José María Coma Fort (Zaragoza 1969-Madrid 2015), en Annaeus 12 (2015) (Prepublicación)

July 7, 2017 | Autor: Bernardo Periñán | Categoría: Law, Roman Law, University
Share Embed


Descripción

JOSÉ  MARÍA  COMA  FORT  (Zaragoza  1969-­‐Madrid  2015)     Bernardo  Periñán  Gómez   Universidad  Pablo  de  Olavide,  de  Sevilla         Una necrológica imposible El 17 de febrero de 2015 amaneció soleado, aunque frío, en Sevilla. El día invitaba al trabajo sereno en casa, donde uno se blinda de la administración universitaria en muy contadas ocasiones. El escritorio dispuesto y la mente clara eran un excelente panorama con el que comenzar la nueva jornada. Sólo el timbrazo del teléfono en el silencio de la mañana rompió la paz de aquel martes. A éste le siguieron horas infinitas, sabiendo solamente que se había ido un amigo del alma, de verdad querido y admirado. Dejo para mi fuero interno el detalle de ese tiempo sin fin, de un día gélido en Madrid hasta regresar a Sevilla, sabiendo que uno está más solo ahora, que no podrá siquiera pensar en llamar o escribir a quien tan generoso y leal fue en vida. Quizá por eso estas líneas imposibles -desde la ingenua creencia de que lo malo les ocurre siempre a otrospequen de irregulares, tal vez porque sean un medio de aceptación de la realidad para quien las escribe, aunque siga amaneciendo soleado en Sevilla y las jornadas se sigan abriendo a la paz del espíritu. Leo en orden inverso los diecisiete mensajes de correo electrónico que conservo de José María Coma. El más antiguo es de 2012, los anteriores habrán ido cayendo en las limpiezas obligadas de los buzones de entrada. En todos esos mensajes, como en el centenar de cartas y envíos que habré recibido de él desde 1994, hay un denominador común: su amistad constante y su disposición a ejercer como tal. Envíos de trabajos, planificación de Seminarios y Jornadas, visitas a Sevilla o Madrid, comunicación de eventos romanísticos, consejos bibliográficos, pero también algo de fútbol y apoyos personales. En las cartas manuscritas, la letra menuda y cuidada, y siempre el recuerdo para la familia, porque no era la nuestra solamente una relación profesional. Los dos habíamos decidido ser amigos y tratarnos como tales desde muy pronto. Como amigo de José María, sabías que tenías que respetar su amplia esfera de intimidad y simplemente disfrutar de lo muchísimo que también compartía: la desafección a la Universidad burocrática, la descreencia en los sistemas de promoción profesional o la vaciedad del mundo académico; además de ello y más importante también compartía  

1  

con enorme generosidad el orgullo por sus hijos y las naturales preocupaciones que todos tenemos, que José María solía aplacar corriendo en una cinta del gimnasio. Su sonrisa era franca y abierta. Para mí era también una persona divertida, como cuando contaba episodios de su paso por el ejército o hablaba con el acento cheli de los chorizos que pululaban por el metro de Madrid en los años 80 y 90. Pero José María Coma hablaba y seguirá hablando por sus escritos, sin pompa ni teatralidad impostada, con una prosa elegante, directa y moderna desde el más hondo clasicismo. Sin circunloquios, no concebía perderse en rodeos que llenasen páginas sin contenido. A mano, su letra mínima daba idea de su carácter reflexivo, scripta manent, pero también del respeto por el lector de una simple nota o una carta. Comedido en sus palabras y actitudes públicas, mostraba sin embargo en privado un sentido del humor franco, escéptico ante las verdades de los hombres, y una determinación que debía proceder de su linaje aragonés. José María era en este sentido claro como el agua a la hora de calificar o adjetivar su percepción la realidad, lo que resultaba desconcertante para un andaluz acostumbrado a los matices. Debo decir, en honor a la verdad, que era difícil hacerle cambiar de opinión, por lo que había que conformarse con moverle hacia la duda, con retrasar una decisión o un juicio precipitado.

