Korstanje, M. A. 2010. Reflexividad y contextos para la comprensión académica: La inserción de la Arqueología en la Facultad de Ciencias Naturales e Instituto Miguel Lillo mediante la creación de dos Carreras Universitarias.

May 18, 2017 | Autor: Alejandra Korstanje | Categoría: Historia de la educación superior siglo XIX
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Descripción

11 REFLEXIVIDAD Y CONTEXTOS: ENSAYO SOBRE LA CREACIÓN DE DOS CARRERAS UNIVERSITARIAS EN ARQUEOLOGIA

Alejandra Korstanje

Intro… spección

Sabemos que hay muchas formas de narrar una misma situación o un mismo momento histórico, y que hay diferentes tipos de “documentación” que nos pueden llevar a comprenderla -y que ninguna de ellas es, por cierto, del todo inocente-. En toda investigación, es necesario citar fuentes o evidencias materiales que nos permitan sostener las ideas planteadas -es eso lo que da “erudición” y validez a una investigación-. Sin embargo, sabemos también que la documentación que queda en los archivos históricos, no siempre refleja la vivencia que de ese pasado tuvo la gente; por ello preferimos, cuando es posible, también apelar a la memoria de los individuos que fueron parte de tal proceso histórico (Bertranou 2004).

Cuando vemos qué quedó “documentado y archivado” de aquello que para nosotros fue un pasaje de nuestras propias vidas, una cierta incomodidad o malestar cultural empieza a rodearnos: el acervo escrito que quedó para una microhistoria institucional no da cuenta de lo que vivimos... Es entonces, que en los pasillos del inconsciente nos importunan los recuerdos de los gestos, de los estados alterados y de los silencios que no quedan en soporte físico alguno, recordándonos todo lo que no está documentado, pero que para nosotros efectivamente sucedió.

Sin pretender discurrir más sobre el malestar que genera la parcialidad de cualquier historia –aunque es un tema fascinante, porque intersecta muchos aspectos del conocimiento-, voy a usar aquí esta doble fuente de datos: la documentación escrita, y los testimonios de algunos testigos. Busco con ello, comprender matices y poner en el texto algunos de los colores, sonidos, sabores y sinsabores que cada situación ha tenido para quienes recorrimos

108 estos caminos juntos. El relato, por lo tanto, se constituirá en eso: una narración vivencial apoyada en documentación, y no una crónica de hechos con pretensiones de Historia Oficial. Sin embargo, el desacato o contravención explícita que realizaré en este artículo es no borrar -en aras de la “objetividad”mi propia vivencia. Por el contrario, el relato se irá articulando según el hilo de mi propia memoria, como testigo y también protagonista de esta historia.

Espero que quienes hayan anhelado encontrar otro tipo de narración, me sepan disculpar, pero es así como quiero escribirlo: remontando mi memoria pero controlando, con los cosidos de la documentación, que mis recuerdos no me jueguen una mala pasada, al punto de terminar en una bonita fábula sólo existente en mi imaginación.

Como fruto de la investigación realizada par este artículo, hay algunas observaciones que introduczco que no habían formado parte de aquello “vivido”. En ese sentido, el en juego de notas y fechas dentro del expediente, pueden aparecer nuevas preguntas relacionadas al origen y desarrollo de la carrera, que no habían sido vislumbradas en aquellos tiempos.

Se Buscan Recursos Humanos para el Patrimonio Cultural

La primera Licenciatura en Ciencias Antropológicas se crea en Tucumán en el año 1947 con las especialidades de Etnografía, Antropología Física y Lingüística. Es la primera carrera de Antropología en la Argentina1, y sin embargo la misma sólo tuvo tres graduados antes de ser cerrada en 1952. No hay registros en los archivos del IAM sobre ella, y no tuvo consecuencias duraderas, ni relación con las carreras actuales, de modo que dejo para otros historiadores/as el historiarla (aunque por cierto que es un tema muy interesante para quienes hagan Historia de la Antropología). Su vinculación más sobresaliente en relación al IAM es que uno de los graduados, el Lic. 1

Las Carreras de las Universidades de Buenos Aires y La Plata, que fueron por muchos años hegemónicas en el panorama antropológico nacional, fueron creadas recién a finales de la década del 50’, al igual que la de Rosario (Núñez Regueiro y Tartusi “Fundamentos para la Creación de una carrera de Arqueología” (1986), en folio 7 del Expte. 68473/86; Tartusi (1996), en Archivos de la autora.

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109 Miguel Ángel Torres, fue más tarde director del Museo de Prehistoria, como puede verse en otros artículos de este volumen.

El vacío que este temprano final deja en la formación de profesionales para la creciente actividad arqueológica lleva a otro intento frustrado para formar arqueólogos y antropólogos en Aguilares, según un plan del Prof. Dante Soria. Tampoco he encontrado documentación específica sobre el mismo2, sólo referencias en otros documentos, y en la memoria de quienes habrían sido invitados a participar como profesores3.

La vuelta a la democracia en 1983 trae en el país la reapertura de algunas de las carreras cerradas por la dictadura militar, junto con la renovación de planes de estudio y las ganas de encontrar nuevos rumbos para la Antropología. En ese nuevo escenario, y a partir de las recomendaciones aprobadas por el “Primer Encuentro de Antropólogos” realizado en octubre de 1985 en Buenos Aires, el IA organiza las “Jornadas de Política Científica para la Planificación de la Arqueología Argentina” (Horco Molle, Tucumán, octubre de 1986). Una de las comisiones de trabajo será la de Recursos Humanos en Arqueología4, y entre sus recomendaciones figuran el “Apoyo a la creación de la carrera de arqueología en Tucumán” (primer punto) y la realización de una reunión entre los estamentos de las distintas Universidades donde se enseña Antropología, para unificar criterios respecto a los objetivos, planes y contenidos de las carreras de Antropología. Es muy interesante que planteen además, en el marco de la discusión de la creación de nuevas carreras, que:

“Visto el viejo problema epistemológico sobre la implementación de las carreras de Antropología, ya sea en el ámbito de las Ciencias Naturales (Ej. Museo de La Plata), ya sea en las facultades de Filosofía y/o Humanidades, (Ej. Bs. 2

Es probable que, de existir, esta información esté en los archivos de la Facultad de Filosofía y Letras, unidad de la que dependía en ese entonces el Instituto. Intentamos buscar esos archivos, pero tampoco nos resultó fácil el acceso a los mismos, por las condiciones de los depósitos. 3 Testimonio de Luis Vuoto, que ante tal invitación solicitó ver el Programa de la carrera, sin obtener respuesta satisfactoria. 4 La misma estuvo presidida por Ana María Lorandi, Néstor Kristzkausky y Jorge Rodríguez.

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110 As. Rosario), estas Jornadas estiman que las Ciencias Antropológicas, integradas por ambos campos del saber configuran una realidad particular, en función de lo cual se recomienda la constitución de una instancia de discusión a nivel nacional que analice la creación de organismos académicos que le sean específicos, ya sean escuelas, institutos o facultades” (Actas 1986, s/nº de página, en Archivos de la autora).

Las prevenciones no eran en vano, a pesar de que tal instancia nunca se creó. No sólo el debate sobre la paternidad o maternidad institucional se discutió álgidamente en tales jornadas, sino que Víctor Núñez Regueiro y Marta Tartusi sabrían que se encontrarían con este dilema también más adelante (o quizás, ya se habían tropezado con el mismo).

