La ausencia de Dios como prueba de fe: El sufrimiento de Job

October 16, 2017 | Autor: Karla Sanchez | Categoría: Theology, Faith, Book of Job, Bible
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Descripción

La ausencia de Dios como prueba de fe: El sufrimiento de Job Karla Sánchez González Universidad Iberoamericana

Escrútame, Yahvé, ponme a prueba, aquilata mi conciencia y mi corazón, que tengo presente tu amor y te soy fiel en la vida Salmos 26:2-31 I. Introducción Ante las desgracias, las enfermedades y las pérdidas es común que el hombre se sienta “dejado de la mano de Dios”. Esta expresión popular encierra la cuestión que el hombre se plantea: ¿por qué Dios no responde a mis súplicas y no actúa para evitar mi sufrimiento? Al no recibir una respuesta, el sufrimiento es entendido como la prueba de la ausencia de Dios. Es por este motivo que el tema a tratar en este trabajo será la ausencia de Dios como prueba de fe en la cual el hombre dota de sentido su sufrimiento. Bajo una perspectiva cristiana explicaré qué es la fe y en qué consiste la prueba de fe. Posteriormente aclararé el papel que el sufrimiento juega dentro de la prueba de fe y cómo, más que la manifestación de la ausencia de Dios, resulta una prueba de su presencia. Finalmente, a partir de un análisis al Libro de Job demostraré que Dios no permanece en silencio ni sordo ante las súplicas de los dolidos pues al final se les revela. Basta prender la televisión y ver las noticias para ver que el mundo en el que vivimos está rodeado de dolor y sufrimiento. No se trata de una actitud pesimista, sino realista. Sin embargo, la necesidad de creer que hay algo más allá que además de consolar justifica estos males fue lo 1

Las citas bíblicas del presente trabajo están extraídas de la versión de la Biblia de Jerusalén.

que me motivó para estudiar este tema. Así las principales preguntas que surgieron en mi cabeza fueron: ¿Dios es el responsable de lo que le pasa al hombre? ¿Cómo hablar de la presencia de Dios si hay sufrimiento en el mundo? ¿Cuál es el sentido del sufrimiento? ¿Cómo creer en un Dios que aparentemente está ausente? El fin último de este trabajo es demostrar que la ausencia implica una presencia, el abandono implica una compañía, el silencio implica un diálogo. Por lo cual la conclusión a la que llego es que la ausencia de Dios es una ausencia aparente que se revela gracias la fe. Solamente si se pasa la prueba, Dios se hará visible ante los ojos, no del cuerpo, sino del alma. Como Job, quien dotó de sentido a su sufrimiento en el encuentro con Dios.

II. Fe: amor, entrega y confianza Para hablar sobre la fe es necesario recordar a Abraham, el padre de la fe, quien recibió el mandato divino de sacrificar a su hijo único por amor a Dios. ¿Por qué Dios se tomaría la molestia de probar a Abraham si Él, que es Todopoderoso y Omnisciente, sabría que Abraham no le iba a fallar? No podemos olvidar algo fundamental, el hombre posee libre albedrío, es decir, Dios lo dotó con la capacidad de actuar voluntariamente. Como está escrito en el Eclesiástico: Al principio el Señor creó al hombre, y lo dejó a su propio albedrío. Si quieres, guardarás los mandamientos, y permanecerás fiel a su voluntad. Él te ha puesto delante fuego y agua, extiende tu mano a lo que quieras. Ante los hombres está la vida y la muerte, a cada uno se le dará lo que prefiera. Qué grande es la sabiduría del Señor, fuerte es su poder y todo lo ve. Sus ojos miran a los que le temen, él conoce todas las obras del hombre. A nadie obligó a ser impío, a nadie dio permiso para pecar (Si 15:14-20)

Sí, Dios es Todopoderoso y Omnisciente, cada hombre actúa de acuerdo a su voluntad, pero es disposición de Dios que así lo haga. Abraham, con todo el dolor de su corazón, obedeció a Yahvé y en el momento en que iba a ofrecer a Isaac en sacrificio, un ángel llegó para impedirlo. Abraham demostró que su amor a Dios estaba por encima de cualquier cosa, incluso por encima del hijo de la promesa. Dios confiaba en que Abraham lo obedecería, pero Abraham tenía la opción de no hacerlo. Entonces, podría decirse que la fe implica una confianza absoluta en ambas partes: el hombre confía en Dios y Dios confía en el hombre.

