Itinerarios subjetivos del retorno de los jóvenes de la 1.5 generation: sus experiencias de reincorporación e identidades en Monterrey

October 6, 2017 | Autor: Rebeca Sandoval | Categoría: Migration Studies, Return Migrants Reintegration, Generation 1.5, Migración de retorno
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Descripción

ITINERARIOS SUBJETIVOS DEL RETORNO DE LOS JÓVENES DE LA 1.5 GENERATION: SUS EXPERIENCIAS DE REINCORPORACIÓN E IDENTIDADES EN MONTERREY

Rebeca Sandoval Ruiz Universidad de Monterrey [email protected]

RESUMEN

El retorno ha sido siempre secundario en los estudios migratorios. Sin embargo, en los últimos años los flujos de regreso de migrantes de Estados Unidos a nuestro país se han convertido en un tema relevante. Este fenómeno responde a dos principales factores: el recrudecimiento de las políticas migratorias y las condiciones menos favorecedoras en los sectores que históricamente han sido nichos de inserción laboral de los migrantes mexicanos. Entre los diversos tipos de migrantes retornados que existen, esta ponencia ilustra la experiencia de los jóvenes de la “1.5 generation”: llevados a EE.UU a muy temprana edad, socializados en aquella sociedad y frecuentemente carentes de documentos. A través de métodos cualitativos como la entrevista a profundidad y la historia de vida, se recolectó información que permite describir y analizar sus procesos de reincorporación a la sociedad mexicana. El trabajo de campo se llevó a cabo en el área metropolitana de Monterrey y se centró en cuatro ejes: 1) evolución de la pertenencia, 2) visión del futuro, 3) lazos familiares y su mantenimiento, 4) redes sociales y rupturas. Para comprender este fenómeno desde el punto de vista de los jóvenes, se analizarán estos ejes partiendo de sus narrativas. Esta investigación pretende arrojar luz sobre las condiciones que afectan la subjetividad, la pertenencia, la construcción y mantenimiento de relaciones sociales y familiares, las expectativas y consecución de metas, y la búsqueda de una identidad propia.

Palabras clave: retorno, 1.5 generation, itinerario subjetivo

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“Como yo fui indocumentada nunca me sentí completamente que los Estados Unidos ya es parte de ti. Y más porque tuve la mitad de mi vida en México y la mitad allá, entonces creo que debería de haber una palabra que pudiera describir eso...” –Julia (entrevistada)

Introducción Este estudio tiene la finalidad de mostrar tanto las generalidades como la diversidad de experiencias del retorno a México de los jóvenes de la denominada “1.5 generation”. El objetivo principal es analizar y describir los itinerarios subjetivos de tres jóvenes mexicanos que emigraron a una temprana edad a Estados Unidos, recibieron la mayor parte de su escolarización en aquel país y que, además, crecieron como indocumentados. A lo largo del trabajo se abordan diferentes aspectos de la experiencia migratoria y del proceso de reincorporación a México. En primer lugar se analizará el retorno de EE.UU a México –sus posibles causas, sus efectos en cuestión de cifras, sus debates principales- como fenómeno que enmarca el tema que nos atañe. Posteriormente, se pasará a definir el concepto de “generación 1.5” desde la teoría en general hasta la aplicación particular al caso de los jóvenes indocumentados. Con base en entrevistas a profundidad a tres jóvenes se analizan las principales temáticas contenidas en sus historias de vida: la identidad y pertenencia, el mantenimiento de lazos familiares, la construcción de redes, la visión del futuro y la participación en el proceso de retorno. Cada dimensión es abordada desde la perspectiva de la evolución, es decir, durante las distintas etapas de la experiencia migratoria antes y después del regreso a México. Finalmente se presentan las conclusiones y se proyectan nuevas interrogantes que merecen atención especial para la profundización en el estudio de la migración indocumentada y del retorno.

La reciente tendencia del movimiento migratorio México-Estados Unidos: el retorno Las cifras demográficas disponibles indican que la migración de mexicanos hacia el vecino del norte ha sufrido cambios en los últimos años. Una migración en cierta medida predecible, conocida y entendida tanto por los actores como los estudiosos del fenómeno ha dado un vuelco 2

importante en lo que corresponde a una nueva fase: el retorno. Las estadísticas disponibles tanto en México como en Estados Unidos arrojan luz sobre dos procesos paralelos: la disminución de la emigración de México hacia Estados Unidos y el incremento en los eventos de repatriación. El más claro indicador de este cambio es la baja en el presencia de inmigrantes mexicanos indocumentados viviendo en Estados Unidos: la cifra llegó a su pico de 7 millones en el 2007, para bajar a 6.5 en 2010 y registrar 6.1 millones de personas en 2011 (Passel y Cohn, 2011; 2012). Un estudio del Pew Hispanic Center (Passel y Cohn, 2012) que analiza fuentes estadounidenses y mexicanas revela que la tasa migratoria México-EE.UU ha llegado a cero; es decir, entre los años 2005 y 2010 el número de entradas y salidas registradas alcanzaron valores equivalentes. De manera similar, Giourguli y Gutiérrez (2011) corroboran un decremento de 57 por ciento en la emigración hacia el vecino del norte en una comparación de los quinquenios 1995-2000 y 2005-2010. La disminución en la emigración y el aumento en el retorno tienen raíces comunes: la reforzada seguridad en la frontera, la aplicación de políticas anti-inmigratorias en Estados Unidos, la ausencia de reforma migratoria y la crisis económica de finales de década (CONAPO, 2011; Giourguli y Gutiérrez, 2011; Masferrer y Roberts, 2012; Passel y Cohn, 2012). Al presentarse en 2007 la severa recesión económica en los Estados Unidos, los factores típicamente de demanda -como la mano de obra para el sector de construcción y el de servicios- fueron mucho menos atractivos para la población mexicana. Esta situación se refleja en la caída de 18.3 por ciento en las remesas entre el 2007 y el 2010 y el incremento en la tasa de desempleo entre los inmigrantes mexicanos de 5.5 por ciento en 2007 a 13.3 por ciento en 2009, según la Current Population Survey (Ramírez García y Meza González, 2011). Otros factores explicativos se relacionan, de acuerdo con Passel y Cohn (2012) con las condiciones económicas de nuestro país y los cambios en la estructura demográfica y el decremento de la tasa de natalidad de la población mexicana. Por otro lado, la militarización y mayor control en la frontera, así como la recrudescencia de las políticas migratorias al interior del país vecino han desalentado de manera significativa las entradas no autorizadas. En suma, los riesgos y los costos de la migración indocumentada han aumentado (CONAPO, 2011a). Passel y Cohn (2012) sostienen que los eventos de cruce indocumentado disminuyeron 70 por ciento: de 1 millón en 2005 a 286,000 en 2011. Al mismo

