La Alimentación Natural. Aníbal Soriano

October 10, 2017 | Autor: Aníbal Soriano | Categoría: Formación de médicos
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Descripción

La Alimentación Natural Una amiga me pidió que le explicara por escrito en que se basaba mi alimentación y le dije que gustosamente lo haría, si bien, antes de detallárselo, le indicaría también qué motivos me hicieron cambiar mis hábitos, ya que yo antes me alimentaba como la mayoría de la gente que conozco. Quisiera compartir con ella y con todo aquel que lo desee el bienestar que ahora siento y si con ello ayudo a alguien creo que habrá merecido la pena el trabajo de escribir estas líneas. Este es el relato de alguna de mis experiencias en torno al apasionante mundo de la nutrición donde aparecen algunas vivencias personales y de mi familia y los beneficios que se han derivado de los cambios producidos en nuestra manera de alimentarnos. No es un mini libro de alimentación sino las directrices que sigo y con las que consigo sentirme bien a través de una alimentación saludable. Tampoco pretendo cambiar el mundo, simplemente intento vivir la vida con mucha intensidad y para ello necesito mucha energía. En las reuniones de amigos no me gusta hablar de alimentación porque siempre hablo más de la cuenta. He tratado de callarme en las comidas con los amigos, pero algunas decisiones que tomo ante el menú levantan el comentario que deja entrever mi pasión por la nutrición y después de eso se desencadena una interminable sucesión de preguntas sobre todas las costumbres alimenticias de los asistentes. Esta circunstancia hace, yo que tengo risa fácil, que sonría mientras todos hablan sin cederse la palabra. En las últimas comidas suelo permanecer muy callado e intervengo sólo en algunos grandes rasgos y de esta forma permito que se desfoguen entre ellos que también es una manera de ayudar a la gente: le levantas la liebre y si alguno sigue interesado que sigua preguntando en futuras reuniones, que yo hablaré encantado. Puede que esto sólo sea la visión de la vida misma a través de la nutrición de una persona feliz y optimista que quiere compartir con los demás los beneficios heredados de sus cambios en la dieta, al mismo tiempo que se siente orgulloso de ser diferente de esa parte del mundo que necesita que los demás nunca piensen por ellos mismos en materias tan cotidianas como la forma en la que comemos, todos los días, a todas horas, en tantas situaciones y de tan distintas maneras. Mi verdadero deseo sería hacer lo imposible por que aquellos que tengo más cerca, como mis padres y hermanos, modificaran al menos algunas de sus arraigadas y peligrosas costumbres alimenticias. El fracaso en esa empresa me había llevado a evitar hablar de nutrición en lo sucesivo, pero al igual que a estos familiares míos no les interesa hablar para nada de nutrición, es cierto que hay personas muy necesitadas de cualquier ápice de guía, aunque sea de una manera escueta y resumida. Por ellos creo que también merece la pena. Si tú, que estás leyendo, te sientes atraído por su contenido, encantado de poder ayudarte, si es que lo hago. Si por el contrario no sientes la necesidad de cambiar nada, pues encantado de encontrar a alguien que lo tenga tan claro. En el fondo lo importante es saber lo que se quiere y ser feliz. Todo lo demás lo estamos acomodando a nuestras necesidades o limitaciones. Antes de atreverme con la responsabilidad de insinuarle a alguien cual podría ser la nutrición óptima, debería partir de la obviedad de que no hay dos personas iguales. Aún La Alimentación Natural – Aníbal Soriano

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así, creo que en toda alimentación ideal entran en juego dos factores que nos influyen a todos: nuestra herencia genética y el entorno y las circunstancias en los que nos movemos. En el primero no podemos influir porque nos viene determinado por nuestros padres, pero en el segundo, donde entran factores varios como pueden ser el tipo de vida estresante que podamos llevar, el entorno contaminado en el que vivimos, las etapas de la vida en la que nos encontramos, crecimiento, menopausia etc., aquí si que podemos incluir la alimentación que deseamos para nosotros. El simple hecho de poder elegir la forma de alimentarnos nos indica que vivimos en la abundancia, ya que este detalle sería impensable en la mayor parte del mundo donde sólo se come “lo que se puede comer” porque no hay posibilidad de elección. La opulencia de nuestro entorno nos ha engullido en un sistema de consumo que a veces nos impide distinguir entre lo que es alimento y lo que no lo es. La publicidad permanente sobre las cosas que se pueden comer nos empuja hacia el hábito del consumo rápido donde prácticamente todo está preparado para abrir y comer. Incluso nuestra histórica comida mediterránea se está viendo acosada últimamente por la pésima alimentación americana y sus resultados ya se dejan ver en los cada vez más obesos niños españoles. Cuando yo era pequeño en mi clase del colegio había un niño gordo, que era Fulanito “el gordo” porque sólo había uno; ahora es raro encontrar ese porcentaje en las clases de cualquier colegio. El elevado número de caries entre los escolares parece ser una consecuencia normal de las chucherías que los mayores les permitimos comer, pero en realidad las caries son algo más, es el aviso del cuerpo diciendo que algo funciona mal, y no solo a nivel del exterior del diente como intentan convencernos los anuncios publicitarios televisivos, sino también en el interior del cuerpo, que en definitiva es el que alimenta al diente. Después de leer libros y libros sobre alimentación, cualquier persona puede llegar a adoptar cualquiera de los tipos de dietas que existen y cuyos efectos están avalados por generaciones enteras. Entre ellas podemos hablar del vegetarianismo con todas sus variantes (ovolácteo, lácteo y vegetaliano), de la dieta norteamericana estándar, de la dieta norteamericana recomendada, de la dieta Pritikin, de la dieta Montignac, de las dietas bajas en calorías, de las dietas ricas en proteínas, de la dieta de alimentos naturales enriquecidos, de la macrobiótica, etc. Todas ellas tienen su particular punto de vista y casi todas pueden ser válidas si se las quiere defender desde un punto de vista determinado. Todas, menos la norteamericana, que precisamente es la que se está exportando hasta nuestra cultura, quizá debido al estilo de vida de locos que estamos adquiriendo donde no encontramos tiempo ni siquiera para comer y algo tan importante como eso se deja a “lo que se pueda tomar más rápidamente”. Estos cambios dramáticos en la forma de alimentarse son a mi juicio la causa principal de las modernas plagas de enfermedades que afectan al sistema inmunitario y cuyas consecuencias se transmiten también de padres a hijos y hacen posible con ello que cada vez más niños se vean afectados de cáncer y otras enfermedades degenerativas que no tienen lógica alguna. Antiguamente morían niños, efectivamente, pero lo hacían por enfermedades relacionadas con la falta de higiene, con los problemas del parto, porque no había qué comer, por epidemias... Eran causas muy distintas a las actuales y lo peor es que esto no tiene tintas de cambiar, ya que nuestra sociedad crece a un ritmo imparable. Para colmo, nos azotan problemas más La Alimentación Natural – Aníbal Soriano

