Introspección y expiación en tres novelas históricas recientes: El impostor, Como la sombra que se va, Así empieza lo malo.

June 24, 2017 | Autor: Mercedes Juliá | Categoría: Contemporary Literature, New Historical Novel, 21st Century Spanish Novels
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INTROSPECCIÓN Y EXPIACIÓN EN TRES NOVELAS HISTÓRICAS RECIENTES (El impostor, Como la sombra que se va, y Así empieza lo malo) MERCEDES JULIÁ Villanova University

Published by Study Ispanici, Ed Robin Lefere, Editor. Study Ispanici. Pisa, Italy. (Forthcoming in Winter Issue 2015).

Los nuevos planteamientos sobre el estudio del pasado que se han venido observando durante las últimas décadas del siglo XX y la primera del XXI se han debido principalmente a los cambios fundamentales que han ocurrido en la sociedad, y a las nuevas teorías de estudiosos como Jean-François Lyotard, Gilles Deleuze, Fredric Jameson, Humberto Eco, Hayden White y Linda Hutcheon, entre otros muchos. Según éstos, a partir de mediados del siglo XX, occidente entraba en una etapa distinta a la anterior debido, entre otras muchas razones, a la enormidad de los datos disponibles. Ya no podía esperarse que una persona o grupo pudiese asimilar la complejidad de los conocimientos en su totalidad. Por consiguiente había que admitir verdades parciales y diversos puntos de vista.1 Además, las premisas de Nietzsche y de los post-estructuralistas de

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Como explica Jean-François Lyotard, durante la época posmoderna puede visualizarse el

aprendizaje como si fuese dinero; en lugar de pensar en el valor educativo, político, administrativo, diplomático, militar, etc., la distinción primordial no será entre conocimiento e ignorancia, sino como en el caso del dinero, entre pagarés e inversiones; esto es entre unidades de conocimiento intercambiables para el uso diario del sistema, o en fondos de conocimiento dedicados a optimizar 1

conceder gran importancia al lenguaje como creador de la realidad dieron como resultado una variedad de interpretaciones y nuevas propuestas para la historia. Entre ellas se observa un acercamiento de la historia y la ficción como en la época grecolatina, ya que la historia dejaba de percibirse como una ciencia objetiva, aunque siguiera buscando la exactitud de los datos. Como explica Gonzalo Navajas, “se ha pasado de la historia como un macro-relato objetivo a la historia como una micro-narración que está vinculada a la subjetividad del historiador” (Más allá, p. 30). Dentro de este marco plural hubo asimismo un trueque en los temas de interés, ya que tanto historiadores como escritores de ficción prefirieron explicar los hechos pasados prestando atención a la versión de aquellos individuos que por su posición social marginada habían sido excluidos de la historia oficial; grupos tales como los presos políticos, los partidos perdedores, los vagabundos, los niños, las mujeres o los emigrantes. 2 Pongo como ejemplo dos novelas españolas representativas de esta tendencia, la de Ricard Vinyes, Los niños perdidos del franquismo (2003),

el buen funcionamiento de un proyecto” (The Postmodern Condition, p. 6). Recomiendo este fascinante ensayo de Lyotard para entender cómo la epistemología ha cambiado en los años recientes. 2

Véase a este respecto el importante estudio del historiador James Wilkinson, “A Choice of

Fictions: Historians, Memory and Evidence”. PMLA III.1 (1996): 80-92. Wilkinson resume en este ensayo la crisis por la que pasa la historiografía en esta época, así como la estrecha relación entre la historia y la literatura, aunque señalando diferentes objetivos para ambas disciplinas. Así los historiadores, aún conscientes de la subjetividad de la narración histórica, aspiran a un conocimiento tan objetivo como sea posible del pasado, mientras que la novela histórica está más abierta a aceptar propuestas varias. 2

y la de Lourdes Ortiz, Urraca (1982). La primera se refiere a un episodio poco conocido de la historia de España que trata de la desaparición de más de 30.000 niños de familias republicanas. Estos fueron robados o enviados a otros lugares por los nacionales durante la guerra civil española de 1936 y la posguerra. La novela de Lourdes Ortiz narra el período histórico de la reina Urraca, interpretado desde el punto de vista de la soberana misma, reconstruyendo así el pasado medieval desde parámetros feministas modernos, muy distintos a los conocidos en aquella época. Casualmente, ese mismo año de 1982 apareció el volumen del historiador Bernard Reilly, The Kingdom of León-Castilla under Queen Urraca; un estudio minucioso de ese período histórico desde el punto de vista del gobierno de Urraca, ya que según Reilly existía muy poco escrito acerca de esta soberana y de su reinado. Otros escritores, conscientes de la dificultad de llegar a un conocimiento exacto del pasado, buscaron acercamientos nuevos e incluso irreverentes sobre el mismo. Por ejemplo utilizando tramas donde lo ocurrido se mezclaba con datos de pura invención, como en las novelas Gravity's Rainbow (l973), de Thomas Pynchon, o La verdad sobre el caso Savolta (1975), de Eduardo Mendoza. Estas obras juegan con la historia de formas diversas, dependiendo de los temas y fines narrativos. En la novela de Pynchon se relata la Segunda Guerra Mundial añadiendo sucesos nuevos y no acaecidos que ofrecerían un futuro más esperanzador. En La verdad sobre el caso Savolta, que está ambientada en la Barcelona de mediados del siglo XX, puede observarse un tratamiento irónico con respecto a la historia, ya que en ella se mezclan la vida de los protagonistas con los hechos que ocurrían en Barcelona alrededor de los años veinte; época de gran inseguridad por las huelgas obreras para reclamar sus derechos. Así la relación entre la vida ostentosa de algunos personajes, preocupados únicamente por vender armas y hacer dinero, contrasta con la

