José María Esquerdo y el republicanismo radical

July 25, 2017 | Autor: E. Higueras Casta... | Categoría: Biografías
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Descripción

José María Esquerdo y el republicanismo radical1 Eduardo Higueras Castañeda Universidad de Castilla – La Mancha

Recibida la comunicación el 30 de diciembre de 2012 Aceptada por el Comité Científico el 14 de enero de 2013

La figura política del doctor Esquerdo representa las dificultades que los partidos republicanos históricos encontraron para sobrevivir en las décadas de 1890 y 1900. Esquerdo fue designado sucesor de Ruiz Zorrilla por un amplio sector de su partido. Esta herencia conllevaba el trasvase del carisma político de su antecesor y, al mismo tiempo, el liderazgo sobre una agrupación en proceso de desintegración. Su reto consistió en reorganizar y reimpulsar al partido progresista republicano como partido revolucionario, tratando de agrupar a todos los partidarios de la oposición violenta a la monarquía. Aspiraba, por ello, a encauzar la orientación radical de una buena parte de las bases republicanas. Sin embargo, al no acometer una renovación que diera respuesta satisfactoria a las nuevas demandas de dichas bases, su partido fue empujado a un pequeño espacio al margen de las uniones y fusiones que reestructuraron el republicanismo durante en el cambio de siglo. La petaca de Olózaga En enero de 1895 Manuel Ruiz Zorrilla otorgó testamento ante el cónsul español en París. En la novena cláusula del documento, el político republicano legaba en depósito a José María Esquerdo “una petaca de oro que el partido progresista regaló a don Salustiano de Olózaga en ocasión célebre”2. Esta petaca, según Vicente Álvarez y Rodolfo Llopis, tenía “tanto de histórica como de simbólica. Ha[bía] sido de Olózaga, de Prim, de Ruiz Zorrilla y de Esquerdo. Lleva[ba] consigo la jefatura del partido progresista”3. A su vez se disponía que el doctor designara un sucesor a su muerte. El receptor se convertiría simbólicamente en jefe del partido y en depositario de la tradición progresista. Pero Esquerdo falleció sin dejar un heredero político y, de hecho, su partido desapareció con él en 1912. Conviene señalar que el progresismo fue una cultura con múltiples ramificaciones, evoluciones y contactos con otros campos políticos4. Entre el partido progresista de Olózaga y el de Esquerdo media una intrincada maraña de escisiones, alianzas y transformaciones, que impiden tomar al pie de la letra la continuidad simbolizada por la petaca de oro. También el radicalismo zorrillista, una de las principales ramas que arrancan del progresismo democrático del Sexenio, discurrió por diferentes vías, sin ceñirse a los márgenes de una única organización. Aún así, el Partido Republicano 1

Este trabajo se encuadra en el programa FPU del MEC (AP2009-2610), y en el proyecto financiado por el MCINN: El republicanismo radical: anclajes sociológicos y significaciones populistas, 1854-1895, (HAR2010-16962). Asimismo, ha sido posible gracias a la atenta colaboración de los responsables de la Fundación Esquerdo y de su Archivo Histórico. 2 Clemente SÁENZ GARCÍA: “El testamento de Don Manuel Ruiz Zorrilla”, Celtiberia, 43, (1972), pp. 7-15. 3 V. ÁLVAREZ VILLAMIL. y Rodolfo LLOPIS: Cartas de conspiradores. La Revolución de Septiembre: de la emigración al poder, Madrid, Espasa, 1929, p. 19. 4 Vid. Eduardo GONZÁLEZ CALLEJA: “El cañón del “Variedades”. Estrategias de supervivencia del progresismo en el último tercio del S. XIX”, en Manuel SUÁREZ CORTINA: La redención del pueblo: la cultura progresista en la España liberal, Madrid, Universidad de Cantabria, 2006, pp. 403-425.

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Progresista de Esquerdo fue el último en considerarse depositario integral y exclusivo de esa tradición. La desaparición de esta agrupación no implicó la extinción del progresismo como cultura política. Así lo atestiguaba Álvaro de Albornoz en torno a 1918: “progresistas son, sin llamárselo, cuantos no se avienen a tener por definitivamente cerrado el ciclo de los pronunciamientos y 5 conspiraciones” . En el caso del republicanismo zorrillista tuvo lugar un fenómeno que constituye el hilo fundamental de esta comunicación. De un lado, el partido se encontraba en un claro proceso de desintegración desde comienzos de la década de 1890. La jefatura de Ruiz Zorrilla era cada vez más ineficaz en cuanto a la dirección efectiva de la estrategia política y subversiva. Sin embargo, a nivel simbólico la identificación entre los diversos núcleos de la agrupación y el caudillo revolucionario era indiscutible. El liderazgo de Esquerdo se desenvolvió sobre las mismas premisas. El psiquiatra alicantino nunca encabezó el partido en nombre propio, sino en el de su antiguo jefe. Era el depositario de su carisma y convirtió en eje de su discurso político el culto a su memoria. Por eso durante diecisiete años se esforzó en la supervivencia del progresismo como organización independiente, al tiempo que surgían nuevas agrupaciones que lo empujaban hacia una posición marginal dentro del espectro republicano. La desintegración del radicalismo zorrillista El republicanismo español experimentó durante la década de 1890 una profunda transformación que alteró la distribución de sus fuerzas6. El Partido Republicano Progresista se enfrentó durante esos años a un doble desfase. Se cuestionaba, en primer lugar, su tradicional apuesta por el insurreccionalismo militar como palanca revolucionaria. Hasta entonces habían discutido si dicho procedimiento era conveniente a toda hora o sólo cuando la opinión pública lo demandara. Ahora se debatía además si era o no suficiente. La relación con las restantes agrupaciones republicanas era el segundo problema y conllevaba el riesgo de la desaparición del partido. Los diferentes proyectos de coalición, unión y fusión proyectados en este período eran síntoma de la polarización del campo republicano en dos direcciones. De un lado se concentraban los centralistas, numerosos núcleos posibilistas y la derecha del progresismo. De otro, la izquierda progresista se aproximaba a los federales. Estos movimientos respondían tanto a los esfuerzos tácticos de cada agrupación como a un creciente deseo de unidad que partía desde las bases7. La tensión entre la supervivencia de los partidos republicanos históricos y la creciente voluntad y necesidad de renovar sus fines, procedimientos y estructuras se hizo entonces patente. La legislación del gobierno de Sagasta forzó un replanteamiento global de las estrategias y contenidos políticos del republicanismo progresista. Hasta entonces había bastado la apelación a la Constitución de 1869 y el ejemplo del gobierno progresista-democrático de 1870 como fundamento doctrinal del partido. Pero tras la promulgación del sufragio universal era difícil sostener ese programa como alternativa al sistema8. Por otra parte, la amnistía de 1891 marcó el final del período álgido del insurreccionalismo republicano. Los emigrados tras las sublevaciones de 1883 y 1886 regresaron a España. La Asociación Republicana Militar, protagonista de aquéllas intentonas, se había disuelto. A

