La arqueología del saber ¿Ilusión del discurso autónomo o redefinición de lo político?

August 11, 2017 | Autor: Sergio Carvajal | Categoría: Political Philosophy, Michel Foucault, Archeology of Knowledge
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Descripción

Sergio Carvajal Gallego
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La arqueología del saber: ¿Ilusión del discurso autónomo o redefinición de lo político?

Introducción

El pensamiento de Michel Foucault ha sido un importante material de reflexión para filósofos y científicos sociales desde la aparición de sus primeros trabajos de cuño arqueológico en los años sesenta. Su particular estilo y la novedosa manera de comprender la relación del lenguaje con la realidad, lo hicieron destinatario de la más amplias consideraciones. La multiplicidad de comentarios e interpretaciones que han explorado la especificidad de su propuesta, han aportado importantes elementos para dilucidar la relación que esta mantiene, en distintos periodos y con distintos "niveles" de "intensidad", con la pregunta por la política. Es así que, aunque se suele aceptar que Foucault es un pensador político, también es frecuente encontrar entre distintos académicos la opinión de que su obra puede dividirse en varios periodos, de los cuales, sólo el genealógico (que tiene lugar en los años setenta), tiene una dimensión política claramente identificable. Situada en esta orilla, la interpretación de Hubert Dreyfus y Paul Rabinow es quizás la más difundida. En su libro Michel Foucault: más allá del estructuralismo y la hermenéutica, los profesores norteamericanos destacan –entre muchas otras cosas-, los elementos del proyecto arqueológico que hacen que su respuesta a la pregunta por la política sea insatisfactoria. Sostienen fundamentalmente que en su intento por estudiar el discurso como un campo autónomo que se rige según determinaciones internas, el método arqueológico de Foucault fracasa a la hora de dar cuenta de la manera en que "las prácticas discursivas se ven afectadas en sí mismas por las prácticas sociales [y políticas] en que ellas y el investigador se encuentran involucrados." (Dreyfus & Rabinow, 2001, p. 10) Esta falta de relación con las condiciones que lo rodean llevan a una especie de nihilismo en el que el investigador, al ocuparse únicamente del discurso, no siente la necesidad de criticar la realidad en que vive ni a comprometerse con su transformación. El callejón al que se enfrenta el proyecto arqueológico, explica –según Dreyfus y Rabinow-, la ausencia de conceptos claramente relativos al dominio de la política, tales como poder, resistencia, fuerza y dominación.

Una breve mirada a los trabajos arqueológicos de Foucault permite dar cuenta de la efectiva ausencia de dichos conceptos. Nos encontramos en primera instancia, con un detallado estudio del campo de los discursos científicos, donde se establecen las reglas y condiciones que los afectan a la hora de transformarse, especificarse e individualizarse. Esta primera impresión puede dar fuerza a la tesis de Dreyfus y Rabinow, de tal manera que resulta contundentemente persuasiva. Aun así, nos vemos ante la tarea de formular una serie de interrogantes: ¿Debemos entonces considerar el trabajo arqueológico como un cuerpo inmaduro de conceptos cuyos alcances se limitan únicamente al campo del análisis de los discursos científicos? ¿Será que su énfasis en la especificidad del campo discursivo lo hace efectivamente incapaz de dar cuenta de la relación que este mantiene con la realidad social y política en que se ubica? ¿Será preciso entonces, considerar la arqueología del saber como un estadio deficiente en el estudio de las relaciones entre saber y poder?

Con el fin de explorar estos interrogantes, el presente ensayo se propone entablar un breve diálogo crítico con el trabajo arqueológico de Michael Foucault y particularmente, con la definición que hace del mismo en La arqueología del saber. Nuestra hipótesis de trabajo será que el esfuerzo que hace el pensador francés por definir una forma de análisis del discurso en su especificidad histórica, no excluye en ninguna medida, la necesidad de considerar las condiciones sociales y políticas en que estos discursos tienen lugar y la manera en que se relacionan. Así pues, el proyecto arqueológico aportaría importantes herramientas teóricas para una comprensión ampliada de lo político, en donde se contempla el nivel en el que dicha relación configura la experiencia de los sujetos. En constante referencia a las observaciones de Dreyfus y Rabinow, intentaremos dilucidar los alcances y limitaciones que esta dimensión política del proyecto arqueológico tiene.




