Julio Cervera. La visión africana de un explorador del desierto

June 19, 2017 | Autor: J. Rodriguez Esteban | Categoría: Military History, Historical Geography, Moroccan Studies, Colonialism, Exploration Geophysics, Western Sahara
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Descripción

Julio Cervera. La visión africana de un explorador del desierto

JOSÉ ANTONIO RODRÍGUEZ ESTEBAN Profesor titular del Departamento de Geografía de la Universidad Autónoma de Madrid

Julio Cervera Baviera se hizo merecedor, en el decenio de 1880, de una justa fama como explorador, primero en el ámbito militar, con dos expediciones a Marruecos (1877 y 1884), y más tarde en el ámbito civil, con una aclamada expedición científico-comercial al Sáhara Occidental (1886). Pero esta actividad africana se prolongó más allá, ya que entre 1888 y 1890 fue nombrado agregado militar en la Legación de España en Tánger, realizando negociaciones territoriales y nuevas exploraciones. En 1893 participará en la Guerra de Melilla y como ayudante de campo del general Manuel Macías Casado le acompañará en su destino de Canarias un año después. El territorio del África noroccidental, lo que años después llamaría el geólogo Eduardo Hernández-Pacheco la «Hesperia africana», era una región poco conocida, pese a su proximidad a Europa: por la complejidad de su organización y la hostilidad de los naturales al extranjero. La lista de incidentes en aquellos años era larga y las negociaciones de los gobiernos en los casos de secuestros se prolongaban años (Puyana, Butler, la goleta Nueva Argelia, el laúd Miguel y Teresa…). Es precisamente en este ambiente hostil, de situaciones límite, con robos y secuestros

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que podían terminar en esclavitud, donde la inteligencia y lo que podríamos llamar «la viveza» de Cervera le permitieron salir adelante. Cervera sumaba a su talante una excelente preparación como geógrafo, que demostró en sus publicaciones y en las tareas que le fueron encomendadas. Son estas dos cualidades, su resolución en momentos complicados y sus conocimientos geográficos y destrezas cartográficas, las que le dieron justa fama de explorador y le sitúan entre los grandes del momento, con Gatell a la cabeza. Para sus reconocimientos en Marruecos Cervera recurrió a todo tipo de argucias y, aunque le gustaba ir con uniforme de militar, no dudó en hacerse pasar por médico occidental o vestirse de árabe, ocasiones en las que se hizo llamar Omar Scherif (véase p. 69). El siguiente párrafo, tomado del viaje que hizo en 1884, bajo una misión secreta para el ejército español (que empleó para conocer la geografía marroquí y tomar nota de los pasos, la formación y distribución de las tropas del Sultán), recoge estos aspectos: Mi traje marroquí, mi fisonomía y mi lenguaje llaman la atención de muchas personas notables que saludan a Hamet-Ben·Suchrón y le preguntan quién soy yo. —Un scherif de Túnez— contesta mi amigo; y bien pronto corre de boca en boca mi nombre. Omar Scherif inspira respeto y veneración a los moros y desde aquel día constantemente se acercan grandes y chicos, ancianos y mujeres, a tocar mi albornoz con la mano, que llevan después a sus labios. Celebrábase las Pascuas y era época de dar limosnas. Cada día repartía entre mis numerosos parroquianos más de cuatrocientas monedas, que no llegaban a sumar el valor de una peseta; y mi fama creció y Omar Scherif era uno de los santos más santos, más ilustres y más queridos en Fez. Esto me dio alas para salir solo a recorrer a caballo los alrededores de la población, llevando la brújula, la cartera, el lápiz... y el revólver. (Cervera, 1885, p. 91.)

La geografía ocupó un lugar importante en sus preocupaciones intelectuales durante su periodo africano, pero ya en los textos de esos años muestra una clara intención de buscar soluciones territoriales desde la ingeniería, como las referentes al sistema de comunicaciones del ejército, que considera complementarias del reconocimiento topográfico: Los adelantos modernos, en la guerra, serían de un efecto sorprendente; darían un magnífico resultado en un país que carece de todos ellos. La telegrafía óptica… y la eléctrica, rápidamente establecidas, mantendrían en comunicación constante los cuerpos del ejército, las divisiones y brigadas, los puntos estratégicos conquistados. Las palomas mensajeras, que son fáciles de amaestrar en palomares militares, debieran establecerse en las plazas fuertes de Melilla, Ceuta, etc. y en otras como Mehedia. Rabat, Mogador. Tánger, en que se amaestrarían al poco tiempo de ser ocupadas estas plazas por un ejército expedicionario de cualquiera nación europea, podrían mantener en correspondencia diaria al ejército en operaciones con la base, con los jefes de las escuadras navales y con el Gobierno de la Nación, a pesar de la guerra irregular de las tribus que tratarían constantemente de hostilizar a los destacamentos y de interrumpir las comunicaciones del invasor. Los globos aerostáticos, hoy, tienen su verdadera, y tal vez única, aplicación militar en los reconocimientos, y siendo Marruecos un país poco conocido

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en donde estos hacen muchísima falta, sería casi una necesidad el empleo de aquel nuevo elemento llamado a prestar muchos servicios en las guerras del porvenir. (Cervera, 1884, 27-28.)

En el viaje a Marruecos de 1884 realiza pruebas con palomas mensajeras: «Entre las personas que conocí en Ceuta —comenta— es ocasión de citar a don Cornelio Fernández... Me entregó una pareja, bonitos ejemplares de tan útil elemento de comunicaciones militares: la Ceuta y la Africana, con las que me propuse ensayar algunas experiencias» (Cervera, 1885, p. 12). Y es que, en esencia, su interés en la ingeniería de las comunicaciones inalámbricas no es más que un paso decidido en una de las principales preocupaciones de su tiempo: el territorio y la movilidad; y las comunicaciones son la solución desde las ingenierías para su aprovechamiento y control. La expedición de 1877 y el libro sobre la geografía militar de Marruecos Lo que se convino en llamar de forma genérica «la cuestión marroquí», estuvo presente a lo largo del siglo xix en la política española, pero a finales del decenio de 1860 había pasado a un segundo plano por los avatares de la propia política nacional. Una vez encauzada la vía de solución que propone la Restauración y habiéndose desencadenado en el escenario internacional el interés por África, con la proliferación de sociedades geográficas, en especial tras el Congreso Internacional de Geografía de París de 1875, Marruecos y la costa atlántica africana vuelven a ocupar la atención de militares y geógrafos españoles.1 En el ámbito de la exploración todas las miradas se vuelven al viajero Joaquín Gatell, que había recorrido unos años antes la costa al sur del Atlas por tierra y que, tras publicar sus impresiones en los cuadernos de la Société de Géographie de París (de 1869 y 1871, estando inédita una memoria suya en el Ministerio de Estado de 1865), es requerido en 1878 por los geógrafos españoles y enviado en misión secreta para completar los datos, por el interior, que desde el mar toma una comisión presidida por Cesáreo Fernández Duro. Se trataba de localizar un enclave impreciso que, con el nombre de Santa Cruz de Mar Pequeña, había sido reconocido para España en el armisticio de la guerra con Marruecos de 1859-60 y que se identificaría finalmente con lo que llegó a ser el enclave de Ifni.2 Es en medio de este renacer africanista y explorador en el que Cervera emprende viaje en 1977, con veintitrés años, a Fez y Larache, solicitando una licencia de dos meses en el Ejér1 