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preocupantes de inmediato como son el terrorismo, las guerras, la falta de vivienda, de empleo, el hambre, etc. como para poner a la alimentación ideal en el lugar prioritario que debería tener. Como repiten sin cesar todos los libros de nutrición, somos lo que comemos, y por lo tanto, tendremos un mundo construido a la altura de lo que somos. Actualmente el hambre en el mundo es una realidad tan real como vergonzosamente extendida y en este marco hablar de alimentación óptima es casi una falta de respeto hacia todas las personas que pasan hambre en el mundo. Si los gobernantes que nos representan no son capaces de ponerse de acuerdo para paliar problemas tan dramáticos como estos, creo que es sensato pensar que tampoco moverán uno de sus dedos en ordenar un poco el caos alimenticio en el que se está convirtiendo la alimentación. Sólo cuando las vacas se vuelven “locas”, a los cerdos les entra la peste porcina o a los pollos le sube la fiebre toman medidas severas, pero encaminadas más a la salvación del sistema macroeconómico que a centrar el desvío que originó el problema. De todas las maneras de alimentarse que existen, hay una que me llama particularmente la atención, si bien tiene muchas características comunes con algunas de las dietas antes citadas. No tiene un nombre comercial, porque si lo tuviera posiblemente no me identificaría con ella, pero podríamos llamarla “El estilo de comer alimentos sustentadores de la salud”. ¿Qué quiere decir esto? Quizá sea demasiado complejo para resumirla en pocas palabras, pero podríamos decir que es intentar alimentarse de la misma manera que lo hizo la especie humana desde hace siglos y siglos, añadiéndole algunos conocimientos que ahora tenemos sobre alimentación y aprovechándonos de que hemos venido a nacer en un país donde reina la abundancia y podremos elegir y hacernos responsables de nuestra alimentación, que es lo mismo que decir que nos haremos responsables de nuestra salud. No enfermar tan frecuentemente como me ocurría antes es una consecuencia derivada de mis cambios en la alimentación. Nunca nadie antes me había explicado esto así. Tener más salud y más energía nunca es un inconveniente. Puede que todos tengamos nuestro día ya predeterminado pero colaborar un poco con nuestro desconocido sistema inmunológico no está demás. Antes me parecía normal que llegara el invierno y me resfriara y si la gripe me visitaba pensaba que mi error había sido no haberme vacunado contra ella. Todo el mundo asume la vacunación como una medida sensata cuando llega octubre, pero incluso esto me parece una medida fuera de lugar si tenemos fortalecidas nuestras defensas gracias a una buena alimentación. He llegado al punto de no querer tomar medicamentos cuando me acosan enfermedades leves. Aún sólo llevo tres años sin tomar ningún fármaco, pero he llegado a tener 38 grados de fiebre y he tenido la templanza y la confianza suficientes para abstenerme de medicarme y conseguir que en una noche me bajara la temperatura cambiando la dieta para esa situación y adoptando algunas medidas que me ayudaran a volver a mi estado normal, como pueden ser el dejar de comer y el guardar cama. Una vez al año el virus que me solía visitar (o su variante) insiste en ganarme la partida y a mi me gusta desafiarlo. Ahora siento los síntomas de la enfermedad como aliados que me avisan de que algo estoy haciendo mal. Mi victoria final llegará cuando no tenga que tomarme la pastilla para combatir unas jaquecas que me alteraban tres o cuatro veces al año. El tiempo pasa y parece ser que voy por el buen camino. En ninguno de los casos soy una persona hipocondríaca, pero siempre me llamó la atención hacer lo que no hacían los demás: si los demás fumaban porque así eran más hombres, a mi me gustaba no fumar porque no necesitaba demostrar mi hombría; si los La Alimentación Natural – Aníbal Soriano