Por otra parte, también se discute en esta comisión la pertinencia de la formación de recursos humanos a nivel de técnicos y se aconseja la creación de carreras técnicas de nivel intermedio

“pero con dos salvaguardas fundamentales: 1.1. Fijar con precisión las incumbencias del arqueólogo y gestionar urgentemente la colegiación de la profesión5. 1.2. Fijar claramente distintos niveles de técnicas y sus respectivas incumbencias” (ibíd.).

La única carrera con título intermedio que se creó desde entonces fue la de Tucumán, por lo que estas recomendaciones parecen haber sido un traje a medida para la misma. Dentro de los documentos de trabajo de esta comisión figura, además, uno específico sobre museología (Núñez Regueiro et al. s/f. en Archivos de la autora), donde se explicita el valor de la difusión, enseñanza y musealización para la defensa del patrimonio arqueológico y se propone

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Aunque una institución nacional como la A.A.P.R.A. ha intentado la defensa de la profesión, pasaron más de veinte años para que se vislumbrara en Tucumán la urgencia de crear un Colegio de Arqueólogos, actualmente en formación.

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111 específicamente una proyección hacia la comunidad a través de la realización de museos de sitio.

La discusión del Plan de Estudios, entonces, se planteó ante la comunidad arqueológica en dichas Jornadas quizás, no sólo con el objeto de poder elaborar el diagnóstico de situación del estado de la disciplina en el país, sino como necesidad de tener un respaldo formal de la comunidad arqueológica nacional al proyecto de carrera en Tucumán, ya que como veremos más adelante, las disputas por la creación de la misma ya habían comenzado.

En adelante, siempre que haga referencia a un folio, el mismo pertenece al siguiente corpus documental (salvo que aclare lo contrario): Expediente: 68473/86 (Fac. de Cs. Naturales) Causante: Instituto de Arqueología U.N.T. Asunto: (ilegible) LA CREACION DE LA CARRERA DE ARQUEOLOGIA EN LA FACULTAD DE CIENCIAS NATURALES E INSTITUTO MIGUEL LILLO.-

Sin embargo, antes de entrar a analizar su contenido es necesario contextualizar la necesidad de creación de tales carreras. Me parece que el documento que en 1991 escribe V. Núñez Regueiro (Documento sin título. Archivos IAM) puede sintetizar tal situación. En el mismo describe que, al asumir la Dirección, en enero de 1986, en líneas generales la situación de la Arqueología en Tucumán era la siguiente (el destacado me pertenece):

“- acefalía en la Dirección desde varios años atrás, - falta de espacio físico adecuado, - ausencia de líneas de investigación, - existencia de una colección de más de 5.000 piezas arqueológicas y etnográficas, la mayor parte de ella sin documentación adecuada, - carencia total de documentación relativa a las investigaciones realizadas y, - crítica escasez de recursos humanos con posibilidad de encarar la problemática arqueológica de la región”. Y hacia al final del mismo, aclara que:

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112 “El Instituto de Arqueología de la Universidad Nacional de Tucumán encara, la Defensa del Patrimonio Cultural, a través de hechos concretos que podemos sintetizar en la siguiente forma: (…) - la formación de recursos humanos locales, a través de la carrera de Arqueología, tomada como un proyecto serio a largo plazo en 1987, dará como resultado, que de la de Tucumán egresen los primeros Técnicos en Museos Arqueológicos del país en 1990, los que serán arqueólogos profesionales en 1992”. Era acertado, entonces, que el proyecto inicial que elaboraran para ir solucionando éstos y otros problemas incluyera, en un punto tan central como inmediato, la creación de una Carrera de Arqueología en Tucumán, con salida intermedia con un título de Técnico en Documentación y Museología Arqueológica. Sin embargo, aquí aparece un punto de inconsistencia entre la historia contada en aquellos años y la cronología de los hechos; inconsistencia que puede ser de no poca importancia para la trama de esta historia: en el proyecto de “creación del Instituto de Arqueología“ (en realidad, una refundación), presentado por Núñez Regueiro al entonces Rector de la UNT, E.F.Virla, en el mismo año 19866, donde minuciosamente se hace mención a todos los componentes propuestos para su desarrollo y proyección al medio, no figura siquiera como una alternativa de largo plazo, la intención de crear una carrera de grado en Arqueología. Tales “Bases” tampoco mencionan como un problema acuciante la falta de recursos humanos en el tema, y sólo plantean, en lo que se denomina “Área Docencia y Extensión Cultural”, la programación de cursos de actualización “para egresados de las carreras universitarias”; la coordinación con la Cátedra de Prehistoria y Arqueología Americana (sic) de la Facultad de Filosofía y Letras, y la creación de una Escuela Práctica de Campo. Esta última, que sería la única novedad real, iba a ser planteada en las Jornadas de Política Científica a realizarse en Horco Molle, “con la finalidad de coordinar tareas de formación y perfeccionamiento de recursos humanos en Arqueología, con el objeto de estudiar la posibilidad de implementar una Escuela Práctica de Campo interdisciplinaria” (folio 16).

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“Bases para la Creación del Instituto de Arqueología” (Expediente Rectorado Nº 00226/86).

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113 Es entonces llamativo, que en un proyecto de la envergadura de estas “bases”, que incluía con gran solvencia y conocimiento del tema todas las áreas posibles (biblioteca, archivos, investigación, docencia, museo, edificios, entre muchos otros) no estuviera planteada la idea de una Carrera de Arqueología, tal como se manifestó después. Incluso, en el informe que se eleva posteriormente al Rector sobre las actividades realizadas en el mismo año 1996, firmado por Marta Tartusi como Asistente de Dirección, figura dentro del acápite “TAREAS REALIZADAS, NO PROYECTADAS ANTERIORMENTE” el siguiente punto: 1) Elaboración del Proyecto de creación de la carrera de Arqueología, que el Prof. Víctor Núñez Regueiro presentó ante el Consejo de la Facultad de Ciencias Naturales el 18 de septiembre7

Esto es: si la carrera no estaba pensada al inicio de la gestión Núñez Regueiro como algo prioritario –y sin embargo, es luego siempre mencionada como su mayor logro-, ¿qué hizo que en el camino se tomara rápidamente la decisión de crearla?

Marcando Territorios: ¿De Quién es la Arqueología?

Para empezar, digamos que el espíritu de creación viene desde fábrica con una marca territorial bien clara que, de algún modo, signó también los avatares del Instituto: ¿Naturaleza o Historia (o Cultura)?

