Juan Marsé: Ciudad y Novela (Últimas tardes con Teresa: organización del espacio y producción de imagen)

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Descripción

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JUAN MARSE CIUDAD Y NOVELA Ultimas tardes con Teresa: Organización del espacio y producción de imagen \

Francisco J. Díaz de Castro Alberto Quintana Peñuela

Universidad de Palma de Mallorca 1984

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© FRANCISCO

J. DIAZ DE CASTRO ALBERTO QUINTANA

Portada de Jaume Falconer Edició: Universitat de Palma de Mallorca

Publicació: Servei de Publicacions de la Universitat de Palma de Mallorca

Depósit legal PM-430/1984

A la memoria de Alberto Quintana, esta nueva edición.

''Une nouvelle pédagogie doit s 'inventer, rompant encore des cloisons entre disciplines, avec des géographes ouverts sur la littérature et l'art et des littéraires avertis de géographie. Les spécialisations actuelles ne progressent guere dans ce sens" (ARMAND FREMONT, La región, espace vécu)

"Nunca mejora su estado quien muda solamente de lugar'' (FRANCISCO DE QUEVEDO, Historia de la vida del Buscón)

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CAPITULO I INTRODUCCION

El presente trabajo se apoya en tres puntos de partida o consideraciones básicas, que exponemos sintéticamente a continuación: 1) La aglomeración creciente de la población y las actividades económicas en las áreas urbanas han convertido éstas en complejos geográficos de producción/consumo/intercambio/ocio altamente sofisticados, es decir, con elevada división social y técnica del trabajo y del espacio. Evidentemente, la aparición y organización de esas nuevas unidades urbanas -llamémoslas áreas o regiones metropolitanas, conurbaciones, aglomeraciones ... - responde a los intereses del capitalismo en su fase más avanzada, el monopolista de Estado, que requiere una concentración progresivamente mayor de las unidades de producción y de los mercados, lo ·que se acompaña -entre otros efectos- de un alto grado de segregación espacial de un control del conjunto de la maquinaria a fin de sistematizarla -de hacerla sistema, estable y equilibrado-. Todo lo cual conduce, a su vez, a la creciente necesidad de espacio, donde la concentración y la asignación de suelo para distintos usos con el mayor grado de utilidad -beneficiossean posibles. Se trata, pues, de una doble exigencia espacial: cuantitativa y cualitativa. Más espacio -de donde el estallido vertical y horizontal de las ciudades tradicionales-; pero también organización nueva de ese espacio, que es planificado, parcelado, vendido, asignado a diferentes· usos, "funcionalizado" en razón de los intereses de conjunto del gran capital. Naturalmente todo ello tiene lugar con tensiones y enfrentamientos notables, no sólo entre el bloque dominante y las clases

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explotadas, sino entre las distintas fracciones que integran el bloque dominante e incluso entre individuos de la fracción hegemónica y ésta tomada en su conjunto, cuando las iniciativas "excesivas" de algunos de aquellos puedan amenazar la perpetuación del dominio de la segunda a largo plazo. Precisamente, para regular tales conflictos nació la planificación urbana, como agudamente ha expuesto Garnier. Es decir, el sistema capitalista se basa· cada vez en mayor medida en un tipo de explotación superselectiva del espacio, lo que conduce a que éste sea cada vez más fundamental en la supervivencia de aquél. No entramos en la polémica que enfrenta a Harvey con Lefebvre a propósito del grado en que el "ciclo del capital inmobiliario y especulativo'' ha pasado a ser dominante respecto al "ciclo del capital industrial" (1). Lo que es indudable es que la urbanización se está haciendo totalizadora y global, concentrando la inmensa mayoría de los puestos de trabajo, de las inversiones en infraestructuras, de los equipamientos ... y de los conflictos. Y aquí, concretamente, se sitúa nuestra perspectiva. La burguesía mercantil triunfante en los primeros siglos de desarrollo del modo de producción capitalista elaboró y difundió una ideología de la pertenencia a su ciudad, considerada única e irrepetible, que era el mismo tiempo: la manifestación orgullosa de su independencia frente al poder feudal y monárquico; la expresión ideológica del carácter diferencial que tenían entre sí esas ciudades, al estar basadas en un capitalismo comercial violentamente competitivo; y la imagen armónica de la ciudad como un todo orgánico destinada a aglutinar a las clases sociales dependientes y explotadas, proporcionándoles la ilusión de una participación satisfactoria. En el siglo XIX, el capitalismo industrial, necesitado de unidades de producción, de mercados y de áreas de influencia más (1) Esta es la tesis de Henri Lefebvre, de donde él deduce la prioridad de lo urbano respecto a lo industrial, lo que justificaría el que estemos dejando la etapa industrial para ·pasar a otra de "urbanización total", en el sentido de que el fenómeno urbano se ha hecho básico y prioritario, yéndole a la zaga las cuestiones de "industrialización". Un buen resumen de ambas posiciones puede leerse en David Harvey, Urbanismo y desigualdad social, pp. 318-329. Aunque no comparte esta tesis extrema del pensador francés, no la descarta como reflejo de tendencias latentes en el modo de producción capitalista para perpetuarse no es ya la mera reproducción capitalista actual ni, por la misma razón, como situación eventualmente dominante en el futuro.

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vastos, impone la ideología de la patria y su destino común, manifestación de la estretagia del estado-nación, que permitirá embarcar a las clases dominadas en aventuras como el colonialismo o las guerras interimperialistas, presentadas como necesarias para el estado y la nación, o sea, para el "bien común". ¿Cuál es, a este nivel, la respuesta del capitalismo monopolista de estado a las progresivas contradicciones que su propio desarrollo va creando en las áreas urbanas? En primer lugar la planificación, que, además de los conflictos digamos infraestructurales que trata de regular, cumple -como el mismo Garnier señalaun definido papel ideológico: el de difundir la idea de una racionalidad del sistema, según la cual éste iría por sí mismo corrigiendo sus propios excesos, sin necesidad de ser cuestionado, en aras precisamente del "bien común". El mecanismo, sutil, podría ser esquematizado así: el llamado "caos urbano" -que no es sino la manifestación necesaria del orden capitalista en la ciudad- es presentado justamente como caos, como desorden; ese desorden es atribuido no a la anarquía consustancial al crecimiento capitalista, sino al "espontaneísmo" e "individualismo" que han presidido la toma de decisiones; por tanto, un crecimiento previsto, regulado, "planificado", acabará con el desorden, como subproducto puramente marginal y accesorio del desarrollo que es. Sin embargo, con ser importante, la ideología de la planificación no es suficiente. Y no lo es: a) Porque el nivel ideológico de la estructura social, sobre todo en sus elaboraciones teórico-ideológicas, tiene una incidencia social directa muy escasa. En otras palabras, se corre el peligro de que ·amplias capas sociales -precisamente aquellas que interesa controlar e integrar- permanezcan totalmente al margen de tales discursos, sin ser concernidos por ellos, lo que crearía un hueco que puede ser fácilmente ocupado por discursos alternativos, críticos y eventualmente revolucionarios: b) Porque el grado de concentración de la población y las actividades, que procura tantos beneficios a las clases dominantes, plantea problemas recrudecidos, ya que esa misma concentración sig~ nifica la posibilidad de cristalización de polos contradictorios. Por ello, al mismo tiempo que une para producir, el capitalismo contemporáneo separa y divide para consumir: periferias disgregadas, hábitat extensivo, ocio disperso, recepción pasiva e individualiza-

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da de la información (televisión) ... Es decir, las relaciones sociales, fuera del marco estricto de la producción, son atomizadas y fragmentadas hasta el infinito, justamente para evitar al máximo la toma de conciencia colectiva que permitiera el desarrollo de vastos movimientos colectivos de contestación global. Teniendo en cuenta, por otra parte, que, con el aumento de la productividad del trabajo, el "tiempo de no producción" ha crecido considerablemente, se comprende la urgente necesidad que las clases dominantes tienen de controlar ese supuesto "tiempo libre", que tan peligroso puede llegar a ser. Para ello la simple ideología de la planificación no basta. Se impone una manipulación del ocio que reproduzca en el tiempo y el espacio a él destinado los esquemas sociales dominantes en el mundo de la producción (2). Nuestra hipótesis es que, para obtener eso y satisfacer así sus exigencias, las clases dominantes desarrollan las siguientes estrategias: 1) Potenciar al máximo lo que podemos llamar "dispersión" de las clases y los individuos, su aislamiento en el seno de múltiples relaciones y signos de modo que, perdida la clave en el mar de la confusión, sea imposible la afirmación de la propia identidad y, con ello, de la identidad de grupos más amplios. La toma de conciencia unitaria del carácter de explotadas de amplias masas de población sería, dada la vulnerabilidad de la organización urbana actual, fatal para el poder. En consecuencia, éste tiende a la difusión de espacios y de objetos. Por difusión de espacios nos referimos al fenómeno antes apuntado de desbordamiento de la ciudad sobre amplias extensiones territoriales, de forma discontinua y laxa, alcanzando a veces el frente de avance de la ciudad distancias considerables respecto al centro urbano. La última expresión de este fenómeno estaría representada por las ciudades-dormitorio, de una parte, ·Ylas urbanizaciones de residencias secundarias, de otra. Lo que se acompaña de un proceso de división funcional de esos espacios -es de(2) Porque, como argumenta Lefebvre, actualmente el verdadero p.roblema al que se enfrenta el sistema de producción capitalista para perpetuarse no es ya la mera reproducción de los medios de producción, sino la reproducción de las relaciones de producción, la cual ya no coincide con la primera, sino que "se lleva a cabo a través de lo cotidiano de las cosas, a través de los ocios y de la cultura, a través de la escuela y de la Universidad, a través de las extensiones y proliferaciones de la ciudad antigua, es decir, a través de la totalidad del espacio" (Lefebvre, Espacio y política, pág. 33; el subrayado es nuestro. Cf. también pp. 136 y ss.).

