Jóvenes migrantes: Transición a la adultez en la experiencia migratoria México-Estados Unidos

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Jóvenes migrantes: Transición a la adultez en la experiencia migratoria México-Estados Unidos1. Adan Reyes Eguren Introducción Luis, es un joven de 21 años, migró hace tiempo a Estados Unidos, cuando tenía 17. Trabajó año y medio en la construcción; mandó dinero para su familia y para construir un ahorro. A su retorno compró un carro, algunos muebles para su cuarto y gastó una buena cantidad en fiestas con los amigos. Cuando lo conocí en enero del 2009, estaba preocupado porque el trabajo en Estados Unidos había disminuido bastante con la crisis económica y él tenía la intención de regresar a trabajar cuanto antes. Una cosa que le preocupaba en particular era la necesidad de hacer una casa. Tenía una novia con la que imaginaba poder formar una familia y me comentó: pues ya vine ¿verdad? Compré mi carro, traje dinero y todo, y ahora sí ya pensamos en otra cosa. Bueno, yo pienso ya hacer una casa, si no compro carro ni modo, pero pues ya tener dónde meterse uno. Como Luis, muchos jóvenes de La Villa, Zacatecas, depositan en la migración internacional diferentes deseos y expectativas. En general, se espera que el trabajo en Estados Unidos vuelva realizables eventos que parecen inimaginables bajo la condición de los salarios locales: como comprar un carro o tener una casa propia. Para el caso de Luis, pareciera que la migración, además, permitirá cumplir su deseo de casarse. En esta ponencia intentaré recrear el proceso de transición a la adultez entre jóvenes (varones) migrantes indocumentados de La Villa, Zacatecas. En esta localidad la migración es un evento común a sus habitantes, ya que muchas familias recurren a esta estrategia para mejorar la situaciones económicas desfavorables del hogar. Para el joven, sin embargo, el evento de la migración se presenta en una etapa de la vida que se caracteriza por el desarrollando de habilidades y recursos necesarios personales que serán de utilidad en la vida adulta; por lo que la migración no sólo acontece como un evento de consecuencias económicas sino como una estrategia que permite ordenar eventos próximos en la vida. En correspondencia, partiré señalando algunos aportes de la literatura en migración internacional que nos permitan tener una perspectiva de la participación del joven en el fenómeno migratorio. Luego, describiré brevemente algunas características de la localidad (La Villa) para contextualizar la salida de estos jóvenes y comprender sus motivaciones al migrar. Inmediatamente después me concentraré en recrear el proceso de tránsito a la vida adulta en un contexto de migración internacional mediante el análisis de la experiencia de salida escolar, la autonomía económica y la transición a la unión conyugal. El análisis de los datos se guió en la herramienta teórico-metodológica de transición a la adultez. Usualmente esta noción es referida como una multiplicidad de cambios en la vida (Elder 2002) que describen el tránsito hacia los roles de la vida adulta (Hogan y Astone 1986) y que en sociedades contemporáneas como la nuestra se puede establecer en marcadores sociales como la salida de la educación formal, el ingreso al mercado del trabajo, la independencia residencial, la unión conyugal y la paternidad/maternidad. Los datos tienen origen en la aplicación de catorce entrevistas a profundidad y el registro de diario de campo en la comunidad rural-urbana de La Villa, Zacatecas, durante los meses de noviembre-diciembre de 2008 y enero de 2009. En este diario de campo se recolectaron diversos testimonios que surgieron de entrevistas informales y la 1 Esta ponencia representa una exposición parcial de una reflexión profunda en mi trabajo de tesis de Maestría en Antropología Social, titulada: Juventudes Migrantes: Jóvenes varones transitando hacia la adultez en el contexto de la migración MéxicoEstados Unidos. 2010, en el Centro de Investigación y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS-DF).

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observación participante en la cotidianidad de los jóvenes. Los testimonios y entrevistas fueron tematizados para reconstruir la experiencia de transición a la adultez de acuerdo a dichos marcadores clave. También se reunió una bibliografía sobre migración internacional que permitiera discutir la experiencia del joven dentro del contexto de la migración México-Estados Unidos. De esa manera, se pretende que el análisis recree la experiencia de transición a la adultez de acuerdo a las diferentes oportunidades y constricciones que propone el proceso migratorio contemporáneo. Los jóvenes en los estudios de la migración México-Estados Unidos Son pocos los estudios que abundan en el tema de la migración juvenil; para Hernández Ramírez (2008) esto se debe, en parte, a que los estudios migratorios han tenido primordialmente una visión “adulcéntrica” del fenómeno migratorio y que los estudios sobre juventud son relativamente recientes en México. La mayoría de las veces, los jóvenes migrantes aparecen en menciones acotadas, al margen de los estudios de la familia o, en el mejor de los casos, como referente estadístico de importancia. En ese sentido, resulta fundamental reunir algunas de esas pequeñas menciones para encontrar nuevas perspectivas de análisis sobre la migración juvenil. De entrada, es necesario señalar la magnitud de la población demográficamente definida como joven en el flujo migratorio México-Estados Unidos. Si revisamos la Encuesta sobre Migración Internacional en la Frontera Norte de México (EMIF) encontraremos que sólo para el año del 2005, del estimado de 708,927 migrantes a Estados Unidos, el 58.2% del flujo se encontraba entre los 15 y 29 años de edad. Para ese mismo año el 40.4% de los migrantes se declaraba como soltero y, en otra variable, un 38.0% como hijos de familia. Obviando la existencia de casos excepcionales, podríamos inferir que se trata de individuos, sino jóvenes, que no han cumplido al menos uno de los eventos sociodemográficos que los sitúan dentro de la población adulta; o bien, de individuos que se encuentran en pleno dentro de este proceso reconocido en el curso de vida como transición a la adultez. Otro dato que nos advierte de la contundente presencia de los jóvenes entre la población migrante es conocer que para el 2007, de los 536,255 migrantes devueltos por la Patrulla Fronteriza de Estados Unidos, el grupo etario de 15-24 años representó el 43.2% de tales devoluciones. A la vez, estos datos tienen dos implicaciones de relevancia: la primera, es que se estos números reflejan la debilidad de las redes sociales que permitan el cruce fronterizo exitoso de los jóvenes y, segunda, que particularmente los jóvenes están depositando de manera creciente esperanzas de superación y desarrollo en la migración hacia Estados Unidos. Cabe decir, con preocupación, que algunas referencias dan cabida para suponer que ambas situaciones suceden de manera simultánea, posicionando a los jóvenes entre los grupos más vulnerables de la población migrante. Ahora bien, hay una tendencia a considerar que la migración de los jóvenes tiene la particularidad de descontextualizarse de las motivaciones, los objetivos y las conductas migratorias atribuidas a la población adulta (principalmente en comparación a los padres de familia). Desde su trabajo en 1930, Margaret Mead (citada por Brettell 2000), hacía notar que los jóvenes de Manus, Nueva Guinea, guardaban expectativas sobre la “gran aventura” de la migración. Para introducirse a esta “aventura” aprendían palabras del idioma e historias de migrantes retornados. En 1961, Solien de González, tipificaba a los jóvenes como migrantes temporales “en busca de conocer el mundo, aprender el modo occidental, tener dinero para comprar y ganar prestigio entre los iguales”. A la vez, esta autora reconoce que los jóvenes tenían la capacidad de reestructurar relaciones de poder dentro de los hogares gracias a su participación económica y laboral.

