JULIO CARO BAROJA Y ANDALUCÍA. Reflexiones sobre su vida y obra en esta Comunidad Autónoma

July 18, 2017 | Autor: S. Rodríguez-Becerra | Categoría: Andalucía, Historia de la Antropología, Julio Caro Baroja, Antropología de España
Share Embed


Descripción

Publicado en Revista de Historiografía, número 4, III (1/2006), pp. 46-55. Instituto de Historiografía “Julio Caro Baroja”. Universidad Carlos III de Madrid.

JULIO CARO BAROJA Y ANDALUCÍA Reflexiones sobre su vida y obra en esta comunidad

Salvador Rodríguez Becerra Dpto. de Antropología Social Universidad de Sevilla Resumen: Se establecen las razones personales e intelectuales de Julio Caro Baroja, antropólogo e historiador español del siglo XX, para su identificación con Andalucía, aspecto poco conocido entre los estudiosos. Asimismo, se analiza su concepción teórica y metodológica de Andalucía y se exponen los prejuicios que, según este autor, han imperado en los últimos decenios en la conceptualización de esta región. Finalmente, se pone de manifiesto la contradicción entre el éxito alcanzado por su magisterio en la sociedad y la escasa aceptación en el ámbito universitario. Palabras clave: Caro Baroja, Antropología, Andalucía, España. Bajar hacia el Guadalquivir por los olivares de Jaén aún me conmueve las fibras: en invierno lo mismo que en la primavera o en otoño (Caro Baroja, J., Los Baroja, 1972: 452).

Agradezco al Instituto de Historiografía de la Universidad Carlos III de Madrid su invitación a participar en este acto y le felicito por el acertado título escogido para este seminario, pues creo que recoge fielmente la mayor aportación de Julio Caro Baroja a la cultura española, la enseñanza a través de sus libros. Él ejerció su magisterio fundamentalmente desde los libros y excepcionalmente a través de otras formas de comunicación y docencia. Sus discípulos se cuentan por miles, sin que nunca estuvieran matriculados en una universidad, ni recibido directamente sus enseñanzas. Por eso, su magisterio ha sido en silencio, pero no solo por diez años, sino veinte, treinta y hasta cuarenta. Agradezco asimismo la invitación porque me ha dado ocasión para reflexionar sobre la relación personal e intelectual de Caro con Andalucía, y personalmente me ha ayudado a desvelar mi vinculación intelectual y mi admiración por el maestro Caro, refrescar algunas vivencias personales y traer a colación algún texto que había escrito para el homenaje que le tributamos en Andalucía 1. He recordado con este motivo que las primeras lecturas que hice de Caro fueron tres artículos sobre Andalucía, publicados en la Revista de Dialectología y Tradiciones Populares, referidas a la vida agraria en Córdoba, la Semana Santa de Puente Genil y dos romerías de la provincia de Huelva, lecturas que para un joven de los años sesenta entusiasmado con la Antropología cultural, en el páramo de esta disciplina en España y en el panorama escasamente atractivo que ofrecía la Historia, supuso un verdadero impacto. Afortunadamente el antropólogo americanista José Alcina Franch (Valencia, 1922 - Madrid, 2001), mi maestro, nos permitió transitar por terrenos no exclusivamente americanos, lo que sin 1

Rodríguez Becerra, S. (Coord.): El diablo, las brujas y su mundo. Homenaje andaluz a Julio Caro Baroja. Editorial Signatura. Colección Demos. Sevilla, 2000.

1

duda me hizo volver los ojos a Andalucía, y así me encontré con Caro 2. Vinculación personal de Julio Caro con Andalucía La talla intelectual de Julio Caro Baroja (Madrid, 1914 - Vera de Bidasoa, 1995), la vasta erudición entendida como conocimiento profundo, la capacidad de análisis certero y sin dogmatismos, la facilidad para decir verdades profundas sin galimatías conceptuales y lexicográficas, su ingente producción, avalada por el reconocimiento nacional e internacional, y sus vinculaciones personales e intelectuales con Andalucía justifican, sobradamente, el interés por su obra desde esta región. No es este el lugar para exponer la dimensión de su labor, que sin duda requerirá una o varias tesis doctorales3. Sigue sorprendiendo aún hoy, como le sorprendió a su primer biógrafo el profesor David Greenwood (1971), lo poco estudiada que había sido su producción. Y es que la obra y la vida de Julio Caro no ha respondido a moldes establecidos y por ello ha sido criticado, la mayor parte de las veces con datos y argumentos supuestos y sin fundamento. Julio Caro era un universitario de talla y reputación internacional 4, a pesar de no ejercer la docencia sino de forma esporádica en la Universidad; era el más citado de los antropólogos españoles de los tiempos modernos y su obra no era siquiera referida en muchas carreras de Antropología de las universidades españolas; era un científico de la sociedad y la cultura con una visión total del hombre y no ha merecido por parte de algunos la consideración de antropólogo, a pesar de su pionero rechazo del funcionalismo, en plena moda en la Antropología anglosajona de los 50, que negaba el valor de la historia en los estudios antropológicos. En síntesis, ha sido un franco tirador de las ciencias humanas, sin adscripciones ideológicas ni metodológicas, que ha usado el sentido común como principal metodología y guía de sus estudios. La vinculación personal de Julio Caro Baroja con Andalucía es larga y entremezclada, como la de cualquier familia española de funcionarios, técnicos o comerciantes. El abuelo Serafín Baroja, donostiarra, ingeniero de minas, casado con Carmen Nessi, obtuvo su primer empleo en Minas de Río Tinto y en este pueblo minero le nacieron dos de sus cuatro hijos. Del matrimonio de Carmen Baroja con Rafael Caro, éste de familia malagueña oriunda de Sevilla, nacieron Julio y trece años más tarde Pío, con cuya familia viviría durante toda su vida en Madrid, Vera de Bidasoa (Navarra) y Churriana (Málaga). Siendo Julio Caro director del Museo del Pueblo Español (1944-1955) acompañó a George M. Foster, destacado antropólogo norteamericano, entre 1949 y 1950 en varios viajes en automóvil, recorriendo gran parte de Andalucía y algunas otras partes de España haciendo un survey o recorrido etnográfico. A estos viajes se refiere Julio Caro en sus memorias publicadas como Los Baroja (1972) y George Foster en el 2