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cir, cada espacio asume una función predominante, de modo que la gente vive en un sitio, trabaja en otro y se divierte en otro distinto-, lo que se traduce en una segregación espacial que no es sino la plasmación a nivel del espacio de la separación vivida entre trabajo y ocio, correlato de las demás separacionescontradicciones impuestas por la división capitalista del trabajo: trabajo intelectual/trabajo manual, teoría/practica, etc ... Este proceso de segregación espacial -cuyo caso límite es el "ghetto" desemboca en el aislamiento del ciudadano, que, al tener que repartir sus distintas actividades entre espacios diferentes con el agravante de los desplazamientos a que esto le obliga, acaba perdiendo toda noción de conjunto sobre la estructura social en la que está sumido y que se sirve de él. Para colmo, esta fragmentación del hábitat en sectores periféricos lejanos y discontinuos imposibilita, o hace muy difícil, la toma de contacto_entre los habitantes de los diferentes sectores o barrios entre sí, con lo que la conciencia de la situación común de explotación es inexistente o embrionaria (3). Por difusión de objetos nos referimos, obviamente, a la programada creación de necesidades cuya "satisfacción" se ofrece, a posteriori, mediante el consumo de mercancías. Estas juegan, así, un doble papel: dar salida a la enorme capacidad productiva del capitalismo, que para subsistir necesita producir y, por tanto, vender; y convertirse en objetos-fetiche, en signos de prestigio social, en símbolos de "status", cuya simple posesión garantice la pertenencia a una clase, a ser posible superior. Este aspecto es lo suficientemente conocido como para insistir aquí en él. Notemos, (3) Evidentemente, los obreros de todos estos barrios pueden haber tomado conciencia· -y de hecho así es en muchos casos- de su condición de proletarios explotados en el proceso de producción, es decir, en la fábrica. Pero esto no es lo mismo que tomar conciencia de la condición de explotados en el proceso de reproducción del conjunto de relaciones sociales, proceso en el cual el barrio, como "unidad integral de explotación", es un elemento importantísimo, precisamente por el carácter cada vez más global de la explotación capitalista y la necesidad que ésta tiene de operar sobre todo el espacio urbano para perpetuar aquellas relaciones. A este respecto, es interesante señalar que la revista Teoría y Práctica -de cuyo número 5, de marzo de 1977, hemos tomado la anterior definición de barrio-'--.: _estárealizando un lúcido esfuerzo por profundizar en un análisis teórico de estas cuestiones, que pueda clarificar una praxis revolucionaria más global -y, por tanto, más ajustada a las "realidades" globales a las que se tiene que enfrentar- que la propuesta por los partidos obreros clásicos. Pero la revista es, al mismo tiempo, un claro reflejo de los obstáculos y las dificultades que retrasan o aniquilan esa toma de conciencia global.

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no obstante, algo de suma importancia. Objetos y signos, más allá de su valor de cambio que determina su carácter de mercancías, poseen en el mundo urbano un valor de uso excepcional para la clase dominante y a nuestro juicio descuidado en la bibliografía sobre el tema: contrarrestar, mediante la uniformidad, la tendencia a la heterogeneidad contenida en el proceso que hemos denominado "difusión de espacios". En efecto, la segregación espacial, desencadenada por el capitalismo, puede acabar por volverse contra él, ya que ineludiblemente favorece la aparición y el desarrollo de lo que, sin demasiado rigor tal vez, podríamos llamar "subculturas", potenciales polos de contestación al poder. Autores tan dispares como los citados Lef evre y Harvey coinciden en esto: la heterogeneidad urbana actual, nacida de las exigencias de concentración/estratificación del gran capital, enriquece las posibilidades y las alternativas, invalidando la famosa tesis del "hombre unidimensional" de Marcuse. Frente a este peligro, la difusión de objetos y signos estandarizados pretende imponer la uniformidad, o sea, el acuerdo de los patrones culturales, de las pautas de comportamiento y de la jerarquía de valores sociales con los patrones culturales, las pautas de comportamiento y la jerarquía de valores de las clases dominantes. Con ello enlazamos con la segunda de las estrategias puestas en práctica para hacer frente a los conflictos planteados por el propio crecimiento capitalista en las ciudades. 2) Este segundo mecanismo consiste, esencialmente, en reforzar la imagen simbólica del centro de la ciudad, tanto por medio del mantenimiento y/o la construcción de elementos arquitectónica y socialmente prestigiosos -catedrales, castillos, palacios, bancos suntuosos, grandes ayenidas, jardines y parterres ... - (4) como por medio de la creación·de clichés -imágenes emblemáticasen los que la ciudad se asimila y es significada por un elemento, quintaesencia del centro (el Acueducto significa Segovia; Segovia (4) Cape) ha señalado -en L 'image de la ville... , pág. 79- que la notable atención prestada por las clases dominantes al centro urbano y las consiguientes inversiones que se realizan en él -desde la propia implantación de sedes sociales de las empresas hasta los jardines o los trabajos de embellecimiento y conservación- no responden a necesidades técnicas, sino a motivos ideológicos: se trata de apropiarse el prestigio social derivado de unos espacios mercados por la monumentalidad y la historicidad, al tiempo que lo refuerzan, consagrando a nivel urbano el principio de "centralización armoniosa".

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es el Acueducto). Clichés que, por supuesto, los mass-media en general, y los ligados al turismo en particular, se encargan de difundir. Construida de este modo, la imagen del centro urbano único e irrepetible cumple, ante todo, la misión de intentar aglutinar la heterogeneidad urbana real en una imagen coherente y globalizadora, presentando la ciudad como un todo orgánico y unitario y contrarrestando la tendencia de las perif erías a la disgregación y, .eventualmente, a la contestación. En este sentido, su papel refuerza lo que ya hemos dicho en el apartado anterior a propósito de los objetos y los signos. Pero, además, semajante imagen del centro no es sino la reproducción, a escala urbana, de la estructura jerárquica del conjunto de la sociedad -miembros-periferia, funcionalmente especializados, a los que el cerebro-centro da sentido y rige-, jerarquía que así se contribuye todavía más a interiorizar. En consecuencia, creemos que todas las expresiones ideológicas elaboradas en el seno de la ciudad contemporánea -que es lo mismo que decir en los puntos fuertes de espacio del capitalismo moderno- contienen ya en sí, desde el principio, los rasgos básicos, más o menos matizados, más o menos esquemáticos, de la manipulación de ese espacio por las clases dominantes. O, lo que es igual, el espacio omnipresente y segregado de la moderna metrópolis y las imágenes que del mismo ofrece el poder informan todos los discursos desarrollados en el seno de esa formación social, aunque no se refieran explícitamente al espacio. Ello es así porque, como hemos mostrado y como intentaremos demostrar en el análisis posterior, las cuestiones referentes al espacio urbano -y al "otro" espacio, como reverso necesario de la moneda- "están a la orden del día'', han llegado a:ser determinantes en el funcionamiento del conjunto de la formación social. Esa impregnación del discurso por las ideologías del espacio de la clase dominante no afecta sólo a los mensajes más claramente emanados de los intereses hegemónicos, como pueden ser la publicidad, los lenguajes de la moda y del turismo, los medios de comunicación como la televisión, etc ... Afecta e informa igualmente aquellas ma~ nifestaciones ideológicas que podríamos llamar "culturales" -en el sentido de la cultura "clásica"-, tales como la literatura y, dentro de ella, la novela, como género específicamente burgués. Y eso, incluso en aquellos discursos nove!escos que, aparentemente,

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adoptan actitudes más críticas y distanciadas. Con lo que llegamos al segundo considerando de partida de este trabajo. JI) Del conjunto de visiones simbólicas y sintomáticas (5) de la realidad espacial -y concretamente urbana- en el que las relaciones expuestas hasta ahora operan decisivamente a través de las experiencias individuales y de grupo en distintos tipos de formulaciones, hemos elegido para nuestro análisis un producto elaborado artísticamente y socialmente privilegiado en la cultura contemporánea como es la novela. De este objeto de análisis nos interesa aquí extraer las estructuras básicas de su construcción desde el punto de vista del universo diegético, y no del discurso narrativo, que en este caso interesa como suministrador de conceptos simbólicos y sintomáticos. Esas estructuras básicas son las que permiten definir unívocamente su cualidad de síntoma social ideologizado. Para su consideración, partimos de algunos presupuestos teóricos que pueden sintetizarse así: La novela, tal como ha venido siendo entendida desde Cervantes, responde en su esencia, como producto artístico y social, a una búsqueda -o negación, o disolución, degradada, irónica o mediatizada- de sentidos a través de la alusión a fenómenos reales por medio del lenguaje. Históricamente, la novela realista constituye el punto de inflexión de un proceso en el que la burguesía -quien materializa la demanda y fomenta su producción- halla su expresión artística peculiar en lo literario. Por medio de la novela -y mediante el proceso de la escritura- ella misma libra, simultáneamente con otras instancias superestructurales, sus propias contradicciones ideológicas en la expresión multiforme de la participación del novelista en el juego articulado de las clases en la sociedad. Cualquiera que haya sido y sea la utilización de esa estructura artística por las otras clases, es el hecho de que sea la burguesía la dominante lo que impone la homologación de las prácticas, es decir, que el hecho mismo de la escritura de la novela responde.

(5) Cf. Devereux: "L'écrivain ne réprésente rien, il éclaire. Si( ... ) peut étre établie une conexion entre ses obsessions et des themes qui apparaissent dans les textes non Jittéraires ( ... ) si ces themes, dans leur élaboration Iittéraire, ressortent avec une clarté nouvelle, alors, le roman est, non représentatif de la culture, mais révélateur".

por su misma práctica, a una estrategia cultural característicamente burguesa (6). Para los objetivos de este libro se evidencia la ineludibilidad del análisis de cómo la problemática -los valores, los sentidos, el arte- del texto está en relación indisoluble con la percepción (explícita o implícita, voluntaria o involuntaria, enmascarada o directa, multifocal o unívoca) de una realidad -Y de su organización en el espacio-, ya sea por una instancia narrativa, o ya lo sea por un autor, en definitiva; y desde esa percepción, su plasmación en vivencias, valores y decisiones de personajes o voces en un determinado espacio objetivo (7) que, en muchas ocasiones y desde luego en el ''realismo'', y por ende en ese amargo y pequeño Quijote de la novela social" (Sobejano, 1970) que es Ultimas tardes con Teresa, creemos que se configura como uno de los temas básicos de reflexión y práctica artística, en su sentido más complejo, por parte del escritor. Pero eso es, en realidad, el punto de partida. Lo que importa, sobre todo, en esta visión totalizadora es llegar hasta el perfil de una "realidad objetiva" (8) en la que todo lo expuesto en el apartado 1) incide de manera tan necesaria en el escritor que impone a éste unas coordenadas sociales y espaciales sólo a partir de las cuales se gesta y se materializa el sistema de fenómenos novelescos y de valores artísticos y sociales. A partir del desentrañamiento de este proceso la diégesis, la génesis y el desarrollo del discur-. (6) Este aspecto de la teoría de la novela está enunciado sugestivamente por Perreras, basándose en las aportaciones fundamentales de Lukacs y Goldman, referido a la novela burguesa española del siglo XIX. Cf. Perreras, Introducción a una sociología de la novela española del siglo XIX. (7) Desde un planteamiento similar, Julia Kristeva ("Sobre el espacio de la novela", en El texto de la novela alude a la unidad interna de espacio simbólico y visión histórica en el seno de la novela, como aspecto a desentrañar por el análisis: ''La noción de espacio geográfico se aplica a una determinada estructura discursiva que aparece en un periodo de la historia y pertenece al ideologema que caracteriza a ese período" (pág. 15). (8) Nuestra reflexión debería distanciarse de "lo dicho" en el texto para estructurar lo "no dicho", o, como dice Perreras (cf. nota 6), para crear una "estructura estructurante de estructuras estructuradas". Por eso pensamos que Kevin Lynch se escapa del planteamiento adecuado cuando se esfuerza en descomponer el espacio urbano en unidades significantes -unidimensionalesque el ciudadano leería como un disciirso escrito -en nuestro caso, Marsé y los actantes de la novela-. Es correcto, en cambio, descomponer en unidades significantes las "lecturas" de ese espacio único por los actantes y por Marsé, el cual sí da lecturas únicas como narrador y como inventor de personajes diversos con

sus propias visiones, coherentes o no.

