La arqueología fenicia en la provincia de Málaga en los albores del siglo XXI. Breve balance de una década (2001-2010)

July 25, 2017 | Autor: E. García Alfonso | Categoría: Mediterranean archaeology, Phoenician Punic Archaeology, Protohistoric Iberian Peninsula
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Descripción

DIEZ AÑOS DE ARQUEOLOGÍA FENICIA EN LA PROVINCIA DE MÁLAGA (2001-2010) Eduardo García Alfonso (Ed.)

DIEZ AÑOS DE ARQUEOLOGÍA FENICIA EN LA PROVINCIA DE MÁLAGA (2001-2010) MARÍA DEL MAR ESCALANTE AGUILAR IN MEMORIAM Eduardo García Alfonso (Ed.)

Ana Arancibia Román María Isabel Cisneros García Miguel Dumas Peñuelas María del Mar Escalante Aguilar Luis-Efrén Fernández Rodríguez Daniel David Florido Esteban Lorenzo Galindo San José Eduardo García Alfonso Mar Juzgado Navarro Emilio Martín Córdoba Juan Antonio Martín Ruiz José Mayorga Mayorga Francisco Melero García Verónica Navarrete Pendón Juan de Dios Ramírez Sánchez Joan Ramon Torres Ángel Recio Ruiz Manuel Romero Pérez Nieves Ruiz Nieto Miguel Ángel Sabastro Román Vicente Marcos Sánchez Sánchez-Moreno José A. Santamaría García José Suárez Padilla

Agencia Andaluza de Instituciones Culturales

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CONSEJERÍA DE CULTURA Y DEPORTE

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JUNTA DE ANDALUCÍA. Consejería de Cultura y Deporte Edita: JUNTA DE ANDALUCÍA. Consejería de Cultura y Deporte © de la edición: JUNTA DE ANDALUCÍA. Consejería de Cultura y Deporte © de los textos y fotos: sus autores Dirección General de Bienes Culturales e Instituciones Museísticas Diseño, maquetación e impresión: Tecnographic, s.l. Sevilla

ISBN: 978-84-9959-120-9 Depósito Legal: 4288/2012

DIEZ AÑOS DE ARQUEOLOGÍA FENICIA EN LA PROVINCIA DE MÁLAGA (2001-2010) MARÍA DEL MAR ESCALANTE AGUILAR IN MEMORIAM

Editor Eduardo García Alfonso

Contribuciones de: Ana Arancibia Román María Isabel Cisneros García Miguel Dumas Peñuelas María del Mar Escalante Aguilar Luis-Efrén Fernández Rodríguez Daniel David Florido Esteban Lorenzo Galindo San José Eduardo García Alfonso Mar Juzgado Navarro Emilio Martín Córdoba Juan Antonio Martín Ruiz José Mayorga Mayorga Francisco Melero García Verónica Navarrete Pendón Juan de Dios Ramírez Sánchez Joan Ramon Torres Ángel Recio Ruiz Manuel Romero Pérez Nieves Ruiz Nieto Miguel Ángel Sabastro Román Vicente Marcos Sánchez Sánchez-Moreno José A. Santamaría García José Suárez Padilla

2012 CONSEJERÍA DE CULTURA Y DEPORTE

Dirección General de Bienes Culturales e Instituciones Museísticas

ÍNDICE

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PALABRAS PRELIMINARES . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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MARÍA DEL MAR ESCALANTE AGUILAR IN MEMORIAM . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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RESÚMENES DE LOS ARTÍCULOS . . . . . . . . . . . . . . . .

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LA ARQUEOLOGÍA FENICIA EN LA PROVINCIA DE MÁLAGA EN LOS ALBORES DEL SIGLO XXI. BREVE BALANCE DE UNA DÉCADA (2001-2010) . . . . . . . . . . Eduardo García Alfonso EL PERIODO FENICIO ARCAICO EN LA BAHÍA DE MÁLAGA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Ana Arancibia Román y Luis-Efrén Fernández Rodríguez EL ASENTAMIENTO FENICIO DE LA REBANADILLA A FINALES DEL SIGLO IX A.C. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Vicente Marcos Sánchez, Lorenzo Galindo San José, Mar Juzgado Navarro y Miguel Dumas Peñuelas EL SANTUARIO FENICIO DE MALAKA . . . . . . . . . . . . . María del Mar Escalante Aguilar, Ana Arancibia Román, María Isabel Cisneros y José Mayorga Mayorga EL HIPOGEO FENICIO DE MUNDO NUEVO (NECRÓPOLIS DE GIBRALFARO, MÁLAGA) . . . . . . . . . Juan Antonio Martín Ruiz UN HIPOGEO CON FORMA DE PIEL DE TORO A ORILLAS DEL GUADALMEDINA. MÁLAGA . . . . . . . . . Daniel David Florido Esteban, Verónica Navarrete Pendón, Juan de Dios Ramírez Sánchez, Nieves Ruiz Nieto y Miguel Ángel Sabastro Román

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VARAR Y COMERCIAR EN LA MARISMA. GUADALMAR Y EL ENTORNO DEL CERRO DEL VILLAR EN ÉPOCA TARDOARCAICA . . . . . . . . . . . . . . Daniel David Florido Esteban, Eduardo García Alfonso, Verónica Navarrete Pendón, Nieves Ruiz Nieto y Miguel Ángel Sabastro Román UNA PRIMERA APROXIMACIÓN A LA DIMENSIÓN URBANA DE LA CÁRTAMA PRERROMANA . . . . . . . . . Francisco Melero García TARALPE ALTO (ALHAURÍN DE LA TORRE, MÁLAGA). UN NUEVO ASENTAMIENTO DE LA EDAD DEL HIERRO EN EL ENTORNO DE LA CUENCA BAJA DEL RÍO GUADALHORCE . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . José A. Santamaría García, José Suárez Padilla y Joan Ramon Torres

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YACIMIENTOS FENICIOS EN LA COSTA DE VÉLEZ-MÁLAGA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Emilio Martín Córdoba y Angel Recio Ruiz

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NOVEDADES SOBRE LA OCUPACIÓN FENOPÚNICA DE MORRO DE MEZQUITILLA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Juan de Dios Ramírez Sánchez

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LAS FASES FINALES DE LA EDAD DEL BRONCE EN EL ENTORNO DE ANTEQUERA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Manuel Romero Pérez y Luis-Efrén Fernández Rodríguez

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4 LA ARQUEOLOGÍA FENICIA EN LA PROVINCIA DE MÁLAGA EN LOS ALBORES DEL SIGLO XXI. BREVE BALANCE DE UNA DÉCADA (2001-2010) Eduardo García Alfonso

Resumen: El objetivo de esta pequeña introducción es situar en su contexto el conjunto de artículos que componen esta obra. Se ofrece un repaso muy rápido de lo que ha sido la última década de la investigación sobre el mundo fenicio en la provincia de Málaga, con sus avances y problemas, conectándola con el devenir general de estos estudios en la actualidad.

Palabras claves: mundo fenicio, Málaga, investigación arqueológica, proyectos. THE PHOENICIAN ARCHAEOLOGY OF THE PROVINCE OF MÁLAGA IN THE BEGINNINGS OF 21TH CENTURY. A BRIEF BALANCE OF A DECADE (2001-2010). Summary: This short introduction only seeks to put in their context the group of papers that composes this book. It offers a short review about the Phoenician world research in the province of Málaga in the last decade, with their progresses and problems. We try a connection with the general development of these studies nowadays. Key words: Phoenician world, Málaga, archaeological research, projects.

