Japón después de ser el numero uno. Del alto crecimiento al rápido envejecimiento /Chapter Familia, cambios sociales y políticas publicas en el contexto del envejecimiento poblacional. Retos emergentes y nuevas direcciones para Japón.

July 8, 2017 | Autor: Meiko Makita | Categoría: Japan, Japan after being no. 1, Ageing in Japan
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Familia, cambios sociales y políticas públicas en el contexto del envejecimiento poblacional. Retos emergentes y nuevas direcciones para japón. Meiko Makita To cite this article: Makita, Meiko (2015) Familia, cambios sociales y políticas públicas en el contexto del envejecimiento poblacional. Retos emergentes y nuevas direcciones para Japón. In Lopez Villafañe, V. and Uscanga, C. (eds.) Japón después de ser el número uno. Del alto crecimiento al rapido envejecimiento (112-137). Mexico: Siglo XXI. Draft version obtained from the author.

Para citar: Makita, Meiko (2015) Familia, cambios sociales y políticas públicas en el contexto del envejecimiento poblacional. Retos emergentes y nuevas direcciones para Japón. En Lopez Villafañe, V. and Uscanga, C. (eds.) Japón después de ser el número uno. Del alto crecimiento al rapido envejecimiento (112-137). Mexico: Siglo XXI. Version preliminar distribuida por la autora.



Familia, cambios sociales y políticas públicas en el contexto del envejecimiento poblacional. Retos emergentes y nuevas direcciones para Japón Introducción A medida que avanza el siglo XXI – el supuesto siglo de Asia – Japón se encuentra en un momento decisivo a consecuencia de la convergencia de varios factores como son el claro desgaste de los valores tradicionales y la cultura centrada en el trabajo; los cambios en los roles y funciones de la familia; una marcada división de genero; el creciente asilamiento social; el ya por demás conocido estancamiento económico y más recientemente las devastaciones causadas por el terremoto y tsunami de marzo de 2011. Sin embargo, la cuestión que se intersecta con muchos de los factores antes mencionados es la forma en que Japón está haciendo frente al rápido envejecimiento de su población. Actualmente el envejecimiento poblacional es un fenómeno bastante común entre los países más desarrollados, no obstante la forma en que se manifiesta esta dada por sus particularidades económicas, políticas y culturales. Para el caso de Japón, los cambios demográficos que experimenta no tienen precedente alguno en el mundo: tiene la más alta proporción de adultos mayores de 60 años, la cual en el 2013 conformó el 31.6% de una población total de 127.2 millones [1], y también tiene los más altos índices de esperanza de vida con costos de atención medica relativamente bajos1. En el 2012, la esperanza de vida al nacer era de 86.4 años para las mujeres y 80 para los hombres [2]. Todo esto, aunado a los bajos índices de fertilidad y la reducción del tamaño de su fuerza laboral hacen de Japón un excelente caso de estudio. Al ser la sociedad más envejecida del mundo, el análisis de su actual situación demográfica, los cambios sociales y en particular la implementación de nuevas políticas públicas podría representar un marco de referencia para otros países que ya enfrentan – o enfrentarán – retos similares a los de Japón. A lo largo de la historia, el Estado japonés se ha centrado principalmente en su desarrollo industrial y económico dejando de lado el desarrollo de las políticas públicas y sociales. En consecuencia, el sistema de bienestar japonés ha sabido tomar ventaja del cuidado informal que las familias proveen a sus miembros, en especial a los adultos mayores. Tradicionalmente, las mujeres japonesas han sido inculcadas a asumir la responsabilidad del cuidado de la familia, 1 Japón destina alrededor de 9.3% de su PIB al área de salud publica, en el caso de EE.UU este es de 18% [52].



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mientras que los hombres cumplen con el sostén del hogar. Sin embargo, actualmente el aumento de la participación femenina en la fuerza laboral y la disminución de los valores de la familia inspirados en la filosofía de Confucio han producido cambios significativos en cuestión de género en la división del trabajo [3], esto debido a que algunas mujeres japonesas han empezado a cuestionar, e incluso se rehúsan a asumir el papel tradicional de ‘cuidadora’. En este sentido, los cambios sociales e individuales en el Japón post-industrial no sólo han permitido el establecimiento de nuevas políticas sociales, sino también han evidenciado la necesidad de un contrato social más equitativo. El cuidado social es una herramienta muy útil para el análisis de los regímenes bienestar contemporáneos; especialmente para entender como el cuidado y las cuestiones de género están interconectados con el desarrollo del bienestar social y la gestión de políticas públicas. Mary Dalí y Jane Lewis sugieren que el concepto del ‘cuidado social’ puede también contribuir a un análisis mucho más amplio ya que permite por una parte examinar cómo las políticas sociales tienen connotaciones de género, y por otra establecer los vínculos entre dominios específicos de políticas públicas, como por ejemplo, la interrelación del cuidado de los adultos mayores y el cuidado infantil, además de las trayectorias de desarrollo del Estado de bienestar [4]. Teniendo todo lo anterior como contexto, el objetivo de este capítulo es analizar el impacto de los cambios sociales tanto en el desarrollo de políticas públicas como en la redefinición del cuidado como problemática social; poner de manifiesto la forma en la cual las mujeres japonesas renegocian su rol y función tradicional dentro de la familia y en el ámbito social; además de examinar algunos de los retos actuales de Japón así como las posibles direcciones que emprenda para tratar de contrarrestar los efectos del envejecimiento de su población. Para tales efectos, el capítulo da inicio con la presentación de las características del estado de bienestar japonés, resaltando sobre todo rol que ha tenido la familia en su desarrollo. La sección siguiente explora los más recientes cambios demográficos, sociales y económicos que han contribuido a las tensiones actuales entre la familia, el mercado y las capacidades del Estado de bienestar. En la tercer y última sección se examinan dos políticas sociales específicas: el seguro de cuidado a largo plazo y la promoción del balance entre el trabajo y la vida familiar japonés, destacando su relación con el recientemente lanzado plan Abenomics. El capítulo concluye con una reflexión sobre lo que consideramos son los desafíos y enseñanzas clave del caso japonés.



