Julio Alvarez del Vayo y México

June 15, 2017 | Autor: Abdon Mateos | Categoría: Political History, Exile, Socialism, Mexico, Historia Contemporánea de España, Historia de México
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Descripción

JULIO ALVAREZ DEL VAYO Y MÉXICO Abdón Mateos Centro de Investigaciones Históricas de la Democracia Española (UNED)

“Cuando yo llegué a Méjico, la revolución estaba aún muy viva (…) Había que ganar la cooperación y el apoyo de los mejicanos, presentándoles una España republicana y progresista, enteramente distinta de la España feudal y clerical con la que el Méjico revolucionario no podía entenderse”1

El primer embajador español en México, Julio Álvarez del Vayo, deslumbrado con el Nuevo Mundo, reconoció que los dos años largos que había vivido allí había sido la mejor etapa de su vida. La relación personal de Vayo con México no se limitó a esa larga estancia como embajador. Aunque las siguientes visitas a México serían ya muy breves, Vayo formó parte ya para siempre de la comunidad hispano-mexicana debido a los nexos que mantuvo con miembros del exilio político español y de la elite intelectual y política del México posrevolucionario.

El último optimista

Nacido en Villaviciosa de Odón el 2 de febrero de 1891, fue hijo del general Juan Álvarez del Vayo y Navarro y de una gran propietaria ultracatólica de Lumbier, realizó sus estudios secundarios en El Escorial y la licenciatura de Derecho. En 1911 fue becado por la Junta de Ampliación de Estudios marchando a Londres para estudiar Ciencias Políticas y Económicas en la London School of Economics. Entró en contacto con los fabianos hermanos Webb, adhiriéndose al socialismo e ingresando en el PSOE. En 1913 se trasladó a Alemania, prosiguiendo sus estudios en la Universidad de Leipzig y participando activamente en el movimiento socialista alemán, estableciendo relación con, entre otros, Rosa Luxemburgo y Willi Munzerberg. Fruto de esta vivencia 1

Véanse sus memorias, En la lucha, México, Grijalbo, 1975, pp. 232-234. 1

alemana, escribió su primer libro reportaje, La senda Roja, en el que relató la revolución espartaquista de 1918. Vayo participó en las campañas contra la guerra mundial y en las movilizaciones en protesta por el asesinato de Jean Jaurès. Como consecuencia fue expulsado de Alemania, pasando a residir en Nueva York donde, entre 1914 y 1916, fue corresponsal de El Liberal. En 1916 regresó a Dinamarca, con intención de ejercer de corresponsal de guerra del frente ruso. Al no lograrlo viajó a Alemania y posteriormente a Suiza, donde trabajó como corresponsal de guerra para los periódicos El Sol de Madrid, La Nación de Buenos Aires y Manchester Guardian, colaborando además con revistas españolas como Vida Socialista y España. En Berna frecuentó los grupos de exiliados antizaristas, donde conoció a Lenin pocos meses antes del regreso de su regreso a Rusia. Después de la guerra mundial trabajó como corresponsal del diario argentino La Nación para Europa, residiendo sucesivamente en Viena, Praga y Berlín y viajando a Rusia por vez primera en 1922 como miembro de la Comisión Nansen para la ayuda al pueblo ruso. Viajó varias veces a la Unión Soviética escribiendo los libros, La nueva Rusia (1926) y Rusia a los doce años (1929). En 1918 se inició en la masonería con el nombre simbólico de «Luxemburg» perteneciendo a la logia «Ibérica» de Madrid. Fue candidato del PSOE en las elecciones generales de 1919 y 1920 por Villena (Alicante) sin resultar elegido. En 1920, junto con Luis Araquistáin y Juan Negrín, constituyó la empresa editorial España. Partidario de la Tercera Internacional, abandonó el PSOE en 1921, reingresando en el partido en Madrid en 1925. Durante la Dictadura de Primo de Rivera compaginó su corresponsalía de La Nación con el periódico británico Manchester Guardian. En mayo de 1926 estuvo en prisión por unas palabras de apoyo a Miguel de Unamuno pronunciadas durante un banquete celebrado en honor del Doctor Tapia. Casado con una mujer suiza de habla alemana, Luisa Graa, fue concuñado de Luis Araquistáin. Como ha estudiado su biógrafa, Cristina Rodríguez2, tras la proclamación de la Segunda República en un principio se pensó en que desempeñara la embajada en Berlín pero fue vetado por el gobierno alemán por lo que terminó nombrado Embajador de España en México, elevando de categoría la legación española, la primera embajada europea. Con Véase su tesis doctoral inédita, “Julio Álvarez del Vayo y Olloqui: biografía política de un socialista heterodoxo”, UNED, 2104; y su artículo “Julio Álvarez del Vayo: destejiendo la leyenda negra de un perdedor”, Historia del Presente 23, 2014. 2