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tiempo, la cantidad de deportaciones, aprehensiones y retiros (voluntarios y no voluntarios) suman 4.4 millones de eventos entre 2005 y 2010. El Instituto Nacional de Migración (2011), por su parte, registró 405,455 eventos de repatriación tan sólo en 2011. El Censo de Población 2010 (INEGI) reportó 1.4 millones de personas que migraron de Estados Unidos a México entre 2005 y 2010. El dato incluye a distintos grupos: personas nacidas en México (90 por ciento de ellos son adultos); personas nacidas en Estados Unidos (75 por ciento son niños); y migrantes recientes (mexicanos que emigraron y regresaron en cinco años previo al censo). La Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE), por otro lado, indica que el número de emigrantes cayó de 751 mil personas en el 2007 a 375 mil en 2010. Además de que el retorno ha aumentado, han cambiado los patrones, las rutas y puntos de destino. Masferrer y Roberts (2012) plantean que el retorno que antes era planeado (después de un periodo de trabajo, por ejemplo) se ha convertido en forzado o al menos no planeado; han aumentado asimismo los repatriados que son jefes de familia, el grupo de edad mayoritario se encuentra entre los 20-34 años. Los estados de origen han dejado de ser los principales destinos del retorno, más bien se concentran los repatriados en urbes como: Tijuana, Guadalajara o Mexicali. Los autores argumentan, asimismo, que este tipo de retorno (no planeado, urbano y liderado por adultos jóvenes) traerá consecuencias sociales y económicas importantes para nuestro país. Definiendo a la 1.5 generation: jóvenes en la migración indocumentada Para entender el concepto de “generación 1.5” primero hay que comprender que los actores de la migración no son únicamente adultos. Los niños y jóvenes han cobrado un papel cada vez más relevante en el estudio de los fenómenos asociados a la migración. En el caso de México-Estados Unidos, los menores de edad comenzaron a participar en los procesos migratorios en los años noventa. Ya en la década de 2010, estos niños y jóvenes representan una parte significativa del total de migrantes mexicanos, con la condición particular de que una gran parte de ellos son indocumentados. Estos jóvenes son los protagonistas de la migración de retorno descrita anteriormente. En 2010 el Pew Hispanic Center reportó que había 11 millones de migrantes indocumentados viviendo en los Estados Unidos, de los cuáles 58 por ciento eran mexicanos (Passel y Cohn, 2011). De esos más de seis millones es difícil precisar cuántos son menores de edad. Sin embargo, algunos estudios nos orientan para calcular la cifra de niños y jóvenes 4

mexicanos inmigrantes: en 2009 se estimaron 472,500 menores indocumentados (Passel, 2011). Ahora sí, para hacer el análisis téorico, tomamos el término de Rumbaut e Ima quienes realizaron, en 1988, un estudio acerca de la adaptación de jóvenes refugiados asiáticos. De acuerdo con ellos, se denomina “generación 1.5” pues los rasgos y experiencias de estos jóvenes se ubican justo en medio de aquellas asociadas tanto con la primera (adultos que llegan al país de destino) como la segunda generación (los hijos de migrantes) (Harklau, Losey y Seigal, 1999). Roberto Gonzales, quien en los últimos años se ha dedicado a estudiar a este grupo jóvenes – especialmente de origen latinoamericano- define a la 1.5 generation1 como jóvenes indocumentados que migraron a Estados Unidos antes de los 12 años de edad y que han cursado la mayor parte de su escolarización en ese país (Gonzales, 2010). Ésta es la definición que adoptaremos a lo largo del presente trabajo. Los menores inmigrantes tienen acceso garantizado a la educación pública, independientemente de la condición legal de los niños en los grados K-122 (Feder, 2008). Este derecho, sin embargo, no se extiende a la educación superior, donde otras legislaciones, como IIRAIRA (Illegal Immigration Reform and Immigrant Responsibity Act de 1996) limitan el acceso a los inmigrantes indocumentados a cualquier beneficio de educación superior, priorizando a los ciudadanos estadounidenses (Galassi, 2003). De esta manera, la ilegalidad como condición jurídica impone límites no sólo a la movilidad espacial y a las actividades cotidianas sino también a las aspiraciones académicas y profesionales, al desarrollo de las relaciones interpersonales y a la construcción de la identidad (Gonzales, 2011; Abrego y Gonzales, 2010; De Genova, 2002). Los jóvenes de la 1.5 generation viven en una paradoja al ser parte de un país en el cual crecieron pero que, al mismo tiempo –por su condición migratoria- no les permite integrarse completamente (Gonzales y Chavez, 2012). Si bien son beneficiarios de una ciudadanía cultural es decir que organizan sus valores, creencias y prácticas de acuerdo al país en el que viven (Benmayor, 2002)- el no ser acreedores de la ciudadanía resulta en experiencias que, concretamente al cumplir la mayoría de edad, toman un camino distinto al de sus homólogos 1