Qué interesante pregunta, o mejor dicho, qué interesante que la gente aún se haya estado haciendo esta pregunta, habiendo pasado tanta agua y discusión bajo los puentes de las clasificaciones de las ciencias. A pesar de ello, en la conformación de la carrera de Tucumán no se entra de fondo en la cuestión sino que se responde de un modo instrumental y no filosófico8: si éste será el objeto de las disputas, revisemos entonces lo que dicen Núñez Regueiro y Tartusi, en el folio 11, bajo el título “Motivos para la inserción de la Carrera en la Facultad de Ciencias Naturales”:

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Mismo expediente, Referente 1, folio 65. Situación que, no obstante, no salvó la distancia epistémica que significó para todos nosotros hacer Ciencias Sociales en una facultad de Ciencias Naturales. 8

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Si bien la Arqueología es una ciencia eminentemente histórica, cuyo objetivo fundamental es el estudio de las culturas de los pueblos del pasado, su inserción dentro de una Facultad determinada es un problema de índole académica que se relaciona directamente con las necesidades inherentes a la formación profesional, y no un problema filosófico de clasificación de las ciencias. Por estas razones, y considerando que la mayor parte de las materias que ya existen en la Universidad Nacional de Tucumán, utilizables para la carrera de Arqueología, se dictan en esa Facultad, especialmente en la carrera de Geología; y que por la índole de su trabajo (eminentemente de campo), el arqueólogo posee grandes afinidades con los geólogos, paleontólogos y naturalistas de campo, es con ellos con quienes más frecuentemente tiene que relacionarse a nivel de interdisciplina. Esta es también una razón de peso para insertar la carrera de Arqueología dentro de la Facultad mencionada, ya que facilitaría y enriquecería la posibilidad de experiencia interdisciplinaria en el terreno. Folios 1 a 10: Propuesta de Plan de Estudios Folio 11: Motivos por los que debe estar en Ciencias Naturales Folio 12: Nota de elevación (fechada el 14 de agosto de 1986) Folios 13: Comisión para emitir informe (Víctor Núñez Regueiro, Marta Tartusi, Jaime Powel, Luis Grosso, Carlos Roberto González y José Manuel Sayago). Folios 14 a 16: Designación de la comisión encargada de estudiar la creación de la carrera.

Y aquí vuelvo a la memoria individual y colectiva, aquella que ayuda a encontrar hilos que fueron ocultados o que simplemente se perdieron cual hilvanes provisorios de un traje, en el transcurso de su realización. Además de ser interesante la preponderancia de la orientación geológica entre los integrantes de dicha comisión ad hoc9, me llamó la atención una renuncia muy temprana a la comisión, sin explicitación de los motivos de la misma. El Expte. citado deja asentada en el Art 1º de una resolución del HCD, la renuncia del Dr. Carlos Roberto González a la comisión ad hoc designada por el entonces Decano Normalizador, Dr. F. Aceñolaza, para el estudio de la creación de la 9

También se incorporación el Sr. Waldo Pérez, sin explicar sus fundamentos, pero es posible que el Sr. Pérez fuera entonces estudiante de Geología, -según recuerdan los colegas entrevistados-, y por ese motivo se habría incorporado a la comisión.

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115 Carrera. Pero además, hay un extraño artículo 2º que dice: “Dar por finalizadas las funciones de los restantes miembros de la Comisión ad-hoc encargada del estudio de la carrera de 10

ARQUEOLOGÍA, designada por resolución nº 279/85” .

¿Qué comisión era esa? ¿Por qué se dan por finalizadas sus funciones? ¿Por qué tales motivos no figuran anexados a este mismo expediente? Con estas y otras preguntas en mente, realicé entrevistas a algunos de los integrantes de tal comisión (Drs. J. Powell, J.M. Sayago y C.R. González), de la Comisión de Enseñanza y Disciplina (Dra. E. Teisaire y Dr. J. Avila) y los entonces Decano Normalizador (Dr. Florencio Aceñolaza) y Secretaria Académica (Dra. M. Lizarralde de Grosso), con el objetivo de conocer qué temas se debatieron en aquellos años11. De este modo, por ejemplo, tuve la oportunidad de entender los motivos de la renuncia del Dr. González: es que existía un expediente previo, iniciado el año anterior (1985), donde González solicitaba se contemple la creación de una Carrera de Arqueología en la Facultad de Ciencias Naturales (Expte. 65.239/85. 6-6-1985, Archivos González, Figura 1). En el mismo hace referencia al “escaso conocimiento sobre el valioso y rico patrimonio arqueológico del NOA debido a la falta de especialistas”, y a “la creciente predación a que son sometidos los yacimientos por parte de aficionados sin una preparación adecuada o coleccionistas particulares”. Un mes después, el Honorable Consejo Académico Normalizador Consultivo de la Facultad de Ciencias Naturales aprueba (Res. 10-7-1985. Archivos González) la integración de una comisión ad hoc para el estudio del tema, formada por: Dr. Carlos R. González; Geol. Jaime E. Powell; Lic. Sonia Turk y Lic. María Rosa Figueroa Romero12. Posteriormente a tal resolución, hay una nota de la Secretaria Académica, Dra. M. Lizarralde de Grosso, sugiriendo en acuerdo con el H. Consejo Académico, que “se ponga en contacto con el grupo de Antropología de la U.N.T., y con el Instituto de Antropología de la Universidad Prov. de La Rioja (Directora: Lic. Amanda Rosa Giordano) para la

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Folio 19. Hubiera sido interesante también volver a entrevistar al Dr. Núñez Regueiro, pero se encuentra viviendo en otra provincia. 12 Los integrantes de esta comisión pertenecen a las áreas de Geología, Paleontología, Ecología y Botánica. 11

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116 implementación de la carrera en esta Casa13” (Res. 148/85. Archivos González).

Sin embargo, tanto González, como Lizarralde de Grosso, como Aceñolaza dicen que no llegaron a ponerse en contacto con la gente del Museo en ese momento; pero Aceñolaza, recordó -ante mi pregunta explícita-, que a Núñez Regueiro lo conoció cuando fue a la Facultad a ofrecer el proyecto de carrera universitaria en ese ámbito. Previamente, en una conferencia que habría dado Alberto Rex González en Tucumán, surgió la idea de que fuera Núñez Regueiro quien viniera a ocupar el cargo de Director de Instituto, y también con el apoyo de A.R. González es que se da impulso a la carrera en Ciencias Naturales. Según el entrevistado, esta opinión fue de gran peso para que la carrera se creara en Tucumán y en el ámbito de esta Facultad.

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El Dr. González dice que no llegaron a ponerse en contacto con Núñez Regueiro, que lo conocieron poco tiempo después ya presidiendo la comisión para la creación de la carrera.

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Figura 1: Primer antecedente en la Facultad de Ciencias Naturales del interés por la creación de una Carrera de Arqueología

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118 Volviendo a aquel primer intento de creación, la nota de referencia, donde se explicitan los motivos de la renuncia de González, no fue adjuntada al expediente (lo que me resultó llamativo y fue el motor de la búsqueda en la memoria de la gente) y se encuentra hoy sólo en los archivos personales del mismo, pero con sello de Mesa de Entradas (recibido el día 2/9/86). En la misma se explicita que, habiendo sido designado para presidir la Comisión de estudio de la carrera propuesta por él, tiempo después y “sin que se me haya comunicado la caducidad de la Comisión anteriormente designada, ni se haga referencia a dicho antecedente, por resolución Nº 331/86 se designa una nueva Comisión con la misma finalidad” (el subrayado es mío). Avatares de la historia y silencios de los expedientes y documentaciones que nos quedan para reconstruir la historia institucional: por algún motivo (que de desliz casual no tiene nada, ya que ordinariamente se debería haber incluido tal nota en el Expediente), se ha borrado de la documentación un intento anterior al de Núñez Regueiro y Tartusi de crear la carrera de Arqueología en nuestra Facultad. Avatares de la documentación institucional que, como decía al principio, nunca es del todo inocente y es por eso que para reconstruirla es necesario apelar a las otras memorias. De todos modos, uno/a de los entrevistados de la Comisión de Enseñanza y Disciplina recuerda haber pedido el Expte. 65.239/85 y, al ver que la comisión anterior no había avanzado en la tarea de la creación de la carrera, consideraron que era propicio dar lugar a la nueva gestión, donde además había un reconocido arqueólogo a cargo.