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El estado de bienestar Japonés y sus características Dado los procesos de globalización económica y la emergencia de las sociedades postindustriales, los Estados de bienestar se han ajustado a un entorno cambiante y por lo tanto no pueden ser clasificados dentro de una tipología estática y teórica. A pesar de que la mayoría de los analices han situado a Japón dentro de un marco occidental, lo hacen sin embargo resaltando ciertas características por las cuales no encaja del todo en la tipología de Esping-Andersen (i.e. liberal, conservador y social-demócrata) [5]. Aun así, Japón podría ubicarse más cerca del régimen conservador-corporativista, junto a Alemania [6] y otros países de Europa continental, en el cual los derechos sociales se basan en el empleo y las contribuciones, y donde la responsabilidad del bienestar es asumida por las familias o la comunidad y no por el Estado. Sin embargo, ni la teoría de los regímenes de bienestar ni el modelo de Asia oriental o estado de bienestar ‘confuciano’ permiten ubicar fácilmente al Estado de bienestar japonés [7]. Por lo tanto, uno podría inferir que Japón es una combinación del régimen liberal-residual y el conservador-corporativista pero con un bajo nivel de desarrollo. Es precisamente dicho estatus ‘residual’ del sistema japonés lo que ayuda a clasificarlo como un ‘estado de bienestar de bajo rendimiento’ [8] o incluso como “una forma embrionaria” [9] caracterizada por la debilidad de su forma institucional, sustentada en el sector privado (la familia, la comunidad y las empresas) y sobre todo da prioridad al desarrollo económico e industrial, asignando así muy bajos niveles de gasto público para el desarrollo de políticas bienestar social [10, 11, 12]. Incluso, si se tratara de aplicar la lógica occidental del desarrollo de bienestar, es dicho énfasis en lo económico sobre la redistribución social lo que permite clasificar a Japón como un régimen de bienestar productivista [13]. Lo que resulta muy interesante es descubrir los elementos tradicionales de la cultura japonesa, como por ejemplo la ideología ie, el sistema centrado en las empresas, el cuidado centrada en la familia y el papel subordinado de las mujeres, interactuaron con el fin de dar forma a un determinado tipo de régimen de bienestar. Por ende considero que el estado ha fortalecido y promovido elementos tradicionales como únicos para Japón al legitimar estos mismos como inherentes a la cultura japonesa. Familia e Ideología ie Ciertamente, podemos asegurar que detrás del origen del Estado de bienestar japonés y su



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desarrollo consecutivo prevalece la ideología ie2 (家), el cual es un sistema patriarcal arraigado en el rol de la familia, las relaciones de género y una cultura empresarial del trabajo arduo, que aún hoy en día impacta la vida de cada japonés de una manera trascendental. Por ejemplo, los actuales adultos mayores nacidos antes de la Segunda Guerra Mundial crecieron y fueron educados bajo el antiguo sistema educativo, código civil y sistema familiar ie japonés. El sistema ie fue prescrito por el Código Civil, durante la Era Meiji, llego a ser conocido como la “familia confuciana moderna” y tuvo una gran influencia hasta el final de la Segunda Guerra Mundial. Un aspecto relevante es que en virtud de este sistema, se esperaba que la familia - típicamente un hogar de tres generaciones, patrilineal y patrilocal - proporcionara el apoyo y el cuidado a sus miembros en edad avanzada. En este sistema, el hijo mayor de la familia, o heredero alternativo, heredaría exclusivamente el nombre de la familia, los bienes, el status social, el altar budista a los antepasados y la ocupación profesional u oficio [14, 15, 16] y él, a cambio de todo esto, proporcionaría ayuda material y cuidado afectivo a sus padres en edad avanzada, no sólo por obligación, sino como una consecuencia de la devoción o amor filial.3 Aunque dentro de este sistema el padre era el jefe de familia, eran ciertamente la esposa y/o la nuera quienes proporcionan todos los cuidados prácticos, permitiendo así la construcción social del ‘cuidado’ como la labor primordial de la mujer y como una extensión indiscutible de sus responsabilidades domésticas. Además de dar origen al significado cultural del cuidado en Japón, el sistema ie también contribuyó a la rápida industrialización del país. Como sólo los hijos mayores podrían convertirse en herederos de su padre, el resto de los hijos se vieron obligados a unirse a la fuerza laboral o fundar sus propias empresas [17]. A través del desarrollo de la ley y las políticas publicas el Estado japonés ha definido el rol de la familia, y subsecuentemente el rol de las empresas privadas - especialmente desde los periodos previos y posteriores a la guerra - como los principales proveedores de bienestar social. En teoría la necesidad de provisión de bienestar por otros sectores aumenta con la expansión de la modernidad, sin embargo existe la posibilidad de que los valores tradicionales y costumbres 2 La traducción al español vendría a ser ‘hogar’ o ‘casa’. 3 Para el gobierno Imperial japonés lo ideal era que sólo la familia y la nación fueran considerados como las instituciones “formales”; la nación fue conceptualizada como una gran familia encabezada por el emperador. Por lo tanto, dentro de la ideología imperial japonesa la piedad filial y la lealtad al emperador estaban fuertemente relacionados entre sí [16].



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culturalmente arraigados sean conservados y utilizados para fines políticos. Ciertamente, desde el periodo de post-guerra, el gobierno japonés no sólo ha dependido del rol informal de las familias (junto con las empresas y las comunidades) para proporcionar el bienestar y cuidado social, sino que ha impuesto legalmente dicho papel como una obligación. Y esto sin duda ayuda a explicar el porqué los índices de gasto social en Japón se han mantenido relativamente bajos, en comparación con otros países desarrollados. Durante los años cincuenta y setenta, conocidos por todos como el período de rápido crecimiento económico de Japón, la nación nipona se regia por un régimen liberal-residual de bienestar donde el apoyo social a la familia se consideraba un costo social para el desarrollo económico. En este contexto no es nada sorprendente que durante de la década de 1970 el público ejerciera cada vez más presión sobre el Estado de bienestar japonés [7]. Finalmente en 1973, se creó el programa “Welfare Year One” (Fukushi Gannen) dirigido a hacer de Japón un ‘verdadero’ estado de bienestar con el fin de alcanzar una mejor calidad de vida. Sin embargo, ese mismo año la economía japonesa se vio afectada por la crisis mundial del petróleo, seguido por un período de fuerte depresión económica [15]. Aunado a esto, 1970 fue un año muy importante para Japón ya que alcanzo los criterios de las Naciones Unidas de una "sociedad envejecida"; las personas mayores de 65 años comprendían el 7% de la población total japonesa [18]. A pesar del bajo crecimiento económico, el gobierno japonés tenía la intención de formular nuevas políticas y es entonces cuando la problemática del envejecimiento de la sociedad se convierte en una preocupación nacional importante [19]. Poco a poco, la idea de Fukushi Gannen dio paso a consignas, tales como “reconsideremos el bienestar” y “enfermedad del Estado del bienestar” [7]. Sin embargo, el énfasis se centró en las responsabilidades individuales mediante el restablecimiento de los valores tradicionales de ayuda mutua dentro de las familias, las comunidades y lugares de trabajo. Con el fin de controlar cualquier aumento del gasto público, la familia se convierte explícitamente en la fuente principal de provisión de bienestar [20]. Con tal redefinición de la familia, en 1979 el gobierno confirmó oficialmente la base residual de bienestar para la formulación de políticas sociales, lo que genera una limitada red de apoyo institucional a las familias y que a su vez refuerza la división del trabajo (público y privado) en función del genero. Y es así como queda establecido el ahora ya famoso ‘estilo de bienestar japonés’ [15].