Hemos decidido usar el término en inglés con la intención de enfatizar en que, si bien no dejan de ser migrantes mexicanos de la primera generación, el tiempo que han pasado en Estados Unidos los acerca mucho a la cultura de aquel país, empezando por su dominio del inglés. 2 K= kindergarten, 12th grade; es decir, desde educación preescolar hasta el tercer año de preparatoria.

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estadounidenses. En resumen, las condiciones de vida de los jóvenes de la 1.5 generation combinan leyes confusas –contradictorias incluso- que los dejan al margen de los servicios de salud y vivienda, los excluyen de derechos civiles y laborales; además de que pueden vivir en la marginalidad, discriminación e incluso explotación, viven en un clima de incertidumbre y miedo a la deportación y separación de sus familias (Castro-Salazar y Bagley, 2010; Abrego y Gonzales, 2010). Itinerarios subjetivos: historia de vida de tres jóvenes migrantes de retorno en México Las historias de vida analizan las experiencias subjetivas de los individuos y sus construcciones del mundo social; implican una compleja interacción entre el mundo y el entendimiento que el sujeto tiene del mismo (Marshall y Rossman, 2006). Este tipo de herramienta nos permite armar una secuencia cronológica de eventos que, en el caso de este estudio, seguirá el proceso (¿lineal?) de “ser inmigrante” a ser repatriado; al final podremos ver la evolución y la permanencia de diversos elementos de la representación del mundo social de cada uno de estos jóvenes. Los eventos de movilidad y los procesos sociales no se pueden entender bien si no analizamos las subjetividades de los jóvenes que se han transformado. Por lo menos, tres aspectos se deben analizar para entender las experiencias del retorno: movilidad geográfica; cambio de subjetividades, cambio en ciclo de vida (proceso de socialización). El itinerario subjetivo es un enfoque que nos permite analizar estos aspectos a través de las narrativas de vida de los jóvenes. Tras un proceso de sondeo y conversaciones informales con conocidos, contacté a la entonces recién instituida asociación civil “Dream in México”. Por medio de este contacto conocí a dos de mis informantes. Al mismo tiempo, fui referida a algunos casos de jóvenes empleados de un call center en la ciudad; por lazos de amistad en común, uno de ellos accedió a darme una entrevista. Un caso más fue descartado pues buscaba que los perfiles cumplieran con los “requisitos” de la 1.5 generation, es decir que fueran jóvenes mayores de 18 años, nacidos en México y que hubieran vivido en Estados Unidos como indocumentados desde los 12 años o una edad más temprana. Finalmente, se llevaron a cabo entrevistas a profundidad a estos tres jóvenes durante el periodo de agosto a octubre de 2012 en la ciudad de Monterrey.

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A continuación se sintetizan los principales datos de cada uno de los entrevistados:

Desde la realización de las entrevistas y un primer intento de análisis fue claro que sería imposible establecer un patrón generalizador de las experiencias de los jóvenes 1.5 generation. Cada historia es distinta, empezando por el lugar de origen de cada uno, las desiguales condiciones de los lugares de destino, la calidad del movimiento y momento traslado, la estructura familiar, las diversas experiencias sociales y, claro, la personalidad de cada quien. Se presenta el análisis de las distintas dimensiones establecidas en la guía de entrevista, de forma que se expongan tanto las generalidades como las particularidades de cada uno de los tres casos permitiendo la inclusión de aquellos hallazgos que hayan quedado al margen del marco inicial y que por su riqueza e importancia son claves para dar luz al proceso de retorno de los jóvenes de la 1.5 generation.

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Identidad y pertenencia Los conceptos de identidad y pertenencia se manifiestan como procesos que involucran contrastes, evolución y búsqueda. En el caso particular de los jóvenes de la 1.5 generation, identidad y pertenencia están sujetas a los movimientos migratorios, eventos de vida, condiciones legales y contextos nacionales en los que se desenvuelven. Podríamos identificar, a grandes rasgos, cuatro momentos mediante los cuales la identidad se va construyendo, todos relacionados a los espacios en los cuales se desarrollan los eventos vitales. El primer momento sucede en el lugar de origen, durante los primeros años de vida, cuando se dan los procesos de socialización primaria, siendo las fuentes principales de esta socialización: la familia (tanto nuclear como extensa) la escuela y, en menor medida, otras fuentes como los medios de comunicación. Alonso, por ejemplo, nació en León, Guanajuato y vivió poco tiempo con toda su familia reunida; los primeros cuatro años de su vida creció rodeado de sus tíos y abuelos. La historia de Julia también es una de separación y reunión: desde que era muy pequeña sus padres emigraron y pasó los primeros ocho años de su vida en Tezoatlán, Oaxaca con su abuela materna y sus tíos. La convivencia con tíos y abuelos en estos primeros años es clave para la construcción de imaginarios que en el futuro constituirían los recuerdos de México tanto de Alonso como de Julia. David nació y creció en el área metropolitana de Monterrey con su madre soltera y un hermano menor. A diferencia de Alonso y Julia, pasó un periodo más largo de socialización con su familia nuclear y en la escuela mexicana. El segundo momento inicia con la emigración, el establecimiento en el lugar de destino y la reunificación familiar. Los espacios son nuevos, se agregan otros actores y agentes de socialización: el barrio, la escuela, los compañeros y los maestros, los vecinos, la comunidad en la que se integran los niños y sus familias. Se presenta una dualidad de fuentes de identificación: por una parte la familia, que conserva prácticas y símbolos de la cultura de origen y, por otro lado, el nuevo contexto donde comenzarán nuevos procesos de socialización, que van desde el aprendizaje de un nuevo idioma, la interiorización de valores culturales distintos, la formación de amistades y la integración a la comunidad (en dos planos: la latina y mexicana, y la comunidad más amplia y diversa). Tanto la escuela como el vecindario proponen un ambiente multicultural en el cual los niños empiezan a notar las diferencias -de origen étnico y nacional y de manejo del idioma, principalmente- pero también comienzan un proceso de identificación: hay una 8