Mi primer contacto con Julio Caro tuvo lugar con ocasión de la intervención del maestro en un ciclo de conferencias sobre La Tolerancia que organizó el Área de Cultura del Ayuntamiento de Sevilla en 1989 en cuyo acto hice su presentación. 3 Para una biobibliografía de Julio Caro véase A. Carreira, “La bibliografía de Julio Caro Baroja, una historia casi interminable”, en Memoria de Julio Caro Baroja, Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales, Madrid, 2005, pp. 329-387. 4 Su biografía es la única que recoge el Dictionaire de l´ethnologie et de l´anthropologie por P. Bonte, M. Izard y otros, Presses Universitaires de France (1991), traducido por M. Llinares para Editorial Akal (Madrid, 1996).

2

prólogo a su obra Cultura y Conquista (1962). Nuestro autor había visitado en compañía de su madre Granada y Sevilla en 1947. Durante los viajes que se iniciaron, según su diario de campo, el 9 de noviembre de 1949 en Bailén y que les llevaría en días sucesivos a Córdoba, Bujalance -en donde se detendrán varias jornadas atraídos por la figura de Díaz del Moral, el historiador de las agitaciones campesinas andaluzas-, Cañete de las Torres y Porcuna (Jaén), para pasar posteriormente a la comarca de Los Pedroches con visitas a Pozoblanco, Añora y El Guijo. La estancia en tierras cordobesas le harán decir en sus memorias: “Pero que horas más gustosas pasé hablando con algunos encargados de cortijos y haciendas, con algunos artesanos y menestrales”, y es que Caro se sentía muy cerca de la gente sencilla y de los intelectuales no pedantes, pero siempre individualmente o en grupos reducidos. Pasarán luego a la Sierra de Cádiz donde visitarán al también antropólogo inglés afincado en Francia Julian Pitt-Rivers y con el que a pesar de las diferencias de carácter mantendrá una estrecha amistad. Seguirán luego a la costa gaditana de Conil y a la ciudad de Cádiz. Posteriormente, se dirigen a la provincia de Huelva visitando Trigueros, Calañas, Rociana, Valverde del Camino, y el Cerro del Andévalo; asimismo, visitan Alosno y Puebla de Guzmán en donde les auxiliará el médico Celestino Luque. En esta provincia y especialmente en Alosno y la Puebla de Guzmán los viajeros quedaron atrapados por la singularidad de sus manifestaciones culturales y sin duda también por la acogida que les dispensaran Manuel Lisardo Bowie, su hermana y su madre doña Margarita Bowie, a quien comparó por su historia familiar y conocimiento de la cultura popular con Fernán Caballero; esta familia mostró mucho interés por las creaciones populares y se entusiasmó con la visita de tan destacados intelectuales5. De regreso a Madrid pasarán por Carmona, la Luisiana, Écija, La Carlota y otros lugares donde hubieron de ver la materialidad del proyecto colonizador de Carlos III y Olavide, poblaciones a las que Caro dedicará un trabajo poco tiempo después (Caro, 1952). Al año siguiente, a comienzos de marzo visitarán durante varios días la Alpujarra, deteniéndose en Yegen (Granada) pueblo en el que había vivido años atrás el hispanista inglés Gerald Brenan avecindado en este pequeño pueblo y con quien mantuvo una buena amistad. Luego pasarán por Málaga, Antequera, Archidona, Loja, Úbeda y Baeza, Córdoba en donde los atendió el flamencólogo Ricardo Molina y Puente Genil en la que vivirán la Semana Santa donde conocerán los “cuarteles” y las “corporaciones” pontanas. Este viaje, así como su incansable labor de investigación en archivos y bibliotecas de Madrid, serán el fundamento de una importante obra sobre Andalucía. Así mismo interesa destacar, porque se olvida con demasiada frecuencia que Julio Caro y como fruto del apoyo prestado a Pitt-Rivers y a Foster, y a todas cuantos se acercaban a España para investigar en Antropología, obtuvo sendas becas para estudiar este disciplina en universidades y centros de investigación de Estados Unidos e Inglaterra. En resumen, un viaje por casi toda Andalucía durante el cual tanto Julio Caro como George Foster realizarán observaciones, entrevistas y anotaciones sobre infinidad de aspectos de la cultura: conocimientos y costumbres en relación con los sistemas y aperos agrícolas, ganaderos, vivienda y construcciones, organización de la sociedad, familia, ceremonias y rituales, fiestas, creencias, etc. Cuando Julio Caro en 1990, 5

La visita de Caro y Foster a tierras del Andévalo dará lugar a un breve trabajo etnográfico de Lisardo Bowie, “La cruz de mayo en tierras andevaleñas”, publicado en la revista Archivo Hispalense, 1955, XXII:285-288, excecpional por su rareza en el panorama andaluz en aquellos tiempos.

