Karl Popper y la miseria de la unidad metodológica

July 23, 2017 | Autor: Matías Aimino | Categoría: Philosophy of Science
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Descripción

Karl Popper y la miseria de la unidad metodológica Matías Aimino Universidad Nacional del Litoral

Karl Popper ha mantenido, durante su trayectoria intelectual, una firme confianza en la unidad metodológica de las ciencias y ha intentado justificarla racionalmente siguiendo la estrategia de: (i) replantear el debate decimonónico acerca de las ciencias sociales, indicando que el positivismo y la hermenéutica defienden indistintamente un método historicista; (ii) despejar, en consecuencia, los obstáculos epistemológicos que podrían constituir objeciones a su propuesta de método; y (iii) presentar a la lógica situacional como el método más apropiado para la investigación teórica en ciencias sociales y postularlo como un sucedáneo del método de conjeturas y refutaciones, que sostuvo desde sus obras tempranas. Esta estrategia no ha conducido, sin embargo, a resultados satisfactorios, puesto que la aplicación de la lógica situacional presenta consecuencias epistemológicas relevantes que la alejan de su presunto origen refutacionista y abren la posibilidad de un dualismo o pluralismo metodológico. 1. Las doctrinas historicistas En (1957), Popper intenta elaborar una crítica sintética del debate surgido en el siglo XIX en torno al estatus disciplinar de las ciencias sociales y su dependencia o autonomía metodológica. Considera que ambas posturas, tanto la pronaturalista o positivista como la antinaturalista o negativista, suponen que la predicción histórica es el objetivo principal de las ciencias sociales y que el modo de alcanzar este objetivo es el descubrimiento de ritmos, leyes o tendencias históricas. Por esta razón, Popper califica indistintamente a dichas posturas como doctrinas metodológicas historicistas, y sostiene además que sus erradas concepciones son las responsables “del estado poco satisfactorio de las ciencias sociales” (Popper, 1957:17).



Publicado en Fosero, M. V., Medina, G., Prat, T., Aguirre, L. (eds.) El problema de la

justificación racional. Aguijón de la filosofía, Santa Fe, Ediciones UNL, 2011, ISBN 978-987-657714-4, pp. 139-145.

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La crítica a las doctrinas pronaturalistas se refiere, en principio, a la interpretación equívoca que hacen del método de las ciencias naturales, puesto que privilegian la generalización por inducción. Estas doctrinas asumen, además, que la experimentación orientada a la contrastación de teorías es imposible en ciencias sociales por causa de la complejidad de su objeto de estudio. De este modo, niegan una base de observaciones de tipo experimental y postulan, contrariamente, que la única fuente empírica de las ciencias sociales está constituida por la historia en tanto crónica de acontecimientos (políticos, sociales, etc.). Basándose en la metodología inductiva y en esta particular comprensión de la base observacional, las doctrinas pronaturalistas conciben la sociología fundamentalmente como historia teórica, cuya tarea es descubrir las leyes que rigen el desarrollo histórico de la sociedad o leyes históricas de sucesión, como las designó Comte. Leyes que, por un lado, eslabonen períodos sucesivos describiendo las fuerzas históricas que concurren en su desenvolvimiento y, por el otro, permitan predecir la evolución futura de la sociedad. Las doctrinas pronaturalistas admiten entonces la posibilidad de realizar predicciones a gran escala, esto es, predicciones a largo plazo cuya imprecisión o vaguedad, propia de toda predicción socio-histórica, quedaría compensada por su alcance y relevancia. Para Popper, estas predicciones no son otra cosa que profecías históricas, cuyo valor científico es nulo, incluso aunque puedan ser verdaderas. Uno de los argumentos esgrimidos por Popper contra las leyes evolutivas se refiere a la confusión que hacen las doctrinas pronaturalistas entre tendencias históricas y leyes universales. Mientras que las primeras afirman la existencia de una mera propensión, las segundas deben su universalidad a que indican, por el contrario, la imposibilidad de alguna cosa. Otro argumento, tal vez de mayor importancia, está dado por la consideración de que el desarrollo histórico de la humanidad es un proceso único, de manera que no es posible contrastar empíricamente una ley que lo describa: “cualquier ley formulada de esta u otra forma tiene que ser experimentada por medio de nuevos casos antes de que pueda ser tomada en serio por la ciencia. Pero no podemos esperar experimentar una hipótesis universal ni encontrar una ley natural aceptable para la ciencia si siempre nos vemos reducidos a la observación de un proceso único” (Popper, 1957:122). A las doctrinas antinaturalistas, en cambio, Popper les reprocha su oposición a la unidad metodológica de las ciencias y analiza puntualmente los numerosos argumentos con que fundamentan esta oposición, refiriéndose “a la generalización, al método experimental, a la complejidad de los fenómenos sociales, a la dificultad de una predicción exacta y a la

