LA BURBUJA DEL ARTE CONTEMPORÁNEO

LA BURBUJA DEL ARTE CONTEMPORÁNEO Ben Lewis Reino Unido, 2009

¿Qué es el arte? Si nadie me lo pregunta lo sé, pero si quiero explicárselo a quien me lo pregunta quizá tenga que mostrarle Sotheby's. O un museo. O una galería. O una facultad de arte. El documental “La burbuja del arte contemporáneo” parece que vuelve a esta cuestión esencialista para dar una respuesta económica. Da igual lo que el arte sea, es suficiente con lo que valga.

Las grandes subastas del mercado del arte están pobladas de hombres y mujeres que saben cómo mover sus millones. En un alto porcentaje, dudo que les interese realmente el arte más que como puro objeto fetichista que sugiere alto status, denota mejor nivel cultural y permite la especulación, con bastante libertad además. Poco más al margen de eso. Este tercer aspecto mencionado es de subrayar especialmente en relación al tema que nos ocupa. En el mundo capitalista se mueven inmensas cantidades de dinero – no sé si de papel o sobre el papel – que mueven a su vez el mundo occidental. El valor de mercado tradicionalmente está definido por la oferta y la demanda, el problema es que cuando quien vende es el mismo que demanda, el círculo se va cerrando cada vez más y más, el valor se multiplica en pro de los intereses individuales y, en consecuencia, los precios que se logran alcanzarse son desorbitados. Y esto es lo que ha estado ocurriendo en el mercado del arte contemporáneo.

Pienso que es interesante focalizar el análisis en el mayor productor de obra de este último tiempo, Damien Hirst. Su caso paradigmático es presentado en el documental como el de el

“artista” más valorado – con mayores precios –, que incluso escapa de la institución galería para autogestionar la venta de su trabajo, obteniendo así mayor ganancia al recibir él todos los beneficios de las ventas. Creo que es el caso del gestor-economista que ha sabido ver dónde estaba el futuro de la economía y el crecimiento de mercado, pero no le ha servido sólo con invertir sino que su capacidad de hombre de negocios sobrepasa los límites y es él mismo quien produce el objeto de consumo, le agrega su valor y se lleva sus ganancias. Ciertamente lo tiene todo: la fama y la plata. Son de admirar sus aptitudes para los negocios, pero si tengo que valorar su calidad artística – me atrevería a decir incluso ética – la relación con lo anterior diría que es inversamente proporcional. La creación artística no se basa exclusivamente en el valor económico de sus producciones, es cierto que el arte es un producto social que cuando se lanza al circuito institucional ha de estar preparado para todo lo que ello implica, ya sea mejor o peor, pero los agentes de valoración son mucho más amplios.

Ben Lewis, el crítico de arte promotor del documental, afirma que le fue vedada la entrada a una de las mayores subastas que hubo en el año 2009 en Sotheby's por ser considerado “enemigo del arte contemporáneo”, cuando en realidad su misión era indagar en el aspecto mercantil, uno de los muchos con los que puede relacionarse. Bien uno puede detestar lo que significa la burbuja económica en la que se comercia con las obras de arte y estar dedicado plenamente a cualquier ámbito de la creación artística. Bien es cierto que las galerías y las casas de subastas se han convertido en la cara que aparece ante una gran multitud de la población, y la burbuja económica en la que se han estado involucrando poco a poco continúa hoy suponiendo un escándalo para muchos. Diría que lo es para casi todos aquellos que no comercian con las obras.

Bajo mi punto de vista, cabría hacer una distinción entre dos definiciones que corresponderían al término “arte”: una para referirse a la cantidad de objetos que surgen de un trabajo de producción artística, exentos de cualquier valor intrínseco y por ello aptos para poseer el que quien sea quiera darles, el mercado del arte; y la otra, referida a aquello que es así juzgado bajo una mirada crítica, educada y con criterio, por otro lado nada fácil de definir. Así pues, aunque a veces puedan entrar los mismos objetos tanto en una como en otra definición, no necesariamente tienen que corresponderse.

Claudia Rodríguez Hernández