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Ciertamente, el estilo de bienestar japonés se caracteriza por un fuerte familismo. Del mismo modo en que sucedió en otras naciones desarrolladas al termino de la Segunda Guerra Mundial, en Japón un gran número de mujeres trabajadoras se retiró del mercado laboral y regreso a las filas de las ‘amas de casa profesionales’ (sengyō shufu) [21, 22]. La razón para ello fue el favoritismo de los sistemas de empleo y de seguridad social hacia los varones. En consecuencia, las mujeres trabajadoras jubiladas asumieron el papel de cuidadoras de niños y adultos mayores. Por lo tanto, es a través de diversas políticas de empleo que el familismo en Japón llegó a ocupar un papel fundamental en la construcción y reproducción social de las dinámicas tradicionales del cuidado y las responsabilidades intergeneracionales, consolidando así el papel dominante de la familia en la prestación de atención y servicios a los mayores, la división sexual del trabajo y subordinación de las mujeres japonesas ante la familia y los hombres. Como se menciono anteriormente, dado que se dio prioridad a las políticas de desarrollo económico e industrial, el llamado “milagro japonés” ha sido confundido con un sistema de bienestar social exitoso [23]. Sin embargo, la década de 1990, conocida como “la década perdida de Japón” no solo marca el fin del rápido crecimiento económico, sino que también señala el comienzo del rápido envejecimiento de su población. De modo que el modelo de bienestar japonés sufrió una dura evaluación y se demostró que era una receta para el desastre seguro. En este sentido, Campbell sugiere que las prácticas asociadas con el estilo de bienestar japonés, tales como la antigüedad y la vida laboral, son factores clave que causan el estancamiento económico [24]. No obstante, aquí podríamos añadir la ideología del familismo como otro causante de la crisis del bienestar en Japón. Esta ideología se basa en la noción de “que un cuidador de tiempo completo [por lo general una mujer] estará por siempre presente en el hogar para hacerse cargo de la familia nuclear o extensa” [25]. Sin duda, este es otro factor que mantuvo a las mujeres fuera del mercado laboral. En base a esto, uno podría argumentar que el Estado japonés se ha enfrentado a problemas similares como los que se viven en occidente, ya que también construyó su sistema de empleo y de las estructuras familiares en virtud de una ideología patriarcal con una división del trabajo basada en el género. Indudablemente, a través del familismo, el papel del Estado japonés ha sido el de permitir y fomentar el desplazo de la gestión del cuidado hacia la familia, lo cual se asemeja a la normatividad del cuidado familiar (aun fuertemente influenciado por el Catolicismo) que



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podemos encontrar en los estados de bienestar europeos (por ejemplo, Italia y España). Tomando en cuenta lo que se ha discutido hasta el momento, ¿podríamos asegurar que existe un modelo de bienestar único para Japón? Ciertamente, como se menciono anteriormente, la tipología de Esping-Andersen ha demostrado ser un marco comparativo útil que considera a Japón como una mezcla de los tres regímenes de bienestar, lo que origino que varios académicos consideraran no solo el modelo japonés, sino el modelo del este asiático como un modelo “único”. No obstante, es importante destacar que en la mayoría de los países de Europa parece haber una tendencia hacia una economía mixta de bienestar, donde el Estado transfiere su papel como proveedor de bienestar a la familia y al sector voluntario, mientras que el mercado a su vez asume un papel más activo [4]. Aunque Japón está experimentando una transformación similar, la diferencia es que históricamente el papel del Estado japonés ha sido más el de un “regulador” y no precisamente el de un proveedor de bienestar social. En otras palabras, Japón pareciera estar haciendo un cambio en la gestión de sus políticas publicas en respuesta sobre todo al rápido envejecimiento de su población y al estancamiento de su economía. El objetivo principal es lograr una “socialización del cuidado” (kaigo shakaika); es decir una transferencia masiva de la responsabilidad financiera de la familia hacia el gobierno [11]. En este sentido, el enfoque de Japón en las políticas publicas para los adultos mayores parece estar basado en los principios de expansión neoliberal donde la responsabilidad se transfiere de la familia a los individuos, enfatizando sobre todo la retórica de la “responsabilidad individual”; un concepto que a menudo evoca las ideas y prácticas de cuidado sustentadas en un modelo de libre mercado. Evidentemente, el problema de situar el estado de bienestar japonés, ya sea como único o como una mezcla de los tres regímenes de bienestar, tiene su origen en los muchos factores que distorsionan su trayectoria de desarrollo. En este contexto, la tipología de los regímenes de bienestar no nos permite entender la dinámica de cambios en el estado de bienestar japonés. Es sólo cuando se aplica un modelo que toma en consideración ciertas variables, como son las cuestiones de género y la responsabilidad del cuidado, que podemos empezar a comprender la trayectoria de desarrollo del modelo de bienestar de Japón y la importancia del cuidado como un área clave en la gestión de políticas públicas. Por ejemplo, mientras que en la mayoría de los países europeos la política familiar se traslapa con la política de cuidado social, en el caso de Japón, siguiendo los argumentos de Glenda G. Roberts [25] y Annette Schad-Seifert [26] me atrevería a asegurar que no existe una política familiar como tal.



