La Batalla de Ayacucho: La última gran batalla del Imperio Español en el continente americano

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Descripción

Dr. Luis Valero de Bernabé, Marqués de Casa Real

La Batalla de Ayacucho La última gran batalla del Imperio Español en el Continente Americano

El 9 de diciembre del nefasto año 1824, se libró la batalla de Ayacucho, en la Pampa de Quinua, en el Virreinato del Perú. Quiero hoy rememorar la gesta de estos valientes, que supieron defender con su sangre el honor de España en la última gran batalla del Imperio Español en el continente americano. En la Biblioteca del Consejo Superior de Investigaciones Científicas1, se encuentran los dos tomos de las “Memorias del General

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Biblioteca del C.S,I.C., calle Duque de Medinaceli, 3 - Madrid

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La Batalla de Ayacucho

García Camba para la Historia de las Armas Españolas en el Perú”, pertenecientes a la Biblioteca Ayacucho, tomos VI y VII, publicada por Editorial América. Se trata del Diario de Campaña escrito por el General Don Andrés García Camba en el que se recogen los acontecimientos que sucedieron en la América Hispana de 1809 a 1825. Su lectura resulta apasionante y nos permite adentrarnos en unos años decisivos para la Historia de España. Los cuales por desgracia han sido olvidados por la mayor parte de nuestros historiadores, que aún no han querido indagar el porqué, un puñado se súbditos de la Corona Española, se esforzaron en mantener una guerra que en la península daban ya por perdida de antemano.

Entre los héroes cuya gesta se relata aparece mencionado en numerosas ocasiones Don Juan Antonio Monet2. Así en el folio 227 y 2

Nació en Vigo (Galicia) el día 2 de junio del año 1781, hijo del Conde Don Luis Carlos Monet, nacionalizado español, y Doña Isabel Ana del Barrio Estaún. Sus abuelos paternos fueron

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Dr. Luis Valero de Bernabé, Marqués de Casa Real siguientes del tomo Primero, en el que se recogen los sucesos acaecidos de 1809 a 1821, se menciona que el Coronel Monet embarcó en el puerto de Cádiz en noviembre de 1815, al mando de una expedición de dos mil hombres que formaban el I Regimiento del Infante Don Carlos. El destino final de la expedición se trocó al puerto de Maracaibo, para desde allí poder reforzar las tropas del Virrey de Perú, Don Fernando de Abascal, Marqués de la Concordia, que desde 1812 venía prestando grandes servicios a España, al haber domeñado la rebelión de las provincias del Sur y convertido su virreinato en el bastión de la causa realista en el continente americano. Se asentaron de guarnición en Panamá y los tres años siguientes transcurrirían en constantes luchas contra los insurrectos criollos.

Monseigneur Etien Philipe Monet, Conde de Monet, y Mme Anne Victoire de Saint-Germand, ambos pertenecientes a la aristocracia francesa. Y los maternos Don Juan del Barrio Blasco y Doña María Esteban, ambos hijosdalgos. Don Juan Antonio se había distinguido luchando contra los invasores napoleónicos, ascendiendo a Coronel por méritos de guerra.

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La Batalla de Ayacucho

Si hacemos una breve introducción histórica a fin de explicar cómo era la situación de los Virreinatos, en aquellos años trágicos para la América Hispana que se agitaba bajo las ideas revolucionarias, importadas del Viejo Continente. La situación política se encontraba tremendamente alterada. Hasta allí habían llegado multiplicadas las perturbaciones provocadas en la metrópoli por la invasión napoleónica y la quiebra del legitimismo dinástico. Las instituciones virreinales, que durante tres siglos habían mantenido la paz y el progreso en los territorios americanos, vieron su prestigio y poder socavado por las órdenes contradictorias que llegaban de España. A quien servir: ¿al rey intruso José Napoleón, pero a quien habían cedido la corona los propios reyes, o al Consejo de Regencia que desde Cádiz había proclamado la Constitución de 1812, en la que se unían en derechos los españoles de todo el Imperio. El fin de la guerra en España perturbaría aún más los virreinatos, pues la negativa de Fernando VII a asumir la Constitución en la que todos

habían

depositado

sus

esperanzas, unida a la represión absolutista que afectó a muchas autoridades virreinales. No hizo sino empeorar aún más la situación, al perseguir a aquellos hombres que podían llevar a cabo las tan ansiadas reformas, hizo que todo se estancara sin solución y frustró al nuevo espíritu que enseñoreaba los corazones de los españoles de uno y otro lado del océano. La revolución surgió tanto

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Dr. Luis Valero de Bernabé, Marqués de Casa Real en España como en Hispanoamérica, agravada en este último lugar por la intervención de las potencias extranjeras, en apoyo de los afanes independentistas de los terratenientes criollos. Los cuales ven llegado el momento de desprenderse de las limitaciones sociales que las Leyes de Indias les imponían y así poder explotar mejor a sus sirvientes indígenas. La situación militar era aún menos halagüeña. movimiento