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1. LOS ORÍGENES DE LA ARQUEOLOGÍA FENICIA EN OCCIDENTE

Si bien los estudios arqueológicos sobre la presencia fenicia en el Extremo Occidente se inician en lugares como Villaricos, Cádiz e Ibiza en el tránsito del siglo XIX al XX, las limitaciones metodológicas de la época, el incipiente conocimiento del registro y los objetivos de aquellos primeros trabajos −más dirigidos a proporcionar piezas para los diferentes museos y colecciones privadas− no derivaron en una profundización del conocimiento de los procesos históricos, a excepción de la meritoria figura de Luis Siret, pese a sus errores de bulto, reconocidos por él mismo. Ciertamente no se dudaba de que en la Península Ibérica habían existido ciudades fenicias, ya que las monedas de Gadir, Málaka, Sexi, Abdera, Ebusus y otras de las cecas denominadas libio-fenicias eran conocidas por los estudios de numismática desde los siglos XVI y XVII. El hallazgo casual en 1887 del sarcófago antropoide masculino de Cádiz fue un auténtico revulsivo, ya que vino a aportar algo más que las series numismáticas y las citas de los textos clásicos sobre la existencia de una Iberia fenicia, que animó a descubrir nuevas tumbas, las cuales salieron pronto a la luz

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en el sector de Puerta de Tierra. Coincidió aquel hallazgo con la presencia de Siret en Herrerías, quien inició las excavaciones de Villaricos en 1890, con el descubrimiento de su importante necrópolis. Los acontecimientos anteriores estimularon la constitución de la Sociedad Arqueológica Ebusitana, en un intento de poner coto a los expolios masivos que empezaban a sufrir los enclaves arqueológicos de toda la isla de Ibiza, otro de los lugares donde los textos señalaban una importante presencia fenicia. Esta iniciativa se vio compensada rápidamente con el comienzo de las excavaciones sistemáticas en el Puig des Molins en 1903. En aquellos momentos, el material arqueológico era más una ilustración para apoyar los textos clásicos que una fuente en sí mismo, enfoque que alcanzará su paroxismo con el Tartessos de Adolf Schulten, publicado en su primera edición en 1921. Este periodo, muy entroncado con la denominada arqueología filológica en boga en la Europa de aquellos años, ha sido muy bien estudiado por diversos autores (Cruz Andreotti, 1987; López Castro, 1992; Álvarez Martí-Aguilar, 2005). No obstante, pese a sus limitaciones, estos trabajos afianzaron que la presencia fenicia en la Península era una realidad tangible y no una exageración de los clásicos. Prescindiendo de los planteamientos de Siret respecto a la presencia fenicia en Occidente en la Edad del Bronce, un sector de investigación española de la época sí realizó planteamientos rigurosos en cuanto a la datación de los materiales que se iban documentando y no se dejó llevar por las propuestas de altas cronologías que efectuaban los textos de la Antigüedad. Quedó claramente establecido que el horizonte del grueso de los hallazgos de entonces en Cádiz, Villaricos e Ibiza no era anterior al siglo VI a.C. Ciertamente había objetos aislados de momentos previos, para los que se intuía una fecha más antigua, pero apenas fueron tenidos en cuenta, fundamentalmente por las escasas referencias existentes. Con estas dataciones del siglo VI en adelante quedó establecido el llamado periodo púnico, ya que se presumía un fuerte influjo de Cartago en la Península, circunstancia que quedaba avalada por los paralelos que se conocían en la gran ciudad norteafricana, ya con un nutrido repertorio de excavaciones en aquellos momentos. Esto conectaba muy bien con los textos clásicos, que relataban con amplitud de detalles los intereses cartagineses en España, de la mano de los Bárquidas a partir de 237 a.C., con la llegada de Amílcar. De esta manera, el periodo anterior se interpretó como una fase preparatoria que justificó la integración de Iberia en el “imperio” púnico. La repercusión de esta etapa inicial de la arqueología fenicia en España apenas sí se dejó sentir en Málaga, una vez desaparecida una figura con proyección exterior como era Manuel Rodríguez de Berlanga, fallecido en 1909. No faltaron a lo largo de las últimas décadas del siglo XIX o albores del XX hallazgos fenicios, algunos recogidos brevemente por el referido erudito malagueño, como el conocido cilindro-sello aparecido en la desembocadura del río de Vélez (García Alfonso, 1998a) o en la propia Málaga las tumbas de la calle Andrés Pérez y un medallón egiptizante de oro. El descubrimiento de la necrópolis del Cortijo de Montañez1, en las tierras de la vega baja del Guadalhorce, es sintomático del desconocimiento que existía respecto al mundo fenicio, ya que el propio Rodríguez de Berlanga catalogó los vasos procedentes de la misma como romanos (Rodríguez de Berlanga, 1903: 117-118 y 169). Posteriormente, el único acontecimiento que alcanzó una cierta repercusión fue la presencia en Vélez Málaga de Adolf Schulten, quien, en busca de material para su libro sobre Tartesos, realizó una serie de investigaciones en la zona en 1923 tratando de localizar la colonia griega de Mainake, que ubicó en el Cerro del Peñón2. Atenuadas las penalidades de la primera posguerra y en una atmósfera de cierta recomposición del tejido académico y científico desmantelado por la Guerra Civil y la represión, el descubrimiento por azar del Tesoro de El Carambolo en 1958 supuso un revulsivo de cara a la revalorización del periodo protohistórico en España, prácticamente sin ninguna novedad desde la publicación de la obra de Schulten. De nuevo, los fenicios se ponían de actualidad, pero no por sí mismos, sino por su vinculación al legendario reino de Tartesos, descrito en los textos clásicos como el paradigma de la riqueza y la felicidad, un país de bienaventurados en el lejano Occidente, más allá del cual sólo estaba el Océano. Las consecuencias del hallazgo de El Carambolo tendrán inmediatas consecuencias en Andalucía occidental, con el inicio de excavaciones arqueológicas centradas en este periodo. 1 2

Hoy desaparecido, cuyos terrenos se encuentran en el actual Polígono Industrial Villarrosa. Schulten realizó otra visita a la zona en 1941.

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En la alta Andalucía las repercusiones del hallazgo de El Carambolo no se dejarán sentir demasiado, salvo la introducción paulatina de la idea de un periodo Orientalizante, que tomaba cuerpo con las excavaciones en el Cerro del Real de Galera (Pellicer y Schüle, 1962). El descubrimiento de la necrópolis del Cerro de San Cristóbal −o Laurita− en Almuñécar fue una piedra que cayó en un estanque demasiado tranquilo. Manuel Pellicer, director de la excavación, rápidamente se percató de la extraordinaria importancia que tenían los hallazgos que estaban saliendo a la luz, que ponían de manifiesto la existencia de una presencia efectiva fenicia en el lugar en un momento anterior a las dataciones que comúnmente se venían admitiendo. Se había detectado arqueológicamente el periodo fenicio arcaico, que, aunque ya intuido con anterioridad, ahora adquiría carta de naturaleza al documentarse con material extraído con todas las garantías (Pellicer, 1963). Coincidiendo con la elaboración de la memoria de la excavación de Pellicer en el Cerro de San Cristóbal, fueron los planteamientos de Schulten −fallecido en 1960− los que condujeron a Hans Georg Niemeyer a Vélez Málaga en 1961. Este investigador, miembro del Instituto Arqueológico Alemán, siguió la estela del profesor de Erlangen en la búsqueda de Mainake. En una prospección en la trinchera del ferrocarril de Málaga a Ventas de Zafarraya, concretamente en la vecindad del Cortijo de los Toscanos, sito al pie del Cerro del Peñón, localizó algunos fragmentos de cerámica protocorintia, junto con otras cerámicas que él identificó como fenicias, con buen criterio. La aparición de cerámica griega donde Schulten había ubicado Mainake fue considerada un indicio suficiente para proyectar una campaña de excavaciones en el lugar. El equipo alemán, con intervenciones puntales de investigadores españoles, inició sus excavaciones en Toscanos en 1964 (Schubart, Niemeyer y Pellicer, 1969). En lugar de la esperada colonia griega apareció un asentamiento fenicio que remontaba su existencia al siglo VIII a.C. (Ilus. 1). Con ello, el periodo fenicio arcaico ya documentado por Pellicer en la cercana Almuñécar adquirió carta de naturaleza, más aún al ampliarse las investigaciones del Instituto Arqueológico Alemán en 1967 a la inmediata desembocadura del río Algarrobo. La historia de las investigaciones que se inician en estos momentos en la provincia de Málaga es ya suficientemente conocida en sus líneas generales (García Alfonso, 2007: 56-75). Por ello no vamos a entrar en detalle. No obstante, sí queremos hacer una breve reflexión sobre lo que supuso el lapso de más de tres décadas que transcurren entre 1964 y 2000 en la investigación del mundo fenicio y púnico en tierras malagueñas, ya que con ese bagaje entraremos en el siglo XXI. Tras una primera etapa cuyos objetivos básicos fueron la obtención de secuencias estratigráficas, que facilitaran la comprensión del registro y la elaboración de cronologías, comenzaron a aparecer los primeros modelos interpretativos. Estas visiones ofrecían dinámicas cerradas, vinculadas a las principales corrientes de pensamiento arqueológico, desde

Ilus. 1. Vista de la desembocadura del río de Vélez en 1974, con los enclaves de Toscanos y los Cerros del Peñón y Alarcón. Abajo a la derecha, obsérvese la excavación de la necrópolis de Jardín (fotografía: Instituto Arqueológico Alemán, Madrid)

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el historicismo al materialismo histórico, sin olvidarnos de las propuestas funcionalistas o aquellas que mostraban cierto eclecticismo. Curiosamente, los primeros intentos de ofrecer una interpretación de la presencia fenicia en Occidente partieron de investigadores que no habían trabajado en los enclaves que por aquel entonces estaban siendo excavados, fundamentalmente en Málaga (Warning-Treumann, 1978; Tsirkin, 1979; Frankenstein, 1980). Esta rapidez alertaba sobre la importancia que fuera de nuestras fronteras se estaba dando a las excavaciones que se efectuaban en las desembocaduras de los ríos Vélez y Algarrobo. A ello contribuyó la rápida y completa publicación de los trabajos por el Instituto Arqueológico Alemán, lo que aseguraba la difusión internacional de los mismos. Paradójicamente, en España se comenzó mucho más tarde a elaborar modelos interpretativos, sin duda porque la arqueología del momento no era demasiado proclive al debate teórico. Por pura lógica, las construcciones que se ofrecieron venían de la mano de planteamientos histórico-culturales, con un fuerte peso empirista, en los que muchas veces primaba más la exposición del registro que la interpretación (Molina, 1978; Arteaga, 1978; Pellicer, 1982; 1986). Estos trabajos, pese a las críticas a las que fueron sometidos posteriormente, en especial desde el materialismo histórico, tuvieron la virtud de una firme sistematización del registro arqueológico conocido por aquel entonces.

