Juntas, pero no revueltas: la palabra como punto convergente entre la historia y la literatura.

June 14, 2017 | Autor: Luis Burset | Categoría: Historiografia, Literatura Puertorriqueña
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Descripción

Juntas, pero no revueltas:
la palabra como punto convergente entre la historia y la literatura.

Por: Luis R. Burset Flores

Escrita o hablada, la palabra es la forma de comunicación de los seres
humanos desde que se reconoce su historia. [1] Sería impensable el registro
de la existencia humana sin la palabra escrita – o sin las imágenes
grabadas, en el caso de las culturas que utilizaban jeroglíficos. [2] A
pesar de que en el campo de las artes es en la literatura donde predomina,
en las ciencias se utiliza también la palabra escrita. Su uso permite
divulgar trabajos, compartir hallazgos, teorías, entre otras, a manera de
ensayos o monografías. Por lo tanto, es inevitable que la literatura y la
historia, una ciencia humana, compartan la palabra como medio de
comunicación. En el presente ensayo, plantearemos nuestra opinión sobre
las convergencias y divergencias en la utilización de la palabra escrita
entre la historia y la literatura, haciendo referencia fuentes externas
para ilustrar algunos puntos.
La primera convergencia entre historia y literatura la encontramos en
el hecho que ambas surgen de una misma tradición. La Historia antigua
tiene sus bases en la poesía y en los mitos de origen de la cultura griega.
Fue por esta práctica que para el siglo IV antes de la era cristiana,
después de los logógrafos, Herodoto trató se separar el dato histórico del
evento mitológico, para plantear eventos del pasado que él entendía que
realmente habían sucedido. En esta práctica es que se reconoce el
nacimiento de la Historia en la civilización occidental. Mario R. Cancel,
que se pasea entre la literatura y la historia, afirma esta realidad:
Después de todo, historia y literatura tienen un remoto origen común,
y el deslindamiento de campos de acción no se dio sino después de un
largo desarrollo paralelo y de interdependencia. Ambas tuvieron un
origen humano y social; y ambas son parte de ese profundo interés del
género humano por darle un "orden" y una organización al universo
misterioso en que vivía. [3]