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demás bebían porque así eran más alegres, a mí me gustaba no beber porque aún así era más alegre que ellos; si a los demás les gustaba engañar a sus mujeres, a mí me gustaba la mía porque siempre detesté la mentira y tuve claro lo que quería; si a mis amigos les gustaba no hacer nada, a mí me gustaba hacer deporte para tener más energía. Curiosamente, ahora sigo haciendo ejercicio a diario, pero mi mayor sorpresa ha sido descubrir que mi mejor gimnasio estaba en mi cocina. Hacía algún tiempo que había empezado a leer libros sobre alimentación atraído por la curiosidad de intentar descifrar las causas de esos dolores de cabeza que me afectaban. Tras años de asistir a infructuosas consultas de médicos, fue un amigo, que nada tiene que ver con la medicina, quién relacionó los síntomas con el nombre de esta rara “enfermedad” que él pronunció nada más yo acabé de describirle como aparecía: ¡Eso es migraña!, me dijo. Efectivamente, luego asistí a la consulta de un neurólogo y me ratificó lo que mi amigo me había adelantado y también me aclaró que eran “simples” jaquecas. Cuando le pregunté al facultativo por qué se producían, él no pudo darme respuesta alguna y se limitó a recetarme una serie de pastillas. Cuándo le pregunté qué podía hacer para que no me diesen más, él me dijo que no era malo, que jaquecas tienen muchas personas y que quizá cuando tuviera en torno a los 80 años ya no me aparecerían. La verdad es que coincido con el médico, sin tener sus años de carrera, en que a los 80 años se le tienen que quitar a uno muchas cosas, no sólo las jaquecas. Las características de la migraña son apariciones en la vista de destellos por la derecha o por la izquierda que comienzan levemente y se van extendiendo cada vez más hasta quedar todo el campo visual lleno de una especie de telaraña. Cuando desaparecen los destellos pueden pasar quince minutos, tras los cuales, parece que el mundo se hunde a tus pies y la cabeza te va a estallar. Hay otros síntomas que están relacionados con la migraña y son muy desagradables y raramente relacionados con ella. Estos son despertarte por la noche y sentir que tienes un brazo dormido tan profundamente que no sabes en que posición se encuentra. No sabes si lo tienes por encima o por debajo de la cabeza cuando lo intentas coger para dejarlo caer por el lateral de la cama para que se vuelva a llenar de sangre. Siempre creí que mis brazos se me dormían porque cogían una mala postura en la cama y me cortaban la circulación en un punto determinado. Según el neurólogo que me diagnosticó la migraña, hay personas que se les duermen una de las piernas, o media cara, como si le hubiera dado una pequeña trombosis, e incluso hay gente que se le paraliza medio cuerpo, incluyendo dificultades para hablar, pero que son fruto de la migraña y que luego vuelven a su estado normal. Sabiendo que por esto no me moriría, desde entonces llevé conmigo esas pastillas, caras pero milagrosas, que hicieron posible que si veía aparecer esos síntomas de la migraña, me tomaba un comprimido y no se desarrollaba, con lo cual parecía que se producía un milagro, ya que antes de disponer de estos comprimidos el dolor era insoportable y tenía que renunciar a vivir el tiempo que durase la crisis. Quitando esos esporádicos ataques monstruosos de migraña, tras los cuales siempre me encontraba muy bien, durante el resto del año nunca me dolía la cabeza. Nunca quedé conforme con las respuestas del médico y siempre creí que eso no era normal y que si se producían era por algo. Fue entonces cuando empecé a pensar que si yo era una persona que no bebía, no fumaba, no andaba con mujeres malas (sólo buenas) y hacía deporte, sería mi forma de alimentarme la que encerraba el peor de mis secretos.

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Nuca creí en los alimentos milagrosos y tampoco en los inventos milagrosos. Vivimos en una civilización en la que llegará el día en el que la gente se moleste por tener que hacer algo de esfuerzo cuando va al váter. Ahora hay partos que son “sin dolor”, si aparece en el mercado un producto que adelgaza sin mover un dedo es negocio seguro. Hace poco tiempo vi en televisión que habían diseñado unas zapatillas deportivas que tenían una forma curvada en la suela que cuando alguien andaba con ellas imitaba el caminar de una tribu africana. Según los diseñadores, usando estas zapatillas no aparecerían varices ya que los africanos no la habían padecido nunca. Nadie se interesó por las generaciones y generaciones de africanos alimentándose de una forma determinada, caminando montones de kms todos los días y viviendo en un entorno natural y apacible. Las zapatillas, como cabía esperar, se estaban vendiendo a precio de oro como rosquillas. De la misma forma con la alimentación ocurre lo mismo y mucha gente come lo que le entra por el ojo y luego se refugian en su “producto milagroso” o en su pastillita de suplementos alimenticios. Nada de esto aisladamente creo que sea natural ni efectivo. A los 35 años, y después de una etapa de mucho trabajo, me encontré por primera vez en mi vida cansado de verdad. Decidí tomar la iniciativa de no ser como los demás y negarme a asumir la falta de energía como algo “natural de la edad”. Yo sabía que el cansancio era fruto de mis malas costumbres alimenticias y empecé a cambiar drásticamente mis malos hábitos para intentar remediar cuanto antes mis malas sensaciones y recuperar mi energía normal. Empecé dejando de tomar todos los alimentos que tuvieran azúcar refinada. Yo sabía que tendría que incorporar alimentos nuevos a mi dieta y sobre todo dejar de tomar otros que no me convenían, y éstos últimos los tenía más localizados. No solo recuperé mi energía natural, sino que en el plazo de unos meses había perdido 10 kilos. Yo nunca creí tener sobrepeso, ya que hasta entonces había pesado como máximo unos 78 kilos con una estatura de 1, 77 mts. Nunca fue mi intención perder peso, pero esto fue una sorpresa tan grata como inesperada que asumí de buen humor. Todo el mundo me preguntaba si me pasaba algo, ya que me veían muy delgado. Yo, sin embargo, nunca pregunté a nadie que tuviera sobrepeso si le pasaba algo, aún sabiendo que si se amontonan los kilos es porque en el fondo “algo se hace mal”. Lo curioso de todo esto es que casi todos quisieran cambiar, pero parece ser que no saben muy bien como. Desde luego nadie nos educó para tener conocimientos sobre alimentación. Nuestros padres tampoco los tuvieron y mis errores del pasado no se les pueden achacar a ellos, que precisamente capearon el “tiempo del hambre” como pudieron. Antes, en nuestro país, había muchas más carencias que ahora y muchas han mejorado desde la democracia. En nuestro sistema de educación se han incluido muchas asignaturas nuevas acordes con los tiempos más “avanzados” que vivimos, pero curiosamente la nutrición no se ha incluido en ningún plan general de estudios. Esto parece indicar que no importa demasiado. Parece ser que todo el mundo cocina mejor que nadie y todos tienen muy claro qué es lo que quieren comer, pero la realidad es tan distinta como que creo que hay muy poca gente que tenga claro cuál es el concepto de “buena alimentación”. Lo peor de todo es que la cocina tradicional de “nuestra abuela” cada vez se está desvirtuando más y más. Todos los padres queremos lo mejor para nuestros hijos. Si eso es cierto, yo que sondeo constantemente a mis hijos sobre las comidas que llevan sus compañeros de clase al colegio para la hora del recreo, estoy convencido que pocos padres saben donde está el norte de la alimentación saludable. Hay aspectos muy establecidos; por ejemplo, ningún La Alimentación Natural – Aníbal Soriano

