La aportación de las Infraestructuras de Datos Espaciales al conocimiento de nuevos sitios castreños en la provincia de León.

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Descripción

Férvedes

Vilalba (Lugo)

Número 8

Año 2015

Pp.: 25 - 34

ISSN 1134-6787

LA APORTACIÓN DE LAS INFRAESTRUCTURAS DE DATOS ESPACIALES AL CONOCIMIENTO DE NUEVOS SITIOS CASTREÑOS EN LA PROVINCIA DE LEÓN. THE CONTRIBUTION OF INFRASTRUCTURES FOR SPATIAL INFORMATION TO KNOWLEDGE OF NEW HILLFORTS IN PROVINCE OF LEON. Julio Manuel VIDAL ENCINAS Servicio Territorial de Cultura, Junta de Castilla y León [email protected]

RESUMEN Se dan a conocer los nuevos sitios castreños que se han incorporado a la Carta Arqueológica de la provincia de León en estos últimos años gracias a la utilización de la diferente información geográfica disponible en los geoportales, tanto estatales como autonómicos, actualmente existentes en el ámbito de la Comunidad Autónoma de Castilla y León. Se presta especial énfasis en el bajo coste que ha tenido este notable enriquecimiento del Patrimonio Arqueológico, que tendrá un gran valor para futuras tareas de investigación, así como para facilitar la protección del mismo. ABSTRACT The paper present new hillforts that have been incorporated into the archaeological mapping of the province of Leon in recent years thanks to the use of different geographic information available in state and regional geoportals, especially on the field of Castile and Leon. Special emphasis is given to the low cost that has had this remarkable enrichment of the Archaeological Heritage, which will be invaluable for stimulate research activities and to facilitate its protection. Palabras Clave: Keywords:

1.-

Castros, Edad del Hierro, Roma, Carta Arqueológica. Hillforts, Iron Age, Rome, Archaeological Mapping.

INTRODUCCIÓN.

La provincia de León ocupa una superficie de 15.581 km2 en el borde noroccidental de la Meseta Norte, repartidos en dominios geográficos diversos, entre los que destacan, en primer lugar, el reborde montañoso septentrional, perteneciente a la Cordillera Cantábrica, en el que predominan las rocas de origen calcáreo. En segundo lugar, el tercio occidental, también notablemente escabroso, que se distribuye alrededor de la fosa del Bierzo, en el que predominan rocas de origen metamórfico como las cuarcitas, areniscas y pizarras de las sierras del Teleno, Cabrera, Ancares y los Montes de León. Finalmente, una parte muy considerable del territorio provincial lo ocupan las campiñas de la Cuenca del Duero, en cuyos blandos sedimentos terciarios se ha encajado una red fluvial que corre en sentido norte-sur predominantemente, dibujando un característico paisaje de páramos y riberas. En los dos primeros ambientes geomorfológicos es dónde se registran la mayor parte de las evidencias castreñas hasta el momento conocidas en la provincia, cuya expresión, las más de las veces, está presidida por

recintos en los que, además de su cuidada ubicación topográfica en escarpados oteros desde los que se domina netamente el territorio circundante, son habituales diferentes obras de delimitación del recinto, a base de uno o más fosos, generalmente perimetrales, y notables obras de defensa o fortificación por medio de murallas de piedra en seco, torres y parapetos, todo lo cual contribuye a convertirlos en notables baluartes. En este territorio, gracias a breves trabajos de recopilación que se remontan a los comienzos del siglo XX (Gómez Moreno, M., 1925), pero, sobre todo, al impulso que tiene lugar desde el ámbito académico (Universidad de Valladolid) para promover la realización de las cartas o inventarios arqueológicos provinciales, en especial, a finales de la década de los años 70 del pasado siglo, se elaborarán los primeros censos de sitios castreños que, a la postre, han permanecido y constituido sus más importantes cimientos (Mañanes, 1977; 1981, 1983-84; 1988). Este interés por el mundo castreño fue seguido por alguna tímida tentativa de sistematización desde la reciente creada Universidad de León (Gutiérrez González, 1986-87) y tuvo una no-

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Fig.: 1. Distribución de los sitios castreños en la provincia de León. Los números en recuadro (triángulos de color blanco) corresponden a las recientes incorporaciones a la Carta Arqueológica de la provincia.