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16 so narrativo y la problemática que se plantea en la particularidad de cada novela pueden ser estudiados con pleno sentido. El ensayo de aplicación de las hipótesis sintetizadas hasta ahora nos lleva necesariamente a un tipo de discurso en el que convergen en un único entramado definitivo los resultados de los esfuerzos investigadores en las distintas ciencias. Un discurso poco practicado hasta el presente y que calificaremos sólo provisionalmente de "interdisciplinario", que se evidencia como única alternativa para las ciencias humanas y que, sobre todo, restablece una disposición psicológica necesaria a nuestro juicio para cualquier actividad razonadora: la humildad. De hecho, el planteamiento de esta hipótesis no pretende ser respuesta, sino pregunta. III) Teniendo en cuenta lo expuesto en los dos apartados anteriores, no puede extrañar que defendamos, y materialicemos, la posibilidad e incluso la necesidad de una colaboración entre geógrafos y críticos literarios. Con ello, la lectura de un texto literario se beneficia del análisis espacial de geógrafo, absolutamente imprescindible si aceptamos los presupuestos enunciados sobre la necesaria interiorización por parte de todo discurso ideológico de las cuestiones relativas al espacio urbano. A su vez, el geógrafo se informa del vasto alcance que las realidades espaciales tienen; de cómo éstas no se limitan a constituir un escenario, ni siquiera una infraestructura condicionante de la actividad económica y del grado de desarrollo y organización de la tecnología-que es el enfoque más habitual de nuestra disciplina-. Con ser cierto e importante, ese análisis es incompleto, puesto que el espacio es mucho más. Es nada menos que el tejido sobre el que se fundamenta la reproducción del conjunto de relaciones sociales, y como tal interviene de forma activa en la organización dirigida del modo de vida de las gentes, lo que incluye los discursos, los mensajes, los textos y los pretextos sobre el espacio, que contribuyen decisivamente a reforzar esas relaciones sociales establecidas. Recíproca(9) Puede decirse, con G. Raillard, que "c'est au moment meme ou la fiction prétend mimer la rélaité qu'elle en est le plus éloignée. C'est ainsi que le roman peut etre le véhicule de la mensonge et de l'imposture en acréditant l'idée d'un monde qui, en fait, ne se perpetue que par la représentation qu'il en donne. Au contraire, le roman, comme instrument de recherche, commence a la réfléxion sur le rapport entre un langage (structure; style, images) a inventer et une matiere que, pour l'instant, se révele a nous comme un désir". (Raillard, "L'exemple").

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mente, la crítica literaria, en este análisis, deja de ser un fin en sí misma para convertirse en instrumento técnico esclarecedor no ya de un texto, sino de las condiciones de producción del mismo y, lo que es más importante, de lo que tiene de reflejo insconciente, implícito, no formulado, de las ideologías dominantes (10). En el límite, no desearíamos hacer ni crítica literaria ni geografía; sino utilizar conceptos y razonamientos históricamente aportados por la crítica literaria y la geografía para dar cuenta de la radical conexión que existe entre el espacio producido, las condiciones de supervivencia y predominio de un determinado modo de producción, las condiciones de la vida cotidiana y el conjunto de mensajes que circulan entre esas instancias para informarlas -darles forma- y justificarlas. Nuestro enfoque es, pues, totalizador y, desde este punto de vista, "interdisciplinario". Sin embargo, debemos utilizar con prevención ese término, ya que la práctica científica -e ideológicade los últimos años, particularmente en los Estados Unidos, le ha ido dando un sentido que se opone frontalmente a la metodología que inspira nuestro trabajo. En efecto, tal como son habitualmente elaborados, los estudios pluri o interdisciplinarios se limitan a yuxtaponer malamente los resultados analíticos de las ciencias particulares en una pretendida síntesis que no es sino una suma de partes. Lejos de encarnar una superación del fragmentarismo y particularismo científicos, la interdisciplinariedad así entendida -Y, sobre todo, practicada- consagra definitivamente el aislamie.nto de cada ciencia positiva y el troceamiento de la totalidad de lo real entre ellas, con lo que se hace imposible comprender el sentido último de esa realidad, que sólo puede ser aprehendida como un todo. Decimos que consagra la fragmentación porque la justifica, con el pretexto de que "ya se hará después la síntesis" mediante el simple encuentro de especialistas. Nuestro punto de vista es justamente el contrario: la famosa "sintesis" debe situarse en el punto de partida, en la concepción de totalidad. Una vez firmemente establecido esto, cada especialista puede y debe aportar su instrumental y su experiencia en una división meramente funcional del· (10) Sobre esta cuestión, queremos destacar, entre otros autores, los siguientes: Macherey Pour une théorie de la production littéraire; Vernier L 'écriture et les textes; y Castells e lpola Metodología y epistemología de las ciencias sociales.

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trabajo, sin implicaciones teóricas que en la ciencia burguesa convierten cada disciplina particular en monopolizadora de un fragmento de realidad, y lo que es peor, en detentadoras de visiones globales sobre la realidad elaboradas a partir de sus análisis parciales mediante burdas generalizaciones y extrapolaciones. Lo que no tiene otro nombre que terrorismo ideológico. Desde otro punto de vista, sólo aparentemente diferente, queremos dejar aquí constancia de que la colaboración que hemos intentado entre especialidades habitualmente tan alejadas entre sí como la geografía y la crítica literaria tiene a nuestro juicio, aparte de su posible interés teórico, un interés pedagógico en absoluto no desdeñable. Ya Armand Frémont, del que utilizamos una cita al comienzo, ha insistido en la necesidad de una nueva pedagogía geográfica que se alíe y colabore con los "literatos" en el contexto de su concepción del "espacio vivido" (11). Por nuestra parte, y sin entrar ahora en el arduo problema de la crisis general de la enseñanza, creemos que una de las razones fundamentales del rechazo y la indiferencia de tantos alumnos ante lo que se les explica (?) en clase consiste justamente en que tales explicaciones no sólo son elaboraciones parciales y remotas alejadas de la realidad cotidiana, sino discursos monolíticos perfectamente separados entre sí -las asignaturas- y muy coherentes en sí, por lo que su única finalidad parece residir en justificarse a sí mismos. Ahora bien, si algo está claro para el alumno en medio de la generalizada confusión de lo cotidiano es precisamente la multiplicidad de relaciones y nexos -aun oscuramente intuidos- entre todos los planos de la realidad. Ante esta doble constatación, el desarrollo tradicional de las asignaturas aparece como una elucubración congelada, abstracta e inútil que el alumno, sabiamente, rehuye. El problema es que carece de recursos para colmar esa laguna. De ahí nuestra gran responsabilidad, como enseñantes, en comprometernos a construir, desde ahora mismo, una nueva pedagogía que, más que una didáctica de la geografía, de la literatura, de la historia ... , debe esforzarse en llegar a ser pedagogía total del mundo (11) Cf. títulos 18 y 19 de la Bibliografía. Habría que destacar, como uno de los ensayos pioneros, el contenido en el Suplemento nº 1, pp. 59-66, con el título "L'Espace vécu . des personnages de Madame Bovary", debido a Jacques Seebacher. Aparte, claro es, del más completo y muy sugestivo estudio de Soucy (título número 52 de la bibliografía de este trabajo).

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en que el alumno existe, instrumento para que el alumno comprenda las relaciones esenciales que lo explican y, desde esa plataforma, esté capacitado para juzgarlo. El alumno, por ejemplo, puede y debe llegar a comprender que él y la colectividad a la que pertenece habitan necesariamente en un espacio; que ese espacio no es solamente una llanura o una montaña donde hay pueblos y carreteras; que ese espacio es también la actividad de los hombres -clases, grupos- que lo dividen, se lo apropian, lo recorren y se lo disputan al mismo tiempo que lo van cargando de valores simbólicos que justifiquen esas actividades, símbolos que luego encontramos en los relatos de los viajeros, en los folletos de turismo, en las novelas, en los "spots" televisivos ... o en los reflejos psicológicos colectivos de las gentes.

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CAPITULO II ULTIMAS TARDES CON TERESA

Para realizar el análisis basado en las hipótesis metodológicas que acabamos de expresar, hemos elegido como objeto de estudio la novela de Juan Marsé Ultimas tardes con Teresa (12) de entre la abundante producción novelística de postguerra, partiendo de un criterio de selección que, dejando aparte aficiones subjetivas, ha tenido en cuenta que se trata efectivamente de una novela en la que el autor establece la división del espacio en una ciudad -Barcelonacomo imagen que refleja la separación -si no la lucha patente- de las clases en un momento decisivo para la recuperación económica del país -final de la década de los cincuenta-, cuando se está llegando en España a la definitiva reconstrucción de núcleos industriales con el consiguiente f enómeno social de inmigración y de desarrollo de grupos sociales bien definidos en la producción. La novela obtuvo uno de los escasos premios de cierta credibilidad intelectual en España, el Biblioteca Breve 1965 de la editorial Seix Barral, y ha sido muy elogiosamente comentada por buena parte de la crítica. Es éste otro dato que hemos tenido en cuenta por dos razones, en principio marginales a nuestro análisis, pero que están sociológicamente en estrecha relación con esta novela: su difusión amplia entre un lectorado no siempre muy afortunado con las recomendaciones con que a través de los premios es presionado por las editoriales, y sobre todo, las indudables cali(12) Juan Marsé, Ultimas tardes con Teresa. Barcelona, Seix Barral, 1967 (2ª ed.), 336 págs.

