J. C. VIZUETE MENDOZA: Lugares sagrados y órdenes religiosas. Monasterios y conventos en Toledo. [Sacra loca toletana. Los espacios sagrados en Toledo. Cuenca, Ediciones de la Universidad de Castilla-La Mancha, 2008, pp. 157-187]

September 23, 2017 | Autor: J. Vizuete Mendoza | Categoría: Religious congregations and monastic orders, Religious Studies, Local and regional history, Toledo
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Descripción

Pervivencia de los lugares de culto en Toledo y su entorno durante la Edad Media

LUGARES SAGRADOS Y ÓRDENES RELIGIOSAS. MONASTERIOS Y CONVENTOS EN TOLEDO J. CARLOS VIZUETE MENDOZA Universidad de Castilla-La Mancha

No resulta ocioso plantearse, como punto de partida, la pregunta de si son lugares sagrados las casas de las órdenes religiosas. Y, si la repuesta fuera afirmativa, cuál sería la razón de su sacralidad. I Es verdaderamente difícil definir el concepto de lo sagrado como puede verse en la reflexión de Xavier Zubiri1 , en la que sintetiza los sucesivos intentos de caracterizar lo sagrado realizados por Émile Durkheim, Rudolf Otto y Mircea Eliade en la primera mitad del pasado siglo. Sin embargo, para nuestro intento dejaré de lado las consideraciones de la antropología, la etnología, la historia comparada de las religiones o la fenomenología de la religión para, en aras de la simplicidad, acogerme al concepto de lugar sagrado tal como aparece en la legislación canónica. Durante los primeros tiempos, los cristianos no tuvieron ni templos ni altares. Esta ausencia de lugares sagrados señalados se utiliza para atacar el culto cristiano en las controversias recogidas en la literatura apologética, y así se manifiestan tanto Celso2

1 2

Xavier ZUBIRI, El problema filosófico de la historia de las religiones, Madrid, Alianza, 1993. Citado por ORÍGENES, Contra Celso, VII, 62 y VIII.

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como Cecilio, el pagano que dialoga con Octavio3 . En su defensa argumentan que es el culto al Dios vivo el que sacraliza el lugar, cualquier lugar; al contrario de lo que ocurría en los cultos paganos en los que es el lugar sagrado, aquél donde se ha manifestado el numen, el que condiciona el culto. Pero luego, aunque manteniendo la misma doctrina de que es el culto la fuente de la sacralidad, los cristianos edificarán templos en cuyo interior erigirán altares, contrariamente a los paganos cuyos altares estaban situados delante del templo, pro fanum, pues el hombre tenía vedado el espacio sagrado. Esta tradición se ha mantenido constante en la Iglesia, visible en las fuentes canónicas que constituyen los cimientos del derecho en un largo proceso que culmina en las codificaciones de 1917 y de 1983. Veamos, pues, como se produjo. Aunque hasta 1917 no se publicó el primer Código de Derecho Canónico, éste no supuso una variación en el derecho de la Iglesia pues, como se señala en el «motu proprio»4 con el que Pío X ordenaba su realización, la codificación tenía como objetivo «que las leyes de la Iglesia universal que hasta el presente han sido dadas, sean ordenadas con toda claridad y reunidas en un solo volumen, excluyendo de él aquellas que están abrogadas o han caído en desuso, y añadiendo otras, si fuere necesario, más acomodadas a la condición de nuestros tiempos». La tarea fue encomendada a una Comisión Pontificia de cardenales, aunque el trabajo técnico correspondió a una Junta de Consultores integrada por peritos en derecho canónico y teología, cuya presidencia recayó en el obispo Pietro Gasparri (1852-1934) que era también el secretario de la Comisión cardenalicia. Creado cardenal en 1907 pasó a desempeñar el cargo de relator en la Comisión manteniendo la presidencia de la Junta. Sin duda puede decirse que fue el alma del Código, que fue promulgado por Benedicto XV el 20 de agosto de 1917. Antes del Código propiamente dicho, que se presenta dividido en cinco libros, se encuentra un extenso Prefacio histórico redactado por el cardenal Gasparri en el que expone el proceso de formación del derecho canónico y se enumeran los motivos de la codificación. El aparato crítico del Código lo constituyen unas 26.000 notas en las que se citan las fuentes antiguas de la legislación5 , ingente trabajo realizado por el propio cardenal Gasparri y el benedictino y canonista húngaro Jusztinián Serédi (18841945), que en 1927 sería nombrado arzobispo de Esztergom –la sede primada de Hungría– y creado cardenal. La ordenación de las materias contenidas en el Código

3 MINUCIO FÉLIX, Octavio, 10, 2 y 32, 1. 4 Arduum sane munus, 19 de marzo de 1904, AAS, 36, pp. 549-551. 5 Los textos a los que remiten las notas forman los nueve volúmenes de Codicis Iuris Cononicis Fontes aparecidos bajo los nombres del cardenal Gasparri (I a VI) y del cardenal Serédi (VII a IX).

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no se ajusta al orden de las Decretales establecido en el siglo XII por Bernardo de Pavía6 , sino que se inspira en el de las Instituciones de Gayo y Justiniano7 . En el siglo XVI se había generalizado la denominación de Corpus Iuris Canonici para englobar en un solo cuerpo de derecho las diversas colecciones canónicas surgidas en los siglos anteriores desde el Decreto de Graciano. El espíritu humanista y la crítica al método medieval de los comentadores llevó a trazar el paralelo entre el Corpus Iuris Canonici y el Corpus Iuris elaborado por Justiniano, de manera que el Digesto justinianeo se correspondía con el Decreto de Graciano; el Código romano con las Decretales; las Novelas con el Liber Sextus, las Clementinas, y las dos Extravagantes; pero faltaba el equivalente a las Instituciones. Para llenar este vacío aparecieron en 1563 unas Institutiones iuris canonici, obra elemental destinada a la enseñanza, elaboradas por Giovanni Paolo Lancelotti (1522-1590). Estas Instituciones de Derecho Canónico estaban concebidas como las de Gayo y, como en ellas, se dividían las materias canónicas en tres grandes apartados: personas, cosas y acciones. Lancelotti pretendió que estas Institutiones fueran sancionadas por el Papa Paulo IV (1555-1559), que había ordenado su redacción, tal como lo había hecho Justiniano con las Instituciones de Gayo; sin embargo, ante el silencio papal, Lancelotti hubo de editarlas privadamente. Pero aunque el autor no logró que sus Instituciones fueran oficialmente reconocidas por la Iglesia, su éxito fue notable e inauguró en la literatura canónica un nuevo género literario, el de las Instituciones de Derecho Canónico. Si bien las Instituciones de Lancelotti alcanzaron un innegable éxito editorial, el efecto más importante fue el definitivo influjo que tuvieron en la codificación de 1917, pues la división que se dio al Código Canónico fue, precisamente, la división con que Lancelotti había presentado el Derecho de la Iglesia, esto es, personas, cosas y acciones. Como ya he señalado, el Código de Derecho Canónico de 1917 está dividido en cinco libros cuyos títulos son: el primero Normas Generales, el segundo De las personas, el tercero De las cosas, el cuarto De los procesos, es decir, acciones, y finalmente el quinto De los delitos y de las penas. Tan fieles quisieron ser los codificadores a la tripartición romana de personas, cosas y acciones, que tuvieron que hacer violencia a materias propiamente canónicas para encasillarlas en algunas de esas tres categorías: tal es el caso de los sacramentos, que los codificadores situaron en el libro dedicado a las cosas.

6 Era éste: «Iudex, iudicia, clerus, connubia, crimen». 7 Los cuatro libros de las Institutiones se dedican a las personas (I), las cosas (II y III) y la tutela del derecho (IV).