Ahora bien, el hombre falla, tiene debilidades y comete errores; y a pesar de todo eso, Dios sigue confiando absolutamente en él. Pero el hombre no, el hombre sólo confía cuando siente la presencia divina cerca, cuando se sabe protegido, cuando tiene una manera de comprobar que Dios se ha manifestado en su vida. No obstante, Dios no es algo que se puede ver a simple vista, ni que se puede percibir o tocar. Como señala Joseph Ratzinger: “Dios es esencialmente invisible”2. Entonces, ¿cómo creer en lo que no se puede comprobar? Solamente a través de la fe. Quizá esto podría parecer una tautología, tratar de definir a la fe a partir de sí misma, sin embargo, es sumamente difícil tratar de explicarla, por lo que recurriré a la definición propuesta por Ratzinger: “la fe es una decisión por la que afirmamos que en lo íntimo de la existencia humana hay un punto que no puede ser sustentado ni sostenido por lo visible y comprensible, sino que choca con lo que no se ve de tal modo que esto le afecta y aparece como algo necesario para su existencia”3. La fe, en pocas palabras, es una manera de vivir con la total certeza de que hay un Algo (sea un Dios o una Principio) ahí afuera que dota de sentido la existencia. La fe “implica la osadía de ver en lo que no se ve lo auténticamente real, lo auténticamente básico”4. Es por ello que el terreno de la fe es el terreno de la incertidumbre. Como lo postula Lesley Hazleton: “La verdadera fe no tiene respuestas fáciles. Es difícil y dura. Se trata de una lucha permanente, un cuestionamiento continuo sobre lo que creemos que sabemos, una lucha con temas e ideas. Va de la mano con la duda, en una conversación interminable con ella, y a veces un desafío consciente de ella”5. En el conflicto entre la duda y la fe es donde tiene lugar la prueba de fe. Si pensamos a la prueba de fe como un acto en el que Dios lleva al hombre hasta el límite para ver cuánto es capaz de soportar sólo porque sí, estaríamos en un completo error. Como señala San Agustín: “Dios tienta a los suyos para hacerles saber la medida del amor que yace escondido dentro de sí mismos, los tienta para obligarlos a manifestar su amor por Dios y

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J. Ratzinger, “La fe en el mundo de hoy” en Introducción al Cristianismo, Salamanca, Sígueme, 1969, p. 31. Ibid., p. 32 4 Ibid., p. 33. 5 L. Hazleton, “The doubt essential to faith”. TED Global 2013. Jun 2013. 3

hacerlos conscientes de su medida”6. Efectivamente, en palabras de Isabel Cabrera, la prueba de fe es la herramienta con la que Dios tienta la fidelidad de sus elegidos7, no cualquiera es digno de ella, y mucho menos cualquiera es capaz de superarla, pensemos en Abraham. Pero la prueba de fe no es un acto de poder donde Dios demuestra su grandeza frente a la debilidad del hombre. A pesar del sufrimiento que implica, no es un castigo, ya que el elegido es inocente y acepta los padecimientos enviados. En pocas palabras, la prueba de fe es un ejercicio de la voluntad humana, Dios coloca los designios y cada uno decide si acata una voluntad superior a la suya. Pero la aceptación de las pruebas no significa que el elegido se someta a Dios por miedo o porque espera recibir una recompensa. El elegido la realiza sin esperar nada a cambio, porque “concibe a Dios como fuente única de realidad y sentido y acepta su voluntad como una forma de reconciliarse o unirse en lo más profundo de la vida”8. La prueba de fe requiere de una actitud desinteresada donde se da una entrega total y se deposita una confianza absoluta en Dios para salir de sí y acudir a Su encuentro.

III. El sufrimiento como manifestación de la ausencia de Dios Como ya se dijo anteriormente la presencia de Dios es una presencia intangible, pero su calidad incorpórea ha provocado que se piense más en una ausencia en lugar de una presencia. Cuando se dice que Dios está ausente, significa que ya no está donde antes estaba, mas no que ha dejado de existir. En pocas palabras, se siente un vacío. Si antes Dios actuaba directamente en la tierra, protegía a su pueblo, escuchaba las súplicas de los justos y se le manifestaba a los elegidos, ¿Por qué, ahora, su rostro está oculto? Bart D. Ehrman, un cristiano que después de sus estudios teológicos y de ser pastor perdió la fe, señala que dejó de creer cuando se preguntó “¿dónde estaba la presencia de Dios en este mundo de dolor y sufrimiento?”9. Para él, el sufrimiento es demasiado intenso, por lo cual la ausencia es demasiado palpable.