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22 23 dades literarias que los más conspicuos críticos del país han coincidido en hallar en esta obra: consenso colectivo, en definitiva, a la elaboración artística de un relato mítico ... -distanciado y degradado- de una realidad históricamente muy cercana a nosotros, consenso crítico que apoya de entrada la hipótesis a desarrollar en riuestro análisis de la sintomática metaforización de un espacio que remite a una observación, sarcástica en este caso, de la estrategia económica y cultural de las clases sociales en pugna. Para adentrarnos posteriormente en la descripción y síntesis de los datos analizables en función de la estructura del espacio en Ultimas tardes con Teresa, queremos recordar brevemente el argumento de la obra. La novela está dividida en tres partes, cada una de las cuales consta de un número variable de capítulos al frente de los cuales se coloca siempre una cita. Esas citas coinciden entre sí en establecer con el texto que les sigue una relación sarcástica, distanciadora, de contradicción, de degradación o de paralelismo burlesco, o lo cual iremos haciendo referencia más adelante. Dichas citas, por otra parte, mantienen entre ellas mismas una gran heterogeneidad, de carácter claramente irónico: Baudelaire, Espronceda, San Juan de la Cruz, Victor Rugo, una Historia del Cine, Neruda, Información Nacional Bursátil, Gil de Biedma, San Mateo, Virgina Woolf, etc ... El tiempo de la novela, por lo que se refiere a la historia de la misma, transcurre linealmente, a excepción de los capítulos primero y último. En el primero, muy breve, encontramos la clave simbólica de la obra, que el lector ha de ir reconstruyendo a lo. largo de la misma: una pareja va caminando lentamente, en un ambiente irreal de fin de verbena, por una calle barrida por el viento del amanecer que levanta confetti y desfigura los límites de las cosas. La muchacha, elegantemente vestida, y el joven, "tenebroso hijo de barrio" suburbano, son extraños al paisaje como su manera de vestir lo es entre sí. Entre la niebla y el confetti, ambos se buscan ''tanteando el vacio''. La primera parte de la novela la inicia Marsé narrando cómo Manuel Reyes, alias "Pijoaparte", "xarnego", de El Carmelo, suburbio de Barcelona, sin oficio alguno, ladrón de motos y soñador, se introduce en la fiesta de un grupo de jóvenes acomodados que transcurre en el jardín de una "torre" de barrio residencial de San Gervasio. Es l~ noche del 23 de junio de 1956. A pesar de

su aplomo y del nombre con que se presenta (Ricardo de Salvarrosa), el instinto de los concurrentes advierte en su aire, en sumanera de hablar y en su atuendo, excesivamente elegante, la verdadera extracción social del muchacho, lo que está a punto de ocasionar un incidente. No obstante, con la mención del nombre de Teresa, que acaba de escuchar de labios de una muchacha con la que bailaba, consigue que le dejen seguir en la fiesta. Baila con Maruja, una joven que encuentra en el jardín, en uno de cuyos rincones más solitarios ambos tienen un pequeño contacto sexual. Gracias a la apasionada insistencia de Manolo, ella accede a que se vean al día siguiente. Tras la inasistencia de Maruja a la cita, la casualidad hace que vuelvan a encontrarse. Un día del mes de septiembre, Manolo y un amigo salen de excursión con dos muchachas en sendas modos robadas. Llegan a una playa cerca de Blanes, l_ugarde residencia veraniega de familias catalanas acomodadas, y violan con las motos las vallas de un pinar que forma parte de una propiedad en cuyo centro se alza una imponente villa. Los cuatro jóvenes pasan el día solazándose en el pinar hasta que do~ mujeres llegan en un coche sport. Una de ellas es la señora Serrat, madre de Teresa y propietaria de la villa. La otra es Maruja. Tras ser echados de la propiedad por la primera, los jovénes se marchan, excepto Manolo, que permanece oculto intentando ver a Maruja, con la que finalmente consigue hablar un momento. Esa misma noche penetra en la villa por la ventana del cuarto de Maruja, con la que yace toda la noche. Con ese contacto -"entró en la muchacha como quien entra en sociedad'', pág. 44-, Manolo ve iniciarse, además de una relación amorosa, un proceso de ascenso social en el que no ha de intervenir el trabajo productivo. Sin embargo, a lamañana siguiente descubre que Maruja es solamente la criada de la casa. A pesar de este fracaso, que le encoleriza, el golfo establece una relación continua con la criada, movido por un indefinido sentimiento de unidad con ella y por la esperanza de realizar un lucrativo robo en la villa con la ayuda de Maruja. Terminado el verano, con el regreso de la familia Serrat a Barcelona, Manolo tiene ocasión de conocer a Teresa Serrat y de enterarse de que es una estudiante universitaria que suele relacionarse con obreros y que pertenece a una organización estudiantil de izquierdas, uno de cuyos líderes es el estudiante Luis Trías de Gi-

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24 ralt. A lo largo de ese curso, a través de las informaciones de Maruja, y, sobre todo, gracias al encuentro casual de Teresa en la zona industrial de Pueblo Seco, besándose en un portal con un obrero, Marsé hace hincapié en la primera intuición que tiene Manolo de las posibilidades de ascenso social, más allá de las puramente sexuales, que le reportaría relacionarse con Teresa. Así concluye la primera parte de la novela. Es el mes de mayo de 1957. La segunda parte, la más extensa (p. 89-228), la constituyen diez capítulos a lo largo de los cuales se nos narra el nacimiento de la intimidad entre Pijoaparte y Teresa Serrat. Es el verano de 1957. Los Serrat se trasladan a la villa de Blanes. Manolo y Maruja reanudan sus encuentros nocturnos. Un día, ausentes los padres de Teresa, ésta invita a Luis Trías de Giralt a la villa. Al atardecer, Maruja, estando con Luis en el embarcadero de la misma, sufre una caída cuyas consecuencias no se manifiestan inmediatamente. Por la noche, mientras asistimos a la impotencia sexual de Luis Trías de Giralt que no consigue hacer el amor con Teresa y se obstina en hablar de temas políticos, Manolo y Maruja exploran la planta baja de la villa. Maruja, a consecuencia de la caída de la tarde anterior, sufre un desvanecimiento del que Manolo no puede recuperarla. Asustado, se marcha a Barcelona. Maruja es internada en una clínica, en estado de extrema gravedad. Teresa, cuyo interés por Manolo ha ido destacando Marsé en capítulos anteriores, decide ir a avisarle de los sucedido a Maruja y le conduce a la clínica, donde es presentado como el novio de la criada a los padres de Teresa. A partir de este momento, Manolo y Teresa se ven diariamente en la clínica y va naciendo una relación ambigua entre ambos que les lleva a encontrarse cada vez más a menudo fuera de la misma, y a acercarse sentimentalmente. Esa relación ambigua determina el núcleo central de la novela y su desenlace: Teresa es atraída inconscientemente por la persona de Manolo, mientras cree que su interés estriba en la visión que de él tiene como obrero comprometido en su misma lucha política. Manolo, verdadero exponente del "lumpen", que busca como sea aferrarse a las posibilidades de su relación con una muchacha acomodada, se acerca a Teresa intentando conquistarla sexualmente. Ante las equívocas alusiones proletarias de Teresa, Manolo, que actúa por intuiciones, se da cuenta de que no .desmintiendo la visión que ella tiene de él es

como podrá estrechar sus lazos con la joven. La candidez de Teresa, los apuros de Manolo para mantener el equívoco, sin acabar de comprender del todo el papel que debe representar, las reticencias de los amigos de Teresa, que ha de destruir, es el entramado de las acciones narradas en esta segunda parte, a lo largo de la cual Manolo va tomando contacto con el ámbito social al que pertenece Teresa y con sus zonas de ocio: lugares, objetos, comportamientos, que no acaba de compartir mentalmente, pero hacia los que tiende ciegamente. Al mismo tiempo, Teresa se va acercando al mundo pijoapartesco. En ambos casos, el conocimiento que los personajes tomarán de esos dos mundos tan diferentes será parcial y estará deformado por los apriorismos de ambos y la misma parcialidad de sus impresiones. Manolo irá acercándose a la solución de buscar relaciones que le proporcionen un buen trabajo. Teresa querrá observar el mundo obrero movida por su falsa conciencia -"Me gusta tu barrio", repite como observación casi única a lo largo de toda la novela- e incluso llegará a formular el deseo de desplazarse. Durante toda esta parte, Marsé evita referencias temporales concretas, que sí daba al principio de la obra, creando así un "tiempo" lento, en el que narra ese progresivo acercamiento de los protagonistas: Marsé trata de crear la relación paralela de enamoramiento y profundización en el equívoco de Teresa antes de proceder al desenlace en la tercera parte de la novela. En las siete secuencias que integran esta última parte (pp. 231~334),el ritmo narrativo se acelera. Teresa decide que Manolo y sus amigos se conozcan. O, más bien, II10strar la adquisición hecha a-sus amigos. En cualquier caso, el proceso que con esta presentación se inicia es, simbólicamente, la integración de Manolo por la vía de la identificación política. Paradójicamente en apariencia, es el momento en que se inicia la decadencia de Manolo. Este, que no se mueve a sus anchas en el papel de obrero concienciado, comete el error decisivo al pretender romper recelos del grupo de estudiantes comprometiéndose a imprimir un panfleto, tarea que no conseguirá realizar. Manolo ha citado el nombre de un supuesto líder obrero, Bernardo. Con ambos elementos a su favor, momentáneamente -el nombre misterioso de Bernardo y la promesa de imprimir el panfleto- Manolo mantiene su credibilidad. Teresa desea conocer más de cerca los ambientes del barrio de Ma-

