“Introducción. Tiempos de transición en el Atlántico ibérico. Conceptos políticos en revolución”, Diccionario político y social del mundo iberoamericano. Conceptos políticos fundamentales, 1770-1870, t. II, 10 vols., J. Fernández Sebastián, dir., Madrid, CEPC-UPV, 2014, vol. 1, pp. 9-45

Share Embed


Descripción

Diccionario político y social del mundo iberoamericano Conceptos políticos fundamentales, 1770-1870

[Iberconceptos-II]

Introducción general al volumen II ~ Civilización tomo 1 Javier Fernández Sebastián (Director)

Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea Centro de Estudios Políticos y Constitucionales Madrid, 2014

01_Civilizacion.indd 5

29/07/14 10:17

Los editores de esta obra expresan su agradecimiento al Grupo Santander por el apoyo recibido para su difusión.

Centro de Estudios Políticos y Constitucionales Plaza de la Marina Española, 9 28071 Madrid http://www.cepc.es

Catálogo general de publicaciones oficiales http://www.060.es

Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del copyright, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidas la reprografía y el tratamiento informático. © Javier Fernández Sebastián (dir.) © De esta edición, 2014: UPV/EHU © De esta edición, 2014: Centro de Estudios Políticos y Constitucionales NIPO: 005-14-046-6 (CEPC) I.S.B.N.: 978-84-259-1598-7 (Obra completa) I.S.B.N.: 978-84-259-1599-4 (Tomo 1) Depósito legal: M-23010-2014 Diseño de cubierta: Área Gráfica Roberto Turégano Imagen cubierta: «Carte nouvelle de la mer du Sud», de Andries de Leth Fotocomposición e impresión: Composiciones RALI, S.A. Costa, 12-14, 7ª planta 48010 Bilbao

01_Civilizacion.indd 6

29/07/14 10:17

SUMARIO

Relación general de autores . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

9

Cuadro sinóptico de voces y autores . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

17

Abreviaturas y siglas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

19

IntroduccIón. tIempos

atlántIco IbérIco. conpor Javier Fernández Sebastián . . . . . . .

25

Agradecimientos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

73

de transIcIón en el

ceptos polítIcos en revolucIón,

CIVILIZACIÓN Relación de autores de este tomo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

79

presentacIón del prImer tomo, por Javier Fernández Sebastián . . . . . . . .

81

o conceIto de cIvIlIzação: uma análIse transversal, por João Feres Júnior. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

85

1. Argentina/Río de la Plata Geneviève Verdo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

107

2. Brasil João Feres Júnior - Maria Elisa Noronha de Sá . . . . . . . . . . . . . . . . .

123

3. Caribe/Antillas hispanas Consuelo Naranjo Orovio . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

141

4. Centroamérica Sajid Alfredo Herrera Mena . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

157

5. Chile Gabriel Cid - Isabel Torres Dujisin . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

169

6. Colombia/Nueva Granada Carlos Villamizar Duarte . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

185 7

01_Civilizacion.indd 7

29/07/14 10:17

Diccionario político y social del mundo iberoamericano

7. España Javier Fernández Sebastián . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

201

8. México/Nueva España Guillermo Zermeño Padilla. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

217

9. Perú Marcel Velázquez Castro . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

233

10. Portugal Fátima Sá e Melo Ferreira - Sérgio Campos Matos . . . . . . . . . . . . . .

251

11. Uruguay/Banda Oriental Ariadna Islas Buscasso . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

263

12. Venezuela Luis Ricardo Dávila - Luis Daniel Perrone . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

277

8

01_Civilizacion.indd 8

29/07/14 10:17

INTRODUCCIÓN

01_Civilizacion.indd 23

29/07/14 10:17

01_Civilizacion.indd 24

29/07/14 10:17

tIempos de transIcIón en el atlántIco IbérIco. conceptos polítIcos en revolucIón Javier Fernández Sebastián

1. Conceptos, espacios y tiempos de la modernidad iberoamericana

C

asi un lustro después de la publicación del primer volumen del Diccionario político y social del mundo iberoamericano1, ha llegado el momento de presentar al lector esta segunda entrega.

Comenzaré este texto introductorio con una explicación del marco temático, territorial y temporal que nos hemos dado, para pasar luego a discutir algunos aspectos de la modernización y globalización de los conceptos políticos en el Atlántico ibérico; finalmente plantearé algunas consideraciones metodológicas acerca de la pertinencia de una historia conceptual en el momento actual de la historiografía, con especial referencia al ámbito iberoamericano2. Cada uno de los diez tomos de que consta este segundo volumen está dedicado a uno de los conceptos fundamentales siguientes: – Civilización – Democracia 1 Javier Fernández Sebastián, dir., Diccionario político y social del mundo iberoamericano. La era de las revoluciones, 1750-1850, vol. I, Cristóbal Aljovín de Losada, João Feres Júnior, Fátima Sá e Melo Ferreira, Noemí Goldman, Carole Leal Curiel, Georges Lomné, José M. Portillo Valdés, Isabel Torres Dujisin, Fabio Wasserman, Guillermo Zermeño, eds., Madrid, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales - Fundación Carolina - Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales, 2009. 2 Dada la diversidad de cuestiones abordadas en esta Introducción (algunas inevitablemente polémicas), no todos los puntos de vista historiográficos que en ella sostengo han de ser compartidos necesariamente por todos los contribuyentes del Diccionario. Huelga decir entonces que, más allá de las informaciones básicas y líneas metodológicas generales sobre las cuales el nivel de acuerdo naturalmente es muy elevado, las posiciones y juicios vertidos en este texto sobre distintos temas académicos, en particular en el último epígrafe referente a la utilidad de la historia conceptual, son de la exclusiva responsabilidad de quien esto escribe.

25

01_Civilizacion.indd 25

29/07/14 10:17

Diccionario político y social del mundo iberoamericano

– Estado – Independencia – Libertad – Orden – Partido – Patria – Revolución – Soberanía Cerca de un centenar de autores hemos trabajado hombro con hombro para dar cuenta del uso de estos conceptos por parte de los agentes del pasado en el mundo iberoamericano, más concretamente en los siguientes países y territorios: – Argentina/Río de la Plata – Brasil – Caribe/Antillas hispanas – Centroamérica – Chile – Colombia/Nueva Granada – España – México/Nueva España – Perú – Portugal – Uruguay/Banda Oriental – Venezuela Al igual que en el primer volumen, el propósito que nos ha guiado en la redacción de las voces en esta segunda etapa del proyecto ha sido exponer de manera ordenada y sistemática una apretada síntesis de los resultados de la investigación. Una vasta investigación coordinada acerca de la inserción de cada uno de los diez conceptos arriba enumerados en la plétora de argumentaciones y discusiones políticas que tuvieron lugar en esa docena de espacios a lo largo de todo un siglo. Por descontado, dichas argumentaciones sólo cobran sentido, a su vez, en relación con las prácticas, hechos e instituciones de los contextos pertinentes en cada caso. Contextos que en modo alguno deben entenderse –pese a que, por razones operativas, uno de los ejes del Diccionario responda a una lógica territorial– estrictamente limitados a los espacios recortados por las fronteras nacionales. No sólo porque durante gran parte del periodo tratado tales fronteras políticas o no existían o estaban lejos de haberse consolidado (y las identidades territoriales fueron volátiles por largo tiempo en muchos lugares); también porque los espacios de referencia, incluso las comunidades de pertenencia, podían variar considerablemente –excluirse, complementarse, solaparse– según el radio 26

01_Civilizacion.indd 26

29/07/14 10:17

Javier Fernández Sebastián

Introducción

mayor o menor del círculo pertinente, dependiendo de la cuestión en juego en cada caso y del punto de vista adoptado para su definición3. La lectura de los trabajos del Diccionario, especialmente de los ensayos transversales que abren cada uno de los diez tomos (al igual que de los otros diez capítulos introductorios a cada concepto del volumen precedente), mostrará que, junto a los marcos nacionales (y a los mesoregionales, como es el caso de las áreas bañadas por el mar Caribe, incluyendo el istmo centroamericano y las Antillas hispanas), entre todos los contextos posibles privilegiamos tres comunidades culturales de amplitud creciente, a saber: 1) el marco latinoamericano, que abarca las Américas hispano-lusas del norte, el centro y el sur del continente; 2) el propiamente iberoamericano, que está en la base del proyecto, y añade al marco anterior las dos antiguas metrópolis ibéricas; y 3) el espacio atlántico euroamericano, cuya relevancia fue subrayada por François-Xavier Guerra hace más de una década, y que se extiende además a las dos orillas del Atlántico norte, incluyendo Francia, Gran Bretaña y los Estados Unidos. Como saben bien los lectores familiarizados con la historia conceptual, nuestra aproximación no aspira en absoluto a enunciar una definición unívoca y universalmente aceptada por los hablantes de cada término sociopolítico en una época dada (como hacen periódicamente los lexicógrafos en las sucesivas ediciones de los diccionarios de la lengua). Las fuentes revelan más bien que tales términos eran constantemente invocados con un sesgo polémico por los actores, y aparecen así dotados de significados y propósitos muy diversos. Habría, pues, un amplio aba3 Las denominaciones dobles –virreinales y nacionales– de varios espacios incluidos en este Diccionario se han insertado para que el lector no pierda de vista la larga etapa prenacional. A los nombres tradicionales de Nueva España, Nueva Granada o Río de la Plata hubieran podido añadirse los de otros proyectos y agrupaciones territoriales efímeras, como la Gran Colombia, el primer Imperio mexicano o la Federación Centroamericana, que reflejan el carácter fluctuante de las fronteras en las primeras etapas tras las independencias. En cualquier caso, los contextos significativos para el estudio de la historia políticointelectual no coinciden forzosamente con los marcos nacionales. A veces estos contextos son más pequeños, y se limitan al ámbito local, provincial o municipal. Otras, los rebasan ampliamente y remiten a una pluralidad de comunidades históricas, parcialmente superpuestas, según se adopte un punto de vista cultural, religioso, político o lingüístico. En este sentido, y más allá del marco nacional que, por razones de operatividad, recorta los ensayos de este Diccionario, hacemos nuestra la noción englobante de un espacio atlántico euroamericano, relanzada por François-Xavier Guerra a comienzos de este siglo. Véanse a este respecto las reflexiones de Frédéric Martinez, «L’Amérique, l’Europe, la nation. Les apports de François-Xavier Guerra à l’étude du nationalisme en Amérique latine», en Penser l’histoire de l’Amérique latine, Annick Lempérière, ed., París, Publications de la Sorbonne, 2012, pp. 277-287; también, Olivier Compagnon, «L’Euro-Amérique en question. Penser les échanges culturels entre l’Europe et l’Amérique latine», en el mismo volumen citado, pp. 289-303.

27

01_Civilizacion.indd 27

29/07/14 10:17

Diccionario político y social del mundo iberoamericano

nico de usos y juegos del lenguaje, parcialmente solapados y coincidentes, es cierto, pero también discrepantes y contradictorios. Y es esa historia de las conceptualizaciones, esto es, del uso estratégico de ciertas palabras clave en los debates y argumentaciones, y no ninguna clase de ilusoria definión o serie de definiciones, la que interesa aquí. Pues los conceptos que son producto de la historia concentran en torno a ciertas palabras un cúmulo abigarrado de experiencias, expectativas y cuestiones en disputa y por tanto, como señaló Nietzsche y corroboró Koselleck, no pueden ser objeto de definición. Definir un término es fijar un significado apodíctico y dar así por zanjadas las controversias sobre su «verdadero» sentido. Pero la semántica de los términos fundamentales de la política moderna está permanentemente abierta a la réplica y a la discusión, a nuevos intentos de redescripción retórica por los usuarios de la lengua –en particular por parte de políticos, intelectuales e ideólogos–, y esas discusiones no podemos nunca darlas por cerradas. Como siempre, nos interesará seguir, por una parte, las huellas que las experiencias históricas dejaron en el lenguaje de la época; y, por otra parte, intentar explicar algunos de los modos en que aquellas prácticas y aquellas experiencias –movilizaciones, elecciones, guerras y conflictos de todo tipo, erección de nuevas instituciones, discusiones en la prensa, en los parlamentos y en los espacios de sociabilidad…– se entretejieron con los nuevos esquemas léxico-semánticos forjados por los agentes/hablantes al calor de las revoluciones, y de qué manera estos esquemas conceptuales llegaron a moldear aquellas experiencias (pues las experiencias dependen de cómo son conceptualizadas4). Ambas dimensiones de la realidad, lingüística y fáctica, resultan indisociables. Asumimos a este respecto la premisa metodológica koselleckiana de que los conceptos-guía del movimiento histórico representan la expresión lingüística de la historia acontecida y, en consecuencia, han de ser objeto preferente de la investigación histórica5. Aunque, como es natural en un conjunto de países que comparten en buena medida sus raíces culturales, entre las experiencias históricas de todos ellos se percibe cierto aire de familia, lo que nos interesará sobre todo es explorar dichas La historia de conceptos, que trata de situarse de manera característica entre las palabras y las cosas, a mitad de camino entre el lenguaje y la acción, subraya las dos facetas inseparables del lenguaje: (1) como un marco heredado que limita el ámbito de lo pensable y de lo factible; y (2) como herramienta productiva, que permite al mismo tiempo construir e imaginar nuevas conceptualizaciones que abren posibilidades inéditas para la acción. 5 Reinhart Koselleck, «Einleitung», en Otto Brunner, Werner Conze, y Reinhart Koselleck, eds., Geschichtliche Grundbegriffe: historisches Lexikon zur politisch-sozialen Sprache in Deutschland, Stuttgart, Klett-Cotta, 1972-1997, vol. I, 1972, § 2.4, pp. xiii-xxvii. Versión española de Luis Fernández Torres: «Un texto fundacional de Reinhart Koselleck. Introducción al Diccionario histórico de conceptos politico-sociales básicos en lengua alemana», Anthropos, nº 223 (2009), pp. 92-105, p. 93. 4

28

01_Civilizacion.indd 28

29/07/14 10:17

Javier Fernández Sebastián

Introducción

experiencias en su diversidad y tratar de elucidar algunas de las razones de esa diversidad. Las concepciones y prácticas emergentes no eliminaron de un plumazo las instituciones y marcos interpretativos vigentes: por eso conviene ser cautelosos ante ciertas visiones esquemáticas que dibujan una sustitución brusca del concepto tradicional X por su correlato moderno Y (digamos, por ejemplo, del concepto histórico-tradicional de constitución por el racional-normativo), o incluso describen el arrumbamiento de todo un (viejo) universo de representaciones por otro (nuevo) en un plazo muy breve de tiempo. La experiencia y el sentido común indican que tales procesos nunca son lineales, ni suelen acaecer de la noche a la mañana. Y por un tiempo más o menos dilatado ni siquiera es seguro que los actores pudieran discernir con claridad «lo viejo» de «lo nuevo»6. Mas, por otra parte, a la vista de las grandes diferencias que se observan en el empleo de los vocabularios entre finales del siglo xviii y la segunda mitad del xix, es innegable que en ese lapso temporal se produjo una importante renovación de los conceptos fundamentales que articulaban la vida política. El contraste entre los usos preponderantes de algunos términos clave al comienzo y al final del periodo es bien elocuente. En ese sentido, como se pone de manifiesto en los dos volúmenes de este Diccionario y he discutido en diversos trabajos, me parece fuera de dudas que en unas pocas décadas la semántica política de toda el área iberoatlántica –o sea, el conjunto formado por Iberia más los nuevos países que, desde mediados del ochocientos, algunos empezaron poco a poco a llamar «América latina»– se conmovió hasta sus cimientos por hondos procesos metamórficos. Podríamos conceptualizar tales cambios como una suerte de «revolución cultural», que para lo que nos interesa se tradujo en una gran transformación en el dominio de lo simbólico, abarcando tanto el terreno propiamente conceptual como el zócalo de metáforas subyacente7. *

*

*

Javier Fernández Sebastián, «Política antigua/política moderna. Una perspectiva histórico-conceptual», contrepoint al dossier «La naissance de la politique moderne en Espagne», María Victoria López-Cordón Cortezo y Jean-Philippe Luis, coord., Mélanges de la Casa de Velázquez, núm. 35/1 (2005), pp. 165-181. Puesto que en esta Introducción me veré obligado a citar muchos de mis trabajos relativos a diversos aspectos conceptuales de las revoluciones iberoamericanas, para evitar la reiteración de mi nombre en las notas siguientes, todos aquellos trabajos en los que en adelante no conste nombre de autor se sobreentiende que son asimismo de mi autoría. 7 «La crisis de 1808 y el advenimiento de un nuevo lenguaje político. ¿Una revolución conceptual?», en Las experiencias de 1808 en Iberoamérica, Alfredo Ávila y Pedro Pérez Herrero, eds., México, UNAM - Universidad de Alcalá, 2008, pp. 105-133. «Las revolucio6

29

01_Civilizacion.indd 29

29/07/14 10:17

Diccionario político y social del mundo iberoamericano

Nuestro marco cronológico de referencia abarca un periodo relativamente largo de transición del mundo tradicional al mundo moderno que se extiende desde 1770 hasta 1870. Pese a las más que justificadas críticas al esquematismo implícito en la grosera dicotomía tradición-modernidad8, creemos que, con las debidas cautelas, la contraposición de estos dos megaconceptos sigue siendo útil a efectos heurísticos9. Entendemos aquí por modernidad principalmente un nuevo marco simbólico y un nuevo vínculo social, una forma de legitimidad alternativa a la que estuvo en vigor hasta finales del siglo xviii y comienzos del xix, así como una nueva manera de estar en el tiempo. La nueva legitimidad política apelará crecientemente a la voluntad del pueblo y de la nación allí donde la vieja ponía el acento en la figura simbólica del rey y en un orden indisponible sancionado por Dios; ese cambio crucial en la sanción última del statu quo buscará apoyo en una nueva constelación de conceptos jurídicos y políticos abstractos – constitución, derechos, soberanía, sociedad, representación, opinión pública, libertad, ley– entrelazada con un conjunto de nuevas prácticas e instituciones (o, más frecuentemente, con instituciones ya existentes a las que se deseaba someter a una renovación más o menos completa). En un nivel más hondo, menos evidente, la «modernidad» supondría un modo distinto de experimentar y concebir el tiempo, que deja de ser visto como un mero contenedor neutro de las acciones humanas para convertirse en el motor de la historia en su avance hacia el progreso10. Esa nueva visión del tiempo lleva aparejado lo que podríamos llamar un nuevo régimen de conceptualidad. Mientras que durante siglos las experiencias acumuladas por las generaciones anteriores constituían el repositorio más seguro de donde extraer enseñanzas morales y pautas para dar sentido al mundo circundante, de la mano de la connes hispánicas. Conceptos, metáforas y mitos», La Revolución francesa: ¿matriz de las revoluciones?, Roger Chartier, Robert Darnton, Javier Fernández Sebastián y Eric van Young, México, Universidad Iberoamericana, 2010, pp. 131-223. 8 «Hacia una historia atlántica de los conceptos políticos», en Diccionario político y social del mundo iberoamericano, I, pp. 35-37. «Política antigua/política moderna», cit. «Tradiciones electivas. Cambio, continuidad y ruptura en historia intelectual», Almanack (São Paulo), nº 7 (2014), pp. 5-26. 9 Dos mínimas cautelas que, a mi juicio, beneficiarían grandemente a la historiografía sobre este periodo, serían, en primer lugar, hacer un uso moderado, razonado y matizado de la palabra modernidad en singular y sin adjetivos; en segundo lugar, convendría rechazar la idea –todavía por desgracia muy extendida– de que existe algo así como una modernidad ideal, normativa y quintaesencial. Extraída de las trayectorias históricas británica, francesa y norteamericana, dicha modernidad ideal incluiría un único repertorio conceptual, político y constitucional, que serviría a la vez de pauta y de piedra de toque para las experiencias de todos los seres humanos (incluyendo las de los otros europeos y americanos) en los últimos siglos. 10 François Hartog, Régimes d’historicité. Présentisme et expériences du temps, París, Seuil, 2003.