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I. Cabrera, “Introducción” en: Isabel Cabrera (ed.), Voces en el silencio: Job: texto y comentarios, México, UAM, 1992, p. 10. 7 I. Cabrera, “El temor a Dios y la prueba” en El lado oscuro de Dios, México, Paidós, 1998, p. 173. 8 Ibíd., p. 181. 9 B, D. Ehrman, ¿Dónde está Dios?: El problema del sufrimiento humano, Barcelona, Ares y Mares, p. 15.

El problema del sufrimiento no es nuevo. En el siglo XVII, Gottfried Wilhelm Leibniz acuñó el término «teodicea», (unión de theos, dios, y dik, justicia) para referirse al problema de la justicia de Dios y a la existencia del sufrimiento. Una de las explicaciones que se ha dado a este problema es que el sufrimiento es un castigo para quienes han hecho daño a los demás. Pero, ¿qué hay de los inocentes, de aquellos que sufren sin merecerlo? El sufrimiento se vuelve un problema todavía más complejo, cuya solución conduce al misterio. No podemos saber por qué las personas enferman, por qué hay hambre, por qué hay niños abandonados; lo único que sabemos con certeza es que el sufrimiento existe, se ve, se siente, se vive. Desafortunadamente, la fe no otorga las respuestas a las interrogantes que el sufrimiento plantea porque en sí misma “resulta un misterio y una experiencia de lo sagrado”10, por lo que “tratar de encontrar una respuesta en Dios es tratar de escuchar voces en el silencio” 11. Pero la fe sí es un camino a través del cual se puede vivir el sufrimiento. Tal vez nunca se sepa el porqué del sufrimiento, pero como Job, es posible descubrir su sentido en la experiencia con Dios. Así, la pregunta del hombre sobre su propio sufrimiento encuentra una respuesta en la revelación de lo divino12.

IV. La prueba de Job Job ha trascendido como el mejor ejemplo de quien a pesar de las desgracias y dolores mantiene firme su confianza en Dios. El Libro de Job forma parte de la literatura sapiencial del Antiguo Testamento y aunque hay discrepancias en cuanto a su datación, se cree que fue un relato oral fijado por escrito hacia finales del siglo V a. C. o a inicios de IV a. C. Se desconoce el autor, pero por sus diferencias en el manejo del lenguaje, se piensa que más de una mano intervinieron en su escritura. En cuanto a sus aspectos formales se trata de un “drama poético divido en dos actos, enmarcados con un prólogo, un epílogo y un entreacto”13.

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Ibíd., p. 26 I. Cabrera, “El Dios de Job” en El lado oscuro de Dios, México, Paidós, 1998, p. 110. 12 M. Buber, “El Dios que esconde su rostro” en: Isabel Cabrera (ed.), Voces en el silencio: Job: texto y comentarios, México, UAM, 1992, p. 193. 13 “Introducción al Libro de Job” en Biblia de Jerusalén, Bilbao, Desclée de Brouwer, p. 831. 11