3

cuarenta años después, hace una síntesis de lo que vio en Andalucía, sacado de sus “Notas de viaje por Andalucía”, concluye: “Una grave depresión económica en la que se hallaba la región, más patente viniendo desde ciudades como Madrid; una fuerte impronta del maquis; una tierra y unas gentes con mucho color a diferencia de otras regiones; la Andalucía de pandereta y las fantasías moriscas estaban relegadas a un segundo plano y muy secundario; la variedad y diversidad de hombres y paisajes de Andalucía y, finalmente, la disponibilidad de los andaluces para orientar e informar a los viajeros. A pesar de que su principal objetivo desde antes que emprendiera estos viajes fue escribir un libro sobre el pueblo andaluz “desprovisto de las flores de la retórica”, no llegó a lograrlo, a pesar de que dedicó no pocos de sus escritos. Su obra publicada y en parte inédita ha sido recogidos en la obra De Etnología andaluza (1993). El antropólogo norteamericano George M. Foster había venido a España con el propósito de establecer una comparación entre las culturas españolas e hispanoamericanas y conocer el proceso de aculturación o transculturación realizado en el Nuevo continente, interés nacido de sus investigaciones anteriores llevadas a cabo en México. El resultado será un libro titulado Cultura y Conquista: la herencia española de América (1960) que aunque trata de ilustrar el concepto “cultura de conquista”, resultante de la interacción entre dominadores y dominados, por tanto ni completamente hispana ni indígena-, lo que realmente hace es una organización sistemática de los cuantiosos datos culturales obtenidos para concluir que las influencias culturales y organizativas de los reinos de Andalucía y la provincia de Extremadura fueron mucho más poderosas que la de otras áreas de España. La información obtenida por ambos fue, al parecer, copiada en fichas homologadas, quedando una copia en poder de Julio Caro y otra para el Human Relations Área Files (HRAF), archivo que creara Peter Murdock y que pretendía reunir la mayor cantidad de datos culturales sobre los más diversos pueblos y culturas de la tierra. La utilidad hermenéutica de este archivo para usos comparativos ha sido puesta en duda en los últimos veinte años, aunque sigue siendo una fuente fundamental de conocimiento. Reconocimientos y homenajes Sorprende cómo la sociedad a través de sus instituciones ha homenajeado y distinguido al investigador y escritor y sorprende aún más la ausencia de la universidad española en estos reconocimientos con su máximo galardón, el doctorado honoris causa. El primer reconocimiento público de nuestro autor fue un volumen impreso bajo el título: Homenaje a Julio Caro Baroja (1978) con el que se le rindió tributo de admiración al insigne historiador y antropólogo por unos jóvenes que quisieron de este modo homenajear al maestro con ocasión de su sesenta aniversario (1975). El voluminoso tomo coordinado por Antonio Carreira, Jesús Antonio Cid, Manuel Gutiérrez Esteve y Rogelio Rubio constituye un conjunto de ensayos en donde aparecen firmas de un importantísimo peso específico en la intelectualidad española de una amplia panoplia de saberes expresivo del gran número de amigos, condiscípulos y discípulos que tenía. Para el autor de estas líneas fue la ocasión para escribir uno de sus primeros artículos sobre las fiestas populares, tema en el que Caro había hecho una aportación magistral con El Carnaval (1965). El volumen-homenaje tuvo ciertas

4

dificultades para ser publicado, según me manifestaba recientemente uno de los organizadores, siendo finalmente editados por el Centro de Investigaciones Sociológicas. Luego, con la democracia vinieron más homenajes, conferencias, distinciones, cursos, y más premios: el Príncipe de Asturias (1983), el Nacional de las Letras Españolas (1985) y, finalmente, el de académico de la Real de la Lengua (1985), antes ya había sido distinguido con el nombramiento de académico de la Real de la Historia (1963). Desde entonces Julio Caro Baroja se hizo imprescindible en simposios, congresos, mesas redondas, consejos de redacción de revistas y las editoriales que se disputaban los originales y reproducían su obra ante la demanda del público. Todos buscaban el aval del maestro y querían contar con su presencia que garantizaba la presencia del público y la atención de los medios de difusión; no podía, sin embargo, atender a todos, aunque lo pretendía, y como no sabía decir que no, en más de una ocasión se quedaron esperándolo y en no pocas ocasiones los periódicos le otorgaron el don de la ubicuidad porque informaban de actos en los que no había participado. Su producción no cesaba, sus trabajos eran editados y reeditados en mil y una colecciones. El Monte de Piedad y Caja de Ahorros de Sevilla en su serie El Monte y su Aula abierta (Sevilla, 1981) publicó un opúsculo con una introducción del profesor y escritor José María Vaz de Soto con portada de Daniel Gil en el se recogen textos y dibujos de varias de sus obras pensando el gran público, prueba de la popularidad que alcanzara en aquellos años Caro. En el texto introductorio, dice Vaz de Soto: “Pues bien, Julio Caro Baroja también podrá ser discutido como historiador, o como etnógrafo, o como antropólogo, supongo que sí; pero como gran señor con una clara cabeza sobre los hombros, como trabajador de la inteligencia, como intelectual independiente y honesto, pocos tenemos como él, pocos podemos ponernos a su altura en esta tierra que él tan bien conoce y tanto ha estudiado...”. No queremos dejar de reseñar otro sencillo homenaje que le tributara la revista Contacto (1989) editada por la Biblioteca Publica de Tocina (Sevilla) y en la que se quiso recoger su doble condición de historiador y antropólogo y en la que colaboramos varios profesores de estas disciplinas de la Universidad de Sevilla encabezados por don Antonio Domínguez Ortiz (Sevilla, 1909 – Granada, 2003) que encuentra un hilo conductor en la obra de Julio Caro que en algún momento ha podido ser considerada divagante: “D. Julio empezó siendo un antropólogo y poco a poco llegó a la confluencia de las diversas ciencias humanas, llegó a la Historia, comprendió que su verdadera vocación era la de historiador, sin dejar por eso de cultivar todas las ciencias humanas que le sirven de soporte...” Y en cuanto a su personalidad añade: “Su crítica no es la de un amargado ni la de un resentido sino la de un hombre que no teme decir la verdad y denunciar las injusticias, ya se trate del error, de la intolerancia o de la violencia terrorista. Modesto y sencillo, firme en sus convicciones y respetuoso con las ajenas, D. Julio no solo es un sabio sino un carácter. Con muchos hombres como él España marcharía mejor”. Palabras de otro sabio, don Antonio Domínguez Ortiz, que no necesitan comentario.