Desde la Guerra Franco-Prusiana de 1870-71 y el Primer Congreso Internacional de Geografía, celebrado en Amberes el año en que finalizó ese conflicto, y hasta el viaje de Cervera al Rif en 1877, se habían fundado veintiséis nuevas sociedades geográficas, especialmente en Francia y Alemania, paro también en Portugal y en España, que creará además un Comité Español de la Asociación Internacional para la Exploración y Civilización del África Central (1876), con el objeto de no descolgarse de las tendencias internacionales y de iniciar las exploraciones en el sur de Marruecos (Coello, 1877, p. 315 y Rodríguez Esteban, 1996, p. 76).

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Sobre Gatell, véase: Francisco Javier Martínez Antonio (2012), Viajes por Marruecos de Joaquín Gatell (el caíd Ismail).

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cito. A su regreso empieza a estudiar las obras relativas a este territorio y, coincidiendo con la ocupación francesa de Túnez en 1881 y la eclosión de suspicacias entre las potencias europeas que da origen al reparto de África (Wesseling, 1999, p. 47), publica algunos artículos en la Revista Científico-Militar sobre la red fluvial y sus vías de comunicación (Cervera, 1881).3 Poco tiempo después, en 1884, en este contexto de especial significado por conocer todo lo concerniente al territorio y a su organización, editará su libro sobre la geografía militar de Marruecos; justo en el mismo año en que la Sociedad Española de Africanistas y Colonistas (nacida al calor del Primer Congreso de Geografía en España) celebra el famoso mitin, en el desaparecido teatro de la Alhambra de Madrid, bajo el lema «España en Marruecos», en el que participan los mejores conocedores de la «cuestión marroquí».4 El momento no podía ser más oportuno y la forma de abordarlo también. La línea la marcó la afamada Geografía histórico-militar de España y Portugal, del coronel José Gómez de Arteche, que tantas vocaciones geográficas había despertado. El libro de Cervera ponía en relación explicativa el territorio con las actividades humanas, partiendo del estudio de los sistemas hidrográficos, los montañosos y las comunicaciones que ambos redirigen. También, como el de Arteche, tenía pretensión de convertirse en manual militar. Si en las academias militares se enseña la geografía militar de Europa, con mayor razón debiera enseñarse en ellas la de Marruecos. Si al alumno de E. M. y al de Ingenieros se les exige el conocimiento detallado de los teatros de la guerra de Silesia, del Salzburgo, de Transilvania y del Cáucaso, con mayor razón debe exigírseles el conocimiento, más detallado aún de los teatros de la guerra en el Moghreb. (Cervera, 1884, p. 8.)

Para abordar la tarea Cervera estudia las obras escritas por españoles, franceses e ingleses, que cita y comenta. Entre sus propósitos está también dar un paso nuevo en la trascripción de los topónimos de la zona, comentando al respecto que: […] al haber tenido ocasión de estudiar la geografía política de Marruecos en compañía de un joven marroquí muy conocedor de su país y del árabe literal, poniendo al hacerlo un especial cuidado en amoldar a nuestra 3 

La Revista Científico-Militar se encargaría de publicar ambos textos, en diversas entregas en los tomos I y II de 1881. Cervera parece haber hecho un gran esfuerzo para comprender el sistema fluvial de Marruecos y los itinerarios para trasladarse entre los principales núcleos de población. Los datos los extrae Cervera contrastando libros sobre Marruecos, descripciones de viajeros e indicaciones de las rutas seguidas por caravanas y comerciantes. Pero va más allá de la descripción al presentar muy diversas láminas con la cartografía de ríos e itinerarios. Aunque especialmente el dibujo de la red de comunicaciones y las estructuras del relieve son solo aproximadas, no cabe duda de que logró una visión completa de Marruecos. Este importante ejercicio bibliográfico y cartográfico le dio al autor un conocimiento cada vez más preciso sobre el imperio y le convirtió en una referencia sobre el tema (Cervera, 1881a y 1881b).

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 rancisco Coello, Joaquín Costa, Gabriel Rodríguez, Gumersindo de Azcárate, Eduardo Saavedra y José de Carvajal. RecogienF do las propuestas y el éxito del mitin, en junio de 1884, la Sociedad Geográfica de Madrid y la Sociedad Española de Africanistas y Colonistas envían sendas súplicas a las Cortes para que estas consagren especial atención a la política exterior de España en sus relaciones con el imperio de Marruecos, mediante la promulgación de leyes y la introducción de reformas administrativas consignadas en opúsculos adjuntos. Treinta y dos entidades consultadas se suman a la petición y envían otras tantas cartas a las Cortes (Rodríguez Esteban, 1996, p. 320).

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escritura los nombres que en los mapas nos han parecido mal representados, atendía la pronunciación árabe y su significado. (Cervera, 1884, p. 10.)