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Álvaro de ALBORNOZ: El partido republicano, Madrid, Biblioteca Nueva, s/a., p. 155. Vid. Miguel ARTOLA: Partidos y programas políticos, 1808-1936, Madrid, Aguilar, 1977, Tomo I, p. 388; y Antonio LÓPEZ ESTUDILLO: “El republicanismo en la década de 1890. La reestructuración del sistema de partidos”, en José A. PIQUERAS y Manuel CHUST (Comps.): Republicanos y repúblicas en España, Madrid, Siglo XXI, 1996, pp. 209 y 221222. 7 Miguel ARTOLA: Partidos y programas..., p. 382. 8 Vid. José ÁLVAREZ JUNCO: El emperador del Paralelo. Lerroux y la demagogia populista, Madrid, Alianza, 1990, p. 108. 6

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ello se sumó la desaparición de algunos de los principales colaboradores de Ruiz Zorrilla, como el 9 marqués de Montemar, su representante en España . En este contexto comenzó a crecer el protagonismo político de José María Esquerdo. El alicantino conoció a Zorrilla en la época del Sexenio a través de Pedro Mata, diputado radical y profesor de medicina. Dio el salto a la política activa en la década de 1880. En la Asamblea del partido de 1887, que confirmó la ruptura de Ruiz Zorrilla y Salmerón, Esquerdo figuró con los firmantes del voto de 10 confianza al primero . Desde entonces se estrechó la relación entre ambos. De sus frecuentes visitas a París y su amistad con el jefe progresista existe una llamativa cantidad de testimonios que delatan su 11 papel en la organización progresista : todo parece indicar que Esquerdo sucedió a Montemar como 12 representante de Zorrilla . Entre 1890 y 1895 los progresistas encontraron crecientes dificultades en sus esfuerzos subversivos. 13 Tras las conferencias de Biarritz, en 1891, se acordó la suspensión temporal de la conspiración . El paréntesis fue breve: Magalhaes Lima, uno de los líderes del republicanismo portugués, contactó con Zorrilla tras el fracaso de la revuelta de Oporto. Ambos emprendieron trabajos para la proclamación simultánea de la República en España y Portugal14. Pero el proyecto se desvaneció. Zorrilla reconoció a los conspiradores portugueses que “en España no tenemos los elementos necesarios para ir al combate solos con seguridades de triunfo y prueba de ello es que siendo mis deseos dar la batalla, no la he dado ya”15. El líder progresista no se opuso a la participación electoral del partido. De hecho autorizó que su nombre figurara junto a Esquerdo, Salmerón, Benot, Pedregal y Pi y Margall en la candidatura de la Unión Republicana por Madrid para las elecciones a Cortes de 189316. Los coaligados se impusieron a los monárquicos por un margen de 27.000 a 22.000 votos. Los progresistas, además, pudieron presumir de que Esquerdo obtuviera el mayor número de sufragios en la capital. La Unión Republicana, animada por el éxito obtenido en las principales ciudades, se dispuso a repetir victoria en las elecciones municipales. Pero el Gobierno reaccionó. Los comicios se retrasaron, los censos fueron alterados y aumentaron las presiones y coacciones sobre ayuntamientos y votantes. La minoría republicana, reunida en casa de Esquerdo, decidió retirarse de las Cortes17. Inmediatamente se proyectó un movimiento insurreccional que debía dirigir el general Arolas. Pero a última hora éste se negó a encabezarlo y los planes se derrumbaron18. En febrero de 1894 la Unión Republicana se descompuso.

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Vid. Emilio PRIETO Y VILLARREAL, “Diario de Operaciones” (7 de diciembre de 1889), en Archivo Histórico Fundación Esquerdo [AHFE], Archivo Manuel Ruiz Zorrilla [AMRZ]; pp. 108-109. 10 Miguel TATO Y AMAT: Sol y Ortega y la política contemporánea, Madrid, Imprenta Artística Española, 1914, pp. 97100. 11 Vid. Isidoro L. LAPUYA: La bohemia española en París a fines del siglo pasado, París, Casa Editorial Franco-IberoAmericana, s/f., pp. 69-76; CAPITÁN CASERO: Recuerdos de un revolucionario, Valencia, F. Sempere y Compañía, s/f, 114-116, 134, 140 12 José ELEIZEGUI: D. José María Esquerdo, Madrid, Biblioteca de “España Médica”, 1914, pp. 126-127. 13 Antonio LÓPEZ ESTUDILLO: “El republicanismo…”, p. 215. 14 Esquerdo reconoció su implicación en esta conspiración veinte años después, en el Congreso de los Diputados: Diario de las sesiones de las Cortes, Legislatura de 1910-11, (10 de octubre de 1910), pp. 948-949. 15 Emilio PRIETO Y VILLARREAL: “Diario de operaciones...”, p. 176. 16 Las bases de la Unión Republicana en Álvaro de ALBORNOZ: El partido republicano, pp. 225-226. 17 Ibid. p. 218. 18 Eduardo GONZÁLEZ CALLEJA: La razón de la fuerza. Orden público, subversión y violencia política en la España de la Resturación (1875-1917), Madrid, CSIC, 1998, pp. 141-142.

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Algunos autores identifican en este momento una ruptura entre las organizaciones locales del 19 republicanismo y la dirección de los partidos . Las bases atribuyeron la desaparición de la Unión Republicana a la falta de entendimiento entre sus líderes. Sin duda, la impotencia insurreccional demostrada en los últimos años estimuló el desencanto de sus partidarios. Resulta sintomático que en 20 esos momentos Ferrer y Guardia y Alejandro Lerroux conspiraran al margen de Ruiz Zorrilla , su jefe común. Pero lo más llamativo es que no dejaran de invocar su nombre en sus proclamas revolucionarias21. Frente a la táctica del pronunciamiento militar, la sociedad secreta de los “trescientos” proyectada por Ferrer y Guardia apostaba por la renovación del repertorio de acción 22 violenta del republicanismo y la alianza con los sectores obreros . No fue un caso aislado, y tampoco el más significativo. Según el capitán Casero, Ruiz Zorrilla recibió en torno a 1894 una oferta de un grupo de inversión: se prometía una importante suma para combinar un movimiento insurreccional y una jugada a la baja en la Bolsa. Zorrilla rechazó terminantemente la proposición. Sin embargo, sus subordinados decidieron actuar por libre aceptando la operación en nombre del jefe: “Todos nuestros trabajos revolucionarios están paralizados por falta de recursos […] ¿Qué había, pues, que hacer? ¡Revolución!”23. Los ejemplos anteriores ilustran la creciente desintegración de la organización revolucionaria progresista. Dos nuevas circunstancias se sumaban a la habitual escasez de recursos. En primer lugar las transformaciones producidas en el ejército, que progresivamente lo alejaban de las luchas de los partidos al tiempo que se incrementaba su espíritu de casta24. Por otra parte se encontraron con el menguante apoyo de las masas trabajadoras, dada la incipiente competencia de socialistas y anarquistas. Esta situación obligó a tomar posición sobre la cuestión social desde la perspectiva de la oferta política, pero también respecto al modelo subversivo y el protagonismo de la sociedad civil en el mismo. Algunos republicanos jóvenes como el propio Lerroux eran partidarios de invertir el protagonismo militar del modelo zorrillista: Los revolucionarios españoles no concebían la revolución como un movimiento popular de origen civil, un alzamiento nacional de fuerzas sociales ansiosas de renovación que fuese secundado en identificación de sentimientos y aspiraciones por el Ejército. Acostumbrados a los pronunciamientos y cuarteladas del siglo XIX, creían más garantizado el éxito del movimiento si éste lo iniciaban generales y soldados sublevándose en sus cantones y cuarteles. No se pararon a considerar que, en efecto, el triunfo de la revolución estaría más garantizado, pero no lo estaría tanto el de la democracia y la libertad.25