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En otro trabajo, Hernández León (1999), identifica entre los jóvenes migrantes la actitud de un aventurero (a decir de ello, una concepción muy similar al joven que describe Solien de González). Hernández León, colecta las historias de jóvenes pandilleros en busca de aventuras y vagabundaje en la conexión Monterrey-Houston. Parte de su argumento enuncia que no todas las migraciones “son respuesta a la operación de los mercados laborales y los migrantes no responden automáticamente a las crisis y recesiones cruzando las fronteras” y apunta a que son los jóvenes quienes encuentran nuevas motivaciones e imaginarios en torno al fenómeno migratorio. En este caso, el desafío a la figura institucional de la frontera internacional se recrea entre los jóvenes como símbolo de aventura. Sin embargo, Hernández León, también anota un cambio conductual asociado al replanteamiento de motivaciones migratorias. Mientras que los jóvenes satisfacen su necesidad de validarse entre pares con migraciones riesgosas y vagabundaje en las ciudades fronterizas de Estados Unidos, a menudo redirigen la experiencia migratoria para trabajar de manera estable y conseguir dinero para su beneficio y el de sus familias. Es decir, abandonan las redes sociales juveniles que les facilitaban la aventura migratoria y se integran a las redes familiares para superar carencias económicas. En otras bibliografías, la migración riesgosa y aventurera es situada dentro de la reproducción o validación de un rito de paso para los varones jóvenes. En ese sentido, afrontar los riesgos y desventajas que conlleva la movilidad territorial permite a los jóvenes encontrar componentes simbólicos que se ponen en juego identitario para demostrar “ser hombres de verdad” (Huacuz, 2007). El supuesto, en este caso, es que los jóvenes no tienen responsabilidad directa con el núcleo familiar, o bien, que su migración no responde a solucionar las carencias económicas de la familia. Por lo que el beneficio económico no es un objetivo en estas migraciones, sino la acumulación de vivencias con sentido “lúdico”. De esa manera, agrega Rosas (2008), los jóvenes reconfiguran su estatus ante el grupo de pares mediante migraciones internacionales recreadas como un reto de aventura No obstante, el rito de paso no siempre tiene el mismo significado de riesgo y aventura. Para Rivera (2004), la migración del joven en la mixteca poblana puede ser entendida como un rito de paso en el hecho de que se considera como la siguiente etapa en la vida del joven luego de completar la educación media. En un argumento similar, y aludiendo al mismo rito de paso, Kendel y Massey (2002), mencionan que los jóvenes zacatecanos que no intentan migrar son vistos como flojos, poco emprendedores e indeseables como parejas. Según Kendel y Massey (2002), en aquellos lugares donde la migración está profundamente incrustada a la cultura local los jóvenes ni tan siquiera consideran otra opción en sus vidas y se integran a la migración para convertirse en adultos y prepararse para el matrimonio. Por su parte, Hernández Ramírez (2008), encuentra un panorama diferente de la migración juvenil en varias comunidades rurales de alta intensidad migratoria2. En éste otro caso los jóvenes se caracterizaron por apropiarse activamente de las redes sociales que permiten la movilización interna e internacional; son también jóvenes que asumen responsabilidades morales y económicas para con la familia de origen. Muy destacable es que para estos jóvenes acumular poder adquisitivo repercutió en el bienestar del hogar, pero también en su búsqueda por conseguir autonomía económica. En comparación con los antecedentes arriba citados, no sorprende que éste mismo autor encontrara algunos casos en los que el joven se desentendió de las responsabilidades familiares y dejara de contribuir a la familia. Como bien señala Cohen (2004), muchos jóvenes dejan de mandar remesas a sus familiares cuando han formado una familia propia en la 2

Dentro de un proyecto más amplio para Hernández Ramírez (2008) fue posible establecer una observación comparativa entre diferentes zonas rurales de Zacatecas, Guanajuato, Guerrero, Michoacán y Jalisco.

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comunidad o en el extranjero; así también como existen los jóvenes que deseando conseguir una vida de modernidad y bienes de consumo deciden permanecer en los Estados Unidos y no regresar a sus comunidades de origen. La idea que se sostiene para interpretar estas particularidades que muestran las migraciones juveniles es precisamente que los jóvenes no son “entes que reaccionan mecánicamente al férreo imperativo de las estructuras” (Ariza 2005). En un contexto urbano, Marina Ariza (2005) pudo observar que el joven encuentra en la movilización internacional vías alternas para desarrollarse profesionalmente (principalmente capitalizándose para la educación) e incluso para hacer realizable una carrera laboral que en contextos locales no se pudo echar a andar con facilidad. En un señalamiento de suma importancia, la autora identifica que para el caso de las migraciones juveniles femeninas, separarse de sus familias conlleva un aumento de independencia y autoafirmación de la individualidad; un proceso fundamental para que la mujer consiga autonomía antes de adquirir las responsabilidades de una familia. Por su parte Parrado (2004), centra su estudio sobre la familia y las uniones maritales en comunidades del occidente mexicano con arraigada migración internacional. La tesis central es que los eventos migratorios funcionan como el principal “motor” de los matrimonios en el occidente mexicano3. El autor reconoce que las uniones maritales tienen una relación muy cercana con el desempeño del trabajo en el extranjero y la consecuente transición a los roles económicos propios de la adultez. Al parecer, uno de las más importantes contribuciones de la migración a la economía del hogar son las remesas y los ahorros que permiten, o posibilitan, a los hombres adquirir propiedades o financiar recursos necesarios para formar una nueva familia. La relación que establece el autor es clara: la unión conyugal se retrasa para los migrantes cuando están fuera de su comunidad pero se acelera notablemente al momento del retorno, cuando han logrado capitalizarse lo suficiente para asumir las responsabilidades económicas del hogar. Estos aportes ayudan a formular una idea de la manera en que se ha guiado la investigación social al abordar la relación entre la juventud y el fenómeno migratorio. Una primera reflexión que se desprende al revisar estos antecedentes es la diversidad de experiencias migratorias para diferentes jóvenes; esto tiene una clara relación con la relatividad con la que se construyen las juventudes de acuerdo a las constricciónes/oportunidades de la localidad, el estatus socioeconómico, el género e, inclusive, el comportamiento migratorio de los lugares de origen. La diversidad de las experiencias en la migración son también un reflejo de la diversidad de los actores sociales que componen la población migrante a Estados Unidos. Por otra parte, como una segunda reflexión, estos aportes permiten reconocer que existen al menos dos contribuciones generales que pueden dar una pista para caracterizar la migración juvenil. En primer lugar, que los jovenes han incorporado al fenómeno migratorio conductas y expresiones antes desconocidas o subestimadas en los estudios sobre migración en México (como las identificaciones lúdicas, el reto de la aventura o el pandillaje transnacional), y que no responden exclusivamente a las constricciones de la economía familiar y local. En ese sentido, es pertinente mencionar que los jóvenes muestran una flexibilidad hacia los factores motivacionales no económicos de la migración, o bien, que los jóvenes no siempre construyen su decisión de migrar únicamente en base a la desventaja económica y laboral. En segundo lugar, que la migración tamizan la experiencia de alguno o varios eventos vitales en el curso de vida y que de igual manera, el joven puede asumir el cumplimiento de estancias migratorias para ir perfilando el paso a la vida adulta. En consecuencia, a continuación enunciaré algunas características del lugar en donde se llevó a cabo esta investigación para así tener una idea del “contexto de salida” (continuando la 3