La obra muestra, al tiempo, ese afán divulgador que será una constante en la vida de Cervera. Es, también, un momento en el que se dan a conocer los adelantos de la geografía y Cervera señala que «Livingstone, Cameron y Stanley los han popularizado con el interés de la descripción amena y el dibujo» (p. 11). Pero hay más, hay un tono de orgullo y una visión patriótica que serán en adelante características de su acción geográfico-colonial: actitudes ambas que le acarrearán diversos problemas. En este sentido, y en el de tratar estas cuestiones resaltando las cualidades que se suponen inherentes a los exploradores españoles frente a la técnica anglosajona, nos avanza, en un extenso párrafo revelador, los ingredientes de su actividad exploradora: Dignos son ciertamente tales viajeros —en referencia a los mencionados Livingstone, Cameron y Stanley— del lauro que la opinión unánime les ha adjudicado, mas no menos lo merecen los que se han atrevido a recorrer las arenas del Guad-Nun y el Tekna —comenta pensando con probabilidad en Gatell— , y porque se entienda que no es exagerada la premisa, se ha de pensar que grandes como son los riesgos del que emprende el camino de los lagos, se arrostran con recursos proporcionados. Botes que se desarman, para cruzar las grandes masas de agua; instrumentos de precisión que fijan las posiciones: armas modernas con que poner a raya a los salvajes; medicinas, víveres en conserva, camas de campaña, ropas, herramientas, comunicaciones. El aparato del explorador del Tekna abulta mucho menos, habiendo de componerse principalmente de prudencia, sagacidad, disimulo, gran memoria, sufrimiento y paciencia. Despidiéndose de la comodidad y de la limpieza, ha de procurar asimilarse, confundirse en cierto modo con los hombres con quienes se ha de rozar: hablar su lengua, practicar sus costumbres, imitar sus ritos religiosos: de ello depende la seguridad personal y el éxito de la empresa; en la inteligencia de que todo el que penetra en aquellas estepas es desde luego sospechoso para los naturales, que miden las palabras, espían las acciones y comentan los más sencillos pormenores de la vida con suspicacia superlativa. El equipo ha de componerse, en consecuencia, de un solo vestido, pobre y viejo, prescindiendo en su corta composición hasta del calzado, que es doblemente necesario para defensa de reptiles ponzoñosos. Los instrumentos son tremendos acusadores: el reloj, la brújula, el aneroide, trascienden al cristiano: un objeto cualquiera reluciente despierta la codicia de las mujeres, como la excitan en sus maridos las prendas de paño que abrigan: pudiendo ser unas y otras tentación que mueva el gatillo de una espingarda por cambiar de dueño, y no hay que hablar de lápiz y cartera, cuya evidencia equivale a la del cuerpo del delito en un reo de traición. (Cervera, 1884, p. 11-12.)

Youssef Akmir (2013, p. 111) ha destacado que su atracción por la vida marroquí hizo que su estudio incluyera también temas políticos, sociales y culturales, indicando que «hubiera podido servir de lección metodológica para todos los que posteriormente realizaron estudios sobre Marruecos». En su concepción militar Cervera concedía un lugar particular a la etnografía como «estudio de las costumbres, usos, etc. de los pueblos: ciencia de suma importancia, porque siendo el hombre quien hace la guerra, la manera de combatir, la energía en la defensa, el ardor en el ataque, varían con la manera de ser de cada raza» (Cervera, 1884, p. 20).

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En el libro que escribió un año más tarde bajo el título de Expedición geográfico-militar al interior y costas de Marruecos, producto de un segundo viaje de exploración y del que indicaremos algunas cosas más adelante, incluyó un mapa temático que resumía estas tres cuestiones: la red fluvial, la orografía y el estado político-militar de las kabilas independientes o sublevadas.

Mapa temático sobre el Estado político-militar de Marruecos, tomado del manuscrito de 1884

La concepción militar de la geografía que guía la obra de Cervera se concreta en la consideración del «teatro de la guerra» y de los distintos «teatros de operaciones a que da lugar». Pero estos teatros no se corresponden necesariamente con cuencas fluviales, sistemas montañosos o regiones naturales, y ni siquiera con las fronteras de un país o con la homogeneidad de sus habitantes, como nos indica en su libro:

El territorio de cada nación puede considerarse como un gran teatro de la guerra en que tengan lugar las campañas que se vea obligada a seguir dicha nación. Y los accidentes geográficos, que pudiéramos llamar de primer orden, dividen el teatro de la guerra en partes que constituyen los teatros de operaciones, o sean aquellas zonas de terreno en que tienen lugar las operaciones reales o supuestas de una campaña. Estudiando detenidamente un país y su relación con los pueblos limítrofes, se determinan preventivamente los teatros de operaciones en que puede dividirse, en armonía con las condiciones de las fronteras, ya marítimas o ya terrestres del citado país. Todo Estado o nación puede considerarse dividido en cierto número de teatros, aun cuando algunas veces puede resultar un teatro único por las condiciones de la guerra. El perímetro de estos teatros cuenta, por lo general, con algún obstáculo del terreno que determina su frente estratégico principal. Pasando la vista por el mapa de Marruecos, y teniendo en cuenta, no solo sus condiciones físicogeográficas, sino su historia, se comprende lo racional de la división del imperio en ocho teatros que vamos a considerar, suponiendo el Moghreb en toda su extensión. Ante todo debemos fijarnos en las líneas de invasión que abrazan sus fronteras, y en las probabilidades de ser atacado por mar o por tierra. (Cervera, 1884, 48.)

Cuando se convocó el mitin del teatro de la Alhambra, de 1884, para hablar de la «cuestión marroquí», los organizadores no estaban pensando solo en este tema. Años después co-