José María y la Universidad José María Coma Fort era la Complutense y ojalá se pudiera decir lo mismo en sentido contrario, porque la Institución -la Universidad española en general y su otrora Universidad Central, como ejemplo de lo peor y lo mejor de todas las demás- estaría ya justificada. En cierta manera, personajes como mi amigo son la esperanza de un sistema en el que sus servidores estamos obligados a navegar entre la burocracia sobrevenida y los cambios normativos, como si fueran la marea y los vientos que nos zarandean día tras día. Por ello, si la Universidad en España produce investigadores y profesores como José María Coma, puede decirse que en algo funciona. Otra cosa es ver la apuesta personal que hay detrás de todo ello, en detrimento de ofertas más tentadoras de los sectores “productivos” o de vidas menos esforzadas. También eso debe quedar al margen de estas páginas. Hasta en su aspecto exterior, elegante y siempre prudente, era mi querido colega el mejor embajador universitario: parecía hecho para habitar la planta séptima del edificio de Derecho en la Ciudad Universitaria o la Sala de Juntas de su Facultad, donde  

2  

apenas un año antes de su muerte había recibido el Premio Rafael Altamira. Afable con todo el mundo, su espacio natural era su despacho -impoluto y extremadamente ordenado- y la biblioteca de su Departamento, con el legado de Ursicino Álvarez Suárez en las cuidadosas manos de este bibliófilo vocacional. En cuanto a su progresión profesional, puede afirmarse que José María -Profesor Titular de Universidad desde 1998- no dio gran importancia a su acreditación como Catedrático de Universidad a principios de 2014, no al menos ante quienes errábamos en pos del mismo objetivo. De nuevo la elegancia. Pero para él era más bien el alivio que la meta, la alegría de dejar a un lado las aplicaciones informáticas que se le resistían, como a casi todos. Sus amigos, sin embargo, celebramos esa acreditación como un acontecimiento, sabíamos que él era ya uno de los grandes nombres del Derecho romano en nuestro país, donde tan necesitados estamos de personas que nos sitúen a la vanguardia de Europa, también en este campo1. Su talante humano y su respetabilidad científica iban a ser un gran beneficio para la romanística española en general, sobre todo porque él mismo no se daba esa importancia que a veces oscurece el prestigio académico, más que iluminarlo.

José María y los libros Al comenzar su carrera profesional, José María ya destacaba por su dedicación, pero también como discreto y atento colaborador en las actividades científicas que organizaba su maestro, Javier Paricio, quien le había dado clase en la Licenciatura y supo ver las enormes cualidades que albergaba aquel joven ilusionado a quien apasionaba el Derecho romano2. Con un brillante expediente de Licenciatura, José María navegaba entre las fuentes y la doctrina para elaborar su tesis doctoral, como hacíamos todos. Así era cuando lo conocí en 1994. Sin embargo, el paso del tiempo y su inmenso esfuerzo lo acabaron convirtiendo en un investigador con personalidad propia, con una clara vocación por las cuestiones bibliográficas o historiográficas, donde acabó por encontrar un terreno en el que brillar como especialista. Bibliografía e historiografía

                                                                                                                1  “El   mejor   romanista   español   de   su   generación”,   lo   llama   Alfonso   Castro   Sáenz   en   el   obituario  

publicado  en  El  País  del  25  de  febrero  de  2005.     2  Javier   Paricio   escribió   la   primera   de   las   notas   necrológicas   dedicadas   a   José   María,   publicada   en  El   Mundo  del  20  de  febrero  de  2015.  