En de

el

norte

un

guerrillas

intenso

agitaba

el

Virreinato de Nueva España, con la complicidad

de

numerosos

oficiales

realistas adscritos a las logias masónicas, mientras que en el sur los ejércitos insurgentes de las recién constituidas Provincias Unidas del Río de la Plata, surgidas de la descomposición del Virreinato de la Plata a partir de 1808, pugnaban por extender la insurrección. A ellos se unían los ejércitos colombianos

dirigidos

por

Simón

Bolívar,

antiguo oficial realista traidor a España. Transcurren así más de quince años de luchas constantes en las que los escasos ejércitos realistas, que operaban aún en Hispanoamérica, no logran contener el ansia emancipadora que lanza sobre ellos masas fanatizadas de gentes de toda índole, entre las que militan ejércitos de aventureros llegados de todos los confines de Europa. Muchos de ellos antiguos veteranos que habían quedado sin servicio, al disolverse en el Viejo Mundo los ejércitos que de uno y otro bando

habían

luchado

en

las

contiendas

napoleónicas, Frente a esta avalancha de medios que nutre las filas

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La Batalla de Ayacucho

insurgentes, los ejércitos realistas no logran cubrir las bajas que las constantes contiendas y deserciones van produciendo en sus filas. La tan prometida ayuda militar no llega desde la metrópoli.

Ante las graves noticias que llegaban del Nuevo Mundo, se preparó un cuerpo expedicionario que debería marchar a las rebeldes provincias del Plata, a fin de completar la acción pacificadora de Morillo, a la vez que el gobierno absolutista se quitaba de encima a buena parte de la oficialidad levantisca. Sin embargo, cuando en toda América se esperaba el desembarco de la segunda gran expedición española, llegaron las noticias de que jamás vendría truncada por la sublevación de Riego en las Cabezas de San Juan, el primero de enero de 1820, provocada por las logias masónicas a las que pertenecían gran parte de la oficialidad, y la proclamación del liberalismo. La madre patria, inmersa en su propio conflicto interno entre liberales y absolutistas, se

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Dr. Luis Valero de Bernabé, Marqués de Casa Real desentendía de sus hijas de Hispanoamérica y renunciaba a su vocación imperial.

Alzamiento de Riego

Las consecuencias fueron tremendas, territorios hasta entonces libres del fermento revolucionario como el Virreinato de México declaraba su separación de la metrópoli para verse libre del fermento liberal que agitaba España y secuestraba a su propio monarca, anulando así la acción unificadora de la Corona. Al socaire de los acontecimientos la insurrección prendía de nuevo en los territorios de América del sur, incentivada por las catastróficas noticias que llegaban de España: primero serían los excesos del llamado Trienio Liberal que destruyó la labor de siglos, luego la felonía del propio rey al clamar la intervención de las potencias europeas contra sus propios súbditos y alentar una segundo invasión francesa cuando todavía seguía vivo el recuerdo de los excesos cometidos por las huestes napoleónicas. Al amparo de los soldados franceses Fernando VII se impuso a los liberales y la posterior represión fernandina llevó al terror a toda España. Disolvió el ejército español y gran número de oficiales fueron 7

La Batalla de Ayacucho

encarcelados. Al conocerse en América la noticia provocó la mayor consternación, entre los que aún seguían considerándose sus súbditos en los territorios americanos. La causa española en América se desintegraba por momentos con el derrumbamiento del sistema de valores sobre el que durante siglos se había fundamentado.

Fernando VII recibe a los Cien Mil Hijo de San Luis Es en estos trágicos momentos cuando los que aún permanecen fieles a la causa española en América, toman consciencia de que no pueden contar con ninguna ayuda de la metrópoli y han de bastarse con sus propios medios. Surgen fórmulas de compromiso que tratan de asegurar la continuidad de España en América, como el Plan de Iguala, surgido de las negociaciones de O’Donuju, nuevo virrey de México, y el coronel Iturbide, representante de los oficiales del ejército virreinal. El acuerdo fue que México se convertía en una monarquía independiente, aunque conservándose dentro del Imperio Hispánico, en la que se invitaba a reinar en primer lugar a Fernando VII y en su defecto a sus hermanos los Infantes Don Carlos o Don Francisco de Paula. Podría 8

Dr. Luis Valero de Bernabé, Marqués de Casa Real haber surgido una especie de Commonwealth española, que antecediera así a la inglesa de posterior creación, y se hubiera evitado además que el Infante Don Carlos provocara las llamadas guerras carlistas que acabaron por arruinar a España. Pero lamentablemente el Tratado sería desautorizado y declarado nulo por las Cortes de Cádiz, aprobando una moción en su contra presentada por el conde de Toreno.

Los mexicanos realistas, mayoritarios en el país, proclamaron su independencia, constituyendo el efímero imperio del coronel Iturbide. A continuación

también

se

autoproclamaron

independientes,

sin

derramamiento de sangre, los diversos territorios que componían la 9

La Batalla de Ayacucho

Capitanía General de Guatemala, por lo que en el último trimestre de 1821 se perdió toda la América Central hasta entonces fiel a la Corona. Meses más tarde en la batalla del Pichincha quedaría sellada la independencia de la Real Audiencia de Quito, desgajándose del Virreinato del Perú, y surgiendo una nueva república que se llamó Ecuador. El Perú quedó así convertido en la última posesión española en el continente americano. Su población se debatía ante dos opciones: De una parte la independencia, proclamada por un grupo de patriotas en Lima en contra el sentir de la mayoría de la población; Y de otra buscar la forma de continuidad con la monarquía española y convertirse así en un baluarte desde el que preparar la reconquista de la América Hispana, cuando el cambio de las circunstancias lo permita. Esta última opinión sería la que en principio pareció prosperar, así el 5 de febrero de 1821 surge un movimiento popular en el Puerto del Callao y la guarnición del mismo, constituida por hombres nacidos en los antiguos virreinatos de la Plata y de Nueva Granada. Se abandona la causa insurgente, se enarbola el pabellón realista y se entrega la fortaleza al coronel Casaviejo que se encontraba allí prisionero junto con otros oficiales españoles.