Parrado (2004), caracteriza al “occidente mexicano” en el estudio de 43 comunidades de esa región.

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propuesta de Rivera y Lozano 2006), lo cual será un referente para hablar de las particularidades de la migración juvenil en La Villa cuando se aborde inmediatamente después la experiencia de transición a la adultez atravesada por la experiencia migratoria internacional. La Villa: Un contexto de salida para el joven La Villa4, el lugar de estudio, es una localidad rural-urbana al sureste de Zacatecas. Su población es de 5,522 habitantes con un índice de masculinidad de 0.88 h/m, es decir, hay 88 hombres por cada 100 mujeres5. Se encuentra dentro de los 32 municipios zacatecanos que atraviesan por un alarmante decrecimiento poblacional desde 1990 asociado a los efectos de la migración interna e internacional (Moctezuma y Pérez 2007). La población es caracterizada, según las estimaciones del CONAPO (2000), por su migración reciente y una clasificación de muy alto grado de intensidad migratoria, definida entre otros indicadores por presentar un 20.67% de hogares receptores de remesas. Entre los factores que se pueden asociar a la presencia de migración internacional en el poblado se puede mencionar el retraimiento de la actividad minera, asociación que también plantea Jones (1995) para el caso de la migración zacatecana (en este caso la desaparición de una explotación minera a tan solo 8 kilómetros del poblado), y el bajo desempeño de la actividad agrícola, con posible origen en la descapitalización que sufrió el agro mexicano durante los años 90 (Escobar 2008). En épocas pasadas ambas actividades representaron una fuente de empleo importante para la mano de obra varonil, de modo que su caída también modificó las oportunidades de empleo para los varones jóvenes. El municipio se encuentra dentro de un radio casi equidistante, de dos horas por carretera, a tres capitales estatales: San Luis Potosí, Aguascalientes y Zacatecas. De acuerdo a lo observado durante el trabajo de campo, es pertinente mencionar que estas ciudades ofrecen diversas oportunidades de empleo; sin embargo, los gastos necesarios para el transporte, la alimentación y el hospedaje desincentivan la permanencia en dichos mercados de empleo. Al menos para los jóvenes que participaron en esta investigación –como posiblemente para otros migrantes no jóvenes–, la migración a Estados Unidos se presentó como una opción migratoria más atractiva y descartaron la posibilidad de trabajar en las ciudades cercanas. En esta valoración juegan un papel muy importante lo que se sabe de la migración en voz de otros migrantes y el beneficio que se puede ver en sus vidas, como construir una casa o comprar un carro, muebles, etc. En cuanto a las oportunidades educativas, los jóvenes tienen opción de acceso al bachillerato como nivel máximo escolar dentro de la localidad. Al concluir este nivel educativo se interpone el factor económico para continuar con los estudios profesionales. En una situación similar a la señalada en el párrafo anterior, el transporte, la alimentación y el hospedaje son los principales obstáculos para las familias. En ese panorama, la necesidad de trabajar está presente para una mayoría de jóvenes que no pueden continuar estudiando. Para tener una idea general de las características que comparten los jóvenes que participaron en esta investigación, podemos decir que se trata de jóvenes indocumentados y migrantes después del 2001; como año que marca un contexto particular para los migrantes indocumentados con base a nuevas actitudes y políticas migratorias adoptadas en Estados Unidos. Se emplean en el sector de la construcción y los destinos más comunes son Atlanta, Georgia y Houston, Texas, pero no se descarta la movilidad a cualquier otro punto del país

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Se trata de la cabecera municipal. En contraste a un 0.94 h/m en el estado de Zacatecas y el 0.96 h/m a nivel nacional para el 2005.