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mentaría Joaquín Costa: «La campaña iba dirigida a la adquisición de territorios en el África ecuatorial, pero había que preparar a la opinión, a los políticos, al Gobierno, entre quienes eran desconocidos los territorios en el río Muni; Camarones, Elobey, etc., y nos abstuvimos de plantear el problema en sus propios y directos términos, porque íbamos derechos al fracaso; planteamos el problema de la política africana, como política hispano-marroquí, porque Marruecos era un nombre popular y de todos conocido; cuando la propaganda estuvo hecha y se obtuvieron los primeros auxilios, las expediciones no se dirigieron a Marruecos, se dirigieron al África ecuatorial» (Costa, 1911, p. 245). La propuesta que desde las sociedades geográficas se presentaba respecto a Marruecos no era precisamente belicista y se concretaba en lo que denominaban la «penetración pacífica»: lo que Cervera estudiaba en su libro, en ese mismo año, era la penetración militar. En este sentido dirá: «no menos útil y tal vez provechoso a la patria puede ser el estudio militar de un país vecino —recordaba haber escrito en 1877—, al que más o menos tarde ha de llevarnos la necesidad de la guerra» (Cervera, 1884, p. 8), siendo el objetivo de su obra la preparación militar para las «los teatros de la guerra en el Moghreb» (sic). Incluyó, en su Geografía militar de 1884, una serie de croquis topográficos de varias poblaciones, tomados de la obra de los Sres. Arteche y Coello, pero matizando que «después de haber comprobado algunos sobre el terreno y completado otros con las modificaciones sufridas modernamente» (Cervera, 1884, p. 14).5 Es significativo que el libro de Cervera sobre la geografía militar de Marruecos se inicie con una dedicatoria al teniente general Marcelo de Azcárraga y Palmero (1832-1915). Azcárraga había formado parte, en 1861, de la expedición a Méjico del general Prim, adhiriéndose en 1868 a la Revolución Septembrina que terminó con el destronamiento de Isabel II, tras la cual ocuparía los cargos de coronel en el Depósito de la Guerra y en el Negociando de Campaña del Ministerio el de oficial general, hasta la proclamación de la República que, pese a sus ideas monárquicas, le confirma en importantes puestos hasta ascender a jefe de Estado Mayor con la Restauración Borbónica. Para que mi modesta obra tenga algún valor —dirá Cervera—, quisiera unirla a un nombre que se lo dé. Esto dije a V. E. al ofrecerle mi ligero trabajo, y la primera página de mi libro vale mucho, pues lleva el nombre del afortunado Oficial que en Cuba, en Méjico y en Santo Domingo como jefe: en los ejércitos de Cartagena y el Centro como general, en el extranjero como militar estudioso y en los altos cargos que ha desempeñado, como organizador, ha logrado adquirir el prestigio y la general simpatía que dan el valor, la inteligencia y el mérito. Acepte V. E. esta pequeña prueba del respeto y admiración que inspira a su affmo. S. S. y subordinado. (Cervera, 1884.)

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I ndica también en este sentido que los Federico Mendicuti, coronel de ingenieros, el comandante del mismo cuerpo Ricardo Vallespín, Teodoro Bermúdez Reina, agregado militar a nuestra Legación en Tánger, y el jefe del Disciplinario de Ceuta José Muñiz, también nos han proporcionado muy preciosos datos de Marruecos.

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Misión confidencial y nueva expedición a Marruecos en 1884 Aunque el tema deja algunas lagunas, según recoge Cervera en el libro que publicará tras su periplo marroquí de 1884, en mayo de ese año fue a visitarle un enviado militar para proponerle un viaje, al interior de Marruecos, que el acepta, aclarando que el libro que escribe sobre el mismo no se corresponde con la misión solicitada por el enviado militar (Pina, 2008a, p. 177). El objetivo del viaje es para Cervera: […] completar mis estudios geográficos sobre aquel país y descifrar algunas dudas adquiridas en el examen de los muchos libros y cartas publicados hasta hoy; debiendo hacer presente que, algunas descripciones de viajes al interior, me consta que sus autores las han escrito sin moverse de Tánger, población que en nada se parece a las demás del imperio, y que en realidad tiene más de europea que de marroquí. De aquí las muchas faltas y errores que los conocedores del país notan en dichas obras. (Cervera, 1885, p. 6.)

El encargo pedido a Cervera, de no ser la página introductoria un recurso literario,6 está en la línea de otras actuaciones oficiales en Marruecos, como las realizadas desde 1882 por el Cuerpo del Estado Mayor del Ejército español para el levantamiento de cartas itinerarias y mapas topográficos a gran escala de las principales ciudades (Urteaga et al., 2004).7 Esta tarea de «información geográfica» se inscribe en la pérdida de poder de la monarquía alauita, durante el siglo xix, como consecuencia de una confluencia de situaciones que provocaron su debilitamiento, propiciando rebeliones en las cabilas más reacias a mantenerse bajo el interés recaudatorio real, sobre todo en el Sus y el Num y en la zonas próximas a Ceuta y Melilla. Por otra parte, la creciente expansión de Francia en Argelia y su interés en evitar la injerencia marroquí y ampliar sus competencias en las zonas fronterizas, despertaron en España la «cuestión marroquí», cuyo punto culminante se alcanzó en la confrontación bélica con Marruecos de 1859-60, conocida como la Guerra de África. Los problemas internacionales de la región implicaban también a la gran potencia colonial del momento, Inglaterra, que quería evitar cualquier injerencia en su control del Estrecho a través de Gibraltar, en especial ante la expansión francesa iniciada tras la derrota con Alemania de 1871. Este juego de intereses se concentró en el denominado Sistema de Protecciones, mediante el cual súbditos del Sultán podían estar bajo protección de las potencias extranjeras. El Sistema estaba pensado inicialmente para promover el comercio, pero pronto sirvió para otros intereses políticos que agudizaron los desencuentros. 6 

 o parece muy adecuado comentar en un libro una operación secreta. Por otra parte, en el manuscrito original de este libro N escrito por Cervera, depositado en la Biblioteca Nacional de España, falta esta explicación inicial.

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 or supuesto, también anteriores. En 1863, como ejemplo con similitudes con el caso de Cervera, el capitán de Estado Mayor P Pedro Gómez Medeviela, que había tomado parte en la Batalla de Tetuán, fue enviado a Marruecos en misión confidencial para reconocer distintas partes del Imperio marroquí. Entre 1863 y 1866 recorrió las ciudades de Tánger, Larache, Mehdia, Rabat, Salé y Mequínez, trazando algunos croquis y formando itinerarios de sus recorridos (véase: Lombardero, 1947 y Urteaga et al., 2003).