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economía en decadencia que los rodeaba y que les era indiferente, pese a que acabaría con todo el capital de éstos. 3 Las ideas de Linda Hutcheon de proponer que cualquier narrativa posmoderna sea analizada como ficción historiográfica, se viene también cumpliendo desde las últimas décadas del siglo XX. Así, datos e historias de cualquier época, incluyendo la época actual, pueden ser analizados históricamente, al estar relacionados con la realidad. Igualmente ocurre hoy en día con la memoria, que durante los siglos anteriores había estado unida a la cultura y a las tradiciones y que solía trasmitirse oralmente a través de las distintas generaciones. Ahora ha entrado a ser tema de estudio, y por lo tanto, como han planteado Maurice Halbwachs y Pierre Nora, se ha convertido en historia. A todo lo anterior, hay que añadir descubrimientos científicos y arqueológicos constantes, que al contribuir nuevos datos cambian la historia. Pongo por ejemplo el hallazgo de la entrada de un túnel debajo de una de las pirámides de Teotihuacán en 1914, donde se encontraron vasijas y otros objetos que aportaron un nuevo entendimiento de la cosmovisión de los primeros habitantes del lugar, y de las culturas prehispánicas, añadiendo nuevos nombres a la lista de ancestros de esas poblaciones. La globalización, esto es el intercambio de información inmediata debido a la facilidad de los viajes y de la comunicación tecnológica, y a sus efectos en culturas diversas está produciendo también cambios significativos en el entendimiento del pasado. Gonzalo Navajas llama “omnicomprensividad” a este fenómeno que puede apreciarse en las sociedades actuales (Siglo

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La verdad sobre el caso Savolta termina, como explica José María Marco y el propio Eduardo

Mendoza, justo antes del crack de la bolsa estadounidense de 1929.

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XX, p. 327) y que es observable en una gran variedad de novelas cuyas tramas se mueven con naturalidad en distintos lugares del planeta. Así las novelas de escritores como W. G. Sebald, Kazuo Ishiguro, o Ian Mcewan participan del fenómeno de la multi-culturalización. Especialmente para W. G. Sebald, el desplazamiento angustioso e incesante de sus personajes por diversas culturas constituye primordialmente una manera de reflexión y autoconocimiento. Es en realidad un viaje hacia zonas interiores de la psique del narrador para encontrar un asidero de esperanza en medio del horror, de la violencia y destrucción que imperan en la historia de cualquier parte del mundo y que aún persisten en el presente. Las obras de W. G. Sebald han tenido gran acogida en el mundo occidental, ya que proponen un acercamiento a la historia desde parámetros muy reflexivos y líricos. Numerosos autores continúan en la línea marcada por el autor alemán, y están siendo reconocidos por sus innovadoras propuestas al estudio del pasado. Así las últimas novelas de Javier Cercas, Antonio Muñoz Molina, y Javier Marías: El impostor, Como la sombra que se va y Así empieza lo malo, respectivamente; las tres publicadas en 2014 y elegidas por Babelia (las páginas culturales del País), entre las diez mejores novelas españolas de 2014. La perspectiva globalizadora de las tres ficciones arriba mencionadas es observable no sólo en el nivel diegético, sino que se relaciona también con el continuo examen de la sociedad actual donde estos incidentes se reflejan. En todas ellas el narrador, que es el autor implícito, es una persona visible en la historia narrada, y está segura de lo que cuenta; se ha documentado cuidadosamente y quiere denunciar aspectos deleznables observables en la sociedad presente, pero que están relacionados con secuelas del pasado y que le afectan a él personalmente. Así, su insistencia en la recreación de hechos pequeños de la historia para dilucidar algunas de las causas de los problemas sociales actuales. De esta manera la historia en estas novelas se vislumbra desde 5

