La bomba atómica española. La energía nuclear en la Transición

June 13, 2017 | Autor: Luis Castro Berrojo | Categoría: Nuclear Weapons, Nuclear Energy, Historia Contemporánea de España
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Descripción

(INTRODUCCIÓN)

Este trabajo aborda un aspecto poco conocido de la historia de España del siglo XX: los planes de fabricación de armamento atómico y el ambicioso programa de construcción de centrales e infraestructuras nucleares en los años finales del franquismo y en la transición. Fue un periodo de gran desarrollo de la tecnología del átomo, impulsado tanto por las empresas eléctricas como por el Estado, que duró más de una década y puso a España muy cerca de las potencias occidentales en ese campo, presagiando un futuro de abundancia energética, crecimiento económico y fuerza político-militar. Pero la crisis económica y el contexto de la segunda Guerra fría echaron por tierra esas perspectivas ilusorias. Con la moratoria nuclear (1984), el primer gobierno del PSOE descartó la construcción de la mayor parte de las centrales nucleares en curso o previstas, que hubieran dado una oferta energética excesiva para un país sumergido ya en plena crisis estructural. Antes aún, el gobierno de Calvo Sotelo, a instancias del rey y bajo presiones de Estados Unidos, decidió poner fin al plan militar, someter a España al control total del Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA) y solicitar el ingreso en la OTAN (1981), acabando con los experimentos de Suárez en política exterior y con los delirios sobre la force de frappe española. Aún así, el gobierno español retrasó todavía hasta 1987 la firma del Tratado de no proliferación de armas nucleares (TNPAN), manteniendo una actitud de deliberada ambigüedad en este ámbito. En esos años la ilusión de algunos políticos y militares era aplicar la energía atómica a la propulsión de submarinos, aún descartando la idea, común entonces entre las potencias, de dotarlos también de torpedos o misiles nucleares. Pero también se frustró este sueño. Vamos a intentar escribir esta historia desde los años sesenta, cuando los técnicos y científicos de la Junta de Energía Nuclear (JEN, en lo sucesivo) impulsaron a fondo la construcción de centrales nucleares y trataron de abarcar

el ciclo del átomo en su integridad, desde las minas de uranio al cementerio de residuos, en colaboración con ENUSA, empresa pública creada en 1972 para gestionar el combustible fisionable. El objetivo era "nacionalizar" en lo posible el sector reduciendo al mínimo la dependencia exterior y para ello era necesario el patronazgo estatal, hasta el punto de que se puede hablar de una simbiosis funcional entre la JEN y ENUSA por un lado y las empresas del sector, por otro. Con estas premisas, en principio parecía asequible a medio plazo el dominio de todas las fases del ciclo del uranio, salvo el enriquecimiento; pero el PEN de 1978 plantea "seguir de cerca la evolución de esta tecnología" (el enriquecimiento por centrifugación) para usarla "en el más breve plazo posible"1. La envergadura de tal objetivo hizo que todo estuviera bajo el control remoto de las autoridades militares (Alto Estado Mayor) y políticas (primero Franco, Carrero y Muñoz Grandes; luego Suarez y Gutiérrez Mellado, entre otros), en coordinación con los ministerios de Industria y Planificación Económica y con la patronal eléctrica, agrupada en torno a UNESA (Unidad Eléctrica Española S.A.). Para llevar a cabo estos planes la JEN iba a disponer del centro de I + D “Juan Vigón” en La Moncloa (Madrid), creado en los primeros años cincuenta, y, sobre todo, el Centro de Investigación Nuclear II (CIN II), previsto en la provincia de Soria, que se empezó a construir en la segunda mitad de los años setenta. Este centro sería el eslabón conector del ciclo civil del átomo con sus aplicaciones militares, pues entre sus once instalaciones iban a estar la planta piloto de tratamiento de combustible irradiado y el entonces novedoso reactor rápido (o supergenerador2), que podría producir plutonio susceptible de uso militar, a la vez que recuperaría parte del material fisible para nuevo uso energético. Además, el CIN II proporcionaría conocimientos y tecnología en manipulación del plutonio e incluso fusión atómica, algo que entraba entonces (y aún hoy) casi en el terreno de la ciencia ficción. 1

2

Plan Energético Nacional 1978-87. Cap. 7, apº 7, sobre el ciclo del combustible nuclear.

Fast Breeder Reactors (FBR) en la jerga especializada. Ver en Apéndice 2 la descripción detallada de las instalaciones del CIN II.

