“Jeshúa Ben Josef, los orígenes del cristianismo\"

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Descripción

Se escribirá Jeshúa (o Josef) con "jota" (j) por que en las lenguas mediterráneas son guturales (como la jota castellana de procedencia árabe), pero se pronunciará como una "i" latina (Ieshúa). Se usará en cambio para la jota (j) castellana las letras kh. En los pueblos semitas, cuando un varón no tiene descendencia se indica su filiación (hijo de: ben Josef) (Dussel 11).

Los romanos generalmente, databan todos los eventos a partir de la fundación de Roma, anno urbis. En el siglo sexto el Papa tenía un nuevo calendario preparado, que databa todos los acontecimientos a partir del nacimiento de Jesús. Este comisionó a un monje, llamado Dionisio, para que hiciera el trabajo. Este calendario, fue gradualmente adoptado a través del mundo cristiano. Los eruditos de la actualidad han encontrado que algunas de las fechas de la historia romana cerca del comienzo de la era cristiana no son compatibles con el calendario de Dionisio. Por ejemplo, de acuerdo a registros romanos, Herodes el grande, quien gobernaba en Judea cuando nació Jeshúa, murió en el año 750 anno urbis. Dionisio fijó el nacimiento de Jeshúa en el año 750 anno urbis, en contradicción aparente con fechas bien establecidas de registros romanos. Jeshúa nació probablemente en el año 749 o 750 anno urbis, que es cuatro o cinco años antes de la fecha dada en nuestro calendario comúnmente aceptado. Por lo tanto, en la literatura moderna, los eruditos fijan su nacimiento en el año 4 o 5 a.C. (Thomson 1494).
La palabra "mesiánica" o "mesianismo" (que proceden de "mesías", semánticamente tienen como raíz el aceite en hebreo, con el que se consagra al ungido, en hebreo: meshíakh משיח; en griego: khristós, Χριστος). Por ello, en Antioquía se denominó a la comunidad de los seguidores de Jeshúa ben Josef: khistianói (mesiánicos). Cuando usemos la palabra "mesiánicas/os", entre comillas, léase "cristianas/os"(Dussel 14).
Omar Moisés Rossáinz Rodríguez,
Facultad de Filosofía y Letras UNAM

Jeshúa Ben Josef, los orígenes del cristianismo
I. Introducción
El cristianismo se muestra en ocasiones como un todo compuesto de dos partes: la herencia recibida del Antiguo Testamento y lo que a ella añade, precisa y complementa Jeshúa Ben Josef. También hay una idea errónea de éste personaje, pues se dice que é́l estaba en contra del judaísmo. Por el contrario, él no pretendía abrogar o siquiera reformar la ley judía. Según Pablo de Tarso, Jeshúa nació "bajo la ley, para redimir a los que estaban bajo la ley" (Ep. Gal., IV, 4-5), y "[…] Porque digo que Cristo se hizo ministro de la circuncisión en pro de la fidelidad de Dios, para confirmar las promesas dadas a los padres" (Ep. Rom., XV, 8).

Esta idea acerca del cristianismo es propia de una mentalidad no preocupada por la historia y supone un auténtico desgarro, un extraer al cristianismo de su contexto histórico en el marco del pensamiento religioso del Imperio Romano del s. I, es decir, en los momentos en los que nace tal confesión religiosa. Es mi intención situar al cristianismo entre las religiones de su tiempo indicando cómo los variados aspectos de la ideología cristiana se comprenden mucho mejor si se los considera como herederos no sólo del Antiguo Testamento, sino de múltiples aspectos de la religiosidad de las gentes del Mediterráneo oriental en una época tan rica y compleja en Palestina.

II. La herencia del judaísmo
Es evidente que el cristianismo es hijo del judaísmo, o mejor, el cristianismo surgió como una forma peculiar de entender el judaísmo en ciertas regiones de Asia Menor y Europa evolucionó rápidamente hasta constituirse en nueva religión sobre todo por influencia de la concepción religiosa global de uno de sus propagadores más conspicuos, Pablo de Tarso.
La Biblia y la tradición judía heredan al cristianismo el dogma de un Dios único y personal, que trasciende el mundo, pero que tiene con él un contacto continuo, Antonio Piñero en Momentos estelares del mundo antiguo, dice:
Aunque este Dios es invisible, el israelita lo ha ido conociendo a través de su manifestación histórica respecto al pueblo de Israel y por la revelación de sí mismo a través de los héroes nacionales, sacerdotales y profetas recogida en el libro por antonomasia (170).

