Jesús Rodríguez López: Supersticiones de Galicia y preocupaciones vulgares.

September 4, 2017 | Autor: David Casado-Neira | Categoría: Antropología cultural
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Descripción

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Gazeta de Antropología -

Portada

Nº 22, 2006

RESEÑAS -

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Jesús Rodríguez López: Supersticiones de Galicia y preocupaciones vulgares. Valladolid, Editorial Maxtor Librería, 2001. Fernando Ros Galiana: Así no se mide. Antropología de la medición la España contemporánea. Madrid, Ministerio de Cultura, 2004 (543 páginas). Marcos Arévalo, Javier (ed.): Las culturas del vino. Del cultivo y la producción a la sociabilidad en el beber. Sevilla, Signatura/Fundación Maimona, 2005 (361 páginas).

Jesús Rodríguez López: Supersticiones de Galicia y preocupaciones vulgares. Valladolid, Editorial Maxtor Librería, 2001. Por David Casado Neira Escrita originalmente en 1885 y reeditada en versión fascímil esta obra del médico lucense Jesús Rodríguez López no ofrece una visión sobre la transformación de principios de siglo, donde la biomedicina se presenta como nueva institución de ordenación social. Un proceso en el que viejas enfermedades y prácticas van a ser estigmatizadas por irracionales y van a pasar a ser por lo tanto objeto a su vez de la medicina moderna (o biomedicina), bien como desordenes psíquicos, bien como métodos curativos a combatir. Tal vez por el formato y tal vez por estar bien escrito este es un libro amable, agradable de leer y tiene cierta inocencia positivista e ilustrada que ralentiza la agresividad de su objetivo: luchar contra la superstición. Su valor como aportación etnográfica es la parte más actual, o la que ha envejecido mejor (esos "documentos de lo que fue” que guardan una memoria, muestran su actualidad vigente en el conflicto entre la biomedicina, los 'falsos' enfermos y los 'falsos' médicos. Páginas que hablan de superstición e ignorancia y también nos hablan de la biomedicina a través de enfermedades 'inexistentes' o imaginarias como el tangaraño. Como bien refleja García-Sabell en uno de los prólogos “una cosa resulta cierta desde la perspectiva positivista, a saber, que la superstición es una enfermedad”. Una enfermedad social que a pesar de la intencionalidad humanitaria de Rodríguez López es un enfermedad que no ataca al que aparentemente la sufre si no a quien la diagnostica. El tratamiento que se aplica está latente en el carácter didáctico del libro: hay que recetar cultura contra la ignorancia. Pero en el libro además de un inventariado de supersticiones que implica incorrectas prácticas curativas abarca también otras creencias y prácticas que no tienen consecuencias estrictas en lo tocante a la salud y a la enfermedad. De hecho, de los once capítulos solamente hay dos dedicados integramente a la enfermedad (Capítulo VII: Supersticiones de culto indebido; capítulo IX: parte 1. Oraciones contra enfermedades, 4. Culto al agua, 6. Culto de los animales y 15. Preocupaciones femeninas - aunque en los demás se incluyan alguna cuestión sobre curación). El resto de los capítulos están dedicados a la medicina preventiva, tratan sobre la ignorancia frente al mundo racional-positivista. Cuando García-Sabell afirma que “Es esa especie de entrega pasiva a la magia lo que enciende la indignación del buen terapeuta lucense. Ver morir a una persona porque no