Jean-Luc Nancy. \"Piel esencial\". Conferencia escrita para Cuerpos y Corporalidades, simposio USFQ, Quito, 2013. Traducción y edición: CBurneoS

June 30, 2017 | Autor: C. Burneo Salazar | Categoría: Jean-Luc Nancy, Filosofía Del Cuerpo
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Descripción

Cuerpos y corporalidades

Volumen resultado del simposio “CUERPOS Y CORPORALIDADES” Quito, 21 a 23 de noviembre de 2013 Universidad San Francisco de Quito - USFQ Colegio de Ciencias Sociales y Humanidades - COCISOH 2015

Catalogación en la fuente. Biblioteca Universidad San Francisco de Quito   Simposio Cuerpos y Corporalidades: Prácticas, Pensamientos, Materialidades (2013 : Quito, Ecuador) Cuerpos y corporalidades / volumen resultado del simposio “Cuerpos y Corporalidades” Quito, 21 a 23 de noviembre de 2013. -- Quito : Universidad San Francisco de Quito. Colegio de Ciencias Sociales y Humanidades, 2015 p. cm. ISBN: 978-9978-68-058-2 978-9978-68-084-1 1. Cuerpo humano—Aspectos sociales—Congresos, conferencias, etc. -- 2. Cuerpo humano—Aspectos culturales—Congresos, conferencias, etc.-- I. Título. LC: HM 636 .S56 2015

CDD: 306.4

Simposio de Humanidades "Cuerpos y Corporalidades"(2015, Quito, Ecuador). Cuerpos y Corporalidades/Ensayos académicos resultado del simposio de Humanidades "Cuerpos y Corporalidades"; Alarcón, Mónica… [et al.] 1. Documentación –Congresos, conferencias, etc. 2. Ciencias de la información– Congresos, conferencias, etc. I. Alarcón, Mónica II. Burneo Salazar, Cristina y Ordóñez Charpentier, Angélica, editoras III. Título.

Publicado por la Universidad San Francisco de Quito Cristina Burneo Salazar y Angélica Ordóñez Charpentier, editoras.– Quito, 2015. Diseño y Diagramación: G&R Comunicación Gráfica ISBN: 978-9978-68-084-1 Impreso en Quito (Ecuador) por Editorial Orión.

CUERPOS Y CORPORALIDADES

Mirar el cuerpo. Prólogo ......................................................................................................9 Piel esencial. Jean Luc Nancy, Universidad Marc Bloch .....................................................................15 Passing Period/Cambio de clase Gayle Salamon, Universidad de Princeton ...................................................................25 Materialidad e inmaterialidad del cuerpo Charles Feitosa, Universidad Federal de Rio de Janeiro, .............................................47 De cuerpo presente Juan-Ramón Barbancho, Pontificia Universidad Católica del Ecuador ....................59 La anatomía como teoría artística del cuerpo humano: Conceptos desde la Antigüedad hasta el Renacimiento  José Luis Crespo, Universidad de Cuenca ......................................................................77 Cuerpo, género y representación en el videoarte ecuatoriano Christian León, Universidad Andina Simón Bolívar ...................................................89 La Gidouille o el estómago como cerebro en Alfred Jarry Laura Fólica, Universidad Pompeu Fabra ..................................................................103 Entrenamientos, corporalidades y colonialidad Fabián Barba, investigador independiente y Esteban Donoso, Pontificia Universidad Católica del Ecuador ..............................................................111 Propriocepción, la ley y el deporte  Álvaro Alemán, Universidad San Francisco de Quito ..............................................127

¿Es posible pensar el cuerpo como un objeto del saber útil para la subjetivación femenina? Girlandrey Sandoval, Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO-Ecuador) ......................................................................................................135 Cuerpos naturales y sociales: Alfred North Whitehead. Sobre la materialidad, la interpretación social y la metafísica del proceso  Nathan Digby, Universidad San Francisco de Quito ...................................................147 Cuerpo individual y cuerpo colectivo. Apuntes sobre la competencia femenina en el deporte Angélica Ordóñez Charpentier, Universidad San Francisco de Quito .......................161 Más allá de las caderas: el baile de la Bomba en el Valle del Chota–Cuenca del río Mira como una experiencia comunitaria María Gabriela López, Grupo Itinerante de Artes “Guandul” .................................173 Entrevista a Kléver Viera, bailarín y coreógrafo ecuatoriano Mónica Alarcón, Albert Ludwigs Universität Freiburg .............................................195