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En cambio, lo que sí existe en Japón son políticas públicas dirigidas a los adultos mayores las cuales han predominado en la trayectoria del desarrollo del Estado de bienestar japonés durante los últimos 40 años [24]. Esto ciertamente demuestra cómo tanto los cambios y las respuestas que tienen lugar en Japón están a la delantera de la mayoría de los países occidentales. Y obviamente, tal énfasis en las políticas sociales para las personas mayores se debe como ya lo mencionamos antes al objetivo del Estado japonés de equilibrar las tendencias demográficas y el desarrollo económico. Principales Factores de Cambio Social En el contexto del Estado de bienestar japonés, las obligaciones del cuidado familiar de las mujeres japonesas siguen siendo reforzadas por políticas sociales y de empleo. Sin embargo, dicho régimen de bienestar, basado en un modelo tradicional de familia con un marcada división de genero (el hombre como principal sostén económico y la mujer como ama de casa) está siendo desafiado por las recientes tendencias demográficas, sociales, políticas y económicas. Además, estas tendencias no solo han brindado a las mujeres oportunidades para negociar su rol tradicional, sino que también han actuado como detonadores de cambio en las formas y condiciones de la demanda y la provisión del cuidado social entre el Estado, la familia, la comunidad y el mercado. En esta sección, se presentan algunas de estas tendencias enfocándonos primeramente en la contribución de los movimientos de liberación de las mujeres en la política social japonesa para luego considerar los cambios actuales en cuanto a las responsabilidades en el hogar y el aumento de oportunidades fuera de este para las mujeres en Japón. El rápido envejecimiento de la población es en la actualidad un problema social de suma urgencia no solo para Japón sino para muchas otras sociedades post-industriales, la diferencia es que Japón ha venido experimentando tal envejecimiento poblacional desde hace ya varias décadas. En tal escenario, la tasa total de fertilidad4 (TFR, por sus siglas en ingles) pasó de un promedio de 4.42 durante el periodo del baby boom (1947-1949) a una tasa total de fertilidad promedio de 2.1 (nivel de reemplazo5) en 1960. En 1974 el TFR descendió a 2.05 y continuó con una tendencia a la baja hasta llegar a un mínimo histórico de 1.25 en 2005 para luego mantener un incremento constante hasta alcanzar 1.41 en 2012 [28, 29, 2]. Por otra parte, la proporción de 4 La cantidad promedio de hijos que tendría una mujer a lo largo de su vida. 5 Es decir, la tasa requerida para mantener una pirámide poblacional estable.



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adultos mayores (65+) aumento rápidamente, mientras que la proporción de personas en edad productiva (15-64 años de edad) y la población más joven (0-14 años de edad) han disminuido considerablemente desde 1996 y 1982, respectivamente. Para el año 2012 el 24.1% de la población total de Japón (127.5 millones) tenia 65 años o más, el 62.9% eran personas en edad productiva y el 13% de la población era menor de 15 años [2]. De continuar con estas tendencias, se prevé que para el año 2030 una de cada cuatro personas en Japón será de la tercera edad. En otras palabras, tendremos una pirámide poblacional invertida con un gran sector de 65 años o más y un reducido número de jóvenes. Participación política de las mujeres Definitivamente las transformaciones demográficas de Japón, junto con el aumento de la participación laboral de las mujeres ocasionaron una crisis en el cuidado familiar. Dada la limitada provisión de bienestar por parte del Estado y del mercado las mujeres comenzaron a criticar abiertamente el sistema de bienestar Japonés centrado en la familia, el cual claramente no estaba cumpliendo las crecientes demandas para el cuidado infantil y de adultos mayores [10, 30]. A pesar del reclamo de las mujeres, en 1981 el gobierno japonés introdujo dos nuevas direcciones en su política social: recortes presupuestarios a los servicios sociales y una campaña para “reactivar” la familia y la comunidad como principales fuentes de cuidado y bienestar social [19]. Entre los más afectados estuvieron sin duda las amas de casa de clase media entre los cuarenta y cincuenta años de edad, quienes precisamente habían formado la base del Estado de bienestar al estilo japonés (1950-1970), dando así inicio a un movimiento en contra de las políticas neoliberales del Estado. Dentro de esta movilización política de las mujeres japonesas se destacan los logros de dos grupos. En primer lugar, la labor de la “Asociación de Mujeres por una Mejor Sociedad Envejecida”, que inició en 1982, es sin duda relevante. Este grupo ayudó a redefinir las políticas sociales de Japón al establecer el cuidado de los adultos mayores como una responsabilidad de toda la sociedad, y no de las familias individuales, concepto al que denominaron “socialización del cuidado” [10]. Más aun, es a través de una activa promoción de la problemática del cuidado, encuestas de investigación y visitas para estudiar los modelos de asistencia para adultos mayores de Europa y EE.UU. que este grupo logró incrementar la participación de las mujeres en el proceso de formulación de políticas publicas en Japón [12, 30]. Otro grupo importante es el “Club de Kanagawa”, creado en 1971 como una sociedad



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cooperativa. Debido a los problemas sociales y culturales que afectaban su vida cotidiana, en 1985 este club estableció un servicio de asistencia sin fines de lucro para prestar servicios privados de alta calidad para las personas de edad avanzada en la prefectura de Kanagawa [10]. Las actividades y opiniones de estos dos grupos sobre el cuidado social obtuvieron no sólo el apoyo del público, sino el respeto de los políticos japoneses, sobre todo dentro del entonces Ministerio de Salud y Bienestar (MSB). Además, para alcanzar sus demandas estos grupos de mujeres supieron aprovechar la caída electoral del Partido Demócrata Liberal en la década de 1990 y el ser invitados a servir en el consejo asesor del MBS. De acuerdo con Mikiko Eto [10] e Ito Peng [31], la mayor parte de las reformas de política social en el cuidado de los adultos mayores introducidas en la década de 1990, incluyendo las dos más importantes, Gold Plan y Long-Term Care Insurance, sólo fueron posibles debido a la filosofía de la “socialización del cuidado” y el "modelo social de mercado", creado por la Asociación de Mujeres y el Club de Kanagawa, respectivamente. Educación y participación laboral de las mujeres De acuerdo con Ogawa y Retherford, en las últimas décadas, el nivel de educación de las mujeres ha aumentado rápidamente [32]. En 1955, sólo el 5% de las mujeres en los grupos de edad correspondientes estaban inscritos en escuelas de educación superior en comparación con el 15% de los hombres. En 1990, esas cifras habían aumentado a 35 y 37%, respectivamente. En 2011, la matrícula en la educación superior representó el 57% para las mujeres y 63% para los hombres [33], lo cual evidencia que la brecha en educación por cuestiones de genero esta disminuyendo rápidamente. En cuanto a los niveles de participación en el mercado laboral de la mujeres, Japón continua teniendo los niveles más bajos entre las naciones desarrolladas. Entre 1963 y 1990 la proporción de mujeres entre los 20 y 49 años de edad en un trabajo remunerado tuvo un incremento de un 13 a 42% [32]. Con el advenimiento de la burbuja económica (1986-1991) la proporción de mujeres aumentó de manera constante debido a que las empresas empezaron a contratar más mujeres como una fuente barata de mano de obra. Sin embargo, la mayoría fueron contratadas en puestos con un salario bajo, de medio tiempo y temporales sin ningún tipo de prestaciones ni seguridad laboral, tendencia que continua aun hoy día. A diferencia de los hombres, que son considerados unos “guerreros corporativos”, las mujeres son consideradas trabajadoras “efímeras y