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el reconocimiento de la Unión Soviética por parte del gobierno republicano fue designado Embajador de España en Moscú, aunque no llegó a tomar posesión de su nuevo destino debido a la caída del gobierno de Manuel Azaña en 1933 y constituirse uno nuevo de predominio radical que paralizó el reconocimiento diplomático de la Unión Soviética. En México consiguió un acuerdo para la venta de buques de guerra, condonando en la práctica la deuda de la revolución mexicana con españoles y tratando de lograr un convenio comercial hispano-mexicano. Como analiza Hugo García, logró representar a un nuevo hispanoamericanismo liberal y republicano en la época posrevolucionaria del Maximato mexicano, promoviendo el mito antifascista entre los dos países, lo que favorecería el apoyo de Cárdenas a la república española en guerra y la acogida de los refugiados a su término3. En 1934 fue Presidente de la Comisión creada por la Sociedad de Naciones para restablecer la paz en El Chaco, que enfrentaba a Bolivia y Paraguay. Elegido diputado por Madrid-capital en las elecciones generales de 1933 y 1936, formó parte en la legislatura 1933-1936 de la Comisión de Estado; y en la legislatura 1936-1939 de las comisiones de Estado, de Defensa Nacional y de Presidencia. Fue, además, miembro titular de la Diputación Permanente de las Cortes entre abril de 1936 y el 1 de octubre de 1938. Miembro del ala izquierda del PSOE fue ministro de Estado en los dos gobiernos presididos por Largo Caballero desde septiembre de 1936 a mayo de 1937, siendo además comisario general del Ejército de la República, siendo acusado de favorecer al PCE. Partidario de la unificación entre los dos partidos marxistas, en mayo de 1937 rompió con Largo Caballero apoyando la designación de Juan Negrín como presidente del Consejo de Ministros. Tras la crisis de abril de 1938, regresó al Ministerio de Estado hasta el final de la guerra. Partidario de la resistencia hasta el fin, con la esperanza de enlazar con el estallido de la guerra europea, propuso continuar la guerra desde un reducto de la zona sureste de España o incluso mediante la «guerra de guerrillas».

Véase Hugo García, “Las utopías de la diplomacia. Julio Álvarez del Vayo y la construcción de la amistad hispano-mexicana (1931-1933)”, en Manuel Pérez Ledesma (coord.), Trayectorias trasatlánticas: personajes y redes entre España y América (siglos XIX y XX), Madrid, Polifemo, 2013. 3

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A pesar de ser tildado de procomunista, se alineó con las potencias democráticas tras el pacto germano-soviético en el otoño de 1939. Un año después participaba en un homenaje Trotsky que le brindó la revista argentina Clarín, tras su asesinato por el comunista español Ramón Mercader en México. En 1929 ya había escrito en la misma Revista semblanzas de Lenin y Trotsky. Durante la segunda guerra mundial desarrolló desde Nueva York una intensa actividad como publicista y político al frente del sector del PSOE encabezado por Ramón González Peña, Ramón Lamoneda y Juan Negrín. En 1945 acudió a la Conferencia de San Francisco, que dio lugar a las Naciones Unidas. Fue expulsado del PSOE en 1946 al no cumplir el mandato de la Comisión Ejecutiva clandestina para la unificación de los distintos grupos socialistas que existían en el exilio. Al inclinarse la Internacional Socialista en febrero de 1948 por el reconocimiento del sector mayoritario dirigido por Indalecio Prieto y Rodolfo Llopis, participó en la creación del movimiento España Combatiente en 1947 y de la Unión Socialista Española, de la que fue presidente de 1951 a 1964. Discrepó de Negrín respecto a la posible ayuda del Plan Marshall a España, defendiendo la resistencia armada y la república. Desde una perspectiva antifascista, criticó la alianza con nuevas fuerzas democráticas desgajadas del franquismo y la política de reconciliación nacional promovida por el PCE. Se puede decir que fue el más caracterizado miembro de la cultura marxista revolucionaria en el seno del PSOE, junto a otros dirigentes socialistas como Ramón Lamoneda o Gabriel Morón4. En 1964 fue promotor del Frente Español de Liberación Nacional y a partir de 1971 se adhirió al Frente Revolucionario Antifascista y Patriota (FRAP). En 1957 viajó por primera vez a China, realizando posteriores desplazamientos en 1961, 1967 y 1973 y fruto de esos viajes fueron sus obras, Reportaje en China (1958) y China Vence (1964). Incluso en abril de 1975 llegó a enviar una carta abierta a Mao. Amigo de Pietro Nenni, mantuvo relaciones estrechas con socialistas italianos en Milán, recibiendo financiación. Acusado de prosovietismo, también circuló el bulo de haber sido captado por las agencias americanas de inteligencia tras su deriva prochina en los años sesenta. Al inicio de los años setenta, pidió sin éxito el reingreso en el PSOE, Sobre esa cultura política, véase Abdón Mateos, “Ramón Lamoneda, un marxista revolucionario en la secretaría general del PSOE, 1936-42” Historia del Presente, 19, 2012. 4