toria semblanza desde la denominada ‘Arqueología del Paisaje’, primero gracias a los trabajos llevados a cabo en La Cabrera (Fernández-Posse, Sánchez Palencia, 1988), y, poco más tarde, en la Cuenca Noroccidental del Duero (Orejas, 1996). Estos esfuerzos tendrán su plasmación más importante en la elaboración de la primera Carta Arqueológica de la provincia de León (1987), cuyo equipo, financiado por la Diputación Provincial y coordinado por J.L. Avello Álvarez, agrupará, además de los investigadores mencionados, otros que, entonces, comenzaban su andadura investigadora en el mundo castreño (Celis Sánchez, 1985; 1996; 1998-99; 2002a; 2002b; 2003; 2007). Este último es quien redactará el documento de síntesis sobre la Edad del Hierro, al que acompaña de un censo de 247 sitios castreños en la provincia. Con posterioridad la Carta Arqueológica se ha ido revisando por parte de la Junta de Castilla y León en diversas anualidades hasta el año 2005. Actualmente el inventario de yacimientos arqueológicos de tipo castreño consignados en la Carta Arqueológica de la provincia de León asciende a más de cuatro centenares (420) (Fig.: 1), pero es posible que la revisión minuciosa y sistemática de cada uno de ellos rebajara dicha cifra. En nuestra opinión, que basamos en la consulta de las fichas correspondientes y el contraste de tales identificaciones en los apoyos cartográficos, fotográficos y Modelos Digitales del Terreno que ofrece la

utilización de un Sistema de Información Geográfica, la discusión sobre su virtualidad probablemente alcanzaría a cerca del 20 %, lo que dejaría su número en torno a 340, a los que habría que añadir los que aquí presentamos, en número de 41 (Tab.: 1). Ello es comprensible por los juicios seguidos en la realización de su inventario, expresión de los conocimientos y criterios de la época -y sus protagonistas-, que quizás ahora pondríamos en cuestión, al menos, en ciertos aspectos. Así, en muchos casos es únicamente el topónimo el que se toma como razón, sin llegar a identificar sobre el terreno el emplazamiento de sus evidencias, que, muchas veces, existen y son bien manifiestas. O la ubicación topográfica y su misma forma, que se emparenta de manera arbitraria con la que presentan tales sitios, algo que es patente en algunos que, ni de lejos, reúnen las condiciones idóneas y características que tienen tales emplazamientos: una gran altitud relativa en relación con los terrenos circundantes, gran visibilidad y obras defensivas también muy notables. Muchos de ellos, además, ni han deparado resto arqueológico alguno algo por cierto, no concluyente, pues una buena parte de los indiscutibles no dan en superficie ningún indicio material-, y, más importante, ni están dotados de obras de delimitación a base de fosos, o de fortificación, con la presencia de muralla, elementos prácticamente constantes en la mayor parte de los probados sitios castreños. Además, las suce-

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Nº 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22 23 24 25 26 27 28 29 30 31 32 33 34 35 36 37 38 39 40 41

Nombre Campo Ciudad Las Simonas Alto del Tarabico Valle la Tierra El Castro Sierra del Pueblo Yera de los Piornos El Pajarín Castroariel La Gándara Colmenales El Cuerno de la Gándara Las Degolladas Cueto Cubiello Peña Rayada La Yedra El Castillo de losoros Cerro del Castro Llombo de la Golpiera Cerro de los Picos Peña deloro Peñón de Conchanada El Cañeiro Santiesteban Los Caleigones El Castrillón Valdeotero La Torrecilla San Bernardino Los Castros II El Castillín-Entrerríos El Castriello La Torre Las Casas El Castillo Los Cabildos El Castrín El Castelo El Castelo-Vilabella Las Palomas A Cortiña dosouros-Campo do Circo

Localidad Quintana de la Peña Paladín-La Utrera Villameca Castrillo de los Polvazares Lagunas de Somoza Torneros de la Valdería Torneros de la Valdería Boisán Llamas de Laciana Rozuelo Rozuelo Albares de la Ribera Pozos Ponjos Cunas Filiel El Acebo Molinaferrera Molinaferrera Pobladura de la Sierra Cobrana Baillo Marrubio Marrubio Robledo de Losada Robledo de Losada Castrohinojo Sta. Eulalia de Cabrera Yebra Pombriego Sigüeya Lomba Trabazos Encinedo Losadilla La Baña Espinareda de Vega Paradaseca Cela Llamas de Cabrera Castañeiras-Fuente de Oliva

