Introducción: Violencia en tiempos de paz: conflictividad y criminalización en El Salvador

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Descripción

Violencia en tiempos de paz: conflictiVidad y criminalización en el salVador

Óscar Meléndez Adrian Bergmann (Compiladores)

Colección Cultura y Violencia Volumen 3 Primera edición San Salvador, El Salvador, octubre de 2015 Secretaría de Cultura de la Presidencia Dr. Ramón Rivas Secretario de Cultura de la Presidencia © Secretaría de Cultura de la Presidencia, 2015 Compiladores: Óscar Meléndez Adrian Bergmann Fotografía de portada: “Grupo de menores capturados por vagancia”, Archivo General de la Nación, Boletín Oficial de la Policía, 1934. Corrección de estilo: Miroslava Rosales Diseño y diagramación: Gabriela Morán Coordinación editorial: Jasmine Campos 303.6 V795 sv

Violencia en tiempos de paz : conflictividad y criminalización en El Salvador / compiladores Óscar Meléndez, Adrian Bergmann. -- 1ª ed. -- San Salvador, El Salv. : Dirección Nacional de Investigaciones en Cultura y Arte, de la Secretaría de Cultura de la Presidencia, 2015. 252 p. ; 20cm. ISBN 978-99923-976-6-4 1. Violencia social-El Salvador. 2. Cultura-Aspectos sociales y morales. I. Meléndez, Óscar, comp. II. Bergmann, Adrian, comp. III. Título.

BINA/jmh

Hecho el depósito de ley Impreso en Talleres Gráficos UCA

Violencia en tiempos de paz: conflictiVidad y criminalización en el salVador Óscar Meléndez Adrian Bergmann (Compiladores)

CONTENIDO Introducción Óscar Meléndez y Adrian Bergmann

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«Han ocurrido bochinches». Movilización y violencia colectiva en la revuelta de San Miguel en octubre de 1930 Luis Rubén González Márquez

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«En ese acto habría saciado su venganza». Homicidio, justicia y práctica judicial durante el martinato (1932-1944) Óscar Meléndez

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El tratamiento de la delincuencia juvenil salvadoreña, 1920-1950 Carlos W. Moreno

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Legislación antipandillas y planes mano dura: ¿espectáculo punitivo de un derecho penal para enemigos? Elsa Elizabeth Fuentes

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En las llamas de la paz: la quema de un microbús y los significados de la violencia Ellen Moodie y Juan José Martínez D’Aubuisson

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Exclusión, maternidad y cárcel: apuntes sobre el delito de aborto Oswaldo Ernesto Feusier

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Sin razón aparente: conflictos sociales y violencia en la posguerra Adrian Bergmann

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Introducción

Violencia en tiempos de paz: conflictividad y criminalización en El Salvador, es el producto de un trabajo colectivo realizado para analizar las distintas manifestaciones de violencia en El Salvador, desde las primeras décadas del siglo XX hasta el presente, así como los conflictos sociales que las subyacen. Tres capítulos se centran en la época de preguerra y otros cuatro en la posguerra. Es decir, este libro interroga las violencias en El Salvador cuando este, se supone, se encuentra en paz. Por medio de una convocatoria personal, se le pidió a cada autor y autora que, desde sus distintos saberes y disciplinas, convergieran en un análisis que aportara al debate actual sobre las violencias en el país. Este esfuerzo concluyó con el presente libro, y en el proceso se convirtió en una mirada multidisciplinaria y de temporalidad amplia que conlleva reflexiones profundas, a veces dolorosas, y coloca su atención tanto en las políticas públicas como en las vidas cotidianas que a menudo aparecen fragmentadas y vulnerables. En su conjunto, Violencia en tiempos de paz resalta y amplía una observación hecha por Mo Hume en The Politics of Violence: [...] es raro que la violencia pueda considerarse solamente como el simple acto de lastimar a un individuo o grupo. De hecho, pocas veces se juzgan los actos de violencia simplemente en base al daño que causan. Hay una política de la violencia que produce reacciones diferentes que raramente se basan en efectos materiales. Diferentes instituciones median el acto de violencia y construyen su significado.1 1

Mo Hume, The Politics of Violence: Gender, Conflict and Community in El Salvador, Bulletin of Latin America Research Book Series 2 (Malden, Oxford y Chichester: Wiley-Blackwell, 2009), 35.