La historia es bien conocida, Yahvé y Satán, quien representa al adversario por lo que no hay que relacionarlo con ninguna entidad demoníaca, apuestan por la calidad de la fe de Job. Para Yahvé, Job es “íntegro y recto, temeroso de Dios y apartado del mal” (Jb 1: 9) de manera desinteresada; mientras que para Satán, Job actúa así porque ha sido colmado de bendiciones, pero asegura que si le quita todo lo que le ha otorgado, terminará maldiciendo en su cara. Yahvé acepta el reto y deja que Satán lo despoje de sus propiedades y de sus hijos. Sin embargo, Job responde con una actitud humillada: “Yahvé me lo ha dado y Yahvé me lo ha quitado. Bendito sea el nombre de Yahvé” (Jb 1: 21). A pesar de esto Satán sigue firme en que la fe de Job no es sincera, por lo que Yahvé acepta que lo llene de úlceras. Job padece un dolor terrible, su mujer lo exhorta a maldecir el nombre de Dios y morir, empero él responde: “¡Resulta que estamos dispuestos a recibir de Dios lo bueno y no lo estamos para recibir lo malo!” (Jb 2: 10). De acuerdo con las palabras del profeta Habacuc el justo se distingue de los demás porque es fiel a la palabra y a la voluntad de Dios (Ha 2: 4). Job se presenta como un justo, por eso la prueba que Yahvé le manda consiste en saber si el sufrimiento y el sinsentido son capaces de quebrantar su fe14. Sin embargo, a partir de la ronda de discursos poéticos donde se intercalan las voces de Job y sus amigos se demuestra que Job empieza a perder la paciencia al no entender el porqué de sus desgracias y le pide a Yahvé una respuesta porque no cree merecer todo lo que le pasa. El centro del conflicto de Job radica en el sentido y causa de su sufrimiento. Aunque Job no es israelita, pues es originario del país de Us, al sudeste del Mar Muerto, sigue la ley del pueblo de Abraham. Según el capítulo 28 del Deuteronomio, Yahvé bendice a los que obedecen sus mandatos y maldice a aquellos que se apartan de ellos. Esto fundamenta la teoría del mérito donde a cada quien se le da lo que corresponde de acuerdo a sus actos. Empero, Job es inocente, él es piadoso y temeroso de Dios, le ofrecía holocaustos cada mañana y cuidaba de no pecar maldiciéndolo en su interior. Para él no hay ninguna razón aparente para su sufrimiento, mas no para sus amigos Elifaz, Bildad y Sofar quienes le aseguran que él tuvo que haber cometido alguna falta porque sólo el injusto sufre. En palabras de Isabel Cabrera: “Lo único que queda, según ellos, es confesar y arrepentirse: si Job lo hiciera, Yahvé olvidaría su culpa y le devolvería el

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I. Cabrera, “Introducción” en Voces en el silencio, op. cit. p. 9.

bienestar. Sin embargo, Job no cede, él también cree en esta teoría pero se sabe inocente, por ende, su conclusión es otra: Dios es injusto”15. Por supuesto que Job no merece las desgracias que le ocurren, pero es imposible que sepa que se trata de una prueba, la cual consiste en confundirlo para que abandone su fe a un dios incomprensible y con una voluntad voluble16. Para Job aquel Dios que descarga su ira sin merecerla no parece ser el mismo que se preocupaba por su bienestar, sin embargo lo es, y por lo tanto no puede abandonar su fe ni rechazar lo que le manda. Job no obedece de manera ciega, es un rebelde que interroga a Yahvé por haberlo abandonado: “¿Te parece bien oprimirme, despreciar la obra de tus manos, y favorecer los planes del malvado? […] Tus manos me formaron y me hicieron, ¿y ahora, en arrebato, me destruyes?” (Jb 10:3,8). No se conforma con las respuestas de sus amigos, él desea que el mismo Dios sea quien le responda de frente: “Pero yo quiero hablar con Shaddai, deseo encararme a Dios” (Jb 13:3). Mas Dios permanece en silencio ante las súplicas de Job, por lo que el hombre piensa que Dios o no existe o no se preocupa por sus criaturas: “Te pido auxilio y no respondes, me presento y no haces caso. Te has vuelto cruel conmigo, tu fuerte mano se ceba en mí” (Jb 30:20,21). No son las múltiples pérdidas ni el dolor de la enfermedad las que hacen sufrir a Job, es la falta de interés de Yahvé: “¿Por qué me ocultas tu rostro y me tienes por enemigo?” (Jb 13:24). Su súplica recuerda a la plasmada en el salmo 27: Escucha, Yahvé, el clamor de mi voz, ¡ten piedad de mí, respóndeme! Digo para mis adentros: «Busca su rostro». Sí, Yahvé, tu rostro busco: no me ocultes tu rostro.

15 16

Ibid., p. 12. Ibid., p. 14.

No rechaces con ira a tu siervo, que tú eres mi auxilio. No me abandones, no me dejes, Dios de mi salvación” (Sal 27:7-9).