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siendo vetado por su presidencia honoraria del Frente Revolucionario Antifascista y Patriótico (FRAP). Murió en Ginebra el 3 de mayo de 1975, siendo enterrado tras la celebración de un acto laico al que asistieron el presidente de la República Española en el exilio, José Maldonado y el jefe del Gobierno republicano, Fernando Valera.

Un gran pueblo en marcha

Con estas palabras titulaba Vayo un artículo sobre su vivencia en México como embajador publicado en la revista argentina Claridad en 1933. El conocimiento previo de la revolución mexicana partía del libro de su compañero y cuñado Luis Araquistáin, que había viajado durante el período presidencial de Plutarco Elías Calles a mitad de los años veinte. Los socialistas españoles habían saludado de manera entusiasta la revolución mexicana, sobre todo después de la escisión comunista en 1921. Aunque seguían admirando a la Unión Soviética, la división de la Segunda Internacional les había hecho volver la mirada a otras experiencias revolucionarias como la mexicana y, también, hacia la llegada al gobierno de los laboristas británicos. Además, el nuevo régimen mexicano había adoptado una constitución democrática muy avanzada, formando parte del gobierno la Confederación Revolucionaria Obrera Mexicana (CROM) y el Partido Laborista a ella asociada. La Cámara de Diputados había rendido homenaje a Pablo Iglesias, con ocasión de su muerte en 19265. Aunque la presencia directa de miembros del PSOE en México de manera permanente era prácticamente nula, los dirigentes socialistas españoles habían tomado contacto con sindicalistas y socialistas mexicanos como Vicente Lombardo Toledano en el marco de la Organización Internacional del Trabajo, vinculada a la Sociedad de Naciones. Para los socialistas españoles reivindicar los logros sociales de la Revolución mexicana era una manera de criticar a la dictadura de Primo de Rivera 6, considerando que “la revolución mejicana es el primer intento que se hace en América para instituir una 5

Citado por Lorenzo Meyer, El cactus y el olivo, México, Océano, 2001. Véase Almudena Delgado, La revolución mexicana en la España de Alfonso XIII, Valladolid, Junta de Castilla-León, 1993. 6

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auténtica democracia popular de forma y de contenido, en el Estado y en la sociedad, individualista en el proceso, socialista en sus aspiraciones finales”7. México era un país que apenas salía de la etapa violenta de la revolución, aislado del mundo, fuera de la Sociedad de Naciones, en conflicto con la iglesia católica, sin relaciones con la Unión Soviética, y con una enorme deuda con nacionales de potencias extranjeras por daños de la etapa revolucionaria. Por ejemplo, las reclamaciones de españoles residentes en México ascendían a 183 millones de pesos por cerca de un millón de hectáreas expropiadas y otros bienes cuando el presupuesto federal de 1929 había sido de 228 millones8. Los daños a los españoles “gachupines” residentes en México tenderían a minimizarse en la etapa posterior del Maximato hasta 1935 aunque la violencia social todavía se cobraría cifras de dos dígitos en vidas de españoles y los daños en el medio rural siguieron resultando cuantiosos. Aparte de las expropiaciones de tierras, entre 1921 y 1930 habían sido asesinados y al mismo tiempo saqueados 84 españoles según el recuento del agregado comercial Lión Depetre en 19359. La deuda agraria fue finalmente rebajada por una comisión hispano-mexicana en tiempos de finales del reinado de Alfonso XIII de 183 a 60 millones de pesos pero la cuestión se envenenaría aún más a partir de 1931 debido al impacto de la crisis del 29 y la depreciación de la moneda mexicana10. La proclamación de la segunda república española fue recibida con alborozo en el México posrevolucionario pues tendió a verse como una liberación de la antigua metrópoli del orden imperial contra el que habían luchado las nuevas naciones iberoamericanas desde comienzos del siglo XIX. Era la ocasión del reencuentro con el pueblo hispano, con los verdaderos españoles, frente a los gachupines explotadores de origen español residentes en México.

