La acción cultural y el mecenazgo de los cardenales-embajadores de Felipe IV en Roma: Borja y Albornoz

July 15, 2017 | Autor: David García Cueto | Categoría: Italian Baroque art, Patronage and collecting, Rome (Baroque), Political patronage, Cardinals
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Descripción

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I RAPPORTI TRA ROMA E MADRID NEI SECOLI XVI E XVII: ARTE DIPLOMAZIA E POLITICA a cura di

Alessandra Anselmi

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Alessandra Anselmi

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I rapporti tra Roma e Madrid nei secoli XVI e XVII: arte diplomazia e politica

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INDICE

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ALESSANDRA ANSELMI

I rapporti tra Roma e Madrid e la Storia dell’Arte: spunti per una riflessione critica

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ANTONIO CABEZA Facción y mecenazgo en la Roma de Felipe II: una red castellana en la corte pontificia

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GAETANO SABATINI-RENATA SABENE Il finanziamento della costruzione di San Pietro e la Crociata di Spagna: interessi economici e relazioni diplomatiche tra Monarchia Cattolica e Chiesa di Roma

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MANUEL VAQUERO PIÑEIRO La chiesa di San Giacomo degli Spagnoli e la fiscalità pontificia nel XVI secolo

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SILVIA DANESI SQUARZINA Becerra e il michelangiolismo in Spagna

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FERNANDO MARÍAS Pintura, diplomacia y censura en la Cappella Paolina: desde Toledo y Madrid hasta Roma

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FLAVIO RURALE L’élite regolare: morale e politica dei chierici di corte tra Cinque e Seicento

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PAOLA PICARDI Il monastero di San Giuseppe a Capo le Case a Roma: committenti spagnoli, filospagnoli e artisti italiani

143

ANNA D’AMELIO Committenti spagnoli e artisti fiamminghi a Roma fra XVI e XVII secolo

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LAURA GORI Una famiglia filospagnola tra Cinquecento e Seicento: i Caetani di Sermoneta. Dinamiche politiche e aspetti culturali

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ALESSIA LIROSI L’influenza della spiritualità spagnola sull’arte monastica romana: il caso di San Giuseppe a Capo le Case

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DONATELLA GAGLIARDI Para una semblanza de la Monarquía española en las sátiras póstumas de Traiano Boccalini

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SABINA DE CAVI L’invio da Roma di un corredo per il battesimo di Anna d’Austria (1601): Pantoja de la Cruz, Bartolomé González e il ritratto degli infanti di Spagna all’epoca di Filippo III

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LAURA FACCHIN Il cardinale Cesare Monti curiale romano e nunzio in Spagna: strategie artistiche e collezionismo

265

ÁNGEL RIVAS ALBALADEJO Viaje, casa, secretaría, celebraciones y algunos aspectos culturales de la embajada del VI conde de Monterrey en Roma (1628-1631)

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DAVID GARCÍA CUETO La acción cultural y el mecenazgo de los cardenales-embajadores de Felipe IV en Roma: Borja y Albornoz

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ADOLFO CARRASCO El conde duque de Olivares, un nuevo Séneca. Estoicismo romano y cultura política barroca

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FRANCESCA CURTI La collezione d’arte di Juan de Córdoba, agente spagnolo a Roma al servizio di Diego Velázquez

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ALESSANDRA ANSELMI Antiveduto Grammatica, Cassiano dal Pozzo e Vittorio Amedeo di Savoia: un dono per Margarita de la Cruz e un problematico, inedito, Sant’Agostino nelle Descalzas Reales di Madrid. Tra politica e devozione, l’espressione degli affetti

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ANDREA SPIRITI Committenza e strategie artistiche e architettoniche dei cardinali lombardi nella Roma del Seicento

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PANAYOTIS K. IOANNOU «Con la solita curiosità di questi tali»: artisti e copisti nei servizi segreti spagnoli tra Roma e Madrid

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MASSIMO MORETTI Influssi spagnoli nell’arte e nella spiritualità caracciolina del Seicento: Madrid, Roma e il ducato di Urbino

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MARIO PANARELLO Il culto di San Domenico in Soriano tra Roma e Madrid

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PIERO VENTURA Il patriziato napoletano tra curia pontificia e corte spagnola: carriere ecclesiastiche e incarichi diplomatici nel Seicento

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LAURA OLIVÁN SANTALIESTRA Nithard en Roma (1672-1677): orgullo y ambiciones

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MONIA BIGUCCI Il bozzetto di Francesco Rosa per l’altare maggiore di Santa Maria di Monserrato a Roma

606

LETICIA DE FRUTOS Verdad, Mentira, Prudencia y Envidia: cuatro alegorías para el marqués del Carpio en las colecciones reales

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JORGE FERNÁNDEZ-SANTOS ORTIZ-IRIBAS Da Roma a Madrid, passando per Napoli: aggiunte su Philipp Schor, architetto e scenografo al servizio della monarchia spagnola

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Ga rcí

ALESSANDRO AGRESTI La canonizzazione come impulso alla produzione artistica nella Spagna del XVII secolo

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DAVID MARTÍN MARCOS Ceremonial, representación y diplomacia en Roma antes la cuestión sucesoria de la monarquía de España

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TAVOLE

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INDICE DEI NOMI

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JOSÉ MARÍA DOMÍNGUEZ Los primeros españoles en la Arcadia y los primeros árcades en España

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La acción cultural y el mecenazgo de los cardenales-embajadores de Felipe IV en Roma: Borja y Albornoz

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Fueron numerosos durante la Edad Moderna los miembros españoles del colegio cardenalicio que residieron en Roma, desempeñando en la corte pontificia no sólo las funciones propias de su condición de purpurados, sino también en ciertos casos diversas misiones diplomáticas por encargo del rey de España. Pero sólo unos pocos de ellos ostentaron la función pública y reconocida de embajador del monarca hispano en la Urbe. La condición mixta de príncipe de la iglesia y diplomático conllevaba una serie de obligaciones de índole muy diversa que a veces resultaban difícilmente conciliables, pues atender no tanto a asuntos espirituales, sino sobre todo a los terrenales relativos a los intereses de la Santa Sede y de la Monarquía Hispánica, era un fin con frecuencia inalcanzable. Pero no sólo España, sino también muchas otras de las potencias europeas de la Edad Moderna, recurrieron a cardenales nacionales para desempeñar en ocasiones las veces de embajadores ante el papa. Eran desde luego varias las ventajas de contar con un cardenal como embajador cerca del pontífice, pues entre otras cuestiones podían acceder a la presencia del Santo Padre con mucha más facilidad que un diplomático convencional. El complejo equilibrio de la acción de los cardenales-embajadores en la corte romana fue acompañado generalmente de una inteligente política de mecenazgo, con la que los prelados atendían tanto a su condición de altos jerarcas de la iglesia1 como de miembros de ilustres familias aristocráticas y de representantes del rey de España. En el reinado de Felipe IV, fueron cuatro los cardenales súbditos de la corona que detentaron esta alta responsabilidad representativa: Gaspar de Borja, Gil de Albornoz, Teodoro Trivulzio y Pascual de Aragón. En las páginas siguientes se considerará la acción cultural y artística desarrollada en la Urbe por los dos primeros de ellos.

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1. El cardenal Borja Uno de los más eminentes prelados españoles presentes en Roma durante el siglo XVII fue el cardenal Gaspar de Borja y Velasco (fig. 1), quien actuó como garante 340

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Fig. 1. Diego Velázquez, El cardenal Gaspar de Borja y Velasco, Puerto Rico, Museo de Arte de Ponce.