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Dr. Luis Valero de Bernabé, Marqués de Casa Real A mismo tiempo la ciudad de Lima abre sus puertas a los realistas, siendo elegido el General Monet gobernador militar de Lima y de la fortaleza del Callao. El presidente de la nueva República Peruana, José de la Riva-Agüero, renuncia al cargo y se entrega a los realistas, juntamente con su vicepresidente el Marqués de Torre-Tagle, siendo acogidos por el General Monet.

Don Juan Antonio Monet, en vez de tomarlos como prisioneros proclama una amnistía general y con una gran generosidad, no exenta de ironía, reconoció a Torre-Tagle en su antiguo cargo de Brigadier de los Reales Ejércitos. Éste último publicó un manifiesto de adhesión al rey de España y con su ejemplo numerosos diputados de la república y más de un centenar de oficiales insurrectos se acogieron a la amnistía. Así como los escuadrones peruanos acantonados alrededor de Lima se pasaron igualmente. Riva-Agüero propuso al Virrey Laserna el restablecimiento del Reino del Perú, bajo el trono de un Infante español que señalase el

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La Batalla de Ayacucho

Rey de España, estableciéndose en tal espera una Regencia que sería asumida por el Virrey Laserna y reconocida la igualdad de derechos entre españoles peninsulares y peruanos3. Plan que lamentablemente fue totalmente rechazado

por

Fernando

VII,

que

consideraba al Virrey Laserna sospechoso de ideas liberales y como tal desconfiaba de él más que de los propios insurrectos. Empeñado el monarca absolutista en sojuzgar

a

los

propios

españoles,

desbancando del poder a los liberales e instaurando absolutista.

una Lo

que

feroz

represión

terminaba

con

cualquier proceso de reconciliación que entre realistas e insurrectos intentara llevarse a cabo en América. En aquellos tiempos el Virreinato del Perú se había convertido en el último baluarte del Imperio Hispano en el continente americano. Su población rechazaba a los caudillos de la independencia, San Martín y Bolívar, y su ejército se compone mayoritariamente de peruanos, tanto en su oficialidad como en sus clases de tropa. En el Archivo del Servicio Histórico Militar, se conserva un expediente con los servicios realizados por el General Monet en dicha contienda4. Según el cual siendo Brigadier tuvo que reorganizar las fuerzas a su mando, refugiándose en el Valle de Jauja, amalgamando a su propio regimiento los restos del Regimiento Real de Lima y con ellos Basadre, Jorge: Chile, Perú y Bolivia Independientes, Salvat, 1995. Editado como el tomo 23 de su monumental Historia de América, bajo la dirección del gran historiador americanista Don Antonio Ballesteros y Bereta. 4 Servicio Histórico Militar, Madrid, Sección Papeles Reservados de América. Hoja de Servicios del Mariscal Monet, microfilmada. 3

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Dr. Luis Valero de Bernabé, Marqués de Casa Real formó el Regimiento de la Concordia del Perú, con el que realizó frecuentes ataques contra los insurrectos. El día 2 de junio de 1820, se produjo una victoriosa acción contra las tropas de San Martín, en el Combate de Chamical, al sudoeste de la ciudad de Salta en el Alto Perú. El coronel Monet fue ascendido a General de División y encargado de la División de Córdoba, formada por cinco batallones de infantería, cuya misión era mantener las fronteras del Perú libres de enemigos. Veinticuatro

veces

hubo

de

cruzar

los

Andes

en

constantes

enfrentamientos armados contra los insurrectos.

Sigue diciendo el citado expediente que el día 7 de abril de 1822 se dio la batalla de Yca, en la que las tropas españolas derrotaron completamente a un ejército insurrecto, comandado por el general Tristán, que llevaba abundantes pertrechos militares, entre ellos cuatro mil modernos fusiles, de fabricación inglesa, para el apresto de nuevas 13

La Batalla de Ayacucho

tropas insurgentes. La victoria supuso no solo derrotar a la División del Sur enviada por Bolívar para invadir el Perú y mandada por Tristán, causándola más de 1.500 bajas, entre muertos y heridos, así como 1.000 soldados prisioneros, solo lograron escapar unos doscientos, entre ellos el General Tristán. Esta batalla es conocida por la historiografía peruana como el Desastre de la Macacona. Además de esta victoria, supuso también apoderarse de gran número de fusiles, remediando así la penuria de ellos que existía en el bando realista a causa del bloqueo marítimo por la flota inglesa., y evitando que nuevos focos de insurrección armada pudieran surgir en el seno del Virreinato. En conmemoración de la victoria, el Virrey Laserna estableció una medalla para premiar a cuantos se habían distinguido en la contienda y propuso al General Monet para su ascenso a Mariscal de Campo5. Ascenso que sería ratificado por Fernando VII con fecha de cinco de octubre de 1823, con el sueldo de quinientos escudos de vellón. Son momentos de euforia por la victoria sobre los insurrectos y el Virreinato del Perú se alza como bastión fidelísimo de la causa española en América. El Virrey haciendo gala de sus ideas liberales ha sabido atraerse tanto a peninsulares como a criollos, la paz reina en el virreinato y su ejército, constituido mayoritariamente por criollos, se apresta a defender sus fronteras e incluso a enviar expediciones para recuperar los virreinatos vecinos de Nueva Granada y de la Plata. No le arredra el hecho que son el único ejército español en todo el continente, ni que el Presidente Monroe de los EE.UU. lance en 5