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Véase Luis Araquistáin, La revolución mejicana, Santiago de Chile, ULAM, 1929, p. 232. Ibid, pp. 168 y 206. 9 José Lión Depetre a Director General de Comercio y Política Arancelaria, 25.6.1935. Microfilm de la embajada española en México. Biblioteca de El Colegio de México. 10 Un estudio detallado en Martín Pérez Acevedo, “Afectaciones y resoluciones en torno a la población española en el México revolucionario: la labor de las Comisiones de Reclamaciones, 1911-45”, en Agustín Sánchez y Juan Carlos Pereira (eds.), España y México: doscientos años de relaciones, Morelia, UMSNH, 2011. 8

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Todavía años después, en un editorial del diario El Popular de la Confederación de Trabajadores Mexicanos (CTM), dirigido por el marxista revolucionario Vicente Lombardo Toledano, se decía a propósito de la muerte de un tahonero español “los patrones panaderos- pertenecientes a esa gentuza no española, sino gachupina- de no haber emigrado de su país habrían seguido siendo españoles, esto es, respetables y nobles aldeanos u obreros hispánicos”11. Este rechazo a España debido a la presencia de una comunidad española no mayor de cincuenta mil personas, conocida como la “honorable colonia”, fue identificado por los republicanos y socialistas españoles desde los años de la Revolución. El intelectual y periodista socialista, Luis Araquistáin, consideraba que “el emigrante español es el obstáculo más grande a una aproximación espiritual entre España y las Repúblicas hispanoamericanas”12. La hispanofobia, unida al indigenismo de la retórica mexicana posrevolucionaria, y a la consideración de que la liberación económica de la antigua colonia virreinal de la Nueva España debía ser completada por la Revolución, fue el principal reto de la embajada de Julio Álvarez del Vayo. Hermanar a las dos repúblicas en una nueva fraternidad frente a las pretensiones imperialistas de la Monarquía era el reto del nuevo embajador13. Para esa ardua misión, Vayo partía de algunos nexos y amigos políticos tanto mexicanos como españoles residentes en México. Entre los mexicanos habría que destacar su amistad con Eduardo Villaseñor y Jesús Silva Herzog, a los que había conocido en Moscú en 192914. Por el lado hispano, uno de los primeros socialistas españoles que se había afincado en México fue el artista Gabriel García Maroto. Muy amigo de Vayo, le había acompañado junto a Fernando de los Ríos en un viaje a Berlín en 1922, ilustrando su libro Rusia al día. Maroto, casado con la mexicana Amelia Narezo, había participado en una muestra de arte popular mexicano celebrada en España en 1926. Fue invitado por la Secretaría de Educación del gobierno mexicano, afincándose en México entre 1927 y 1934. En

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El Popular, 8.8.1938. La revolución…, p. 208. 13 Véase Hugo García, “Las utopías de la diplomacia…”. 14 Jesús Silva Herzog: imagen y obra escogida, México, UNAM, 1989, p. 140. Véase Abdón Mateos, “El mexicano Eduardo Villaseñor y la España republicana, 1929-45”, El Socialista digital, 30 noviembre 2015. 12