5

Simultáneamente, la disciplina antropológica se abría paso con enormes dificultades en los medios universitarios que a su vez lo ignoraban, entretanto, ministros, consejeros y alcaldes estaban dispuestos a organizar cualquier acto siempre que se garantizase la presencia del maestro. En cualquier caso, las personas que tienen a gala ser sus discípulos pueden contarse por millares, y no precisamente provenientes del campo de la Antropología social, donde muchos estudiantes se licenciaban sin haber leído ninguna obra suya. Las relaciones de Caro con la institución universitaria a cuyos claustros no accedió en su momento tras un primer intento, y con algunos de los antropólogos pioneros de la academia no fueron de empatía. Les separaban concepciones diferentes de la disciplina y el interés de estos últimos en mantener la singularidad de la antropología social y cultural y no confundirla con otras disciplinas próximas como la historia y la sociología. El antropólogo gallego de nación pero residente en Barcelona, Manuel Mandianes en un artículo periodístico de urgencia publicado a su muerte, daba cuenta de cómo llegaban a su despacho del CSIC en Barcelona estudiantes y licenciados en Antropología social y cultural que no conocían a Julio Caro Baroja, simplemente porque no se le citaba en las clases. Caro ni estaba interesado en la lucha por la institucionalización académica ni entendía cómo se podía separar, salvo por razones gremialistas, la historia y la antropología, disciplinas ambas que cultivó con éxito y que entendía como un todo “y no por asignaturas en las que lo cultural está aquí, lo social allá, lo diacrónico en este lado y lo sincrónico en el otro”, como recoge en el prólogo a sus Apuntes Murcianos (1984). Tras su muerte, la revista Príncipe de Viana dedicó un “Homenaje a Julio Caro Baroja” (núm. 206) en el que se recogen trabajos de nuestro autor relacionados con Navarra, comunidad autónoma a la que estuvo especialmente vinculado; allí estaba la casa de los Baroja y a ella dedicó una muy importante parte de su trabajo; por ello fue galardonado con el premio Príncipe de Viana en 1995 y otras distinciones. El Museo Nacional de Antropología le ofreció otro homenaje con el curso monográfico: “Las colecciones españolas del Museo Nacional de Antropología”, en el que participaron los conservadores de dicha institución en homenaje a la década larga en que Don Julio fue su director, cuando era Museo del Pueblo Español y del que dimitió probablemente por insatisfacción y desánimo 6. La revista Demófilo, editada por la Fundación Machado, y dirigida desde su creación por quien esto escribe, decidió ofrecerle un número monográfico como homenaje al cumplir los 70 años, pero a pesar de que se dieron los primeros pasos, no fue viable. El objetivo era poner de manifiesto el reconocimiento de los muchos discípulos y seguidores de su obra en Andalucía, así como destacar sus aportaciones y 6

Recuerdo, que en aquella charla a que hice referencia anteriormente, mantenida en su casa, le hice mención de mi actividad como director del Museo de Artes y Costumbres Populares de Sevilla (1990-1992), y tras comentar el lamentable estado de los establecimientos de este tipo, -la conversación se sitúa hacia 1990-, se despidió de mí deseándome mejor suerte que la que él tuvo en su etapa de director de museo. No surtieron efecto sus buenos deseos pues dos años después dejaba la dirección del mismo ante la imposibilidad de transformar aquel viejo pabellón Mudéjar en el Museo de Antropología de Andalucía que esta Comunidad Autónoma necesitaba y sigue necesitando. El foro “Andalucía en el nuevo siglo”, convocado por el Presidente de la Junta de Andalucía y cuya área de cultura coordinamos, en una de sus propuestas lo reivindicaba de nuevo sin resultado (Foro Andalucía en el nuevo siglo. Reflexiones y propuestas. Sevilla, 1999 (Propuesta 52, p. 445).