En 1889 Esquerdo y Zorrilla se quejaban de una “colección de alocados que están conspirando en grupitos, sin sentido común, desacreditando la seriedad de nuestra causa”. El jefe progresista añadía lo siguiente: “La indisciplina es general […]. Ella matará nuestro partido”26. Esa indisciplina no hizo más que agravarse en los años siguientes. Por eso, desanimado, reconoció a Magalhaes Lima que “de

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Miguel ARTOLA: Partidos y programas…, p. 387; Antonio LÓPEZ ESTUDILLO: “El republicanismo…”, p. 221. Juan AVILÉS FARRÉ: Francisco Ferrer y Guardia. Pedagogo, anarquista, mártir, Madrid, Marcial Pons, 2006, p. 56. 21 José ÁLVAREZ JUNCO: El emperador…, pp. 105-106. 22 Eduardo GONZÁLEZ CALLEJA: La razón de la fuerza…, p. 143. 23 Carlos CASERO: Recuerdos…, pp. 160-161. 24 Eduardo GONZÁLEZ CALLEJA: La razón de la fuerza…, p. 551 y Stanley G. PAYNE: Ejército y Sociedad en la España liberal, 1808-1936, Madrid, Akal, 1977, p. 98. 25 Alejandro LERROUX: Mis memorias, Madrid, Afrodisio Aguado Editores, 1963, p. 522. 26 Ibid. pp. 71-72. 20

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España no hay que esperar nada para la República. Cuando oiga usted hablar de revolución en 27 España, diga usted que es mentira. El período de las revoluciones allí ha terminado conmigo” . En el terreno de la lucha legal la creciente dispersión y debilidad del progresismo era también patente. El País, órgano del partido, obedecía antes a los intereses de su propietario, Antonio Catena, que a los de la Junta Directiva28. En la Asamblea del Partido Progresista celebrada en 1894 se perfilaron dos fracciones enfrentadas por la conveniencia o no de acudir a las elecciones. Esquerdo consiguió 29 apaciguar a los defensores del retraimiento y durante algunos meses se prolongó una ficción de unidad. Pero la actuación de diputados como Muro, encastillado en su feudo de Valladolid, o Sol y Ortega, encasillado por Sagasta, también era un claro síntoma de autonomía respecto al partido. En estas difíciles circunstancias Esquerdo se convirtió en la principal referencia del progresismo revolucionario. Esquerdo y Ruiz Zorrilla se retiran A finales de 1893 José María Esquerdo fue elegido presidente del Casino Republicano Progresista de Madrid. Sus socios consideraban este centro como la continuación de la antigua Tertulia progresista, que se reunía en el café del Iris desde la década de 186030. En el Sexenio se convirtió en el principal centro de solidaridad partidaria de la agrupación. La dirección de esta sociedad tendía a coincidir con los cuadros del partido. Así, entre 1870 y 1871 se sucedieron como presidentes Olózaga, Prim y Ruiz Zorrilla31. El casino era, en este sentido, un órgano vital en la cultura del progresismo en su vertiente zorrillista. Con ocasión de la elección, Ruiz Zorrilla dirigió una carta de felicitación a Esquerdo en forma de manifiesto32. En ella se fijaba la posición del partido frente a los problemas que consideraba más apremiantes. Su contenido marcaba una clara línea de continuidad respecto a sus manifiestos de 1888 y 189233. Todos ellos constituyen un intento por clarificar la doctrina del partido y presentarse como una alternativa frente a la Restauración. En el de 1892 Zorrilla escribía: “No he inventado una nueva moneda, pero he demostrado evidentemente que la corría era falsa”34. Quizás sea la mejor síntesis de su contenido, donde lo prioritario era la crítica a la ilegitimidad e inmoralidad de la monarquía restaurada. En líneas generales, los tres manifiestos reproducían los ideales de Unión Ibérica y alianza de las naciones latinas. Apelaban al martirologio progresista (“los héroes de nuestras guerras civiles”, los militares fusilados en 1883 y 1884, etc.) y reproducían el culto a sus manes (los legisladores de Cádiz, Prim, Espartero). El enfrentamiento a la Iglesia era un asunto menor, pues sólo había existido en la medida en que Roma amparaba a la reacción e impedía la normalización del liberalismo, de la democracia y de la plena autonomía del Estado en su esfera de atribuciones. Para Zorrilla, el papado de León XIII permitiría esa normalización. El manifiesto reproducía la ilusión de un ejército del 27

Luis BONAFOUX: "República en ciernes y macarrones con queso", en Los españoles en París, París, Sociedad de Ediciones Louis – Michaud, s/a, p. 284. 28 Según Lerroux: “El País no podía seguir siendo tal órgano, porque era un instrumento personal de Catena”, Alejandro LERROUX: Mis memorias..., p. 572. 29 Antonio LÓPEZ ESTUDILLO: “El republicanismo…”, p. 223. 30 Sobre la Tertulia Progresista: Carlos CAMBRONERO: Las Cortes de la Revolución, Madrid, La España Moderna, s/f, p. 187; y Jordi CANAL: “Ruiz Zorrilla (1833-1895): De hombre de Estado a conspirador compulsivo”, en Isabel BURDIEL y Manuel PÉREZ LEDESMA (Coords.): Liberales, agitadores y conspiradores, Madrid, Espasa, 2000, p. 271. 31 La Correspondencia de España, 9 de marzo de 1870. El Imparcial, 15 de enero de 1871. 32 Un resumen en El Liberal, 11 de enero de 1894. 33 Pueden consultarse en Pedro GÓMEZ CHÁIX: Ruiz Zorrilla, el ciudadano ejemplar, Madrid, Espasa, 1934, pp. 163-176, 178-191 y 196-200. 34 Pedro GÓMEZ CHÁIX: Ruiz Zorrilla…, p. 188.