En cuanto al resto de los entrevistados de la Comisión ad hoc, si bien se excusaron en la fragilidad de sus memorias para remontar los sucesos de aquellos años, las respuestas fueron bastante coincidentes en algunos puntos sobre lo que sucedió en dicha comisión. Las reuniones no habrían sido muchas (entre dos y tres) y siempre lideradas por Núñez Regueiro, que exponía su proyecto. No recuerdan que haya habido disidencias en el seno de la comisión, pero tampoco que hubiera debate alguno. Más bien iban a escuchar las exposiciones que se hacían sobre el plan. Sin embargo sí hubo cambios

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119 sustanciales desde el plan presentado originalmente a aquel que aprueba el HCD de la Facultad14.

Desde sus perspectivas de geólogos con diferentes especialidades, veían con buenos ojos la creación de esta carrera en Ciencias Naturales ya que había muchos temas en los que la interdisciplinariedad generaba coincidencias, y había antecedentes similares, como el del Museo de La Plata. Powell recuerda que Núñez Regueiro andaba con “un libro gordo bajo el brazo, donde se mostraban ejemplos de la relación entre Ciencias Naturales y Arqueología” 15. Posteriormente, una vez creada la carrera, se notó un generoso apoyo desde Rectorado para la creación de cargos, que no eran llamados a concurso.

Aquellos que eran autoridades de la Facultad (ya sea como Honorable Consejo Directivo –en adelante HCD- o como Secretaría Académica), en cambio, orientan sus recuerdos más hacia los motivos políticos de la creación de la carrera. También hay coincidencias cuando recuerdan que el proyecto estaba fuertemente respaldado por el entonces Decano, F. G. Aceñolaza, porque una de las preocupaciones del momento era que, a la hora de pelear por el presupuesto de la Facultad, se encontraban siempre con el mismo problema: la escasez de alumnos. La relación docente/alumno era uno de los parámetros que en esos años empezó a tallar fuerte, y ésta iba en contra de la distribución del presupuesto que se consideraba que la Facultad necesitaba. Algunos recuerdan que, en las conversaciones cotidianas la gente veía que el lugar más adecuado para la creación de la carrera era Filosofía y Letras, pero que la respuesta era que convenía por el presupuesto16. Incluso, recuerdan que hubo una discusión en tanto una nueva carrera implicaría más cargos docentes 14

El primer plan contenía 15 materias del Lillo, 4 de Filosofía y Letras, 1 de Geodesia y 12 de Arqueología. Entre las de Filosofía y Letras que desaparecieron estaban Filosofía de la Ciencia y Filosofía de la Historia. Además de que había una Historia de la Teoría Arqueológica que tampoco se concretó (folios 1 y 2). 15 Brothwell y Higgs (1980), sin dudas (fotocopiado en parte en folios 115-125). El libro es un compendio de técnicas de las Ciencias Naturales aplicadas a la Arqueología, de orientación procesual, que al haber sido recientemente traducido al español (la primera edición en inglés data de 1963), estaba muy en boga en esos años, y era la bibliografía ideal para fundamentar un proyecto de estas características. 16 En coincidencia con esta política, en ese tiempo también se trajo desde Filosofía y Letras la carrera del Profesorado en Biología.

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120 también, pero que la respuesta fue, que en este caso implicaba sólo alumnos, ya que los docentes “los proveería el Instituto de Arqueología, que no dependía ni dependería de la Facultad”.

Todo esto, a decir de los entrevistados, coincidía con una época de entusiasmo por la recientemente recobrada democracia, y por las primeras elecciones para las autoridades de la Facultad. En ese sentido, era como una “segunda fundación” de la misma y se quería tener más carreras y más alumnos.

Así, el proyecto presentado por Núñez Regueiro y Tartusi, pasó sin grandes inconvenientes por las mesas de debate y el H. Consejo Directivo de Ciencias Naturales (folios 20 a 128). El escollo mayor surgió a la hora de presentar la Carrera en el Honorable Consejo Superior de la UNT (en adelante, HCS), que debía aprobar el plan de estudios antes de ser girado al Ministerio de Educación. Aquí, la Comisión de Enseñanza y Disciplina del citado HCS pide que el expediente pase a la Facultad de Filosofía y Letras para que expida opinión (folio 137).

El Departamento de Historia de la Facultad de Filosofía y Letras (en adelante, FFyL), se expide en apenas veinte días. Reclama que la Arqueología es una Ciencia Social y que, como tal, no podía estar en una Facultad de Ciencias Naturales ni tener ese perfil17. Plantea además algunos puntos llamativos a esta altura de la discusión, como el mecanismo de cobertura de los cargos. Parecía entonces que el nudo de la cuestión no era si abrir la carrera o no, sino dónde hacerlo, en qué Facultad darle a luz. Sin embargo, como iré relatando, tampoco el problema era tan dicotómico, ni tan simple… Esta época la recuerdo bien. Yo era una estudiante avanzada de Historia, en la citada FFyL y estaba haciendo mi tesis de licenciatura en Arqueología bajo la dirección de V. Núñez Regueiro. Conocía las dos aguas y

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La propuesta de plan de estudios tenía, como veremos, un fuerte componente de materias biológicas y del llamado Núcleo Básico (Matemáticas, Física y Química), pero por sobre todo, una fuerte predominancia de asignaturas geológicas.

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121 por ello era la bisagra ideal para entender, negociar y destrabar el conflicto. Y ése fue mi rol, en esos meses durante los cuales el expediente quedó quieto.

Haciendo la investigación para este artículo, encontré mis apuntes de aquel entonces, cuando iba y venía acercando preguntas, respuestas y posiciones que otra vez no figuran en los expedientes, pero que eran el meollo de la cuestión. Es por eso que me quejo al principio de lo poco que queda en los archivos oficiales de lo que realmente está en juego, como una suerte más de hipocresía dentro de nuestra sociedad.

Como podrán ver, en las preguntas realizadas por los grupos opositores al proyecto –algunas sueltas y otras ordenadas del 1 al 15 (Figuras 2 y 3)- y en sus correspondientes respuestas dadas por Núñez Regueiro (Figuras 4, 5 y 6), ninguna de ellas se refería específicamente a las cuestiones epistemológicas, sino que era más bien una pugna de intereses políticos. Incluso la que se refiere despectivamente “al Lillo” como facultad tecnócrata y taxonomista, no implicaba que estas características sean necesariamente constitutivas a las Ciencias Naturales, sino más bien aparece como valoración circunstancial a la forma de hacer ciencia en dicha facultad. Los otros malestares que había por detrás estaban relacionados con la creación de los nuevos institutos dependientes de Rectorado, donde la mayor parte del personal no entraba por concurso, sino por designación directa del Rector, y donde para tomar decisiones no mediaba ningún consejo directivo, sino sólo la voluntad de sus directores.

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Respuestas de V. Núñez

Figura 2: Composición de la Comisión de Enseñanza y Disciplina, y primeras respuestas de Núñez Regueiro ante las preguntas del sector opositor al proyecto.

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Figura 3: Preguntas recogidas del sector opositor al proyecto (bajo mi responsabilidad en la síntesis).

Figura 4: Respuestas 1 a 8 de V. Núñez Regueiro (bajo mi responsabilidad en la síntesis).

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Figura 5: Respuestas 9 a 13 de V. Núñez Regueiro (bajo mi responsabilidad en la síntesis).

Figura 6: Respuestas 14 a 16 de V. Núñez Regueiro (bajo mi responsabilidad en la síntesis).