sus efectos en el presente y tiene consecuencias para la visión presentada del pasado, 4 así como para la creación de un futuro más halagüeño. Junto a la continua reflexión del narrador se encuentran asimismo algunas características que comparten estas ficciones históricas en la época actual. Por ejemplo todas ellas son híbridas y pueden leerse como novelas que pertenecen a varios géneros simultáneamente: policíaco, lírico, histórico, etc.; todas están basadas en hechos recientes que el lector ha vivido y recuerda, o que conoce por medio de otras personas que fueron testigos de los mismos. En los libros españoles antes mencionados, el pasado al que se refieren tuvo lugar a partir de 1936. Más aún, el tema en cada una de las novelas enfoca en un hecho concreto o en un personaje, y el propio escritor está profundamente involucrado con la situación narrada, ya que de alguna manera le atañe. Esto crea una relación entre lo ocurrido y sus efectos en el presente, y son esas taras las que se quieren explorar a fondo con la intención de entenderlas. Los escritores han estudiado detalladamente el período y/o el personaje histórico en los que van a enfocar, y de esa manera, los sucesos narrados se presentan al lector como datos reales y objetivos, junto a la meditación constante del narrador sobre ellos. Aunque el narrador puede cambiar en la misma novela, la historia suele estar contada en primera persona para acercar al lector a dichas situaciones. En última instancia lo que se persigue es, desde los efectos presentes, explicar esos incidentes pasados y su repercusión actual. Como señala el narrador de Así empieza lo malo, “Casi todo tiene aún que ver con la Guerra [. . .] de un modo u otro” (p. 49). Y esto es

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Esto porque el pasado es un espacio vasto, ilimitado y de difícil acceso; de ahí que según

los expertos, escribir sobre el pasado sea siempre una creación individual desde el presente, ya que del pasado se eligen los motivos en los que se quiere enfocar. 6

así también en las novelas del autor alemán mencionado anteriormente, por sentirse parte de una historia donde las vilezas, la violencia y los traumas son los efectos prevalentes, debido especialmente a las guerras continuas que azotan a las poblaciones del planeta. Hay por consiguiente una cuestión moral de fondo y unos fines específicos en esta nueva novela histórica que persigue esclarecer situaciones donde las consecuencias de incidentes ocurridos en el pasado continúan vigentes, aunque no sean completamente evidentes. Secuelas tales como los abusos de la mentira, la crueldad hacia otras personas o animales, la arbitrariedad de la justicia, los prejuicios raciales, la importancia del qué dirán, la forma de afrontar el dolor, la venganza o el anonimato. El narrador es alguien consciente de estos abusos y por tanto está interesado en entenderlos mejor y en desvelarlos para compartir la información con otros. Así se comporta en la ficción como una especie de espía o detective tratando de descubrir las causas escondidas en el pasado y exponerlas. No son por consiguiente novelas ligeras y de acción; más bien se acercan al ensayo por la continua reflexión que plantean sobre los temas presentados. La novela de Javier Cercas por ejemplo, El impostor (2014), trata de la vida de Enric Marco Batlle, sindicalista español que ejerció como presidente de la Amicale de Mauthausen en España, durante los años noventa. En 2005 alcanzó fama internacional al descubrirse que se había hecho pasar por superviviente de los campos de concentración nazis. Por medio de una trama detectivesca, los hechos se reconstruyen en la novela para averiguar la verdad sobre este personaje fascinante. La información que va descubriendo el narrador en los documentos que lee es imprescindible para conocer la vida de este individuo. El examen profundo que Cercas hace del impostor cuestiona asimismo las categorías de verdad absoluta e integridad; aspectos imposibles de alcanzar, según Cercas, ya que los individuos son por naturaleza mentirosos. Como Don Quijote o Madame Bovary, Enric Marco no se conformó con una vida mediocre y prefirió 7

inventarse otra más grandiosa. Así dice Cercas que la vida de este impostor nos atañe a todos, pues “todos representamos un papel; todos somos quienes no somos; todos, de algún modo, somos Enric Marco” (El impostor, p. 43). Al analizar la vida de este farsante, el narrador busca instaurar una memoria colectiva que nunca fue admitida por la población española. Esto es, crea una visión del pasado reciente español, más nítida, basándose en datos que tiene a su disposición. La novela examina minuciosamente la vida de este personaje dentro del período histórico que le tocó vivir, y sus razones para mentir. Al mismo tiempo se preocupa de diferenciar las verdades de las mentiras que cuenta Marco, ya que, como dice Cercas, “los buenos mentirosos no sólo trafican con mentiras, sino también con verdades, y las grandes mentiras se fabrican con pequeñas verdades” (El impostor, p. 69). En la novela, el narrador repasa con sumo cuidado la vida verdadera de Enric Marco, localizando documentos, hablando con personas allegadas a Marco, comparando actividades, viajando a los sitios donde este vivió, y haciendo que el mismo personaje confiese sus embustes. Lo más sorprendente, explica el propio Cercas, es que cuantas más mentiras le descubría [. . .] cuanto más me enfrentaba al villano real que había tras el héroe ficticio, más próximo me sentía a él, más piedad me inspiraba, mejor me sentía a su lado. Miento. Yo también estoy intentando esconder la verdad. La verdad es que llegó un momento en que lo que sentí por él fue afecto, a ratos una especie de admiración que ni yo mismo sabía explicarme, y que me perturbaba.