asociación y acercamiento con algunas personas (“nosotros”) y un distanciamiento con otras (“ellos”). El tercer momento sucede durante la adolescencia y se resume esencialmente a la toma de conciencia de la condición migratoria. Si bien cumplir la mayoría de edad equivale a cambiar automáticamente de estatus legal, la asimilación de las implicaciones de la falta de papeles tiende a ser más bien gradual y se manifiesta en distintos niveles. David, por ejemplo, no se autodenomina nunca como “indocumentado”; para él la falta de papeles, a pesar de ser consciente, no constituyó un elemento definitorio de su identidad. No fue sino hasta pasados un par años de haber cumplido la mayoría de edad que su estatus fue un obstáculo para la continuación de su vida normal, cuando le quitaron la visa en el consulado mexicano y con ello toda posibilidad de entrada al país. En los casos de Alonso y Julia, quienes vivieron desde muy temprano con el conocimiento de su estatus migratorio, no hubo un golpe de realidad. Como bien apuntan estudios anteriores (Castro-Salazar y Bagley, 2010; Gonzales y Chavez, 2012), son los ritos de pasaje los que marcan una distancia entre los jóvenes indocumentados y el resto. De cualquier forma, y según el contexto en el que estén (por ejemplo la legislación o clima antiinmigratorio según el estado de residencia), algunos de los jóvenes indocumentados evitan exponerse. CUADRO 1. RITOS DE PASAJE, FALTA DE PAPELES Y ESTIGMA “Cuando tienes 18 años y entraste de ilegal en Estados Unidos no puedes trabajar, no puedes conducir, y no puedes tener ciertos beneficios. Pero la escuela es algo de ley [en Texas], que tienes 18 años, hayas venido con tu pasaporte, sin tu pasaporte... tú puedes ir a la escuela, sin tener nada”. –David “Todo lo de ser indocumentado nunca se mencionaba, la verdad como que no importaba [antes]. Siempre sabía, pero yo creo que ya como desde la prepa ya empiezas a entender más. A veces en la escuela yo no lo quería mencionar.. me decían ‘oye, ¿por qué no tienes tu licencia?’ O a veces yo manejaba y ellos no sabían que no tenía licencia. Entonces nunca se llegaba a ese punto de hablar. Y con los trabajos también, yo nunca fui a conseguir un trabajo así legalmente”. –Alonso “Trataba de buscar actividades extracurriculares o de verano, pero siempre encontraba programas donde el requisito era ser ciudadano o ser residente permanente. Y ahí me quedaba como que muy... frustrada... Pero fue más con los permisos de licencia; ahí es donde muchos se dan cuenta de todo eso. Y como yo siempre supe que no tenía documentos. En mi casa siempre hubo libertad de eso, todos sabían, mis hermanos sabían.. Cuando los amigos te preguntan que por qué todavía no tienes tu permiso o tu licencia, ‘ah, es que mi papás no me dejan’, así siempre decimos. Más el último año de prepa te sientes muy extraño porque todos están recibiendo sus acceptance letters... ” –Julia Fuente: Entrevistas realizadas por la autora

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El último momento es propiamente el retorno y supone el replanteamiento de la pertenencia a la nación y con ello la reconstrucción de la identidad propia. Haber nacido en México pero vivido gran parte de la vida en Estados Unidos hace a los jóvenes titubear cuando les preguntan “¿De dónde eres?”. Mientras viven en Estados Unidos casi natural autodefinirse como mexicanos, sin embargo, estando nuevamente en México, esa adscripción nacional entra en conflicto. En México la noción de “ser indocumentado” opera de manera distinta. Aunque la ilegalidad ya no es una realidad, sigue siendo parte de su identidad. Existe cierto miedo al rechazo, a que se inteprete con una connotación de “criminal”, a ser mal comprendidos. Regresar, y no necesariamente a sus comunidades de origen, es comenzar un proceso de resocialización que implica diferencias más sutiles: ya no es aprender un nuevo idioma sino comprender sus matices regionales, por ejemplo. Ya no es un “ellos” (los blancos, los negros, los asiáticos, los americanos) y un “nosotros” (los mexicanos, los hispanos, los indocumentados). Estos jóvenes carecen de una palabra que los defina adecuadamente, que sea suficientemente comprehensiva: “Creo que la identidad en esa cuestión debe de tener otro nombre ...tuve la mitad de mi vida en México y la mitad allá, entonces creo que debería de haber una palabra que pudiera describir eso” (Julia). Lazos familiares y su mantenimiento Las relaciones familiares son parte fundamental de la experiencia migratoria y éstas sufren transformaciones durante los procesos que viven los jóvenes de la 1.5 generation. Como se mostró anteriormente, el primer movimiento migratorio significa -al menos en los casos de Alonso, Julia y David- la reunificación familiar. El padre de Alonso, por ejemplo, deja a la familia durante dos años en León, en los cuales prepara su reunificación. Cuando “manda por ellos”, son los familiares quienes ayudan: un tío que vivía en San Diego, otro más que vivía también en Carolina del Sur y acompaña a Alonso, su hermano y su madre en el trayecto hasta que se instalan y vuelven a reunir. Estando ya el núcleo familiar reunificado, otros familiares tíos, primos y abuelos- siguen participando en el escenario cotidiano. El caso de Julia es distinto, pues ambos –padre y madre- la dejan bajo el cuidado de su abuela materna desde muy temprana edad. Crece con sus tíos, a quienes ve como hermanos y la comunicación con sus padres se limita a llamadas telefónicas. Sus hermanos menores nacen en Estados Unidos y no los conoce Julia hasta que ella tiene ocho años de edad y regresan todos a