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Para atajar los problemas a que abocaba el Sistema de Protecciones, Moulay Hassan convocó unas conferencias internacionales en Tánger (1877) y Madrid (1880), que solo consiguieron aplazar los problemas del imperio (Rodríguez Esteller, 2002). Expedición al interior del Sáhara en 1886 La aceleración creciente del tema colonial lleva a la necesidad de acuerdos entre las potencias, que se reunirán a finales de 1884 y principios de 1885 en la Conferencia de Berlín. Los acuerdos adoptados van a desplazar los derechos históricos de ocupación, por los de ocupación efectiva. En el caso concreto de la costa atlántica frente a las islas Canarias, el problema para España radicaba en la creciente presencia británica. En 1881 el escocés Donald Mackenzie levanta en cabo Juby, a menos de 100 km de Fuerteventura, una factoría con la que comerciaba la región. Las alarmas se dispararon en la Sociedad Española de Geografía Comercial cuando se tuvo noticias de que un vapor inglés de la compañía de Mackenzie se encontraba en la bahía de Río de Oro en 1884 y que pretendía iniciar negociaciones en el interior del Sáhara con Uld-el-Aidda, enviando a Xingueti un emisario: el mismo jefe con el que dos años después negociaría Cervera la protección de España para todo el interior del Sáhara atlántico (Cervera, 1887b, p. 238). Todo se complica más con los intentos paralelos de crear en Madrid una compañía mercantil bajo pabellón inglés. La presencia inglesa en aquella costa, como diría Cervera: «habría sido un semillero de dificultades para España». Cervera comprobaría en su viaje la veracidad de la noticia revelada por The Standard, de que a finales de 1884 se acariciaba en Fez la idea de llevar la soberanía de Marruecos hasta Tombuctú (Ibidem), que venía a sumarse a la incitación de publicistas franceses para que este país uniese sus posesiones en Senegal y Argelia. Ello motivó que la Sociedad Española de Geografía Comercial proyectase de forma apresurada una expedición a la costa del Sáhara, enviando a los tres días de conocer las pretensiones inglesas al militar Emilio Bonelli para que ocupase la costa africana entre cabo Bojador y cabo Blanco. Para mantener la influencia española en los territorio situados más al norte de cabo Bojador se presionará al sultán de Marruecos para concretar el acuerdo de ocupación de la antigua fortaleza de Santa Cruz de Mar Pequeña, que una comisión mixta encabezada por Fernández Duro situó en Sidi Ifni, por estar en el centro de un cíngulo montañoso que la hacía menos vulnerable y más defendible (Cervera, 1887b, p. 238; Rodríguez Esteban, 2011, p. 51). Pero en unos territorios donde no llegaba la autoridad del Sultán, de nada servían los asentamientos costeros, en especial en temas de seguridad, sin controlar las regiones del interior, como había demostrado el ataque que la base de comercio situada en la península de Dajla, Río de Oro, sufrió unos meses después de que España declarase su protección sobre la zona. Así

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pues, era imprescindible para las sociedades geográficas organizar una nueva expedición hacia el interior. Pero la zona, además de estar recorrida por distintas tribus, se había convertido en inexpugnable ante la rudeza de las condiciones climáticas del desierto, como mostraba que pocos exploradores se hubiesen aventurado a recorrerla. Por todo ello, la Sociedad Española de Geografía Comercial, apoyada por el Gobierno, decidió enviar una expedición muy reducida que, mediante pactos previos con los jefes de las cabilas importantes, permitiese a los expedicionarios alcanzar sus objetivos.8 Francisco Coello, como presidente de la Sociedad, escribió a Cervera ofreciéndole la jefatura de la expedición científica y la dirección de la empresa. Este cerró inmediatamente sus talleres de fotograbado en Barcelona y se fue a Madrid. La reunión preparatoria se realizó en casa de Coello y de ella comenta Cervera que personas a las que creía conocedoras de las cosas de África (refiriéndose probablemente a Emilio Bonelli) «se mostraron enemigas del proyecto de exploración, augurando un fin fatal a los expedicionarios, entre otras razones por creer imposible la marcha al interior del Sáhara —en verano—». Pero para Cervera era una «empresa sencilla y de fácil ejecución» y había que realizarla lo antes posible, para evitar complicaciones internacionales y porque creía mejor estudiar el país en la peor época y en las peores condiciones, para no formar un «juicio equivocado sobre la bondad y belleza de los territorios desconocidos que íbamos a estudiar» (Cervera, 1887b, p. 11). Nuevamente la expedición se organizó sin pérdida de tiempo y si el 1 de abril se firmaba la Real Orden, concediendo a la Sociedad los auxilios necesarios para llevarla a cabo, el 14 de mayo desembarcaban los expedicionarios en la costa de África. Cada miembro tenía encomendada una tarea concreta relacionada con los aspectos que más interesaban. Por supuesto, un traductor, para lo que se recurrió a Felipe Rizzo, conocedor del árabe y de todos sus dialectos; un naturalista, Francisco Quiroga, vinculado a la Institución Libre de Enseñanza, con especiales conocimientos en geología para estudiar varias cuestiones que estaban siendo discutidas internacionalmente; y un geógrafo, conocedor de la región, que tomase fotografías y coordenadas, estudiase el sistema de pozos y organizase la defensa de la expedición, perfil en el que Julio Cervera encajaba como nadie. Les acompañarían dos soldados de la Sección de Moros Tiradores del Rif de Ceuta: el Hach Abdel-Kader L’Ajdar y Hamed-Hach-Sáhara. Un grabado publicado por La Ilustración Española y Americana, a partir de una fotografía tomada en Las Palmas por el Sr. Ojeda y Pérez (posiblemente realizada en el viaje de regreso tras haber alcanzados los objetivos), inmortalizó a los expedicionarios, con salacot los europeos y turbante Abd-el-Kader, todos portando armas automáticas, menos el naturalista Quiroga que muestra en su mano izquierda el martillo de geólogo (véase p. 68). No se conoce bien cómo se llegó, por parte de los organizadores de la Sociedad Española de Geografía Comercial, a estas elecciones, pero algunas cosas se pueden deducir, si tenemos 8 

S obre la expedición véase: José A. Rodríguez Esteban (dir.) (2008), Conmemoración de la expedición científica de Cervera-Quiroga-Rizzo al Sáhara Occidental en 1886.