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importancia del esencialismo metodológico” (Popper, 1957:20). Para estas doctrinas, la posibilidad de establecer generalizaciones en ciencias naturales responde al principio de uniformidad de la naturaleza, es decir, al hecho de que bajo circunstancias semejantes se han de producir fenómenos semejantes. Este principio, sin embargo, es inaplicable en ciencias sociales, puesto que solamente dentro de los límites de un período histórico determinado es esperable encontrar circunstancias semejantes. Las regularidades sociales dependen de la actividad del hombre y pueden ser modificadas y acaso controladas por la voluntad humana, de modo que el alcance explicativo de cualquier teoría sociológica difícilmente podría extenderse a la consideración de períodos históricos sucesivos. Respecto del método experimental, las doctrinas antinaturalistas sostienen que es inaplicable o, más bien, ineficaz en ciencias sociales por la imposibilidad de realizar un aislamiento artificial, que eliminaría justamente los factores más importantes de los fenómenos que se pretenden examinar, y por el efecto de retorno que produce la repetición. Esto es, la conciencia de que los fenómenos se repiten cambia las condiciones iniciales, de modo que el resultado esperado o predicho ha de modificarse sustancialmente. La memoria histórica supone además que una repetición real en la historia social es imposible y que, por lo tanto, los sucesos que estudian las ciencias sociales son de índole particular. Es posible entonces comprender e incluso explicar las causas de los fenómenos sociales, pese a su enorme complejidad, pero de ninguna manera se pueden elaborar leyes generales, puesto que las circunstancias que provocan tales o cuales sucesos son únicas e irrepetibles y transfieren estos atributos al suceso mismo. Estas consideraciones implican, a su vez, que la predicción en ciencias sociales resulte dificultosa y no logre los rangos de precisión y exactitud que se obtienen en las ciencias naturales. Lo que hace peligrar especialmente la predicción de los fenómenos sociales es el denominado efecto de Edipo, que indica los potenciales efectos que una predicción puede ejercer sobre el suceso predicho, tendiendo a transformarlo, precipitarlo o incluso suprimirlo. La pertenencia insoslayable del científico al universo que pretende estudiar confirma, según las doctrinas antinaturalistas, que la metodología más apropiada para la investigación en ciencias sociales está constituida por la comprensión intuitiva, cuyo carácter necesariamente holístico supone, en última instancia, que comprender un fenómeno social es determinar las fuerzas que lo provocaron, advertir su relevancia y asimismo su contribución al proceso histórico en desarrollo. Pero si no se pueden establecer leyes sociales, según lo expuesto anteriormente, sí es posible sin embargo