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2. LAS DÉCADAS DE 1980 Y 1990

A partir de los años 80 no solo se incrementó de manera notable el número de excavaciones arqueológicas referidas al mundo fenicio o autóctono coetáneo, sino también las propuestas de modelos para su interpretación. Desde 1982 la constitución efectiva de la Comunidad Autónoma de Andalucía conllevó un aumento generalizado de los presupuestos dedicados a la arqueología, además de un nuevo marco administrativo, competencia de la recién creada Consejería de Cultura. La nueva regulación normativa tendió a favorecer la investigación mediante la fórmula de proyectos generales sistemáticos que contaban con un compromiso de financiación de varias anualidades y respondían a objetivos concretos. En el ámbito de la provincia de Málaga dos fueron los proyectos aprobados referidos al mundo protohistórico en estos momentos. El primero de ellos fue puesto en marcha en 1985 por P. Aguayo, al frente de un amplio equipo de la Universidad de Granada, con el título La Prehistoria Reciente en la depresión natural de Ronda. Las actuaciones de este proyecto se centraron en Acinipo, el cercano asentamiento ibérico de la Silla del Moro y las intervenciones en el casco histórico de la propia ciudad de Ronda. Un año después, en 1986, M. E. Aubet puso en marcha el proyecto general Cerro del Villar (Guadalhorce, Málaga). El asentamiento fenicio y su interacción con el hinterland, coordinando un equipo de la Universitat Autònoma de Barcelona, luego trasladado a la Universitat Pompeu Fabra. La puesta en marcha de estas actuaciones a largo plazo en el bajo Guadalhorce y en la depresión de Ronda coincidió con el fin de los trabajos de excavación del Instituto Arqueológico Alemán en las desembocaduras de los ríos Vélez y Algarrobo, lo que permitió que la arqueología fenicia de la provincia de Málaga discurriera por nuevos derroteros, a lo que se sumó la introducción de nuevas metodologías de excavación y de análisis biológicos y físico-químicos (Aubet et al. 1999). Por su parte la investigación alemana había derivado desde 1982 en otro proyecto muy diferente de los acometidos hasta entonces, centrado ahora en el estudio de la antigua línea de costa y en los cambios paisajísticos en el litoral mediterráneo andaluz3. Dicho proyecto se realizó con la colaboración de los Departamentos de Geología de las Universidades de Kiel y Bremen y con financiación de la Fundación Wolkswagen (Hoffmann, 1988; Schubart, 1991). Paralelamente, las excavaciones de un equipo hispano-francés, dirigido por J. M. J. Gran Aymerich, en el Teatro Romano de Málaga entre 1981 y 1988 van a poner de manifiesto el enorme interés que tenía la propia Málaka. La capital, citada como ciudad fenicia por los textos clásicos y así testimoniado también por sus acuñaciones monetales, no había gozado hasta entonces de la atención de los investigadores, sin duda por las dificultades que entrañaba la superposición

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Este proyecto se denominó Investigaciones geológicas y arqueológicas sobre los cambios de la línea costera de la Andalucía mediterránea y su importancia para los asentamientos arqueológicos, especialmente fenicios, del sur de España. Posteriormente se amplió al golfo de Cádiz y a las marismas del Guadalquivir.

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de la ciudad moderna sobre el asentamiento antiguo (Gran Aymerich, 1991). La potencialidad de Málaka quedó confirmada paralelamente por la excavación de estratos fenicios in situ en el patio del antiguo Convento de San Agustín en 1986 (Recio Ruiz, 1990). Igualmente, la reactivación de la expansión inmobiliaria desde comienzos de la década de 1990 supuso una nueva oportunidad de aumentar el caudal de datos, protegidos ahora los lugares arqueológicos por la nueva legislación sobre Patrimonio Histórico desarrollada desde el Estado y la Comunidad Autónoma, siendo esta última la que asumió las competencias en la materia. Ello llevó al nacimiento de bastantes empresas dedicadas a la arqueología mediante el libre ejercicio de la profesión no solo en Málaga y Andalucía, sino en toda España. Como resultado de esta confluencia de factores, el caudal de datos generado en estos años fue ingente, lo que no pasó desapercibido para varios autores que efectuaron nuevas elaboraciones de modelos interpretativos, unas veces conectados con el trabajo de campo y otras al margen de éste, utilizando los datos que se iban publicando. Estas propuestas abarcaban todo el ámbito geográfico del sur peninsular, englobando la provincia de Málaga. No todas tuvieron la misma repercusión, evidentemente, dependiendo por lo general de la posición académica de sus promotores. Un primer ensayo fue la de H. Schubart y O. Arteaga (1986). Mucha más difusión tuvo el modelo de C. González Wagner (1986; 1995) y J. Alvar (1990), ya fuera en solitario o en colaboración (Alvar y González Wagner, 1988), elaborado dentro de los parámetros del materialismo cultural de M. Harris. No faltaron tampoco elaboraciones de corte materialista histórico entre las que citaremos a O. Arteaga (1987), J. L. López Castro (1995: 23-53) y M. Carrilero (1992). A este respecto no podemos olvidarnos de aquellas aportaciones que tuvieron un carácter más local para la provincia de Málaga, ofreciendo síntesis entre el repertorio arqueográfico y la interpretación (Suárez Padilla, 1992; Recio Ruiz, 1993). Finalmente, fue el modelo elaborado por M. E. Aubet el que ha tenido una mayor influencia hasta la actualidad, no sólo por la trayectoria de esta investigadora, sino también por la repercusión que ha tenido fuera de nuestras fronteras al ser su conocida síntesis Tiro y las colonias fenicias de Occidente (1987) la obra de referencia sobre el tema en el ámbito internacional4. Todas estas propuestas han sido ya comentadas de manera amplia por el autor de estas líneas en otras ocasiones (García Alfonso, 2000: 63-98; 2007: 56-75).

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3. CRISIS DE FIN DE SIGLO Y NUEVAS PROPUESTAS

En esta tesitura llega la arqueología fenicia de la provincia de Málaga al nuevo siglo. Era evidente que el avance desde 1964 había sido espectacular. No solo se había descubierto un patrimonio ingente y singular, sino que también se habían puesto las bases para asentar un firme conocimiento científico. Se disponía de un registro material básico, de mapas de dispersión, de una batería de técnicas analíticas y de modelos de interpretación histórica. Igualmente, la protección normativa por parte de las Administraciones Públicas garantizaba que no se podían destruir impunemente los restos arqueológicos, como había sido habitual en el pasado, sin que el infractor se encontrase con serias consecuencias legales y con la censura de toda la sociedad. Sin embargo, en el año 2000, no todo eran luces, sino que se notaba un evidente agotamiento del modelo de arqueología fenicia vigente hasta entonces en Málaga y en el conjunto de Andalucía. Dicho estancamiento fue ya señalado por M. E. Aubet en el marco de las XVI Jornadas de Arqueología Fenicio-Púnica, que tuvieron lugar en Ibiza en 2001, bajo el sugestivo título La colonización fenicia de Occidente. Estado de la cuestión en los inicios del siglo XXI. La investigadora catalana señaló al desplazamiento de los ejes de la investigación hacia Portugal y litoral fenicio metropolitano como causa principal de esta situación, aunque apuntó también a la falta de reflexión teórica sobre el colonialismo y sus implicaciones socio-económicas (Aubet, 2002). De hecho, las raíces de esta “crisis finisecular” eran va-

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La obra fue traducida al inglés en 1993 por Cambridge University Press con el título The Phoenicians and the West: politics, colonies and trade. La segunda edición fue publicada en 2001. Evidentemente se convirtió en el manual imprescindible para la arqueología fenicia en el mundo anglosajón.