El campo del discurso y su especificidad histórica

El proyecto arqueológico de Michel Foucault tiene como una de sus preocupaciones principales el poder dar cuenta de la manera en que los discursos se individualizan como unidades claramente distinguibles. En obras como La historia de la locura en la época clásica, El nacimiento de la clínica o Las palabras y las cosas, el pensador francés ha interrogado rigurosamente la manera en que discursos como la medicina, la psiquiatría, la biología o la economía se configuran unitaria e individualmente, a pesar de las numerosas discontinuidades que afectan sus objetos, sus conceptos y modos de enunciación.

El proyecto de Foucault es polémico y desafiante desde el principio, pues se ubica en contraposición a las formas tradicionales de considerar los discursos. Controvierte en primer lugar, con el empirismo positivista, para el que el lenguaje mantiene una relación referencial con los objetos dados a la experiencia empírica. También controvierte de manera explícita con los que ha denominado el recurso histórico-trascendental y el recurso empírico-psicológico. El primero se refiere a todo intento por buscar un fundamento único que, ajeno a la afección de los acontecimientos singulares, logre explicar la totalidad del curso de la historia de un discurso desde su origen. La concepción hegeliana de la historia como realización del Espíritu Absoluto, o algunas formulaciones estructuralistas que en virtud de destacar las estructuras formales ignoran la singularidad de los acontecimientos, ilustran de manera adecuada esta operación. El segundo recurso por su lado, busca interpretar los discursos y las transformaciones de estos a partir de la interioridad del sujeto fundador, preguntándose por qué quiso decir, por cómo su entorno lo afectó y por cómo su conciencia cambió. Las explicaciones de este tipo se encontrarían con mayor claridad en el campo de la crítica literaria, donde es común que se investigue la obra de un autor en consideración de las anécdotas que lo afectaron psicológicamente en su niñez, juventud o madurez. En los tres casos, la explicación remite a una unidad extrínseca capaz de dar cuenta de la totalidad de las transformaciones, por lo que estas son representadas como el resultado de un proceso abstracto que determina absolutamente a los discursos.

El análisis discursivo que busca definir Foucault aspira, por un lado, a superar la abstracción con que tradicionalmente habían sido explicados los cambios en los objetos, conceptos y formas de enunciación que presentan los discursos. La remisión a una totalidad unitaria parece imposibilitar la consideración de los discursos en su especificidad, y por tanto, obstaculiza la posibilidad de dar cuenta de las maneras específicas en que se constituyen, se transforman y se diferencian. Es en este sentido en el que el pensador francés se propone identificar los rasgos que caracterizarán un análisis de los enunciados capaz de dar cuenta debidamente de estas especificidades. Por el otro lado, este análisis no puede ya considerar al discurso como la traducción o expresión superficial de un proceso unitario. El discurso debe ser considerado entonces, como "un conjunto de enunciados en tanto que dependan de la misma formación discursiva; no forma una unidad retórica o formal, indefinidamente repetible y cuya aparición o utilización en la historia podría señalarse; está constituido por un número limitado de enunciados para los cuales puede definirse un conjunto de condiciones de existencia". (Foucault, 2007, p. 198) El análisis de los enunciados y de las formaciones discursivas en que se organizan, no puede partir de la suposición de una totalidad que los explica y los rebasa. Antes bien, Foucault se esfuerza por especificar las reglas que al interior mismo de los discursos, los regulan, transforman y especifican. Estas reglas es lo que el pensador francés denomina como condiciones de existencia.

