Juan Menéndez Pidal: De la poesía postromántica a la erudición positivista

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JUAN MENENDEZ PIDAL: DE LA POESIA POSTROMANTICA A LA ERUDICION POSITIVISTA J e s ú s A n t o n i o C id

La personalidad de Juan Menández Pidal como hombre de le­ tras no ha merecido, hasta donde sabemos, la atención de ningún estudioso, si se exceptúan algunos comentarios marginales, y no siempre muy exactos ni generosos, en estudios dedicados a otros autores y temas. El desinterés puede deberse en parte a la forzo­ samente desfavorable, pero injustificada, comparación que de for­ ma involuntaria, quizás, se establece con el relevante papel de su hermano menor, Ramón, en la cultura española moderna. Juan Menéndez Pidal es sólo recordado hoy, apenas, como el compila­ dor de la Colección de los viejos romances que se cantan por los asturianos..., publicada en 1885. La obra tuvo, en efecto, una no­ table trascendencia en los estudios peninsulares sobre el folklore literario; sin embargo, su autor, que no era ya ningún desconoci­ do en los medios intelectuales, vivió todavía treinta años más, y a lo largo de ellos jugó un papel de cierta relevancia en las polé­ micas literarias, en la política y en la erudición española de fines del X I X y principios del X X . A su muerte, en 1915, fue considera­ do como uno de los principales seguidores de la escuela de Menén­ dez Pelayo, como un destacado poeta y como un hombre público que había dejado su impronta en el periodismo y en la vida polí­ tica de su tiempo. Nos proponemos examinar aquí brevemente la contribución de Juan Menéndez Pidal a la vida cultural y literaria española en la encrucijada de siglos. Esa contribución no fue tan insignificante como parece darse por sentado en la Historia literaria española,

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si es que su nombre alcanza a ser mencionado, y presenta el inte­ rés de ofrecemos un raro ejemplo de cambio de actitudes, profe­ sionales y estéticas, en un autor que a ojos de sus contemporá­ neos fue símbolo de una absoluta fidelidad a unos ideales muy definidos y caracterizados por el inmovilismo más recalcitrante. Desde esa óptica, la figura de Juan Menéndez Pidal se nos apare­ ce como enigmática, hasta cierto punto, y digna de estudio. En su vida, no muy larga, pasamos de una precocidad suma en sus acti­ vidades como poeta y estudioso a períodos de total dedicación a la política activa, para terminar sus últimos años como erudito centrado en la edición de textos de autores no muy frecuentados del siglo XVI, y especializado en el estudio de saberes históricos instrumentales que, como la sigilografía, constituían una nove­ dad en España. Retrocedamos a 1885, año de salida de la Colección de los vie­ jos romances. Para entonces Juan Menéndez Pidal (1858-1915), li­ cenciado en Leyes y colaborador en diversos periódicos, se había dado ya a conocer como poeta. Con prólogos de Balbín de Unquera publica en 1880 y 1881 la «leyenda» El conde de Muñazán y unas trovas «en fabla»: Don Ñuño de Rondaliegos. A la primera obra no le falta nada como ejemplo del más desaforado postromanti­ cismo, que J. Menéndez Pidal sigue fielmente en su versión Zo­ rrilla. En nueve partes, y con lujo de polimetría, asistimos a la conversión de un señor feudal impío y vesánico, a los filtros de amor que enloquecen, a la transformación de una perversa hechi­ cera en jabalí demoníaco, etc. (1). Ya el prologuista presentaba al autor como uno de los «poetas enamorados de lo antiguo», que cuenta con «la historia y la fe» como principales herramientas y fuentes de inspiración. A Juan Menéndez Pidal «le han bastado unos cuantos paseos por Asturias y unas cuantas reflexiones so­ bre esos paseos para concebir el plan de muchas leyendas cristia­ nas»; Balbín de Unquera ve en él un ejemplo de poeta que puede proporcionar al público «poemas de fe, y no excépticos [sic], para