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Así pues, el Libro III expone la materia canónica que se refiere a las cosas, que quedan definidas en el canon 726 del Título preliminar como «otros tantos medios para conseguir el fin de la Iglesia» y que pueden ser espirituales, temporales y mixtas. La Primera Parte del Libro está dedicada a los sacramentos (cánones 731 a 1143) y los sacramentales (cánones 1144 a 1153); la Segunda a los lugares sagrados (cánones 1154 a 1242) y los tiempos sagrados (cánones 1243 a 1254); y la Tercera al culto divino (cánones 1255 a 1321). Para la legislación canónica, «son lugares sagrados aquéllos que se destinan al culto divino o a la sepultura de los fieles mediante la consagración o la bendición que a ese efecto prescriben los libros litúrgicos aprobados» (c. 1154). El canon presenta la noción de lugares sagrados en un sentido estricto, en la que lo fundamental es que la autoridad eclesiástica los sustraiga de todo uso profano dedicándolos al culto divino mediante la consagración o bendición. Como consecuencia los lugares sagrados gozan de inmunidad (c. 1160), lo que implica, como comenta Gasparri, tanto el derecho de asilo (c. 1179) como la exención de tributos civiles y de todos los actos profanos8 , lo que fue el origen de numerosos conflictos. Es decir, que –jurídicamente– sólo son lugares sagrados los directamente utilizados en el culto divino –iglesias9 y oratorios10 –, y los altares11 y los cementerios12 por su consagración y bendición, respectivamente. Aunque en 1983 el papa Juan Pablo II promulgó un Nuevo Código de Derecho Canónico, distribuido en siete libros13 , la doctrina del Código de 1917 referida a los lugares sagrados se mantiene inalterada en lo fundamental14 , si bien su ubicación y numeración han cambiado15 . Tras estas consideraciones, podemos ahora responder a la pregunta inicial de si son lugares sagrados las casas de las órdenes religiosas afirmando que lo son en 8 Entre éstos, Gasparri enumera: instruir procesos, celebrar funciones teatrales o académicas, ni siquiera en honor de los santos. 9 Título IX, cánones 1161 a 1187. 10 Título X, cánones 1188 a 1196. 11 Título XI, cánones 1197 a 1202. 12 Título XII, capítulo I, cánones 1205 a 1214. 13 Libro I: De las normas generales; Libro II: Del Pueblo de Dios; Libro III: De la función de enseñar de la Iglesia; Libro IV: De la función de santificar la Iglesia; Libro V: De los bienes temporales de la Iglesia; Libro VI: De las sanciones de la Iglesia; y Libro VII: De los procesos. 14 «Son lugares sagrados aquéllos que se destinan al culto divino o a la sepultura de los fieles mediante la dedicación o bendición prescrita por los libros litúrgicos» (canon 1205). 15 Libro IV, Parte III, Título I: De los lugares sagrados (cánones 1205 a 1213); cap. 1: De las iglesias (cánones 1214 a 1222); cap. 2: De los oratorios y capillas privadas (cánones 1223 a 1229); cap. 3: De los santuarios (cánones 1230 a 1234); cap. 4: De los altares (cánones 1235 a 1239); y cap. 5: De los cementerios (cánones 1240-1243).

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tanto que cuenten con iglesia u oratorio y cementerio, pero que en sentido estricto esta consideración no puede extenderse al conjunto de las edificaciones de la casa. En este sentido se expresa Sabino Alonso Morán en el comentario al canon 1172, cuándo se produce la violación de una iglesia: «Los actos catalogados en el canon 1172 § 1 sólo producen la violación de la iglesia cuando reúnen tres condiciones, que sean: a) ciertos; b) notorios, y c) realizados dentro de ella. [...] Finalmente, lo de ‘haber sido realizados dentro de la iglesia’ exige que hayan tenido lugar en el espacio comprendido desde la parte interior de la puerta hasta el ábside, y desde el pavimento hasta el techo o hasta el cielo raso, si tiene desván, quedando excluido éste. Igualmente se excluye la sacristía –por hallarse separada del cuerpo de la iglesia mediante la puerta y no estar deputada para los actos del culto–, la torre y las dependencias exteriores adheridas a la iglesia»16 . Esta clara delimitación del espacio sagrado reducido al lugar dedicado al culto divino –que en las casas religiosas incluiría el coro, aunque se encuentre separado del cuerpo de la iglesia– se completa en el § 2 del canon 1172, que dice: «Por el hecho de haber sido violada la iglesia, no se reputa violado el cementerio, aun cuando esté contiguo a ella, ni viceversa». Si bien queda claro tanto cuál es el espacio sagrado como el porqué de su sacralidad, en un sentido amplio se ha aplicado el término a la totalidad de la casa religiosa e incluso a aquéllas destinadas a las obras de piedad o de beneficencia, tales como los hospitales. Sin duda un último elemento ha contribuido a esta ampliación de los límites de lo sagrado en las casa de religión: la existencia de la clausura. Son muchos los que ven en ella una clara oposición entre el espacio sagrado, que identifican con la clausura, y el profano. Sin embargo el verdadero lugar sagrado es la iglesia, conventual o monástica, abierta a todos los fieles para la participación en el culto. En el Derecho canónico, la clausura es una de las obligaciones de los religiosos17 , por eso en el Código de 1917 se encuentra en el Libro II, De las personas. La clausura se extiende a toda la casa, incluidos los huertos y jardines, quedando

16 Comentarios al Código de Derecho Canónigo. II Cánones 682-1321, Madrid, BAC, 1963, pp.763-764. 17 Es la clausura activa, la que prohíbe la salida de los religiosos de la casa, sin la debida licencia; la pasiva prohíbe a los extraños entrar en ella.

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excluidos de ella, además del templo y la sacristía, la hospedería en caso de haberla y el locutorio, que deberán situarse en las proximidades de la puerta18 . Dos obras toledanas, de muy distinto carácter ente sí, permiten comprobar que este concepto de lugar sagrado no es sólo una sutileza jurídica. La primera es la descripción de la catedral primada, Summi Templi Toletani per quam graphica descriptio, obra del canónigo toledano Blas Ortiz19 ; la segunda es el plano de Toledo, entre 1605 y 1610, incluido en el lienzo Vista y plano de Toledo de El Greco20 . Aunque el doctor Ortiz es canonista21 , la naturaleza de su libro obedece al deseo de ofrecer al príncipe don Felipe, a quien va dedicado, la posibilidad de satisfacer su curiosidad sobre la catedral de Toledo, tanto de su historia como de su arquitectura; pero dedica los primeros capítulos de su obra a la descripción de la ciudad y la cierra con una enumeración de las parroquias, iglesias, monasterios, conventos, hospitales y cofradías que en su tiempo había en ella. El resultado es «la suma de la descripción de dos cosas diferentes, una ciudad y el templo-catedral que alberga en su corazón, pese a que el título se refiera tan sólo a la descripción de la segunda»22 . Cuando en el capítulo 17 inicia el itinerario por el interior del templo, lo hace partiendo del altar mayor para, seguidamente, trasladar al lector al coro situado frente a él, pues ambos constituyen el centro del culto en la catedral: «La Descripción comienza primero con un esquema puramente jerárquico para tomar luego un rumbo topográfico» 23 . Esta misma idea jerárquica rige la ordenación del «Yndice de las 18 Canon 597. El Nuevo Código de Derecho Canónico no desciende a tantas precisiones, señalando tan sólo que: «En todas las casas se observará la clausura, adaptada al carácter y misión del instituto, según determine el derecho propio, debiendo quedar siempre reservada exclusivamente a los miembros una parte de la casa religiosa» y que la clausura será más estricta en los monasterios femeninos de vida contemplativa (canon 667). 19 El manuscrito latino se conserva en la Real Biblioteca de El Escorial; la primera edición del libro salió de las prensas de Juan de Ayala, en Toledo, en 1549. El texto fue traducido por el racionero de Toledo Alfonso de Cedillo, y de la traducción se conocen un total de cinco copias, dos en el Fondo Borbón-Lorenzana de la Biblioteca Regional de Castilla-La Mancha, en Toledo, otras dos en la British Library y el último en la Biblioteca Nacional de Madrid. Una reciente edición presenta el texto latino de la edición princeps y, en columna paralela, la traducción según el manuscrito 210 de la Biblioteca toledana: La Catedral de Toledo 1549. Según el Doctor Blas Ortiz. Descripción Graphica y Elegantissima de la S. Iglesia de Toledo, Toledo, Antonio Pareja editor, 1999, que es la que utilizo, precedida de dos estudios: Ramón GONZÁLVEZ RUIZ, Blas Ortiz y su mundo, pp. 11-77, y Felipe PEREDA, Leer en la Catedral: La experiencia de la arquitectura en 1549, pp. 81-125. 20 Julio PORRES MARTÍN-CLETO, Plano de Toledo por El Greco, Toledo, Instituto Provincial de Investigaciones y Estudios Toledanos, 1967. 21 Ramón GÓNZALVEZ, Op. cit., p. 21. 22 Felipe PEREDA, Op. cit., p. 99. 23 Ibídem, p. 100.