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El estudio de las violencias en América Latina ha sido ampliamente abordado desde todas las ciencias sociales. Como bien lo señalan Roberto González Arana e Ivonne Molinares Guerrero, se evidencia que, «como manifestación humana, la violencia es uno de los fenómenos cotidianos que más contribuye al deterioro de la calidad de vida del hombre, no importando su contexto social y cultural».2 Definir qué es violencia sigue siendo un problema ampliamente afrontado por investigadoras e investigadores de América Latina. Así, Elsa Blair Trujillo ha recogido algunas de las múltiples aproximaciones. Lo que ella llama «avatares de una definición» es precisamente lo que mejor puede caracterizar al concepto: cambio, transformación, consenso, ruptura.3 Es dinámico y maleable, se ajusta a cada contexto, y se utiliza, en algunas veces, de manera arbitraria. El Salvador se presta para investigar las violencias —para tratar de entenderlas y definir rutas de abordaje y de análisis—. En los capítulos de este libro, como en otros trabajos, uno de los focos de atención es la relación entre el Estado y la violencia. En la historiografía salvadoreña, ha sido retomada en obras como Cultura y ética de la violencia, de Patricia Alvarenga, y Los rostros de la violencia, editada por Ana Margarita Gómez y Sajid Herrera.4 Al leer a Max Weber, tal vez no sea de extrañarse que el Estado sea un foco importante, pues en Ciencia y política planteó que, Al igual que las instituciones políticas que lo procedieron, el Estado es una relación de hombres que dominan a otros, una relación que se apoya en la violencia legítima (es decir, en la violencia considerada como legítima). Si el Estado debe existir, los dominados han de obedecer la autoridad que los poderes constituidos reclaman como propia.5 2

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Roberto González Arana e Ivonne Molinares Guerrero, «Conflicto y violencias en Colombia», en Violencia política y conflictos sociales en América Latina, ed. César Barreira, Roberto González Arana y Luis Fernando Trejos Rosero (Barranquilla y Buenos Aires: Editorial Universidad del Norte y Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales, 2013), 10. Elsa Blair Trujillo, «Aproximación teórica al concepto de violencia: avatares de una definición», Política y cultura 32 (México: Universidad Autónoma Metropolitana Unidad Xochimilco, 2009), 9-33. Ana Patricia Alvarenga Venutolo, Cultura y ética de la violencia: El Salvador, 1880–1932, 2.a ed., Biblioteca de Historia Salvadoreña 19 (San Salvador: Consejo Nacional para la Cultura y el Arte, 2006); Ana Margarita Gómez y Sajid Alfredo Herrera Mena (eds.), Los rostros de la violencia: Guatemala y El Salvador, siglos XVIII y XIX, Estructuras y procesos 29 (San Salvador: UCA Editores, 2007). Max Weber, Ciencia y política, trad. Delia García Giordano, Fundamentos de las ciencias