30

01_Civilizacion.indd 30

29/07/14 10:17

Javier Fernández Sebastián

Introducción

fianza creciente en la perfectibilidad humana y de la creencia en el progreso se abre camino un esquema temporal alternativo, de clara vocación futurista, en virtud del cual las élites ilustradas reemplazaron el punto cardinal de orientación del imaginario social. En la particular «brújula mental» de un selecto grupo de individuos que se iría ampliando progresivamente, el norte dejó de identificarse con el pasado para pasar a serlo el futuro. Se abrió así un nuevo horizonte político y social: muchas nociones se cargaron de grandes expectativas hasta convertirse en un tipo especial de conceptos que, más que organizar y atesorar experiencias, invitaban a experimentar con lo desconocido y a emprender cursos de acción inéditos. Las nuevas nociones, en lugar de cartografiar territorios ya explorados, se aventuraban a trazar los planos del porvenir11. En el nuevo modo de producción conceptual futurocéntrico –o régimen de conceptualización moderno– que acompañó a la radicalización de la conciencia histórica, la innovación estaría tendencialmente dirigida, guiada, por los seres humanos. Todo ello iba a propiciar un cambio profundo en la estructura de la experiencia de la mayoría de los occidentales, reforzando su confianza en la posibilidad de proyectar sus anhelos y esperanzas colectivas sobre un futuro abierto. No deja de ser revelador a este respecto que la palabra revolución saliera de ese trance profundamente transformada, o que algunas innovaciones conceptuales decisivas –nada menos que la emergencia de nociones como historia, individuo o sociedad– condujeran en pocos años a la creación de las ciencias sociales12. Aunque naturalmente las modalidades, intensidad y ritmos de la mutación cultural a la que aludimos difieren considerablemente de unas regioReinhart Koselleck, «Espacio de experiencia y horizonte de expectativa: Dos categorías históricas», en Futuro pasado. Para una semántica de los tiempos históricos, Barcelona, Paidós, 1993, pp. 333-357. Del mismo autor, «Innovaciones conceptuales del lenguaje de la Ilustración», en Historias de conceptos. Estudios sobre semántica y pragmática del lenguaje político y social, Madrid, Trotta, 2012, pp. 199-224. Puede verse también mi trabajo «Historia, historiografía, historicidad. Conciencia histórica y cambio conceptual», en Europa del sur y América latina. Perspectivas historiográficas, Manuel Suárez Cortina, ed., Madrid, Biblioteca Nueva, 2014, en prensa. 12 Keith Michael Baker, «Revolution», en Colin Lucas, ed., The French Revolution and the Creation of Modern Political Culture, vol. 2: The Political Culture of the French Revolution, Oxford, Pergamon Press, 1988, pp. 41-62. Mona Ozouf, «Revolución», en François Furet y Mona Ozouf, Diccionario de la Revolución francesa, Madrid, Alianza, 1988, pp. 692702. Véanse también los ensayos reunidos en el tomo 9 de este mismo volumen de nuestro Diccionario. Reinhart Koselleck, historia/Historia, Madrid, Trotta, 2004. Johan Heilbron, Lars Magnusson, Björn Wittrock, «The Rise of the Social Sciences and the Formation of Modernity. Conceptual Change in Context», Introducción a The Rise of the Social Sciences and the Formation of Modernity. Conceptual Change in Context, 1750-1850, Johan Heilbron, Lars Magnusson, Björn Wittrock (eds.), Dordrecht, Kluwer Academic Publishers, 1998, pp. 1-33. 11

31

01_Civilizacion.indd 31

29/07/14 10:17

Diccionario político y social del mundo iberoamericano

nes a otras, creemos que esta interpretación es globalmente válida para el conjunto del Atlántico euroamericano. *

*

*

A diferencia del primer volumen (en el que situábamos convencionalmente los términos a quo y ad quem en 1750 y 1850, respectivamente), en esta ocasión hemos optado por fijar el periodo cronológico de referencia entre 1770 y 1870. Este desplazamiento deriva de una cierta insatisfacción con el marco temporal que nos dimos en el volumen anterior. Tras un debate sobre esta cuestión entre varios participantes en el proyecto, nos pareció que las transformaciones político-conceptuales en el mundo ibérico a mediados del siglo xviii no tuvieron en general el grado de intensidad que llegarían a adquirir en las dos o tres últimas décadas de aquella centuria. Además, cerrar nuestro escrutinio en 1850 equivalía en más de un caso a dejar en suspenso el seguimiento de procesos in fieri que sólo alcanzarían su pleno desarrollo algunos años después. Así las cosas, si bien es cierto que cualquier corte periodizador interrumpe procesos en curso, pensamos que retrasar dos décadas la franja temporal objeto de estudio preferente podría permitirnos ofrecer al lector un panorama más comprensivo de los principales cambios político-semánticos que tuvieron lugar en la región desde finales del siglo xviii hasta bien avanzado el siglo xix13. El inicio del periodo considerado se corresponde con el momento álgido de la versión ibérica de la Ilustración (en sus dos ramas, española y portuguesa), así como de las llamadas reformas borbónicas y pombalinas en ambas monarquías. Y todo ello sobre la tela de fondo de la pugna interimperial entre británicos, españoles, portugueses y franceses, particularmente áspera en el Atlántico. El punto de llegada, por otra parte, nos lleva a una fase relativamente avanzada de la implantación de las nuevas instituciones liberales y republicanas, en un momento en que los estados-nación surgidos de la desintegración de ambos imperios –tanto las repúblicas hispanoamericanas como las monarquías brasileña, española y portuguesa–, después de no pocos ensayos, tenían ya tras de sí un acervo de expeComo el observador atento notará, no es este el único cambio en relación con el volumen precedente. Además del ajuste en la cronología y de la nueva serie de nociones analizadas –que vienen a añadirse a la decena de conceptos fundamentales de que nos ocupamos en el primer volumen (a saber: América/americano, ciudadano/vecino, constitución, federación/federalismo, historia, liberal/liberalismo, nación, opinión pública, pueblo/pueblos y república/ republicano)–, en esta segunda serie hemos ampliado considerablemente el ámbito territorial objeto de estudio. En concreto, a los nueve territorios contemplados en el volumen anterior –Argentina, Brasil, Chile, Colombia, España, México, Perú, Portugal y Venezuela– se han añadido tres nuevos estudios de caso para cada concepto, correspondientes a los siguientes espacios: Antillas hispanas, Centroamérica y Uruguay. 13

32

01_Civilizacion.indd 32

29/07/14 10:17

Javier Fernández Sebastián

Introducción

riencias que, pese a las numerosas guerras y convulsiones que asolaron a la región a lo largo del ochocientos14, en líneas generales les habían permitido alcanzar un mínimo de estabilidad política15. Por supuesto, los hitos que solemos utilizar para segmentar esta cronología larga de un siglo de duración (1770-1870) ni son los mismos ni tienen necesariamente idéntica significación para todos y cada uno de los territorios concernidos (ni tampoco para todos los conceptos analizados, algunos de los cuales como se verá se entienden mejor desde periodizaciones específicas). Es más: parece claro que los puntos cronológicos de contacto entre todos los espacios analizados, los hitos compartidos por así decirlo, fueron disminuyendo gradualmente tras las independencias, a medida que, según nos adentramos en el ochocientos, las fronteras (inter)nacionales fueron cristalizando –no sin conflictos, a veces sangrientos– y la vida política fue acompasándose a la dinámica interna de cada una de las flamantes naciones. Tampoco los ritmos de modernización a distintos niveles –incluyendo la modernización del lenguaje político– fueron sincrónicos en todos los países y territorios16. Es innegable, sin embargo, que algunos acontecimientos y fechas cruciales afectaron de un modo u otro al conjunto de la región y a la mayoría de los conceptos aquí estudiados, especialmente durante las primeras cinco o seis décaCarole Leal Curiel, en su Introducción al tomo 6 (p. 38), dedicado al concepto de Orden, ofrece una reseña cronológica de algunos de los conflictos bélicos internos más importantes en Hispanoamérica desde 1830 hasta 1870. 15 No obstante, habida cuenta de la enorme amplitud y diversidad del mundo iberoamericano, encontramos una gran variedad de situaciones, incluyendo algunas notorias excepciones a la progresiva estabilidad mencionada: en Cuba, por ejemplo, es precisamente a finales de los años 1860 cuando estallan las primeras guerras por la independencia. Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay estaban saliendo de la devastadora Guerra de la Triple Alianza (1865-1870), y no tardando mucho las diferencias limítrofes entre Chile, Perú y Bolivia desencadenarían la Guerra del Pacífico (1879-1883). También la España peninsular atraviesa entonces por una fase de efervescencia e inestabilidad conocida como Sexenio democrático (1868-1874), si bien mediada la década de 1870, la restauración de la monarquía y el establecimiento de un sistema de turno pacífico entre los dos principales partidos dará paso a un periodo mucho más estable (recordemos que el régimen liberal del vecino Portugal había establecido poco antes, con el rotativismo, una solución análoga). Entre tanto, en Perú, tras las elecciones de 1872 llegaba al poder el primer presidente civil, Manuel Pardo y Lavalle, y apenas tres años más tarde –tras la derrota del Segundo Imperio y el fusilamiento de Maximiliano, el retorno a la presidencia de Juárez y las disensiones entre las facciones liberales– se iniciaba en México el llamado porfiriato. 16 Por lo que a España respecta, como hemos sostenido en otro lugar, mientras la modernización del vocabulario político es ya muy notoria a mediados del siglo xix, el léxico de carácter social se transformó de manera más lenta y tardía (Javier Fernández Sebastián y Juan Francisco Fuentes, «Introducción», Diccionario político y social del siglo xix español, Madrid, Alianza Editorial, 2002, pp. 45-53). 14

33

01_Civilizacion.indd 33

29/07/14 10:17

Diccionario político y social del mundo iberoamericano

das17. Tal es el caso de 1807/180818, cuando la intervención napoleónica en la Península desplaza a los Borbones del trono de Madrid para colocar en su lugar al hermano del emperador, José Bonaparte y, por otro lado, fuerza a don Juan, príncipe regente de Portugal, a disponer in extremis el traslado de la corte de los Braganza a Río de Janeiro. Aunque las consecuencias mediatas e inmediatas de ambas acciones serían marcadamente distintas, la doble crisis de las monarquías intercontinentales ibéricas, agudizada por aquellos hechos decisivos, presenta ciertos paralelismos que no cabe desestimar. La primera mitad de la década de 1820 constituye otro momento altamente significativo para casi todos, tanto en la Península –y en toda la Europa del Sur– como en Hispanoamérica y en Brasil (que, como es sabido, proclamó también su independencia en septiembre de 1822, en pleno episodio vintista)19. 17 No hay que perder de vista que durante la primera mitad del periodo (o sea, en el lapso 1770-1820) todavía no se había producido la disgregación de las posesiones americanas de las dos monarquías y, por tanto, en América no había estados independientes. Sobre el origen de los nombres de estos estados-nación véase: José Carlos Chiaramonte, Carlos Marichal, Aimer Granados, comps., Crear la nación. Los nombres de los países de América latina, Buenos Aires, Sudamericana, 2008. 18 Crisis que, en lo que a España y a su dinastía respecta, no comenzó con la invasión napoleónica como suele afirmarse, sino algunos meses antes, con los sucesos de El Escorial (octubre de 1807) y sobre todo con el motín de Aranjuez (marzo de 1808). Además, en este como en otros casos, hay matices y fechas particularmente relevantes, incluso decisivas, para tal o cual territorio. Piénsese en la trascendencia de las invasiones inglesas de 1806-1807 en el Río de la Plata (o, casi medio siglo antes, en el serio aviso que para la estabilidad del imperio español supuso la toma de La Habana y Manila por los británicos y el ataque anglo-portugués al propio Río de la Plata durante la Guerra de los Siete Años, 1756-1763). 19 Sobre ese periodo crucial, que ha concitado menos interés historiográfico del que merecería, véase el monografico «Europe and Latin America in the 1820s», European History Quarterly, vol. 41, nº 3 (2011), coordinado por Gabriel Paquette y Matthew Brown, así como el volumen Connections After Colonialism: Europe and Latin America in the 1820s, Gabriel Paquette y Matthew Brown, eds., Tuscaloosa, University of Alabama Press, 2013. Los años veinte fueron el gran momento en que la «utopía insurreccional del liberalismo» (Irene Castells) pareció una opción viable en numerosos países. Véase al respecto el paralelo entre cuatro figuras centrales de la oficialidad liberal europea de la época (el español Rafael del Riego, el napolitano Guglielmo Pepe, el griego Alexandros Ypsilanti y el ruso Serguéi Muraviov-Apostol) que traza Richard Stites en The Four Horsemen: Riding the Liberty in Post-Napoleonic Europe, Nueva York, Oxford University Press, 2014. En unos pocos años se agolpan sucesos tan importantes como el llamado Trienio liberal en España (un nuevo periodo constitucional, 1820-1823, aplastado esta vez por una intervención francesa apadrinada por la Santa Alianza), las revoluciones subsiguientes de Oporto, Lisboa, Nápoles y Turín, el alzamiento heleno contra el Imperio Otomano y la guerra de independencia griega, las revueltas en Moldavia y Valaquia, además de otras sublevaciones fallidas, desde Francia hasta San Petersburgo. He aquí algunos hitos destacados en lo que respecta a las Américas: las independencias de México, Perú y Brasil, el reconocimiento de las independencias hispa-

34

01_Civilizacion.indd 34

29/07/14 10:17

Javier Fernández Sebastián

Introducción

Pudiéramos seguir elaborando un elenco de años clave y componer así una especie de cronología comparada para diversas áreas de la región, si no fuera porque hacerlo alargaría en exceso este capítulo introductorio20. Tan sólo añadiremos un hito más, relativo a las dos (ex)metrópolis europeas. En efecto, después de diversos avatares, que en ambos casos incluyen sendas guerras civiles entre los partidarios del antiguo y del nuevo régimen (1832-1834, en Portugal; 1833-1840, en España), podríamos decir que 1834 marca de nuevo un punto de inflexión común para los dos reinos peninsulares. En esa fecha, mientras en Madrid a la muerte de Fernando VII triunfa definitivamente para lo que queda de siglo el sistema liberal –no por inestable menos persistente–, en el vecino reino de Portugal la derrota de los miguelistas, la muerte de don Pedro y el inicio del reinado de doña María II dan paso a un régimen constitucional igualmente perdurable. Más adelante, en el último cuarto del siglo, y por debajo de las diferencias a veces muy marcadas entre territorios, en la mayoría de los estados iberoamericanos irían estableciéndose poco a poco también regímenes más estables de corte liberal o conservador. El desplazamiento del punto de llegada desde 1850 a 1870 no nos permite ya seguir hablando simplemente, como lo hacíamos en el subtítulo del primer volumen, de una era de las revoluciones –o de una era de las independencias– para caracterizar el periodo en su integridad. Tomando esta expresión en sentido lato y para el mundo euroamericano en su conjunto, la «era de las revoluciones» abarcaría el último cuarto del setecientos y la primera mitad del ochocientos, y para el ámbito específicamente iberoamericano, el lapso que va de 1807 a 1834, repleto de eventos de gran trascendencia. Aun cuando la inestabilidad crónica en casi toda la región en las décadas siguientes permitiría seguir hablando de «revoluciones» más allá de esa fecha, desde el punto de vista de los cambios políticos y conceptuales dicha «era de las revoluciones» stricto sensu constituye el verdadero parteaguas, la época axial de la centuria que discurre entre 1770 y 1870. *

*

*

Por encima de las cronologías específicas para cada concepto y para cada ámbito territorial –para cada región, para cada país, a veces incluso para tal o cual noamericanas por parte de los Estados Unidos y la famosa intervención del presidente Monroe ante el Congreso norteamericano, el ascenso y caída de Agustín de Iturbide en México, la aceptación final de la forma republicana de gobierno en Perú y en Chile, o la decisiva batalla de Ayacucho. 20 En la última sección del primer volumen de este Diccionario, el lector interesado puede consultar una serie de cronologías correspondientes a los nueve espacios comprendidos en el proyecto Iberconceptos-I (pp. 1381-1422).

35

01_Civilizacion.indd 35

29/07/14 10:17

Diccionario político y social del mundo iberoamericano

ciudad21–, habría una serie de eventos cumbre que, con mayor o menor intensidad, repercutieron en todo el mundo atlántico: 1776, 1789, 1791-1804, 1807-1808, 1820-1823, 1830, 1848…, por mencionar algunos hitos habituales de la historiografía. Ahora bien, el impacto de los acontecimientos ligados a esas fechas (y sus efectos a corto, medio y largo plazo) varía considerablemente según los casos. Bastará con un ejemplo. Como se deduce de los capítulos dedicados a los diez conceptos en las Antillas hispanas, la incidencia de la Revolución francesa en el Caribe, muy en especial la sublevación de los esclavos en la colonia francesa de Saint-Domingue en 1791 y la proclamación de la república de Haití (1804), tendrían una enorme repercusión en toda el área circundante (sobre todo en Cuba, Venezuela y Brasil). Repercusión esencialmente negativa, amedrentadora y disuasoria, en este caso. En efecto, la revolución haitiana fue vista generalmente por las élites criollas más como un motivo de horror que de emulación (también lo fue, por cierto, la Revolución francesa, durante décadas espantajo y contramodelo en casi todas partes; no sólo en los medios reaccionarios, como a veces se dice). La otra cara de la moneda es la imagen ampliamente positiva de la Revolución norteamericana, hasta mediados del ochocientos –e incluso más allá– un modelo admirado por intelectuales y políticos liberales de las Américas de raíz ibérica, deseosos de emular al dinámico y crecientemente poderoso vecino del norte. Con todo, el lector atento de una obra de referencia y consulta como esta –que como tal admite por supuesto lecturas fragmentarias, puramente informativas– advertirá sin duda el peligro de las generalizaciones excesivas, para las que casi siempre encontrará reservas, excepciones y matices en estas páginas. Bastará de nuevo con un ejemplo. Si bien es verdad que, en términos generales, la primera mitad del periodo abarcado en este volumen del Diccionario se corresponde con la fase imperial o «época colonial» y la segunda mitad con la fase estatal o independiente (los inicios de la década crucial de 1820, justo a mitad de camino entre 1770 y 1870, servirían de línea divisoria entre ambas etapas), no es menos cierto que este esquema resulta inaplicable en algunos casos. El estatuto colonial de Cuba y Puerto Rico no impidió que esas dos islas antillanas (el caso de Santo Domingo es más complejo) formaran parte de España a lo largo de todo el tiempo aquí considerado (aunque ciertamente desde mediados de siglo, sobre todo en los últimos años con el Grito de Yara y el Grito de Lares, los movimientos independentistas llegaron a desafiar abiertamente el dominio español en la zona). La dilatación del marco cronológico de referencia por el que hemos optado en Iberconceptos va de la mano con la ampliación de los territorios estudiados. La importancia difícil de exagerar que para el Río de la Plata tuvieron las invasiones inglesas de Buenos Aires y Montevideo en 1806 y 1807, por ejemplo, permite antedatar ligeramente los primeros barruntos del cambio de ciclo en ese virreinato. 21

36

01_Civilizacion.indd 36

29/07/14 10:17

Javier Fernández Sebastián

Introducción

De modo que el cambio de perspectiva y el salto de escala con respecto a la historiografía ordinaria afecta a ambas dimensiones, temporal y espacial. En efecto, si por una parte para muchos estudiosos del xix hoy resulta evidente que el análisis estricto del momento de la crisis de las monarquías ibéricas y de las independencias subsiguientes (digamos del lapso 1808-1825) carece de sentido si no se inscribe en un tiempo más largo, que abarcaría al menos desde las reformas ilustradas hasta la consolidación de los nuevos estados surgidos de la disgregación de los imperios ibéricos22, por otra parte, la historiografía reciente –a diferencia de las viejas historias nacionalistas– enfatiza las múltiples interconexiones entre los acontecimientos y procesos de los países ibéricos de ambos lados del Atlántico (y con los otros Atlánticos, especialmente con el anglófono y el francófono). Para entender los desarrollos locales y los particulares procesos de independencia es preciso pues no perder de vista la crisis general, y viceversa23.