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riadas y podían percibirse desde varias ópticas antes de que acabara la década de 1990. Se hacía necesario articular un nuevo discurso para responder a preguntas antes no formuladas, ya que obtenido un amplio registro, al menos para el periodo arcaico, no tenía sentido seguir planteando las mismas cuestiones que en las décadas de 1970 y 1980. Esto no quiere decir que se hubieran resuelto todos los problemas del repertorio artefactual, que resultaban evidentes para la época posterior al siglo VI. Este período púnico, denominación que seguimos usando más por comodidad que por convicción5, presentaba –y presenta– numerosas incógnitas, en especial en lo que respecta a la producción de cerámicas locales, lo que obliga a identificar estos estratos por las ánforas y las importaciones, mucho mejor seriadas6. Igualmente, en este debate no entraba el horizonte anterior al siglo VIII a.C., pues su existencia no se conocía arqueográficamente y sólo se intuían unas cronologías más antiguas por las dataciones radiométricas de Morro de Mezquitilla, que, quizás, por un exceso de prudencia, se llevaban a momentos inmediatamente posteriores al año 800 a.C. (Schubart, 2006: fig. 10). Más allá de las cuestiones empíricas, las interpretaciones de carácter histórico no podían seguir dependiendo de los viejos esquemas, que adolecían claros síntomas de agotamiento. Prescindiendo de la arqueología histórico-cultural, todavía bastante más arraigada entre un sector de la investigación de lo que comúnmente se cree, el debate entre funcionalismo y materialismo, iniciado en la arqueología fenicia española a lo largo de la década de 1990, fue muy tímido y pronto quedó superado por los nuevos enfoques poscoloniales, que abordaban cuestiones antes ignoradas y que ahora era viable plantear por un mayor conocimiento del registro. Pese a ello, entendemos que a lo largo de la primera década de este nuevo siglo XXI todavía se ha hecho bastante historicismo, unas veces de forma abierta y otras camuflado con un metalenguaje teórico. Es cierto que en muchas ocasiones el registro no permite ir más allá de la arqueografía, y aunque el autor de estas líneas siempre estará a favor de la solidez empírica como arquitectura básica de nuestra disciplina, tenemos que ser conscientes de la capacidad de reproducción de los viejos discursos. Por ello, desde esta nueva óptica poscolonial se han desarrollado aún muy pocas investigaciones (Delgado Hervás y Ferrer, 2007; Delgado Hervás, 2012: 293-296). A esta situación de paréntesis en la investigación contribuyó de manera importante la finalización de los dos grandes proyectos generales sistemáticos centrados en la Protohistoria de la provincia de Málaga, Cerro del Villar y Serranía de Ronda, con los que las pequeñas actuaciones preventivas del momento no podían rivalizar en medios ni en aportación de datos. Las necesarias reflexiones sobre los resultados obtenidos y su publicación, la no renovación automática de las autorizaciones de estos proyectos, el planteamiento de nuevos derroteros para la investigación y la espera de una adecuación a los cambios que se preveían en la normativa arqueológica7 impusieron un tiempo de espera en la puesta en marcha de nuevos proyectos. Por su parte, el equipo que trabajaba en la depresión de Ronda derivó hacia una línea más integrada en la arqueología urbana, centrada en la propia capital comarcal. No obstante, a lo largo de la primera década del siglo han ido publicando algunos resultados novedosos de lugares como la Silla del Moro y Acinipo, excavados con anterioridad (Aguayo de Hoyos, 2001; Carrilero Millán et al., 2002; Martín Ruiz, J. M., 2001; Carrilero Millán y Aguayo de Hoyos, 2008). En relación con este proyecto, Juan Antonio Martín Ruiz ha publicado recientemente una síntesis sobre el periodo en la Serranía de Ronda, dando a conocer algún material inédito de Acinipo que trabajó en su día su hermano José Manuel (Martín Ruiz, J. A., 2011: figs. 32-35, 38 y 41) (Ilus. 2). En el ámbito del bajo Guadalhorce, M. E. Aubet y su equipo presentaron en 2000 un nuevo proyecto sistemático, titulado Cerro del Villar II. Sociedad y economía coloniales, que se enmarcaba en una

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La expresión periodo púnico la utiliza el autor de estas líneas exclusivamente en sentido cronológico, en contraposición a periodo fenicio arcaico y no en sentido político ni significando vinculación alguna con Cartago. Pensamos que este aspecto deberá ser trabajado por la investigación en los próximos años para determinar con un cierto consenso una nomenclatura más neutra para el lapso entre los siglos V-III a.C. Por esta misma razón hablamos siempre de “fenicios” cuando nos referimos a la Península Ibérica, independientemente de su adscripción cronológica, salvo en aquellos casos históricos sobradamente conocidos. 6 Para el periodo púnico en la bahía de Málaga mencionar la síntesis reciente de B. Mora Serrano y A. Arancibia Román (2010). 7 El nuevo Reglamento de Actividades Arqueológicas, que estableció una nueva regulación para los Proyectos Generales de Investigación, no entró en vigor hasta junio de 2003.

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Ilus. 2. Materiales cerámicos de Acinipo (según Martín Ruiz, J. A., 2011)

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línea de continuidad con el anterior en el sentido de realizar un estudio integral de la colonia fenicia. En 2003 se acometió la primera de las intervenciones previstas (Ilus. 3). El objetivo fue la excavación de la casa del sector 2, conocida desde la campaña de 1989 pero solo a nivel de planta (Aubet, 1992), conjuntamente con la trama urbana en que se integraba. Dicha estructura tenía el interés de ser una vivienda del siglo VII a.C., anterior, por tanto, a la conversión del Cerro del Villar en un área industrial, por lo que correspondía al momento de auge residencial del asentamiento. Esta construcción –identificada como edificio 2− permitió conocer numerosos detalles de la arquitectura doméstica fenicia y establecer la secuencia de adición de dependencias a un primer núcleo central formado por cuatro habitaciones. Igualmente se pudieron establecer funcionalidades específicas en algunas dependencias de la vivienda, tales como un área de trabajo −espacio 6− dedicada fundamentalmente a la metalurgia y una estancia −espacio 7− que tuvo funciones rituales, en la que aparecieron dos huevos de avestruz completos y tres lucernas, entre otros materiales (Ilus. 4). La excavación de 2003 también reveló algunos detalles de la historia del edificio 2. Dicha vivienda se construyó sobre restos de otra, en la que todo parece indicar que fue destruida por un incendio, presumiblemente en el siglo VIII a.C. El edificio 2 se levantó siguiendo la misma orientación que su predecesora y sufrió una inundación de origen marino, que derivó en la progresiva elevación artificial de los suelos como salvaguarda contra estos fenómenos recurrentes. Por diferentes razones, este proyecto no continuó activo en años posteriores, lo que explica que sólo se hayan publicado noticias parciales de sus resultados8 (Aubet Semmler y Delgado Hervás, 2003; Delgado Hervás y Ferrer, 2007; Delgado Hervás, 2008).

Ilus. 3. Intervenciones arqueológicas en la provincia de Málaga (2001-2010), con investigación de niveles fenicios y/o vinculados a las comunidades autóctonas coetáneas

8 Además de las memorias depositadas en la Delegación Provincial de Cultura de la Junta de Andalucía en Málaga (exptes. nº. 116/01 y 78/04).

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Ilus 4. Cerro del Villar. Campaña de 2003. Planimetría del edificio 2 (a partir de Delgado y Ferrer, 2007)

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4. LA BAHÍA DE MÁLAGA, EJE VERTEBRADOR

