J. A. Gómez Rendon (2017). \"Nuevas ontologías del lenguaje y su implicación para el fortalecimiento de las lenguas\". Discurso presentado en el Taller para el Fortalecimiento de los Idiomas y Saberes Ancestrales, IICSAE, Quito, 9 de mayo. 6 p.

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NUEVAS ONTOLOGÍAS DEL LENGUAJE Y SU IMPLICACIÓN PARA EL FORTALECIMIENTO DE LAS LENGUAS Jorge Gómez Rendón Un balance de las iniciativas de fortalecimiento lingüístico de las últimas décadas en América Latina requiere una indagación no en cifras, tampoco en estadísticas. Requiere una indagación en conceptos e ideas, sobre todo en aquellas ideas con las cuales pensamos otras ideas. Con ello afirmamos la imperiosa necesidad no de “pensar más allá” sino de “pensar más acá”; la imperiosa necesidad de develar las ideas prestablecidas que se esconden detrás de nuestras prácticas y entendimientos, y en el caso que nos ocupa, de nuestro oficio de fortalecer y revitalizar las lenguas y las culturas en un país que tiene la interculturalidad como derrotero. Por eso, al iniciar esta breve exposición―que no pretende ser sino eso, la presentación de un 1

argumento que pongo a consideración de los presentes a partir de reflexiones nacidas de mi propia como lingüista y antropólogo desde 1992―quiero plantear precisamente la pregunta acerca de las ideas con que pensamos el fortalecimiento y la revitalización de lenguas, junto con todo el enjambre de conceptos relacionados. Al modelar y proyectar el fortalecimiento de las lenguas, asumimos estas como algo que no sólo debe ser fortalecido o revitalizado―ubicándonos, por lo tanto, en el plano axiológico, de los valores, “las lenguas valen la pena”―sino además algo que puede ser fortalecido o revitalizado―colocándonos, por lo tanto, en el plano ontológico, de las cosas, de “las lenguas como cosas” Sobre el primero de estos planos, el axiológico, trabaja la planificación lingüística, motivada por las respuestas que da a las preguntas del cómo y del para qué de las lenguas. En el segundo plano, Presentado en el Taller para el Fortalecimiento de Idiomas y Saberes Ancestrales, IICSAE, Quito, 9 de mayo 2017

el ontológico, se despliega toda una veta de pensamiento que tiene en Occidente dos mil quinientos años y que se ocupa de responder a la pregunta del qué de las lenguas. Ocurre, sin embargo, que ambas respuestas están íntimamente ligadas, de suerte que la forma cómo respondemos el cómo y el para qué depende directamente de cómo hemos respondido antes el qué. Existe una estrecha relación entre la forma cómo pensamos y la idea de las cosas que pensamos. Para el caso que nos ocupa: cómo y para qué fortalecemos una lengua depende directamente de qué entendemos por “lengua”, y por extensión, de qué entendemos por “lenguaje”. Dicho de otro modo, la forma cómo pensamos el fortalecimiento y la revitalización de las lenguas se basa en un conjunto de ideas acerca de lo que entendemos por lengua y por lenguaje. En suma, cómo concebimos el lenguaje determina decisivamente qué hacemos con él. Si analizamos, por un lado, los supuestos del pensamiento científico sobre el lenguaje, y por otro, los supuestos del pensamiento sobre el lenguaje que guarda la tradición de numerosos pueblos indígenas―el mito de la creación del lenguaje entre los Mbya-Guarani es uno de los más acabados―encontramos dos visiones antitéticas plasmadas a su vez en dos metáforas: el lenguajeobjeto y el lenguaje-sujeto. Digamos algo de la primera, la metáfora del lenguaje-objeto. Tratar las lenguas como objetos prestos al análisis del observador, quien puede describirlos satisfactoriamente a través de herramientas que revelan los mecanismos hasta entonces “ocultos” de su eficacia―los mecanismos que permiten “hacer cosas con palabras”― tratar las lenguas como objetos, digo, ha sido la forma “natural”, o mejor dicho, “naturalizada” como Occidente ha pensado el lenguaje y las lenguas. Gracias a esta naturalización imaginada, el lenguaje-sujeto que hace las cosas, que construye el mundo y lo manipula, se convierte en lenguaje-objeto manipulado y manipulable: manipulado como artefacto de relojería, cuando la lingüística disgrega los componentes de la Presentado en el Taller para el Fortalecimiento de Idiomas y Saberes Ancestrales, IICSAE, Quito, 9 de mayo 2017