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27 nolo y hace que éste le lleve a un baile popµlar, donde experimenta su primera crisis ideológica, que coincide con la constatación de que lo que le atrae de Manolo no es su supuesta militancia. -"La verdadera personalidad del joven del Sur se le reveló a Teresa, y bastaron tres tardes, al adquirir plena conciencia de que había sido seducida, no por una idea, sino por un hombre", pág. 253-. Al salir del baile, Teresa va con Manolo hasta El Carmelo, donde se le aparece un exhibicionista, que resulta ser Bernardo, el antiguo amigo de Manolo. Otro rudo golpe para Teresa, que escapa desconcertada del Carmelo. Al día siguiente, Teresa y Manolo se dirigen a un suburbio, donde el segundo intentará que le impriman el panfleto. Sin embargo, no sólo no lo consigue, sino que recibe una paliza y Teresa descubre todo el engaño. A pesar de ello, emocionada por la confesión de Manolo, ella le declara su amor, lo cual anima a Manolo, bajo el pretexto de establecer relaciones entre ambos, a pedir a Teresa que su padre le proporcione un trabajo. Teresa se resiste inconscientemente a ello y recurre a unos amigos, los Bori, con los que salen a cenar. La reunión termina con la promesa de buscar un trabajo para Manolo. Los dos jóvenes pasean por las afueras y finalmente van a casa de Teresa. Reciben una llamada teléfonica en la que Mari Carmen Bori les anuncia que Manolo ya tiene trabajo. Teresa y Manolo se entregan a un juego amoroso que el teléfono interrumpe. Reciben la noticia de que Maruja ha muerto. En el entierro, el padre de Teresa se da cuenta de las relaciones de su hija con Manolo y la hace salir de la ciudad sin despedirse de éste. Manolo realiza un vertiginoso recorrido por Barcelona en busca de Teresa. Días después recibe una carta en que Teresa le da explicaciones de lo ocurrido y le reitera sus sentimientos. Manolo roba una monto y emprende una alocada carrera hacia Blanes. Es detenido por la policía de tráfico. El último capítulo, dos años después, narra la salida de Manolo de· la cárcel y su encuentro con Luis Trías de Giralt, quien le pone al corriente de que Teresa ha abandonado sus compromisos. Con una considerable cantidad de sarcasmo, Marsé plantea en esta historia su análisis de la sociedád barcelonesa en los años cincuenta basándose, sobre todo, en el tema de la impermeabilidad de los grupos sociales entre sí y de la imposibilidad de una conciencia crítica por parte de determinados sectores de los mismos.

A través de la alienación, o del ensimismamiento de las clases sociales en aquella coyuntura histórica, se expresa en la obra la enorme distancia que media entre ellas, simbolizadas por dos grupos extremos, el golfo -proletario degradado- y la universitaria subversiva -burguesa degradada-. Como dice Sobejano "entre ambos media una zanja para suprimir la cual el deseo de bajar no representa más que un capricho y el ansia de subir, una audacia temeraria" (13). En esa doble tensión, los personajes, héroes degradados como hemos dicho, no tienen ninguna posibilidad de realizar su aventura, aventura que, por otra parte, no ha sido en ellos un objetivo claro ni plenamente consciente a lo largo de toda la novela, lo que ha sabido mostrar hábilmente Marsé con el sistema de equívocos que aplica al desarrollo de la trama central, según se ha visto. Marsé nos presenta un universo novelesco en_cuya elaboración apenas juega con alardes experimentales -el preludio, los delirios de Maruja antes de morir-, que pudieran remitir la técnica de ésta a otras novelas de su tiempo como Señas de identidad o Tiempo de silencio. Es una narración tradicional en tercera persona, en la que el narrador, que particpa a menudo en la historia con sus opiniones, adopta un recurso esencial determinante de la lectura de la ficción elaborada: el distanciamiento de acción, personajes e incluso problemática interna respecto de la realidad que la nove- · la como reflejo evoca, y respecto, también, de los lectores, con todo lo que hay en tal procedimiento de juego didáctico. El sarcasmo, en algunas ocasiones muy directo, se sirve sobre todo del aludido distanciamiento para m_ediatizarla lectura del libro, siendo dos las técnicas de distanciamiento más evidentes: la utilización de citas heterogéneas al frente de cada capítulo, que sirven para ironizar, previamente a la lectura, sobre personajes o acciones; y la crítica constante de la mentalidad de aquella generación universitaria de los años 56-57, nebulosamente progresista, que maneja cristalizados en nombres -y poco m~s- algunos de los elementos de la cultura critíca de la época: libros de Simone de Beauvoir, Sartre, Goytisolo, Blas de Otero; referencias a Brecht, al cine (Viva Zapata}, etc ... Ultimas tardes con Teresa, juntamente con Si te dicen que caí, (13) Gonzalo Sobejano, Novela española de ·nuestro tiempo, pág, 450.

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29 28 han sido las novelas de Juan Marsé mejor tratadas por la crítica. Ambas representan dos hitos en le evolución novelística de su autor y cumplen un papel importante en la renovación de la narrativa española de su tiempo. Ultimas tardes con Teresa, en particular, significó, tras la sorpresa producida por Tiempo de Silencio, el fin de la agotada novelística del ''realismo social''. La acertada frase de Gonzalo Sobejano -"amargo y pequeño Quijote de la narrativa social"-, formulada en 1970, resume de forma definitiva el sentido de la novela en el momento de su aparición, como una parodia dolorosa de las novelas sociales y como el abandono de un imposible objetivismo épico, que le sitúa cerca, a nuestro juicio de las posturas estéticas iniciadas por los jóvenes poetas del grupo generacional del cincuenta (Gil de Biedma, Angel González, Gabriel Ferrater, etc.) La crítica posterior a Sobejano ha insistido en esa calificación de cervantismo. La novela fue destacada por Mario Vargas Llosa con otra calificación afortunada -"explosión sarcástica"- que va más a lo intrínseco de la obra y que también ha sido reiterada después de los críticos, en particular por Santos Sanz Villanueva, uno de los mejores lectores de Marsé (1980). Es, sin duda, el sarcasmo el recurso perspectivístico en el que reside lo más· característico de Ultimas tardes con Teresa y, a partir de ella, del resto de las novelas de Juan Marsé. Es ese sarcasmo lo que hace de la novela que analizamos el final de un género, por mucho que hasta bastante después se siguiera escribiendo novelas del realismo social (Sanz Villanueva, 1980). Como se ha visto en el resumen, Marsé no introdujo en su novela innovaciones técnicas destacables, y así lo señala la mayoría de los críticos (Sobejano, 1970 y 1975. Sanz Villanueva, 1972 y 1980, Joly et al.. 1979. Sinnigen 1982. Sherzer, 1982). Se recurre en ocasiones a lo folletinesco en la construcción de la trama (Sobajano, 1975, Sanz Villanueva, 1980), con lo que, sin embargo, no se resiente decisivamente la obra debido a su carácter paródico e irónico. Por otra parte, en esta novela Marsé se instala con seguridad en su oficio por primera vez y por extenso, haciendo gala de una gran "opulencia de medios técnicos" (Sobejano, 1970, pág. 346) que son la clave de la gran fuerza de la narración resultante: "Lo primero que hay que hay que resaltar es la fuerza de la narración. La incardinación de historias tan di-

versas e incluso inverosímiles adquiere auténtica verdad en el torrente de las aventuras del libro gracias al seguro instinto narrativo de Marsé. El afán de contar cosas es lo que genera el ritmo de la novela y lo que hace aceptable novelescamente, por ejemplo, la poco convincente presencia de Manolo en la fiesta de Teresa" (Sanz Villanueva, 1980, p. 596). En nuestro análisis del espacio en Ultimas tardes con Teresa cobra importancia la oposición, no por esquemática superficial, de dos grupos comprometidos diversamente en la lucha social. Sanz Villanueva (Ibid.) sintetiza en profundidad esta oposición en el seno de la novela, destacando el carácter clasista del primero de los grupos:

" ... enriquecido tras la guerra, ocioso, festivo, sin conciencia social o practicante de un condescendiente paternalismo que es el que preside las· relaciones de Teresa con su doméstica. El otro grupo, el de los habitantes de El Carmelo, configura el mundo del hampa suburbial, de la delincuencia generada por la pobreza ambiental, de la miseria que, a su vez; imposibilita la salida hacia otras formas de vida". (pág. 596). Más detalladamente, Jack Sinnigen (1982) señala el carácter poco explícito del punto de partida de Marsé, al dar por sobreeritendida la transformación económica de la sociedad barcelonesa. "Por ejemplo, mientras que no se retrata un B_arcelona cambiado por la nueva industrialización y la inmigración, en Ultimas tardes con Teresa sí se ponen de manifiesto las inquietudes igualitarias de algunos hijos de la burguesía y el sueño arribista de un lumpen ( ... ) No se trata de la transformación económica, sino de las ideas que se asocian con ella.( ... ) Se destaca la importancia de las relaciones entre las clases sociales en una relación de flujo, pero no mediante un enfrentamiento entre la burguesía y la clase trabajadora. Los obreros industriales tienen una presencia mínima, y en su lugar están unos representantes del subproletariado. El resultado de esto es que se refiere sólo oblicuamente a uno de los elementos claves de la crisis, el resurgir del movimiento obrero, y la 111.cha de clases está presenta~

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da bajo una óptica marginal". (pág. 85). Esta evidencia refuerza nuestra tesis de que hay un simbolismo espacial que se encarga de explicitar la situación dada, sin necesidad de que la instancia narrativa explique. Sinnigen parece coindicir con esta apreciación cuando dice, un poco más adelante, que "En todas estas novelas hay una denuncia de las condiciones reinantes: la represión, la mentira, el silencio, la miseria, la cosificación, la alienación. Esta denuncia está ya presente en la descipción: por ejemplo, el barrio de Manolo Reyes y el contraste entre él y el mundo habitado por Teresa Serrat". (pág. 86). En el tratamiento de la oposición radical entre los grupos sociales protagonistas de la novela, el perspectivismo irónico lleva a Marsé a un recurso sobre el cual se estructura toda la novela y que da incluso una clave psicológica del comportamiento social históricamente detectable a prtir de los años cincuenta: la relación entre los personajes basada en la simulación y en el equívoco. La burguesita universitaria creyéndose atraída por el supuesto líder obrero y el lumpen confiando en encontrar trabajo gracias a su simulación. Ya Sobejano (1970) señalaba la importancia del recurso, calificándolo de "grotesco error" (pág. 343). Por su parte, Joly et al. (1979) destacaban que "!'avenir des deux couples disparates bourgeoise/charnego est condammé par retour de l'un ou de l'autre a son conformisme, parce qu 'il est fondé sur une série d'impostures. Ultimas tardes con Teresa utilise le theme de fanlimitada de valores pequeñoburgueses, sino en el bombardeo masivo de los valores dominantes a través de los clichés elaborados, dirigidos, impuestos e interiorizados mediante los mecanismos del espectáculo. En el momento en que el gran capi-_ tal, para mantener la reproducción de las relaciones sociales de producción -sociales, decimos, y no meramente relaciones de producción-, utiliza el espectaculo, el papel de la pequeña burguesía tradicional desaparece. Es este proceso, más que el puramente económico de proletarización, el que a nuestro juicio ha socavado los cimientos de la pequeña burguesía -notables locales, profesionales ilustrados, sacerdotes, maestros-, cuyo papel ha sido asumido, en el nuevo contexto -urbanopor otros medios de mayor alcance -la televisión, el cine, las imágenes ligadas al turismo- y, por ello, preferidos por el poder. Por eso, el Cardenal se arruina y agoniza. El es, en efecto, la clave de la situación · y de la transición. Manolo es, sin duda, el personaje más cercano a Marsé, aquél desde el que se narra la aventura mítica frustrada, perfectamente indicada en dos de las citas que sirven de epígrafes a los distintos capítulos: la referencia al albatro, de Baudelaire (pág. 1) y el ya citado fragmento de Espronceda (pág. 13). En el mismo principio de la novela, en las páginas a las que hemos hecho alusión anteriormente, Manolo es caracterizado como "tenebroso hijo del barrio", "perdidamente enamorado acompañante de la bella desconocida" (pág. 9), y Marsé anuncia que toda la aventura es, en realidad,· un engaño, ''esa lentitud ideal que nos es dado gozar en sueños" (pág. 10). Como luego veremos que ocurre también en Teresa, la aventura de Manolo está descrita en términos de relación con el me~ dio, y lo más destacado de sus acciones siempre tiene que ver, de manera directa o indirecta, con los varios núcleos espaciales que aparecen en la novela. Una característica que destaca el autor en