En un comentario sobre el primer volumen de nuestro Diccionario, escribe José M. Portillo que «la adopción de esa idea de un tiempo largo (1750-1850) en que el mundo occidental fue transformándose –frente a la idea de un cambio súbito, un 1789– se ha mostrado especialmente fructífera aplicada al espacio iberoamericano» (José María Portillo Valdés, «El tiempo histórico del primer constitucionalismo en el Atlántico hispano. Balance y perspectivas», Almanack, nº 4 (2012), p. 105). Algunos libros recientes demuestran, por lo demás, la potencia explicativa de este marco cronológico ampliado: véase, en particular, Gabriel Paquette, Imperial Portugal in the Age of Atlantic Revolutions. The Luso-Brazilian World, c. 1770-1850, Cambridge, Cambridge University Press, 2013. 23 Desde esta perspectiva, este proyecto aspira a inscribirse en las nuevas tendencias historiográficas que, más allá del marco nacional (aunque sin desdeñar este marco, especialmente significativo en un periodo de construcción de naciones), incluso de la metodología comparativa, se esfuerzan por analizar interacciones más complejas de tipo transnacional (histoire croisée, connected histories, entangled history; un volumen colectivo reciente: Matthias Middell y Lluís Roura, eds., Transnational Challenges to National History Writing, Basingstoke, Palgrave Macmillan, 2013; véase también el dossier «La historia transnacional», Darina Martykánová y Florencia Peyrou, eds., Ayer, nº 94 (2014), pp. 11-144). En una puesta al día de los desarrollos recientes de la historia conceptual escrita hace más de un lustro, Iberconceptos aparecía en solitario como el único proyecto internacional en marcha (Willibald Steinmetz, «40 Jahre Begriffsgeschichte – The State of the Art», en Sprache – Kognition – Kultur. Sprache zwischen mentaler Struktur und kultureller Prägung, Heidrun Kämper y Ludwig M. Eichinger, eds., Berlín/Nueva York, Walter de Gruyter, 2008, pp. 174-197, p. 176). Actualmente, diversos proyectos, en Europa, la India y el Lejano Oriente, demuestran que la perspectiva transnacional constituye un horizonte plausible para la historiografía. Todo parece indicar que la historia conceptual está ya madura para afrontar nuevos retos que trascienden los límites del Estado-nación (Guillermo Zermeño, «Sobre la condición postnacional en la historiografía contemporánea: el caso de Iberconceptos», en Javier Fernández Sebastián y Gonzalo Capellán de Miguel, eds., Conceptos políticos, tiempo e historia. Nuevos enfoques en historia conceptual, Santander, McGraw Hill - Ediciones Universidad de Cantabria, 2013, pp. 463-489). 22

37

01_Civilizacion.indd 37

29/07/14 10:17

Diccionario político y social del mundo iberoamericano

2. La gran transición. «Atlantización» semántica y transformaciones conceptuales en el laboratorio político iberoamericano En la historiografía acerca de la América latina del xix, así como en la de España y Portugal en el mismo periodo, la palabra revolución está presente por doquier. Revoluciones de independencia, revoluciones atlánticas, revoluciones hispánicas, revolución liberal, era de las revoluciones… son algunas de las fórmulas más comunes en los últimos tiempos. Sospecho sin embargo que el uso inflacionario de este término ha comenzado a producir rendimientos decrecientes: probablemente todos saldríamos ganando si en muchas ocasiones allí donde los historiadores decimos revolución escribiéramos en su lugar transición. Sea como fuere, transición es un término clave: lo fue ya en el siglo xix para aquellos que reflexionaron con mayor perspicacia sobre los cambios que sus sociedades estaban atravesando (cambios que a menudo conceptualizaron como una interminable transición hacia lo desconocido), y lo sigue siendo hoy día para quienes desde el siglo xxi volvemos la vista hacia aquel tiempo ido tratando de comprender a quienes vivieron entonces y de iluminar algunos de los desarrollos ulteriores. Por lo que a este Diccionario respecta, pensar el lapso que va de 1770 a 1870 como un periodo de transición presenta no pocas ventajas. Por de pronto, se presta a una comprensión más rica y matizada del cambio conceptual. Y, como hemos sostenido más arriba, el paso del orden tradicional a la sociedad moderna –y de un régimen de conceptualización a otro– no se produjo de golpe. Pues, si bien es cierto que en determinados contextos la palabra transición puede ser entendida como una transformación acelerada, y revolución como un cambio profundo pero no necesariamente rápido, lo usual es que el primer vocablo remita a un proceso de transformación más pausado y el segundo se utilice para señalar cambios súbitos y violentos. Además, los fenómenos político-semánticos son constitutivamente transicionales. No en vano, como supo ver Guillermo de Humboldt, las lenguas son por su propia naturaleza realidades vivas en continua metamorfosis: lejos de ser una estructura cerrada, una obra acabada e inerte, una lengua es un ejercicio en devenir, un laboratorio en permanente actividad, siempre productivo y abierto. De ahí que, por mucho que la historia intelectual haya tendido en los últimas décadas a resaltar las discontinuidades, un enfoque que ilumine los aspectos transicionales presenta ventajas evidentes sobre otro que subraye exclusivamente las fases de ruptura y acentúe los contrastes entre tan sólo dos opciones: lo viejo y lo nuevo, lo tradicional y lo moderno (como si se tratase de dos dimensiones perfectamente distinguibles o, peor aún, de dos estructuras separadas y estáticas)24. «Ex innovatio traditio/Ex traditio innovatio. Continuidad y ruptura en historia intelectual», en Faustino Oncina, ed., Tradición e innovación en la historia intelectual: métodos his24

38

01_Civilizacion.indd 38

29/07/14 10:17

Javier Fernández Sebastián

Introducción

Estas visiones dicotómicas tienden a opacar los matices y a centrar en exceso el foco de los procesos históricos en ciertos momentos cumbre en los que un estado de cosas se esfuma y un nuevo orden se impone con aparente rapidez. Así, puesto que en el bienio 1808-1810 y en los tres lustros siguientes tuvieron lugar cambios tan decisivos y las nociones centrales de la política entraron en ebullición, a primera vista pudiera parecer que basta con analizar esa etapa crucial para entender la modernización de los conceptos políticos en el orbe hispano-luso25. Sin negar que en esos años se produjo en efecto un importante vuelco y una brecha en el terreno de las representaciones y que vale la pena estudiar con especial cuidado aquel momento, cuando se examina el problema más de cerca no puede dejar de notarse que el debate constitucional asociado a la crisis de las monarquías ibéricas venía de atrás (de hecho estaba ya planteado en las dos o tres décadas finales del setecientos). Por lo demás, los lenguajes de la Ilustración y de la escolástica, de la virtud y del comercio, de la iurisdictio y de la administratio, de la economía política y del derecho natural, de la religión y del progreso, se encontraban ya –a veces confrontados, otras veces amalgamados– en los textos de diversos autores desde bastante antes del estallido de la crisis en 1808. Y más allá de 1825 y de 1834, con posterioridad a ese tiempo axial que fue para Iberoamérica el primer tercio del siglo xix, numerosos conceptos sufrieron asimismo cambios significativos. Hubo importantes palancas de modernización actuando sobre las sociedades ibéricas mucho antes de 1808 y, a la inversa, poderosas corrientes subterráneas de cultura tradicional seguían moldeándolas a mediados del ochocientos. De manera que el mismísimo momento gaditano, presentado ordinariamente como solución de continuidad, se entiende mejor como un instante de tránsito que como una cesura. Desde este punto de vista, la propia Constitución de 1812 –a despecho del entusiasmo de aquellos primeros liberales que creían estar dejando definitivamente atrás el antiguo régimen para ingresar en una nueva toriográficos, Madrid, Biblioteca Nueva, 2013, pp. 51-74. En gran parte de la historiografía intelectual de los siglos xix y xx acerca del mundo ibérico, esta dicotomía aparece doblada de otra que se superpone hasta la caricatura: en esa literatura, tradición, en bloque, equivale generalmente a cultura hispano-lusa, católica y retardataria, mientras que las nuevas ideas modernas y progresistas proceden sistemáticamente del exterior, principalmente del mundo protestante. 25 En una ponencia crítica con algunos aspectos del proyecto Iberconceptos, Roberto Breña se preguntaba si no hubiera sido mejor retrasar el comienzo de la cronología de referencia hasta el inicio de los movimientos de independencia, bajo el supuesto de que los cambios semánticos más sustantivos habrían tenido lugar a partir de esa época, no antes («Conceptual History and the Latin American Academic World: Predicaments at Hand and Challenges Ahead», ponencia inédita presentada en The 16th Annual Conference on the History of Concepts, Bilbao, 29-31 de agosto de 2013, y luego en el Seminario Institucional de Historiografía del Centro de Estudios Históricos de El Colegio de México, el 11 de marzo de 2014, de la que he tenido noticia por la amabilidad de su autor).

39

01_Civilizacion.indd 39

29/07/14 10:17

Diccionario político y social del mundo iberoamericano

era de libertad–, sin dejar de ser rupturista, tiene una veta continuísta: en lugar de calificarla sin más de revolucionaria –o al contrario, de «jurisdiccional»–, aquel código reúne todas las características de una constitución transicional26. Por consiguiente, no sería acertado arrancar nuestra encuesta en 1807/1810 ni tampoco darla por cerrada en 1825/1834. Antes y después de estos umbrales epocales se produjeron considerables cambios semánticos, generalmente asociados a momentos constituyentes o a otros acontecimientos señalados. Conviene, pues, resistir la tentación de circunscribir el análisis tan solo a aquellos años, sin duda decisivos, pero que no deberían ser vistos como un hiato entre dos eras (como lo habría sido paradigmáticamente la Revolución francesa), sino más bien como una fase de transición acelerada. Sentimiento este último, el de aceleración, que no por casualidad obsesionó a algunos eminentes políticos e intelectuales decimonónicos, especialmente en las primeras décadas de aquel siglo27. Por tanto, esa tajante dicotomía entre tradición y modernidad es poco apropiada para pensar situaciones híbridas, de transición, que suponen no sólo coexistencia y solapamiento entre «lo viejo» y «lo nuevo», sino algo más importante, paradójico y sutil: procesos complejos a través de los cuales la tradición engendra la novedad28. Sabemos, por ejemplo, que el viejo imaginario de la legitimidad basada en un pacto entre las comunidades y el monarca –y la sistemática invocación a las Siete Partidas– hizo posible en 1808 la erección de las juntas, mientras que en la Península los Martínez Marina, Quintana, Argüelles, Flórez Estrada, Lorenzo Villanueva y otros más forjaban sus discursos en lenguajes mixtos de republicanismo católico y neoescolástica, contractualismo racionalista y constitucionalismo historicista. Lenguajes codificados en un vocabulario heteróclito, que bebían de muchas fuentes, desde Cicerón y los clásicos greco-latinos hasta elementos tomados del moderno derecho de gentes, de la economía política y del derecho público (sin renunciar desde luego a la Sagrada Escritura). Discursos de radicalidad varia26 «Entre el Espíritu Santo y el espíritu del siglo. Sobre la Constitución de las Cortes y el primer liberalismo hispano», Constitución de 1812. El nacimiento de la libertad, Manuel Aragón y Juan José Solozábal, eds., Anthropos, nº 236 (2013), pp. 55-75. 27 «Cabalgando el corcel del diablo. Conceptos políticos y aceleración histórica en las revoluciones hispánicas», en Fernández Sebastián y Capellán, eds., Conceptos políticos, tiempo e historia, pp. 423-461. Este agudo sentimiento de aceleración sería una faceta más del advenimiento de la modernidad, en la medida en que, como sabemos, una de las marcas características de la cultura moderna en general será la conciencia de haber entrado en una época de inestabilidad crónica y de transición interminable; de entrar, en suma, en el incierto dominio de «lo transitorio, lo fugitivo y lo contingente» (Baudelaire dixit). 28 Reinhart Koselleck, «Estructuras de repetición en el lenguaje y en la historia», Revista de Estudios Políticos, nº 134 (2006), pp. 17-34.

40

01_Civilizacion.indd 40

29/07/14 10:17

Javier Fernández Sebastián

Introducción

ble, propios de una época bisagra, cuyos improvisados ideólogos no dudaron en ensamblar ideas de Montesquieu, Rousseau, Paine, Mably o Filangieri con las de los pioneros hispanos de la filosofía política y del derecho natural moderno, como Suárez, Mariana, Soto, y otros afamados teólogos de la Segunda Escolástica29. Lenguajes heterogéneos, en fin, que –más allá de los nada desdeñables matices entre unos y otros autores, contextos y circunstancias– permitieron a aquellos primeros liberales de las Cortes de Cádiz y de Lisboa, a aquellos republicanos de las juntas y congresos hispanoamericanos, inscribirse a sí mismos y a sus grandes expectativas en un proceso histórico de larga data: darse un pasado ad hoc, a la medida de su futuro. En años extraordinariamente agitados y convulsos como aquellos, la dinámica político-discursiva se acelera bruscamente. Para decirlo con una analogía física, los lenguajes dejan de comportarse según el régimen ordinario, laminar, que Koselleck metaforizó recurriendo a la geología refiriéndose a los parsimoniosos movimientos de los Zeitschichten (aunque la velocidad de los cambios semánticos varíe de unos estratos a otros), y empiezan a fluir de manera turbulenta, dando lugar a mutaciones imprevisibles e hibridaciones conceptuales insospechadas. El suave deslizamiento de las capas semánticas que se superponen y combinan sin fusionarse en el largo plazo da paso en esas coyunturas revolucionarias a un flujo vertiginoso; en tales situaciones, la retórica política suele producir torbellinos ideológicos en los que se mezclan desordenadamente multitud de elementos heterogéneos30. Al igual que para la hidráulica o la dinámica de fluidos, para la historia intelectual de la crisis del mundo ibérico reviste excepcional interés la observación de tales momentos de transición, cuando el régimen laminar se transforma en turbulento, esto es, cuando los discursos y lenguajes pierden coherencia interna, se descomponen y se mezclan entre sí31. 29 Obsérvese, por ejemplo, el uso de algunos textos de teólogos y juristas castellanos de los siglos xvi y xvii como Juan Márquez o Fernando Vázquez de Menchaca por parte de republicanos y liberales como Juan Germán Roscio o Francisco Martínez Marina («Del Rey cautivo a la República de derecho divino. Retóricas e imaginarios de las Revoluciones hispánicas», en La revolución de independencia mexicana en perspectiva comparada, México, El Colegio de México, 2014, pp. 166-167). 30 Reinhart Koselleck, «Estratos del tiempo», en Los estratos del tiempo: estudios sobre la historia, Barcelona, Paidos, 2001, pp. 35-42. Michel Senellart, Les arts de gouverner. Du regimen médiéval au concept du gouvernement, París, Seuil, 1995, p. 46. 31 Los momentos de aceleración y fluidez son muy propicios para el cambio en las convenciones dominantes: Jean-Pierre Dedieu, Après le roi. Essai sur l’effondrement de la Monarchie espagnole, Madrid, Casa de Velázquez, 2010, p. 170. Como vio Ortega, en tales mutaciones históricas el vacío que deja un mundo que se viene abajo suele ser llenado con relativa rapidez por un sistema de convicciones alternativo (José Ortega y Gasset, «Cambio y crisis», En torno a Galileo [1933], lección VI, en Obras Completas, Madrid, Santillana - Fundación José Ortega y Gasset, 2006, VI, pp. 421-431)

41

01_Civilizacion.indd 41

29/07/14 10:17

Diccionario político y social del mundo iberoamericano

Claro que el espectro ideológico y propositivo entre unos y otros casos es bastante amplio: basta contrastar las precoces experiencias independentistas venezolana, neogranadina o rioplatense, por un lado, y los procesos de emancipación de corte mucho más «tradicional» de Nueva España, Centroamérica o Perú para hacerse una idea de esa pluralidad. Y, por otra parte, también entre los líderes independentistas encontramos toda una gama de posiciones ideológicas. Piénsese, por ejemplo, en la distancia que va de un Teresa de Mier, que veía en las Leyes de Indias la antigua constitución americana, y el discurso decididamente antihistoricista, de cuño rousseauniano y jacobinizante del porteño Mariano Moreno. Uno de los síntomas más llamativos del inicio de aquella transición iberoamericana es la frecuencia con la que sus protagonistas se quejan de que el lenguaje político y moral se revelaba inservible para la comunicación mutua entre los hablantes, convirtiéndose más bien en un obstáculo y en un arma de combate. Se diría que la lengua estaba sufriendo tales alteraciones que ya nadie se entendía, y el recurso repetido a la imagen de la torre de Babel indica que amplios sectores de las élites constataron con preocupación que las mismas palabras tenían diferente valor y a veces significados opuestos en boca de unos y de otros. Abundan entonces las acusaciones contra los adversarios, especialmente contra los liberales, de haber pervertido el recto significado de los términos y de querer hacer de lo blanco negro32. La sensación generalizada de haber entrado en una época de confusión, de algarabía, de manipulación semántica y de luchas retóricas encarnizadas por el dominio de las palabras es, junto al vértigo producido por la aceleración, otra nota inquietante que casi nunca falta en las situaciones revolucionarias. *

*

*

Puesto que a partir del análisis histórico de los discursos es poco lo que podemos afirmar sobre la circulación social de los conceptos, la historia cultural debiera acudir en auxilio de la historia política e intelectual. Investigaciones concomitantes sobre historia de la lectura y difusión de la prensa periódica y de toda clase de impresos de carácter político en la región en el mismo periodo podrían arrojar mucha luz sobre la mayor o menor «democratización» del lenguaje político en aquellos años. 32 «Guerra de palabras. Lengua y política en la Revolución de España», en Guerra de ideas. Política y cultura en la España de la Guerra de la Independencia, Pedro Rújula y Jordi Canal, eds., Madrid, Marcial Pons Historia, 2012, pp. 237-280. «La crisis de 1808 y el advenimiento de un nuevo lenguaje político. ¿Una revolución conceptual?», cit. «Las revoluciones hispánicas. Conceptos, metáforas y mitos», cit.