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Oaxaca para llevársela con ellos a Georgia. La reunificación y recomposición de la familia fueron un cambio grande para todos, “primero mi hermano como que no me quería”, cuenta Julia, “como de repente le llegaron dos hermanitas”. Una vez en Atlanta, a quien ahora extrañaba era a sus tíos y su abuelita, principalmente. David creció también en una familia fragmentada al ser hijo de madre soltera, en primer lugar. Su hermana mayor, nacida en Estados Unidos, creció con su abuela materna en Monterrey y desde los ocho años vivía con tíos en Houston, Texas. La partida de David a los diez años fue una separación –de su madre y su hermano menor- y una reunificación –con su hermana- al mismo tiempo. David tenía más familiares en Houston: “teníamos familiares anteriormente que se habían ido desde hace mucho tiempo allá, sus trámites estaban ilegales” (David); y mantuvo asimismo contacto constante con su familia en México. El hecho que él, su hermano y madre contaran con una visa de turista, así como la cercanía con la frontera facilitaron el mantenimiento del contacto. El particular estatus migratorio de estos jóvenes les restringe la movilidad geográfica y limita así las maneras en que se mantienen los lazos familiares durante el periodo de vida que permanecen dentro de los Estados Unidos. Por una parte no pueden salir del país y regresar legalmente, y por otra, la imposibilidad de comprobar la residencia y de obtener permisos de conducir (el caso de los padres, también) limita su movilidad aún dentro del país. En algunos casos, como el de Alonso o de Julia, son varios miembros de la familia quienes emigran y se instalan en comunidades cercanas. En los casos que analiza este estudio el movimiento de retorno se realiza de forma individual, lo cual supone una nueva separación y con ello nuevas estrategias de mantenimiento de los lazos familiares. David, por ejemplo, desde que está en México, ha visto a su familia sólo en un evento –la boda de su hermana, que tuvo lugar en Monterrey. Ahora que su madre, su hermano y otros familiares se mudaron a Estados Unidos él ha quedado aislado de su familia en México. Alonso en cambio ha podido reencontrarse con familiares que no había visto desde los cuatro años y a quienes no recordaba por fotografías siquiera, e incluso conocer a nuevos primos y tíos: “Llegué a León y conocí a mis tías, a mis primos, a mis abuelos que no había visto en mucho tiempo. Fui al pueblo de donde es toda mi familia, y ahí conocí a mi abuela y mi abuelo”. Julia también, desde que regresó estuvo un tiempo en el pueblo de su abuelo, en San Luis Potosí,

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visitó a familiares por el lado materno en la Ciudad de México, y finalmente regresó a Tezoatlán, Oaxaca, con su abuela. No sólo hubo un reencuentro con su abuela y sus tíos, sino con la comunidad entera. En el momento de las entrevistas, sólo Alonso había podido regresar a Estados Unidos a visitar a su familia. Un semestre después de haber llegado a México tramitó una visa de turista, que obtuvo sin problema pues no había pasado tiempo después de cumplir los 18 años y no sufrió ningún “castigo”. Julia llegó a México después de haber cumplido diecinueve años, lo cual implica que tendrá que esperar más tiempo para que pueda tramitar una visa de estudiante o de turista; sin embargo, sus padres y hermanos no tienen problemas de estatus migratorio y ya la han visitado aquí en México pronto. David no puede intentar siquiera entrar a Estados Unidos pues su permiso de residencia está en trámite: él está a la espera de que lo autoricen pronto y pueda regresar a Houston, continuar con las cosas que había dejado empezadas allá y reunirse con su familia. La comunicación entre los jóvenes retornados y sus familias nucleares que aún residen en Estados Unidos es en todos los casos constante, apoyada el uso de Internet, gracias a plataformas como Skype o Facebook y a las facilidades de las compañías telefónicas. Construcción de redes sociales y obtención de recursos para la (re)integración No sólo las redes familiares son parte de la experiencia migratoria de los jóvenes de la 1.5 generation, sino aquellas que se construyen con sus compañeros, amistades, maestros y otros actores. Laura Enriquez (2011) sostiene que en un proceso de entretejido de relaciones, llamado “patchworking” los jóvenes indocumentados obtienen los recursos necesarios para contrarrestar los efectos negativos de sus estatus migratorio y cumplir las metas que se plantean. Efectivamente, las experiencias de Alonso, David y Julia muestran que son necesarias las relaciones con individuos y grupos estratégicos que les sirven para obtener recursos, principalmente (informativos, financieros y emocionales) para conllevar sus experiencias en todas las fases de sus trayectorias. En Estados Unidos, Alonso se integró a la comunidad mexicana de su ciudad. Durante la preparatoria, la escuela y otras actividades extracurriculares fueron su principal centro de atención. Participó en un programa de liderazgo del ejército estadounidense, una importante