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Parrochias, Yglesias, Hospitales y Cofradías de esta Piísima Ciudad de Toledo»24 , pues se inicia con la enumeración de las parroquias, primero las 21 latinas seguidas de las 6 mozárabes. Se relacionan después los conventos de «monjes», 6 en la ciudad y 3 extramuros; a los que siguen los 14 de monjas, que diferencia de los 7 que llama «conventos de beatas». Por último, enumera las 10 capillas que hay en la ciudad, a las que debe añadirse, como undécima, «la que se ve en la plaza de esta ciudad puesta en lugar principal y alto, con el título especial de la Sangre de Christo, donde todos los días al amanecer se dice missa»25 . La relación de «templos sagrados» concluye con las ermitas extramuros, 15 en total, entre las que se cuentan las dos de las haciendas monásticas, de las Nieves y de Corralrrubio. Así pues, la ordenación del doctor Ortiz se ajusta a la que posteriormente reflejará el Código: iglesias, oratorios y capillas. Por su parte, el autor del Plano de Toledo ha señalado en él 69 edificios religiosos –parroquias, conventos, capillas, ermitas y hospitales– ordenados en la numeración según un criterio topográfico. Para la localización de las casas religiosas utiliza como punto de referencia la ubicación de la iglesia, claramente delineada en la manzana, y marcada con una cruz como los templos parroquiales y las capillas26 . Es significativo que algunas de estas casas religiosas cuenten con el número, que remite a la leyenda, pero no se señale el ámbito del espacio sagrado. Así, el número 43 señala el lugar que ocupaba el beaterio de Santa Catalina de Siena y que poco después se constituirá en convento de dominicas recoletas con la advocación de Jesús y María; el 58 se sitúa sobre Santa María la Blanca, la antigua sinagoga transformada primero en refugio y luego en beaterio de arrepentidas; el 67 marca el lugar del beaterio de San Pedro, convertido más tarde en el monasterio de la Purísima Concepción de monjas benedictinas; y el 69, que marca el convento de las carmelitas descalzas recién llegadas –en el último de sus traslados toledanos– a las casas que fueron de don Fernando de la Cerda y que todavía no habían levantado su iglesia.

24 La Catedral de Toledo 1549, p. 285. 25 Ibídem, p. 288. 26 En realidad el número de edificios religiosos es mayor, pues aparecen sin numerar pero con el nombre claramente escrito junto a ellos cuatro conventos más: San Juan de los Reyes, San Agustín, San Bartolomé y San Antón. Además, se encuentran señaladas las iglesias de los monasterios de San Clemente y de las bernardas recoletas de la Asunción pero sin los números que los identifiquen ni los nombres.

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II De manos del doctor Ortiz y del pintor cretense hemos llegado a la segunda parte en la que se trata, primero, de cuantificar los lugares sagrados vinculados a las órdenes religiosas para, después, situarlos en el espacio urbano27 . Presentan éstos una enorme variedad tipológica que va desde el humilde convento de descalzos o el beaterio instalados en una casa más o menos amplia28 ; hasta el que bien puede llamarse «complejo urbanístico», que partiendo de un núcleo inicial, en muchas ocasiones casas o palacios particulares, va creciendo al incorporar los edificios o solares aledaños y, a veces, hasta espacios públicos. Para tratar de englobar tal variedad tipológica he recurrido al término de casa y bajo este concepto, intencionadamente ambiguo, unifico comunidades muy diversas –monasterios y conventos, residencias y hospicios, hospitales y refugios– desde los grandes monasterios de origen medieval, formados por comunidades estables siempre con más de medio centenar de individuos en los censos, a los pequeños conventos de los descalzos y recoletos formados por poco más de una decena de frailes o monjas, con una mayor variación del número de sus componentes en los recuentos. El término casa incluye también un corto número de establecimientos que no alcanzan la condición de convento: los hospicios. Eran éstos casas abiertas, en la mayoría de las ocasiones, por las ramas masculinas de las Órdenes en los lugares donde no contaban con un convento pero sí lo había de la rama femenina. Residía en ellos una pequeña comunidad, de dos o tres religiosos, encargados de la atención espiri-

27 Vengo ocupándome del tema de la presencia de los religiosos en el territorio de Castilla La Nueva desde hace años: «Una religión áspera en principios de reformación. Los carmelitas descalzos en Castilla 1570-1600», Teresianum, XLVI/2 (Roma 1995), pp. 543-582; «Los regulares en el territorio castellano de las Órdenes Militares (siglos XVI-XVIII)», en Las Órdenes Militares en la Península Ibérica, volumen II: Edad Moderna, Cuenca, Ediciones de la Universidad de Castilla-La Mancha, 2000, pp. 21352159; «Las Órdenes Religiosas en Castilla-La Mancha, siglos XV-XIX», Fuentes Humanísticas, 29 (México 2004), pp. 115-129; «Las Órdenes Religiosas», en Francisco GARCÍA GONZÁLEZ, (coord.), CastillaLa Mancha en la Edad Moderna, Ciudad Real, Almud Ediciones, 2004, pp. 237-256; y «Conventos, Frailes y Monjas. La Mancha en tiempo del Quijote», en Celosías. Arte y Piedad en los conventos de Castilla-La Mancha durante el siglo del Quijote, Catálogo de la Exposición, Albacete, Empresa Pública «Don Quijote 2005, S. A.», 2006, pp. 53-63. Las fuentes utilizadas para confeccionar la base de datos con la que elaboré tanto aquéllos como este trabajo se relacionan en las páginas finales del texto. 28 Los carmelitas descalzos tuvieron su primer convento en Toledo en una casa «en la misma plazuela que dicen de la Estampa, en el mismo torno de las Carretas», tan estrecha que según cuenta fray Pedro de Cristo, el maestro de novicios, «solía, en tiempo de verano, sacar a los hermanos muchas veces a tener la recreación a parte de donde se viese el río y campo, como es el corredor y el azutea». Fray Pedro DE CRISTO, Flores virtutum, B. N. Madrid, ms. 8020, f. 186.

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tual de las monjas pero que tenían expresamente prohibida cualquier otra actividad pastoral con el pueblo, al que ni siquiera podían acoger en su oratorio, pues carecían de patente para abrir iglesia; el hospicio servía, al mismo tiempo, de alojamiento a los frailes transeúntes y en muchas ocasiones –sobre todo en los pueblos– acabó transformándose en convento, una vez obtenidas las pertinentes licencias. También se encuentran bajo el mismo término de casas las haciendas rurales en las que hay uno o dos religiosos encargados de su administración. En ocasiones, como sucede en la dehesa de las Nieves, propiedad del monasterio de San Pedro Mártir, y en la granja de Corralrrubio, de los jerónimos de la Sisla, la hacienda funciona como casa de recreación a la que acuden, por temporadas, los miembros de la comunidad. Pero antes de llegar a conocer la distribución espacial de las casas de religión en Toledo, entre los siglos XII y XIX, conviene responder primero a las preguntas de ¿cuántas son? y ¿cuándo aparecen?, para analizar, después, ¿dónde se instalan? 1. Desde la conquista de la ciudad por Alfonso VI, el 25 de mayo de 1085, y hasta la publicación de los decretos de exclaustración de los regulares, en julio y octubre de 1835, se fundaron en Toledo 49 casas de órdenes religiosas, 22 de hombres y 27 de mujeres, cuya distribución temporal puede verse en el Gráfico 1. En el cómputo no se han incluido ninguno de los hospicios que los jerónimos de la Sisla, los bernardos de Montesión y los clérigos menores de San Francisco Caracciolo tenían en el interior de la ciudad, cuyo recuerdo perdura en el callejero; tampoco se cuentan las haciendas de Santa María de las Nieves y de Corralrrubio, ni el Colegio de Doncellas, aunque sí incluye el beaterio de Santa María la Blanca, fundado por el cardenal Siliceo como refugio de arrepentidas29 . Con todo, nunca hubo en Toledo tantas casas de religión al mismo tiempo. Cuando en 1576 Luis Hurtado de Toledo escribió su Memorial, como respuesta al interrogatorio remitido por Felipe II, había en la ciudad 17 monasterios de monjas y 12 de monjes y frailes, además de 7 beaterios, que el cronista enumera según las colaciones parroquiales en las que se encuentran. En 1751 los peritos que responden al interrogatorio del Catastro de Ensenada encuentran en la ciudad 39, 23 de monjas y 16 de religiosos, entre los que no incluyen las dos comunidades de hospitalarios, con lo que el número de casas era realmente de 41. En 1787, el Censo de Floridablanca arroja en su recuento un resultado de 39 casas, las 23 de religiosas y 16 de religiosos, una vez suprimidos los jesuitas que contaban en Toledo con un colegio y una residencia. 29 Vid. J. Carlos VIZUETE MENDOZA, «Mancebía y casas de recogidas en el Toledo del Siglo de Oro», Fuentes Humanísticas, 6 (México 1993), pp. 27-35.