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periféricas” [25]. Ciertamente, una explicación a este fenómeno social vendría ser el hecho de que las empresas esperan que las mujeres dejen sus trabajos para cuidar de sus hijos pequeños o familiares mayores, para de ese modo cumplir con el rol femenino tradicional, que justamente coincide con la identidad del “padre/esposo ausente” del hombre japonés plenamente comprometido con su empresa. Sin lugar a dudas, esta marcada desigualdad de genero no solamente afecta negativamente a las mujeres en su desarrollo profesional y personal, sino como veremos más adelante es una cuestión de fondo que impide que Japón supere su estancamiento económico además de muchos otros problemas sociales que acompañan al envejecimiento de su población. Ahora bien, al tener un mayor acceso a la educación superior y al trabajo remunerado las mujeres japonesas, en particular las más jóvenes, experimentan un conflicto entre las expectativas sociales tradicionales, la falta de asistencia social y las oportunidades y valores individuales, que en conjunto les dificulta poder expresar cualquier descontento acerca de sus tradicionales ‘obligaciones’ familiares [34]. En este contexto es importante señalar que la proporción de mujeres casadas (entre los 20 y 49 años de edad) que se dedican únicamente al cuidado familiar ha disminuido de manera constante durante las últimas cinco décadas; desde 1963 hasta 1990 la proporción disminuyó del 13 al 10% [32]. Esto evidencia el impacto del aumento de la participación laboral de las mujeres así como su creciente negociación e incluso resistencia a la división del trabajo tradicional. Sin embargo, esta negociación entre los roles de género tradicionales y las oportunidades individuales no se limita a la educación y el mercado laboral, sino que también afecta áreas tales como la distribución de las tareas del hogar y la participación en las actividades de recreación familiar en las que los hombres japoneses por lo general están ausentes. Patrones de Co-residencia Intergeneracional Como se mencionó anteriormente, en el marco del sistema ie el cuidado no solamente estaba fundamentado en la co-residencia intergeneracional sino también en el supuesto de que era responsabilidad de la esposa del hijo mayor el llevar a cabo todos los deberes prácticos referentes al cuidado de los adultos mayores. En contraste, hoy día las mujeres japonesas están mejor educadas y con frecuencia trabajan fuera del hogar, y por lo tanto es mucho más probable que negocien cuestiones sobre vivienda y las expectativas tradicionales sobre el cuidado de los



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familiares mayores, antes y durante el matrimonio [35]. Ciertamente, los patrones de co-residencia en Japón han cambiado debido a la disminución de los hogares de tres generaciones, aunque si se compara con otras naciones avanzadas Japón sigue mostrando una alta proporción de co-residencia intergeneracional. Por ejemplo, en 1975 los hogares de tres generaciones representaron el 18% de todas las casas en Japón, en 2002 la proporción se redujo al 10%, mientras que durante el mismo período, la proporción de hogares de una sola persona se incrementó de 18 a 23%. Por otro lado, los hogares formados sólo por personas de 65 y más años de edad también aumentaron, representando el 22% de todos los hogares en el año 2005. Para el 2010, entre el total de población de 65 años y más (29.2 millones de personas) una de cada cinco mujeres y uno de cada diez hombres mayores vive solo [36, 37, 38]. Estas tendencias en la composición de los hogares japoneses, son sin duda reflejo de la erosión de los valores confucianos tradicionales. Lo cierto es que hoy día son cada vez menos las personas mayores que cuentan con el apoyo y cuidado de sus familiares. Sin embargo, como hemos visto, el gobierno japonés continua proliferando un sistema basado en la responsabilidad familiar para el cuidado de todos sus miembros y no esta totalmente preparado para hacer frente a estos cambios sociales. Por citar un ejemplo de cómo afectan estos cambios sociales, las mujeres japonesas en sus cincuentas o sesentas que actualmente se hacen cargo de alguno o de ambos padres envejecidos saben que ellas jamás podrán depender de sus hijos o hijas (yernos o nueras) de igual manera [34]. Por otra parte, el hecho de que cada vez son más los adultos mayores que viven solos, aunado a una limitada infraestructura de asistencia medica y social, genera otras problemáticas sociales como el aislamiento6, abandono, maltrato y hasta abuso de las personas mayores. Es por ello que es imperante desarrollar y fortalecer sistema de apoyo comunitario, en especial para aquellos adultos mayores con limitaciones físicas y cognitivas. Tendencias en Matrimonios Desde la década de los setenta el índice de matrimonios en Japón se ha mantenido en descenso. En 1975, el numero de nuevos matrimonios fue de 1.07 millones, mientras que en 2011 este fue 661,899 [39]. Entre las razones para que las mujeres japonesas estén optando por posponer e incluso evitar el matrimonio se encuentra el deseo de seguir trabajando y disfrutando de un alto 6 Una encuesta internacional revelo que los adultos mayores japoneses sufren de mayor aislamiento social que sus contrapartes en Francia, Alemania, Corea y EE.UU. Japón se ubica en el último lugar en cuanto a frecuencia de contacto con niños que no residen en el mismo hogar y en el penúltimo lugar respecto a contacto con vecinos [54].



