La cabaña indiana de Bernardin de Saint-Pierre: un best-seller de temática india para una España en crisis

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LA

CABAÑA INDIANA DE BERNARDIN DE SAINT-PIERRE: UN BEST-SELLER DE 1 TEMÁTICA INDIA PARA UNA ESPAÑA EN CRISIS

Gabriel Sánchez Espinosa Queen’s University Belfast La narrativa de Bernardin de Saint-Pierre tuvo una temprana, intensa y variada recepción en España durante el reinado de Carlos IV (1788-1808). Un episodio de Paul et Virginie (1788), parece que inspiró el cuadro de gabinete Naufragio, pintado por su gusto por Francisco de Goya en Cádiz en 1793, durante la convalecencia de su grave enfermedad2. Gaspar Melchor de Jovellanos, desterrado en Gijón, donde el 7 de enero de 1794 se inauguró el primer curso académico del Instituto Asturiano de Náutica y Mineralogía, por él promovido, menciona en su diario la lectura de Paul et Virginie durante la lluviosa segunda semana de abril de 1794 y sus esfuerzos por traducirla, añadiendo “pudiera, a salir bien, imprimirse en beneficio del Instituto”3. Se ignora si Jovellanos completó dicha traducción, de la que no se ha encontrado otro rastro. Su amigo el poeta y magistrado Juan Meléndez Valdés, durante su destierro de la Corte en las poblaciones de Medina del Campo y Zamora a partir de finales de 1798, adquirió tres ejemplares de Paul et Virginie, a doce reales cada uno, posiblemente para regalar a su nuevo círculo de amistades algo más provincianas4. La primera versión española de Pablo y Virginia, debida al eclesiástico José Miguel Alea, que tenía anunciada su salida a comienzos de 1796, se vio detenida por un inoportuno proceso tras la denuncia de un traductor rival al Consejo de Castilla, que ordenó se comparasen las versiones. Tras concedérsele privilegio exclusivo para publicarla y reimprimirla en 1 de julio de 1798, se publicó en la segunda mitad de ese

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. Este trabajo es la versión castellana de mi artículo “The Spanish translation of Bernardin de SaintPierre's La Chaumière indienne: its fortunes and significance in a country divided by ideology, politics and war”, aparecido por vez primera en S. Davies, D. S. Roberts y G. Sánchez Espinosa (eds.), India and Europe in the Global Eighteenth Century (Oxford, Oxford University Studies in the Enlightenment, 2014), p. 175-198. 2 . Vid. M. Águeda, “Goya y Bernardin de Saint-Pierre”, Cuadernos de Arte e Iconografía IV.8 (1991), 167-174. Sus dimensiones son 50 x 32 cm. Se conserva en la colección Marqués de Oquendo de Madrid, GW 328. 3 . En Diario 1, tomo VI de las Obras completas of Jovellanos (Oviedo, 1994), editado por J.-M. Caso González. Las menciones a su lectura y traducción, correspondientes a la semana 6-13 de abril de 1794, en 568-571. Su edición de Paul et Virginie era la incluida en los Études de la nature (Paris, P.-F. Didot le jeune, 1790, 12º). 4 . Así se refiere en las cuentas de su administrador Bernardo González para el periodo junio de 1799diciembre de 1803. Vid. G. Demerson, Don Juan Meléndez Valdés y su tiempo (Madrid, Taurus, 1791, vol. I), p. 394.

año en las prensas de Pantaleón Aznar en una edición en dozavo con preciosa portada de sabor prerromántico5. La versión española de La chaumière indienne (1791), apareció en 1803 en Salamanca, en la imprenta de Francisco de Tójar, bajo el título El inglés en la India, ó la cabaña indiana6. El granadino Francisco de Tójar, antiguo sargento de caballería devenido impresor y librero, con negocios abiertos en la calle de la Rúa estuvo ligado al círculo literario de su cuñado el poeta José Iglesias de la Casa y del periódico Semanario de Salamanca, que dirigió durante un año a mediados de los años noventa, destacando por sus cuidadas ediciones de pequeño formato de novelas de carácter exótico, en su mayoría cortas, todas ellas traducidas a partir del francés, entre las que cabe citar la Colección de cuentos morales de Saint-Lambert (1796), la Colección de historias, apólogos, y cuentos orientales (1804) y el Zadig ó el destino (1804), del que no se indica la autoria de Voltaire7. El autor de la traducción, camuflado en la portada tras las iniciales D. M. L. G., es don Mariano Lucas Garrido, secretario personal del poeta Meléndez Valdés, que reveló su autoría años después, durante el Trienio Constitucional, en una nota al texto de su traducción de la Eponina de J. Delisle de Sales del año 18218. Garrido, eclesiástico de ideas avanzadas como Alea, al que conocía por su trato con el círculo del poeta Quintana, editor de las Variedades de Ciencias, Literatura y Artes, escogería –como su mentor Meléndez Valdés– el partido 5

. B. de Saint-Pierre, Pablo y Virginia (Madrid, por Pantaleón Aznar, 1798, 12º, XXVI + 250 p.). Alea dedicó su traducción a Manuel Godoy, príncipe de la Paz, al que estaba agradecido por la concesión de una pensión para llevar a cabo estudios de ictiología en el extranjero (en 1797, Alea había publicado su traducción de la Vida del Conde de Buffon). En los años previos a la Guerra de la Independencia, Alea participó en la dirección del Instituto Pestalozziano y del Real Colegio de Sordomudos. Su versión de Pablo y Virginia se reeditó en numerosas ocasiones (Philadelphia, 1808 y 1810; Palma de Mallorca, 1814; Valencia, 1816, son las primeras de estas reediciones). Vid. J. Sarrailh, “Paul et Virginie en Espagne”, en Enquêtes romantiques (Paris, Société d’Éditions Les Belles Lettres, 1933), p. 3-39. 6 . B. de Saint-Pierre, El inglés en la India, ó la cabaña indiana. Traducida del francés por D. M. L. G. (Salamanca, Francisco de Tójar, 1803, 12º, 132 p.). 7 . Coleccion de cuentos morales que contiene El Zimeo, novela americana; Las fabulas orientales y el Abenaki los da a luz traducidos del frances D. Francisco de Toxar (Salamanca, en la imprenta del editor, 1796, 12º, 174 p.); Colección de historias, apólogos y cuentos orientales traducidos del frances por D. *** (Salamanca, por Francisco de Toxar, 1804, 8º, 252 p.); [Voltaire], Zadig ó El destino: historia oriental publicada en frances por Mr. De Vadé; y traducida al español por D. ***, Salamanca, por D. Francisco de Toxar, 1804, 8º, 283 p.). Para la labor impresora e editorial de F. de Tójar, vid. la introducción de J. Álvarez Barrientos a su edición de La filósofa por amor (Cádiz, Universidad de Cádiz, 1995). 8 . J. Delisle de Sales, Eponina. Traduccion libre del frances por don M.L.G. (Madrid, Imprenta de la calle de la Greda, 1821, 2 vols.): “El pensamiento de este capítulo sobre el encuentro del salvaje y su contestacion á las preguntas que le hace nuestro filósofo, está imitado de la obrita de la Cabaña indiana de Bernardino de san Pedro (…) La mencionada obrita es muy digna tambien de leerse, y suministra no pocas lecciones muy provechosas sobre el punto de felicidad que se ventila en la presente. Yo la publiqué traducida al castellano en el año 1803 en Salamanca con el título de = El Inglés en la India, ó la Cabaña Indiana, por D.M.L.G.” en n. 8, vol. II, p. 244-245.

de José I Bonaparte durante la Guerra de la Independencia y se exiliaría en Francia tras la batalla de Vitoria, en junio de 18139.