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norteño. Algunos entrevistados mencionaron haber recorrido por puntos laborales en más de tres estados cuando fue necesario cambiar o seguir el empleo. Para migrar acuden a “el coyote”: el agente que guía a los indocumentados a través de la frontera. Las rutas de paso son Tijuana-San Diego y Cd. Juárez-El Paso. La familia constituye la principal red de apoyo para el joven. La mayoría de los entrevistados encontraron financiamiento en un hermano que ya estaba trabajando en Estados Unidos; sólo dos de ellos viajaron con sus propios recursos y uno pidió prestado dinero a alguien que no era de su familia. Los entrevistados más jóvenes -dos de ellos- apenas han cumplido una estancia, mientras que otros de mayor edad ya han realizado dos o tres estancias en Estados Unidos; al menos entre los catorce entrevistados, el promedio de las estancias en Estados Unidos es de aproximadamente dos años. De la escuela… al otro lado. Como se ha señalado en algunas bibliografías, la experiencia migratoria acumulada en un poblado puede ser factor para que la migración se vuelva más común y accesible para otros miembros de la comunidad (Massey et al. 1994; Cohen 2001; Conway y Cohen 1998). Para el caso específico de los jóvenes, Kendel y Massey (2002) argumentan que en tanto mayor sea el ambiente migratorio de la familia y mayor la presencia del comportamiento migratorio en las comunidades, aumenta la probabilidad de que los jóvenes aspiren al trabajo y la vida en Estados Unidos. Para los jóvenes en La Villa, la experiencia migratoria comienza en casa con la migración de los padres, los tíos, los hermanos, pero también con los amigos cercanos y los vecinos. Es posible decir que la migración a Estados Unidos es un fenómeno arraigado a la historia de La Villa y que gran parte de la experiencias diarias de sus habitantes giran en torno a la migración. Esto puede ser mejor entendido no sólo al hecho de que la migración de carácter laboral juega un papel importante en el sustento económico de muchas familias sino también porque la migración se integra a la cotidianidad del poblado como un fenómenos común. En este sentido, Cohen (2004), plantea que “la cultura de la migración” en un poblado puede ser reconocida por la profundidad histórica del fenómeno migratorio, su importancia en las experiencias diarias y por su validez social como estrategia de subsistencia. Estos son elementos que encontramos en La Villa y que, para nuestra incumbencia, forman parte del entorno del joven desde muy temprana edad para dar pauta a la construcción de expectativas sobre la vida en el futuro. En efecto, al analizar las entrevistas que se realizaron para esta investigación y los testimonios de otros tantos jóvenes de la localidad es pertinente afirmar que el joven migrante y el joven que aspira a convertirse en uno, encuentra un antecedente de éxito en los familiares y amigos que también han migrado para formular su decisión y expectativas acerca de la migración. Para ilustrar esta situación expondré el caso de Mauro, migrante a los 17 años. Mauro, de 24 años al momento de nuestra entrevista (en noviembre 2008), abandonó la escuela casi al finalizar el primer año en el colegio de bachilleres. Su experiencia en la escuela había sido hasta cierto punto satisfactoria, tenía buenas calificaciones y le gustaba asistir al colegio; además, siempre tuvo afinidad por la expresión artística y participaba en los grupos de danza folclórica. Sin embargo, durante ese año su padre comenzó a mostrarse renuente al momento de conceder permisos para salir a hacer tareas y a los ensayos de danza; así como limitaba el tiempo libre de Mauro y se negaba a cubrir los gastos escolares. Según las palabras de Mauro: no le gustaba que anduviéramos perdiendo el tiempo en los bailables o haciendo tareas, nos decía que mejor trabajáramos para que aprendiéramos a hacer algo. El padre tenía un pequeño taller de herrería y poco a poco lo fue adiestrando a Mauro en el oficio. Dos de sus hermanos mayores ya se encontraban en Estados Unidos, uno de ellos casado desde antes de 6

partir. Durante un tiempo, esta situación con el padre le molestaba a Mauro. Sin embargo, a la larga fue interiorizando la actitud de su padre y resolvió que era mejor dejar la escuela. También comenta en la entrevista: ya después uno se da cuenta que nomás pierdes el tiempo si no le puedes sacar provecho. A lo que se refiere Mauro con esta expresión es a que en realidad no tenía oportunidad de continuar con los estudios más allá del bachillerato y que, como para otros jóvenes, la necesidad de comenzar a adiestrarse en el trabajo comenzó a tomar mayor importancia. De esa manera comenzó a trabajar como ayudante de albañil, de auxiliar en una casa para materiales de la construcción y, cuando el trabajo escaseaba, en el taller de su padre6. También para ese tiempo comenzó a formarse la idea de hacerle como su hermano Manuel, él ya estaba en el otro lado, y como sea, tú ves que la hacen [consiguen logros]. Levantó su casa, trajo su camioneta, ya se casó ¡y fiestota que hicieron! Ya si sabes que no vas a estudiar, ya también le piensas cómo ¿no? ¿Cómo te diré? Cómo le vas a hacer tú para el día de mañana7. Finalmente, en consonancia con esta percepción sobre sus propias decisiones, también señala respecto a sus conocidos que continúan estudiando: saben que no van a hacer nada [se refiere a conseguir una profesión], nomás es para un rato, mientras que se ponen a trabajar, porque ya luego tienen qué trabajar ¿no? Así [yendo a la escuela] nomás la libran un rato… La historia de Mauro se repite en la experiencia de abandono escolar por otros jóvenes migrantes. Como también lo argumentan otros estudios (Echarri y Pérez 2007), para muchos jóvenes mexicanos la necesidad de trabajar no es precisamente una elección sino una constricción del entorno. En la experiencia del Mauro, es evidente que la familia tiene un papel esencial en la decisión de permanecer o no en la escuela; para ello se hace evaluación de las oportunidades económicas reales de mantener los estudios del joven y las otras oportunidades que han tenido éxito en el historial laboral de la familia para asegurar la subsistencia. Cabe destacar, con mucha importancia, que el joven es instado a emprender una exploración personal de las oportunidades que tiene para su futuro y que hasta cierto punto también es alejado de aquellas que no tienen certidumbre en los recursos con los que cuenta la familia. Así, dentro del contexto de alta intensidad migratoria y en un ambiente migratorio familiar, para el joven la decisión de migrar aparece entre las opciones de mayor éxito de la familia (y de otros en la comunidad) para conseguir la subsistencia, mientras que el abandono escolar por la necesidad de migrar parece ser una intersección de estos dos factores. La migración como una vía para que el joven consiga sus expectativas a futuro se convierte en una opción redituable, posible y, por tanto, deseable. “Yo puedo decir que esto es mío”: en camino hacia la autonomía Pese a que los jóvenes se integran desde edades tempranas a desarrollar actividades laborales esto no siempre significa un empuje inmediato a la vida adulta. En La Villa los salarios son muy bajos y la trayectoria laboral se caracteriza por ser intermitente; es decir, los jóvenes sólo se pueden emplear por temporadas, por lo que el bajo salario no se ve compensado por la constancia del empleo. Algunos estudios han establecido que el trabajo como actividad económicamente redituable es fundamental para que los jóvenes generen recursos materiales que permitan el 6 A decir de los empleos locales, la mayoría de los jóvenes de bajos recursos encuentran la mayor parte de oportunidades en la albañilería y las casas de materiales para la construcción. Es probable que la presencia de la migración en el poblado abra este mercado de trabajo de manera tan exitosa. Sin embargo, es una oportunidad que dura por temporadas cortas. Otros tantos se pueden emplear en las temporadas agrícolas como jornaleros. Los datos colectados no permiten asegurarlo numéricamente pero es pertinente mencionar que hay una gran cantidad de jóvenes desempleados. 7 Cabe mencionar, como reconoce Mauro en otra parte de la entrevista, que luego de dos estancias en Estados Unidos, Manuel también echó a andar su propio negocio de herrería, que es el oficio que el padre heredó a todos los hijos varones en esta familia.