Sobre la diferencia estructural entre la literatura y la historia,
Javier Moro, autor de la novela histórica El imperio eres tú, discutía en
una entrevista de televisión uno de los puntos divergentes entre ellas.
Moro distinguió entre la relevancia de la continuidad narrativa, que es
literatura, de la continuidad cronológica, que sería historia. [4] A través
de esta cita, nos queda claro que las estructuras dan importancia a
factores diferentes para la generación de arte frente a la del conocimiento
histórico.
Son múltiples los historiadores e historiógrafos que han destacado el
rol de la palabra en el ejercicio de la historia. Enrique Moradiellos
señala que, como el pasado no se puede revivir, los historiadores hacemos
uso de reliquias, o fuentes – documentos y restos arqueológicos del pasado
que son evidencia del paso del hombre en algún contexto. [5] Las reliquias
se descubren a través de la investigación. Cristina Campo advierte, sin
embargo, que "investigar no es historiar". [6] Para hacer historia, hay que
ordenar los hallazgos de las investigaciones que se realizan en
contestación de las preguntas guía que reflejan la hipótesis del
historiador.
De hecho, es esta metodología la que hace de la historia una ciencia.
Para el padre de la Historia moderna, Leopoldo von Ranke, los historiadores
no se inventan los hechos históricos, sino que los construyen desde los
acontecimientos pasados; de aquí el ya tradicional error de atribuirle la
expresión de que la historia se trata de hechos que pasaron realmente.
Una vez ordenados a manera de bosquejo, el historiador necesita
redactar su relato. El relato es un imperativo del oficio de historiador.
La historiografía es el estudio de lo que se ha escrito sobre historia, o
la redacción histórica. Para que exista historiografía, debe haber relatos
históricos. Sin historiografía, no habría conocimiento del pasado, sino
datos sueltos – las reliquias – sin orden, análisis ni explicación.
El historiador francés Marc Bloch también subrayó la relación entre la
palabra y el análisis que crean el relato histórico. Los analistas de su
obra han señalado la importancia del vocabulario, la terminología y la
nomenclatura en su trabajo. Están convencidos de su expectativa de "cómo
el historiador debe llevar a cabo su análisis con ayuda de un doble
lenguaje, el de la época que estudia, que le permite evitar el anacronismo,
pero también el del aparato verbal y conceptual de la disciplina histórica
actual". [7]
Esta utilización de la palabra para la creación del relato histórico
ha llevado a segmentos de la Academia a declarar que la historia no es
ciencia, sino una manifestación más de la literatura. Aunque no estamos de
acuerdo con él, incluimos una cita Miguel Ángel Fornerín calificando a la
historia como un género literario. Procede a definir las características
literarias de la historia: "…el historiador refigura el pasado a través
del lenguaje o de la escritura de un relato, que sirve de mediación entre
el pasado evocado y el presente del historiador, quien le agrega al relato
el elemento significativo, convirtiéndolo en un discurso histórico, siempre
escrito para otro, un lector o refigurador del pasado narrado. [8] Hasta
aquí, no tenemos problemas. Continúa afirmando que la historia se cree
ciencia porque produce verdad. Fornerín se equivoca. La cientificidad de
la historia está en la utilización de la mencionada metodología: consulta
y juicio de las fuentes, planteamiento de una hipótesis, y desarrollo de
investigación para confirmar o negarla.
En Puerto Rico, el reto a la cientificidad de la historia es más
conocida a través de los planeamientos de Carlos Pabón. [9] Ante los
ataques de postmodernistas puertorriqueños, el historiador José Manuel
García Leduc ha defendido la clasificación de la historia como una ciencia,
rechazando que sea arte literario. [10] Para ello, ha recurrido al uso
intenso y extenso de referencias, unas para poner en evidencia los reclamos
de los postmodernistas, y así desmontarlos, y otras para validar sus
propios argumentos. Entre éstos, privilegiamos aquellos donde ataca
frontalmente los reclamos de Pabón.
Para García Leduc, en el posmodernismo se confunden deliberadamente
los significados de algunas palabras, como validez, ficción e imaginario,
borrando la frontera entre la historiografía y la literatura. Nos recuerda
que el historiador usa el archivo para construir una visión del pasado que
es veraz. Sin embargo, las diferencias entre la ficción y la historia no
se limitan a la mera utilización de fuentes; éstas hay que verificarlas y
criticarlas para validarlas. La constatación del dato o fuente constituye
una metodología: fuente, crítica y contraste con otras fuentes.
García Leduc enfatiza el uso de la palabra en la construcción de este
relato: "…el historiador selecciona conscientemente el lenguaje que emplea
de la manera más adecuada para la construcción y realización de sus
"textos"; o sea, que es una elección del historiador, y no imposición del
lenguaje que acata irreflexiblemente. [11] Sobre esta fina línea entre la
narrativa literaria y el relato histórico, Gervasio García propone que se
debe "insistir en la necesidad de apoyar en la evidencia lo precisado por
la imaginación, sin recurrir a una falsa historia épica y a una retórica
heróica y amenazante". [12] Es decir, el hecho constatable triunfa sobre
el relato literario libre.
Uno de los argumentos que esgrime Pabón para debilitar la validez de
la historia como fuente de conocimiento es el caso de la novela Seva.
García Leduc apela directamente a este ejemplo, y establece que Pabón se
equivoca cuando otorga "igual validez a los relatos ficticios e imaginarios
que a las construcciones históricas basadas en investigaciones y análisis
crítico de los testimonios reales – las huellas – que se conservan de esos
acontecimientos". Reforzando su tesis, el historiador remata la faena
rectificadora afirmando que "se confunden deliberadamente algunos de esos
significados para adelantar la proposición que borra las fronteras entre la
historiografía y la literatura ficcional". [13]
El historiador dominicano, Frank Moya Pons, pasado presidente de la
Academia Dominicana de la Historia, ha planteado el argumento de los
posmodernos de una manera muy sencilla. Reconoce la aproximación de la
novela histórica y la novelada – que diferencia como dos géneros separados
– a la Historia, pero las mantiene separadas:
En ambos casos, novela histórica e historia novelada, el resultado no
es Historia (dicho así, con mayúsculas), aun cuando muchos escritores
"postmodernos" y "desconstruccionistas" argumentan que así como los
historiadores se ven obligados a utilizar razonamientos lógicos y
analógicos para completar los vínculos faltantes entre conjuntos
documentales incompletos, de la misma manera el novelista puede, y le
es legítimo, utilizar la imaginación para reconstruir la historia
"como pudo haber sido". [14]


