La arqueología frente a la oposición “civilización o barbarie”

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Descripción

La arqueología frente a la oposición “civilización o barbarie”1 Federico Restifo

Hacia fines del siglo XIX el antropólogo estadounidense Lewis Henry Morgan propuso un modelo de evolución social caracterizado por tres etapas principales: salvajismo, barbarie y civilización. Dicho modelo planteaba la evolución humana como un proceso progresivo, es decir, recorriendo un camino de “avance” o “perfección” creciente. Las etapas se definieron tomando en cuenta el avance tecnológico de las sociedades, pasando desde los artefactos vinculados con la caza y recolección (e.g. arco y flecha) hasta las maquinarias industriales, así como lo relativo a cuestiones jurídicas y políticas, vinculadas con el surgimiento de la propiedad privada, códigos de leyes y formas de gobierno democráticas, en oposición a tiranías. La entrada o avance hacia una de las etapas, es decir desde salvajismo a barbarie o desde barbarie a civilización, implicaba el abandono o extinción de los rasgos que caracterizan a la etapa anterior o inferior. Modelos de esta clase influyeron fuertemente en el modo en que se concibió y pensó a la nación argentina, desde mediados del siglo XIX. Esto es claro en el pensamiento de uno de sus intelectuales e ideólogos principales, Domingo Faustino Sarmiento, quien publicara en 1845 su obra titulada: Facundo. En dicha obra la presencia de oposiciones como civilización-barbarie, progreso-atraso, campo-ciudad es recurrente. Para el caso de civilización y barbarie la opción buscada por Sarmiento, como bien se sabe, fue la de civilización. Inspirándose en los valores culturales europeos, como el desarrollo en las letras, formas de gobierno, el esplendor de sus ciudades, etc. Sarmiento proponía hacer de la Argentina una nación europea, pero en América. En este panorama de oposiciones, no había lugar para alternativas. Entonces, ante un proyecto “civilizatorio”, aquello entendido como barbarie y salvajismo no tenía lugar, y debía ser excluido de alguna forma. Dentro de lo que es barbarie y salvajismo (o todo aquello ajeno a la “civilización”), se encontraban principalmente los gauchos, los afroamericanos y los indígenas. Particularmente nos centraremos en estos últimos. ¿Cuáles eran los motivos para su exclusión del proyecto de nación? Tanto Sarmiento así como intelectuales posteriores, como José Ingenieros, planteaban que las poblaciones indígenas representaban una etapa antigua de la evolución

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Charla brindada en el marco del ciclo “Café de las Ciencias”, llevado a cabo en el polo científico tecnológico de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, el día 24 de junio de 2015.

humana, que en Europa ya había sido superada. Es decir, se pensaba a los indígenas como poblaciones que habían quedado detenidas en una etapa de la escala de evolución social, la etapa del salvajismo, y que se encontraban distantes del corolario máximo de dicha evolución: la civilización. Como tales, las poblaciones indígenas representaban un obstáculo al progreso, a la meta a la que debía dirigirse la evolución humana, por lo tanto, debían ser excluidas del proyecto de nación argentina. En un pasaje de su libro “Conflictos y Armonías de las Razas en América”, publicado en 1883, Sarmiento se expresa de la siguiente manera: “…los actuales habitantes de la América que hallaron (…) los contemporáneos de Colón, son el mismo hombre prehistórico del que se ocupa la ciencia en Europa, estando allí extinguido, y aquí presente y vivo, habiendo dejado allá desparramadas sus herramientas de sílex, mientras aquí las conservaba en uso exclusivo” (Sarmiento 1883 [2011]:41). Y a su vez agrega, que se trata de poblaciones con una: “…marcha casi sin accidente (…) a través de los siglos” Ahora bien, planteo tres preguntas: ¿realmente las poblaciones indígenas representaban en ese momento, o en nuestro presente, una etapa remotamente antigua de la evolución humana?, ¿realmente se trataba o se trata de poblaciones detenidas en algún lugar del largo camino de la evolución?, y por último, ¿existe sólo una única dirección para la evolución social humana? Desde mi punto de vista la respuesta a las tres preguntas es “no”, y considero que la arqueología puede ayudar a demostrarlo. Junto con el equipo de arqueólogos con quienes trabajo, tuvimos la suerte de encontrar diferentes sitios arqueológicos que conservan los restos materiales de unos 10.000 años de historia de poblaciones originarias. Todos los sitios se ubican en la Provincia de Salta, en un espacio que se encuentra a más de 3500 msnm, conocido como Puna. Mediante excavaciones en estos sitios hallamos un elevado número de “puntas de proyectil”. Si examinamos toda la secuencia temporal, desde 10.000 años hasta unos 600 años antes del presente, identificamos una gran diversidad de formas de puntas. Las hay triangulares, en forma de hoja de laurel, en forma de gota de agua, en forma de pentágono, más pequeñas, más grandes, más alargadas, achatadas, etc. Y todas ellas confeccionadas sobre diferentes rocas. Todas estas formas se sucedieron a lo largo del extenso tiempo. Nuestros estudios indican que estas variedades corresponden a diferentes