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abandono residencial de origen (Saraví 2009, Pérez 2006); así también que la migración es una estrategia económica que permite a los varones reducir incertidumbres a largo plazo y hacer más realizable la unión conyugal (Parrado2004). En ese sentido, considero importante detenernos en el caso de Hugo, a continuación, para aludir a ese proceso de autonomía y la manera en que la migración como una experiencia de vida incide también en otras dimensiones de la transición a la adultez, fundamentalmente porque las estancias migratorias influyen directamente en el abandono del hogar (Ariza 2005) y las uniones maritales (Parrado 2004; Riosmena 2009). Hugo (21 años en el 2008), se fue a los Estados Unidos a los 18 años. Sólo estudió la primaria y ni siquiera consideró entrar a la secundaria; tampoco encontró oposición por parte de los padres. Durante algún tiempo, y por ser menor, sólo le eran encomendadas pequeñas labores en su casa y en ocasiones ayudaba a su padre en el campo, gran parte del tiempo, dice, se la pasaba en la calle con los amigos. A medida que fue cumpliendo años, comenzó a trabajar como ayudante de albañil; también entró a trabajar como auxiliar general en una tienda de materiales para la construcción y en las temporadas agrícolas ayudaba a su familia o se empleaba como jornalero. Como la mayoría de los jóvenes en su misma situación, el empleo sólo dura unas temporadas al año y los salarios sólo permitían cubrir algunas necesidades personales8 y contribuir en algo con los gastos del hogar. Hugo me comentaba que desde hacía tiempo quería ir a Estados Unidos, su padre se había ido alguna vez e hizo la casa de la familia, también estaba allá su hermano mayor y le atraía la oportunidad de trabajar donde los salarios eran mejores. Una de las motivaciones de mayor peso era su idea de comprar una camioneta y lucir dinero entre los amigos; cabe decir que en la comunidad los jóvenes migrantes también tienen la expectativa de retornar como “migrantes exitosos”. Cuando al fin pudo ir a Estados Unidos, comenzó a trabajar elaborando piezas de granito para el recubrimiento de cocinas. Al inicio ganaba poco, pues nunca había trabajado el granito y sólo le permitían trabajar con piezas pequeñas. Al mismo tiempo pagaba la deuda del “coyote”, mantenía sus propios gastos, mandaba dinero para los gastos de la familia en La Villa, para construir unos cuartos al lado de la vivienda y para el ahorro de su futura camioneta. Durante ese tiempo, recordaba Hugo, aprendió a trabajar en algo que nunca había hecho, lo cual valora mucho porque son empleos que no existen en la localidad. Pero destacaba mucho que la experiencia de vivir lejos de su familia, sólo y en un ambiente hostil, le permitió desarrollar recursos propios para soportar la experiencia. Aprendió a hacer de comer, a lavar su ropa, a pasear sin depende de nadie e incluso a pedir comida en inglés: uno llega nuevo y pues no que ni sé ir a una tienda ni… ves que puro inglés y todo. De que a fuerza uno tiene que aprender, porque si no…. ¡Imagínate!, vives solo, ¿Quién te va comprar las cosas o algo? Aunque reconoce que muchas de esas situaciones son forzadas en un ambiente hostil también cree que es una buena experiencia que le permitió conocer la vida, como dice él. A poco más de un año de haber migrado, Hugo regresó a su casa. Al retorno, comentaba, le fue más fácil desentenderse de las obligaciones familiares y aunque recibía reprimendas por parte de la madre, Hugo, “no hacía caso”. Gran parte de este cambio lo atribuye a que pudo construir un cuarto aislado del resto de la casa con sus propios muebles: pues yo puedo decir que esto es mío, decía, haciendo notar que poseía su propio espacio aún dentro del hogar de sus padres. Además, se trataba de un espacio que podía administrar a su gusto: se levantaba a la hora que quería, salía sin pedir permiso, invitaba a sus amigos e incluso no necesitaba esperar a que alguien le preparara la comida. Pasado unos meses de su retorno, Hugo decidió unirse a la que entonces era su novia: sí nos animamos los dos y hasta ahorita ahí estamos. Y pues ya eso lo 8 Los jóvenes mencionan que con el trabajo esporádico en La Villa, es como pueden comprar ropa y zapatos de su gusto, algunos aparatos electrónicos e incluso para gastar entre los amigos cuando salen a pasear.

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hablé bien con ella ¿verdad? Que si quería así un tiempo… así nomás juntados [en unión libre]. La nueva familia, ahora con un hijo, se estableció en ese cuarto que Hugo construyó al lado de la casa de sus padres y se organizan por separado. Para el tiempo de nuestra entrevista en el 2008, el plan de Hugo era esperar a que el trabajo se estabilizara, debido a la crisis económica de Estados Unidos, y regresar a trabajar para construir una casa independiente, reunir dinero para celebrar los tres años de su hijo y para comprar la camioneta que no pudo comprar en aquel entonces. Muchos jóvenes en La Villa, como Hugo, fuera de la escuela encuentran pocas posibilidades de emplearse de manera constante y los ingresos no permiten el desarrollo de proyectos personales; es más común que los pequeños trabajos que puedan desempeñar se utilicen para cubrir los propios gastos y liberar a los padres de cierta carga económica. Así, con el trabajo en Estados Unidos, el joven encuentra que los recursos que genera pueden tener efecto positivo en sus expectativas de vida en el futuro y van imprimiendo confianza para separarse de la organización familiar. Sin embargo, no es la única manera en que se desarrolla esta nueva faceta en la vida del joven. La experiencia misma de encontrarse fuera de la protección familiar y la necesidad de generar habilidades indispensables para enfrentar la cotidianidad en un ambiente que se puede caracterizar por ser hostil permiten que el joven ponga en perspectiva su personalidad y comienza a desentenderse simbólicamente de las limitaciones de ser hijo de familia. En general, los jóvenes reconocen que después de la primera estancia en Estados Unidos se perciben a ellos mismos como “cambiados”. Algunos de ellos expresaban sentirse “preparados para la vida”, “con menos miedo” a la adversidad o que “aprende uno a valorar la vida” y “que a veces se está mal, pero es cosa de que uno tiene que ir aprendiendo”. Son apreciaciones que se experimentan en el contraste antes-después de haber migrado. En ello es muy importante reconocer, como en el caso de Hugo, que las motivaciones para migrar no siempre coinciden con los objetivos alcanzados; Hugo, que deseaba una camioneta al inicio, fue transformando sus intereses al grado de construir un espacio independiente en el hogar de la familia y eso pareció ser un antecedente que también tuvo efecto para que después asumiera la responsabilidad de formar una familia propia. Hay sin embargo, otros factores que intervienen en la decisión de casarse; como la nostalgia que se experimenta por la separación del pueblo y la idea de que no se está dando continuidad a la vida en la localidad. En otros casos, la actitud y expectativas de la familia sobre la vida del joven también imprimen presión para que el joven migrante cumpla con requisitos que le ayudarán en la vida adulta; es decir, en algunos casos la familia acciona para que el joven invierta lo ganado en la construcción de una casa o en la compra de muebles, por ejemplo. Pero queda de manifiesto que la experiencia migratoria y la capacidad de generar sus propios recursos con el trabajo en el extranjero le hace entrar en una nueva faceta de transición a la autonomía y es menos probable que regrese a un estado anterior, o bien, a depender de la familia. Los recursos del joven para la vida adulta: una relación de interdependencia con la familia. Para algunos autores (como Massey 2005 y Galindo 2009) las diferencias salariales entre ambos países son más bien un mito sobrestimado respecto a la decisión de migrar. De tal suerte, se argumenta que México es un país en desarrollo y que la migración es una herramienta de los hogares para superar fallas o carencias en los mercados locales de capital, seguros o crédito (Massey 2005; Galindo 2009). Desde su base, esta aproximación propone que en la decisión de migrar intervienen las motivaciones del migrante pero también las de un grupo referencial; en específico, que la migración es una estrategia calculada, contractual e interdependiente hacia dentro de la familia (véase a detalle en Stark y Bloom 1985). Se asume entonces que los ingresos económicos que se obtienen mediante la migración laboral cubren gastos específicos en bienes de 9