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En el ínterin, hubo un condimento más que hacía casi dramática la situación: en la provincia de Catamarca se acababa de aprobar la nueva Carrera de Arqueología -cuyo plan de estudios e idea se decía que habían sido copiados del de Tucumán-, y esto ponía en peligro la aprobación de otra carrera igual en una provincia tan cercana18.

Más allá de mi intervención circunstancial en colaborar para destrabar el conflicto, las suertes parecían estar echadas todas a favor de Ciencias Naturales en tanto Filosofía venía de una gestión ausente con el museo. Finalmente, un Consejero Superior estudiantil tomó el expediente en sus manos y movilizó lo que estaba dormido -o “cajoneado”19 como se dice en la jerga administrativa. En los folios 140 a 148 se expide la comisión de Enseñanza y Disciplina del HCS. Hace una síntesis de la propuesta original de Núñez Regueiro y Tartusi, fundamentando la necesidad de crear la carrera como una forma de detener la destrucción del patrimonio cultural, formando recursos humanos en Arqueología y no en Antropología con orientación Arqueología. A su vez, decide no expedirse sobre el magíster y doctorado. Retoma la idea del dictamen de la Fac. de Filosofía y Letras en el sentido de que es necesaria la carrera, pero desestima la controversia epistemológica (transcribo el punto 4.3.): “En relación a las cuestiones planteadas por la Facultad de Filosofía y Letras y la aparente controversia jurisdiccional entre ésta y la Facultad de Ciencias Naturales, consideramos que este problema epistemológico no incide en la creación de la Carrera de Arqueología”. Sigue la narración poniendo

al tráfico internacional ilegal de objetos arqueológicos y de arte en tercer puesto

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Es necesario recordar, que en esa época, los canales laborales para los arqueólogos profesionales eran aún escasísimos, por lo que como política de formación de recursos humanos, no parecía muy apropiada esta duplicación. La realidad después demostró, superando las expectativas más entusiastas, que ambas carreras eran necesarias para cubrir las demandas del medio. 19 Dicho consejero era Fernando Korstanje mi hermano, que contribuyó también desde su lugar a destrabar administrativamente y establecer la discusión en el HCS para este expediente. Se conoce como “cajoneado” a un expediente es ex profeso guardado en un lugar de difícil acceso, para dejarlo caer sin tratamiento el mayor tiempo posible, o cuando no se le da curso administrativo dejando sin responder las solicitudes realizadas en el mismo, y con el tiempo es archivado. En nuestra práctica universitaria, a veces si alguien no lo solicita y “lo sigue” directamente, el asunto no se trata y cae para siempre.

126 de la lista de los ilícitos más voluminosos en el mundo20 y piden, en la cláusula 6º, un presupuesto específico a la Facultad de Ciencias Naturales: Encomendar a la Facultad de Ciencias Naturales e Instituto Miguel Lillo, la urgente planificación y previsión presupuestaria para normalizar por Concurso, las Cátedras de la Carrera de Arqueología, así como para dotarlas de la infraestructura necesaria”21. Firman el

dictamen en mayoría: Carlos Fernández, Arnaldo Legname y alguien más, que no aclara la firma. En el folio 149, el 10 de Agosto, firma en disidencia el consejero de Filosofía y Letras, Fernando Rovetta, argumentando que ya hay una carrera en Catamarca, que es necesario establecer prioridades y compatibilizar las opciones de cada Universidad, y propone que no se cree la carrera a nivel de grado (pero sí de postgrado). Casi dos meses después, el Consejo Superior, con fecha 28 de octubre de 1987, crea la carrera de Arqueología (folios 150 a 162). La Carrera salió aprobada en 1987 tal y como había sido pensada por el matrimonio Núñez Regueiro. Fue una gran alegría. Recuerdo que esa noche fue una de las pocas veces en que salimos a festejar todos juntos, brindando en La Cosechera22.

Hoy, desde una mirada retrospectiva, sabemos que aquella vigilancia epistemológica hubiera tenía sentido. Lo sabemos nosotros/as y los/las colegas de Ciencias Naturales, con quienes nos ha costado tanto entendernos a lo largo de estos años. Sí que son perfiles diferentes. Son epistemologías diferentes y concepciones de vida diferentes en algún punto también. Por muchos años a unas y a otros nos costó adecuarnos a este desfasaje, y hasta nos propusimos hacer un taller donde discutiéramos estas diferencias 20

Es interesante cómo casi siempre este “tercer lugar” en el tráfico ilegal (en monto en dólares) es ocupado por diferentes actividades, dándole casi, al tercer lugar un carácter mítico. Mientras que el tráfico de armas y drogas van siempre primero y segundo, el tercero es ocupado, según quien habla, por el tráfico de antigüedades, de obras de arte contemporáneo, de personas, de bebés, de órganos humanos, etcétera. 21 La parte presupuestaria de esta cláusula por cierto, nunca se cumplió y es parte del origen de nuestras penurias como carreras universitarias. En cuanto a los concursos, comenzaron recién a partir del momento en que el IA pasó a depender de la FCN. 22 Bar tradicional de reunión de los intelectuales de Tucumán, en la esquina de las calles San Martín y Junín, que hoy ha cambiado su fisonomía y nombre.

126

127 acompañados por especialistas23. Sin embargo, en los años de creación de la carrera la diferencia no pasaba por la discusión epistemológica24 sino que, como en todos los campos de disputa, era un problema también de posicionamiento de poder (y esto a pesar de que la Arqueología todavía no se había perfilado como una profesión que tendría la importancia que hoy tiene). Los Comienzos de una Extraña Relación: La Arqueología en “el Lillo”25

La vinculación académica con la Facultad de Ciencias Naturales comenzó desde el momento en que se diseñó la carrera de Arqueología. Se inició así un vínculo formal entre la Facultad y el Instituto. Los docentes de la Carrera eran mayormente los investigadores del Instituto, cuyos cargos eran designaciones para investigación y dependían de Rectorado. La Facultad aportó muy poco por aquel entonces (dos cargos docentes de Adjunto Exclusiva, y nunca el presupuesto y espacio físico que solicita la Comisión del HCS para su aprobación)26. El resto de las asignaturas recaía por extensión de funciones en muchos docentes de las otras carreras, que nada sabían de la Arqueología, ni fueron preparados para recibir a estos nuevos alumnos y alumnas. No hubo tampoco un acomodamiento de espacios para nuestras cátedras. En el viejo edificio-chorizo y sin luz natural de San Martín 965, donde había sido confinado el Instituto, también se daban las clases, las consultas, todo, excepto los exámenes que se iban a tomar en el edificio de la Facultad.

El Plan de Estudios aprobado por el Ministerio de Educación en 1988 contemplaba 29 materias, de las cuales 19 pertenecían al ciclo intermedio -por el cual se obtenía un título de Técnico en Documentación y Museología 23

Fue una de las recomendaciones del Taller Docentes-estudiantil que se hizo en el año 1997: la realización de un Taller de Epistemología de las Ciencias Naturales y Sociales, se llegó a contactar a un especialista, pero nunca se concretó por falta de fondos. 24 Prueba de ello es que no insiste ni argumenta mejor en esto FFyL (siendo su puntal más importante), ni aún en el dictamen disidente de Rovetta. 25 Cuando hacemos referencia a “el Lillo”, es el modo familiar de nombrar a la Facultad de Ciencias Naturales e Instituto Miguel Lillo. Una mala jugada de la vida académica ha hecho que sea posible confundir este apelativo coloquial institucional con otra institución denominada “Fundación Miguel Lillo”, ambas tan difíciles de comprender separadamente que hasta un mismo predio universitario e investigadores/as comparten. Vale entonces, la aclaración de que para nosotros “el Lillo” es en este caso siempre la Facultad, dependiente de la UNT. 26 El Dr. Aceñolaza tuvo una visión distinta de este tema, en la entrevista: “La Facultad de Ciencias Naturales puso todas las materias que ya se dictaban en Ciencias Naturales”.