Mirar el cuerpo El cuerpo como tema de análisis se ha convertido en un tópico importante para muchos círculos intelectuales contemporáneos. Mas, ¿de qué cuerpo se está hablando? Lejos de concebirse como algo claro y nítido, el cuerpo se presenta hoy en día como complejo y ambiguo. Tensiones entre una consideración esencialista y otra discursivista habitan varias disciplinas. ¿Posee el cuerpo características particulares, irreductibles, o puede ser entendido como el punto de intersección de diversos discursos? ¿Está predeterminado por condiciones de orden físico y/o cultural o posee una agencia y subjetividad propia en el proceso de su materialización? Más allá de concepciones binarias que determinan el cuerpo exclusivamente como discurso o naturaleza, o como fuente de individualidad versus fenómeno social-político etc., es necesario reconocer su complejidad y abordarla desde diversas perspectivas. El cuerpo es plural y entraña múltiples dimensiones. Esta fue la convocatoria que el comité académico del Simposio Cuerpos y Corporalidades: Prácticas, Pensamientos, Materialidades hizo en 2013 para encontrarnos en Quito en el mes de noviembre de ese año en una discusión que nos condujera a abrir el cuerpo al desplegar estas preguntas. La reunión tuvo lugar en el Centro de Arte Contemporáneo (CAC), que nos acogió durante tres días. Es esta pluralidad de la idea del cuerpo la que tuvimos intención de discutir en este espacio de reflexión y expresión artística. Quisimos promover una reflexión desde las artes, la antropología, la historia del arte, las artes visuales y escénicas, el cine, la literatura, la filosofía, la política, la antropología, la sociología, la ciencia y las tecnologías en relación con el cuerpo y las corporalidades, pero también entre disciplinas. Esto nos permitió establecer algunas cuestiones como una invitación a la reflexión. ¿Qué es el cuerpo? ¿Es espacialidad? ¿Es biología? ¿Es taxonomía? ¿Es identidad? ¿El cuerpo es un objeto cultural, es discurso? ¿Es un lienzo? ¿Es dolor, sensación, violencia, enfermedad, discapacidad, tortura, represión, hambre? ¿Es Burneo Salazar, Ordóñez et al., Cuerpos y Corporalidades. Universidad San Francisco de Quito USFQ, 2015

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raza, etnia, migración? ¿Es género, deseo, capacidad, placer, emoción, percepción, orgasmo? ¿Es la tecnología prolongación del cuerpo? ¿De qué manera redefinen el concepto de cuerpo las prótesis y el cuerpo cibernético? ¿Es el cuerpo objeto de consumo y/o de transformación? Los ensayos compilados en el presente volumen abordan estas y otras cuestiones. El filósofo Jean-Luc Nancy, profesor emérito de la Universidad Marc Bloch, abrió nuestro encuentro con una videoconferencia desde Estrasburgo. Pensador excepcional de ontologías que van de la deconstrucción a la reconstrucción y uno de los filósofos más influyentes de Francia hoy, Nancy presentó en “La piel” una lectura del cuerpo que no se inscribe en su representación sino en su escritura misma. “La piel desenvuelve el aliento, el impulso, el brío y la vibración del cuerpo. Si el alma es la forma de un cuerpo vivo, entonces la piel se conforma con esa forma: palidece y se ruboriza con ella (...), modela sus inclinaciones, sus elevaciones y sus repliegues”, escribe Nancy y marca, con su escritura, maneras inesperadas y necesarias para leer el cuerpo hoy. Gayle Salamon, profesora de la Universidad de Princeton que trabaja en un cruce muy sugerente entre la fenomenología a partir de Merleau-Ponty y las teorías queer, se acerca al cuerpo del adolescente Lawrence King, asesinado en 2008 a los 14 años: lo que hace su cuerpo lo lleva a la muerte, dice la norma jurídica, que lo convierte en perpetrador y no en víctima. La manera en que caminaba King, escribe Salamon, se convierte en una actividad de alto riesgo, pues el sonido de sus tacones y la cadencia de sus movimientos molestaban a sus compañeros. ¿Cómo puede nuestra manera de caminar ponernos en riesgo de muerte? Charles Feitosa, profesor de la Universidad Federal de Río de Janeiro, realiza un recorrido de cuerpos y corporalidades desde la filosofía pop y el performance en distintas estéticas contemporáneas. La experiencia de pensar dentro de la filosofía y el arte sitúa la obra 10