Ya hemos comentado anteriormente que el papel absolutamente esencial que va a jugar la ciudad de Málaka en la estrategia fenicia había empezado a ser vislumbrado con las excavaciones del Convento de San Agustín y la zona alta del Teatro Romano. Sin embargo, pese a que estas intervenciones ponían en alerta sobre el asunto, el asentamiento fenicio existente en el casco histórico de Málaga se seguía considerando como un enclave un tanto secundario y hasta cierto punto dependiente del Cerro del Villar hasta el abandono de este lugar a principios del siglo VI. El establecimiento de la desembocadura del Guadalhorce se convirtió durante años, quizás por la abundancia de datos arqueográficos proporcionados por el proyecto sistemático de que era objeto, en el eje sobre el que pivotaba toda la organización del territorio de la bahía, llegando incluso a convertirse en la Mainake de las fuentes9 (Aubet, 2000). Muchos sucumbimos a esta idea, entre ellos el firmante de estas líneas (García Alfonso, 2002: 109-111), que más tarde hubo que matizar, cuando la evidencia arqueográfica reveló la pujanza de Málaka desde los inicios del siglo VI (Aubet y Delgado, 2003: 72; García Alfonso, 2007: 123). A lo largo de la última década se ha podido profundizar en las relaciones existentes entre ambos enclaves, producto tanto de los avances en el conocimiento de Málaka, como en los estudios a nivel territorial del espacio de la bahía, a lo que también ha contribuido el descubrimiento y excavación del asentamiento de La Rebanadilla10, cuya ocupación se inicia en el siglo IX a.C. Ello ha permitido establecer un panorama mucho más rico y complejo, donde el Cerro del Villar ha ido mermando en importancia a nivel de centro de articulación del territorio fenicio, papel que debió de cumplir durante un tiempo no demasiado largo. Por lo que sabemos actualmente a nivel de correlación cronológica, parece que esta función debió desempeñarla entre finales del siglo VIII y la segunda mitad del siglo VII a.C., posición de privilegio que perderá con la consolidación de Málaka como eje del poblamiento de la zona, para acabar siendo una “periferia” de ésta (Delgado Hervás, 2008). Este es el esquema básico, que estará determinado por los cambios que puedan derivarse de futuras excavaciones. Sin embargo, pese a la preponderancia de Málaka a partir del siglo VI a.C. el ámbito del bajo Guadalhorce seguirá siendo un espacio primordial para la ciudad, no sólo por el aprovechamiento de los recursos que ofrece, sino porque servirá como nexo de contacto con un amplio hinterland, accesible todavía en estos momentos por vía navegable. Evidencia de estos intereses en los aguazales de la desembocadura es no sólo la ocupación del Cerro del Villar como centro alfarero en el siglo V a.C. sino también el último de los lugares investigados recientemente, concretamente en 2010. Nos referimos a la necrópolis y poblado de Las Marismas de Guadalmar11, que ha permitido documentar la ocupación de este área inmediata al Cerro del Villar en el siglo VI y primera mitad del V a.C., coincidiendo con la decadencia y abandono de la antigua colonia. En este contexto, tanto la excavación de Guadalmar, los trabajos en La Rebanadilla y San Isidro, así como diversas investigaciones de carácter geológico y topográfico acometidas a lo largo de esta década nos han permitido hacernos una idea más certera de lo que fue la antigua desembocadura del Guadalhorce12. Estos estudios, no siempre vinculados directamente con las intervenciones arqueológicas, han modificado en algunos aspectos los trabajos ya clásicos de G. Hoffmann (1988) y P. Carmona (1999), aportando novedades nos han ayudado a configurar un nuevo mapa de este entorno a lo largo del primer milenio a.C. (Ilus. 5). Partiendo de la primera idea de un estuario abierto al mar en momentos del máximo flandriense, se ha podido determinar un espacio cerrado por progresivas flechas y cordones litorales, que delimitan un ámbito de albufera o lagoon en fase de colmatación antes de la llegada de los fenicios, proceso que se irá intensificando desde ese momento, con su progresiva transformación en un delta. Esto tendrá

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Como antes había sucedido también con Toscanos (Niemeyer, 1979-80;Warning-Treumann, 1979-80). Vid. artículo en este mismo volumen. V. M. Sánchez Sánchez-Moreno, L. Galindo San José, M. Juzgado Navarro y M. Dumas Peñuelas: “El asentamiento fenicio de La Rebanadilla a finales del siglo IX a.C.”. 11 Vid. artículo en este mismo volumen. D. D. Florido Esteban, E. García Alfonso, V. Navarrete Pendón, N. Ruiz Nieto y M. Á. Sabastro Román: “Varar y comerciar en la marisma. Guadalmar y el entorno del Cerro del Villar en época tardoarcaica”. 12 Además de los sondeos geotécnicos para obras públicas y privadas, hay que señalar la realización de modelos SIGs y modelos digitales de elevación, mediante el uso de estructuras TIN –Triangulated Irregular Network–, también aplicados en el casco urbano de la propia Málaga (Cfr. Mora Serrano y Arancibia Román, 2010: 825-829). 10

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Ilus. 5. Paleogeografía de la desembocadura del Guadalhorce en el primer milenio a.C.

lógicas consecuencias en la pérdida de las condiciones portuarias y de navegación del curso bajo del río. Asunto capital a seguir trabajando será establecer las cronologías concretas de los cambios geomorfológicos que han llevado al Guadalhorce a desembocar por un curso único y rectilíneo, en lo que era un ámbito de humedales desecados progresivamente (Ilus. 6). En la construcción de esta nueva interpretación del espacio de la bahía de Málaga la primera década del siglo XXI ha resultado decisiva13. El propósito de instalación del Museo Picasso Málaga en el Palacio de Buenavista conllevó una actuación integral de restauración y remodelación del edificio para adecuarlo a las nuevas funciones previstas. Esto motivó la aprobación de un proyecto de intervención arqueológica en los sótanos del inmueble que marcó un antes y un después en nuestro conocimiento de la Málaga fenicia. Las excavaciones tuvieron lugar entre 1998 y 2001, con un total de 37 cortes en toda el área

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Vid. artículo en este mismo volumen. A. Arancibia y L.-E. Fernández Rodríguez: “El periodo fenicio arcaico en la bahía de Málaga”.

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Ilus. 6. Zona lagunar del Campamento Benítez (1995)

del futuro museo, alcanzándose en algunos de ellos los 5 m de profundidad, llegando pues al nivel geológico. Como se abarcó toda la secuencia cronológica existente en el subsuelo, los trabajos fueron ejecutados por un amplio equipo interdisciplinar, coordinado por M. Corrales Aguilar. Los resultados del Museo Picasso señalaron un inicio de la ocupación fenicia de esta zona de la ciudad a finales del siglo VII a.C., no existiendo indicios de un asentamiento anterior indígena, ya que las primeras construcciones se asentaron directamente sobre el geológico (Arancibia Román y Escalante Aguilar, 2006a: 44-48). Esta datación se ha mantenido hasta el momento en otros puntos de la ciudad antigua donde se han excavado niveles fenicios, que no han ofrecido cronologías más altas. Por tanto, a juzgar por el registro empírico disponible, parece que los orígenes de Málaka como asentamiento fenicio urbano deben corresponder a las últimas décadas del siglo VII a.C. Ahora bien, no resulta descartable que existiese una ocupación anterior en el Cerro de la Alcazaba, cuya posición estratégica no debió pasar desapercibida para los fenicios14. La documentación de la primera línea de muralla de la ciudad en la primera mitad del siglo VI a.C. y sus sucesivas ampliaciones (Arancibia Román y Escalante Aguilar, 2006a: 60-64 y 73-75) resulta esencial de cara a entender la pujanza de la Málaka fenicia y su transformación en plaza fuerte y en el principal puerto de todo este tramo del litoral mediterráneo. Estos resultados permitieron elaborar nuevas síntesis sobre lo conocido de la ciudad fenicia (Arancibia Román y Escalante Aguilar, 2006b) y abordar con una nueva óptica viejos problemas, entre ellos la cuestión de Mainake (Domínguez Monedero, 2006: 65-72).

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En este sentido hay que interpretar la noticia sobre fragmentos de platos de engobe rojo y borde estrecho en el Cerro de la Alcazaba, cuya tipometría puede situarse en el siglo VIII a.C., aunque su hallazgo fuera de contexto no ofrece más información (Arteaga, 1987: 213-214).

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Respecto a lo dicho en el párrafo anterior, no podemos olvidar la presencia del poblado de San Pablo, en la margen opuesta del Guadalmedina. Aquí sí existen evidencias de una ocupación humana datada en el siglo VIII a.C., pero el registro indica que estamos ante una comunidad autóctona, si bien vinculada intensamente con los fenicios a partir de cierto momento. A lo largo de esta última década se han ido aportando nuevos datos sobre este asentamiento, que, en lo sustancial, no modifican lo ya conocido, aunque han precisado una cronología de abandono algo más tardía de lo que se pensaba (Melero García, 2008; Díaz García e Íñiguez Sánchez, 2010; Ferrando de la Lama, 2010). Además de San Pablo, complementos indispensables para entender la configuración del territorio circundante a la antigua desembocadura del Guadalmedina son las ocupaciones que se detectan en los cerros situados en el flanco occidental de la misma, que permiten un buen dominio visual y el control de la vía de penetración del Guadalhorce. Algunos de estos poblados fueron objeto de prospecciones a finales de la década de 1990, como Cerro Cabello, con materiales de los siglos VII-VI (Escalante et al., 2001) (Ilus. 7), que se ha querido vincular con San Pablo. De cronología más tardía es el Cerro de la Tortuga, excavado en los años 60, pero que recientemente ha sido publicado con la información disponible (Muñoz Gambero, 2009). Volviendo a la margen izquierda del río, la excavación del Museo Picasso no sólo brindó la oportunidad de ampliar nuestro registro sobre Málaka, sino también aportar nuevas informaciones sobre la configuración topográfica de la ciudad fenicia (Fernández Rodríguez, 2006). Desde la década de 1980 se habían venido realizando propuestas sobre la evolución de la antigua desembocadura del Guadalmedina, derivadas tanto del estudio de los planos históricos de Málaga, de los sondeos geotécnicos derivados de obras en el centro de la ciudad, como de los resultados de diversas excavaciones arqueológicas. Para la Málaga fenicia tres trabajos pioneros en este sentido fueron los de J. Gran Aymerich (1986), Á. Recio (1988) y G. Hoffmann (1988: 78-80), donde quedó señalada la existencia de una línea de costa antigua situada mucho más al norte que la actual, la presencia de una vaguada en lo que hoy es calle Granada15 y la definición de un promontorio que, partiendo de la colina de la Alcazaba avanzaba hacia donde hoy se emplaza

Ilus. 7. Vista de Cerro Cabello desde el sureste (2005)

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Reconocida históricamente en el llamado arroyo del Calvario.