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lengua como piezas de un reloj, olvidándose que al disgregarlos el reloj ha dejado de funcionar y por lo tanto ha perdido su magia; manipulable como cifra o estadística, cuando la planificación lingüística construye indicadores y orienta sus políticas en términos de eficacia comunicativa, de datos y evidencias; manipulado como fetiche, cuando el Estado se apropia de las lenguas como patrimonios; manipulable como mercancía, cuando el multiculturalismo publicita la diversidad lingüística como uno de los principales activos culturales que tiene un país, olvidándose que el lenguaje-sujeto se encarna siempre en hombres y mujeres de carne y hueso y en los seres no humanos que habitan el mundo. Como no podía ser de otra manera, siendo ubicua y centenaria, esta metáfora ha orientado y continúa orientando la forma en que pensamos el fortalecimiento y la revitalización de las lenguas. Se manifiesta, por ejemplo, cuando asumimos que el fortalecimiento de una lengua pasa necesariamente por la descripción pormenorizada de su gramática y su léxico. De allí la ilusión atávica de producir gramáticas y diccionarios para “salvar” las lenguas, ilusión que en las dos últimas décadas ha impulsado innumerables proyectos de documentación lingüística y movilizado cuantiosos recursos con el fin de “registrar” la diversidad lingüística antes que desparezca, registrando pasivamente la diversidad mientras la vemos desaparecer como cómplices de su desaparición. No es que las lenguas tengan cada vez menos hablantes, es que los hablantes cada vez tienen menos lenguas y por ende menos palabras para hablar con ellos y con el mundo. La metáfora del lenguaje-objeto se manifiesta cuando asumimos que la letra―el mecanismo de objetificación de la lengua por excelencia―es la condición principal de su fortalecimiento. La obsesión escrituraria de los procesos de fortalecimiento lingüístico ha coartado valiosas iniciativas de fortalecimiento y concentrado una enorme cantidad de recursos financieros y humanos que pudieron ser invertidos con mejor sentido común. El mismo objeto de este deseo confeso―la letra Presentado en el Taller para el Fortalecimiento de Idiomas y Saberes Ancestrales, IICSAE, Quito, 9 de mayo 2017

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como expresión acabada del pensamiento “civilizado”―está detrás de todas las acciones tendientes a la estandarización agresiva de las lenguas, acciones que desatienden los largos procesos socioculturales que encierra toda normalización lingüística, y que no pueden ser acelerados ni siquiera por la planificación algorítmica de mecanismos artificiales. Pero si los procesos de fortalecimiento lingüístico han estado modelados principalmente por la metáfora del lenguaje-objeto y sus resultados no han producido los efectos buscados, es hora de preguntarnos cómo construir esos mismos procesos de fortalecimiento lingüístico a partir de la metáfora del lenguaje-sujeto. Para responder a esta pregunta es preciso volver los ojos a otras formas de pensar―formas que superan los angostos marcos de las ciencias del lenguaje―pero sobre todo volver los ojos a otras formas de usar y, por lo tanto, de vivir el lenguaje. Acoger en el pensamiento y en la práctica la metáfora del lenguaje-sujeto implica un cambio de paradigma en la forma como entendemos la lengua y la forma como queremos fortalecerla. La lengua como lenguaje-sujeto es dinámica y polifacética, por lo que requiere ser entendida en su integralidad multimodal―esto es, en conjunción indisoluble con otros lenguajes no-verbales y para-verbales―y en la densidad multívoca de su función simbólica―que va más allá de la simple arbitrariedad de significante y significado. La lengua como lenguaje-sujeto no está en un sujeto humano sino en muchos sujetos, y el lenguaje como capacidad semiótica no es exclusivo del hombre sino inherente a todos los seres; significa, por lo tanto, que puede estar en varios lugares a la vez y al mismo tiempo en ninguno; significa no sólo que no existe un hablante ideal ni una sola gramática sino una variedad de ellas; significa que,