Muralla sí sí sí sí sí sí (torre) sí (torre) sí sí sí sí sí sí (torre) sí (torre) sí (torre) sí sí (torre) sí sí (torre) sí (torre) sí (torre?) sí (torre) sí (torre) sí (torre) sí sí sí sí (torre) sí sí sí (torre) sí (torre) sí (torre) sí (torre) sí (torre) terraplén

Foso no sí sí sí sí sí sí sí sí sí sí sí sí sí sí sí sí sí sí sí sí sí sí sí sí sí -

Altitud Absoluta 1479 1023 1030 940 1023 1285 1344 1353 1366 850 1030 790 1460 1321 1416 1320 1336 1270 1389 1388 830 1359 900 1080 1130 988 1264 1070 870 635 663 1202 1230 1166 1148 1295 715 757 829 1009 1294

Altura relativa 533 52 50? 50 22 322 335 158 398 97 90 114 291 238 281 87 437 62 77 121 130 192 138 333 303 156 411 159 373 172 57 377 319 229 186 254 127 111 71 459 506

Tab.: 1. Relación de nuevos sitios castreños incorporados a la Carta Arqueológica de la provincia de León entre 2013 y 2015.

sivas revisiones de la Carta Arqueológica han sido ajenas a propósitos investigadores en sentido estricto.

Fig.: 2. ‘Valgueime’, un supuesto castro prerromano y el relieve en el que se inserta, sembrado de bancales destinados al cultivo (LiDAR-PNOA cedido por © Instituto Geográfico Nacional de España).

Pero tales errores o confusión a la hora de identificar un castro creemos que, probablemente, también están presentes en trabajos de investigación producidos desde ámbitos académicos. Así, recientemente se ha propuesto identificar como castro prerromano el sitio denominado ‘Valgueime’, en las proximidades de Villamanín, un pequeño cerro amesetado que apenas llega a 50 m de altitud relativa con relación al vallejo del arroyo Ventosilla que discurre próximo y que presenta un escarpe muy poco significativo con respecto a los terrenos circundantes, completamente irrelevante para un propósito defensivo. No tiene indicio alguno de muralla ni tampoco ha proporcionado materiales arqueológicos que pudieran avalarlo como sitio protohistórico. La Carta Arqueológica – revisada por la empresa Terra Arqueos S.L. en el año 2005 , lo consignó como sitio de cronología contemporánea, no en vano está sembrado de trincheras de la Guerra Civil 1936-1939, pero se identifica como

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castro prerromano (“Castro préromain ceinturé d’un rempart-parapet…”) en un reciente trabajo que recoge las aportaciones de varias campañas de prospección aérea llevadas a cabo dentro de un proyecto de investigación multinacional sobre las Guerras de Conquista Romanas en el ámbito peninsular, particularmente en León y zonas limítrofes (Didierjean, Morillo Cerdán, Petit-Aupert, 2014: Fig.: 30, pp. 163). Las imágenes del paraje que muestran los Vuelos Americanos de 1945-46 y 1956-57 lo descubren como una zona relativamente antropizada por la presencia de cultivos de secano y en ella es bastante común el relieve de altillos abancalados similares al existente en ‘Valgueime’ (Fig.: 2). En nuestra opinión, es muy improbable que este sitio pueda asimilarse a un sitio castreño, al menos como se conocen en la provincia de León, y, si lo fuera, no cabe duda de que sería un caso verdaderamente particular. Algo similar sucede con otro sitio de características muy parejas, ‘La Costica de la Iglesia’, que se eleva a 1.005 m de altitud absoluta y a 35 m de altitud relativa con relación a La Vega de La Robla inmediata (Fig.: 3). El lugar, sin haber deparado material arqueológico alguno ni presentar características defensivas claramente castreñas, se incorporó a la ‘Cultura Castreña’ en 1985 (Gutiérrez González, 1985: 125126) y, por ello, a la Carta Arqueológica de 1987 y a su última revisión, también realizada por la empresa Terra Arqueos S.L. en el año 2005. Es su morfología amesetada la que configura un recinto ovalar o subredondeado de media hectárea de superficie, dotado de débiles escarpes, pero que le hizo acreedor de tal consideración y, ahora, se incluye, como ‘posible oppidum prerromano’, en un trabajo llevado a cabo en el mismo contexto de investigación que el anterior (Morillo Cerdán, 2014: 143, Fig.: 7). El terreno en que se emplaza ‘La Costica de la Iglesia’ se muestra en los fotogramas de los Vuelos Americanos más arriba mencionados, es decir, hace unos 70 años, como un paisaje absolutamente antropizado por los cultivos de secano, y, quizás, hayan sido los abancalamientos construidos para facilitarlos lo que ahora induzca a la confusión. Es muy