Nuestro trabajo intenta describir estos planes de fortalecimiento del músculo nuclear español y sus principales implicaciones económicas, políticas y militares, a la vez que los sitúa en su contexto histórico, tanto nacional como internacional. De entrada podemos sintetizar sus diversas motivaciones: (1) la búsqueda de un mayor grado de autoabastecimiento y de menor dependencia científico-técnica en el ámbito energético, partiendo de la valoración –seguramente exagerada– de que España disponía de recursos científicos y naturales (uranio) suficientes para implementar esos planes; como decía el Informe público de la JEN, se trataba de "conseguir una mayor independencia, en términos económicos y estratégicos, por medio del apoyo y promoción de las fuentes nacionales de energía"3; (2) el deseo de una mejor seguridad nacional, una vez que los acuerdos bilaterales con EE.UU. y sus bases militares ni daban a España garantía de defensa mutua ni atendían sus necesidades específicas de defensa en el Mediterráneo y el Norte de África; y, por contra, podían comprometerla en conflictos ajenos. Más concretamente, se intentaba reforzar el poder disuasorio español en el escenario conflictivo del norte de África y de la revolución portuguesa (iniciada en abril de 1974); (3) ya en la época de Suárez, tener un elemento de apoyo para una nueva política exterior, más autónoma y activa, aún sin abandonar el anclaje en el mundo occidental. En los años de plena Guerra fría, la disponibilidad del arma atómica daba a cualquier país –y más si gozaba de una situación estratégica, como España– un mayor peso político y margen de maniobra respecto de terceros y de organismos multilaterales (CEE, OTAN, etc.);

3

Ministerio de Industria y Energía. Junta de Energía Nuclear. El Centro de Investigación Nuclear de Soria. Informe público. (1980). Madrid, cap. 1. En el apéndice 2 hay un resumen de las instalaciones previstas en el Centro, según este informe.

y (4) el deseo de alcanzar para España el rango de potencia militar e industrial moderna, dejando atrás definitivamente los años de la miseria y del subdesarrollo. El desatado optimismo de los tecnócratas españoles sintonizaba con el reinante entre sus colegas de otros países en la etapa previa a la crisis de 1973. En EE.UU., por ejemplo, el programa Plowshare (reja de arado) de los años sesenta y setenta gestaba faraónicos proyectos como la construcción de centrales nucleares flotantes (se diseñaron cuatro en Nueva Inglaterra), el uso de explosiones nucleares para abrir yacimientos de gas mediante fracking o la construcción de un nuevo canal en Nicaragua. La URSS no se quedaba atrás, concibiendo en el entorno de Chérnobil "la ciudad soviética del futuro". Más allá se llegaba casi a la utopía: para Pérez Luiña, técnico de la JEN, la energía nuclear invalidaría el dilema de Malthus, permitiendo un incremento de la población mundial hasta los 20.000 millones de habitantes, al conseguir agua dulce abundante mediante desalinización y convertir los desiertos en vergeles4. Y se recordaba una vez y otra el famoso discurso del almirante Lewis Strauss, presidente de la Comisión de Energía Atómica de EE.UU., quien en 1954 anticipaba tal baratura de la electricidad nuclear que pronto no valdría la pena usar contadores, pues sería “demasiado barata como para medirla” (too cheap

to meter)5. Estos proyectos, que querían promocionar la imagen del “átomo amable” (friendly atom), fracasaron estrepitosamente, no sin dejar detrás notables estropicios medioambientales. Pero en los años setenta ya se veía con inquietud creciente un efecto colateral del desarrollo nuclear civil: la proliferación atómica. Contra lo que suponía el programa de "átomos para la paz" de Eisenhower, la difusión de reactores nucleares energéticos y de la industria de combustibles y equipos nucleares 4

Pérez Luiña, A. “Energía Nuclear: riesgos y beneficios”. En Energía Nuclear, nº 74 (Nov.- dic. 1971). Citaba a Colin Clark, quien hablaba de un futuro censo mundial de 60.000 millones de seres humanos. 5

Bodansky, David. Nuclear Energy: Principles, Practices & Prospect. (2007), Seattle, pags. 32-33. Ese mismo año la URSS puso en funcionamiento el primer reactor nuclear energético (en Obninsk) y en EE.UU. se empezó a construir el primero, en Shippingport (Pen.).