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pueblo que siguiera el ejemplo de Riego. En este terreno, proponía la igualación de las diferentes armas en un solo sistema de ascensos y la creación del servicio militar obligatorio. Las novedades tenían que ver con el posicionamiento ante la cuestión social y el anarquismo, la crítica al parlamentarismo y la relación con los restantes partidos republicanos. Sobre el primer problema, utilizaba la fórmula “cuestiones sociales” para negar la lucha de clases. Se comprometía a regular el trabajo infantil y de las mujeres, mejorar la higiene de sus viviendas, a instaurar jurados mixtos, estimular las cooperativas, la instrucción profesional gratuita, a garantizar el asilo para ancianos y a 35 introducir indemnizaciones por invalidez . Frente a los anarquistas, predicaba la “guerra sin cuartel”. Al mismo tiempo, se declaraba partidario del sistema presidencialista, basado en un Ejecutivo fuerte por encima del parlamento y una clara separación de poderes. En relación a las uniones republicanas, su propuesta era “plegar banderas” hasta el día del triunfo sin necesidad de un programa compartido. La lucha contra el enemigo común constituía la única base necesaria para sostener la unión. Respecto a la lucha legal, la entendía como un complemento de la revolución, pero exigía que los partidarios de la primera no estorbaran a la conspiración. Con algunos matices, este fue el programa político defendido por Esquerdo durante toda su trayectoria política. Era un proyecto democrático de orientación liberal y reformista, que descansaba en el viejo dogma progresista de la soberanía nacional. Proponían la intervención del Estado en materia laboral, en la esfera educativa y en la mejora de la producción a través del crédito agrícola y otras medidas de estímulo. En las intervenciones del alicantino tan sólo se perciben diferencias de grado y preferencias sobre algunas cuestiones: la crítica al caciquismo, al parlamentarismo, la inmoralidad de los “restauradores” y la preocupación por las clases obreras36. En 1894 Esquerdo reunía los cargos de diputado a Cortes, concejal por Madrid, presidente de la Tertulia, de la Asamblea progresista, miembro de su Junta Directiva y representante del jefe revolucionario. Aparecía por tanto como el principal valor del partido por debajo de Ruiz Zorrilla. Pero aún así no era una posición verdaderamente firme: los progresistas vivían una profunda crisis que se agudizó extraordinariamente a lo largo del año siguiente. Ruiz Zorrilla padecía una dolencia cardiaca que se agravó en febrero de 1895. El doctor Esquerdo se trasladó a París en compañía de Cayo Alonso, pariente del enfermo, en cuanto recibió la noticia. Allí, en contra de la opinión de los médicos que le trataban, decidieron trasladarle inmediatamente a España. No sólo buscaban alejarlo de la crudeza del clima parisino: Esquerdo creía que el enfermo necesitaba descansar de sus preocupaciones políticas, recuperar la moral, restablecer el ánimo hundido por los fracasos revolucionarios y la reciente muerte de su mujer. Zorrilla anunció su retirada de la política37. Al día siguiente iniciaron el regreso con destino a La Pileta, la finca del doctor Esquerdo en Villajoyosa. Durante las semanas siguientes dio muestras de un cierto restablecimiento. El retorno de Ruiz Zorrilla a España tras dos décadas en el exilio era un acontecimiento que la prensa siguió con atención. Pero fue El País quién apostó más claramente por explotar de forma sensacionalista el viaje del enfermo38. Durante el año anterior el periódico progresista había trazado una imagen de Zorrilla que contrastaba con las posiciones legalistas del partido39. Esa imagen, como constató Álvarez Junco, fue fundida con la de Esquerdo, recibiendo éste el tratamiento reverencial que antes se dedicaba al jefe. El doctor y Federico Vidaurreta representaban la tendencia revolucionaria en 35

Un análisis sobre estos aspectos en Javier DE DIEGO ROMERO: Imaginar la República. La cultura política del republicanismo español, 1876-1908, Madrid, CEPC, 2008, pp. 142-143. 36 Vid. José ELEIZEGUI: D. José María Esquerdo…, pp. 108-112. 37 Su carta de despedida en Pedro GÓMEZ CHÁIX: Ruiz Zorrilla…, pp. 229-230. 38 Vid. José ÁLVAREZ JUNCO: El emperador…, pp. 101-103. 39 Como ejemplo, Vid. Ernesto DE LA GUARDIA: “Ruiz Zorrilla y su obra”, en El País, 11 de marzo de 1894.

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la Junta directiva de la agrupación . Durante la enfermedad de don Manuel y hasta su muerte, Lerroux y la redacción del País alimentaron esa línea, centrándose en “La herencia de Ruiz 41 Zorrilla” . Dicha herencia, ante todo revolucionaria y radical, debía pasar íntegra a Esquerdo y por tanto a la izquierda del partido que lo ensalzaba. No faltaron voces que interpretaron los cuidados de Esquerdo como una estrategia para alcanzar el liderazgo de los progresistas42. Para evitar suspicacias el doctor renunció a todos sus cargos en las instituciones y en el partido43. Pero su retirada perjudicó claramente al sector revolucionario de cara a la inminente Asamblea General. Así lo explicaba Vidaurreta: Alejado el jefe de momento por la situación en que se encuentra, y siguiéndole el Doctor en su apartamento del partido, queda éste, y los amigos, en un completo abandono y sin que el más lince pueda precisar a donde podrá ir a parar, pues tras el escándalo que se avecina, viene la imposibilidad de ir dignamente a ninguna parte. El partido progresista desaparece. Las personalidades que en él figuran son refractarias a las corrientes revolucionarias y por tal concepto antipáticas a la mayoría del partido. En su consecuencia ninguna de ellas puede figurar como jefe ni como lugarteniente. El único que podría satisfacer las necesidades es el doctor44.

La Asamblea confirmó la ruptura del Partido Republicano Progresista. Todas las tensiones arrastradas durante los últimos años se concentraron en el debate sobre el procedimiento. La Junta Directiva, controlada por los moderados, pretendía garantizar la participación en las elecciones sin renunciar a la vía revolucionaria. Los partidarios del retraimiento y la conspiración como procedimiento único, se refugiaron en la autoridad moral de Esquerdo, ausente, y de numerosos veteranos de las sublevaciones de 1883 y 1886. Según Álvarez Junco se libraba una lucha soterrada por la jefatura del partido entre dos contendientes principales: Muro y Esquerdo45. López Estudillo apunta que el conflicto fundamental, bajo el pretexto del retraimiento, consistía en la polarización del partido en dos direcciones: la aproximación hacia los centralistas de Salmerón, por parte de la derecha, y la formación de una alianza revolucionaria y radical junto a los federales46. La izquierda consideraba que la participación electoral de los progresistas sólo beneficiaba a los centralistas. El procedimiento único era la fórmula que les permitía atacar a los diputados y disputarles el control de la Junta Directiva. Por ello sostuvieron que dicha Junta era ilegítima por no representar la verdadera opinión del partido. Pero más importante aún era contar con el favor de Ruiz Zorrilla, que permanecía silencioso en su retiro: “Haga la izquierda lo que le dé la gana, que lo haga la derecha igualmente; pero que a mí se me deje en paz”47. Esquerdo no dejó de recibir solicitudes de reingresar en la política activa: “Poca mella me hacían las instancias de estos señores, alguna la de 40

