Johann Joachim Winckelmann: La historia del arte en la antigüedad dentro de la historiografía de la ilustración, 1764

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Descripción

johann joachim winckelmann: geschichte der kunst des alterthums, o
la historia del arte en la antigÜedad, 1764

Yeidy Luz Rosa Ortiz
Diciembre 2015


It is not my intent either to be silent or to
explicate broadly the works which made
Winckelmann famous, for the world knows them
enough; for the first among them will always be
his history of art, a classic despite its
shortcomings, because it pointed the scholarship
of antiquity towards its proper direction, it
gave it back its utility and dignity, which were
until him tainted with pettiness and excessive
learnedness. He enlightened the shadows of
antiquity with the light of his system, and his
genius set one of those torches on fire which
will forever light the way of scholarship and
time.
-Stanisław Kostka Potocki, On the
Art of the Ancients or The
Polish Winckelmann, 1815[1]

Introducción: Johann Joachim Winckelmann
Johann Joachim Winckelmann (1717-1768) posó, a lo largo de sus
cincuenta y un años, para cinco artistas. El primero fue Anton Raphael
Mengs, quien pintó a Winckelmann en su década de los treinta y con una
copia de La Ilíada en sus manos. Le seguirían Angelica Kauffmann, Antonio
Canova, y el danés Peter Als, hasta que, en 1768, Anton Maron pintaría el
último retrato de Winckelmann. Bustos del clasicista alemán se encontraban
en museos a lo largo de Europa, era admirado y halagado por Goethe y Hegel,
y se le refiere en ocasiones como "el padre de la historia del arte", "el
padre de la arqueología", y "el padre de los clásicos". Inclusive, aquellos
que opinan que Schliemann es el padre de la arqueología, proclaman que
Winckelmann lo es también, si bien nunca participo de una excavación.[2] Su
Geschichte der Kunst des Alterthums, o Historia del Arte en la Antigüedad,
inicialmente publicado en alemán en 1764, fue traducida al francés,
italiano, polaco e inglés, formando parte de la historiografía de la
ilustración; repleta de exaltaciones a la libertad y a la nación en un
momento en que el deseo insaciable de ambas arrasaba por Europa y las
Américas. En este ensayo historiográfico, se examinará la vida, educación,
obra y legado de Winckelmann, ubicando su Historia del Arte en la
Antigüedad en dicha historiografía de la ilustración del siglo XVIII.

La educación de Winckelmann
Según los relatos sobre los años de formación de Winckelmann, la
educación de éste —al menos hasta los 31 años de edad— fue una desdichada,
impuesta y laboriosa. Parecería que el joven Winckelmann se vio obligado
una y otra vez a dedicar sus esfuerzos a materias que no le interesaban.
Hijo de un zapatero de Stendal, Prusia, al momento de comenzar como
aprendiz en el taller de su padre, es sorprendido con una beca de la
iglesia Luterana donde participaba del coro. El rector de la iglesia, quien
se estaba quedando ciego, le ofrece esta beca a la familia de Winckelmann
porque necesitaba de alguien para asistirle en la lectura de los textos. Es
así que Winckelmann descubre los clásicos griegos que le apasionarán el
resto de su vida. Sin embargo, lo que siguieron fueron años de estudios
lejos de estos; dos años de estudios en teología en la Universidad de
Halle, estudios en medicina y matemática en la Universidad de Jena, y cinco
años dirigiendo el colegio local de Seehausen, cerca de su ciudad natal,
donde no se enseñaba griego.[3]
Que no se enseñase griego en colegios de Alemania —o el resto de
Europa— en el siglo XVIII, venia tramándose desde el saqueo de Roma por el
ejército de Carlos V en 1527.[4] Desde entonces, el estudio del latín
había reemplazado el del griego; preferencia establecida desde la región
que hoy es Italia, y que se propagó rápidamente al resto de Europa. Perdido