La relación entre Dios y su creación era concebida por los judíos en términos de alianza. Por parte de Dios significaba unas obligaciones providentes y el otorgamiento de una Ley; por parte del hombre, el cumplimiento estricto de esa Ley. La religión del Antiguo Testamento es una religión de una Ley y de un libro donde se manifiesta la voluntad de Elohim y su acción salvadora en la historia. El cristianismo será heredero de una religión que hace constante referencia a una exigencia moral perfectamente articulada en claros preceptos.
Parafraseando lo que Antonio Piñero, en Momentos estelares del mundo antiguo, indica en relación a la religión oficial politeísta de Grecia y Roma, menciona que apenas existe el concepto de pecado, pues para cada tipo de comportamiento, incluso el más descabellado, podía presentarse el ejemplo de la actuación de alguna divinidad. En el judaísmo de la época de Jeshua ben Joset, por el contrario, era no solamente la transgresión fáctica de la ley divina, sino todo acto de desobediencia interna, traducido en desconfianza hacia el poder de Elohim, hacia su gobierno del pueblo o hacia las exigencias y disposiciones íntimas que comporta la alianza (172-173).

III. La herencia de la religiosidad y la filosofía helenísticas
El pensamiento más agudo que cultivaba la filosofía en la época de nacimiento del cristianismo había llegado a formular un monoteísmo práctico, así lo plantea Antonio Piñero:
Los dioses quedaban teóricamente aceptados, pero eran relegados a la función de meros démones, entidades secundarias entre el hombre y el único ser verdaderamente divino: el Dios único. El conocimiento de este ser supremo no representó un problema especial para la generalidad de las gentes durante el Helenismo (173).

Se añadía también la idea de que con la práctica de las virtudes, la mente quedaba purificada y podía conseguir de forma natural un mejor conocimiento de la divinidad.
La ética estoica gozaba de una enorme difusión en el helenismo tardío. Igualmente, el sistema ético del platonismo era bien acogido. Por otra parte, los cínicos se encargaban de difundir sobre todo la idea de que debía otorgarse el mayor cuidado posible al alma, prestando al cuerpo sólo la indispensable atención. La virtud era consustancial con la naturaleza humana, y se podía practicar de manera autónoma, sin la ayuda de la divinidad, viviendo de acuerdo con la naturaleza.
El mundo de la Hélade y de Roma no hacía otra cosa que unirse a una corriente ampliamente existente ya en todo el Oriente Medio: los faraones de Egipto, encarnación de los dioses, y la religión asirio-babilónica para quien el monarca era el representante natural de la divinidad por razón de su cargo. Igualmente, el mundo helenístico-romano estaba acostumbrado a que las buenas noticias de la salvación aportada por esos seres semidivinos se denominaran "buena nueva" o "evangelio", y encontramos una terminología semejante a la cristiana cuando los mismo textos nos hablan de la "gracias, la bondad y la filantropía" del emperador. Grutti, los primeros cristianos paulinos
En la Hélade, a partir del s. VI a.C., comenzó a difundirse una doctrina sobre el destino del ente humano tras la muerte. Ésta era el resultado de una concepción del hombre en dos partes distintas: alma, superior, espiritual, y cuerpo, inferior, material. Lógicamente estas dos partes tan diversas debían tener diferentes destinos. En esos tiempos se llegó a la convicción de la existencia de premios y castigos para los humanos tras la muerte, según hubiera sido su comportamiento en esta vida.
Las doctrinas órficas y pitagóricas sobre la inmortalidad del alma fueron aceptadas y defendidas con nuevos argumentos por el platonismo, a partir del s. IV a.C., quien hizo suyas también las nociones de los castigos ultraterrenos en conexión con las necesidades de la justicia divina y la retribución:
Se insistía sobre todo en las nociones de "reposo" tras la fatiga de la vida, en la "contemplación" feliz de Dios, o en la participación en un "banquete" perdurable con los dioses en un gozo eterno. Los segundos, castigos, se situaron en el Hades, también llamado Avernos o Tártaro. Las descripciones de este lugar en lo más profundo de la tierra, con sus terribles castigos, su ominosa oscuridad y su duración eterna (176-177).
La vida de un miembro de una religión no concluía con la muerte física. La divinidad a la que se había consagrado era también dueña de las potencias infernales y podía protegerle de ellas: de este modo conseguía el iniciado la salvación.
A través del judaísmo helenístico, llegaron al Nuevo Testamento ciertas concepciones teológicas básicas que proceden del complejo mundo de las religiones indioiranias. Sobre todo, el ideario fundamental de la gnosis con el dualismo esencial que interpreta la existencia humana en sus aspectos positivos y negativos como el producto de una lucha entre dos potencias espirituales contrarias:
El ser humano es un resumen de todo el universo. La parte superior procede de Dios; por su parte inferior viene de la materia, y se halla sujeta a sus leyes. La parte superior es consubstancial con la divinidad, debe intentar retornar al Uno para fundirse con él y escapar de la perversión de la dualidad presente (181).
La salvación consiste, pues, en una ascensión del espíritu al mundo superior, liberándose
del inferior, malo y perverso. Para ayudar, o mejorar, para conseguir realizar este proceso, el mundo superior envía un Redentor.