En otro ensayo donde responde al cuestionamiento de la validez de la
historia, Gervasio García refuerza la importancia de la documentación y del
método científico de abordar los documentos que sustentan el relato
histórico. Aunque extensa, la claridad del argumento justifica su
inclusión en este trabajo:
Pero los historiadores, que no niegan la intuición esclarecedora ni la
riqueza explicativa de la literatura para desentrañar las acciones y
las figuraciones humanas, apuestan, además, a "una cierta manera" de
ver otros tipos de evidencia. Sobre todo, los testimonios factuales de
lo que hicieron y pretendieron hacer los personajes envueltos en tan
desgarradora coyuntura.


Y, más aún, la evidencia debe contrastarse con otra evidencia. Un dato
singular puede ser una causa, pero no la única causa de un fenómeno.
Por eso es más seguro apelar a un conjunto de causas o a la causa de
todas las causas, es decir, al factor que más pesa en ese universo
causal. [15]


Ana Elba Irizarry ha planteado la relación entre la historia y la
literatura desde la perspectiva del beneficio para ésta del conocimiento
histórico:
… las importantísimas investigaciones de la historiografía
puertorriqueña han nutrido y alentado las creaciones literarias,
sirviendo de inspiración, fundamento y justificación de las mismas.
Han abierto ventanas imprescindibles a través de las cuales se han
podido atisbar trocitos del pasado, como afirma Ana Lydia Vega en su
ensayo "Nosotros, los historicidas", y, además, han abierto las
puertas para dejar que el entorno con su carga emotiva entre al mundo
de la creación, permitiendo, en esta ocasión, que la literatura del
medio siglo puertorriqueño se convirtiera en síntesis suprema de la
realidad isleña, trayendo a la luz toda esa verdad oculta tras la
verdad aparencial y que, muchas veces, pasa inadvertida para los que
viven en el seno de ella. [16]