 

3  

fueron siempre en él dos vocaciones latentes: dos vertientes de la creatividad que se explican la una a la otra, y viceversa, en las que por fortuna tuvo tiempo de consagrarse. En cuanto a la bibliografía, las principales fuentes de conocimiento del Derecho romano fueron el objeto fundamental de su interés. José María se ocupó de los aspectos menos tratados de las fuentes capitales, por su vida interna, por su estructura editorial o su viaje en el tiempo, aproximándose gradualmente a empresas de mayor dificultad. Aunque nunca lo expresó de este modo, de su obra se deduce que los aspectos contextuales son también textuales, que un libro no es sólo lo que contiene, sino cómo lo hace. Así, el diferente grado de evolución filológica y editorial permite entender de verdad el texto y su influencia. El punto de partida en este complejo planteamiento hay que situarlo en su misma tesis doctoral, más tarde publicada como monografía: El Derecho de obligaciones en las res cottidianae (Madrid, Fundación Seminario de Derecho romano “Ursicino Álvarez”, 1996). Esta obra vino a cubrir una laguna en la investigación tanto en el Derecho obligaciones, como en el estudio de las res cottidianae, combinación de la que deriva la originalidad de esta obra temprana. A ello siguió la traducción anotada del Epitome Gai (Madrid, Fundación Seminario de Derecho Romano "Ursicino Álvarez”, 1996), realizada al alimón con su condiscípulo y amigo José-Domingo Rodríguez Martín. Ambos, Cástor y Pólux del Derecho romano complutense bromeaban a menudo sobre su común obsesión, Gayo y su tradición, campo al que los dos se acercaron casi simultáneamente por distintas vías hasta convertirse en verdaderos expertos. Pero el libro que da a conocer a José María Coma como un romanista diferente, por su altura de miras y lo elevado de sus objetivos -más allá del inmediato sexenio o del socorrido publish or perish- es el Índice comentado de las colecciones de fuentes del Corpus Iuris Civilis (Pamplona, Aranzadi-Thomson Reuters, 2008). Éste es un libro que prefigura la categoría científica del autor como verdadero erudito de la Ciencia jurídica (me imagino su risa al escuchar estas cosas), pero que corría el riesgo de llevarlo a la incomprensión de sus contemporáneos. Así se lo advierte el prologuista, Prof. PérezPrendes, que es el primero que se refiere a él como “orfebre del silencio”, cuando le avisa del riesgo de que su obra quede relegada a un “cajón de sastre donde un traje bien cortado vale menos que varios trapos remendados”, aludiendo al rédito superior de la producción estratégicamente ordenada -con el fin último de ser evaluado en lo inmediato- por burócratas que cuentan páginas y leen los libros sin siquiera abrirlos. Afortunadamente, no se cumplió el presagio del maestro, lo que algo bueno dice  

4  

también del sistema, quizá no tan ciego o tan torpe como pensamos a menudo, no en su caso al menos. El punto de llegada en esta línea de investigación fue su trabajo sobre el Código Teodosiano: Codex Theodosianus. Historia de un texto (Madrid, Dykinson, 2014), editado por la Universidad Carlos III. Como dice el propio autor respecto a sus fines, “se trata, en definitiva, de que el lector pueda saber lo que se esconde tras una cita del Código Teodosiano en una época concreta.” Un objetivo claramente expresado y un medio: el trabajo de José María Coma durante más de cinco años en que esta obra ocupó su fecunda vida académica. El eco de la monografía puede verse ya en algunas recensiones, pero vendrán otras muchas y perdurará en la romanística europea durante mucho tiempo. Siendo una obra cardinal en la producción jurídica española del s. XXI, el libro se ve de otra manera con los ojos de José María, porque lo más importante para él, con toda seguridad, eran las palabras dedicadas a su familia o la foto de portada, que hicieron sus hijos. Porque la vida de José María no era el Derecho romano, y hacía bien, era su familia. Las instituciones de Gayo, el Corpus Iuris Civilis y el Código Teodosiano, nada menos que los tres pilares del conocimiento del Derecho romano, fueron las referencias de investigación de nuestro querido amigo. Sin embargo, a José María Coma no le resultaba suficiente conocer los textos y su historia, sino que además quería conocer a los autores del Derecho, a las personas que como muchos de los lectores de estas líneas y como él mismo, dieron vida a las bibliotecas en distintos momentos históricos. Quizá ésta era una manera de comprender mejor las fuentes y su transmisión, pero también un modo de rendir tributo a los que se consagraron a la Ciencia jurídica. Con este fin, dedicó trabajos a personajes tan distintos y distantes como José Finestres, reformador de la Universidad en época de Felipe V3, al historiador del Derecho Paulo Merêa4 y a Edoardo Volterra5. En el entorno de la historiografía, fue realmente grato para él colaborar con los Prof. Carlos Petit, de la Universidad de Huelva, y Manuel Ángel Bermejo, de la Universidad Carlos III, en distintos Proyectos de reconstrucción