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esos años, residió en Michoacán trenzando una gran amistad con el general Lázaro Cárdenas y promoviendo iniciativas de arte popular15. La amistad y el compadrazgo del nuevo embajador socialista con Villaseñor, Silva y García Maroto habrían de serle de gran utilidad pues le abriría las puertas a Narciso Bassols, secretario de Educación y propulsor de la “educación socialista”, y al general Lázaro Cárdenas. En general, los jóvenes políticos e intelectuales mexicanos amigos de Vayo creían que los socialistas españoles eran timoratos y puritanos, y excesivamente benévolos con la reacción monárquica. Tendían a comparar los primeros pasos de la naciente república española con la primera etapa de la revolución mexicana encabezada por el presidente Madero. Efectivamente, Eduardo Villaseñor le comentaba a Genaro Estrada, secretario de Exteriores y futuro embajador en Madrid, que el “Partido Socialista (es) timorato y puritano. Gran conciencia social en contra de la Dictadura, pero falta de guevos (sic), comenzando naturalmente por los militares, que quieren revolución y cuartelazo, pero sin molestia alguna”16. Por su lado, Silva Herzog aleccionaba a Vayo sobre que la república española debía evitar la benevolencia con las tentativas contrarrevolucionarias de la reacción17. En cualquier caso, la amistades de Vayo se extendieron hasta el propio jefe máximo de la Revolución, Plutarco Elías Calles, celebrando numerosos encuentros y fiestas en la Embajada e incluso acompañando al mexicano en el lecho de muerte de su mujer. En el plano simbólico de creación de nuevos lugares de la memoria de la fraternidad republicana hispano-mexicana los logros no fueron más allá de la inauguración de una escuela dedicada a la memoria de Giner de los Ríos en el centro histórico de la ciudad de México, decorada por su amigo Maroto y con la presencia de los responsables de la “educación socialista” de la Secretaría de Educación, sus amigos Jesús Silva Herzog y Narciso Bassols. Otros proyectos, trenzados durante sus viajes con Bassols por la campiña de los estados mexicanos, no llegaron a buen término. La erección de monumentos en Cuernavaca, donde Diego Rivera había pintado un mural con frescos

Miguel Cabañas Bravo, “De la Mancha a México”, Migraciones y Exilios 6, 2005. Villaseñor a Estrada, 16.11.1929, Fondo José Moreno Villa, Archivo de la Residencia de Estudiantes, Madrid. 17 Silva, Una vida en la vida de México, México, Siglo XXI, 1993, p. 154 15 16

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que destacaban la ferocidad de los conquistadores españoles, o en la isla de Janitzio en Michoacán, no terminaron de concretarse. En cualquier caso, la amistad y relativa afinidad política existente entre Vayo y buena parte de la elite político-intelectual mexicana, con anterioridad a su estancia en México como embajador, habría de resultar decisiva para los futuros avatares de las relaciones con la España republicana en guerra y en el exilio. Por ejemplo, el poeta Enrique González Martínez, había sido el responsable de la legación mexicana en España en tiempos de la dictadura de Primo de Rivera, tratando a Fernando de los Ríos y a Vayo con motivo de la Exposición Iberoamericana y encargándose, años después, del acto de homenaje a los primeros intelectuales llegados a México para crear la Casa de España, con Vayo de ministro de Estado18. Por su lado, Eduardo Villaseñor y Daniel Cosío Villegas habían ideado con Vayo la creación de una agencia de noticias iberoamericana, y Vayo había puesto en contacto a Cosío con el ministro de Estado, Fernando de los Ríos, para que fuera invitado a impartir unas conferencias en España, con el propósito de crear la que sería la editorial Fondo de Cultura Económica. Cosío sería el primer secretario de la Casa de España mientras que Villaseñor ostentaría la principal responsabilidad como representante del gobierno de Cárdenas19. Las relaciones de Vayo con la honorable colonia gachupina en México fueron excelentes. Las reticencias iniciales ante un embajador republicano y socialista fueron neutralizadas por el clima de fraternidad establecido con la naciente república española. El influyente industrial Carlos Prieto se retractó ante Fernando de los Ríos o Salvador de Madariaga de los recelos con que había acogido la misión de Vayo20. Incluso con el monárquico y rancio Casino Español de la ciudad de México las relaciones del embajador fueron correctas. Al calor de su estancia, los minoritarios españoles residentes de ideología republicana constituyeron una asociación política, desgajándose más adelante una agrupación socialista21. Las gestiones de Vayo para neutralizar los efectos de la ley de trabajo mexicana, que establecía un reducido porcentaje de