Fig.: 3. Perfil topográfico de ‘La Costica de la Iglesia y del Castillo de Alba.

probable, seguramente, que sea de aplicación a muchos de estos supuestos castros la sospecha de que nunca estuvieron ocupados por poblaciones prerromanas y que emplear como criterio para tal adscripción su emplazamiento en cerros, sin una particular condición topográfica relevante, probablemente está obviando que tal configuración tiene su origen, muchas veces, en actividades seculares de naturaleza agroganadera. A 1,5 km al noroeste, debajo de los restos de un castillo medieval parcialmente excavado, que se encuentra a más de 1.360 m de altura absoluta y a 390 de altitud relativa (Fig.: 3), sí se han recogido objetos que parecen apuntar a algún género de presencia protohistórica en el cerro, relacionada con el mundo del Soto de Medinilla (Celis Sánchez, 2007: 93-95). 2.-

EL ORIGEN DE LAS INFRAESTRUCTURAS DE DATOS ESPACIALES Y LA INFORMACIÓN TERRITORIAL.

Hace ahora 20 años, en 1994, el Gobierno norteamericano por medio de una orden de su presidente Clinton puso en marcha diferentes mecanismos que obligaban a que todas las Administraciones compartieran, a través de Internet, toda la información geográfica generada por las diferentes agencias y organismos que la creaban. Ello con la finalidad de promover el desarrollo económico y la vista puesta en la sostenibilidad y protección de los recursos medioambientales (Bernabé Poveda, López Vázquez, 2012). Este nuevo panorama tendría su reflejo más de 10 años después en Europa mediante la promulgación de la Directiva 2007/2/CE del Parlamento Europeo y del Consejo de 14 de marzo de 2007 por la que se establecía una infraestructura de información espacial en la Comunidad Europea (Inspire). En el epígrafe 19 del preámbulo se dice: “… para lograr el éxito de una infraestructura de información espacial, es importante que se ofrezca al público un número mínimo de servicios con carácter gratuito. Por ello, los Estados miembros deben facilitar, como mínimo y con carácter gratuito, los servicios de localización y, dependiendo de determinadas condiciones específicas, visionado de conjuntos de datos espaciales”. En 2008 se produciría una disposición normativa que sería clave para la plasmación de aquella Directiva, a saber, la promulgación de la ORDEN FOM/956/ 2008, de 31 de marzo, por la que se aprueba la política de difusión pública de la información geográfica generada por la Dirección General del Instituto Geográfico Nacional, lo que da lugar a la creación inmediata del Centro de Descargas del IGN desde el que, cualquiera, de forma libre y gratuita, podrá obtener datos cartográficos y geoespaciales, georreferenciados. Aquella Directiva europea ten-

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Fig.: 4. El castro de San Bernardino, en Yebra (Benuza). La imagen LIDAR (arriba) revela su existencia debajo del bosque de castaños que lo hace invisible en cualquier fotografía aérea (LiDAR-PNOA cedido por © Instituto Geográfico Nacional de España).

drá en España su trasposición normativa mediante la Ley 14/2010, de 5 de julio, sobre las infraestructuras y los servicios de información geográfica en España, con el objetivo de “… asegurar el acceso a los nodos de datos geográficos y a los servicios interoperables de información geográfica, que constituyen las infraestructuras de información geográfica establecidas por la Administración General del Estado y por las Administraciones Autonómicas, consiguiendo de esta manera alcanzar la disponibilidad e interoperabilidad de toda la información geográfica requerida por la Directiva 2007/2/CE, con total cobertura del territorio español, producida por cualquier agente público, y con la máxima precisión y resolución”. Ello va a dar lugar, por un lado, a la creación de un Geoportal de la Infraestructura de Datos Espaciales de España dependiente del Instituto Geográfico Nacional y, por la configuración administrativa del Estado Español, a diferentes geoportales en el ámbito de las Comunidades Autónomas, que, en el caso de Castilla y León, se denomina Infraestructura de Datos Espaciales de Castilla y León (IDECyL). En ambos se situarán servidores de mapas, información geográfica, ortoimágenes de satélites, ortofotografía