Nos preguntamos, partiendo de la opinión antes expuesta: ¿hace esto de la
literatura una ciencia? La respuesta es obvia. Entonces, ¿por qué
utilizar el mismo argumento, a la inversa, para debilitar la credibilidad
de la historia?
Ya conocemos lo que han expresado estudiosos, escritores e
historiadores. ¿Qué pienso yo? El relato histórico es tan bueno y
efectivo como la utilización que sepa hacer el historiador de la palabra
escrita. Un buen redactor está mejor capacitado para recrear eventos
históricos. Siempre he pensado que en el gremio de historiadores hay
buenos investigadores que son buenos escritores. También hay otros que son
buenos investigadores pero carecen de las dotes de redacción. Por otro
lado existen historiadores que no son buenos investigadores, pero crean
relatos históricos verosímiles a través de juegos del lenguaje.
Finalmente, hay malos investigadores que son peores redactores; éstos
son los que se contradicen, los que hacen lo que podríamos llamar mala
historia y nutren los mitos de origen. Los argumentos antes expuestos
reflejan mi percepción de que un historiador completo tiene que dominar
tanto la parte técnica y metodológica de la disciplina, es decir, la
investigación y crítica de fuentes, con la utilización clara y acertada de
la palabra, que es el relato histórico.
Hay una diferencia entre conectar los datos que descubrimos en la
documentación, y crear una realidad alterna en el tiempo que puede ser
creación literaria. Creo que un historiador responsable utiliza la palabra
para dar coherencia a la información, mas no se excede en adornar los datos
con recursos lingüísticos que puedan consciente o inconscientemente dar un
color determinado a lo que se relata.
La reliquia, es decir, el documento histórico, puede darnos un atisbo
de los sentimientos del actor histórico; si es un diario o una carta, es
posible que lo haga. Pero un acta municipal, un registro de barcos,
presentan un dato frío y seco; pretender dar una dimensión humana sería
recurrir a recursos que están fuera del alcance de la profesión del
historiador.
¿Cuánta libertad literaria tiene el historiador al crear su relato?
Esta pregunta ha sido abordada desde diferentes posturas a través del
tiempo. Hay quienes piensan que el relato debe conectar los datos
estrictamente, entendiendo que la responsabilidad que tiene el lenguaje que
escoge para ello. En un extremo, puedo citar a la llamada Escuela de
Sevilla, cuyos egresados observan una redacción estrictamente académica que
roza en lo seco y hasta poco interesante.
Hay otra, sin embargo, que da permiso al historiador para
transportar al lector a los tiempos sobre los que se escribe.
Personalmente, pienso que en esta última, se borran las líneas entre la
historia y la literatura, y eso me incomoda. En el desarrollo de la
historiografía, sin embargo, hubo quien permitió e incentivó la utilización
de imágenes literarias para reflejar los ambientes de los escenarios
históricos en los que se desarrollaron los eventos que reseña el
historiador. El historiador alemán Niehbur alentaba la utilización de la
filología para añadir una dimensión al relato histórico que iba más allá de
lo que la documentación representaba. Incentivaba la utilización de la
imaginación y la intuición en el desarrollo del relato para tratar de
capturar la esencia del pasado. [17]
Encontramos un ejemplo contemporáneo en la reseña de un libro sobre la
revolución haitina. El autor de la reseña justifica el estilo "literario",
como la manera en que se reviven sentimientos y pensamientos.
En el camino de construir la Historia mediante la investigación de la
verdad, de los momentos y de los hechos reales del desarrollo humano,
siempre coincidirán las voluntades de historiadores, sociólogos,
arqueólogos y todos los estudiosos que quieren llegar a la verdad de
lo ocurrido en un momento determinado de la evolución de la humanidad
y describir con la fuerza del pensamiento y del alma las dramáticas
realidades que se sucedieron en minutos, días y largos períodos
oscuros que envolvieron a miles de hombres y mujeres del África
comunitaria y a conquistadores en una de las más crueles campañas del
dominio inhumano de unos hombres sobre otros. [18]


En mi opinión, esta línea aleja al historiador del relato histórico y lo
introduce en la libertad literaria y proveer una dimensión a los hechos que
éstos no contienen: las emociones de la condición humana. En los tres
cursos de Historia y Literatura que hemos tomado, se ha dejado claramente
establecido que la literatura es creación. No necesita referencias
externas, porque es autorreferenciable. La palabra en la literatura crea
mundos pasados, presentes y futuros. La estructura que se aplique a la
palabra afecta la intención y el mensaje que contiene.
En la literatura podemos decir que la palabra es libre. Como ha
señalado García Leduc, "los historiadores no tienen ni se les reconoce la
libertad para inventar que tiene el cuentistas". [19] No tiene que
responder a un programa para hilvanar datos históricos para generar
conocimiento. En la literatura, la palabra existe por el placer de la
palabra. Puede crear arte y conocimiento, sin necesidad de ser constatado.
La literatura permite a su autor hiperbolizar, suponer, imaginar, sin
restricciones. Moya Pons también se refiere a la creación literaria como
invención.
Considero muy apropiado la cita repetida en clase, en relación a la
simbiosis entre la literatura y la historia, de que la literatura nos
permite llegar a lugares donde la historia no puede hacerlo. Sobre esto,
en su conocido ensayo "Nosotros, los historicidas", Ana Lydia Vega nos
devela la estrategia del escritor al crear lo que llamamos cuentos o
novelas históricas:
Escribir podría ser, entonces, ese intento de armar el rompecabezas
histórico, no precisamente en los archivos ni en las estadísticas,
sino desde la propia biografía del escribiente, a través de los dramas
vividos y los cuentos escuchados, en las memorias soñolientas que
despiertan las voces y los objetos, en las imágenes del tiempo que
cargan sin sarberlo las palabras, en los baúles [nos viene a la mente
el de Miss Florence] rebozantes de obsesiones de nuestra propia
fabulación. [20]