1. Portada de El inglés en la India, ó la cabaña indiana

El inglés en la India, ó la cabaña indiana, que anunció su aparición en la Gaceta de Madrid del 8 de julio de 1803, se vendía a 4 reales en rústica y a 6 encuadernado en pasta10. Su formato menudo, menudísimo, estaba pensado para ser llevado consigo en

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. Manuel Lucas Garrido, prebendado de Villafranca, oficial 2º del Ministerio de Asuntos Eclesiásticos bajo José I, se exilió como afrancesado en Auch, Toulouse y Montpellier. Durante el Trienio, fue catedrático de Derecho natural en los Estudios de San Isidro, 1821-22, secretario de la Junta de Libertad de Imprenta, 1822-23, catedrático interino de Moral y de Derecho natural en la Universidad Central. 10 . “El Ingles en la India, ó la Cabaña indiana: cuento traducido del frances por D.M.L.G.: un tomo en 12º, á 4 rs. á la rústica y 6 en pasta. Se hallarán en las librerias de Ramos, carrera de S. Gerónimo y calle de las Carretas; en Salamanca en la de Toxar, y en Valladolid en las de Santander y Miñon.”, en Gaceta de Madrid (viernes 8 de julio de 1803), p. 592. Posteriormente se anunció en las Variedades de

el bolsillo de la chaqueta o frac, o camuflado entre uno de los pliegues del vestido, y poder ser leído fuera de casa en todas partes: en el paseo, en el jardín, en el coche de caballos o mientras se espera en la antesala… Es un tipo de lectura intensa, pues los libros que se sacan a pasear son libros especialmente escogidos, libros que se sienten compañeros, que devienen amigos11. Tójar, quizá siguiendo el modelo de la primera edición francesa de La chaumière indienne, debida a Pierre-François Didot le jeune, maneja con gusto una composición con tipos delicados en que las palabras están característicamente espaciadas12. El título con el que se publica la obra, El inglés en la India, ó la cabaña indiana, no es el original, pues éste se ha desdoblado, ya por imitación de los títulos bimembres del teatro popular de la época, por aprovechar el tirón de la actualidad, en que todavía resuenan en el público el eco de la reciente victoria inglesa sobre Tipo Sahib13, o por querer subrayarse en esta primera salida el coprotagonismo de sus dos personajes principales. La primera reseña del cuento de Saint-Pierre apareció en enero de 1804 en el Memorial Literario ó Biblioteca Periódica de Ciencias y Artes, editado por entonces por Pedro María de Olive, publicación más afín al círculo literario neoclásico de Moratín, Estala y Melón, que al progresista y prerromántico de Quintana y Cienfuegos. Es una reseña ambigua, que combina la obligada referencia admirativa hacia el estilo suave y delicado de su autor con la crítica a sus teorías científicas, y el juicio positivo hacia la traducción castellana que “parece hecha con cuidado é inteligencia” con una inequívoca incomprensión hacia el sentido final de una obra que parece minusvalorarse:

Ciencias, Literatura y Artes 19 (1804), p. 63, y en el Diario de Madrid (lunes 25 de agosto de 1806), p. 234, en que se indica su venta en rústica a 5 reales. 11 . R. P. Sebold, “Novelitas de faltriquera”, ABC (viernes, 1 de septiembre de 2000), p. 58. Para las diferentes modalidades y hábitos de lectura en España, a finales del siglo XVIII, vid. G. Sánchez Espinosa, “Gaspar Melchor de Jovellanos: un paradigma de lectura ilustrada”, en El libro ilustrado: Jovellanos lector y educador, ed. por N. Glendinning y G. Sánchez Espinosa (Madrid, 1994), p. 33-59. 12 . La chaumière indienne par Jacques-Bernardin-Henri de Saint-Pierre (Paris, De la Imprimerie de Monsieur [el conde de Provenza, futuro Luis XVIII] chez P. Fr. Didot le jeune, 1791, 18º). Curiosamente, Saint-Pierre se casó el 27 de febrero de 1793 con Félicité Didot, hija de P.-F. Didot le jeune (1732-1795). Para sus ediciones de Paul et Virginie y La Chaumière Indienne (1791) en pequeño formato, vid. D. B. Updike, Printing Types. Their History, Forms, and Use (Cambridge, Mass., 1937) vol. I, p. 227. 13 . El interés despertado en el público se trasluce en la aparición de las Memorias de Typoo-Zaïb, Sultan del Masur ó Visicitudes de la India en el siglo XVIII... escritas por dicho Sultan; y traducidas al frances del idioma malabar; publicadas por... [Antoine Etienne Nicolas Fantin] Desodoards; y vertidas al castellano por... Bernardo Maria de Calzada... (Madrid, en la Imprenta Real, 1800, 2 vols., 8º). El 1 de enero de 1806 se estrenó en Madrid el melodrama heroico en tres actos Tipóo-Saib o la Toma de Seringapatam, con el tenor Manuel García en el papel de Tipoo.

Pero dirá alguno ¿de qué utilidad puede sernos en Europa este cuentecillo, y que grandes verdades se nos descubren á nosotros en él? porque si tira á mudar la suerte de los infelices Parias, y mostrar el error de los Bramas, allá se imprima, y publique en Benarés ó Calcuta14. Pero ya con anterioridad al anuncio de la Gaceta de Madrid, en una carta escrita en Granada el 1 de junio de 1803, el teólogo franciscano fray Gonzalo de Arenas denunciaba la obrita por favorecer «el impío sistema del deísmo» y, pocas semanas después, fray José de San Jerónimo, concretamente el 16 de julio, destacaba las «doctrinas mal sonantes y escandalosas y próximas a error» de la novela, en que se dan «a tragar las píldoras de la incredulidad y del libertinaje bajo el colorido de algunas respuestas del paria que saben a católicas, que, juntas con la novedad del entusiasmo, adornadas con la variedad de sus descripciones y pinturas, y exhornadas con lo dulce y patético de su estilo, van disponiendo el ánimo de los lectores de tal suerte que alucinado ya el entendimiento arrastre acaso la voluntad, como potencia ciega hasta el extremo de abrazar sus infelices principios»15. La novela denunciada pasó a la Inquisición de Madrid el 13 de septiembre de 1804, siendo examinada por los clérigos menores Juan de Montoya y Vicente Cea Gil, que contrariamente a la opinión de los frailes granadinos concluyeron que «aunque sea inútil esta novela (…) sólo la leerán con gusto los jóvenes de estos tiempos, no contiene proposiciones de censura teológica (…) Si se atiende a que ésta es una novela que refiere las costumbres de los países que los viajeros nos pintan en sus relaciones, parece que no obsta ni se opone a nuestra sana y verdadera doctrina porque, de su lectura, sólo resulta que en ella se da noticia de las costumbres, ritos y modos de vivir que tienen los diversos habitadores del globo de la tierra; y es claro que el decirnos lo que otros hacen, si no dicen más, no ofende a nuestra creencia». Su detallada argumentación fue refrendada el 3 de mayo de 1805 por el doctor Pascual Moreno y Canto, por todo lo cual la novela no se prohibe. Curiosamente, el 14

. Memorial Literario ó Biblioteca Periódica de Ciencias y Artes vol. V (enero de 1804), p. 16-21. Vid. I. Urzainqui, “Los redactores del Memorial literario (1784-1808)”, Estudios de Historia Social. Periodismo e Ilustración en España 52-53 (1990), p. 501-516. 15 . Vid. el expediente inquisitorial de la edición de 1803 en AHN Inquisición, leg. 4461 (8).