Empero, el análisis de Foucault no se distingue de las formas tradicionales de análisis discursivo únicamente en que ofrece una descripción de las operaciones que tienen lugar al interior del campo discursivo. El proyecto arqueológico busca también dar cuenta de la manera en que dichas operaciones regulan la emergencia o definición de los objetos a los que se refieren los discursos. Nos encontramos así ante una "tarea que consiste en no tratar –en dejar de tratar- los discursos como conjuntos de signos (de elementos significantes que envían a contenidos o a representaciones), sino como prácticas que forman sistemáticamente los objetos de que hablan." (Foucault, 2007, p. 81) Así pues, Foucault se distancia definitivamente de las maneras tradicionales de considerar los discursos, ya que si estos pasan a ser entendidos como prácticas que forman los objetos a los que se refieren, se ha abandonado por completo una comprensión referencial de los mismos. En sus mismas palabras, "no se trata de interpretar el discurso para hacer a través de él una historia del referente" (Foucault, 2007, p. 77), pues los objetos de los que hablan no son preexistentes al discurso que habla sobre ellos.

La formación de los objetos de los que los discursos hablan está regida igualmente por una serie de reglas que determinan la especificidad del objeto. Foucault nos dice por tanto que "no se puede hablar en cualquier época de cualquier cosa; no es fácil decir algo nuevo; no basta con abrir los ojos, con prestar atención, o con adquirir conciencia, para que se iluminen al punto nuevos objetos, y que al ras del suelo lancen su primer resplandor." (Foucault, 2007, p. 73) Las reglas que permiten que el discurso haga referencia a algo no son de carácter objetivo, en tanto no se encuentran en el nivel "externo" de los objetos o de las cosas; pero tampoco son -como hemos visto-, de carácter subjetivo, pues en ninguna medida se encuentran en la mente del sujeto hablante. ¿Cuál es entonces el carácter específico de estas reglas y en qué nivel se encuentran? Foucault nos dice que la aparición de los objetos depende de un complejo haz de relaciones; de una serie de condiciones de existencia que prescriben las posibilidades de decir algo sobre un objeto puntual en un momento específico de la historia.

La ilusión del discurso autónomo

Para Hubert Dreyfus y Paul Rabinow la afirmación de que aquello que determina la aparición y especificación de los objetos a los que el discurso se refiere es un complejo haz de relaciones, resulta sumamente ambigua. En su opinión, la doble operación de suspender la referencia a una objetividad empírica o a un sujeto trascendental es de una admirable lucidez crítica, en tanto le permite a Foucault distanciarse efectivamente de las formas tradicionales de concebir el discurso. No obstante, este mismo movimiento introduce al pensador francés en una curiosa paradoja que describe la imposibilidad para establecer si las reglas que rigen los discursos y sus objetos son de carácter descriptivo o prescriptivo. De esta paradoja se desprende lo que ellos han llamado la "ilusión del discurso autónomo", que representa la principal debilidad del proyecto arqueológico en relación con la pregunta por la política. A continuación examinaremos con algún detenimiento en qué consiste la llamada ilusión, con el fin de evaluar si efectivamente, el trabajo arqueológico de Foucault es incapaz de dar cuenta de la manera en que las condiciones sociales, políticas y económicas se relacionan con el campo del discurso en su especificidad histórica.

Foucault nos dice en primer término, que aquellas determinaciones que regulan, transforman y especifican los discursos y los objetos de los que hablan, no son reglas que los sujetos hablantes siguen. Así pues, la tarea del arqueólogo supone, como hemos visto, que:

"el campo de los enunciados no se describa como una "traducción" de operaciones o de procesos que se desarrollan en otro lugar (en el pensamiento de los hombres, en su conciencia o en su inconsciente, en la esfera de las constituciones trascendentales), sino que se acepta, en su modestia empírica, como el lugar de acontecimientos, de regularidades, de entradas en relación, de modificaciones determinadas, de transformaciones sistemáticas;" (Foucault, 2007, p. 206)