alto costo, la construcción o ampliación del hogar, la consecución de crédito productivo y el ahorro familiar para casos de emergencias. Una aproximación así nos ayuda a equiparar la migración observable en este estudio. Las remesas, mencionan los jóvenes, son consumidas en el gasto cotidiano de la familia, pagan la escuela de los hermanos menores, auxilian en caso emergente de enfermedades, se usan para adquirir bienes de alto costo, ampliar la casa, pagar deudas o complementar las inversiones de la familia en negocios o tierras agrícolas. Sin embargo, nuestro caso se particulariza porque la noción de transición a la adultez supone la disociación paulatina entre el joven y su entorno familiar. Con esto quiero hacer una marca para considerar que si bien la migración del joven puede ser planteada desde la familia, como núcleo social que estrategiza el beneficio de la migración de un miembro, el joven se encuentra dentro de un proceso social paralelo que lo va posicionando y/o que él mismo está accionando hacia fuera de la organización familiar. Señalar esto es de suma importancia para plantear que la migración juvenil no sólo es una estrategia calculada, sino también negociada entre la familia y el joven migrante. Como se vio arriba, antes del evento migratorio los ingresos del joven no son lo suficientemente redituables como para permitir la independencia del hogar de origen. Sin embargo, lo poco que pueda sostener de sus propios gastos o, incluso, aportar a la familia es suficiente para que su condición cambie de dependiente a contribuyente de la economía familiar y modifica su rol en la organización económica del núcleo. Mandar remesas a la familia reproduce los lazos de solidaridad económica, pero no son una responsabilidad para el joven, en tanto que los padres siguen asumiendo su rol como cabezas del hogar; los jóvenes siempre refieren esta acción como “ayudar a la familia”. Las remesas enviadas por los jóvenes no siempre son una aportación neta, constante e incondicional, sino que fungen como contribución9 de un miembro solidario. Esto no quiere decir que las remesas que envía el hijo dejen de ser centrales para la economía en el hogar, sobre todo por lo cuantiosas que son a comparación de los ingresos locales y porque efectivamente las familias consideran la migración del hijo una estrategia para ampliar los recursos familiares. El acto indispensable para que tanto el joven como la familia vean cubiertas sus expectativas de beneficio es dividir las remesas: una parte destinada para la familia (como contribución) y otra para el ahorro personal del joven. Esta división en las remesas denota una característica al parecer única de la migración juvenil como hijos de familia. En los estudios sobre migración es común reconocer que las remesas se alternan entre gastos cotidianos y de bienestar para la familia (Crummett 2001) y la capitalización o la inversión productiva (Conway y Cohen 1998) pero anteponiendo siempre el desarrollo del núcleo en conjunto. Para el caso de los jóvenes en este estudio, dividir las remesas es esencial para demostrar solidaridad con la economía familiar, a la vez que logran control sobre los recursos económicos que consiguen de su trabajo. O bien, se procura el beneficio del núcleo y del individuo de manera simultánea en un mismo evento migratorio. Sin embargo, esta estrategia del joven y de la familia no siempre tiene el efecto esperado. Estas negociaciones están sujetas también a otros factores que van más allá de los vínculos de solidaridad y tienen efecto en los recursos del joven al momento de formar una nueva familia. Para ejemplificar esta situación, propongo los casos de Cruz y Octavio a continuación.

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En su acepción de aportación económica voluntaria.