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nivel de vida, lejos de las responsabilidades sociales relacionadas con los roles tradicionales de “esposa” y “madre” [25]. Sin embargo, como veremos más adelante, hay otras cuestiones estructurales que explican las actitudes de muchas de las jóvenes japonesas y en consecuencia estas tendencias socio-demográficas. Actualmente, los japoneses contraen matrimonio a una edad promedio mucho mayor que en cualquier otra nación desarrollada [29]. Por ejemplo, en 1985 las edades promedio en las cuales hombres y mujeres contraían matrimonio por vez primera eran de 28.2 y 25.5 años de edad, respectivamente. En 2010 tales promedios fueron 28.8 en el caso de las mujeres y 30.5 para los hombres. Ahora bien, al posponer el matrimonio los japoneses también están posponiendo tener hijos. La edad promedio en la que la mujer japonesa tiene su primer hijo ha aumentado de 25.6 en 1970 a 30.1 en 2011 [40]. Cabe señalar que aun y con los recientes cambios sociales en Japón todavía hay una gran presión social con la cual se intenta proteger los valores tradicionales de la familia, y ello desanima a las mujeres japonesas a convertirse en madres solteras, lo cual contrasta visiblemente con otras naciones desarrolladas donde es mucho más común tener hijos fuera del matrimonio [28]. Sin embargo, también se podría argumentar que los bajos índices de fertilidad obedecen principalmente a (1) la falta de políticas publicas para el cuidado infantil (por ejemplo, el gasto público en los servicios de guardería y preescolar en Japón es el cuarto más bajo entre los países de la OCDE) y (2) las practicas de trabajo que dificultan que los padres compaginen el trabajo y la vida familiar: muchas compañías no permiten horas de trabajo más flexibles para padres con hijos, y aun cuando lo hacen las mujeres que trabajan a menudo están dispuestas a trabajar medio tiempo debido precisamente a la cultura de trabajo japonesa que solo recompensa a aquellos que dedican largas horas a la empresa. Definitivamente estas condiciones contribuyen a la reproducción del sistema de familia patriarcal lo que a su vez obliga a las mujeres japonesas a reconsiderar sus decisiones respecto al matrimonio y a tener hijos. En otras palabras, lo difícil de combinar trabajo y vida familiar además de los altos costos asociados con la crianza de un hijo esta forzando a las mujeres a escoger entre una carrera profesional y formar una familia propia. Dado su perfil demográfico y diversos factores económicos y sociales Japón está experimentando una “crisis del cuidado”, es decir, una disminución en el suministro de cuidado no remunerado - realizado por mujeres, irónicamente en un momento en el cual la demanda esta en aumento [4]. De tal modo que los cambios de actitudes individuales y expectativas con



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respecto a los roles familiares tradicionales han generado nuevos patrones en cuanto a la organización del hogar y vivienda, el matrimonio y la fertilidad lo cual a su vez impacta claramente el orden social y la agenda política de Japón, como veremos a continuación. Nuevas direcciones del Estado Japonés Los cambios en las relaciones de género y los patrones demográficos descritos anteriormente al parecer han creado el contexto político y social ideal para establecer metas específicas de política pública y, sobre todo, obligar al Estado a redefinir su agenda con respecto a la provisión de bienestar. En esta sección discutiremos algunas de las políticas que el gobierno japonés ha implementado como respuesta al envejecimiento poblacional y las problemáticas que le acompañan. Para ello, nos enfocaremos a dos de las más recientes reformas de política social: las políticas de cuidado a largo plazo y la promoción del balance entre el trabajo y vida familiar, y la importancia de ambas dentro del plan Abenomics. El Seguro de Cuidado a Largo Plazo Hasta la década de 1980 la preocupación del Gobierno japonés se centraba principalmente en las consecuencias económicas del envejecimiento poblacional. Se buscaba entonces solucionar los problemas de seguridad social asociados a la creciente relación de dependencia, la disminución en las tasas de ahorro, la escasez de mano de obra y subsecuente disminución de la productividad y el estancamiento económico, y sobre todo la competitividad internacional. Como era de esperarse, casi el 90% del gasto en seguridad social fue asignado a los sistemas de pensiones y de seguros de salud [12]. Sin embargo, la situación cambió drásticamente en la década de 1990. Debido a los bajos índices de fertilidad, discutidos anteriormente, la agenda pública y política se enfoco primordialmente a cuestiones como al empleo de las mujeres, el desequilibrio familiar y laboral, la tasa de matrimonios a la baja y la crisis del cuidado basado en la familia. En el periodo 1990-2000, el gasto social se duplicó y la mayor parte de éste se destinó al cuidado infantil y de adultos mayores [12]. A pesar de esta expansión del bienestar social, los sistemas de atención pública de Japón, el Gold Plan (1989) y el New Gold Plan (1994) habían sido duramente criticados por no ser capaces de satisfacer las necesidades de cuidado de los adultos mayores japoneses; prueba de ello es el hecho de que en 1996 el 85% de las personas en edad avanzada continuaba siendo atendido en su casa por un pariente del sexo femenino [41]. Es



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claro, entonces, que en virtud de esta llamada expansión el gobierno japonés seguía confiando a la familia y en particular a las mujeres la provisión del cuidado informal. En este contexto, y en gran parte debido a la movilización política de las mujeres en el 2000 el gobierno japonés introdujo el Seguro de Cuidado a Largo Plazo (LTCI, por sus siglas en inglés) (Kaigo Hoken) bajo el lema “Del cuidado por parte de la familia al cuidado de la sociedad”, el cual claramente reflejaba no solo las acciones de cabildeo de las mujeres sino también la tensión entre el rol de la familia y el apoyo del Estado. Este sistema ha hecho que el acceso a una variedad de servicios domiciliarios, comunitarios e institucionales sea un derecho universal para cada japonés de 65 años o más. El derecho a tales servicios depende estrictamente del estado físico y mental de cada persona, independientemente de sus circunstancias familiares e ingresos [35, 41]. Sin duda, el LTCI simboliza una gran expansión y un cambio político en el desarrollo de la política social en Japón. No obstante el LTCI japonés fue diseñado de una manera similar al LTCI alemán (iniciado en 1994), el sistema japonés incorpora la gestión comunitaria al estilo escandinavo, en el cual cada municipio se hace cargo de sus finanzas, tarifas de primas de seguro, además de planificar y administrar los servicios. El LTCI japonés también incluye un aspecto administrativo desarrollado en el Reino Unido en el cual los profesionales del cuidado y la salud (por ejemplo, enfermeras, médicos, trabajadores sociales, terapeutas ocupacionales) preparan los planes del cuidado para los adultos mayores que pueden incluir desde servicios de enfermería a domicilio, ayudantes para el hogar, servicios de guardería, alquiler de equipo, y casas de retiro, entre otros [35, 42]. Así pues, el LTCI japonés ha hecho posible un sistema de servicios con una orientación de mercado con el objetivo principal de “aliviar” a las familias japonesas de la carga de sus responsabilidades sobre el cuidado. Sin embargo, para ello el gobierno activamente promueve el autocuidado de la salud y la prevención de discapacidades y alienta a las personas mayores a ser cuidados en el hogar [42, 43]. Todo esto con el propósito de reducir la dependencia en las costosas estancias en hospitales y hogares residenciales, entre otros servicios. Cabe señalar que esta reforma de política social con enfoque de mercado ha tenido otras consecuencias importantes ya que las personas mayores y sus familias no están necesariamente recibiendo más o mejor atención que antes de la implementación del LTCI. La combinación de estos factores ha dado lugar a que tanto el sector público como el sector académico cuestione seriamente la