La consideración del campo de los enunciados como el lugar en donde tienen lugar regularidades descriptibles nos libera de la necesidad de referirnos a un elemento externo al mismo para comprenderlo. La modestia empírica que caracteriza la actitud de Foucault en este pasaje, situá al trabajo del arqueólogo como el de un cuidadoso observador que se esfuerza por describir el ritmo de las regularidades discursivas. "Se podría suponer, entonces, que dado que no hay reglas subjetivas que seguir, debe tratarse de reglas que sirven para sistematizar los fenómenos; que los enunciados pueden recibir su coherencia de acuerdo con ellas." (Dreyfus & Rabinow, 2001, p. 109) La mirada cuidadosa de Dreyfus y Rabinow nos llama la atención sobre la tensión que hay entre el carácter descriptivo y puramente analítico que revisten las reglas en este pasaje, con la función prescriptiva y condicionante que las mismas reglas parecen revestir en otros fragmentos en que son presentadas como condiciones de existencia. Así por ejemplo, cuando Foucault se preguntaba por aquellas reglas según las cuales se formaron los objetos, enunciaciones, conceptos y opciones teóricas específicas a discursos como la economía política o la medicina clínica, establecía que "si hay unidad, ésta no se halla en la coherencia visible y horizontal de los elementos formados; reside, bastante de la parte de acá, en el sistema que hace posible y rige su formación." (Foucault, 2007, p. 118. Las cursillas son nuestras)

El curioso carácter doble que suponen estas reglas que rigen y explican la transformación de los discursos es problemática para Dreyfus y Rabinow en la medida en que no es claro para ellos, el fundamento que configura el carácter prescriptivo. Así pues, la dificultad que enfrenta Foucault radica en que es capaz de percibir que "los principios de producción y rarefacción no son meramente descriptivos, aunque también se da cuenta de que su modo de operación no puede explicarse ni como leyes objetivas ni como reglas subjetivas" (Dreyfus & Rabinow, 2001, pp. 109-110) El trabajo de Foucault pareciera acercarse por momentos –según Dreyfus y Rabinow-, a "alguna versión modificada de la teoría estructuralista", en la que se presenta un nivel explicativo formal que elude tanto lo físico o material como lo intencional o subjetivo. Un reconocimiento del eminente carácter histórico de la propuesta de Foucault, lleva finalmente a que los profesores norteamericanos se distancien de esta asociación, no sin antes señalar que el problema de la explicación de la efectividad causal de las reglas persiste.

La forma definitiva que adquiere la descripción arqueológica es según Dreyfus y Rabinow, la de un sistema de leyes que se encuentra en un nivel distinto al de la formalización o la ciencia. Esta curiosa y oscura afirmación es explicada remitiéndonos al texto mismo de Foucault: "[La descripción arqueológica] permite captar los discursos en la ley de su devenir efectivo, debe poder dar cuenta del hecho de que tal discurso, en un momento dado, puede acoger y utilizar, o por el contrario excluir, olvidar o desconocer, tal o cual estructura formal." (Foucault, 2007, p. 217) A diferencia de unas condiciones formales y estáticas que intentan explicar de manera unitaria la diversidad de los acontecimientos singulares, la formulación de un a priori histórico es capaz de advertir las distintas relaciones que los discursos, en su devenir efectivo y según las leyes que las determinan, son capaces de establecer con distintas estructuras formales. El problema definitivo que nutre la crítica de Dreyfus y Rabinow es que "en esta descripción del poder causal de las reglas de las formaciones discursivas, Foucault, ilegítimamente, hipostasió las regularidades formales observadas que describen las formaciones discursivas en condiciones de la existencia de estas formaciones" (Dreyfus & Rabinow, 2001, p. 111) En su concepción, si Foucault se hubiese limitado a aceptar la capacidad descriptiva de las reglas que definen las regularidades, contaríamos ya con una importantísima herramienta analítica para estudiar la manera en que se dan complejas y regulares relaciones entre las prácticas discursivas y aquello que entendemos como sujetos, objetos y demás prácticas no discursivas. No obstante, los profesores norteamericanos señalan la manera en que una y otra vez, Foucault parece traicionar esta actitud puramente descriptiva.