quedó, casi por completo, el conocimiento de la influencia directa de lo
griego sobre lo romano.[5] En Alemania, los líderes de la Reforma —Lutero,
Melanchthon, y el suizo Zwingli— habían recibido una educación que incluía
los clásicos. Estos defendían la enseñanza del griego en universidades como
la de Wittenberg, y Lutero mismo dictaba cátedras sobre la dialéctica y
física de Aristóteles. Sin embargo, no pasó mucho tiempo antes de que éste
se percatara que la enseñanza de los clásicos griegos y el escolasticismo
iban en contra de su teología y de la iglesia reformada.[6]
Para el tiempo en que el joven Winckelmann se educaba, en 1731,
Johann Matthias Gesner (1691-1761) publica su Chrestomatia Graeca en
Göttingen, donde éste invita a la academia, más allá de imitar modelos
latinistas, a examinar textos en griego y en latín por igual; valorando los
textos griegos y llevando a cabo cursos de griego, fuera de tan solo el
necesario para complementar estudios en teología. Con esto, el interés en
el clasicismo griego comienza a despertar nuevamente en Alemania, y puede
considerarse un precursor a lo que luego inauguran Winckelmann, Lessing y
Goethe. [7]
En 1748, a los 31 años de edad, Winckelmann es ofrecido el cargo de
bibliotecario en la biblioteca del Conde von Bünau en Dresde, donde piensa
que al fin tendrá la oportunidad de dedicarse a sus estudios clásicos. No
obstante, la plaza requería que Winckelmann sirviese de investigador y
escritor en una historia monumental del pueblo alemán; cuatro enormes
volúmenes habían sido completados para ese año, sin aun haber llegado al
año 1000 e.c.[8]
Winckelmann permaneció en la biblioteca del Conde von Bünau en Dresde
los siguientes seis años, y durante su estancia conoció al pintor y
escultor Adam Friedrich Oeser, quien motivó a Winckelmann a escribir sobre
el arte, y al Cardenal Archinto, Papal Nuncio a Augusto III, quien ayudó a
Winckelmann a llegar a Roma en 1756. Como producto de su colaboración con
Oeser, Winckelmann publica en 1755 el panfleto Reflexiones sobre la
imitación del arte griego en la pintura y escultura, donde el autor
establece su concepto de los antiguos griegos como un pueblo moralmente
superior, cuyas creaciones artísticas y literarias son insuperables.[9]
Para llegar a Roma, y poder observar el arte griego que allí se hallaba,
Winckelmann se convierte al catolicismo con las esperanzas de así facilitar
su acceso a las instituciones de dicha ciudad. El arqueólogo Gilbert
Bagnani, escribiendo en 1955 sobre Winckelmann y este segundo renacimiento
expresa que:
Su posición es la de un verdadero romántico. [Winckelmann] se enamora
de los griegos por instinto y justifica su amor con argumentos. El
pobre niño sajón está verdaderamente enamorado del mundo mediterráneo
de cielos claros reflejados en el mar azul, la arena de la costa donde
añora recostarse y escuchar la risa de las olas y el canto de las
cigarras, o pasear por los olivos y limoneras, llenos de fragancia que
lleva la suave brisa. Él añora la vida fácil del cálido sur, donde
siempre es primavera y donde hombres tienen el placer de pensar bellos
pensamientos.[10]


Según Bagnani, Winckelmann se enamora, más que con el arte o la literatura
griega, con el estilo de vida griego. En 1763, radicado ya permanentemente
en Roma, en momentos cuando hallazgos arqueológicos acontecían en las
ciudades vesubianas de Pompeya y Herculano, Winckelmann escribe que "[u]no
se malacostumbra aquí; pero Dios me debía esto; sufrí demasiado en mi
juventud."[11] Un año más tarde, en 1764, Johann Joachim Winkelmann
publicará la obra por la que será reconocido dentro de la historia del
arte, la arqueología, los estudios clásicos, y el movimiento filhelénico
del segundo renacimiento del siglo XVIII, Geschichte der Kunst des
Alterthums, o Historia del Arte en la Antigüedad.