42

01_Civilizacion.indd 42

29/07/14 10:17

Javier Fernández Sebastián

Introducción

De hecho, mientras que tres de los cuatro teoremas koselleckianos referentes a las transformaciones de los conceptos fundamentales durante el periodo de transición a la modernidad (a saber: temporalización, ideologización y politización) no parecen presentar grandes problemas en su aplicación al mundo ibérico, el cuarto postulado, el de la democratización33, ha sido objeto de cierta controversia. A veces se ha puesto en duda que el uso de dichos conceptos en el periodo de nuestro estudio llegase verdaderamente a popularizarse. La utilización de este vocabulario hasta finales del siglo xix habría quedado confinada en pequeños círculos de las élites. En el caso de Brasil, Lúcia Bastos y Guilherme Pereira das Neves sostienen en este mismo Diccionario (véase, en el tomo 4, su artículo Independencia - Brasil, in fine) que los cuatro procesos histórico-semánticos señalados por Koselleck como característicos del ingreso en la modernidad sólo se alcanzarían, como pronto, a mediados del ochocientos. João Feres Jr., por su parte, ha hecho notar que el proyecto no dispone de instrumentos metodológicos adecuados para medir el grado de circulación social de los términos (véase un poco más adelante, en este mismo tomo, las primeras páginas de su ensayo «O conceito de civilização: Uma análise transversal»). Sería fastidioso discutir aquí a fondo un asunto para el que por ahora sólo contamos con unos pocos artículos y monografías34. Pese a todo, la enorme mul33 Los términos Demokratisierung, Verzeitlichung, Ideologisierbarkeit y Politisierung, usados por Koselleck para caracterizar las transformaciones de los conceptos durante el periodo conocido como Sattelzeit, han sido vertidos habitualmente al español como democratización, temporalización, ideologización y politización (Koselleck, «Einleitung», pp. xiii-xxvii. «Un texto fundacional de Reinhart Koselleck», pp. 95-98. Sobre su aplicación al mundo iberoamericano véase mi Introducción al Diccionario político y social del mundo iberoamericano, vol. I, pp. 28-30). Dado que estos términos no resultan del todo satisfactorios y en algún caso pueden llevar a confusión, cabría sustituirlos, respectivamente, por popularización, futurización, abstracción y partidización. 34 Ante la imposibilidad de desgranar aquí una bibliografía detallada por países, mencionaré tan sólo algunas referencias de carácter general: François-Xavier Guerra, Annick Lempérière et al., Los espacios públicos en Iberoamérica: ambigüedades y problemas. Siglo xviiixix, México, Centro Francés de Estudios Mexicanos y Centroamericanos - FCE, 1998. Eugenia Roldán, The British Book Trade and Spanish American Independence: Education and Knowledge Transmission in Transcontinental Perspective, Aldershot, Ashgate, 2003. Carlos Forment, Democracy in Latin America, 1760-1900: Civic Selfhood and Public Life in Mexico and Peru, Chicago, University of Chicago Press, 2003. Paula Alonso, comp., Construcciones impresas. Panfletos, diarios y revistas en la formación de los estados nacionales en América Latina, 1820-1920, México, FCE, 2004. Rebecca Earle, «The Role of Print in the Spanish American Wars of Independence», en The Political Power of the Word: Press and Oratory in Nineteenth-Century Latin America, Iván Jaksic, ed., Londres, Institute of Latin American Studies, 2002, pp. 9-33. Isabel Lustosa, Insultos impressos: a guerra dos jornalistas na Independência (1821-1823), São Paulo, Companhia das Letras, 2000. Marco Morel, Transformações dos espaços públicos: Imprensa, atores políticos e sociabilidades na Cidade Imperial (1820-1840), São

43

01_Civilizacion.indd 43

29/07/14 10:17

Diccionario político y social del mundo iberoamericano

tiplicación del número de periódicos, el incremento de sus tiradas y la politización de lo impreso (incluyendo los llamados «catecismos políticos») al amparo de la naciente libertad de imprenta constituyen indicios seguros de que la propagación social de la terminología política fue en aumento. Además, en varias ciudades y países disponemos de testimonios abundantes de que el acceso a los medios impresos y la familiaridad con el vocabulario político se ampliaron desde finales del siglo xviii, y sobre todo desde la segunda década del xix de forma inusitada. Lo menos que puede afirmarse es que la difusión creciente de lo impreso que acompañó a las revoluciones liberales y de independencia propiciaron la politización de sectores mucho más amplios que en decenios precedentes y por tanto el uso de esa terminología trascendió considerablemente a las exiguas minorías dirigentes. Por una parte, las luchas ideológicas entre periódicos que competían entre sí y sostenían a menudo opiniones antagónicas acostumbraron a los lectores a que las palabras de la política podían ser usadas de manera estratégica y altamente contenciosa. La prensa, que tan importante papel jugó en las revoluciones, puso el lenguaje de la política al alcance de públicos bastante numerosos, directos o indirectos. La utilización de unos mismos términos clave por los adversarios políticos impulsó la homogeneización de los vocabularios, mientras que, por otra parte, multiplicó los sentidos, los usos y la carga evaluativa de esas voces hasta convertirlas en conceptos disputados y controvertidos. Además, los cargó de un potencial de realización inimaginable sólo unas décadas atrás35. No sólo eso. Como había sucedido durante las revoluciones en Francia y en el mundo angloamericano, el aumento en el ritmo de publicación de los periódicos y el bombardeo constante de noticias sorprendentes e inesperadas generaron una demanda insaciable de novedades por parte del público, que los avances técnicos permitieron atender con creciente eficacia. Todo ello contribuyó a disparar las expectativas y a aguzar la conciencia de contemporaneidad entre los lectores, Paulo, Hucitec, 2005. Lúcia Bastos Pereira das Neves, «Os panfletos políticos e o esboço de uma esfera pública de poder no Brasil», en Marcia Abreu y Nelson Schapochnik, eds., Cultura Letrada no Brasil. Objetos e práticas, São Paulo/Campinas, Mercado de Letras - Associação de Leitura do Brasil - Fapesp, 2005, pp. 399-411. 35 Los cambios políticos e intelectuales no pueden comprenderse sin tener en cuenta otro tipo de transformaciones culturales de fondo (en los modos de leer, por ejemplo). En una de sus charlas en el Ateneo de Madrid a principios de los años cuarenta, comenta Alcalá Galiano, en relación con la incipiente difusión de las doctrinas socialistas, que, aunque siempre había habido teóricos radicales que especularon con pensamientos igualitarios, el socialismo era en rigor un fenómeno nuevo, mucho más serio y amenazador, pues en los nuevos tiempos «suele intentarse llevar a efecto las que antes no pasaban de ser ideas destinadas al entretenimiento de un corto número de lectores» (Antonio Alcalá Galiano, Lecciones de Derecho político [1843-1844], ed. de Ángel Garrorena Morales, Madrid, CEC, 1984, p. 314).

44

01_Civilizacion.indd 44

29/07/14 10:17

Javier Fernández Sebastián

Introducción

mientras la catarata de informaciones producía en ellos la impresión de que el tiempo y el espacio se comprimían más y más36. Las luchas semánticas y la intensificación del ritmo de los acontecimientos fueron acompañadas por una proliferación del uso de ciertas palabras clave de la política principalmente en los medios impresos, y de su difusión a través de las fronteras políticas y lingüísticas. Es sabido que existe un conjunto de términos que, con ligeras variantes idiomáticas, se encuentran desde aquellos años a disposición de los hablantes de casi todos los países europeos y americanos bañados por el Atlántico. En rigor, no se trataba de algo nuevo. Contra lo que pudiera pensarse, la globalización de los conceptos dista mucho de ser un fenómeno reciente. Prácticamente sin excepción, todos los términos contemplados en este Diccionario tienen raíces profundas, compartidas con otras lenguas europeas antiguas y modernas: sus etimologías se remontan en algunos casos a la Edad Media y, más frecuentemente, a la Antigüedad grecolatina. Prueba evidente, por si hiciera falta alguna, de que las palabras nacen y mueren incesantemente desde tiempo inmemorial, saltando de boca en boca y de texto en texto (y, por supuesto, también del medio oral al escrito y viceversa), desgastándose en el caudal léxico como cantos rodados que en ocasiones quedan olvidados en un oscuro recodo para, en virtud de complejos procesos metamórficos, retornar esporádicamente a la corriente con renovados bríos, incluso a veces con afiladas aristas. Es indudable que estos desarrollos se vieron acelerados coincidiendo con el advenimiento de lo que convencionalmente se conoce como tiempos modernos. Junto a la invención y propagación de la imprenta, las exploraciones geográficas de los europeos y sus secuelas –en particular el descubrimiento y la conquista de América– supusieron un desafío para la búsqueda de nuevos recursos intelectuales con que hacerse cargo del choque brutal con lo desconocido. La experiencia directa desmentía muchas creencias anteriores y ponía al descubierto realidades insólitas que obligaban a la innovación científica en diversos terrenos. Había que ir más allá de los límites del léxico, más allá de las constricciones inherentes a la semántica propia, demasiado pobre para integrar la inmensidad del Nuevo Mundo y de sus habitantes en el horizonte mental de los europeos37. Así iba a darse un paso Matthew Rainbow Hale, «On Their Tiptoes. Political Time and Newspapers during the Advent of the Radicalized French Revolution, circa 1792-1793», Journal of the Early Republic, nº 29 (2009), pp. 191-218, en especial pp. 214-218. Con las debidas cautelas y proporciones, varias conclusiones de este trabajo podrían extrapolarse al mundo iberoamericano en crisis, dos o tres décadas después. 37 John H. Elliott, El Viejo Mundo y el Nuevo, Madrid, Alianza, 1972, pp. 30-40. «Cuando estas tierras […] se descubrieron, muchas verdades se descubrieron que antes estaban 36

45

01_Civilizacion.indd 45

29/07/14 10:17

Diccionario político y social del mundo iberoamericano

adelante decisivo para la renovación de los vocabularios de la vida colectiva y de la diversidad humana, en especial para la forja de nuevos conceptos de vocación ecuménica, ya fueran de carácter religioso, moral, histórico, jurídico o político. Con la diseminación bihemisférica de algunos de estos conceptos comenzó un diálogo transatlántico y una «diáspora de los significados» o «globalización intelectual» que desde entonces ha ido en aumento. La transferencia intercontinental de algunos importantes conceptos religiosos, morales y jurídicos, y su ramificación y diversificación posterior, es quizá el vector más conspicuo de un dilatado proceso de mestizaje e intercambio cultural planetario todavía en marcha. Serge Gruzinski, entre otros, ha llamado la atención sobre las hondas implicaciones culturales de aquella temprana «mundialización ibérica» de la segunda mitad del siglo xvi38. Los debates de Burgos y Valladolid sobre la licitud de los títulos hispanos para la expansión americana dieron paso en Occidente a lo que podríamos llamar una «semántica de la globalización», que podía buscar inspiración en el cristianismo y en los pensadores estoicos de la Roma republicana. Algunas aportaciones sustanciales de aquellos historiadores y «cronistas de Indias», pioneros de la antropología comparada, en particular de Bartolomé de las Casas y de José de Acosta, que se esforzaron en pensar la diferencia cultural en términos históricos, contribuyeron asimismo a esbozar los primeros ensayos de una historia universal que ulteriormente conducirían a las teorías que articulaban el desarrollo humano en varios estadios sucesivos de perfección creciente39. Bajo el estímulo del contacto con otras civilizaciones y con los pueblos indígenas americanos, la escuela de Salamanca y de Coimbra puso a punto nuevos recursos intelectuales para captar, clasificar y conceptualizar los mundos sorocultas» (Bernardino de Sahagún, Relación de la Conquista [1585], p. 3, cit. en Jesús Bustamante García, «¿Degradación universal o identidad particular? El problema de la diversidad cultural y lingüística en la Europa y América del siglo xvi», en Historia y Universidad. Homenaje a Lorenzo Mario Luna, Enrique González González, coord., México, UNAM, 1996, pp. 75-103, p. 86). 38 Serge Gruzinski, Las cuatro partes del mundo. Historia de una mundialización, México, FCE, 2010; del mismo autor, El pensamiento mestizo, Barcelona, Paidós, 2007, y «Mundialización, globalización y mestizajes en la Monarquía católica», en Europa, América y el mundo: tiempos históricos, Roger Chartier, Antonio Feros Carrasco, coord., Madrid, Marcial Pons, 2006, pp. 217-238. Scarlett O’Phelan Godoy y Carmen Salazar-Soler, eds., Passeurs, mediadores culturales y agentes de la primera globalización en el mundo Ibérico, siglos xvi-xix, Lima, Pontificia Universidad Católica de Chile - Instituto Riva-Agüero - IFEA, 2005. 39 Anthony Pagden, La caída del hombre natural: el indio americano y los orígenes de la etnología comparativa, Madrid, Alianza, 1988. Natsuko Matsumori, Civilización y barbarie. Los asuntos de Indias y el pensamiento político moderno (1492-1560), Madrid, Biblioteca Nueva, 2005. Sanjay Subrahmanyam, «On World Historians in the Sixteenth Century», Representations, nº 91 (2005), pp. 26-57.

46

01_Civilizacion.indd 46

29/07/14 10:17

Javier Fernández Sebastián

Introducción

prendentes e inciertos de aquella modernidad temprana (y las nuevas teorías jesuíticas sobre los derechos subjetivos y la legitimación del poder a través del consentimiento no son ajenas a aquel estímulo y a aquellas experiencias americanas)40. En torno a tales disputas escolásticas sobre la legitimidad de la conquista se modificaron, ensancharon y reinterpretaron varias nociones geográficas, históricas y políticas de primera importancia, y se originaron no pocos neologismos. Imaginar una gigantesca república del mundo entero afectó a diversos ítems del vocabulario culto latino y de las lenguas vulgares, desde los nuevos usos de la palabra orbe hasta los audaces desarrollos del viejo ius gentium por parte de Vitoria, incluyendo su conocida defensa de un ius peregrinandi41. Esta incipiente semántica de la globalización vino acompañada de un atisbo de globalización semántica a escala planetaria, que en lo que a nuestra región respecta podríamos denominar «atlantización»42. El préstamo mutuo –fuertemente asimétrico– de vocablos entre las lenguas amerindias y las europeas (comenzando Sobre los pasos de Quentin Skinner, Annabel Brett ha subrayado la modernidad de algunos desarrollos conceptuales de la llamada Segunda Escolástica de Salamanca: Quentin Skinner, Los fundamentos del pensamiento político moderno, México, FCE, 1986, vol. II. Annabel Brett, Liberty, Right and Nature: Individual Rights in Later Scholastic Thought, Cambridge, Cambridge University Press 1997; de la misma autora, «Scholastic Political Thought and the Modern Concept of the State», en Annabel Brett, James Tully y Holly Hamilton, eds., Rethinking the Foundations of Modern Political Thought, Cambridge, Cambridge University Press, 2006, pp. 130-148. En palabras de Skinner, «one of my main ambitions in volume II of Foundations was to establish that the arguments deployed by the Protestant revolutionaries were almost entirely taken from their Catholics enemies. It was in late-medieval conciliarism and in the natural-law theories of the second scholastic that the fundamental concepts of modern constitutionalism were originally forged» (Quentin Skinner, «Surveying the Foundations: A Retrospect and Reassessment», en Rethinking the Foundations of Modern Political Thought, p. 256). José Eisenberg, As missões jesuíticas e o pensamento político moderno. Encontros culturais, aventuras teóricas, Belo Horizonte, UFMG, 2000. 41 María Cecilia Añaños Meza, «El título de ‘sociedad y comunicación natural’ de Francisco de Vitoria. Tras las huellas de su concepto a la luz de la teoría del dominio», Anuario Mexicano de Derecho Internacional, vol. XII (2012), pp. 525-596. De la misma autora, «La doctrina de los bienes comunes de Francisco de Vitoria como fundamentación del dominio en el Nuevo Mundo», Persona y Derecho. Revista de fundamentación de las instituciones jurídicas y de derechos humanos, nº 68 (2013), pp. 103-137. 42 Se trataría de una nueva oleada en un proceso de convergencia intelectual y conceptual de longue durée, en el que cabría distinguir varios momentos de contacto y aceleración en diversas partes del mundo. Alguno de esos momentos había ya tenido como escenario principal el solar ibérico. Tal es el caso del ciclo que entre los siglos xii y xiii, con centro en Toledo, había propiciado el intercambio, la traducción de textos y la hibridación cultural de las tradiciones clásicas, árabe y greco-latina, y la que comenzaba a expresarse en romance castellano. Algunos datos y comentarios sobre el papel de las traducciones y de los intermediarios culturales en la historia del mundo hispánico en Anthony Pym, Negotiating the Frontier: Translators and Intercultures in Hispanic History, Londres/Nueva York, Routledge, 2000. 40

47

01_Civilizacion.indd 47

29/07/14 10:17

Diccionario político y social del mundo iberoamericano

por el español y el portugués) es sólo uno de los aspectos tangibles de aquellos intercambios transculturales crecientes, que fueron mucho más allá del léxico, dando lugar a todo tipo de mezclas, acercamientos semánticos, hibridaciones simbólicas y mestizajes artísticos entre nociones, saberes y estilos pertenecientes a culturas muy distantes (la impronta del arte americano en Europa, por ejemplo, se deja sentir desde el siglo xvi)43. Y por supuesto, con los misioneros, aventureros, navegantes, soldados, funcionarios y comerciantes, en las bodegas de los miles de navíos que cruzaron el océano en ambas direcciones durante siglos, por referirnos sólo a las singladuras en dirección a las Indias occidentales, iban también, junto al Evangelio, Aristóteles y Platón, Cicerón y Ovidio, la mitología griega, la gramática latina, la literatura y las leyes castellanas, la cerámica portuguesa, la poesía italiana o la pintura flamenca. En este sentido, la cristianización e iberización de buena parte de América fue un vasto proceso de europeización y de occidentalización44. Casi al mismo tiempo, desde las primeras décadas del quinientos, la Reforma había escindido al Occidente europeo en dos grandes facciones, enfrentadas a veces en el seno de un mismo reino o monarquía. Las disputas teológico-políticas y las guerras de religión entre católicos y protestantes dividirían profundamente a la Europa moderna y tendrían en cierto modo su prolongación en América, entre otras cosas en lo que atañe a la justificación ideológica que las potencias de la época ensayaron para legitimar su dominio respectivo sobre determinados territorios del Nuevo Mundo, en especial para reivindicar territorios en disputa, como sucedió con los choques entre británicos e hispanos en determinadas enclaves de las Antillas y de Centroamérica, de Florida y de las Carolinas45. Tales viSobre el mestizaje cultural entre lo amerindio y el Renacimiento europeo veáse Gruzinski, El pensamiento mestizo, cit. Sobre la «globalización de las lenguas», del mismo autor, Las cuatro partes del mundo, pp. 393-413. 44 Marcello Carmagnani, El otro Occidente. América Latina desde la invasión europea hasta la globalización, México, FCE, 2004. «Globalización y occidentalización son las dos cabezas del águila ibérica» (Gruzinski, Las cuatro partes del mundo, p. 410). Karl Kohut y Sonia V. Rose, eds., Pensamiento europeo y cultura colonial, Madrid/Fráncfort del Meno, Iberoamericana - Vervuert, 1997; de los mismos editores, La formación de la cultura virreinal, Madrid/Fráncfort del Meno, Iberoamericana - Vervuert, 3 vols. (I. La etapa inicial; II. El siglo xvii; III. El siglo xviii), 2000, 2004 y 2006, respectivamente. Esta aculturación hubiera sido imposible sin el recurso a ciertos saberes: conocimientos náuticos y geográficos, y recogida de toda clase de informaciones y de noticias sobre el terreno: Arndt Brendecke, Imperio e información. Funciones del saber en el dominio colonial español, Madrid/Fráncfort del Meno, Iberoamericana - Vervuert, 2012. 45 John H. Elliott, Imperios del mundo atlántico. España y Gran Bretaña en América, 1492-1830, Madrid, Taurus, 2006. Anthony Pagden, El imperialismo español y la imaginación política. Estudios sobre teoría social y política europea e hispanoamericana (1513-1830), Barcelona, Planeta, 1991; y, del mismo autor, Señores de todo el mundo. Ideologías del imperio en Espa43

48

01_Civilizacion.indd 48

29/07/14 10:17

Javier Fernández Sebastián

Introducción

siones y conceptualizaciones (en parte coincidentes, en parte opuestas) alcanzarán su apogeo en la segunda mitad del siglo xviii y primeras décadas del xix, cuando la hegemonía protestante, reforzada discursivamente por algunos egregios representantes de las Luces, llevará a su culmen los estereotipos negativos acumulados contra españoles y portugueses, y en general contra la Europa católica, a lo largo de la Edad Moderna. Como resultado de esta confrontación ideológica, el mundo ibérico fue expulsado por lo más granado de philosophes y Aufklärer del canon cultural de la modernidad. En las primeras décadas del siglo xix, Hegel y algunos escritores liberales de la Francia de la Restauración llegarán a equiparar los conceptos de modernidad y protestantismo. Tal reduccionismo llevaba aparejado un corolario: mientras que la Península era representada como una suerte de apéndice no europeo de Europa, el Atlántico ibérico en conjunto –con la aquiescencia de una parte nada desdeñable de sus élites, que habían asumido un discurso «progresista» funcional para sus proyectos emancipadores y «civilizadores»– quedó estigmatizado como un falso Occidente: despótico, degenerado y semioriental46. A despecho de tales barreras y estereotipos, todo indica que en la segunda mitad del setecientos el tráfico de lenguajes e ideas se intensificó enormemente en las dos orillas del Atlántico. A este respecto, es oportuno subrayar que el sistema ña, Inglaterra y Francia en los siglos xvi, xvii y xviii), Barcelona, Península, 1997. David Armitage, The Ideological Origins of the British Empire, Cambridge, Ma., Cambridge University Press, 2000. Gabriel Paquette, Enlightenment, Governance, and Reform in Spain and its Empire, 1759-1808, Londres, Palgrave Macmillan, 2008. Antonello Gerbi, La disputa del Nuevo Mundo. Historia de una polémica, 1750-1900, México, FCE, 1982. Jorge Cañizares-Esguerra, Cómo escribir la historia del Nuevo Mundo, México, FCE, 2008; del mismo autor, Católicos y puritanos en la colonización de América, Madrid, Marcial Pons - Fundación Jorge Juan, 2008. Eva Botella-Ordinas, «Debating Empires, Inventing Empires: British Territorial Claims Against the Spaniards in America, 1670–1714», Journal for Early Modern Cultural Studies, vol. 10, nº 1 (2010), pp. 142-168; de la misma autora, «‘Exempt from Time and from its Fatal Change’: Spanish Imperial Ideology, 1450–1700», Renaissance Studies, vol. 26, nº 4 (2012), pp. 580-604. 46 Michael Iarocci, Properties of Modernity: Romantic Spain, Modern Europe, and the Legacies of Empire, Nashville, Tn., Vanderbilt University Press, 2006. La denigración abrazaba en este caso a colonizadores y colonizados: no en vano la etiqueta «despotismo oriental» podía convenir tanto a la Monarquía española como a los «imperios» azteca e incaico (así cabía deducirlo de las opiniones del historiador norteamericano William Prescott, por ejemplo: Mark Thurner, From Two Republics to One Divided. Contradictions of Postcolonial Nationmaking in Andean Peru, Durham, North Carolina, Duke University Press, 2006, p. 12). Sobre esta cuestión puede verse Francisco José Aranda y José Damião Rodrigues, eds., De re publica Hispaniae. Una vindicación de la cultura política en los reinos ibéricos en la primera modernidad, Madrid, Sílex, 2008, así como mi trabajo «A Distorting Mirror: The Sixteenth Century in the Historical Imagination of the First Hispanic Liberals», History of European Ideas, (2014), DOI: 10.1080/01916599.2014.914309.