Grado equivalente al de Teniente General

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Dr. Luis Valero de Bernabé, Marqués de Casa Real diciembre de 1823 su famosa declaración de “América para los americanos”, del norte por supuesto. Tampoco el que el gobierno inglés reconozca la independencia de los virreinatos rebeldes, ni el que su flota prohíba o impida cualquier intervención a favor de España por las potencias europeas. Sin embargo, el sol del Imperio Español se haya próximo a su ocaso, impulsado por la ceguera de un pueblo que de debate en luchas intestinas. El retorno al absolutismo más feroz y la depuración de todo el cuerpo de oficiales sospechosos de mantener ideas liberales. Estas medidas de la metrópoli tuvieron su trágica repercusión en el Perú, en donde los absolutistas, encabezados por el General Olañeta, retiraron su obediencia al Virrey, y llegaron a pactar una tregua con los insurrectos, a fin de volver sus armas contra sus propios compañeros estallando una guerra civil dentro del propio ejército realista. Es la ocasión esperada por Bolívar y avanzando rápidamente destroza a la hasta entonces invencible caballería española en la batalla de Junin, el 6 de agosto de 1824. Tras lo cual imparable avanza para sorprender al grueso del ejército virreinal. Para ello ha de pasar ante las posiciones del traidor general realista Olañeta quien le deja pasar sin disparar un solo tiro, aún a sabiendas que va a luchar contra sus compañeros españoles. En su felonía prefieren entregar el virreinato a los independentistas antes que quede en poder de los liberales. El final se aproxima. El Virrey Laserna convocó a todos sus oficiales para que se prepararan para la batalla final, en la que se decidiría el destino del virreinato. Trágica paradoja en la que un grupo de realistas, desasistidos de su rey y de su patria, constituidos mayoritariamente de hombres nacidos en los territorios hispanos de América y un selecto grupo de peninsulares, arriesgarán una vez más sus vidas por mantener la causa española. Enfrentándose a los ejércitos invasores, integrados por nacidos en otras latitudes muy lejanas geográficamente, antaño pertenecientes también a España, con la ayuda 15

La Batalla de Ayacucho

de aventureros llegados de Estados Unidos, Inglaterra y Francia, que querían a la fuerza emanciparlos y separarlos de España. Cerca de ellos un cuerpo de ejército español que impasible asistirá al enfrentamiento, sin ayudar a sus compatriotas.

Ayacucho

Hemos buscado diversos testimonios sobre el desarrollo y valoración de la batalla de Ayacucho. Tanto por el lado español como por el lado criollo. Hemos estudiado desde la perspectiva española las Memorias del General García Camba6 y las opiniones del General García Rivera7. Los cuales hemos contrastado con otras opiniones obtenidas desde la perspectiva criolla, como las del General Borrero8 y las de Narra9. Partiendo de estos valiosos testimonios hemos tratado se sintetizar los acontecimientos que sucedieron, lo más objetivamente

García Camba, General: Memorias del General García Camba para la Historia de las Armas Españolas en el Perú, Tomos V y VI de la Biblioteca Ayacucho, Editorial América, Barcelona 1945 7 García Rivera, General Fernando: La Guerra en la Historia: La Independencia de América. Editorial Juventud, Barcelona 1944 8 Borrero, Alfonso María: Ayacucho, Casa de la Cultura Ecuatoriana, Cuenca, República del Ecuador, 1974. Se encuentra en la Biblioteca Nacional de Madrid, en la Sala de América, bajo la signatura 50.458 9 Narra, Nectario: Ayacucho, Fondo de Cultura de México, México D.F.. . Se encuentra en la Biblioteca Nacional de Madrid, en la Sala de América, bajo la signatura 54.878 6

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Dr. Luis Valero de Bernabé, Marqués de Casa Real posible,

para

obtener

una

versión

fidedigna

del

escenario

y

circunstancias de la última batalla.

Desde hacía varias semanas el ejército realista del Virrey Laserna maniobraba frente al ejército criollo del Mariscal Sucre. Los primeros enfrentamientos darán la victoria a las Armas españolas, logrando derrotar a Sucre en Corpahuico, el 3 de diciembre de 1824, cuyas tropas solo pudieron escaparse del descalabro total amparándose en las sombras de la noche. Sin embargo, la batalla definitiva que buscaban ambos ejércitos aún no había llegado. Se dirimiría una semana más tarde, el 9 de diciembre de 1824, en una pequeña llanura, rodeada de profundas quebradas y barrancos, denominada en lengua nazca “El valle de los muertos” (Ayacucho). Sus dimensiones son apenas una legua cuadrada y se extiende desde la Hacienda de la Quina, en donde se encontraba acampado el ejército criollo, hasta las estribaciones del monte de Cordoncunca, en cuya parte occidental acampaba el ejército realista.