La Historia del Arte de la Antigüedad de Winckelmann, 1764
Previo a Winckelmann, escritos sobre la historia del arte estaban
limitadas a catalogaciones de colecciones reales y biografías; de esta
última categoría, la más reconocida sería Le Vite de' più eccellenti
pittori, scultori e architettori da Cimabue insino a'tempi nostri, o La
vida de los más excelentes pintores, escultores, y arquitectos desde
Cimabue hasta nuestros tiempos, de Giorgio Vasari, publicada en Florencia
en el 1550. La obra de Vasari, quien también fue pintor y arquitecto,
consiste de una colección enciclopédica de biografías de 132 artistas
renacentistas —entre estas, cuatro mujeres— culminando con una extensa
autobiografía. Estas biografías eran acompañadas por un tratado sobre
técnicas de producción artística, y una variedad de anécdotas y
chismografías sobre los artistas que Vasari conocía, y sobre los que no
conocía o vivieron en siglos anteriores. Vasari comienza con las biografías
de Cimabue, Giotto y Duccio, quienes él describe como los que sacan al arte
de la oscuridad del Medioevo en el siglo XIII.
La obra de Winckelmann, dos siglos más tarde, no solo rompe con este
modelo vasariano, pero constituye lo que Arnaldo Momigliano define, al
hablar de la historia de la antigüedad, como una "reforma" o "revolución en
el método histórico" que ocurre en el siglo XVIII, cuando los métodos y
enfoques del campo anticuario se incorporan a la práctica histórica.[12]
Según la definición de Momigliano en torno a los desarrollos del método
histórico, éste argumenta que, en la Grecia del siglo V a.e.c., escritores
que se enfocaban en historia política, como Thucydides, experimentaron una
bifurcación con escritores que se enfocaban en otros temas; cualquier otro
tema que no se estudiaba de manera cronológica, sino sistemática, tal como
los estudios anticuarios.[13]
Momigliano afirma que esta separación continuó en la historiografía
occidental hasta el siglo XVII, momento en que la historia política y
religiosa, vista más como propaganda, comienza a producir desconfianza.
Momigliano explica que esta desconfianza fue acompañada por la duda sobre
si la verdad histórica era posible. Los métodos anticuarios —sistemáticos y
estáticos; sincrónicos y diacrónicos—, a diferencia de los históricos
—cronológicos y dinámicos; enfocados en el cambio—no habían sido abusados
ni habían producido dudas; estas no se enfocaban en explicar y analizar
como la historia, sino a recolectar, describir y clasificar. [14] Es aquí
que entra La Historia del Arte de la Antigüedad a la historiografía sobre
la antigüedad. En su obra, Winckelmann aplica el método histórico de
explicar y analizar objetos y textos clásicos que se recolectan, describen
y clasifican con el método anticuario.[15]
La Historia del Arte de la Antigüedad de Winckelmann que fue
inicialmente publicada en alemán en 1764, fue continuamente revisada,
inclusive después de la muerte de Winckelmann, utilizando los apuntes que
había dejado sin publicar. La obra consiste de dos tomos; cuatro libros que
cubren el arte egipcio, etrusco, y, principalmente, griego y romano. Como
ya había definido temprano en su educación, Winckelmann consideraba la
antigua Grecia como insuperada e insuperable, y el arte de la antigua
Grecia como el más alto ideal del arte.[16] Para Winckelmann, sólo a través
de la imitación de los griegos se podía llegar a la belleza estética, y las
copias romanas no eran más que degradaciones de originales griegos.