Vidaurreta confesaba al secretario de Zorrilla: “Esa junta directiva […] sucumbirá porque la guerra está declarada y ya no hay consideración posible. […] A Esquerdo y a mí se nos ha hecho una guerra sistemática. […] Trabajaremos por la revolución y el retraimiento”. Carta de Federico Vidaurreta a José Artola (28 de marzo de 1895), AHFE, AMRZ, Exilio 37, C 46. 41 Lerroux reconoció en sus memorias que “todo aquello de testamento político lo habíamos inventado los periodistas”. Alejandro LERROUX: Mis memorias..., p. 256. 42 Vid. Carta de Lerroux a José Artola (4 de marzo de 1895), AHFE, AMRZ, Exilio 37, C 46. 43 El Liberal, 2 de marzo de 1895. José ELEIZEGUI: D. José María Esquerdo..., p. 160. 44 Carta de Vidaurreta a José Artola (26 de febrero de 1895), AHFE, AMRZ, Exilio 37, C 46. 45 José ÁLVAREZ JUNCO: El emperador…, pp. 108. 46 Antonio LÓPEZ ESTUDILLO: “El republicanismo...”, pp. 223-225. 47 Carta de Ruiz Zorrilla a Mariano Vela (17 de mayo de 1895), AHFE, AMRZ, Exilio 37, C 46. En el mismo sentido Carta de José Artola a Muro (19 de mayo de 1895), AHFE, AMRZ, Exilio 37, C 43.

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otros políticos de medio porte: los que me destrozaron el alma […] son unos cuantos amigos de levita y muchos, muchísimos de americana y chaquetón”. El doctor, siguiendo el ejemplo de Zorrilla, siguió 48 al margen, mientras observaba los acontecimientos con pesimismo: “Esto se desploma” . La partida la ganó la derecha por estrecho margen. La izquierda se declaró desligada de la Junta y, en consecuencia, sus representantes fueron expulsados del partido. Éstos, concentrados en torno a El País, se reorganizaron y apelaron a los comités y periódicos republicanos progresistas para reconquistar la agrupación desde las bases. En pocos meses los partidarios del retraimiento recuperaron terreno. La derecha se fusionó con los posibilistas de Morayta y dos pequeños núcleos 49 independientes en un Partido Republicano Nacional . La izquierda inició la reorganización del Partido Republicano Progresista estimulando la creación de nuevos comités y eligiendo directiva. Esquerdo no participó en este proceso que se desarrolló a cobijo de su nombre, al ser proclamado presidente honorífico de la mayor parte de los nuevos organismos progresistas. La izquierda, pese a todo, no formaba un grupo homogéneo. La asamblea destapó al menos dos orientaciones en el seno de este sector. La primera, claramente radical y popular. La segunda, en cambio, desconfiaba de una unión revolucionaria que no inspirara confianza a las clases acomodadas, a la “opinión neutra” y a los jefes del ejército. Así explicaba un militante madrileño lo ocurrido: En primer lugar esos 15 o 20 señores [la derecha] daban al partido fuerza moral y en ellos veían las clases acomodadas, dentro de la democracia ciertas garantías, como las veía la parte militar: esos señores que han sido muy ladinos y de muy mala fe, durante las sesiones, han sabido guardar las formas; mientras los leales […] obrando bien en el fondo, desconocían la forma: por desgracia la opinión neutra gusta más de la segunda que del primero. Respecto a los que han de venir a la Unión republicana, hay mucho que hablar: de los Centralistas ni uno; puesto que se compone el partido de unos cuantos señores de levita, que son muy honrados, muy caballeros; pero que no irán a parte alguna que no sea el Congreso de los Diputados; De los federales pueden venir muchos; tiene su partido grandes masas; pero están muy contaminados de socialismo y si bien pueden, un día dado, dar un gran contingente; de lo que ellos sumen hay que restar la invencible antipatía que el ejército les tiene; y cómo he creído y sigo creyendo […] que el pueblo sólo no ha de llegar a la meta, esta es la causa de no ver con gran entusiasmo esa pretendida concentración de masas, muy útil si fueran subordinadas: pero, no siéndolo, pueden llegar a constituir un estado de desconfianza50.

La reserva frente al “socialismo” de los federales y el deseo de asegurar el favor del ejército y las clases acomodadas eran típicamente progresistas. Pero ahora chocaban con la voluntad de consolidar una reagrupación de los republicanos orientada inequívocamente a la revolución. En este sentido, la izquierda progresista consiguió el apoyo de los federales orgánicos para formar una Alianza Revolucionaria. La nueva coalición logró, de paso, escindir al Partido Republicano Federal, hasta 51 entonces el mejor organizado. Un amplio sector se integró en ella desoyendo a Pi y Margall , a pesar de los recelos de buena parte de los mismos progresistas. La consolidación de un liderazgo inestable En noviembre de 1895 Esquerdo, al fin, asumió la jefatura del Partido Republicano Progresista. Una nueva Asamblea aprobó un acuerdo por el cual le conferían “un ilimitado voto de confianza para adoptar en todo momento la actitud que su estado físico o las circunstancias políticas le impongan o 48

Carta de Esquerdo a Artola (3 de marzo de 1895), AHFE, AMRZ, Exilio 37, C 46. Miguel ARTOLA: Partidos y programas… p. 289. 50 Carta de Santiesteban a Artola (6 de abril de 1895), AHFE, AMRZ, Exilio 37, C 47. 51 Miguel ARTOLA: Partidos y programas..., p. 391. 49