El que Yahvé oculte su rostro no significa que esté ausente, más aún es tal su presencia que termina por lastimar a Job. La presencia que Job percibe es la de un Dios poderoso, pasional y capaz de inspirar temor, no en el sentido de respeto sino en el de miedo. Job lamenta la ausencia del dios familiar, cuya presencia significa bendición, y a cambio percibe la presencia de un dios impredecible que lejos de buscar su bien, lo azota en medio de sus desgracias17. En su poema Job manifiesta su dolor, pero no le pide a Yahvé que se lo quite, sólo quiere una explicación a por qué él ha de padecer eso. Lo que le interesa a Job es que Yahvé reestablezca su justicia, de esta manera le otorgaría a su sufrimiento un sentido, ¿por qué Dios permite que el inocente sufra mientras el malvado vive sin pesar?: “Gimen los moribundos en la ciudad, los heridos piden socorro, pero Dios no escucha su oración” (Jb 24:12). A pesar de que se enfrenta al silencio, mantiene la esperanza en conocer la respuesta: “¡Ojalá que alguien me escuchara! ¡He dicho mi última palabra! A Shaddai le toca responder” (Jb 31:35). En la estructura del poema que ha llegado hasta nuestros días después de la afrenta de Job a Yahvé se presenta el discurso del joven Elihú. Este discurso ha sido descartado de varios análisis por integrarse después al poema, mas considero que posee varios puntos que valen la pena mencionar puesto que contribuyen a la comprensión de la prueba a la que es sometido el sufriente. Elihú intenta responder las preguntas de Job, pero le señala que Dios es tan grande que su voluntad divina resulta incognoscible para el hombre, fruto de su creación. A pesar de que resulta absurdo conocer sus poderosos designios, Dios no es indiferente: “¿Por qué te querellas con él si no responde a tus razones? Dios habla de muchas formas, pero no nos damos cuenta” (Jb 33:1314). El error de Elihú es el mismo que el que comenten los amigos de Job, para ellos la aflicción es un medio con el que Dios castiga y denuncia a aquellos que se han apartado de su lado y que 17

I. Cabrera, “El Dios de Job” en El lado oscuro de Dios, op. cit., p. 99.

son incapaces de humillarse y pedir perdón a causa de su orgullo. Una vez más, para los interlocutores de Job su sufrimiento es una consecuencia de la justicia de Dios. Yahvé rompe el silencio desde una tormenta, y a partir de esa teofanía o revelación de lo divino le habla a Job. Sin embargo, Yahvé recurre a una serie de preguntas retóricas donde invierte los papeles con Job, y ahora es Él quien lo interroga: “¿Quién es éste que denigra mi designio diciendo tales desatinos?” (Jb 28: 2). Yahvé inicia su discurso enumerando su creación, lo que demuestra su poderío frente al hombre. Para Martin Buber es en este momento cuando el problema sobre la justicia de Dios se resuelve. Tanto Job como sus interlocutores interpretaban la justicia divina con base en las categorías humanas, de acuerdo con Buber, Dios no tiene sólo una justicia, sino varias manifestaciones de ésta y la que elige para responder a Job es la justicia presente en la creación: “La creación del mundo es justicia, no una justicia de recompensa y compensación, sino una justicia distributiva y dadivosa. Dios creador da a cada cosa, a cada ser lo que le corresponde, en la medida en que permite, que tal cosa o tal ser, lleguen a ser enteramente “ellos mismos””18. Esto nos remite al libre albedrío pues Dios permite que cada una de sus criaturas alcance la plenitud pero a través de los límites que le ha impuesto. A diferencia de la justicia del hombre que da a cada uno lo que le corresponde, la justicia divina da a cada uno lo que él es19. La respuesta de Dios no es del todo una respuesta pues nunca le explica a Job el porqué de su sufrimiento. Sin embargo, Job encuentra consuelo en ella porque entiende que Dios calla pero no está ausente20 porque escucha y atiende sus súplicas. En su silencio Dios invita a Job a acercarse a Él, a acudir a Su encuentro. Dicho encuentro se da porque, aunque Job lo pedía, fue Dios quien decidió cuándo, cómo y dónde se dejaría encontrar. Dios se le manifiesta a Job con todo su poder en una tormenta, y hasta que escucha lo que su Creador tiene que decirle, comprende que éste es todopoderoso y no tiene que explicarle sus actos a nadie. Finalmente, Job vislumbra el misterio de Dios porque se encuentra en su presencia, sus ojos se han abierto a lo invisible, y ahora es capaz de comprender lo incognoscible. Esto permite concluir que la razón por la que aparentemente Dios no da una respuesta se debe a que Él es la respuesta21.