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Gráfico 1: Monasterios y conventos. Fundaciones 16 14 12 10 Números 8 6 4 2 0 XI

XII

XIII

XIV

XV

XVI

XVII

XVIII

Siglos

Hombres

Mujeres

Los informes presentados por los prelados en las visitas ad limina proporcionan también información sobre el número de casas de religión existentes en la ciudad30 . En 1615, don Bernardo Sandoval y Rojas dice que hay 35 casas: 20 conventos de monjas, 9 de los cuales están sujetos al ordinario, y 14 de religiosos, destacando el de los capuchinos que él acababa de fundar. En 1660, el cardenal Moscoso y Sandoval informa de la existencia de 41 casas: 24 de monjas –con once sujetas al ordinario entre las que incluye el Colegio de Doncellas– y 17 de religiosos; y en los mismos términos están redactados los informes que remitieron don Pascual de Aragón, en 1672, el cardenal Portocarrero, en 1685, y don Francisco Valero y Losa, en 1719. Los de los cardenales Fernández de Córdova, de 1769, y Lorenzana, de 1776 y 1780, contienen también idénticas cifras: 40 monasterios, 23 de monjas –diez de ellos sometidos al ordinario, incluyendo el Colegio de Doncellas– y 17 de religiosos. ¿Son muchas o pocas estas casas? En realidad el número por sí solo no dice nada, salvo cuando lo ponemos en relación con otro. En el amplísimo territorio que ocupaba la diócesis de Toledo se fundaron, durante el periodo que estudiamos, 410 casas de órdenes religiosas; casi la mitad, 201, se concentran en siete ciudades y villas en las que hay al menos 10 de ellas (Gráficos 2 y 3). 166

Lugares sagrados y órdenes religiosas. Monasterios y conventos en Toledo

Gr á fi co 2: Mon a st er i os y con v en t os en l a di ócesi s

T oledo T a la v er a Oca ñ a Ma dr id Gu a da la ja r a Ciu da d Rea l A lca lá 0

10

20

30

40

50

60

70

80

N úme ro

Gráfico 3: Monasterios y Conv entos en la diócesis

T a l a v er a 4%

T ol edo 12%

A l ca l á 8%

Ciu da d Rea l 2% Gu a da l a ja r a 3% Ma dr id 17%

Oca ñ a 3% Rest o 51%

A lcalá

Ciudad Real

Guadalajara

Madrid

Ocaña

Resto

Talav era

Toledo

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La primacía madrileña, con el desorbitante número de 71 casas de religión de todo tipo y con presencia de casi todas las Órdenes, algunas con más de dos casas, no necesita comentario. Tras ella se sitúan, Toledo, Alcalá de Henares, Talavera de la Reina, Guadalajara, Ocaña y Ciudad Real. Fuera del cuadro, pero muy cerca de ellas, se encuentran Almagro, con 9 casas, y Alcaraz, con 7. Todas eran ciudades y villas prósperas, cada una por razones diversas. El elevado número de fundaciones en Madrid y Alcalá debe hacernos concluir que ni el obispo ni el cabildo catedralicio eran factores determinantes a la hora de elegir un lugar como asiento de una casa de religión, aunque sí lo era contar con Universidad, pues algunas Órdenes buscaban la cercanía de las aulas pensando obtener en ellas nuevos profesos; y ésta es, precisamente, la razón del crecido número de fundaciones en la zona de influencia de Alcalá de Henares, desde Guadalajara hasta Ocaña. A la hora de elegir un lugar para abrir una casa, pesaban más los aspectos económicos y la existencia de patronos – nobles o ricos– dispuestos a fundar y dotar los nuevos conventos. Y éstos se concentraban en las villas y ciudades con actividad artesanal y comercial, en las cercanas a las vías de comunicación o en las que eran cabeza de las encomiendas de las Órdenes Militares, donde residía el crecido número de propietarios rurales absentistas ennoblecidos o que aspiraban a conseguir un título o un hábito que diera lustre a su riqueza. Madrid es el crisol donde se funden todos estos aspectos; como puede verse en el Gráfico 4, el traslado de la corte en 1561 supone la ralentización de fundaciones en Toledo, hasta desaparecer después de 1670, mientras que se incrementan en Madrid donde se fundan, después del establecimiento de la corte filipina, 54 casas. A la luz de todo esto cabe preguntarse si se ajusta a la realidad el calificativo de ciudad-convento con el que se ha designado a Toledo. Fue Fernando Marías el primero en hacerlo: «La Ciudad Imperial, en la que coexistían lo secular y lo espiritual en sus más altas cotas, fue dando paso a la ‘ciudad-convento’, Roma frente a Constantinopla, centro espiritual pero no temporal»31 . Evidentemente, Constantinopla era Madrid. El término ha hecho fortuna, supongo que como paralelo a otro acuñado por los novelistas decimonónicos: «ciudad levítica». Con él hacían referencia a núcleos urbanos de escasa importancia sometidos a una influencia clerical predominante que condicionaba todos los aspectos de la vida ciudadana. Así se puede ver en La Re30 Publicados por Ángel FERNÁNDEZ COLLADO, Los informes de «visita ad limina» de los arzobispos de Toledo, Cuenca, Universidad de Castilla-La Mancha, 2002. 31 Fernando MARÍAS «Arquitectura y ciudad: Toledo en la época de El Greco», en El Toledo de El Greco, Madrid, Ministerio de Cultura, 1982, p. 41.

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Lugares sagrados y órdenes religiosas. Monasterios y conventos en Toledo

Gráfico 4: Fundaciones en T oledo y Madrid

35 30

Número

25 20 15 10 5 0 XII

XIII

XIV

XV

XVI

XVII

XVIII

Si gl os

Toledo

Madrid

genta de Clarín, Doña Perfecta de Galdós o La Fe de Palacio Valdés. Desde entonces se ha llamado ciudades levíticas a Oviedo, a Salamanca –aunque Unamuno rechazó argumentalmente el calificativo–, a Vic, a Zamora, a Vitoria32 , a Cuenca33 , y, por supuesto, a la Orihuela de El obispo leproso de Gabriel Miró. Porque en todos estos casos se trata de ciudades episcopales en las que, desaparecidos los religiosos tras la exclaustración decimonónica, domina en solitario el cabildo catedralicio. Ahora bien, cada vez es más frecuente encontrar el término de «ciudad conventual» con el que se hace referencia a alguna ciudad, episcopal o no, en el periodo anterior a la desamortización: Alcalá de Henares34 , Málaga35 , Segovia36 . Lo que 32 A. RIVERA BLANCO, La ciudad levítica, continuidad y cambio en una ciudad del interior (Vitoria 1876-1936), Vitoria, Diputación Foral de Álava, 1992. 33 Ciudad levítica, Barcelona, Planeta, 2001, es el título de una novela de Raúl del Pozo, identificada con Cuenca desde la fotografía de la portada. Irma Fuencisla ÁLVAREZ DELGADO y Ángel Luis LÓPEZ VILLAVERDE, «Un enclave cenetista en una ciudad levítica: apuntes para una historia del anarquismo en Cuenca», Germinal, 1 (2006), pp. 85-108. 34 Consuelo GÓMEZ LÓPEZ, «Renovatio urbis: poder, ciudad y universidad en el siglo XVI», Espacio, Tiempo y Forma, Serie VII, Historia del Arte, 9 (1996), pp. 53-73; C. ROMÁN PASTOR, La arquitectura conventual en Alcalá e Henares, Alcalá de Henares, 1994. 35 Francisco José RODRÍGUEZ MARÍN, Málaga conventual, Málaga, Arguval, 2000. 36 Maximiliano BARRIO GOZALO, Segovia, ciudad conventual: el clero regular al final del Antiguo Régimen (1768-1836), Valladolid, Publicaciones de la Universidad, 1995.