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Otros centros de atención de varios capítulos de este libro son la delincuencia y su tratamiento, y en particular los procesos de criminalización y las formas de administrar justicia. Como lo han señalado Marta Irurozqui y Mirian Galante, el hermanamiento entre violencias, justicia y Estado ha sido inseparable desde que se planteó la construcción del último. Sostienen que las violencias han servido para legitimar acciones estatales, y el Estado —valiéndose del monopolio de la violencia, real o pretendida— las ha utilizado para intervenir en los conflictos de los ciudadanos. Es así como se construye un círculo en el que la violencia se institucionaliza para ceder paso a la creación de los Estados, y son estos quienes la utilizan para castigar, disciplinar y «rehabilitar». No existe ley sin violencia, ni violencia sin ley, y no existe el Estado sin estas últimas.6 Es esta violencia la que se presenta como forma cotidiana de resolver las disputas. La violencia, convertida en venganza, se vuelve una salida para los conflictos. Entiéndase venganza como justicia, y léase justicia como forma institucionalizada de resolver las controversias. Como podrá observarse en las páginas de este libro, la venganza se vuelve un mecanismo cultural y legal para solucionar las diferencias entre los ciudadanos, y entre estos y el Estado. Ya Eugenio Raúl Zaffaroni nos ha dicho que «la venganza es parte de esta civilización y el aparato punitivo no hace más que canalizarla en la medida de lo posible. Es el instrumento de que se vale una civilización que no puede eliminar a la venganza, para canalizarla».7 Por su parte el psicólogo noruego Per Isdal aporta otra mirada sobre la relación entre justicia y violencia. Sugiere que, En una perspectiva de desigualdad o justicia, sería posible pensar en la violencia como una forma de rebelión o protesta, como una reacción sana y potencialmente constructiva a la opresión. Pero la violencia no es así. Predominantemente, es jerárquica y dirigida hacia abajo, y por tanto no se vuelve constructiva sino que destructiva y perpetradora del sistema. Cuando un pueblo es oprimido, es raro que se levante en contra de las y los opresores y regrese el golpe. Es mucho, mucho más común que el pueblo oprimido se dé entre

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del hombre 2 (Buenos Aires: Centro Editor de América Latina, 1991), 67. Marta Irurozqui y Mirian Galanta (eds.), Sangre de Ley. Justicia y violencia en la institucionalización del Estado en América Latina, siglo XIX (Madrid: Ediciones Polifemo, 2011). E. Raúl Zaffaroni, «Prólogo», en El abolicionismo penal en América Latina: imaginación no punitiva y militancia, ed. Maximiliano E. Postay (Buenos Aires: Editores del Puerto, 2012), ix.

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sí mismo, y sobre todo a aquellas y aquellos que sean de un rango «más bajo» que ellas y ellos mismos.8 Son esta serie de reflexiones las que hemos plasmado en los capítulos de este libro. En ese sentido, se convierte en un estudio que es útil para comprender mejor los ecos entre el pasado y el presente, la larga duración de prácticas sociales relacionada al ejercicio de las violencias, así como su legitimación o deslegitimación, represión o promoción. Realizar una «mirada histórica» de las violencias en El Salvador nos permite aproximarnos a las violencias en la época contemporánea de una manera más acertada —o, en todo caso, más compleja y completa—.9 Es con esta mirada histórica que abre el presente libro. Los primeros tres trabajos que permiten observar cómo, en diferentes momentos de los últimos cien años, las violencias han sido parte de la construcción del Estado salvadoreño. A la vez, es una mirada a la cotidianeidad salvadoreña, en la que una cultura de violencia aparece como mediadora de los conflictos. En «“Han ocurrido bochinches”. Movilización y violencia colectiva en la revuelta de San Miguel en octubre de 1930», Luis Rubén González Márquez busca comprender el sentido de la movilización social en una revuelta popular en San Miguel, en el oriente salvadoreño, e interroga el uso de violencia de parte del Estado y los grupos subalternos. A partir de un proceso judicial promovido por la sociedad comercial Meardi y Gavio, la muchedumbre migueleña —principalmente obreros y vendedoras del mercado— colocan como punta de lanza el reclamo por la justicia y, en segunda instancia, el castigo o la abierta venganza contra los que se consideraban quebrantadores de una idea de justicia apegada a la «conciencia», la honradez y la probidad de los aplicadores de la ley, más que a los procedimientos judiciales y a la ley en sí misma. González demuestra cómo las concepciones sobre la justicia van transitando desde una crítica al sistema judicial, para convertirse luego en una crítica a los grupos oligárquicos locales. También expone cómo la revuelta permitió que el Gobierno de Pío Romero Bosque repensara el ejercicio de la autoridad y del poder y que aparecieran los tradicionales controles para morigerar las acciones de los subalternos. En el siguiente capítulo, Óscar Meléndez observa cómo la violencia física llevada hasta la muerte —definida como la más grave y como «la 8 9

Per Isdal, Meningen med volden (Oslo: Kommuneforlaget, 2000), 83. Otto Klineberg, «Les causes de la violence: approche psychosociologique», en La violence et ses causes, ed. Jean-Marie Domenach, Actuel 4 (París: Organization des Nations Unies pour l’éducation, la science et la culture, 1980), 115-29.