(1) La leyenda de «El conde de Muñazán» es, en efecto, una tradición asturia­ na, localizada en San Antolín de Bedón (Llanes), de la que se conocen versiones, literarias siempre, muy divergentes. C f. M. d e F o r o n d a , De Llanes a Covadonga. Excursión geográfico-pintoresca (Madrid, 1893), págs. 85-88; A. F e r n á n d e z M a r t í n e z , Pinceladas: Cuadros de costumbres, descripciones y leyendas de la zo­ na oriental de Asturias (Llanes: M. Toledo y Benito, 1892), págs. 29-35 en la reed. de 1986; C . C a b a l , Del folklore de Asturias (1923), y sobre todo, del mismo C a ­ b a l , Contribución al Diccionario Folklórico de Asturias: vol. IV, ‘Antolín’-‘An-

troxu’ (Oviedo: Summa, 1955), págs. 9-29.

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probar a la generación contemporánea que las musas no están des­ terradas de la cristiana república». Como muestra de este largo poema, que el autor con buen acuerdo no incluyó en sus colecciones posteriores, bastará trans­ cribir algunas octavillas agudas, estrofas por la que manifestó pre­ dilección en partes extensas de la obra; predilección justificada en un autor novel que escribía a la sombra de Zorrilla. Pertene­ cen a la descripción inicial del palacio de Muñazán, y al prologuis­ ta del libro le parecieron especialmente notables: Espaciosas galerías de sombra y rumores llenas, que vibran de cien cadenas al tembloroso crugir; curvas bóvedas sonantes, a cuyos lóbregos huecos llegan los lejanos ecos en el silencio a dormir. Huecos cubos, que repiten el sordo rumor del viento y el graznido áspero y lento * de los cuervos al pasar; gigantes claustros sombríos, que alumbra el sol débilmente, donde zumba únicamenteel ronco estruendo del mar. Vive allí el conde, arrullado por tan bárbara armonía; se forjó en su mente impía que él era del mundo el rey, y no respetó en su orgullo ni al grito de la conciencia, ni al honor, ni a su ascendencia, ni a la patria ni a la ley [...] La bizantina capilla de su morada suntuosa yace abatida y ruinosa; el musgo en ella creció. Las tumbas de sus mayores vense en el suelo volcadas, y sus cenizas sagradas el viento desparramó...

Don Ñuño de Rondaliegos, la segunda obra, podría entender­ se como un divertimento si no fuera por la evidente seriedad con que prologuista y poeta encaran su labor. Y no sólo ellos; al rese­

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ñar la aparición del libro de poemas de Juan Menéndez Pidal pu­ blicado en 1890, el crítico de El País, el periódico «republicanoprogresista», no podía expresarse en términos más favorables: [...] Sus primeras obras, dos leyendas, El conde de Muñazán y Don Ñuño de Rondáliegos, esta última en castella­ no antiguo, le han valido envidiable nombradía. Difícil era, después de Zorrilla, hacer nada nuevo en el género legendario. Menéndez Pidal en esas dos obras no só­ lo innovó sino que ha creado, y Don Ñuño de Rondáliegos vivirá tanto en nuestra literatura como Margarita la Tor­ nera y La Pasionaria del gran maestro, lo que equivale a decir que serán inmortales (2). En su «Epístola», Balbín define bien el signo del filomedievalismo de su joven amigo, «el claro trouador e coronista Johan Menendes Pidal»: Acucioso de antiguos saberes, pero acucioso como man­ da Sancta Eglesia e de la guissa qu’el Apostóligo non de­ fiende. [...] Dalde al pueblo algo de lo que fue suyo, e con sus decires mesmos las sus consejas e las sus trouas en sus estrumentos tannidas, e resuscitar heis esa edat que amades e yo con uusco amo^non a fuer de romántico, mas a fuer de poeta (3). En este relato «de cómo el buen caullero don Ñuño de Rondaliegos se topó con la ueste al tomar de la guerra» el autor, tras un prólogo en coplas manriqueñas, usa exclusivamente el verso de romance, y son inequívocos en todo el poema los préstamos del Romancero viejo: Con el cuento de la langa en la puerta fue llamare, y ansí fabló el cauallero, bien oiredes qué dirae... Muy de mañana a otro día, don Ñuño fue a despertare, llamando a sus servidores