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domina ahora son los aspectos urbanísticos y la concentración de edificios conventuales en determinados barrios, como sucede en Sevilla y Valencia. No ha faltado quien hable, entonces, de la sacralización del espacio urbano, refiriéndose al comprendido entre los muros conventuales y sometido a la clausura, que suponen sacralizado en tanto que separado del espacio «profano». De esta manera «sacralizan», no sólo las dependencias en las que se realiza la vida común, sino también los huertos, las cuadras, las bodegas y los almacenes, encerrados tras las tapias de los grandes conjuntos urbanísticos que constituyen muchos de los conventos y monasterios urbanos. 2. Así pues, a lo largo del tiempo el incremento del número de casas de religión es constante pero no uniforme y responde tanto a la situación interna por la que atraviesan las propias Órdenes como al ambiente social y político que favorece los movimientos de reforma de la Iglesia. Antes de 1150 sólo se fundan dos monasterios: la abadía benedictina de San Servando, dependiente de San Víctor de Marsella y de vida efímera, y el monasterio de San Clemente37 . Lentamente, durante los años siguientes, los de la floración cisterciense y el desarrollo incontenible de los mendicantes, irán estableciéndose en Toledo nuevas casas de religión, diez entre 1150 y 1260, tres de las cuales lo hicieron este último año: el monasterio de Santa Catalina, de la Orden de la Merced, y los conventos de San Agustín, de agustinos, y de Santa Úrsula, de agustinas.38 . Se abre entonces un largo periodo de inactividad fundadora, pues la siguiente se realiza en 1318, cuando los antonianos abren el hospital de San Antón, extramuros de la ciudad. Al iniciarse el reinado de los Reyes Católicos eran 21 las fundaciones efectuadas, aunque no todas ellas perduraban. Se abre entonces un periodo de tiempo caracterizado por la imposición desde la corte de la reforma de los observantes sobre

37 Fidel FITA, «El monasterio toledano de San Servando en la segunda mitad del siglo XI. Estudio crítico», Boletín de la Real Academia de la Historia, 49, (1906), pp. 280-331; Juan Pablo RUBIO SADÍA, Las órdenes religiosas y la introducción del Rito Romano en la Iglesia de Toledo, Toledo, Instituto Teológico San Ildefonso, 2004, p. 88-93; J. Carlos VIZUETE MENDOZA, «El monasterio de San Clemente en la Edad Media (Los documentos reales. Estudio y regesta)», Anales Toledanos, 30 (1993), pp. 9-10. 38 En ocasiones no es fácil establecer la fecha de fundación de un monasterio, sobre todo cuando intervienen varias instancias que redactan documentos diversos a lo largo de un proceso que, en ocasiones, es prolongado: la dotación por parte del fundador o patrono; la licencia del ordinario, si se trata de monasterios de monjas; la licencia de la Orden; la constitución de la primera comunidad. Las fechas de fundación que aquí aparecen son las comúnmente aceptadas en las crónicas e historias de las órdenes.

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los conventuales en las Órdenes mendicantes, favoreciendo la erección de Congregaciones de Observancia entre los franciscanos, dominicos y clarisas; así como el nacimiento y la rápida expansión de un movimiento religioso femenino que, partiendo de beaterios, multiplicará los conventos, unos de la Tercera Orden Regular Franciscana y otros de la nueva forma de vida religiosa que suponen las concepcionistas. Estas circunstancias ayudan a comprender que entre los años 1480 y 1514 se fundaran 10 nuevas casas en Toledo, si bien desapareció el siempre pobre monasterio de San Pedro de las Dueñas, incorporado al cister en 1168 y unido definitivamente a la Concepción francisca en 1501. Si entre 1520 y 1550 parece como si el impulso fundador se detuviera, los sesenta años siguientes, hasta 1611, son de una actividad incesante: nada menos que 14 nuevas fundaciones. Pero es que aquellos años son los de la aparición del segundo impulso reformador en las viejas Órdenes mendicantes, el movimiento de los descalzos, y el desarrollo de las nuevas, los Clérigos Regulares. Entre los primeros baste citar los nombre de san Pedro de Alcántara, promotor de la descalcez franciscana; santa Teresa de Jesús, reformadora del Carmelo; san Alonso de Orozco, creador de la recolección agustina; san Juan Bautista de la Concepción, iniciador de la descalcez trinitaria. Todos ellos tienen relación con Toledo donde se harán presentes sus respectivos movimientos reformadores. Por lo que toca a los Clérigos Regulares, también llegan a la ciudad jesuitas, hospitalarios y clérigos menores. Después de 1611 sólo se realizan en Toledo tres nuevas fundaciones, y una de ellas es la transformación en monasterio de un antiguo beaterio, el de las beatas de San Pedro. Las tres, en el calor de la polémica inmaculista, llevan la advocación de la Purísima Concepción: las benedictinas recoletas, las capuchinas y los agustinos recoletos. Así, en 1631 se cierra el capítulo de las fundaciones en Toledo. Curiosamente con el apelativo de «ciudad-convento» se hace referencia a un periodo, que comienza en el segundo tercio del siglo XVII con el asentamiento definitivo de la corte en Madrid, en el que no se vuelven a realizar fundaciones en Toledo y tiene que ver más que con éstas con la nueva ubicación de algunos conventos en el espacio urbano. 3. Para responder a la última pregunta, ¿dónde se instalan?, nada mejor que recurrir a un plano, en este caso el que reproduce el trazado urbano de la ciudad en la primera década del siglo XVII tomado del cuadro de El Greco. Sobre él, y agrupadas por siglos, se representan las localizaciones de las casas de religión con un número, que remite a esta relación:

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Plano 1. 1. El monasterio de benedictinos de San Servando, fundado en 1088 extramuros de la ciudad, al otro lado del puente de Alcántara. 2. El monasterio de monjas bernardas de San Clemente, fundado hacia 1107 también extramuros, en las proximidades del puente de San Martín. En 1175, cuando se incorporan a la reforma cisterciense ya se encontraban en su actual emplazamiento, en la colación de San Román. 3. El monasterio de canónigos regulares premostratenses de Santa Colomba. Localizado extramuros hacia el arroyo de la Rosa; su situación en el plano es aproximada. 4. El monasterio de monjas cistercienses de Santo Domingo de Silos, fundado en 1157. 5. El monasterio de monjas benedictinas de San Pedro de las Dueñas, fundado en 1168 e incorporado a la reforma cisterciense. Su localización coincide con Santa Fe, donde permanecen hasta 1501, cuando se integran en la Concepción francisca. Plano 2. 6. El convento de la Santísima Trinidad, de frailes trinitarios, fundado en 1220 junto a un pequeño hospital anterior. Es el primero de los de varones intramuros. 7. El convento de San Francisco, fundado en 1219 extramuros en el lugar que hoy ocupa la ermita de La Bastida, trasladado después al edificio en que hoy están las concepcionistas y luego al monasterio de San Juan de los Reyes. La reduplicación del número 7 en el plano señala este último traslado. 8. El convento de dominicos de San Pedro Mártir, fundado en 1230 extramuros, en la huerta del Granadal y bajo la advocación de San Pablo. Su traslado al corazón de la ciudad tuvo lugar en 1407, junto a la iglesia de San Román. Este traslado también viene señalado por la reduplicación del número 8. 9. El convento de clarisas de Santa Clara se fundo extramuros, junto a la ermita de Santa Susana, hacia 1250. En 1372 pasaron a ocupar las casas donadas por doña María Meléndez, en su actual emplazamiento. 10.El convento de Santa Catalina, de frailes mercedarios, fundado en 1260. 11. El convento de agustinas de Santa Úrsula se fundó como beaterio en 1260, trasformándose en monasterio con clausura en 1360. 12.El convento de frailes agustinos de Nuestra Señora de Gracia se fundó en 1260 extramuros, junto a la ermita de San Esteban, donde tuvo su primer asentamiento el monasterio de San Clemente. En 1311 se trasladó junto a la Puerta del Cambrón.