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La Batalla de Ayacucho

El Virrey Laserna mandaba personalmente el ejército. El Mariscal Monet, mandaba el centro al frente de cinco batallones de infantería: Infante, Burgos, Victoria, Guías y Sagunto. El General Villalobos mandaba el ala izquierda, formada por cinco batallones de infantería y tres piezas de artillería. El General Valdés mandaba el ala derecha, compuesta por dos batallones de infantería, dos escuadrones de Húsares de la Reina y cuatro piezas de artillería. En retaguardia se encontraba el General Canterac, como jefe de Estado Mayor, con alguna infantería y siete piezas de artillería. En reserva el propio Virrey con doce escuadrones de caballería. En total eran unos ocho mil hombres de infantería y mil doscientos jinetes, de los que solo seiscientos de entre ellos eran españoles peninsulares, el resto estaba formado por voluntarios realistas nacidos en el Virreinato del Perú.

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Dr. Luis Valero de Bernabé, Marqués de Casa Real

Todos se aprestan con valor a la lucha que saben es la última batalla, si son derrotados no hay lugar alguno para replegarse y rehacer sus fuerzas. No saben realmente por qué siguen luchando, su Rey les ha abandonado y renegado de ellos. Su patria les ha olvidado presa del pacifismo que tras el trauma de la guerra contra Napoleón se impuso en España. El mundo entero está contra ellos y rechaza su enconada resistencia a aceptar el ocaso del Imperio. Sin embargo son conscientes que la gloria de la España Imperial forjada por los Reyes Católicos está aún en sus espadas y bayonetas, por esta causa perdida están todos dispuestos a entregar su sangre generosa. Su oponente, el ejército criollo, mandado por el General Sucre, estaba compuesto por otros nueve mil hombres, con una elevada moral de victoria y conocedores que el triunfo final se encontraba ya muy cercano. Estaba igualmente dividido en tres divisiones. La del General La mar a la izquierda y la del General Córdova a la derecha. En el centro y algo más retrasada la del General Lara y a su derecha la caballería británica del General Miller, más algunas partidas de montoneros al mando del Coronel Carreño. Sus hombres procedían de las más diversas tierras del continente americano, mezclados con aventureros europeos,

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La Batalla de Ayacucho

veteranos de las guerras napoleónicas, formando un abigarrado conjunto. Durante dos largos días dos ejércitos conservaron sus posiciones, observándose calculadamente. En un principio los realistas esperaron atrincherados la acometida del ejército criollo, pero ante su inactividad y viéndose faltos de víveres, decidieron ser ellos los que pasaran a la ofensiva. Se dijo una misa de campaña, en que todos se confesaron y comulgaron, preparándose para la mañana siguiente en que se iniciaría el combate. Al amanecer del día 9 de diciembre ambos ejércitos formaron preparándose para el inminente combate.

Serían las 8 horas de la mañana, según nos describe el ecuatoriano General Borrero, cuando “el General Monet, personaje fornido, bizarro, de barba acanalada, cabalgó hacia la línea patriótica y pidió hablar con el General Córdova que mandaba la vanguardia. Le manifestó que habiendo en el campo realista jefes y oficiales que tenían hermanos, parientes y amigos en el republicano, deseaba saber si podían verse antes de la batalla, a fin de darse un último abrazo. El General Córdova le contestó que en su concepto no había inconveniente para ello y que sin 20

Dr. Luis Valero de Bernabé, Marqués de Casa Real duda el General en Jefe lo consentiría. Y habiéndoselo comunicado al General Sucre, éste dio su permiso para que pasaran a la línea de fuego cuantos quisieran hablar con sus amigos”. Así como en una tragedia griega más de cincuenta oficiales de cada lado avanzaron para reunirse en campo neutral, fundiéndose en un estrecho abrazo ante el respetuoso silencio de ambos ejércitos, formados frente a frente”, según nos describe el General García Camba en sus Memorias. Mientras, en un aparte los dos generales, Monet y Córdova, conversaban. Según el historiador ecuatoriano Borrero: “El General Monet le propuso al General Córdova que, antes de echar la bárbara suerte de la batalla, vieran si no era posible entrar en alguna transacción que ahorrase la sangre que iba a derramarse. El General Córdova le contestó que esto no solo era posible, sino fácil, justo y racional, pues la cuestión quedaba terminada con que los jefes españoles reconociesen la independencia de América y regresasen pacíficamente a España, si así les convenía. A tales palabras le respondió el General Monet que ello no era admisible, ni respondía a la opinión popular como pretendía, dada a la división de opiniones respecto a la independencia existente en todos los virreinatos, ni cabía a su honor de soldados el aceptarlo”. Tras media hora de conversaciones los dos generales se saludaron y se retiraron a sus líneas respectivas, seguidos de los jefes y oficiales que les habían acompañado al encuentro.