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padre desea que su hijo menor fume. Ellos saben que es malo porque las autoridades han demostrado que el tabaco perjudica seriamente la salud. Aún así, hay padres que fuman delante de sus hijos. Que se advierta, se publique, se grabe con impuestos y que a la gente le sigua gustando fumar es algo que me tendrían que explicar, porque a mi edad todavía no lo comprendo. Parece que está socialmente aceptado y es de persona adulta y cuerda que se sepa que fumar mata y que se siga queriendo fumar. Evidentemente hablar de buena alimentación con alguien que quiera seguir fumando está fuera de todo lugar y yo por lo menos no gastaría más de dos frases con alguien tan poco interesado por la salud. Otra cosa es que haya personas que quisieran dejar de fumar y su adicción se lo impida. No me refiero a estos que se sienten atrapados y sin salida. Siguiendo con mi manera “natural” de alimentarme he de decir que siempre me gustó la historia y que soy muy observador. Sabía que la alimentación había tenido unos cambios drásticos a raíz de la revolución industrial y sobre todo después de la segunda gran guerra mundial. La industrialización y la necesidad urgente de reconstruir un continente asolado como la Europa de la posguerra hicieron que se pusieran en marcha (sobre todo en Alemania) procesos productivos de alimentos que a la larga demostrarían que se alejaban excesivamente del concepto natural de la alimentación en pro de una rápida y pronta comercialización de unos productos que harían las delicias de las bocas de un pueblo hambriento y de unos bolsillos aún más hambrientos, que eran aquellos de los productores de dichos alimentos. Este proceso en la cadena alimenticia se ha instalado en nuestras vidas y se ha desvirtuado tanto que ha hecho posible que los árboles nos impidan ver el bosque. A finales del siglo XX, la medicina había quedado relegada a un sistema único amparado en los beneficios de los gobiernos, donde la forma de curar sólo hacía caso al síntoma y nunca a la causa. En esa época los recientes descubrimientos sobre las bacterias, abanderados por Pasteur poco antes, hicieron creer a una sociedad apabullada por tantos inventos y descubrimientos que todo el mal era fruto de los microbios y todo el entorno relacionado con los alimentos se tendría que privar de bacterias, aunque fueran esencia misma del proceso de dicho alimento de forma natural. De ahí se heredaron las costumbres de pasteurizar, homogeneizar y uperizar. Nadie pensó que las bacterias también aportaban su contribución natural y necesaria dentro de la digestión. Hoy día se está dando marcha atrás y algo se está cambiando, aunque estos productos sigan teniendo la etiqueta de “milagrosos”. De esta manera las otras medicinas alternativas que durante los siglos anteriores habían tenido cabida en los distintos tipos de sociedades, se verían relegadas a la altura cualitativa de simples curanderas. La medicina “del estado” junto a la potente industria farmacológica que había empezado a adquirir poder serán dos de los más poderosos estamentos que dirigirán la senda de la salud a partir de la segunda mitad del siglo XX. Con todo esto, los consumidores ignoramos que el negocio les iría mejor cuanto mayor sea el número de enfermos. No quiero decir con esto que ellos quieran que enfermemos, pero el sistema ha tejido una malla que ha hecho creer a la gente de a pie que el procedimiento normal cuando se enferma es curarse a través de fármacos, impidiendo relacionar el estado de salud con la manera de alimentarse, e impidiendo que se activen los mecanismos naturales que tiene instalados nuestro cuerpo para afrontar la enfermedad a través del sistema inmunológico. No pretendo hablar mal de los médicos porque ellos se merecen lo mejor, sobre todo en los casos de urgencias donde verdaderamente nuestras vidas quedan en sus manos. Es el sistema el que nunca me gustó. Este sistema también ha hecho que se endiosen en La Alimentación Natural – Aníbal Soriano