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su personaje es la necesidad de escamoter las muestras de su clase real: le veremos ocultando su "status" vistiéndose elegantemente, hablando de la universidad o fumando rubio, es decir, fetichizando unos signos sociales; también le veremos eludiendo además de las referencias a sí mismo, las referencias a su barrio, a su casa, a su familia. En su lenguaje hallamos dos formas muy diferentes de expresarse; una, destinada a la comunicación con las clases superiores, refinada, afectadamente culta -con evidentes defectos que ponen en guardia a sus interlocutores-; otra, barriobajera, que será la que utilice con las personas de su nivel social, exagerada ostensiblemente por Marsé en momentos que marcan un fuerte contraste, como por ejemplo cuando se da cuenta de que Maruja es una criada. Manolo se conduce por intuiciones. Lo sabemos desde el primer momento, cuando conoce a Maruja y aún no sabe que se trata de una criada: "la envolvía un curioso aire de timidez y de abandono, como si ella también acabara de llegar y no conociera a nadie( ... ) Notó que la mano de la muchacha, cuyo tacto resultaba extrañamente familiar, blando y húmedo, le transmitía una frialdad indecible" (pág. 19). A partir de esas intuiciones su comportamiento se irá adaptando a una estrategia de imitación de actitudes: el ejemplo máximo de esto es su identificación progresiva con el papel que Teresa le ha adjudicado. Cuando encuentra a Teresa besándose con un obrero, tendrá una "imagen de una Teresa distinta, todavía extraña y lejana pero ya vulnerable en algúh aspecto" (pág. 85). Más adelante, después de haber evitado cuidadosamente toda referencia a su barrio, intuirá el cambio de táctica: "El procura complacerla hablando de su barrio, adivina oscuramente, en la atención maravillada que le dispensa ahora la muchacha, no sólo una nostalgia del suburbio, sino también cierto conflicto cultural cuya naturaleza aún le es extraña" (pág. 160). Por último, cuando es presentado a los amigos de Teresa, capta sus recelos e intuye que la única salida es actuar como un obrero comprometido: no olvidemos que ese es el momento en que se inicia su decadencia inevitable. Manolo plantea su vida en dos tiempos, Uno, apenas importante para él, sustituye el tiempo de la producción por el del latrocinio O; en general, por el de la consecución de un poco de dinero para pasar el día. Desciende al centro a robar las motos de otros

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40 de su misma clase social si no del mismo grupo -nunca roba automóviles-, y las roba para obtener dinero. Cuando no hace esto, recurre al juego en su barrio, en el bar Delicias, o recurre al anticipo del Cardenal sobre las futuras mercancías robadas. Para estas actividades, que le permitan pasar, en suma, regresa a su terreno o baja a la tierra de nadie. En el segundo tiempo, el espacio necesario es el de los otros, la tierra extraña, San Gervasio, la villa de Blanes o el centro de la ciudad, pero en ese caso en compañía de Teresa. Allí busca realizar el sueño, un sueño que también necesita de un signo espacial bien concreto para él: "Teresa envuelta en las sobras prestigiosas de su jardín" (pág. 78), "el silencio de las casas de los ricos era para él como una prestigiosa fuerza dormida" (pág. 190). Siempre se caracteriza la dirección de sus aspiraciones por su propia vivencia del espacio. Incluso en subarrio, si hay un lugar privilegiado, ése es la antigua casa del Cardenal: "a Manolo siempre le había gustado mucho la torre del Cardenal" (pág. 171). Desde este análisis resulta fácil captar cómo Marsé utiliza el espacio como materia simbólica. Todas las satisfacciones de Manolo vienen de su vivencia del espacio de los ricos, o de un espacio ideal entrevisto en sueños. Es a través de su relación con Teresa como va dominando -conociendo la otra dimensión de- la ciudad: "Abarcaron en sucesivas tardes toda la ciudad y su extrarradio( ... ) combinaron sabiamente: vino tinto y paisaje suburbano o marinero (Teresa Moreau) y gin-tonic con música de Bach en mullidos asientos de cuero y atmósferas discretas (Teresa de Beauvoir)" (pág. 184). Es una óptica a la que se añade un elemento nuevo para Manolo, la percepción del espacio no ya desde una moto, sino desde un coche sport: "El nunca había experimentado la emoción de la velocidad" (pág. 182). Coche que, por otra parte, llega a ser un símbolo muy importante dentro de la mitificación que Manolo hace de la clase a la que quiere llegar. Hasta tal punto que en un momento de la narración, Marsé dice: ''El amor es irracional y ciego, dicen, pero él sospechaba que eso era otro cochino embuste inventado para engañar a las almas simples: porque si hubiese conocido a Hortensia al volante de un coche sport, por ejemplo, como en el caso de Teresa, enamorarse de ella habría sido muy fácil" (pág. 217). En la aventura de Manolo, el encuentro con Maruja y sus relaciones con ella son una especie de introducción al mundo de la clase

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41 capitalista que podrá conocer más de cerca con Teresa; y resulta curioso observar que con Maruja apenas hay vivencias significativas del espacio. Sí se da, por supuesto, el deseo arcádico antes de que Manolo sepa que es una criada: ''el haber sabido respetar su desnudez abría una intimidad fulgurante, que le daba acceso a la luminosas regiones, hasta ahora prohibidas" (pág. 39); pero cuando la relación con ella se estabiliza, los objetivos inmediatos de Manolo bajan de cota, esperando la nueva oportunidad, "replegado y vencido por el invierno como una serpiente esperando escondida en la espesura los luminosos días de sol" (pág. 75). Marsé quiere que Manolo sea consciente de algunos valores, y así nos dice de él: " ... destino que Pijoaparte no quería asimilar: se enamoraba de símbolos" (pág. 73). Y, en efecto, hará el amor con Maruja en la simbólica villa, pero en la alcoba de la criada, y será consciente de que ella es un "símbolo degradado de la riqueza" (pág. 86). Por eso, mientras dure su relación amorosa·, el objetivo expreso de Manolo para sí mismo será robar los objetos de valor de la casa. Con Maruja, por lo tanto, no hay vivencias ,de la ciudad. Las pocas que hay son nocturnas, o de zonas como El Carmelo, las afueras o los bailes "olorosos y cálidos como un armario" (pág. 76). El estrechamiento de los lazos con Teresa es a la vez el tiempo de ese progresivo conocimiento de la ciudad descle una nueva óptica. Sin embargo, a medida que el deseo de los cuerpos crece, cambia la figuración del espacio, el ensueño de los lugares para Manolo. Si bien es importante la nueva vivencia del espacio ya conocido, del centro, '' ... el bullicio veraniego .de las Ramblas, cerveza y calamares en la Plaza Real, lentos paseos por el parque Güell, encendidos crepúsculos contemplados desde el Monte Carmelo, con el automóvil parado en la carretera, en el momento de la despedida" (pág. 185); a pesar de ello, es un paisaje imaginario o fruto de su alienación -"entonces vio a Teresa venir directamente hacia él, despacio y pisando suavemente la arena, sin mirar ni a derecha ni a izquierda, en una noche azul" (pág. 205) -el que Manolo evoca en sus momentos de plenitud, quizá porque está tan lejos como antes lo estaba el espacio real que ahora ha vivido mejor. "Teresa Simmons o Jean Serrat en bikini corriendo por las playas de sus sueños( ... ) destacándose sobre un fondo de palmeras y selva inexplorada -¿acaso no era una isla perdida este vera-

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no?", "El y ella perdidos en la dorada isla tropical, solos, bronceados, hermosos y libres (pág. 197). Y en contraste con esa vivencia de la alienación, Marsé es muy explícito respecto a la reacción habitual de Manolo frente a su espacio propio: "Mientras se dirigía a la clínica fue recuperando la seguridad. A fin de cuentas, sólo era en el barrio donde se hallaba a disgusto, y siempre fue así, no había por qué darle vueltas" (pág. 217). Desde que conoce a Teresa hasta que ella descubre sus mentiras, hay una evolución importante de Manolo respecto a ella y al espacio. La valoración inicial de los lugares brillantes, del Centro, en una palabra, se convierte en un deseo de alienación de ese espacio: "Los barrios elegantes parecen dormidos, vacíos. ¡Oh! Teresa, la ciudad es nuestra!" (pág. 271). Pero no es todo. Ya a lo largo de la novela se nos han dado referencias sobre la infancia de Manoio y sobre su valoración de símbolos absolutos como la villa, la ausencia física de los ricos, etc., que hacen ver que Manolo sabe que el objetivo final no debe ser Teresa, sino algo más allá de ella, oscuramente intuido y difícil de asir, el terreno de la verdadera pertenencia a su clase. Ella también, como antes Maruja, se convierte en un medio. Efectivamente, Marsé quiere que se perciba que desde mucho tiempo atrás, desde la infancia de Manolo, éste ha tenido vivencias significativas de espacios opuestos que han determinado su peculiar personalidad, de la que ya el apodo de "Pijoaparte" es un claro reflejo: "Su primera infancia la compartió entre una casucha del barrio de "Las Peñas" y las lujosas dependencias del palacio del Marqués de Salvatierra" (pág. 64). También el contacto con unos extranjeros y la obsesión por su "roulotte", mucho tiempo antes de conocer a Teresa y su coche sport, son un elemento importante del pasado para comprender la simbología de Manolo: "la roulotte ... lejanos caminos, carreteras desconocidas, luminosas playas, ciudades inmensas, maravillosos lugares donde el muchacho nunca había estado" (pág. 66). Con esos precedentes, puede afirmarse que el contacto sexual con Teresa tiene algo de mítica prueba ritual para acceder a un espacio misterioso: "él levantó los ojos a la altura de las caderas de la muchacha (qué agonía ese encantador triángulo, el dulce leve tumor del centro), volvió a cerrar los ojos" (pág. 196; el subrayado es nuestro). De hecho, no pasa esa prueba hasta el final de