quiso atenerse a las prescripciones objetivas, eficaces de la biomedicina y siguió mansamente los mandados, o las místicas invocaciones de la superstición” yo no me atrevería a dudar del carácter humanista del autor, pero sí de la afirmación anterior en sí. Creo que el objeto del libro no es la “entrega a la magia” (García-Sabell enfatiza esos dos incompletos capítulos sobre el resto de la obra), sino precisamente la ignorancia (como desinformación y no reconocimiento) de la biomedicina. Como se repite sucesivamente en el libro, la superstición es un peligro social, un elemento desestabilizador de un orden social al que le cuesta instaurarse. Orden social de los estados burocráticos contemporáneos que precisan de la autocontrol del cuerpo individual y de la moralización justificada en el conocimiento científico y racional: “Por eso creo que debe combatirse la superstición sin distingos, por estar en contra de la civilización y de la verdad católica”. O ya con recomendaciones más explícitas que nos ponen sobre la pista de la inculcación de los valores morales de la sociedad burguesa: “El matrimonio es un gran elemento preventivo y curativo […]. Es beneficioso el matrimonio, aún siendo estéril”. La Ilustración de la que nos habla el autor o la esperanza de una “Galicia campesina desarrollada” de Otero Pedrayo (pág. 26) coinciden en ese proyecto político de revertebración del rural gallego hacia los nuevos tiempos. Más que de enfermedad y curación parece que se nos habla de legitimación de la ideología racionalizadora del estado y de los nuevos grupos sociales frente al poder de la Iglesia (ilustración moderna contra un religiosidad acientífica) aunque a favor de la religión católica y de una concepción de la Iglesia como institución exclusivamente moral actualizada. El enfrentamiento con la Iglesia responde a dos cuestiones. Por un lado, la competencia para curar determinadas enfermedades o males (posesiones, endemoniados y otras más cotidianas como las lombrices…); esto implica una lucha de intereses sobre a quién le corresponde la competencia del curar. Por otro lado, en esta competencia se busca la limitación del poder de la Iglesia relegándola a un papel subsidiario de los intereses de estado y de la sociedad civil. La religión se acepta como norma moral siempre y cuando sea racional y no lleve a un exceso de celo” o de “fervor religioso” que pueda poner en peligro, particularmente, a las mujeres, a las creadoras de nuevos ciudadanos: “En efecto, las madres son quienes forman el corazón de los hijos, y puede decirse que son la base de la cultura social; por eso conviene que la mujer sea instruida y robusta, para que las preocupaciones y las supersticiones no perturben su entendimiento y así no las comunique a sus hijos”. Para esto hay que controlar y poner límites al peso de la Iglesia en la educación y en el tratamiento de determinados males (endemoniados, posesos y personas con delirio religioso) ya que una moral muy estricta puede ser contraproducente, y estos males ya son enfermedades, asunto de la biomedicina. Aparecen así referencias en el texto a la licitación para exorcizar: recomendaciones hechas por un médico a favor de que "la Iglesia vuelva a coger ese cetro de la Ciencia que ha sido su mayor gloria, para bien del mundo”. En un manicomio “Entre el sacerdote y el médico ha de haber allí benévola y recíproca estimación”. Y como una manera de deslegitimar las técnicas curativas y los