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experiencia que le permitió hacer buenas relaciones e incluso merecer una beca de apoyo académico. Él era consciente de que un buen currículum le abriría más puertas para entrar a la universidad, aún a pesar de su estatus migratorio. El involucramiento en la escuela y las buenas relaciones con maestros, particularmente su guidance counselor, fueron una plataforma para que Alonso empezara a dar dirección a su futuro. Ella fue a la primera persona en la escuela a quien le confesó que no contaba con papeles; dar ese paso le permitió establecer una relación de confianza. No sólo le ayudó a investigar sobre universidades en México sino que lo puso en contacto con una funcionaria de la Cámara de Representantes, especialista en migración. Alonso pudo discutir sus posibilidades para continuar con sus estudios superiores en Estados Unidos y empezar a evaluar el retorno a México como una opción. Mientras Alonso vivió en Carolina del Sur mantuvo oculto su estatus de indocumentado. Una vez que ingresó a la universidad en México, Alonso tuvo la oportunidad de realizar dos intercambios: el primero en Virginia y el segundo en Texas. En Austin, se incorporó a un ambiente de activismo político que no había conocido antes. A pesar de que su estancia en Austin fue con una visa de estudiante, seguía identificándose con la causa de los indocumentados: “allí fue la primera vez que yo pude empezar a hablar sobre mi situación como indocumentado, como estudiante indocumentado” (Alonso). Julia no tuvo tanta suerte con sus maestros en la preparatoria. Aunque sí buscó el apoyo de los guidance counselors, ellos no estaban familiarizados con el tema. Mantenía buenas calificaciones, pero su involucramiento en actividades extracurriculares era poco ya que algunas de éstas requerían de un Social Security Number. Al salir de high school, Julia ayudaba a su madre en el trabajo (aseo de hogares) y en la escuela de la iglesia, dando clases de inglés; estas fueron sus ocupaciones durante el año posterior a su graduación. Más tarde conoció un proyecto llamado “Freedom University”, iniciativa de algunos maestros de la universidad del estado (University of Georgia) y de una asociación llamada “GUYA” (Georgia Undocumented Youth Alliance) para apoyar a jóvenes indocumentados que, como Julia, no habían podido ingresar a la universidad. A partir de que decide ir a Freedom University, empieza a conocer a otros jóvenes indocumentados; esta fue la red principal en donde Julia construyó relaciones y obtuvo recursos, emocionales e informativos sobre todo, que la impulsaron a buscar opciones de futuro fuera de Georgia, inicialmente y fuera de Estados Unidos, finalmente.

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El caso de David es algo distinto. Su desempeño escolar había sido muy bueno, cursaba clases avanzadas, mantuvo un muy buen promedio, participaba en el equipo de futbol americano e incluso se involucró en un proyecto de ciencias por el cual pudo haber sido acreedor a una beca para estudiar la universidad, la cual tuvo que rechazar por carecer de un Social Security Number. Durante la etapa de preparatoria construyó buenas relaciones, con sus maestros sobre todo, que más adelante le servirían para el trámite de regularización de su estatus migratorio. También a partir de esta época, David pudo hacerse de recursos financieros gracias a un amigo de su hermana que lo invitó a trabajar en una compañía de construcción que “no contrata realmente a gente con papeles, contrata a puros ilegales, que no son de planta, son contratistas” (David).

CUADRO 2. REDES Y RECURSOS DE LOS JÓVENES INDOCUMENTADOS “Yo no le dije a maestras, amigos, nada.. De hecho todos lo del programa del ejército nunca les dije nada, nadie sabía. A lo mejor algunos ya sospechaban o lo que sea, por ciertas cosas. Pero yo le dije a mi consejera, y le dije “yo creo que sería mejor regresarme a México”, y ella me empezó a buscar universidades en México (...) Ella fue más la que me ayudó a hacer eso.” – Alonso “Ese primer día [en Freedom University] fue como un gran suspiro porque [conocí] una comunidad de personas que conocen el problema, tu caso y todo (...) Bueno los maestros no eran indocumentados, pero siendo profesores conocían mucho del caso y también ellos estaban para ayudarte.” –Julia Conocí a un amigo de mi hermana que trabaja en la construcción y me dijo, “pues si quieres los fines de semana ven conmigo a trabajar”. Empecé recogiendo basura, [luego] a conocer el tipo de negocio, aprendí a hacer los contratos. A él le gustaba porque como yo sabía español –él era mexicano, pero no escribía muy bien español- y yo tenía conocimientos de cómo escribir un contrato formal y todo eso.” –David. Fuente: Entrevistas realizadas por la autora

Habrá que destacar que hay importantes recursos que les han ayudado durante el proceso de reinserción en la sociedad mexicana en general y a sus comunidades de retorno en particular. David, por ejemplo, ha podido encontrar un empleo que le da solvencia económica y autonomía durante los dos años que lleva de regreso en México gracias, en gran medida, a su dominio del inglés. Inicialmente, fue una ventaja tener conocidos y amigos de la etapa que vivió en México, aunque en el tiempo que ha estado aquí ha creado otras redes, dentro de su ambiente de trabajo, principalmente.