49

01_Civilizacion.indd 49

29/07/14 10:17

Diccionario político y social del mundo iberoamericano

atlántico no es simplemente un plexo de rutas comerciales oceánicas para la circulación de bienes y de personas: junto a los seres humanos y a las mercancías ordinarias, circularon –con especial intensidad durante la era de las revoluciones– muchos libros, periódicos e impresos de todo tipo; y, con ellos, argumentos, noticias y conceptos. La avidez de noticias, la interdependencia mutua de las gacetas y el desarrollo de ciertas técnicas de transmisión y traducción de textos en la prensa periódica contribuyeron poderosamente asimismo a incentivar una forma de globalización/atlantización conceptual. Mencionaremos algunos ejemplos. Aunque muy probablemente ni un solo ejemplar de la Gaceta de Madrid del 24 de septiembre de 1784 llegó al estado de New Hampshire, algunas de sus informaciones políticas sí lo hicieron de manera indirecta: traducidas primero al francés por la Gazette de France, luego al inglés por la Independent Chronicle de Boston, de donde serán copiadas por la New-Hampshire Gazette, noticias insertas en el diario madrileño de interés para los norteamericanos se abrieron camino por esa tortuosa vía hasta aquellos remotos lectores de Nueva Inglaterra47. A la inversa: gran cantidad de noticias procedentes de Norteamérica (entre ellas la famosa Declaración de Independencia, de la que informan tempranamente la Gaceta de Madrid y el Mercurio de España48), y también de diversas ciudades europeas del Norte, llegaron a conocimiento de los lectores españoles tras haber visto la luz con anterioridad en la prensa de Londres, París y otras capitales. No es preciso decir que todos estos procesos se aceleraron e intensificaron extraordinariamente al estallar la crisis del mundo ibérico. Desde 1808, numerosos artículos políticos y doctrinales publicados en España o en Inglaterra (por ejemplo, en el Semanario Patriótico de Quintana, en el Espectador Sevillano de Lista, o en El Español de Blanco White) son reproducidos poco después en diversos periódicos americanos, ya sea en Caracas, en La Habana, en la ciudad de México, en Lima o en Buenos Aires (también algunos, traducidos al portugués, ven la luz en Lisboa o en Río de Janeiro). Y, como ha mostrado la historiografía y fue ya reseñado por varios testigos de la época, la difusión de los contenidos de la prensa española en América resultó en muchos casos determinante para la expansión del espíritu revolucionario en el Nuevo Mundo (algo parecido puede afirmarse, con respecto al área luso-brasileña, de la difusión de algunos periódiAl parecer, la nueva técnica del «párrafo móvil» agilizó considerablemente estos intercambios. Will Slauter, «Le paragraphe mobile. Circulation et transformation des informations dans le monde atlantique du XVIIIe siècle», Annales HSS, nº 2 (2012), pp. 363-389, en especial p. 373. 48 Merle E. Simmons, La Revolución norteamericana en la independencia de Hispanoamérica, Madrid, Mapfre, 1992, pp. 24-26. 47

50

01_Civilizacion.indd 50

29/07/14 10:17

Javier Fernández Sebastián

Introducción

cos editados en Londres en lengua portuguesa como O Portuguez, de Rocha Loureiro, o el Correio Braziliense, de Hipólito da Costa). También por eso, y no sólo por razones geográficas, las iberoamericanas son genuinamente revoluciones atlánticas49. En dicha difusión, y en los intercambios de todo tipo entre Europa, América y África, destacaron, claro está, las más importantes ciudades portuarias de ambos hemisferios: no sólo los principales puertos continentales, sino también las escalas insulares o nodos intermedios de navegación. Todo indica, por cierto, que los archipiélagos de la llamada Macaronesia septentrional (Canarias, Azores, Madeira), por un lado, y las Antillas, por otro, que venían cumpliendo desde la época de los descubrimientos un papel estratégico en la interconexión entre los tres continentes, sirvieron en la era de las revoluciones –especialmente las Antillas y toda la cuenca del Caribe– como regiones-laboratorio para canalizar, modular y repercutir los flujos de personas, traducciones y toda clase de materiales impresos en múltiples direcciones50. Como ha sucedido otras veces en la historia, suele ser en los confines de los imperios, en sus bordes y periferias –convertidas a veces irónicamente en centros de irradiación– donde las grandes unidades políticas rivales friccionan entre sí y las lenguas están más en contacto, allí donde encontramos fenómenos de adaptación mutua, hibridación y traducción cultural particularmente interesantes. Es conocida la trascendencia de los exilios de numerosos liberales de diversas procedencias en Londres, Filadelfia y otras ciudades inglesas y norteamericanas durante el primer tercio del ochocientos en orden al estrechamiento de lazos entre ellos y a la conformación de una comunidad político-intelectual transnacional ibero-euroamericana (y a la circulación transnacional del pensamiento constitucional, liberal y republicano)51. Sabemos mucho menos, sin 49 Para una reciente discusión sobre la pertinencia del enfoque atlántico a la hora de estudiar las revoluciones hispánicas véase Roberto Breña, El imperio de las circunstancias. Las independencias hispanoamericanas y la revolución liberal española, México, El Colegio de México, 2012, pp. 215-227. 50 Desde mediados del siglo xvii, las islas del Caribe, el golfo de México y toda el área circuncaribeña llegaron a constituir un sistema articulado por múltiples interconexiones, una especie de Mediterráneo americano. En tal escenario se movieron durante aquellos años varios miles de aventureros y revolucionarios plurilingües, contando con pequeñas imprentas portátiles: Vanessa Mongey, «The Pen and the Sword: Print in the Revolutionary Caribbean» y Johanna von Grafenstein, «Revolucionarios americanos en el circuncaribe 1812-1820», en L’Atlantique révolutionniare. Une perspective ibéro-américaine, Clément Thibaud, Alejandro Gómez, Gabriel Entin, Federica Morelli, eds., París, Perséides, 2013, pp. 25-66. Sobre el papel de las Canarias y las Antillas en la expansión ultramarina del español véase Jens Lüdtke, Los orígenes de la lengua española en América. Los primeros cambios en las Islas Canarias, las Antillas y Castilla del Oro, Madrid/Fráncfort del Meno, Iberoamericana/Vervuert, 2014. 51 Juan Luis Simal, Emigrados. España y el exilio internacional, 1814-1834, Madrid, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 2012. Vittorio Scotti Douglas, ed., Gli italiani

51

01_Civilizacion.indd 51

29/07/14 10:17

Diccionario político y social del mundo iberoamericano

embargo, del papel de las islas atlánticas y caribeñas a largo plazo en aquella fase moderna de exploraciones, migraciones voluntarias o forzosas, tráfico cultural intenso y globalización conceptual que comenzó en el siglo xvi. Tenemos razones para sospechar que aquellos archipiélagos desempeñaron funciones relevantes en esos procesos por más de tres siglos, especialmente durante la crisis y la época revolucionaria. En todo caso, caben pocas dudas de que este tema merecería ser examinado con detenimiento. Desde la perspectiva de este proyecto, el resultado más destacable de tales transferencias e influencias cruzadas, en especial a partir del último tercio del setecientos, fue el lanzamiento, difusión y puesta a punto de un vocabulario político-constitucional compartido, común a los espacios atlánticos. La existencia de esa terminología básica de la política occidental, de ese repertorio de «euroamericanismos» referentes a los asuntos públicos del cual se nutre todavía en buena medida nuestro lenguaje cotidiano (y este Diccionario), no obsta para que la modulación de tales nociones a lo largo y ancho del espacio atlántico presente diferencias muy marcadas. De hecho, las mismas o parecidas palabras, invocadas en juntas, parlamentos y congresos distintos y distantes, reproducidas una y otra vez en los periódicos y trasvasadas de unos idiomas a otros –por ejemplo, del inglés al francés, y desde allí al español o al portugués; o a la inversa, de los idiomas ibéricos al inglés o al francés– estaban lejos de vehicular una gama idéntica de significados. Todo hace pensar que cuanto más se traduce, se difunde y se imprime, más proliferan las distorsiones y malentendidos. Los «falsos amigos» abundan en los vocabularios de la política. Como es sabido, los procesos de transferencia y recepción de textos in Spagna nella guerra napoleonica (1807-1813). I fatti, i testimoni, l’eredità, Alessandria, Edizioni dell’Orso, 2006; del mismo editor, Ancora sugli italiani in Spagna durante la Guerra de la Independencia, Atti della Giornata internazionale di studio - Milano, 24 gennaio 2008, Milán, Edizioni Comune di Milano, 2008. Maurizio Isabella, Risorgimento in Exile: Italian Émigrés and the Liberal International in the Post-Napoleonic Era, Oxford, Oxford University Press, 2009; del mismo autor: «Entangled Patriotisms. Italian Liberals and Spanish America in the 1820s», en Brown y Paquette, eds., Connections after Colonialism, pp. 87-107. Agostino Bistarelli, Gli esuli del Risorgimento, Bolonia, Il Mulino, 2011. Trayectorias trasatlánticas (siglo xix). Personajes y redes entre España y América, Manuel Pérez Ledesma, ed., Madrid, Polifemo, 2013. Rafael Rojas, Las repúblicas del aire. Utopía y desencanto en la revolución de Hispanoamérica, Madrid, Taurus, 2009. José Antonio Aguilar y Rafael Rojas, coord., El republicanismo en Hispanoamérica. Ensayos de historia intelectual y política, México, CIDE FCE, 2002. Thibaud, Gomez, Entin, Morelli, eds., L’Atlantique révolutionniare, cit. Stites, The Four Horsemen, cit. Véase también mi trabajo «Liberales sin fronteras. Cádiz y el primer constitucionalismo hispánico», en Cadice e oltre: Costituzione, Nazione e Libertà, Roma, Escuela Española de Historia y Arqueología (CSIC) - Istituto per la Storia del Risorgimento Italiano, en prensa.

52

01_Civilizacion.indd 52

29/07/14 10:17

Javier Fernández Sebastián

Introducción

suelen ser muy creativos, y el ajuste de un concepto «importado» a las necesidades, estados de cosas y desafíos del contexto de recepción está ordinariamente filtrado por la cultura, prácticas y categorías de dicho contexto52. De ahí que «globalización» o «atlantización» de los conceptos, en el sentido en el que usamos aquí estas expresiones, no equivalga en modo alguno a homogeneización o unificación semántica de los discursos circulantes. Antes bien, la diseminación e internacionalización del léxico parece haber propiciado una profusa diversificación de sentidos: a unas mismas palabras se vinculan distintas conceptualizaciones, no ya de unas lenguas a otras, sino incluso entre los hablantes de un mismo idioma, dependiendo de los países53, coyunturas, contextos, tendencias ideológicas, o simplemente de las circunstancias pragmáticas que rodean a cada situación comunicativa. No, definitivamente un mundo cada vez más interconectado y enredado, que comparte en buena medida sus vocabularios políticos, no tiene por qué ser en absoluto un mundo uniforme. *

*

*

Un puñado de reuniones científicas, congresos y publicaciones recientes sobre esta temática muestra que el interés de los estudiosos por los procesos de traducción, retraducción y circulación a escala global de ciertas palabras y conceptos en el espacio y en el tiempo va en aumento. Hay que reconocer, empero, que la preocupación por los problemas de la transferencia y de la traducción conceptual todavía ocupa un lugar modesto en la historiografía54. 52 Por ejemplo, el euroconcepto «opinión pública» muestra importantes matices político-semánticos dependiendo del contexto de recepción. Así, el análisis de los casos opinion publique / opinión pública / public opinion muestra que, aunque las tres nociones guardan entre sí cierto aire de familia, dichas expresiones tuvieron sentidos claramente diferenciados y jugaron diferentes funciones en Francia, España y el Reino Unido, respectivamente: Javier Fernández Sebastián, «Le concept d’opinion publique, un enjeu politique euro-américain (1750-1850)» y «L’avènement de l’opinion publique et le problème de la représentation politique (France, Espagne, Royaume Uni)», en Javier Fernández Sebastián y Joëlle Chassin, ed., L’avènement de l’opinion publique. Europe et Amérique XVIII-XIXe siècles, Paris, L’Harmattan, 2004, pp. 9-29 y 227-253. 53 A este respecto, ya señalamos en la Introducción al primer volumen de este Diccionario que, paradójicamente, la internacionalización o «estandarización» de los vocabularios parece haber ido de la mano con cierta «nacionalización» de los conceptos, al diversificarse los significados sociales que se les atribuyen dentro de cada marco nacional-estatal. No por designarse con una misma palabra tal o cual concepto recubría idénticas realidades ni suscitaba las mismas emociones y expectativas entre sus usuarios en todos los territorios («Hacia una historia atlántica de los conceptos políticos», en Diccionario político y social del mundo iberoamericano, p. 31). 54 Como es bien sabido, existe una historiografía variada y floreciente sobre las interacciones de todas clases –demográficas, económicas, ecológicas, políticas, militares, etc.– entre diversas partes del mundo, y una parte considerable de ella se ha centrado en las transferencias que afectaron a la cuenca atlántica durante le época moderna. Muy poco se ha escrito, no obs-

53

01_Civilizacion.indd 53

29/07/14 10:17

Diccionario político y social del mundo iberoamericano

También en esta fase de Iberconceptos la amplitud de los espacios que históricamente han estado bajo el influjo mayor o menor de las lenguas ibéricas –espacios que no ha sido posible abarcar en su totalidad55– y la propia complejidad cultural y lingüística de dichos espacios han puesto ante nosotros límites infranqueables, al menos por ahora. Entre otros, los derivados del plurilingüismo de ciertas regiones. Conscientes de esas insuficiencias, y pese a la inmensidad de las tareas potenciales a emprender para cubrir ese flanco, hemos procurado contactar con algunos expertos y, en la nueva fase del proyecto, hemos optado por crear un grupo específico, coordinado por Noemí Goldman, dedicado a trabajar sobre la problemática de las traducciones. Un grupo que se ha planteado, entre otros objetivos, articular los hallazgos de las pesquisas sobre la lectura, la traducción y la circulación de textos políticos en su materialidad con la dimensión conceptual de esos mismos textos. Determinadas características de las sociedades latinoamericanas, como la diversidad étnica de sus poblaciones, el plurilingüismo o la diglosia, parecen muy similares a primera vista a fenómenos análogos que observamos en otros contitante, sobre las transferencias conceptuales. Y sólo una mínima fracción de esa magra literatura se ocupa de conceptos específicamente políticos. Es sintomático que la información acerca de traducciones de textos políticos que proporciona el –por lo demás útil e informativo– Diccionario histórico de la traducción en España, editado por Francisco Lafarga y Luis Pegenaute (Madrid, Gredos, 2009) sea bastante escasa. En los últimos años, sin embargo, esta temática está cobrando creciente visibilidad. A finales de agosto de 2013 celebramos en Bilbao el XVIº Congreso Internacional de Historia de Conceptos, dedicado íntegramente a analizar CrossCultural and Cross-Disciplinary Transfers, Entanglements, Receptions, Translations and Redefinitions in Conceptual History. En la actualidad diversas instituciones académicas se interesan por las traducciones, circulación y transferencias conceptuales en distintos campos. Así, el Max-Planck-Institut für europäische Rechtsgeschichte de Fráncfort tiene un programa de investigación sobre transferencias de conceptos jurídicos entre varias culturas y civilizaciones. Entre otros libros recientes que abordan estos temas desde aproximaciones metodológicas muy diversas tenemos, por ejemplo, Martin J. Burke y Melvin Richter, eds., Why Concepts Matter. Translating Social and Political Thought, Leiden/Boston, Brill, 2012. Peter Burke y R. Po-chia Hsia, eds., Cultural Translation in Early Modern Europe, Cambridge, Cambridge University Press-European Science Foundation, 2007. Georges L. Bastin and Paul F. Bandia, eds., Charting the Future of Translation History, Ottawa, University of Ottawa Press, 2006. Carol Gluck y Anna Lowenhaupt Tsing, eds., Words in Motion. Toward a Global Lexicon, Durham y Londres, Duke University Press, 2009. Jörn Leonhard, «Lenguaje, experiencia y traducción: hacia una dimensión comparativa», en Fernández Sebastián y Capellán de Miguel, eds., Conceptos políticos, tiempo e historia, pp. 377-404. 55 Ya sea por falta de contactos o de investigadores dispuestos a asumir las tareas en esas zonas, o por otras circunstancias azarosas, algunos países sudamericanos (como Bolivia o Paraguay) no han sido objeto de un tratamiento específico en este Diccionario, mientras que otros territorios con una presencia ibérica significativa en el pasado –el caso más flagrante es el de las islas Filipinas– lamentablemente quedaron fuera del proyecto desde el principio.