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de arte como una ventana a través de la cual se puede considerar posibilidades de comprensión que van de lo estético a lo filosófico. Feitosa nos brindó pautas importantes para pensar la filosofía en y de las calles, es decir, una filosofía planteada en oposición a la excesiva erudición y a la simplificación a la vez. Su texto plantea la idea del fin del arte a través de la desmaterialización de la obras artísticas con la ayuda de la tecnología y con la transgresión de temas, medios y materiales. Desde la historia del arte, Juan Barbancho expuso acerca del cuerpo como metáfora, como lugar de prácticas artísticas, sociales y políticas, ubicando su trabajo en Andalucía y tomando en cuenta el tema de género. José Luis Crespo, por otro lado, presentó el tema de la anatomía, estudiada por los artistas del Renacimiento, como un reflejo de la lucha por la secularización, donde ciencia e Iglesia se disputaban la supremacía del saber y el establecimiento de normas sociales. Christian León, situando su análisis en el videoarte ecuatoriano, cuestiona el predominio de lo masculino y lo pictórico en la escena artística ecuatoriana. León nos adentra en la historia desconocida del videoarte realizado por grupos de mujeres, gays y otros colectivos, como el espacio para indagar el cuerpo, el género y la sexualidad, innovando en el arte del país. En el ámbito de la danza, Esteban Donoso y Fabián Barba nos ofrecieron una crítica sugerente de la danza y el entrenamiento corporal vista desde una posición descolonizadora y culturalmente situada. María Gabriela López presentó un análisis del baile de la bomba como experiencia comunitaria en el Valle del Chota. Su investigación se enfoca en el tema del “empuje de las caderas” como transgresión y como expresión del communitas.

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La literatura y la traducción tuvieron un espacio de reflexión durante la presentación in absentia del texto de Laura Fólica. Esta autora elaboró acerca de la centralidad del cuerpo en la poética de Alfred Jarry. La importancia de la palabra en su graficalidad sonora, representada en su cuerpo y no en una abstracción, nos descubren un camino novedoso para concebir el lenguaje y la traducción. Nathan Digby escribe sobre la filosofía del proceso en Whitehead, quien ofrece una síntesis del cuerpo que trasciende la división biológica, cultural y filosófica de éste. Este texto propone pensar el cuerpo como una sociedad estructurada, compleja y también individual; presenta la posibilidad de entender el cuerpo material y mental, como la unidad de la humanidad en la naturaleza. Dentro de una línea similar, Gilandrey Sandoval indaga acerca del cuerpo como objeto de conocimiento y su proceso de subjetivación en las mujeres. Sandoval elabora su reflexión en torno a conceptos como identidad, colonialidad, feminismo comunitario, para abogar por una mayor autonomía femenina. Por último, los textos de Álvaro Alemán y Angélica Ordóñez se instalan en el tema de cuerpo y deporte. Álvaro Alemán propone usar el concepto de la propiocepción para reflexionar sobre el cuerpo de la ley del deporte. Su texto cuestiona el discurso de la ley, las afirmaciones abstractas del espíritu deportivo, como entelequias que impiden vislumbrar la persistencia de la exclusión, las jerarquías y las desigualdades en el campo deportivo ecuatoriano. Angélica Ordóñez usa algunos conceptos psicoanalíticos para pensar la competencia deportiva femenina y la dificultad de crear un cuerpo colectivo que integre a las mujeres, transformando la escena deportiva actual.

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El presente volumen cierra con una entrevista a de Mónica Alarcón a Kléver Viera , uno de los coreógrafos y bailarines más importantes de Ecuador y de nuestra región, cuyo trabajo sugerente, impactante y constante a lo largo de estos últimos cuarenta años lo ha llevado a ser un referente imprescindible en el mundo de la danza, las artes escénicas y la reflexión en torno al cuerpo. Kléver Viera fue invitado a cerrar nuestro simposio de 2013 con sus obras Anfisbena y El cuerpo que escribe. Desde el hacer de la danza, nos llevó al espacio del arte para explorar las cuestiones aquí planteadas. Su puesta en el espacio en el patio de ladrillo del CAC a la caída de la tarde se quedará grabada en nuestra retina por largo tiempo. El apoyo de la USFQ y de COCISOH hicieron posible este encuentro a partir de la iniciativa de Mónica Alarcón, filósofa de la danza ecuatoriana afincada en Alemania y profesora invitada en nuestra universidad durante 2013, a quien le agradecemos profundamente por su gestión y trabajo constantes, desde la organización del simposio hasta su colaboración en la edición de este volumen. El comité académico contó con los valiosos aportes de nuestros colegas Santiago Castellanos, Álvaro Alemán y Germán Maldonado. El comité organizador, por su parte, halló el apoyo entusiasta de un grupo nutrido de estudiantes del COCISOH para la logística y coordinación. En cuanto al presente volumen, queremos agradecer especialmente a Jean Racines por haber trabajado con nosotras en la coordinación y edición y a Andrés Anrrango por el diseño y la diagramación. Cristina Burneo Salazar y Angélica Ordóñez Charpentier Universidad San Francisco de Quito Cumbayá, 2015