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Alonso encontró gran beneficio en haber cursado una clase de español avanzado durante la preparatoria, pues de otro modo le hubiera costado mucho más trabajo adaptarse a las clases de la universidad. Desde su ingreso al ITESM solicitó una beca y además fue prefecto de residencias. No sólo tenía los gastos de colegiatura y manutención cubiertos, sino que, como parte del programa de prefectura, pudo realizar los intercambios a Estados Unidos que se han explicado anteriormente. Julia, quien lleva mucho menos tiempo de regreso, cuenta con el apoyo económico y emocional de sus padres, además de que tiene otros familiares en el país. Ha encontrado en la universidad un ambiente en el cual se siente cómoda: apenas comienza a formar amistades, a conocer a sus maestros y otros compañeros. A través de la asociación civil “Dream in México” se ha puesto en contacto con otros jóvenes que han tenido su misma experiencia. Es difícil ver, desde este momento en su experiencia, siendo tan reciente el retorno, qué recursos serán los más valiosos y cómo irá construyendo su historia ahora que está en Monterrey. La visión del futuro y participación en el retorno La evolución de las perspectivas que tienen los jóvenes del futuro, tanto durante su estancia en Estados Unidos como a su retorno a México es una dimensión que nos interesa conocer. La principal constante que encontramos en los tres casos es la intención de realizar estudios universitarios, aún cuando la conciencia de ser indocumentado está presente y se conocen las barreras –legales, principalmente, aunque económicas también, en menor medida. También se analiza la participación –activa o pasiva- de los jóvenes en su proceso de retorno, pues ésta se relaciona directamente con la visión del futuro que cada uno tiene, los obstáculos que se les presentan y los medios a los que recurren para superarlos. Julia, por ejemplo, recuerda claramente: “siempre tuve en mente que iba a ir a la universidad”. En su último año estaba buscando información, sobre todo de universidades de estados de la costa este e incluso en Canadá, pues sabía que su sueño de entrar a una universidad dentro del estado de Georgia era imposible. El sueño de Julia de ir a UGA se vio anulado por la aprobación de la ley SB492 en 2008 que prohíbe a los indocumentados acceder a in-state tuition en las universidades del estado de Georgia. Comenzó a contemplar la opción de mudarse al estado de Texas donde los indocumentados tienen más oportunidades, buscar trabajo durante un par de años para después poder aplicar a la universidad como residente local, pero sus padres la 15

desaconsejaron, temerosos de que pasara mucho tiempo y desistiera eventualmente de entrar a la universidad, y decidieron más bien, ayudarla a planear su regreso a México. Alonso también mostraba, desde high school, la intención de continuar sus estudios e ingresar a la universidad. Sin embargo, él estaba consciente de los límites que su estatus migratorio le imponían dentro de su estado y, como se muestra más adelante en el cuadro 3, ocultaba su anhelo ir a la universidad. Optó por tener el mejor desempeño posible en la escuela, aún a pesar de que sus inciertas posibilidades. Ya se había planteado también la posibilidad de regresar a México. David no tuvo problemas para continuar con sus estudios superiores. Terminado la preparatoria entró a una universidad local (college) a estudiar ingeniería civil. Con el trámite de su residencia en proceso, no tenía grandes preocupaciones sobre su futuro, se concentraba en la escuela y seguía trabajando en la construcción. Su sueño de ser un ingeniero se vio bruscamente suspendido de un día para otro, ya en su tercer semestre de la carrera, en una visita al consulado mexicano en Juárez para intentar renovar su visa de turista.

CUADRO 3. EXPECTATIVAS Y SUEÑOS OBSTACULIZADOS “Fui a visitar a unos amigos en la universidad de Georgia y mientras estaba caminando por el campus me [quedé] en mi mente diciéndome ‘tú podrías ser una alumna de aquí si tuvieras papeles’ o algo así. Y luego también, si no vas a la escuela ese mismo año, graduándote de la prepa, yo me sentía que no había sido successful.” –Julia “Yo ya sabía que no tenía documentos, entonces yo iba con mi guidance counselor (...) ella me decía, ‘¿a qué universidad quieres ir?’ y yo le decía: ‘no, pues... yo no pienso ir a la universidad’. Y ella no sabía que yo estaba como indocumentado y en ese momento yo le decía así porque ya sabía de mi situación.”

–Alonso

Diálogo con una oficial del consulado: “ ‘Yo estaba estudiando en Estados Unidos, estoy en exámenes finales, pedí permiso de una semana y necesito regresarme’. ‘Lo sentimos joven, usted va a tener que hablar de México a Estados Unidos diciendo que no va a poder regresar hasta el próximo año’... Yo, ‘es que llevo mis clases bien, soy un estudiante que hace todo... yo dependo de mi familia, no tengo familia en México..’ No, pues ‘joven, lo sentimos, a ver cómo le hace’ (...) En la torre, mis estudios, mi mamá. ¿Cómo me voy a salir de aquí?” –David Fuente: Entrevistas realizadas por la autora

Es evidente que el retorno de David es forzado. Él construía su vida consciente y activamente en Houston. Desde que regresó a México, ese camino que ya había empezado a recorrer se tuvo que desviar contra su voluntad. Tuvo que empezar un nuevo capítulo en su vida,