Informe sobre actos realizados… Loredo Aparicio a Estado, 12.XI.1938, Microfilm Embajada, caja 155; El Nacional, 11.11.1938. 19 Véase Clara E. Lida (con la colaboración de José A. Matesanz), La Casa de España, México, COLMEX, 1988. 20 Cartas citadas por Cristina Rodríguez, o.c. 21 Véase mi libro, De la guerra civil al exilio, Madrid, Biblioteca Nueva, 2005. 18

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trabajadores extranjeros en las empresas, o las perspectivas de un tratado de comercio entre las dos naciones, fueron recibidas con alborozo por la comunidad gachupina. Los que no debieron sentirse del todo complacidos con la gestión del embajador fueron los españoles damnificados por las violencias de la Revolución. En efecto, Vayo acordó en diciembre de 1931 con Genaro Estrada un acuerdo para reducir la deuda agraria de 60 a 4,5 millones de pesos. Era una condonación en la práctica de la deuda por daños de la revolución, algo que no había hecho ninguna nación europea ni los Estados Unidos. Aunque desde el Ministerio de Estado español se opusieron a esta condonación de la deuda, el gobierno republicano terminó aceptando el acuerdo. Aun así, el secretario de Agricultura y presidente del Senado de México, Marte Gómez, manifestó que no estaba dispuesto al pago de la deuda por daños de la Revolución. Aunque algunos españoles o sus herederos, en muchos casos mexicanos, aceptaron el pago de la deuda en pesos plata en vez de pesos oro, la cuestión todavía estaría presente en el tiempo de la embajada de Félix Gordón Ordás en vísperas del estallido de la guerra de España. La inexistencia de relaciones con la España de Franco echaría al olvido la cuestión de la deuda con los españoles y sus descendientes, a diferencia de lo ocurrido con otras potencias. De manera paralela a las negociaciones de la deuda, el embajador Vayo promovió un convenio para la concesión de un crédito de 70 millones de pesetas al gobierno de México para la construcción en los astilleros españoles de unos guardacostas y cañoneros para la marina mexicana. El acuerdo del 14 de marzo de 1933 fue saludado por la Cámara de los Diputados mexicana con un homenaje al embajador. Fue negociado con Vayo por Alberto Pani, que había sido el primer embajador mexicano en Madrid en esos momentos secretario de Hacienda, y por el general Lázaro Cárdenas, secretario de Guerra, después de haber ostentado la presidencia del Partido Nacional Revolucionario. La depreciación de la moneda mexicana y ciertos desacuerdos sobre los plazos, la forma y lugar de depósito de las cinco anualidades previstas para el pago de los barcos causaron no pocas disputas entre las partes, acentuadas además por el final de la luna de miel entre el Maximato y los responsables del bienio republicano-socialista tras su derrota en las elecciones de 193322. El pago en pesos plata y la vinculación de la peseta

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Memorándum de la Secretaría de Hacienda, México, 21.5.1936, Microfilm del archivo de la embajada española, Biblioteca de El Colegio de México. 10

a la libra esterlina hizo que el volumen y los intereses del Convenio se disparasen, enturbiando las relaciones bilaterales. En efecto, la depreciación de la moneda mexicana supuso que a los pocos meses de la salida de Vayo de México la deuda por 20,5 millones de pesos se hubiese disparado hasta los 33, 3 millones, por lo que el secretario de Hacienda mexicano consideraba imposible profundizar la cooperación bilateral: “¿Dudaría usted tampoco que en las actuales circunstancias la operación de los barcos, que muchos proyectábamos como el primer paso de un intercambio activo, va a ser un islote sin posible continuación?23 El Convenio sería atacado por los grupos anticallistas mexicanos y los conservadores españoles aunque la práctica totalidad de la comunidad española en México y, lógicamente, la Sociedad de Construcción Naval, representada por Juan Antonio Suances, futuro ministro de Franco, alabasen la gestión de Vayo. En efecto, el reaccionario José Calvo Sotelo había pedido en el Congreso de los Diputados la cancelación del crédito a México para la adquisición de los barcos, mientras que diarios de pequeña circulación mexicanos como La Prensa o El Día difundían bulos sobre la necesidad, calidad y el precio de los guardacostas24. Este último diario realizó una campaña de prensa con una serie de artículos titulados “El escándalo de los barcos construidos en España”, seguidos de interrogantes como “¿Fueron sacrificados los aviadores Barberán y Collar, en aras de un negocio mercantil?” o “¿Se repite el cambio de las cuentas de vidrio por las pepitas de oro?”. La campaña se hacía en vísperas del triunfo del Frente Popular en España en febrero de 1936, ilustrado con un despliegue gráfico espectacular sobre el antiguo embajador Julio Álvarez del Vayo. El Día era dirigido y propiedad del periodista y político de la época del maderismo Félix Palavicini, considerado hispanófilo y opuesto al cardenismo por lo que fue destinado a Argentina, pero que sería nombrado gestor de la Comisión Administradora de los Fondos de Auxilio a los Republicanos Españoles (CAFARE), creada durante la presidencia de Manuel Ávila Camacho en noviembre de 194225.