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mapas de interacción del campesinado en el rural frente al nuevo mundo urbano. En definitiva, lo que quiero apuntar es que la lucha contra la superstición y contra la ignorancia en general, se presenta fundamentalmente como estrategias de reordenación de los grupos de poder y los medios de legitimación social; en este caso en concreto el papel que habría jugado la medicina moderna como instrumento de consolidación de las nuevas concepciones modernas en un enfrentamiento (justificado humanitariamente) con una competidora incómoda con el estado racional como era la vieja Iglesia y contra el mundo rural y sus formas de organización social, para lo que la medicina moderna habría jugado un papel fundamental, con lo que la lucha contra la superstición no dejaría de ser más que una forma de constitución, afirmación y legitimación de la biomedicina como una forma de curación, prevención e institución de normalización y control social.

Fernando Ros Galiana: Así no se mide. Antropología de la medición la España contemporánea. Madrid, Ministerio de Cultura, 2004 (543 páginas). Por Enrique Anrubia Muy de vez en cuando, uno tiene la suerte de que le caiga entre las manos uno de esos libros que, sin pretenderlo, de manera desapercibida y tras su lectura, le dejan con ese sabor de boca que Tolkien afirmaba de sus propios libros: "escribir libros que a uno le gustaría leer". Aquí el asunto contrae sólo una pequeña distinción, pues la experiencia es la de leer un libro que, al final de todo, a uno le hubiese gustado escribir. Así no se mide. Antropología de la medición la España contemporánea de Fernando Ros Galiana es, sin duda, un libro de esa especie. Pero además, su empatía contiene la sorpresa que todo buen libro posee de cara al lector. En primer lugar, su sorpresa comparece en el propio tema tratado: "Desde una perspectiva antropológica, presentamos una investigación sobre determinados conceptos, situaciones y procesos, presentes en el complejo hecho social y cultural de medir. Esta obra se propone la descripción y comprensión de los denominados Sistemas Métricos Tradicionales, consuetudinarios o premétricos [en España]; en suma: diferentes al hegemónico Sistema Métrico Decimal" (31). Se trata de un tema aparentemente sencillo, concreto, metodológicamente poco expuesto y con un cariz rallando lo secundario. Sin embargo, tal y como avanza el libro, uno descubre, simultáneamente, que el tema ahonda de modo nuclear en temas cruciales de la epistemología o el trabajo de campo, y, al mismo tiempo, empieza a entender por qué la historia de la antropología se ha hecho en base a la explicación de, por ejemplo, "robos de ovejas en Marruecos" (Geertz), entre otras, o "vacas que sustentan un país" (Harris), y que, en ese sentido, escribir grandes libros no tiene por qué pasar por recoger grandes y pomposos temas. En segundo lugar, en un momento en el que la antropología sólo parece que mirar al futuro (diversidad cultural, inmigración y demás cuestiones que se escriben en presente pero con la letrilla de fondo de ¿qué le pasará a esta sociedad nuestra mañana?), y sólo se entiende dentro de los criterios de necesidad y utilidad de cara a la comunidad, se agradece que el libro de Fernando Ros recuerde, desde su tema y su metodología, uno de los sentidos básicos de la antropología: su relación con la historia. No hay Antropología sin Historia, y no tanto porque la Antropología posea una historia o porque la génesis de la historia de la Antropología tenga una relación expresa con la Historia como disciplina, sino porque cualquier explicación antropológica ha de ser necesariamente histórica (40-46). El mérito es doble, porque lo realmente fácil en el mundo de la antropología actual es escribir un libro sobre una "crítica de la crítica de la multiculturalidad" o algo semejante. Hacer buena antropología no es hacer buenas y enormes piruetas teóricas más un poco de trabajo de campo. La antropología nos la jugamos en los detalles, en cosas como "qué significa medir", porque con la omisión de esos detalles lo que se queda por el camino es la propiedad realidad. Además, cabe señalar que, aunque publicado en el 2004, Así no se mide. Antropología de la medición la España contemporánea fue el libro que consiguió en