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de los intereses de España en la Urbe desde 1612 hasta su forzado regreso a España en 16352. Don Gaspar, nacido en Villalpando en 1580, era hijo del VI duque de Gandía y biznieto de San Francisco de Borja, al tiempo que descendiente de los papas Alejandro VI y Calixto III. Fue creado cardenal por Paulo V el 17 de agosto de 1611, residiendo desde entonces principalmente en Roma hasta 1635. Ostentó el título de cardenal de Santa Susana, para pasar luego al de Santa Croce in Gerusalemme. Entre 1616 y 1619 Borja tuvo su primera experiencia como embajador, sirviendo a Felipe III en la representación ante la Santa Sede. De junio a diciembre de 1620, desempeñó las funciones de virrey de Nápoles. Pese a la inusitada brevedad de su mandato, Borja tuvo ocasión de iniciar alguna mejora en la ciudad partenopea, como fue el embellecimiento del camino de Santa Lucía, que había sido abierto por su predecesor el conde de Olivares3. De nuevo entre 1631 y 1635, en paralelo a la acción del marqués de Castel Rodrigo como embajador, Borja volvió a asumir funciones de diplomático al servicio de la corona española, que sólo cesaron con su forzada salida de Roma ese último año. Su marcha de la Urbe estuvo motivada por la audaz protesta 341

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que realizó en público consistorio el 8 de marzo de 1632 contra la política antiprotestante de Urbano VIII, hecho que acabó convirtiéndose en uno de los mayores desafíos a la autoridad papal planteados en la propia ciudad de Roma. Tras la protesta, Felipe IV quiso confirmar a Borja como su embajador ordinario, a lo que Urbano VIII se opuso frontalmente. Antes del incidente, estaba previsto que fuese el marqués de Castel Rodrigo el nuevo embajador, pero vista la nueva situación, el rey decidió mantener en Roma al marqués como su representante a título extraordinario, flanqueado por el propio Borja. En paralelo a aquella intensa actividad política y diplomática, Borja atendió a no pocas cuestiones de índole menos trascendental, pero también enormemente significativas en la corte de Roma, manifestando con ellas la magnificencia de su estirpe, su magnanimidad y su devoción. A principios de octubre de 1624, el cardenal hizo una significativa donación a la iglesia del Gesù: una reliquia de su antepasado San Francisco de Borja custodiada en un busto de plata4. La donación tuvo lugar el mismo año en que la congregación de los ritos dio su beneplácito a la canonización del santo, y probablemente fue hecha el día de su festividad, instituida el 1 de octubre en conmemoración de la fecha de su muerte. Con ella, Borja quiso que el Gesù conservase una reliquia de su admirado antepasado, cuyo cuerpo había sido trasladado desde esa iglesia romana a la del Colegio Imperial de Madrid en 16175. Por desgracia, el busto no se conserva hoy día, seguramente a causa de las vicisitudes que ha atravesado la iglesia, principalmente el expolio causado por el tratado de Tolentino6. A su vez en 1628 se empeñó para que Felipe IV financiase la restauración del convento de San Pietro in Montorio, de la plaza y de la calle que conducía al edificio religioso7. El largo tiempo transcurrido en Roma propició que el cardenal entablase contacto con algunos artistas asentados en la Urbe, constando que protegió a alguno de ellos. El poco conocido pintor catalán Jerónimo Francolí fue con seguridad uno de sus protegidos. En un testimonio judicial el también pintor Tommaso Donini “Il Caravaggino”, presentado en un proceso en el que se había visto envuelto, afirmaba que:

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con me non ci sta altri che un giovane spagnolo chiamato Girolamo al quale io faccio le spese, et gli insegno di dipingere, che per ció un gentilhuomo chiamato Pietro Giovanni Dottor Aces spagnolo, che tiene cura di lui mi paga venti scudi l’anno [...] sebbene neanco il sud. Girolamo dorme in casa mia che doppo cenata se ne va in casa dell’Em. Signor Cardinale Borgia8.

Consta que el mismo Francolí también se relacionó en Roma con el pintor Juan de Toledo, ligado a su vez con el entorno de la embajada española en la 342

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Fig. 2. Alessandro Turchi, El Nacimiento de la Virgen, Madrid, Museo del Prado.

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Urbe9. Aquel mismo Francolí había realizado alguna obra para la capilla de la Inmaculada en San Giacomo degli Spagnoli, probablemente por encargo del cardenal Sandoval, presente en Roma entre 1630 y 163310. Las relaciones del cardenal con diversos pintores del medio romano no sólo surgieron por el interés en formar una colección artística, sino también por su voluntad de atender a los deseos del rey Felipe IV, reconocido amante de la pintura. Un reciente trabajo de Gabriele Finaldi ha puesto de manifiesto cómo Borja en Roma encargó una serie de lienzos con asuntos de la vida de la Virgen al pintor Alessandro Turchi, destinados a ornar el oratorio de la reina Isabel de Borbón en el Alcázar de Madrid11 (figs. 2-3 e tav. 8). Las obras de este pintor hubieron de ser muy apreciadas por la clientela española, hasta tal punto que el historiógrafo francés Félibien afirmaba que la mayor parte de sus pinturas se encontraba en España12. No se tiene constancia del interés de Borja por acrecentar la dotación artística de las iglesias romanas de las que fue titular, aunque sí han emergido diversas noticias

Fig. 3. Alessandro Turchi, La Asunción, Madrid, Museo del Prado.

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de su preocupación por contribuir a la mejora de dos conventos de mercedarios españoles en la Urbe. En efecto, el prelado actuó como protector de un convento hoy desaparecido, el de la Madonna di San Giovannino en la via della Mercede. La fundación acogía una comunidad de mercedarios descalzos españoles, la cual se benefició ampliamente del mecenazgo del cardenal. La iglesia, cuyo primer título fue San Giovanni in Capite, tenía sus orígenes en el siglo XII, tomando tal nombre por conservar una reliquia de la cabeza de San Juan. El resurgir del viejo templo tuvo lugar tras el acontecimiento milagroso que el 1 de mayo de 1586 protagonizó una imagen de la Virgen venerada en su interior, por lo que fue restaurada y reabierta al culto tras una etapa de abandono. Paolo V Borghese encomendó el templo a los padres reformados del orden de la Merced, quienes gracias a la generosidad del cardenal Borja pudieron completar la restauración del templo y edificar un monasterio para la comunidad. El interior de la iglesia, que conservaba la vieja planta basilical, albergaba algunas importantes obras de arte, como una tela de Giovanni Baglione que representaba a San Martín, y tres lienzos de Paris Nogari (1536-1601), que representaban la Virgen en oración, la Natividad y la Presentación en el Templo. El techo de la nave central fue pintado al fresco por Felice Santelli, mientras la bóveda del ábside la decoró Jacques Stella (1545-1630)13 con la Coronación de la Virgen14. La protección de Borja sin duda hubo de tener como consecuencia el encargo del lienzo a Baglione y también el de los frescos a Santelli. El mismo Baglione, en un pasaje autobiográfico, recuerda que pintó diversas obras para el cardenal Borja, entre las cuales se hallaba el lienzo de San Martín para esta iglesia15. Pero incluso desde España, el cardenal siguió recordando a la fundación. Tras su muerte en 1646 dejó al convento seis candelabros grandes de plata con una cruz a juego, siendo su última voluntad con la iglesia romana de la que se había hecho protector16. Aunque por el momento son escasos los datos disponibles, parece que el cardenal también concedió su patrocinio a otro convento mercedario en Roma, el de Sant’Adriano en el Foro Romano, instalado en los restos del antiguo senado y en manos de los padres españoles desde 158917. Borja apoyó además la edición de un libro sobre la vida del fundador mercedario, San Pedro Nolasco, que había de ilustrarse con una serie de grabados basados en composiciones que el pintor zaragozano Jusepe Martínez realizaría durante su estancia romana18. La protección que el prelado pudo conceder a ciertas empresas editoriales es una cuestión escasamente conocida, aunque ha podido no obstante recabarse alguna noticia más al respecto. Borja fue el destinatario de la dedicatoria de una de las ediciones españolas de la popular guía titulada Las cosas maravillosas de la sancta ciudad de Roma, concretamente de la aparecida en 1628. Se acompañaba la publicación del opúsculo, también traducido al español, de Andrea Palladio sobre las antigüedades de la Urbe19. Resulta muy significativo que el cardenal uniese su nombre a la edición de una biografía de un importante santo de la religiosidad 345