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Nancy, J. PIEL ESENCIAL

PIEL ESENCIAL « Hacerse con la piel» Jean-Luc Nancy Versión al español de Cristina Burneo Salazar*

E

sta locución del francés coloquial significa “matarlo” o, por metáfora, “ejecutarlo”, “reducirlo a nada”, “arreglar cuentas”. La piel abierta, agujereada por un arma, deja que la vida se escape. La piel intacta guarda la vida, la mantiene acumulada dentro de sí. Para ello, la piel tendrá que haberse anudado: anudar sobre ella la atadura rota del cordón umbilical. Este cordón prolongaba la piel en la masa nutricia de la placenta: ésta, sin embargo, no se confundía con el cuerpo de la madre. Lo penetraba por minúsculas ramificaciones, pero formado como un órgano “independiente dentro de la interdependencia”, según una fórmula que hace mucho tiempo se arriesgó en la política. La placenta deja a la madre tanto como al hijo, pero no tiene existencia propia, desaparece una vez que ha cumplido su función (en muchos mamíferos, la madre se la come, la retoma en su sustancia propia). El ombligo forma la estampa o el sello de la propiación: en adelante, hay un cuerpo propio, por completo distinto –que, por otra parte, jamás se halló sin distinción, siendo constituido súbitamente según una autonomía. El anudamiento de dos cromosomas se

toca una y otra vez en el anudamiento de la piel. Más que un anudamiento, en realidad: el aspecto del ombligo es el de un nudo, pero en realidad es una sutura, una soldadura del tipo de aquello que llamamos “cicatriz”. Es un tejido fibroso que se prolonga hacia dentro del cuerpo por medio de numerosos ligamentos, vestigios de vasos que pasaban por el cordón umbilical. Anudamiento de sí, cicatriz del corte: estos dos movimientos, estas dos pulsiones y estas dos emociones se han precedido siempre en su complementariedad y en su distinción. La piel se cierra sobre sí misma inscribiéndose como trazo de lo otro, visible en el afuera y atada al adentro. De manera más exacta, es aquí donde afuera y adentro, de hecho, se desempatan y se empatan. A la vez, hay dos regiones distintas, y éstas no se hallan separadas sólo como lugares en un espacio, sino que se definen la una en relación con la otra: aquello que vuelve a cerrarse bajo la cicatriz excluye al resto y se define por esa vía como una relación *Universidad San Francisco de Quito. Agradezco a Cristina Rodríguez Marciel, filósofa española y traductora de Jean-Luc Nancy, por sus minuciosos comentarios a esta versión.

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consigo mismo, exactamente como lo hace toda célula viva, pero esta relación consigo mismo se implica a sí misma como relación con lo otro, con el afuera. La piel forma la combinación de ambos. La intrincación de uno al otro o, bien, el hecho de que “lo en sí mismo” se halla “en” un afuera de sí para ser “sí”. He ahí como “hacerse con la piel” puede significar “matar” (también decimos “querer, tener la piel de alguien”). “Hacerse” adopta un sentido violento y antifrástico: apoderarse de y deshacer, arruinar, destruir la piel en tanto envoltura y protección del otro, en tanto su demarcación. Abolir la frontera, abrir aquello que no es, propiamente hablando, una abertura sino una herida, una llaga, una falla, un corte o una brecha. La sangre corre enseguida, circulando en la piel misma, justo bajo su capa última, expuesta al afuera. Esta sangre que brota de una herida tiene, en latín, un nombre específico, cruor1, que se diferencia de sanguis, la sangre que circula dentro del cuerpo. Cruor designaba, primero, la carne sangrante, lo que en francés se llama viande y que se diferencia de chair (como en inglés meat de flesh)2. La primera, viande, está muerta y se puede comer, tanto cruda (decimos “sangrienta”) como cocida (la palabra viande viene de vivenda, aquello que sirve para vivir). La carne, la chair, puede servir para calificar la viande (una carne –chair– tier16