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calidad y la eficiencia de los servicios de atención médica y cuidado social en virtud de la expansión del Estado de bienestar japonés, junto con los procesos de desregulación y descentralización de servicios [12, 31, 41]. Ahora bien, el continuo incremento de la esperanza de vida de los adultos mayores japoneses (lo que comúnmente implica mayores problemas de salud y/o discapacidades físicas y mentales) aunado al constante incremento del radio entre la proporción de adultos mayores de 65 años y la población en edad productiva (15-64) ejercerán una mayor presión en los costos y calidad de los servicios del LTCI. La reducción de la fuerza laboral es sobre todo una cuestión por demás preocupante, sobre todo si tomamos en cuenta que los índices de migración en Japón continúan siendo mínimos comparados con los de otras naciones desarrolladas. El tema de la migración de trabajadores siempre ha sido muy controversial. Dado que Japón se percibe a si mismo como una sociedad homogénea se teme que al permitir mayor flujo de migrantes se ponga en riesgo su identidad cultural e incluso disminuya su “nivel intelectual”. Hasta ahora y en claro contraste con muchos países Europeos, Japón recluta un reducido numero de trabajadores extranjeros en el área de salud y cuidado a largo plazo. Para darnos una idea, actualmente en todo Japón hay tan solo 60 migrantes trabajando como enfermeros, mientras que en Reino Unido la cifra supera los 60 mil [44]. No obstante las presiones sociales y económicas que ejerce el rápido envejecimiento de la población no está muy claro el por qué Japón aún no ha implementado una reforma a su política migratoria. En este contexto es de suponerse que Japón contempla otras medidas para hacer frente a sus problemas demográficos, económicos y sociales. Una de estas medidas es el plan económico “Abenomics” dirigido por el Primer Ministro Japonés, Shinzō Abe. Dicho plan está integrado por (1) una política fiscal (y un gasto público masivo); (2) una política monetaria (específicamente la depreciación del Yen para activar las exportaciones internacionales), y (3) reformas estructurales (ej. fomento de la inversión privada) [45]. Al momento de escribir estas líneas, es muy pronto para determinar el éxito del programa Abenomics, no obstante el Premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz opina que existen muchas razones para que tal estrategia de Japón para renovar su económica resulte exitosa: el país tiene instituciones fuertes, una fuerza laboral educada con excelentes habilidades técnicas y de diseño, está localizado en la única región dinámica del mundo, y además sufre de menor desigualdad que muchas de las naciones desarrolladas [46].



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Ahora bien, cabe subrayar que tanto detractores como partidarios del plan Abenomics opinan que la reforma más apremiante para Japón es su política social sobre la cual el gobierno aun no tiene una estrategia tan especifica como en los otros tres rubros, pero si metas tales como aumentar el índice de fertilidad; aumentar la productividad en el trabajo, y alentar a las mujeres y personas mayores para entrar o permanecer activas en el mercado laboral. Pero entonces, ¿cómo se propone Japón alcanzar dichas metas? De acuerdo con el discurso oficial lo que actuará como factor clave para el crecimiento de Japón, será el modificar las estructuras domésticas y la creación y promoción de un entorno laboral compatible con el matrimonio y la crianza de los hijos donde las mujeres se sientan cómodas y tengan oportunidades para desarrollarse. Ciertamente, bajo el actual sistema japonés la mayoría de las mujeres que forma parte del mercado laboral lo hace en empleos de medio tiempo, temporales y con bajos salarios, y tal falta de poder social y económico añade más complejidad a la redefinición de los límites de la asistencia social entre el Estado, la familia y el mercado. Esta problemática es evidente en el hecho de que hoy en día cerca de un 65% del total de mujeres que ha tomado incapacidad laboral por maternidad no se reincorpora a su trabajo [44]. El Primer Ministro Abe consciente de esta situación ha determinado el facilitar a las mujeres su (re)incursión al mercado laboral como una prioridad entre sus estrategias para reactivar la economía japonesa e incrementar los índices de fertilidad7. Para lograr esto el gobierno ha enfatizado la importancia de obtener el balance entre el trabajo y la vida familiar. Sin embargo, como lo mencione anteriormente dentro de Abenomics no existe hasta el momento una estrategia especifica para tales fines, y hasta me atrevería a decir que la promoción de la ‘importancia’ del rol de la mujeres es meramente un discurso político. A continuación se examina la trayectoria de los esfuerzos que ha venido realizando Japón para lograr el balance trabajo-vida familiar.

Promoción del Balance entre la Vida Familiar y el Trabajo Hasta el momento hemos establecido que el bajo índice de fertilidad de Japón está interconectado con los cambios en las tendencias en matrimonios así como en las actitudes y 7

En países como Suecia, Dinamarca y EE.UU. donde la proporción de mujeres que trabajan es alta, los índices de fertilidad también son altos; en países donde la tasa de participación laboral es baja como Italia, Corea del Sur y Japón, los índices de fertilidad también son bajos [55].