(2) «Album de El País: Juan Menéndez Pidal», El País. Diario republicanoIV (1890), núm. 1.141 (14-VIII-1890), p. 1. (3) «Don Nunno de Rondáliegos», La Ilustración Gallega y Asturiana, III, núm. 34 (8-XII-1881), p. 404. Hay segunda edición, «asaz emendada d’algunos ^ ilos vo­ cablos e uigios que auían pasado en la primera impressión», fechada en laTra [his­ pánica] de MDCCCCXIX (réstense, pues, 38), en Madrid: E. Rubiños. progresista,

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que vestir le quieran dare... Fuese para los palacios donde su Dosinda estae... Siete veces lo rodean, siete veces por su male, don Ñuño tuerce la vía e al so castiello se vae... Voces daua el cauallero que al cielo quieren llegare... Cient poncellas la plannían et su padre mucho mase..., etc., etc.

Pero ya en la misma época de publicación de estas «trovas an­ tiguas» su autor manifestaba interés por la pervivencia de la poe­ sía tradicional en la memoria de los asturianos contemporáneos de finales del siglo X IX . En 1881 Juan Menéndez Pidal interve­ nía junto con su mentor Balbín de Unquera en la creación de una «Academia demològica» asturiana, anterior a los proyectos de Ma­ chado Alvarez, que tendría como objeto la recogida de las tradi­ ciones populares de la provincia (4). J. Menéndez Pidal da a en­ tender, incluso, que sus intereses en esta línea venían de más atrás; era la reciente fundación de un «Centro de Asturianos» en Madrid lo que le hacía ahora abrigar esperanzas de convertir en realidad un proyecto anterior: Hace ya bastante tiempo que abrigábamos la idea de constituir un Folk-Lore asturiano; pero las dificultades que para su realización se nos ofrecían nos hicieron más de una vez desistir de tal propósito. Hoy, con la fundación del Cen­ tro de Asturianos, se aclara el horizonte de nuestras espe­ ranzas; desaparece alguno de los mayores obstáculos que se oponían a nuestro proyecto, y lo creemos más fácil y hace­ dero. El Folk-Lore asturiano debe nacer a la sombra del mencionado centro (5). En el artículo-manifiesto escrito para incitar a la fundación de esa sociedad folklórica, señala expresamente el Romancero como uno de los campos a cultivar:

(4) Cf. J. L.

«Don Aniceto Sela como fundador de El F olk­ XXVII (1971), págs. 50-1. (5) J. M e n é n d e z P i d a l , «Folk-Lore asturiano», La Ilustración Gallega y A s ­ turiana, III, núm. 36 (28-XII-1881), págs. 428-9. P érez de C a s t r o ,