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aconsejen”, excitándole al mismo tiempo “a ponerse al frente del partido” . Esquerdo agradeció la 53 nominación pocos días más tarde y resumió su proyecto político en seis puntos: “El culto a la memoria de Ruiz Zorrilla, el amor a la Patria y al Ejército, el anhelo por la revolución y por la fraternidad republicana y el retraimiento electoral”54. Hasta entonces Catena, Lerroux, Mariano Vela y Pedro Gómez Gómez habían ejercido la dirección. Su propósito era situar al psiquiatra en una posición honorífica. Por ello, el reto de Esquerdo consistía en lograr el control efectivo, reanudar la conspiración y redefinir la relación con los restantes partidos republicanos. Durante 1896 logró avanzar hacia el primer objetivo, reforzando su posición en la Junta en detrimento de Catena. Como 55 contrapartida tuvo que sufrir los ataques de El País . Ese mismo año se planteó una nueva Unión Republicana. Como en anteriores ocasiones, la fórmula del pacto permitía la dualidad de procedimientos y la subsistencia de las organizaciones peculiares de cada fracción. Pero al cabo de un año la coalición estalló por diversos frentes. El País abrió fuego denunciando la inutilidad de la Unión y la incompatibilidad de sus líderes. Los nacionales, por su parte, propusieron una Fusión Republicana que rápidamente aceptaron los centralistas de Salmerón y otros núcleos independientes. El proyecto fue rechazado por los progresistas y los federales, que volvían a formar un frente común. Pero esa posición les costó un fuerte debilitamiento: el nuevo equilibrio de fuerzas favorecía ahora a la Fusión56. Ante los progresistas había un doble desafío: en primer lugar, el proyecto de partido único. Desde un punto de vista interno el problema era la actitud de El País. La Junta del partido trató de apartar a Catena de la dirección del periódico. El propietario, por su parte, lo desvinculó del partido. En consecuencia, los prohombres del republicanismo progresista fundaron El Progreso. Esquerdo inició 57 la suscripción adquiriendo cuatro acciones por 250 pesetas cada una . Pronto tuvo que realizar nuevos desembolsos para reflotar una empresa condenada a la ruina58. Frente al reto que suponía la Fusión Republicana, apeló a los dirigentes y órganos del partido pidiendo su opinión sobre la ruptura de la Unión. Su objetivo era fijar definitivamente su posición en la agrupación. Junto a la circular a los comités y personalidades progresistas, incluyó varios paquetes de fotografías. En ellas aparecía su busto junto al de Ruiz Zorrilla59. Procuraba recordar, una vez más, que Ruiz Zorrilla le había designado heredero político. Por ello representaba la última voluntad del antiguo caudillo y simbolizaba lo mismo que aquél había representado: la tradición progresista, la revolución. El fotomontaje hizo efecto. Desde los comités hacían explícita su veneración por el viejo revolucionario y le reconocían en Esquerdo: “no puede ni debe V. apartarse del puesto de honor y de peligro que le confiara y legara nuestro queridísimo e inolvidable Don Manuel, cuyos manes y los de Prim y Espartero desde sus tumbas le contemplan a V”60. Los prohombres del partido se mostraron partidarios de iniciar un repliegue y alinearse con los federales. Manuel Carande, prócer del progresismo en Palencia, expresaba su indignación con 52

José ELEIZEGUI: D. José María Esquerdo…, p. 161. Vid. El País, 2 de diciembre de 1895 y 29 de diciembre de 1895. 54 José ELEIZEGUI: D. José María Esquerdo…, p. 161. 55 Vid. Santiago JAÉN MILLA: “Antonio Catena Muñoz: propietario y fundador de El País, el gran diario republicano de la Restauración” en Elucidario, 7 (2009), pp. 155-168; y José ÁLVAREZ JUNCO: El emperador…, pp. 115-116. 56 Miguel ARTOLA: Partidos y programas…, pp. 391-392. Antonio LÓPEZ ESTUDILLO: “El republicanismo…”, pp. 227228. 57 José ÁLVAREZ JUNCO: El emperador…, p. 117. 58 Cartas de José Mª Esquerdo a Buades (24 de diciembre de 1911), y de José Mª Esquerdo a Antonio (25 de diciembre de 1911) en AHFE, Archivo José Mª Esquerdo Zaragoza [AJMEZ], Fondo B, Copiador de Cartas. 59 Las contestaciones se encuentran en AHFE, AJMEZ, Fondo B, correspondencia política, 4. 2. 60 Carta de José Mª Ortiz a Esquerdo (16 de febrero de 1897), AHFE, AJMEZ, Fondo B, correspondencia política, 4. 2. 53

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centralistas y nacionales y apostaba por obstaculizar la Fusión “Esos que blasonan de apóstoles, me resultan anticristos: les estorba la organización ajena para crear la que su codicia necesita […] Es 61 preciso hacer que esas tendencias no arraiguen . Carande apostaba por “la unión revolucionaria” de progresistas y federales como aspiración de los “verdaderos republicanos”, y como dique frente a “la 62 fusión evolucionista que pondrán empeño en realizar nuestros comunes enemigos” . Desde Salamanca, Celso Romano coincidía en la condena de la Fusión: el pueblo va viendo y verá cada día con mayor claridad que la garrulería del partido único con abdicación de principios es la añagaza relumbrona y que nuestra actitud es la que verdaderamente responde a sus […] actuales de expansión y de ejecución inmediata de aquello que todos nos proponemos […] ¿Pactar con ellos…[los federales]? A ciegas, querido Doctor 63.

Dado que la Fusión exigía la disolución de la organización interna de cada partido, los progresistas temían quedar subordinados a los “hombres de levita” que integraban los partidos de la derecha. Esos hombres eran reacios a seguir el rumbo revolucionario que progresistas y federales, con distintos matices, se marcaban como prioridad. En este sentido, Esquerdo intentó sin éxito avanzar por los mismos cauces que su antecesor. Lerroux recordaba cómo: En Villajoyosa, donde el doctor tenía propiedades y de donde era oriundo, se había instalado el general Mariné, héroe de la última guerra con los carlistas, que le servía a modo de jefe de Estado Mayor. En Madrid del rodeaban oficiales y subalternos procedentes de los movimientos militares del 83 y el 8564.

Sus esfuerzos, sin embargo, fueron estériles. Un informe policial consideraba que el doctor tenía por costumbre “suponer que est[aba] en inteligencias con militares de prestigio”65. Pero apenas daba credibilidad a sus manejos revolucionarios, que no consideraban como una verdadera amenaza subversiva. Las dificultades de los partidos republicanos para comprometer al ejército no habían dejado de incrementarse. En este sentido, Esquerdo chocó con los obstáculos que habían provocado la crisis del progresismo zorrillista porque, de hecho, se enfrentaba a los mismos retos con idénticos métodos. Hacia finales de siglo se sucedieron nuevos síntomas de descomposición en el partido. El Progreso desapareció bajo el peso de las deudas y las constantes denuncias. La agrupación se quedó sin voz propia a escala nacional. La incapacidad de organizar un movimiento insurreccional defraudó a muchos de sus partidarios. Todo ello llevó a replantear la necesidad de hallar una fórmula de coalición republicana. En mayo de 1900 se celebró una nueva Asamblea progresista66. Su objeto era discutir su integración en la nueva Unión Nacional. Tal iniciativa englobaba a la Fusión Republicana, a los esquerdistas y a los núcleos encabezados por Sol y Ortega, García Ladevese y Lupiani, es decir, a la mayor parte del partido democrático-progresista antes de la ruptura de 188667. El proyecto se aprobó por aclamación68, pero la Unión no dio lugar a un partido unificado, como deseaban Muro y Azcárate. 61