implicaba en muchos casos el "doble uso" de tal tecnología, orientándola –si ese era el propósito del país implicado– hacia lo armamentístico. Algo que incrementaba exponencialmente la inestabilidad y los riesgos de conflicto entre estados o, incluso, la posibilidad de un enfrentamiento entre las potencias, cuyos efectos podían ser devastadores. En 1974 la India hizo su primera prueba atómica, sumándose a las cinco potencias nucleares ya existentes, y para entonces se sabía que Israel disponía ya de su bomba y que otros países, como Pakistán, Suráfrica, Libia, Argelia o Brasil, daban pasos para conseguirla a medio plazo. En cuanto a España, la plasmación de su ambicioso programa de centrales nucleares y de investigación hubiera significado un paso más en esa peligrosa dirección, aumentando la inestabilidad en el Mediterráneo y en el norte de África. De ahí la creciente obsesión de las grandes potencias por someter a todos estos países al Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares (TNPAN, de 1969) y a los controles del OIEA, encargados de prevenir y vigilar la proliferación horizontal del armamento nuclear, tanto más problemática en un momento my delicado, con nuevos puntos conflictivos como la Guerra del Yom Kippur, la revolución islámica en Irán o la invasión soviética en Afganistán, todos ellos aún hoy sin superar. En el ámbito más cercano a España –Mediterráneo, Norte de África y Portugal– se observa también una inestabilidad creciente a partir de 1973, con focos como el conflicto de Chipre, la caída del régimen de los coroneles en Grecia y del salazarismo en Portugal o las primeras acciones del Frente Polisario en el Sahara español. El auge de los partidos comunistas en el sur de Europa (Francia, Portugal, España, Italia) también era motivo de grave preocupación, tanto para las autoridades atlantistas como para los partidos de derechas y los socialdemócratas. Con ese trasfondo el proyecto del CIN II se mantuvo como tal durante cinco años (1976-1981), aunque al final quedó en suspenso y sin que llegara a iniciar sus actividades, más o menos al mismo tiempo que la moratoria nuclear

frenaba la construcción de la mayoría de las centrales previstas y el gobierno aceptaba el control del OIEA sobre la central de Vandellós. Las infraestructuras realizadas en Soria se aprovecharon después para habilitar un centro de investigación de energías alternativas, aún hoy en funcionamiento6. A pesar de ese desenlace consideramos de interés analizar la peripecia del CIN II y de los planes de nuclearización porque revelan algunos aspectos del final de la dictadura y de la transición hasta la fecha poco conocidos, dando una visión de la evolución política de esos años, si no desde otro punto de vista, al menos

con

unos

elementos

de

juicio

que

obligan

a

reconsiderarla.

Modestamente, pretendemos así contribuir a la revisión historiográfica del periodo de la transición, hasta hace pocos años limitado al terreno de lo políticamente correcto y del tópico mostrenco: la transición "modélica", el "consenso de todos", el rey "motor del cambio", la superación de "las dos Españas", etc. El análisis global y coherente de estos planes nos obliga a abordar aspectos tan diferentes como la política energética, el papel de los oligopolios eléctricos en el capitalismo español, la política exterior y de defensa (y, más concretamente, los pactos bilaterales con EE.UU.), el contexto político de la transición democrática y la Guerra fría. Conscientes del riesgo de diversificar y ampliar en exceso el ámbito de este estudio hemos limitado el examen de cada apartado a sus puntos esenciales, pensando que su relación directa o indirecta con el proyecto del CIN II le daría un carácter unitario. De este modo, el capítulo 1 da cuenta del origen y la evolución administrativa del proyecto del CIN II, así como sus fines y líneas de investigación expresas. También veremos cómo y por qué el proyecto cambió su orientación hacia las energías alternativas, quedando la investigación nuclear circunscrita al centro de Madrid y a ciertos departamentos universitarios.

6

CEDER-CIEMAT. Centro de Desarrollo de Energías Renovables. 25 años de investigación en

Energías Renovables. 1987-2012, (2013), Diputación Provincial, Soria.