lore asturiano, RDTP,

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... Otro tanto podemos decir de los romances que de bo­ ca en boca corren entre nuestros aldeanos, algunos de aque­ llos incompletos, otros mutilados y recompuestos en épo­ cas posteriores a su origen y todos ellos apreciabilísimos ba­ jo todos los conceptos... Aquellos monumentos de nuestra literatura provincial y que debieran enriquecer el inapre­ ciable Romancero Español (6). Aunque la «Academia demològica» se constituyese formalmen­ te poco después, su actividad fue análoga, en cuanto a pobreza de resultados, a la asociación fundada dos años más tarde por Ma­ chado Alvarez, con quien J. Menéndez Pidal mantenía también relación (7). Los contactos personales con distintos eruditos y folkloristas asturianos, establecidos en esta época de proyectos asociativos, se revelarían, sin embargo, muy útiles para obtener colaboracio­ nes valiosas en la recogida de romances tradicionales. Bernardo Acevedo, Fermín Canella, Braulio Vigón o García Ciaño son nom­ bres que veremos repetirse a propósito de la «Academia demolò­ gica» (8), el «Folk-Lore asturiano», o «La Quintana». Todos ellos figuran en la nómina de los que contribuyeron con versiones a la Colección de los viejos romances. Sabemos que en 1883 J. Menéndez Pidal se encontraba ya en As­ turias. Es entonces cuando funda en Oviedo el periódico satírico El Trasgo, ilustrado por su hermano Luis, y cuando tiene lugar el incidente con Clarín que hemos estudiado en otro lugar (9). En 1883 se recogen y preparan para la edición los textos en su mayor par­ te, aunque algunos procedían de fecha anterior. La labor fue reali(6) Ibid. (7) Acerca de los intentos frustrados de constituir en Asturias asociaciones pa­ ra la recogida y estudio del folklore, y sobre la intervención de Juan Menéndez Pi­ dal, cf. también C . C a b a l , «La marejada folklórica», en Contribución al Dicciona­ rio Folklórico de Asturias, I (Oviedo: Summa, 1951), págs. 96-103, y J. M. G ó m e z T a b a n e r a , «El estudio del folklore asturiano. Las costumbres y tradiciones popu­ lares de Asturias y su integración en la investigación antropológica y etnográfica», BIDEA, XXIX (1975), núm. 86, págs. 703-711. (8) La Academia mantenía aún alguna actividad a mediados de 1883. Según una noticia publicada en El Imparcial: «La Academia Demològica Asturiana ce­ lebrará hoy, jueves, velada extraordinaria. Leerán trabajos don Manuel Murguía [sobre supersticiones populares], el Sr. Acevedo un capítulo de la obra inédita El trasgo, el Sr. Menéndez Pidal (don Juan) un fragmento en verso titulado Las ata­ layas, y el Sr. Sandoval que leerá otro trabajo acerca de las costumbres asturia­ nas» (10-V-1883, ap. Veinticuatro diarios, I, núm. 69). (9) Cf. J. A. C i d , «Clarín vs. Juan Menéndez Pidal y la polémica del ‘Folklo­ re’ (1885-1985)», en S ym bolae Lvdovico Mitxelena Septvagenario, ed. J. L. Mele­ na (Vitoria: Instituto de Ciencias de la Antigüedad, 1985), II, págs. 1.425-1435.

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zada, en cualquier caso, con muy notable rapidez. Los prólogos de la Colección están fechados el 6 de octubre (Pajares) y el 6 de no­ viembre (Madrid) del mismo 1883, y en enero de 1884 J. Menéndez Pidal se refería a su Romancero como «próximo ya a ver la luz pú­ blica», si bien intentará todavía acopiar nuevos materiales (10). En las mismas fechas Laverde informaba a Menéndez Pelayo: «No sé si sabrás que el joven escritor asturiano Dn. Juan Menéndez Pidal está imprimiendo en esa corte un Romancero Asturiano que con­ tiene todo lo que había reunido Amador de los Ríos, y además mu­ chas otras composiciones» (11). El volumen estaba ya impreso en marzo de 1885 (12); la Academia Española redacta, por mediación de Tamayo y Baus, un informe muy favorable sobre el libro, que serviría para justificar la adquisición con cargo al Ministerio de Fomento de un determinado número de ejemplares, según dispo­ sición del 27-VI-85. La sección de Fomento de la Diputación Pro­ vincial de Oviedo, por su parte, acordó también adquirir otros cien ejemplares en sesión del ll-XI-86. Es claro que, siendo Alejandro Pidal ministro de Fomento, este apoyo oficial que disfrutó la pu­ blicación hubo de verse como un rasgo de favoritismo, y nepotis­ mo, que Clarín se apresuraría a denunciar, como hizo en otras oca­ siones. Estudiosos de prestigio, sin embargo, como el conde de Puymaigre y Menéndez Pelayo, se refirieron en términos muy elogiosos al valor de la colección, por los textos que se daban a conocer y por las propias tesis sustentadas en los prólogos. (10) Cf. Cartas a A. Sela, del 13 de enero de 1884 y otra sin fecha, ed. por J. L. Pérez de Castro, art. cit., págs. 56-7. En la primera, J. Menéndez Pidal pide a Sela que «converse con algunos aldeanos y aldeanas... que hayan sido, o sean, bue­ nos cantadores en la danza prima, esfoyazas o filandones, para copiar y mandar­ me, a la mayor brevedad posible, algunos de los romances que sepan». (11) Carta del 14 de enero de 1844 publicada en el Epistolario de M. Menéndez Pelayo, ed. de M. Revuelta Sañudo, vol. VI (Madrid: Fundación Universitaria Es­ pañola, 1983), págs. 276-8. En otra carta del 22 de octubre Laverde vuelve a infor­ mar a Menéndez Pelayo: «Juan Menéndez Pidal me participa que a principios de noviembre saldrá a luz el Romancero asturiano que ha formado con más de ochenta romances recogidos de boca del pueblo por Amador de los Ríos y por él. Si le tra­ tas dile que por ignorar las señas de su domicilio le dirigí al Ministerio de Fomen­ to mi contestación» (p. 517). No es exacta la afirmación de que la obra de J. Mej:r>dez Pidal contuviera «todo lo que había reunido Amador de los Ríos». (12) La Unión anuncia el 24 de marzo de 1885 la recepción de ejemplares del -ro «que en estos días acaba de publicar, con notabilísima introducción y erudias notas, nuestro querido amigo D. Juan Menéndez Pidal». La gacetilla añade: «El señor Menéndez Pidal es ya conocido como inspirado y notable poeta, pero aho­ ra se nos presenta como crítico de poco comunes condiciones». En el número del 1 de julio, La Unión publica una amplia reseña firmada por «G», en primera pági­ na, donde entre otras vaciedades leemos: «Tuve siempre al Sr. Menéndez Pidal por