Santo Oficio prohibió poco después, mediante decreto inquisitorial del 20 de septiembre de 1806, una colección de sermones traducidos del francés por Mariano Lucas Garrido, impresa dos años antes por Francisco de Tójar16. La segunda edición de La cabaña indiana se imprimió en Valencia en plena Guerra de la Independencia, hacia mediados de 1811, pues su disponibilidad en Palma fue anunciada en el Diario de Mallorca el día 16 de julio17. La edición corrió a cargo de los libreros valencianos Mallén, Salvá y Compañía, cuyo negocio en la calle de San Vicente, junto a la iglesia de San Martín pasaba por ser uno de los mejores de España. A pesar de la indicación de que la traducción –que se atribuye a “D. M. L. G.”– se había corregido en esta edicion, es la misma de 1803 con mínimas modificaciones ortográficas y de puntuación, y alguna excepcional alteración poco relevante. Las novedades que presenta esta edición son el añadido de un nuevo cuento de B. de Saint-Pierre, “El café de Surate, traducido al castellano por Doña M. J. P.”, de la que sigue sin conocerse hoy su verdadera identidad, que acompañará a La cabaña indiana a partir de aquí en todas sus reediciones; la recuperación del título original de este cuento, sin el innecesario desdoblamiento de su primera aparición castellana, y la ilustración del volumen con una atractiva estampa en la contraportada, dibujada por el pintor Francisco Llácer y grabada por Francisco Jordán18. La ilustración muestra a la familia del paria como paradigma de amor familiar y doméstico Admiraba despues el Doctor la tranquilidad del Indio y su muger, que meciendo con el pie la cuna, en que dormia su hijo, negro y reluciente como el ébano, se entretenia en hacerle un collar con guisantes de Angola encarnados y blancos, mirando de quando en quando el Paria con ojos de interes y ternura ya á la una, ya á el otro. En suma, hasta el perro parecia tener su parte en la felicidad comun, y echado con un gato junto a la lumbre, abria de tiempo en tiempo los ojos, y miraba á sus amos, dando blandos ahullidos19, 16

. Se trata de la obra de E. S. Reybaz, Sermones de Mr. … precedidos de una carta sobre el arte de la predicacion; traducidos del Frances por D. Mariano Lucas Garrido (Salamanca, en la Oficina de D. Francisco Toxar, 1804, 2 vols.). Se prohibió igualmente la edición original impresa en París en 1801. 17 . B. de Saint-Pierre, La cabaña indiana y el café de Surate, Cuentos de Santiago Bernardino Henrique de Saint-Pierre (en Valencia, por José Ferrer de Orga y Comp., 1811, 16º, 141 p.). Se anuncia su venta en la librería de Carbonell, plaza de Cort en Diario de Mallorca (martes 16 de julio de 1811), p. 760. 18 . La estampa, 72 x 47 mm., grabada a la talla dulce, lleva la inscripción Franco Llazer lo invto y dibo Franco Jordan lo gro. Tanto Francisco Llácer y Valdemont (1781-1857), como Francisco Jordán (17781832),estudiaron en la valenciana Academia de San Carlos, en la que fueron discípulos y protegidos de Vicente López. 19 . En p. 54-55 de la primera edición de 1803.

en un marco que plantea el doble exotismo en su diferente grado de los protagonistas del cuento: un paria con ojos rasgados, de aire chino20, y un viajero inglés que se ha representado con toda probabilidad a imagen y semejanza de uno de esos ingleses contemporáneos adjuntos al cuerpo expedicionario británico de Lord Wellington en la Península: vestido con su gabán, sus pantalones y botas de montar, su sombrero de castor, y sentado sobre su bolsa de viaje sobre la que se apoyan sus dos pistolas. La mujer brahmina del paria, en su combinación de modestia y sexualidad, parece estar inspirada en las representaciones de María Magdalena en la pintura barroca española.

2. Portada de la edición valenciana de La cabaña indiana del año 1811

No obstante la caída de Valencia en manos de los franceses a comienzos de enero de 1812 y el traslado del emprendedor librero-editor Vicente Salvá a Palma de

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. Los únicos indios de los que he encontrado rastro en la España de finales del XVIII, son los dos elefanteros malabares que acompañaron al elefante asiático que llegó a Madrid a comienzos del otoño de 1773. Sus nombres cristianos eran José Espino y Francisco de la Cruz. Vid. G. Sánchez Espinosa, “Un episodio en la recepción cultural dieciochesca de lo exótico: la llegada del elefante a Madrid en 1773”, Goya 295-296 (2003), p. 269-286.

Mallorca21, que se mantuvo libre de ocupación extranjera durante toda la guerra, la tirada de la segunda edición de La cabaña indiana pudo venderse sin trabas en las capitales enfrentadas de la España afrancesada y la España patriota. Así, el Diario de Madrid, órgano oficial del estado de José I Bonaparte, la anunció a comienzos de diciembre de 1811 y a mediados de marzo de 181322. Por su parte, el periódico gaditano El Procurador General de la Nacion y del Rey, publicación antiliberal redactada en la tertulia del conde de Torre Muzquiz, incluyó el 2 de junio de 1813 a La cabaña indiana en una lista de libros y papeles de carácter supuestamente subversivo que corrían por las capitales patriotas de Cádiz y Mallorca, cuya lectura se califica de “sumamente perjudicial”23: 1º. El contrato social de Rousseau traducido al castellano, impreso en Valencia, y enmascarado con el título: Principios de derecho político. 2º. La Cabaña indiana, obra escrita en frances por Henrique de St. Pierre, traducida é impresa en Valencia. 3º. El Diccionario crítico-burlesco; impreso en Cádiz, y prohibido por casi todos los RR. obispos de la nacion Española. 4º. El Folleto, intitulado Pan y Toros. 5º. El Eusebio, y las cartas de Abelardo y Eloisa. 6º. El Periódico la Aurora. Sus editores y difusores que aspiran “de la Iglesia á la ruina”, de acuerdo con el soneto que les dedica este anónimo periodista servil, partidario de una concepción conspirativa de la historia (no puede evitar la rima galicistas-jansenistas) y el conflicto civil que se dirime en España, obtendrán por último “eterno fuego, padecer eterno”. Dicha denuncia debió estar conectada con la visita de librerías que sufrieron las de

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. Vicente Salvá Pérez (Valencia, 1786-París, 1849), había contraído matrimonio el 30 de agosto de 1809, con Josefa Mallén, hija del librero hispano-francés Diego Mallén, procedente del Dauphinois, fallecido en 1799, que era hijo de Juan Antonio Mallén, librero asentado en Valencia ya a mediados del siglo XVIII, corresponsal de los Cramer y de Grasset. Tras su enlace, Salvá se asoció en el comercio de libros con su cuñado Pedro Juan Mallén, bajo la razón comercial Mallén, Salvá y Compañía. La Guerra de la Independencia provocó su traslado a Mallorca y allí publicó en 1812 y 13 junto con Isidoro Antillón el periódico titulado la Aurora Mallorquina, que provocó su exilio tras la restauración de Fernando VII, viéndose obligado a emigrar a Francia e Italia hasta 1818. Fue elegido diputado a Cortes por Valencia en 1822. Tras la caída del régimen liberal en 1823 marcha a Londres, donde abrió la Spanish and Classical Library en el 124 de Regent Street. Permanecerá en Londres hasta 1831, en que abre nueva librería en París. Vid. Carola Reig Salvá, Vicente Salvá, un valenciano de prestigio internacional (Valencia, Institución Alfonso el Magnánimo, 1972). 22 . En Diario de Madrid (miércoles 4 de diciembre de 1811 y miércoles 10 de marzo de 1813), p. 635 y p. 279-280, respectivamente. En el primer caso se vendía en la librería de Pérez, en el segundo en la de Alejandro Rodríguez, ambas sitas en la calle de Carretas. 23 . El Procurador General de la Nacion y del Rey (miércoles 2 de junio de 1813), p. 2019-2020