(El impostor, p. 330)

En el libro se narran las acciones de Enric Marco haciendo hincapié en su actuación durante la Segunda Guerra Mundial y los años noventa, en los que España vivía con intensidad la recuperación de la memoria histórica. Esto, según se explica en la novela, significaba recordar a las víctimas republicanas de la Guerra civil y del franquismo. Se trataba de reivindicarlas reparando los daños hechos a todos ellos con justicia y verdad, “para superar de manera definitiva ese pasado terrible” (El impostor, 299). Enric Marco era en esos momentos el presidente de la

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Amical de Mauthausen y sabía que durante el período de transición a la democracia muchas personas habían estado deseosas de probar que siempre habían sido demócratas y para ello estaban dispuestas a inventarse una vida ficticia con el fin de ocultar un pasado “de apáticos, pusilánimes o colaboracionistas (y de ahí que, en aquella época de reinvenciones masivas, Marco no fuera una excepción sino la regla)” (El impostor, p. 299). Desde esa perspectiva, Enric Marco era, como él mismo decía “una encarnación de la historia de su país” (El impostor, p. 410). Como en todas las novelas de Javier Cercas, en esta también se describen los pormenores de su gestación y las dudas del autor sobre si debería o no dedicarle tiempo a este asunto. El narrador cuestiona sus razones para escribir sobre la vida de Marco, por parecerle una actividad fútil; no obstante acaba haciéndolo al darse cuenta que la mentira es inevitable ley de vida. Los pros y contras de dedicarle tiempo a conocer las mentiras de este impostor son evaluados en la novela misma, y cuando el autor decide escribir sobre Marco, se enfrenta al personaje para entender sus razonamientos y motivos por hacerse pasar por un héroe. Al hacerlo, Cercas comprende la estrecha relación de este individuo con la mayoría de los españoles durante la época del franquismo, la posguerra, y la transición a la democracia. Según el narrador, “la democracia española se fundó sobre una gran mentira colectiva, o más bien sobre una larga serie de pequeñas mentiras individuales, porque [. . .] todos andaban inventándose una biografía de opositores secretos” (El impostor, p. 299). De esta manera indirecta, conociendo la vida de un mentiroso compulsivo, el lector llega a cuestionarse asimismo su propia personalidad y a sopesar cuánto de verdad hay en su propia vida, en su pasado y en sus actividades. Igualmente, la vida privada del narrador se inmiscuye en la trama para meditar sobre su propio comportamiento durante esos años.

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El texto aquí parece poseer información imparcial y servir para ayudar a los lectores a explorar su pasado. Según explica Cercas, Marco fue como la mayoría de los españoles, un perdedor que admitió su derrota y vivió durante el franquismo como otros españoles, aceptando la dictadura y aprovechándose de ella para vivir lo mejor posible. Así que años más tarde, cuando este embaucador pensaba que la historia de su vida era un reflejo de la historia de su país, estaba en lo cierto porque, como explica Cercas, la verdad de su vida había sido como casi la de todos los españoles, “una historia prosaica y vulgar, llena de fracasos, indignidades y cobardías [. . .] un hombre como todos los demás” (El impostor, p.412). De acuerdo con los descubrimientos de Cercas, Marco mentía para esconder lo que le avergonzaba y le hacía parecer distinto de los demás, según creía. Porque Marco, señala al final Cercas, “es lo que todos los hombres somos, sólo que de una forma exagerada, más grande, más intensa y más visible [. . .] un hueco que posee nuestra forma, un enigma cuya solución última es que no tiene solución, un misterio transparente que sin embargo es imposible descifrar y quizás es mejor no descifrar” (El impostor, p. 412). Marco, como indica esta novela, es una persona capaz de inventarse una identidad grandiosa, algo que otras personas no se atreven ni a vislumbrar, y es por eso por lo que el narrador se siente atraído hacia él. No obstante, lo que impera en la ficción es el conocer los móviles de la mentira para examinar la propia personalidad y aceptarse a uno mismo y a cualquier ser humano en toda su complejidad y también en su humildad y pequeñez. En Como la sombra que se va (2014), de Antonio Muñoz Molina, se relata el asesinato de Martin Luther King Jr., especialmente a través de la lente de su asesino James Earl Ray, un americano del sur de los Estados Unidos que odiaba a los negros. Su vida itinerante antes y después del crimen le hace cambiar de identidad y de país varias veces. En la novela del autor jienense puede observarse al protagonista moverse con rapidez entre ciudades norteamericanas, mexicanas 10