na), pero la palabra designa, en primer lugar, la integralidad y la integridad del cuerpo vivo, según la traducción latina (caro), del hebreo basar, que designa, primero, la sustancia blanda del cuerpo de las criaturas en tanto ellas mismas en su fragilidad. El desollado Con frecuencia, la piel se separa de la carne muerta (chair) que se convierte en alimento (viande). Levantada, se convierte en peletería, es decir, cuero, a veces cubierto con su propio pelo. Aquello que aparece bajo la piel lleva, en términos anatómicos, el nombre de “desuello” (écorché), palabra que remite a “corteza” (écorce): parte exterior y separable de un árbol (se llama cortex a la capa superior del cerebro). El inglés técnico retoma el vocablo “desollar” pero para el verbo to skin, en donde la piel deviene ella misma la acción de despellejar –en español, piel y pelar, de manera similar–, o bien, de dépiauter (pelar), como lo dice una palabra familiar en francés, al igual que el verbo peler –en español pelar–, sacar la piel de una fruta. Esto se vincula Nota de traducción: en español, crúor es un coágulo sanguíneo, vocablo para la hemoglobina o para designar la sangre en tanto líquido. 1

Tanto en francés como en inglés, existen dos palabras en la lengua cotidiana para distinguir la carne como alimento y la carne viva. En español, se utiliza el vocablo carne en ambos casos, indistintamente. En la reflexión de Nancy, viande y chair toman dos caminos paralelos. 2

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Nancy, J. PIEL ESENCIAL

al vocablo en francés antiguo pel (del latín, pellis), aunque proviene de poil (del latín pilus, otra palabra). La piel deviene aquí, en sí misma, en acción de levantarse y despegarse (como el inglés to peel, por otro lado). La piel posee entonces la virtualidad del desprendimiento, una capacidad de levantarse y separarse de la carne que envuelve. El desollado conserva la forma entera del cuerpo y todas las características de su actividad viva y, sin embargo, sabemos que es una especie de monstruo, de robot o de mutante perturbador, si acaso repulsivo, porque exhibe lo que no está hecho para exhibirse: aquello que no sólo permanece oculto bajo la piel, sino que se oculta porque toda esa maquinaria debe animar la piel bajo la cual se mueve, palpita, respira y metaboliza. El desprendimiento proclive de la piel responde a su ser esencial, que no es simplemente envolver, sino desenvolver aquello que envuelve: exponerlo y ponerlo afuera y en el mundo. El desollado mítico se llama Marsias. Se trata de un sátiro que Apolo despelleja en castigo por buscar rivalidad con él. Apolo toca la lira y, Marsias, la flauta. El sátiro se apropia de una flauta que Atena ha abandonado porque sus mejillas se deformaban al tocarla. A él no le preocupan sus mejillas infladas y toca de manera admirable. Según algunas versiones del mito, su piel desollada sigue resonando en

toda música que no proviene de la lira. El instrumento de Apolo es acorde a valores precisos y armoniosos; la flauta, en cambio, es apasionada y vibra al soplo, como la voz, los vientos y el trueno. Así, Platón la condena en beneficio de la lira. Por otro lado, las “mujeres de goce” o heteras tocan la flauta en los banquetes. Entonces, es la Afrodita Urania quien renuncia a hinchar sus mejillas, mientras que la pandemiana y la chtoniana sin duda compartieron su instrumento con el sátiro.

Apolo desollando a Marsias. Cuadro de Ribera comentado por Stéphane Dumas3 en su análisis del mito de Marsias

La piel desenvuelve el aliento, el impulso, el brío y la vibración del cuerpo. Si el alma es la forma de un cuerpo vivo, entonces la piel se conforma con esa forma: palidece y se ruboriza con ella, se hace suave o áspera, trepida, eriza el vello, modela sus inclinaciones, sus elevaciones y sus Stéphane Dumas es un artista y teórico de la piel en el arte. Ver 3

http://www.stephanedumas.net

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repliegues. La piel se tensa, se distiende, se pliega y se vuelve fibrosa. La piel se modifica, modula su espesura y su soltura, tiende al cuero o al tegumento, a la película (la piel pequeña) o a la membrana (envoltura de un miembro o de una parte del cuerpo). Se humedece y se invagina, se vuelve mucosa, labios e, imperceptiblemente, se transforma en garganta, en tripas, en vía de acceso o de salida. El desollado se desenrolla allí por su envolvimiento, sus ventanas nasales respiran, sus poros transpiran, sus esfínteres se estrechan y se sueltan, sus párpados desvelan o velan el mundo, los cartílagos de las orejas vibran, los sexos se hinchan y revelan una carne íntima, indesollada, sin crueldad en su crueldad clemente. A flor de piel La flor designa la extremidad de la planta y de allí toma, en latín, el sentido de “la parte más fina”, al igual que la (flor de) harina, sal o cobre. La flor es espuma, copo, polvo, aun perfume, efluvio de la superficie. Es ligera, tierna, apenas palpable, al tiempo que ofrece el aspecto más delicado, más refinado, sutil y sensible de la sustancia de cuya faz presenta o cuya aparición efectúa. En la flor viene también el color, la intensidad de la sustancia surgiendo fuera de sí. La flor es excitación: llamado al afuera, llamado del afuera. “A flor de piel” es el rozar: el pasaje a lo más cercano, el contacto 18