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cumbre de la jerarquía de las infracciones contra las personas»—10 fue una problemática fundamental durante el Gobierno de Maximiliano Hernández Martínez (1931-1944). Los altos niveles de muerte violenta condujo a que el Gobierno diseñara políticas criminales enfocadas en la represión de la vagancia, la ebriedad y la portación de armas, así como el aumento de las penas por los delitos de homicidio y asesinato. Al examinar las concepciones de justicia y las motivaciones del delito, Meléndez señala cómo la justicia estuvo vinculada con la venganza y cómo, dentro de las motivaciones del delito, fue clave la defensa de lo que se poseía, como el honor. Igual que otros capítulos de este libro, permite reflexionar no solo sobre la constancia histórica de la violencia homicida en El Salvador, sino que demuestra que los métodos utilizados para su reprensión se enfocan en los efectos del problema, más que en sus raíces. Asimismo, señala la permanencia de un trasfondo cultural cuyo estudio abona a la comprensión de la problemática. Los capítulos que siguen resaltan la importancia de los estudios del tratamiento penal. Como muy bien lo expresó Nils Christie, «la composición de las cárceles da una imagen inconsolablemente fidedigna de las desigualdades fundamentales de nuestra sociedad».11 Con Carlos W. Moreno asistimos a una mirada sobre el tratamiento de menores de edad delincuentes entre 1920 y 1950 —es decir, antes de la entrada en vigencia de un régimen jurídico especial para ellas y ellos en 1966—. Estudia las consideraciones que se hacían en la legislación salvadoreña, las apreciaciones sociales sobre las causas de la delincuencia juvenil, su prevención y tratamiento, así como datos estadísticos que demuestran el número de menores aprehendidos y sentenciados. Además, muestra el procedimiento de encierro, los centros de detención y los fines de los mismos. Con el trabajo de Moreno podemos observar cómo la delincuencia juvenil no es una problemática únicamente contemporánea y cómo tanto las instituciones encargadas del orden y la represión como los portadores de la opinión pública contribuyeron a un proceso de marginación infantil y juvenil que empujaba a los menores a escuelas correccionales donde se suponía que debían «reformarse» y «reinsertarse» a la sociedad por medio del trabajo. Con ello, se evidencia cómo los discursos y las políticas criminales fueron moldeando a un sujeto-objeto con el objetivo de encausarlo al mundo de los «adaptados» sociales. 10 Jean-Claude Chenais, «Historia de la violencia: el homicidio y el suicidio a través de la historia», Revista Internacional de Ciencias Sociales. 132 (1992), 206. 11 Nils Christie, Hvor tett et samfunn? (Copenhague y Oslo: Chr. Ejlers’ Forlag y Universitetsforlaget, 1975), 93.