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española de la Edad Moderna, así como a una guía destinada a los innumerables viajeros y peregrinos connacionales que cada año visitaban la Ciudad Eterna. Otro tipo de promoción de la cultura española en el que Borja participó fue la organización de comedias en español, práctica compartida por muchos de los embajadores hispanos en la Urbe, por más que desaprobada por algunos teóricos de la etiqueta cardenalicia20. No es mucho lo que se sabe de la presencia en Roma de comediantes españoles, pero sí que consta que el prelado, en al menos una ocasión, contrató los servicios de una de aquellas compañías21. También parece haber sido notable su mecenazgo musical en la corte pontificia22. El cardenal Borja ostentó durante parte de su estancia italiana el título de obispo de Albano, localidad situada en las inmediaciones de Roma, dignidad que también había ocupado su antepasado Rodrigo Borja antes de ser papa Alejandro VI. El prelado recibió tal encargo el 15 de julio de 1630, mostrando desde entonces un notorio interés por que Albano aumentase sus lugares píos y sus edificios sagrados. En este sentido, su aportación más significativa parece ser el impulso dado en 1631 a la fundación de un convento de monjas clarisas23 que subsiste en nuestros días. El convento fue instituido por sor Francesca Farnese, y hecho construir por las princesas Bernardina y Caterina Savelli hacia 163024. A causa de los graves bombardeos de la Segunda Guerra Mundial, el inmueble y su patrimonio han sufrido serias mermas, no constando que la actual comunidad conserve testimonio alguno de la generosidad de su benefactor Borja25. Y puede que también la catedral de Albano, como primer templo de la diócesis que le tocó gobernar desde Roma, se beneficiase de su magnanimidad. Resulta en este sentido una interesante incógnita la presencia en este templo de un importante lienzo del pintor flamenco Gaspar de Crayer, quien dedicó una notable porción de su obra a satisfacer su clientela española (fig. 4). Tal vez la acción de Borja permitió la llegada a Albano de tan notable pintura26. Los años romanos de Borja llegaron a su fin a mediados de la década de 1630. En diciembre de 1634, Urbano VIII publicó una severa bula en la que ordenaba que todos los obispos se dirigiesen a residir a sus diócesis en caso de estar ausentes de ellas. De esta forma, numerosos prelados de la corte romana hubieron de partir inmediatamente, a pesar de las pésimas condiciones climáticas del invierno. En Roma se rumoreaba que el papa había promulgado tal bula principalmente para hacer volver a España al cardenal Borja, tras haberse convertido en uno de sus enemigos declarados. Borja se excusaba para no partir en ser por entonces embajador del rey de España, mostrándose incluso dispuesto a renunciar a su arzobispado de Sevilla con tal de permanecer en la Urbe. Pero el papa no estaba dispuesto a transigir27. En cumplimiento de la taxativa orden de Urbano VIII, el cardenal Borja hubo de dejar la Urbe para residir en su arzobispado español. El 29 de abril de 1635, tras haberse despedido del papa, el prelado salió de Roma, entre calles abarrotadas de gente que se había congregado para verle. Era al parecer muy querido por la gente 346

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Fig. 4. Gaspar de Crayer, Piedad, Albano, catedral.

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sencilla, a causa de las infinitas limosnas que distribuía, las cuáles permitían vivir a no pocas familias pobres. Según Gigli, Borja distribuía unos dos mil escudos mensuales en limosnas, cifra desde luego nada desdeñable, a la que habría que sumar las que entregaba secretamente. El pueblo romano llenó aquel día la plaza de los Santos Apóstoles, donde tenía su residencia, gritando y lamentándose por la forzada partida del prelado que hacía posible la subsistencia de muchos de los allí presentes28. Tras su regreso a España, no pocas responsabilidades de gobierno le fueron concedidas por el monarca. En abril de 1636, se le nombró presidente del consejo de Aragón, pasando más tarde al de Italia. Durante la ausencia de Felipe IV de la corte con motivo de la guerra contra Francia en los años 1642-1643, actuó como regente junto a la reina Isabel de Borbón. También en 1643 el rey le propuso como arzobispo de Toledo, nombramiento que Urbano VIII rechazó. Su confirmación como máxima autoridad religiosa de la ciudad castellana no fue posible hasta que Inocencio X ascendió al solio pontificio. Pero sus vínculos con el panorama artístico romano no hubieron de interrumpirse del todo tras su regreso a España, pues consta que en 1639, ya reinstalado en la patria, 347

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recibió de Roma un envío de pinturas29. El cardenal hubo en efecto de poseer un buen número de pinturas italianas, algunas adquiridas en Roma durante su larga estancia y otras compradas con posterioridad, ya desde España. El inventario de su amplia colección, redactado en Madrid el 22 de enero de 1646, por desgracia apenas desvela la autoría de alguna aquellas obras, en las que lógicamente predominaban los asuntos religiosos, aunque había también paisajes, alegorías y desde luego retratos. Entre estos últimos se encontrarían los del propio Borja, retratado en al menos una ocasión por Diego Velázquez30. El citado inventario tan sólo menciona un autor, Giuseppe Cesari, el célebre caballero de Arpino, a quien se le atribuyó un San Francisco pintado sobre lámina de cobre. No obstante, la adquisición de abundantes obras en Roma por parte de Borja resulta incuestionable, como evidencian algunas pinturas de iconografías genuinamente romanas recogidas en el inventario31. Aquel contacto desde la lejanía con la corte romana se hizo probablemente más firme una vez que Urbano VIII fue sucedido por el cardenal Pamphilj a título de papa Inocencio X en 1644. Con el nuevo pontífice, la relación sería presumiblemente más fluida, como parece evidenciar el extraordinario regalo que Borja le hizo a principios de 1646, consistente en un servicio para la misa realizado íntegramente en oro macizo, cuyo valor ascendía a 10.000 escudos32. Muy poco después, a mediados de febrero de ese mismo año, se tuvo noticia en Roma del fallecimiento del cardenal Borja, así como de lo que había establecido en sus últimas voluntades. En cumplimiento de las mismas, algunos de sus bienes artísticos fueron repartidos entre sus más cercanos parientes33. Se cerraba así la existencia de un prelado que había llegado a convertirse en uno de los principales protagonistas de la vida pública romana en la primera mitad del siglo XVII.

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2. El cardenal Albornoz

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El otro cardenal español residente en Roma durante las tres primeras décadas del reinado de Felipe IV que ejerció funciones de embajador fue don Gil Carrillo de Albornoz (fig. 5)34. El prelado había nacido en Talavera de la Reina en 1579, siendo hijo del caballero de Calatrava don Francisco de Albornoz y de doña Felipa de Espinosa, sobrina del cardenal Diego de Espinosa y Arévalo. Se formó en Salamanca, donde consiguió graduarse en leyes, pasando a ocupar en los años sucesivos puestos de relevancia en las chancillerías de Valladolid y Granada. Su nombramiento como cardenal, a petición de Felipe IV, tuvo lugar en el consistorio de 30 de agosto de 1627, llegando a Roma en 1630. A mediados de julio de ese año Albornoz recibió su capelo cardenalicio de manos de Urbano VIII en público consistorio, junto a los también nuevos cardenales Sandoval y Pamphilj. Tras el acto, fueron agasajados con un suntuoso banquete por el nepote Francesco 348

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Fig. 5. Anónimo, Retrato del cardenal Gil de Albornoz, Madrid, Biblioteca Nacional.