Palma de Mallorca el 4 de mayo de dicho año 1813, de la que se queja públicamente el librero mallorquín Miguel Domingo en el Diario de Palma de 21 de noviembre24: …sin meterme á decidir sobre la legitimidad de aquel acto, que algunos [los liberales] creerán contrario al artículo 306 de la Constitucion (y que yo por disculpar á los señores alcaldes quiero atribuir á la fuerza de las circunstancias en que nos pusieron los fanáticos), debo decir que dichos señores solo encontraron en mi librería quatro exemplares de la Cabaña indiana que se llevaron á su casa, y que todavia no me han devuelto, á pesar de las justas reclamaciones que he hecho para conseguirlo. La Cabaña indiana se tradujo al castellano muchos años ántes de nuestra gloriosa insurreccion, y el tribunal del santo oficio nunca la prohibio, como asegura mal inspirado el padre Manzaneda. (…) El ser la obra original de Saint Pierre, no es suficiente causa para tenerla por prohibida, como se puede ver en el Pablo y Virginia del mismo autor, que anda en manos de todos. En fin para dar al padre Manzaneda y á sus partidarios una respuesta terminante sobre el asunto, anuncio nuevamente la mencionada obrita, digna del mayor aprecio entre las de su clase, la que se hallará en mi librería para el que guste comprarla al precio de 8 reales vellon, y suplico al señor alcalde D. Gaspar Coll que se sirva devolverme los quatro exemplares que me detiene injustamente. A finales de marzo de 1814, Fernando VII regresó a España tras su llevadero cautiverio en Valençay. El 16 de abril, en Valencia, sesenta y nueve diputados absolutistas le entregaron el denominado Manifiesto de los Persas, por el que se invitaba al rey a gobernar como rey absoluto, aboliendo la constitución de Cádiz de 1812 y su régimen monárquico constitucional. Fernando VII no se hizo de rogar y el 4 de mayo de 1814 anuló la constitución, proscribiendo seguidamente a los afrancesados, restableciendo el Santo Oficio, y volcándose en la represión de los patriotas liberales que le habían ganado la corona durante su ausencia25. Entre las 24

. Diario de Palma (21 de noviembre de 1813), p. 307-308. Se califica aquí al instigador de la visita de librerías, el padre Manzaneda, de predicador “á lo Isaias (…) sin sugecion á las instrucciones del prelado diocesano”. El artículo 306 de la Constitución de Cádiz de 1812 establecía que “No podrá ser allanada la casa de ningun español, sino en los casos que determine la ley para el buen orden y seguridad del Estado.” 25 . La estampa Disparate de Bestia de Francisco de Goya, realizada entre octubre de 1816 y enero de 1820, perteneciente a su serie de los Disparates, puede interpretarse en relación con el inestable contexto político surgido tras la restauración de Fernando VII. Cuatro orientales, turcos o moros, intentan atraer a un elefante indio sin colmillos –recuerdo de los que vio el artista en Madrid en 1773 o en el otoño-invierno de 1806-1807– fuera de una pista iluminada, mostrándole un gran libro abierto y unos arreos con campanillas. Los diputados persas serían los orientales de la estampa. El elefante, que representa al pueblo español, se estaría dejando embaucar por los partidarios del absolutismo. Vid. G. Sánchez Espinosa, “Un episodio en la recepción cultural dieciochesca de lo exótico: la llegada del elefante a Madrid en 1773”, Goya 295-296 (2003), p. 269-286.

medidas represivas adoptadas figuró la prohibición de la venta, posesión y lectura de numerosas publicaciones de la etapa liberal e incluso anterior. El 22 de julio de 1815 se publicó un edicto inquisitorial en que se señalan las obras contrarias a la religión y al estado que se mandan recoger, ya que entre los males que nos atrajo la invasion enemiga en 1808 (…) no ha sido el menor la libertad de pensar y escribir con tal desafuero que por el espacio de cinco años se vió nuestra piadosa y católica nacion inundada de folletos, periódicos, papeles volantes y escritos perversos que andaban en manos de todos con ruina de sus almas26. Se adjunta al edicto una lista de 150 obras, entre libros y folletos (sin olvidar publicaciones periódicas), Mandados recoger con conocimiento y aprobacion de S.M. Son 150 obras ordenadas alfabéticamente, entre las que se incluyen recientes hitos literarios como la comedia El sí de las niñas del afrancesado Leandro Fernández de Moratín, las Poesías patrióticas y la tragedia La viuda de Padilla de los liberales Manuel José Quintana y Francisco Martínez de la Rosa, y La cabaña indiana en su edición de Valencia, 1811. La lista finaliza con un ominoso “se continuará” 27. El olvido de la edición salmantina de 1803, textualmente idéntica a la valenciana de 1811, se podría explicar por la parcial diferencia de título, El inglés en la India, ó..., y por la urgencia en reprimir una literatura que, de acuerdo con la visión conspirativa de los pensadores absolutistas, buscaba traer un cambio de mentalidad como paso previo a imponer un cambio político y social irreversible: “Las costumbres de los españoles era necesario alterarlas, corromperlas, mudarlas para que la reforma multiplicase sus triunfos”28. Pero llama la atención que en sus frecuentes andanadas, 26

. Dicho edicto se recoge en F. Martín de Balmaseda, Decretos del Rey Don Fernando VII. Año segundo de su restitucion al trono de las Españas. Se refunden todas las reales resoluciones generales que se han expedido por los diferentes ministerios y consejos en todo el año de 1815 (Madrid, en la Imprenta Real, 1819, vol. II), p. 503-516. 27

. Leandro Fernández de Moratín (1760-1828), El sí de las niñas: comedia en tres actos, en prosa su autor Inarco Celenio p.a. (Madrid, Imprenta de Villalpando, 1805, 8º); Manuel José Quintana (17721857), Poesias patrióticas (Madrid, Imprenta Real, 1808, 8º); Francisco Martínez de la Rosa (17871862), La Viuda de Padilla: tragedia original en cinco actos por… va precedida de un bosquejo de las comunidades de Castilla (Madrid, [Imprenta que fue de García], 1814, 8º). Dicha lista de 150 obras se halla antecedida de una más breve de 17, bajo el epígrafe Prohibidos aun para los que tienen licencia [de lectura de libros prohibidos], que contiene aquellas especialmente odiadas por la monarquía absolutista y su aliada la iglesia, entre las que destaca el difundidísimo Diccionario crítico-burlesco… (Cádiz, Imprenta del Estado Mayor General, 1811, 8º), del satírico liberal Bartolomé José Gallardo (1776-1856). 28 . Fray Rafael de Vélez, Apología del Altar y del Trono ó Historia de las reformas hechas en España en tiempo de las llamadas Cortes, e impugnacion de algunas doctrinas publicadas en la Constitucion,

los apologistas del trono y el altar señalen siempre con particular inquina a La cabaña indiana entre el resto de los libros de faltriquera: El español juró la Constitucion, pero una Constitucion que proteja su Religion, la Iglesia, su fé, su disciplina general, sus institutos, sus costumbres y sus prácticas universales; pero no unas leyes que pretextando hacer esto, hagan todo lo contrario; no unas leyes que sirvan de pretexto para hacer la guerra á la Religion y autorizar los mayores escándalos; no unas leyes que como la del asilo nos traigan á la España al protestante, herege, judío y contrario á nuestra fé; que bajo la sombra de la libertad de imprenta haya sembrado la Nacion de las obras de Rousseau, de Montesquieu, de Filangieri, de Millot, y que corran impunes la carta supuesta de Tayllerand al Papa, las Ruinas de Palmira, el Citador, la Cabaña Indiana, el arte de amar de Ovidio; y sobre todo los dos tomitos en dozavo, en que por estampas se enseña á la juventud toda corrupcion29. La olvidada primera edición fue denunciada a comienzos de 1816 en Barcelona, dando comienzo un nuevo proceso de calificación y censura30 que finalizó con su prohibición inquisitorial por el decreto de 29 de mayo de 1819, en que se incluyó entre los libros Prohibidos in totum para los que no tienen licencia: Nº 25. El librito en 8º titulado El Ingles en la India, ó la Cabaña indiana, cuento traducido del frances por D. M. L. G., é impreso en Salamanca por D. Francisco de Tojar, año de 1803: por inductivo al deismo y materialismo31. Dicha prohibición se revelaría efímera, ya que el 1 de enero de 1820 tendría lugar el pronunciamiento de Rafael de Riego en Cabezas de San Juan que inauguró el Trienio Constitucional, una de cuyas primeras medidas fue la abolición del Santo Oficio, que esta vez tendría carácter definitivo. Recobrada la libertad, se sucedieron las ediciones de La cabaña indiana.