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identificar aquellas esencias que permanecen fijas e inalteradas a través de los cambios histórico-sociales. El esencialismo metodológico de las doctrinas antinaturalistas ofrece, según Popper, el argumento más poderoso, y acaso el de mayor sutileza, a favor del historicismo: si bien es cierto que las esencias son aquellas entidades inmutables, también lo es el hecho de que sólo pueden ser conocidas a través de sus cambios, esto es, de su historia. Popper asume que algunos argumentos de las doctrinas antinaturalistas pueden resultar razonables, pero considera que el historicismo, desde un punto de vista práctico, es “un método pobre, incapaz de conseguir los resultados que promete” (Popper, 1957:71). A su vez, las concepciones antinaturalistas presentan rasgos de relativismo, holismo y esencialismo, que constituyen grandes obstáculos para el desarrollo del conocimiento. 2. La lógica situacional La crítica a las doctrinas historicistas constituye, para Popper, una instancia previa e imprescindible que le permite allanar el camino e introducir su propuesta lógicometodológica para las ciencias sociales. Dicha propuesta, presuntamente superadora, intenta sostener la aplicabilidad del método experimental y, en consecuencia, recupera el ideal positivista de la unidad de las ciencias, pero expuesto bajo la luz renovada del racionalismo crítico. En las numerosas tesis expuestas en (1969), Popper sostiene que el conocimiento referido a cualquier aspecto de la realidad no comienza con la observación y la recopilación de datos, sino con problemas surgidos de la tensión entre lo que sabemos y lo que ignoramos: “el descubrimiento de una posible contradicción entre nuestro supuesto conocimiento y los supuestos hechos” (Popper, 1969:10). La observación, entonces, sólo es capaz de generar problemas en la medida en que contradice las expectativas teóricas. Partiendo entonces de problemas, el método para las ciencias sociales (y para todas ciencias) consiste en ensayar soluciones posibles y someterlas a control crítico, esto es, a intentos de refutación. El refutacionismo o falsacionismo popperiano, concebido como una prolongación crítica del método de ensayo y error, supone la elaboración conjetural de las teorías, la deducción lógica de sus consecuencias o predicciones a partir de determinadas condiciones iniciales y la contrastación negativa con la experiencia, esto es, el intento de someter las teorías a severos tests o experimentos cruciales con el fin de refutarlas. La falsación revela los límites que la realidad impone al conocimiento; mediante la

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contrastación empírica es posible tener certeza de la falsedad de una teoría, pero nunca de su verdad. Por esto, Popper prefiere designar como provisionalmente corroborada a una teoría que pasó con éxito los experimentos cruciales, renunciando a hablar de teorías verdaderas o confirmadas. La objetividad del conocimiento científico radica, para Popper, en la objetividad de este método crítico y, en este sentido, “la función más importante de la lógica puramente deductiva es la de constituir un órgano de la crítica” (Popper, 1969:20), puesto que transfiere la verdad de las premisas a la conclusión o bien retransfiere la falsedad de la conclusión a por lo menos una de las premisas. Las dos objeciones típicas contra la aplicación de este método a las ciencias sociales se refieren a la dificultad de experimentación en este ámbito y a la imposibilidad de aislar una teoría de las valoraciones subjetivas de los científicos que la postulan. A la segunda objeción, Popper contesta que la discusión crítica a través de simposios, congresos, publicaciones, logra conjurar los pretendidos obstáculos del subjetivismo. Si bien la neutralidad valorativa es inalcanzable, mediante la crítica es posible distinguir entre valores científicos, como la verdad o la sencillez, y valores extracientíficos. La objetividad de la ciencia no es una cuestión individual sino un asunto social, puesto que depende de la tradición de crítica recíproca de los científicos. Para responder a la primera objeción, referida a la dificultad de realizar experimentos en ciencias sociales, Popper ofrece una variante de su método de conjeturas y refutaciones que designa alternativamente como método de la construcción racional, método de la lógica de la situación o método cero. Esta variante metodológica pretende evaluar las conductas sociales y ha sido desarrollada con suficiencia en el ámbito de la economía política, particularmente en la teoría de la utilidad marginal desarrollada por la Escuela Austríaca. Consiste en elaborar un análisis comprensivamente objetivo de la situación inicial, integrando y objetivando los aspectos psicológicos como deseos, recuerdos, etc.; construir luego un modelo de conducta social basado en el supuesto de que los individuos eligen de manera racional la conducta objetivamente más adecuada a la situación; y contrastar, por último, la conducta real observada con la conducta modelo, pudiendo determinar eventualmente las desviaciones. La posibilidad de fundar una ciencia social teórica depende, para Popper, de la asunción de esta variante metodológica, puesto que asegura la objetividad científica y permite eludir el psicologismo. El método de la lógica situacional “no es un método psicológico, ya que excluye programáticamente los elementos psicológicos sustituyéndolos por elementos