A manera de conclusión, Dreyfus y Rabinow postulan la tentativa hipótesis de que la razón por la que Foucault no se conforma con el carácter descriptivo de las reglas discursivas es porque sospecha –y quiere dar cuenta de ello-, que "las prácticas discursivas no son simplemente regulares, sino que, efectivamente, tienen el poder de formar objetos y sujetos." (Dreyfus & Rabinow, 2001, p. 112) El camino quedaría así abierto para un análisis de la manera en que existen importantes dependencias entre las prácticas discursivas y las no discursivas, y sobre todo, de la manera en que esta interacción es definitiva en la configuración de la experiencia subjetiva. En un extraño giro, los profesores norteamericanos descartan esta posibilidad basándose en el hecho de que supuestamente, "en esta estapa [Foucault] se encuentra dedicado a considerar que las prácticas discursivas son autónomas y determinan su propio contexto", razón por la cual es "incapaz de advertir el poder regulador que parece gobernar las prácticas discursivas desde fuera de las mismas." (Dreyfus & Rabinow, 2001, p. 112) El supuesto fracaso del proyecto arqueológico radica por lo tanto, en que este ensimismamiento de Foucault en la autonomía del discurso cierra cualquier posibilidad de articular el estudio de las prácticas discursivas con las condiciones políticas, económicas y sociales en un sentido en el que haya dependencias en ambos sentidos. Lo que parece haber es una total determinación de la realidad por parte del discurso, sin que este dependa o esté afectado por algo externo. En el esfuerzo por especificar las reglas que regulan, transforman y especifican las formaciones discursivas, y la manera en que estas permiten o excluyen la formación de determinados objetos, se esconderían –según Dreyfus y Rabinow- vestigios de idealismo atribuibles a la influencia que el estructuralismo tuvo en Foucault.

El discurso y su interacción con las prácticas no discursivas

Aún cuando la profundidad, rigurosidad y agudeza crítica del análisis de Hubert Dreyfus y Paul Rabinow son admirables, la conclusión a la que llega con respecto a la imposibilidad del proyecto arqueológico de dar cuenta de la necesaria relación de determinación entre prácticas discursivas y prácticas no discursivas, no solo es desconcertante, sino que termina –en nuestro concepto-, retirando de manera injusta la significativa relevancia que tiene la arqueología para el estudio de lo político. Es por ello que a continuación, nos concentraremos en exponer las razones por las cuales nos vemos orientados a rechazarla.

La tesis de Dreyfus y Rabinow resulta desconcertante en primer lugar, porque a lo largo de La arqueología del saber, así como en distintas entrevistas, Foucault señala la existencia distintas relaciones que afectan a los discursos, no solo desde su interior, sino también desde las condiciones políticas, económicas y sociales en que estos discursos tienen lugar. Así por ejemplo, nos es posible ubicar muy temprano en el desarrollo de La arqueología…, que una de las razones principales por las que Foucault busca distanciar su análisis del discurso de los recursos psicológicos o trascendentales, es precisamente porque esta operación libera la posibilidad de identificar otro tipo de conexiones que resultan más interesantes para él:

"Relaciones de unos enunciados con otros (…); relaciones entre grupos de enunciados (…); relaciones entre enunciados o grupos de enunciados y acontecimientos de un orden completamente distinto (técnico, económico, social, político). Hacer aparecer en su pureza el espacio en el que se despliegan los acontecimientos discursivos no es tratar de restablecerlo en un aislamiento que no se podría superar; no es encerrarlo sobre sí mismo; es hacerse libre para describir en él y fuera de él juegos de relaciones." (Foucault, 2007, p. 47)