más ligero posible pero sin quedarse al margen. Tocar pero sin apoyarse. Tocar menos la piel que su flor: su pelusa o bien a ella misma, en tanto se halle volteada hacia afuera, la película ínfima de su faz expuesta, despojada de espesura y signo, sin embargo, de una profundidad infinita. Signo o señal, presagio, promesa. La piel promete jamás cesar, ni extenderse, ni ofrecerse, ni profundizarse. Ella afirma que este cuerpo está allí, todo entero en ella, que ella misma es este cuerpo y, en consecuencia, que es su alma. El cuerpo florece, eclosiona en su piel, la piel es su eclosión. Es aquello que llamamos alma o vida, misterio, presencia, aire. Es también su tez, su rostro, sus hechuras, su carácter, su pensamiento, su verdad. La flor anuncia el fruto, que es la respuesta a su llamado, el henchirse de una carne nueva bajo una piel nueva, otra intensidad cromática (chrôma designa, primero, la tez de la piel) y la inminencia de un sabor y de un jugo, licor salido de la carne. Las asociaciones entre la piel y las frutas son frecuentes: una piel de durazno, mejillas de manzana, “tus senos son los racimos de mi viña”,¸ y toda la magia de las mascarillas de fresa, kiwi, aguacate o limón… La piel anuncia y promete la fruición, término desaparecido en francés que hoy reaparece en inglés –fruition– y que halla su equivalente en el disfrute. Como esto último, la fruición se presta a la ambi-

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Nancy, J. PIEL ESENCIAL

valencia –o, simplemente, al ambitus en el sentido musical– que se juega entre la posesión y el disfrute. Ahora bien, esta ambivalencia y este ámbito se dan directamente en la piel: la tomamos, la asimos y nos abandonamos a ella, la gozamos. La caricia aflora y hace aflorar su réplica: el estremecimiento de la piel que responde y que viene al encuentro. El simple contacto de la piel implica ya el acuerdo de una proximidad o, al menos, la certeza de una benevolencia: shake hands, abrazo, saludo cariñoso u hongi (frotamiento de las narices en maorí), sin excluir los saludos en que los cuerpos no se tocan entre ellos sino cada uno a sí mismo (mano en el corazón, inclinación hacia el suelo…). Pero la caricia abre más y menos que un contacto, se mueve y se conmueve, si es recibida. Por ello, agita y repite su movimiento. La caricia toca en el sentido en que estremece, perturba, agita o trastorna, excita y se apacigua a sí misma tanto como a la otra piel.

es casualidad que Marcel Duchamp titulara “Se ruega tocar” la imagen en relieve de un seno en la portada de un catálogo de exposición.

Tocar tabú Ningún tabú se halla más extendido que el de tocar, desde las reglas múltiples y complejas de ciertos códigos rituales (tocar a los muertos, tocar objetos sagrados, partes del cuerpo, vestidos, etc.) hasta las normas actuales de contacto (por ejemplo, el simple contacto fortuito de las manos en medio de una multitud). En un sentido amplio, incluso podemos decir que “tabú” significa “prohibido tocar”. No

“Se ruega tocar”, Marcel Duchamp

Tocar implica siempre más y menos que aquello que es evocado por la palabra “contacto”. ¿Más? Porque el contacto se reduce a una puesta en relación. Por eso, el término puede tener un sentido técnico y funcional –mientras que el tocar involucra o, al menos, evoca una intimidad, pero menos en la medida en que el contacto asegura una transmisión (de información o de

energía), mientras que el tocar no comunica nada determinado: aproxima, ensaya, tantea o tienta–. Este verbo significa, a la vez, “experimentar al tocar” y “tocar delicadamente”, mientras que “tantear” designa el tocar vacilante de aquel que busca orientarse sin ver. Tocar se hunde en la oscuridad. Bajo mis dedos, la luz del cuerpo del otro ha cambiado en la noche que se crea entre nuestras dos pieles. Esta noche nos es