y europeas, buscando un lugar seguro donde no lo reconozcan. Aparece a los pocos días del famoso crimen en Lisboa, donde permanecerá unas semanas hasta ser atrapado por el FBI en el aeropuerto de Londres. Junto a esta trama detectivesca, se entrelaza otra autobiográfica del escritor Antonio Muñoz Molina, que en 1987 marchaba a Lisboa para conocer el lugar donde estaba ambientada la novela que en esos momentos escribía, El invierno en Lisboa. La capital portuguesa se presenta en la novela desde la lente del narrador, que al escribir Como la sombra, rememora su visita años antes, cuando escribía la novela que le hizo famoso, y la de otra persona, famosa también por razones de índole distinta. Pero Lisboa no es sólo el lugar donde las dos historias confluyen; es también y sobre todo un espacio inquietante en la mente del narrador cuando se imagina la estancia de Ray en 1968, y la suya propia dos décadas después, alejado por primera vez de su casa y familia. En ambas historias, la del asesino y la del escritor, hay desasosiego y culpa, mezcladas con alivio y éxito. Éxito en el caso de Ray, por haberse salido con la suya y matar a una persona que odiaba por ser negro y por querer salvar a esa raza; y en el caso de Muñoz Molina por conseguir, con la publicación de El invierno en Lisboa, salir del anonimato y de la vida gris de funcionario en Granada. Culpa también en ambos, porque uno de ellos había matado a un hombre y ahora tenía que pagar por las consecuencias de sus actos; y en el caso del escritor, por haber abandonado a su mujer y a sus hijos en momentos donde su presencia les era necesaria. Estas historias, la de Ray y Muñoz Molina, se entrecruzan en la novela en un ejercicio de introspección continua y de múltiples voces narrativas. A veces el narrador parece ser la misma conciencia del asesino de Martin Luther King Jr., y otras veces es el autor implícito que al recordar sus días en la ciudad de Lisboa en los años ochenta necesita una expiación de su culpa y por consiguiente confiesa con valentía, y con una sinceridad brutal los detalles de sus días de bohemia 11

y de su comportamiento egoísta

durante esos primeros años de escritor. Aquí el texto

autobiográfico trata de fundir la imagen que se tenía del escritor modélico, con otra más sórdida que el autor implícito quiere también dar a conocer en la obra. La debilidad del autor al ceder frente a la presión de la vida provinciana que presenta al comienzo de la novela, se transforma al final de la misma en confianza y fuerza en su quehacer de escritor. Muñoz Molina se empeña aquí en presentarse y mostrar su vida tal y como había sido y como es, destruyendo así otras versiones más idealizadas y vagas. Para este autor es necesario proyectar ahora su cara más personal e íntima, desvelando sus errores y también sus logros desde los comienzos de su carrera. Si en obras anteriores el yo de Muñoz Molina se desdoblaba y era a veces ambiguo, como por ejemplo en su novela El jinete polaco, esa inconcreción llega a adquirir una forma más determinante y cercana en este libro. Para escribir sobre James Earl Ray, Muñoz Molina se había ampliamente documentado, leyendo manuscritos, conociendo los lugares donde los hechos tuvieron lugar, hablando con testigos, y observando los objetos que Ray había llevado durante su fuga. Así lo explica el escritor: He llegado a saber tanto de él que me parece recordar cosas de su vida, lugares que él vio y yo nunca he visto [. . .] la silueta baja del Lorraine Motel visto desde la ventana de un cuarto de baño en el que huele a sumidero y a orines, más allá de un solar invadido por la maleza y la basura, en un vecindario degradado casi a las afueras de Memphis. (Como la sombra, p. 13)

La parte que Muñoz Molina dedica al asesino de Martin Luther King, Jr., está llena de detalles de la infancia de éste, de lugares y de personas que Ray conocía. El autor incluso penetra en la psique del criminal tratando de recrear su estado anímico durante y después del asesinato, aunque sabe que seguramente sea una actividad fútil, ya que según explica “La literatura es querer

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habitar en la mente de otro, como un intruso en una casa cerrada, ver el mundo con sus ojos [. . .] Es imposible pero uno no renuncia a esa fantasmagoría” (Como la sombra, p. 453). En los capítulos autobiográficos, Muñoz Molina expone sus ideas sobre la novela y sobre la vida de un artista, que a veces tiene que alejarse de su casa y de su familia para poder seguir su vocación. Así, define la novela como “un estado de espíritu, un interior cálido en el que uno se refugia mientras la escribe, como un capullo que va tejiendo hilo a hilo desde dentro, encerrándose en él, viendo el mundo exterior como una vaga claridad al otro lado de su concavidad translúcida. Una novela se escribe para confesarse y para esconderse” (Como la sombra, p. 257). En este libro el autor reconoce también que el escribir para él no es una elección, sino una necesidad: “El trabajo ha sido siempre mi remedio más poderoso contra la angustia” (Como la sombra, p. 260). Esta obra es un ejercicio de introspección donde las ideas sobre la escritura y la función de la misma llegan a ocupar el centro de atención: La novela sujeta la vida a sus propios límites y la abre al mismo tiempo a toda una abundancia de tesoros ocultos, una espeleología y un submarinismo de yacimientos que estaban fuera de uno y dentro de uno y que sólo a uno mismo le estaba reservado descubrir [. . .] La imaginación narrativa no se alimenta de lo inventado sino de lo sucedido. Cada hecho menor o trivial que uno vive o que uno descubre en sus indagaciones puede ser un hallazgo valioso o incluso decisivo.