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En un primer ejemplo, Cruz es el menor de cinco hermanos varones10 (migrante a los 16). Sus padres tienen tierras de cultivo con riego, una tienda de abarrotes, una máquina trilladora que ponen en renta, una casa adicional (en la que ahora habita Cruz con su esposa) y recibieron “la ayuda” consecutiva de cuatro hijos varones migrantes. Cruz mandaba dinero sin solicitar la división de remesas pero su madre ahorró por él; así cuando regresó pensaba que no tenía más que lo que cargaba consigo mismo al llegar a La Villa, y recibió con gran sorpresa el ahorro que había generado durante tres años y sin saberlo. Con ese ahorro Cruz compró su camioneta, amuebló una casa vacía de los padres y pagó los gastos de su boda a los 19 años, poco antes de realizar una nueva estancia en Estados Unidos. Durante esa nueva experiencia en Estados Unidos sólo mandó dinero a su esposa para cubrir los gastos del parto, la manutención de la nueva familia y continuó con reparaciones en la casa que le dejaron sus padres. Así que al regreso tenía un ahorro que pertenecía a la familia y comenzó a trabajar en la localidad para mantener los gastos cotidianos. Al momento de nuestra entrevista, mencionó que no descarta la posibilidad de migrar nuevamente pero por el momento consideraba más viable trabajar en la localidad para mantener a su familia. En una situación diferente podemos citar el caso de Octavio, segundo varón de diez hijos, migrante a los 1811. Su padre tiene dos hectáreas de cultivo de temporal y unos cuantos animales de traspatio (siete chivas, dos vacas y doce gallinas), lo que constituye el único ingreso familiar. Para Octavio fue difícil realizar un ahorro personal pues al momento de ser migrante era el único hijo que contribuía al hogar. Su hermano mayor también había ido a Estados Unidos, pero para cuando él migró ya se había independizado y sólo en algunas temporadas una hermana se ocupaba como empleada doméstica en la localidad. Sobre su papel como contribuyente, señala: “Pos a eso va uno [para ayudar] sino para qué. Ya cuando sí me pedían era cuando me casé, pero está más cabrón porque le mandas a la esposa… y sí, sí se molestaban. […] pero pues uno entiende también… también por eso luego ni quieren que uno se case”. A partir de la segunda migración pudo conseguir un ahorro personal, construyó un pequeño cuarto al lado de la casa de los padres, instaló algunos muebles y compró una camioneta usada que le vendió su tío. Se casó a los 24 años y sólo hasta que suspendió las remesas familiares, para destinarlas a su nueva familia, pudo comenzar a construir una casa independiente después de la tercera migración. De acuerdo con Conway y Cohen (1998), la negociación de los recursos en el hogar puede ser mejor entendida, en esencia, por las relaciones de poder, la interdependencia y las necesidades individuales de cada miembro familiar. Los casos de arriba dan cuenta de estas condicionantes; es evidente que para algunos jóvenes es más difícil generar recursos propios cuando las exigencias de la familia se superponen a las proyecciones individuales. Para Jones (1998), las características socioeconómicas de la familia determinan el grado en que los recursos conseguidos de la migración tienen efecto sobre la economía del hogar y van determinando inequidades de ingreso en comunidades de migrantes; retomar esto aquí importa porque el antecedente de las características socioeconómicas tienen el mismo efecto sobre los recursos que el joven genera para sí mismo en la migración. Propiciando un contraste, es entendible que Cruz consiguiera una transición al matrimonio relativamente menos obstaculizada por las necesidades familiares, cuando de hecho su familia tenía otros ingresos y por tanto menos expectativa en las aportaciones

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Todos los varones migrantes. Junto con sus hermanas suman 10, es decir, 5 hombres y 5 mujeres. Cruz es el penúltimo hijo de la familia y el menor de los varones. 11 Ocho mujeres y dos varones. Octavio es el tercero de sus hermanos y el menor de los varones. Cuando se encontraba en Estados Unidos, sus hermanos mayores ya estaban casados con familias independientes.

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del hijo; mientras que Octavio llegó a percibir cierta tensión familiar cuando suspendió las remesas e incluso una oposición a su deseo de casarse. Para Crummett (2001), la migración de los hijos ha provocado que la migración como estrategia económica del hogar no se muestre tan exitosa en comparación con la migración de los jefes de familia; en efecto, los jóvenes guardan la intención de generar recursos propios y que éstos tienen proyección en el abandono del hogar o la formación de una familia. Empero, no se trata de un efecto negativo sino más complejo cuando nos concentramos analíticamente en la migración juvenil. Hasta cierto punto, la migración del joven como hijo de familia se presenta como una estrategia dual, genera recursos para la familia a la vez que permite al joven generar recursos propios. Con esto quiero señalar la importancia de observar la migración juvenil como una estrategia individual y familiar de manera simultánea; por una parte, la familia amplía sus fuentes de ingreso a la vez que propicia la independencia del hijo y, por otra parte, los jóvenes muestran solidaridad económica con el núcleo familiar a la vez que formulan un marco de salida de la organización familiar. En ese sentido, el mayor o menor impacto económico de uno o varios eventos migratorios para la familia o para el joven estará determinado por las relaciones de poder, interdependencia y de necesidades individuales que caractericen la negociación de recursos hacia adentro del hogar (en consonancia con Conway y Cohen 1998). Reflexión final Como se señaló al inicio de este documento en los distintos aportes sobre la temática migraciónjuventud, los jóvenes depositan en la migración expectativas que van más allá de lo económico. En estos aportes se identificó que para muchos jóvenes la migración no sólo es una estrategia de consecuencias económicas y que ayuda a resolver incertidumbres a futuro sino que forma parte de la experiencia misma de vivir la juventud en su momento. Quisiera mencionar entonces, que los jóvenes guardan también otras expectativas y deseos que no son menos importantes al momento de construir la decisión de migrar. La pobreza de las familias, el bajo perfil escolar y la precariedad de los ingresos son también factores que se intersectan para posicionar de manera desfavorable al joven dentro de su entorno familiar y comunitario. Por su parte, la migración internacional en La Villa es socialmente reconocida como una estrategia de subsistencia y de ahí que los jóvenes encuentren también un medio para reposicionarse socialmente y que parte de sus deseos al salir del poblado se fijen en la imagen del “migrante exitoso”. De esa manera, es entendible que no todos los recursos que el joven genera con su trabajo en Estados Unidos se destinen a resolver las carencias de la familia y las incertidumbres del mismo joven en su tránsito a la vida adulta. Una proporción considerable de estos recursos se invierten en camionetas, fiestas con los amigos, ropa y diversos aparatos electrónicos de uso personal (televisores, juegos de video, reproductores MP3, equipos de sonido, etc.). Son bienes materiales que permiten al joven expresar simbólicamente su éxito en la migración, reposicionándose entre los grupos de pares y creando vínculos de identificación con la población migrante del lugar. Señalar lo anterior importa porque nos ayuda a comprender que la migración se convierte en parte de la historia de vida, de ahí que sea el espacio social de referencia para que el joven encuentre el curso de acción y decisión sobre otros eventos en su vida. Con los casos de Mauro, Hugo, Cruz y Octavio he intentado ejemplificar este proceso de transformación en los roles sociales del joven y como giran en torno a la migración internacional; en otras palabras, la manera en que la migración internacional se vuelve parte de la condición de juventud en La Villa. Para estos jóvenes, y para otros, la migración no sólo es un evento que se entrelaza a otros eventos vitales de transición a la adultez sino que hace su función fundamental de encaminar este proceso. 12