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M. Buber, “El Dios que esconde su rostro” en Voces en el silencio. op. cit., p. 192. Ibid., p. 193. 20 I. Cabrera, “El Dios de Job” en El lado oscuro de Dios. op. cit., p. 85. 21 M. Buber, op. cit. p. 193. 19

Ante la palabra de Yahvé sólo cabe el silencio de Job. Entonces el diálogo entre el hombre y Dios es un diálogo que no requiere del lenguaje sino de la presencia, las palabras se vuelven innecesarias porque el lenguaje resulta insuficiente para relatar la experiencia de ver lo divino. Quizá esto explique la estructura poética de los discursos, ya que la poesía tiene la capacidad de sortear los límites del lenguaje, aunque al ser una creación humana también resulta insuficiente para expresar lo que se encuentra más allá de los límites humanos. Coincido con Isabel Cabrera que Job no superó la prueba cuando Yahvé se le presentó en una cratofanía y le habló, sino antes, cuando a pesar de no recibir respuesta de manera inmediata, espero y espero hasta que Yahvé se le manifestó. A pesar de la duda, el miedo y la tribulación, Job mantuvo la esperanza en recibir una respuesta porque la confianza en ese Dios familiar que anteriormente lo protegía le decía que tarde que temprano iba a llegar. Gracias a su paciencia, Job logró superar la prueba, pues como dice el apóstol Santiago: “Considerad como gran gozo, hermanos míos, cuando estéis rodeados por toda clase de pruebas, sabiendo que la calidad probada de vuestra fe produce paciencia; pero la paciencia ha de culminar en una obra perfecta para que seáis perfectos e íntegros, sin que dejéis nada que desear” (St 1:2-4). A lo largo de la prueba, la fe de Job pasa por varios momentos, desde la confianza ciega hasta “la desesperación, la ira, el temor, la esperanza”22, para culminar en una revelación, “una experiencia que le devuelve la cercanía de Dios”23. Antes bien, la característica de esta revelación es que es personal24; se da entre un Yo y un Tú por lo que Job deja atrás sus miedos y sus inseguridades respecto a Dios y se entrega totalmente a su voluntad. En el epílogo de la historia, Yahvé retribuye las penas de Job, castiga a sus amigos que sólo cumplían con la ley porque temían despertar su ira, más no porque lo quisieran en su corazón, y lo bendice con riqueza, descendientes y una larga vida. Pero más allá de los bienes materiales que le entrega, acorde a la doctrina del mérito, la verdadera ganancia de Job es conocer a Dios, porque lo conocía de oídas, pero ahora sus ojos lo han visto (Jb 42:5,6).

22

I. Cabrera, “El Dios de Job” en El lado oscuro de Dios, op. cit., p. 93. Ibid., p. 118. 24 M. Buber, op. cit., p. 193. 23

V. Conclusiones En la actualidad tal parece que la “voz humana y solitaria no alcanza los oídos de Dios y la voz de Dios tampoco alcanza los del hombre”25. Si Dios no responde, si Dios no habla, si Dios no actúa, la conclusión que se extrae es que simplemente Dios no está. Pero el problema es que, como afirma Joseph Ratzinger, queremos conocer a Dios a través de nuestros sentidos, como si con sólo estirar la mano fuéramos capaces de asirlo, cuando Dios rebasa todos los límites humanos. Es decir, estamos tan aferrados en buscar una explicación lógica a la presencia (o en este caso ausencia) de Dios, que si no somos capaces de verlo con nuestros ojos y de meter nuestro dedo en sus llagas, como Santo Tomás, nos es imposible e incluso absurdo creer. La única herramienta que posee el hombre para percibir la presencia de Dios es la fe y por consiguiente, la “verdadera fe es la que sabe resistir a la desgracia, porque es la única capaz de reconocer en medio del dolor, la presencia de un dios aparentemente ausente”26. Pero la fe no es algo que se pueda explicar de manera racional como se explica una ecuación matemática (aunque ha habido quienes se han aventurado a probar la existencia de Dios a partir de este tipo de cálculos) “es más una experiencia que una creencia; Dios más que una hipótesis es una pasión”27. Así, lo que la fe cristiana propone es padecer para conocer a Dios. No quiero decir con esto que la vida tenga que ser un valle de lágrimas, ni que la única manera de alcanzar la salvación sea a través del dolor. Si bien el Cristianismo está arraigado en esta idea del sufrimiento, basta recordar la Pasión de Cristo, también está fundamentado en el amor al otro, el amor desinteresado, el amor en una entrega total, volvamos al ejemplo de Cristo. De esta manera, cuando el sufrimiento es vivido como una entrega entonces sí estamos hablando de un camino hacia el encuentro de Dios. Es por esta razón que Job y su historia de sufrimiento son tan populares pues como dice Sören Kierkegaard: “Job sigue a los fieles, y consuela a cada uno como si fuera el único y aún no hubiera sufrido todo lo que queda por sufrir; lo consuela como alguien que es testigo de que lo más terrible puede soportarse, que lo temible puede ser vencido, que la batalla de la desesperación tiene fin, para honra de Dios, para su propia salvación, y para provecho y alegría