diarios, y otros escritos contra la Religion y el Estado (Madrid, imprenta de Cano, 1818), vol. I, p. 165. 29 . [Fray Rafael de Vélez], Apéndices á las Apologías del Altar y del Trono. Confrontacion de las citas que de la Apología del Trono hace el C. Vern… en sus Observaciones con la letra de aquella obra. Hacíala el autor de las Apologías (Madrid, Imprenta de don Miguel de Burgos, 1825), p. 22. 30 . En AHN Inquisición, leg. 4501 (12). 31 . Según la copia del decreto de 29 de mayo transcrita en el Diario de Madrid (sábado 5 de junio de 1819), p. 778-780.

En 1820 se imprimió dos veces en Valencia a cargo del librero-editor liberal Vicente Salvá. La primera de ellas fue una edición en dos volúmenes conteniendo los Votos de un solitario y su continuacion, El café de Surate y La cabaña indiana32. La versión de esta última, corregida y revisada por Salvá, es completamente diferente de la de 1803 y 1811, debida a Mariano Lucas Garrido (para El café de Surate se reprodujo la efectuada por Doña M. J. P., con mínimas correcciones ortográficas y de puntuación). Posteriormente, “con el objeto de contentar a los que quieren tener la Cabaña indiana y el Café de Surate en un solo volumen (…) se han publicado también ahora por separado”, prescidiendo de los Votos, en edición que reprodujo el texto y demás elementos de la anterior33. De 1820 es asimismo una edición que según portada se dice impresa en Madrid, pero que parece haberlo sido, en realidad, en Lyon, a cargo de la librería de Cormon y Blanc34. Con ésta dio comienzo una serie de ediciones impresas en Francia en castellano con destino tanto al mercado de las nuevas repúblicas hispanoamericanas, como al español peninsular35. En 1821 se publicó en Burdeos, en la imprenta de Pedro Beaume36. En 1822, vio la luz también en Burdeos otra nueva edición, no sabemos si en la misma oficina37. En 1822 la razón comercial Cormon & Blanc la imprimió en Lyon. Sabemos que su tirada fue de mil

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. B. de Saint-Pierre, Votos de un solitario y su continuacion, El café de Surate y La cabaña indiana (Valencia, [colofón: en la imprenta de Oliveres, ántes de Estevan], 1820, 2 vols., 12º). El café de Surate y La cabaña indiana se hallan en las p. 105-117 y 119-207 del vol. II, respectivamente. La estampa en la contraportada del vol. II es la misma de la edición valenciana de 1811, aunque se enmarca en un recuadro. La noticia sobre la revisión y corrección por V. Salvá de la traducción –que es realmente una traducción nueva– e impresión se encuentra en P. Salvá y Mallén, Catálogo de la biblioteca de Salvá (Valencia, Imprenta de Ferrer de Orga, 1872), vol. II, p. 179. 33 . B. de Saint-Pierre, La cabaña indiana y el café de Surate: Cuentos de Santiago Bernardino Henrique de Saint-Pierre (Valencia, [colofón: en la imprenta de Oliveres, ántes de Estevan], 1820, 12º, XXVI + 108 p.). Se anunció su venta en las librerías madrileñas de la viuda de Barco López y de Bailo, y en las principales del reino, en la Gaceta de Madrid (martes 30 de enero de 1821), p. 136. 34 . B. de Saint-Pierre, La cabaña indiana y el café de Surate. Cuentos de…(Madrid, [reverso portada: Se hallara en Lyon, Librería de Cormon y Blanc], 1820, 12º, 129 págs.). Las versiones de ambos textos corresponden a las efectuadas por Mariano Lucas Garrido y doña M. J. P., respectivamente, con mínimas modificaciones ortográficas y de puntuación. 35 . Para el estudio de estas obras, de contenido político y literario liberal y progresista, vid. A. Vauchelle-Haquet, Les ouvrages en langue espagnole publiés en France entre 1814 et 1833 (Aix-enProvence, Publications de l'Université de Provence, 1985). En 1826, en plena década ominosa en España, por impulso del gobierno español, la policía francesa hizo algunas requisas de títulos en español en las librerías parisinas de Rosa y Seguin, y en la de Jean Alzine en Perpignan, en las que se recogieron obras de J. A. Llorente, defensas de los afrancesados, obras anticlericales y traducciones de Voltaire, Rousseau, Constant, Destutt de Tracy, Comte…, así como novelas como el Foblas, Las amistades peligrosas, Julia o la Nueva Heloisa, Belisario, Los Incas, las Cartas persianas y La cabaña indiana. Vid. A. Vauchelle-Haquet, p. 75 y 76-77. 36 . B. de Saint-Pierre, La Cabaña Indiana, y El Café de Surate, Cuentos de Santiago Bernardino Henrique de Saint-Pierre (en Burdeos, Imprenta de Pedro Beaume, 1821, 12°, 132 p.). 37

. B. de Saint-Pierre, La Cabaña Indiana, y El Café de Surate, Burdeos, 1822, 18°.

ejemplares38. Ese mismo año, se imprimió en París conjuntamente con Atala y René de Chateaubriand39, con una tirada que llegó a los dos mil ejemplares. Llegados a este punto, debemos preguntarnos cuáles fueron las claves que podrían explicar el continuado e inusitado éxito editorial de La cabaña indiana entre los lectores españoles de las primeras dos décadas del siglo XIX. La coincidencia al comienzo de este siglo de un momento de máxima expresión de la identidad nacional, que culminará con la proclamación de la Constitución de Cádiz de 1812, con un interés creciente por lo exótico sólo resulta paradójica en apariencia40. Integrada a medias la América Española tras el gran esfuerzo del dieciocho borbónico por modernizar la governanza y el comercio entre la metrópoli y sus colonias, así como por estudiar científicamente sus territorios mediante una sucesión de expediciones financiadas por el estado, el auténtico exotismo se buscará en espacios geográficoculturales ajenos como el Levante, China-Japón, África, las colonias quáqueras y las tribus del Norte de América, y las islas del Pacífico41. Cuantitativamente, la presencia de la India entre estos territorios españoles de lo exótico cultural es muy menor, sin duda por el prácticamente nulo contacto de España con el Subcontinente a todo lo largo del siglo XVIII42. El texto de La cabaña indiana está marcado por toda una serie de motivos de la cultura india que tendrían esa capacidad de lo exótico para captar el interés del lector y mantener la tensión de su lectura y que, no obstante su valor de distanciamiento, serían reconocibles, en mayor o menor grado, por el lector español. 38

. B. de Saint-Pierre, La cabaña indiana y el café de Surate. Cuentos de Santiago Bernardino Henriago de Saint-Pierre (Lyon, chez Cormon & Blanc, 1822, 18º). Se anunció en la Bibliographie de la France el 16 de marzo de 1822. Corresponde al nº 171 del repertorio de A. Vauchelle-Haquet. 39