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La Batalla de Ayacucho

Seguidamente sonó el clarín y ambos ejércitos comenzaron a desplegar sus efectivos. Comenzó en avance la división del general Valdés descendiendo al llano y atacando a la división La Mar que resultó arrollada por la vanguardia realista. Avanzaron imparables hasta chocar con la caballería de los montoneros de Carreño que detuvieron su avance y estabilizaron el frente. En ese

momento

una

precipitada y errónea orden del General Canterac hizo avanzar la caballería del Coronel Rubín de Celis, quienes se cruzaron ante el fuego

de

Villalobos

la que

división hubo

de

interrumpirse dejándola así inoperativa. El revuelo fue indescriptible los húsares, mezclados con los infantes de la división Valdés, caían barridos

ante

el

fuego

rasante del General Córdo va,

mientras

que

sus

compañeros de la división Villalobos

no

podían

ayudarles, pues se encontraban cruzados ante sus propios fusiles. Ante esta situación el General Monet hizo avanzar a sus batallones que constituían el centro, los cuales al pasar el barranco que les separaba de las filas enemigas, faltos de la cobertura de ambos flancos, fueron enfilados por la metralla enemiga sufriendo grandes pérdidas. Batallón tras batallón de la División Monet, interpretitos ante el intenso fuego

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Dr. Luis Valero de Bernabé, Marqués de Casa Real enemigo que diezmaba sus filas, cruzan el barranco para arrojarse sobre las bayonetas del General Córdova que les disparan a quemarropa. En el tiroteo cayó herido el propio General Monet que, espada en mano, avanzaba al frente del batallón del Infante Don Carlos, su antiguo Regimiento y con el que en tantas acciones de guerra había intervenido

La mayor parte de los oficiales realistas caen igualmente abatidos por el fuego enemigo y los soldados, en su mayoría indios andinos, faltos de jefes que los dirijan ante el fuego enemigo que los diezma comienzan a retirarse en el mayor desorden. Es el comienzo del fin, el General Canterac, preso del nerviosismo, comete un segundo y nefasto error al ordenar el avance de la famosa caballería virreinal que tenía fama de invencible. Al estar obstaculizado su avance por los restos de su propio ejército, deben desmontar y descender por la ladera del barranco de uno en uno. Los jinetes descabalgados, llevando las riendas del caballo en la diestra, son esperados por sus enemigos que los fusilan a placer sin darles tiempo a cabalgar de nuevo. La derrota es ya inevitable, los soldados indígenas se repliegan desordenadamente, mientras que numerosos jefes y oficiales prefieren lanzarse contra el enemigo para

23

La Batalla de Ayacucho

morir así peleando, tal es el caso del propio Virrey Laserna, herido gravemente en el combate.

A la una de la tarde, tras cuatro horas de combate, todo había concluido. Un tercio del ejército virreinal había sido muerto o herido, un importante

número

hecho

prisionero

y

el

resto

había

huido

desbandándose por la serranía. Según el historiador peruano José Tamayo Herrera, “todos lucharon bravamente, en una batalla sin esperanza ni retirada posible, tal y como lo demuestra el elevado número de bajas que hubo entre ellos: 1.800 muertos y 700 heridos de consideración, entre ellos la mayor parte de sus jefes, con el virrey a la cabeza. Frente a los 300 muertos y 500 heridos de los patriotas”10. Lo que demuestra sin duda alguna que no se trató de “un simple salvar las apariencias”, como algún historiador contemporáneo pretende11.

Tamayo Herrera, José: Historia del Perú, Lima 1985 El historiador Ricardo de la Cierva, sostiene la hipótesis que fue una batalla negociada entre el bando realista y el independentista, e incluso llega a afirmar, aventurando una conclusión puramente 10 11

24

Dr. Luis Valero de Bernabé, Marqués de Casa Real El General Canterac, único general no alcanzado por el fuego enemigo debido a su posición de retaguardia, trató de replegarse con los restos del maltrecho ejército realista y ante lo angustioso de la situación creyó conveniente capitular y firmó en Guamanga la capitulación que ponía fin a 333 años de dominio español en el continente americano. En la rota de Ayacucho se puso el sol que durante siglos había lucido en el Imperio Español. El General Sucre, reconociendo el valor y sintiendo la tragedia vivida por los derrotados, supo ser generoso en las condiciones impuestas a los vencidos que afectaban al virrey, quince generales, dieciséis coroneles, quinientos cincuenta y dos jefes y oficiales, y dos mil soldados realistas de los que solo unos centenares eran españoles peninsulares y que en su mayoría escogieron por la repatriación.

La vergüenza alcanzó las traidoras tropas absolutistas que al conocer la derrota de sus compatriotas, a los que en su felonía habían abandonado, se amotinaron contra sus jefes y asesinaron al general Olañeta y a gran número de sus oficiales, desbandándose a continuación

subjetiva, de las que tanto gusta de lanzar en sus libros de historia,: “la batalla de Ayacucho fue para los españoles tan solo un modo de salvar las apariencias Historia Militar de España, Tomo VI, página 296.