127

128 Arqueológica-, y el resto era el trayecto para obtener el título de Arqueólogo. No había materias optativas. Tenía a su vez cinco asignaturas obligatorias, pero que no figuraban en el plan: 1er. Año: Visitas a sitios arqueológicos a fines de reconocimiento; 2do. Año: Participación en trabajos de prospección; 3er. Año: Participación en excavaciones; 4to. Año: Coordinación de grupos de 2do y 3er Año; 5to. Año: Trabajos de campo, en lo posible relacionados con el trabajo final de carrera. En tanto estas prácticas de campo no tenían programa, tampoco se rendían, ni figuraban en la libreta universitaria y en el detalle de materias cursadas, pero eran obligatorias27.

Un 48 % de las materias eran asignaturas que ya existían en otras carreras universitarias, de las cuales 13 eran de Geología, 1 de Botánica y 1 de Letras. Las materias restantes pertenecían a Arqueología y una sola era específica de Museología. Estos datos desnudan la realidad que llevó a la creación de la carrera a la que hacían referencia los entrevistados: más alumnos pero sin nuevos profesores. Mucho había por hacer, no sólo para implementar las nuevas materias, sino para adecuar las ya existentes a las necesidades de la nueva profesión. Aceñolaza, como ex decano de aquel entonces, recuerda que había mucho entusiasmo, ya que el primer año se inscriben 180 estudiantes (cifra igual al resto de todos los ingresantes en las otras carreras de la Facultad), pero muchos de ellos eran gente mayor que se inscribían por vocación y curiosidad y luego no pudieron sostenerla. Mucho había por hacer, no sólo para implementar las nuevas materias, sino para adecuar las ya existentes a las necesidades de la nueva profesión. En el folio 217 se anexa al expediente general una nota del año 1989 por el cual V. Núñez Regueiro pide que se nombren comisiones ad hoc para estudiar los planes de las materias ya existentes en otras carreras de Ciencias Naturales que se van a ir incorporando a Arqueología. A partir de allí figura la organización de algunas comisiones para Sedimentología (con V. Núñez Regueiro, G. Bossi y A. Villanueva) y Biología General y Sistemática (V. Núñez Regueiro, M. L de Grosso, L. Giusti y A. Grau), Física, (M. Cárdenas, C. 27

Tres de éstas son incorporadas formalmente al nuevo Plan de Estudios, lo que dio la sensación de que eran más materias que antes.

128

129 Álvarez y F. Fernández). Hay dos comisiones donde no hay arqueólogos, pero después lo incorporan a Núñez Regueiro.

Las críticas que los alumnos fueron haciendo sentir año a año eran que, salvo honradas excepciones, las materias no tenían ninguna adecuación a la Carrera y los estudiantes debían simplemente pasar el mal trago de esforzarse para aprobar contenidos que nada tenían que ver con su vocación28. Un ejemplo de esto –único con resultado feliz- se dio ante el pedido de que se implemente Lingüística y Semiótica en la FFyL con contenidos para arqueologos. Desde allí se cursan notas referidas a la imposibilidad del dictado de una materia especial para los arqueólogos, pero donde se ofrece que cursen la asignatura Lingüística, de la Carrera de Letras, sin modificaciones29. Esta situación dura algunos años, hasta que se hace insostenible, incluso por los problemas administrativos que implicaba tomar exámenes en otra facultad. Luego de varias notas y pedidos de los estudiantes, la asignatura se comienza a dictar en Ciencias Naturales con la contratación de una profesora para la misma30.

En todo lo que respecta a diseño y seguimiento, en general el Director del IA funcionaba como director de la Carrera. Antes de la toma de decisiones todo le era previamente consultado. Por primera vez, en 1992, se designa una comisión ad hoc para evaluar la propuesta de Núñez Regueiro de cambio de correlatividades de la carrera, donde hay dos profesores de Arqueología diferentes a él y una estudiante. Esta comisión acuerda la propuesta de Núñez Regueiro sin cambio alguno (folio 233).

El expediente en sí no muestra más puntos de interés y se abre en 1992 un segundo cuerpo, que ya no consideramos dado que en general son todos

28

Entre los estudiantes de aquel entonces circulan aún hoy las bromas sobre los contenidos que debían aprender con detalle: “la luna”, “el petróleo”, y “los invertebrados precámbricos”. 29 Cabe aclarar que en la Carrera de Letras esta asignatura estaba en tercer año, por lo que los alumnos de dicha carrera llegaban a la misma con una formación y vocabulario técnico que no tenían los de Arqueología. 30 No sucedió lo mismo, sin embargo, con las otras asignaturas sin adecuación alguna a la Carrera, pero que se cursaban en Ciencias Naturales.

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130 trámites normales en una Carrera que ya tiene su rutina (correlatividades, cambios de cuatrimestre, notas varias, tribunales examinadores, etcétera).

La circunstancia de la estrecha relación con el Instituto de Arqueología, y la temprana incorporación de los estudiantes a las tareas de investigación en el campo, laboratorio y armado de museos, llevó también a que la relación con los alumnos/as fuera bastante particular. Como en toda carrera nueva, como eran pocos y valorados, se generó en los primeros años una suerte de sobreprotección y a su vez de control casi familiar hacia ellos (Figuras 7 y 8).

Inscritas ya cinco generaciones de estudiantes, fueron ellos mismos los que solicitaron la necesidad de realizar un cambio en el Plan de Estudios, que veremos en el siguiente punto. La condición que se había impuesto desde la superioridad para que se pudiera discutir el cambio de Plan era que hubiera al menos un graduado31.

31

El primer graduado de este Plan fue Horacio Bustos Thames (1994). A partir de ahí se inicia el ciclo de trabajo por el cambio del Plan de Estudios.

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Figura 7: Documento donde figura el listado de materiales que los alumnos que estaban cursando las materias de campo, debían llevar, previo control del IA (1992).

Figura 8: Listado de las primeras generaciones de alumnos de la Carrera y autorización del Director del IA para que los mismos retirasen libros de la biblioteca (1991).

Decíamos arriba que fue un inicio dificultoso y diría que también arriesgado, ya que la carrera se inició sin presupuesto alguno, a diferencia de 131

132 su cercana competidora en Catamarca. Parte de las consecuencias de esto aún hoy las sentimos autoridades, docentes y estudiantes. Sin embargo, estoy convencida de que aun así valió la pena. La apertura de la Carrera de Arqueología en la UNT (que incluía Museología en un único plan de estudios) fue y es muy importante para el desarrollo cultural del Noroeste argentino. Prueba de ello es la dificultad que hoy tenemos muchas veces de encontrar graduados/as disponibles para responder a todas las demandas de la sociedad, a pesar de que hay excelentes egresados que se han ido incorporando al mercado laboral y que son requeridos/as y respetados/as.

Más allá de la Carrera, ahora todos somos “el Lillo”

La incorporación definitiva a Ciencias Naturales vino en el año 1993. Un cambio en las políticas universitarias llevó al entonces Rector H. Ostengo a descentralizar el Rectorado -que se había convertido en la “Facultad” más grande, como se decía en aquel entonces- y derivar todos los institutos bajo su dependencia a las facultades más afines. Así fue como el Instituto de Arqueología pasó a Ciencias Naturales, con su personal, bienes, patrimonio museológico, biblioteca e historia a cuestas.