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Barberini35. El 23 de septiembre de 1630 se le hizo obispo de Taranto, aunque no llegaría nunca a residir en la diócesis. Una vez que Albornoz se halló en la escena Italiana, Felipe IV no dudó en servirse de él para relevantes asuntos del gobierno de la monarquía. De tal manera, actuó como representante de los intereses de España en el Sacro Colegio, función que asumió en solitario tras el regreso a la patria de Borja. Entre 1634 y 1635 fue designado gobernador de Milán, tocándole organizar la defensa de la Lombardía frente a la invasión francesa. En 1637 renunció al obispado de Taranto para poder dedicarse plenamente a los asuntos de España en Roma, a lo que consagraría el resto de sus días. Tal tarea le llevó a asumir las funciones de embajador en dos momentos: en un breve interim en 1645 y durante un periodo algo más largo entre 1648 y 1649, encargándose entonces de preparar la venida a Roma como representante de Felipe IV del VII duque del Infantado. Era persona leal al rey de España y conocedora de la corte romana, siendo de carácter más suave que riguroso, según una crónica de la época36. Pero los servicios que el cardenal prestó a la corona española en Roma no 349

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siempre estuvieron bien remunerados, habiendo constancia escrita de las estrecheces que atravesó en varios momentos de su estancia en la Urbe. Fue lo que ocurrió a principios de 1641, cuando por no llegarle su pensión desde España hubo de retirarse a la villa del abad Peretti, evitando así hacer frente a los gastos que le supondrían los festejos y agasajos del cercano carnaval37. Albornoz, consciente de la necesidad de consagrar su acción política y religiosa a la defensa de los intereses de España ante la Santa Sede, buscó un acomodo permanente en la Urbe, creando con probabilidad una pequeña corte integrada en buena medida por españoles. Es por ello que el cardenal contó con sucesivas residencias palaciegas en Roma, y también con una villa de recreo en la cercana localidad de Zagarolo. Las investigaciones de Miguel Taín han determinado que al menos entre 1640 y julio de 1648, Albornoz vivió en un palacio entre via del Corso y piazza Colonna. A partir del 2 de diciembre de 1648 vivió en la piazza di Campo Marzio, en una residencia que este autor no pudo identificar38. Los avisos de Roma vienen ahora a dar un poco de luz a esta cuestión; la residencia en la que Albornoz habitó desde el verano de 1648 hasta su muerte fue el palacio de la Santa Casa de Loreto, situado efectivamente en el Campo Marzio y hasta entonces casa del cardenal Pallotta. Albornoz a su vez dejaba su anterior residencia en la plaza Colonna a la princesa de Rossano, fijándose el alquiler del palacio de Loreto en 1.300 escudos romanos anuales39. Fue por tanto en esa residencia donde transcurrieron sus últimos meses de vida, que estuvieron dedicados preferentemente a ejercer las tareas de embajador de España en la Urbe. Allí dictó sus últimas voluntades el 17 de diciembre de 1649, dejando precisas instrucciones a sus testamentarios para que respetasen tras su muerte la disposición en la que dejaba el palacio. No quería el cardenal que las «ventanas, vidrieras y frescos» de la residencia fueran expoliados cuando él faltase, haciendo pensar que eran mejoras realizadas por su voluntad tras haber alquilado el palacio40. Tal vez por su trato con el cardenal Ludovico Ludovisi o con su sobrino Niccolò, que fueron por un tiempo señores del lugar, Albornoz eligió la localidad de Zagarolo, situada en las afueras de Roma, como sitio de retiro estivo. Allí hizo edificar una importante villa de recreo con bellos jardines, de la que quedan pocos restos tras haberse arruinado y posteriormente reconstruido41. La residencia original, de planta rectangular con torres en los ángulos, se levantó sobre los restos de un antiguo castillo en la colina llamada «della Villa», situada en las inmediaciones de Zagarolo y denominada de este modo por el recuerdo de la espléndida residencia del cardenal. El edificio, cuyas ruinas han sido hoy englobadas en una casa de reciente construcción, es recordado por los habitantes de la localidad como “Lu Palazacciu”. Tras la muerte del cardenal en 1649, pasó a la familia Altemps, quienes la cedieron a los campesinos a cambio de una renta anual. Comenzó así un proceso de degradación que ha borrado cualquier recuerdo de lo que debieron ser unos magníficos jardines, transformados desde hace tiempo en viñedos42. 350

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El residir con cierta frecuencia en aquella villa posibilitó que Albornoz estableciese una relación estrecha con la comunidad barnabita asentada en Zagarolo, que por entonces era titular de la iglesia de la Annunziata en la misma localidad. El cardenal quiso contribuir con generosidad a la dotación artística de este templo, para el cual donó en 1646 la silla coral – en la que se tallaron sus armas – y los cuatro lienzos ovalados de evangelistas que decoran la bóveda del presbiterio (fig. 6). En 1649, año de su fallecimiento, entregó a la comunidad los dos grandes cuadros sobre los altares del transepto, que son el Nacimiento de la Virgen (fig. 7), copia del lienzo realizado por Cortona para los filipenses de Perugia en 1643, y la Huida a Egipto, atribuida a Pietro Paolo Ubaldini43. También en la misma Roma hubo demostraciones de la magnanimidad del cardenal hacia ciertas fundaciones religiosas. Fue el caso del convento franciscano de San Pietro in Montorio, del que fue titular desde 1643, en el que financió algunas de sus rejas de hierro en 164544. Al igual que su homólogo Borja, el cardenal Albornoz también mantuvo en Italia ciertos contactos con artistas que estuvieron a su servicio. Un caso muy singular e ilustrativo, recordado por el francés Félibien, ocurrió durante el mandato del cardenal en Milán. Mientras residía el prelado en la capital lombarda en calidad de gobernador, pasó por aquella ciudad el pintor Jacques Stella. No quiso el artista dejar de presentar sus respetos a Albornoz, a quien conocía de tiempos anteriores. El cardenal intentó convencer a Stella para que se quedase en la ciudad, llegando a ofrecerle incluso la dirección de la academia de pintura fundada por San Carlos Borromeo. Pese a lo tentador de la oferta, Stella no aceptó, siendo aún así premiado por Albornoz con una cadena de oro45. También en Roma el cardenal Albornoz hubo de mantener contactos con artistas, aunque por el momento no parece que tuviese relaciones con ninguna de las grandes figuras del ambiente romano. Sí aparece en la documentación el nombre de un casi desconocido pintor siciliano que residía en la Urbe, Placido de Bartoli. Este artista actuó en 1643 como testimonio, junto al gentilhombre del cardenal Plácido Suárez de Zúñiga, en una curiosa declaración relativa a la salud del propio cardenal46. Bartoli es recordado años más tarde en el censo de habitantes del barrio de Campo Marzio en 1656, elaborado en ocasión de la terrible peste que asoló Roma. En la strada Paolina, donde residían numerosos artistas, como Poussin o Stanchi, vivía por entonces «Placido di Bartoli da Messina di età 46 pittore», junto con su esposa Isabella Tignani, española y de la misma edad47. Este personaje, no mencionado por las principales fuentes sicilianas48, probablemente estableció un trato cercano con el cardenal, pudiendo haber sido el autor de alguno de los lienzos anónimos donados por Albornoz a la iglesia de la Annunziata de Zagarolo. Tal vez fue también este Bartoli el encargado de copiar las célebres Bacanales de Tiziano para el cardenal antes de la salida de Roma de estas pinturas rumbo a España a finales de la década de 163049. 351

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Fig. 6. Presbiterio de la iglesia de la Annunziata de Zagarolo, foto cortesía de Miguel Táin.