Ahora bien, es muy importante señalar que se trata de una juventud sumamente vulnerable, así también como su proceso de tránsito a la vida adulta. Por una parte, hablar de jóvenes migrantes indocumentados nos refiere a una situación de gran preocupación: a que los jóvenes no están encontrando en su lugar de origen la vía para desarrollar habilidades y recursos personales que permitan anticiparse (u ordenar) a los eventos próximos en el curso de vida. Se trata de jóvenes que pertenecen a localidades que exigen una movilidad territorial cada vez más temprana y que dejan en duda su capacidad para asegurar la integración del joven a la vida productiva, la participación comunitaria y política. En ese sentido, se puede hablar de un entorno social más excluyente que obliga al joven a pasar esa etapa de la vida fuera de su lugar de origen; a la vez que su condición de migrantes indocumentados no permite la inserción al lugar de destino quedando en la imposibilidad de ejercer plena ciudadanía en ambos puntos donde se desarrolla su vida. Por otra parte, la migración del joven, al menos en este caso, no está desligada de la organización familiar aunque sea un proceso que invariablemente irá aconteciendo. Los recursos que genera el joven tienen la particularidad de distribuirse entre la familia y los proyectos personales; sin embargo, existen factores como la composición de la familia, la diversidad de los ingresos y las relaciones de poder e interdependencia que otorgarán o restarán potencia a dichos recursos para afectar los tiempos y las condiciones en las que se entre a la vida adulta. Si bien los jóvenes asumen la responsabilidad de enviar remesas a los padres y en muchos casos esta situación no causa conflicto a los jóvenes, es evidente que a pesar de las expectativas y metas que el joven se plantea en la migración no siempre se logran revertir todas las situaciones iniciales de vulnerabilidad. Durante el tiempo que realicé mi trabajo de campo en La Villa, la crisis financiera de Estados Unidos estaba en su peor momento. Muchos de los migrantes que retornaron en diciembre para pasar las fiestas navideñas con sus familias se mostraban preocupados porque su mercado de trabajo (la construcción) no daba señas de mejorar entrando el 2009. Algunos de ellos aseguraban que permanecerían en La Villa hasta que el panorama se mostrara favorable. Así también me daban referencias de otros tantos migrantes que decidieron no visitar La Villa porque no tenían dinero para regresar. Sin duda fue un evento económico que afectó profundamente al poblado; regularmente los meses de noviembre, diciembre y enero son una temporada del año en que los migrantes aportan una gran cantidad de dinero al poblado (con las compras para la familia, las ampliaciones al hogar, las fiestas, los regalos, etc.), pero en el invierno del 2008, también otros que prestan sus servicios o tienen negocios familiares se quejaron porque los migrantes “no se gastaba los dólares”. Entre los jóvenes la experiencia de este fenómeno era distinta. Algunos de ellos se mostraban preocupados porque se acercaba la edad de casarse pero no tenían dinero para construir una casa y pedir la mano de la novia. Otros, particularmente aquellos que estaban dejando la adolescencia, se sentían frustrados porque desde que dejaron la escuela sólo habían encontrado oportunidad de emplearse en cortas temporadas y mencionaban que la mayor parte del tiempo se la pasaban en casa o en la calle con los amigos sin hacer nada de provecho. Algunos más se sentían verdaderamente seducidos por la idea de ir a Estados Unidos, retornar con una camioneta, invitar una cerveza a los amigos y comprar todas “esas cosas que traen los migrantes”. Todos ellos tenían la intención de migrar desde tiempo atrás, pero las condiciones laborales en Estados Unidos estaban limitando la capacidad de sus familiares para facilitar el apoyo económico necesario para el traslado; y aunque algunos pudieran pagar ese traslado no lo hicieron porque seguramente sería difícil encontrar trabajo y, aun más, uno bien pagado. Aunque las motivaciones del joven para iniciar una trayectoria como migrantes son diversas, es evidente 13

que la experiencia de vida en el poblado no resultaba lo suficientemente satisfactoria de acuerdo a la perspectiva del joven. Al reconocer esto, es claro que la vida del joven migrante se encuentra en un proceso constante de vulnerabilidad. En primera instancia porque el entorno empuja hacia fuera del lugar de origen, luego, porque el antecedente socioeconómico condiciona el éxito de la migración como estrategia de vida y, finalmente, como para la mayoría de la población migrante indocumentada, porque se presentan situaciones que hacen de la migración un evento más riesgoso, costoso e incierto. Bibliografía citada Ariza, Marina (2005) “Juventud, migración y curso de vida. Sentidos y vivencias de la migración entre los jóvenes urbanos mexicanos”. En Marta Mier y Terán, y Cecilia Rabell (Coords.) Jóvenes y Niños. Un enfoque sociodemográfico. México: Cámara de Diputados LIX Legislatura - IIS - FLACSO – Porrúa Brettell, Caroline B. (2000) “Theorizing Migration in Anthropology. The Social Construction of Networks, Identities, Communities, and Globalscapes”. En Caroline B. Brettell y James F. Hollifield (editores), Migration Theory. Talking across Disciplines. New York: Routledge. Cohen, Jeffrey H. (2001) “Transnational Migration in Rural Oaxaca, Mexico: Dependency, Development, and the Household”. En American Anthorpologist, New Series. Vol. 103, Núm. 4, pp. 954-967 Cohen, Jeffrey H. (2004) The Culture of Migration in Southern Mexico. Austin: University of Texas Press Conway, Dennis y Cohen, Jeffrey H. (1998) “Consequences of Migration and Remittances for Mexican Transnational Communities”. En Economic Geography, Vol. 74, No. 1 (Jan., 1998), pp. 26-44 Crummett, María de los Angeles. (2001)“A Gendered Economic History of Rural Households: Calvillo, Aguascalientes, Mexico, 1982-1991”. Frontiers. A Journal of Women’s Studies. Vol. 22. Núm. 1, pp 105-125. Echarri Cánolas, Carlos Javier; Pérez Amador, Julieta (2007) “En tránsito hacia la adultez: eventos en el curso de vida de los jóvenes de México”. En Estudios Demográficos y Urbanos, Vol. 22, Núm. 01, pp. 43 – 77 Elder, Glen H, Jr. (2000) “The Life Course”. En Edgar F. Borgatta y Rhonda J. V. Montgomery (editores), Encyclopedia of Sociology. Second Edition. Vol. 3, pp. 1614 – 1622. New York: Macmillan Reference USA. Escobar Latapí, Agustín (2008) Pobreza y migración internacional en el México rural: un enfoque antropológico. En Agustín Escobar Latapí (coordinador), Pobreza y migración internacional. México: CIESAS Galindo, Carlos (2009) “La migración internacional en México, sus mitos y sus leyes”. En CONAPO, La situación demográfica de México 2009. México: CONAPO Hernández León, Rubén (1999) “¡A la Aventura!: Jóvenes, Pandillas y Migración en la Conexión Monterrey-Houston”. En Gail Mummert (Editora) Fronteras Fragmentadas. México: El Colegio de Michoacán. Hernández Ramírez, Jesús Alejandro (2008) “Los Jóvenes Rurales: ¿Nuevos Actores de la Migración a Estados Unidos”. En Agustín Escobar Latapí (coord.), Pobreza y Migración Internacional. México: Publicaciones de la Casa Chata. Hogan, Dennis P. y Astone, Nan Marie (1986) “The Transition to Adulthood”. En Annual Review of Sociology. 1986 Núm. 12, pp. 109-30

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