6

vinculaciones con nuestra tierra. No pudimos realizarlo entonces por diversos avatares y lo sentimos profundamente porque, como dice el pueblo, los homenajes se hacen en vida. No contentos, o mejor insatisfechos, promoví en el marco de la Universidad de Otoño del Ayuntamiento de Andújar, un curso sobre Religiosidad popular en “Homenaje a Julio Caro Baroja” con el tema monográfico de “El diablo, las brujas y su mundo” (1996), parafraseando con este título uno de sus libros más leídos y un tema especialmente querido por Caro. El germen del libro El diablo, las brujas y su mundo. Homenaje andaluz a Julio Caro Baroja (Rodríguez Becerra, 2000) fue aquel otoñal curso. De esta manera Julio Caro Baroja recibió finalmente el homenaje que, aunque modesto, Andalucía le debía. El libro contiene dos partes claramente distinguidas, la primera, denominada “Demonios, brujas e Inquisición”, ofrece varios trabajos de interpretación sobre las brujas que el cristianismo emparentó con el demonio, y convirtió a ambos en recurso explicativo de lo inexplicable. La Inquisición, tribunal religioso nacido de la soberbia de la institución eclesiástica en busca de una imposible pureza de la fe, ejerció la función represora de las creencias y actividades brujeriles. El mundo de las brujas fue uno de los temas a los que Caro Baroja prestó más atención, por ser históricamente una palpable realidad en Navarra, el País Vasco y en general en todos los pueblos de la cornisa cantábrica, en contraste con la débil presencia en Andalucía, porque como él mismo dice en el prólogo, el libro fue “consecuencia de recuerdos y pensamientos de la niñez y de la primera juventud”. La importancia de la brujería viene dada porque ha constituido uno de los capítulos más desconocidos y negros de la historia del mundo occidental. En esta parte se analizan desde la óptica de la historia y la antropología casos, actitudes y situaciones del fenómeno brujeril y se relacionan con la creencia en el demonio, pero también con la marginación social y el género femenino. El demonio en franca decadencia entre católicos sigue muy presente en algunos movimientos religiosos de reciente implantación en España y Andalucía. El libro ofrece las más recientes interpretaciones acerca del cambio de concepción de las brujas; éstas comúnmente consideradas en el pasado como siervas del diablo, y por tanto heréticas, a la luz de las aportaciones de las ciencias sociales se ha cambiado por el de seres marginales, pobres viejas e ignorantes, resultado necesario de la miseria y la marginación. Esta interpretación y cambio de actitud y las consiguientes instrucciones que el tribunal central de la Inquisición dio para un trato más comprensivo fue debido a la labor del canónigo de la catedral de Jaén Alonso de Salazar que, como juez inquisidor, y tras laboriosa investigación en la que entrevistó a cerca de dos mil personas, consideradas brujas, llegó a la conclusión que la brujería era más un fenómeno psicológico que religioso. Este cambio de rumbo en la investigación se debe en gran parte a los trabajos iniciales de Julio Caro continuados por otros historiadores y antropólogos7. La segunda parte recoge un conjunto de trabajos de amigos, colegas y discípulos dedicados a la vida y la obra de Julio Caro Baroja y su vinculación con Andalucía, hecho generalmente desconocido o poco valorado. La Revista de Occidente, con quien los Baroja y el propio Julio Caro tuvieron estrecha relación y en la que había colaborado asiduamente, ofreció también un homenaje con el número 184 de septiembre de 1996 y en el que colaboraron su 7

Ver J. Caro Baroja, Inquisición, brujería y criptojudaísmo, Barcelona, 1972; G. Henningsen, El abogado de las brujas, Madrid, 1983; L. Coronas Tejada, La Inquisición en Jaén, Jaén, 1991 y F. J. Flores Arroyuelo, El diablo en España. Madrid, 1985.

7

directora Soledad Ortega y destacados antropólogos junto a varios miembros de su familia. Con motivo de la concesión del Premio “Marqués de Lozoya” (Edición de 1994), que convoca el Ministerio de Cultura para premiar obras antropológicas y etnográficas, propusimos el nombre de Julio Caro para encabezar el premio de mayor prestigio en el área de Antropología. En aquella ocasión, como me imagino que ha ocurrido en tantas otras, se presentaron manuscritos de una gran heterogeneidad: tesis doctorales en Antropología junto a trabajos realizados por etnógrafos e investigadores locales sobre artesanías, tecnología tradicional y materia afines. Como la comparación entre ambos tipos de trabajos no era posible y la situación nos parecía injusta para estos últimos, propuse como presidente-delegado en funciones del jurado, que en lo sucesivo se convocaran simultáneamente dos premios: uno dedicado a galardonar obras de Antropología social y cultural bajo el nombre de “Julio Caro Baroja” y otro que recogiera básicamente los trabajos de catalogación e inventario del patrimonio y las tradiciones populares que continuara bajo la rúbrica del “Marqués de Lozoya”, por estar este personaje más vinculado a las bellas artes. Aunque la propuesta fue aceptada unánimemente, recogida en el acta y elevada al Ministerio de Cultura, que sepamos no se ha plasmado en el Boletín Oficial del Estado. El décimo aniversario de su muerte sería una buena ocasión para hacer realidad esta propuesta.

La concepción y conceptualización de Andalucía de Julio Caro Las vinculaciones familiares y sentimentales de Julio Caro con Andalucía ya han quedado expresadas anteriormente pero quizás convenga traer a colación de nuevo algunas palabras textuales de estas sensaciones y emociones más afectivas, para luego situar mejor sus afirmaciones más racionales sobre Andalucía, posiciones que son poco conocidas a diferencia de las mantenidas sobre los vascos; dice en su ya citado libro de memorias: “El caso es que, luego, durante varios años, al llegar a Andalucía por Despeñaperros, he tenido siempre una sensación extraña de que me acercaba a algo que me era menos indiferente que Castilla y La Mancha. ¿Había en esta sensación un efecto de la sangre andaluza de mi padre? Es difícil creerlo. Pienso más en un factor sensorial o sensual, que es el que da prestigio máximo y constante a aquella tierra. Los soldados franceses que ante el paisaje andaluz presentaron armas, según la vieja anécdota, quedaron subyugados de modo colectivo, como tanta otras personas lo hemos estado en forma individual” . Más adelante, en su segundo viaje etnográfico por Andalucía, recoge: “El caso es que bajamos a Córdoba una vez más, y una vez más sentí la impresión de que el pasar Despeñaperros un día primaveral soleado, era de las cosas más placenteras que se pueden hacer en España”. (Caro, 1972: 452 y 466-67). Y es que la idea de asentarse en Málaga la tuvo posiblemene siempre, aunque no la hiciera efectiva hasta que las circunstancais no se lo permitieron; así en la correspondencia con el hipanista Gerald Brenan, con quien se carteba desde 1953, pero al que no conoció hasta el otoño de 1955, a la vuelta de un segundo viaje a Marruecos, le dice:

8

Dentro de unos días podré mandarle el libro sobre el Sahara. Con motivo de su publicación me darán algunos dineros. Así es que para comienzos de junio o cosa por el estilo iré a hacerle una visita, y aprovecharé también para ver si por el S. encuentro una casita con unos cuantos árboles alrededor y buena vista para comprarla si puedo. Mi idea sería vivir 3 meses en Andalucía, 3 o 4 en Vera, alguna temporadilla en Inglaterra y lo que sobrara en Madrid. Pero nada mas que lo que sobrara” (Caro, 2006:56-57, negritas nuestras). Opinión que refleja su personalidad al no querer someterse a horarios de funcionario y al deseo de repartir su tiempo entre dos lugares, uno del norte y otro del sur (Navarra y Andalucía), que llenaban sus necesidades de lectura, escritura y reflexión, así como sus aspiraciones familiares y sentimentales. La estancia en el Reino Unido debía estar en relación con su deseo de no aislarse y seguir en contacto con la Antropología y con su amigo Julian Pitt-Rivers. Para Madrid, que en aquellos tiempos le resultaba un tanto irrespirable, solo reserva las imprescindibles visitas a los centros de información. En otra ocasión expuso el desconocimiento profundo que existía sobre esta región: “Me sorprendí, en fin, de lo poco que, en realidad, se sabe de Andalucía, pese a la cantidad de viajeros, ensayistas y otra clase de escritores que han dejado páginas y páginas sobre aquella tierra atractiva...Pensé en escribir algo, ya desde esta primera ocasión y durante el resto del viaje agucé la vista y el oído con este objetivo” (Caro, 1972: 456). Actitud que variará con el tiempo, fruto del trabajo que la llamada segunda generación de antropólogos españoles, entre los que se encuentran varios andaluces, y le hará decir en las palabras preliminares a sus “Notas de viajes por Andalucía (19491950)”: “De 1950 a acá se ha escrito mucho y bueno sobre Andalucía desde el punto de vista antropológico. Pienso, sin embargo, que hay mucho por hacer. Entre otras cosas, algo sobre el ritmo cultural de sus diversas regiones y ciudades...” (Caro, 1993:24). En respuesta a la visión esencialista de Andalucía cuyas sustancia cultural habría atravesado los siglos y las culturas hasta nuestros días, aunque eso si, impregnándose más de unas que de otras y pretendiendo que los andaluces de hoy se sientan orgullosos del pasado musulmán -especialmente del Califato de Córdoba o del taifa y poeta sevillano Almotamid pero olvidando, por ejemplo, que durante el gobierno de los almohades Al Andalus formaba parte del llamado imperio almohade con capital en Marrakesh. Y que interpreten las conquistas de los castellanos guiados por Fernando III en la Baja Edad Media o las dirigidas por el otro Fernando V de Aragón, como algo vergonzoso que hicieron nuestros antepasados. Esta no es forma seria de plantear científicamente el pasado, y así se pregunta Caro: “Yo no sé cómo hay todavía antropólogos, etnólogos e historiadores que especulan, sin tasa, sobre el ‘arabismo andaluz’...Yendo por la campiña, hacia Huelva, poco me acordaba yo de lo árabe. Si de lo romano... Más aún, veía las huellas de las planificaciones y urbanizaciones dieciochescas y barrocas”.

9

(Caro, 1972:459). “Creo que hay que desterrar las maneras comunes de plantear el estudio de la cultura andaluza actual, bien sea la de los que podríamos llamar 'arabizantes', es decir, los que exageran la importancia de la cultura árabe para explicarla, bien la de los que defienden la nula o casi nula significación de la árabe desde este punto de vista” (Caro, 1993:187). Y añade en otro lugar: “... ahora que se anda a vueltas con este tema de las ‘identidades’ parece que la amenaza más seria que pesa sobre Andalucía y lo andaluz es que se quiere imponer una imagen estática de su identidad hecha a base de lugares comunes más o menos amoriscados, califales o de la época de las taifas, como los que corrían en una época y en un género no de los más afortunados de la literatura española (y francesa) del siglo XIX. Andalucía y 'lo andaluz' son más que eso. De modo concreto la literatura popular andaluza ha producido el interés de muchos ingenios y ha sido fuente de inspiración de grandes poetas y novelistas. La sociedad popular andaluza ha causado aún mayor interés si cabe. No sólo en el siglo XIX: ya en tiempo en que Cervantes escribió Rinconete y Cortadillo y alguna otra novela fundamental para comprender la vida. Los resultados de este interés han sido varios: desde esas grandes novelas y los grandes poemas a modestas ‘españoladas’. (Caro, 1998:22) Como respuesta a teorías sobre identidades sobrantes y marginaciones culturales, nos dirá con datos: “Lo andaluz -según se ha visto- ha corrido como lo español por antonomasia. Y lo que ha corrido es lo andaluz popular, lo elaborado durante el período que nos interesa más, en una especie de 'crecendo' que va de la época de Carlos III a la regencia de Doña María Cristina de Habsburgo, para luego languidecer ya. El clímax coincide con el Romanticismo y el gusto romántico por el -color local-: aquel color que un viejo literato neoclásico francés le decía a Dumas padre que no se había inventado todavía en su época” (Caro, 1998:22), aunque ya cuando, “Cervantes, Quevedo y otros... describieron ciertas costumbres y ciertos personajes, pensaban ya y sobre todo en Andalucía; en Sevilla, capital popular de España durante mucho tiempo.” (Caro, Ensayo sobre la literatura de cordel).