histórica, cartografía geológica, y otros tipos de recursos georreferenciados, como, por ejemplo, los Modelos digitales de elevaciones para las superficies de tierra (MDT), que se revelan fundamentales para la detección y prospección arqueológica. Es más, en muchos casos, es tal la precisión que, desde el punto de vista arqueológico, proporcionan estos catálogos geográficos que el trabajo de campo se ve considerablemente reducido y, sobre todo, facilitado en zonas particularmente difíciles o provistas de una gran cubierta vegetal. En efecto, la posibilidad de ver por debajo de ella, al nivel del suelo, gracias a la aplicación de la tecnología LIDAR, hace que parajes insospechados desde el punto de vista arqueológico revelen todo su potencial de forma, en muchos casos, magnífica (Fig.: 4). No existe ninguna duda entre los arqueólogos que las posibilidades que esta tecnología tiene en su aplicación a la teledetección de nuevos sitios -o a la mejor comprensión de los conocidos-, va a constituir una revolución de consecuencias admirables. No en vano, los resultados conocidos en algunas zonas de Europa así lo demuestran: en Schönbuch (Alemania), por ejemplo, en un área de 600 km2, esta tecnología ha deparado el reconocimiento de 2.513 sitios potencialmente arqueológicos sobre 1.966 existentes y, en la parte suroccidental de la Selva Negra, en 2.750 km2, 59.337 sobre 3.760 conocidos. Pero si tales cifras pueden sorprender por la eficacia de tal sistema de teledetección, aumenta mucho más al conocer el bajo coste que tiene su obtención, más si se tiene en cuenta que se trata de datos que pueden ser compartidos por numerosos departamentos de la Administración Pública (Cultura, Medio Ambiente, Agricultura, Planeamiento, Universidades, etc.) (Hesse, 2009). 3.-

UN BREVE DECURSO POR LOS NUEVOS SITIOS CASTREÑOS Y SUS CARACTERÍSTICAS.

Las líneas que aquí presentamos son fruto de la utilización de tales recursos públicos disponibles de forma libre y gratuita en los geoportales mencionados y han permitido por el momento, en apenas dos años, registrar más de 40 sitios castreños inéditos y acreditar tal condición a algunos más, a los que la Carta Arqueológica atribuía una categoría ‘indeterminada’. También, la revisión de sus fichas, como ya hemos señalado más arriba, establece ciertas dudas en relación con la real naturaleza castreña de una parte de ellos. En ciertos casos, los sitios no fueron adecuadamente identificados en su verdadera ubicación, pues el lugar en el que se rotuló la toponimia presente en la cartografía no siempre se corresponde con la exacta situación del paraje al que da nombre. En fin, en algún caso sabemos de la existencia de algún castro en parajes

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Fig.: 5. Yera de los Piornos, en Torneros de la Valdería. (LiDAR-PNOA cedido por © Instituto Geográfico Nacional de España).

que, modificados por obras de diversa índole, no se conocía su existencia por los diversos inventarios realizados con anterioridad, caso, por ejemplo, de ‘Las Simonas’, en Paladín-La Utrera (Valdesamario). La ortofotografía histórica también nos ha permitido saber que el estribo occidental del embalse de Villameca, comenzado a construir en tiempos de la II República e inaugurado por el dictador Franco en 1947, se apoyó en la ladera de un promontorio que albergó un castro, el ‘Alto de Tarabico’, sobre el valle del Tuerto, a 1.30 m de altitud, dotado de foso perimetral tallado en la roca por poniente, que fue afectado, sobre todo, por la cantera que sirvió para proporcionar el árido para el hormigón del muro del embalse.  La mayor parte de estas nuevas identificaciones se producen en la mitad montañosa occidental de la provincia -más del 70 % superan los 1000 m de altitud-, y, en concreto, en las Sierras del Teleno y Cabrera, en dónde se dobla ampliamente el número de sitios conocidos. Ello es particularmente llamativo ya que algunos consideraban que ya se habían detectado todas las evidencias de esta naturaleza en esta comarca. Además, en estos terrenos tan escarpados y difíciles, se ha podido identificar un tipo peculiar de asentamiento, descrito por primera vez en la Sierra de la Culebra zamorana, pero mal conocido en sus mismas expresiones materiales, que tiene aquí varios ejemplos, aunque también en El Bierzo -con el mayor de todos ellos, Peña Piñera, en Vega de Espinareda, que ocupa más de 10 Ha de superficie y unos 2 km de muralla (Fig.: 6)-, e, incluso, más al este, en la Cordillera Cantábrica, con Peña Morquera, Campo Ciudad y Peña Salona,