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en cuenta a los principales componentes: el afamado cartógrafo Francisco Coello, como presidente, y el joven y erudito pensador Joaquín Costa, como director de las expediciones de la Sociedad, que había puesto en este viaje no solo sus ideas de regeneración, sino sus investigaciones geohistóricas sobre la evolución geográfica del occidente africano (Rodríguez Esteban, 2011, p. 51). La misión político-comercial requería la firma de acuerdos de protección política y de intercambio comercial con las tribus, lo que implicaba textos en árabe y capacidad de convicción de cara a los jefes de las mismas. Indudablemente, Rizzo era la persona adecuada por sus conocimientos y su experiencia diplomática, pero tenía además una razón imperiosa para aventurarse a acompañar una misión tan complicada: redimir una condena previa (Pina, 2008b, p. 222). Se puede decir que la expedición fue compleja debido a la distribución de poderes entre distintas tribus, lo que podía hacer inútil cualquier acuerdo previo. Requería enviar emisarios para buscar la protección y negociar con las diversas cabilas con las que se encontraran a su paso. La expedición coincidió con el periodo en que el sol incide perpendicular en el Trópico, cuya línea siguieron hacia el interior los expedicionarios, midiendo Cervera temperaturas de 62º centígrados. También con el momento en el que el calor reduce al mínimo los enfrentamientos entre las propias tribus. Cervera relató varias ocasiones en las que estuvieron a punto de perder la vida por ambicionar los propios acompañantes árabes los objetos que llevaban o por sospechar que buscaban oro: Y además, los rigores de un clima seco y cálido, debido a los abrasadores rayos de un sol cenital y a la ausencia de grandes depósitos de agua, la amenaza constante de belicosas tribus, ansiosas del pillaje, temibles por su fanatismo, destreza en el manejo de las armas, cautela y sagacidad para el asalto nocturno; la carencia absoluta de manantiales de agua fresca y cristalina que calme la abrasadora sed, y la fatiga que ocasiona la marcha por pedregales inmensos o por arenosas llanuras, todo hace dificultosísimo, ya que no imposible, la exploración en el Sáhara. La osadía, el descaro y las exigencias de los moros que nos acompañaban llegaron á tal extremo, que un día, después de un altercado ruidoso, nos cerramos a la banda, empuñando enérgicamente las armas, y les negamos cuanto pedían, incluso víveres para su alimentación. Acostáronse sin cenar y al siguiente día se mostraron más razonables. Pero su venganza llegó pronto. No emprendieron la marcha hasta las ocho de la mañana; y como nuestro interés estaba en avanzar hacia el interior, sufrimos todo el día los rayos de un sol verdaderamente tropical. Era el 20 de Junio; marchábamos siguiendo el mismo trópico, y el sol, por consiguiente, a las doce del día lo teníamos en la vertical del lugar; no podíamos recibir más perpendicularmente sus abrasadores rayos. A las tres de la tarde, el termómetro marcaba 62º centígrados; la lengua pegada al paladar; los labios, secos y cortados, no se movían; con terrones de ácido cítrico procurábamos refrescar la boca. (Cervera, 1887a, p. 4.)

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Cervera se lamenta una y otra vez de lo difícil que es el trato con las tribus: Es imposible, dirá, sacar partido del árabe habitante en el Desierto. Fanático y poseído de un odio mortal a los cristianos, cuya amistad admite únicamente por la idea del lucro y de la conveniencia comercial; ignorante, terco, aferrado a sus caprichosas ideas, envidioso, insaciable en su afán constante de exigir regalos y recompensas, orgulloso de su valer y condiciones, sucio en extremo, ladrón, falso, embustero, desconfiado, traidor, hipócrita y cobarde; si fuese valiente sería mucho más temible, si bien entonces tendría alguna otra condición buena; que al valor siempre acompañan nobleza de sentimientos y más virtudes que vicios. (Cervera, 1887a, p. 3.)

La expedición cumplió buena parte de sus objetivos científicos (estructura de la península de Dajla, alturas, constitución geológica del interior, toma de coordenadas de los pozos más importantes) y comerciales (firma de acuerdos de protección con las tribus del Adrar Tmar). La tarea no fue fácil: Las observaciones astronómicas, topográficas, científicas de todo género, se hacen con dificultad en país de árabes. Es preciso ocultar los instrumentos, la cartera de apuntes, el lapicero: todo les infunde recelo y desconfianza. El menor movimiento, pregunta o acto para ellos incomprensible, da lugar a temores en sortilegios, á sospechas y alarmas, que pueden costar la vida al europeo que las ocasiona. La adquisición de un dato geográfico insignificante cuesta un trabajo inmenso. (Cervera, 1887a, p. 4.)

A su regreso los expedicionarios fueron recibidos como héroes. Impartieron conferencias por muy distintas instituciones, para las que se hicieron acompañar de un inmenso mapa mural, con el itinerario, realizado por Cervera a su regreso. Al igual que se organizaron expediciones al Sáhara,9 las sociedades geográficas mandaron a otros dos exploradores, Iradier y Osorio, a Guinea: pero cuando pudieron llegar se había adelantado ya una expedición alemana, ocupando Camerún, y otra francesa se había internado en el Muni, por territorios considerados españoles. Esto repercutió en los logros de la expedición de Cervera, puesto que las negociaciones para el reconocimiento de los territorios explorados del Sáhara y de Guinea iban a entrar, por las desavenencias en las zonas de influencia, en la misma ronda de negociaciones. Surge un contencioso con Francia sobre Guinea para delimitar dichas áreas, que se inició en París el 22 de marzo de 1886, pero tendrían que decidir también sobre las delimitaciones en la zona sahariana. Respecto a estas, la comisión española no pudo hacer valer los logros de la expedición de 1886 porque el Gobierno de Sagasta no había hecho pública, ni comunicado a las otras naciones, su toma de posesión según había prescrito la Conferencia de Berlín. En cuanto a Guinea, las discrepancias entre los dos países eran tan grandes que las reuniones se suspendieron en 1891, pensándose primero en un arbitraje y aplazándolas luego por largo tiempo. Julio Salón (2008, p. 57) nos ha recordado que «los gobiernos españoles sucesivos, absortos por el problema marroquí y el cubano de aquella década, no volvieron a abordar la fijación 9 

 tra expedición fue mandada a la costa al norte de Bojador, de la que se encargó el cónsul de España en Mogador José Álvarez O Pérez (Marín, 2013).