Razones del magisterio de Julio Caro Tratando de racionalizar las vivencias sentidas en las últimas semanas, encuentro las siguientes razones para explicar la empatía intelectual y magisterio que previsiblemente sentimos muchos discípulos: a) Un lenguaje claro y sin complicaciones pero culto, lo que obligaba a consultar el diccionario de vez en cuando, y sin excesivas complicaciones teóricas, junto al uso de la etnografía y la historia. Quizás por ello la influencia de Caro en los antropólogos aficionados, prefiero esta denominación a la de etnógrafos, y en todos los amantes de la cultura

10

tradicional o popular y en general en los intelectuales no adscritos a disciplinas académicas. b) Explicaciones y análisis a partir de los datos concretos que referían a personas concretas de carne y hueso. Eso sí, de situaciones cristalizadas, no de la más palpitante realidad; lo que en la práctica quiere decir de la cultura y no de la última moda, entendiendo por cultura los objetos, comportamientos y valores consolidados que cambian a un ritmo distinto del de la moda. Creo que esto es un matiz diferencial con los sociólogos, no creo que Caro se considerara nunca sociólogo, ni nadie lo llamara con este adjetivo. En referencia a la situación de Andalucía en los años sesenta como consecuencia de la emigración y de las posturas optimistas de los que el llama ‘programadores’, expresa su incomodidad ante lo efímero: “Aparte de eso, mi falta de gusto por estudiar la situación de la sociedad en tránsito, preocupada por adquirir artefactos a plazos, es total.” (Caro, 1972:455). c) El uso del pasado y el presente sin mayores traumas corporativos ni problemas metodológicos. Historiador, Antropólogo, de ambas formas se le conocía, pero ambas llegó a manejar con habilidad. A este respecto, recogemos la opinión de don Antonio Domínguez Ortiz que encuentra un hilo conductor en la obra de Julio Caro, que en algún momento ha podido ser considerada divagante: “D. Julio empezó siendo un antropólogo y poco a poco llegó a la confluencia de las diversas ciencias humanas, llegó a la Historia, comprendió que su verdadera vocación era la de historiador, sin dejar por eso de cultivar todas las ciencias humanas que le sirven de soporte; ...” y en cuanto a su personalidad añade: “Su crítica no es la de un amargado ni la de un resentido sino la de un hombre que no teme decir la verdad y denunciar las injusticias, ya se trate del error, de la intolerancia o de la violencia terrorista. Modesto y sencillo, firme en sus convicciones y respetuoso con las ajenas, D. Julio no solo es un sabio sino un carácter. Con muchos hombres como él España marcharía mejor”8. Palabras de otro sabio, que por cierto tampoco ocupó ningún cargo académico, don Antonio Domínguez Ortiz, que no necesitan comentario. En el comienzo de su viaje etnográfico por Andalucía de los cincuenta, el propio Caro hace las siguientes reflexiones desde Córdoba, al comienzo del periplo andaluz: Rumiaba yo en Córdoba recuerdos familiares, porque mi tío había escrito una de sus novelas más perfiladas, tomando a la ciudad como escenario. Rumiaba, también, lecturas antiguas y modernas y no sabía por dónde empezar mi tarea. Foster estaba, en principio, más seguro de lo que quería, pero a mí se me agolpaban en la mente cientos de 8

Sencillo homenaje tributado por la modesta revista Contacto (1989) dirigida por J. Mª. Carmona en Tocina (Sevilla), expresión de su doble condición de historiador y antropólogo. En la publicación colaboramos varios profesores de Historia y Antropología de la Universidad de Sevilla encabezados por don Antonio Domínguez Ortiz

11

cuestiones. Desde la Toponimia a la Ergología; los romanos, los moros y los cristianos; don Luis de Góngora y Díaz del Moral. Decididamente, aquello era como una borrachera de sensaciones y de ideas que aguantaba como podía el cuerpo de un aprendiz de erudito. (Caro, 1972:453) d) La no adscripción a ningún movimiento metodológico ni escuela excluyentes: estructuralismo, funcionalismo, marxismo, materialismo. El sentido común, la pausada reflexión y la sabiduría que proporcionan lecturas y documentos, la exclusión de las ideología de la ciencias sociales y humanas. Ello no quiere decir que no tuviera una concepción general sobre el hombre que excluía providencialismos, mitos y utopías. Yo no se cómo hay todavía antropólogos, etnólogos e historiadores que especulen, sin tasa, sobre el ‘arabismo andaluz’ (Caro, 1972:459) Y desde luego un claro sentido multidisciplinar o humanista; así, cuando relata el encuentro por primera vez con Julián Pitt-Rivers en Grazalema (Cádiz) en compañía de George Foster, dice: Porque resultó posible que un historiador y etnógrafo sirviera de algo a un antropólogo social de la escuela de Oxford. Partíamos de intereses distintos, acaso de ideas distintas, y Foster, Pitt-Rivers y yo constituíamos como un triángulo… Mi cabeza funcionaba de modo distinto, por lo mismo que mi formación no era anglo-americana en total, sino medio alemana, medio francesa también. La estancia en Grazalema fue como la estancia en un laboratorio (Caro, 1972:457) Para finalizar, diremos que Julio Caro ha sido sin duda el autor más citado y probablemente el que más libros ha escrito y vendido en España, fuera de los novelistas, en los últimos treinta años. No creo que haya biblioteca que pueda recibir este nombre, sea pública o privada, que no tenga algún libro de Caro, y a la vez, no creo que exista ninguna biblioteca que contenga toda su obra.