El capítulo 2 se dedica al análisis de la política energética y nuclear de los años sesenta y setenta, basada en criterios de optimismo tecnocrático y desarrollista. Ese desarrollo es hoy bien conocido, gracias a estudios pioneros como los de Pedro Costa Morata, Santiago Muñoz y Ángel Serrano7, así como a las publicaciones de la JEN, especialmente su revista Energía Nuclear, que describe con exactitud y optimismo tecnocrático los pasos de esa industria. A pesar del ingente volumen de recursos empleados en el programa nuclear (o, quizá, a causa de ello), al final la historia acabó en algo parecido a un desastre económico y político, en buena medida anunciado. Años después, un exministro socialista de Industria podía señalar al respecto:

El sector público hubo de rescatar financieramente a las empresas eléctricas del país, que se habían embarcado en un proceso de inversión faraónico, derivado de una planificación delirante, en absoluta contradicción con las necesidades constatadas de la demanda eléctrica en España. La preferencia por la energía nuclear contenida en aquellos planes puso en marcha la construcción de más grupos nucleares de los razonablemente necesarios, lo que llevó, por razones mucho más financieras que de otro tipo, a la llamada moratoria nuclear a partir de 1982. Los costes de la paralización (…) así como el saneamiento financiero de las empresas, recayeron sobre los consumidores durante largos años8.

Por otra parte, a pesar de los desmentidos oficiales, ya en los años setenta algunos comenzábamos a sospechar que dentro del CIN II iba a haber algo

7

Costa Morata, Pedro. Nuclearizar España. (1976). Libros de La Frontera. Barcelona; Muñoz, Juan y

Ángel Serrano. La configuración del sector eléctrico y el negocio de las centrales nucleares. En Cuadernos de Ruedo Ibérico n. 63-66. (1979). Número monográfico sobre “Energía, política, información”. 8

Eguiagaray Ucelay, Juan Manuel. “Política energética: una visión socioeconómica”. Cuadernos de Energía, nº 21, (junio de 2008). La moratoria, que analizaremos en el cap. 3, supuso una factura de casi 1,3 billones de pesetas.

más que “átomos para la paz”9. Profundizando en esa percepción, formulamos en los capítulos tercero y cuarto el alcance del programa armamentista implícito en el Centro nuclear de Soria y el contexto internacional en que se enmarca, con atención al problema de la proliferación atómica. Así mismo, tratamos de definir la nueva formulación de la política exterior española, especialmente en la época del segundo gobierno de Suárez, tal como hemos indicado. El capítulo quinto plantea la falta de sintonía de la opinión pública local y regional con los proyectos nucleares. Como en tantos otros lugares, dentro y fuera de España, el movimiento ecologista y antinuclear –entonces incipiente– fue uno de los factores del fracaso de los planes de nuclearización. Desde luego, en Castilla y León este activismo encontró un ámbito de acción muy propicio, dado que los proyectos en ciernes pensados para su territorio – identificable aproximadamente con la cuenca del Duero– cubrían casi todos los aspectos del ciclo nuclear, desde las minas de uranio hasta el tratamiento de residuos radiactivos. Que el proceso coincidiera con las primeras etapas de la democratización y del autonomismo no hizo sino alimentar la protesta, dándole cauces más amplios de expresión.

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Aunque el proyecto del CIN II y la movilización ciudadana en su contra fueron ampliamente reflejados en la prensa de la época, resulta llamativo que no haya trascendido prácticamente a la historiografía. Apenas hemos visto referencias a este asunto en las obras de consulta más conocidas sobre la transición, la política exterior y de defensa o las relaciones España-EE.UU. Que sepamos, solo Gabriel Cardona aborda de pasada el tema, achacando al almirante Carrero un “callado proyecto de convertir a España en una potencia nuclear”, que impulsó 9

Castro, Luis. “Soria: alto a la JEN”. Alfalfa, especial dedicado a la energía (1977). E “Informe sobre el Centro de Investigación Nuclear II, Mientras tanto, nº 8 (1981). Allí decíamos que una de las misiones del Centro era “crear las condiciones necesarias para la eventual fabricación de armamento atómico”.

especialmente una vez llegó a la Presidencia del Gobierno10. Tampoco hay referencias a ello en las memorias o escritos de (o sobre) los políticos que hubieran podido estar presuntamente implicados por su gestión en asuntos militares o de política exterior (como Areilza, Gutiérrez Mellado, Rodríguez Sahagún, Marcelino Oreja, L. Calvo Sotelo, Fernando Morán o Narcís Serra). Antes de seguir, no podemos pasar por alto la interesante obra de divulgación, única sobre este tema, del periodista Santiago Vilanova, veterano luchador ecologista, La bomba atómica de Franco (2011, Eds. de La Tempestad, Barcelona), donde intenta “desenmarañar la madeja de esta magna operación militar del franquismo, la más desconocida y nunca historiada a fondo”. Ahí el autor echaba de menos un enfoque historiográfico de este tema, que es lo que hemos intentado aquí. En la Historia Nuclear de España11, una especie de enciclopedia financiada por las empresas del sector y escrita por antiguos técnicos de la JEN, se dice que las “aplicaciones militares” del átomo fueron solo “especulaciones”, si bien añade que se hicieron “algunos estudios y actividades de investigación y análisis”, sin precisar su contenido. Sin embargo, la información que la JEN presentó en el periodo de información pública en cuanto a tipología de las instalaciones del CIN II, costes, procedencia del material fisionable, etc., permite pensar otra cosa, lo mismo que los informes en posesión de la Fundación “F. Franco” y las declaraciones y testimonios de distintas autoridades, a lo que haremos referencia más adelante. Es casi sorprendente que la última obra de Charles Powell12 ni siquiera mencione el asunto, habiendo disfrutado el autor de fácil acceso a fondos muy 10