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en virtud de esta ubicuidad y variación, la lengua no puede ser cosificada y mucho menos reducida sin pérdida a la letra y sus reglas, apareciendo y desapareciendo en la interacción. La lengua como lenguaje-sujeto es primero performativa, luego informativa, o dicho al revés, lo informativo de la lengua no puede ser entendido sin lo performativo de la lengua: la lengua es más acción y menos dato, más sonido y menos letra. La lengua como lenguaje-sujeto emerge en las interrelaciones, es decir, se constituye en relación con otros objetos―geográficos, biológicos, físicos―y otros sujetos―otras lenguas y otros hablantes―de allí la necesidad de abordarla siempre con un pensamiento “ecológico”, esto es, relacional. La lengua como lenguaje-sujeto comprendería cinco características propias de las entidades ampliamente distribuidas en el tiempo y en el espacio, entidades que trascienden una especificidad espacio-temporal y que la nueva filosofía ha dado el nombre no muy acertado de hiperobjetos, pero que, en cualquier caso, marca el inicio de un cambio de paradigma en el pensamiento sobre el lenguaje:

1. La lengua se adhiere a cualquier objeto y sujeto sin importar su resistencia y termina por hacerlo parte de ella (viscosidad) 2. La lengua es una entidad tan amplia que refuta la idea de fijeza, concreción y consistencia (difusión); 3. La lengua está distribuida masivamente en el tiempo y en el espacio al punto que su totalidad no puede ser concebida por ninguna manifestación local en particular (nolocalidad);

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4. La lengua ocupa un espacio de mayores dimensiones que otras entidades que percibimos normalmente, de suerte que puede aparecer y desaparecer en un espacio tridimensional, pero mostrarse diferente a un observador con una visión multidimensional mayor (graduabilidad); 5. La lengua está formada por relaciones entre más de un sujeto, de suerte que puede ser percibida solamente por la “impronta” que deja en otros sujetos (interobjetiva).

¿Cuáles podrían ser las implicaciones de este nuevo paradigma para el fortalecimiento de las lenguas? Muchas. Señalo brevemente tres a modo de acicate para el tema que ahora nos convoca, el fortalecimiento lingüístico. 

La lengua no puede ser fortalecida solamente desde la lengua; es preciso entender la integralidad de los actos semióticos como una confluencia de lenguajes que deben ser 6

fomentados paralelamente. 

La lengua no puede ser fortalecida desde la letra, aunque sí promocionada por ella: la dinámica de la lengua es sonora y solo puede ser fortalecida desde la acción comunicativa y su presencia en el paisaje sonoro de la que forma parte.



La lengua, en fin, no puede ser fortalecida sin atender a los sujetos que permea, y por lo tanto el fortalecimiento lingüístico pasa por el medio ambiente, la salud, el territorio, etc.

A la hora de planificar el fortalecimiento, conviene pues que nos preguntemos antes qué idea de lenguaje queremos fortalecer, porque de ello depende los resultados que obtengamos y, sobre todo, la integralidad del fortalecimiento que va más allá de las lenguas y los lenguajes y se afinca en la generación de una nueva forma de convivencia entre los seres humanos, como también entre estos y los seres no humanos del mundo.

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