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la Catedral. Todos estos detalles fueron confirmados tanto por la intervención en el Museo Picasso como por los trabajos de geotecnia del proyecto de arquitectura del mismo. Pero, además se pudieron precisar detalles antes desconocidos, tales como la naturaleza calcofilítica del citado promontorio, emplazado en una línea de falla, que permitía la entrada del mar en la zona de calle Granada. Igualmente, se señaló que la referida lengua de tierra era mucho más escarpada en el siglo VII a.C. que lo que actualmente se puede percibir a simple vista en la trama urbana. Esta forma aplanada y suave ha sido consecuencia de los sucesivos rellenos antrópicos. Quedó determinada también la cota media más elevada de este espolón, que alcanzaba los 8 m.s.n.m., precisamente en la zona trasera del Museo Picasso, lo cual resulta de gran interés para determinar algunas características del urbanismo de la Málaka fenicia en futuras intervenciones y sus conexiones, por ejemplo, con el cercano Cerro del Villar, donde la excavación de 2003 puso también de manifiesto la existencia de notables diferencias de cota entre construcciones vecinas y el progresivo aplanamiento del antiguo islote. Un sentido de continuidad con la excavación del Museo Picasso tuvo la intervención posterior en el solar existente en calle San Agustín 4 y calle Císter 3, acometida entre 2003 y 2006 inicialmente por J. Suárez y concluida por A. Arancibia y M. M. Escalante. El descubrimiento en este sector de la línea de muralla sacada a la luz en el Museo Picasso permitió una conexión entre ambas intervenciones, con la integración en el esquema defensivo de la ciudad de la excavación realizada por A. Recio en 1986 en el patio del Convento de San Agustín, por lo que el complejo defensivo de la Málaga fenicia iba tomando una envergadura que sorprendió a los investigadores. Pero esta excavación no solo devino en la ampliación de nuestro conocimiento de la muralla, sino también en cómo se integró ésta en el tejido urbano preexistente. Así, se pudo establecer claramente que fue necesario amortizar un espacio de santuario con altares en forma de piel de toro para levantar la fortificación16 (Arancibia et al., 2011: 132-135). Determinada claramente la existencia de esta línea de muralla, adquirió su sentido pleno la estructura documentada en 1998-1999 por C. Chacón Mohedano y L. Salvago Soto (2005) en el antiguo edificio de Correos y Telégrafos, como integrada de alguna manera en esta cerca o bien como indicio de la topografía aterrazada que tenía la ciudad. Finalmente, en este tema hay que señalar la intervención que realizó en 2004 M. I. Cisneros García en calle Don Juan de Málaga, nº. 7, concretamente en la parte trasera del actual Museo Revello de Toro. La secuencia ofreció un nivel de época prerromana –fase I–, que mostraba un potente paramento de sillares de arenisca, combinando con mampostería, cuya fecha de fundación no pudo determinarse. Sí pudo fecharse el momento de colmatación de la estructura, que la autora de la intervención fijó en el siglo III a.C., aunque aparecieron también en el mismo estrato materiales anfóricos y una copa de labio griega con una data de los siglos VI-V (Cisneros García, 2010). Sobre la funcionalidad de esta construcción poco se puede decir, dada la escasa superficie excavada. Pero la existencia de estructuras con este aparejo en otras ciudades fenicias a partir del siglo V, casos de Doña Blanca, Carteia y Cartagena, nos hace considerar que estamos ante una construcción correspondiente a una edilicia de este tipo. Por otra parte, la situación de este solar en los aledaños de calle Císter y su posición topográfica en el flanco sur del núcleo urbano, donde el promontorio de la Catedral muestra un inequívoco declive hacia el mar, nos hace considerar a nivel de hipótesis que pudiéramos estar ante parte del recinto defensivo de Málaka en esta zona y que la fábrica que nos ofrece este solar corresponda a la última transformación de la muralla de la ciudad fenicia. Igualmente no sólo la ciudad de los vivos ha ido revelándose paulatinamente en los últimos años. También las necrópolis han ido completando el plano de la Málaka fenicia. Los primeros datos comenzaron a aparecer en los años 90, con la excavación de las tumbas de la calle Campos Elíseos por J. A. Martín Ruiz y A. Pérez-Malumbres (2001), sitas en la ladera meridional de Gibralfaro. La prolongación de esta necrópolis hacia la ladera norte de Gibralfaro-Alcazaba se confirmó con la excavación entre 2000 y 2001 del hipogeo del aparcamiento subterráneo de la calle Mundo Nuevo17, lo que viene a señalar la an-

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Vid. artículo en este mismo volumen. M. M. Escalante Aguilar, A. Arancibia Román, M. I. Cisneros García y J. Mayorga Mayorga: “El santuario fenicio de Malaka”. 17 Vid. artículo en este mismo volumen. J. A. Martín Ruiz: “El hipogeo fenicio de Mundo Nuevo (necrópolis de Gibralfaro, Málaga)”.

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tigüedad de la dedicación funeraria del sector vecino a la calle Victoria. El hipogeo de Mundo Nuevo, claramente vinculado a los sectores aristocráticos, venía también a aportar información sobre la época púnica. Con este hallazgo parecía que se completaba la imagen de Málaga como ciudad fenicia, con todos los elementos que le eran propios: murallas, puerto, área de hábitat, necrópolis… La excavación de un enterramiento del siglo VI a.C. con un rico ajuar de orfebrería en la orilla opuesta del Guadalmedina, concretamente en la zona del poblado de San Pablo (Melero García, 2008: 360-365), vino a poner sobre aviso de que el esquema era algo más complejo. Pero la sorpresa saltó en 2007. La aparición del monumental hipogeo hallado en la confluencia de las calles Mármoles y Armengual de la Mota, una zona donde no se esperaba poder tener testimonios funerarios vinculados al mundo fenicio18, vino a cuestionar completamente esa imagen “completa” de la ciudad. Aun es pronto para calibrar el impacto que este hallazgo tendrá en el estudio de la topografía de Málaka, existiendo también la posibilidad de vincularlo al poblado de San Pablo, aunque en éste no parece haber una perduración tan tardía. Una vez más, los grupos dirigentes de la ciudad manifestaban su poder y riqueza en una arquitectura que emulaba las viejas glorias del periodo fenicio arcaico, pero con mayor modestia, con menos alarde. Es una cuestión que queda abierta y en la que habrá que seguir trabajando. En cualquier caso, el hallazgo de este hipogeo, que será una de las joyas del futuro Museo de Málaga, debe ponernos alerta sobre la posibilidad de que en el futuro puedan aparecer estructuras similares, con lo que ello significa a nivel de protección urbanística del Patrimonio Arqueológico.