Carta de Manuel Carande a Esquerdo (24 de marzo de 1897), AHFE, AJMEZ, Ibid. Carta de Manuel Carande a Esquerdo (16 de marzo de 1897), AHFE, AJMEZ, Ibid. 63 Carta de Celso Romano a Esquerdo (s/f), AHFE, AJMEZ, Ibid. 64 Alejandro LERROUX: Mis memorias…, p. 516. 65 Según el informador, Esquerdo había declarado a sus íntimos “que la venida del General Arolas [tenía] por objeto ponerse de acuerdo con Generales Berges y Canellas para recabar del General Weyler una resolución decisiva” en sentido revolucionario. Informe policial, s/f, Archivo General de Palacio, Cajón 18, Exp. 4. 66 El País, 27 de abril de 1900. 67 El País, 17 de mayo de 1900. 68 El Liberal, 14 de mayo de 1900. Un sector del partido, encabezado por Lerroux y Ezequiel Sánchez se posicionó contra de la Unión por considerar sus “bases poco radicales y progresivas”, pero finalmente votaron a favor. Vid. El País, 14 de mayo de 1900. 62

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Los progresistas, de nuevo, se empeñaron en mantener una organización y programa independiente . En 1901 se plantearon nuevamente participar en las elecciones. Esquerdo, partidario del retraimiento, 70 se opuso a la Junta del partido . En consecuencia, decidió renunciar a su jefatura: Fundo dicha renuncia en la discordancia existente entre la mayoría de la citada Junta y el que suscribe, aquélla partidaria de la lucha electoral de Diputados a Cortes, que en este momento ha terminado, y un servidor, partidario de la abstención, por considerar impolítica nuestra presencia en las cortes destinadas a proclamar la mayoría de edad de Alfonso XIII71.

Su carta emplazaba a los progresistas a elegir un nuevo jefe. Junta Central decidió no admitirla y reiteró su adhesión incondicional al doctor72. Desde entonces Esquerdo conservó formalmente la jefatura, pero delegó sus funciones en la Junta del partido. Sólo de forma intermitente, cuando su precario estado físico se lo permitía y las circunstancias lo aconsejaban, retomaba el ejercicio de su 73 cargo . Esquerdo y la Conjunción Republicano – Socialista La primera década del S. XX confirmó la reestructuración del republicanismo y la crisis de los partidos históricos. Las principales líneas en este proceso partieron de los años anteriores hacia un desenlace definitivo: la proyección de una nueva Unión Republicana que superara los viejos antagonismos y la polarización de los republicanos en dos tendencias. De un lado quedó el republicanismo radical, de orientación revolucionaria, con raigambre progresista en su vertiente más popular. Su expresión más clara fue el Partido Radical de Alejandro Lerroux, que trató de renovar los mecanismos partidistas para el encuadre y movilización de masas. En el otro extremo se formó el partido reformista de Melquíades Álvarez, heredero del demokrausismo y de las posiciones representadas por los antiguos centralistas y la derecha progresista74. La implantación del partido se había reducido notablemente en los últimos años del siglo XIX. La inexistencia de un órgano de prensa nacional, el retraimiento y el declive físico de Esquerdo, fueron factores que acentuaron su invisibilidad. Pero esa invisibilidad no equivale a irrelevancia. La agrupación consiguió sostener una estructura nacional vinculada una red de centros políticos en provincias y periódicos locales. Esta estructura mantuvo el frágil pulso del progresismo durante la primera década del siglo. El apoyo a la Federación revolucionaria75, los homenajes a Ruiz Zorrilla, la oposición a la Solidaridad Catalana76, las campañas contra los impuestos de consumos77, el apoyo a 78 personalidades como Joaquín Costa o Basilio Paraíso , o el respaldo a candidaturas republicanas 69

Una reseña sobre el origen y desarrollo de la Unión, desde la perspectiva de Muro, en “Discurso de Muro” en Las Dominicales, 20 de febrero de 1903. 70 Cuando el Directorio de la Unión Republicana ofreció a Esquerdo la candidatura por Madrid, el alicantino la rechazó por su “decidido propósito que hac[ía] años formó de no ser diputado en unas Cortes monárquicas”, Vid. “La candidatura republicana”, en El Liberal, 24 de abril de 1901. 71 “La Abdicación de Esquerdo”, en El País, 31 de mayo de 1901. 72 Vid. El Liberal, 23 y 24de junio de 1901. 73 En 1903 Esquerdo declaró que “no ejer[cía] hace tiempo la jefatura de su partido, si bien su Junta Directiva no le había aceptado la dimisión que presentó”. “Respuesta de Esquerdo”, en El País, 3 de marzo de 1903. Tras asamblea del partido de mayo de 1907 se decidió crear una comisión que se ocupara de la jefatura “por el quebrantado estado de salud del Sr. Esquerdo”, Vid. El Imparcial, 23 de mayo de 1907. 74 Manuel SUÁREZ CORTINA: El gorro frigio. Liberalismo, Democracia y Republicanismo en la Restauración. Madrid, Biblioteca Nueva, 2000, pp. 243-244. 75 El País, 2 y 18 de enero de 1903. 76 El Imparcial, 23 de mayo de 1907. 77 El Imparcial, 23 de noviembre de 1905. 78 Paraíso se declaró partidario de Esquerdo en 1903, y en 1907 participó en la Junta Central del Partido progresista. Vid. El País, 22 de febrero de 1903, y El Imparcial 21 de mayo de 1907. Sobre las aproximaciones de los progresistas a Joaquín

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ajenas al partido sirvieron como objetivos a corto plazo para mantener la movilización de sus bases. De este modo se entiende que las sucesivas coaliciones republicanas reclamaran a los progresistas su 80 concurso . En 1909 el partido abandonó el retraimiento y demostró que su implantación y capacidad movilizadora no era despreciable. La represión de la Semana Trágica consiguió reunir a todas las fuerzas políticas contrarias al Gobierno de Maura. La campaña antimaurista concentró una amplia oposición que englobaba fuerzas dinásticas, como los seguidores de Moret y Canalejas, antimonárquicas y socialistas. En este contexto se formó la Conjunción Republicana - Socialista, integrada por la mayor parte de los partidos republicanos, incluido el progresista. La principal novedad fue el apoyo del Partido Socialista, que abandonaba su tradicional rechazo a la colaboración 81 con partidos burgueses . En las elecciones a Cortes de 1910 la Conjunción alcanzó un considerable éxito. La candidatura por Madrid, integrada por Pérez Galdós, Esquerdo, Azcárate, Salmerón, Soriano, Melquíades Álvarez y Pablo Iglesias logró una amplia mayoría82. Los 41.939 votos del alicantino, sólo superados por Galdós, confirmaban su popularidad en la capital. No está claro por qué el partido progresista decidió abandonar el retraimiento. Probablemente Esquerdo apreció la coyuntura de 1909 como un momento crítico para la monarquía española, como lo era en el caso de Portugal. La creencia de que la predecible caída de los Braganzas implicaría la de los Borbones era generalizada83. La oposición a Maura pudo hacer concebir a los republicanos que podrían arrastrar a los liberales de Moret hacia sus posiciones84. Por otra parte, la incorporación de los socialistas a la Conjunción reforzaba un sólido frente antimonárquico. Además, el ingreso en la coalición no significaba una renuncia a los nombres, organizaciones ni tradiciones de sus partidos. Por último, para la realización de sus fines se predicaba tanto la acción electoral como la revolucionaria. Para ello, la Conjunción creó un comité revolucionario cuya presidencia recayó en Esquerdo. El viejo revolucionario escogió como colaboradores a Pablo Iglesias y a Melquíades Álvarez. Pero la actividad de este centro apenas se dejó sentir. Es muy probable que asistieran económica y logísticamente a los republicanos portugueses antes de la revolución de octubre de 191085, que derribó a la monarquía. A fines de 1911 el doctor, acompañado de Melquíades Álvarez, viajó a Lisboa para asistir a la inauguración del Centro Escolar Democrático. Pocos meses más tarde citaba al asturiano, junto a Pablo Iglesias y Joaquín Salvatella “para informarle[s] de un asunto referente a Portugal”86. Según sus noticias “los monárquicos portugueses [iban] a intentar un nuevo movimiento, y nos interesa