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Después de haber pasado en Roma casi veinte años al servicio de la corona española, el cardenal expiró en la Urbe el 19 de diciembre de 1649, sin haber podido hacer realidad su deseo de volver a la patria. En su testamento, dado a conocer por Alessandra Anselmi50, estableció que su cuerpo fuese depositado, en tanto que se mandaba a España, en la iglesia del hospicio de San Gioacchino y Santa Ana de Roma, que era de carmelitas descalzos españoles. El destino definitivo de sus restos mortales había de ser el convento de la Encarnación de Talavera de la Reina (Toledo), las llamadas monjas bernardas, que fueron además las principales beneficiarias de su legado testamentario51. Tanto el sepelio romano como el traslado a España se tenían que hacer sin pompa ni ostentación por expreso deseo del finado, quien encargó el cumplimiento de este mandato a su mayordomo Diego de Rubiales o en su defecto al padre general de los carmelitas. El deseo del cardenal fue satisfecho, como evidencia su monumento fúnebre en la iglesia de las bernardas en Talavera. El aprecio hacia este convento de clausura le venía por ser fundación de sus tíos, don Rodrigo de Albornoz y su esposa doña Teresa Saavedra, en 1610. La inscripción que reza en el 352

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Fig. 7. Copia de Pietro da Cortona, El Nacimiento de la Virgen, Zagarolo, iglesia de la Annunziata.

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sepulcro del cardenal hace pensar que la iglesia del convento fue financiada por él, pareciendo que se interesó desde Roma por los progresos de la obra52. En el mismo testamento ordenó la entrega de algunas de sus pinturas a personas cercanas y queridas. Fue el caso del cardenal de la Cueva, a quien había de darse «un buen quadro el que escogiere». Su mayordomo Diego de Rubiales recibiría otro cuadro, así como don Francisco Salvador, gentilhombre del cardenal Odescalchi. El mayordomo conservó consigo hasta su muerte algunos de los bienes muebles que habían pertenecido al cardenal, como evidencia el inventario de su casa redactado en 1654. En él aparece la cama de nogal usada por el prelado en los cónclaves, parte del ajuar de su capilla privada y una mesa grande53. La dispersión de los bienes reunidos por el cardenal en Roma acabaría de hacerse efectiva con la celebración de una pública almoneda en la misma ciudad. Como conclusión, puede adfirmarse que en comparación con el perfil de mecenas habitual en los cardenales del siglo XVII, aquellos que ejercieron como embajadores acentuaron su voluntad de servir a la corona con magnificencia y con una vocación clara de exaltar la grandeza de su propia nación. Contribuyeron así con su singularidad a caracterizar aún más la ya de por sí rica y compleja escena pública de la Roma del Barroco. NOTAS

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ABREVIATURAS: AGS = Archivo General de Simancas; ASC = Archivio Storico Capitolino; BAV = Biblioteca Apostolica Vaticana. 1

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Sobre la importancia del ritual en la acción cardenalicia, véase el fundamental trabajo de M. A. VISCEGLIA, Etiqueta cardenalicia en la época barroca, en EADEM, Guerra, diplomacia y etiqueta en la Corte de los Papas (siglos XVI y XVII), Madrid, Polifemo, 2010, pp. 135-169. 2 Sobre Borja, véase G. MORONI, Dizionario di erudizione storico-ecclesiastica, 103 vols., Venecia, Tipografia Emiliana, 1840-1879, VI, p. 51; M. A. VISCEGLIA, Congiurarono nella degradazione del Papa per via di un concilio: la protesta del cardinale Gaspare Borgia contro la politica papale nella guerra dei Trent’anni, en «Roma moderna e contemporanea», 11, 2003, 1-2, pp. 167-193 y S. GIORDANO, Gaspar Borja y Velasco, rappresentante di Filippo III a Roma, en «Roma moderna e contemporanea», 15, 2007, pp. 157-186 y Diccionario Biográfico Español, 40 vols., Madrid, Real Academia de la Historia, 2009, IX, pp. 185-187. 3 Véase al respecto E. SARRABLO, Un virreinato breve. El gobierno de Nápoles del cardenal de Borja (julio a diciembre de 1620), en «Hidalguía», 50-52, 1962, pp. 107-118. 4 BAV, Urb. Lat. 1094, c. 556 r, Aviso de Roma, 5 de octubre de 1624: «Il Card.l Borgia hà donato alla Chiesa del Giesù la testa col busto d’argento molto grande del Beato Fran.co de Borgia con dentro una reliquia principale». 5 O. PANCIROLI, Tesori nascosti dell’alma città di Roma, con nuovo ordine ristampati, & in molti luoghi arricchiti, Roma, Heredi d’Alessandro Zannetti, 1625, pp. 846-847: «Qui ancora si conserva parte del corpo del B. Francesco Borgia, già Duca di Candia, e poi Religioso, e terzo Generale della Compagnia di Giesù. Questi alli 31 d’Agosto 1624 dalla Congregatione de’Riti fu giudicato degno di canonizatione, qual sentenza fu confermata dalla Santità di N.Sig. Papa Urbano VIII, e dato licenza, che se ne possa far l’offitio, e dir la Messa per tutti i luoghi e chiese della Compagnia [...] & in tutte le chiese dalla stato di Casa Borgia, e ciò