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5. EL ESTUDIO DEL TERRITORIO

No sólo la propia ciudad de Málaga y su entorno próximo ha sido escenario de actividades arqueológicas con resultados para el mundo fenicio en esta última década. Han sido numerosas las intervenciones donde, en el contexto de la realización de obras públicas o proyectos de urbanización privados, se han documentado niveles fenicios o vinculados a las comunidades autóctonas coetáneas (vid. Ilus. 3). Algunos de estos lugares ya eran bastante conocidos, aportándose nuevos datos de enorme interés, como es el caso de las desembocaduras de los ríos Vélez y Algarrobo19, zonas donde se ha incrementado notablemente la presión urbanística a consecuencia del “boom” inmobiliario de la última década (Ilus. 8). Otros lugares que siempre habían sido promesas de futuro, una vez se interviniese en ellos, han empezado a proporcionar datos de primera mano. Es el caso de Cártama, donde no sólo se han aportado información sobre el núcleo urbano y su secuencia20, sino también sobre sus necrópolis, que muestran una vinculación intensa con el mundo ibérico y no con el ambiente colonial, pese a la proximidad del litoral (Caballero Cobos, 2008). Una de las áreas que han aportado más novedades en estos años ha sido la costa occidental, dado que prácticamente nada se conocía de la misma antes de mediados de la década de 1990, más allá de la presencia de materiales prerromanos en el Cerro del Castillo de Fuengirola (Hiraldo y Riñones, 1991; Hiraldo et al., 1992) y el asentamiento de El Torreón en Estepona (Bravo Jiménez, 1991-92: 81), además de un vaso tipo Cruz del Negro en la zona de Los Monteros de Marbella, producto de un hallazgo casual (García Alfonso, 1998). A lo largo de 1998, a consecuencia de diversas actividades inmobiliarias o construcción de infraestructuras, se excavaron los asentamientos de Río Real –Marbella– (Sánchez Bandera et al., 2001), Roza de Aguado –Mijas– (Suárez Padilla et al., 2001) y Cerro de la Era –Benalmádena– (Suárez Padilla y Cisneros García, M. I., 1999), mostrando que la ocupación y explotación de esta franja litoral era

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Vid. artículo en este mismo volumen. D. D. Florido Esteban, V. Navarrete Pendón, J. de D. Ramírez Sánchez, N. Ruiz Nieto y M. Á. Sabastro Román: “Un hipogeo con forma de piel de toro a orillas del Guadalmedina, Málaga”. 19 Vid. artículo general en este mismo volumen. E. Martín Córdoba y Á. Recio Ruiz: “Yacimientos fenicios en la costa de Vélez-Málaga. Nuevas intervenciones arqueológicas”. Igualmente vid. J.D. Ramírez Sánchez: “Novedades sobre la ocupación fenopúnica de Morro de Mezquitilla”. 20 Vid. artículo en este mismo volumen. F. Melero García: “Una primera aproximación a la dimensión urbana de la Cártama prerromana”.

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Ilus. 8. Morro de Mezquitilla desde el sur (2001). Actualmente el frente litoral situado junto a este enclave está totalmente urbanizado

mucho más intensa de lo que se pensaba. Otros lugares han resultado un importante avance para empezar a sistematizar la última etapa del siempre problemático periodo púnico, como Cerro Colorado de Benahavís, que ha aportado su importantísimo tesoro de monedas hispano-cartaginesas (Ilus. 9), que nos ayuda a entender las tensiones que trajo a los territorios malacitanos la Segunda Guerra Púnica (Soto Iborra y Bravo Jiménez, 2006). También hay que señalar lo trabajado estos años en la comarca de Antequera, un territorio antes prácticamente sólo conocido a nivel de material de superficie, pero que comienza a aportar secuencias. Así encontramos estratos de momentos donde no se detecta presencia de material a torno, como en el denominado Yacimiento 129, en las inmediaciones de Bobadilla21. Igualmente, esta zona norte de la provincia nos ha sorprendido con la espectacular necrópolis de La Noria en Fuente Piedra que anuncia los albores del mundo ibérico, aun conocida de forma muy preliminar a nivel de publicación (Andrino Revillas et al., 2008). En la zona del bajo Guadalhorce una novedad ha sido la cabaña excavada en Taralpe Alto, junto al casco urbano de Alhaurín de la Torre22, que muestra un modelo de cabaña semisubterránea que parece fue el predominante en el mundo indígena malagueño en los momentos en que se implantan los fenicios y que difiere del que vemos en el área de Ronda o las cuencas del Guadalteba y Turón. La desembocadura del Guadiaro, compartida entre las provincias de Málaga y Cádiz, había pasado prácticamente desapercibida para la investigación desde la finalización del proyecto sobre la antigua

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Vid. artículo en este mismo volumen. M. Romero Pérez y L.-E. Fernández Rodríguez: “Las fases finales de la Edad del Bronce en el entorno de Antequera”. 22 Vid. artículo en este mismo volumen. J. A. Santamaría García, J. Suárez Padilla y J. Ramon Torres: “Taralpe Alto (Alhaurín de la Torre, Málaga): un nuevo asentamiento de inicios de la Edad del Hierro en el entorno de la cuenca baja del río Guadalhorce”.

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Ilus. 9. Cerro Colorado, Benahavís. Monedas hispano-cartaginesas (fotografía: Junta de Andalucía, Delegación Provincial de Cultura, Málaga)

línea de costa llevado a cabo por el Instituto Arqueológico Alemán en la década de 1980, que llevó aparejada en esta zona una pequeña excavación en las llamadas Casas de Montilla, en la margen izquierda del Guadiaro, ya dentro del término municipal de San Roque (Schubart, 1989). La expansión inmobiliaria en la inmediata Manilva llevó a la realización de una actividad arqueológica preventiva en Los Castillejos de Alcorrín en 2004, dirigida por J. Suárez Padilla. Este lugar, detectado con anterioridad como asentamiento del Bronce Final (Villaseca Díaz y Garrido Luque, 1989: 360), estaba defendido por una muralla visible en superficie que tenía un perímetro de 2 km, albergando un espacio interior de algo más de 11 ha. Las excavaciones de 2004 pusieron de manifiesto el gran interés del lugar, lo que impulsó la realización de un estudio territorial más amplio de Alcorrín y su entorno. Fruto de este trabajo fue la valoración del cercano poblado de la Villa Vieja de Casares como probable antecesor23 y sucesor de Alcorrín a un tiempo, además de la identificación de la Torre de la Sal como fondeadero en los siglos VI-V (Suárez Padilla et al., 2006; López Pardo y Suárez Padilla, 2010: 801-806). Con estas perspectivas, el Instituto Arqueológico Alemán se interesó muy pronto por Alcorrín, contando con la colaboración del Instituto de Estudios Fenicios y Púnicos de la Universidad Complutense de Madrid y el Ayuntamiento de Manilva. Se realizaron así entre 2005 y 2007 tres campañas de prospecciones geofísicas, que determinaron la existencia de estructuras soterradas en el interior del recinto amurallado. En 2006 y 2007 tuvieron lugar dos actividades arqueológicas preventivas en Alcorrín ante la intención de convertir el lugar en un campo de golf. Los resultados de ambas actuaciones determinaron que Alcorrín fuese declarado Bien de Interés Cultural por la Junta de Andalucía24, lo que aconsejó la articulación de un Proyecto General de Investigación en el lugar25, encabezado por el Instituto Arqueológico Alemán y dirigido por D. Marzoli, aprobado en 2008. De este modo, se han llevado a cabo campañas de excavación en Alcorrín los años 2008 y 2010. Los resultados de estos trabajos han determinado una fecha radiométrica de finales del siglo IX a.C. para la construcción del recinto amurallado de Alcorrín, al tiempo que se ocupa su interior con

23 La aparición en este lugar de un hacha de apéndices, fechada en un momento antiguo del Bronce Final, es un importante indicio en este sentido (Lozano et al., 2006: 27). 24 BOJA, nº. 34, de 15 de febrero de 2007, pp. 62-64. BOJA nº. 51, de 13 de marzo de 2007, p. 99. 25 Este proyecto lleva por título Los inicios del urbanismo en las sociedades autóctonas localizadas en el entorno del Estrecho de Gibraltar: investigaciones en Los Castillejos de Alcorrín y su territorio (Manilva, Málaga).

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viviendas dispersas que siguen un patrón constructivo cuadrangular y compartimentado. A este respecto destaca el llamado “Edificio A”, cuya excavación se inició en 2007, revelando una aparente planta rectangular, precedida de un acceso trapezoidal. La sorpresa ha saltado en la campaña de 2010 cuando esta estructura se mostró como mucho más compleja de lo que se estimaba, con varias habitaciones adosadas y corredores. A poca distancia de la anterior se ha excavado otra construcción similar –Edificio B–. En ambos casos, los pavimentos de conchas que se han documentado están entre los mejor conservados de todo el Mediterráneo (Ilus. 10). En cuanto a los materiales predomina la cerámica a mano claramente vinculada al mundo indígena de las tierras malagueñas26, mientras que la cerámica fenicia a torno es notablemente más escasa por el momento, aunque no faltan varios grafitos de este origen. Pese a la escasez del material a torno, no hay duda de que Alcorrín está vinculado a las primeras fases de la presencia fenicia en el sur peninsular, aunque no somos capaces de indicar una filiación concreta y las circunstancias que motivaron su breve ocupación. Quizás, en un lugar como éste adquieren todo su sentido las críticas realizadas por A. Delgado Hervás (e.p.) sobre la obsesión de colocar etiquetas étnicas en un mundo que es abierto y mestizo, incluso desde sus orígenes, aunque no exento de relaciones de poder que aun no estamos en condiciones de calibrar. Otra circunstancia que han venido a mostrar los últimos trabajos es la vinculación de Alcorrín con la desembocadura del Guadiaro, ya sea para aprovechar las excelentes condiciones portuarias del antiguo estuario, como el carácter de vía de penetración hacia las serranías rondeñas y gaditanas que tienen los valles del río colector y sus afluentes. Ya en otras ocasiones se ha señalado que las Casas de Montilla pudieron actuar como “barrio” portuario de Alcorrín, dadas las escasas condiciones de arribada que tuvo el litoral próximo al gran poblado

Ilus. 10. Alcorrín, Manilva. Campaña de 2010. Excavación del edificio B (fotografía: Instituto Arqueológico Alemán)

26 En este sentido apenas si se conoce el registro material del Bronce Final-Hierro Antiguo en el inmediato Campo de Gibraltar y las serranías gaditanas.