                                                                                                               

3    José  Finestres  y  Cervera:  el  ensayo  de  reforma  universitaria  de  Felipe  V,  en  e-­‐LHR.  3  (2006)    

  4  De   Lisboa   a   Varsovia:   una   aproximación   de   Manuel   Paulo   Merêa   al   concepto   de   Derecho   romano  

vulgar  occidental,  en  e-­‐LHR.  0  (2005)     5  Edoardo  Volterra  y  la  Collatio:  ochenta  años  después,  en  SCDR.  20-­‐21  (2007-­‐2008)  pp.  111  ss.      

 

5  

biográfica de profesores españoles de Derecho6. Muy señaladamente, brilla con luz propia en este campo su ensayo titulado Skrik7. Recuerdo haberlo leído por primera vez en el AVE, camino de Sevilla después de una jornada de trabajo en la que José María me lo había entregado. Acabé rendido ante la fuerza de un relato que superaba lo historiográfico, no sólo porque en él se da cuenta de la peripecia vital de varios romanistas alemanes de origen judío ante la persecución nazi, sino porque se mezclan en ese trabajo, a mi modo de ver, las mejores virtudes profesionales y personales de José María Coma: erudición y temperamento.

José María y los alumnos La Facultad de Derecho de la Universidad Complutense cuenta con un foro, en su página web, donde los alumnos se expresan con absoluta y entera libertad sobre los profesores. Con unanimidad, no se registra en ese foro el más mínimo comentario negativo sobre José María Coma. Es más, abundan los términos elogiosos aludiendo a la calidad de su labor docente y, muy especialmente, a su talante personal, que los alumnos valoraban especialmente en una asignatura especialmente compleja y de primer curso. No es sorprendente. Desde el principio, José María se propuso ser el mejor profesor posible, aunque una cierta timidez le llevase a optar por un modelo clásico de magisterio, alejado del legítimo “codo con codo” con el estudiante, que era sobre todo el objeto de un enorme respeto por su parte. No en vano, se sabía funcionario docente, aunque le apasionase la creación del conocimiento a través de la investigación. Los estudiantes de Grado no podían, es claro, acceder a los resultados de investigación de quien estaba a tanta altura científica, pero seguramente vislumbraban esa sabiduría en quien sabía cambiar la seda por el percal y llevar adelante un grupo numeroso de estudiantes recién llegados a la vida universitaria.                                                                                                                 6  Muy   especialmente,   colaboró   José   María   en   el   Diccionario   de   Catedráticos   españoles   de   Derecho,  

encargándose   de   las   siguientes   voces:   Juan   Arana   de   la   Hidalga,   José   Arias   Ramos,   Juan   Antonio   Bernabé  y  Herrero,  Francisco  de  Paula  Blanco  y  Constans,  Gregorio  Burón  y  García,  Felipe  Clemente   de   Diego,   José   Domenech   y   Coll,   Carlos   Ramón   Fort,   Leopoldo   García-­‐Alas   y   García   Argüelles,   Leopoldo   García-­‐Alas   y   Ureña,   Luis   Gestoso   Tudela,   Wenceslao   González   Oliveros,   Juan   de   Hinojosa   y  Naveros,  José  Antonio  de  Isasa  y  Valseca,  y  José  Santa  Cruz  Teijeiro.     7  Skrik,  en  SCDR.  16  (2004)  pp.  157  ss.  J.M.  Pérez-­‐Prendes,  en  una  semblanza  dedicada  a  José  María   en   El   Cronista   del   Estado   Social   y   Democrático   de   Derecho   50   (Febrero   2015)   pp.   4   s.,   explica   el   probable   origen   del   título   de   este   trabajo,   haciendo   referencia   a   una   reproducción   del   cuadro   de   Edvard   Munch   que   estuvo   en   el   Instituto   de   Metodología   e   Historia   de   la   Ciencia   Jurídica   de   la   Facultad  de  Derecho  de  la  Universidad  Complutense.            