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común, nos une y nos separa al mismo tiempo. Tocar jamás abolirá la distancia entre nosotros, sino que transformará la distancia en acercamiento. No en contacto, sino en venida. No en presencia, sino en aparición. No en “estar allí”, sino en la manera de “pasar por allí”, de asediar, de frecuentar –extraña palabra, donde el verbo (francés, español, italiano, a veces prestado al inglés) ha desplazado el valor de “gran número, multitud, asamblea” hacia el sentido de “relaciones repetidas, asiduas” y termina por designar (en una lengua un poco anticuada) la cercanía amorosa (entre “hacer la corte” y “salir con”, como se dice hoy) –. El tocar frecuenta la piel: se aproxima a ella, la visita, la observa – tanto en el sentido de “mirar, examinar”, como en el de “respetar, conformarse”–. El tocar es una mirada que se conforma plenamente a su objeto y, por ello, lo retira de la objetividad de lo visible, no lo sitúa frente a sí, sino contra sí. La piel contra la piel se adapta, la une a esta, se pone en acuerdo con sus líneas, sus modelos, sus pensamientos ligeros, volátiles, cuyos perfumes flotan sobre ella. El tabú se halla allí, en el delicado intervalo de las pieles, en el entre-dos en donde no cesa de vibrar la muy alta frecuencia de lo íntimo, es decir, de ese superlativo del interior, de tal manera que nada lo pueda exceder sino un comparativo por definición imposible: interior intimo meo, es el 20

Dios de Agustín, pero lo es, evidentemente, en una caricia que ha hallado esta fórmula. El tabú pronuncia: no me toques, toca en mí más lejos de mí. Así, Proust escribe: “Mis miradas se posaban sobre su piel y mis labios, en rigor, podían creer que habían seguido a mis miradas. Pero no era sólo su cuerpo aquello que yo hubiera querido alcanzar, era también la persona que vivía en él y con la cual había una suerte de caricia, de penetración, si se llamaba su atención, si se despertaba en él una idea”4. Zonas El cuerpo entero –es decir, la piel entera– es susceptible, remarca Freud, de convertir cualquier lugar de su superficie en zona erógena. Es decir, en una zona cuya sensibilidad se abre al deseo sexual. Este deseo, en efecto, es un deseo que que se apodera del cuerpo entero y, de manera singular, el cuerpo en tanto piel, es decir, un cuerpo alejado de sus órganos y sus funciones (aunque la función reproductiva esté presente, aun si no es buscada cada vez –y quizás, por allí, se nos indica que la reproducción es más y algo diferente a una función). Un cuerpo más allá de las funciones, un Marcel Proust. « A la sombra de las muchachas en flor », En busca del tiempo perdido. Traducción del pasaje tomado de la edición de Pléiade, vol. I, p. 716. 4

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Nancy, J. PIEL ESENCIAL

cuerpo que no está ya en el mundo de la percepción ni de la acción, sino que es una piel en el mundo de otra piel. Una zona no es en realidad un lugar. Ni una región, ni un lugar, ni un terreno. Sería, más bien, una desterritorialización en el territorio mismo, o un territorio en tanto división y dehiscencia de sí mismo. La palabra griega zoné se forma en el acto de ceñir; la cintura de numerosas vestimentas antiguas servía para variar el largo del vestido retenido por encima de ella, su caída producía diversos efectos de plisado y drapeado. Así, zoner, en argot francés contemporáneo, significa “callejear sin meta”, y se refiere a la zona como extensión suburbana mal determinada y mal frecuentada. Asimismo, la piel demarcada (zonée) es la piel erotizada, no referida a las funciones dérmicas o dermatológicas, sino con la finalidad sin fin del sexo, ya sea de goce o de reproducción. Pues la reproducción comporta un fin en la venida de un ser abierto en sí mismo al más allá de todo fin, por lo cual, aquí, también se lo asocia al goce, siendo su propio fin infinalizable. Cuando el goce es el de una concepción, es el goce del ser por venir, de su venida, primero, y después de su goce propio, que se halla abierto. La zona representa una distinción, una diferenciación no sólo según la extensión sino también según la finalidad y la construcción del

cuerpo. Es una forma de deconstrucción, vía un acceso a la estrucción –al amontonamiento caótico más que al ensamblaje coherente–. Cada zona goza por sí misma y según una distribución propia a cada una. Cuando llegamos a las zonas llamadas “genitales”, se produce un retorno hacia la función y hacia el órgano al mismo tiempo que la excitación se incrementa y da rienda suelta, en acuerdo con modificaciones de la piel en tejidos que la poesía anatómica llama “muco-cutáneos”. Aun cuando es cutánea o dérmica, la zona involucra a la piel en una variación de su modo o de su régimen. Ya no envuelve (rol cutáneo, el griego kutos, que da en español cito-, prefijo celular) y ya no protege (rol dérmico, la derma, que ha sido, primero, la piel despegada, cuero o película): sobre todo, despliega y expone. Hablamos de “reacción epidérmica” en un sentido enteramente psicológico tanto como fisiológico, precisamente porque, en materia de piel, los dos registros son, quizás, más que en otro lado, dos carices del mismo ser. La epidermis es la piel elevándose por fuera de su superficie, erizándose o coloreándose, estremeciéndose o retractándose. Es aquí donde la piel entra en mímesis y en metexis: reproduciendo signos (“carne de gallina”, por ejemplo) y tomando parte en la turbación. La zona constituye una posibilidad de turbaciones. Es mar agitada por los vientos, tierra sacudida por