entre otros. Uno de ellos, Yera de los Piornos (Fig.: 5), se encuentra en el paso entre la Meseta y la montaña de Cabrera, en el Valle del Eria, en una zona en la que proliferan este tipo de ‘castros arriscados’, como tan gráficamente se les ha denominado (Esparza Arroyo, 2009). Su sistema defensivo, a base de numerosos lienzos de piedra en seco aprovechan los afloramientos rocosos de cuarcitas tabulares, compartimentándolos. Este tipo de asentamiento castreño -cuya analogía más cercana y conocida es, probablemente, el de Arrabalde-Marrón, en la zamorana Sierra de Carpurias-, parece asociarse, cuanto mayor sea la altura a la que se encuentra, a los tiempos finales de la Edad del Hierro, mientras que aquellos que se sitúan a menores altitudes apuntarían a tiempos del primer Hierro, uno de cuyos mejores representantes sería el de La Mazada, en Gallegos del Campo (Zamora), un sitio muy singular por deparar, además de materiales arqueológicos típicamente soteños, otros más antiguos, formativos de tal ambiente cultural (Esparza Arroyo, 2009; Esparza Arroyo y Larrazábal Galarza, 2000). Pero, sea como fuere, son sitios muy mal conocidos desde el punto de vista arqueológico, pues, además de la propia novedad que suponen, debido a su emplazamiento a elevadas altitudes y las difíciles condiciones que, para la prospección sobre el terreno, presentan, nunca han sido objeto de investigación alguna, a pesar de conocerse, en Zamora, desde mediados de los años 80 del pasado siglo, y, en León, desde, al menos, el año 2006, cuando se dio a conocer el primero de ellos en la Sierra del Teleno, a 1.698 m de altitud (Matías Rodríguez, 2006).

Fig.: 6. El gran castro de Peña Piñera, en Sésamo (Vega de Espinareda), de más de 10 Ha, y su complejo sistema de murallas, de 2 km de longitud (LiDAR-PNOA cedido por © Instituto Geográfico Nacional de España.

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En La Cabrera, los numerosos nuevos sitios registrados responden a un tipo bastante repetido o uniforme. Se trata de pequeños asentamientos en cerros, espigones, laderas fuertemente escarpadas u horquillas fluviales, dotados, generalmente, de fosos -simples o dobles por lo general, a veces más complejos-, tallados muchas veces en el sustrato rocoso (Fig.: 7), que presentan en su parte más elevada, allí dónde divergen aquellos, grandes derrumbes tumulares, que deben estar escondiendo una torre, bastión o similar. Su situación en el Valle del Cabrera, a veces, coincide con la de la red hidráulica que llevaba agua a la Gran Mina de Las Médulas por la ladera de su margen derecha. Pero no siempre, pues algunos están claramente alejados de ella o en la ladera contraria. Incluso existe uno con las mismas características, conocido de antiguo, La Cárcava en Castrillo de Cabrera, que presenta sus fosos ‘amortizados’ por el trazado de uno de los canales de abastecimiento a Las Médulas, cuyo poderoso muro lo atraviesa, quitándole buena parte de su virtualidad. Parcos en hallazgos en superficie, nunca excavados, en alguno de ellos -La Torrecilla de Santa Eulalia de Cabrera-, hemos recogido cerámicas comunes de ascendencia romana, que deben estar indicando toda, o uno de los momentos de su ocupación. La existencia de torres en estos sitios cabreireses ya fue apuntada en alguna de las descripciones que les acompañan (Mañanes, 1988: 126). Por su parte, otros investigadores también han reparado en tal circunstancia, pues aluden a la presencia de ‘torreones’ como estructuras interiores en dos de los castros de su inventario de 1988, Trillocastro de Trabazos y el Castro de La Baña (Fernández-Posse, Sánchez Palencia, 1988: 187), aunque no desarrollan en el texto tal rasgo (Fernández-Posse, Sánchez Palencia, 1988: 195198). Tales torres también están presentes en otros muchos castros fuera del ámbito de La Cabrera, como, por ejemplo, en el castro de Murias de Paredes, en Omaña, en el de La Peña del Hombre, en El Bierzo, territorio, este último en el que abundan por oquier -Teso do Castro en Sotelo, El Castrín-La