(Como la sombra que se va, p. 523)

Esta lúcida definición del quehacer del escritor puede servir para ilustrar las tres novelas que analizo en este ensayo, ya que como se viene diciendo, la narración en cada una de ellas es producto de lo sucedido y de las aptitudes y experiencias del propio escritor para darlas a conocer. La vida del asesino de Martin Luther King, Jr., y la del propio escritor tienen como denominador común el hecho de ir a Lisboa para esconderse del mundo por un breve período de

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tiempo con la intención de entenderse y salvarse, de la cárcel uno, y del anonimato el otro. 5 Lo que constituye la visión histórica de la novela es el componente ético presentado en ambas historias, ya que Lisboa representa el espacio interior del narrador; espacio que le ha servido para entender el vacío de un alma, la de James Earl Ray, cuya niñez y adolescencia en la pobreza espiritual y física, viviendo entre malos tratos, drogas, alcohol y prejuicio racial le han llevado a cometer un crimen. Asimismo este lugar ha sido idóneo para confesar y expiar las propias vilezas del escritor, así como para entenderse y aceptar su forma de ser. Al final de la novela, y en su último viaje a Lisboa, acompañado ahora por su nueva mujer, Muñoz Molina dialoga con su hijo, al que había desatendido antes y que vive precisamente en la ciudad. La novela ejemplifica cómo la exploración detallada del pasado de otros individuos y de uno mismo, puede mejorar la vida de las personas, al entenderse las causas de lo ocurrido. Igualmente introspectiva es la última novela de Javier Marías, Así empieza lo malo (2014), que, ambientada en el Madrid de 1980, trata de las secuelas de la Guerra civil de 1936, aún vigentes en la sociedad española actual, y que se manifiestan principalmente en el comportamiento de muchos ciudadanos. La novela de Javier Marías examina algunas de estas secuelas a través de un personaje depredador y ficticio que, como en la novela de Cercas analizada anteriormente, es aquí metonimia de la mayoría de los españoles.

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Casi al final de la novela, Muñoz Molina le dedica unas páginas al líder de la rebelión

racial, Martin Luther King, Jr., que son de las más lúcidas que se han escrito nunca sobre esta causa e insigne figura.

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Como multitud de novelas escritas desde 1940, esta última de Javier Marías, junto a otras anteriores del mismo autor como Tu rostro mañana (2002), trata sobre la Guerra Civil española de 1936. Ambientada en el Madrid de los años ochenta, la historia está contada retrospectivamente por un narrador que recuerda el período en el que siendo joven fue secretario particular de un viejo director de cine. Durante ese período tuvo la oportunidad de dialogar con su jefe sobre las experiencias de este último cuando era niño y fue testigo de la toma de Madrid por los Nacionales, así como del período de la posguerra y la transición a la democracia. La trama puede resumirse en un encargo difícil que el joven Juan De Vere, narrador de la ficción, debe realizar para su jefe, el director de cine Eduardo Muriel. El encargo consiste en trabar amistad con un amigo de Muriel, el pediatra Jorge Van Vechten, para conocer los detalles de su pasado incierto durante la época franquista. Especialmente debe descubrir en qué consistió un comportamiento indecente en el que se rumorea que incurrió. Paralela a esta trama hay otra en la novela que explora la relación distanciada y angustiosa del matrimonio de Eduardo Muriel con Beatriz Noriega, y las preocupaciones que atañen al propio narrador, que además de contar la historia, participa en la vida de los otros y a veces actúa por su cuenta, beneficiándose también de las circunstancias. Pediatra que durante el franquismo se aprovechó sexualmente de mujeres sin medios, Van Vechten aparentaba ser persona caritativa y bondadosa que prestaba sus servicios médicos a los hijos de personas pobres sin demandar retribución económica alguna, y creándose así fama de persona generosa y solidaria. Pero lo que la gente no sabía es que a cambio exigía favores sexuales de las madres a cuyos hijos atendía. Así se lo explica el doctor Van Vechten al narrador: No se trata de conseguir algo, Juan, sino de conseguirlo con el mayor grado de satisfacción. Y nada da más satisfacción que cuando no quieren, pero no pueden decir que no. Y luego quieren [. . .] pero siempre les queda el recuerdo, el

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conocimiento, el rencor, que no tuvieron más remedio la primera vez [. . .] pero eso es lo mejor que hay: el deseo nuevo mezclado con un antiguo rencor.