Por primera vez en la historia del arte, Winkelmann hace la
distinción entre arte griego y arte romano, y, más aun, en base a
observaciones estéticas y el contenido intelectual de la obra de acuerdo a
los antiguos textos griegos. Organiza las obras dentro de periodos
cronológicos y estéticos, y así como periodiza la historia de Grecia y Roma
en el arco de alza y caída, Winckelmann también periodiza al arte —pintura,
escultura, arquitectura y monumentos, entre otros— de acuerdo a este arco;
desde la subida, hasta momento climático, hasta su decadencia. Winckelmann
defendía la autonomía del arte, y argumentaba que la estética se regía por
sus propias leyes, así como Grecia antigua el Imperio Romano.[17]
Desde el titulo del primer capítulo sobre el arte griego, Winckelmann
establece su preferencia: Los fundamentos y causa del progreso y
superioridad del arte griego sobre todas las otras naciones. Winckelmann
nos expresa que este es el principal propósito de su obra, y que, por ende,
este "exige una minuciosa investigación que no solo comunica datos para su
instrucción, pero también principios para su práctica."[18] Como detalla
Winckelmann, su obra está dividida en cuatro partes: la primera, una
introducción que trata sobre el avance y la superioridad griega; la
segunda, sobre su "esencialidad"; la tercera, su alza y decadencia, y, la
cuarta, la parte mecánica del arte.[19]
Winckelmann atribuye la superioridad de Grecia antigua a dos
fenómenos específicos: la libertad que experimentaba el pueblo griego, y,
sobre todo, el clima idóneo del que gozaba la región. Winckelmann argumenta
que las temperaturas moderadas de Grecia constituían su superioridad —y la
superioridad de su arte—, y que el clima "parió una disposición para el
disfrute; esto, a su vez, causó la invención de juegos y festivales; y
ambas nutren su arte."[20] Winckelmann cita una antigua oda, atribuida a
Simonides o a Epicharmus, que los cuatro primeros deseos de los griegos, de
los cual Platón cita tres, son (1) la salud, (2) la belleza, y (3) la
"riqueza honesta", y, (4), que no cita Platón, la felicidad.[21] En
esencia, Winckelmann proclama, a lo largo de su obra, que la libertad que
experimentaban los griegos les facilitó el poder observar cuerpos desnudos,
jóvenes y bellos mientras hacían deporte al aire libre —porque la
temperatura era perfecta—, y que los artistas podían observar los sujetos
de sus obras gozando de esta libertad; llevando esa belleza a sus obras.
De esta manera "la naturaleza bondadosa, el corazón gentil, y su
disposición hacia el disfrute —cualidades que se atribuyen completamente a
las bellas y agradables imágenes que diseñaron, como la naturaleza hizo a
la producción de la forma, [l]a historia nos convence que este era su
carácter."[22] Palabras que abundan al Winckelmann describir al pueblo
griego son: libertad, independencia, nación, estado libre, humanidad,
constitución, gobierno, y de sentimientos nobles y elevados; todas
resonantes con el periodo de ilustración en la que vivía Winckelmann.