54

01_Civilizacion.indd 54

29/07/14 10:17

Javier Fernández Sebastián

Introducción

nentes. Me refiero a la occidentalización forzada de buena parte de los países afroasiáticos a lo largo del siglo xix y parte del xx, resultado de la dominación colonial de los europeos. Sin embargo, hay razones para pensar que la presencia ibérica en América en una época tan temprana y los procesos de aculturación dilatados por más de tres siglos entrañan diferencias significativas con respecto a las formas posteriores de colonialismo en otras regiones de África y de Asia56. Aquel inesperado desembarco en el Nuevo Mundo y su subsiguiente colonización, excepcionalmente precoz y prolongada si se compara con otros procesos homólogos ulteriores, asiáticos o africanos, permite identificar algunas similitudes pero también diferencias importantes con el colonialismo de los últimos dos siglos57. En ese sentido, los procesos de hibridación cultural permiten conjeturar que la impregnación por parte de los indígenas americanos de nociones procedentes de las civilizaciones clásicas mediterráneas y del cristianismo –incluyendo conceptos religiosos y morales, jurídicos y políticos– podrían haber dejado su impronta en las lenguas generales amerindias mucho antes de que, en tiempos de las independencias, los vocabularios de la movilización política irrumpieran estrepitosamente en aquellas lenguas a través de un cierto número de manifiestos, proclamas y decretos destinados a ser difundidos entre las poblaciones de habla ná56 Como hace años señaló certeramente John Elliott, el vínculo especial entre Europa y América, sus experiencias compartidas durante siglos, no son estrictamente equiparables a las relaciones del viejo continente con África y Asia (El Viejo Mundo y el Nuevo, p. 17). Sobre la aculturación o colonización sistemática de los espíritus –colonización linguística, espacial y temporal– que supuso la conquista de América véase Walter D. Mignolo, The Darker Side of the Renaissance: Literacy, Territoriality, and Colonization, Ann Arbor, The University of Michigan Press, 1995. 57 El contraste entre la temprana occidentalización de los mundos ibéricos y la más tardía del Lejano Oriente ofrece muchos temas para la reflexión. Probablemente una de las diferencias más marcadas es el largo proceso de hibridación y aculturación que, en el primer caso, afectó profundamente a las creencias religiosas (y, desde ahí, a los marcos conceptuales de la moral y de la política), mientras que en el segundo la occidentalización apenas alcanzó a la religión, tuvo un carácter más instrumental y se efectuó en un periodo más breve. Desde el punto de vista de las prácticas transculturales y de los choques y adaptaciones entre las lenguas de partida y de llegada de ciertos préstamos conceptuales fundamentales, sería muy interesante cotejar el caso de la América hispanolusa con los de China y Japón, por ejemplo. Para estos últimos casos pueden verse los dos libros siguientes: Lydia Liu, Translingual Practice: Literature, National Culture, and Translated Modernity-China 1900-1937, Stanford, Calif., Stanford University Press, 1995. Douglas R. Howland, Translating the West: Language and Political Reason in Nineteenth-Century Japan, Honolulu, University of Hawaii Press, 2002. En este último caso, la era Meiji –de 1868 en adelante– supuso una avalancha de nuevas palabras, una suerte de Sattelzeit que afectó primero al dominio de lo impreso y lo institucional, antes de extenderse a los registros orales y cotidianos de la lengua (Gluck y Lowenhaupt Tsing, eds., Words in Motion, pp. 85-86).

55

01_Civilizacion.indd 55

29/07/14 10:17

Diccionario político y social del mundo iberoamericano

huatl, quechua, aimara o guaraní58. Los primeros pasos en el análisis de un corpus de textos políticos en lenguas amerindias de la época de las independencias parecen abrir un horizonte prometedor para la colaboración interdisciplinar entre la historia, la traductología y la antropología histórica y cultural59.

No en vano esas mismas «lenguas generales» fueron en cierto modo fijadas, estandarizadas y fomentadas como lenguas francas por los misioneros con vistas a la predicación y evangelización, a través de la publicación de léxicos, diccionarios y gramáticas. La bibliografía para este tema, especialmente la referida a México, es muy abundante. Véase, por ejemplo, para el caso pionero de Bernardino de Sahagún, el trabajo de Jesús Bustamante García, «Retórica, traducción y responsabilidad histórica: claves humanísticas en la obra de Bernardino de Sahagún», en Berta Ares, Jesús Bustamante, Francisco Castilla y Fermín del Pino, Humanismo y visión del otro en la España moderna: cuatro estudios, Madrid, CSIC, 1992, pp. 245-378. En el área maya los misioneros crearon un neologos que contenía conceptos europeos, tanto religiosos como profanos: William Hanks, Pour qui parle la croix? La colonisation du langage chez les Mayas du Mexique, Nanterre, Société d’ethnologie, 2009. Una visión general en Georges Bastin, «Lenguas amerindias», en Lafarga y Pegenaute, eds., Diccionario histórico de la traducción en España, pp. 31-35. Gertrudis Payàs, El papel de la traducción en la construcción de identidades: el caso de la Nueva España (1521-1821), tesis doctoral, Universidad de Otawa, 2005. Sherley Brice Heath, La política del lenguaje en México: de la colonia a la nación, México, Instituto Nacional Indigenista, 1986. En el contexto hispano, el principal vínculo de unión era la fe: mucho menos lo era la lengua castellana, que conocían la mayoría de los españoles peninsulares, pero sólo una pequeña fracción de las poblaciones indígenas americanas. Juan Ramón Lodares, Lengua y patria. Sobre el nacionalismo lingüístico en España, Madrid, Taurus, 2002, pp. 43-49. Humberto López Morales, «La hispanización lingüística en Hispanoamérica», en Maria Vittoria Calvi, ed., La lingua spagnola della transizione a oggi (19751995), s. l., Mauro Baroni, 1997, pp. 173-177. María Bono López, «La política lingüística en la Nueva España», Anuario Mexicano de Historia del Derecho, nº 9 (1997), pp. 11-45; de la misma autora, «Las reformas borbónicas en materia lingüística en la Nueva España», Isla de Arriarán: revista cultural y científica, nº 14 (1999), pp. 471-488. Véase también José María García Martín, «Revisión de algunas ideas sobre política e ideología lingüística en el siglo xviii español», Cuadernos de Ilustración y Romanticismo, nº 17 (2011), pp. 1-39 URL: http://revistas.uca.es/ index.php/cir/article/view/1580/1390. Todo el nº 17 de la revista Cuadernos de Ilustración y Romanticismo está dedicado al tema de las «Actitudes lingüísticas en América». Francisco Moreno, Historia social de las lenguas de España, Barcelona, Ariel, 2005. 59 Gracias a los buenos oficios de Joëlle Chassin, ha sido posible establecer una primera colaboración con el grupo ANR Langas, dirigido por Capucine Boidin y César Itier (Centre de Recherche et de Documentation des Amériques) que desarrolla el proyecto «Lenguas generales de América del Sur: Quechua, Guaraní, Tupí, siglos xvii-xviii». A diferencia del uso generalizado de las lenguas náhuatl, al parecer las fuentes escritas en quechua en los archivos peruanos son escasas, y la terminología jurídica y política abunda en hispanismos (Thurner, From Two Republics to One Divided, p. 159). Significativamente, en la versión en lengua tzotzil de la Proclama a los habitantes de Ultramar, emitida por las Cortes de Cádiz en agosto de 1812, dirigida a los indígenas de la provincia de Chiapas, su traductor decidió variar el original que describía a Napoleón como «matador» y optó por definirlo como el «Anticristo» (Rosella Martin, «Estrategias argumentativas y retóricas en dos traducciones en lenguas indígenas de la Proclama a los habitantes de Ultramar (1812)», Proceedings of the 16th International Conference on the History of 58

56

01_Civilizacion.indd 56

29/07/14 10:17

Javier Fernández Sebastián

Introducción

Pudiera ser interesante cotejar aquellas experiencias político-lingüísticas con el recurso esporádico por parte de los revolucionarios franceses o de los liberales españoles a las lenguas locales europeas –por ejemplo, la traducción de decretos, proclamas e incluso de la Constitución de Cádiz a la lengua vasca60– para llegar así de un modo más directo a un medio rural dominado por la oralidad, como lo eran las provincias Vascongadas de los siglos xviii y xix, mucho menos expuesto por eso a las modernas ideologías61. El estudio en paralelo de todos esos casos de politización inducida, y especialmente de la recepción en las lenguas minoritarias provinciales y en las indígenas62 (a veces mayoritarias) del nuevo léxico políticosocial atlántico, podría resultar a este respecto muy iluminador. *

*

*

Concepts. Cross-Cultural and Cross-Disciplinary Transfers, Entanglements, Receptions, Translations and Redefinitions in Conceptual History, DOI: http://dx.doi.org/10.1387/conf.hcg2013.2, Bilbao, 2013, pp. 572-573). Los estudios en marcha de Boidin e Itier confirman la repercusión de las reformas borbónicas en este ámbito. Ambos autores constatan que, tanto los quechua-hablantes de las regiones andinas como los guaraní-hablantes del Paraguay, a finales del siglo xviii se servían de dichas lenguas también para tratar asuntos políticos (pensemos en la incidencia de la rebelión de Tupac Amaru en el virreinato del Perú). Partiendo de la enorme complejidad de situaciones sobre el terreno, donde, además del multilingüismo, se detectan distintos niveles socioidiomáticos (acrolectos, mesolectos, etc.), los traductores «externos» de bandos y proclamas de la época de las independencias se apoyaron en esos vocabularios usados ya oralmente: Capucine Boidin y Angélica Otazú, «Toward A Guarani Semantic History (16th-19th centuries)», texto inédito que he podido consultar gracias a la amabilidad de sus autoras. 60 El manuscrito de esta primera traducción parcial al vascuence se titula Jaquinbide Iritarautia Españiaco Neurquidaren edo Constitucio berriaren erara adrezatua Erritarren arguidoraraco, Gazteen icasbideraco, eta Escola-maisuen usoraco, Erderatik Eusquerara itzuli du Apez Vicario D. J. J. F. A. Guipuztarrac, 1820n urtean. Corresponde a una versión vasca del Catecismo político arreglado a la constitución de la monarquía española: para ilustración del pueblo, instrucción de la juventud, y uso de las escuelas de primeras letras, por don José Caro Sureda (Cádiz, 1812). Ángel Ibisate, «El doctor Don José Feliz Amundarain (Cegama 1755-Mutiloa 1825) autor del Jaquinbide Iritarautia (1820)», Boletín de la Real Sociedad Bascongada de Amigos del Pais, vol. 50, nº 1 (1994), pp. 159-169; César Gallastegi Aranzabal, «La primera traducción al euskera de un texto parlamentario español» en Nomografía y corredacción legislativa, Andrés Urrutia, coord., Bilbao, Universidad de Deusto, 2009. Véase también Antton Idiakez, Pello J. Aranburu, Marian Bidegain e Iñaki Rezola, Jose Felix Amundarain Muxika (Zegama, 1775-Mutiloa, 1825), Goierriko Euskal idazle ezezaguna, Lazcano, 1998. 61 Javier Fernández Sebastián, La génesis del fuerismo. Prensa e ideas políticas en la crisis del Antiguo Régimen (País Vasco, 1750-1840), Madrid, Siglo xxi de España, 1991, pp. 38-39, 453. 62 Al mismo tiempo que el catecismo constitucional mencionado en la nota 60 era traducido al vascuence, aparecía en México, con textos en náhuatl y en español, el folleto La Malinche de la Constitución. En los idiomas mejicano y castellano, México, Alejandro Valdés, 1820. Manuel Ferrer, La Constitución de Cádiz y su aplicación en la Nueva España. Pugna entre antiguo y nuevo régimen en el virreinato, 1810-1821, México, 1993, p. 27. Parece que la carta gaditana conoció además en Mesoamérica varias traducciones «en lenguas como el quiché y

57

01_Civilizacion.indd 57

29/07/14 10:17

Diccionario político y social del mundo iberoamericano

Conviene insistir en todo caso en la irreductible pluralidad y complejidad de los universos conceptuales que tratamos de aprehender en este proyecto. Ya sea desde el punto de vista sincrónico o diacrónico, lingüístico, territorial o temporal, el material analizado nos sitúa reiteradamente ante una maraña de tiempos, espacios, valoraciones y significados. Se trató sin duda de una época extraordinariamente agitada e incierta. Un periodo de confusión ideológica y fluctuación semántica en el que por algún tiempo y en diferentes lugares se pudo ser a la vez liberal y republicano, realista y constitucionalista, monárquico y demócrata. Un periodo en el que los varios significados en conflicto asociados a una misma palabra y la disputabilidad esencial de ciertos conceptos, diversamente combinados entre sí, permitían toda clase de malabarismos y bricolajes ideológicos, en virtud de los cuales se ofrecían significados «despolemizados», parcialmente compartidos, cuyo peso relativo se distribuía según las prioridades alternativas y concurrentes de cada fuerza político-ideológica63. Un periodo, en fin, en el que los conflictos normativos y evaluativos se entrecruzaban con importantes «discordancias de tiempo» (la expresión es de Christophe Charle); me refiero al hecho de que, como fue subrayado por numerosos observadores, grupos coetáneos de diferentes clases, generaciones, áreas residenciales o ideologías experimentaban el tiempo de modo diverso, hasta el punto de que parecían vivir en épocas distintas (lo cual implica que la temporalidad de los conceptos de que se servían no era tamotras mayas, o como el náhuatl y otras más de la actual geografía mexicana» (Bartolomé Clavero, Ama Llunku, Abya Yala: Constituyencia indígena y código ladino por América, Madrid, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 2000, pp. 87 y 332-333; del mismo autor, «Cádiz entre indígenas: Lecturas y lecciones sobre la Constitución y su cultura en tierra de los mayas», Anuario de Historia del Derecho Español, vol. 65 (1995), pp. 931-992). Según un testigo, la Constitución de 1812 modificó profundamente el lenguaje político de los indígenas (Justo Sierra O’Reilly, Los indios del Yucatán, ed. Carlos R. Menéndez, Mérida, Fondo Editorial del Yucatán, 1955-1957, vol. II, Consideraciones históricas sobre la influencia del elemento indígena en la organización social del país (1848-1851), p. 67, cit. en Clavero, Ama Llunku, Abya Yala, p. 307). Con anterioridad, la contrainsurgencia había recurrido ya a la lengua náhuatl: Mark Morris, «Language in Service of the State: The Nahuatl Counterinsurgency Broadsides of 1810», Hispanic American Historical Review, vol. 87, nº 3 (2007), pp. 433-470. Sin embargo, al igual que en el Viejo Mundo (Peter Burke, Languages and Communities in Early Modern Europe, Cambridge, Cambridge University Press, 2004), también en el Nuevo sería un error establecer una estricta correspondencia entre lenguas y grupos étnicos. En el virreinato de Nueva España, por ejemplo, el náhuatl era utilizado como lingua franca no sólo por los indígenas, sino también por peninsulares, criollos, mestizos y mulatos: véase el dossier «A Language of Empire, a Quotidian Tongue: The Uses of Nahuatl in Colonial Mexico», Robert C. Schwaller, ed., Ethnohistory, vol. 59, n°4 (2012). 63 Michael Freeden, Ideología. Una breve introducción, Santander, Ediciones de la Universidad de Cantabria, 2013, pp. 69 ss.

58

01_Civilizacion.indd 58

29/07/14 10:17

Javier Fernández Sebastián

Introducción

poco la misma)64. Sobre esta tela de fondo, es evidente que nuestro intento por proporcionar a los lectores una síntesis panorámica de los significados hojaldrados de una veintena de conceptos fundamentales, en cada uno de los cuales varios estratos semánticos y temporales se superponen e intersectan de manera compleja65, constituye tan sólo el primer paso de un vasto programa de investigación. Esperemos que no tardando mucho otros investigadores emprendan trabajos que, desde diferentes perspectivas, vengan a complementar, enriquecer, corregir y matizar esta primera obra de referencia iberoamericana en este campo66.

64 Algunos observadores del siglo xix son muy explícitos sobre esta discordancia de tiempos. Cierto periodista, por ejemplo, en vista de las grandes divergencias ideológicas (y de sus implicaciones temporales) entre campesinos, grupos urbanos y otros sectores de la sociedad española en transición, y de su diferente manera de mirar al pasado, al presente y al futuro, considera que el país es un mosaico de «todas las épocas» («Política-Filosofía. Progreso, Variedades y Porvenir de la democracia en Europa y América», El Museo de Familias o Revista Universal, V (1841), p. 348). En las páginas de un semanario mallorquín, el escritor J. M. Quadrado reflexiona asimismo sobre la discordancia de tiempos o no-contemporaneidad de sus contemporáneos (Palma. Semanario de Historia y Literatura, Palma de Mallorca, 4-X-1840). 65 Vide supra, p. 41 y nota 30. 66 Numerosísimas publicaciones aparecidas en los últimos años en América latina, España y Portugal bajo esta rúbrica, dentro y fuera de nuestro proyecto, dan testimonio del auge de la «historia conceptual». A título informativo mencionaré algunas de ellas, sin ningún afán de exhaustividad: Elías J. Palti, Aporías. Tiempo, Modernidad, Historia, Sujeto, Nación, Ley, Buenos Aires, Alianza Editorial, 2001; del mismo autor, El tiempo de la política. El siglo xix reconsiderado, Buenos Aires, Siglo xxi Editores, 2007. Guillermo Zermeño Padilla, La cultura moderna de la historia. Una aproximación teórica e historiográfica, México, El Colegio de México, 2002; del mismo autor, «Algunos conceptos básicos de la modernidad mexicana, 17501850», Historia Mexicana, nº 239 (2011). Javier Fernández Sebastián y Juan Francisco Fuentes, dirs., Diccionario político y social del siglo xix español, Madrid, Alianza Editorial, 2002; de los mismos directores, Diccionario político y social del siglo xx español, Madrid, Alianza Editorial, 2008. José Carlos Chiaramonte, Nación y Estado en Iberoamérica. El lenguaje político en tiempos de las independencias, Buenos Aires, Sudamericana, 2004. Dossier «Historia de los conceptos», coordinado por Javier Fernández Sebastián y Juan Francisco Fuentes, Ayer, nº 53 (2004), pp. 1-151. Dossier sobre «Historia, lenguaje y política» de la Revista de Estudios Políticos, nº 134 (2006), coordinado por Javier Fernández Sebastián. Marcelo Gantus Jasmin y João Feres Júnior, eds., História dos conceitos. Debates e perspectivas, São Paulo, Ediçoes Loyola - IUPERJ, 2006. João Feres Júnior y Marcelo Jasmin, eds., História dos conceitos. Diálogos transatlânticos, São Paulo, Ediçoes Loyola, 2007. Noemí Goldman, Historia y lenguaje. Los discursos de la Revolución de Mayo, Buenos Aires, Editores de América Latina, 2000; coordinada por la misma autora, Lenguaje y revolución. Conceptos políticos clave en el Río de la Plata, 1780-1850, Buenos Aires, Prometeo, 2008. Javier Fernández Sebastián y Noemí Goldman, eds., Araucaria. Revista Iberoamericana de Filosofía, Política y Humanidades, vol. 17 (2007), número monográfico sobre «El léxico de la política: el laboratorio conceptual iberoamericano, 1750-1850», p. 75-197. Dossier «História Conceptual no Mundo LusoBrasileiro», coordinado por Fátima Sá e Melo Ferreira y João Feres Júnior, Ler História, 54