el 2002 el premio nacional de Investigación Cultura "Marqués de Lozoya". El primer capítulo del libro da cuenta de las bases metodológicas y las hipótesis básicas del trabajo. De entre todas las hipótesis las más llamativas son la consideración de la "medición como hecho social total […], o encrucijada activa de múltiples y básicos aspectos de la vida social" (véase 95-98) y "la importancia de la reciprocidad como manifestación de una economía moral, potencial y parcialmente explicativa de la resistencia a la unificación métrica" (36) implantada en el s. XIX por el sistema métrico decimal. Ros retoma la noción de descripción densa (véase el magnífico apéndice al capítulo IV referenciado al trabajo de campo, 527-529), la etnohistoria, el trabajo de archivos y el trabajo de campo, intentando darle una consistencia coherente e implicándose directamente en su fundamentación epistemológica. El segundo capítulo, uno de los más interesantes teóricamente, se adentra en el proceso de la medición en relación a la antropología cognitiva. Ros explica que la consabida noción de "mapas cognitivos" -herramienta metodológica que respecto a la medición parece muy adecuada- es imposible que se autofundamente, sino se entiende desde una posición hermenéutica "cuya función y sentido estriba en el uso de estrategias culturalmente adaptadas -a la vez que creativas-, y socialmente compartidas, para relacionarse eficientemente con el entorno y resolver los problemas que esa interacción suscite" (66). Tampoco un enfoque etic absoluto permite un punto de partida pertinente, aún tratándose de un tema que tanto se presta a lo objetivo como la metrología. Ros también retoma lo que la sociología de la ciencia ha escrito sobre la cuestión de la medición -Cicourel-. En el fondo, la paradoja gnoseológica está en "construir modelos de investigación y medición que -a través del isomorfismo- recojan e incluyan los imponderables de la vida cotidiana; donde parece reinar una productiva, viable y duradera imprecisión" (71). Sin embargo, el aparente caos de los numerosos, y muchas veces vecinos y simultáneos, sistemas métricos no se debe tanto a su carácter cognitivo, sino "a las condiciones situacionales donde se aplican" (72), lo que revierte a su vez en la idea de que dicho caos es, efectivamente, aparente. "Estos sistemas, escribe Ros, desplegarían una eficiente y creativa adaptación a las formas de producción, distribución y consumo presentes en su contexto" (79). La contradicción base del sistema métrico decimal es precisamente lo que en principio se creía su punto fuerte: su excesiva rigidez. Pero también, y a la vez, la idea de que ningún sistema puede autojustificarse, por mucho que el ambiente cientificista del XVIII así lo proclamase. La metrología tradicional, tal y como retoma Ros de Kula, posee, en último término, una elucidación sociocultural, vital (y que, por tanto, puede conllevar connotaciones políticas). Ahora bien, cabe anotar que ello no implica tomar el patrón economicista -en su vertiente neofuncionalista- como bastión último de la metrología consuetudinaria: la explicación de la economía no es una cuestión económica. En ese sentido, la delimitación de la figura del campesinado en lo referente a los sistemas métricos tradicionales incluye las tesis de la reciprocidad y la cooperación, pero, al mismo tiempo, reactiva la exploración de la epistemología que subyace en ellos. "Es necesario percibir la especifidad de las sociedades campesinas -y su economía moral-, a la par que relativizar su autonomía. Para ello, el continuo rural/urbano -históricamente contextualizado-, debe situarse al fondo de una buen análisis cualitativo de los procesos de transculturación y cambio en el mundo rural" (91). Desde la misma perspectiva, Ros, cumpliendo su promesa de una "descripción densa" analiza la epistemología que subyace al sistema métrico decimal, su implantación y, consiguientemente, el significado de "aculturación". En los siguientes capítulos Ros depliega un ingente estudio; en el que cabe destacar la enorme valía que contiene el trabajo de archivos para la antropología como requisito previo de un excelente trabajo de campo. El tercer y cuarto capítulo son un magnífico y prolijo estudio de la implantación del sistema métrico decimal en España y las resistencias