Referencias bibliográficas Caro, C.: Una amistad andaluza. Correspondencia entre Julio Caro Baroja y Gerald Brenan (Traducción, introducción y notas). Editorial Caro Raggio. Madrid, 2006 Caro Baroja, J.: Las ‘Nuevas poblaciones’ de Sierra Morena y Andalucía. Un experimento social en tiempos de Carlos III. Clavileño, 18:52-64, nov.-dic., 1952 (1993) Caro Baroja, J.: Pueblos andaluces. Clavileño, 26:63-75, mar.-abril, 1954 (1993) Caro Baroja, J.: En la campiña de córdoba (Observaciones de 1949). Revista de Dialectología y Tradiciones Populares., XII: 270-299, 1956 (1993) Caro Baroja, J.: Semana Santa de Puente Genil (1950). Revista de Dialectología y Tradiciones populares, XIII:24-49, 1957 (1993) Caro Baroja, J.: Dos romerías de la provincia de Huelva. Revista de Dialectología y Tradiciones populares, XIII: 411-450, 1957 (1993) Caro Baroja, J.: Los moriscos del Reino de Granada. Istmo. Madrid, 1957 (3ª ed.,1985)

12

Caro Baroja, J.: Las brujas y su mundo. Revista de Occidente. Madrid, 1961 (1966) Caro Baroja, J.: Málaga vista por los viajeros ingleses de fines del siglo XVIII y comienzos del XIX. Gibralfaro. Revista de Estudios Malagueños, XII-14: 3-28, 1962 (1993) Caro Baroja, J.: Remarques sur la vie agraire en Andalousie@ Études rurales, 10: 81-87, 1963 (Notas sobre la vida agraria en Andalucía. Traducción de A. Carreira, 1993) Caro Baroja, J.: Invasionen, Invasionen. Merian. Das Monatsheft der Städe und Landschaften, XIX-2: 5-8, 1965 (Traducción de A. Carreira, 1993) Caro Baroja, J.: La vida en la mina (Río Tinto entre 1868 y 1871), en Dos testimonios históricos y familiares. Boletín de la Real Academia de la Historia. CLXII. 2549, 1968 (1993). (También en Del país: familia y maestros. Editorial Txertoa. San Sebastián, 1986) Caro Baroja, J.: Los Baroja. Memorias familiares. Taurus. Madrid, 1972 Caro Baroja, J.: Costumbrismo no tan ‘naif’: Manolo Blasco. Prólogo a La Málaga de comienzos de siglo, de Manuel Blasco. Málaga, 1973 (1993) Caro Baroja, J.: El vino y la civilización mediterránea. (Meditación andaluza), 283-295. ‘Cátedra del vino’. Jerez,1957 (1993) Caro Baroja, J.: Sobre el Atlas Lingüístico y Etnográfico de Andalucía. Revista de Dialectología y Tradiciones populares, XXI:429-438. 1965 (1993) Caro Baroja, J.: El observador y la tierra observada. La Vanguardia española, 5-21967:12 (1993) Caro Baroja, J.: Los majos andaluces. Cuadernos hispanoamericanos, 299: 1-69, 1975 (1993) Caro Baroja, J.: Cuadernos de campo. Turner / Ministerio de Cultura. Madrid, 1979 Caro Baroja, J.: En torno a la literatura popular gaditana. Revista de Dialectología y Tradiciones populares, XXXVIII: 3-36, 1983 (1993) Caro Baroja, J.: La religión un tema de etnografía española.Gazeta de Antropología,3: 5-11, 1984. Caro Baroja, J.: Apuntes murcianos (De un diario de viajes por España). Universidad de Murcia. 1984 (2ª ed. 1986) Caro Baroja, J.: Las ‘Escuelas de Magia’ en España. El Folk-lore andaluz. Homenaje a J. Pitt-Rivers, 4:23-19. Fundación Machado. Sevilla, 1989 Caro Baroja, J.: De Etnología andaluza. Diputación de Málaga, 1993 (Ed. A. Carreira) Caro Baroja, J.: Notas de viajes por Andalucía (1949-1950). En De Etnología andaluza, 21-232. Diputación de Málaga, 1993 Caro Baroja, J.: Economías microscópicas. En De Etnología andaluza, 319-325. Diputación de Málaga, 1993 Caro Baroja, J.: Introducción. En Actas V Congreso de Folklore Andaluz. Expresiones de la cultura del pueblo: ‘El fandango’. Centro de Documentación Musical de Andalucía. Granada, 1998 Caro Baroja, J.: Ensayo sobre la literatura de cordel. Ed. Istmo. Madrid, 1990 Foster, G. M.: Cultura y Conquista: la herencia española en América. Universidad Veracruzana. Xalapa (México), 1962 (1960) Greenwood, D. : Julio Caro Baroja: sus obras e ideas. Ethnica, 2:77-97. Barcelona, 1971 (También en J. Caro: Semblanzas ideales. Taurus. Madrid, 1972) Rodríguez Becerra, S.: Las fiestas populares: perspectivas socioantropológicas. En Homenaje a Julio Caro Baroja, pp 915-930. C.I.S. Madrid, 1978 Rodríguez Becerra, S.: Cultura popular y fiestas. En Los andaluces (Drain y otros), pp.

13

447-494. Editorial Istmo. Madrid, 1980 Rodríguez Becerra, S. (coord.): Antropología cultural de Andalucía. Consejería de Cultura. Junta de Andalucía. Sevilla, 1984 Rodríguez Becerra, S. (Coord.): El diablo, las brujas y su mundo. Homenaje andaluz a Julio Caro Baroja. Editorial Signatura. Colección Demos. Sevilla, 2000

14

Lihat lebih banyak...

Comentarios

Copyright © 2017 DATOSPDF Inc.