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planteándose nuevas metas, en el corto plazo, pues la incertidumbre de su regreso a Estados Unidos no le permitía hacer planes. Puesto que no tenía una fecha segura para regresar a Estados Unidos, no podía comprometerse con un trabajo ni meterse a estudiar. Además, él realmente quería continuar sus estudios allá. Aunque ha podido salir adelante y su presente está aquí, David no deja de visualizar su futuro en Estados Unidos. Siente que ha perdido el tiempo aquí, pues sus amigos en Houston “ya van a terminar, ya se van a graduar, a los 23, 24 años, como debe ser. Yo me voy a graduar a los 28, 29 años, si me va bien”. David se visualiza continuando sus estudios, su carrera profesional y su vida personal allá. Su estancia en México no es más que un paréntesis en la historia que quiere construir. En los casos de Alonso y Julia el retorno es una decisión voluntaria, razonada, evaluada y finalmente consensuada por la familia. Julia tenía las ganas de regresar a México, extrañaba su pueblo y a su abuela, y sentía que contaba con ciertos recursos –conocimiento del idioma, familia- que le posibilitarían salir adelante con más facilidad que en Estados Unidos. Alonso, igualmente desde su segundo año de high school empezó a tantear la posibilidad de regresar a México, aunque sus padres, su mamá sobre todo, no querían. En ambas situaciones, estos jóvenes vieron que sus opciones de seguir con sus metas se agotaban en Estados Unidos y, tras una negociación familiar, resolvieron que el mejor escenario para cumplirlos sería en México. En el poco tiempo que ha estado de regreso, Julia todavía está negociando los factores que definen su identidad, su pertenencia, su futuro. Espera que estudiar la universidad aquí le abra las puertas, por ejemplo, le gustaría realizar un intercambio en Nueva York o California. Sin embargo, regresar a Estados Unidos de manera permanente no está dentro de sus planes. Expresa igualmente que está contenta de haber venido a México, de las oportunidades que tiene aquí. Asegura que le gustaría trabajar aquí, conocer mejor el país, hacer un futuro aquí y hacer algo en beneficio de México. De la misma manera, Alonso, quien ha vivido ya más de cinco años en Monterrey, no se plantea el regreso a Estados Unidos. Recién graduado de la universidad tenía miedo de no poder encontrar un trabajo. Actualmente trabaja en una asociación civil y está construyendo la asociación que él mismo fundó. Comienza una nueva etapa y la quiere vivir aquí en México.

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Conclusiones Las historias de vida analizadas evidencian que el estatus migratorio se impone como una condición que afecta la subjetividad, la pertenencia a un grupo o a una nación, la construcción y el mantenimiento de relaciones sociales y familiares, la decisión de retornar a México y las expectativas y consecución de metas. La evolución de la identidad y pertenencia está marcada por cuatro momentos clave: socialización primaria previa a la migración, movimiento migratorio inicial y socialización en el lugar de destino, toma de conciencia del estatus migratorio y, finalmente, retorno. El retorno marca el inicio de un momento en la construcción de la identidad que involucra nuevos elementos: ya no son el idioma, ni la nacionalidad, ni el estatus legal, son otros factores de contraste que tienen que ver con maneras aprendidas de ver el mundo de las cuales no eran conscientes hasta regresaron a su país natal. La autoconcepción y autodenominación como “indocumentado” es muy significativa. Lo que muestran las historias de Alonso y Julia, particularmente, es que una vez que se ha asumido la categoría de indocumentado (y con ella todas las implicaciones de la ilegalidad) hay una reacción de retraimiento, más que de resentimiento o miedo, de segregación que conlleva el silencio y la evasión del tema. Aún a pesar de que han regresado a México y su estatus legal ya no pone en juego su integración a la sociedad, ellos siguen identificándose con este grupo. La condición legal ya no es motivo de estigma, sin embargo, existen otros mecanismos de exclusión apenas bosquejados en este análisis –como las diferencias en el manejo del lenguaje, por ejemplo- que vale la pena abordar con mucha mayor profundidad en futuros estudios sobre el retorno. Otro aspecto importante en el “antes” y “después” del retorno de estos jóvenes son los recursos que construyen y obtienen, y que les permiten salir adelante tanto en la tercera fase –es decir, en la toma de conciencia del estatus migratorio- como en la fase última. Los casos estudiados indican que los recursos informativos son de suma importancia: tener orientación sobre qué pueden o no hacer afecta las acciones y decisiones que toman los jóvenes de la 1.5 generation, sobre todo antes del retorno, en el corto y mediano plazo. Los recursos emocionales son menos obvios pero igual de importantes, tanto antes como después del retorno, y juegan un rol nada menor en la construcción de la identidad y los sentimientos de pertenencia. Los recursos

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financieros no son tan definitorios, pero siguen siendo indispensables, más aún en la fase del retorno, cuando los jóvenes empiezan a ser más autónomos. Desarrollar otros recursos y habilidades, como el dominio de ambos idiomas, les resulta una herramienta útil en la adaptación a ambas sociedades. Estos recursos no se obtienen ni utilizan de manera aislada, al contrario, se interconectan y en muchos casos pueden provenir de las mismas fuentes. En la frase que articula Julia y que da inicio a esta ponencia hay una actitud de fondo: la búsqueda. Es justamente la búsqueda de eso que ni Julia ni muchos otros jóvenes de la 1.5 generation han podido poner en palabras, una expresión o un concepto que pueda traducir la miríada de experiencias de estos jóvenes que quizás sea imposible de encontrar. No obstante, podemos, en nuestra investigación de la migración indocumentada y del retorno seguir tratando de encontrar tanto las generalidades como las particularidades de estas trayectorias que no dejan de estar en permanente construcción. Definitivamente hay mucho espacio para la investigación sobre las experiencias de los jóvenes de la 1.5 generation. En lo que respecta al proceso de retorno, es pertinente cuestionar desde un punto de vista teórico si este movimiento o fase de la migración se puede analizar como un fenómeno independiente, con procesos y periodización propios que lo separen del fenómeno migratorio como un todo. En cuanto al trabajo empírico, queda una gran labor por hacer en el estudio de los sentimientos que se vinculan con cada fase y evento significativo de la experiencia de migración y retorno.

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