Cardona, Gabriel. El gigante descalzo. El ejército de Franco. (2003). Eds. Temas de hoy, Madrid, pags. 296 y 375. Hay breves alusiones también en su Franco y sus generales. La manicura del tigre (2001). Eds. Temas de hoy, pags. 178 y 199. 11

Caro, Rafael, (ed). Historia nuclear de España. 1995. Madrid, JEN. El capítulo XVI se dedica a las “aplicaciones militares” de la energía nuclear. 12

Powell, Charles. El amigo americano. España y Estados Unidos: de la dictadura a la democracia. (2011), Galaxia Gutemberg, Barcelona.

variados, tanto de EE.UU. como españoles. Que Powell no analice en su obra – por lo demás muy enjundiosa e informativa– lo que hay detrás de las reiteradas presiones norteamericanas para que el gobierno español firmase el Tratado de No Proliferación Nuclear y aceptase el control total del OIEA no es sino muestra de la escasa profundidad analítica de la que se resiente el libro en algunos de sus pasajes. A no ser que se explique como un tributo a lo políticamente correcto, como ocurre con las actividades de la Fundación Transición Española, en la que Powell es un miembro destacado13. La tesis doctoral de Vicente Garrido Rebolledo va un poco más allá aportando elementos de juicio detallados, quizá un tanto reiterativos, sobre la actitud de los sucesivos gobiernos y fuerzas políticas españolas respecto del TNPAN, señalando los planes de fabricación de la bomba como una de las causas (o "motivos inconfesables") de la negativa a la firma del tratado, pero sin aportar demasiados datos sobre tales planes, más allá del interés por los submarinos de propulsión atómica14. Quizá las carencias analíticas mencionadas se deban más bien a la falta de documentación suficiente o problemas de acceso a los archivos. Lo cual nos lleva, una vez más, a toparnos con la problemática de estos, especialmente sangrante cuando se abordan los periodos de la Guerra civil, el franquismo o la transición. El secretismo institucional convierte en algo casi tabú para los investigadores ciertas cuestiones de defensa y relaciones exteriores. En este sentido llama la atención que la biblioteca del CIEMAT en Madrid apenas guarde más referencia del proyecto del CIN II que algunos libros conmemorativos, como el titulado Energía Nuclear en España. De la JEN al CIEMAT, de Ana Romero de Pablos y José M. Sánchez Ron, donde prácticamente no hay referencia alguna al proyecto soriano15. Tampoco la revista bimensual Energía 13

Ver http://www.transicion.org/.

14

El régimen de no proliferación nuclear. Participación e implicaciones para España. 1995, Madrid, Universidad Complutense. Facultad de Ciencias Políticas y Socioogía. 15

Publicado por el CIEMAT en 2001, con motivo del cincuentenario de la fundación de la JEN. Tampoco hay documentación en la biblioteca del CEDER en Cubo de la Solana (Soria).

Nuclear, editada por la propia JEN desde 1957 a 1985, aporta información significativa, lo cual es sorprendente a la vista de la minuciosidad con que describe las instalaciones y técnicas nucleares y, sobre todo, a que muchos de sus colaboradores debieron de tener participación en el proyecto de Soria. El “velo de misterio que envuelve los temas nucleares”, señalado por W. C. Patterson, continúa y es, sobre todo, como él decía, un secreto militar 16. Por ello, según apunta Garrido Rebolledo, la documentación de la JEN se halla en el Alto Estado Mayor, donde tardará años en ser accesible.