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situacionales objetivos” (Popper, 1969:25). En particular, la objetividad del método está garantizada por el hecho de que todos sus componentes son, en principio, contrastables o falsables. Esta propuesta de Popper fue duramente criticada por Theodor Adorno, quien se opuso al individualismo metodológico, a la concepción meramente epistémica de los problemas, a la adopción de un ideal metodológico independiente de su objeto y a la asunción de una crítica formal, logicista, que no se constituye en crítica de la sociedad. Considero plausibles estas objeciones, pero no me detendré a analizarlas porque suponen un enfoque radicalmente diferente al de Popper y porque pretendo destacar, por el contrario, algunas dificultades que surgen de la misma lógica situacional y plantean un serio conflicto con algunos postulados centrales del racionalismo crítico y, en particular, con la pretensión de haber justificado racionalmente la unidad metodológica de las ciencias. 3. La miseria de la unidad metodológica Popper afirma que la lógica situacional surge de extrapolar a las ciencias sociales el método que propuso Friedrich von Hayek para la economía en su trabajo Economics and Knowledge. Este método intenta explicar el comportamiento de agentes o empresas a partir de su situación particular y del principio de racionalidad, que supone que los agentes actuarán tratando de maximizar los medios para alcanzar sus fines. Si bien este método no permite hacer predicciones precisas acerca de la conducta asumida por los agentes en situaciones concretas, logra excluir, por el contrario, la posibilidad de que se produzcan ciertos resultados. Constituye, por lo tanto, un método negativo, cuyos modelos presentan el mismo carácter de las leyes naturales que, de acuerdo con el racionalismo crítico, nunca pueden hacer otra cosa más que excluir ciertas posibilidades. La lógica situacional asume que en ciencias sociales es ciertamente dificultoso predecir acontecimientos singulares mediante la aplicación de leyes universales, como ocurre por ejemplo en física. Las ciencias sociales sólo pueden predecir clases de acontecimientos recurriendo a modelos que describan situaciones típicas de interrelación entre los elementos y, asimismo, a leyes universales de interacción, que estarían representadas por el principio de racionalidad. De acuerdo con Popper, el principio de racionalidad supone tácitamente “la ley general trivial de que las personas cuerdas actúan, por lo común, en forma más o menos racional” (Popper, 1945:427). Se trata entonces de un principio mínimo que debe conservarse especialmente por razones pragmáticas, ya que