IV. Jeshúa Ben Josef
El imperio romano era el poder dominante cuando nació Jeshúa. Los evangelios mencionan (Ev. Marc., VI, 3; Ev. Matt., XIII, 55) que él era el hijo de un carpintero de Nazareth en Galilea; es posible que él también siguiera el mismo oficio. Su nacimiento fue en el año 4 o 5 a.C.; según la tradición judía mesiánica, esto fue predicho por los profetas del Antiguo Testamento, como: Isaías, Jeremías, Daniel, etc.; ellos aluden en sus epístola al Mesías o Salvador del pueblo Judío.
He aquí que la virgen concebirá, y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emmanuel. Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de paz. Lo dilatado de su imperio y la paz no tendrán límite, sobre el trono de David y sobre su reino, disponiéndolo y confirmándolo en juicio y en justicia desde ahora y para siempre (Is., VII, 14; IX, 6-7).
Su nacimiento de acuerdo con el relato de los evangelios, fue de manera sobrenatural, pues no fue concebido por un hombre, sino por el Espíritu Santo. "El nacimiento de Jesucristo fue así: estando desposada María su madre con José, antes que se juntasen, se halló que había concebido del Espíritu Santo" (Ev. Luc., I, 26-35).
En aquellos tiempos, dentro de la comunidad judía, los carpinteros tenían fama de ser instruidos, y aunque Jeshúa no obtuvo el título académico de "rabino", su conocimiento de la cultura judía sobresalía a tal grado, que a la edad de doce años ya reflexionaba y dialogaba en templo con doctores y rabinos de la Ley, ellos se asombraban de su inteligencia (Ev. Luc., II, 46-47; IV, 22).
Risto Santala en su libro Pablo, El hombre y el maestro a la luz de las fuentes judías menciona como era la instrucción de los niños en el tiempo de Jeshúa, "Se les iniciaba en la Torah y destrezas manuales, es decir una profesión la cual significaba estudiar 'las cosas del cielo' y de la vida práctica", por lo tanto, conocía a fondo la ley hebrea y su exégesis tradicional. Además estaba familiarizado con el pensamiento religioso y ético judío, podía observar las múltiples prescripciones legales implicadas en la ley mosaica y la tradición oral judía "Y Jesús crecía en sabiduría, como en estatura, y en favor para con Dios y ante los hombres" (Ev. Luc., II, 52).
Aunque nació en un sencillo pesebre (II, 7), se superó y vistió la mejor ropa de su época, usaba túnicas sin costuras y éstas eran las mejores del momento; tanto que los soldados romanos, antes de crucificarlo, echaron suertes sobre ellas para repartirlas entre sí (Ev. Jo., XIX, 23-24).
A los treinta años, comenzó a enseñar su doctrina ética moral, su mensaje era de redención y salvación; fundamentado en el amor a Dios, el amor al prójimo (filantropía y perdonar a sus enemigos) y el cumplimiento de la ley mosaica. Esto lo hizo durante tres años y medio. En estos años, aunque Jeshúa no era miembro de la comunidad farisaica, él estaba de acuerdo con la interpretación de la ley propuesta por los fariseos, más no en la doble moral de la ortodoxia, pues ellos predicaban e imponían preceptos que no cumplían:
Los escribas y fariseos se han sentado en cátedra de Moisés. Todo lo que ellos os mandaren, hacedlo, y guardadlo; pero no hagáis como ellos, porque dicen, y no hacen [...]¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! Porque sois semejantes a sepulcros blanqueados, que por fuera tienen bella apariencia, pero por dentro están llenos de osamentas de muertos y de toda inmundicia. (Ev. Matt., XXIII, 2-3, 27).
Esto provocó que este grupo conspirara en contra de Jeshúa, acusándolo de sublevación en contra del Imperio Romano, al decirse "Rey de los Judíos y Salvador de este mundo". Fue así como los mandos romanos iniciaron su enjuiciamiento. Los romanos crucificaron a Jesús por sedición tras sus enfrentamientos con las autoridades saduceas del Templo en Jerusalén.
Después de su muerte y posterior resurrección, Jeshúa se reúne con sus discípulos para encomendarles la "gran comisión", en donde les deja la instrucción de propagar su doctrina en todo el mundo (Ev. Matt., XVIII, 19).
La tragedia personal de Jeshúa se convirtió en la piedra angular de la doctrina cristiana: fue la condición indispensable para encender la fe que convergía en Jesucristo. Si el mártir es, además, el Mesías, entonces su muerte expiatoria alcanza una trascendencia universal, se convierte en la consumación de la Ley y los profetas: "Así estabá escrito que el Cristo sufriese y resucitase de entre los muertos al tercer día, y que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de los pecados a todas las naciones, comenzando por Jerusalén" (Ev. Luc., XXIV, 46-47).