17

El Ministerio de Exteriores, por su parte, da como secretos o reservados los temas de un listado tan exhaustivo y genérico que “prácticamente cualquier dato que afecte a las relaciones diplomáticas queda blindado”, incluso un paquete de 10.000 expedientes anterior a 196918. En este sentido, resulta vergonzoso reconocer que para investigar ciertos asuntos empezamos a tener más documentación accesible en archivos extranjeros que en los españoles19. En nuestro caso nos ha resultado muy útil el repositorio del Archivo de Seguridad Nacional (NSA) –accesible en las páginas web de la Universidades de Yale y 'George Washington'– para ver informes oficiales y actas de reuniones de políticos norteamericanos (Kissinger, Sonnenfeldt, Rivero) con autoridades españolas (Franco, Carrero, Cortina Mauri, Fraga, Areilza), las cuales reflejan muy bien los críticos años del final del franquismo y primeros de la transición20.

16

Patterson, Walter C. La energía nuclear. (1986), Eds. Orbis, Barcelona, pag. 34. (1ª ed.: 1976).

17

Garrido Rebolledo, V. Op. cit., p. 593.

18

González, Miguel. “Exteriores blinda todos sus datos”. El País, 4/6/2012. Más recientemente sabemos que el Ministerio ha trasladado al Archivo General de la Administración la mayor parte de su documentación, donde, por el momento, no es consultable. El asunto ha sido denunciado públicamente por los investigadores. 19

Un caso claro es la obra de Antonio Muñoz Sánchez, El amigo alemán. El SPD y el PSOE de la dictadura a la democracia (RBA, 2012), basada ampliamente en fuentes alemanas. El autor señala que la documentación sobre el PSOE posterior al Congreso de Suresnes es casi inexistente o, cuando menos, inaccesile. 20

Aún así, algunas páginas o párrafos de esos documentos continúan aún bajo censura o se han desclasificado muy tardíamente. La directiva presidencial 59 de J. Carter (1979), por ejemplo, solo ha sido accesible en 2012.

Con tal escasez de fondos documentales, un estudio como este hubiera debido moverse demasiado en el proceloso terreno de las conjeturas e hipótesis, por muy fundadas que estuvieran en análisis de referencias de hemeroteca y archivos extranjeros. Y así era el caso hasta que hemos podido conocer los testimonios y trabajos del Sr. Velarde Pinacho, general de división del ejército del aire, catedrático de física nuclear y presidente del Instituto de Fusión nuclear de la Universidad Politécnica de Madrid, testimonios que se recogen en dos recientes libros de la periodista Pilar Urbano, así como en la biografía de Franco últimamente aparecida bajo la pluma de Staley G. Payne y Jesús Palacios21. Estas aportaciones certifican la existencia de un proyecto de bomba atómica española –del que Velarde fue principal director técnico, según su propio testimonio–, desvelan su denominación (proyecto “Islero”) y detallan su origen y evolución desde que fue concebido a mediados de los años sesenta hasta que fue descartado definitivamente por el gobierno de Calvo Sotelo en 1981, dejando bien claras las presiones del "amigo americano", a través del Rey, como principal factor de ese desenlace. La información vertida, por lo demás, aunque no resulta demasiado precisa en cuanto a los detalles técnicos (tipo y potencia de explosivo, vectores, planes de uso), es coherente con los demás datos en presencia y solo nos suscita algunas discrepancias de detalle, como se verá. Somos conscientes, en todo caso, de que el proyecto de la bomba no nos es conocido en esos detalles, salvo algunos aspectos que iremos exponiendo sobre la marcha. Es posible que el Sr. Velarde pueda publicar en algún momento alguna obra donde aporte esa información.

21

Urbano, Pilar. El precio del trono. (2011), ed. Planeta, Barcelona,pp. 318ss y 508ss y La gran desmemoria. Lo que Suárez olvidó y el rey prefiere no recordar. (2014), ed. Planeta, Barcelona, p. 724-5. Payne, Stanley J. y Palacios, Jesús. Biografía de Franco. (2014). Espasa libros, Madrid, pp. 495-502. También hemos consultado algunos trabajos del profesor Velarde en Dialnet.

Agradezco muy sinceramente el apoyo y el interés que han manifestado a este trabajo los profesores Santiago López, de la Universidad de Salamanca, y Pedro Costa Morata, de la Politécnica de Madrid, así como las facilidades dadas por los bibliotecarios del CIEMAT en Madrid y Lubia (Soria) y de la “Abraham Zacut” (Salamanca) en el acceso a distintas fuentes y bibliografía. A la periodista Pilar Urbano, que me ha comentado muy amablemente sus fuentes de información sobre este tema. Y a mi hermano Paco el diseño de la tabla sobre países con instalaciones nucleares según el informe de de la CIA de 1973 .

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