(Así empieza, p. 267)

Más aún, y como indica otro personaje amigo del narrador refiriéndose a Van Vechten, “está el placer añadido de la dominación y de humillar al derrotado [. . .] de tirarse a la mujer o a la hija de alguien, y además con su conocimiento y ante su absoluta impotencia” (Así empieza, p. 427). Esta actitud depredadora e insistente de Van Vechten aparece en la novela como paradigma de los agravios cometidos por otros muchos individuos durante la época del franquismo; personas que se aprovecharon de su situación favorable, “ayudando” a los pobres sin cobrar nada, “ya se les pagaba en especie [. . .] pues tenían pasado, tenían secretos y tenían mujeres y eso era suficiente” (Así empieza, p. 413). Incluso hoy día algunos individuos continúan con el mismo comportamiento transgresor secretamente, como le explica Muriel a su secretario, mientras mantienen un halo de prestigio en la sociedad. Las reflexiones de De Vere y sus preguntas a Muriel ocupan gran parte de la novela, la cual se extiende en el análisis pormenorizado de los pasos seguidos por los ciudadanos españoles desde la muerte de Franco. Según explica el director de cine, todo se hizo con gran cautela, ya que la condición principal para que el sistema democrático pudiese funcionar debía resolverse en un pacto de silencio que se resumía en una frase: “Nadie pida cuentas a nadie” (Así comienza, p. 44). No debían mencionarse los numerosos crímenes de guerra cometidos por ambos bandos en el frente y en la retaguardia, ni los crímenes más cercanos de la dictadura punitiva y rencorosa cometidos por el bando ganador, mientras se exigía silencio y mortificación para los demás (Así comienza, p. 44). Este pacto se interiorizó de tal forma, según Marías, que la mayor parte de la población optó por callarse en público y también en privado: “había un sentido de la elegancia que desaconsejaba

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alardear de los padecimientos y las persecuciones, e invitaba a guardar silencio a los más perjudicados” (Así empieza, p. 46). Aunque la pasividad cambió, según indica el narrador, cuando algunos individuos importantes que habían apoyado a Franco, no contentos con su impunidad, y con que no se les reprochara su comportamiento durante la transición “empezaron a forjarse biografías ilusorias, a presumir de demócratas y a proclamar su antifranquismo de siempre” (Así empieza, p. 46). Así, personas que trabajaron para el sistema decían haber trabajado clandestinamente en contra del mismo: “Un historiador se jactaba de sus ‘años de exilio en París’, cuando esos años los había pasado nada menos que con un cargo en la embajada española, representando a Franco” (Así empieza, p. 47). Los franquistas se apoyaban unos a otros y callaban todos, y de esa manera “la gente pasó de ser franquista a antifranquista como por arte de magia, y la población entera tragándoselo y aplaudiendo el número” (Así empieza, p. 412). Pero con el tiempo “estas falsas afirmaciones y negaciones [. . .] resultaron irritantes para quienes de verdad se habían opuesto o habían rehusado colaborar, lo habían pasado mal [. . .] y estaban más o menos al tanto del papel desempeñado por cada cual” (Así empieza, p. 47). Las explicaciones ofrecidas en el libro son el resultado de reflexiones continuas que llevan al narrador a entender las secuelas de un período cruento de la historia de España; secuelas tan profundas que según Marías, se amortiguarán en algunos períodos, como empieza a suceder ahora, “pero será como uno de esos pleitos entre familias que se perpetúan a lo largo de generaciones (Así empieza, p. 50). El comportamiento de Van Vechten funciona en la novela como prototipo de una gran parte de la población que andaba ansiosa de congraciarse con el régimen y más tarde con la democracia:

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Él

era uno de los que almacenaban [información], seleccionaban y ordenaban, y sobre todo lo hizo ya sin

impedimentos ni obstáculos y a mansalva, en cuanto la ciudad se rindió: aquí, como en todas partes, surgían voluntarios de debajo de las piedras para relatar lo ocurrido durante casi tres años, lo verdadero y lo falso, la población andaba ansiosa de congraciarse y hacer méritos. (Así empieza, p. 414)

Lo que hace Marías, por medio de su narrador en esta novela, es crear un marco de referencia para comprender el presente: “Aquí se cometieron muchas vilezas durante muchos años, pero se ha convivido con quienes las cometieron, y algunos hicieron favores también. Se ha de convivir con ellos hasta que nos muramos todos…” (Así empieza, p. 337). En los últimos capítulos del libro se cuestiona el camino hacia la salud de la sociedad. Marías, por medio de Muriel y De Vere, se pregunta si la solución sería destapar la verdad de estos individuos y dar a conocer su comportamiento depredador, u olvidarse de ello, ya que son tantos: La historia está demasiado llena de pequeños abusos y vilezas mayúsculas contra los que nada se puede porque son avalancha, y qué ganamos averiguándolos. Cuanto ocurre ha ocurrido y es inamovible, es la horrible fuerza de los hechos, o su peso que no se levanta. Quizá lo mejor sea encogerse de hombros y asentir y pasarlos por alto, aceptar que ese es el estilo del mundo.