Costa Vid. Carta de Joaquín Costa a Esquerdo (5 de junio de 1908) y carta Esquerdo a Joaquín Costa (8 de junio de 1908) en Archivo Provincial de Huesca, [En línea:] http://servicios3.aragon.es/opac/app/results/ahph?q=Esquerdo+Joaqu%C3%ADn+Costa [Consultado 30 de diciembre de 2012]. 79 El País, 11 de agosto de 1903. 80 Los progresistas, al igual que los federales, rechazaron integrarse en la Unión Republicana de 1903. Sin embargo, Esquerdo dio libertad a sus partidarios para asistir a la Asamblea de la Unión, y ofreció su apoyo a la misma. Vid. El País, 3 de marzo de 1903, Las Dominicales, 6 de marzo de 1903 y El Globo, 3 y 6 de marzo de 1903. 81 Vid. Antonio ROBLES EGEA: “La Conjunción Republicano-Socialista: una síntesis de liberalismo y socialismo”, Ayer, 54, (2004), pp. 97-127. 82 José ELEIZEGUI: D. José María Esquerdo…, p. 162. 83 Vid. Hipólito DE LA TORRE: Antagonismo y fractura peninsular. España-Portugal 1910-1919. Espasa, Madrid, 1983, pp. 161-162. 84 Sobre la apertura de Moret hacia los republicanos Vid. Carlos FERRARA: La frontera democrática del liberalismo: Segismundo Moret (1838-1913), Madrid, Biblioteca Nueva, 2002, pp.297-302. 85 Hipólito DE LA TORRE: Antagonismo y fractura…, pp. 161-163. 86 Cartas de José Mª Esquerdo a Joaquín Salvatella, Pablo Iglesias y Melquíades Álvarez (22-12-1911), AHFE, AJMEZ, Fondo B, copiadores de cartas.

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grandemente que los republicanos de la frontera lo eviten”87. La consolidación de la República Portuguesa, en su opinión, era fundamental para las opciones de los republicanos españoles. Para Esquerdo, esas opciones eran claras, cuando ocho días antes de morir se preguntaba: “¿Proclamaremos la República en lo que resta de año? Yo creo que sí”88. Tras la desaparición de Esquerdo, sus seguidores ofrecieron a Melquíades Álvarez la jefatura de la 89 agrupación . El político asturiano, sin embargo, pondría en marcha poco tiempo después el Partido Reformista, en el que se integraron los progresistas que no habían optado por el Partido Radical. Esta división reflejaba las dos tendencias que dividieron a la agrupación de Ruiz Zorrilla en 1895, y también las que resultaron de su crisis de 1901, cuando Lerroux formó la Federación Revolucionaria junto a un grupo de disidentes federales y acentuó su independencia respecto a los cuadros del 90 progresismo . A modo de epílogo: personalismo, radicalismo y reformismo Pedro Gómez Cháix consideraba que el Partido Republicano Progresista no era un partido personalista. Lo desmentía el hecho de que esta agrupación “sobreviv[iera] a Ruiz Zorrilla diecisiete años” con Esquerdo al frente. Además “no podía ser personalista un partido que representaba la gloriosa tradición liberal española nacida en las inmortales Cortes de Cádiz”91. Considero, por el contrario, que esos mismos argumentos permiten definirlo como un partido personalista. Ante sus seguidores, Ruiz Zorrilla personificaba la tradición progresista. Sus seguidores entendían esa tradición como la lucha “en pro de la libertad primero, de la libertad y de la democracia más tarde, y hoy de la 92 libertad, de la democracia y de la República” . Se consideraban protagonistas de la revolución en su marcha hacia el progreso y contra la reacción. Por eso podían identificarse en cada capítulo de la revolución española desde la Constitución de Cádiz. Para ellos Zorrilla simbolizaba ante todo esa lucha: la rebeldía permanente contra la reacción. Pero más allá de su identificación con un jefe indiscutible, el partido se caracterizaba por una notable heterogeneidad que su muerte ayudó a poner de relieve. Esquerdo heredó un partido en claro proceso de desintegración. La polarización del conjunto del republicanismo, las demandas de unidad republicana, el declive del insurreccionalismo y la necesidad de modernizar sus estructuras, métodos y fines fueron las principales causas de la crisis de los partidos republicanos históricos. Este proceso culminaría entre 1908 y 1912 con la aparición de los partidos radical y reformista. Mientras tanto, el Partido Republicano Progresista se fue estrechando en torno a la personalidad de su jefe. El político alicantino fue, ante todo, el heredero de Ruiz Zorrilla, y logró que la agrupación conservara su existencia independiente a costa de alimentar la memoria de aquél líder, manteniendo vivo su carisma. Esquerdo, en política, simbolizó el legado de Ruiz Zorrilla y lo que éste representaba para sus seguidores. Para todos ellos ese legado se sintetizaba en la idea de revolución. Pero cada sector leyó de forma diferente qué revolución debía hacerse.

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Carta de Esquerdo a Cesáreo Tizón (24 de diciembre de 1911), AHFE, AJMEZ, op. cit. Carta de Esquerdo a Castrovido (6 de enero de 1912), AHFE, AJMEZ, op. cit. 89 Maximiano GARCÍA VENERO: Antagonismo y fractura… pp. 258-259. 90 Alejandro LERROUX: Mis memorias…, p. 354. Manuel SUÁREZ CORTINA: El gorro frigio... p. 292. 91 Pedro GÓMEZ CHÁIX: Ruiz Zorrilla..., p. 242. 92 “Carta de Ruiz Zorrilla” en El Liberal, 11 de enero de 1894. 88

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