59

01_Civilizacion.indd 59

29/07/14 10:17

Diccionario político y social del mundo iberoamericano

3. Sobre la actualidad, utilidad y pertinencia de una historia de conceptos Tras exponer las grandes líneas y el marco general del proyecto, discutir ciertas dudas metodológicas que han surgido en el proceso de elaboración de este Diccionario y sugerir algunas posibles tareas y desarrollos futuros, dedicaré este último apartado a ofrecer al lector algunas pistas y reflexiones sobre la utilidad y la pertinencia de una historia de conceptos en el actual momento de la historiografía, especialmente en lo que concierne al ámbito iberoamericano67. A mi modo de ver, una de las principales ventajas de esta aproximación es combatir la tendencia generalizada a naturalizar nuestros propios conceptos políticos y categorías, proyectándolos al pasado como si fuesen universales e intemporales. Este (mal) hábito intelectual, muy extendido desde el siglo xviii, al consagrar la axiología y la semántica modernas como las únicas admisibles, distorsiona sistemáticamente los marcos mentales de los agentes del pasado anterior hasta hacerlos aparecer en el mejor de los casos como pálidas anticipaciones, (2008), Lisboa, Associação de Actividades Científicas-FCT, pp. 3-170. Dossier «Iberconceptos», coordinado por Javier Fernández Sebastián, Jahrbuch für Geschichte Lateinamerikas, Köln, Böhlau Verlag, nº 45 (2008), pp. 1-295. Faustino Oncina Coves, ed., Teorías y prácticas de la historia conceptual, Madrid-México, CSIC - Plaza y Valdés, 2009; del mismo editor, Tradición e innovación en la historia intelectual: Métodos historiográficos, Madrid, Biblioteca Nueva, 2013. Alfredo Ávila, Virginia Guedea, Ana Carolina Ibarra, coords., Diccionario de la independencia de México, México, UNAM, 2010. Ana María Stuven y Gabriel Cid, Debates republicanos en Chile, vols. I y II, Santiago de Chile, Ediciones Universidad Diego Portales – Programa de historia de las ideas políticas en Chile, 2012-2013. Javier Fernández Sebastián, ed., La aurora de la libertad. Primeros liberalismos en el mundo iberoamericano, Madrid, Marcial Pons Historia, 2012. Javier Fernández Sebastián y Gonzalo Capellán de Miguel, eds., Lenguaje, tiempo y modernidad. Ensayos de historia conceptual, Santiago de Chile, Globo Editores, 2011. De los mismos editores, Conceptos políticos, tiempo e historia. Nuevos enfoques en historia conceptual, Santander, McGraw Hill - Ediciones Universidad de Cantabria, 2013. Francisco Ortega y Yobenj Chicangana, eds., Conceptos fundamentales de la cultura política de la Independencia, Universidad Nacional de Colombia - Centro de Estudios Sociales, 2012. Gerardo Caetano, coord., Historia conceptual. Voces y conceptos de la política oriental (1750-1870), Montevideo, Ediciones de la Banda Oriental, 2013. Sajid Alfredo Herrera y Jordana Dym, coords., Centroamérica ante las revoluciones atlánticas. Conceptos políticos clave, 1750-1850, San Salvador, 2014. José Javier Blanco Rivero, «La historia de los conceptos de Reinhart Koselleck: conceptos fundamentales, Sattelzeit, temporalidad e histórica», Politeia, vol. 35, nº 49 (2012), pp. 1-33. Un reciente esfuerzo de sistematización referente a España: Gonzalo Capellán de Miguel, «El tiempo de las palabras. Recepción y desarrollo de la historia de conceptos en España», en Europa del sur y América latina, 2014, en prensa. 67 Sobre el mismo tema de este epigrafe véase también mi texto, en colaboración con Gonzalo Capellán, «Conceptos políticos, tiempo y modernidad. Actualidad de la historia conceptual», en Conceptos políticos, tiempo e historia, pp. xvii-xxxix.

60

01_Civilizacion.indd 60

29/07/14 10:17

Javier Fernández Sebastián

Introducción

y en el peor como desviaciones desatinadas, de las pautas de comprensión hegemónicas en el mundo contemporáneo del historiador. Se trata de una forma de anacronismo metódico, fruto de un «cronocentrismo» muy corriente –incluso entre los historiadores–, que no tiene suficientemente en cuenta que los significados, aun cuando gocen de cierta permanencia y estén entretejidos con concepciones heredadas, son insoslayablemente históricos, puesto que no existen significados en sí: son siempre significados para alguien68. Ya se refieran a un texto o a una determinada práctica o costumbre, los significados nacen y se moldean en momentos y circunstancias concretas para dar sentido a los mundos cambiantes de personas y colectivos en situaciones particulares. No es de extrañar, entonces, que algunos historiadores modernistas hayan alzado su voz contra los abusos del presentismo, que desfigura sistemáticamente su objeto de estudio en la medida que no pocos contemporaneístas tienden a interpretar anacrónicamente el «Antiguo Régimen» (la etiqueta es ya suficientemente explícita) como un tiempo carente de legitimidad. Ahora bien, una aplicación tan burda y extemporánea de los parámetros vigentes en una época a los de otra es intelectualmente inaceptable: para decirlo con la fórmula afortunada de José Javier Ruiz Ibáñez y Xavier Gil Pujol, «el pasado no es un presente imperfecto»69. Mark Bevir, «In Defence of Historicism», Journal of the Philosophy of History, nº 6 (2012), pp. 111-114. 69 José Javier Ruiz Ibáñez, «El pretérito no es un presente imperfecto: algunas consideraciones personales sobre la posición del historiador ante los usos públicos de la historia», en Miradas a la historia: reflexiones historiográficas en recuerdo de Miguel Rodríguez Llopis, José Antonio Gómez Hernández, María Encarna Nicolás Marín, coords., Murcia, Universidad de Murcia, 2004, pp. 87-100. Xavier Gil Pujol, «Pensamiento político español y europeo en la Edad Moderna. Reflexiones sobre su estudio en una época post-whig», en Campo y campesinos en la España moderna. Culturas políticas en el mundo hispánico, María José Pérez Álvarez y Laureano M. Rubio Pérez, eds., León, Fundación española de Historia Moderna - CSIC, 2012, pp. 297320. Véase también mi trabajo «Sobre conceptualización y politización de los procesos históricos», en Pueblo y nación. Homenaje a José Álvarez Junco, Mercedes Cabrera y Javier Moreno Luzón, eds., Madrid, Taurus, 2014, pp. 161-185. Debemos a algunos historiadores del derecho (António Manuel Hespanha, Bartolomé Clavero, Jean-Frédéric Schaub, Carlos Garriga, etc.) y especialistas en la Edad Moderna (John H. Elliott, Pablo Fernández Albaladejo, y varios más, además de los mencionados Xavier Gil Pujol y José Javier Ruiz Ibáñez) aportaciones muy significativas en esta lucha contra el anacronismo político-intelectual. A este respecto siguen siendo útiles dos ensayos historiográficos escritos hace unos años: Pedro Cardim, «Entre textos y discursos. La historiografía y el poder del lenguaje», Cuadernos de Historia Moderna, Universidad Complutense de Madrid, 17 (1996), pp. 123-149. Xavier Gil Pujol, «Del estado a los lenguajes políticos, del centro a la periferia: dos décadas de historia política sobre la España de los siglos xvi y xvii», Tiempo de política. Perspectivas historiográficas sobre la Europa moderna, Barcelona, Universitat de Barcelona, 2006, pp. 267-324, así como los ensayos contenidos en Pablo Sánchez León y Jesús Izquierdo Martín, eds., El fin de los historiadores. Pensar históricamente en el siglo xxi, Madrid, Siglo xxi, 2008, en especial los de Leopoldo Moscoso («¿En qué consiste pensar históricamente?», pp. 3-26) y Elías José Palti («Pensar históricamente en una era postse68

61

01_Civilizacion.indd 61

29/07/14 10:17

Diccionario político y social del mundo iberoamericano

La lectura atenta de muchos documentos correspondientes a la larga transición a la que nos referíamos en el apartado anterior es un caveat contra cierta cortedad de miras (por no decir arrogancia moral) con que algunos investigadores se acercan al estudio del pasado. Esas fuentes nos indican que deberíamos ser cautelosos a la hora de atribuir a gentes de otras épocas los grandes principios que actualmente asumimos de manera casi automática en el trato cotidiano con nuestro entorno sociopolítico. A la vista de numerosos textos anteriores y posteriores a 1808, hay motivos sobrados para dudar que en el imaginario de nuestros antepasados de hace dos siglos el individuo y sus derechos ocupase una posición preeminente sobre la comunidad y los deberes anejos a la condición de cada cual, deberes asociados a su vez al papel que cada uno tenía asignado en las estructuras corporativas y comunitarias. Tampoco hay motivos para creer que aquellas gentes concibiesen en su mayoría la sociedad como un entramado de relaciones entre individuos ni que pensaran en el Estado como una estructura política superpuesta a la sociedad; ni que subordinasen la religión a la política, ni que prefiriesen el progreso a la estabilidad, la ley a la costumbre, la independencia a la dependencia mutua, la igualdad a la jerarquía, la democracia a la aristocracia, y así sucesivamente70. El estilo de investigación propio de la historia conceptual previene en este sentido contra la retroproyección de todo el cuadro categorial vinculado a las versiones canónicas de la modernidad que hemos heredado de la Ilustración y de las revoluciones liberales, reafirmado (y reformulado) tras la Segunda Guerra Mundial (libertades individuales, igualdad ante la ley, garantía de derechos, división de poderes...). Un cuadro que –usualmente, sin ser muy conscientes de ello– tiñe de ideología, normatividad y anacronismo muchos de nuestros juicios históricos. cular, o Del fin de los historiadores después del fin de la historia», pp. 27-40). Una discusión sobre el anacronismo en la escritura de la historia en Sami Syrjämäki, Sins of a Historian. Perspectives on the Problem of Anachronism, Tampere, Tampere University Press, 2011, especialmente pp. 34 ss., donde efectúa un sucinto repaso de la literatura más relevante sobre la materia, incluyendo el célebre trabajo de Quentin Skinner, «Meaning and Understanding in the History of Ideas» (1969) (en Meaning and Context. Quentin Skinner and his Critics, James Tully, ed., Princeton, Princeton University Press, 1988, pp. 29-67) y una serie de artículos de diversos autores, como Mark Bevir, Stephen Brush, Peter Burke, Conal Condren, Lorraine Daston, Steffen Ducheyne, Malcolm Gaskill, Adrian Haddock, David Hull, Geoffrey Lloyd, Willam Lynch y Carlos Spoerhase, la mayoría de ellos publicados en la revista Scientia Poetica, núms. 8 (2004) y 10 (2006). 70 António Manuel Hespanha, «Early Modern Law and the Anthropological Imagination of Old European Culture», en Early Modern History and the Social Sciences: Testing the Limits of Braudel’s Mediterranean, John A. Marino, ed., Kirksville, Mo., Truman State University Press, 2002, pp. 191-204.

62

01_Civilizacion.indd 62

29/07/14 10:17

Javier Fernández Sebastián

Introducción

En los dos últimos siglos, en efecto, las filosofías de la historia autocelebratorias de la modernidad –en ambas versiones, «orgánicas» y «críticas»– han permeado las ciencias históricas y sociales hasta tal punto que hoy por desgracia muy pocos profesionales aspiran al ideal de una historia como saber desinteresado, totalmente desligado de los pasados «prácticos», más o menos sesgados, al servicio de las ideologías y facciones políticas de cualquier color71. Si consiguiéramos despegarnos de tales visiones instrumentales de la historia como «gran marcha» hacia alguna parte y nos ocupásemos de elaborar representaciones historiográficas honestas y creíbles, desprovistas de consideraciones normativas (más propias de la filosofía) que, al proyectarse hacia el pasado, se transforman en prejuicios éticos y moralinas, estaríamos seguramente en mejores condiciones para aligerar la abrumadora carga de teleologismos que todavía gravita sobre una fracción considerable de la historiografía de nuestro tiempo72. Tal y como la concebimos, la semántica histórica –de la que la historia conceptual constituye una parte esencial– puede ser vista no sólo como propedéutica para una teoría de la historia73, o para la historia a secas, sino como un antídoto contra esa «propensión a asimilar el pasado al presente» que lleva a imaginar y evaluar las acciones de los muertos con la mira puesta en los afanes de los vivos. *

*

*

En lo que a nuestro objeto más inmediato de estudio respecta, si no queremos hurtar a aquellos sujetos históricos su lenguaje y sus pensamientos para embutir en sus cabezas nuestros propios conceptos, valores y preocupaciones, deberíamos abstenernos también de leer las revoluciones del mundo iberoamericano bajo el prisma de otras experiencias (ya sea de la revolución norteamericana, francesa o haitiana, por referirnos a tres procesos anteriores con los cuales aquellas tuvieron relaciones de diverso tipo). Ni siquiera los procesos hispanos y luso-brasileños son estrictamente equiparables, aunque por razones culturales, políticas y cronológicas guarden entre sí mayores afinidades e interrelaciones que con los otros movimientos mencionados. En lugar de establecer ciertos moMichael Oakeshott, «La actividad del historiador» [1958], en El racionalismo en política y otros ensayos, México, FCE, 2000, pp. 174-176. Sobre la historia como «conocimiento desinteresado», véase Paul Veyne, Cómo se escribe la historia. Ensayo de epistemología, Madrid, Fragua, 1972, pp. 87-88. 72 Me refiero a ese tipo de narrativas que nos presentan un camino rectilíneo y unidireccional de imperio a nación, de súbditos a ciudadanos, de absolutismo a liberalismo, de tradición a modernidad, y así sucesivamente. Una era de trastornos y revoluciones como la abordada en este Diccionario se caracteriza más bien por la incertidumbre y la contingencia, las situaciones abiertas y el futuro imprevisible, el experimentalismo y el juego zigzagueante de ensayo y error. 73 Koselleck, Futuro pasado, p. 334. 71

63

01_Civilizacion.indd 63

29/07/14 10:17

Diccionario político y social del mundo iberoamericano

delos de revolución –la de las Trece Colonias, como patrón de «revolución de independencia», o la francesa, como dechado de «revolución liberal»–, como ha venido haciendo una parte de la historiografía política y constitucional, y preguntarnos a continuación si las trayectorias de nuestros países se ajustan o no, satisfacen o no, los estándares fijados en dichos cánones de modernidad, tiene más sentido indagar en las experiencias de las diversas sociedades, comparándolas, sí, pero evitando incurrir en un modelo difusionista y reduccionista tan burdo que, aplicando mecánicamente un rígido esquema en términos centro/periferia, mide todas las situaciones y procesos por el mismo rasero (con el consabido catálogo de teoremas anejos a esa modernización canónica: individualismo, secularización, etc.). A estas alturas, pese a la occidentalización/americanización de amplias zonas del planeta, parece claro que no hay una modernidad de talla única –franco-angloamericana– fabricada en el «centro» y válida para todos los lugares. También debiera serlo que no existe un paquete de conceptos «modernos» de aplicación universal que, al transferirse y refractarse en espacios «periféricos», habría dado lugar a anomalías, retrasos y aberraciones. Las diferencias y peculiaridades de cada sociedad han de ser analizadas con mayor finura, sutileza y respeto intelectual de lo que tales visiones caricaturescas sugieren. Cada sociedad merece una historia sustantiva, cuidadosa y autocentrada, que no despache sus vicisitudes y rasgos específicos –a la manera de cierto ensayismo de corte más filosófico que propiamente histórico– con una serie de especulaciones y juicios de valor sobre su falta de adecuación a un tipo ideal extraído de experiencias foráneas74. La aproximación que hemos intentado en Iberconceptos es parte de una nueva historia político-intelectual que toma deliberadamente distancia de las clásicas historias de las ideas o de la teoría política, y nos ofrece una alternativa a la visión excesivamente intelectualista de la vida política. Mientras que aquéllas (aun en sus versiones más renovadoras, como la llamada «escuela de Cambridge») generalmente atienden casi en exclusiva a un corto número de obras y pensadores de primera fila, nuestro interés por los conceptos políticos nos ha llevado a ocuparnos del manejo contencioso del lenguaje por actores sociales diversos –a menudo poco conocidos y a veces anónimos– en una variedad de registros que desborda la tratadística política al uso: actas parlamentarias, correspondencia, panfletos, manifiestos, prensa periódica75. Por parecidas razones, tampoco el prisma de la descolonización de Asia y África en la segunda postguerra constituye la mejor guía para entender e interpretar las independencias iberoamericanas del primer cuarto del siglo xix. 75 Una sucinta comparación entre la historia conceptual y la historia más tradicional del pensamiento político, en Michael Freeden, The Political Theory of Political Thinking. The Anatomy of a Practice, Oxford, Oxford University Press, 2013, pp. 53-54. 74

64

01_Civilizacion.indd 64

29/07/14 10:17

Javier Fernández Sebastián

Introducción

Pero insistimos: los conceptos políticos «empíricos» de los que hablamos en este Diccionario no son ideas abstractas y desencarnadas, sino conglomerados de significados, derivados de una miríada de usos polémicos en los que analíticamente podemos constatar cómo se entrecruza el eje diacrónico de la lengua con su dimensión ideológica y pragmática, resultado de los usos retóricos por los actores en circunstancias dadas. Y, de entre todos los conceptos políticos presentes en las argumentaciones, hemos seleccionado un puñado de los que verdaderamente importan. Estos conceptos fundamentales, vinculados a algunas decenas o a lo sumo a algunos centenares de palabras, se caracterizan, como señaló Koselleck, por su potencial de transformación y por su doble carácter a la vez polémico e ineludible. Ambas cualidades, además, se implican mutuamente: si queremos dar cuenta del discurso de una época nos vemos obligados a mencionarlos frecuentemente, porque en su día resultaron imprescindibles para los actores y surgen en las fuentes a cada paso; y precisamente por ser insustituibles se tornaron polémicos76. Con el desplazamiento de su foco de interés de las ideas y teorías a los lenguajes y conceptos, esta nueva historia político-intelectual contribuye a la dignificación de su objeto de estudio. Mientras que la tantas veces alegada falta de originalidad del pensamiento político iberoamericano y su carácter «derivativo» de los grandes autores occidentales haría superfluo su estudio en los términos de una historia tradicional de las ideas77, nadie puede negar el interés de estudiar los cambios político-semánticos que permiten a una sociedad pensarse a sí misma en el tiempo, buscar soluciones a sus problemas y responder a los desafíos que se le van presentando. Desde este punto de vista, sin negar obvias asimetrías en los intercambios culturales entre unas regiones y otras, el interés no reside ya principalmente en el grado de innovación ideológica de que hacen gala los políticos o teóricos de una determinada región o país al comparar sus producciones con las de otro. Más bien que discernir ideólogos originales y epígonos, y seguir el rastro de las influencias de los primeros sobre los segundos, lo que nos interesa es el uso de ciertos conceptos y argumentos en situaciones dadas por gran cantidad de actores en sus comunicaciones y debates, reflejo en cierto modo de un pensamiento vivo, «disuelto» en las prácticas sociales. Pensamientos que cristalizan en lenguajes compartidos por diversos colectivos, que pueden ser vistos como comunidades de interpretación más o menos amplias, algunas de cuyas líneas pueden llegar Koselleck, Futuro Pasado, p. 331; del mismo autor, Historias de conceptos. Estudios sobre semántica y pragmática del lenguaje político y social, Madrid, Trotta, 2012, pp. 37, 46, 211, 213. 77 Palti, El tiempo de la política, pp. 21 y ss. La fórmula clásica con la que Roberto Schwarz sintetizó y llevó al extremo esta posición fue la de las «ideas fuera de lugar» (en un famoso artículo del mismo título publicado en 1973), una fórmula discutida recientemente por Elías Palti (El tiempo de la política, pp. 259 ss.). 76

65

01_Civilizacion.indd 65

29/07/14 10:17

Diccionario político y social del mundo iberoamericano

a ser hegemónicas en el conjunto de la sociedad. La democratización, incluso la banalización, de determinados lenguajes o conceptos resulta entonces históricamente tan interesante y digna de estudio como la innovación ideológica o la forja de nuevos conceptos. Y, por otra parte, la innovación semántica no es cosa únicamente de los grandes teóricos, ya que los «cambios conceptuales ocurren frecuentemente en el contexto de las prácticas de justificación, o sea en un nivel de sistematización menor y anterior al de los tratados doctrinales»78. *