Algo similar se ha dicho en lo referente a la formación de los objetos, donde se ha especificado que en el "complejo haz de relaciones" en el que se forman estos y del que hablábamos anteriormente, "se hallan establecidas [relaciones] entre instituciones, procesos económicos y sociales, formas de comportamiento, sistemas de normas, técnicas, tipos de clasificación, modos de caracterización" (Foucault, 2007, pp. 73-74). Cabe resaltar que estas relaciones no se encuentran en el interior del objeto, pues recordemos que este no tiene un estatus ontológico que le confiera una existencia independiente del juego que se establece entre el sistema de las relaciones primarias (relaciones entre instituciones, técnicas, formas sociales, etc.), las relaciones secundarias (relaciones reflexivas o que se pueden encontrar en el propio discurso) y las relaciones discursivas propiamente. En palabras del mismo Foucault: "El problema consiste en hacer aparecer la especificidad de estas últimas y su juego con las otras dos." (Foucault, 2007, p. 75) Nuevamente es evidenciada la manera en que, aún cuando en la Arqueología del saber es definida la manera en que del discurso emergen los objetos de los que se hablan, se hace un llamado de atención de las distintas dependencias no discursivas que afectan este campo de emergencia.

Algunas de las declaraciones que Foucault hace públicas en la carta titulada Para una política progresista no humanista (1968), apuntan en una dirección similar. En la comprensión que él mismo tenía en ese momento de su proyecto arqueológico, una de las virtudes más grandes que comportaba era el hecho de resolver, al menos tentativamente, las dificultades que había tenido el conjunto de disciplinas que reciben el nombre de historia de las ideas o de las ciencias, para determinar la relación existente entre los hechos del pensamiento o conocimientos, con otros dominios del análisis histórico, es decir, aquellos que se refieren a las relaciones sociales, políticas, económicas, etc. "Quería que el análisis mismo del discurso (en sus condiciones de formación, en la serie sus modificaciones y en el juego de sus dependencias y sus correlaciones) suplantase esas tantas incertidumbres." (Foucault, 2013, p. 211) Al haber señalado anteriormente lo profundamente problemático que resulta el proyecto de una historia global, que explica todos los fenómenos a través de un centro único, Foucault rescata la noción de historia general y destaca su pertinencia para entender las relaciones entre distintos tipos de prácticas que tienen lugar simultáneamente en un periodo de tiempo bien delimitado (aun cuando se sabe que a cada una la rige una temporalidad distinta):

"El problema que se plantea entonces es el de determinar qué forma de relación puede ser legítimamente descrita entre esas distintas series; qué sistema vertical son capaces de formar; cuál es, de unas a otras, el juego de las correlaciones y de las dominantes; qué efecto pueden tener los desfases, las temporalidades diferentes, las distintas remanencias; en qué conjuntos distintos pueden figurar simultáneamente ciertos elementos" (Foucault, 2007, p. 16)

El proyecto de una historia general permite describir en su singularidad y radical especificidad, el juego de relaciones que afectan a distintos tipos de prácticas, así como la forma de las dependencias que puede haber entre ellas. Tiene sentido por tanto, que como lo afirma el mismo Foucault, al proponer una teoría que haga posible la descripción arqueológica de los "discursos científicos como un conjunto de prácticas reguladas que se articulan de manera analizable con otras prácticas", está intentando definir "en qué nivel los discursos, y particularmente los discursos científicos, pueden ser objeto de una práctica política y en qué sistema de dependencia pueden encontrarse con respecto a esta." (Foucault, 2013, p. 217)