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que contrajo. El quinto analiza la encuesta que se realizó en abril de 1880 desde el Ministerio de Fomento para la ordenación y recopilación de las unidades de medida tradicionales. Ros toma como muestra de la encuesta la zona de Castellón y Alicante, haciendo un análisis comparativo de ambas. Esto le permite a posteriormente realizar, en el capítulo seis, un análisis etnográfico local de Las Cuevarruces, aldea situada en el término municipal valenciano de Alpuente. Es de agradecer, en este capítulo, la cuidada edición que el Ministerio de Cultura ha tenido en bien dotar al libro: los esmerados documentos gráficos permiten al lector hacerse cargo mejor del sistema de medidas tradicional de la zona; y, junto el estilo literario de Ros, su lectura es sumamente placentera. En sus conclusiones, Ros vuelve sobre las hipótesis formuladas al inicio. Sin embargo, aún siendo clarificadoras, no son taxativas, o mejor dicho, no son, lo que se puede decir, unas conclusiones "concluyentes" ¿Por qué? Por que como explica el mismo Ros, se ha ido dando forma al sentido de las hipótesis en el mismo cuerpo del texto. No hay una "última palabra de" o un "cerrar la cuestión", sino un "mostrar" y "dejar ver" la complejidad del tema, permitiendo que el lector comprenda perfectamente cómo la medición tradicional, en su laberíntica manifestación, es un rizoma vital más que una operación taxidermista de las medidas: relaciones de cooperación, reciprocidad, formas de entender el trabajo, los ciclos vitales, la relación hombre-naturaleza-comunidad, y, especialmente, la relación unidad-diversidad en la misma noción de "unidad" como medida. En el fondo, el explosivo desfile de los sistemas métricos tradicionales también conduce a entenderlos como un "hecho social total", como un "sistema sociocultural significativo" (479). Acabando ya, sólo quisiera añadir dos cosas. En primer lugar, se echa de menos una mejor distribución editorial del libro -tome nota quien corresponda en el Ministerio-. Estudios como éste no pueden quedarse en preciosos estantes de librerías municipales, sino que ha de llegar por las vías más rápidas y obvias a todo estudioso de las ciencias sociales. En segundo lugar, y como dice Honorio Velasco en el "Prólogo", "es fácil concluir que la investigación emprendida ha de proporcionar en un futuro otras aportaciones de tanto o mayor calado. El autor lo sabe y todos lo esperamos" (29).