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en época antigua (García Alfonso, 2007: 175-178). Este aserto parece confirmarse ahora, dada la similitud entre los materiales de ambos lugares y su correlación cronológica27. Salvo la campaña de 2010, actualmente en fase de realización de memoria, los resultados del Proyecto Alcorrín han sido convenientemente difundidos por el equipo de investigación, por lo que para conocer todos los detalles remitimos al lector a dichas publicaciones (Marzoli et al., 2009; 2010).

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6. EL NUEVO PARADIGMA

En conexión con estas altas dataciones que presenta Alcorrín no podemos dejar de referirnos a la pequeña “revolución” que vive actualmente la arqueología fenicia en Andalucía por dos factores. En primer lugar, los materiales aparecidos en Huelva en 1998, concretamente en el solar de calle Méndez Núñez, nº. 7-13 / Plaza de las Monjas, nº. 12, proporcionaron unas fechas claramente anteriores a la primera etapa de la presencia fenicia, hasta entonces sólo intuidas por las dataciones radiocarbónicas. Estos materiales, que responden claramente a importaciones tirias, sardas y griegas, se fechan en un intervalo claro del siglo IX a.C., con prolongaciones hasta el primer tercio de la centuria siguiente, que las dataciones de C14 calibrado permiten llevar en algún caso hasta c. 900 a.C. (González de Canales, Serrano Pichardo y Llompart Gómez, 2004). Por otro lado, los resultados de las excavaciones llevadas a cabo en El Carambolo entre los años 2002 y 2005 han llevado a proponer que este lugar se vincula al mundo fenicio y no a las comunidades autóctonas (Fernández Flores y Rodríguez Azogue, 2007: 179-251; 2010: 257-263). Esta hipótesis, acogida con entusiasmo por un sector de la investigación (Escacena Carrasco, 2010; González Wagner, 2011), ha tenido consecuencias en la interpretación de las diferentes secuencias protohistóricas de Andalucía occidental, ya que se trata de uno de los “iconos” por excelencia del mundo tartésico. Dicho debate no ha tenido, por el momento, demasiado eco en la arqueología fenicia de la provincia de Málaga, quizás por lo reciente del mismo y por ser aquí la cuestión tartésica más tangencial. En cambio, la discusión cronológica sí que pensamos que va a ser crucial a raíz de la excavación del poblado de La Rebanadilla, con un horizonte anterior a Morro de Mezquitilla y al cercano Cerro del Villar, que se puede correlacionar con lo documentado en Huelva. En este sentido, queda por dilucidar cómo encajará Alcorrín en el esquema de dichas dataciones. Todas estas nuevas aportaciones nos hacen replantearnos los modelos explicativos que se han ofrecido para la colonización fenicia y su impacto en las comunidades autóctonas del sur peninsular, en especial para los periodos iniciales de la misma. Esta circunstancia ha encontrado su plasmación interpretativa en la idea de la existencia de un Horizonte Colonial Inicial, donde existirían asentamientos sin territorio (López Castro, 2012: 221-222). El autor de estas líneas entiende dichos lugares como espacios de contacto, en algunos casos no permanentes, como los que empezamos a ver en otros puntos del Mediterráneo desde el Bronce Final, más que como enclaves de instalación al menos durante las etapas más tempranas. Por otro lado, la consolidación de Málaka como centro de control del territorio desde c. 600 –o quizás antes– aporta, a nuestro juicio, un valor esencial para entender la llamada crisis del siglo VI, al igual que la cada vez mayor caracterización del mundo ibérico en el territorio que nos ocupa. En la última década las posturas sobre este proceso histórico van desde negar la referida crisis, achacándola a una interpretación historiográfica y a un sesgo ideológico de los historiadores (Martín Ruiz, 2007: 159-164) hasta admitirla plenamente con una intensa conexión con acontecimientos exteriores a la Península, aunque con matices (Aubet, 1987, 3ª ed. 2009: 344-348). Por nuestra parte, ya nos adherimos en su momento a la tesis de la existencia de la citada crisis en el mundo fenicio occidental, con independencia de que la denominemos transición, transformación o reorganización, pero entendiéndola por nuestra parte como producto, en lo fundamental, de una evolución

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Ello adquiere aún más sentido en el tema de organización territorial, señalándose expresamente un previsible vínculo de dependencia política (Marzoli et al., 2010: 179).

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interna del propio sistema colonial (García Alfonso, 2007: 409-415). Prescindiendo ahora de la cuestión nominalista, sólo señalar que las investigaciones de los últimos años no han hecho sino reforzar nuestra convicción de que el siglo VI a.C. supone el inicio de una serie de importantes transformaciones. El agotamiento del modelo económico y de relaciones implantado por los fenicios durante el periodo arcaico, con las dinámicas acumulativas que generó a lo largo de dos siglos y medio, obligó a la explotación de nuevas fuentes de recursos. Dado que el sistema tenía un bajo nivel de implementación tecnológica, esta situación provocó una creciente inestabilidad y competencia entre las diversas élites, sin distinción de etiquetas étnicas, lo que generó alianzas muy cambiantes. El resultado fue una atomización del territorio. Para mantener su posición de privilegio frente a otros competidores, los grupos dirigentes van a optar por la concentración de la población, la fortificación y la búsqueda de nuevos mercados a media y larga distancia. Aunque carecemos de cualquier información sobre aspectos básicos como serían las formas de tenencia de la tierra, el sistema tributario y las relaciones de dependencia personal, los datos arqueográficos, de los que vamos disponiendo de manera cada vez más abundante28, señalan que a partir del siglo VI asistimos a la disolución de las viejas aristocracias arcaicas, que se ven sustituidas por una nueva oligarquía que prefiere rituales de representación diferentes. Así, percibimos en lo funerario una aparente “democratización” en las ciudades que llamamos fenicias, aunque hay grupos que conservan su apego a las antiguas costumbres, ya muy venidas a menos. Por su parte, los linajes de élite de las comunidades que denominamos ibéricas adoptan un ceremonial de heroización y de emulación como refuerzo de la identidad de su grupo social. En definitiva, el fin del periodo arcaico supone un mundo mucho más inestable y conflictivo. Ahora parece que el modo de acumulación de riqueza no queda reflejado en el registro arqueológico –al menos por el momento–, salvo algunas piezas de orfebrería en los enterramientos. Posiblemente es la posesión de la tierra y otros medios de producción, como minas, ganado, embarcaciones, esclavos, talleres y factorías, lo que establece la diferenciación social. Esto resulta más plausible en una sociedad que no implantó la economía monetizada hasta un momento muy tardío, prácticamente coincidente con la llegada de los Bárquidas.

28 A este respecto puede verse el número 32 de la revista Mainake (2010), dedicado al tema monográfico “Los púnicos en Iberia: proyectos, revisiones, síntesis” (E. Ferrer Albelda, coord.).

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DIEZ AÑOS DE ARQUEOLOGÍA FENICIA EN LA PROVINCIA DE MÁLAGA (2001-2010) Eduardo García Alfonso (Ed.)

DIEZ AÑOS DE ARQUEOLOGÍA FENICIA EN LA PROVINCIA DE MÁLAGA (2001-2010) MARÍA DEL MAR ESCALANTE AGUILAR IN MEMORIAM Eduardo García Alfonso (Ed.)

Ana Arancibia Román María Isabel Cisneros García Miguel Dumas Peñuelas María del Mar Escalante Aguilar Luis-Efrén Fernández Rodríguez Daniel David Florido Esteban Lorenzo Galindo San José Eduardo García Alfonso Mar Juzgado Navarro Emilio Martín Córdoba Juan Antonio Martín Ruiz José Mayorga Mayorga Francisco Melero García Verónica Navarrete Pendón Juan de Dios Ramírez Sánchez Joan Ramon Torres Ángel Recio Ruiz Manuel Romero Pérez Nieves Ruiz Nieto Miguel Ángel Sabastro Román Vicente Marcos Sánchez Sánchez-Moreno José A. Santamaría García José Suárez Padilla

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