En su análisis sobre la obra de cuatro escritoras puertorriqueñas de
la generación del 70, María Acosta Cruz sostiene que éstas utilizan "la
micro-historia de la vida de familia y los sucesos del vecindario como
paradigma de la macro-historia del Puerto Rico contemporáneo". [21] Para
ella, los cuentos familiares de Nolla, por ejemplo, capturan momentos de
cambios sociales en Puerto Rico. Nos los presentan de una manera humana,
creando una realidad que complementa el relato histórico sobre el mismo
periodo.
En cuanto a la función de la novela en el rescate de los eventos del
pasado, Moya Pons analiza la relación entre la historia y la novela
histórica. Para este prestigioso historiador, "la frontera entre la
historia y la novela es casi siempre visible, lo que hace fácil su
distinción". Utiliza como ejemplo a Carlos Esteban Deive, un respetado
historiador español establecido en la República Dominicana que ha trabajado
ambos géneros. Añade: "Muchas historias noveladas parten del
reconocimiento de sus autores de que las fuentes disponibles son
insuficientes para contar una historia, y por ello asumen la licencia de
inventar lo que falta construyendo una narración complementaria que permita
suplir aquello que las fuentes no proveen". [22]
Estoy convencido de que los posmodernos y aquellos que acusan a la
historia de ser una manifestación literaria, negando su cualidad de ciencia
humana, cometen un error. Enfatizan en el uso de la palabra, y obvian,
intencionalmente o por ignorancia, el rol de las fuentes, y la
responsabilidad en la utilización de éstas. Estas fuentes, que no se toman
a ciegas, sino que son evaluadas y criticadas, son las ventanas al pasado,
que aunque no se puede revivir, si puede ser relatado.
La historia y la literatura coexisten. La producción de cada campo
honra la palabra, de diferentes maneras. Para concluir este ensayo,
podemos declarar que en la literatura, la palabra reina en beneficio de la
imaginación y de la sensibilidad humana. En la historia, la palabra y el
documento rigen conjuntamente en beneficio del conocimiento del pasado
humano. Es por esto que estamos convencidos de que a pesar de tener un
origen común, la historia y la literatura están juntas, pero no revueltas.
Bibliografía
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Fuentes Digitales
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Frank Moya Pons. "Algo más sobre la novela histórica y la historia".
DiarioLibre.com. Capturado el 2 de mayo de 2014.
http://www.diariolibre.com/noticias/2010/04/24/i242753_algo-sobre-novela-
histrica-historia-novelada.html

Gusto por la historia; Ana Portnoy, historiadora.
http://gustoporlahistoria.com/2009/11/28/la-palabra-escrita/ Capturado el
9 de abril de 2014.

La Biblioteca de Pnakotos.
http://labibliotecadepnakotos.blogspot.com/2007/06/breve-historia-de-la-
palabra-escrita.html. Capturado el 9 de abril de 2014.