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fronteriza de las nuevas colonias africanas hasta después del desastre del 98, llegándose al tratado de París de 27 de junio de 1900 con importantes pérdidas territoriales respecto a las primitivas expectativas de los colonialistas», como consecuencia de la progresiva debilidad de España tras el desastre del 98. Cervera fue muy consciente de estas dificultades y sus opiniones en ese sentido tendieron a las acciones militares, en oposición a las prácticas de penetración pacífica propuestas por geógrafos y diplomáticos. Cuando en los primeros decenios del siglo se ensayó la vía militar, lo cierto es que los resultados adquirieron un dramatismo aún mayor. Su estancia en la Legación de España en Tánger, 1888-1890 Desde el mitin del teatro de la Alhambra y las peticiones a las Cortes en 1884, la influencia de España en Marruecos había ido aumentando progresivamente en el plano comercial, con políticas activas y la creación de cámaras de comercio. Pero Alemania, Inglaterra, Italia y Francia habían ido planteando también diversas estrategias para tener una mayor presencia en el país. A pesar de que España seguía manteniendo la política de statu quo iniciada por Cánovas del Castillo, la nueva situación obligó a Antonio de Aguilar y Correa, marqués de la Vega de Armijo, como ministro de Estado, a emprender una nueva política más activa. Un paso importante se dio, en 1888, con la sustitución del principal representante diplomático de España en Marruecos, José Diosdado,10 por Francisco Rafael Figuera. Este, nada más incorporarse a su puesto en Tánger, informó a Vega de Armijo que tras consultar «con las personas más enteradas de los asuntos de Marruecos, como Rinaldi, Ovilo, Cervera y otros, se mostraban conformes con la política que pensaba desarrollar» (correspondencia de Figuera con Vega de Armijo, cit. Fernández, 1985, p. 231). En esta línea, aprovechando la audiencia que Muley Hassan (sultán de Marruecos entre 1873 y 1894) hizo a las legaciones extranjeras en Tánger, Figuera le planteó una serie de cuestiones que vienen a coincidir con las preocupaciones manifestadas por Cervera en sus escritos: la instalación de un cable telegráfico entre Tánger y Algeciras, pasando por Ceuta, dejando de este modo de depender del cable inglés que unía Tánger con Gibraltar; la incorporación al ejército marroquí de oficiales españoles (habiendo entre sus filas ingleses y franceses, como Cervera comenta tras su viaje, al interior de Marruecos, de 1884), creando un Cuerpo de Pontoneros, del que carecía el imperio; trasladar el polvorín de la Alcazaba a otro punto de la ciudad que no estuviese expuesto a los disparos desde los barcos; el envío a Madrid de cuatro estudiantes militares que se dedicasen con preferencia al estudio de los fenómenos de la electricidad; la traída 10 

J osé Diosdado tuvo entre sus asuntos negociar con el sultán Muley Hassan una solución definitiva al problema de Santa Cruz de Mar Pequeña, la pesquería cedida a España por el tratado de 1860: causa, como hemos visto, de operaciones secretas que evitasen levantar suspicacias entre las potencias europeas. El Sultán estaba por entonces ocupado en la preparación de una expedición militar a la región del Sus, donde supuestamente debía localizarse la factoría que reclamaba el Gobierno español.

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de aguas a Tánger, para la construcción de un muelle, con el auxilio de ingenieros españoles; y, por último, la permuta del Santa Cruz de Mar Pequeña (cedida a España en el armisticio de 1860 y que había sido situada en Sidi-Ifni, pero no se podía ocupar por la oposición de las cabilas de la zona) por otro enclave en la costa norte, con la intención de ocupar cabo de Agua, entre la frontera argelina y Melilla. Muley Hassan propuso al comandante de ingenieros Julio Cervera para el traslado del polvorín y la construcción de un nuevo depósito de pólvora. Para abordar el tema, más delicado, de la permuta del enclave de Ifni, Figuera sugirió a Cervera como persona más idónea «por su inteligencia, capacidad y discreción, cualidades agregadas a su conocimiento de aquel país» (correspondencia Figuera con Vega de Armijo, cit. Fernández, 1985, p. 253). Cervera fue enviado a Madrid para tratar con Vega de Armijo, ministro de Guerra, y la regente María Cristina los pormenores de la operación y organizar el plan para crear el Cuerpo de Pontoneros con los oficiales Vallejo y Cabrera, que viajarían con él a Tánger y luego a Fez para iniciar los trabajos. Con posteridad planificó reunirse con diversos comisionados marroquíes en Melilla para la permuta del cabo de Agua. El asunto debía llevarse con el secreto convenido con el Sultán para no despertar la oposición de otras potencias, pero el propio Sultán reveló el proyecto a los oficiales ingleses y franceses y el mismo Salisbury, ante el temor de que este tema se interpretase por Francia como una ruptura del statu quo y desatase la «cuestión marroquí», consiguió que se aplazase indefinidamente (Fernández, 1985, p. 251-257). Parece que Cervera aprovecho su estancia en Tánger para hacer nuevas expediciones (Moga, 2004, p. 73). Pero, sin que se sepan las causas, tuvo problemas en 1890 que torcieron la influencia que había adquirido hasta entonces. Según sus propias declaraciones «fue procesado a petición del Excelentísimo Ministro de Estado a consecuencia de haber tenido una cuestión con un moro en Tánger y que salió absuelto de ese expediente» (Pina, 2008a, p. 183). Poco tiempo después regresa a Madrid, donde imparte una conferencia en el Centro Militar bajo el título «La diplomacia y la guerra en Marruecos» (1890), en la que augura una intervención extranjera en Marruecos y se despacha contra el trabajo del ministro de Estado y de Figuera en Tánger. La prensa airea y toma partido ante estas afirmaciones, lo que termina provocando el arresto de Cervera que, en enero de 1891, ingresa en la prisión de Alicante por un periodo de seis meses (Pina, 2008a, p. 183-185). El estallido de la guerra en Melilla, en 1893, motiva la incorporación de Cervera al Ejército, presentándose en la plaza con el primer contingente militar. Será condecorado y nombrado ayudante de campo del general Macías Casado, con el que se trasladará a Canarias al ser nombrado este capitán general de la plaza. Allí realizará varios proyectos para llevar la electricidad a la capital tinerfeña y la construcción del tranvía eléctrico de Santa Cruz de Tenerife, proyecto que será utilizado para la construcción del tramo de Santa Cruz a Tacoronte (Gómez, 1995, p. 110).