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La Batalla de Ayacucho

para acogerse a las capitulaciones firmadas y seguir así la suerte de sus demás compañeros a los que habían traicionado. Es de justicia recordar que la población autóctona indígena acogió con gran consternación la derrota de España y que el mensajero que llevaba a Bolívar noticias de la victoria murió a pedradas, abatido por los indios fieles a la Corona española. Clamando quien los salvaría ahora de los abusos de los criollos, ya que las Leyes del Rey de España no regirían más. La emancipación de Hispanoamérica fue obra principalmente de los criollos que componían la burguesía adinerada y terrateniente, no de las masas indígenas cuyas condiciones de vida se deterioraron. Habría que esperar todavía dos siglos hasta que la libertad y democracia llegaran de verdad a la dividida América Hispana, mal denominada ahora Latinoamérica. En Ayacucho no solo se firmó la derrota de España, sino también la de los propios artífices de la independencia, como Bolívar, Sucre y San Martín, que pronto se vieron rechazados por sus propios compañeros, recelosos de su ambición y sed de dominio. Más estos otros próceres no tenían menor ambición pues llevados por mezquinas ambiciones se repartieron cual diadocos territorios y ciudades. Los libertadores, como a si mismos se consideraban, se lanzaron a expoliar en beneficio propio los antiguos virreinatos, cuyos territorios se fragmentaron y dividieron surgiendo una pluralidad de pequeñas repúblicas enfrentadas entre si en interminables guerras. Las nuevas naciones americanas resultarían igualmente derrotadas, pues tras Ayacucho se dieron cuenta que solo España había podido mantener unidos tan inmensos territorios y al faltar ésta la desintegración acabaría con los virreinatos. Frente a la unidad inquebrantable con la que se había independizado la América sajona y la portuguesa, la española se desintegraría a merced de los intereses de los próceres independentistas, convirtiéndose así en fácil presa de su poderoso vecino del norte.

26

Dr. Luis Valero de Bernabé, Marqués de Casa Real Texto del Armisticio firmado en el Campo de batalla de Ayacucho, el día nueve de diciembre de 1824, entre los dos Jefes de Estadio Mayor; el General Canterac y el Mariscal Sucre. Con él se pone fin a la presencia española en el continente americano. Aun cuando algunos

pequeños

núcleos

de

27

resistencia

sobreviran

aún.

La Batalla de Ayacucho

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La Batalla de Ayacucho

Fuente: Archivo General Militar, Alcázar de Segovia, Segovia, España.

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Don Juan Antonio Monet, fue conducido prisionero a Lima en donde sería liberado, a tenor de los acuerdos de capitulación, pudiendo reunirse con su familia y reponerse de las graves heridas sufridas. Meses después, una vez recuperado se embarcaron en la fragata francesa La Louise, que los transportó a la península a su costa. Tras varias semanas de navegación, en la primavera del año 1825 desembarcaron en el puerto de Cádiz, dirigiéndose seguidamente a Madrid en donde se encuentra con el despacho de Mariscal de Campo, firmado por Fernando VII en el Escorial el 11 de noviembre de 1824, unos días antes de Ayacucho, atribuyéndole una antigüedad en el cargo de 5 de octubre de 1823 y con un sueldo de quinientos reales de vellón. En aquellos momentos la situación del ejército en España era bastante caótica, prácticamente disuelto por el rey absolutista que no se fiaba de su sus oficiales y aún conservaba guarniciones francesas en las principales ciudades. Era preciso realizar una profunda reorganización del mismo y para ellos la experiencia de los generales repatriados de América, o ayacuchos como se les llamaba, era sumamente valiosa. Dada su brillante Hoja de Servicios Don Juan Antonio es nombrado Comandante General de los Ejércitos del Norte de España, en donde supo reorganizar las fuerzas a su mando, tras lo que es destinado a Valencia, el 8 de febrero de 1826 como Comandante General de las Tropas de Valencia y Murcia. Durante su mandado tuvo ocasión de rechazar brillantemente el desembarco de los constitucionales en Guardamar. Lo que hace sea nombrado Gobernador General de Barcelona y condecorado por el monarca francés Luis XVIII como Comendador de la Orden de San Luis de Francia. A la que poco después unirá el de Comendador de la Orden de la Reunión de las Dos Sicilias que le concede el rey de Nápoles. En ese mismo año de 1826, dadas sus cualidades organizativas, dotes de mando y fidelidad a la Corona, es 31

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llamado a la Corte en donde se incorporará a la Guardia Real, como Jefe de la Brigada de Línea de Infantería de la misma12.

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Servicio Histórico Militar, Madrid, Sección Guardia Real

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Dr. Luis Valero de Bernabé, Marqués de Casa Real Se trata de un preciado destino pues la Guardia Real era considerada como el cuerpo de elite del renovado ejército español, cuya jefatura suprema correspondía la Rey. Su oficialidad se reclutaba entre las más nobles y aristocráticas familias, que tenían a gala mandar a servir en ella a sus más ilustres vástagos, constituyendo la flor y nata del ejército.