V. Conclusión
Los eruditos judíos tienen la costumbre de preguntarse en arameo, al concluir una cuestión: "Mai ka mashmd lan?" o "¿qué, pues, diremos a esto?"
El contenido del Nuevo Testamento sólo se entiende a profundidad si se lo considera dentro de la ideología y tradiciones del sincretismo religioso del Helenismo tardío. Esta afirmación es evidente para quien estudie la religiosidad del siglo I de nuestra era, y como tal tesis es hoy una conquista de la ciencia histórica y filológica. No puede decirse que el Nuevo Testamento sea una mera copia de ideas religiosas anteriores sin la menor originalidad ni peculiaridad.
El cristianismo es una construcción ideológica potente que ha sabido formar un conjunto que aprovechó lo que consideraba mejor de la mejor religiosidad y misticismo de su época.
Los grupos de ortodoxia del tiempo de Jeshúa tuvieron recelo de él por ser un joven sabio y además lo consideraban una amenaza a sus intereses religiosos, pues día con día crecía su fama y el número de sus seguidores. Es importante resaltar que dentro de estos grupos religiosos (sacerdotes, escribas y fariseos), hubo algunos que lo admiraron y reconocían como maestro, entre ellos destacan el fariseo y principal de los judíos Nicodemo y José de Arimatea miembro noble del concilio (Ev. Jo., III, 1-15; Ev. Marc. XV, 43).
Jeshúa nunca pretendió abrogar o siquiera reformar la ley judía: "No vayáis a pensar que he venido a abolir la Ley y los Profetas. Yo no he venido para abolir, sino para dar cumplimiento." (Ev. Matt., V, 17).
No sólo las enseñanzas de Jeshúa dejaron huella en la historia humana, sino también su vida y el concepto que, tenía de sí mismo. Es incuestionable la importancia, directa e indirecta, de su persona en el contexto de la historia del cristianismo.

VI. Bibliografía
DUSSEL, Enrique. "Pablo de Tarso en la filosofía política actual". El Titere y el enano. Revista de teología crítica. 1 (2010): 9-51. Impreso.
PIÑERO, Antonio. Momentos estelares del mundo antiguo. Madrid: Sociedad Española de Estudios Clásicos, 2005. Impreso.
SANTALA, Risto. Pablo, El hombre y el maestro a la luz de las fuentes judías. Heinola: Bible and Gospel Service, 2005. < http://www.kolumbus.fi/risto.santala/rsla/Paul_Esp.pdf> [Consulta: 6 de marzo, 2013.] Libro Digital.
THOMPSON, Charles. Biblia de referencia Thompson, versión Reina-Valera 1960. Florida: Vida, 1987. Impreso.
VILLACROSA, Milas. Yeshua ha-Levi como poeta y apologista. Barcelona: Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1947. Impreso



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