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nel primo di Ottobre, che è giorno anniversario del suo glorioso passaggio, e così si è dato principio questo presente anno 1624. Il suo corpo fu portato l’anno 1617 à Madrid à richiesta del Cardinal Duca di Lerma suo nipote». Sobre las reliquias del santo conservadas en Madrid hasta su destrucción en la Guerra Civil, véase L. COLOMA, Historia de las sagradas reliquias de San Francisco de Borja, Madrid, Razón y Fe, 1946. 6 Agradezco esta aclaración al rector de la iglesia del Gesù, padre Massimo Marelli, quien con la máxima amabilidad me hizo saber que el busto no se conserva en la actualidad, aunque sí una reliquia de San Francisco de Borja en un relicario con forma de ostensorio. 7 Cfr. A. ANSELMI, Le chiese spagnole nella Roma del Seicento e del Settecento, Roma, Gangemi, 2012, p. 67, con bibliografía precedente. 8 F. CURTI, Precisazioni documentarie su Tommaso Dovini detto il Caravaggino, en Decorazione e collezionismo a Roma nel Seicento, ed., F. CAPPELLETTI, Roma, Gangemi, 2003, pp. 141-157, en especial p. 154, nota 67. 9 S. TORRAS TILLÓ, Juan de Toledo y el pintor catalán Jeroni Francolí, en «Archivo Español de Arte», 283, 1998, pp. 316-319. 10 Una reciente aportación documental ha puesto de manifiesto que la dotación artística de la capilla de la Inmaculada contaba con «una copia in quadro tondo a olio di S. Maria Maggiore fatta da Gio: Francoli fattore»: documento de hacia 1650 citado por R. VÁZQUEZ SANTOS, La iglesia de San Giacomo degli Spagnoli a la luz del manuscrito 15449 del Archivio Storico Capitolino y otras fuentes del siglo XVII, en Roma y España, crisol de la cultura Europea en la Edad Moderna, 2 vols., a cargo de C. J. HERNANDO SÁNCHEZ, actas del congreso, Real Academia de España en Roma, 8-12 de mayo de 2007, Madrid, Sociedad Estatal para la Acción Cultural Exterior, 2007, II, pp. 667-677. 11 G. FINALDI, Works by Alessandro Turchi for Spain and an unexpected Velázquez connection, in «The Burlington Magazine», CXLIX, 2007, 2, pp. 749-758. La identificación ha sido posible gracias a una de las entradas del inventario del Alcázar de 1636, citada por Finaldi, en el que se recuerdan «diez quadros q. Ynbio el Cardenal Borxa. Nº 128 diez quadros los nueve de las nueve fiestas de nra señora q. Ynbio el Cardenal Borja de Roma y El otro La coronaçion de la Birjen con la ss.ma trinidad que hizo Velazquez [...]». De las nueve pinturas de Turchi, cinco aún se conservan en el Museo del Prado: Nacimiento de la Virgen, Anunciación, Visitación, Purificación y Asunción. 12 Recordado por M. MORÁN TURINA-J. PORTÚS PÉREZ, El arte de mirar: la pintura y su público en la España de Velázquez, Madrid, Istmo, 1997, p. 22. 13 Sobre este último, véase L. BARROERO, Una traccia per gli anni romani di Jacques Stella, in «Paragone Arte», 347, 1979, pp. 3-24. 14 F. TITI, Studio di pittura, scoltura e architettura nelle chiese di Roma, Roma, Mancini, 1674, p. 377: «Questa chiesa fù d’una Compagnia della Dottrina Christiana da Paolo V confermata, che la ristorò per esservi un’Immagine miracolosa di M. V., l’hebbero poi certi Canonici Cavalieri, e finalmente un Ordine de’ Padri Religiosi Spagnoli del Riscatto; è stata in ultimo rifatta dal Card. Borgia, con un bel soffitto, le pitture del quale sono de Felice Santelli romano. Dalle bande dell’altar maggiore vi è in fresco dipinta la Natività di M. V. e la Presentazione al Tempio, e sopra vi stanno due Chori d’Angioli, che suonano diversi istrumenti da Paris Nogari felicemente condotti. Sopra la volta vi è l’Incoronatione di M. V. con Angioli, & un Padre Eterno á fresco, il tutto assai ben fatto da Giacomo Stella Bresciano, e sopra l’arco in faccia le due Sibille pur à fresco sono di mano d’Andrea d’Ancona. Il S. Martino à cavallo con il Povero dipinto in un quadro grande appeso alla muraglia è opera del Cav. Baglione fattali fare dal Card. Borgia». Véase también F. LOMBARDI, Roma. Le chiese scomparse. La memoria storica della città, Roma, Palombi, 1996, p. 138. 15 «Né passerò con silentio; che il Cardinal Borgia gli fece figurare il S. Martino a cavallo con il povero; e sta nella Madonna di s. Giovannino alle Monache di s. Silvestro, oltre a molte opere, ch’egli allo stesso Cardinal lavorò, per mandare in Ispagna». Cita recogida por M. SMITH O’NEIL, Giovanni Baglione. Artistic Reputation in Baroque Rome, Cambridge, Cambridge University Press, 2002, p. 36. 16 BAV, Ottob. Lat. 3350, I, c. 59 r, Aviso de Roma, 24 de febrero de 1646: «E che [Borgia] 6 candelieri grandi con una croce di argento habbia lasciato alla Chiesa della Madonna di San Giovannino di Roma, della quale esso cardinale era protettore».

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17 E. TORMO Y MONZÓ, Monumentos de españoles en Roma, y de portugueses e hispano-americanos, 2 vols., Madrid, Ministerio de Asuntos Exteriores, 1942, II, p. 42. 18 Véase al respecto M. E. MANRIQUE ARA, Jusepe Martínez, un pintor zaragozano en la Roma del seiscientos, Zaragoza, Diputación, 2000, pp. 96-98; EADEM, Jusepe Martínez, un ilustrador del siglo XVII. Estudio de sus estampas romanas para una Vida de San Pedro Nolasco, en «Artigrama», 12, 1996-1997, pp. 711-712. 19 Las cosas maravillosas de la sancta ciudad de Roma: en donde se trata de las Yglesias, estaciones, reliquias y cuerpos sanctos que ay en ella/ Antiguedades de la ciudad de Roma sacadas y recopiladas brevemente por Andres Paladio, Roma, Guillermo Faccioto, 1628. 20 M. A. VISCEGLIA, Etiqueta cardenalicia cit., pp. 162-163. 21 BAV, Urb. Lat. 1093, c. 716 r, Aviso de Roma, 16 de septiembre de 1623: «Giovedi mattina il Cardinale Borgia banchettò nel suo palazzo li 2 Ambasciatori di Spagna con altri Personaggi, et vi fece recitare anco una comedia in lingua spagnola». 22 Noticia de ello se tiene en la crónica de la embajada extraordinaria ante el papa que realizó en 1627 el condestable de Navarra en nombre del rey Felipe IV. En un suntuoso banquete ofrecido por Borja el condestable y su séquito pudieron disfrutar de «la Musica de los criados del cardenal, cosa tan grande que aunque nos pudiera tirar el amor de la guitarra española, suspendían los ánimos Harpas, Clavicembalos, Revequines y Tiorbas, alternando entre voces de suavisimos açentos que regalaron el oido». Véase al respecto A. DE MENDOZA, Relación del viage del señor Condestable de Navarra a la embaxada de Roma por la Magestad Catholica del Rey Nuestro Señor Don Phelipe Quarto, Roma, Guillermo Fachoto, 1627. 23 G. A. RICCY, Memorie storiche dell’antichissima città di Alba-Longa e dell’Albano moderno, Roma, G. Zempel, 1787, p. 246: «1630. Il Cardinal Gaspare Borgia Spagnuolo […] fù destinato alla Cattedra Albanese il 15 Luglio del 1630, e fù il secondo della sua famiglia. Risiedeva egli a Roma come Legato del Rè Cattolico, ed ebbe la carica d’Inquisitore del S. Offizio in Spagna. Era vigilante pastore dell’ovile ed amava che la città si agumentasse de fabbriche, e di luoghi pii. Ammise perciò un Monastero di donne in Albano che formarono clausura li 18 Marzo del 1631». 24 G. MORONI, Dizionario cit., I, p. 190. 25 Agradezco la atenta respuesta de las monjas clarisas de Albano a mi consulta sobre la existencia en su convento de testimonios relativos al cardenal Borja, de quien las hermanas aseguran haber perdido cualquier huella. 26 Nada dice sobre ella la monografía de H. VLIEGHE, Gaspar de Crayer, sa vie et ses oeuvres, 2 vols., Bruselas, Arcade, 1972. Crayer nunca estuvo en Italia, pero trabajó intensamente para las élites de la monarquía hispánica. Cuadros suyos de la Piedad con formato apaisado se encuentran en el museo de Viena y en la Capilla de la Santa Sangre de Brujas. 27 G. GIGLI, Diario di Roma, 2 vols., Roma, Colombo, 1994, I, p. 255: «Alla fine di questo Anno 1634 Papa Urbano 8º publicò una bolla severissima, che tutti li vescovi andassero alla loro Residenza sotto pena di Scomunica, et così molti cardinali, e vescovi, et Preti, che havevano benefitij, furno forzati di andarsene via in tal modo che molti partirno, mentre era il tempo pessimo con pioggia, e neve, perchè si erano trattenuti fino all’ultimo termine prefisso. Questa Bolla fu fatta principalmente, per quanto si diceva, acciochè dovesse partire di Roma il cardinale Borgia, il quale in molte cose haveva dato disgusto al Papa, et gli era stato contrario, ma avenne che, partendosene altri, lui solo temporeggiava a partire, sotto varii pretesti, scusandosi, che non poteva partire, perchè stava come Ambasciatore del Re di Spagna, et per altre cagioni, risoluto anche di rinuntiare il vescovato». 28 Ivi, p. 268: «A dì 29 Aprile [del 1635] partì di Roma il Card. Borgia [...] et fu meraviglia di vedere il popolo concorso a vederlo quando partiva, perchè questo cardinale faceva in Roma infinite limosine, et manteneva molte povere famiglie, et persone bisognose di modo che, si dice, che spendeva doi mila scudi il mese, senza quelli, che non si sapevano, et però quando partì, la piazza de’ Santi Apostoli, dove lui habitava era tutta piena di gente, che alzavano le voci, et si dolevano, che partendo lui, restavano privi di aiuto così grande». 29 AHN, 636, sin foliar, 1639, 4 de septiembre, el cardenal Borja recibe de Roma «pinturas»; publicado por M. MORÁN TURINA, Importaciones y exportaciones de pinturas en el siglo XVII a través de los registros de los libros de paso, en Madrid en el contexto de los hispánico desde la época del descubrimiento, 2 vols., actas del congreso, Madrid, Universidad Complutense, 1994, II, pp. 543-562: 553. 30 Sobre la compleja cuestión de los retratos del cardenal, véase J. LÓPEZ-REY, On Velázquez’s Portraits of