En el año 1827, en plena primavera, estalla en Barcelona el movimiento de los agraviados o malcontents. Son ultras del absolutismo que protestaban por la creciente presencia de liberales en el ejército y la administración. Don Juan Antonio es enviado a reprimirlo al frente de su Brigada de la Guardia Real, lo que logró realizar pacificando la región antes de terminar el año. En premio a su acreditado valor y a los innúmeros servicios prestados, le fue concedida en 1827 la Gran Cruz Laureada de la Real y Militar Orden de San Fernando13. 13

AGM, San Fernando, leg. 1763/372; y Célebres, Caja 108/5

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En 1830 surge el alzamiento liberal del General Torrijos en Almería, quien es derrotado y debe refugiarse en Gibraltar, desde donde seguía conspirando con la ayuda de los ingleses, siempre deseosos de desestabilizar a España. A fin de reprimirlo Don Juan Antonio es enviado en comisión de servicios como Gobernador General del Campo de Gibraltar, el día 2 de septiembre de 1831, logrando la pacificación del territorio. Tras conseguir pacificar el territorio es nombrado Capitán General de Cataluña, cargo que desempeñaría hasta su nombramiento como Ministro. Una vez lograda la pacificación, era preciso emprender la reconstrucción general del país que se hallaba dividido y arruinado por las múltiples contiendas. Fernando VII exonera a Tadeo Calomarde, de la Presidencia del Gobierno, y encarga a Zea Bermúdez la constitución de un nuevo Gobierno. En el mismo es nombrado el Mariscal Monet en el cargo de Secretario de Estado y del Despacho de la Guerra, cargo que se corresponde con el actual de Ministro. Según Real Decreto firmado en el Palacio de San Ildefonso de la Granja por el Rey, el primero de octubre de 1832.

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Dr. Luis Valero de Bernabé, Marqués de Casa Real Éste Gobierno, según nos relata el historiador de la época Ortega Rubio14, se esforzó en reconstruir España tan maltrecha tras las guerras civiles y el desastre colonial. Emprendió un ambicioso programa de reconciliación nacional, terminando con las persecuciones políticas y la reprensión absolutista de los últimos años. Decretó un indulto general y amnistió a los liberales exilados o perseguidos. Mandó abril las universidades y creó el Ministerio de Fomento para impulsar el desarrollo del país. Según el citado historiador: Desde el primer momento se destacó el Mariscal Monet en su afán progresista, lo que le llevó a terminar con los abusos cometidos por los Gobernadores Militares durante la etapa anterior. A propuesta suya sería cesado el Conde de España de la Capitanía General de Barcelona, en donde se había hecho tristemente célebre por la crueldad y despotismo de su gobierno. Se le detuvo e instruyó proceso por sus numerosos crímenes y abusos en el mando. Sin embargo, estas medidas del Mariscal Monet le ganaron la enemistad de los absolutistas más acérrimos, siendo duramente atacado por algunos de sus mismos compañeros de gobierno, especialmente por el propio Presidente Zea Bermúdez; Lo que auguraba una crisis ministerial tan frecuente en aquellos tiempos. Ésta fue precipitada por un nuevo cambio de humor en el siempre mudable ánimo del rey, preso ya de su última enfermedad y sujeto a las presiones de la camarilla absolutista, que conspiraba a favor de los derechos a la sucesión del Infante Don Carlos contra la Regente Doña María Cristina y su hija la Infanta Doña Isabel, futura Isabel II. El enfermo monarca desautorizó la amnistía decretada por el gobierno y reinstaló las medidas represivas, con instrucciones estrictas a todas las Capitanías Generales de reprimir con dureza cualquier sedición. Lo que hizo que el Mariscal Monet y sus principales colaboradores en el ministerio presentaran la dimisión, el día 14 de diciembre de 1832.

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Ortega Rubio, Juan: Historia de España, Tomo V, Impresa en Madrid en 1908, págs. 338/39

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Esta decisión personal suya de apartarse del gobierno, no afectaría su carrera militar, pues días más tarde, el 5 de enero de 1833 fue nombrado Gobernador y Capitán General de Castilla la Nueva, cuyo empleo se encontraba vacante por el ascenso a la Presidencia del Consejo de Castilla del anterior Capitán General, Don Francisco Javier Castaños, Duque de Bailén. Según Real Decreto firmado por la Reina, como Regente por le enfermedad del Rey, en “atención a los méritos, servicios distinguidos y circunstancias del Mariscal Monet”. No obstante, se encontraba aún demasiado cercano a la Corte y su enemiga la camarilla absolutista obtuvo que el propio moribundo monarca, un mes más tarde, lo trasladara fuera de la península, por Real Decreto de 4 de febrero de 1833, nombrándole Gobernador y Capitán General de las Islas Baleares y Presidente de su Real Audiencia. Tantos años de guerrear y vivir accidentadamente le pasaron factura y su salud se fue resintiendo cada día más. El 15 de diciembre de 1835 solicitaba de la Reina Regente su Real Licencia para renunciar a su gobierno por motivos de salud y regresar a la Corte, en donde retomó su cargo de Brigadier de la Guardia Real. Transcurrirían todavía varios meses más en activo, durante el que su quebrantada salud volvería a causarle problemas. Así el día 1 de abril de 1837, solicita la Real Licencia para “dejar su servicio en la Corte como Brigadier de la Guardia Real y marchar a sus posesiones de Sevilla, a fin de recobrar su pérdida salud”. Lo que no pudo ser posible, pues dos días más tarde fallecería en Madrid, el 3 de abril de 1837, a los cincuenta y siete años de edad, según se indica en su partida de defunción15. Tras cuarenta y cuatro años de ininterrumpido servicio a España. Como chozno del Mariscal Monet he querido dejar constancia, con este artículo, de los Héroes de Ayacucho que un día hace dos siglos, en

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Archivo Parroquial de San Sebastián, Madrid, Libro de Fallecidos de 1837.

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aquellas remotas tierras, supieron ofrecer su vida en defensa de su honor y de su patria.

Armas Plenas del Capitán General Monet

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