Fig.: 8. Muralla de Las Degolladas, en Pozos (Truchas), en la Sierra del Teleno, a 1.460 m de altitud.

Toralina en Prado de Paradiña, El Castelo de Paradaseca, El Castrín de Espinareda de Vega, entre otros-, pero también están presentes en Laciana, en Castro Mariel, y la tienen también, más al este, en el Castillo de Sosas del Cumbral, todos ellos dotados de muralla que, total o parcialmente, circunda su perímetro (Fig.: 8). La presencia de torres o atalayas también está confirmada en castros asturianos, caso del Monte Castrelo de Pelóu (Grandas de Salime), que se remonta a los ss. V-IV a.C. y que presenta un torreón datado en tiempos bajoimperiales, construido sobre las fortificaciones romanas y de la Edad del Hierro (Montes, et al., 2003-06). También en Asturias, el castro de Pendía, datado en la II Edad del Hierro, presenta algún torreón en su muralla (Rodríguez del Cueto, Villa Valdés, 20032006). A. Fanjul, por su parte, considera que los bastiones o torres están presentes en el 65 o 70 % de los castros asturianos. En los últimos años se llevan a cabo excavaciones en Portugal en un castro de la Edad del Hierro, el Castelinho (Felgar, Torre de Moncorvo) en el que, en una de sus fases previa a la conquista romana, la denominada IIA, datada entre el s. II y I a.C., posee un gran torreón (Santos, et al., 2012). 4.-

Fig.: 7. Foso tallado en la roca en el castro de Los Caleigones, en Robledo de Losada (Encinedo), a 1.130 m de altitud.

UN POSIBLE CAMPAMENTO ROMANO EN LA SIERRA DE ANCARES: ‘A CORTIÑA DOS MOUROS-CAMPO DO CIRCO’.

Finalmente, quisiéramos referirnos a un sitio que, por sus características, merece una consideración particular. Se trata de ‘A Cortiña dos MourosCampo do Circo’, en Castañeiras-Fuente de Oliva, que se encuentra a caballo de los municipios de Balboa (León) y Cervantes (Lugo), compartido, por lo tanto, por ambas Comunidades Autónomas (Fig.: 9). Aquí ya se habían recogido en algún repertorio arqueológico tanto el topónimo como la existencia en el paraje de una ‘pared alrededor’ [sic], lo que, sin embargo, no se comprobó sobre el terreno (Ma-

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Fig.: 9. A Cortiña dos Mouros-Campo do Circo. Abajo, la imagen LIDAR recoge la esquina suroriental – redondeada o en ‘forma de naipe’ -, del recinto, cuya completa implantación es visible en un fotograma del Vuelo Americano de 1945-1946. Las flechas indican la situación de posibles entradas en clavícula interna (LiDAR-PNOA cedido por © Instituto Geográfico Nacional de España).

ñanes, 1988: 27). Años más tarde, en 2000, con motivo de la revisión de los datos arqueológicos del municipio de Balboa para la Carta Arqueológica, la empresa Terra Arqueos S.L. redactó una ficha designándolo como ‘Lugar de habitación indeterminado’ y con la misma calificación en lo que a su atribución cultural se refiere, si bien lo consideran “… un asentamiento bastante antiguo que incluso podría estar relacionado con el conjunto de túmulos de Os Formiños”. Éstos se encuentran en la ‘Pena de Freitas’ próxima, a escasos 500 m al