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Cardinal Borja, en «The Art Bulletin», XXVIII, 1946, pp. 270-274; J. BROWN, A Portrait Drawing by Velázquez, en «Master Drawings», 14, 1976, pp. 46-51; G. SERRANO DE ENTRAMBASAGUAS, El misterio del último retrato del Cardenal Borja, Madrid, SCYC, 2004. 31 Es el caso de Santa Francesca Romana o la Virgen de Santa María la Mayor. Publican el inventario M. BURKE-P. CHERRY, Spanish Inventories, I. Collections of Paintings in Madrid (1601-1755), 2 vols., Los Ángeles, The Paul Getty Foundation, 1997, I, pp. 392-406. 32 BAV, Ottob. Lat. 3350, I, c. 37 r, Aviso de Roma, 3 de febrero de 1646: «Il Sig.r Cardinale Borgia Arcivescovo di Siviglia hà mandato ordine di Spagna che alla Santità di Nostro Signore si presenti un servitio intiero da Messa fatto d’oro massiccio, cioè croce, 6 candelieri, patena, calice, ampolline, e piattino valuta in tutto di 10 milla scudi». 33 Ivi, cc. 54 r – v, Aviso de Roma, 17 de febrero de 1646: «Si è havuto avviso della morte del S.re Cardinale Borgia seguita in Madrid, il quale havendo fatto testamento ha instituido herede universale il Duca di Gandia con peso di sodisfare diversi legati pij, et in particolare, à due suoi nepoti un quadro per ciascuno, à D. Melchior Borgia suo fratello una tapezzeria, alla Cappella dove vuol’essere sepellito alcune poche migliaia de scudi, e 6000 ducati da distribuire trà la sua famiglia». 34 Diccionario Biográfico Español cit., ad vocem, XI, pp. 740-741, con bibliografía precedente. 35 BAV, Ottob. Lat. 3337, II, c. 202 r, Aviso de Roma, 13 de Julio de 1630: «Li Cardinali Sandoval, Panfilio, et Albornoz sabbato matina fecero la loro solenne entrata dalla porta del Popolo levati dal Sac. Collegio alla Ponteficale con nobile, et numerosa cavalcata, et gionti al Quirinale riceverono da N. S.re nel Concistorio publico il Cappelo Cardinalitio, et poi dal Cardinal Barberino furono sontuosamente banchetatti». 36 AGS, Estado, 3141, Relación del estado en que se halla la corte de Roma, s/f: «El cardenal Albornoz [… ] por haber estado tanto tiempo en Roma se ha hecho práctico en la Corte. Es muy amado por su cortesía y la mayor parte del colegio de cardenales le estima y quiere. Es persona que obrará más por medios suaves que por los rigurosos, pero tratándose del servicio del rey se debe esperar que usará de todos». 37 BAV, Ottob. Lat. 3343, I, c. 49 r, Aviso de Roma, 2 de febrero de 1641 «Il S.re Cardinale Albornoz si è ritirato alla Villa del S.re Abbate Peretti per starvi qualche giorno, e per risparmiare le spese che si bisognarebbe fare alli Personaggi che andarebbero in Casa sua, in questo Carnevale, scusandosi in ciò che non gli venghino l’entrate da Spagna per causa della guerra, et che habbi fatto instanza al Rè Cattolico di provederlo di qualche pensione d’altro, acciò si possa mantenere in questa Corte». 38 M. TAÍN GUZMÁN, Il cardinale Gil Carrillo de Albornoz e il conte Iñigo Vélez de Guevara, figure chiave del soggiorno romano e del gusto artistico del canonico José de Vega y Verdugo, en «Studi di Storia dell’Arte», 19, 2008, pp. 305-322. 39 BAV, Ottob. Lat. 3352, II, cc. 274 v – 275 r, Aviso de Roma, 1 de agosto de 1648: «Il S.r Cardinale Albornoz per sua habitatione hà presso il Palazzo della S.ta Casa di Loreto in Campo Marzio dove stava il S.r Cardinal Palotto per 1300 scudi l’anno lasciando quello che ora tiene in Piazza Colonna alla S.ra Principessa di Rossano». 40 ASC, Archivio Generale Urbano, Sezione I, Not. J. Morer, vol. 514, anno 1649, 17 de diciembre de 1649: «que todas las ventanas, vidrieras y frescos que están puestos en la casa que habito, quiero se queden en ella». 41 C. B. PIAZZA, La gerarchia cardinalizia, Roma, Bernabò, 1703, p. 230: «delizioso palazzo con giardino bellissimo, fabbricato con molte industrie, per renderlo com’era cómodo, e vago per suo deporto geniale nelle stagioni più moleste dal Card. Egidio Carrillo Albernoz [...] e quivi si ritirò nel tempo delle sue passioni di animo, delle quali fù travagliato, e vi contrasse l’ultima sua infermità; per la quale vi morì». 42 G. TOMASSETTI, La campagna romana antica, medievale e moderna, Roma, E. Loescher, 1913, p. 435: «grandioso palazzo casi cadente […] costruito di tufi irregolari […] di forma rettangolare con quattro torri sporgenti agli angoli […] e nell’interno […] avanzi di sale grandiose con volte robuste precipitate». Véase también G. M. LORETTI, Brevi cenni su la storia di Zagarolo. Origini e periodo colonnese, Zagarolo, Associazione Lauretana, 2002, p. 31. 43 A. NEGRO, Committenza e produzione artistica del ducato di Zagarolo dai Ludovisi ai Rospigliosi, en L’Arte per i Papi e per i principi nella campagna romana. Grande pittura del ’600 e del ’700, 2 vols., catálogo de exposición, Roma, Museo Nazionale di Palazzo Venezia, 8 marzo-13 maggio 1990, Roma, Quasar, 1990, II, pp. 201-239: 211-212 y 233; G. VERGINELLI, Il complesso dell’Annunziata di Zagarolo. Origine e sviluppo, Roma, International Communications, 2007.