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Del contenido y formación del Romancero de 1885 nos hemos ocupado en otro lugar con cierto detalle; sólo nos queda aquí tra­ zar en forma muy rápida la trayectoria posterior de J. Menéndez Pidal, quien sólo lateralmente volvería a incidir en los estudios de cultura tradicional iniciados con tanto entusiasmo. Su activi­ dad juvenil como folklorista fue, sin embargo, la que le dio ma­ yor relieve a ojos de sus contemporáneos, y a valorarla en térmi­ nos elogiosos dedicó gran parte de su contestación otro folkloris­ ta de primera hora, Francisco Rodríguez Marín, al responder en nombre de la Real Academia Española al discurso de entrada de Juan Menéndez Pidal en enero de 1915, es decir, muy pocos meses antes de su muerte. A partir de 1886 la política activa y el periodismo son las ocu­ paciones determinantes en la vida de un J. Menéndez Pidal que sólo de modo muy esporádico volvería a residir en Asturias. En 1886 se encontraba en Córdoba, donde dirigió el periódico La Leal­ tad, y desde 1888 a 1890 residió en Cabra (13); ese último año, tras unos amores exaltados que dejaron amplio rastro en sus poemas, se casa con Ana Cuenca Romero e inicia una carrera política por la que, según Antonio Maura, no sentía especial vocación. Escri­ be Maura: En el curso de sus días, otros caminos [ajenos a la vida literaria] cruzaron su vía natural y predilecta; le sobrevino la Diputación a Cortes y se sintió mal hallado en aquel am­ biente, en aquel hervidero, en aquella lonja de cosas para él extrañas o baladíes, de pasiones con las cuales no se con­ tagiaba, de anhelos que no compartía. Se le complicó la vida con el gobernar provincias: ahora Pontevedra, ahora Bur­ gos, y claro está, siempre le asistieron su rectitud, su inte­ ligencia y sus prendas personales, pero no la vocación, le­ vadura santa que no admite reemplazo (14). poeta de grandes ventajas, y aun por diestrísimo en el manejo de la antigua fabla nopra í * (prueba, si fuera necesario, de que Don Ñuño de Rondaliegos a nmguna broma, aunque el reseñador confunda el bable y la «fabla* propiamente
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