Winckelmann pregunta, en su introducción, "¿Cómo es posible, mientras
existen tratados en todos los otros departamentos del conocimiento, que los
principios del arte y de la belleza han sido investigados tan poco?"[23] La
respuesta, misma de Winckelmann, alude al romanticismo, donde los
sentimientos van por encima de cualquier uso de la razón, que caracteriza
la figura del autor, declarando que:
La culpa, lector, se encuentra en nuestra resistencia indolente e
innata a pensar por nosotros mismos, y en la filosofía escolástica. Por
un lado, las obras de arte antiguas se han visto como bellezas que uno
nunca espera poder apreciar completamente, lo que fácilmente nos excita
la imaginación, pero no tocan nuestro corazón; y las antigüedades han
dado ocasión para su exhibición y lectura únicamente, pero han nutrido
muy poco, o nada, al entendimiento. Por otro lado, la filosofía se ha
practicado y enseñado principalmente por aquellos que, de leer las
obras de sus predecesores sombríos, les queda poco espacio para los
sentimientos, sobre los cual han desarrollado una cutícula insensible,
y hemos sido llevados, consecuentemente, por un laberinto de sutilezas
metafísicas y palabrería, que han principalmente servido el propósito
de producir grandes libros, asqueando el entendimiento.[24]

Lo que sigue es un estudio detallado sobre (1) lo esencial en el
arte —dibujos del desnudo, la forma de la belleza, la belleza de la
juventud en el arte, a forma de hermafroditas y la forma de bestias—, (2)
la conformación y belleza de deidades y héroes masculinos, (3) la
conformación y belleza de deidades y heroínas femeninas, (4) la expresión
de la belleza en sus facciones y acciones, (5) proporción y composición,
usando a Plinio y Vitrubio como fuentes al hablar de la simetría en la
arquitectura, (6) la belleza de partes individuales del cuerpo, y (7) la
belleza de las extremidades, senos y abdomen, y los dibujos de animales por
maestros griegos. Para su redacción, Winckelmann creía firmemente en
la observación de obras. Llegó a ocupar el cargo de director de
antigüedades del Vaticano, frecuentaba los museos de Roma y Nápoles, y
visitó Pompeya y Herculano en al menos tres ocasiones. Winckelmann, sin
embargo, nunca pisó suelo Peloponeso.

La muerte de Winckelmann
En el año en que Johann Joachim Winckelmann posó para Anton Maron,
para lo que sería su último retrato, Winckelmann tenía 51 años. Era el
1768, y su obra La Historia del Arte de la Antigüedad ya era conocida a lo
largo de Europa. Tal fue su recibimiento, que ese año fue invitado a Viena,
donde la Emperadora María Teresa le galardonó con medallas de plata.
Winckelmann, sin embargo, estaba ansioso por regresar a su puesto en el
Vaticano y visitar nuevamente las excavaciones en Pompeya y Herculano.
Llegó a Trieste, donde embarcaría un navío hacia Italia. En su pensión en
Trieste, Winckelmann le mostro sus medallas de plata a un viajero quien
también se hospedaba en la pensión. Esa noche, el viajero entro al cuarto
de Winckelmann. Este intentó ahogar a Winckelmann para robarle las medallas
de plata, y cuando eso no funcionó, lo apuñaló hasta matarlo. Los restos de
Winckelmann permanecen hasta hoy en la Catedral de Trieste.
El legado de Winckelmann
Al examinar el legado de Winckelmann y su obra, dos aportes
específicos son resaltados. El primer aporte, que es empleado dentro de la
historia del arte hasta el presente, es la clasificación cronológica
establecida por Winckelmann en La Historia del Arte de la Antigüedad. Si
bien Winckelmann acertaba y fallaba en iguales cantidades al datar y
asignar temáticas a algunas obras, su periodización del arte griego y
romano —el periodo arcaico, el clasicismo temprano, alto y tardío-helénico,
el periodo romano republicano, imperial, y de acuerdo a cada emperador,
etc.— aun se usa dentro del campo. Que Winckelmann clasificara observando y
considerando dentro de cada periodo la estética, la política, la cultura,
la literatura, la filosofía, y la "belleza", si bien a su entender, abrió
caminos entre el arte, la historia, la arqueología, y numerosas otras
disciplinas. Para Winckelmann, el arte ocupaba los mismos espacios que la
historia, y la historia del arte era historia.
El segundo aporte que es resaltado es más amplio que el campo de la
historia del arte. La Historia del Arte de la Antigüedad se tradujo del
alemán para audiencias en Francia, Italia, Inglaterra, Estados Unidos, y
Polonia en momentos de intenso debate y cambio —basta mencionar la
revolución francesa o las luchas por la independencia de las colonias
inglesas en lo que hoy es Estados Unidos de América—, y cada traducción
variaba de acuerdo al lugar donde fue publicado. Con fuertes connotaciones
nacionalistas y llamados de la ilustración a la libertad y el conocimiento,
cada país de Europa pronto tendría su Winckelmann. Esto no solo se dio en
Europa occidental, pero en Europa del este también. De estos casos, vale
resaltar el Winckelmann polaco, cuya cita abre este ensayo.