Si bien existía ya la articulación institucional a través de la Carrera de Arqueología, pasar a depender en su totalidad de la Facultad fue otro sacudón, que tuvo sus ventajas y desventajas, según los puntos de vista. Para muchos de nosotros, las ventajas fueron más importantes que las desventajas. En la Facultad existía un Consejo Directivo, las decisiones no eran unipersonales, tuvimos la oportunidad de concursar nuestros cargos y de empezar a gestionar nuestros subsidios y líneas de investigación. Para el Instituto se sumó la ventaja de que se formalizó un Reglamento y que a través del mismo, por primera vez en su historia institucional, el cargo de Director o Directora sería electivo, y la conducción sería conjunta con un Consejo de Dirección32. A partir 32

Así, el consejo de la Facultad aprueba un Reglamento para el Instituto a partir de dos propuestas diferentes elevadas por los/as profesores de Arqueología. Esta circunstancia significó un cisma -que se venía ya gestando-, y que se resolvió con la elección de Carlos Aschero como director del IAM, y la creación de un nuevo Instituto, el INTERDEA, dirigido por Víctor Núñez Regueiro.

132

133 de entonces, la estrecha vinculación del IA con la carrera empezó a flexibilizarse, y aparecieron otros espacios desde donde discutirla y mejorarla.

En el año 1996, los/as estudiantes que solicitaban el cambio del plan de estudios pidieron que la comisión para su tratamiento fuera elegida por votación, ejerciendo también aquí la democracia académica.

Me detendré un momento en este punto para celebrar esta práctica de elegir y ser elegido aún dentro de un ámbito científico, donde muchos creen que la democracia no es un bien, sino un yerro populista. La democracia universitaria -que no es de carácter “ciudadano” sino “estamentario”, porque el voto es diferenciado según roles-, debe ser ejercida en cada oportunidad en que haya que tomar decisiones. Por eso, elegir democráticamente a la comisión encargada de estudiar la factibilidad de realizar un cambio en el plan de estudios, fue un acierto. Quienes no lo entendieron así renunciaron a la misma –a pesar de haber sido votados-, pero el resto trabajamos por dos años sin descanso o intervalos, sabiendo que no sólo éramos representativos, sino que nos debíamos y debíamos consultar a quienes nos habían elegido para tal función. Durante ese tiempo se trabajó como cualquier comisión debe hacerlo: se hicieron rondas de consultas, consultas personales, consultas a documentos ministeriales, consultas a realidades nacionales y extranjeras, encuestas, y hasta un taller docente-estudiantil coordinado por pedagogas externas. Y se elaboró un Plan que es el hoy vigente, y que presenta los siguientes cambios fundamentales respecto al anterior:

-

se separan la carrera de Técnico Universitario en Documentación y

Museología Arqueológicas (3 años) de la de Arqueólogo (5 años), dándole mayor especificidad a la primera con asignaturas pertinentes para la especialidad y prácticas institucionales;

-

se acorta la cantidad de materias según las directivas ministeriales de

entonces, que promovían la continuación de los estudios en trayectos de postgrado;

133

134 -

se incorporan materias optativas y talleres técnicos electivos que se

pueden realizar tanto en otras carreras de la misma Facultad, como en todo el ámbito universitario nacional y del Mercosur33. Éstas deberían estar orientadas al tema de Tesina de Grado, para lo cual se crea un sistema de Tutorías;

-

se incorpora orgánicamente como materias a las Prácticas de Campo;

-

se da un lugar más específico a la Teoría Arqueológica y Epistemología

incorporándolas desde los primeros años;

-

se deja de denominar “Prehistoria” a la “Arqueología” y las separa en

Americanas y Argentinas;

-

se da lugar a miradas antropológicas específicas para la práctica

arqueológica en su relación con las comunidades donde se ejerce la profesión;

-

y se proporcionan herramientas para el manejo y conservación del

patrimonio.

En este contexto notamos que eran objetivos centrales del nuevo Plan tanto que las Ciencias Sociales recuperaran su rol medular en la formación de los estudiantes de Arqueología, como que la Museología asumiera su especificidad, tomando un rumbo propio. Este plan, pensado y consensuado con legitimidad (y que sigue teniendo vigencia en su concepción pedagógica y epistemológica), tuvo y tiene sin embargo enormes dificultades en su implementación, debido a una cláusula que se nos impuso para aprobarlo, donde decía que no serían necesarias nuevas partidas presupuestarias para llevarlo a cabo.

Trampas argentinas. Claro que eran imprescindibles nuevas partidas porque había nuevas materias que reemplazaban a las que antes habían sido

33

Si bien estos lineamientos eran incentivados por el mismo Ministerio, después en los laberintos de las burocracias siempre se encontró el modo de poner una traba a los/as estudiantes que quisieron hacer uso de estos derechos.

134

135 tomadas prestadas de planes de estudios de otras carreras. ¿Quién pergeña estas trampas? ¿En dónde? ¿En qué lugar de nuestra jerarquía educativa? ¿El cambio no se aprueba si hay que erogar dinero; pero entonces para que sea posible el cambio acordamos decir que no hace falta dinero?. Esta práctica existe aún hoy en la Universidad de Tucumán, excepto si la carrera que cambia o que se crea está en la mente de alguna autoridad con cierto peso político dentro de la UNT. Sin embargo, en la trampa quedamos todos, porque queda entrampada la educación argentina, que es motor directo de nuestra cotidianidad y desarrollo como sociedad.

Aun así, éste es un Plan en el que nos sentimos más cómodos, y que sigue preparándonos para las ventajas que la interdisciplinariedad tiene para la profesión, y a la que aludían los objetivos originales de su creación (especialmente con las Ciencias Naturales, pero ahora no sólo con ellas)34. Las dificultades están, como decía, en la implementación (escasez de cargos docentes, necesidades de espacios y equipos para realizar docencia), más que en el diseño curricular, tal como quedó de manifiesto en las últimas jornadas docente-estudiantiles realizadas en 2007.

¿Qué Futuro nos Imaginamos?

Hoy pensamos ya desde otro lado, desde otro lugar, porque la Facultad de Ciencias Naturales es nuestra casa, dado que simplemente “la hicimos nuestra casa” al irla habitando. Han pasado varias generaciones de alumnos/as que la han modelado para que así sea; ya la hemos modificado en algo, hemos puesto pintura a algunas de sus paredes y voces a algunos de sus silencios; hemos aportado abanderados y abanderadas; hemos llevado su nombre a 34

Es interesante notar que dentro de las entrevistas realizadas en el año 2008, el Dr. Sayago quiso opinar también sobre las diferencias entre ambos planes de estudio. En su opinión, el plan 1987 formaba “mejores arqueólogos, incluso los de formación más completa del país”. Lo que lo desanima es la falta de interés en la perspectiva antropológica para el estudio del cambio climático, y la falta de predisposición a la innovación en la investigación. En tanto la comparación de ambos planes excede a este articulo (y requeriría, al menos, de una cantidad igual de egresados en ambos planes para poder hacer el análisis), pongo esta mención al pié de página, aclarando que le manifesté al Dr. Sayago que quizás estuvieran mejor preparados para ser “arqueólogos ambientales” y “geoarqueólogos”, pero que el plan viejo no satisfacía todas las otras áreas de interés de la Arqueología y tenía serias deficiencias en la formación teórica y antropológica de los mismos.