25

I. Cabrera, “El Dios de Job” en El lado oscuro de Dios, op. cit. p. 177 Íbid. p. 134. 27 Ibid. p. 119. 26

de otros”28. Esto quiere decir que el sufrimiento de Job tiene un sentido al convertirse en el medio por el cual el hombre se rechaza a sí mismo, en medio de su tribulación, en su desesperanza, en su debilidad humana, para entrar en comunión con Dios. Pero Job, como ya vimos, no reconoció esto de manera inmediata. Para él, sus penas eran consecuencia de un acto injusto de Dios, el Dios benigno estaba ausente y la presencia del lado oscuro de Dios, como lo ha llamado Isabel Cabrera, lo atormentaba noche y día. Sin embargo, “Job es sometido a una prueba de ausencia para obtener de lo más hondo de su pecho la aceptación más profunda de Dios, la fe incondicionada”29. Job es sobajado, humillado, tenía la posibilidad de renegar a Dios y acabar con su sufrimiento, pero no lo hace. Acepta la voluntad divina sin pedir nada a cambio y se entrega de manera apasionada para convertirse en un instrumento de Dios. La luz que se presenta al final del túnel, es la revelación de la presencia divina. Sin duda, son más las preguntas que quedan sin responder que las resueltas. Lo único certero es que Dios es un misterio. Mas reconocer el misterio de Dios no significa resignarse a una búsqueda sin salida, ni a correr en círculos un camino que alguien más recorrió. Reconocer el misterio de Dios es el primer paso hacia su conocimiento, los siguientes cada uno decide si los acepta o no. Todos estamos llamados a ver esa luz al final del túnel, a otorgarle un sentido a nuestras penas y desgracias en la entrega a Dios, pues como dice el Eclesiástico. “Todo lo que te sobrevenga, acéptalo, y en las humillaciones, sé paciente. Porque en el fuego se purifica el oro, y los que agradan a Dios en el horno de la humillación” (Si 2:4,5)

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S. Kierkegaard, “El Señor me lo dio, el Señor me lo quitó” en: Isabel Cabrera (ed.), Voces en el silencio: Job: texto y comentarios, México, UAM, 1992, p. 148. 29 I. Cabrera, “El Dios de Job” en El lado oscuro de Dios, op. cit. p. 135.

Bibliografía “Introducción al Libro de Job” en Biblia de Jerusalén, Bilbao, Desclée de Brouwer. Biblia de Jerusalén, Bilbao: Desclée de Brouwer. Buber, Martin, “El Dios que esconde su rostro” en: Isabel Cabrera (comp.), Voces en el silencio: Job: texto y comentarios, México, UAM, 1992. Cabrera, Isabel, “El temor a Dios y la prueba” en El lado oscuro de Dios, México, Paidós, 1998. ------ “Introducción” en: Isabel Cabrera (comp.), Voces en el silencio: Job: texto y comentarios, México, UAM, 1992. Ehrman, Barth D. ¿Dónde está Dios?: El problema del sufrimiento humano, Barcelona, Ares y Mares, 2008. Hazleton, Lesley “The doubt essential to faith”. TED Global 2013. Jun 2013. Kierkegaard, Sören “El Señor me lo dio, el Señor me lo quitó” en: Isabel Cabrera (ed.), Voces en el silencio: Job: texto y comentarios, México, UAM, 1992. Ratzinger, Joseph “La fe en el mundo de hoy” en Introducción al Cristianismo, Salamanca, Sígueme, 1969.

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