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la novela, y los acontecimientos -la muerte de Maruja- se desencadenan negativamente para él. Ese espacio mítico del rico, del que es símbolo la villa, por ejemplo -"imponentes torres, alzándose iluminadas contra el cielo estrellado" (pág. 44)- o la utopía de los ricos, su ausencia aparente -"porque aún hay otros más ricos, los que apenas se dejan ver, los verdaderamente inaccesibles. De ellos se podría decir que no existen si no fuese porque algunas veces han sido vistos en lugares públicos" (pág. 102)-; ese espacio mítico de los ricos, decíamos, está pesando continuamente en el ánimo de Manolo, frente a su también casi metafísico rechazo de su propio espacio: "Resulta curiosa esta sensación de seguridad que experimentaba aquí, en medio de este orden y este silencio confortables en relación con la torpeza y dificultad cada vez mayor con que de un tiempo a esta parte se desenvolvía en su ambiente habitual, en su casa, en el Bar Delicias, o con el Cardenal y su sobrina" (pág. 190). · En resumen, podemos añadir un elemento que determina al personaje a lo largo de la novela: Manolo organiza sus nuevos valores, de los que la cita anterior es un claro exponente, de la mano del aprendizaje con Teresa, en tomo a unas coordenadas tempoespaciales (vid. velocidad) propias del objeto, de Teresa, de todos los símbolos que ella posee y representa a un tiempo. Por eso, tras su brusca marcha a Blanes, al final de la novela, ambas coordenadas se rompen hundiendo definitivamente a Manolo en su intento de escalada social. Marsé lo dice con una sola frase: "La· brusca desaparición de Teresa y la consiguiente locura de los relojes, el laberinto urbano" (pág. 320). Manolo es el personaje psicológicamente más complejo de la novela. Teresa se comporta de una manera mucho más esquemática, porque Marsé está haciendo de ella más un arquetipo que un estudio psicológico profundo. Antes hemos señalado que el autor estaba más interesado en crear comportamientos de clase que individuales análisis psicológicos. Esto es, a nuestro juicio, particularmente exacto en el caso de Teresa Serrat. El Pijoaparte, que está tratado con mayor ternura que los demás personajes, es, como acabamos de ver, un personaje fundamentalmente apasionado en sus vivencias sociales. El comportamiento de Teresa, como el de Luis Trías, el de los Serrat o el de los demás amigos de Teresa, es mucho más impasible, está muy lejos de la compasión que

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44 45 Marsé experimenta hacia Manolo o hacia Maruja. Las primeras referencias importantes a Teresa aparecen a partir de la segunda parte de la novela. Antes, a través de la visión de Maruja y de Manolo, ya había sido caracterizada como una muchacha extraña entre los de su ambiente, que gusta de amistades también extrañas y que actúa como una universitaria rebelde. En la primera ocasión en que Marsé se detiene a habarnos de ella (pp. 100-120),describe sus ensoñaciones teñidas de socialismo, pero inmediatamente sitúa el episodio en que otro progre, Luis Trías de Giralt, líder universitario, no puede hacerle el amor y pretende confusamente ocultar su impotencia detrás de una verborrea izquierdizante. Ante ese contraste, el autor ofrece a los lectores un indicio de lo que sucederá: interesada por la revolución, pero frustrada sexualmente por el universitario progre, envidiará a su criada y a Manolo que gozan del amor en el piso inferior. Se siente oscuramente atraída por la virilidad de Manolo, sobre el que echa un manto de revolucionario que ante sí misma justifique su aproximación a él. Sobre todo a partir del accidente de Maruja, Marsé acumula elementos sarcásticos sobre este personaje como sobre todos los restantes. Inmediatamente después de los acontecimientos a los que acabamos de hacer referencia, la joven progre lee en la revista ELLE: "Cet éte vous changerez d'amour" (pág. 133). También desde ese momento se da idea de las necesarias novedades que Teresa busca: "qué mentira, qué insoportable mentira esas noches suyas de la costa, estas vacaciones de señorita tísica, ese aburrido castillo feudal que era la villa" (pág. 124; subrayado nuestro). Los alicientes los empieza a encontrar Teresa cuando se relaciona con Manolo, y están en la persona de éste, pero también en el ambiente que lo rodea, donde ella se siente a la vez extraña, nueva y, en consonancia con su venda ideológica: "Teresa conducía su a,utomovil con una deliciosa idea mítica de las manos, se adornaba en torno al volante con todo el ceremonial que requería el momento, la compañía y el hermoso panorama de la ciudad extendiéndose a sus pies: expresaba una íntima satisfacción en cada curva, con el chirrido de los neumáticos, con los cambios de marcha" (pág. 147). Esta visión del príncipe contrasta completamente con la de Manolo, que siempre que observa la ciudad desde el mismo lugar la halla hostil, inabarcable, "ciudad distante, desconocida, soñada" (pág. 54).

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El placer ideológico que Teresa siente por el barrio de Manolo se presenta dogmático, nada espontáneo. La mayor parte de las veces lo expresará de la misma manera -"me gusta tu barrio"sin entrar de verdad en la esencia del mismo. A medida que lo va haciendo, como veremos, ese placer ideológico disminuye. Esa visión apriorística queda perfectamente caracterizada por Marsé ya avanzada la novela: "Descubrió y tomó posesión del Monte Carmelo, una tierra mítica (como Florida lo fue en su día para los conquistadores) demasiado tarde. El barrio, hasta ahora, no había sido para ella más que un borroso círculo de sombras admiradas a distancia, puesto que Manolo siempre se había negado a llevarla al Carmelo y presentarla a sus amigos" (pág. 260). Desde el punto de vista de la vivencia del espacio, sin embargo, Teresa no tiene ningún terreno que conquistar. Todo lo más, en su pequeña aventura, desea conocer un barrio que ejemplifique las teorías que sostiene en la Universidad. Esa reiteración de "me gusta tu barrio", "qué maravilla tu barrio", es una cruel expresión directa de la situación de Teresa, ante ese lugar concreto que cuando conoce le decepciona: "Lo sabía, lo había sospechado siempre, el Monte Carmelono era el Monte Carmelo, el hermano de Manolo no se dedicaba a la compraventa de coches, sino que era mecánico. Aquí no había ninguna conciencia obrera, Bernardo era un producto de su propia fantasía revolucionaria, y el mismo Manolo ... " (pág. 266). Ese hundimiento de su ilusión revolucionaria, sin embargo, no produce ningún cambio en su comportamiento respecto a Manolo, todo lo más, estrecha su relación sentimental. Se ha ido enamorando de él y sustituye el ideal revolucionario por el atractivo físico del joven, hasta que le lleva a lo más central de su terreno, la torre de San Gervasio, y entonces se entrega a él. Después de conocer la verdad, cuando su relación se establece sólo sobre el sentimiento de atracción, Teresa llega a compartir la visión alienada del espacio que expresa Manolo, y a la que nos referíamos antes: "A veces tengo la sensación de ... no sé, de vivir en otra ciudad, desconocida, tú y yo solos" (pág. 289). Marsé tampoco oculta, en el caso de Teresa, los resortes reales de su comportamiento y, entre la confusión de ideas y de objetos tanto respecto a Manolo como respecto a los amigos y a la cultura progresista -donde el autor se encarniza con esa generación universitaria-, Marsé procura dar las claves que son reales para

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establecer el contraste entre la realidad y la apariencia en lamentalidad de la joven: "y de pronto, al verle por primera vez tan bien vestido, Teresa se inquietó sin saber porqué; había una nueva y extraña relación entre la admirable cualidad hierática de este cuerpo y el excelente traje que lo cubría, como si entre los dos elementos, que hasta hoy se habían desconocido entre sí, acabara de realizarse un pacto que en algún sentido resultaba alarmante e implicaba peligro: la aventura era inminente" (pág. 156). Teresa se siente atraída por un signo que es de su propio grupo, en un joven que ideológicamente está colocado en la clase obrera y por el que solo debe sentir atracción política. Más adelante ella le insistirá en que se vista como un obrero ... Además de esa disposición en doble plano de sentimientos ocultos y razonamientos forzados, Marsé interpreta la situación de su personaje como exponente de la contradicción histórica de clase: "Pero la realidad era todavía un feto que dormía ovillado en el vientre de la doncella, antecedentes culturales de reconocida y temible fuerza ideológica la habían misteriosamente engendrado, y ella, generosa, inconsciente, preñada de luz y solidaria, buscaba ahora en su nuevo amigo cierta satisfacción moral de signo progresista, confundiendo ésta, momentáneamente, con el deseo" (pág. 181). Para Manolo, Teresa es individuo, pero sobre todo símbolo y exponente inmediato de la clase en la que se quiere integrar, a su vez señores de las cosas y de los espacios - ''vio una armonía entre ellas y el paisaje, intuyó una servidumbre de los elementos'' (pág. 228)"-, pero Teresa se siente, como Manolo, insegura, sin posesión aún, en su caso, de la verdad y la convicción ideológica, y ello determina un comportamiento infantil en sus primeros escarceos amorosos con Manolo: "Los primeros besos, lo mismo que sus primeros pasos por el resistencialismo universitario, fueron atrozmente desquiciados, fundamentalmente histéricos" (pág. 197) y por eso, antes de entregarse a Manolo, se debate en una contradicción ético-ideológico-social, " ... no podía consentir que él la tomara por una burguesita atolondrada, fácilmente corruptible y sin conciencia de las otras realidades (urgentes) que están por encima de juveniles devaneos" (pág. 206). Finalmente, la crisis de sus ideas, ocasionada sobre todo por la sensación de rechazo que experimenta hacia el ambiente febril del baile popular, la decepción que le produce el Monte Carmelo, la previa decepción de sus

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amigos -Luis Trías-, y que la ideológicamente le produce lamentira de Manolo, determinan un cambio de actitud social: su abandono, como decíamos antes, de planteamientos ideológicos y su entrega al sentimiento amoroso; "Lo sabía, lo sabía, pero ahora no hables, mi amor, olvídate de los estudiantes, de los folletos, de todo ... " (pág. 275). A partir de ese momento, asume la dinámica de Manolo -ya hemos visto la imagen espacial- y actúa para introducir a éste en su clase. Ha fracasado en su intento de integrarlo en el ambiente estudiantil progre y buscará trabajo para Manolo para asimilarlo a la élite. La élite, naturalmente, personificada en su padre - ''había una cierta rigidez mecánica y funcional en este braceo, una cualidad de maquinaria recién engrasada y puesta a punto" (pág. 135)- le rechazará. Con la desaparición de Manolo por un extraño azar -su detención por conducir una moto robada a gran velocidad- Teresa deja de tener una función activa en la novela: sabemos por el diálogo de Manolo con Trías, dos años después, que ha abandonado el compromiso ideológico y que se va a casar.