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bailarines, nube estrujada o estirada, un vuelo, un aleteo, una palpitación. Cuando se hallan en el abrazo, las pieles se separan tanto como es posible de su naturaleza de envoltura y de frontera: toman más bien un aire de amasijo, de goma, de argamasa, o aun de cintas, cordones, cinchos, vendas y lianas, también de banderas, velas desplegadas y cordajes que las arrían. Las pieles levantan el vuelo y se amontonan, se lustran, se arrugan y se humedecen. Las zonas son cosquilleadas, hormigueadas, llevadas a estremecerse, a temblar, a reír, también, y a irritarse, devoradas por inflamaciones, exasperadas por la acidez de ciertas frutas verdes, impacientes, febriles. Son pieles sonoras, que gruñen, gimen, llaman, soplan. Pieles que frotan y mezclan sus sudores, sus humores, sus espumas. Pieles excitadas, excedidas, exasperadas, radiantes: existencias exorbitadas, desnudeces. “Bajo la piel” Una vez más es Proust quien escribe que los sueños “realizan aquello que llamamos, vulgarmente, meternos una mujer bajo la piel”5. Edith Piaf cantaba “te tengo en la piel” (je t’ai dans la peau), y Virginia Bruce dice, de manera similar, I got you under my skin. Esta manera de decir difiere de aquella otra según la cual nos “metemos en la piel de un personaje”, en Ibid. « Le temps retrouvé », vol. III, p. 911. Traducción al español de esa edición. 5

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donde se trata, más bien, de deslizarse dentro de una envoltura, un traje y un rol. “Tener en la piel” significa, como lo canta Virginia Bruce : I have got you deep in the heart of me So deep in my heart, you’re really a part of me. El otro, la otra, está hundido, hundida, en lo más profundo, insertado, instilado, esparcido en toda la piel, incorporado a ella, vibrante y vivo con ella y como ella. El otro penetra como un sueño: sin mediación, sin transición ni traducción. Sin dilación, instantáneamente, asido en un presente que no transcurre, en esta copresencia que es lo propio y la fuerza de los sueños. Como las escenas y las figuras soñadas, los seres que tenemos en la piel –cosas, plantas, bestias, personas– son fantasmas, espíritus que nos frecuentan y nos asedian, que nos ocupan, nos obsesionan, nos poseen. No sólo objetos o sujetos que deseamos, no sólo formas o sustancias notables que tienen nuestros gustos en vilo o que excitan a nuestros espectros, sino también detalles, minucias, un grano de café o un jirón también pueden metérsenos en la piel, imponerle sus aspectos, sus aires. Sin que nos podamos poner en guardia frente a ello, entran a nuestra piel asperezas, blanduras, convulsiones, estrías, humos, pulsiones y turbaciones. La piel palpa, maneja, recoge

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Nancy, J. PIEL ESENCIAL

y trata todo aquello que vemos, oímos y respiramos. “El retorno inmediato del organismo exterior en sí mismo es la piel, en la cual este organismo se convierte en una relación consigo mismo”,6 escribe Hegel, quien considera la piel como la primera diferenciación tisular, de la cual se derivan todas las otras diferenciaciones en el interior del organismo.

Aquello que tenemos en la piel no es lo que la cubre, sino lo que es: el tegumento cuya textura y grano constituyen aquello que somos, fenómenos exfoliados, cosas en sí cuya naturaleza profunda es parecer y exponerse por todos sus poros, expirar e inspirar por toda la extensión demarcada de nuestras pieles las maneras infinitamente ligeras, finas y sensibles de sus seres.

Imagen del filme de Gilles Martinerie Le Diable dans la peau (El diablo en la piel), (2013).

Encyclopédie, « Philosophie de la nature », addition au § 354, trad. fcse Bernard Bourgeois, Gallimard, 2004, p. 657. Traducción del francés al español siguiendo esta edición en francés, en versión de B. Bourgeois, como señala la nota del autor. Hegel, Enciclopedia, “Filosofía de la naturaleza”. 6

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