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exceso a los médicos como salvadores de todo desorden que se haya originado en un cuerpo confeccionado a través del tiempo para funcionar de otra manera más simple, sin conservantes, ni colorantes, ni productos tóxicos derivados del mismo petróleo. Todos sabemos que hay personas adictas a los ambulatorios y que se acercan a echar la tarde a por su dosis de fármacos varios y si el médico no se lo recetara se sentirían ofendidos y mal asistidos, como si ellos supieran mejor que los facultativos la medicina que les viene mejor. De todos es sabido ese chiste que cita una sala de esperas de un ambulatorio donde se encuentran los pacientes de siempre y uno pregunta por qué no ha venido hoy José, y alguien contesta: “no ha venido porque está malo...” Sin más comentarios, es la triste realidad social. Es imposible que sea efectivo un sistema sanitario que dispone de una hora para asistir a 40 pacientes. En este contexto no se le puede decir a nadie: “Su problema es que no se alimenta bien y tiene carencias proteínicas, o toma demasiada leche para su edad y no hace nada de ejercicio”. En este marco lo más sensato, sobre todo para la salud mental del médico, es recetar unos fármacos y todos tan contentos aunque no tan sanos. Afortunadamente esto también está cambiando y la medicina está tomando conciencia de que la alimentación tiene mucho más que ver en la salud de lo que en un principio se creía. De esta forma, si los médicos de hoy en día no se convierten en especialistas de la nutrición, los especialistas de la nutrición se convertirán en los médicos del mañana. Puede que parte del problema social esté en la educación. Si nadie le da a esto cierta importancia todos creeremos que no la tiene. Cuando pasamos de 30 años, y algunos antes, se suele recordar que con quince años todos comían lo que se le ponía delante y nadie engordaba, y parece ser mundialmente aceptado que es la edad la que va haciendo cambiar el organismo. Nadie nos explica que con quince años a nuestro cuerpo le salen las enzimas (necesarias para una buena digestión) por las orejas y que cuando pasamos los 20 las enzimas se estabilizan y tenemos que empezar a contar con las que genéticamente nos han quedado y con las enzimas de los alimentos que comemos. Si los alimentos que comemos no son ni tan siquiera alimentos ahí empieza el problema, no es la edad. El tiempo nos debe hacer envejecer pero no engordar ni adelgazar excesivamente; eso es fruto de una mala nutrición. Las personas ancianas de las últimas tribus aisladas que se han encontrado y que seguían viviendo como hombres primitivos, han conservado una agilidad impropia para su edad, su cuerpo no tenía acumulaciones adiposas en sus cuerpos. Su alimentación estaba basada en raíces, cereales majados o tostados. En cuanto nuestra manera de vivir le ha aportado nuevas costumbres culinarias sus barrigas han crecido, sus dientes se han deteriorado y su agilidad ha disminuido. En mi infancia, mi madre, tierna donde las hubiera, era una mujer atraída por los pasteles y tenían bien interiorizado el extendido engaño de asociar dulce con tierno. Éramos cuatro hermanos y ella día a día traía nuestra ronda de dulces a casa; si lo anunciaba la televisión no podía ser malo, si la Nocilla y el Cola-Cao hacían a los hombres fuertes ¿cómo ella no iba a invertir todo lo que pudiera en nosotros si éramos lo que más quería? Yo era el más pastelero y ahora se que cuando contaba veinte años era un adicto al azúcar refinado. Todos los días me atraía algo azucarado; después de comer necesitaba mi oncita de chocolate para sentirme saciado. Además como siempre andaba metido en algún equipo o en algún gimnasio, nunca había problemas de peso y además creía que “todas las calorías extras” las eliminaba rápidamente. Ahora se que relacionar el concepto de número de calorías en una dieta por persona y día para buscar el peso ideal es un error tan extendido como comúnmente aceptado. Ahora también comprendo el por qué de mis bajones repentinos de azúcar en sangre con la consiguiente La Alimentación Natural – Aníbal Soriano

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sensación de abatimiento que me acarreaba. Incluso entiendo mis jaquecas infantiles tan relacionadas con el insistente consumo de azúcar refinado y el desgaste que ello ocasionaba en mi hígado y mi riñón. Pese a todo, en mi infancia, yo era un niño feliz y rodeado de cariño, al margen de toda esta serie de connotaciones. A los doce años una caries obligó a que me tuvieran que extraer una muela. Eso me marcaría para toda la vida y creo que es el génesis de todo mi entusiasmo por la nutrición. Desde ese día no pasó uno en el que no me lavara los dientes al menos dos veces al día. Con esto y cuatro empastes ya me creía protegido de por vida. Seguía consumiendo lo mismo, porque creía que al lavarme los dientes ya no se me podrían picar. Eso es lo que se desprendía de todos los anuncios publicitarios de la televisión. A los 30 años llevé al dentista a mis hijos para una revisión y yo aproveché y pasé también consulta. Después de una indeseada radiografía el doctor me dijo que tenía caries severas en dos muelas y que tendrían que matar el nervio y proceder a hacer una endodoncia para poder salvarlas. Las muelas en cuestión estaban completamente blancas por fuera. Yo que no siento ninguna simpatía por nuestro sistema sanitario me marché de la consulta escéptico e incrédulo y aún habiendo visto las radiografías tenía la sensación que el médico me estaba engañando y opté por no hacerme nada. A las dos semanas una de las muelas se me partió con lo que fui otra vez a la consulta con el rabo entre las piernas a someterme al tratamiento dentario. ¿Cómo había sido posible la aparición de las caries si yo no había dejado de cepillarme los dientes ni un sólo día? La razón es bien sencilla; mis muelas se habían picado desde dentro, desde el nervio, a través de mi sangre. Comprendía entonces algo que nadie me había referido antes y que posteriormente leería en algunos de los libros de nutrición, que las caries son algo más que simples picaduras de muelas o dientes, son el resultado de una alimentación inadecuada y el estado de nuestros dientes son el reflejo de la salud de nuestro cuerpo. En mi observación sobre la naturaleza, siempre me llamó la atención el por qué los humanos teníamos que cepillarnos los dientes para que no nos salgan caries si a los animales no les salen y no se los cepillan. Ahora también lo entiendo; ellos se siguen alimentando de forma natural y en cuanto se separan de su hábitat todo lo demás puede cambiar también. ¿Alguien ha visto un animal con peso inadecuado en su hábitat natural? Si un tigre estuviera gordo no podría cazar; si un león marino fuera delgado se moriría de frío en su entorno polar. La naturaleza ha hecho evolucionar a las especies adaptándolas al entorno en el que viven. Curiosamente hay algunas excepciones. Los perros y los gatos que viven con el hombre pueden estar a veces gordos y enferman con una facilidad pasmosa, de ahí, que la medicina veterinaria sea una de las carreras con más futuro a corto plazo. He observado incluso gorriones “algo gordos” que suelen alimentarse de los abundantes migajones de pan refinado que hay en los suelos de las terrazas de algunos bares. Ni que decir tienen las palomas de las plazas que se atiborran de pan blanco que un cariñoso vecino le acerca cada día. Llegando más lejos, yo que soy un deportista nato, siempre me pregunté por qué la leona podía correr tan rápido si nunca entrenaba. Evidentemente es porque genéticamente se ha desarrollado así y no tiene necesidad para ello. De la misma manera, el entrenamiento deportivo, es otro “invento moderno” de nuestra sociedad súper avanzada. Yo he llegado a correr una Maratón (42 kms) en 3,00 horas después de haber entrenado de lo lindo; ahora que me alimento bastante mejor que antes puedo estar tres meses sin correr y cuando decido comenzar otra vez a entrenar puedo hacerlo durante una hora sin tan siquiera tener La Alimentación Natural – Aníbal Soriano

