicho en otros escritos, en todos estos idiomas la "rr"
debe ser pronunciada en forma africada, como nuestra "rr" riojana, casi
"sh". El nombre de la carne se asoció en los tres idiomas al pronombre
posesivo "mi". La regla se cumple tanto para la "carne" como parte del
cuerpo –flesh en inglés- como para la "carne" como alimento –meat en
inglés. Como ocurre con las partes del cuerpo y con los alimentos en otras
culturas primitivas del mundo, también se consideran parte integrante del
individuo que las ingiere (Lévy-Bruhl, 1986: 128).
Dijimos que en gününa a iájich el pronombre posesivo "mi", es decir,
kia/kŏa/kua se pospone, y la palabra ha de haber sido algo así como
perrkua, perrkŏa = carne (mi carne). Luego la "rr" africada se habrá hecho
"ch" por la influencia de la dura "k" que la seguía, perdiéndose ésta-más
bien podemos decir que la "rr" y la "k" se integraron en una "ch"- quedando
así la palabra como pechwa y variantes. En los otros cuatro idiomas el
pronombre ya del aónikenk y yi/yak del shelknam y mánekekn se aglutinaron
en las palabras yéperr y yíperr= carne (mi carne).
Por otra parte, el término ona fue probablemente tomado en préstamo por los
alakalufes como jepper= carne, (Seitz, 1882 en Lehmann-Nitsche, 1921: 59),
yipre = carne (Cañas Pinochet, 1908, en LN. 1921: 64), y tal vez también
por los yámanas –mal llamados yaghanes- entre quienes "hígado" se decía
yepa/hïpa (Bridges, 1933: 260).
Queda así demostrado que los términos tehuelches y onas para "carne" son
cognados entre sí. Esta demostración forma parte de un extenso capítulo de
nuestro libro, en el que creemos poder probar el origen común de dichas
lenguas, derivadas de una común que desde el XII Congreso de la SAL (op.
cit.) hemos llamado protoken, aunque en trabajos previos la denominábamos
protochal. Por otro lado, la palabra *pëch en protogënëna a iájich, cognada
seguramente con la palabra *perr en protoaóniken áish, y ambos significando
el concepto "carne" sin pronombres posesivos, son vocablos posiblemente
cognados con un nombre muy antiguo del Sol en protoken: *Pësh/Pëch (ver
nuestro trabajo Importancia de la toponimia en la ubicación de ciertos
sitios de interés mitológico entre los tehuelches meridionales, VII
Congreso de Historia Social y Política de la Patagonia Argentino-Chilena,
17 al 20 de octubre de 2007) , por mecanismos de extensión semántica que
asocian analógicamente los significados de "luz, sol", con aquellos de
"cría, cachorro, criatura, hijo, brote, etc.", e incluso "agua, fuente de
agua o de luz, río, lago, etc.". De donde tanto *pëch como *perr han de
haber significado originalmente "cachorro, crìa", y luego sufrieron una
expansión semántica para nominar al animal adulto y finalmente a su carne,
un mecanismo muy común en las lenguas ken- cf. nau/nauk= guanaco en aóniken
aísh, cognado con decenas de palabras que signifcan "huevo, crìa, hijo,
mujer, teta, leche" y decenas de términos de parentesco en todas las
lenguas ken, como hemos mostrado en el trabajo presentado en el XII
Congreso de la SAL… lo propio sucede con el mencionado vocablo chu= carne
en téushen, posiblemente cognado con los vocablos *chë/*shë en protoken,
que significaba "luz, agua", y cualquier fuente de luz o agua, o cualquier
cosa que mana o brota, incluso hongos o pájaros (ver nuestros artículos en
diversas ediciones de El Regional de 2010 y 2011 dedicados a los topónimos
Cholila/Chulilao y Chubut). Además se observa este mecanismo en la palabra
eluwn y variantes= avestruz en aóniken áish, cognada con ykalum= hijo y con
hel= huevo en igual idioma, y con el nombre de ciertos alter egos del
Gualicho ya mencionados, los iéklon. Nos extenderemos sobre el tema en
nuestro libro en preparación pero adelantamos que lo propio ocurre en las
lenguas indoeuropeas, como mostráramos en el mencionado XII Congreso y en
un artículo aún inédito enviado el año pasado a la revista Huellas del
ILLPAT, actualmente en edición.
Nada más, lector, por hoy. Hasta la próxima y gracias.




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[1]Genneken: era aparentemente el nombre de la esposa de Inakayal. Pero
resulta que en aóniken áish hueneken= muchacha, muchacho (Moreno, 1997:
409), y que en téushen, nakon = mujer (Elizalde), nacuna= mujer
(D'Orbigny). Además resulta que leemos en Thomas Falkner (1974 [1774]: 54):
"…el gran cacique Cangapol, que vivía en Huechin, sobre las márgenes del
Río Negro. He tratado de dibujar su retrato por lo que me acuerdo de él. Su
persona y su traje están representados en el mapa, como también los de su
mujer Huecne". Entonces nos preguntamos: ¿Genneken era el nombre de la
señora, y entonces pudo ser nieta de la mujer de Cangapol, o se trata
simplemente una palabra que significaba "mujer" en los idiomas
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