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expectativas individuales aunado a que las mujeres tienen acceso a mejores oportunidades educativas y mayor participación en el mercado laboral. Sin embargo, a menudo es precisamente el “progreso” profesional de las mujeres lo que se considera como principal factor causante de las recientes tendencias socio-demográficas; sin tomar en cuenta todo el aparato socio-cultural de Japón. Incluso, en 1996 el entonces primer ministro, Ryutaro Hashimoto, identificó los avances en la educación de la mujer japonesa como la causa del envejecimiento de la población y propuso la gestión de políticas para desalentar a las jóvenes de seguir una carrera profesional [47]. Dichas políticas, sin embargo, no se materializaron debido a la gran oposición pública. En cambio, el gobierno japonés pronto se dio cuenta de lo difícil que era para las mujeres combinar el trabajo, la vida familiar y la maternidad, y consiguientemente implemento el Plan para la Equidad de Género 2000, el cual posteriormente dio lugar a la Ley Básica para una Sociedad con Equidad de Genero en 1999. Con el fin de contrarrestar las bajas tasas de fertilidad, el gobierno ha tratado de establecer un marco jurídico que promueva la igualdad de género en el hogar y el lugar de trabajo (Ley de Igualdad de Oportunidades en el Empleo de 1986 y 1989) y también ha puesto en marcha varios políticas familiares (por ejemplo, Planes Ángel 1995-1999, 1999-2004; Licencia para Ausentarse para el Cuidado de Niños/Familia 1991, 1999; Ley de Promoción de Estructuras de Apoyo para la Crianza de la Próxima Generación 2005) cuyo objetivo es aligerar la carga de las mujeres en lo relacionado con la maternidad, la crianza de los hijos y el cuidado de los adultos mayores y al mismo tiempo promover la participación conjunta de hombres y mujeres en las actividades del hogar [25, 26, 48]. Desafortunadamente, sólo una proporción muy limitada de las mujeres trabajadoras se ha beneficiado de estos esquemas; y es que la mayoría están contratadas como ippanshoku, quienes realizan trabajos generales de oficina, con salarios bajos y de medio tiempo, por lo que debido a su situación contractual son excluidas de los programas de cuidado infantil o familiar [49]. Lo irónico es que a pesar de los salarios bajos y sin oportunidades de hacer carrera, la mayoría de estas mujeres sucumben a la presión de la cultura laboral y trabajan tiempo completo [50]. Esto aunado a la falta de participación de los hombres en las tareas del hogar o en la labor del cuidado ha obligado a las mujeres a ejercer una doble función [25]. Cabe señalar que los hombres japoneses invierten en promedio 59 minutos al día a actividades domesticas y labores del cuidado familiar (el promedio entre los países de la OECD es 131). Las mujeres japonesas por su parte dedican en promedio 269 minutos al día a las tareas del hogar [51].



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Al parecer todas estas políticas sociales tienen como objetivo específico el que las mujeres puedan equilibrar sus responsabilidades familiares y laborales, no obstante el rol de los hombres parece no figurar de igual manera dentro de los objetivos de las políticas para el balance trabajovida. Como vemos el envejecimiento de su población no es en si la raíz de los problemas que enfrenta Japón actualmente, sino una de las consecuencias de la marcada división de genero y el estilo de vida japonés orientado al trabajo. El tan arraigado orden social conformado por un “sarari-man” y un ama de casa profesional fue lo que sin duda hizo posible el rápido crecimiento económico de Japón, sin embargo hoy día las actitudes y expectativas individuales están cambiando pero no así las estructuras sociales y políticas. Adaptarse a estos cambios es el mayor reto de Japón. De acuerdo con el discurso político del Primer Ministro Abe, Japón finalmente se ha percatado de que para revitalizar su economía se requiere de una mayor participación de las mujeres dentro del mercado laboral, y esto como se menciono anteriormente solo podrá ser factible al tener un balance entre la vida familiar y laboral y sobre todo brindando una mayor oferta de servicios públicos de cuidado infantil y costos más accesibles para los servicios privados; solo de esta manera tanto hombres como mujeres se verían alentados a compaginar el tener más hijos con el trabajo.

Reflexiones finales Se ha demostrado que las dinámicas familiares emergentes, los cambios en las relaciones de género y las tendencias demográficas han sido factores clave en la gestión de las recientes reformas políticas, económicas y sociales de Japón. Como aquí lo hemos discutido, tradicionalmente el Estado japonés ha designado a las mujeres, las familias, las comunidades y las empresas como responsables de la provisión del cuidado y bienestar social, para enfocarse a las políticas de desarrollo económico e industrial. Ciertamente, la trayectoria del desarrollo del sistema de bienestar japonés corresponde al legado de un fuerte modelo familista, que crea nuevas tensiones y contradicciones entre los cambios sociales y las capacidades del Estado. Por ello, es justo decir que un sistema de bienestar centrado en la familia produce un descontento social y político a medida que las generaciones más jóvenes, las mujeres especialmente, son sujetas a los roles, normas y expectativas de generaciones previas pero sin las recompensas a las que estos tuvieron acceso en su momento (estabilidad laboral, por ejemplo). En este contexto de incertidumbre económica y social que impera en Japón resulta comprensible que los jóvenes

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adultos de hoy prefieran seguir solteros y tener un menor numero de hijos - y en muchos casos hasta se aparten a mundos de fantasía de manga, anime y amigos electrónicos. Es evidente que el Estado japonés finalmente se ha percatado que para hacer frente a los retos que acompañan al envejecimiento de su población, tiene primeramente que expandir los apoyos para el cuidado infantil, ya que solo de esta manera las mujeres podrían realmente desempeñar un papel clave en la reactivación económica de Japón. Solo aprovechando las fortalezas sociales ya existentes se podrá aumentar la efectividad de los nuevos sistemas y direcciones que Japón utilice para hacer frente al futuro. Como sabemos, estas problemáticas no son particulares a Japón; muchas otras sociedades con modelos familistas en el Sur de Europa (ej. Italia, España) y Este Asiático (ej. Corea, China) enfrentan similares tendencias sociodemográficas y cambios en las relaciones de género. De tal modo que la experiencia de Japón, incluidos éxitos y desaciertos, viene a ser un excelente caso de estudio para profundizar nuestro entendimiento con respecto a la intersección entre el crecimiento económico; el envejecimiento de la población; los índices de fertilidad; la participación en los mercados laborales; el cuidado familiar y el desarrollo e implementación de políticas públicas en materia de salud y cuidado social.

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