. François-René de Chateaubriand y Bernardin de Saint-Pierre, Atala y René por Chateaubriand, Cabaña indiana y El café de Surate por Bernardin de Saint-Pierre; bajo la dirección de José René Masson (París, Masson e Hijo, calle de Erfurth nº 3, 1822, 18°, 317 p.). El Dépôt légal se cumplió el 25 julio 1822. Se anunció en la Bibliographie de la France el 3 de agosto de 1822. Lleva el nº 192 en el repertorio de A. Vauchelle-Haquet. La versión de La cabaña indiana es la de 1803; la de El café de Surate es la debida a doña M. J. P., con mínimos cambios ortográficos y de puntuación. 40

. Véase como introducción al tema Francisco Lafarga, ‘Territorios de lo exótico en las letras españolas del siglo XVIII’, Anales de Literatura Española 10 (1994), p.173-92. 41 . Gabriel B. Paquette lleva a cabo una lograda síntesis de la transformación vivida por el imperio atlántico español en los cincuenta años anteriores a su independencia en Enlightenment, Governance, and Reform in Spain and its Empire, 1759-1808 (Basingstoke, 2008). J. Puerto proporciona un útil y completo esquema de dichas expediciones americanas en “El modelo ilustrado de expedición científica”, E. Martínez Ruiz, M. de Pazzis Pi Corrales (eds.), Ilustración, ciencia y técnica en el siglo XVIII español (Valencia, 2008), p.129-51. Pueden también consultarse al respecto los trabajos de Miguel Ángel Puig Samper, Juan Pimentel y Daniela Bleichmar. 42 . Para las escasas incursiones comerciales de España en la India a partir de las islas Filipinas, véase Salvador P. Escoto, “Haidar Alí: un intento frustrado de relación comercial entre Mysore y Filipinas, 1773-1779”, Revista Española del Pacífico 10 (1999), p.45-75.

Entre los más característicos pueden mencionarse aquí la figura del paria y el sistema de castas, el ritual del sati, la descripción de las ceremonias religiosas hinduistas centradas en torno al templo de Jagannath en la costa de Orissa y la ocasional alusión a las bayaderas. Posee gran valor de evocación la descripción de paisajes, tanto del campo como urbanos, entre los que cabe destacar la potente descripción de la Delhi nocturna como espacio multicultural y multirreligioso. La traducción castellana mantiene voces exóticas, a partir del hindi y el urdu, de las que se proporciona su traducción, como por ejemplo “frangui, ó impuro” (1803, p.32), “Dsandhem ó bandolera” (1803, p.36) o “Kaber-dar, alerta” (1803, p.79). La gran mayoría de las notas finales, añadidas por su traductor castellano, son de carácter botánico, relativas a los árboles de la India mencionados en el texto, en las que no se olvida indicar su utilidad alimenticia, económica y médica. No en vano fue probablemente la botánica la ciencia más desarrollada durante el periodo de la Ilustración Española43. Pero bajo este atractivo ropaje exótico, La cabaña indiana fue entendida como una tapadera para la crítica social y filosófica, y así lo entendieron sus primeros lectores a todo lo ancho del espectro social de una sociedad como la española en acelerada transición entre el Antiguo Régimen y la nueva sociedad de clases. Ya existían precedentes para una lectura alegórica de aquellos escasos textos a caballo entre lo narrativo y lo factual-geográfico que sobre el subcontinente indio se habían publicado en la prensa periódica en la década anterior. Así, por ejemplo, el artículo o cuento “Apuntes para formar la idea de la ciudad de Caalla, distante seis leguas de la Corte de Dradmi, reino de Naaspe, en los senos más reconditos de la India”, publicado en noviembre de 1790 en el Correo de Madrid, contiene una larga nota a pie de página firmada por Quiquendam en que se asimila el contexto indio al español y se realiza un alegato en contra de la nobleza hereditaria parasitaria, inútil a la patria, y a favor del ennoblecimiento debido sólo a los propios méritos44; y en “Teruna-Malli en la Costa de Malabar. Descripcion de una fiesta religiosa, sacada de una carta dirigida à Europa últimamente” publicado en abril de 1788 en el Espiritu de 43

. Frente al resto de la obra de Bernardin de Saint-Pierre y en comparación con la incesante atención crítica dedicada a Paul et Virginie, son muy escasos los comentarios y análisis específicamente dedicados a La chaumière indienne. Destacan entre éstos los de Roseann Runte, “La Chaumière indienne: A Study in Satire”, The French Review 53.4 (1980), p.557-65 y Binita Mehta ‘The Untouchable as Noble Savage: Bernardin de Saint-Pierre’s La Chaumière indienne’, dentro de su libro Widows, Pariahs, and Bayadères: India as Spectacle (Lewisburg, 2002), p.114-22. 44 . “Apuntes para formar la idea de la ciudad de Caalla, distante seis leguas de la Corte de Dradmi, reino de Naaspe, en los senos más reconditos de la India”, Correo de Madrid 409 (24 de noviembre de 1790), p.52-54.

los mejores diarios literarios que se publican en Europa, se halla ocasión para la sátira anticlerical, pues al retratar la hipocresía de algunos de los religiosos indios, se denomina a éstos “frailes”, término que supone un inequívoco guiño al lector español que sabrá aplicar de modo inmediato la crítica a su propio contexto en unos años en que los ilustrados al servicio de una política reformista están presionando con sus informes y memorias por la introducción de medidas que reduzcan el incontrolado número de frailes y conventos, y limiten por último el desmesurado poder económico de la iglesia católica: Por de pronto observé una fila de toda clase de Frayles en aptitudes singulares, y vestidos de mil modos muy extraños, que presentaban unos platillos de cobre à todos los que pasaban, y decian: Haz limosna, y recibe el cielo. Otros habia sentados en las capillas, que en alta voz bendecian y alababan à sus Dioses, describian sus atributos, y mas principales acciones, y recomendaban su culto; pero sin que por esto dexasen de quando en quando de mirar muchas veces à sus platillos, que se llenaban poco à poco45. Semejantemente, menciones en La cabaña indiana a “los campos abandonados, que tan comunes son en la India”, a “la ruina de sus cultivadores” y “las ruinas de la agricultura” (1803, p.75), a los campos despoblados (1803, p.102), resonarían significativamente en unos lectores españoles acostumbrados a encontrar los mismos sintagmas, una y otra vez, en los escritos agronómicos de la Ilustración Española. Un texto como La cabaña indiana que, en un ambiente indio, rechaza la religión organizada, asociada a la superstición, que cuestiona la autoridad sacerdotal y aboga por una religión natural sin intermediarios, que denuncia el abuso de confiar la educación de la infancia a la casta sacerdotal, que critica la hipocresía de éstos y el aprovechamiento del control espiritual y moral ejercido sobre las conciencias de sus seguidores en beneficio social y económico propio, que, en resumen, permite al lector mediante un procedimiento de Verfremdung una reflexión relativizadora de los principios y prejuicios de su propia religión –así, por ejemplo, la infamia de los parias encuentra un eco en la noción del pecado original para los católicos–, no es de 45

. “Teruna-Malli en la Costa de Malabar. Descripcion de una fiesta religiosa, sacada de una carta dirigida à Europa últimamente”, Espiritu de los mejores diarios literarios que se publican en Europa 118 (5 de abril de 1788), p.13-14 –donde aparece la cita– y 119 (7 de abril de 1788), p.19-20. El traductor de La cabaña indiana en su comentario en torno a la fiesta solemne del templo de Jagannath, utiliza varias veces el término católico español “procesión” (1803, nota 2, p.122); en la descripción de Dehli se mencionan los “campanarios de las mezquitas” (1803, p.85). Todo ello coadyuva a que el lector identifique dicha India con España.