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Los siguientes capítulos se dirigen a estudiar las manifestaciones de violencia desde el final de la guerra en 1992 en adelante. Elsa Elizabeth Fuentes analiza cómo las leyes y planes vinculados con la represión a las pandillas han tenido como propósitos criminalizar a grupos juveniles y servir como medios propagandísticos de los gobiernos o los partidos políticos para aliviar la tensión social, sobre todo en momentos de crisis por las alzas del actuar delincuencial y —con más énfasis— en coyunturas electorales. Como bien lo sostiene la autora, estas políticas contribuyen a reforzar la marginalidad y fisuras en el ya endeble cuerpo social, agravar la problemática y desatender las raíces de la misma. Con el capítulo de Fuentes observamos los presupuestos penales a partir de los cuales se han elaborado políticas antipandillas, analizado desde el enfoque del derecho penal del enemigo. Con la personificación del enemigo encarnado en las pandillas, el Estado diseña una política criminal enfocada en la exclusión, en la peligrosidad, en la venganza, e incluso en el reconocimiento y la invención de los «malos» y los «buenos». Con el capítulo «En las llamas de la paz: la quema de un microbús y los significados de la violencia», Ellen Moodie y Juan José Martínez D’Aubuisson aportan una innovadora perspectiva antropológica —provocadora e impactante— a partir de uno de los episodios violentos de mayor trascendencia en los últimos años: la quema de un microbús en Mejicanos en junio de 2010, con las y los pasajeros muriendo adentro. Desde espacios sociales tan distintos como la colonia donde aconteció la masacre, el norte de Morazán y foros en internet, entre otros, Moodie y Martínez trazan los primeros reportajes y reacciones, el trasfondo de la masacre y sus implicaciones para el futuro, así como los significados de la violencia y de «los violentos» en la posguerra salvadoreña. En «Exclusión, maternidad y cárcel: apuntes sobre el delito de aborto en El Salvador», Oswaldo E. Feusier repasa el historial legislativo sobre el aborto como delito, haciendo un nexo con la entrada en vigencia de la regulación penal actual. Feusier coloca el debate surgido entre los años 1994 y 1997, en el que se pudo abrir una puerta para que se practicaran abortos legales en el país, aunque en casos excepcionales. En este debate, los partidos políticos, algunos portadores de opinión pública e incluso voceros de la Iglesia católica manejaron con escepticismo y temor lo que consideraron como «la peor lacra» y «lo más terrible» que podía sucederle a El Salvador. Al calor de las encrucijadas electorales, el aborto fue catalogado delito, e incluso se aprovechó para inhibirlo en la Constitución de la república, al darle categoría de persona humana a la vida no nacida desde el instante de su concepción. En materia de aborto, la mujer

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se coloca en un escenario nada prometedor. El sistema judicial y social le coloca dos alternativas ante un posible aborto: la cárcel o la muerte. Con este capítulo encontramos elementos claves para el debate crítico sobre uno de los problemas que —aunque no pareciera grave para toda la sociedad— es un reproductor de violencias desde diferentes ángulos. Finalmente, en «Sin razón aparente: conflictos sociales y violencia en la posguerra», Adrian Bergmann interroga el imaginario sobre la paz y la democracia salvadoreña, y sus implicaciones para la comprensión y el abordaje de los conflictos sociales y las violencias en la época de la posguerra. Sugiere que dos supuestos comunes respecto a la violencia — que ahora hay más de ella y que ahora es distinta— son altamente cuestionables, y examina las consecuencias del giro discursivo de «violencia política» a «violencia criminal» para el tratamiento de los conflictos de fondo. Bergmann sostiene que cómo entendemos y cómo hablamos de la paz, democracia, violencias y conflictos sociales gobierna las formas en las que terminamos lidiando con ellos, e insiste que disenso no debe confundirse con violencia. Por último, propone elementos para una agenda pendiente de investigación. No queremos cerrar sin agradecer a cada autor y autora, así como a Sajid Alfredo Herrera Mena, por hacer posible este aporte colectivo. Asimismo, debemos nuestro agradecimiento al equipo editorial de la Dirección Nacional de Investigaciones en Cultura y Arte de la Secretaría de Cultura de la Presidencia, y a la Universidad Evangélica de El Salvador por haber apoyado este proyecto desde el inicio. Esperamos que todo este trabajo venga a aportar al debate actual sobre uno de los principales problemas de El Salvador. Más que conclusiones definitivas e inamovibles, esperamos con modestia que este libro abone a la reflexión y genere reacciones, en particular en torno a las implicaciones que estas miradas deben tener sobre los planes, programas y proyectos que pretenden ofrecer salidas a esta situación que se presenta cada vez más compleja.

Los compiladores

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