Marcos Arévalo, Javier (ed.): Las culturas del vino. Del cultivo y la producción a la sociabilidad en el beber. Sevilla, Signatura/Fundación Maimona, 2005 (361 páginas). Por F. Xavier Medina Señalaba la antropóloga británica Mary Douglas a finales de los años ochenta, en la introducción a su libro Constructive Drinking: An Anthropological Approach to Drink, que la especificidad de la perspectiva antropológica sobre el consumo de alcohol es el hecho de observar dicho consumo desde el punto de vista de los estilos de vida; como un elemento de cultura. Desde esta perspectiva, no cabe duda de que, en la Europa del sur, el vino es mucho más que una simple bebida en muchos sentidos: a nivel tanto cotidiano como social -y sociable-, simbólico, económico, identitario, patrimonial… La publicación que aquí reseñamos tiene su origen en un curso de verano de la Universidad de Extremadura y la Fundación Maimona, celebrado en la localidad de Los Santos de Maimona (Badajoz) en julio de 2004. En dicho curso participaron especialistas de diferentes disciplinas (antropología, historia, sociología, economía y empresa, medicina) procedentes de diversas comunidades autónomas, de Francia y de Portugal, con la voluntad de ofrecer una visión global y abierta del vino. El libro parte, pues, de esa concepción "antropológica" de esta bebida en el sentido expuesto más arriba, y asume una cierta pretensión "holística", de trazar un recorrido por este alimento abarcando desde su historia, su cultivo y su producción, hasta el consumo final y sus posibles consecuencias. De este modo, la obra se divide en cinco partes diferenciadas: antropología social, geografía y economía, historia, patrimonio cultural y medicina y salud. Posiblemente el hecho de que el director del curso y editor del libro: Javier Marcos Arévalo (profesor de la Universidad de Extremadura) sea él mismo antropólogo, haya propiciado el hecho de que esta disciplina sea claramente la que tenga un mayor peso dentro de la obra (siete de los trece autores del libro son antropólogos) y la que dé inicio, asimismo, a la obra como bloque, desde una perspectiva social y cultural. El libro se inicia con una breve presentación y una introducción de Javier Marcos, en la cual pone de manifiesto la pluralidad de factores que entran en juego en el complejo mundo del vino y justifica, desde esta perspectiva, la necesidad de hablar de culturas del vino en plural y no de cultura del vino en singular. Beber vino es principalmente un acto social e implica comunicación, relación, pero también género, edad, condición social, etc. Como señala el director de la obra, Javier Marcos Arévalo, en su introducción, el libro pretende "aportar miradas diversas, pero complementarias, acerca de los ámbitos materiales y sociales, pero también sobre los significados. Y ello en una dimensión tanto histórica como actual". Un aspecto interesante a tener en cuenta es el hecho de que el libro forme parte de un proyecto de investigación de los estudios de doctorado de la Universidad de Extremadura dirigido por el propio Javier Marcos, también con el título de "Las culturas del vino", y del cual se publican en el libro algunas muestras de las fichas etnográficas elaboradas para dicha investigación en el territorio extremeño. Las aportaciones que los diferentes autores aportan a la obra se convierten, pues, en información y materiales de base y complementarios para una investigación en curso, lo que añade a la obra un suplemento de utilidad. Tras las justificaciones introductorias, se inicia el primero -y mayor- de los bloques, dedicado a la disciplina antropológica, en el cual el artículo de Jesús Contreras (Universidad de Barcelona) como primer texto ofrece una reflexión sociocultural sobre el vino y los valores a él asociados, analizando desde la tradición histórica del conocimiento empírico aplicado a la vitivinicultura hasta datos y problemáticas actuales sobre su producción y su consumo. El sociólogo y antropólogo francés Claude Fischler (CNRS, París) titula su intervención (en este caso, el artículo es la trascripción de su conferencia), sin tapujos y directamente, como "Vino y cultura", abordando -brevemente- las "razones para beber vino": rituales, terapéuticas, placenteras, etc., a través principalmente de la encuesta sobre Cuerpo, alimentación y salud que su equipo ha llevado a cabo en los últimos años en seis países occidentales de Europa y América (Estados Unidos, Alemania, Francia, Reino Unido, Italia y Suiza; el caso español, lamentablemente, no se encuentra contemplado). Más específicamente a la arena andaluza baja Isidoro Moreno (Universidad de Sevilla) en su análisis sobre las culturas del trabajo relacionadas con el vino en Andalucía: las "formas de hacer", la explotación de la tierra, las identidades o el desarrollo comarcal ligado al cultivo y la producción vitivinícola ocupan la reflexión del antropólogo sevillano, que llega en su reflexión hasta la sociabilidad popular en las tabernas alrededor del socorrido vaso de vino. Si Isidoro Moreno escoge Andalucía (principalmente la occidental) como terreno de reflexión, Dominique Fournier (CNRS, París) trasladará la suya a la América hispana, abordando históricamente la problemática de la importación del vino al Nuevo Mundo, su producción (o falta de ella) y comercio, su consumo diferenciado y su relación con otras bebidas alcohólicas locales fuertemente arraigadas. Tras el cierre del "bloque" sociocultural a cargo de Dominique Fournier, el artículo de Gonzalo Barrientos (Universidad