extrañar que fuera asumido por los censores inquisitoriales como una amenaza directa al monopolio ejercido por la iglesia católica en España. Ello derivó en su continuada persecución con vistas a la eliminación de la obra, en circunstancia algo semejante a la neutralización sufrida poco antes por el Eusebio (1786-88), la novela educativa de Pedro Montengón ambientada entre los quáqueros de Pennsylvania, que en su segunda redacción (1807-08) fue emasculada de sus implicaciones más radicales en materia religiosa46. No nos parece casual el paralelismo del éxito editorial durante las primeras décadas del XIX de La cabaña indiana y de las Noches lúgubres, obra en prosa de discutida adscripción genérica y divergente interpretación, escrita por José Cadalso hacia 1770-7147. Tras su primera edición por entregas en 1789-90 en el periódico Correo de Madrid y su reedición en una miscelánea en 1792, las Noches lúgubres se reimprimieron en España en tres ocasiones entre 1802 y 1804, una de ellas dentro de las Obras de Don Joseph Cadalso48. Tras unos años de silencio editorial, a partir de 1815 no dejaría de imprimirse de modo continuado49. Así, hasta comienzos de los años 30, aparte de su inclusión en la edición madrileña de las Obras de Cadalso de 1818, se imprimió exenta en España al menos en once ocasiones. En Francia se reprodujo exenta en cuatro ediciones diferentes impresas en París, y otras tres veces más en Burdeos en compañía de la comedia lacrimosa en prosa de Jovellanos El delincuente honrado. A todo ello habría que sumar la inclusión de un largo fragmento en una antología de modelos literarios para una escuela española en Burdeos –que incluye asimismo otro de El delincuente honrado–, y su traducción francesa impresa en París en 1821. En 1829 vio la luz en Nueva York, también junto con la pieza

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. Véase Maurizio Fabbri, “Observaciones sobre las dos redacciones del Eusebio de Montengón”, en Joaquín Álvarez Barrientos y José Checa Beltrán (eds.), El siglo que llaman ilustrado. Homenaje a Francisco Aguilar Piñal (Madrid, 1996), p.317-25. 47 . Puede seguirse el debate crítico a través de las ediciones debidas a Nigel Glendinning (Madrid, 1961 y 1993), Russell P. Sebold (Madrid, 1993 y 2000) y E. Martínez Mata (Barcelona, 2000), frecuentemente reeditadas. El coronel Cadalso falleció en acción de guerra, durante el sitio de Gibraltar, a finales de febrero de 1782. 48 . Para determinar la historia editorial de las Noches lúgubres durante estas primeras décadas, es imprescindible completar los datos aportados por las ediciones modernas antes citadas con las aportaciones de la obra de A. Vauchelle-Haquet, más los datos ofrecidos por la base de datos del Catálogo Colectivo del Patrimonio Bibliográfico Español. 49 . Dicha edición madrileña por Repullés del año 1815, en un diminuto 16º, dio pie a la apertura de un proceso inquisitorial contra la obra en la Inquisición de Valladolid, que provocaría la prohibición de las Noches lúgubres en 1819. Vid. Miguel Ángel Lama, ‘Todo es exagerado y falso hasta cierto punto: nota a una lectura de las Noches lúgubres de Cadalso’, Dieciocho 33.1 (2010), p.47-54, que discute las anotaciones manuscritas marginales al texto de un lector desconocido contemporáneo de mentalidad tradicionalista.

teatral de Jovellanos. Un gran número de estas ediciones son manejables libros de faltriquera de formato variable, entre el 12º y el 32º. Las coincidencias entre ambas obras –por supuesto surgidas de modo autónomo, pero que debieron saciar las expectativas de un mismo público lector que parece no cansarse de su lectura–, son muy llamativas y aquí sólo podrán apuntarse las más destacadas. Ambas obras están protagonizadas por personajes sin nombre o designados por un nombre genérico50. Ambas transcurren en el mundo de la noche –el nucleo de la acción de La cabaña indiana tiene lugar durante la velada en que el paria acoge al doctor o sabio inglés–, espacio abierto a las coordenadas de lo sublime terrorífico. Ambos textos se declaran deudores de la graveyard poetry de Edward Young51, y en ambas obras sus protagonistas encuentran consuelo físico y espiritual en los cementerios: …para no morir de hambre, me veia forzado [habla el paria] a buscar mi sustento entre los muertos; es decir, á acudir á los cementerios, donde tomaba los manjares que deponia sobre los sepulcros la piedad de las familias. En estos lúgubres sitios me complacia en meditar, y extatico exclamaba: aquí es la ciudad de la paz; aquí han desaparecido el poder y el orgullo; aquí están en seguro la inocencia y la virtud; aquí diéron fin todos los temores de la vida, y aún el de la muerte; ésta es la hospedería, donde ha desuncido el carretero para siempre, y donde reposa el Paria. (1803, 89-90) El determinante episodio de la segunda de las Noches lúgubres, en que Tediato es preso por la justicia como sospechoso de asesinato y es conducido a la cárcel para ser interrogado y torturado, parece tener un reflejo en lo vivido por el paria durante sus salidas nocturnas por Delhi: Despues pasé junto a un grande edificio, que conocí ser una carcel por el ruido de cadenas que sonaban dentro, y mas adelante hallé un vasto hospital, del qual salian carros, llenos de cadaveres. Siguiendo mi camino, encontré ladrones, que huian azorados, patrullas de guardias, que iban en su alcance; pelotones de mendigos, que á pesar de los palos demandaban á las puertas de los 50

. Para las Noches lúgubres, en relación con esta cuestión, véase Russell P. Sebold, “José Cadalso: sus Noches lúgubres, su romanticismo”, en Historia de la Literatura Española. Siglo XVIII ed. by Guillermo Carnero (Madrid, 1995), vol. 2, p.740-41. 51 . “Yo [Doctor inglés] te confieso que la mayor parte de las ciudades son mejor para vistas de noche; pero al cabo la naturaleza tiene sus bellezas nocturnas, que no son ménos peregrinas que las del día, y no ha cantado otras en verso un célebre poeta, compatriota mio.” (1803, 91-92)

palacios las sobras de los festines, y por todas partes mugeres que se prostituian para ganar su sustento. (1803, 79-80) El paseo nocturno del paria –bajo peligro de muerte si es descubierto durante el día–, concluye con el pavoroso incendio del palacio del Gran Mogol: salió repentinamente de las cocinas del Serallo una enorme pirámide de llamas, cuyos torbellinos de humo se confundian con las nubes, y su dorado resplandor, iluminando las torres de la fortaleza, sus fosos, la plaza, los campanarios de las mezquitas, se extendia por todo el horizonte. A punto tocaron á rebato con un espantoso ruido los gruesos timbales de cobre, y los Karnas ó grandes obúes de la guardia; y derramándose por toda la ciudad esquadrones de caballería, forzaban las puertas de las casas inmediatas al palacio, y obligaban á golpes á sus moradores á acudir al incendio. Yo mismo experimenté, quan perjudicial era á los miserables la vecindad de los Grandes, que semejantes á el fuego, abrasan hasta los mismos que le subministran el incienso, si se acercan demasiado.” (1803, 84-85) El motivo del incendio en La cabaña indiana es altamente significativo. Creemos que debió ser interpretado por sus primeros lectores como el incendio simbólico del estado del Antiguo Régimen, y la imagen de las llamas y el destructivo fuego sin control, con su luminosidad negativa, es presencia amenazante en el arte producido en España en torno al cambio de siglo y especialmente hacia los años de la Guerra de la Independencia52. El violento choque entre los ejes de lo histórico y lo privado – “Obligaban á golpes á sus moradores á acudir al incendio”–, sentido ya como paradigma de la existencia humana, llevará al paria a abandonar definitivamente la ciudad y la sociedad de los hombres53. Las dos primeras décadas del siglo XIX en España fueron un periodo de intensa ansiedad, de ineludible crisis de las certezas, tanto las derivadas del catolicismo tradicional, como de los principios filosóficos de la Ilustración, cuyo programa social, político y cultural de ilimitada perfectabilidad, se fue sintiendo