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agujetas al día siguiente. Puede que me pase como a la leona, que si me alimento bien, genéticamente estoy dotado para poder correr 60 minutos en una carrera suave y sin fatiga. El gimnasio sigue estando en mi cocina y mi “entrenamiento” es una combinación entre el tiempo que le dedico a la cocina, mis 30 minutos diarios de estiramiento, pequeñas tablas de ejercicio matinales, algunas mañanas en la piscina, otras de carrera continua y mis saludables hábitos de ir andando o en bicicleta al trabajo y a todos los sitios donde puedo. La solución sigue estando en el término medio. Hay personas que se levantan de la cama, se sientan para comer, se sientan en el coche para llegar al trabajo, se vuelven a sentar para trabajar de ocho a diez horas, se sientan otra vez en el coche para volver a casa, se sientan otra vez para comer y por último se sientan ante el televisor unas horas para descansar antes de irse de nuevo otra vez a la cama. El ejercicio físico reina por su ausencia. Nuestros músculos no han llegado a tener la forma que tienen por casualidad, sino que se adaptaron a las necesidades que tenía el hombre para su subsistencia. Desde luego que los músculos de mis brazos no están hechos para tocar el laúd, por mucho que yo lo pretenda. Si yo me paso un mínimo de tres horas al día apretando los dedos de mi mano izquierda contra el mástil de mis instrumentos debería dedicarle alguna atención a los músculos que permiten estirar los dedos hacia afuera de la mano para que el equilibrio se restablezca. Con los demás músculos del cuerpo ocurre lo mismo; si yo quiero que mi espalda no me de problemas con el tiempo deberé dedicarle un mínimo cuidado. No creo que la solución del caso del señor anteriormente referido sea la de apuntarse a un gimnasio para machacarse los músculos durante dos horas todos los días. Tampoco para eso fue diseñado nuestro cuerpo. A mi siempre me sentó muy bien hacer deporte, pero hoy día, me suelo mantener “en forma” con mis hábitos normales de vida a los que añado mi media hora de ejercicio cuando me levanto. Puede que alguien piense que eso tampoco es normal y podría darle la razón, pero el orden de los factores aquí tampoco altera el producto, y que cada uno busque dentro de su ordenada vida el hueco, ya sea por la mañana, por la tarde o por la noche, para dedicárselo al mantenimiento del cuerpo si es que su actividad diaria es deficiente y así conseguir un buen tono muscular que te facilite un buen estado energético que después se reflejará en todo lo que desempeñe. Cuando tengo oportunidad realizo algún deporte, corro por la playa, por la montaña, nado, etc. pero creo que ya no volveré a querer correr 42 kms en una carrera sin sentido o a pasar de 100 kms cuando salgo con la bicicleta, aunque a veces me cuesta trabajo resistirme ¿Me pasará como a la persona que es adicta al tabaco? Puede que sí, pero si el que quiere dejar de fumar tienen la voluntad que yo tengo doy por seguro que lo dejará. A un albañil que no ha parado de moverse durante su jornada de trabajo le quedarán pocas energías para irse por la noche a un gimnasio. Eso también sería anormal. Cuando cambié mis hábitos alimenticios perdí algunos kilos y curiosamente se me fueron quitando unas descamaciones que padecía junto a la nariz que ninguna clase de crema había curado. Con los meses, mi mujer (ya que yo nunca me escuché) me comentó que había dejado de roncar. Ahora, cuando me sale algún barrillo en la espalda se perfectamente a qué es debido. También, después de comer nunca me entra sueño. Mi hijo mayor, persona de buen comer donde las haya, siempre había tenido pesadez de estómago y más de una vez nos había obligado a visitar al pediatra por sus excesos culinarios, sobre todo después de la visita a los abuelos del pueblo de la sierra. Aunque yo le insistía a mi madre que no abusara con la comida con mis hijos, mi madre ya era demasiado mayor para cambiar. Nunca se creyó que yo ya no comiera pasteles La Alimentación Natural – Aníbal Soriano