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Plano 1.

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Plano 2.

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Plano 3. 13. En 1318, los antonianos abrieron un hospital bajo la advocación de San Antonio Abad situado extramuros de la ciudad. 14.Los frailes carmelitas establecieron el convento de Nuestra Señora del Carmen junto a la Puerta de Doce Cantos en 1346. 15.El convento de dominicas de Santo Domingo el Real fue fundado en 1364. 16. En 1370 se fundó el beaterio de la Visitación, que todo el mundo conocerá con el nombre de «La Reina» por ocupar unas casas que fueron de doña Juana, la mujer de Enrique II. Se incorporó a la orden de San Jerónimo. 17.El monasterio de monjes jerónimos de Santa María de la Sisla se fundó extramuros en 1374 al sur de la ciudad. Su localización se sitúa fuera del plano. 18.El monasterio de monjas jerónimas de San Pablo se fundó en 1375. Plano 4. 19.En 1427 se inició la reforma de la observancia entre los monjes cistercienses castellanos con la fundación del monasterio de Nuestra Señora de Montesión, extramuros. Su localización no aparece en el plano y la referencia es sólo aproximada. 20. El convento de la Purísima Concepción, de monjas agustinas conocidas por «las Gaitanas», se fundó como beaterio en 1458. Admitieron la clausura en 1630. 21.El convento de clarisas de Santa Isabel de los Reyes se fundó en 1477, incorporando el templo parroquial de San Antolín. 22. El convento de monjas dominicas de Madre de Dios se fundó como beaterio en 1482 y en 1487 incorporaron la clausura regular. Ocuparon el solar de la antigua iglesia de Omnium Sanctorum. 23. El beaterio de San Pedro, fundado en 1487. 24. El monasterio de la Inmaculada Concepción, de monjas concepcionistas, se fundó en 1484, ocupando el antiguo convento de San Francisco. 25. El convento de San Miguel de los Reyes se fundó como beaterio en 1491 y 1514 profesaron la regla de Santa Clara. 26. El monasterio de monjas jerónimas de la Encarnación, llamado de «Vida pobre», se fundó como beaterio en 1493.

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Plano 3.

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Plano 4.

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Plano 5. 27.El convento de Santa Fe, de comendadoras de Santiago, fundado en 1502.Instaladas primero en el antiguo monasterio de San Pedro de las Dueñas, pasaron luego a la ermita de Santa Fe que hasta 1510 fue sede de los caballeros de Calatrava. 28.El convento de San Juan de la Penitencia, de terciarias franciscanas, fue fundado en 1514. 29.El convento de las terciarias franciscanas de San Antonio de Padua se fundó como beaterio en 1514. En 1525 se instalaron en unas casas de la colación de Santo Tomé. 30.El convento de Santa Ana se fundó como beaterio y en 1514 se adhirió a la orden franciscana como terciarias. 31.El beaterio con la advocación de Santa Mónica, fundado en 1520, pasó a guardar clausura regular en 1592 cambiando la localización y tomando como titular a San Torcuato, el del templo parroquial que recibió como iglesia conventual. 32.El convento de San Bartolomé, de los mínimos, se fundó en 1529 en una ermita de la Vega baja. 33.Santa María la Blanca, beaterio fundado en 1550. 34.El convento de San José, de los franciscanos descalzos, fue fundado cerca del arroyo de la Rosa, extramuros, en 1557. En 1607 se trasladaron al convento de San Gil, en la colación de San Cipriano. Los dos emplazamientos aparecen en el plano. 35.La Compañía de Jesús llegó a Toledo en 1557. En 1583 abrió el colegio de San Eugenio y San Ildefonso, que contaba con iglesia. 36.Los Hospitalarios de San Juan de Dios recibieron en 1569 el Hospital del Corpus Cristi, en la colación de Santo Tomé, que tenía anejo un cementerio. 37.Las carmelitas descalzas fundaron el convento de San José en 1569. Su primera morada se encontraba en la calle del Torno de las carretas, de donde pasaron a una casa en las Tendillas. En 1607 se trasladaron a las casas que fueron de don Fernando de la Cerda, próximas a la Puerta del Cambrón. En el plano, la reduplicación del número 37 señala la primera y la última de sus moradas. 38.El convento de Jesús María, de religiosas mínimas se fundó en 1570 en el Arrabal; tuvo corta existencia. 39.El convento del Espíritu Santo, de los carmelitas descalzos, fundado en 1584, también pasó por tres lugares distintos. Estuvo primero en una casa en el Torno de las carretas, pasó en 1604 a extramuros, en las cercanías de San Servando, y en 1643 volvieron al interior de la ciudad. En el plano aparecen los dos últimos. 40.El convento de San Francisco Caracciolo, de los clérigos menores, se fundó hacia 1590 extramuros, en el paraje de los cigarrales. 178

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Plano 5.

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Plano 6. 41.El convento de Jesús y María, de monjas dominicas descalzas, se fundó en 1601. 42. El monasterio de bernardas recoletas de la Asunción se fundó en 1605 en el lugar que hasta un año antes habían ocupado los carmelitas descalzos en el Torno de las carretas. 43. Los capuchinos fundaron en 1611 su primer convento, del Santo Ángel custodio, extramuros, de donde pasaron a las proximidades del alcázar, junto a la capilla de Santa Leocadia, cuya advocación tomó el nuevo convento. Las dos localizaciones se señalan en el plano. 44. Los trinitarios descalzos fundaron el convento de San Ildefonso en 1612, extramuros, junto al camino de Madrid. 45. El monasterio de la Purísima Concepción, de monjas benedictinas, fundado en 1630 tiene su origen en un beaterio. 46. El convento de la Purísima Concepción de monjas capuchinas se fundó en 1631 en las Tendillas, en el lugar que ocupó la segunda casa de las carmelitas descalzas. 47. El convento de la Purísima Concepción de frailes agustinos recoletos fue fundado en 1617.

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Plano 6.

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Por último, hay dos aspectos que quiero destacar: el primero, el crecido número de fundaciones que se realizan extramuros de la ciudad; el segundo, los desplazamientos que en su interior han hecho algunas comunidades antes de encontrar un asiento definitivo. Extramuros se realizaron 15 fundaciones: San Servando, San Clemente, Santa Colomba, San Francisco, San Pablo del Granadal (luego San Pedro Mártir), Santa Clara, San Agustín (luego Nuestra Señora de Gracia), San Antonio Abad, Santa María de la Sisla, Nuestra Señora de Montesión, San Bartolomé de la Vega, San José (luego San Gil), San Francisco Caracciolo, el Santo Ángel (luego Santa Leocadia) y San Ildefonso. Algunas, por su espíritu eremítico y por el mayor rigor de las reformas, permanecieron fuera de los muros de la ciudad; otras buscaron acomodo en su interior. El segundo aspecto, el de la movilidad, ha tenido una consecuencia cuanto menos curiosa, la utilización de un mismo lugar por comunidades religiosas sucesivas: franciscanos y concepcionistas; caballeros calatravos y comendadoras de Santiago; carmelitas descalzas y capuchinas. Pero quizá el más destacado sea el monasterio de la Asunción, en el Torno de las carretas, cuyo origen hay que situar en un beaterio disuelto en 1540; los siguientes en ocuparlo fueron los carmelitas descalzos, quienes lo dejaron en 1604 para instalarse en San Servando, ocupando el lugar entonces las bernardas recoletas. Sin embargo, no siempre lo que había sido convento mantiene esta función con el traslado de la primera comunidad. En definitiva, es la presencia de los religiosos, con sus actos de culto, la que confiere al lugar su carácter sagrado.