Stanisław Kostka Potocki publica la traducción polaca de la obra de
Winckelmann a finales del siglo XVIII y comienzos del XIX. Esta traducción
logra dos proyectos políticos de manera simultánea. Primero, la traducción
de los métodos de Winckelmann al polaco ponía en prueba la universalidad
del lenguaje visual-artístico. Al llegar el legado de Winckelmann a las
fronteras del este europeo, la discusión alrededor de conceptos estéticos
universales significaba que esa universalidad era posible también con
conceptos políticos y nacionales. En esencia, la obra de Winckelmann
transmitía ideales de la ilustración en cada traducción que se imprimía. A
la misma vez, los principios universales que contenía la obra de
Winckelmann eran útiles en la construcción de una identidad nacional polaca
a través del análisis y la apreciación de las artes visuales. Potoki hacia
un llamado a la reforma, unificando al pueblo bajo una tradición artística
compartida. Con la historia de Winckelmann, Potoki encontró una forma de
explicar cómo existen conceptos supranacionales que cruzaban fronteras
donde la política no podía. El pueblo polaco podía examinar su pasado,
presente y futuro, en un lenguaje compartido con sus vecinos europeos,
donde se identificaban valores en común y ejemplos de modelos cíclicos que
han experimentado varios lugares. [25]
Como escribe Bagnani, lo que Winkelmann logra no es consolidar una
historia del arte en la antigüedad verdadera, sino movilizar un grupo de
personas y aliados poderosos que expulsaron a los soldados romanos que por
siglos hacían guardia en el puente hacia Helas. [26] Los anticuarios
resultaron halagados cuando sus antigüedades comenzaron a formar parte de
una tradición historiográfica, la arqueología recibió un impulso desde
Pompeya y Herculano, la realeza estaba más feliz con sus colecciones, la
iglesia aprobaba lo eficiente que resultaba el argumento filhelénico contra
los racionalistas, y los artistas encontraron motivos para ser neo-
clasicistas y románticos. Figuras como Von Humboldt llevarían su admiración
por Winckelmann hasta América Latina.
De igual manera, la obra de Winckelmann sufre de varias problemáticas
que no se pueden pasar por alto. Para empezar, tan pronto se publica su
primera edición en 1764, hallazgos en Pompeya y Herculano continuaban
aumentando el número de obras que tenían que ser insertadas en las
categorías de Winckelmann, lo que suponía una constante desactualización.
Esto, en combinación con la idea, no solo romántica, pero romantizada que
tenia Winckelmann de Grecia antigua. La Grecia en la que se pierde
Winckelmann es una en la que, para estar tan a gusto como el autor,
tendrías que ser un hombre, libre, y ciudadano griego.
El retrato de Winckelmann pintado por Rafael Mengs habita en el
Museo Metropolitano de Arte de Nueva York desde el 1949, y con su
adquisición vino incluido la siguiente anécdota de procedencia: en la
década de los 1940, la obra pertenecía al Príncipe Lubomirski de Polonia.
Adolfo Hitler, luego de haber escuchado sobre el gran académico alemán
Winckelmann, envía una misiva al príncipe polaco, comunicándole su deseo de
adquirir la obra. Lubomirski le responde el oficio, informándole a Hitler
que, por supuesto, puede adquirir la obra, pero que desafortunadamente el
no la tiene. Añade que, si Hitler desea, puede ir a buscar la obra. Al
Hitler preguntar donde debería ir a buscar la obra, Lubomirski le responde,
"Londres."[27] De esta forma, Winckelmann continúa haciendo historia del
arte.
Bibliografía
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[1] Guile, Carolyn C. "Winckelmann in Poland: An Eighteenth-Century
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Historiography, No. 9, (Dec., 2013): p. 1.