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frecuentemente y cuando se lo repetía en nuestros encuentros familiares, ella siempre nos obsequiaba con las mejores ensaimadas o donuts rellenos de chocolate. Cierto día mi hijo enfermó pasando unos días con ellos y cuando mi mujer y yo fuimos al pueblo a recoger a los niños y pasar un par de días allí, mi madre vio ante sus ojos que, a pesar de la fiebre, no solamente me negué a llevar a mi hijo al médico, sino que le hice ayunar y adaptar la alimentación a una forma determinada y desconocida para ella. Ella decía que debía darle alguna pastilla, y su mayor sorpresa fue escuchar a mi hijo de 9 años decir: “...no abuela, ha sido culpa mía; no debería haber comido tanto y tantas porquerías azucaradas como me has dado. Deja que el cuerpo se limpie solo”. Cuando sanó y nos marchamos nos obligó a llevarnos la pastelería sobrante, cosa que acepté sin enfado, ya que una de las cosas interesantes que aprendí de los libros de nutrición es que no debes ir convenciendo a nadie de tus convicciones personales sobre alimentación. Lo que hacemos en casa con los “regalos” es asunto privado, pero nunca nos lo comemos todos. Nunca les digo a mis hijos que esto se puede o aquello está prohibido comer, pero me es muy grato comprobar que los niños hacen lo que ven en su casa. Si un padre grita, su hijo posiblemente gritará, si un padre maltrata, su hijo será un futuro maltratador. De esta manera, si unos padres se alimentan de una forma equilibrada sobre unos fundamentos razonables, nuestros hijos se alimentarán igual. Posiblemente mis hijos se pasan en este aspecto ya que a veces vuelven de alguna fiesta de cumpleaños diciéndome que sólo se han comido dos chucherías. Yo les insisto que un día es un día, pero ellos me dicen que no les apetece y yo no insisto. Por aquello de que “por una vez no pasa nada”, en contadas ocasiones le mando una chocolatina para el tentempié del recreo y a la vuelta me encuentro que mi hijo menor no se la ha comido. Si le pregunto el por qué me contesta que se le ha olvidado. Es curioso que la fruta que le mando no se le olvide comérsela nunca. Tenemos en casa la costumbre de hablar mucho en la mesa y siempre comentamos la comida. Si es legumbre, proteínas, hidratos de carbono, etc. Lo hacemos como un juego de niños. Cuando incorporo nutrientes nuevos a la mesa se hace la pregunta del millón para ver quién acierta. La primera vez que mis hijos comieron soja germinada por mí en casa, les pregunté: ¿qué comemos hoy? Mi sorpresa fue increíble cuando Pablo, mi hijo mayor, que por entonces tenía 8 años respondió: no sé lo que es pero seguro que son proteínas ya que “esto” sabe como la carne. No se si me gustó más la sorpresa porque mi hijo asociara las proteínas a la carne a esa edad o porque comprobé que desde ese momento había entrado en casa un alimento complementario o sustitutivo de la carne y que en realidad era una legumbre. Daniel, mi hijo menor, con 6 años me dijo: “¡Papá, he probado una piruleta y casi vomito! Gracias por hacer que no me gusten las chucherías”. Juro que nunca les he dicho a mis hijos que no coman piruletas, pero los niños son pequeños pero no tontos, y si están informados saben qué alimentos les convienen y cuáles no. Ahora son más grandes y se les ha quedado una frase que suelo repetirles: “una vez de vez en cuando no hace daño a nadie”. Mi hijo mayor no volvió a tener hinchazones de estómago y ninguno de los dos ha tenido nunca caries. Ya que no les vamos a poder dejar mucha fortuna de herencia, puede que esa sea la más interesante.

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Pero ¿en qué se basa esta forma de alimentarse tan distinta? Evidentemente no la he inventado yo, ni es una rama de la alimentación china o india o de los vegetarianos, es la forma de entender la alimentación después de observar y analizar el panorama actual comparándolo con el entorno que hemos tenido desde hace millones de años atrás.

La Alimentación Natural. ¿En qué consiste básicamente la alimentación Natural? La forma de alimentación que yo utilizo está basada en la forma de alimentarse que han tenido los distintos pueblos durantes siglos y siglos. A esto se le podría añadir una larga lista de conceptos que ahora sabemos y que antes se desconocían que nos pueden ayudar a complementar nuestras dietas según nuestras circunstancias personales, nuestro entorno, nuestra edad o la estación en la que vivimos. Curiosamente, estos descubrimientos están avalados por las distintas cocinas tradicionales de alguna u otra manera. Decir que el aceite de oliva virgen extra contiene ácido linolénico y linoleico y que es bueno para nuestro sistema inmunológico puede ser equivalente a decir que durante siglos y siglos los pueblos que poblaron el sur de Hispania lo han utilizado en sus cocinas tradicionales aunque nunca supieron como se llamaban esas dos palabrejas. La evolución de las especies ha sido siempre selectiva con los más fuertes. Incluso cuando la alimentación no ha sido la correcta, los más fuertes y los mejores dotados han sido los que han permanecidos y han hecho posible la evolución. Con esta perspectiva y si nuestra pésima forma de alimentarnos por lo general no cambia, puede ser que cuando hayan pasado miles de años, los más fuertes de nuestra especie se habrán adaptado a sobrevivir con esa dieta tan superficial y nuestro organismo se habrá adaptado a vivir “con lo que hay”, y no habrá que volver a hablar de alimentación ideal. Puesto que las especies siempre se han adaptado al entorno en el que viven, los humanos de hoy se adaptarán a su dieta por muy pésima que sea aunque ello suponga que en esa adaptación morirán los más débiles. Puede que sea eso lo que sucede con las enfermedades modernas de nuestra época. Esta forma de alimentación puede contener prácticamente las mismas directrices que en “El estilo de comer alimentos sustentadores de la salud”, añadiéndoles algunos conceptos personales que creo que han estado siempre asociados a las formas naturales de alimentarse. SE BASA EN: 9 9 9 9 9 9 9 9

Cereales integrales. Legumbres. Verduras y frutas frescas de la estación. Frutos secos. Algas. Pescado. Huevos orgánicos. Carnes, sobre todo de aves criadas orgánicamente. A falta de esto, de corral. Carne de caza. La Alimentación Natural – Aníbal Soriano

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9 Hierbas, especias, sal marina, salsa de soja natural, miso sin pasteurizar (pasta de soja fermentada y salada) y otros condimentos naturales en cantidades moderadas. 9 Aceite de oliva virgen extra. Frituras ocasionales. Mantequilla sin pasteurizar. Tahini (semilla de sésamo). 9 Para endulzar, zumos de frutas, jarabe de arce o malta de cebada en cantidades muy moderadas. 9 Agua mineral. 9 Infusiones de hierbas populares como la menta o la manzanilla. Cafés de cereales (de achicoria, de cebada, etc.). 9 Productos lácteos sin pasteurizar si es posible, y si no son causa de problemas evidentes. 9 Comidas ocasionales y descontroladas con amigos o familiares cuando surge la ocasión y sin ningún tipo de sentimiento de culpabilidad. Todo cultivado orgánicamente siempre que sea posible. DESACONSEJA (si es posible, la mayor parte del tiempo): 9 Azúcar (blanco, moreno y crudo) y miel. 9 Leche pasteurizada, homogeneizada y fortalecida con Vitamina D. Quesos viejos. Helados. Yogur azucarado o edulcorado. 9 Harina y arroz blancos (excepto ocasionalmente en restaurantes étnicos). 9 Alimentos enlatados y congelados. 9 Bistec, carnes y pescados conservados en nitratos y nitritos. Huevos comerciales. 9 Sal yodada, salsa de soja comercial, alimentos muy condimentados. 9 Manteca de cerdo, manteca para hojaldres, aceites comerciales, alimentos fritos, mantequillas de frutos secos y de cacahuetes. 9 Café, chocolate caliente, infusiones de hierbas o bebidas descafeinadas o medicinales, excepto cuando se necesitan. 9 Comidas malísimas que “te convienen”.