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Nota sobre los libros y mapas de Cervera Hay algunas cosas que llaman la atención en la edición de la obra de Cervera. En primer lugar, cabe indicar que sus lugares predilectos para dar a la luz sus escritos eran las publicaciones de los ingenieros militares, en concreto la Revista Científico-Militar de Barcelona, que se publicaría en paralelo al Memorial de Ingenieros. Por otra parte, Cervera empezó en esos años a editar libros (de los que se supone obtendría algún beneficio económico), algo que a lo que se dedicará en su actividad profesional de principios de siglo. Su primer libro fue, en este sentido, la Geografía de Marruecos, que editó en 1884 como un volumen de la propia Revista Científico-Militar. Ese mismo año, al finalizar su viaje de exploración a Marruecos, del que hemos comentado algunas cuestiones más arriba, tenía terminados dos manuscritos bajo el título Observaciones militares, políticas y geográficas sobre Marruecos, de casi cuatrocientas páginas.11 Dado que su viaje a Marruecos se realizó entre los meses de septiembre y diciembre de 1884, no deja de sorprender que terminase de escribir el libro antes de finalizar el año, como recoge en los dos manuscritos, no solo porque cada uno de ellos consta de 383 páginas y contiene unos cuantos fotograbados, cincografías (provenientes seguramente de fotografías suyas, pero en las que aparece el nombre de Meisenbach12) y varios mapas, sino porque además son dos los ejemplares manuscritos, aparentemente, por Cervera. Se puede pensar que esa duplicidad obedece a la búsqueda de un editor, aunque resulta poco comprensible la existencia de una publicación con el título de Expedición al interior de Marruecos, sin fecha alguna de edición.13 Los escritos de Cervera van acompañados de una amplia cartografía en escalas medias y grandes. En muchos casos están basados en la medición directa de coordenadas, como es el caso de los mapas del Sáhara (península de Dajla e itinerario del Sáhara), pero en otros complementan con nuevas informaciones planos ya realizados, como sucede con los mapas de las ciudades de Marruecos que visitó. A los tres mapas topográficos de Marruecos que elabora (el de la expedición de 1884 a escala 1:800.000, el de la Geografía militar de Marruecos a 1:2.500.000 y el mapa con el que construye las láminas para mostrar la red de comunicacio11 

 no de ellos fue recogido por García Figueras y forma parte actualmente de su colección en la Biblioteca Nacional de España. U El otro, con una dedicatoria personal de Cervera al general Juan de Dios de Córdova, está depositado en la Biblioteca de la Academia de Artillería de Segovia.

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 eorg Meisenbach inventó un sistema de reproducción de los semitonos que permitía restituir plenamente los matices del G original fotográfico. Lo patentó en 1882, permitiendo la inclusión de la fotografía en los medios de información y revolucionando así el mundo de la edición. Curiosamente, las primeras reproducciones de fotografías con el autotipo de Meinsenbach aparecieron en el Illustrierte Zeitung (1884), realizadas por Ottomar Anschütz, el mismo año en el que las utilizaría Cervera para este manuscrito. Cervera se llevó una cámara fotográfica a su expedición sahariana, pero el terrible calor que soportaron alabeó su estructura echando a perder ese valioso material.

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La Biblioteca Nacional de España lo incorpora como uno de los títulos de su colección digital: .

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nes a 1:2.000.000) hay que unir diversos de carácter temático, como el del estado político militar de Marruecos, el de la Batalla de Tetuán de 1861 o el general de la red de comunicaciones. Sin ser su obra la de un cartógrafo vinculado a algún proyecto civil o militar, sobresale esta atención a la cartografía, muy por encima de lo que era habitual en aquellos momentos. Bibliografía Akmir, Youssef (2013): «Marruecos previo a 1912: la injerencia europea entre la exploración etnológica y la intervención colonial», en Aragón Reyes, M. (dir.) Edición Gahete Jurado, M. (coord.), El Protectorado español en Marruecos: la historia trascendida, vol. I, pp. 109-125, Bilbao, Iberdrola. Cervera Baviera, Julio (1881a): «Hidrografía de Marruecos», Revista Científico-Militar, t. I, pp. 255-260, pp. 311-319, pp. 357-360. —(1881b): «Marruecos: red de comunicaciones», Revista Científico-Militar, t. II, año VI, 2.ª época, n.º13, pp. 396-399; n.º14, pp. 440-443; nº15 y pp. 470-474; n.º17, pp. 532535; n.º18, pp. 580-582; n.º19, pp. 611-615; n.º21, pp. 674-678; n.º22, pp. 702-704; y n.º24, pp. 764-769. —(1884): Geografía militar de Marruecos, Barcelona, Publicaciones de la Revista Científico-Militar. —(1885): Expedición geográfico-militar al interior y costas de Marruecos, Barcelona, Fidel Giró, 1885, 184 pp. [Hay una edición sin datos que las bibliotecas suelen fechar en 1884 —y que está recogida en la colección digital de la BNE—. Una segunda edición idéntica a esta, publicada en 1909 en Valencia, por la Imprenta E. Mirabet. Existen, además, al menos dos ejemplares manuscritos de esta misma obra, con fecha de 1884, bajo el título de: Observaciones militares, políticas y geográficas sobre Marruecos (septiembre, octubre, noviembre y diciembre de 1884)]. —(1886): «Expedición al Sáhara. De Río de Oro a Iyil», Revista de Geografía Comercial, año II, julio-septiembre de 1886, n.º25 al 30, pp. 1-6. —(1887a): «Conferencia dada por el señor Julio Cervera en la reunión ordinaria de 2 de noviembre de 1886», Boletín de la Sociedad Geográfica de Madrid, t. XXII, primer semestre de 1887, pp. 7-20 (encuadernado como separata con el título de «Viaje de exploración por el Sáhara occidental: estudios geográficos»; reproducción facsímil en Rodríguez Esteban, J. A., 2008). —(1887b): «Expedición al Sáhara Occidental», Revista Científico-Militar, t. I, n.º1, pp. 10-14; t. II, n.º2, pp. 49-55; t. III, n.º3, pp. 89-93; y t. IV, n.º 6, pp. 233-242. —(1890): La diplomacia y la guerra en Marruecos. Conferencia dada la noche del 17 de diciembre de 1890 en el Centro del Ejército y de la Armada, (separata, 20 p.).

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Imagen 4. Cervera, Quiroga y Rizzo. Expedición española al Sáhara en 1886. Fuente: Fondo de fotografía histórica de la FEDAC

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Imagen 5. Cervera como Omar Scherif en 1884. Manuscrito Observaciones militares, políticas y geográficas sobre Marruecos de Julio Cervera. Fuente: Biblioteca Nacional de España

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Imagen 6. Croquis de Alcazarquivir. Manuscrito Observaciones militares, políticas y geográficas sobre Marruecos de Julio Cervera. Fuente: Biblioteca Nacional de España

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Imagen 7. Croquis de Tánger. Manuscrito Observaciones militares, políticas y geográficas sobre Marruecos de Julio Cervera. Fuente: Biblioteca Nacional de España

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Imagen 8. Mapa de la expedición a Marruecos de 1884 de Julio Cervera. Fuente: Biblioteca Nacional de España

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Índice

Presentación

6

Junio de 1927

7

Julio Cervera. La visión africana de un explorador del desierto

17

Vida militar de Julio Cervera

35

Julio Cervera, maestro masón

48

Julio Cervera Baviera y la telegrafía sin hilos a la luz de sus patentes

54

Imágenes

63

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