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Marte Gómez a Álvaro Seminario, 3.1.1934, Ibidem La Prensa, 25.7.1934; El Día, 17.2.1936; Excélsior, 30.6.1934; El Nacional, 6.7.1935. 25 José María Pujadas a Palavicini, 10.2.1936 y Pujadas a Ministerio, 13.2.1936. Microfilm de la Embajada española en México. 24

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La polémica de los barcos se había encendido en el momento de la llegada de los primeros a las costas de Acapulco en julio de 1935 pilotados por marinos mexicanos, que habían sido trasladados y acompañados por buques de pasajeros españoles. No fueron recibidos por autoridades principales mexicanas debido a los desencuentros con los gobernantes españoles a pesar de que habían sido saludados, como antes el desgraciado vuelo transoceánico hasta México de pilotos españoles Barberán y Collar, como nuevos viajes de Colones del siglo XX. En cambio, Hernán Cortés seguía siendo innombrable en México. En realidad, la mayor parte del pago de los barcos de guerra fue compensado con armamento y, sobre todo, suministros alimentarios a la república española en guerra. El suministro de 24 millones de kilos de garbanzos a la depauperada población de la retaguardia republicana fue el bien principal que sirvió para compensar la deuda por los barcos de guerra. En enero de 1939, poco antes del hundimiento de la República en Cataluña, México terminó de compensar en efectivo la deuda por los barcos de guerra26. En cualquier caso, hay que recordar que el antiguo embajador Julio Álvarez del Vayo ostentó el Ministerio de Estado durante la mayor parte de la guerra de España durante los gobiernos de Francisco Largo Caballero y de Juan Negrín, siendo el principal gestor del negrinismo durante los años de posguerra en su calidad de ministro en el exilio, primero, y de principal dirigente de agrupaciones como España Combatiente o la Unión Socialista Española, hasta comienzos de los años sesenta. Con esa condición, viajó en numerosas ocasiones a México, acompañando o no al antiguo presidente de gobierno republicano Juan Negrín. No fue un colaborador habitual de la prensa mexicana, pues desde su residencia en Nueva York vivió de sus colaboraciones en The Nation, que no parece que fueran traducidas y difundidas al castellano. Llama la atención que no fuese invitado por los marxistas revolucionarios Narciso Bassols o Vicente Lombardo Toledano a colaborar en el diario El Popular o en revistas como Futuro. Quizá ello se debiera a que Vayo a pesar de su prosovietismo deploró el asesinato de Trotsky y fue favorable a los aliados incluso durante el bienio germanosoviético. Publicó, no obstante, algunas colaboraciones en la revista Cuadernos Americanos, dirigida por su amigo Jesús Silva Herzog, hasta finales de los años Gordón Ordás a Estado, 18.3.1939, Microfilm Embajada. Véase Abdón Mateos, “La embajada de Félix Gordón Ordás en México”, en Ángel Viñas (ed.), Al servicio de la República, Madrid, Marcial Pons, 2011. 26

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cincuenta, y, desde luego, en los semanarios del exilio negrinista en México, como El Socialista, El Socialista Español o España combatiente. Aunque en fecha tan señalada como la víspera de la dimisión de Juan Negrín en agosto de 1945, se reunió en casa de su amigo el banquero Eduardo Villaseñor con el presidente de gobierno republicano y el, por entonces, secretario de Defensa, el poderoso expresidente Lázaro Cárdenas, los caminos de ambos eran ya muy divergentes. Uno se había convertido en gestor económico y patrono de instituciones culturales y educativas, mientras que nuestro Vayo seguía dedicado a la escritura de combate periodística y la agitación antifranquista. Algo parecido ocurría con Silva Herzog, empresario cultural, y con el escritor y periodista Juan de Dios Bojórquez, marginado de la acción política debido a su lealtad al callismo27. Por su lado, su compadre García Maroto había abandonado también la militancia socialista, afiliándose al PCE. Tras su paso por el Subcomisariado General