FUENTES Y BIBLIOGRAFÍA Las respuestas a los interrogatorios de 1575 y 1578 que forman las Relaciones histórico-geográficas de los pueblos de España se conservan en la Biblioteca del Real Monasterio del Escorial. Sobre ellas ha trabajado directamente Francisco Javier CAMPOS Y FERNÁNDEZ DE SEVILLA, que ha publicado un índice que permite su fácil consulta: «Las Relaciones Topográficas de Felipe II: Índices, fuentes y bibliografía», Anuario Jurídico y Económico Escurialense, XXXVI (2003), pp. 439-574. Existen transcripciones, por provincias, que hicieron: Juan CATALINA y M. PÉREZ VILLAMIL para la provincia de Guadalajara y publicadas en Memorial Histórico Español, tomos XLI (1903), XLIII (1905), XLV (1912), XLVI (1914) y XLVII (1915); el padre Julián ZARCO CUEVAS para el obispado de Cuenca en 1927, reeditadas por la Diputación Provincial de Cuenca en 1983 en edición prepa182

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rada por Dimas PÉREZ RAMÍREZ; y Carmelo VIÑAS y Ramón PAZ, publicadas por el Instituto Balmes de Sociología, CSIC, Provincia de Madrid, Madrid 1949; Provincia de Toledo, tomo I, Madrid 1951, tomos II y III, Madrid 1963; y Provincia de Ciudad Real, Madrid 1971. Del Censo de la Corona de Castilla de 1591. Vecindarios, custodiado en el Archivo General de Simancas, hay una transcripción publicada por el Instituto Nacional de Estadística, Madrid 1984. El Censo de Ensenada de 1756, también en el Archivo de Simancas, ha sido publicado por Pedro CARASA SOTO, Madrid, Tabapress, 1993. Para la consulta del Censo executado... por el... Conde de Floridablanca... en 1787, he utilizado el vol. 2, Comunidades Autónomas de la Submeseta del Sur, en la edición del Instituto Nacional de Estadística, Madrid 1987, cuyos datos se han completado, para la provincia de Toledo, con informaciones procedentes de las Respuestas Generales del Catastro de Ensenada custodiadas en el Archivo Histórico Provincial de Toledo. Las de la ciudad han sido publicadas: Toledo en 1751. Según las Respuestas Generales del Catastro de Ensenada, introducción de Javier M. DONEZAR DÍEZ DE ULZURRUN, Madrid, Tabapress, 1990. Las Relaciones del Cardenal Lorenzana se conservan en el Archivo Diocesano de Toledo, sus transcripciones para las provincias de Toledo y Ciudad Real fueron publicadas por Julio PORRES DE MATEO, Hilario RODRÍGUEZ DE GRACIA y Ramón SÁNCHEZ GONZÁLEZ, Diputación Provincial de Toledo, 1984 y Caja de Ahorro de Toledo, 1985, respectivamente. Francisco RODRÍGUEZ DE CORO publicó las de la ciudad de Guadalajara, «La Ciudad de Guadalajara en tiempos de Lorenzana», Wad-Al-Hayara, 17 (1990), pp. 127-161; y Ramón SÁNCHEZ GONZÁLEZ las de la vicaría de Alcaraz, «El partido de Alcaraz a través de las Relaciones del Cardenal Lorenzana», Al-Basit, 28 (1991), pp. 15-75. He utilizado, asimismo, El Mapa del Arzobispado de Toledo confeccionado por Tomás LÓPEZ, a cuya elaboración iban dirigidos los interrogatorios que componen las anteriores Relaciones; y la estadística de 1773, incluida en el legajo Vicarías de La Mancha del fondo Lorenzana del mismo Archivo Diocesano de Toledo. En la Biblioteca Nacional de Madrid se conservan las respuestas al Interrogatorio de Tomás López: ms. 7.293, provincias de Ciudad Real y Albacete; ms. 7.298, provincia de Cuenca; ms. 7.300, provincia de Guadalajara; y mss. 7.308 y 7.309, provincia de Toledo. Fernando RODRÍGUEZ DE LA TORRE y José CANO VALERO han publicado las de la provincia de Albacete, Relaciones Geográfico-históricas de Albacete (1786-1789) de Tomás López, Albacete 1987. También he utilizado otras obras contemporáneas que dependen de éstas mismas fuentes, en especial de las Relaciones de Felipe II y del Catastro de Ensenada: Fernando JIMÉNEZ DE GREGORIO, Diccionario de los Pueblos de la Provin183

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cia de Toledo hasta finalizar el siglo XVIII, los volúmenes 1, 2, 3 y 4, Toledo 1962, 1966, 1970 y 1983; y Antonio HERRERA CASADO, Monasterios y conventos en la provincia de Guadalajara, Guadalajara, Diputación Provincial, 1974. Inocencio HERVÁS Y BUENDÍA, Diccionario histórico-geográfico, biográfico y bibliográfico de la provincia de Ciudad Real, Ciudad Real 1914; Manuel CORCHADO SORIANO, Avance de un estudio geográfico-histórico del Campo de Montiel, Ciudad Real, Instituto de Estudios Manchegos, 1971; Manuel CORCHADO SORIANO, La Orden de Calatrava y su Campo, Ciudad Real, Instituto de Estudios Manchegos, 1984. Un intento de síntesis se encuentra en la voz Demografía eclesiástica hasta el siglo XIX, tomo II del Diccionario de Historia Eclesiástica de España, Madrid, CSIC, 1972, pp. 682-733, cuyos datos son evidentemente incompletos y en algunas ocasiones con errores imputables a la falta de claridad de los censos, que yo mismo he comprobado, pues algunas veces no distinguen entre carmelitas calzados y descalzos, incluyendo algunos de los conventos bajo el epígrafe genérico de carmelitas o contando entre los franciscanos a aquellos que aparecen sólo como descalzos. Vid. mi artículo «Una religión áspera en principios de reformación», Teresianum, XLVI (1995), p. 545. Por esta razón, siempre que ha sido posible, he acudido a las crónicas e historias de las órdenes religiosas para completar los datos de fundación y evolución de los monasterios, casas y conventos; así como a las de las ciudades y obispados. La relación debe comenzar con los relatos de los propios fundadores, como el libro de Las Fundaciones de Teresa de Jesús, edición de Efrén DE LA MADRE DE DIOS, O.C.D., y Otger STEGGINK, O. Carm., en Obras Completas, Madrid, BAC, 1979, pp. 517-632; la Apología de fray Jerónimo Gracián, Documenta Primigenia vol. III (1582-1589), Roma, Institutum Histricum Teresianum, 1977, doc. nº 276, pp. 51-90; y la Memoria de los orígenes de la Descalcez Trinitaria, de Juan Bautista de la Concepción, O.SS.T.D., edición de Juan PUJANA y Arsenio LLAMAZARES, en Obras Completas II, Madrid, BAC, 1997, pp.25-538. De las crónicas de las órdenes, las de los franciscanos: Francisco GONZAGA, O.F.M., De origine seraphicae religionis franciscanae eiusque progressibus de regularis observantiae institutione, Romae 1587; Juan Bautista MOLES, O.F.M., Memorial de la Provincia de San Gabriel de la Orden de Frayles Menores de la Observancia, Madrid 1592, de la que existe una edición facsímil preparada por Hermenegildo ZAMORA, 1984; Juan DE SANTA MARÍA, O.F.M., Chrónica de la Provincia de San Joseph, Madrid 1615; Melchor DE HUÉLAMO, O.F.M., Historia de las personas ilustres y notables en santidad de la santa provincia de Cartagena de N. P. S. Francisco que hasta ahora no están puestas en escritura alguna, desde 1500 hasta el presente de 1617, Cuenca 1617; Andrés DE 184