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44 C. B. PIAZZA, La gerarchia cit., p. 664, menciona una inscripción del convento que reza: «Aegidius Hispanus Cardenalis Albornotius Tit. S. Petri in Monte Aureo suis expensas fieri mandavit Anno Dom. MDCXLV». 45 J. A. FÉLIBIEN, Entretiens sur les vies et sur les ouvrages des plus excellens peintres, anciens et modernes, París, Pierre le Petit, 1688, p. 655: «Stella s’arresta [en 1634] à Milan où il fut saluër le Cardinal Albornos qui en estoit Gouverneur, & duquel il estoit connu. Ce Cardinal tascha de l’arrester, luy offrant la direction de l’Académie de Peinture fondée par Saint Charles, mais il le remercia; & lorsque’il prit congé de son Eminence, il receût d’elle une chaisne d’or». 46 ASC, Archivio Generale Urbano, Sezione I, Not. J. Morer, vol. 524, c. 6 v, Roma, 18 de enero de 1643. El notario, requerido por el Cardenal Albornoz, recibió juramento «en forma de derecho del S.r Don Placido Suarez de Zuñiga, Clerigo de menores ordenes natural del obispado de Tuy Gentilhombre de dicho E.mo S.r Card.l [Albornoz], y de Placido de Bartoli pintor natural de la Ciudad de Messina […] los quales en virtud del dicho juramento que en mis manos hizieron atestiguaron y dixeron es a saber, el dicho S.r Don Placido Suarez de Zuñiga, que antes de hier diez y seis del presente mes de enero vió al dicho Em.mo S.r Card.l en el Palacio del Principe Ludovisio del lugar de Zagarola Diócesis de Palestrina, distante desta alma Ciudad de Roma doze millas, y el dicho Placido de Bartoli assi mismo dixo y atestiguó, que vió al mesmo Em.mo S.r Card.l en onze del presente mes vivo y sano por gracia del Señor […]». 47 B. GASPARONI, Il Buonarrotti, scritti sopra le arti e le lettere, Roma, Tipografia delle Scienze Matematiche, 1870, V, p. 124. El mismo registro del barrio de Campo Marzio ha sido vuelto a publicar por D. BODART, La Descrizione del Rione di Campo Marzio di Roma: artistes à Rome durant la peste de 1656, en «Bulletin de l’Institut Historique Belge de Rome», XXXVIII, 1967, pp. 475-531. 48 Agradezco al profesor Massimiliano Marafon Pecoraro, de la Universidad de Palermo, el haberme confirmado la falta de referencias a Bartoli en la historiografía artística siciliana. 49 A. ANSELMI, Arte, politica e diplomazia: Tiziano, Correggio, Raffaello, l’investitura di Piombino e notizie su agenti spagnoli a Roma, en E. CROPPER, dir., The Diplomacy of Art. Artistic Creation and Politics in Seicento Italy, Milán, Nuova Alfa Editoriale, 2000, pp. 101-120. 50 A. ANSELMI, Il Palazzo dell’Ambasciata di Spagna presso la Santa Sede, Roma, De Luca, 2001, pp. 7273 nota 29. 51 ASC, Archivio Generale Urbano, Sezione I, Not. J. Morer, vol. 526, sin foliar, Roma, 17 de diciembre de 1649: «Primeramente quiero que mi cuerpo sea depositado en la Yglesia del Hospitio de los Carmelitas descalços de España desta ciudad sin fausto ni convite, que para ello se haga y que desde allí se llebe al monasterio de la Encarnación de Talabera con los cuerpos de mi madre que estan en el Capitulo de San Francisco y con los guesos de mi Padre que esta en el Cielo y en los Carmelitas Descalços de Valladolid y que esto lo haga Don Diego Rubiales mi mayordomo ò el Padre Prior general de los Carmelitas descalços en el menor ruido que se pudiere para evitar de costas». 52 En su lápida se lee: «Pax. Aquí descansan los restos del ex.mo Cardenal D. Gil de Albornoz familia de las fundadoras de este monasterio. El dirigió desde Roma la construcción de esta iglesia». Véase al respecto Fray D. NEIRA, Monasterio cisterciense de la Encarnación, Talavera de la Reina, s. e., 2002, pp. 25-27 y 6061. Los planos para la construcción de la iglesia los dio fray Lorenzo de San Nicolás en 1625, antes por tanto de la marcha de Albornoz a Roma, por lo que resulta razonable pensar que desde la Urbe se interesase por el progreso de las obras comenzadas antes de su viaje. 53 ASC, Archivio Generale Urbano, Sezione I, Not. J. Morer, vol. 194, sin foliar, Roma, 25 de abril de 1654: «Este es el inventario de la ropa q. se halló en la casa donde vivió, y murió el S.r Don Diego Rubiales, difuncto que Dios haya. En el aposento donde murió Don Diego se halló una cama de nogal con sus quattro colunas pequeñas como usan en Conclave con su Cortinaje y Cubierta de color pavonazzo vieja todo lo qual Miguel de Riero dixo que era de la herencia de la buena memoria del S.r Card.l Albornoz […] It. una Caxa que dicho Miguel dixo que era para poner los paramentos de la Capilla del S.r Cardenal Albornoz (q. Dios haya) con dentro tovallas de mesa usadas, mas otras tres usadas, con una servilleta […] It una mesa grande con dos pies de Albuccio q dicho Miguel dixo q era de la herencia del dho S.r Card.l Albornoz […] En la Casa puesta en frente la Yglesia de San Andres delle Fratte Rion de Trevi».

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FUENTES IMPRESAS

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BIBLIOGRAFÍA

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Il tema dei rapporti artistici tra Roma e Madrid è stato affrontato inizialmente soprattutto in termini stilistici, concentrando l’attenzione, in particolare per quanto concerne il Seicento, sui rapporti tra Caravaggio e Velázquez. Negli ultimi decenni si è sviluppato un filone di studi che, senza trascurare il problema del linguaggio artistico, ha dedicato attenzione a molti altri pittori, ma anche a scultori e architetti e a problematiche come quelle della committenza, del collezionismo e dei rapporti tra arte, politica e diplomazia. Questo volume, che vede la partecipazione non solo di storici dell’arte, raccoglie i frutti più maturi di questo percorso. L’approccio interdisciplinare, che caratterizza i saggi qui pubblicati, mette in luce la complessità e ricchezza dei rapporti tra i due paesi. Nell’ambito delle sfaccettate relazioni tra l’Italia e la Spagna in epoca moderna, Roma e Madrid furono certamente i luoghi privilegiati degli incontri e degli scambi. Il volume, ricco di novità, getta nuova luce su un mondo affascinante, con originali scoperte, che arricchiscono la nostra conoscenza dei rapporti tra le due corti.

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Alessandra Anselmi è specializzata nello studio dei rapporti storico-artistici tra l’Italia e la Spagna in epoca moderna e insegna Storia dell’Arte Moderna presso l’Università della Calabria. Oltre a numerosi saggi su riviste italiane e straniere, tra le sue principali pubblicazioni Il Palazzo dell’Ambasciata di Spagna presso la Santa Sede, Roma, De Luca Editore, 2001; Il diario del viaggio in Spagna del cardinale Francesco Barberini scritto da Cassiano dal Pozzo, Madrid, Doce Calles, 2004; Le chiese spagnole nella Roma del Seicento e del Settecento, Roma, Gangemi, 2012; la cura dei volumi L’Immacolata nei rapporti tra l’Italia e la Spagna, Roma, De Luca Editori d’Arte, 2008; La Calabria del viceregno spagnolo storia arte architettura e urbanistica, Roma, Gangemi, 2009; Collezionismo e politica culturale nella Calabria vicereale borbonica e postunitaria, Roma, Gangemi, 2012.

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