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Propaganda, Maroto en los primeros tiempos del retorno a México en 1938 participó en la agitación intelectual del cardenismo, publicando varios ensayos y reportajes periodísticos, como Hombre y Pueblo o Azúcar en Morelos. De una manera inusual entre los refugiados españoles, que solamente se explica por la cercanía de Maroto al presidente Cárdenas, escribió valoraciones críticas sobre las limitaciones de las realizaciones posrevolucionarias mexicanas desde un punto de vista socialista. El artista manchego siguió promoviendo la educación de los minusválidos y el arte popular, desligándose de la vida política y publicando en 1958 el libro autobiográfico Promoción de México, caminos hacia su integración. En conclusión, se puede decir que Julio Álvarez del Vayo fue el principal embajador de la España republicana en México, estableciendo el mito antifascista de la fraternidad republicana hispano-mexicana. Su carisma político y diplomático resultó muy superior a la figura del republicano liberal Diego Martínez Barrio, embajador desde 1936, que llegaría a ser presidente del gobierno republicano en el exilio en los años cincuenta. La estela de Vayo fue tal que el presidente Cárdenas reclamó desde 1938 la presencia de un 27

Conocido como Djed Bojórquez, dirigió El Nacional, fue ministro de los gobiernos del callismo y senador al final de su vida, escribiendo La inmigración española en México, México, Crisol, 1932. 13

nuevo embajador socialista en México, tanteándose las misiones de Indalecio Prieto, Luis Jiménez de Asúa y Julián Zugazagoitia, quien llegó a recibir el plácet en enero de 1939. De hecho, desde 1938 tal misión fue representada en la práctica por el escritor y político socialista asturiano José Loredo Aparicio, como encargado de negocios. El arribo del líder socialista Indalecio Prieto a México en febrero de 1939, para el que Vayo opinó que había que conferirle una misión oficial gubernamental y no sólo de partido, sería determinante para los avatares del exilio republicano28. Ya en el exilio, Vayo coordinó las actividades del Servicio de Evacuación de Refugiados Españoles desde Nueva York, enlazando al también ministro Méndez Aspe desde Londres con el doctor José Puche en México, y asistiendo a conferencias antifascistas organizadas en México en solidaridad con el pueblo español29. En 1941, su amistad con el nuevo responsable del Banco de México y patrono principal de El Colegio de México (antigua Casa de España), Eduardo Villaseñor, le hizo encargarle el traslado personal desde Nueva York de fondos de hasta 44.000 dólares para el sostenimiento de las actividades y empresas del negrinismo en México. Dada la presión que hicieron los agentes de Negrín en México para obtener de los presidentes mexicanos Cárdenas y Ávila Camacho los efectos y diversos bienes que administraba Indalecio Prieto desde la presidencia de la delegación en México de la Junta para el Auxilio de los Republicanos Españoles (JARE), no sería tan extraño afirmar que la intervención por el gobierno mexicano de estos bienes, junto a los provenientes del Vita, en noviembre de 1942 tuvieran algo que ver con los nexos de Vayo con la elite política mexicana. Sin embargo, Vayo no pudo liderar al exilio republicano en el México del poscardenismo30, debido a la ruptura del Frente Popular al final de la guerra de España y, más aún, con el pacto germano-soviético y, por tanto, la relativa marginalidad y aislamiento del negrinismo en la posguerra31.

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Véase mi libro La batalla de México. Final de la guerra civil y ayuda a los refugiados, 19391945, Madrid, Alianza, 2009. 29 Un estudio detallado en Aurelio Velázquez, La otra cara del exilio, México, COLMEX, colección Ambas Orillas, 2012. 30 Véase el monográfico coordinado por Agustín Sánchez Andrés (ed.), “El exilio y México posrevolucionario”, Historia del Presente, 22, 2013. 31 Sobre el negrinismo en México, véase Jorge de Hoyos, La utopía del regreso, México, COLMEX, colección Ambas Orillas, 2011. 14

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