A manera de conclusión: la redefinición de lo político

Evidenciado esto, consideramos que el análisis arqueológico tiene una implicación de enorme profundidad que si bien es enunciada superficialmente por Dreyfus y Rabinow en su tentativa hipótesis, es rechazada finalmente por ellos mismo al insistir en que Foucault cae presa de la "ilusión del discurso autónomo". Nos referimos, ciertamente, a la capacidad que tiene el análisis arqueológico de captar la manera en que existen dependencias entre prácticas discursivas y no discursivas, para así poder dar cuenta de cómo es que en esta interacción se da la configuración de la experiencia subjetiva. Hemos visto a lo largo de nuestra exposición la manera en que las reglas que organizan, regulan, especifican y transforman el campo discursivo no tienen un carácter puramente descriptivo. Tal y como Foucault insiste en señalar, se trata de reglas que funcionan también como condición de existencia de ciertos objetos, enunciados y discursos. La capacidad que tiene el proyecto arqueológico de discernir la manera en que ese complejo haz de relaciones determina lo que en un momento histórico específico es enunciable o no, identificable como un objeto o no, o percibible o no, es lo que nos permite pensar en distintos regímenes de sentido que se configuran históricamente a partir de la forma específica que las reglas que gobiernan al discurso adquiera. Este conjunto de determinaciones es lo que Foucault parece denominar el archivo.

Así pues, la experiencia histórica de los sujetos es lo que parece estar en juego. En la medida en que el sujeto ocupa una posición específica en este archivo, se enfrenta a unos objetos muy precisos que han sido especificados de manera histórica. De igual manera, los conceptos con los que puede nombrar y dar sentido a dichos objetos, han sido también regulados de manera histórica por el juego de reglas y dependencias que afectan a los distintos tipos de prácticas. Contrario a la ausencia de una dimensión política en el proyecto arqueológico, tal y como la anunciaban Dreyfus y Rabinow, lo que parece haber, es una operación que amplía significativamente el campo de lo político. Este campo ya no puede reducirse a las dinámicas que afectan o tienen lugar en las instituciones públicas, así como tampoco puede ubicarse únicamente en las luchas o tensiones que hay entre clases sociales. Lo político abarca de manera significativa, la misma configuración histórica de la experiencia subjetiva. Podríamos decir de manera atrevida, pero tentativa, que esta concepción ampliada de lo político que sólo el proyecto arqueológico ha podido definir, es la que fue necesaria esbozar para que en las etapas posteriores de su trabajo, Foucault pudiera ocuparse con mayor precisión, de las relaciones entre saber, poder y verdad. La arqueología, en vez de ser superada por la genealogía, estaría fundamentando filosóficamente sus posibilidades, ya que nos llama la atención sobre aquello que 12 años después Foucault sostiene: "No he estado analizando el fenómeno del poder, ni elaborando los fundamentos de este tipo de análisis. Mi objetivo, en cambio, ha sido crear una historia de los diferentes modos a través de los cuales, en nuestra cultura, los seres humanos se han convertido en sujetos." (Foucault, 2000, p. 326) Aun así, habiendo definido este espacio ampliado de lo político, distintas preguntas cobran relevancia: ¿En qué otros registros el proyecto arqueológico de Foucault puede tratar lo político? ¿Cómo contribuye la posibilidad de entender las relaciones y dependencias entre los discursos y las prácticas políticas a una reflexión sobre el activismo político? ¿Esta concepción amplia de lo político reduce la importancia de la agencia política en términos de organización y acción colectiva? La exploración que hasta aquí hemos hecho debe funcionar como el punto de partida desde el que estos interrogantes podrán ser abordados y retomados en el futuro, pues lo que ha quedado claro es que las posibilidades que el proyecto arqueológico ha abierto, son de gran envergadura, y su exploración, reviste una vigencia demandante.

Bibliografía
Dreyfus, H., & Rabinow, P. (2001). Michel Foucault: más allá del estructuralismo y la hermenéutica. Buenos Aires: Ediciones Nueva Visión.
Foucault, M. (2007). La arqueología del saber. México: Siglo XXI.
Foucault, M. (2013). Para una política progresista no humanista. En M. Foucault, & E. Castro (Ed.), ¿Qué es usted, profesor Foucault? (págs. 193-221). Buenos Aires: Siglo XXI.
Foucault, M. (2000). The Subject and Power. En M. Foucault, & J. D. Faubion (Ed.), Essential works: Power (págs. 326-347). New York: The New Press.



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