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permite extraer consecuencias observacionales contrastables a partir de los modelos situacionales. Ahora bien, ante un contraejemplo refutativo, es preciso determinar qué parte de la teoría testeada es responsable del fracaso. Inicialmente, Popper fue cauteloso con respecto al principio de racionalidad, pero luego admitió que este principio es parcialmente falso y que, sin embargo, no hay que hacerlo responsable ante un contraejemplo refutativo porque constituye una buena aproximación a la verdad. Más específicamente, Popper sostuvo que el principio de racionalidad no es falsable y que, por consiguiente, se debe culpar al modelo situacional, dado que éste es más fácil de reformar o ajustar. Estas afirmaciones tienen consecuencias epistemológicas relevantes que obligan, sin embargo, a distinguir a la lógica situacional respecto del método general de conjeturas y refutaciones. Por un lado, Popper ha sostenido enfáticamente que la cientificidad de una teoría depende de que todas las partes que la componen (presupuestos teóricos, hipótesis auxiliares, etc.) sean refutables, pero mientras esta exigencia se mantiene para las ciencias naturales, no es posible aplicarla a las ciencias sociales porque éstas requieren de un principio que, aunque sea parcialmente falso, no es falsable. Por el otro, Popper ha censurado la solución, frecuente en ciencias naturales, que consiste en salvaguardar una teoría refutada mediante el recurso a hipótesis ad hoc. Esta solución parece ser, sin embargo, apta para las ciencias sociales, puesto que los modelos situacionales siempre son susceptibles de ser corregidos y “no entran en crisis hasta que una parte apreciable de sus consecuencias observacionales los hacen fracasar de forma clara y generalizada” (Ballester Brage, 2000:22). Siendo que la falsación no podría impugnar completamente ni al modelo situacional ni al principio de racionalidad, queda entonces la opción, que ha sugerido Popper en algunos escritos, de establecer las desviaciones de la conducta efectiva de los agentes respecto de la conducta cero o racional, lo que permitiría delimitar algo así como la tolerancia explicativa de una teoría. En este caso la falsación cede su lugar a la probabilidad y el método de análisis situacional termina de separarse de su presunto origen refutacionista. Pese a la insistencia de Popper en la unidad metodológica de las ciencias y a sus numerosos esfuerzos por fundamentarla racionalmente, es evidente la incompatibilidad de ambos métodos y esto es susceptible, al menos, de dos interpretaciones. La primera es que Popper, como indican algunos autores, sostiene un dualismo o un pluralismo

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metodológico, aunque no lo haya reconocido explícitamente. La segunda es que fracasó en el intento de transferir a las ciencias sociales su método de conjeturas y refutaciones. Según se desprende de su biografía intelectual, Popper se preocupó por detectar los rasgos epistemológicamente relevantes que podrían dificultar la unidad metodológica de las ciencias. Durante algún tiempo pensó que el efecto de Edipo podría constituir un rasgo diferenciador, pero abandonó luego la idea al constatar la existencia de un efecto similar en física. También concedió alguna importancia a las dificultades de medición y experimentación, siempre presentes en ciencias sociales. Sin embargo, es posible que las dificultades suscitadas por el método de análisis situacional provengan de que Popper jamás ha presentado una versión clara y precisa del mismo, impidiéndole advertir, y desde luego subsanar, las contradicciones de este método con respecto a los postulados centrales del racionalismo crítico.

Bibliográfía Adorno, Th. y otros (1969) La disputa del positivismo en la sociología alemana. México, Grijalbo, 1978. Ballester Brage, L. (2000) “La lógica situacional de K. Popper y la metodología de la investigación social y educativa”. En Educació i cultura: Revista mallorquina de pedagogía, núm. 13, p. 7-24. Borella, A. (2006) “Notas sobre el principio de racionalidad”. En Revista Libertas, núm. 45. Buenos Aires, Instituto Universitario ESEADE. Kirzner, I. (1990) “Sobre el método de la economía austríaca”. En Revista Libertas, núm. 12. Buenos Aires, Instituto Universitario ESEADE. Popper, K. (1934) La lógica de la investigación científica. Madrid, Tecnos, 1962. ––– (1945) La sociedad abierta y sus enemigos. Buenos Aires, Orbis, 1985. Trad. E. Loedel. ––– (1957) La miseria del historicismo. Buenos Aires, Alianza, 1992. Trad. P. Schwartz. ––– (1962) Conjeturas y refutaciones. El desarrollo del conocimiento científico. Barcelona, Paidós, 1983. ––– (1969) “La lógica de las ciencias sociales”. En Adorno, Th. y otros (1969), p. 9-27. Schuster, F. G. (comp.) (1992). Popper y las ciencias sociales. Buenos Aires, Centro Editor de América Latina.

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