(Así empieza, pp. 394-395)

Muriel, que al comienzo de la novela pide a De Vere que se entere de la actuación del doctor durante la época franquista para denunciarlo, más tarde y al sentir agradecimiento por las acciones recientes del doctor hacia su familia, decide ignorar el pasado de éste y perdonarlo: Mala cosa sentirse en deuda con quien nos hizo daño o se lo hizo a los próximos o a los lejanos, tanto da a veces, con quien se portó de manera indecente o incurrió en lo peor y en lo imperdonable y cayó en lo más bajo, porque todo eso puede cancelarse abruptamente ante el sentimiento de deberle algo crucial, algo de peso. (Así empieza, p. 321)

La justicia, según el comportamiento de algunos personajes de la novela, es arbitraria, pero no obstante en el fondo del ser queda un resquemor al pasar por alto tanta vileza, ya que esas

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afrentas no pueden olvidarse fácilmente, aunque no se hable de ellas. Esto se exterioriza sutilmente en la fábula por medio de gestos o acciones inconscientes de los individuos. Así cuando De Vere insiste en hablar del comportamiento de Van Vechten, Muriel le dice que no le gusta hablar de ello “–Y en efecto lo dijo con cierta dificultad, como si le hubiera sobrevenido una ligera afonía, o al menos una carraspera que un segundo antes no tenía—“(Así empieza, p. 326). Esa incomodidad o carraspeo ocurre en la realidad y es psicológica; ejemplifica que un perdón a medias no sirve. La justicia es por consiguiente un bien necesario para la salud mental del individuo y de la sociedad. Pero la mayoría de las veces, como expone Marías por medio de sus personajes, la justicia es relativa, y en la novela depende de si los actos nos afectan personalmente o no. La actitud de Muriel, como la de otros españoles, consistió en no juzgar, y sobre todo no intervenir en la vida de los otros; ya que eso confrontaría a las personas con las vilezas ajenas, pero sobre todo con las propias. Así, según Marías, todos andan expiando su propia culpa, aunque haya que aparentar y conservar de cualquier forma la imagen y el prestigio.

En el fondo lo que determina el comportamiento de los personajes en esta novela es el deseo. Este une a todos los participantes de la trama, ya que la mayoría de las veces lleva a las personas a pasar por alto incluso su propia dignidad. Así ocurre, como se ha dicho, con las afrentas del doctor Van Vechten, pero también con las del narrador, que parecía un observador objetivo, pero que al sentir atracción por la mujer de Muriel, y a sabiendas de que eso está mal y no debe hacerse, acaba en la cama con ella y después continúa espiándola.

Las páginas más tristes y perturbadoras del libro, no obstante, son las que narran escenas del matrimonio de Eduardo Muriel y Beatriz Noriega y que exponen el deseo no satisfecho. Este se manifiesta en el continuo castigo que recibe Beatriz por haberle mentido a Muriel; 19

castigo que consiste en ser rechazada todas las noches por su marido. Así descubrirá el narrador que la justicia no es desinteresada, sino que es siempre arbitraria y producto de las necesidades y deseos de las personas. Muriel, que está dispuesto a pasar por alto y olvidar las iniquidades cometidas por su amigo Van Vechten a multitud de personas inocentes, ya que a él no le afectan, es incapaz de perdonar a su propia mujer por haberle mentido. De esta manera la novela expone cómo todo perdón o castigo a nivel social o individual es, la mayoría de las veces, un acto arbitrario y personal.

En esta obra de Marías se debate si se deben exponer los agravios o negarlos, condenar a los farsantes o ignorarlos. Pese a la atención que reciben en esta obra las acciones políticas y civiles durante el franquismo y la democracia, no hay una resolución clara ante los problemas planteados, con lo cual se ofrecen sólo alternativas ante la forma de proceder.

Como en las novelas de W. G. Sebald, los ejes de la historia según Marías se hallan sostenidos por la violencia, la mentira y la vileza. No obstante en esta ficción, como en las otras dos analizadas anteriormente, hay asimismo un marco moral donde se exponen los hechos para entenderlos y quizá de esa forma liberarse de ellos; aunque asimismo se cuestiona la validez de toda solución o esperanza de redención. Dichas consideraciones sobrepasan la historia específica y se convierten en cuestiones universales que atañen a cualquier ser humano en condiciones parecidas.

En las tres novelas históricas analizadas pueden observarse digresiones continuas sobre los asuntos que plantean; hay igualmente un gusto por la elaboración y la claridad de los pensamientos de los distintos personajes, que invita a la meditación. Las tramas son fragmentarias, sin precisión en cuanto a los valores específicos que quieren instaurarse y sin una única conclusión posible. Aunque, como señala Gonzalo Navajas al explicar la nueva 20

estética que el crítico denomina neomoderna, “los escritores no se resignan a la indiferencia cognitiva y ética de la posmodernidad, y tratan de investigar alternativas al impasse de la irresolución” (Más allá, p. 21). Por eso para estos tres autores su presentación del pasado es consecuencia de sus observaciones en el presente, y tendrá repercusiones en el porvenir de ellos mismos y de los demás. No obstante, los autores son conscientes al explicar los agravios acaecidos en el pasado reciente de que no pueden esperar tal cosa como un consenso entre los lectores; esto es una homogeneidad de valores en un mundo tan heterogéneo como éste. Considerando los textos comentados, puede concluirse que la introspección y expiación a las que las historias presentadas invitan admite grados diversos de aceptación en la configuración del interior moral de cada individuo.

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