armas, que habrían aparecido en diferentes momentos del tiempo, en concordancia con diferentes escenarios ecológicos y sociales, y como parte de diferentes técnicas de caza, ya sea individual o colectiva. Entre esas armas podemos mencionar el propulsor de dardos, presente desde al menos 10.000 años en la Puna Argentina, la lanza, que aparece hacia los 8000 años antes del presente, o el arco y flecha, que habría sido adoptado hace unos 1000 años antes del presente. A su vez, dichas puntas fueron fabricadas sobre rocas provenientes de lugares cercanos, a pocos km, como lejanos, a más de 200 km, y siempre evidenciando una selección particular, ya que no cualquier roca era adecuada para la talla. Estos artefactos habrían demandado, también, una cuidadosa manufactura, ya que las rocas pueden quebrarse en el proceso de fabricación, exigiendo conocimiento de las propiedades mecánicas de las mismas, así como una elevada habilidad artesanal. Las puntas habrían sido empleadas en armas complejas que involucraron el uso de maderas como las “cañas”, para la confección del astil, así como fibras y pegamentos naturales para su enmangue. Es notable el hecho de que en la Puna la madera útil para astiles es escasa, por lo que las mencionadas cañas habrían sido obtenidas de lugares lejanos, como las yungas, o selvas de tierras bajas. Estas puntas, o armas en general, fueron empleadas para la caza de vicuñas o guanacos principalmente, cuyos huesos son recurrentes en diferentes sitios arqueológicos. Esta no habría sido una tarea simple, ya que se trata de animales con un sentido de la vista y del oído muy sensibles –especialmente la vicuña- lo que los habría hecho huir rápidamente ante la presencia de cazadores. En síntesis, considero que estos resultados de investigación arqueológica reflejan diferentes argumentos para mi respuesta negativa a las tres preguntas planteadas. En primer lugar, reflejan la facultad creativa de las poblaciones que nos precedieron en esta tierra, las que tomaron diferentes decisiones en diferentes momentos del tiempo para modificar su equipo de caza. En segundo lugar, reflejan el amplio conocimiento sobre el espacio habitado, incluyendo la disponibilidad de rocas adecuadas ubicadas a diferentes distancias, así como maderas. En tercer lugar, resaltan las facultades de aprendizaje y transmisión de conocimiento a través de generaciones, necesarias para prolongar en el largo tiempo la fabricación de un artefacto complejo como es una punta de proyectil, así como los demás elementos que integran el arma en la que la punta se incluye. En cuarto lugar, dan cuenta del conocimiento sobre los animales disponibles en el espacio de la Puna, y su comportamiento particular, es decir su etología. De otra manera, no habría sido posible el éxito de una estrategia de caza basada principalmente en la caza de vicuñas y guanacos. Entonces, estos resultados muestran que las poblaciones indígenas a las

que se refirieron Sarmiento y sus contemporáneos, no estuvieron congeladas en el tiempo, en una etapa “inferior” de la evolución humana, sino que también evolucionaron y cambiaron, sólo que lo hicieron en una dirección diferente a la del esquema planteado por Morgan, que presenté al principio. Si bien se trata de un caso arqueológico particular y específico, es bueno destacar que la arqueología profesional se practica a lo largo y ancho de la Argentina, poniendo de relieve la enorme diversidad de adaptaciones humanas del pasado en ese territorio, las que no solo se basaron en artefactos de piedra. De este modo, puede concluirse que aquellas poblaciones con las que se encontraron los primeros españoles que llegaron a América no eran el vestigio de una etapa antigua de la humanidad, sino la consecuencia de miles de años de evolución transcurridos desde el momento en que llegaron los primeros humanos al continente, por lo menos hace unos 12.000 años. Pero lo más relevante es destacar que hoy en día la población argentina descendiente de europeos coexiste con poblaciones, también argentinas, pero que se reconocen como descendientes de originarios, ya que los indígenas no son sólo una cuestión del pasado, sino también del presente. En este caso, y a diferencia de la época de finales del siglo XIX, pienso que hoy en día, si hay algo que se debe superar, es la creencia en modelos tan simples y reduccionistas de la evolución humana y en ciertos prejuicios de atraso e incapacidad. Esta superación radica en tomar cada vez más conciencia de que la Argentina es una nación diversa en términos étnicos y culturales, y que incluye grupos de personas que se identifican con historias y ancestros diferentes, y que incluso hablan idiomas diferentes. Y aquí no hay nada de inferioridad, ni de superioridad, ni tampoco salvajes, bárbaros o civilizados, sino maneras y direcciones diferentes en que los grupos humanos evolucionan y progresan.

Dr. Federico Restifo Instituto de Arqueología UBA-Investigador CONICET [email protected]

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