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de Extremadura) inaugura el dedicado a la geografía y la economía, analizando el papel del viñedo en la economía mediterránea, española y extremeña, sucesivamente, analizando la producción de vino ligada a la importancia territorial y comarcal de los viñedos desde un punto de vista tanto territorial como socioeconómico. Una visión que será complementada por la de su homólogo portugués Antonio J. de Sousa (Universidad de Évora) en relación con su visión comparativa entre las realidades vitivinícolas entre las regiones vecinas del Alentejo portugués y Extremadura, analizando competitivamente los posicionamientos empresariales a ambos lados de la frontera y trazando y aconsejando sus posibilidades de evolución futuras. Resulta algo extraño, quizás brusco, para el lector enfrascado en la obra el hecho de trasladarse desde este citado análisis empresarial transfronterizo del siglo XXI al análisis sobre la producción del vino y la enología en el mundo antiguo que nos expone el historiador Francisco Javier Burgaleta (Universidad de Extremadura). Desde su importancia cultural, su economía y su comercio, el autor nos propone un viaje hasta una perspectiva "enológica", de análisis del producto y de sus formas de consumo en el Mediterráneo antiguo, con algunas conexiones con vinos actuales que hayan conservado algunas de las características expuestas. El salto histórico que nos propone el segundo artículo del bloque histórico es también brusco y nos lleva directamente hasta el presente, con un análisis del papel y de la importancia de las tabernas -y de la sociabilidad que en ellas se desarrolla- en la España contemporánea. Alberto Ramos (Universidad de Cádiz) nos ofrece una visión cultural del papel de la taberna -como establecimiento-institución, podríamos decir- en España durante el siglo XIX (principalmente): su concepción, usos, valoraciones, consumo de vino -por supuesto-, vicisitudes legales y normativas, etc. El cuarto bloque temático nos lleva sobre un punto importante (y mucho más hoy en día) en relación con los productos alimentarios de calidad, entre los cuales el vino encuentra un lugar especialmente privilegiado y particularmente destacado -no hay que olvidar que precisamente el sector vinícola es quien quizás mejor ha rentabilizado y promocionado las Denominaciones de Origen como emblema de regulación, control y calidad. El artículo de Gema Carrera (Instituto del Patrimonio Histórico Andaluz) nos lleva sobre la historia y la importancia patrimonial del viñedo en la Sierra Norte de Sevilla (próxima, no lo olvidemos, a áreas vinícolas andaluzas tan importantes como Montilla-Moriles, El Condado o Jerez). La transformación del paisaje vitivinícola en patrimonio local y su aprovechamiento y promoción en relación con la comarca centran el interés de este artículo, que aporta una visión complementaria, desde el punto de vista patrimonial, a las de Barrientos o Sousa en el bloque temático anterior. Un punto de vista distinto, esta vez ligado con el ámbito museístico, es el que aborda José Luis Alonso Ponga (Universidad de Valladolid) en relación con la viña y el vino. Los museos del vino acostumbran a ser centros de interpretación que buscan dar a conocer al visitante la importancia cultural de este alimento. Habitualmente, están ligados a "lo local", hecho este que acostumbra a suponer un difícil equilibrio entre la voluntad de explicación global del objeto, y las características expositivas, altamente -y necesariamente, en buena parte de los casos y dependiendo de las instituciones, públicas o privadas, que se encuentre detrás- regionales o comarcales. Finalmente, el último de los bloques -y como casi no podía ser de otro modo- nos lleva sobre la parte más biomédica relacionada con el consumo de vino. El primero de los artículos del bloque, a cargo de Paloma Soria (Ministerio de Sanidad y Consumo) trata, precisamente, sobre las virtudes (limitadas) del vino como alimento, destacando su potencial cardiosaludable. En pequeñas dosis, eso sí; no podemos olvidar que estamos hablando de una bebida alcohólica… José Enrique Campillo (Universidad de Extremadura), por su parte, abunda en el mismo tema (bondades y problemas del consumo de vino), aunque desde una perspectiva más histórica -exponiendo los inevitables vaivenes de la doctrina científica al respecto- e incluso paremiológica, recogiendo parte de la riqueza del refranero popular en asuntos de vino y alcoholes. No cabe duda aquí de que, si el refranero refleja la vida misma, el vino tiene en ella una presencia en absoluto desdeñable. Nos encontramos, para concluir, ante un libro ciertamente interesante. Por un lado, se hace evidente en su lectura que la obra publica las aportaciones que diferentes especialistas expusieron durante un curso de verano. En este sentido, el libro resulta necesariamente desigual, tanto en lo que respecta a la factura y los recorridos de los diferentes artículos, como a la confección de los bloques temáticos. Ello no es óbice, sin embargo, para que saludemos la aparición de un libro remarcable, ameno, que intenta aproximarse al vino desde una perspectiva lo más completa posible. Es de agradecer, igualmente, y siendo un "antropólogo de la alimentación" quien escribe estas líneas, que se haya dado prioridad a una -tan necesaria todavía- aproximación cultural y social al tema. No son demasiados los libros sobre alimentación que se publican desde un punto de vista antropológico. Pienso, en este sentido, que la iniciativa del coordinador de la obra y de sus patrocinadores es más que notable, dando un paso más en un camino en el cual aún nos queda mucho por recorrer.

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