*

*

Algunos historiadores todavía manejan con desenvoltura los conceptos fundamentales recogidos en este Diccionario, y otros más, como si sus significados fueran transparentes, intemporales y aproblemáticos. Apenas distinguen los múltiples usos que de tales conceptos se hicieron en las contiendas políticas por un sinnúmero de agentes en distintos momentos del pasado de su propia utilización de esos mismos términos como categorías de análisis histórico. Es como si creyeran que cuando un publicista iberoamericano de 1820 escribía en un libro o folleto las palabras Estado, democracia o liberalismo su sentido no era muy diferente que cuando lo hacía otro de 1870, o cuando es el profesional de la historia quien usa estas mismas palabras en una monografía a comienzos del siglo xxi. Por fortuna, este tipo de historiador ingenuo, despreocupado de su aparato conceptual –que sigue viendo al lenguaje como un mero reflejo o epifenómeno de «la realidad»–, va siendo cada vez más raro. La actitud de los participantes en esta obra es muy distinta. Lejos de dar por supuesto un significado unívoco para las palabras civilización, democracia, Estado, independencia, etcétera, nos hemos esforzado por tomar distancia de nuestras propias preconcepciones a fin de «desontologizar» dichas nociones y mostrar a nuestros lectores cómo se esgrimieron en distintos momentos y contextos del pasado, cuando tales voces apenas empezaban a adquirir relevancia como conceptos fundamentales de la acción política. En este sentido la historia conceptual nos ayuda a comprender que detrás de cada una de estas palabras clave –democracia, Estado, liberalismo, nación…– no existe un significado esencial que va evolucionando con el tiempo asociado a dicho vocablo, sino más bien una profusión de acepciones en disputa muy alejadas de las definiciones supuestamente neutras y unívocas de los diccionarios. Y que sólo gradualmente y en virtud de complejos procesos socio-culturales tales palabras llegaron a alcanzar la importancia que tendrían bien avanzado el siglo xix y que siguen teniendo en la actualidad79. Eisenberg, As missões jesuíticas e o pensamento político moderno, p. 168. No se trata de conceptos aislados, puesto que cada uno de ellos extrae su sentido de su interdependencia mutua con los demás, de las relaciones de complementariedad, refuerzo u 78 79

66

01_Civilizacion.indd 66

29/07/14 10:17

Javier Fernández Sebastián

Introducción

Frente a cierto tipo de historia del pensamiento al viejo estilo que sigue tratando a los conceptos como entidades teóricas, puramente abstractas, flotando en un éter de ideas manejadas por un pequeño círculo de filósofos y espíritus sublimes, es oportuno recordar que los vocabularios de la política se han amasado en gran medida por los hablantes con el barro de los conflictos de cada día, en el fragor de la acción colectiva, y ni siquiera conforman propiamente un corpus especializado de termini technici separados del lenguaje común. Dichos vocabularios se han nutrido durante siglos, muchas veces por vía metafórica, de terminología procedente de varios campos del saber y de la acción humana, desde la religión a la navegación, desde la astronomía a la medicina. Y si algunos de esos ítems conceptuales usados en las disputas políticas han llegado a ser términos técnicos de las ciencias sociales, jurídicas y políticas, merece la pena indagar con cuidado cómo se ha producido esa transferencia. A sabiendas de la imposibilidad de señalar exactamente dónde y cuándo términos como Estado, sociedad, individuo, revolución o constitución empezaron a cruzar las fronteras del debate político para (aun sin abandonar la palestra ideológica) internarse en los dominios de la ciencia, está claro que estos y otros términos han llegado a ocupar un lugar preeminente en el lenguaje de los científicos sociales a través de diversos procesos de historización y cientificación. Y, aunque este objetivo en principio queda fuera del foco de nuestro proyecto, algunos de los artículos de este lexicón proporcionan valiosas pistas para reconstruir parcialmente los procesos de reconversión de ciertas palabras vernáculas, políticamente beligerantes, en herramientas analíticas. Afortunadamente, gracias a las grandes bases de textos en línea y a las llamadas «humanidades digitales», hoy día es posible aproximarse con mayor seguridad y un grado razonable de certeza al análisis de estas cuestiones, al menos en el nivel lexicométrico, incluyendo el seguimiento de la polisemia de ciertas palabras clave y la datación y el tratamiento estadístico elemental del número de sus ocurrencias en determinados periodos80. Así, el material recogido en los diez tomos de este volumen y en la anterior entrega de este Diccionario podrá ser corregido y completado en un futuro próximo gracias a las herramientas digitales cada vez oposición entre unos y otros. Estas redes conceptuales no sólo conforman textos y argumentos, sino que estructuran ideologías, esferas de acción y áreas del conocimiento. Piénsese, por ejemplo, en la evolución del crucial concepto moderno de política, asunto del que me he ocupado, para el caso de España, en mi trabajo «What did they Mean by política? Debating over the Concept, Value and Place of Politics in Modern Spain», en Writing Political History Today, Willibald Steinmetz, Ingrid Holtey, Heinz-Gerhard Haupt, eds., Fráncfort del Meno/Nueva York, Campus Verlag, 2013, pp. 99-126. 80 David Armitage, «Historia intelectual y longue durée. ‘Guerra civil’ en perspectiva histórica», Ariadna histórica. Lenguajes, conceptos, metáforas, 1 (2012), http://www.ehu.es/ ojs/index.php/Ariadna, pp. 15-39, pp. 37-39.

67

01_Civilizacion.indd 67

29/07/14 10:17

Diccionario político y social del mundo iberoamericano

más eficaces. La misma Red que ha hecho posible organizar e implementar este proyecto permitirá en adelante seguir perfeccionado sus resultados. Aunque no abrigamos la fantasía de ofrecer en estas páginas un panorama cabal y pormenorizado de los significados de dos decenas de conceptos básicos mediante los cuales comprendían el mundo social y político los iberoamericanos, españoles y portugueses que vivieron durante los siglos xviii y xix, sí creemos haber cartografiado algunos territorios conceptuales muy relevantes de aquel tránsito a la modernidad. Confiamos por eso que la lectura de los 230 capítulos y de las introducciones generales que integran los dos volúmenes de nuestro Diccionario situará al estudioso que consulte con asiduidad esta obra en una posición ventajosa para ponerse en el lugar epistemológico de quienes vivieron aquellos tiempos en presente (esto es, mientras las cosas sucedían, sin posibilidad de conocer lo que el futuro deparaba a sus sociedades, cuando el paso del tiempo disipase la niebla que les ocultaba el porvenir). Como toda perspectiva histórica (i. e., retrospectiva), el punto de vista del historiador conceptual –que se mueve también con el tiempo– afecta necesariamente a la captación y escritura de un pasado que se esfumó. Aun así, el esfuerzo de reflexividad que esta aproximación supone, trasladado al lenguaje de nuestros días y puesto así a disposición de los lectores, contribuirá seguramente a facilitar una comprensión más histórica de la historia; o lo que es lo mismo, a distanciar al lector de sus propias concepciones y auspiciar una visión del pasado más sofisticada, que no se limite a halagar, confirmar o justificar los prejuicios del tiempo en el que vive; en definitiva, a elevar y refinar su conciencia de historicidad. La semántica histórica podría servir además de contrapeso al romo presentismo que impera en Occidente, donde tantas gentes –historiadores incluídos– parecen francamente incapaces de volverse hacia el pasado con una mirada limpia de prejuicios. A mi modo de ver muy a menudo tanto la llamada «memoria histórica» como la «historia memorial» no sólo proyectan sistemáticamente al pasado las preocupaciones e inquietudes de sus cultivadores –lo que, hasta cierto punto, resulta inevitable–, sino que asumen la legitimidad epistémica de esa manera de proceder y se desentienden de los efectos distorsionadores que tal actitud vindicativa produce en la representación de su objeto de estudio81. *

*

*

81 Francesco Benigno, Las palabras del tiempo. Un ideario para pensar históricamente, Madrid, Cátedra, 2013, pp. 41-54. Sobre la crucial distinción entre historia y memoria popular, que se vuelve borrosa en tiempos de crisis, véase la reciente monografía de Paul A. Cohen, History and Popular Memory: The Power of Story in Moments of Crisis, Nueva York, Columbia University Press, 2014.

68

01_Civilizacion.indd 68

29/07/14 10:17

Javier Fernández Sebastián

Introducción

En este vacilante comienzo del siglo xxi, cuando hace ya largo tiempo perdió vigor el topos ciceroniano historia magistra vitae82, una pregunta inquietante retorna periódicamente al debate público: ¿Para qué sirve la historia? Una cuestión que para lo que aquí interesa cabría reduplicar con otra más específica: ¿Para qué sirve la historia de conceptos? Preguntas como estas trascienden el terreno estrictamente académico y no tienen, desde luego, una sola respuesta. Y aunque en los párrafos anteriores creo haber aportado ciertos elementos para responder a tales interrogantes, me gustaría añadir para terminar algunas precisiones acerca de este tema. Yo diría que uno de las enseñanzas más valiosas que esta disciplina puede brindar a nuestras sociedades actuales, especialmente a los historiadores, lingüistas, politólogos, sociólogos, juristas y otros estudiosos de las ciencias sociales, consiste en ensanchar su horizonte epistemológico, habitualmente demasiado angosto. Contra quienes todavía parecen creer que nuestro imaginario social, nuestro orden político y moral, nuestros parámetros cognitivos, son los únicos legítimos, la historia conceptual nos permite acceder a mundos desconocidos –y sin embargo estrechamente emparentados con el nuestro, puesto que apenas nos separa de ellos un corto intervalo temporal– en los cuales las cosas se veían, valoraban y sentían de diferente manera. A partir del análisis riguroso de las fuentes en términos históricos, es posible despegarse en cierta medida de eso que aparece engañosamente ante nuestros ojos como «el mundo tal cual es», y remontarnos a realidades conceptuales ajenas. Al procurarnos por esa vía cierta familiaridad con mundos simbólicos y conceptualizaciones exóticas, semiborradas por la usura del tiempo, esta modalidad de historia saca a la luz del día lo que de artificioso y azaroso hay en las realidades políticas y sociales que nos rodean y que, por el mero hecho de ser nuestras, se nos antojan naturales y necesarias83. Repensar las creencias, conceptos y valores de 82 Koselleck, «Historia magistra vitae», en Futuro pasado, pp. 41-66; del mismo autor, Esbozos teóricos. ¿Sigue teniendo utilidad la historia?, Introducción de José Luis Villacañas, Madrid, Escolar y Mayo, 2013. Fernando Nicolazzi, Helena Miranda Mollo y Valdei Lopes de Araujo, orgs., Aprender com a história? O pasado e o futuro de uma questão, Río de Janeiro, FGV, 2011. Sánchez León e Izquierdo Martín, eds., El fin de los historiadores, cit. Christian Delacroix, François Dosse, Patrick García, dirs., Historicidades, Buenos Aires, Waldhuter, 2010. Chris Lorenz y Berber Beverbage, eds., Breaking up Time. Negotiating the Borders between Present, Past and Future, Gotinga, Vandenhoeck & Ruprecht, 2013. María Inés Mudrovcic y Nora Rabotnikof, coord., En busca del pasado perdido. Temporalidad, historia y memoria, México, Siglo xxi, 2013. 83 Desde esta perspectiva, la aportación general de la historia a la elevación de nuestro conocimiento sobre lo humano no se diferenciaría demasiado de la finalidad de la antropología según Geertz: «ampliar el universo del discurso humano» (Clifford Geertz, La interpretación

69

01_Civilizacion.indd 69

29/07/14 10:17

Diccionario político y social del mundo iberoamericano

nuestros antepasados en pie de igualdad con los nuestros nos hace más conscientes de la radical historicidad (y de la fragilidad) de todos los patrones culturales. Así, la semántica histórica estimula esa capacidad de asombro ante la alteridad del pasado que está en la base de la mejor historiografía, nos saca de nuestro ensimismamiento y nos sitúa ante la transitoriedad e inexorable caducidad de nuestras formas de entender el mundo84. El descubrimiento de lo distinto, de lo extraño, en el subsuelo de lo propio, se convierte al cabo en una forma de autoconocimiento. Conceptualizaciones perdidas, vías muertas, rutas semánticas que no llevan a ninguna parte, significados que quedaron sepultados por el tiempo y hoy es preciso exhumar mediante diversas técnicas de arqueología intelectual. Recuperar y dar a conocer al público esas conceptualizaciones perdidas –y no sólo las líneas semánticas que prevalecieron y son reconocibles actualmente– supone una seria advertencia contra los teleologismos que plagan tantos relatos pretendidamente históricos85. La teleología más insidiosa es probablemente la que va implícita en los conceptos operativos, en las herramientas analíticas que utilizamos. Al moldear las nociones vividas por los agentes del pasado en función de lo que sucedió (y se pensó) después, corremos el riesgo de atribuir significados, razones e intenciones espurias a los muertos. Privados de sus propios pensamientos y sin poder ya protestar por ello, nuestros predecesores aparecen en tales historias apócrifas travestidos con nuestros ropajes conceptuales y nuestras preocupaciones, forzados a interpretar papeles de buenos y malos en una comedia que glorifica la marcha triunfal hacia nuestro presente. En vez de tratar de comprender a los actores en sus propios términos (hasta donde tal cosa es posible), desentrañando la lógica que gobernaba sus prácticas, instituciones y creencias, se enjuician sus actuaciones según su grado de ajuste a nuestros valores modernos o postmodernos. Nociones básicas como tradición y modernidad; centro y periferia; liberalismo y conservadurismo; ciudadanía y democracia; revolución e independencia, llevan de las culturas, Barcelona, Gedisa, 2000, pp. 27-29). Véase al respecto nuestro trabajo «Historia, historiografía, historicidad. Conciencia histórica y cambio conceptual», cit. 84 Samuel Wineburg, Historical Thinking and Other Unnatural Acts, Filadelfia, Temple University Press, 2001, pp. 3-27. 85 En historiografía, la falacia teleológica –en el fondo una forma de narcisismo epistemológico– consiste en presentar las vicisitudes de los procesos históricos como pasos que conducen a una meta, que suele identificarse con el presente de quien escribe. «El llamado desarrollo histórico», escribió lapidariamente Carlos Marx en los Grundrisse, «descansa […] en el hecho de que la última forma considera a las formas pasadas como estadios que conducen a ella misma» (Karl Marx, Líneas fundamentales de la crítica de la economía política, Barcelona, Crítica, 1978, pp. 30-31).

70

01_Civilizacion.indd 70

29/07/14 10:17

Javier Fernández Sebastián

Introducción

incorporada toda una filosofía de la historia. Al aplicar a sus análisis mecánicamente las categorías-guía mencionadas –sin percatarse siquiera de la conveniencia de historizar previamente tales nociones, frecuentemente dicotómicas–, los historiadores actúan como alquimistas que transmutan lo contingente en necesario, el azar en destino. Incluso aquello que en el momento en que sucedió fue considerado a todas luces sorprendente e imprevisible por sus contemporáneos, con el tiempo se hace encajar en ese gran relato y no tarda en aparecer como coherente e irremediable. Así ha sucedido también en nuestro caso durante largo tiempo, al presentar las revoluciones liberales o las independencias iberoamericanas como macroeventos inevitables provocados por el impacto de las ideas de la Revolución francesa en la Península, por la madurez del nacionalismo criollo, y otras causas de este tenor. Por fortuna, la nueva historiografía política e intelectual de la región, cada vez más sensible a la historicidad, ha mostrado convincentemente que ninguno de esos procesos estaba escrito de antemano, y que, de haberse dado otras circunstancias o implementado respuestas distintas a los sucesos por parte de los actores, el curso de los acontecimientos hubiera seguido probablemente trayectorias muy diferentes. No fueron las ideas, sino los grandes trastornos geopolíticos y las actuaciones de los agentes políticos y sociales (incluidas las decisiones y gestiones de las autoridades) los que agudizaron la crisis de las monarquías ibéricas y encendieron la llama revolucionaria que conduciría a su disgregación. Hoy parece erróneo, anacrónico, adjudicar a las por entonces inexistentes naciones la iniciativa en una serie de sucesos que contribuyeron precisamente a su gestación86. En las últimas décadas existe una amplísima bibliografía sobre las independencias de Iberoamérica (incluyendo las clásicas síntesis interpretativas de Tulio Halperin Donghi, Jaime Rodríguez y François-Xavier Guerra) que parece ocioso recoger aquí. Me limitaré a citar tres ensayos historiográficos de puesta al día de esta historiografía «revisionista»: Alfredo Ávila, «Las revoluciones hispanoamericanas, vistas desde el siglo xxi», Revista de Historia Iberoamericana, vol. 1, nº 1 (2008), pp. 10-39 (reeleboración de un artículo anterior del mismo autor: «De las independencias a la modernidad. Notas sobre un cambio historiográfico», en Érika Pani y Alicia Salmerón, coords., Conceptualizar lo que se ve. François-Xavier Guerra, historiador. Homenaje, México, Instituto Mora, 2004, pp. 76-112); João Paulo Pimenta, «A indepêndenca do Brasil e o liberalismo português: Um balanço da produção acadêmica», Revista de Historia Iberoamericana, vol. 1, nº 1 (2008), pp. 66-103 (se trata asimismo de una versión bastante diferente de un trabajo anterior: «A Independência do Brasil: um balanço da produção historiográfica recente», Manuel Chust y José Antonio Serrano, eds., Debates sobre las independencias iberoamericanas, Madrid/Fráncfort del Meno, Iberoamericana/Vervuert, 2007, pp. 143-157). Gabriel Paquette, «Historiographical Reviews. The Dissolution of the Spanish Atlantic Monarchy», The Historical Journal, vol. 52, nº 1 (2009), pp. 175-212. También la historiografía política y constitucional sobre el momento gaditano se ha apartado en los últimos años del modelo que tomaba a la Revolución francesa como guía e insoslayable vara de medir de la Revolución española. Un balance sucinto, en 86

71

01_Civilizacion.indd 71

29/07/14 10:17

Diccionario político y social del mundo iberoamericano

Historizar los marcos de comprensión de la realidad y los variados instrumentos que los seres humanos han venido forjando para interpretar sus pasados, próximos o remotos, es seguramente la mejor contribución que la semántica histórica puede ofrecer en el momento actual a las ciencias sociales. En consecuencia, esta historización no debiera detenerse en los conceptos manejados hace siglos por los actores, como lo intentamos en este Diccionario con los iberoamericanos del tránsito a la modernidad: debería extenderse también al utillaje técnico de los profesionales de la historia, pues, como notó Pierre Bourdieu, «paradójicamente, los historiadores no lo son bastante cuando tratan de pensar los instrumentos con los que piensan la historia»87. En este sentido, la historia conceptual entraña una crítica histórica a la historiografía. Acaso su mayor virtud es que entrena a quienes se acercan a ella para, tomándose en serio la temporalidad y la lingüisticidad del mundo, pensar históricamente.

vísperas del bicentenario, en mi trabajo «Cádiz y el primer liberalismo español. Sinopsis historiográfica y reflexiones sobre el bicentenario», en José Álvarez Junco y Javier Moreno Luzón, ed., La Constitución de Cádiz: historiografía y conmemoración, Madrid, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 2006, pp. 23-58. 87 Pierre Bourdieu, «Sur les rapports entre la sociologie et l’histoire en Allemagne et en France», entrevista con Lutz Raphael, Actes de la Recherche en Sociences Sociales, nº 106-107 (1995), p. 116. Olivier Christin, dir., Dictionnaire des concepts nomades en sciences humaines, París, Métailié, 2010; del mismo autor, «Historia de los conceptos, semántica histórica y sociología crítica de los usos léxicos en las ciencias sociales: cuestionamiento de los inconscientes académicos nacionales», Historia Mexicana, vol. LXIII, nº 2 (2013), pp. 803-836. Puede verse también mi trabajo «Sobre conceptualización y politización de los procesos históricos», cit.

72

01_Civilizacion.indd 72

29/07/14 10:17

Lihat lebih banyak...

Comentarios

Copyright © 2017 DATOSPDF Inc.