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. Podrían citarse al respecto las pinturas de Goya Incendio, fuego de noche (1793-94), La hoguera (ca. 1808-14), e Incendio de un hospital (ca. 1815), así como la estampa Escapan de las llamas, nº 41 de la serie Desastres de la guerra, inmediata al fin de la misma. 53 . Curiosamente, semejante conflicto entre lo público y lo privado será resuelto en la continuación apócrifa a una impresión de las Noches lúgubres del año 1817 –sin indicación de lugar ni impresor–, con el incendio de su domicilio por Tediato, que muere con el cadáver desenterrado de su amada. Vid. John Dowling, “Las Noches lúgubres de Cadalso y la juventud romántica del Ochocientos”, en Coloquio internacional sobre José Cadalso, ed. Mario di Pinto et al (Abano Terme, 1985), p.105-24.

entonces como un proyecto de imposible implementación práctica tras la etapa de indecisión y tira y afloja que fue el reinado de Carlos IV (1788-1808), el conflicto civil a que dio comienzo la invasión francesa y el subsiguiente periodo de estagnación en todos los ámbitos que siguió a la restauración de Fernando VII en 1814. El representante de la Ilustración en la historia, el sabio inglés participante en una expedición –organizada por lo que podría ser el equivalente de la Royal Society– a las diversas partes del mundo con objeto de reunir la totalidad de los conocimientos humanos, tras tres años de viajes que le han llevado hasta la India y reunir una colección de manuscritos e impresos raros que componía noventa fardos, con un peso de nueve mil quinientas libras, a pesar de haber cumplido formalmente con los objetivos de su mision de poner en claro una lista de tres mil quinientas cuestiones encargada a cada expedicionario, no puede tranquilizar su inquietud íntima de que lejos de haber ilustrado ninguna de las tres mil quinientas qüestiones, habia contribuido solo á multiplicar las dudas: y como todas estaban mútuamente enlazadas, lo insuficiente ó embrollado de una solucion destruia, ó hacia dudosa la evidencia de la otra (…) por manera que las verdades mas claras se habian hecho problemáticas, y era ya casi imposible distinguirlas en este vasto laberinto de respuestas y autoridades contradictorias. (1803, 18-19) Pero los representantes de la Ilustración europea en La cabaña indiana y las Noches lúgubres, a pesar de la íntima conciencia que poseen de la imposibilidad de establecer una base sólida para el conocimiento sobre la que construir el proyecto de la Ilustración, se reservarán para sí su inquietud, y mantendrán de momento, exteriormente, los ideales de la Ilustración. La crisis de la Ilustración en España y Europa en el contexto de las guerras napoleónicas obligará a estos antiguos ilustrados a buscar refugio –real o simbólico– en espacios de plena naturaleza donde quizá sea posible desarrollar una cierta utopía social. Por ello insta el poeta cívico Manuel José Quintana (1772-1857) en diciembre de 1806 al expedicionario Francisco Balmis (1753-1819), difusor de la vacuna de la viruela de Jenner en la América española, a permanecer en la paradójicamente incontaminada América54, o busca refugio el sabio

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. Manuel José Quintana, “A la expedición española para propagar la vacuna en América bajo la dirección de Don Francisco Balmis”: “...Balmis, no tornes, / no crece ya en Europa / el sagrado laurel con que te adornes. / Quédate allá, donde sagrado asilo / tendrán la paz, la independencia hermosa”, en Poesías patrióticas (Madrid, Imprenta Real, 1808) p.7.

inglés del simbólico tifón en la apartada y primitiva, pero sólida y acogedora, cabaña del paria55. El diálogo entre el desengañado ilustrado y el “hombre de la naturaleza” (1803, 69), además de sugerir unas nuevas coordenadas epistemológicas, con su revalorización del sentimiento por encima de la razón y su llamada a un renovado restablecimiento de nuestra relación con la naturaleza, subraya el activo consuelo del recuperado valor de la fraternidad a través de la relación que va surgiendo entre el europeo y el paria marginado. Dicha fraternidad de contemporáneas connotaciones republicanas tiene su paralelo en la de Tediato y el sepulturero Lorenzo al final de las Noches lúgubres, o en la manifestada por el poeta Nicasio Álvarez de Cienfuegos hacia un proletario en su oda “En alabanza de un carpintero llamado Alfonso”56. El nuevo pie de su relación se simboliza con el rechazo por el paria del regalo de un valioso “relox de oro, obra de Grenham, el mas celebrado fabricante de Lóndres, el qual tiene cuerda para un año” (1803, 111) –perfecto ejemplo de la mejor manufactura europea, pero instrumento de control de la naturaleza y la sociedad al fin y al cabo–, y el consiguiente intercambio, sugerido por el paria, de sus más igualitarias pipas. Quizá no encontraremos ninguna más clara instancia del subyacente carácter programático de La cabaña indiana que la composición en letras capitulares, por parte de su editor Tójar, del resumen con las tres respuestas del paria acerca de la verdad que se reserva el viajero inglés para sí mismo, para su disfrute privado, sin comunicarlas al presidente de la Sociedad Real, verdadero nucleo ideológico de toda la obra, con que el que se da conclusión a la misma. Cabría preguntarnos qué llevó a Tójar a componer el texto de este modo, pues esto no sucede en ninguna de las primeras ediciones francesas y esta original disposición de página será adoptada por todas las españolas durante estas dos primeras décadas, con excepción de las valencianas de 1820 en que la letra capital se sustituye por la cursiva. A nuestro modo de ver, el uso de la letra capital en la composición de estas frases las monumentaliza, las convierte en una inscripción que ha de ser leída y releída, memorizada y asumida 55

. “Gozábase este [el doctor inglés] en contemplarse al abrigo de tan furiosa tempestad en aquella Cabaña sólida” (1803, 54) 56 . Nicasio Álvarez de Cienfuegos, Obras Poeticas (Madrid, en la Imprenta Real, 1816), p.161-74. La oda, que se publicó póstuma en 1816, no se incluyó en la edición de 1798, pero circuló de modo manuscrito. Introducida por el epígrafe de Séneca Virtutem… invenies… callosas habentem manus, en sus versos 20-22 podemos leer “…¡Ó congojosa / Choza del infeliz! á ti volaron / La justicia y razon…”.

por sus lectores. Con este inusual recurso gráfico, el impresor-editor Francisco de Tójar da el pistoletazo de salida a la lectura intensiva, es decir frecuente y repetida57, de un texto, el de La cabaña indiana, que cuestiona las certezas recibidas y será asumido, en sus cuestionamientos y nuevos valores envueltos en una vestimenta exótica, por varias generaciones de lectores en las difíciles circunstancias por las que atraviesa España en las primeras décadas del siglo XIX.

3. Composición de la última página de La cabaña indiana en la edición de Francisco de Tójar

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. J. Dowling en su artículo citado más arriba, relata un caso, sucedido en la primavera de 1819, de lectura intensiva de las Noches lúgubres por parte de un joven de Montilla (Córdoba). Según su madre viuda, dicho joven maltrataba a sus hermanos y llegó a encerrarse en una sala de su casa con un arma cargada amenazando matarse. Sus hermanos lograron impedirlo y la madre le arrebató el libro y lo entregó a un familiar de la Inquisición. Leía las Noches lúgubres por la edición valenciana de Cabrerizo del año 1817 en formato 16º.

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