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EL AUTOR Y LA CONSTRUCCION

DEL ESPACIO

NARRATIVO

A nuestro juicio, Marsé ha dispuesto el espacio de su novela como un escenario simbólico -luego veremos que esa simbología no es arbitraria, sino inherente al espacio urbano de las formaciones sociales capitalistas contemporáneas:_ en el que, por debajo de los elementos fenoménicos, se desarrolla esencialmente una batalla histórica entre dos clases que se están formando nuevamente -es decir, con caracteres estructurales nuevos- tras la guerra civil, los dos polos de la sociedad industrial: la clase obrera, con su secuela de parados y de lumpenproletariado, y la burguesía. De este planteamiento de la lucha de clases, el autor ha escogido un momento histórico, la reactivación económica de los años cincuenta, y ha descrito en él, más que unos resultados definitivos, las condiciones de ambas clases sociales en su enfrentamiento: alusiones al movimiento obrero -neutras-, referencias escépticas a la conciencia revolucionaria de los estudiantes universita-

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rios de aquella generación -¿de todas las generaciones?-, y continua insistencia en el poder real de la oligarquía en todos los aspectos de la vida: de hecho, la conclusión de la novela no puede ser más desesperanzada desde el punto de vista crítico de Marsé. Para desarrollar ese planteamiento, hemos visto en los apartados anteriores que Marsé recurre a una caracterización que quiere ser esquemática de ambas clases, buscando unos arquetipos degradados de ellas en los protagonistas de la obra. Marsé se sitúa detrás de la óptica de Manolo Reyes, "Pijoaparte", y este planteamiento de la narración da peculiaridad a algunos símbolos de la obra, como vamos a ver a continuación. Selecciona tres núcleos básicos en el espacio urbano, que son puntos de referencia simbólicos sobre el dominio o la lucha por el espacio que es imagen del desarrollo capitalista: El Carmelo, más allá de las zonas altas de la ciudad, suburbio o selva oscura que inundaron las inmigrantes en busca de trabajo; San Gervasio, zona alta de la ciudad, residencia de la burguesía, lugar que contrasta con El Carmelo por su limpieza, su orden y su silencio, y en donde se alzan misteriosas -aquí la perspectiva de Marsé desde detrás de Manolo- torres rodeadas de jardines cerrados e impenetrables, símbolo del poder; y el Centro, lugar de convergencia de todas las clases, aparente tierra de nadie y efectivo lugar de negocio poseído por la burguesía (14). De entre las abundantísimas descripciones que Marsé coloca en su discurso, nos parece necesario destacar varios elementos simbólicos que establecen entre sí una conexión reflejo de los valores que Marsé ve enfrentados en la realidad. En El Carmelo, dos símbolos complementarios: la torre del Cardenal, testimonio de la antigua grandeza perdida del lugar, que (14) A este respecto nos parece muy acertada la observación general de Claude Soucy, op. cit., cuando dice que el lenguaje novelesco es tanto más revelador cuanto que compensa diferencialmente el empobrecimiento del lenguaje de la ciudad. "Différentiellement, c'esta-dire conformément a la maniere dont les frustrations son per~ues, dont l'espace·urbain continue, aussi, d'etre utilisé comme instrument, selon la position sociale qu'on occupe. D'ou le status a soutenir ou a voiler la réalité des desseins économiques, il est aussi projection des phantasmes et des frustations, tant de ceux qui Je proferent que de ceux auxquels il est supposé s'adresser. Au travers de la structure de tel ou tel de ces discours, ou, plus ambitieusement, de leur ensemble, c'est done a la -ou aux- structures sociales sous-jacentes que nous sommes renvoyés, structures dont ils sont la projection, tout autant que J'espace lui-meme" (Soucy, op. cit., pp. 14-15).

refuerza por contraste sU decadencia, y, también como imagen real cargada de simbolismo, la ausencia. En efecto, el Carmelo está descrito muchas veces como lugar de descampados, verdadera junescena del gla donde puede suceder cualquier cosa -cf. exhibicionista- y desde el cual sus habitantes extienden su mirada de deseo y temor sobre Barcelona -que contrasta con la mirada de Teresa, dominante y por ello satisfecha-. En el centro, las tascas, la Rambla, las antiguas edificaciones, las agujas de la Catedral, el mismo bullicio son los elementos que exponen con gran fuerza plástica la esencia misma del lugar del intercambio social (15). En San Gervasio, la torre de los Serrat, y en Blanes su villa son, para nosotros, los símbolos centrales de la novela. Y su simbolismo aumenta por la perspectiva que adopta el propio Marsé, de artilero ideológico enfrentado al castillo feudal. En ellos, el autor vuelca sus visión de la impenetrabilidad de la burguesía, por lo tanto su desesperanza. La torre, la villa son, a través de las descripciones, grandes moles inaccesibles para Manolo, que se recortan sobre cielos estrellados -es decir, "llenos"-, moles en cierto modo fantasmagóricas -porque, aunque ·Manolo entre en ellas, su vacío no le permitirá una veradera posesión de su significado-, frente a las cuales el héroe problemático ve fracasar una y otra vez sus intentos. También en este polo opuesto al Carmelo puede · hablarse de una ausencia como referencia simbólica y casi como realidad palpable para Manolo y también para Marsé. Sin embargo, hay una diferencia: la ausencia, en El Carmelo, es real, palpable, es la ausencia en sus habitantes de todo lo que no sea su fuerza de t_rabajo-como mucho-. En cambio, la "ausencia" del poder en la villa o en el mismo centro es sólo aparente. Se puede cons( 1S) En la Introducción señalábamos el papel esencial del Centro en los análisis de quienes han estudiado anteriormente la cuestión. En relación con Jo que decimos en el texto, hay que tener en cuenta una opinión de Roland Barthes sobre lo mismo: "La ville, essentiellement et sémantiquement, est le Jieu de rencontre avec l'autre, et cést pour cette raison que Je centre est Je point de rassemblement de toute ville ( ... ) Le centre ville est vécu comme Je Jieu d'échange des activités sociales et je dirais presque des activités érotiques au sern, Jarge du terme. Mieux encore, le centreville est toujours vécu comme l'espace ou agissent et se rencontrent des forces subversives, des forces du rupture, des forces ludiques ( ... ) Au contraire, tout ce qui n'est pas Je centre est précisement ce qui n'est pas espace Judique, tout ce qui n'est pas l'altérité: la famille, la résidence, l'identité" (Barthes, L 'empire des signes, citádo por Soucy).

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tatar su presión, su influencia. Y Marsé insiste en ello reiteradamente: "Los que apenas se dejan ver, viven en villas que tampoco se ven, rodeadas de pinares y jardines, entre silencios y rumorosas frondosidades de ocio" (pág. 102). Esa ausencia es, justamente, la materialización en la novela de la abstracción del poder, o, dicho de otro modo, de que sólo a nivel abstracto es como puede ser reconocido, aprehendido y explicado el dominio de clase. Otro símbolo, también de gran importancia en la organización de los elementos espaciales de la obra, portador de la brillante ima. gen del poder, mítico caballo que permite el acceso victorioso a la tierra extraña, es el coche deportivo, símbolo del poder de la burguesía frente al cual las motos que Pijoaparte roba son perfecta oposición simbólica del fláccido y miserable rocín del aventurero sin más riquezas que su audacia y su cuerpo. Finalmente, queremos destacar también la importancia de los objetos en esa visión hipersignificante de Marsé: la categoría de signo social con que Manolo ostenta sus flamantes trajes o sus cigarrillos rubios, la mirada ávida del joven sobre las cosas del salón de la villa, que deseará robar durante toda la novela hasta que se le ocurra el disparate de intentar poseerlas por derecho propio; la manera de vestir de los cachorros -aquella amiga de Teresa que "más que vestida iba amueblada" (pág. 231)-, o la magnífica descripción de la casa de los Bori, pletórica de objetos heterogéneos, signo claro de un "status" superior. .. son una buena muestra, para nosotros, de la compleja red de simbolismos de clase que el tratamiento dado por Marsé a los personajes y sus vivencias del espacio organiza en una descripción realista en la cual la crítica social (16), de la mano del sarcasmo y del escepticismo, es la clave de la obra.

(16) Vid. Sobejano, op. cit., pp. 453-455, y su valoración final de la novela; Ultimas tardes con Teresa podría definirse como la parodia -sarcásticade la novela social en sus dos vertientes, como testimonio de los sufrimientos del pueblo y como testimonio de la decadencia de la burguesía. Amargo y pequeño Quijote de la narrativa social, este libro es, en sí, al modo como el Quijote fue el mejor libro de caballerías posible, una excelente novela social, pero ya no derecha, ya no objetiva, sino más bien (siguiendo el rumbo marcado por "Tiempo de silencio'') indirecta, subjetiva, expansiva, satírica, airada. La sátira parte siempre de una sensibilidad moral presa de irritación: este punto de partida moral no puede negársele a la novela de Juan Marsé, la cual, por ello mismo, yo así lo creo, entraña una intención saneadora, un mensaje purificativo".

CAPITULO IV ESTUDIO DE LOS SIMBOLOS ESPACIALES

Como adelantamos en la Introducción, nuestro estudio procede por círculos concéntricos, desde la pura ané
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