suroeste, a los que se relaciona con el NeolíticoCalcolítico. Nuestro sitio se encuentra en un cerro a 1.294 m de altitud en la rama más occidental de la Sierra de Ancares y su emplazamiento es la altura dominante en un radio de unos 3 km. Aunque alejado de cursos de agua importantes, se localiza cerca de una puerta tradicional en la Sierra, O Portelo, distante unos dos kilómetros al suroeste, por cuyas proximidades, en la localidad de O Comeal, se ha propuesto el paso del itinerario de la vía romana A Bracara Asturicam por Lugo (XIX del Itinerario de Antonino), que ascendía desde el Valle del Valcarce por la ladera occidental de las Sierras de Arango y da Granda Longa (Rodríguez Colmenero, Ferrer Sierra, Álvarez Asorey, 2004: 220). Las evidencias que depara el sitio -un agger o terraplén-, solo están conservadas en la provincia de León pues las repoblaciones forestales en su parte gallega lo han destruido por completo. El parapeto, que destaca en el brezal, conserva una longitud de unos 230 m y una anchura de unos 5 m, lo que encerraría una superficie - aparentemente intacta en la parte leonesa -, de aproximadamente una hectárea. El recinto al que correspondería era mucho mayor, de casi 4 ha (3,8), el cual es perfectamente identificable por la fotografía aérea histórica, en concreto, por la del Vuelo Americano (Serie A) de los años 1945-1946 (Fig.: 9) y por otro fotograma, de 1983, del Vuelo Interministerial 1973-1986, en el que se puede apreciar su trazado, aún visible entre los surcos abiertos para las repoblaciones. La forma es la de un trapecio que, en su lado nororiental se adaptó a la forma del cerro, para salvar el fuerte escarpe que existe en esta zona. Todos los elementos descritos apuntan, en nuestra opinión, a que estamos ante unos castra aestativa en la Sierra de Ancares, identificación que, de confirmarse por trabajos más profundos, vendría a unirse a otras evidencias romanas similares reconocidas en estos últimos años, como A Recacha, en Navia de Suarna, y A Granda das Xarras, en Candín-Ibias (Menéndez Blanco, González Álvarez, Álvarez Martínez , Jiménez Chaparro, 2011; 2012; 2013; Costa García, 2011; 2013: 491-492), así como el Picu Chagüezos (Aller-Villamanín) (Martín Hernández, Camino Mayor, 2013). 5.-

CONCLUSIONES.

La aparición y continuo enriquecimiento de las Infraestructuras de Datos Espaciales y su puesta al servicio público constituyen un instrumento que está abriendo un nuevo panorama para el conocimiento y gestión del Patrimonio Arqueológico en nuestro país. Así, por ejemplo, la aplicación derivada de los datos del relieve obtenidos por medio de sensores remotos (LIDAR) está, en cierto senti-

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do, relativizando el real conocimiento que se tenía de cierto tipo de yacimientos, en particular, lógicamente, aquellos que presentan evidencias que dejan huellas en el relieve (Crutchley, Crow, 2009). Pero si esto se está obteniendo ahora con una resolución baja cuando se lleven a cabo vuelos de alta resolución los resultados serán todavía mejores, llegando a niveles de la microtopografía, y, con ello, a la detección de sitios mucho menos evidentes que los de naturaleza castreña, por ejemplo. En Alemania, en el Estado de Baden-Württemberg las primeras conclusiones apuntan a que el uso adecuado de los datos extraídos de los modelos digitales del relieve que procura el LIDAR pueden llegar a multiplicar por cinco e incluso por diez el número de sitios potencialmente de interés arqueológico (Hesse, 2009). Además, la posibilidad de retirar de la imagen LIDAR la cubierta vegetal permitirá saber lo que ocurre por debajo de ella en zonas que, como la 6.-

provincia de León, por ejemplo, la masa forestal ocupa la mitad de su superficie, 7.500 km2, de un total de 15.581. Con estos instrumentos la prospección arqueológica tiene lugar, en gran medida, en gabinete, con lo que el trabajo de campo se ha rentabilizado de una manera muy notable. No es casual, por ello, que se hable del ‘bajo coste’ que ahora tienen este tipo de trabajos, especialmente si se tiene en cuenta su altísima rentabilidad desde el punto de vista de los resultados obtenidos. Valga como ejemplo lo sucedido en los últimos años en Asturias, León y Lugo, en donde se han descubierto diez nuevos campamentos romanos, sin duda relacionados con las Guerras de Conquista (Menéndez Blanco, et al., 2011a; 2011b; 2012; 2013a; 2013b). Todo ello, debe señalarse, en un marco de escasas posibilidades para efectuar tal investigación, como los propios autores subrayan.

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