Otras Fuentes
"Entrevista a Javier Moro". Programa Noticias Culturales Iberoamericanas.
Transmitido por Antena 3 Televisión el sábado, 12 de abril de 2014.
-----------------------
[1] Gusto por la historia; Ana Portnoy, historiadora.
http://gustoporlahistoria.com/2009/11/28/la-palabra-escrita/. Capturado el
9 de abril de 2014. Sobre esto, Portnov ha escrito "La historia de la
humanidad tiene un antes y un después del registro escrito de la
información y denominamos Prehistoria al larguísimo periodo de tiempo
desde que aparece el homo sapiens hasta alrededor del cuarto mileno aC.
cuando en Mesopotamia y Egipto, ya fuera en tablillas de barro y con
escritura cuneiforme, o en los muros de las tumbas de los faraones y en
jeroglíficos, textos que han llegado hasta nuestros días. Lentamente de
los pictogramas sencillos y los ideogramas se desarrollaron símbolos
fonéticos, alfabetos, tal y como los conocemos hoy en día".
[2] La Biblioteca de Pnakotos.
http://labibliotecadepnakotos.blogspot.com/2007/06/breve-historia-de-la-
palabra-escrita.html. Capturado el 9 de abril de 2014.
[3] Mario R. Cancel. "Sobre historia y literatura: una visión de conjunto".
Historia y literatura. Ana Lydia Vega, Fernando Picó, Mario R. Cancel y
Juan Gelpí, editores (San Juan: Historias-Postdata, 1995): 42-43.
[4] "Entrevista a Javier Moro". Programa Noticias Culturales
Iberoamericanas. Transmitido por Antena 3 Televisión el sábado, 12 de
abril de 2014. Énfasis provisto.
[5] Enrique Moradiellos. Las caras de Clío, una introducción a la historia
(Madrid: Siglo XXI de España Editores, 2010), 64-68.
[6] Cristina Campo Lacasa. Historia de la Iglesia en Puerto Rico (1511-
1802) (San Juan: Instituto de Cultura Puertorriqueña, 1977), 11.
[7] Marc Bloch. Apología para la historia o el oficio de historiador
(México: Fondo de Cultura Económica, 2001), 28.
[8] Miguel Ángel Fornerín. Entrecruzamiento de la Historia y la literatura
en la generación del setenta (San Juan: Centro de Estudios Avanzados de
Puerto Rico y el Caribe, 2009), 20. Cita a Paul Veyne.
[9] Carlos Pabón. Nación postmortem. Ensayos sobre los tiempos de la
insoportable ambigüedad (San Juan: Ediciones Callejón, 2003).
[10] José Manuel García Leduc. Historia, historiadores, posmodernos y otros
demonios (Humacao: Museo Casa Roig y Editores Independientes Asociados,
2000).
[11] García Leduc, 46. Énfasis provisto.
[12] Gervasio L. García. Historia crítica, historia sin coartadas. Algunos
problemas de la historia de Puerto Rico (San Juan: Ediciones Huracán,
1989), 14.
[13] García Leduc, 24-25.
[14] Frank Moya Pons: Novela histórica e historia novelada. Historia
Dominicana. http://www.historiadominicana.com.do/historia/ensayos/287-
frank-moya-pons-novela-historica-e-historia-novelada.html. Capturado el 2
de mayo de 2014.
[15] Gervasio L. García. "La historia y la verdad más verdadera". 80
grados. Prensa sin prisa. http://www.80grados.net/la-historia-y-la-verdad-
mas-verdadera/
[16] Ana Elba Irizarry de Olivero. La Historia y la Literatura en la mitad
del siglo XX . Asomra/
[17] Ana Elba Irizarry de Olivero. "La Historia y la Literatura en la mitad
del siglo XX". Asomante, año 13, núm. 1-2 (ene-dic 1995): 141.
[18] Peter Hanns Reill. "Barthold Georg Niebuhr and the Enlightment
Tradition. German Studies Review, Vol. 3, Núm. 1 (Feb 1980): 12, 20.
[19] Reseña sobre el libro Haití, revolución y emancipación.
http://libreriaucr.com/catalogo/index.php?main_page=product_info&cPath=24&pr
oducts_id=991788. Capturado el 23 de abril de 2014. Énfasis provisto.
[20] García Leduc, 26.
[21] Ana Lydia Vega. "Nosotros los historicidas". Historia y Literatura
(San Juan: Editorial Postdata, 1995), 105.
[22] María A. Acosta. "Historia y escritura femenina en Olga Nolla, Magali
García Ramis, Rosario Ferré y Ana Lydia Vega". Revista Iberoamericana.
Vol. LIX, núms. 162-63 (ene-jun 1993): 267.
[23] Frank Moya Pons. "Algo más sobre la novela histórica y la historia".
DiarioLibre.com. Capturado el 2 de mayo de 2014.
http://www.diariolibre.com/noticias/2010/04/24/i242753_algo-sobre-novela-
histrica-historia-novelada.html.
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