135

136 nuestros congresos y publicaciones, hemos usado su logo en nuestras páginas y hemos sido protagonistas de algunas de sus miserias también. Entonces, ya somos parte. Ya no somos los recién llegados, a pesar de que sigamos sintiendo que en algo somos diferentes.

Entendemos que en gran parte las dificultades se originan en la forma de ver y comprender nuestros objetos de estudio (en los cuales nosotros nos asumimos con alegría como sujetos cognoscentes frágiles y dubitativos, de lo que se asumen los/as colegas naturalistas). Esto nos lleva a veces a diferenciar las formas de construir, de diseñar y de entender el mundo. Pudo aparecer así, como “un problema”, aquello que a nosotros/as no sólo no nos incomodaba, sino que además lo incentivamos en nuestros alumnos y alumnas: el confrontar y el discutir. Y apareció esta representación en el imaginario colectivo naturalista, de que los arqueólogos “somos complicados”. Para nosotros/as, en cambio, comprender y aceptar nuestras diferencias implica la posibilidad de capitalizarlas a favor de todos –con la riqueza que trae la diversidad- y no marcándolas simplemente como insalvables. La crítica es un bien muy preciado dentro de las Ciencias Sociales. Un alumno/a que puede pensar críticamente es mejor alumno que aquel o aquella que sólo repite. Pero criticar, en el sentido académico de la palabra, no tiene nada que ver con descalificar, calumniar o injuriar. Criticar es analizar o estudiar algo para emitir un juicio, es discutir sobre argumentos, y es parte de nuestro trabajo de investigación, pero también parte de nuestra práctica docente y de gestión.

Hoy son todavía escasos los recursos humanos en Arqueología (a los cuales ya no nos gusta llamar más así, “recursos”, justamente porque ante todo son “humanos”) para atender todos los frentes que tenemos, tanto de investigación, como de cuidado del patrimonio según las leyes vigentes, y articulación con las demandas de la sociedad. Los egresados y egresadas de la UNT están insertos en trabajos de investigación y docencia, y en su mayoría en proyectos que también contemplan las necesidades de las comunidades locales. Y del mismo modo se irá abriendo el campo laboral para los de Museología, porque poco a poco se ve la diferencia que implica trabajar con especialistas. 136

137

Entonces, no fue en vano sentirnos diferentes y asumir nuestra identidad. No fue vano repetir una y otra vez que éramos una Ciencia Social. No fue en vano apasionarnos por mejorar en la carrera, los salarios, el número de docentes, la especificidad en los concursos, las condiciones de trabajo en general, e insistir con la práctica democrática en particular…

En esta ultima fase de adaptación, entonces, Carreras e Institutos manifestaron la necesidad de separar los campos de acción. Antes, decíamos, todos los temas de la carrera eran consultados al Instituto de Arqueología. Fue un paso importante el de la creación del Departamento de Arqueología para poder darle a las carreras (como planes de trabajo que forjan graduados especialistas) un espacio de discusión diferente de aquel de las actividades de investigación y extensión que hasta hoy mantiene el IAM. Sabemos que es ahora al Departamento al que tenemos que fortalecer, para mejorar la calidad de la enseñanza-aprendizaje cada día.

El Instituto de Arqueología y Museo, por su parte, acompaña y acompañará siempre estos procesos, pero ha vuelto a centrar su eje de trabajo en aquello para lo cual había sido fundado: la investigación y la extensión como formas de retroalimentar ese aprendizaje.

Agradecimientos

Quiero expresar mi agradecimiento en primer lugar, al Secretario del IAM, Sr. Luis Lamoglia, quien atentamente y con gran paciencia ha ido siguiendo mis pedidos de búsqueda de expedientes en las dependencias de esta Facultad y de Rectorado, y al Sr. Juan Honorio Cuello, quien desde Mesa de Entradas de Rectorado lo ayudó en esta tarea, que sé que no fue fácil. Y un afectuoso agradecimiento a todos mis entrevistados y entrevistadas, que hicieron un gran esfuerzo para poner sus memorias al día en un tema un tanto lejano en el tiempo y un tanto ajeno a sus vidas cotidianas.

Fuentes inéditas 137

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Archivos de la Facultad de Ciencias Naturales e Instituto Miguel Lillo

Expediente: 65.239/85 (Fac. de Cs. Naturales). Expediente al que se hace referencia, pero que no se ha podido encontrar en Archivos de la Fac. de Cs Naturales e IML de la UNT35 Expediente: 68.473/86 (Fac. de Cs. Naturales) Causante: Instituto de Arqueología U.N.T. Asunto: (ilegible) LA CREACION DE LA CARRERA DE ARQUEOLOGIA EN LA FACULTAD DE CIENCIAS NATURALES E INSTITUTO MIGUEL LILLO.Archivos del Instituto de Arqueología y Museo Notas y documentos de los años 1984 a 1998.

Archivos del Rectorado de la Universidad Nacional de Tucumán

Expediente: 226/86 y 226/86 Referente 1. Dirección Mesa General de Entradas, Salidas y Archivo UNT:

Archivos personales - Carlos Roberto González Notas correspondientes al Expediente: 65.239/85 (que no ha sido posible consultar en la Facultad).

- Alejandra Korstanje Actas de las Jornadas de Política Científica para la Planificación de la Arqueología en Argentina. 1986. (MS)

Apuntes de la autora, sobre entrevistas realizadas en 1987: Prof. Víctor Núñez Regueiro, Prof. Dante Soria, Sr. Pedro Arturo Gómez.

35

Respecto a este Expediente, la información que nos brindan en Mesa de Entradas es que está en “el palomar”, lugar donde se archivan los viejos expedientes, y que estarían en condiciones deplorables, de humedad, temperatura y visita de animales varios, por lo que no nos facilitaron el acceso al mismo. En cambio, las Actas del HCD de aquellos años han desaparecido por completo, en una “limpieza” por necesidad de espacio.

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139 Entrevistas realizadas por la autora entre Noviembre de 2008 y Abril 2009 (por orden temporal): Dr. José Manuel Sayago, Dr. Jaime Powell, Dr. Carlos Roberto González, Dra. Ernestina Teisaire, Dr. Julio Avila, Dra. Mercedes Lizarralde de Grosso, Dr. Florencio Aceñolaza. Bibliografía Autores Varios. 1987. Carrera de Arqueología. Publicaciones Nº 1. Serie Divulgación Nº 1. Instituto de Arqueología. Universidad Nacional de Tucumán.

Bertranou, J. 2004. Notas sobre el concepto de memoria institucional. En: J. Bertranou, J.M. Palacio y G. Serrano, (comp). En el país del no me acuerdo. (Des)memoria institucional e historia de la política social en la Argentina. Buenos Aires, Prometeo. Brothwell, D. y E. Higgs (comp.). 1980. Ciencia en Arqueología. México, Fondo de la Cultura Económica.

Núñez Regueiro, V., G. Esteban y P. M. Vuoto. 1986. La formación de Recursos Humanos en Museología. Documento de Trabajo para la Comisión “C”, Recursos Humanos, de las Jornadas de Política Científica para la Planificación de la Arqueología en Argentina. (MS)

Tartusi, M. R. A. 1996. La administración de los recursos culturales arqueológicos desde el Instituto de Arqueología de la UNT. Versión preliminar para ser leída solamente en el XI Congreso Nacional de Arqueología Argentina, San Rafael, Mendoza. (MS).

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