 

6  

Me permito reproducir uno solo de esos comentarios dedicados por los estudiantes de forma anónima: “Me gustaría tener las palabras exactas para señalar al Profesor que más me ha gustado desde que inicié mis estudios de Derecho. Un auténtico sabio y un caballero que se acerca a los alumnos. Aún con la clase llena hasta la bandera, no nos trató como números, sino como a personas y se preocupaba por nosotros. Todavía me saluda si me cruzo con él por los pasillos y se interesa por cómo me van las cosas.”8 El propio José María lo expresó en una entrevista, realizada por Gonzalo Cruz, a lo que poco se puede añadir: “Como ya aconsejaba Quintiliano, que no consideren la enseñanza como un servicio, sino como signo de afecto hacia sus alumnos. El papel de transmisores de un conocimiento secular es uno de los más altos honores a los que puede aspirar una persona.”9

Ahora no puedo hablar A los usuarios de teléfonos móviles nos resultan familiares estas palabras, una respuesta automática que ofrece el menú del iPhone cuando se recibe una llamada y no se está en condiciones de conversar. Ésas, desgraciadamente, fueron las últimas frases que dediqué en vida a mi amigo y colega José María Coma Fort, que me anunciaba que por fin tenía WhatsApp. Habíamos intentado contactar en los primeros días del año, cargados de niños y, por tanto, de intranquilidad para mantener un diálogo normal. Siempre estuvo a mi lado, desde hace 20 años, para casi cualquier cosa profesional o personal. Tesis, oposiciones, bodas, nacimientos de hijos y actos académicos, lo que fuera. Todo mezclado, porque las personas no funcionamos por compartimentos estancos. Eso mismo fue la reunión informal con otros colegas que estuvimos en Palencia en 2013. Trabajo y risas, afectos y complicidades reforzadas. No hacía falta hablar, a estas alturas. “¡Qué alto nos estás poniendo el listón!”, le espeté en más de una ocasión. Él le quitaba importancia, pero seguía sumido en el trabajo constante. José María era el padre de Pablo y María, el marido de Esther, el profesor amable y cercano, el seguidor del Real Madrid, el deportista de fondo, el bibliófilo, el colega de quien presumir dentro y                                                                                                                 8  http://derechoucm.foroactivo.com/t166-­‐coma-­‐fort-­‐jose-­‐maria  

2015)    

(Consultado   el   15   de   junio   de  

http://www.ius360.com/entrevista/entrevista-­‐de-­‐derecho-­‐romano-­‐jose-­‐maria-­‐coma-­‐fort   (Consultado  el  15  de  junio  de  2015)  

9

 

7  

fuera de España, el erudito generoso, el amigo jovial, desprendido y visceral. Por eso fue un privilegio compartir con él veinte años de ambos. Porque su sangre maña le daba fuerza y raza para darse como persona, aunque en la timidez y fragilidad física aparente, el abrazo fuese siempre más enérgico por parte del andaluz efusivo y exagerado en el que uno puede reconocerse. Había que mirar en el fondo de esos ojos vivísimos para descubrir la ironía, la emoción, la indignación, la rabia, la verdad de un compañero irrepetible a quien quería de corazón. No llamé a José María aquel siete de enero de 2015. Había perdido el Madrid con el Atleti y no estaría de humor. Ahora no puedo hablar.

 

8  

Lihat lebih banyak...

Comentarios

Copyright © 2017 DATOSPDF Inc.