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GUADALUPE, O.F.M., Historia de la santa provincia de los Ángeles de la regular observancia y orden de N. S. P. S. Francisco, Madrid 1662; Marcos DE SANTA ROSA DE ALCALÁ, O.F.M., Chrónica de la santa provincia de San José, de religiosos descalzos y más estrecha observancia de N. S. P. S. Francisco, 2 vols., Madrid 1736 y 1738; Pablo Manuel ORTEGA, O.F.M., Crónica de la Provincia franciscana de Cartagena, 3 vols., edición facsímil, Madrid 1980. Para los agustinos y los dominicos: Pedro DE SAN FRANCISCO DE ASÍS, O.R.S.A., Historia General de los religiosos descalzos del Orden de los Hermitaños de San Agustín de la Congregación de España e Indias, Zaragoza 1756; Hernando DEL CASTILLO, O.P., y Juan LÓPEZ, O.P., Primera parte de la historia general de Santo Domingo y de su Orden de Predicadores, Madrid 1584; Segunda Parte, Valladolid 1592; Tercera Parte, Valladolid 1613; Cuarta Parte, Valladolid 1615; Quinta Parte, Valladolid 1622; Sexta Parte, Valladolid 1622; Manuel José DE MEDRANO, O.P., Historia de la provincia de España de la Orden de predicadores, I, Madrid 1725; II, Madrid 1727; III, Madrid 1729; IV, Madrid, 1731; V, Madrid 1734; Vicente BELTRAN DE HEREDIA, O.P., Historia de la Reforma de la Provincia de España (1450-1550), Roma, Istituto Storico Domenicano, 1939. Para los mercedarios y los trinitarios: Alonso REMÓN, O. de M., Historia General de la Orden de Nuestra Señora de la Merced, redención de cautivos, Madrid 1618; Gabriel TELLEZ, O. de M., Historia General de la Orden de Nuestra Señora de las Mercedes, introducción y primera edición crítica por Manuel PINEDO REY, O. de M., Madrid, Provincia de la Merced de Castilla, 1973 y 1974. Juan DE FIGUERAS CARPI, O.SS.T., Chronicon Ordinis SS. Trinitatis de Redemptione captivorum, Verona 1645; Diego DE LA MADRE DE DIOS, O.SS.T.D., Primera Parte de la Chrónica de los Descalços de la SS. Trinidad, redentores de cautivos, Madrid 1652; Alejandro DE LA MADRE DE DIOS, O.SS.T., Chrónica de los Padres Descalzos de la SS. Trinidad, Redempción de cautivos, Partes Segunda y Tercera, Alcalá de Henares 1706 y 1707. Para los jerónimos y los benedictinos: José DE SIGÜENZA, O.S.H., Historia de la Orden de San Jerónimo, Primer y Segunda Partes, Valladolid, Junta de Castilla y León, 2000; Antonio DE MONTALVO, O.S.H., Historia general de la Orden de San Jerónimo, Salamanca 1704; Antonio DE YEPES, O.S.B., Crónica General de la Orden de San Benito, edición de fray Justo PÉREZ DE URBEL, O.S.B., Madrid, Biblioteca de Autores Españoles, tomos 123, 124 y 125, 1959. Para los carmelitas: Jerónimo DE SAN JOSÉ, O.C.D., Historia del Carmen Descalzo, Madrid 1637; Francisco DE SANTA MARÍA, O.C.D., Reforma de los Descalzos del Carmen de la primitiva observancia hecha por Santa Teresa de Jesús, Madrid 1644-1739, que es la crónica oficial de la Orden, redactada por suce185

J. Carlos VIZUETE MENDOZA

sivos cronistas y publicada en 8 vols.; y Silverio DE SANTA TERESA, O.C.D., Historia del Carmen Descalzo en España, Portugal y América, 15 vols., Burgos 1935-1952. Para los jesuitas y los hospitalarios: Bartolomé ALCARAZ, S.I., Crono-historia de la Compañía de Jesús en la provincia de Toledo, y elogios de sus varones ilustres, fundadores, bienhechores, fautores e hijos espirituales, Madrid 1710, 2 vols.; y Joaquín GIL CALVO, S.I., La Compañía de Jesús en la Historia de Toledo, Toledo 1979. Juan DE SANTOS, O.H., Cronología hospitalaria y resumen historia de la sagrada religión del glorioso patriarca san Juan de Dios, Madrid 17151716, 2 vols. Historias de ciudades: Hernando DE PECHA, S.I., Historia de Guadalaxara, fundación de la Orden de San Jerónimo en España y genealogía de los Duques del Infantado, Guadalajara 1977; Pedro DE ALCOCER, Hystoria o descripción de la Imperial ciudad de Toledo, Toledo 1554, edición facsímil, Toledo 1973; Francisco DE PISA, Descripción de la Imperial Ciudad de Toledo, Toledo 1605, edición facsímil, Toledo 1974; Francisco DE PISA, Apuntamientos para la segunda parte de la Historia de Toledo, edición preparada y anotada por José Carlos Gómez Menor, Toledo 1976; Francisco LAYNA Y SERRANO, Historia de Guadalajara y sus Mendozas en los siglos XV y XVI, 4 vols., Madrid 1942. Son muchos los artículos dedicados a fundaciones e historia de conventos recogidos en las revistas de historia local publicadas por las Diputaciones provinciales – Wad-Al-Hayara, Al-Basit, Cuadernos de Estudios Manchegos, Anales Toledanos-; el Boletín de la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo/Toletum; y en las editadas por las distintas órdenes religiosas –Archivo Iberoamericano, Verdad y Vida, La Ciudad de Dios, Revista Agustiniana, Archivo Agustiniano, Monte Carmelo, Archivo Dominicano, Cistercium, Studia Monastica, entre otras– cuya enumeración haría demasiado extensa esta referencia; pero valga como ejemplo la relación de obras colectivas, resultado de diversos Congresos y Simposios que han tenido como tema las órdenes religiosas: Studia Hieronymiana, 2 vols., Madrid 1973 , publicados con motivo del IV Centenario de la Orden de San Jerónimo; La Orden Concepcionista, 2 vols., León 1990, Actas del Congreso celebrado en León del 8 al 12 de mayo de 1989 con motivo del V Centenario de la fundación de la Orden; I Congreso Internacional del Monacato femenino en España, Portugal y América 1492-1992, 2 vols. Universidad de León, 1993, Actas del Congreso celebrado en León los días 7 a 10 de abril de 1992; Las Clarisas en España y Portugal, 3 vols., Madrid 1994, resultado del Congreso celebrado en Salamanca los días 20 a 25 de septiembre de 1993; El monacato femenino en el Imperio español: monasterios, beaterios, recogimientos y colegios, 186

Lugares sagrados y órdenes religiosas. Monasterios y conventos en Toledo

México, CODUMEX, 1995, Actas del II Congreso Internacional del monacato femenino en España y América, celebrado en el Centro de Estudios de Historia de México, México, en marzo de 1995; Monjes y Monasterios españoles, 3 vols., Instituto Escurialense de Investigaciones Históricas y Artísticas, El Escorial 1995, que recoge las aportaciones del Simposium del mismo título celebrado en El Escorial en septiembre de 1995; La Orden de San Jerónimo y sus monasterios, 2 vols., Instituto Escurialense de Investigaciones Históricas y Artísticas, El Escorial 1999, Actas del Simposium celebrado en El Escorial del 1 al 5 de septiembre de 1999; Los franciscanos conventuales en España, Madrid, Asociación Hispánica de Estudios Franciscanos y Franciscanos Conventuales, 2006, que recoge las Actas del II Congreso Internacional sobre el franciscanismo en la Península Ibérica celebrado en Barcelona del 30 de marzo al 1 de abril de 2005. Y por último, la obra colectiva Arquitecturas de Toledo, 2 vols., Toledo, Servicio de Publicaciones de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha, 1991. Entre las monografías quiero destacar: Ángel GONZÁLEZ PALENCIA, Los mozárabes de Toledo en los siglos XII y XIII, 4 vols., Madrid, Instituto Valencia de Don Juan, 1926-1930; Juan Francisco RIVERA RECIO, La Iglesia de Toledo en el siglo XII (1085-1208), 2 vols., Roma 1966 y Toledo 1976; Balbina MARTÍNEZ CAVIRÓ, Conventos de Toledo, Madrid, Ediciones El Viso, 1990; Julio PORRES MARTÍN-CLETO, La desamortización del siglo XIX en Toledo, Toledo, Diputación Provincial, 1965 (reeditado en 2001); y Julio PORRES MARTÍN-CLETO, Historia de las calles de Toledo, 2ª ed. aumentada, 3 vols., Toledo, Zocodover, 1982 (1ª ed., 2 vols., Toledo, Diputación Provincial, 1971).

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