[2] Bagnani, Gilbert. "Winckelmann and the Second Renascence, 1755-1955".
American Journal of Archaeology, Vol. 59, No. 2, (Apr., 1955): p. 118.
[3] Allen, Josephine L. "Johann Joachim Winckelmann Classicist". The
Metropolitan Museum of Art Bulletin, New
Series, Vol. 7, No. 8, (Apr., 1949): p. 228.
[4] Woodburn Hyde, Walter. "The Place of Winckelmann in the History of
Classical Scholarship". The Classical
Weekly, Vol. 12, No. 10 (Jan., 1919): p. 75.
[5] Woodburn Hyde, Walter. "The Place of Winckelmann in the History of
Classical Scholarship", p. 76.
[6] Woodburn Hyde, Walter. "The Place of Winckelmann in the History of
Classical Scholarship", pp. 75-77.
[7] Woodburn Hyde, Walter. "The Place of Winckelmann in the History of
Classical Scholarship", p. 78.
[8] Allen, Josephine L. "Johann Joachim Winckelmann Classicist", p. 228.
[9] Rudowski, Victor Anthony. "Lessing Contra Winckelmann". The Journal of
Aesthetics and Art Criticism, Vol. 44,
No. 3 (Spring, 1986): p. 236.
[10] Bagnani, Gilbert. "Winckelmann and the Second Renascence, 1755-1955",
p. 115.
[11] Pater, Walter. "Winckelmann". Westminster Review, (Jan., 1867): p. 80.
[12] Momigliano, Arnaldo. "Ancient History and the Antiquarian". Journal of
the Warbug and Courtauld Institutes,
No. 13, (1950): pp. 286, 295.
[13] Momigliano, Arnaldo. "Ancient History and the Antiquarian", p. 287-88.
[14] Momigliano, Arnaldo. "Ancient History and the Antiquarian", p. 286.
[15] Donohue, A.A. "History and the Historian of Classical Art". Journal of
Historiography, No. 9, (Dec., 2013): pp. 1-19.
[16] Mattusch, Carol C. 'Naming the "Classical" Style'. Essays in Honor of
Sara A. Immerwahr, Hesperia
Supplements Vol. 33, (2004): p. 204.

[17] Umbach, Maiken. "Visual Culture, Scientific Images and German Small-
State Politics in the Late Enlightenment".
Past & Present, No. 158, (Feb., 1998): p. 111.
[18] Winckelmann, Johann J. The History of Ancient Art Among the Greeks.
Translated from the German by G.H.
Lodge. 8vo. London: 1850, p. 4.
[19] Winckelmann, Johann J. The History of Ancient Art Among the Greeks, p.
4.
[20] ABCXZcdjnop…" –î
ôæÙËÙ»®ÙŸÙô" …zs_O?h?6hckÏ6?CJaJmH sH h?6h£Mz6?CJaJmH sH
&h?Rßháa'6?;?CJKHaJmHPsHP
h¶íh¶íh*2"h*2"CJaJh¶íh¶í;?KHmHPsHPh"i!;?KHmWinckelmann, Johann J. The
History of Ancient Art Among the Greeks, p. 5.
[21] Winckelmann, Johann J. The History of Ancient Art Among the Greeks, p.
6.
[22] Winckelmann, Johann J. The History of Ancient Art Among the Greeks, p.
8.
[23] Winckelmann, Johann J. The History of Ancient Art Among the Greeks, p.
29.
[24] Winckelmann, Johann J. The History of Ancient Art Among the Greeks, p.
29.
[25] Guile, Carolyn C. "Winckelmann in Poland: An Eighteenth-Century
Response to the 'History of the Art of
Antiquity'". Journal of Historiography, No. 9, (Dec., 2013): p. 2-5.
[26] Bagnani, Gilbert. "Winckelmann and the Second Renascence, 1755-1955",
p. 116.
[27] Allen, Josephine L. "Johann Joachim Winckelmann Classicist", p. 232.
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