PROPORCIÓN DE ELEMENTOS NUTRITIVOS: (en % de las calorías totales) Grasas: 20 a 25 % Proteínas: 10 a 12 % Hidratos de carbono: 70 a 75 % (65 % complejos o féculas y 5 % azúcares en fruta) GRUPOS DE ALIMENTOS: 1. El grupo de los hidratos de carbono complejos: a) Cereales integrales: arroz, trigo, cebada, avena, mijo, trigo sarraceno, centeno, maíz, bulgur, palomitas de maíz, kasha, pan de cereales integrales. b) Tubérculos feculentos: boniatos, mandioca, yautías y otros productos similares. 2. El grupo de las proteínas: a) Legumbres secas y guisantes: guisantes majados, lentejas, garbanzos, alubias, judías azuki, soja, etc. La Alimentación Natural – Aníbal Soriano

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b) Alimentos de proteína animal: pescado, ave, huevos, carne. 3. El grupo de vitaminas y minerales: a) Hortalizas de hoja verde: coles, hojas de mostaza, diente de león, acelgas, hojas de nabos (todas cocidas); lechuga, perejil, eneldo, escarola, achicoria, berro (crudos). b) Hortalizas de raíz y calabazas: nabos, chirivías, zanahorias, colinabos, calabazas, rábanos y otros productos semejantes. c) Verduras en general: apio, bróculi, judías verdes, coliflor, cebollas, puerros, cebolletas. d) Algas: kombu, wakame, dulse, musgo irlandés, agar-agar, kelp, hijiki, y otras. e) Solanáceas: patatas, tomates, berenjenas, pimientos. (Se pueden consumir si en la dieta se consumen algunos productos lácteos). f) Frutas frescas de la estación, crudas o cocidas: una o dos reacciones diarias; entre las comidas si son crudas. 4. El grupo lactobacilo: alimentos fermentados como los encurtidos, chucrut, miso, tempeh, productos de la fermentación de la leche. 5. El grupo de los alimentos para pasarlo bien: (fines de semana, fiestas, ocasiones especiales): leche, queso, bebidas alcohólicas, chocolate, azúcar, patés, frituras, etc.

Algunos consejos. 1. Es muy importante que los hidratos de carbono complejos se mastiquen mucho para intentar que toda la mayor saliva posible se trague con el bolo alimenticio. Dentro de la saliva hay una enzima (la tialina) fundamental para la digestión de estos hidratos de carbono. Si no se masticara bien y no hubiera una cantidad adecuada de tialina en el estómago, para hacer bien la digestión se requerirá entonces una enzima que segrega el páncreas y no todos los páncreas son aptos para esta función, con lo que se obtendría una sensación de hinchazón y gases, y lo que es peor, la desilusión con la “saludable dieta”. 2. Sería muy interesante que entre comidas no se comiera nada intentando que pasaran 4 horas entre una comida y la siguiente. 3. La fruta se deberá comer sola. Si no fuera posible se deberá comer 45 minutos antes de cualquier comida para permitir que se digiera sola, aunque de esta forma se perderá fuego interno para la siguiente digestión. No se deberían mezclar distintos tipos de frutas en una ingesta. 4. Es muy importante hacer diariamente algo de ejercicio. 5. Combinación de los alimentos: En el sistema de alimentación que yo sigo, la combinación de los alimentos puede suponer un 5 % del total de las ideas que he adaptado como nuevas. Sin embargo, cuando una persona me pregunta cómo puede perder peso, si aplica a su dieta la fórmula de no combinar en una misma comida hidratos de carbono y proteínas, los resultados pueden ser sorprendentes. Te adjunto un cuadro La Alimentación Natural – Aníbal Soriano

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orientativo de cuales son los tres grandes grupos de comidas que se podrán combinar en la misma comida. Esta forma de alimentarse puede suponer, resumidamente, hacer en una de las principales comidas la comida de hidratos de carbono y en la otra la de proteínas. En el cuadro aparecen tres columnas. Puedes combinar siempre la central (II) con cualquiera de las exteriores (I – III), pero nunca debes mezclar estas dos entre sí. La razón es que cuando el estómago recibe comidas de proteínas suele tardar unas 4 horas en digerirlas y si la comida es de hidratos de carbono suele tardar unas 3,5 horas. Si se mezclan las dos clases de alimentos en una misma comida, la digestión tarda en torno a 8 horas. Las enzimas que se generan en nuestro aparato digestivo en la digestión son distintas para los hidratos de carbono y las proteínas, y si los combinamos los dos en un alto porcentaje en la misma comida lo que sucede es que unas enzimas “estorban” a las otras, con lo que la digestión es más larga, se pierde mucha más energía que se utiliza en esa digestión y la metabolización de los alimentos mezclados es menos efectiva que si lo hiciéramos en comidas separadas.

No olvides que la gente vive con un tercio de lo que come, con los otros dos tercios viven los médicos. Si todo esto te ayuda en algo, para mí hay algo mucho más importante que ser feliz: hacer feliz a la gente que te rodea. Aníbal Soriano [email protected] La Alimentación Natural – Aníbal Soriano

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